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Hoy estudiaremos los aspectos principales de la oración a la luz de ciertos principios bíblicos.
Lo primero que debemos entender es que la razón fundamental por la cual oramos es para
tener comunión íntima con Dios. Éste ha sido el deseo de Dios desde el principio de la
creación, pero debido al pecado original, esa comunión se rompió. Mas, Dios en Su infinito
amor, nos envió a Su hijo Jesucristo para restaurar esa comunión mediante Su sacrificio en la
cruz.
¿Qué es la oración?
Es una conversación o dialogo de nuestro espíritu con Dios. Orar es entrar al lugar secreto
para tener comunión íntima con Dios. Orar es darle el derecho y permiso legal para
intervenir en los asuntos terrenales.
Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. –Mateo
6:10
La oración es ejercer nuestra autoridad legal para invocar la influencia del cielo sobre la
tierra. Es una herramienta que nos ha dado Dios que, si lo usamos con perseverancia,
puede cambiar nuestras vidas y nuestras circunstancias. Dios interviene en la tierra cada
vez que alguien ora de acuerdo a Su espíritu y voluntad. Es por eso que el enemigo
intenta distraernos y desviarnos para que no oremos continuamente. Dios necesita un
cuerpo en la tierra para dar a luz todos Sus planes y proyectos.
Y busqué entre ellos hombre que hiciese vallado y que se pusiese en la brecha delante de
mí, a favor de la tierra, para que yo no la destruyese; y no lo hallé. –Ezequiel 22:30
La oración, es el vehículo por medio del cual el hombre se comunica con el Dios invisible.
La esencia de la oración está en nuestra comunión con Dios, es una unidad de amor y
propósito.
La Palabra de Dios nos enseña que dejemos al Espíritu que ore la perfecta voluntad y debe
ser en todo momento.
Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda
perseverancia y súplica por todos los santos. –Efesios 6:18
Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y
os será hecho. –Juan 15:7
¿Qué, pues? Oraré con el espíritu, pero oraré también con el entendimiento; contaré con el
espíritu, pero cantaré también con el entendimiento. -1 Corintios 14:15
La clave de todo esto es que conozcamos las promesas de Dios. ¡La Palabra y el Espíritu
anhelan unirse, provocando que todo el poder creativo de Dios esté disponible para nosotros!
Jesús siempre oró para que se hiciera la voluntad de Dios, y luego trabajó para que se
cumpliera.
Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste; porque tuyos son, y
todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y he sido glorificado en ellos. Y ya no estoy en el mundo;
mas éstos están en el mundo, y yo estoy en el mundo; mas éstos están en el mundo, y yo
voy a ti. Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno,
así como nosotros. Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu nombre; a
los que me diste, yo los guardé, y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición, para
que la Escritura se cumpliese. Pero ahora voy a ti; y hablo esto en el mundo, para que
tengan mi gozo cumplido en sí mismos. –Juan 17:9-13
Jesús conocía los propósitos del Padre celestial para Su vida y Él quería cumplir con ambos
deseos: hacer la voluntad de Dios y actuar de acuerdo a ella.
Jesús les dijo: Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra. –
Juan 4:34
En Juan 11:41-42, Jesús expresó Su confianza en que Dios escuchaba Sus oraciones:
“Entonces quitaron la piedra de donde había sido puesto el muerto. Y Jesús, alzando los ojos
a lo alto, dijo: Padre, gracias te doy por haberme oído. Yo sabía que siempre me oyes; pero
lo dije por causa de la multitud que está alrededor, para que crean que tú me has enviado”
(Juan 11:41-42).
¿Cuáles son los derechos que la oración no otorga ante los ojos de Dios?
Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser
hechos hijos de Dios. –Juan 1:12
Porque por gracia sois salvos por medio de la fe: y esto no de vosotros, pues es don de
Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. –Efesios 2:8-9
Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo
pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos. -2 Corintios
8:9
Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como
prospera tu alma. -3 Juan 1:2
Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres. –Juan 8:36
Nosotros somos “… linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por
Dios…” (1 Pedro 2:9).
Los levitas eran un grupo selecto que cumplía con el rol de ser intercesores o mediadores
entre Dios y el pueblo de Israel. La Biblia nos enseña que Dios le ha dado a la palabra
“sacerdote” un significado más amplio, con implicaciones significativas para la oración del
creyente. Dios levantó un Sacerdote, no solamente del linaje de Abraham, sino de su propia
casa, que sería fiel. Es Jesús, la segunda persona de la Trinidad, el Hijo de Dios, nuestro
Sumo Sacerdote.
Y nadie toma para sí esta honra, sino el que es llamado por Dios, como lo fue Aarón. Así
tampoco Cristo se glorificó a sí mismo haciéndose sumo sacerdote, sino el que le dijo: Tú
eres mi Hijo, Yo te he engendrado hoy. Como también dice en otro lugar: Tú eres sacerdote
para siempre, según el orden de Melquisedec. –Hebreos 5:4-6
Este Sacerdote no falló, sirvió a Dios perfectamente, supo cómo entrar en la presencia de
Dios y cómo representar al hombre ante Dios y a Dios ante el hombre. Así, Él creó una nueva
nación de personas que serían sacerdotes de Dios para el mundo. Esa nación se llama iglesia.
Acerca de esto el apóstol Pedro escribió:
Vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio
santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo […] Más
vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para
que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable. -1 Pedro
2:5,9
Hay varias maneras de prepararnos para entrar en la presencia de Dios, para que podamos
comunicarnos con Él, elevar una oración eficaz y ser Sus mediadores a favor del mundo. Para
permanecer en Su presencia, debemos seguir Sus instrucciones y caminos.
Cuando vemos la vida de Jesús, encontramos el ejemplo de una vida de oración. El secreto
del éxito de Jesús en el ministerio fue un estilo de vida de oración. Jesús, es nuestro
intercesor por excelencia. Necesitamos ser como Él, ya que es por medio de la oración que
nosotros somos empoderados para luchar y vencer toda circunstancia. Jesús nos manda a
orar siempre y no desmayar. Él sabía que tener una vida de oración constante es difícil y que
el desánimo viene cuando no vemos respuesta inmediata, pero por eso nos dejó al Espíritu
Santo para que nos ayude a seguir y no desmayemos. Orar es acercarse a Dios para pedirle
que cumpla Su voluntad en la tierra. Cristo enseño a Sus discípulos cómo hacerlo y les dio
este modelo a seguir:
Aconteció que estaba Jesús orando en un lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le
dijo: Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos. –Lucas 11:1
Y les dijo: Cuando oréis, decid: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu
nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El
pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestros pecados, porque también
nosotros perdonamos a todos los que nos deben. Y no nos metas en tentación, más líbranos
del mal. –Lucas 11:2-4
“Padre nuestro”: Llevamos ante Dios las preocupaciones de los demás como también las
nuestras, reconociendo que Dios es nuestra fuente.
“Que estás en los cielos”: Admitimos que necesitamos ayuda externa en la dimensión
terrenal, que necesitamos la ayuda de Dios, y dependemos de Jesús y del Espíritu como
nuestros intermediarios con Dios.
“Santificado sea tu nombre”: Adoramos al Padre como al Santo, glorificando todos Sus
atributos. Le honramos con nuestra vida y como tratamos a los demás.
“Venga tu reino. Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”: Expresemos
interés en el Reino de Dios y en lo que Él quiere lograr, antes que en nuestros propios
intereses.
“El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy”: Le pedimos a Dios que supla nuestras
necesidades diarias y que se encargue del proceso por el cual recibimos ese sustento.
“Y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos
los que nos deben”: Nosotros perdonamos a los demás para que Dios también nos
perdone a nosotros, para que luego Él escuche y conteste nuestras oraciones.
“Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal”: Nos mantenemos alerta de las
tentaciones y debilidades que Satanás explotará para dañar nuestra relación con Dios.
Oramos para que Dios nos proteja de sucumbir ante ellas.
“Porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén”:
Adoramos al Padre nuevamente, de antemano dándole a Él toda la gloria por la oración
contestada.
Principios bíblicos para orar efectivamente
En aquel día no me preguntaréis nada. De cierto, de cierto os digo, que todo cuanto
pidiereis al Padre en mi nombre, os lo hará. Hasta ahora nada habéis pedido en mi
nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido. –Juan 16:23-24
Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios
crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan. –hebreos 11:6
Algunas personas dicen: “No estoy seguro por qué cosas debo orar”. Otras veces nos
preguntamos por qué nuestras oraciones no son contestadas, y esto es porque pedimos mal,
es decir nuestras oraciones no están de acuerdo a Su Palabra. También puede ser por falta de
honra, porque es necesario que honremos a Dios, cada día, y en todo lo que hacemos.
Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites. –Santiago 4:3
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