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Historia de la economía

Mientras la economía se ocupa


de cómo las personas toman decisiones,
la sociología trata de cómo
las personas no tienen ninguna decisión para tomar.

Bertrand Russell

No es posible escribir historia, como algunos se empeñan en afirmar, de un modo


objetivo, suponiendo un conocimiento neutral, desprovisto de ideología 1, como si el
historiador pudiera situarse por encima de su tiempo y de su sociedad y conocer “lo que
verdaderamente pasó”.
Las fuerzas presentes en la historia, dice el filósofo e historiador Michael Foucault, no
obedecen a un destino ni a una mecánica, sino al azar de la lucha. Precisamente es, en
una sociedad esencialmente contradictoria, donde hombres y mujeres construyen la
historia. Dicha construcción, tanto en el pasado como en el presente, está impregnada de
intereses y posiciones, inherentes a una sociedad conflictiva.
Las ideas económicas, como la producción de conocimiento en general, es fruto de su
época y lugar, no se las puede ver al margen del mundo que interpretan.
No es posible comprender a Aristóteles al margen del sistema de producción esclavista,
a Adam Smith sin el contexto de la revolución industrial, a Marx por fuera de las
terribles consecuencias de la economía capitalista, a Keynes sin la gran depresión, ni a
Friedman al margen de la crisis del petróleo y la estanflación de los setenta.
Por lo tanto así como ha ido transformándose el mundo económico también cambiaron
las ideas económicas. Pero lejos de ser un proceso lineal, es fruto de la lucha entre
quienes se benefician con el statu quo y quienes necesitan y propugnan el cambio.
Como resultado, en las diferentes épocas, ciertas teorías y autores son puestos por
encima de tantas otras visiones y perspectivas que se ocultan y más tarde quedan en el
olvido.
El hecho de que los relatos sobre el pasado sean una construcción social y por lo tanto
histórica, no implica como pretenden muchos postmodernos, un relativismo absoluto.
Una historia2 que parte de una mirada con perspectiva, crítica e interesada, es una
mirada que toma posición por quienes sufren los efectos de poderes y saberes
específicos, se rebela contra el conocimiento impuesto, asumiendo las ventajas y los
riesgos de escribir desde un punto de vista propio. No renuncia a “conocer la verdad”
pero sostiene que lo que es “justo” y “verdadero” también debe ser interrogado, porque
estas definiciones son producto de luchas y conflictos particulares.

El nacimiento. La historia de la economía en pañales.


Los tiempos de las polis griegas, Roma y la irrupción del cristianismo

1
Entendida como: conjunto de representaciones, valores, pensamientos que surgen de la vida social y la
integran de manera esencial, impregnando todas las creaciones culturales, desde las artes hasta las
costumbres incluyendo el ritmo de la vida, los gestos expresivos y el porte.
2
Para realizar la presente Historia de la economía, se tomó como base el libro Historia de la economía de
John Kenneth Galbraith (1998). En algunos casos se sintetizaron o resumieron ideas, otras se encuentran
parafraseadas y otras son textuales. Recomendamos su lectura completa. Asimismo se trabajó con otros
autores para adecuar y complementar la historia desde una perspectiva Latinoamericana.

1
En los tiempos de las polis griegas y más tarde en Roma, la actividad económica
fundamental era la agricultura y el modo de producción3 el esclavista. La institución de
la esclavitud era impensable en los tiempos primitivos en donde las pequeñas
comunidades tribales vivían de la recolección, la caza y la pesca, y en donde las
economías eran de subsistencia. La productividad de cada hombre y cada mujer era
igual o menor a lo que necesitaban para vivir. En este contexto, ninguna guerra tribal
daba como resultado la toma de prisioneros porque implicaría “nuevas bocas para
alimentar” que a su vez eran incapaces de producir mayor riqueza de la que consumían.
La esclavitud implica un derecho de propiedad sobre determinadas personas, sometidas
así a la voluntad de su amo. Podían convertirse en esclavos los prisioneros de guerra o
personas raptadas con ese propósito, podía ser una condena para delincuentes o
deudores y también una condición hereditaria. Más allá de estas variantes, ningún tipo
de esclavitud pudo haber existido hasta que las comunidades pudieron acumular bienes
por encima de sus necesidades inmediatas de subsistencia. Dicha acumulación sólo era
posible si la productividad del trabajo humano aumentase significativamente. El
aumento de la productividad sólo se alcanzó cuando la humanidad realizó la invención
más grande de la historia: la agricultura 4. La agricultura no sólo posibilitó, aumento de
la productividad del trabajo mediante, la esclavitud, sino que fue el comienzo de las
grandes desigualdades sociales. Hacia adentro de la tribu, las tareas homogéneas de
antes se diferenciaron5 y con ellas, los privilegios concomitantes. La trasmisión
hereditaria de esos privilegios, la transformación de la antigua propiedad común en
propiedad privada (permitiendo que continúe la acumulación de algunos) y el creciente
poder acumulado por los líderes militares, proveedores de tierras y esclavos, es decir de
excedente, configuran el nuevo orden social y determinarán las nuevas relaciones de
producción. Hacia el afuera la diferenciación se irá dando a través del poder que irán
acumulando las tribus pastoriles y agricultoras, en desmedro de las que continuaron con
las actividades económicas primitivas de recolección y la caza.
La vida intelectual, política y cultural en Grecia como en Roma, se concentraba en las
ciudades, por lo tanto, la historia de aquel período es la historia de los centros urbanos.
A pesar de ello, no debemos olvidar que la existencia de dichas ciudades 6 era posible
gracias a los frutos de la agricultura, realizada en las afueras de la ciudad por esclavos,
cuyo número triplicaba al de los ciudadanos7.
En las ciudades había mercados y artesanos, en su mayoría esclavos, pero escasa o nula
actividad industrial8. El consumo de bienes como viviendas elementales, alimentos
básicos y algunos tejidos era infinitesimal, salvo para una minoría gobernante. Y aún en

3
En la teoría marxista el modo de producción es una forma de organización social basada en la
convergencia de cierto tipo de tecnología y recursos económicos (fuerzas productivas) con instituciones
legales y de control social (relaciones de producción).
4
Previamente fue necesaria la cría de ganado, la creación de huertas para alimentarlo (forraje), la
utilización de dichas huertas para el consumo humano, y de allí, domesticación del ganado y, arado
mediante, el nacimiento de la agricultura.
5
Esta división del trabajo originaria fue entre “organizadores”, los que debían administrar y custodiar el
excedente, y los “ejecutores” que ponían las tareas manuales y físicas. No es raro suponer que pronto la
distribución de tareas se volvió hereditaria, y con ella la perpetuación de la opresión de unos seres
humanos hacia otros seres humanos. No está demás decir que impedir u obstaculizar la humanización de
otros, a través de la opresión, no sólo deshumaniza al oprimido sino también al opresor.
6
Esparta, Corinto, Atenas, Roma, entre otras.
7
Sin embargo su voz no se oía, salvo por alguna esporádica revuelta, ni antes ni tampoco ahora es
recuperada en los relatos históricos hegemónicos.
8
David Hume, cita Galbraith, no podía recordar un solo pasaje, en ningún autor antiguo, en donde se
atribuyera el crecimiento de una ciudad al establecimiento de una manufactura.

2
esta minoría, el principal consumo consistía en servicios, obviamente, prestados por
esclavos.
Como es de suponer, las reflexiones económicas de la época, escritas principalmente
por Aristóteles (384 – 322 a.c.), estuvieron condicionadas, saturadas, por la existencia
de la esclavitud como modo de producción.
Por un lado, al trabajo, al ser hecho por esclavos, se le asignó una categoría subalterna,
circunstancia que provocó su exclusión del campo de los estudios. Al no existir salarios,
ni intereses, en el modo que los conocemos actualmente 9, los costos de producción y,
por lo tanto la determinación de los precios, no fueron vistos como un problema.
Es lógico que, en este contexto, los problemas que más llamaron su atención tengan un
marcado contenido ético más que técnico. La economía, dice Gray 10, no fue
simplemente colaboradora y criada de la ética, sino que fue aplastada y demolida por su
hermana más próspera y mimada, y las excavaciones posteriores en busca de los
orígenes de la teoría económica, sólo han podido recuperar fragmentos inconexos y
restos mutilados. Sería bueno preguntarnos, cuándo fue que la economía se marchó de
la casa de la ética, o más aún, si alguna vez debió haberse ido.
Como se dijo, las producciones, teóricas, políticas y culturales (en el sentido burgués del
término) de la época, eran posibles gracias a que otros, los esclavos, producían o
prestaban los servicios básicos. De este modo, el tiempo de pensar de algunos, era el
mismo tiempo que, esclavitud mediante, se les quitaba a otros. En este sentido, es clara
y contundente la defensa de Aristóteles hacia la institución de la esclavitud.

Los de más baja índole son esclavos por naturaleza, y ello redunda en su beneficio,
pues como a todos los inferiores, les conviene estar bajo el dominio de un amo. (…)
En verdad, no hay gran diferencia entre la utilización de los esclavos y la de los
animales domésticos. (…) Es pues evidente que algunos hombres son por naturaleza
libres, y otros esclavos, y que para estos últimos la esclavitud es conveniente y
justa11.

En referencia a los precios, como se mencionó, sólo pudo preguntarse si eran justos o
equitativos. Hoy en día, la respuesta a esa pregunta se la encuentra, lamentablemente, en
un solo lugar: el mercado. No importa si los precios son justos o no, si hacen que a
algunos vivan y otros mueran, si son precios de mercado, no hay lugar para preguntarse
nada más.
Conjuntamente con la defensa a ultranza de la esclavitud, Aristóteles condenará, como
también se seguirá haciendo durante la edad media, el cobro de intereses12.

La forma más odiada y con toda razón, es la usura (…) Pues la moneda se ha hecho
para el intercambio, pero no para la acumulación mediante el interés.13

Seguramente muchos banqueros actuales encontrarán la manera de explicar que sí es


lícito el interés y que la actividad financiera es necesaria, o más aún imprescindible,
para el crecimiento y desarrollo moderno.
Por otro lado, Aristóteles, describe los orígenes del dinero con gran claridad y precisión.
9
Los préstamos en la época Aristotélica, de daban, en su gran mayoría, para satisfacer necesidades
personales y no para poseer bienes de capital o circulante, con los cuales obtener un rendimiento futuro.
De este modo el interés no se considera, como sí lo será más tarde lamentablemente, un costo de
producción, sino como un impuesto de los más favorecidos hacia los menos afortunados.
10
Alexander Gray, en Galbraith, op. cit.
11
Aristóteles, Política, Libro I, Galbratih. Op. cit.
12
Predecesoras son, en este estricto sentido, las ideas de Aristóteles de las que Silvio Gesell, defendería a
principios del siglo XX en su novedosa y ocultada teoría monetaria.
13
Aristóteles, Política, Libro I, Galbratih. Op. cit.

3
Las distintas transacciones de la vida no se llevan a cabo con facilidad, motivo por
el cual los hombres han convenido en emplear para sus tratos recíprocos algún
elemento intrínsecamente útil y de fácil aplicación a los fines referidos, como por
ejemplo, el hierro, la plata, o alguna substancia similar. El valor de estos elementos
se medía inicialmente por el tamaño y el peso, pero con el tiempo se llegó a
ponerles un sello, para evitarse la molestia de pesarlos y de marcar su valor.14

Habiendo precisado con envidiable claridad y simpleza la naturaleza del dinero y de la


acuñación de la moneda, no se olvida de condenar al lucro y la ambición a la que puede
llevar su sacralización.

Hay hombres que convierten cualquier cualidad o cualquier arte en un medio de


hacer dinero; lo toman por un fin en sí, y creen que todo debe contribuir a
alcanzarlo.15

Por otro lado, la vieja y renovada disputa entre cuál debe ser la fuerza organizadora y
motivadora de la economía, si el interés propio o el comunismo, tiene en el pensamiento
helénico sus interlocutores. No son pocos los que han atribuido al gran filósofo Platón
(428 – 348 a.c.) una incipiente, pero clara, adhesión al comunismo, dado que concebía
una sociedad organizada en torno a diversas profesiones y ocupaciones en la base pero
regida por un gobierno de guías y protectores del Estado, quienes deben llevar una vida
de renuncia material y no tienen derecho a tener más bienes que los indispensables.

Pero en el momento que ellos tengan tierras, casas y caudales propios, en vez de
defensores se convertirán en mayordomos y labradores; y en vez de auxiliares del
Estado, en enemigos y tiranos de sus compatriotas.16

Libre empresa en la base y pura ética comunista en la cima, subversiva idea ¿no?
¿Los padres de la democracia también tuvieron al comunismo de hijo pródigo?
A no intranquilizarse, lectores, ya llegaría Aristóteles, el más famoso discípulo de
Platón, a establecer límites claros a su maestro, a poner blanco sobre negro no dejando
dudas que valores deben regir a nuestra sociedad. ¿Será este el justo medio de las
virtudes aristotélicas?

¡Cuán inconmensurablemente mayor es el placer, cuando el hombre siente que algo


le pertenece, porque el amor propio es un sentimiento inculcado por la naturaleza, y
no en vano (…) Si todo se poseyera en común, nadie podía dar ya ejemplo de
generosidad ni desplegar liberalidad alguna, pues la liberalidad consiste en el uso
que se hace de la propiedad.17

Si bien la contribución Romana a las ideas económicas fue mínima, es importante


destacar, en línea con el pensamiento aristotélico, que el derecho romano fue el primero
que otorgó a la propiedad privada su identidad formal y a su poseedor el dominio, es
decir los derechos que hoy se dan por supuesto.
Cabe recordar que, para dimensionar la importancia del aporte, cuando hablamos de
propiedad privada, estamos hablando del marco de referencia sobre el cual se discutirá
más adelante (y en la actualidad) sobre el grado de intervención de Estado, la propiedad
de los medios de producción, el daño al medio ambiente y el reparto de la riqueza.

14
Aristóteles, Política, Libro I, Galbratih. Op. cit.
15
Aristóteles, Política, Libro I, Galbratih. Op. cit.
16
Platón, La República, en Galbraith op. cit.
17
Aristóteles, Política, Libro II, Galbratih. Op. cit

4
Por diversas razones la otra gran contribución Romana, no siempre valorada en la
historia de la economía, fue la cristiandad.
En primer lugar el ejemplo de Jesús, hijo de un carpintero, que enarbolando la bandera
del amor al prójimo, la prevalencia de lo trascendente sobre los bienes materiales, la
igualdad entre los hermanos, todos hijos del mismo padre, demostró la inexistencia de
un derecho divino de los privilegiados y se enfrentó y luchó contra el poder constituido,
materializado en la monarquía de Herodes.
Este ejemplo, por más que a muchos les pese, legitimó y legitima la lucha contra
cualquier poder políticamente perverso o económicamente opresor, a lo largo y ancho
del mundo durante los dos mil años siguientes y hasta los tiempos actuales.

Juan el Bautista oyó hablar en la cárcel de las obras de Cristo y mandó a dos de
sus discípulos para preguntarle: ¿eres tú el que ha de venir o debemos esperar a
otro?
Jesús les respondió; "vayan a contar a Juan lo que Uds. oyen y ven: los ciegos ven,
los paralíticos caminan, los leprosos son purificados y los sordos oyen; los muertos
resucitan y la Buena Noticia es anunciada a los pobres. ¡Y feliz de aquel para
quién yo no sea motivo de escándalo!18

Al mismo tiempo obligó, a buscar justificaciones teológicas a prácticas contrarias a esos


principios, como pudieron serlo el propietario cristiano de esclavos o al rico devoto. La
misma iglesia hizo todo lo posible para que se olvide el mensaje y el ejemplo de Jesús.
Los Papas del renacimiento, venta de indulgencias, atajos sin purgatorio y “pedacitos de
cielo” mediante, lograron reconciliarse con la acumulación de riquezas. Claro está que
hacia abajo el mensaje seguía mostrando la virtuosidad de una vida pobre alejada de lo
material La reforma protestante, más allá de las denuncias de Lutero, con sus 95 tesis, y
la destrucción del monopolio del trato con Dios que mantenía la Iglesia en el mundo
occidental, trajo también, como lo destacó Max Weber, un espíritu emprendedor y no
condenatorio de la acumulación de riquezas en esta vida que fue bienvenido por el clima
de época moderno y el incipiente capitalismo.
En todo el proceso creciente de secularización que caracterizó a la edad moderna la
iglesia siempre disputó espacios de poder, legitimó y condenó, prácticas y discursos,
que, en todos los casos, tuvieron y tienen directas vinculaciones con las ideas
económicas de las distintas épocas.
Como dice Galeano, España adquiría realidad como nación alzando espadas cuyas
empuñaduras dibujaban el signo de la cruz. La reina Isabel se hizo madrina de la Santa
Inquisición. La hazaña del descubrimiento de América no podría explicarse sin la
tradición militar de guerra de las cruzadas que imperaba en la Castilla medieval y la
Iglesia no se hizo rogar para dar carácter sagrado a la conquista de las tierras incógnitas
del otro lado del mar. El Papa Alejandro VI, que era español, convirtió a la reina Isabel
en dueña y señora del Nuevo Mundo. La expansión del reino de Castilla ampliaba el
reino de Dios sobre la tierra.19
No está de más recordar que la conquista permitió la acumulación originaria de capital
que menciona Marx y que a pesar que España y Portugal tenían la vaca atada otros
tomaban la leche.20
En la edad media el modo de producción dominante fue el feudal. Este implica la
existencia de feudos o reinos en donde la inmensa mayoría de los campesinos vivía de
18
La Biblia. Evangelio según San Mateo. 11. 2-6
19
Galeano, Eduardo. Las Venas Abiertas de América Latina. (1973)
20
Podemos decir sin temor a equivocarnos que la plata y el oro que llegaron a Europa proveniente de
América, 90 millones de muertes mediante, financió la revolución industrial que se daría 200 años
después en Gran Bretaña.

5
lo que ellos mismo cultivaban, criaban, cazaban o pescaban, se vestían con lo que ellos
hilaban y tejían y entregaban parte de esos productos a sus amos o señores en pago a su
derecho a usar la tierra que no les pertenecía y, en algunos casos, a la protección. Los
campesinos podían ser esclavos, siervos, propietarios, aparceros o arrendatarios. Los
señores feudales podía ser la Iglesia, el rey, aristócratas, nobles, hidalgos, caballeros de
mayor o menor rango o ricos agricultores.
Pero lo importante para destacar y, en definitiva, lo distintivo del modo de producción,
es que los productos se entregaban y en ningún caso se vendían. Por supuesto que en tal
relación social tampoco existían los salarios. La rígida estructura jerárquica de la
sociedad feudal encargaba y distribuía bienes y servicios, no con el incentivo de sus
respectivos precios, sino en respuesta al imperio de la ley, la costumbre o el temor al
castigo. En este contexto es lógico que un factor fundamental para aumentar la riqueza
eran los conflictos o alianzas mediante los cuales un señor feudal ampliaba su territorio
y, en consecuencia sus ingresos, a expensas de otro señor feudal.
Entre los feudos, en las tierras libres llamadas burgos, existían ciudades muy pequeñas
cuya actividad principal era el comercio. Las necesidades de los señores feudales muy
prósperos eran satisfechas por mercaderes locales o extranjeros. Aunque, como se dijo,
los mercados cumplían un papel totalmente subsidiario.
A pesar de que la operaciones de compra y venta eran escasas y esporádicas, está
actividad le llamó la atención al filósofo escolástico santo Tomás de Aquino (1225 –
1274). Nuevamente, como en los tiempos helénicos, la ética toma de la mano a la
economía.

Respondo que es totalmente pecaminoso incurrir en fraude con el expreso propósito


de vender un objeto por un importe superior a su justo precio (…) Ver algo más
caro, o comprarlo más barato de lo que en realidad vale, es intrínsecamente un
acto injusto e ilícito.21

Si bien nuestro filósofo escolástico nunca definió con precisión práctica lo que es un
precio justo, en los tiempos que corren, los imprescindibles dilemas éticos como el
mencionado, han sido resueltos de un modo tan esotérico y mágico que parece un
pensamiento premoderno: “Es el precio del mercado, no hay nada que discutir”
Asimismo, Santo Tomas de Aquino, condenó enérgicamente el cobro de intereses, como
ya lo había hecho Aristóteles, pero ante la evidencia de la incipiente actividad comercial
fue un poco más lejos.

Hay dos clases de intercambios. Una de ellas puede denominarse natural y


necesaria, y por su intermedio se cambia una cosa por otra, o cosas por dinero,
para satisfacer las necesidades de la vida (…) La otra clase de intercambios es la
de dinero por dinero o de cosas por dinero, no para satisfacer las necesidades de la
vida, sino para obtener un beneficio (…) La primera clase de intercambios es
loable, por servir a las necesidades naturales, mientras que la segunda es
justamente condenada.22

Habría que buscar cuidadosamente que actividad actual no encontraría la reprobación y


condena del filósofo medieval.

Los primeros pasos y la niñez. De mercaderes, banqueros y terratenientes.


Cuando hablamos de la modernidad nos referimos a un largo proceso que incluye una
diversidad de fenómenos y acontecimientos que desde el siglo XVI erosionaron el orden

21
Santo Tomas de Aquino. Suma teológica. Cuestión 77. En Galbraith. Op. cit.
22
Santo Tomas de Aquino. Suma teológica. Artículo 4 en Galbraith. Op. cit

6
cristiano – medieval. Entre ellos se destacan: la ampliación del mundo conocido a través
de los viajes de descubrimiento, exploración y conquista de territorios extraeuropeos,
hasta abarcar el planeta entero; la formación de un mercado mundial y el incremento de
la producción orientada al intercambio mercantil que transcurría en espacios cada vez
mas vastos provocando la innovación incesante de los medios de comunicación y
transporte; la aparición de las nuevas ciencias de la naturaleza, el llamado giro
copernicano del saber, que acompañará el giro antropocéntrico que dominaría el
discurso filosófico; la formación de los primeros Estados Nacionales Europeos, de tipo
burocrático absolutistas; en fin, la proliferación de formas capitalistas de producción
que se consolidarán con el surgimientos de la revolución industrial en Inglaterra23.
Todo este proceso dista de ser homogéneo y equilibrado. Claramente el foco
propiamente moderno en Europa hay que buscarlo en Inglaterra y en los países del norte
de Europa, (Italia, España y Portugal, por ejemplo entrarían en forma tardía). Si bien la
modernidad tuvo sus matices autóctonos, la lógica expansiva del fenómeno afectará a
sociedades y culturas del planeta entero a través de formas violentas (conquista,
imperialismo, colonias) o indirectas como a través de las elites de las comunidades
europeas y más tarde de procesos migratorios.
Más allá de esto, no podemos dejar de destacar que la incorporación al mundo moderno
no implica necesariamente las mismas posibilidades de crecimiento y desarrollo para
todos los países. A comienzos de siglo XX, la modernidad triunfante le otorgará unidad
al mundo, pero el mundo no será uno ni para todos del mismo modo. Esa unidad
contendrá dentro de sí a un grupo de naciones centrales y dominantes por un lado y a
un vasto y superior, en número (y en penurias) conjunto de países que funcionarán
como periferia del núcleo central, por el otro.

Nuestra derrota estuvo siempre implícita en la victoria ajena; nuestra riqueza ha


generado siempre nuestra pobreza para alimentar la prosperidad de otros: los
imperios y sus caporales nativos. En la alquimia colonial y neocolonial, el oro se
transfigura en chatarra y los alimentos se convierten en veneno. (…) La lluvia que
irriga a los centros del poder imperialista ahoga a los vastos suburbios del sistema.
Del mismo modo, y simétricamente, el bienestar de nuestras clases dominantes –
dominantes hacia adentro, dominadas desde afuera – es la maldición de nuestras
multitudes condenadas a una vida de bestias de carga.24

Ahora bien, volvamos a los inicios de la modernidad y a la expansión y consolidación


del mundo mercantil.
Desde la edad media había existido una expansión irregular pero continua del comercio,
dentro de los países europeos y entre Europa y el mediterráneo oriental. Los barcos
transportaban productos de tierras cada vez más lejanas. Los viejos orfebres devinieron
en custodios del oro de los mercaderes y, más tarde, en bancos. A pesar que en todo el
continente la máxima jerarquía social seguía perteneciendo a los terratenientes, ya en el
siglo XV las ciudades mercantiles como Venecia, Florencia y Brujas, sucedidas luego
por Amberes, Amsterdam, Londres y las de la liga Hanseática, contaban con
distinguidas comunidades mercantiles. No pocos de ellos, mandaban a sus hijos a las
incipientes universidades para que obtengan un título que les permitiese tener una mejor
posición de negociación con los terratenientes, ya que los títulos de nobleza estaban
reservados por sangre y herencia.
Desde el punto de vista económico, conjuntamente a la proliferación de los mercados,
dos hechos hicieron explotar el desarrollo del comercio en Europa y luego en los
territorios extra europeos. Sin su advenimiento difícilmente se hubiese dado, en ese
23
Di Tella, Torcuato. Diccionario de Ciencias Sociales y Políticas. (2001)
24
Galeano, Eduardo. Las Venas Abiertas de América Latina. Op. cit.

7
momento y de la manera que se dio, el desarrollo de la actividad mercantil primero y la
revolución industrial después.

Con fondos del comercio negrero se construyó el gran ferrocarril inglés del oeste y
nacieron las industrias como las fábricas de pizarras de Gales. El capital
acumulado en el comercio triangular – manufacturas, esclavos, azúcar – hizo
posible la invención de la máquina de vapor. James Watt fue subvencionado por
mercaderes que habían hecho así su fortuna.25

La conquista de América inundó de plata y oro a España y Portugal primero y al resto


de Europa después. Metales que, dicho sea de paso, no son fruto del intercambio
voluntario entre los pueblos originarios americanos y los conquistadores, como nos
cuentan los hermosos relatos de duendes, hadas y encuentro de culturas; sino fruto del
trabajo esclavo, brutal e inhumano al que sometieron a la población (inclusive los niños
y las niñas dado que entraban mejor en los pequeños túneles de las minas) durante más
de 150 años. El tesoro afluía a España, en donde conforme a la ley, debía ser acuñado
para luego seguir viaje a otros países europeos, utilizándose en la financiación de
compulsivas operaciones militares españolas y de mercancías que se importaban.
Eduardo Galeano dirá: España tenía la vaca atada pero otros tomaban la leche.
Max Weber (1864 – 1920), el gran sociólogo alemán, calculó que aproximadamente el
setenta por ciento de los ingresos públicos de España y alrededor de las dos terceras
partes de los ingresos de otras naciones se gastaban con esos fines26.
Es evidente el impulso que significó para el comercio y la economía europea, la llegada
de plata y oro, en el momento que esos metales eran el medio de cambio (dinero)
generalmente aceptado.
La afluencia del metálico más allá de permitir, financiación mediante, el aumento del
volumen del intercambio, provocó, como era de esperar, un creciente proceso
inflacionario. La inflación ocurrida durante los siglos XVI y XVII, constituyó una
fuerza muy estimulante para el comercio pues al contar con algún activo duradero, o al
contratar una compra para reventa futura, podía preverse un beneficio en términos
monetarios corrientes debido al esperado aumento de precios.
Por otro lado, el poder mercantil encontró un aliado esencial en la aparición y
consolidación de los Estado Modernos. Dichos Estados no sólo representaron el poder
político necesario para combatir a la nobleza y a los terratenientes sino,
concomitantemente, para contrarrestar la permanente omnipresencia de la iglesia y sus
juicios morales contrarios a la actividad mercantil, a través de una lento pero continuo
proceso de secularización.
En efecto, durante todo este período la iglesia católica y las protestantes fueron
haciendo concesiones llegando a legitimar la financiación de las operaciones
mercantiles con dinero prestado y ya no se negó a los comerciantes el “acceso al cielo”.
La doctrina mercantilista debe ser entendida primordialmente sobre la base de sus
orientaciones prácticas y de su promoción empírica, más que un cuerpo organizado de
teorías e ideas económicas.
Pueden destacarse entre otros, Montchrétien (1576-1621) en Francia, von Hornick
(1638-1712) en Austria, Becher (1635-1682) en Alemania y Mun (1571-1641) en
Inglaterra.
Se intuye, sin excepción, que sus opiniones no son propias, sino más bien de los
mercaderes de quienes fueron sus portavoces.

25
Galeano, Eduardo. Las Venas Abiertas de América Latina. Op. cit.
26
Citado en Galbraith. Op. cit.

8
Los mercaderes eran, en las ciudades, ciudadanos, comerciantes, funcionarios públicos,
gobierno y jueces. En este contexto deben entenderse sus opiniones económicas
materializadas en leyes y políticas públicas.
Las oscilaciones de la política oficial durante el largo período en el que el mercantilismo
tuvo la hegemonía no pueden entenderse sin comprender hasta que punto el Estado era
criatura de intereses comerciales variables, cuyo único objetivo común era contar con
un Estado fuerte, siempre que pudieran manipularlo exclusivamente en beneficio
propio.27
A pesar de las oscilaciones de las que habla el párrafo anterior, ciertas ideas / políticas
se destacaron por su homogeneidad entre los distintos representantes y su continuidad
en el tiempo.
En primer lugar cabe mencionar una actitud negativa hacia la competencia y, por lo
tanto, se destacan las bondades de la adopción de monopolio como fuerza reguladora de
los mercados. Obviamente tal comportamiento es esperable y deseable por los
comerciantes ya instalados en las ciudades que veían a la competencia un peligro para
sus intereses. Veían con beneplácito, entonces, los convenios o acuerdos entre
vendedores respectos de los precios, el otorgamiento de concesiones o patentes de
monopolio por parte de la Corona en relación a determinados productos, etc.
Las existencias de metales preciosos en manos de un comerciante era en aquellos
tiempos el índice simple y fidedigno de su eficacia financiera. En tal sentido, la
mentalidad de los comerciantes individuales en referencia al horizonte que guía sus
acciones, es decir la acumulación de oro y plata, se extrapoló como política pública, lo
que es bueno para el individuo es bueno para el Estado, como deja verse el siguiente
párrafo.

Siempre es mejor vender mercancías a los demás que comprárselas, pues lo


primero otorga ciertas ventajas, mientras lo segundo acarrea inevitables
perjuicios.28

Sus manifestaciones prácticas, los decretos y leyes mercantilistas, incluían la imposición


de aranceles aduaneros y de distintas clases de prohibiciones a la importación.

Los tiernos suspiros de las mujeres y los lamentables llantos de los niños de quienes
han padecido en sus trabajos los efectos de la competencia extranjera.29

Thomas Mun, el conocido mercantilista inglés, presenta una docena de reglas para
maximizar la riqueza y el bienestar de Inglaterra. Entre ellas incluye vender siempre
caro a los extranjeros lo que éstos no tengan y barato lo que pueden obtener de otro
modo; utilizar los buques propios para las exportaciones; competir más eficazmente con
los holandeses en materia de pesca; comprar barato en lo posible en países lejanos y no
a mercaderes de ciudades comerciales vecinas; y no dar oportunidades comerciales a
competidores cercanos.

(se recomienda la abstención del) elevado consumo de mercancías extranjeras en


nuestra dieta y atavío (…) (si el consumo ha de ser pródigo) que sea utilizando
nuestros propios materiales y manufactura (…) para que así los excesos de los ricos
puedan dar empleo a los pobres.30

27
Roll, E. citado en Galbraith, op. cit.
28
Becher, citado en Galbraith. Op, cit.
29
Montchrétien, Tratado de Economía Política, citado en Galbrith. Op.cit.
30
Mun, T. El tesoro inglés. Citado en Galbraith. Opc. Cit.

9
Cualquier similitud con la actual teoría del derrame impulsada por los teóricos
neoliberales, no es pura coincidencia.
Ya llegará el tiempo de que el brillante economista escocés Adam Smith, lance su
ataque a las ideas mercantilista en 1776, pero es necesario decir que, para honrar a la
historia, tanto Inglaterra en el siglo XIX como Estados Unidos en el siglo XX, han
construido sus imperios de la mano del proteccionismo, por más que quieren imponer
un orden discursivo librecambista, aperturista y de no intervención estatal en la
economía.
Ahora bien, la primer respuesta a las ideas mercantilistas no fueron las de Smith, con
todo el impulso de los manufactureros de la revolución industrial detrás, sino de quienes
hacía tiempo veían afectados sus intereses en manos de la acumulación de poder que
realizaban los comerciantes… los terratenientes y los agricultores.
En mayor medida que en cualquier país europeo, Francia había conservado un fuerte
interés en la agricultura. Los quesos y las frutas de Francia y, por supuesto, sus vinos,
tenían reconocimiento en toda Europa.
La aristocracia inglesa se adaptó a la sociedad mercantil de un modo que nunca llegó a
hacerlo la aristocracia francesa. De hecho, fue la aristocracia terrateniente y no la
mercantil, la que rodeó a los sucesores de Luis XIV en Versalles, disfrutando del mayor
rango y procedencia, y haciendo muchas menos concesiones a los designios e intereses
de los mercaderes que sus pares ingleses, holandeses o italianos.
Desde este lugar es que los pensadores y teóricos, representantes de los intereses de los
terratenientes y del orden social establecido, reflexionaron sobre las causas de su
hegemonía en tiempos anteriores, la irrupción de los mercaderes y, principalmente sobre
los medios, teóricos y prácticos, para asegurarles (a los terratenientes y agricultores) una
supervivencia cada vez más improbable.
Algunos de estos autores fueron Francois Quesnay (1694-1774), quién llegó a ser
médico personal de Madame de Pompadour y de Luis XV, alojándose de modo
permanente en Versalles; Anne Robert Jacques Turgot (1727-1781) y Pierre Samuel du
Pont de Nemours (1738-1817) quien luego de haber editado un periódico sobre
cuestiones agrícolas compiló diversas obras de Quesnay bajo el nombre de La
Physiocratie de donde seguramente proviene el nombre con el que se conoce a los
economistas de esta escuela: Los fisiócratas31.
Los fisiócratas sabían perfectamente que el mundo había cambiado y que los viejos
privilegios de los nobles y terratenientes no podían ser mantenidos argumentando el
viejo orden feudal religioso. Sus producciones teóricas constituyeron el primer conjunto
de ideas económicas digno de ese nombre. Su fin era claramente conservar, mediante
reformas, una vieja sociedad en la que los propietarios rurales gozaban de superioridad
social y privilegios y rechazar las burdas pretensiones del capital mercantil y de las
vulgares fuerzas industriales.
El principio básico de los fisiócratas era el concepto de derecho natural considerando
que este, en última instancia era el que regía las fuerzas de la economía y el orden
social. Esta idea responde a una concepción panteísta de la sociedad, típica de la
transición entre el teocentrismo medieval y el antropocentrismo moderno. Ante el
debilitamiento de los argumentos teológicos que legitimaban la realidad se busca
recurrir a otro invariante, la naturaleza, como sustento legitimizante de la realidad y, por

31
Fisiocracia, quiere decir amor a la naturaleza. Si lo hubiesen pensado ellos mismos, sería perfecto. Un
nombre que hace referencia al orden y a la continuidad de lo natural escondiendo los verdaderos intereses
económicos concretos. Si se hubiese querido caracterizar a los pensadores bajo un nombre que debele sus
verdaderos intereses, debieron llamarse “amantes de la renta de la tierra”.

10
lo tanto, de las relaciones sociales que permitan la existencia de los privilegios que se
quieren conservar.
El derecho de los reyes, de los legisladores y de los terratenientes sólo resulta tolerable
en la medida que es compatible con el derecho natural, o bien cuando se lo tiene como
una extensión derivada de este. La existencia y protección de la propiedad concuerdan
con el derecho natural, lo mismo que la libertad de comprar y vender, (libertad de
comercio) y las disposiciones necesarias para la defensa del reino. Lo más sabio es dejar
que las cosas funcionen por su cuenta, conforme a los motivos y restricciones naturales.
La norma orientadora en materia de legislación y, en general de gobierno, debería ser
laissez faire, laissez passer.
Obviamente que éste “dejar hacer”, era un claro no al monopolio y si a la competencia.
Competencia que haría bajar los precios de las mercancías con la llegada de nuevos
comerciantes, pero, como era de suponer, competencia que no afectaría a los
productores agrícolas, dado que las tierras ya estaban todas ocupadas.
Del mismo modo, el “dejar pasar”, implicaba apertura económica que, nuevamente, con
la entrada de productos extranjeros quitaba poder a los comerciantes locales y permitía
conseguir mercados para ubicar el siempre probable excedente (aquello que no es
consumido por el mercado interno) de una buena cosecha.
Los reglamentos que favorecían a los mercaderes, como ser las concesiones
monopolísticas, las abundantes restricciones proteccionistas y los gremios mercantiles
supervivientes, estaban en conflicto con el derecho natural.
Asimismo, era importante destacar la importancia de la agricultura por sobre la
actividad mercantil e industrial.

La agricultura es la fuente de toda la riqueza del Estado y de la riqueza de todos los


ciudadanos.32

La noción de producto neto, primera concepción y representación del circuito de la


economía en la historia del pensamiento económico, fue usada con tal fin. Esta afirmaba
que toda riqueza se origina en la agricultura y ninguna en otras actividades económicas,
oficios u ocupaciones. Por si quedaban dudas sobre la posición de los fisiócratas en
referencia a los mercaderes, préstese atención a la clasificación de los ciudadanos que
hace Quesnay.

La nación se reduce a tres clases de ciudadanos: la clase productiva, la clase de los


propietarios y la clase estéril.
La clase productiva es la que hace renacer, mediante el cultivo del territorio, las
riquezas anuales de la nación, la que efectúa los adelantos de los gastos de las
labores de la agricultura, y paga anualmente los ingresos de los propietarios de las
tierras. (…)
La clase de los propietarios comprende al soberano, a los poseedores de tierras y a
los diezmeros. (…)
La clase estéril está constituida por todos los ciudadanos que se ocupan de otros
servicios y otras labores, distintos de la agricultura, y cuyos gastos son pagados
por la clase productiva y por la clase de los propietarios, quienes a su vez extraen
sus ingresos de la clase productiva.33

Sólo diez años después, Adam Smith en Las Riquezas de la Naciones, en una de sus
simpáticas combinaciones de elogio y menosprecio escribiría:

32
Quesnay F. Máximas Generales. Citado en Galbraith, op. cit.
33
Quesnay, F. Análisis de la fórmula aritmética del cuadro económico de la distribución de los gastos
anuales de una nación. 1766

11
Este sistema que describe la producción de la tierra como la única fuente de rentas
y de riqueza en cualquier país, nunca, que yo sepa, ha llegado a adoptarse en
ninguna nación, y en la actualidad sólo existe en las especulaciones de algunos
hombres de gran saber e ingenio, en Francia. Seguramente no valdría la pena
ponerse a examinar extensamente los errores de un sistema que nunca ha causado
ningún daño, y posiblemente nunca llegue a causarlo, en ninguna parte del mundo.34

A pesar de las palabras del gran economista escocés, muchas sociedades rurales en la
actualidad se comportan y exigen de los gobiernos y de la sociedad sumisión como si
las palabras de los fisiócratas fuesen letra sagrada.
Una última contribución de los fisiócratas fue la tabla económica, un ingenioso modelo
ideado por Quesnay con el propósito de indicar cómo los productos circulaban entre el
productor, los terratenientes, los mercaderes y los fabricantes y cómo el dinero por
diversas vías retornaba al productor. En su tiempo fue valorada como una gran
invención para luego ir perdiendo prestigio. En 1930, un joven economista de Harvard
Wassily Leontief elaboró grandes cuadros en donde mostraba lo que cada industria da y
recibe de otras industrias. Si bien al comienzo no fue reconocido, hacia la década del 70,
cuando su obra fue recompensada con el premio nobel, se lo tuvo en cuenta y sus
contribuciones, hijas legítimas de las tablas económicas de Quesnay, llegan a la
actualidad con el nombre de matrices intersectoriales o matrices insumo-producto
sirviendo de piedra fundamental de modernos modelos de anticipación.
Nuestro primer economista, Manuel Belgrano, quien tradujo al castellano las Máximas
Generales del Gobierno Económico de un Reino Agricultor de Francois Quesnay, supo
integrar los aportes de este y de Adam Smith y en septiembre de 1810 escribía en el
Correo de Comercio:

Los frutos de la tierra sin la industria no tendrán valor…

Cuánto ha costado y cuesta comprender y llevar a práctica las ideas de quien hizo
mucho más que la bandera nacional…

La juventud y las pasiones.


Los clásicos y las grandes cuestiones.
Si los tiempos de los mercantilistas y los fisiócratas fueron los de desarrollo del
comercio, los de Adam Smith (1723-1790) y Karl Marx (1818-1883), las dos figuras
más célebres en la historia de esta disciplina, son los de la revolución industrial. Nos
referimos a ella como el proceso económico y social de cambios que configuraron la
sociedad industrial capitalista, a partir de diversas innovaciones técnicas en la
producción, particularmente de maquinarias y nuevas formas de energía motriz (por
ejemplo de la máquina a vapor), desarrollando el sistema fabril de organización de
trabajo, en Inglaterra y el sur de Escocia entre los años 1760 y 1830, provocando el
desplazamiento hacia las fábricas y las ciudades de los trabajadores que hasta ese
entonces habían producido mercancías en sus cabañas o alimentos y lana en sus
granjas. La figura dominante de todo este proceso y, paulatinamente, de la comunidad y
el Estado, ya no fue el mercader y su vocación de compra y venta de mercancías, sino el
industrial orientado hacia la producción de las mismas.
A pesar de ello Smith escribe en 1776 su libro más importante, una investigación sobre
la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones, 35 en los albores de lo que después se
34
Smith, A. Las riquezas de las Naciones. Libro 4. Cap. 9 citado en Galbraith, op. cit.
35
En ese mismo año en el que el padre del liberalismo económico escribe su obra cumbre, suceden dos
hechos que posibilitarán y condicionarán la historia latinoamericana, la independencia de los Estados
Unidos y la creación del virreinato del Río de la Plata.

12
llamaría revolución industrial. Para ese año los talleres y las minas de la era industrial
eran ya una realidad en los campos de Inglaterra y el sur de Escocia pero Smith no
llegó a conocer ni las fábricas realmente grandes, ni las ciudades industriales, ni los
regimientos de los trabajadores dirigiéndose a los talleres a diario, ni el surgimiento
político y social de los empresarios.
Smith comenzó a escribir La riqueza de las Naciones en 1766 en Francia, fruto de los
viajes en los que acompañó al joven duque de Buccleuch como su tutor. En ellos
conoció a Voltaire en Suiza y, en París y Versalles, a Quesnay y Turgot.
Al adentrarse en una fábrica de alfileres lo que le llamó la atención no fue la
maquinaria característica de la revolución industrial sino la forma en la que el trabajo
estaba dividido haciendo a cada trabajador un experto en una parte minúscula de todo el
proceso, provocando, especialización mediante, un aumento sustantivo de la
productividad.

Un hombre tira del alambre, otro lo endereza, un tercero lo corta, un cuarto lo


afila, un quinto aguza el otro extremo para insertarle la cabeza; la fabricación de
esta última exige dos o tres operaciones distintas; colocarla es tarea especial, y
blanquear los alfileres, otra; hasta colocarlos en sus fundas de papel es todo un
oficio.36

Gran parte de sus teorías y, en consecuencia, sus orientaciones en políticas públicas son
producto de observaciones como la citada de la que deriva, en gran parte, su defensa de
la libertad de comercio interno e internacional. Sólo con la libertad del trueque y del
comercio pueden especializarse algunos trabajadores en la fabricación de alfileres y
otros en actividades diferentes y, entre todos, establecer el intercambio que satisface las
distintas necesidades del consumidor. Si no hay libertad de comercio cada trabajador
debería realizar de modo incompetente la fabricación de sus propios alfileres,
desapareciendo las economías de especialización. Asimismo, dice Smith, la división del
trabajo se ve limitada por el tamaño del mercado, de tal modo que, un área de libre
comercio lo más vasta posible proporcionaría la máxima eficiencia posible del trabajo.
Claro está que la defensa al libre comercio es un ataque directo a la concepción
mercantilista de la acumulación del oro y la plata como fundamento de la riqueza
nacional y de las consecuentes políticas proteccionistas.
Ya en la introducción Smith deja claro que no son el oro y la plata la fuente de la
riqueza.

(Es) el trabajo anual de cada nación la fuente original que le proporciona la


satisfacción de las necesidades y las comodidades de la vida. (La riqueza está en
función de) la preparación, la destreza y el juicio que se despliegan en la aplicación
general del trabajo y, en segundo lugar, de la proporción entre el número de las
personas empleadas en un trabajo útil y el de las que no lo están.37

A pesar de ello el mayor de los sustentos a la libertad de empresa y comercio y por lo


tanto, a las limitaciones a la intervención del Estado en la economía, hay que buscarlas
en razones más filosóficas, fruto de su formación como profesor de Lógica y filosofía
moral.
La filosofía moderna inglesa se dispone, a partir de Hobbes y luego de Locke, subvertir
el orden moral existente. El egoísmo pecaminoso, en la era premoderna, es reinventado
a partir de la noción de interés y se considera al amor propio como un sentimiento
natural. El hombre quiere vivir, le teme a la muerte y la supervivencia es primordial en
36
Smith Adam. La Riqueza de las Naciones. Libro I Capítulo 1. (2010)
37
Smith Adam. La Riqueza de las Naciones. Introducción. (2010)

13
la constitución de la humanidad. Ninguna teoría social ni económica debe ignorar esta
pasión legítima que bordea el egoísmo. Pero, al mismo tiempo, el hombre es un ser
social. Sin los otros nos morimos. Smith destaca tanto que el egoísmo, ese lazo común,
esta energía que nos une los unos a los otros, existe aún por fuera de nuestros deseos
individuales.
La división del trabajo permite la combinación de la tendencia de la naturaleza humana
a trocar e intercambiar sus bienes, con el egoísmo también natural por el que el hombre
busca su propia satisfacción.

No hemos de esperar que nuestra comida provenga de la benevolencia del


carnicero, ni del cervecero, ni del panadero, sino de su propio interés. No apelamos
a su humanitarismo, sino a su amor propio.38

(el individuo) en este caso, como en tantos otros, es guiado por una mano invisible
para la consecución de un fin que no entraba en sus intenciones (…) Jamás he
sabido que hagan mucho bien aquellos que simulan comerciar por el bien común.
Por cierto que no se trata de una pretensión muy común entre los mercaderes, y no
hace falta emplear muchas palabras para disuadirlos de ella.39

Desde esta concepción filosófica es que Smith entiende, y por ende el liberalismo
económico en general, que cualquier ataque a la propiedad privada, al libre comercio, a
la libertad de empresa es, en definitiva, un ataque a los hombres mismos y,
consecuentemente, al único camino que tiene la humanidad para hallar el bien común.
En referencia al valor de las mercancías, en primer lugar diferenció el valor de cambio y
el valor de uso de los bienes y, habiendo planteado el problema de por qué algunos
bienes muy poco útiles tienen un alto precio y otros muy útiles (aire, el agua) son
gratuitos o de muy bajo precio, no encontró una respuesta satisfactoria40.
Smith resolvió el problema dejando de lado el valor de uso y ocupándose de investigar
sobre el valor de cambio llegando a la conclusión de que el valor de cualquier posesión
se mide, en definitiva, por la cantidad de trabajo por la cual puede ser cambiada.

El valor de cualquier bien (…) para la persona que lo posee (…) equivale a la
cantidad de trabajo que con él puede comprar o encargar. En consecuencia, el
trabajo es la medida real del valor de cambio de todos los bienes. 41

Los salarios, para Smith, eran el costo de atraer al trabajador a su trabajo y de


mantenerlo para que siguiera desempeñándolo. Por lo tanto la cantidad de trabajo y su
costo para sustentarlo determinan el precio (valor de cambio) de las mercancías. Pero el
problema radica en que el economista escocés reconoce que también participan del
ingreso generado por la venta de una mercancía, el capital (y los capitalistas, pues no
distinguió claramente entre interés y beneficio) y los terratenientes.
En referencia al capital y los capitalistas, al determinar que es la labor del trabajador lo
que constituye el precio de los bienes, no queda otra alternativa que la remuneración del
capital y del capitalista sea una exacción, por parte del capitalista sobre la legítima
porción perteneciente al trabajador, a quien corresponde, presumiblemente el provecho
obtenido por la venta del producto. Hasta aquí dejó Smith claramente expresada su
posición. Esta noción, inocentemente subversiva, sería refinada por David Ricardo y
constituirá una fuente primordial de indignación y agitación revolucionaria en Marx.
38
Smith Adam. La Riqueza de las Naciones. Libro I cap. 2 op. cit.
39
Smith Adam. La Riqueza de las Naciones. Libro 4. cap 2. Op.cit.
40
El enigma de la diferencia entre valor de uso y valor de cambio recién encontraría respuesta cuando se
descubrió el concepto de utilidad marginal.
41
Smith Adam. La Riqueza de las Naciones. Libro I. cap. 5. Op.cit.

14
Con respecto a la renta que obtienen los terratenientes Smith no fue claro y dio
explicaciones diferentes y contradictorias.

La renta de la tierra (…) entra en la composición del precio de las mercancías de


diferente manera que los salarios y los beneficios. Los salarios y los beneficios altos
o bajos son la causa de los precios altos o bajos, mientras que la renta, baja o
elevada, es su efecto. (…) La renta de la tierra se eleva en proporción con la
calidad de los pastos.42

La contradicción y la oscuridad en este aspecto es grande, por un lado los precios


responden a los costos del trabajo incorporado al producto y, por el otro, el concepto de
la renta de la tierra es residual del precio y está determinado por la calidad de los suelos.
Evidentemente Smith no llegó a definir claramente la cuestión.
Para finalizar, volviendo al tema de las políticas públicas, más allá de que admite la
conveniencia del establecimiento de aranceles en industrias esenciales para la defensa y
esporádicamente con carácter de represalia por la aplicación de otras similares en el
extranjero, la regla general es limitar rigurosamente la actividad del Estado a la gestión
de la defensa común, la administración de la justicia y solamente a la construcción de
obras públicas que, no siendo de interés para la iniciativa privada, sean necesarias.

Ni el comercio ni las manufacturas pueden florecer largo tiempo en un Estado que


no goce de una administración arreglada de justicia, en donde el pueblo no se crea
seguro en la posesión de su propiedad, en que no se sostenga y proteja por la ley la
buena fe de los contratos, y en que no se dé por supuesto que la autoridad del
gobierno se emplea en esforzar la paga de los débitos contra aquellos que están en
aptitud de satisfacer sus deudas.43

Dicho de otra manera, la actividad estatal debe orientarse únicamente a crear el marco
necesario para que las actividades mercantiles e industriales se desarrollen conforme al
individualismo y amor propio natural de las personas en conjunción con la también
natural tendencia de la humanidad al intercambio. Para ello es necesario que este marco
legal priorice y proteja los dos derechos fundamentales del liberalismo económico, el
derecho a la libre empresa y el derecho a la propiedad privada. Una vez establecidas las
reglas hace falta seguridad interior y exterior (policía, ejércitos, justicia y cárceles) para
quienes atenten contra esos derechos, dado que estarían atentando directamente contra
el único camino que tienen las sociedades modernas de llegar al bien común.44
Aunque no convenga a algunos y no quieran destacar el siguiente aspecto, Smith se
refiere también a quienes deberían, en mayor medida, soportar vía impuestos la carga de
los gastos del Estado.

Los súbditos de todo Estado deberían contribuir al sostén del gobierno, lo más
ajustadamente posible, en proporción a sus respectivas posibilidades; es decir, en
función de los ingresos que respectivamente perciben bajo la protección común del
Estado.45

Obviamente, para algunos, los privilegiados del sistema capitalista, liberales


acomodaticios de cartón corrugado, difundir ideas como estas serían, como mínimo,
subversivas y no ayudarían a generar el clima de negocios ni la seguridad jurídica
necesaria para el crecimiento y desarrollo económico46.
42
Smith Adam. La Riqueza de las Naciones. Libro I. cap. 11. Op. cit.
43
Smith Adam. La Riqueza de las Naciones. Libro II. cap. 3.op. cit.
44
A este tipo de Estado se los denomina Estados Gendarmes.
45
Smith Adam. La Riqueza de las Naciones. Libro 5. cap. 2. Op. cit.
46
Crecimiento y desarrollo económico que siempre es el de ellos.

15
En los años siguientes a la muerte de Smith, tres autores contemporáneos entre sí,
ampliaron, organizaron y refinaron su obra. Ellos son, en Francia Jean-Baptiste Say
(1767-1832) y desde Inglaterra Thomas Robert Malthus (1766-1834) y David Ricardo
(1772-1823).
Say transmitió el mensaje de Smith en Francia aportándole al conjunto desordenado de
ideas e información de La Riqueza de las Naciones una presentación más ordenada y
clara.
Además de ello, a pesar de que algunos no quieran destacarlo, la mayor contribución fue
su ley de los mercados. Teoría que, en los libros de texto actuales, siguen refiriendose a
ella como “Ley de Say”.
La ley de Say sostiene que la producción de bienes genera una demanda agregada
efectiva (es decir, gastada) suficiente para comprar todos los bienes ofrecidos. En
términos más modernos, podríamos decir que el precio de cada unidad de producto
vendido genera unos ingresos bajo la forma de salarios, rentas, intereses y beneficios,
suficiente para comprar dicho producto. Es posible que algunas personas ahorren parte
del ingreso, pero al invertirlo (en un depósito, por ejemplo) otro tomará ese ahorro y lo
gastará. En última instancia, si parte se atesora y no se gasta, los precios descenderán
para acomodarse al menor flujo de ingresos. La consecuencia lógica de todo este
razonamiento es que no pueden existir crisis de sobreproducción dado que nunca puede
existir una insuficiencia de la demanda. Digámoslo ya… la oferta crea su propia
demanda.47
Malthus y Ricardo eran portavoces de la nueva clase dirigente en un nuevo orden
económico. Como habrían de hacerlo generaciones de economistas futuros, y como lo
hicieron en el pasado, hablan por boca de su público y a él se dirigieron.
Thomas Robert Malthus, clérigo británico de instinto aristocrático, fue el primero de un
trío de figuras importantes en la historia del pensamiento económico cuyos recursos
financieros personales provinieron, no de la universidad ni los honorarios por el servicio
de preceptor privado, como en el caso de Smith, ni del mundo de los negocios como
sucedió con Say y Ricardo, sino del benévolo empleo que le ofreció la Compañía
Británica de las Indias Orientales. Los otros dos fueron James y John Stuart Mill.
Todos ellos sirvieron a la compañía británica sin haber pisado jamás la India.
Los dos libros de Malthus, “Un ensayo sobre los principios de la población” y
“Principios de economía política” realizaron dos grandes aportes que resistirían el paso
del tiempo. El primero fue comentado en la nota al pie número 46, en referencia a la
sospecha de que la oferta no siempre crea su propia demanda, rivalizando con la ley de
Say, ciento cincuenta años antes que lo haga Keynes.
Por el otro, el aporte que ha provocado que la palabra maltusianismo quede para la
posteridad incorporada al lenguaje de las ciencias sociales, fue la ley que a su criterio
regía el crecimiento demográfico, influyendo además en la determinación de los
salarios.

No se conocen muchos detalles acerca de la población de Irlanda. Por lo tanto, me


limitaré a observar aquí que el cultivo creciente de la patata ha dado lugar a su

47
El único economista inglés que puso en duda esta ley fue Malthus, dado que pensaba que como
consecuencia de la pobreza de los trabajadores, provocada por su propia fecundidad que llevaba a niveles
mínimos sus salarios, habría una tendencia a la producción de más mercancías de la que pudieran ser
compradas y consumidas, ya fuera por estos o por la clase opulenta. En consecuencia sobrevendría una
superproducción de mercancías. A pesar de las advertencia de Malthus, y a partir de la adhesión de
Ricardo y los neoclásicos, la ley de Say, esta permaneció incólume hasta la depresión de 29 y la aparición
de la Teoría General de Keynes.

16
rápida multiplicación durante el siglo pasado. Pero la baratura de esta raíz
nutritiva y de la pequeñez de la parcela que para esta clase de cultivo basta para
producir en años ordinarios el alimento de una familia, sumada a la ignorancia y la
depauperación de los habitantes que les han inducido a seguir sus inclinaciones sin
otra perspectiva que la mera subsistencia inmediata, ha fomentado hasta tal punto
el matrimonio, que la población va aumentando mucho más allá de lo que permiten
la industria y recursos presentes en el país.48

Las conclusiones son bastante evidentes: los medios de subsistencia limitan la


población; la población aumenta cuando dichos medios lo permiten, y, agrega,
haciéndolo de modo geométrico y la oferta de alimentos, en el mejor de los casos, lo
hace en forma aritmética; y, por último, que esta asimetría persistirá, lo que significa
que todo incremento demográfico será limitado por la oferta de alimentos, al menos que
aparezcan antes otras limitaciones. Solo subsiste el hambre, al menos que se anticipen
otros controles destructivos tales como la guerra, la peste u otras enfermedades.
Coherentemente y, en la misma sintonía que la ley de hierro de los salarios de David
Ricardo, todo aumento de salarios, por encima al necesario para la subsistencia y
reposición de la fuerza de trabajo, provocaría, a raíz de la mejora en los ingresos
familiares, el aumento de la población que a su vez incrementaría el desempleo con la
consecuente baja de los salarios, inclusive por debajo de su nivel anterior.
Todo queda muy claro, la situación no se puede mejorar. En efecto, cada vez que el
Estado, u otro benefactor omnipotente, se proponga mejorar la situación de las masas
populares, la procreación desenfrenada de éstas la devolverá rápidamente a su estado
anterior.
Pocos conseguirían como Malthus cargar sobre las espaldas de los pobres el peso de su
pobreza o de librar del mismo a los ricos.
En la actualidad no son pocas las voces que citan como causa de la pobreza la cantidad
de hijos que tienen las familias pobres. Una de ellas es la del Banco Mundial, que
recomienda a los países del tercer mundo un control de la natalidad más estricto como
“solución” al tema de la pobreza.49
David Ricardo era hijo de un agente de bolsa judío y anterior residente en Holanda.
Continuó con su profesión bursátil por su cuenta y, en unos cinco años, amasó una
fortuna suficiente como para comprarse una finca y retirarse. Fue íntimo amigo de
Malthus con quien mantuvo una copiosa correspondencia.
Ricardo, siguiendo a Smith, se dedicó a los grandes temas de la ciencia económica de
esos tiempos.
En primera instancia y valorando positivamente la división del trabajo como fuerza
propulsora de la economía, analizó las ventajas comparativas que determinados países
tenían sobre otros en referencia a la producción de tal o cual bien, incentivando, como
Smith lo había hecho hacia dentro de la fábrica, a que cada país se especialice en
producir los bienes en los que posee ventajas comparativas sobre otros países. En sus
palabras: “Estimulando la industria, premiando el ingenio, y otorgando el uso mas
eficaz a las energías particulares brindadas por la naturaleza, distribuye el trabajo del
modo más eficaz y mas económico mientras, incrementado la masa general de los
productos, difunde el beneficio general y estrecha los vínculos de la sociedad universal
de las naciones, por todo el mundo civilizado, mediante un lazo general de interés y
relaciones. Este es el principio que determina que el vino se produzca en Francia y en
Portugal, que los granos se cultiven en América y Polonia, y que los artículos de
48
Malthus, R. Un ensayo sobre los principios de la población. Citado en Galbraith, op. cit.
49
Pobreza que, ellos mismos, los países centrales, han creado (y se han beneficiado) a partir de la división
internacional de trabajo, la colonización pedagógica de la que hablara Jauretche, el imperialismo
económico, cuando no directamente de la intervención militar.

17
ferretería y otros bienes hayan de fabricarse en Inglaterra.” Con el tiempo esta idea se
dio en llamar división internacional del trabajo. Nótese, estimado lector, el lugar que le
asigna a América y el lugar que le reserva a su patria Gran Bretaña, el brillante
economista Inglés.
Ya lo escribió Galeano en su obra cumbre de economía política Las venas abiertas de
América Latina.

La división internacional del trabajo consiste en que unos países se especializan en


ganar y otros en perder. Nuestra comarca del mundo, que hoy llamamos América
Latina, fue precoz: se especializó en perder desde los remotos tiempos en que los
europeos del renacimiento se abalanzaron a través del mar y le hundieron los
dientes en la garganta.50

De este lado del charco, también nos puede ayudar a pensar las consecuencias que
tuvieron para estos lares, la aplicación y el sostenimiento de lo que él llamó, la zoncera
de la división internacional del trabajo.

Las estancias Leleque, de una compañía británica, produce un alto porcentaje de la


lana de Chubut. Todos los años después de la zafra, bajan a Puerto Madryn los
camiones cargados con la lana de la esquila y allí se embarcan en dos o tres navíos
de bandera británica. El resultado es el siguiente:
En el país quedan los salarios de los pocos peones que hacen falta para cuidar las
majadas y los de los esquiladores, además del flete correspondiente a los camiones
que transportan a puerto. Podría añadirse que quedan aquí las utilidades de los
propietarios, pero los propietarios no son argentinos, ni viven en el Chubut, y por lo
tanto se giran. Es posible que quede algo por impuestos.
Desde que la lana se embarca paga flete y seguro extranjero y la descarga en el
puerto de destino ; empieza enseguida a recibir valor agregado que es riqueza
traducida en salarios y en utilidad empresaria que a su vez crean poder de compra,
es decir de consumo, que a su vez genera producción. [...]
Enseguida viene el lavado y el aprovechamiento de los subproductos. Después el
hilado, la tintorería y luego el tejido. En cada uno de estos procesos hay valor
agregado, pero hay además valor agregado secundario porque la elaboración de la
lana importa la fabricación de maquinarias para lavar, para hilar, para teñir, para
tejer, etc., etc., y la de éstas, minas acerías usinas, etc., y desde luego otras fábricas.
De esta manera la lana que dio trabajo en el país de su producción para unos pocos
peones, e inversión para poco capital, multiplica por mil el valor agregado que
queda en el exterior, produciendo riqueza, nivel de vida y poder, porque de todo
esto proviene el poder de las naciones. [...]
Supongamos que toda esa lana que se exportó, cumpliera el proceso que cumple en
el exterior en Esquel. ¡Se imaginan que ciudad sería Esquel !
Pues bien un lavadero de lana se estableció en Esquel para iniciar el proceso y fue
ahogado por la hostilidad nacida de la zoncera que conocemos por división
internacional del trabajo.51

Diferenciándose de Smith, quien había dejado totalmente de lado el valor de uso,


Ricardo piensa que la utilidad es, entre los factores que determinar el precio de un bien,
el primero52.

Si una mercancía no fuera útil en absoluto, es decir, si no pudiera contribuir a


nuestra satisfacción, carecería también de valor de cambio.53

50
Galeano, Eduardo. Las Venas Abiertas de América Latina. Introducción. Op. cit.
51
Jauretche, Arturo. Manual de las Zonceras Argentinas. (1995)
52
Puede tomarse, la observación de Ricardo, como antecedente, aunque hay otros, de la teoría moderna de
la determinación de los precios, es decir, la interacción entre oferta y demanda.
53
Ricardo, D. Sobre los Principios de Economía Política e Impuestos. Citado en Galbraiht. op. cit.

18
Una vez establecida la necesidad de los productos, el valor de los bienes procede de la
cantidad de trabajo necesaria para obtenerlos. En relación con este punto el mismo
Ricardo cita a Smith.

Es natural que lo que usualmente se produce en dos días, o en dos horas de trabajo,
valga el doble de lo que por lo general es producido respectivamente en un día o en
una hora de trabajo.54

Ahora bien, obedeciendo a su posición como terrateniente, Ricardo se ocupó de los


ingresos de los mismos en concepto de renta:

La porción del producto de la tierra que se paga al terrateniente por el uso de los
poderes originales e indestructibles del suelo.55

Ricardo pensaba que la presión demográfica impulsaba el uso de tierras cada vez más
pobres y menos fértiles. Esta presión continuaba hasta que el suelo cada vez más
empobrecido diera el mínimo necesario para sustentar las vidas de quienes lo trabajaban
y, ese mínimo, a su vez determinaría el salario de todos los trabajadores y en particular
de todos los campesinos. La posesión de tierras superiores a la de peor calidad
implicaba un excedente por encima del costo. La renta de la tierra no aumentaba los
precios sino que consistía en un residuo que se acumulaba pasivamente gracias al
incremento de la población y al progreso general de la sociedad56.

El incremento de la renta es siempre efecto de la creciente riqueza del país y de la


dificultad de proveer alimentos para su mayor población.57

De lo dicho se desprende que los salarios tienden a una tasa natural y que dicho valor en
palabras del mismo Ricardo sería:

El precio necesario para permitir a los trabajadores subsistir y perpetuar su raza,


sin aumento ni disminución.58

Dejemos que lo explique Ricardo que lo hace muy bien:

Cuando el precio de mercado de la mano de obra excede su precio natural, la


situación del trabajador es floreciente y feliz, teniendo a su alcance los medios de
adquirir una mayor proporción de necesidades y disfrute de la vida, y
consiguientemente, de criar una familia saludable y numerosa. (…) Pero cuando,
mediante el estímulo que los salarios más elevados otorgan al aumento de la
población, el número de trabajadores aumenta, los salarios vuelven a descender a
su precio natural, e incluso llegan a caer por debajo de éste, en un efecto de
reacción.59

Esta idea entraría a la historia del pensamiento económico como la ley de Hierro de los
salarios, pero traería consecuencias mucho más profundas y duraderas que las
54
Smith, citado en Ricardo. Op. cit. En Galbraith.
55
Ricardo, D. Sobre los Principios de Economía Política e Impuestos. Citado en Galbraiht. op. cit
56
La sociedades rurales le están agradecidas por tan brillante y poética justificación, cuasi natural, de sus
ingresos.
57
Ricardo, D. Sobre los Principios de Economía Política e Impuestos. Citado en Galbraiht. op. cit.
58
Ricardo, D. Sobre los Principios de Economía Política e Impuestos. Citado en Galbraiht. op. cit.
Nuevamente, empleadores de todo el mundo, agradecen a Ricardo sus justificaciones y argumentos.
59
Ricardo, D. Sobre los Principios de Economía Política e Impuestos. Citado en Galbraiht. op. cit.
Los trabajadores del mundo, se unen al agradecimiento que realizan los empleadores en la nota al pie
anterior.

19
estrictamente económicas. Según ella, quienes trabajan tienen la pobreza por destino y
no deben ser redimidos por la compasión del Estado ni de los empleadores, ni tampoco
por la organización sindical, ni por su propia iniciativa.
El lector no debe hacer muchos esfuerzos por buscar analogías con cualquier argumento
patronal de negativa al aumento de los salarios so pena de provocar inflación y por lo
tanto disminución del salario real.
De esta ley dominante proviene su convicción y la de muchos otros que nunca lo han
leído, ni les hace falta tampoco, de que la pobreza es inevitable para quienes viven bajo
el capitalismo y del error que significaría cualquier acción correctiva, proviniese de
quien fuera.

Como todos los demás contratos, los salarios deben quedar librados a la justa y
libre competencia del mercado, y nunca deberían someterse a la interferencia de la
legislatura.60

La pobreza es inevitable. Y los pobres son culpables y responsables de su pobreza. De


ahora en más y hasta en la actualidad, la justa y libre competencia del mercado, sería
utilizada para justificarlo todo, aún lo injustificable.
Pero la dialéctica hegeliana metería su cola. La teoría del valor trabajo y la ley de hierro
de los salarios, junto con la siempre confusa y ambigua determinación de la ganancia
capitalista, sembrarían la semilla de la revuelta y ya no podría detenerse.
En efecto, si el precio de un bien está dado por el costo del trabajo, y de él puede
deducirse de modo residual la renta diferencial de la tierra más fértil, ¿de dónde surge la
ganancia del capitalista? Hubo quienes trabajaron antes, argumenta Ricardo, para
edificar la fábrica y construir la maquinaria, el beneficio es el pago diferido de ese
trabajo. Pero si los beneficios responden a los ingresos de la mano de obra empleada en
el pasado para construir el capital, se deduce sencillamente que toda ganancia del
capitalista representa un robo al trabajador, apropiándose injustamente de la riqueza
generada por él.
Malthus y, especialmente, Ricardo, sin quererlo ni desearlo por supuesto, habían tirado
la primera piedra… Marx se ocuparía de recogerla.61
60
Ricardo, D. Sobre los Principios de Economía Política e Impuestos. Citado en Galbraiht. op. cit.
61
No todo era liberalismo, críticas a las políticas mercantilistas y adhesiones al pensamiento clásico
inglés a comienzos del siglo XIX. Dentro de la perspectiva capitalista, en Estados Unidos, las ideas
liberales clásicas era cuestionadas por el “Informe sobre las manufacturas” que Alexander Hamilton
presentó al Congreso estadounidense el 5 de diciembre de 1791 en donde escribió textos como el que
sigue: “Aranceles proteccionistas; es decir, aranceles a los artículos extranjeros rivales de los productos
nacionales que se pretende fomentar. Los aranceles de este tipo obviamente equivalen a un virtual
subsidio a la fabricación nacional, pues al aumentar los sobrecargos a los artículos foráneos, le permiten
al manufacturero nacional vender más barato que sus competidores extranjeros. No hace falta abundar
sobre lo apropiado de este tipo de incentivos, dado que no sólo se deriva claramente de los muchos temas
que se han tratado, sino que además las autorizan en varias instancias las leyes de los Estados Unidos, y
poseen la ventaja adicional de ser una fuente de ingresos públicos. De hecho, todos los aranceles
impuestos a los artículos importados, aunque con el solo propósito de generar ingresos fiscales, tienen el
efecto mencionado y, salvo cuando se aplican a las materias primas, tienen un efecto benéfico para las
manufacturas del país.”
Desde Europa, más precisamente desde Alemania, Georg Friedrich List (1789-1846) quien habiendo
emigrado a los Estados Unidos y tenido contacto con los escritos de Hamilton, volvió a Alemania en
1831, para dar una ardua defensa a los aranceles proteccionistas. A criterio de List, el arancel
proteccionista es un instrumento primario en la adaptación al cambio. Su papel difiere notablemente
según la etapa específica de su desarrollo. No es útil para un país que atraviesa una etapa inicial o
primitiva, ni es tampoco necesario para quien se encuentra en una etapa final, En cambio, es
indispensable para aquella nación que, contando con los recursos naturales y humanos necesarios, se
encamina hacia la culminación de su desarrollo, particularmente si algún otro país, o algunos otros países,

20
Del otro lado del muro
Aunque siempre existieron sistemas intelectuales contrahegemónicos elaborados por
hombres y mujeres que reflexionaron sobre las injusticias del orden social, desde Platón
a Tomas Moro, el socialismo como vocablo vinculado a sus significaciones posteriores,
fue empleado por el periódico francés Le Globe en 1832 para identificar las ideas de
Saint Simon (1760-1825) y bajo la denominación de socialistas utópicos desde 1839,
incluyendo además a Charles Fourier (1772-1837) y Robert Owen. Los tres
privilegiaban la cuestión social por sobre todas las demás, el reconocimiento de que la
felicidad y el bienestar general eran incompatibles con cualquier orden social basado en
la competencia y el individualismos y no en el principio de la cooperación entre los
hombres y las mujeres. Claramente estas ideas se encontraban en la vereda opuesta de
sus contemporáneos economistas clásicos.
Pero el destino de estos hombres, e incluso el de otros como Proudhon, Lassalle, Engels
y Fuerbach, quedaría relegado a la sombra de una personalidad avasalladora como la de
Karl Marx. (1818-1883)
Marx elaboró su doctrina a partir de las críticas al conocimiento existente siendo sus
principales fuentes la filosofía alemana, especialmente el idealismo hegeliano, la
economía política inglesa y el socialismo utópico francés.
Los economistas clásicos escribieron, preconizaron y exhortaron, mientras que Marx
fundó y encabezó un movimiento político que hoy constituye, aún después de la caída
del muro de Berlín y de la tan mentada y falaz muerte de las ideologías y el fin de la
historia, la principal fuente de tensión política dentro de los países y entre ellos. No
suele hablarse de smithianos o ricardianos como sí se dividen las aguas entre marxistas
y no marxistas.
Los aportes efectuados por el marxismo se dividen fundamentalmente en tres campos: la
filosofía a través del materialismo dialéctico; las ciencias sociales, mediante el
materialismo histórico y el análisis crítico, económico y político del sistema capitalista.
Intentaremos, con la certeza de equivocarnos, de sintetizar las ideas centrales sobre
economía política vertidas por este prolífico y brillante autor.
Hijo de un acomodado abogado judío, en los primeros años de su juventud Marx se
relacionó con personas pertenecientes a la elite de la sociedad sin presentar indicios de
lo que sería su espíritu revolucionario.
El ánimo disidente y revolucionario tendrá en Marx dos vertientes, su paso por la
universidad en Berlín y sus primeras experiencias como periodista y su activa
participación política.
En este último sentido, un joven Marx, tras su partida de Berlin, ya recibido de doctor
en filosofía, se instala en Colonia llegando ser redactor en jefe de la gaceta del Rhin,
desde donde defiende el derecho popular de recolectar leña seca en los bosques, antiguo
privilegio que en aquellos días, con el incremento del valor de la leña, se interpretaba
como una violación a la propiedad privada. Deportado de varios países en 1843 conoce

lo ha alcanzado primero. El libre cambio era para el recién llegado, mientras que para Gran Bretaña
constituía, por cierto, un atractivo recurso para confinar a quienes venían detrás, dentro de sus etapas
iniciales de su desarrollo. La tesis librecambista de Smith y sus seguidores, no era en rigor una verdad
universal; simplemente sostenían lo que obviamente era más ventajoso para el caso especial de Gran
Bretaña. No está demás decir que tanto EEUU como Gran Bretaña se desarrollaron protegiendo su
industria y exportando la ideología liberal del librecambio una vez instalados en el mercado mundial
como productores de manufacturas.

21
a Federico Engels, un joven alemán residente en Inglaterra que, junto con su esposa, lo
acompañara como su más leal compañero, amigo y colaborador.
En Bélgica entran en contacto con el movimiento obrero radical conocido con el
nombre de comunismo que era, por aquel entonces, un término en boga. Los años en
Bruselas y sus viajes a Inglaterra, en donde toma contacto con la economía política
inglesa, echan los cimientos para la labor política futura y les aseguran, a él y a Engels,
el papel magnífico de conductores que a los dos les estaba reservado. Aquí es donde ve
la luz, en febrero de 1848 el Manifiesto Comunista, en donde expresan a partir del
materialismo histórico las primeras críticas a la economía política inglesa.
Marx y Engels ven la división del trabajo, el individualismo, la libre concurrencia, el
trabajo asalariado con ojos que hasta ese momento no habían encontrado voces como
las que siguen.

En la misma proporción en que se desarrolla la burguesía, es decir, el capital,


desarróllase también el proletariado, la clase de los obreros modernos, que no
viven sino a condición de encontrar trabajo, y lo encuentran únicamente mientras
su trabajo acrecienta el capital. Estos obreros, obligados a venderse al detalle, son
una mercancía como cualquier otro artículo de comercio, sujeta, por tanto, a todas
las vicisitudes de la competencia, a todas las fluctuaciones del mercado.
El creciente empleo de las máquinas y la división del trabajo quitan al trabajo del
proletario todo carácter substantivo y le hacen perder con ello todo atractivo para
el obrero. Éste se convierte en un simple apéndice de la máquina, y sólo se le exigen
las operaciones más sencillas, más monótonas y de más fácil aprendizaje. Por
tanto, lo que cuesta hoy día el obrero se reduce poco más o menos a los medios de
subsistencia indispensables para vivir y para perpetuar su linaje. Pero el precio del
trabajo, como el de toda mercancía, es igual a su coste de producción. Por
consiguiente, cuanto más fastidioso resulta el trabajo más bajan los salarios. Más
aún, cuanto más se desenvuelven el maquinismo y la división del trabajo, más
aumenta la cantidad de trabajo bien mediante la prolongación de la jornada, bien
por el aumento del trabajo exigido en un tiempo dado, la aceleración del
movimiento de las máquinas, etc.
La industria moderna ha transformado el pequeño taller del maestro patriarcal en
la gran fábrica del capitalista industrial. Masas de obreros, hacinados en la
fábrica, están organizados en forma militar. Como soldados rasos de la industria,
están colocados bajo la vigilancia de una jerarquía completa de oficiales y
suboficiales. No son solamente esclavos de la clase burguesa, del Estado burgués,
sino diariamente, a todas horas, esclavos de la máquina, del capataz y, sobre todo,
del patrón de la fábrica. Y este despotismo es tanto más mezquino, odioso y
exasperante, cuanto mayor es la franqueza con que proclama que no tiene otro fin
que el lucro.62

También llaman la atención sobre la necesidad imperiosa de la burguesía de expandirse


tanto material como ideológicamente.

Espoleada por la necesidad de dar cada vez mayor salida a sus productos, la
burguesía recorre el mundo entero. Necesita anidar en todas partes, establecerse en
todas partes, crear vínculos en todas partes.
Mediante la explotación del mercado mundial, la burguesía dio un carácter
cosmopolita a la producción y al consumo de todos los países. Con gran
sentimiento de los reaccionarios, ha quitado a la industria su base nacional. Las
antiguas industrias nacionales han sido destruidas y están destruyéndose
continuamente. Son suplantadas por nuevas industrias, cuya introducción se
convierte en cuestión vital para todas las naciones civilizadas, por industrias que ya
no emplean materias primas indígenas, sino materias primas venidas de las más
lejanas regiones del mundo, y cuyos productos no sólo se consumen en el propio

62
Marx, K. y Engels, F. El manifiesto comunista. Versión digital.

22
país, sino en todas las partes del globo. En lugar de las antiguas necesidades,
satisfechas con productos nacionales, surgen necesidades nuevas, que reclaman
para su satisfacción productos de los países más apartados y de los climas más
diversos. En lugar del antiguo aislamiento de las regiones y naciones que se
bastaban a sí mismas, se establece un intercambio universal, una interdependencia
universal de las naciones. Y esto se refiere tanto a la producción material, como a
la producción intelectual. La producción intelectual de una nación se convierte en
patrimonio común de todas. La estrechez y el exclusivismo nacionales resultan de
día en día más imposibles; de las numerosas literaturas nacionales y locales se
forma una literatura universal.
Merced al rápido perfeccionamiento de los instrumentos de producción y al
constante progreso de los medios de comunicación, la burguesía arrastra a la
corriente de la civilización a todas las naciones, hasta a las más bárbaras. Los
bajos precios de sus mercancías constituyen la artillería pesada que derrumba
todas las murallas de China y hace capitular a los bárbaros más fanáticamente
hostiles a los extranjeros. Obliga a todas las naciones, si no quieren sucumbir, a
adoptar el modo burgués de producción, las constriñe a introducir la llamada
civilización, es decir, a hacerse burguesas. En una palabra: se forja un mundo a su
imagen y semejanza.63

Las relaciones entre ideología, instituciones, leyes y las condiciones materiales


concretas de existencia son analizadas por Marx mediante dos conceptos. Las
instituciones políticas y sociales constituyen la llamada superestructura y las
características y dinámicas que adquieren tales instituciones está determinado por la
infraestructura económica. La superestructura refleja el modo de producción existente,
además de consagrar, legitimar, proteger y reproducir las relaciones de producción
correspondientes a dicho modo de producción.64
Volviendo a Berlín y a sus años de estudios universitarios, el joven Marx, cae bajo la
influencia de Georg W. Friederich Hegel (1770-1831). Su influencia fue determinante
para la construcción teórica del materialismo histórico que desafiará la visión positivista
que de la sociedad tenían los economistas clásicos ingleses.
La tradición clásica, como hemos visto, había postulado un equilibrio en donde las
relaciones básicas entre patronos y trabajadores, entre la tierra, el capital y el trabajo no
se modificaban. Mas allá de las perturbaciones o cambios que la sociedad pueda sufrir,
hay un orden y equilibrio general que debe ser conocido mediante la observación y la
investigación, del mismo modo que sucede con las ciencias de la naturaleza.
Para los economistas clásicos (los neoclásicos que vendrán y, en la actualidad, para gran
número de posturas neopositivistas) la ciencia económica en particular y las ciencias
sociales en general, puede refinar y perfeccionar el conocimiento sobre las instituciones
y relaciones sociales básicas, pero las mismas son constantes y permanentes.
Esta idea es la que Marx desafiara y a partir de la cual edificará gran parte de sus
aportes teóricos.
El equilibrio no era para Marx el fin, sino sólo un incidente en un proceso de cambio
mucho mayor, que alteraba por completo la relación entre capital y trabajo. Lo
constante, lo permanente en la sociedad no es otra cosa que el conflicto, que está
representado a lo largo de la historia por la lucha de clases.

En las anteriores épocas históricas encontramos casi por todas partes una completa
división de la sociedad en diversos estamentos, una múltiple escala gradual de

63
Marx, K. y Engels, F. El manifiesto comunista. Op. cit.
64
De todos modos Marx, afirma que si bien la infraestructura determina y produce las instituciones
jurídico políticas más adecuadas para estabilizar y organizar la sociedad a partir de un modo de
producción determinado, la superestructura también puede, en determinadas circunstancias reaccionar y
afectar a la infraestructura.

23
condiciones sociales. En la antigua Roma hallamos patricios, caballeros, plebeyos y
esclavos; en la Edad Media, señores feudales, vasallos, maestros, oficiales y
siervos, y, además, en casi todas estas clases todavía encontramos gradaciones
especiales.
La moderna sociedad burguesa, que ha salido de entre las ruinas de la sociedad
feudal, no ha abolido las contradicciones de clase. Únicamente ha sustituido las
viejas clases, las viejas condiciones de opresión, las viejas formas de lucha por
otras nuevas.
Nuestra época, la época de la burguesía, se distingue, sin embargo, por haber
simplificado las contradicciones de clase. Toda la sociedad va dividiéndose, cada
vez más, en dos grandes campos enemigos, en dos grandes clases, que se enfrentan
directamente: la burguesía y el proletariado.65

Marx nunca puso en tela de juicio las realizaciones productivas del sistema capitalista,
por el contrario las elogió.

Durante su hegemonía de apenas 100 años, ha creado fuerzas de producción más


solidas y más colosales que las de todas las generaciones anteriores juntas. (…) ha
creado enorme ciudades, ha incrementado grandemente la población urbana con
respecto a la rural, y así ha rescatado a una parte considerable de la población de
la idiotez de la vida campesina. (…) los bajos precios de sus productos son la
artillería pesada con la cual derriba todas las murallas de China. 66

En las grandes fábricas, que Smith no llegó a conocer, pero si Ricardo, Say y Malthus,
donde los economistas clásicos vieron división del trabajo, especialización,
productividad, crecimiento, etc. Marx vio, principalmente, una escandalosamente
desigual distribución del poder entre los propietarios de los medios de producción (la
maquinaria, la fábrica y la tierra) y los que sólo tienen para vender su fuerza del trabajo.
Esta situación, en las relación de producción que propone el capitalismo, implica que
unos no tengan nada y otros todo. Existe opresión, explotación, de unos seres humanos
hacia otros seres humanos. Esta situación de violencia, de opresión impide la
humanización de algunos y, más tarde, otros dirán que los opresores también se
deshumanizan en esta relación. El poder opresor genera disciplinamiento y sumisión.
La especialización y la productividad de la división del trabajo se transforman en
alienación de la mano de obra que, al no saber que parte del producto está realizando, se
pierde, en la producción. Queda fuera de sí, y pasa a formar parte del engranaje burgués
de producción.

(el capitalista) va al frente (…) y el que posee la fuerza de trabajo le sigue como su
peón. El primero asume aire de importancia, sonríe con suficiencia, va directo al
grano, mientras que el otro anda, tímido y retraído, como quien lleva su propia piel
al mercado y lo único que puede esperar es una buena zurra. 67

Queda claro que, como se explicó precedentemente, el poder capitalista no se limita


solamente a la empresa o la fábrica, sino que se extiende a la sociedad y al Estado, lo
que lo transforma, en determinadas circunstancias, en poder hegemónico.

El poder ejecutivo del Estado moderno es tan sólo un comité administrativo de los
asuntos comunes de la burguesía en su conjunto. (…) Las ideas dominantes de cada
época han sido siempre las ideas de su clase dominante.68

65
Marx, K. y Engels, F. El manifiesto comunista. Op. cit.
66
Marx, K. y Engels, F. El manifiesto comunista. Op. cit.
67
Marx, K. El Capital. Crítica de la Economía Política. (2000)
68
Marx, K. y Engels, F. El manifiesto comunista. Op. cit.

24
Esta desigual distribución del poder es la que permite, provoca y sostiene una desigual
distribución del ingreso.
Apoyándose en Ricardo concuerda con él que el precio o valor de los bienes está
determinado por el trabajo contenido en ellos. Por lo tanto, el precio de venta de un bien
debe ser igual a los salarios pagados para realizarlo. Pero claramente esto no es así,
dado que el valor de los salarios, como ya lo explicaron Ricardo y Malthus, tiende al
mínimo posible. Ahora bien, conociendo que la productividad del trabajo va
decreciendo a raíz de las limitaciones del capital fijo (tierras o maquinarias), y el salario
es igual al mínimo posible para todos los trabajadores, queda claro que la mayoría de
ellos producen más valor del que reciben. Este mayor valor, denominado plusvalía, es
expropiado, robado al trabajador por el capitalista. La plusvalía absoluta es la producida
por la simple prolongación de la jornada de trabajo y la plusvalía relativa es la que
proviene de la disminución del tiempo de trabajo necesario (aumento de la
productividad del trabajo con igual paga).
Sea absoluta o relativa la plusvalía es producida por el sistema capitalista al obligar a
los proletarios a vender su fuerza de trabajo por un tiempo determinado y tiene como
consecuencia inevitable y lógica, la acumulación de ingreso y riqueza por parte de los
capitalistas y el acrecentamiento de la desigualdad, tanto de poder como de riqueza.
Por otro lado, pero no muy lejos, Marx considera a las crisis como inherentes al
capitalismo y sostiene que en búsqueda de la estabilidad (mayores tasas de ganancia y
plusvalor) el sistema capitalista produce una determinada cantidad de desempleados
permanentes a la que denominó ejercito industrial de reserva que, más allá de otorgarle
flexibilidad y disposición rápida de mano de obra funcional a las necesidades
cambiantes de producción, cumplía el rol fundamental de mantener bajos los salarios y
con ello alta la rentabilidad.
Por último, para los economistas clásicos, el monopolio nunca fue más que una falla de
mercado. Un mercado que, como regla general, respondía a las características de la
competencia perfecta. Desde el materialismo histórico Marx analizó a los monopolios
como una consecuencia inevitable del capitalismo, fruto, como la revuelta de la clase
trabajadora, de sus propias contradicciones. Es así que, con razonamiento dialéctico y
moderno, veía al capitalismo como tesis (afirmación en términos hegelianos), a la
dictadura del proletariado como antítesis (negación) y al comunismo como
consecuencia síntesis (negación de la negación). Es decir que el capitalismo, fruto de
sus propias contradicciones, tiene dentro de sí mismo, el germen de su propia
destrucción: el aumento incesante del número de oprimidos y desposeídos, por un lado;
y por el otro, la constante acumulación de riqueza en cada vez menos manos, porque a
decir verdad, un capitalista mata a muchos otros…

Un capitalista siempre mata a muchos otros… Paralelamente a la constante


disminución del número de magnates del capital, que usurpan y monopolizan todas
las ventajas de este proceso de transformación, aumenta el cúmulo de miseria,
opresión, esclavitud, degradación, explotación; pero al mismo tiempo crece
también la revuelta de la clase trabajadora, una clase cuyo número va en siempre
aumento, y que es disciplinada, unida y organizada, por el propio mecanismo del
proceso de acumulación capitalista. El monopolio del capitalismo se convierte en
una traba para el modo de producción que ha surgido y florecido con él, y bajo él.
La centralización de los medios de producción y la socialización del trabajo llegan
finalmente a un estado en el cual se vuelven incompatibles con la envoltura
capitalista. Esta envoltura estalla. Tocan a muerto por la propiedad privada
capitalista. Los expropiadores son expropiados.69

69
Marx, K. El Capital. Op. cit.

25
Ciento cincuenta años después es sencillo criticar en la actualidad que Marx no pudo ver
ni prever, los movimientos capitalistas de autosustentación y adaptación como el
surgimiento de las teorías keynesianas, las concesiones hechas por los Estados a los
reclamos obreros y sindicales, la constitución de los Estados de Bienestar ni, en los
tiempos del neoliberalismo, la destrucción de la solidaridad obrera a través de los
sindicatos por empresa ni los usos y puestas en prácticas de sus teorías como en la Rusia
de Stalin.
Más allá de todo esto, el mundo no será el mismo después del marxismo, con o sin muro
de Berlín, había corrido mucha agua por debajo del puente.

Así nació esta Revolución, así se fueron creando sus consignas y asi se fue, poco a
poco, teorizando sobre hechos para crear una ideología que venía a la zaga de los
acontecimientos.70

Claramente habrá, como nunca, una divisoria de aguas, habrá blancos y negros en las
ciencias sociales y, entre ellas, en la economía.
Los desposeídos, los pobres, los desempleados, los que sufren, serán:
o bien, artífices de su propio destino, incapaces, vagos, tienen lo que se merecen, fruto
lógico y deseable de una sociedad ordenada, equilibrada e igualitaria que da
oportunidades para todos y que ellos, por sus propias decisiones, no quisieron o no
supieron aprovechar, consecuencia clara de un régimen meritocrático que reparte éxitos
y fracasos, en función de los esfuerzos y voluntad, en definitiva culpables y
responsables de su pobreza y miseria;
o bien, son oprimidos, explotados, humillados, usados, olvidados, por un sistema
capitalista, propiedad privada y libre comercio mediante, que da poder, recursos
materiales y simbólicos, y calidad de vida a los que tienen mucho, mientras que a otros
no les da nada o, mejor dicho, esa calidad de vida que otorga a unos es la misma que le
niega a los otros, y cuyas contradicciones y conflictos (del sistema capitalista) los
opresores tratan de ocultar con el fin de reproducir y eternizar las condiciones
materiales que hoy permiten sus privilegios.

Cuanta más libertad se otorga a los negocios, más cárceles se hace necesario
construir para quienes padecen de los negocios.71

Las experiencias comunistas sufrieron las más contundentes e inteligentes críticas desde
dentro más que por fuera. En el recordado discurso de Argel en 1965, Guevara es muy
duro con la URSS sin nombrarla. Esta alocución es para muchos el comienzo de la
ruptura con Fidel, que llevaría al Che a seguir su ruta revolucionaria en otras tierras. En
un pasaje de su intervención Guevara expresa:

Creemos que con este espíritu debe afrontarse la responsabilidad de ayuda a los
países dependientes y que no debe hablarse más de desarrollar un comercio de
beneficio mutuo basado en los precios que la ley del valor y las relaciones
internacionales del intercambio desigual, producto de la ley del valor, oponen a los
países atrasados. ¿Cómo puede significar beneficio mutuo vender a precios de
mercado mundial las materias primas que cuestan sudor y sufrimiento sin límite a
los países atrasados y comprar a precios de mercado mundial las máquinas
producidas en las grandes fábricas automatizadas del presente? Si estas son las
relaciones, los países socialistas son en cierta manera cómplices de la explotación
imperial. Se puede argüir que el monto del intercambio con los países
subdesarrollados, constituye una parte insignificante del comercio exterior de estos

70
Ernesto Che Guevara - Carta a Ernesto Sábato - 12 de Abril de 1960
71
Galeano, Eduardo. Las Venas Abiertas de América Latina. Introducción. Op. cit.

26
países. Es una gran verdad, pero no elimina el carácter inmoral del cambio. Los
países socialistas tienen el deber moral de liquidar su complicidad tácita con los
países explotadores de Occidente72

La contrareforma. Ciencia y neutralidad. La respuesta neoclásica.


Los problemas de la desigual distribución del poder y del ingreso como el incesante
incremento de desdicha en la mayor parte de la población, no sólo fueron vistos desde el
marxismo. Desde dentro del enfoque clásico, al no poder ocultar la realidad, debía
justificarse, explicarse o trasladar la culpa del sistema capitalista al individuo, al Estado
o a los sindicatos.
En su obra Principios de economía política, publicada en 1948, John Stuart Mill
atribuía, por ejemplo, la pobreza del trabajador a dos factores. Por un lado a una
inmutable ley de los rendimientos decrecientes de la mano de obra, a medida que se
iban incorporando más operarios al aparato productivo, cada vez cada unidad de trabajo
aportaba menos riqueza; y, por el otro, al desenfrenado impulso reproductivo de la
masas.

Poca mejoría puede esperarse en la moralidad mientras no se tenga, del incremento


de las familias numerosas, el mismo concepto que se tiene de la embriaguez o de
otros excesos físicos.73

Desde el utilitarismo, Jeremías Bentham (1748-1832), considerado por Marshall como


el más influyente de los sucesores inmediatos de Adam Smith, se identificaba la
felicidad con aquella propiedad de cualquier objeto por la cual tiende a producir
beneficio, ventajas, placer, bien o felicidad, o que de modo similar, evita el daño, el
dolor, el mal o la infelicidad. De allí que la maximización de los bienes estaba asociada
a la felicidad. Si esto acarreaba dificultades o perjuicios para algunos (los pobres) la
regla era clara: hay que proveer la máxima felicidad para el máximo número.
Ya lo decía su amigo James Mill, “El sistema de la libre empresa tiene sus penalidades,
pero éstas, son el precio que pagamos por el progreso y por el bien general”.
La infelicidad de las minorías, por agudas que fuesen, debían ser aceptadas, para
privilegiar y proteger el bienestar de la mayoría.
Unos años después, desde la sociología, y, reconozcámoslo con mucha menos poesía y
delicadeza, Herbert Spencer (1820-1903) resolvía el problema de los pobres y la
pobreza de raíz.

Me limito a llevar adelante las opiniones del señor Darwin en sus aplicaciones a la
raza humana (…) Sólo aquellos que progresan bajo (la presión impuesta por el
sistema) (…) llegan finalmente a sobrevivir (…) (Estos) deben ser los seleccionados
de su generación.74
En parte extirpando a los de mínimo desarrollo, y en parte sometiendo a quienes
subsisten a la inexorable disciplina de la experiencia, la naturaleza asegura el
crecimiento de una raza que es capaz a la vez de entender las condiciones de la
existencia y de actuar sobre ellas. Es imposible suprimir en grado alguno esta
disciplina.75

La claridad del autor nos dispensa de realizar, por suerte, cualquier comentario al
respecto. Sin embargo, por si quedaba alguna duda, el mismo Spencer se encarga de
clarificar cual debe ser la relación entre el liberalismo y el Estado…
72
Discurso de Ernesto Guevara en el Segundo Seminario Económico de Solidaridad Afroasiática. Ernesto
Guevara. Argel. 24 de febrero de1965.
73
Mill, John Stuart. Principios de Economía Política. En Galbraith. Op. cit.
74
Spencer, H. El estudio de la sociología. En Galbraith. Op. cit
75
Spenccer, H. La estática social. En Galbraith. Op. cit

27
La función del liberalismo en el pasado era la de poner un límite a los poderes de
los reyes. La función del verdadero liberalismo en el futuro será la de poner un
límite a los poderes de los parlamentos.76

Más allá de estos destacados antecedentes, la verdadera, fructífera y duradera respuesta


del liberalismo al clima de época en general y al análisis marxista de la economía
política en particular, estaba por producirse.
En 1871 William Stanley Jevons (1835-1882), en Inglaterra, y Karl Mengel (1840-
1921) en Austria, seguidos pocos años después por John Bates Clark (1847-1938) en los
Estados Unidos y León Walras (1834-1910) en Francia, dieron inicio a la que se
denominaría “revolución marginalista” y que, unida a la organización y síntesis que
realizaría años más tarde, a fines del siglo XIX, el profesor y economista inglés Alfred
Marshall (1824-1924) conformarían la síntesis neoclásica.
Si bien hay razones inherentes al propio devenir del conocimiento económico clásico,
como pueden ser las carencias de las teorías del valor trabajo ricardianas o la ausencia
de una teoría satisfactoria de distribución de la renta, núcleo de la teoría clásica, las
verdaderas razones del surgimiento primero y del éxito después de las teorías
neoclásicas, tienen que ver con razones, llamémosle por ahora, externas.
En primer lugar todo el período que va desde 1868 hasta mediados de la década del
setenta fue un época marcada por la conflictividad social, en donde los hechos de la
comuna de Paris en 1871 y su violenta represión son sólo un ejemplo paradigmático.
En segundo lugar ya hacía algún tiempo que la teoría ricardiana se había utilizado con
finalidad crítica por los economistas socialistas y la teoría del excedente, en particular,
se había planteado como fundamento de la explotación capitalista. Recordemos que en
1867 sale a la luz el primer tomo de El Capital de Marx.
En tercer lugar, ya a partir de la década de 1870, el socialismo teórico tendió a
identificarse rápidamente con el marxismo (socialismo científico) y a plantearse, cada
vez con menos vacilaciones, sus pretensiones de cientificidad.
De este modo había que dotar a las nuevas teorías económicas de una cientificidad y
neutralidad que permitiese combatir el universo simbólico marxista, para luego (o
simultáneamente) trasladarse al universo material. La neutralidad y universalidad venían
de la mano del positivismo en general y de la matemática en particular.

La economía, si ha de ser en absoluto una ciencia, deberá ser una ciencia


matemática.77

Para que las críticas al socialismo y al marxismo no pareciesen impregnadas de


ideología, intereses y parcialidad, era necesario remitirlas a fundamentos positivos 78, es
decir científicos. Pero estos eran, en esencia, los mismos que los de la economía política
clásica79. Había pues que reinventar la ciencia económica, reconstruirla sobre
fundamentos que permitieran borrar de su seno los propios conceptos de clase social,
fuerza de trabajo, capitalismo, explotación, excedente, etc., y con ellos, hacer que
pierdan sustento, y por lo tanto circulación, los de lucha de clases, plusvalía, opresión,
76
Spencer, H. El hombre versus el Estado. En Galbraith. Op. cit
77
Jevons, W. La teoría de la Economía Política. En Galbraith. Op. cit
78
Todavía hoy, los manuales universitarios hablan de economía normativa y positiva, como si tal división
fue en efecto posible.
79
Aunque el marginalismo se planteó como una alternativa al enfoque clásico en el plano de la teoría
económica, conservó, sin embargo, su filosofía de fondo al menos en una cuestión central: Jevons,
Menger, Walras y los marginalistas posteriores fueron acérrimos defensores de las razones del laissez
faire.

28
etc.: la teoría de la utilidad marginal proporcionó la solución buscada. Además parecía
que ésta permitía demostrar que en la economía competitiva se organizaba un tipo de
organización social cercano al ideal; un tipo de organización en el que las reglas del
mercado permitirían alcanzar una situación óptima y en la que se lograría, al mismo
tiempo, la armonía de los intereses y la maximización de los objetivos individuales.
De este modo, el sistema teórico neoclásico se irá estructurando en torno a esta
reinvención discursiva y conceptual de la economía clásica.

Ningún proceso de construcción de hegemonía puede prescindir de una


transformación radical de los significados, las categorías, los conceptos, y
discursos a través de los cuales la “realidad” adquiere sentido y puede ser
nombrada. (…) Las categorías lingüísticas, los conceptos, al restringir y limitar la
esfera de lo posible, al impedir o permitir que ciertas cuestiones sean pensadas, son
parte central de cualquier proyecto político de transformación social.80

En primer lugar el sistema teórico neoclásico va a correr el foco de atención, hasta


hacerlo desaparecer del fenómeno del desarrollo económico, el gran tema de todos los
clásicos, para dar lugar al problema de la eficiente asignación de los recursos dados.

El problema económico puede formularse como sigue: dada una población con
diversas necesidades y ciertas posibilidades de producción, en poder de ciertas
tierras y de otras fuentes de recursos, debe determinarse el modo de distribuir el
trabajo de la mejor manera posible para dar una máxima utilidad al producto.81

De este modo, se empieza a definir a la economía como lo hacen los manuales actuales
y los docentes enseñan a sus alumnos. La economía pasa a ser la ciencia de la escasez y
la elección. Lejos y en el olvido, y cada vez más al paso de los años y de los
economistas, el objeto de la ciencia económica iba a ser el que le preocupó a Marx: las
relaciones sociales de producción. De ahora en más las relaciones serán entre los
hombres y la naturaleza. El único problema es la escasez y su eficiente administración:
Que mejor que la “población” y las impersonales “necesidades” para mandar al fondo
del mar a las clases sociales. Asimismo, la propia eternidad del problema planteado por
los neoclásicos, el problema de la escasez, fundamenta la ahistoricidad de las leyes
económicas y, por lo tanto, su validez universal.
La contribución teórica más importante de Jevons, Menger, Clark y Walras reside, más
que en una nueva formulación completa y coherente de la teoría del valor-utilidad y de
la hipótesis de la utilidad marginal decreciente, en el modo como modificaron los
fundamentos utilitaristas de la economía política. Su marginalismo acreditó una especial
versión de la economía política, según la cual el comportamiento humano resulta
exclusivamente reducible al cálculo racional orientado a la maximización de la utilidad.
Por lo tanto, si han de ser sujetos capaces de realizar elecciones racionales con miras a
la maximización de un objetivo individual, como la utilidad o el beneficio,
forzosamente deben ser individuos; o a lo sumo, grupos sociales mínimos,
caracterizados por la unidad en la que recaiga la toma de decisiones, como las familias y
empresas. Así desaparecen de la escena los sujetos colectivos, las clases sociales, y con
ellas cualquier noción de conflicto. Todos nos sentimos tranquilos, neutrales y objetivos
explicando el flujo circular de la renta.

80
Da Silva, Tomaz. El proyecto educativo de la nueva derecha y la retórica de la calidad total. En Gentili
P. Cultura, Política y Currículo. (1997)
81
Jevons, W. La teoría de la Economía Política. Screpanti E. y Zamagni S. Panorama de Historia del
pensamiento económico. (1997)

29
El estado natural de la economía de mercado, para los neoclásicos, es la armonía social
y no el conflicto de clases.

El supuesto conflicto entre trabajo y capital es una ilusión. (…) No debemos


referirnos a estas cuestiones desde un punto de vista de clase, en economía, en todo
caso, debemos considerar a todos los hombres como hermanos.82

Antes de la teoría del equilibrio general de Walras, ningún otro autor había podido
construir una estructura teórica general que sirviera de marco para estudiar las
relaciones entre los distintos mercados. La economía está formada, desde la concepción
de Walras, por sujetos que están presentes en el mercado, ya sea como consumidores o
como productores o empresas. El proceso económico nace del encuentro, en el mercado,
de estos distintos sujetos. Los servicios productivos son adquiridos por los empresarios
y transformados en bienes, los cuales a su vez, son adquiridos, o bien por otros
empresarios o por consumidores. Estos últimos compran los bienes producidos por ellos
gastando el ingreso que han obtenido de la venta de los servicios productivos. Ni las
clases sociales, ni los sindicatos, ni los grupos de presión, ni los carteles de empresas, ni
otros tipos de grupos sociales son admitidos, ya que violarían el principio fundamental
del modelo de equilibrio general: el de la competencia perfecta.
Mientras que el reduccionismo ahistoricista había llevado a la eliminación de las
relaciones sociales y su transformación, el reduccionismo individualista llevó a la
eliminación de las clases sociales. Muerto el perro se terminaría la rabia….

La característica distintiva de una ciencia es su completa indiferencia a las


consecuencias, buenas o malas, con la que avanza en la búsqueda de la verdad
pura.83

Por último, una consecuencia inmediata del enfoque neoclásico de la cuestión del valor
es que la teoría de la distribución de la renta se convierte en un caso particular de la
teoría del valor, un problema de la determinación de los precios de los servicios de los
factores productivos, más que el reparto de la renta entre las clases sociales.
La explicación de los precios y de los ingresos correspondientes siguió una tendencia
única y dominante durante fines del siglo XIX y principios del siglo XX y toman cuerpo
material en la obra del profesor, sintetizador y organizador del pensamiento neoclásico
Alfred Marshall84 (1842-1924). El decrecimiento de la utilidad marginal de los
compradores se transformaría en la inflexible curva descendente de la demanda. La
elevación de los costos marginales de los productores, así como los más elevados costos
de los productores menos eficientes, originan costos cada vez mayores de los
suministros adicionales. Esto originaría la curva ascendente de la oferta, es decir, los
precios cada vez más elevados requeridos para compensar los costos marginales
incurridos en dotar de más productos el mercado. Y en su intersección, su majestad, el
precio. Se trata de un precio en donde no hay ni excedentes que lo hagan disminuir ni
faltantes que lo hagan aumentar. De ahora en más se podrá decir sin ningún tipo de
conocimiento sobre el tema y eludiendo las responsabilidades sociales: no hay nada que
se pueda hacer ¡es el libre juego de la oferta y la demanda!
A esta altura del relato, no hace falta aclarar que ni es libre ni es juego, dado que, por un
lado, las relaciones de poder que los neoclásicos tratan de ocultar existen, y, por el otro,
82
¡Alabado ser el Señor…. Mercado! Jevons, W. El Estado en relación con el trabajo.
83
Walras, L. Elementos de economía política pura. En Screpanti E. y Zamagni S. Panorama de Historia
del pensamiento económico. Op. cit.
84
A partir del manual de Marshall los escritos y manuales de economía política serían, de ahora en más,
de Economía a secas.

30
el “juego” tiene más perdedores que ganadores, y perder implica no poder volver a
jugar…
Este es el mundo neoclásico que espera a la gran depresión del 29.
Un mundo armonioso y en orden, equilibrado, no sólo en la oferta y la demanda, sino
en las relaciones sociales. Un mundo en donde cualquier intervención estatal que no sea
en resguardo de la propiedad privada y el derecho a la libre empresa y comercio, causa
más males que beneficios. Un mundo en donde la oferta crea su propia demanda y, por
lo tanto no puede existir en el mediano plazo crisis de sobreproducción. Es más, no
pueden existir crisis y, si las hay, son momentáneas y se resuelven con más mercado.
Un mundo en donde el dinero era considerado como neutro y facilitador del
intercambio.
Un mundo en donde el desempleo no existe porque los salarios, como cualquier precio
de cualquier mercado, se reducen ante el exceso de oferta hasta encontrar su equilibrio.
Un mundo en el que en caso de existir algunos desempleados, son porque esas personas
no quieren vender su fuerza de trabajo al precio de mercado o, porque la presión de los
sindicatos, que a principios del siglo XX empezaban a acumular poder, suben con sus
exigencias, los salarios por encima del equilibrio, provocando consecuentemente
desempleo de la mano de obra. Un mundo, por último, en donde los mercados son de
competencia perfecta o similares y el monopolio, un caso particular, una falla de
mercado a ser resuelta.
Alfred Marshall moriría en 1924 sin poder ver ni soñar lo que sucedería después de la
gran depresión de 1929…

La adultez. Estado y mercado: ser o no ser.


Si bien en este capítulo nos centraremos en Keynes, es importante destacar que las
teorías marxistas tuvieron en octubre de 1917 su materialización histórica en la
Revolución Rusa. Si bien no fue una rebelión contra el poder y la explotación
capitalista, la revolución rusa, como luego levantamientos similares en el Lejano
Oriente y América Central, tuvo lugar contra un sistema agrícola arcaico y represivo y
contra un gobierno que había servido a los intereses del mismo de forma despótica y
corrupta. Fueron los terratenientes y la agricultura y no los capitalistas y la industria los
enemigos de la revolución85. Un efecto inmediato y duradero en la economía, de la
revolución Rusa, fue la existencia de una alternativa, pues, para entonces, frente al
sistema clásico había hecho su aparición el socialismo. En los círculos de economistas
clásicos comenzó a debatirse los beneficios de realizar ciertas concesiones y
flexibilizaciones al sistema clásico (salarios mínimos, pensiones a la vejez, subsidios al
desempleo, limitar la jornada de trabajo, etc.) para atenuar sus crueldades más flagrantes
con tal de alejar la posibilidad de la revuelta. Obviamente que a ellos se les oponían
quienes veían que cualquier concesión era una aproximación nunca deseable a la
realidad soviética y al comunismo.
Estos hechos, la primera guerra mundial y el advenimiento de la crisis del 29, serían el
contexto histórico y político en el que se desarrollarían las ideas del brillante
economista Inglés.
Sin lugar a duda, desde el punto vista de la teoría económica, el siglo XX es el de la
Teoría General de John Maynard Keynes (1883-1946) y de sus críticas al esquema
clásico.
Es importante destacar, para evitar confusiones al momento de valorar y ubicar a sus
contribuciones teóricas, que Keynes no fue ni el inventor ni el propulsor de los Estados
85
Si bien, Marx había consideraba que la eliminación de los residuos del viejo feudalismo era la primera
tarea de la revolución.

31
de Bienestar y que las políticas públicas activas de obra pública y generación de empleo
ya se habían aplicado algunos años antes en algunos países, aunque de modo no
sistemático.
En primer lugar debemos rastrear los orígenes de los Estados de Bienestar en la
Alemania del conde Otto von Bismarck (1815-1898). Conforme a la tradición prusiana
y alemana, el Estado era competente, benéfico y sumamente prestigioso y, así, en líneas
generales, lo analizan los economistas alemanes. Teniendo muy presente la obra y el
legado de Marx, materializado en una militancia obrera en rápido crecimiento, ante los
riesgos y el temor a la revolución, Bismarck impuso en 1884 y 1887 planes de reformas
y mejoras a la situación laboral bajo la forma de seguros en previsión de accidentes,
enfermedades, ancianidad e invalidez. Parcialmente algunas medidas fueron aplicadas
también en Austria, Hungría y otros países europeos. De modo más influyente en Gran
Bretaña de 1911 se adoptaron leyes mediante las cuales se implantaron los seguros
oficiales de enfermedad e invalidez, y posteriormente el de desempleo, que recién se
instalaría en forma definitiva en 1927. Queda claro entonces que los Estados de
Bienestar son producto de las luchas sociales, anarcosindicalistas, marxistas,
laboralistas, que sucedieron desde fines del siglo XIX y fundamentalmente a comienzos
del siglo XX, no sin dejar sangre en el camino, por mejoras y derechos para la clase
trabajadora, en algunos casos como medios en otros como fines, en contra de un sistema
capitalista que sólo otorga el poder y, por ende privilegios, a los propietarios de los
medios de producción. Ahora bien, es también necesario reconocer que, una vez
publicadas y aceptadas las ideas keynesianas, otorgaban un sustento teórico, dentro de la
perspectiva capitalista, a la intervención del Estado en la economía que resultó un apoyo
muy importante para el desarrollo y la consolidación de los mismos.
Por otro lado, en referencia a las políticas públicas, podemos decir que hubo
keynesianos antes de Keynes. En efecto uno de ellos fue Adolf Hitler, quien, libre de las
cadenas de la teoría económica, emprendió un gran programa de obras públicas al tomar
el poder en 1933, aún recurriendo a la financiación mediante el déficit público. Dicho
plan redujo considerablemente el desempleo que, paradójicamente, lo había llevado al
poder. En Estados Unidos, el mismo Roosevelt y el new deal hasta 1936, año en que se
publica la Teoría General, el plan de obras públicas, subsidios y ayudas se financiaba en
un 40% con emisión o endeudamiento. Galbraiht comenta que el mismo Roosevelt
pensaba que la economía keynesiana era una racionalización refinada de lo que había
resultado a todas luces políticamente inevitable.
Independientemente de que la historia recuerde a la crisis del 29 como el crack
financiero de Wall Street, lo destacable de la misma no fue la sobrevaloración de las
acciones y los activos financieros muy por encima de su valor real, fruto de las muy
buenas perspectivas de la economía estadounidense en la década del 20 y su desplome
en el fatídico jueves negro. La crisis del 29 es la primer gran crisis del capitalismo que
tiene escala mundial y es una crisis de sobre producción generada por el constante
aumento de la producción del sistema fordista estadounidense, en conjunción con las
limitaciones de los mercados europeos después de la primera guerra mundial y la
imposibilidad de consumo interno debido a una creciente concentración de la riqueza y
por lo tanto del consumo.
Esta simplemente no era posible en un esquema clásico dominado por la ley de Say, en
donde la oferta crea su demanda y por ende, hacía imposible, una crisis de
sobreproducción.
Este pensamiento estaba arraigado en los empresarios, en el mundo de los negocios, en
los políticos conservadores y liberales y en los economistas de mayor prestigio por
aquel entonces que aconsejaban sin temor a equivocarse:

32
En condiciones de competencia perfectamente libre (que el autor de la frase daba
por supuestas aunque no de manera total) siempre habrá una fuerte tendencia hacia
el pleno empleo. El desempleo existente en cualquier momento dado proviene por
entero de resistencias por efecto de fricción, que impiden el ajuste instantáneo
apropiado de precios y salarios.86

Nuestro análisis nos conduce a creer que la recuperación sólo puede ser efectiva si
se produce por sí misma.87

Contra estas ideas instaladas, aún después de cuatro años de depresión, es que debe
luchar Keynes.

He llamado a este libro Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero,


recalcando el subfijo general, con objeto de que el título sirva para contrastar mis
argumentos y conclusiones con los de la teoría clásica, en que me eduqué y que
domina el pensamiento económico, tanto práctico como teórico, de los académicos
y gobernantes de esta generación igual que lo ha dominado durante los últimos cien
años. Sostendré que los postulados de la teoría clásica sólo son aplicables a un
caso especial, y no en general, porque las condiciones que supone son un caso
extremo de todas las posiciones posibles de equilibrio. Más aún, las características
del caso especial supuesto por la teoría clásica no son los de la sociedad económica
en la que hoy vivimos, razón por la que sus enseñanzas engañan y son desastrosas
si intentamos aplicarlas a los hechos reales.88

La teoría General de la ocupación, el interés y el dinero, publicada en 1936, es un


tratado sobre la crisis del 29 y, como tal, centra el foco de su atención no en la
determinación de los precios de las mercancías ni en la distribución de los ingresos
resultantes sino en averiguar cómo se determinan los niveles de producción y de
empleo. Cuando aumentan la producción, el empleo y la renta decrece la propensión
marginal al consumo, o sea los ahorros aumentan. No hay ninguna seguridad de que,
como creían los economistas clásicos, con el descenso de los tipos de interés tales
ahorros vayan a ser invertidos. Pueden en efecto permanecer sin ser gastados, por
razones de precaución del individuo o del deseo de la empresa de contar con liquidez,
en terminología keynesiana en función de la preferencia por la liquidez. Si los ingresos
se ahorran y no se gastan, disminuirá la demanda final de bienes y servicios (demanda
efectiva) y con ello, el producto y el empleo. La disminución seguirá hasta que se
reduzcan los ahorros al nivel apropiado.
En la concepción keynesiana el ahorro y la inversión no son necesariamente ni
normalmente iguales en los niveles de pleno empleo.
Para igualar los ahorros con las inversiones y para asegurar que los primeros sean
gastados, puede resultar necesario disminuir ingresos y forzar una reducción del gasto,
por lo que el equilibrio se lograría con distintos grados de desocupación, e inclusive
permanente y en severas proporciones. Dicho de otro modo, no solo cabe la posibilidad
sino que es muy probable que las economías estén en equilibrio con desempleo. El
desempleo, por lo tanto es involuntario y no es provocado por la presión de los
sindicatos a la suba del salario sino por el propio sistema capitalista. Inclusive si los
empresarios, tal como funcionarían los mecanismos correctores automáticos del

86
Pigou Arthur, sucesor en prestigio y en su cátedra en Cambridge de Alfred Marshall publicaba estas
ideas en 1933 cuando el desempleo en los Estados Unidos era del 25%. Pigou, A. Teoría del Desempleo,
citado por Samuelson y Nordhaus, Economía. Citado en Galbraith. Op. cit.
87
Shumpeter J. Depresión. 1934 Citado en Galbraith op. cit.
88
Keynes, J. M. La teoría General de la ocupación, el interés y el dinero. (2005)

33
mercado según los clásicos, redujeran los salarios, la demanda efectiva también lo haría
y, con ello, la producción y el empleo.
Con el diagnóstico llegó la cura.

Concibo que una cierta socialización comprensiva de la inversión probará los


únicos medios de asegurar una aproximación al pleno empleo; a pesar que esta
necesidad no excluye toda clase de compromisos y proyectos por los cuales la
autoridad pública cooperará con la iniciativa privada.89

Ya no podían esperar los gobiernos a que las fuerzas del mercado solucionen el
desempleo, pues el equilibrio con desempleo, podía ser estable y permanente. Ni que la
reducción de salarios incorporase más trabajadores, porque el menor ingreso implicaba
mayor desempleo. Ni que la reducción de los tipos de interés trajera mayor inversión,
porque cabía la posibilidad de que refuerce la preferencia por la liquidez.
Todos estas posibilidades suceden con mayor intensidad durante las depresiones, las
familias consumen menos y aumentan su propensión marginal a ahorrar y las empresas
postergan o reducen sus decisiones de inversión, por lo tanto sólo queda un recurso y
tan solo uno: la intervención del Estado para aumentar el nivel de gasto, con este la
demanda efectiva, con esta la producción y con ella el empleo. Hay que hacerlo aún con
emisión o con endeudamiento y aunque provoque déficit fiscal porque…

Si es necesario, el Estado deberá reforzar o provocar clases de inversiones que no


darán fruto alguno. Es mejor – a pesar, por supuesto que todavía es malo – que un
número moderado de hombres debería estar ocupado en cavar pozos para volver a
rellenarlos después, antes que un número mayor estuviera desocupado.90

A pesar del impacto de la revolución keynesiana esta no llegó a abordar ni a perturbar


en absoluto lo que luego se llamaría microeconomía en donde el mercado de
competencia perfecta es la regla general y el monopolio una falla. La distribución del
poder entre las corporaciones, los sindicatos, los trabajadores a título individual y los
consumidores subsistía y subsiste en la concepción clásica. Con respecto a todas estas
cuestiones el Estado no tenía por qué intervenir más de lo que lo había hecho en épocas
anteriores.

Keynes conjuró al íncubo de la depresión y el desempleo, liberando de él al


capitalismo, o al menos eso fue lo que se propuso. Así eliminó el único aspecto que
el capitalismo no podía explicar y que, según Marx, no podía superar. Pero eso fue
todo, la revolución keynesiana., desde este punto de vista, no sólo fue limitada, sino
intensamente conservadora. (…) en contraste con el que Marx había preconizado y
previsto, la proeza de Keynes se cifra en haber dejado tantas cosas como antes.91

A pesar de las contundentes argumentaciones de Keynes, sus ideas, para ser


completamente aceptadas, tuvieron que esperar a la segunda guerra mundial, al aumento
de la producción militar, claro ejemplo de intervención del Estado en la economía y a
sus consecuencias en términos de crecimiento y empleo.
En este sentido, la mayoría de los órganos estatales de asuntos bélicos estaban
administrados u asesorados por economistas de la nueva generación keynesiana. Por
otro lado la obra de Simon Kuznets (1901-1985), en la década del cuarenta, dando
forma a los conceptos corrientes de producto nacional bruto e ingreso nacional, otorgó,

89
Keynes, J. M. La teoría General de la ocupación, el interés y el dinero. Op. cit.
90
Keynes, J. M. La teoría General de la ocupación, el interés y el dinero. Op. cit.
91
Galbraith, John K. Historia de la economía. Op. cit.

34
más allá del aporte a la economía en general, un apoyo cuantitativo a las ideas
keynesianas.
Desde 1939 a 1944, Estados Unidos había casi duplicado su PIB, aumentado el
consumo interno, reducido el desempleo de 17,2% a 1,2%, mientras la intervención
estatal medida como gasto público había aumentado en 11 veces su valor desde 1939.
Marte, Dios de la guerra, había traído la confirmación y la comprobación de la
efectividad de las ideas keynesianas.

Nada nuevo bajo el sol. El neoliberalismo y la libertad de elegir… (de algunos)


A pesar de la preponderancia de las ideas keynesianas durante los 25 años siguientes,
las ideas liberales, y sus defensores, estuvieron siempre replegadas en lo que se
denominó microeconomía, a la espera de una nueva oportunidad de imponer la
hegemonía del dios mercado y sus banderas de la libertad de comercio y la defensa de la
propiedad privada.
Friedrich von Hayek (1899-1992), profesor de la Universidad de Chicago, afirmaba en
1944:

El sistema de precios cumplirá su función (…) sólo si prevalece la competencia, es


decir, si el productor particular tiene que adaptarse a los cambios de precios y no
puede regularlos.92

Y la oportunidad llegó de la mano de un fenómeno que la teoría keynesiana no había


analizado: la inflación. Cómo hablar de inflación en un tratado sobre la depresión.
Para finales de la década del 60 ya se había empezado a acelerar la inflación llegando en
los Estados Unidos al 8 por ciento anual.
Claramente Marx tenía razón y un capitalista mata a muchos otros. La economía
mundial se había transformado en una economía de oligopolios poderosos que, ante la
creciente y sostenida demanda, aumentaban rentabilidades subiendo los precios.
Asimismo, los Estados de Bienestar, habían consolidado sindicatos por actividad,
también poderosos que ante la caída del salario real o para obtener mejoras, conseguían
subas nominales de salarios. Este mecanismo se conocería como espiral precio-salario.
Concomitantemente en 1973 se produjo la crisis del petróleo y la fundación de la OPEP.
Los países petroleros, cansados de financiar el crecimiento de las naciones desarrolladas
sin participar del convite, ahora reunidos en un cartel a través del manejo de la oferta,
consiguieron un aumento del 400% en el precio del barril del petróleo 93. Este fue un
nuevo impulso, vía costos (energía para el transporte y la producción) para la inflación a
escala mundial que se convertiría en el nuevo problema económico a resolver.
Las teorías keynesianas al no tener respuesta ante la inflación, dejarían un espacio de
poder vacío y, como se sabe, si nadie lo ocupa, el poder mayor lo hará. Y lo hizo.
Las ideas liberales salieron de su reducto microeconómico y se lanzaron a liberar a la
sociedad de la ineficiencia y opresión de los Estados de Bienestar.
En 1911 en su obra El poder de compra del dinero, Irving Fisher (1864-1947) dio a
conocer su inmortal contribución al pensamiento económico: su ecuación cuantitativa

92
Hayek, F. El camino a la servidumbre. Citado en Galbraith. Op cit.
93
Los ingresos provenientes de la venta del petróleo se denominaron petrodólares y fueron depositados en
los principales bancos de Europa y Estados Unidos, Para evitar el colapso financiero que hubiese
significado pagar los intereses de semejante monto de depósitos debían ser prestados y así fue. De modo
fraudulento y oscuro, las dictaduras militares de los países latinoamericanos y sus elites empresariales,
recibieron esos préstamos que constituyeron el origen de la deuda externa. De este modo la deuda externa
más que ayudar a los países periféricos, fue creada para salvar a los bancos de los países centrales.
Cualquier semejanza con tiempos actuales no es pura coincidencia.

35
del dinero94. En ella los precios varían según el volumen de dinero en circulación,
habida cuenta de su velocidad de circulación o rotación, y del número de transacciones
en las que se utiliza. En ella está implícito que, en líneas generales la velocidad de
circulación es más o menos constante y que el volumen de transacciones es
relativamente estable en el corto plazo. De modo que un aumento o disminución de la
cantidad de dinero afecta directamente a los precios. Así nacería el aparato teórico
monetarista que utilizaría Friedman para frenar la inflación.
Milton Friedman (1912-2006), profesor de la universidad de Chicago y discípulo de
Hayek, fue el principal exponente norteamericano del mercado competitivo clásico que
a su entender sigue existiendo sin mayores alteraciones, salvo por la nefastas e
improcedentes intervenciones estatales.

El problema básico de la organización social es cómo coordinar las actividades


económicas de un gran número de personas. Aun en las sociedades relativamente
atrasadas se requiere una extensa división del trabajo y especialización de
funciones, a fin de hacer un uso efectivo de los recursos disponibles. En las
sociedades avanzadas, la escala en la cual la coordinación es requerida, para
aprovechar plenamente las oportunidades ofrecidas por la ciencia y tecnologías
modernas, es enormemente mayor... El desafío para el creyente en la libertad es
reconciliar esta generalizada interdependencia con la libertad individual95

El valor que traerá el bienestar general y que por lo tanto hay que defender es la libertad
individual. Traducida en términos económicos, implica protección a la propiedad
privada, libertad de empresa y competencia, que sólo pueden darse bajo el reinado del
mercado96.

Fundamentalmente, existen sólo dos modos de coordinar las actividades


económicas de millones de personas. Una es la dirección centralizada que implica
el uso de la coerción –la técnica del ejército y del moderno Estado totalitario. La
otra es la cooperación voluntaria de los individuos –la técnica del mercado 97

94
Para la misma época un olvidado y ocultado Silvio Gesell (1862-1930) elabora una nueva concepción
de la moneda y el crédito. Siguiendo la tradición de los economistas clásicos (Smith, Ricardo, Marx)
considera que el generador del valor es el trabajo. Los bienes son fruto del trabajo, por eso tienen valor,
pero el dinero no es fruto del trabajo, no tiene valor, el dinero representa bienes. Las papas, y todos los
bienes, pierden valor con el tiempo, se deprecian. En cambio el dinero que no tiene valor como bien, gana
valor con el tiempo a través del cobro de intereses. Esto es lo que Gesell considera antinatural. Por lo
tanto propone que el dinero tenga vencimiento y pierda valor durante el tiempo. Asimismo como esto
eliminaría los intereses y la especulación financiera, propuso que las tierras deben ser públicas y los
Estados expropiarlas con deuda pública. Algunos autores consideran a esta teoría no una tercera vía entre
el capitalismo y el marxismo, sino como una alternativa totalmente distinta a los sistemas económicos
conocidos, que dan en llamar economía de mercado sin capitalismo.
95
Friedman, M. Capitalismo y libertad. Citado en Boron A. Mercado, Estado y democracia. Capítulo 3.
(2003) Biblioteca virtual de CLACSO
96
Aunque como se ha dicho desde la otra vereda se pensaba lo contrario. Negamos la posibilidad del uso
consciente de la ley del valor, basados en la no existencia de un mercado libre que exprese
automáticamente la contradicción entre productores y consumidores; negamos la existencia de la
categoría mercancía en la relación entre empresas estatales, y consideramos todos los establecimientos
como parte de la única empresa que es el Estado (aunque en la práctica , no sucede todavía así en nuestro
país) La Ley del valor y el plan son dos términos ligados por una contradicción y su solución: podemos,
pues, decir que la planificación centralizada es el modo de ser de la sociedad socialista, su categoría
definitoria y el punto en que la conciencia del hombre alcanza, por fin, a sintetizar y dirigir la economía
hacia su meta, la plena liberación del ser humano en el marco de la sociedad comunista… Guevara,
Ernesto. CHE. Obras. Tomo II. Pág. 329
97
Friedman, M. Capitalismo y libertad. Citado en Boron A. Mercado, Estado y democracia. Op. cit.

36
Volviendo a la inflación y, luego del fracaso de la política fiscal y de los acuerdos de
precios y salarios para frenarla, solo subsistió la política monetaria.
No fue exactamente la cantidad de dinero como pensaba Fisher sino la manipulación de
las tasas de interés las que cumplieron idéntica función. A una inflación de dos dígitos
se le aplicó una tasa de interés también de dos dígitos. El aumento de la tasa, implicó
menor consumo e inversión y con ello, vía caída de la demanda y aumento de los stocks,
la caída de los precios. La inflación fue derrotada.
Lo que nunca destacaron los economistas monetaristas, o neoliberales como se los
denominaría más tarde, es que la política monetaria no es neutra. La caída de la
actividad económica tiene dos consecuencias. Por un lado el aumento de la
desocupación, especialmente en los sectores de trabajo menos calificado y, por el otro,
la destrucción y quiebre de pequeñas empresas que no tienen la oportunidad de soportar
varios meses con pérdidas como sí lo pueden hacer las más grandes, o bien por sus
dimensiones o por su acceso a mercados extranjeros. En definitiva, lejos de ser neutral,
el “éxito” de la política monetarista tiene como contracara mayor desocupación, pobreza
y concentración de la riqueza. Por otro lado surge claramente un ganador, un sector
cuyos precios no bajaron sino que subieron y que, reformas financieras y libre flujo de
capitales mediante, se consolidará como los grandes triunfadores y defensores de la
hegemonía neoliberal: la actividad especulativo financiera en general y los bancos en
particular.
Con el prestigio académico de haber frenado a la inflación, sin la competencia del
keynesianismo que se había mostrado estéril y con el apoyo del sector financiero y los
grandes grupos económicos, el neoliberalismo impuso al individuo y a la competencia
como valores universales y a la intervención estatal como su peor enemigo.

Se deja a todos... en libertad perfecta para buscar la consecución de sus propios


intereses, y entrar con su actividad y su capital en competencia con la actividad y
capital de los demás hombres o categorías sociales. El soberano queda
completamente exento de toda obligación... de dirigir las actividades de los
particulares y de encaminarlas hacia las ocupaciones que más convienen al interés
de la sociedad. De acuerdo con este sistema de libertad natural el soberano sólo
tiene que atender tres obligaciones, que son, sin duda, de grandísima importancia,
pero que se hallan al alcance y a la comprensión de una inteligencia corriente:
primera, la obligación de proteger a la sociedad de la violencia y de la invasión de
otras sociedades independientes; segunda, la obligación de proteger, hasta donde
esto es posible, a cada uno de los miembros de la sociedad, de la injusticia y de la
opresión que puedan recibir de otros miembros de la misma, es decir, la obligación
de establecer una exacta administración de la justicia; y tercera, la obligación de
realizar y conservar determinadas obras públicas y determinadas instituciones
públicas, cuya realización y mantenimiento no pueden ser nunca de interés para un
individuo particular..98

La hegemonía del mercado se construyó mediante la reinstauración del viejo modelo de


Estado gendarme liberal pero en nuevo contexto, la globalización 99, signada por las
nuevas tecnologías de la comunicación y de la información. Asimismo las
recomendaciones (imposiciones) del Consenso de Washington para los países de
98
Friedman, Milton y Rose. Libertad de elegir. Citado en Boron A. Mercado, Estado y democracia. Op.
cit.
99
Si bien excede al presente trabajo, cabe la pena mencionar que la globalización no es un proceso lineal,
universal, igual para todos, como se empeñaron en mostrar los teóricos neoliberales. Los avances en la
comunicación y el manejo de la información, la mundialización de los mercados, las nuevas tecnologías y
el resto de los cambios que caracterizan a la globalización, se dan en una estructura signada por el
binomio centro-periferia, se inscriben en ella y, por lo tanto, la correcta denominación sería la de países
globalizados y países globalizadores, de modo de marcar, tal asimetría.

37
América Latina y el “fin” de la alternativa comunista con la caída del muro de Berlín,
constituyeron un escenario inmejorable para la imposición de la ideología neoliberal y
las necesarias reformas: apertura comercial, libertad de empresa y comercio,
desregulación financiera y libre flujo de capitales, privatizaciones y flexibilización
laboral.
Concomitantemente a la desigualdad y la concentración de la riqueza, el influjo
neoliberal en las reformas y neoconservador en el mantenimiento del status quo, la caída
de la actividad industrial derivó de un incesante flujo de capitales a la actividad
especulativa financiera que, desregulada y con las nuevas tecnologías, se convirtió en el
destino privilegiado de los capitales globales. El aumento de los derivados financieros y
monetarios y su separación, cada vez mayor de la economía física, al querer transformar
las ganancias ficticias de los primeros mercados en riqueza real de los segundos, causó
crisis especulativas cada vez más frecuentes y significativas que van desde el
denominado efecto tequila de México en 1994 hasta el estallido de la burbuja
inmobiliaria en los Estados Unidos en el 2008.

Últimas palabras
En un mundo en donde el presupuesto militar de un país supera el producto interno
bruto de cien países, no podemos decir que el problema central de la ciencia económica,
como intentaban mostrar los neoclásicos (y ahora los neoliberales persistentemente) sea
la escasez100. Por otro lado, en ese mismo mundo el 85 por ciento de la riqueza mundial
pertenece al decil más elevado y, en la mitad más baja de esa pirámide, el 50 por ciento
de la población mundial adulta tiene que conformarse con el 1 por ciento de la
riqueza.101 Estas estadísticas o las que se consulte de cualquier fuente, arrojarán
insoportables y aberrantes cifras sobre el sufrimiento de miles de millones de personas
en el mundo y de la obscena y violenta opulencia de los privilegiados.
Claramente el problema de la ciencia económica son las relaciones sociales de
producción que provocan y amplían, año tras año, tal desigualdad. Es sobre ellas y no
sobre la escasez donde la producción de conocimiento económico tiene que poner todos
sus esfuerzos.
Ese conocimiento al que hacemos referencia, no es el conocimiento que nos presenta el
positivismo: universal, exacto, único, inmutable, sino por el contrario, como dice
Foucault, un conocimiento impregnado por la lucha y las relaciones de poder.

Para saber qué es (el conocimiento), para conocerlo realmente, para comprenderlo
en su raíz, en su fabricación, debemos aproximarnos a él no como filósofos sino
como políticos, debemos comprender cuáles son las relaciones de lucha y de poder.
(…) Sólo puede haber ciertos tipos de sujetos de conocimiento, órdenes de verdad,
dominios de saber, a partir de condiciones políticas, que son como el suelo en que
se forma el sujeto, los dominios de saber y las relaciones con la verdad.102

La desocupación, la pobreza, la desigualdad, la exclusión, de miles de millones de


personas existe. Los liberales culpabilizan de ella a los mismos pobres, por ineptos, por
vagos, por pretenciosos, por lo que fuere, pero son ellos los culpables y responsables de
sus propias miserias. El surgimiento del marxismo desplazo el eje, y la culpabilidad de
que la mayoría de la humanidad lleve una vida de bestias de carga ahora es del
100
Si bien los recursos son limitados no podemos decir que este deba ser el centro de atención de la
ciencia económica, teniendo en cuenta que su definición, como se dijo oportunamente, condiciona y
posibilita el universo de lo pensable y lo realizable.
101
World Institute for Development Economics Research (WIDER) de la Universidad de las Naciones
Unidas. Año 2000, citado en http://marin62.wordpress.com/ versión digital.
102
Foucault M. El discurso del Poder (1983) citado por Tamarit J. Poder y educación popular. (1992)

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capitalismo (y de las instituciones que lo reproducen y protegen), en el cual bajo el
tótem de la propiedad privada y el libre comercio condena, desde antes de su
nacimiento, a la mayor parte de la humanidad. Con Keynes aparece un nuevo actor a
quien culpar, el Estado, o mejor dicho su inacción. El pleno empleo es un caso especial
en el capitalismo, para todos los otros casos de equilibrio con desempleo, la
responsabilidad de que el desempleo persista es la falta de intervención del Estado.
Apareciendo un nuevo culpable en la causa, el juez le otorgó la libertad al capitalismo,
pero no a los pobres, quienes siempre serán sospechados, aunque desde esta perspectiva
de modo complementario y subsidiario, por prolíficos, incompetentes, ignorantes y
vagos, categorías todas que el liberalismo supo (y sabe) construir y legitimar.
La utopía neoliberal nos muestra una economía sin política ni historia. Una política sin
lucha ni conflicto y una historia sin ideología. En definitiva intenta imponer el
pensamiento único como hegemónico103, en el sentido de saturar nuestras conciencias y
percepciones de la realidad.
Debemos acercarnos a la economía de modo intencionado, comprometido, de modo no
neutral, porque en definitiva, no existe nada neutral.
Hemos intentado a través de este relato devolverle a la economía la historia, la política y
la ideología, no porque no estuviesen siempre allí, sino porque otros han intentado
negarlo, ocultarlo. No es cierto que nada pueda hacerse. No es cierto que la pobreza y la
exclusión sean inevitables. No es cierto que no existan alternativas porque, a decir
verdad, no queda otra opción que comprometerse.

En cierto modo, la derecha tiene razón cuando se identifica a sí misma con la


tranquilidad y el orden: es el orden, en efecto, de la cotidiana humillación de las
mayorías, pero orden al fin; la tranquilidad de que la injusticia siga siendo injusta y
el hambre hambriento.(…) La historia (y la economía política) es un profeta con la
mirada vuelta hacia atrás: por lo que fue, y contra lo que fue, anuncia lo que
será.104

Carlos Andujar

103
La hegemonía, dice Apple, es un cuerpo completo de prácticas y expectativas; nuestra asignación de
energía, nuestro entendimiento ordinario del hombre y su mundo. Es una serie de significados y valores
que, en la medida que son experimentados como prácticas, aparecen como recíprocamente confirmantes.
Constituyen así un sentido de la realidad para la mayoría de las personas de la sociedad, un sentido de lo
absoluto porque se experimenta como una realidad más allá de la cual a la mayoría de los miembros de
una sociedad le es muy difícil moverse en la mayoría de las áreas de su vida. Apple M. ideología y
currículo. 1986.
104
Galeano, Eduardo. Las Venas Abiertas de América Latina. Introducción

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