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Incluso si el terapeuta ofrece una explicación clara de los aspectos de falta de actuación de la

focalización sensorial, es posible que algunos sujetos no lo entiendan. De modo que les digo a
los pacientes: «La próxima vez que vengas a la sesión de terapia, no te preguntaré por
erecciones u orgasmos; te preguntaré sobre la capacidad para concentrarte en recibir y dar placer
y sobre tu capacidad para disfrutar de lo que estabas haciendo». Repetimos este mensaje porque
la mayoría de las parejas se orientan hacia la actuación (es decir, se centran en la erección y en
el orgasmo) y, salvo que el terapeuta cuestione esta idea, seguirán manteniendo los criterios de
actuación durante los ejercicios de la focalización sensorial. En este punto, el terapeuta podría
hablar también con el paciente o con la pareja sobre los conceptos de la ansiedad ante la
actuación, sobre el pensamiento “todo o nada” (p. ej., la actividad sexual es sinónimo de coito)
y de otros factores que interfieren con la relación sexual agradable. La focalización sensorial no
puede comenzar hasta que la pareja entienda estas ideas, reconozca su importancia y valore la
necesidad de un nuevo enfoque de los pensamientos y de la conducta.

El segundo paso se refiere habitualmente al placer genital. Durante esta fase de la terapia, se
anima a la pareja a que extienda el tacto delicado a los pechos y a las zonas genitales. Se
recomienda a los miembros de la pareja que acaricien al otro, por turnos, proporcionando placer.
Lo mismo que antes, se debe desaconsejar a la pareja que se centre en objetivos relacionados
con la actuación (es decir, la erección, el orgasmo, etc.). Conforme se va avanzando en la
focalización sensorial, el terapeuta debería repasar los factores que faciliten o inhiban los
objetivos. El hablar de estos factores sin juicios de valor ayuda a que los cónyuges puedan
conseguir un mayor control de su propio progreso y se sientan menos como si fueran alumnos
en una clase.

Una vez que una pareja se siente cómoda con el tacto genital y está preparada para reanudar el
coito, es necesario a menudo insistir en que el coito se puede descomponer en varias conductas.
Así, se podría alentar a algunas parejas a que realizaran la «introducción sin movimientos
impulsivos». Es decir, el miembro receptor (la mujer en las parejas heterosexuales) permite la
penetración y controla todos los aspectos de este ejercicio. Por ejemplo, pueden variarse la
profundidad de la penetración y la cantidad de tiempo que se mantiene. De nuevo, se fomenta la
flexibilidad y la variación con el fin de eliminar la presión asociada con la tendencia de la pareja
a pensar en términos de “todo o nada”.

Un problema frecuente en esta fase de la focalización sensorial es que los terapeutas se adhieren
rígidamente a la prohibición del coito (Lipsius, 1987). Si se emplea de forma mecánica, la
prohibición del coito puede conducir a la perdida de sentimientos eróticos, a la desaparición de
la espontaneidad, a frustraciones innecesarias y al aumento de la resistencia. Nuestro enfoque
trata de informar a la pareja sobre los beneficios e inconvenientes potenciales de la prohibición
y les indicamos que está siguiendo un proceso que trabaja para el futuro.

Desde nuestro punto de vista, un enfoque de prohibición puede ayudar a la pareja a reanudar el
contacto físico bajo determinadas circunstancias. Tres de las que me vienen a la cabeza son los
casos en que: a) la pareja esté muy estresada por la “actuación sexual”, b) se den muchos
pensamientos orientados hacia la actuación que interfieren con ésta, y/o c) la pareja ha evitado
todo contacto físico. Por otra parte, las parejas que no han abordado las relaciones sexuales de
forma tan rígida o con esas reacciones emocionales tan intensas, pueden sacar provecho si
tienen un conocimiento general de la focalización sensorial, pero con una actitud más relajada
hacia la prohibición.

El último paso de la focalización sensorial incluye los movimientos impulsivos y el coito. Aquí,
de nuevo, es habitualmente una buena idea animar al miembro receptor de la pareja a que inicie
los movimientos y que éstos sean lentos y graduales. Como siempre, se favorece que los
cónyuges se centren en las sensaciones asociadas con el coito y no se preocupen por el orgasmo.
La pareja podría intentar diferentes posiciones y no sólo adoptar la(s) misma(s) que ha
empleado antes de la terapia. Éstos son los procedimientos que constituyen normalmente lo que
se conoce como focalización sensorial. Otros autores han elaborado más las bases expuestas
aquí (p. ej. Masters y Johnson, 1970; Wincze y Carey, 1991); quizás el terapeuta quiera
consultar estas referencias después de haber utilizado cómodamente las directrices que se
acaban de exponer. Sin embargo, en este punto quiero señalar algunos de los problemas
potenciales con los que posiblemente se encuentre el terapeuta.

La focalización sensorial puede aplicarse erróneamente y ser malinterpretada tanto por el


terapeuta como por el paciente. No es raro que las parejas que acuden a terapia cuenten que ya
han intentado “abstenerse de la relación sexual” y que no ha funcionado. Por ejemplo, una
pareja que acaba de acudir a terapia explicó que había participado en terapia sexual con
anterioridad y que había intentado la focalización sensorial. Desde su perspectiva, el enfoque
utilizado fue “no tener relaciones sexuales”. La pareja no había entendido el propósito del
procedimiento y, como consecuencia, abandonó la terapia insatisfecha.

McCarthy (1985) indicó una serie de errores frecuentes por parte del terapeuta en el empleo de
la focalización sensorial. Un error que frecuentemente comete éste es no implicar a la pareja en
el proceso de toma de decisiones, lo que conlleva a menudo falta de adherencia. Un segundo
error frecuente se refiere a que un terapeuta exija una cierta actuación en el paciente como parte
del procedimiento —«el siguiente paso en el procedimiento consiste en estimular a tu pareja en
el área genital hasta que alcance el orgasmo». Esta clase de afirmación puede aumentar la
ansiedad de actuación, especialmente en una persona vulnerable a esa respuesta. Sería preferible
decir «lo has hecho bien concentrándote en tus sensaciones y sentimientos cuando tu pareja y tú
os estimuláis mutuamente. Hasta ahora has incluido las caricias genitales. ¿Cuál crees que
debería ser el paso siguiente?». Este enfoque permite una variedad de respuestas sin una
anticipación del fracaso o sin presión sexual. Un error más que cometen algunos terapeutas
implica la terminación prematura del procedimiento de la focalización sensorial cuando una
pareja no cumple con él o encuentra dificultades. La terminación prematura sólo sirve para
reforzar la evitación. Debería hablarse de las dificultades amplias y tendidas, y se debería
identificar y eliminar las barreras al progreso.

Otra dificultad puede ocurrir cuando la terapia se traslada al campo de los “procedimientos de
las tareas para casa”. En este momento, podría tener lugar un conflicto entre ser natural y no
estructurado y ser mecánico y estructurado. La mayoría de las parejas y de los individuos
expresan una preferencia a abordar las tareas para casa de una manera “natural, no
estructurada”. En este último enfoque, el terapeuta describe los procedimientos implicados y los
principios que subyacen a éstos, pero deja que la pareja programe otros detalles, como la
frecuencia. Aunque ésta puede ser, intuitivamente, la estrategia preferida, el terapeuta se
encontrará que a veces las parejas vuelvan a terapia ¡sin haber llevado a cabo la tarea asignada!
La razón de ello es que demasiado a menudo existe una potente historia de evitación; de este
modo, el individuo o la pareja no puede empezar sin provocar unos niveles de ansiedad
demasiado altos.

Para evitar estos resultados, el terapeuta puede explicar las ventajas y los inconvenientes de las
estrategias estructuradas en comparación con las no estructuradas antes de presentar los
ejercicios para casa. Entonces, el paciente escogerá una estrategia y, al hacerlo, se dará cuenta
de lo que ha de esperar si no realiza las tareas para casa. En ocasiones, el paciente puede
“intentar” una estrategia determinada y, después de fracasar, adoptar un enfoque diferente.
Además de explorar el tema de la práctica estructurada en comparación con la no estructurada,
el terapeuta debería averiguar otros obstáculos potenciales para llevar a cabo los procedimientos
de terapia, como pueden ser, por ejemplo, los familiares que viven en la misma casa, los
horarios de trabajo, las preocupaciones médicas y los planes de viaje. Una vez que se han
identificado estos obstáculos potenciales y se han planteado soluciones, entonces se empieza a
explicar las tareas para casa y sus detalles.

Es posible obtener muchos beneficios del procedimiento de la focalización sensorial. Se


aprenden nuevas conductas junto con nuevos procedimientos para las interacciones sexuales.
Hemos tratado parejas que tenían un enfoque muy limitado de la relación sexual. Por ejemplo,
no es raro que una pareja informe que no realizan ninguna conducta de tocarse. Pueden besarse
una vez, y luego ¡realizar el coito! Hemos encontrado incluso parejas que consideran los juegos
sexuales previos como «algo que hacen los chicos». Para una pareja de este tipo, la focalización
sensorial presenta una oportunidad estructurada que cuestiona los hábitos establecidos que
limitan el placer y causan problemas sexuales.

La focalización sensorial puede servir también como instrumento de diagnóstico. Los problemas
que surgen al llevarla a cabo a menudo arrojan información importante sobre otros problemas
que tiene la pareja. Estos otros problemas no pueden abordarse frecuentemente por medio de la
focalización sensorial. Esta estrategia ayuda también a cambiar la percepción de una persona
sobre su pareja. Un problema frecuente con el que me encuentro es el caso de los hombres que
abordan la intimidad sexual con el único objetivo de realizar el coito. En una pareja
heterosexual, la parte femenina puede empezar a verse a sí misma como un objeto del placer de
su pareja y no como una compañera a quien se quiere. El procedimiento de la focalización
sensorial puede ayudar a la pareja a que se centre en el otro miembro con afecto mutuo, en vez
de considerarse como objetos que producen excitación.

Bibliografía:

Vicente E. Caballo. Manual para el tratamiento cognitivo conductual de los trastornos


psicológicos Vol. 1. (España) 2007. Siglo XXI de España Editores, S. A.

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