A finales de los años 90 ya podíamos leer a diferentes pensadores que escribían sobre una espiritualidad más allá de la religión. Una espiritualidad sin Dios, sin iglesias, sin creencias. Ramon Andrés, ensayista, poeta y estudioso de la música, y Marià Corbí, director del Centre d’Estudi de les Tradicions de Saviesa, reflexionan en torno a esta cuestión moderados por Francesc Torralba. Somos muchos los asistentes esta noche en el Monasterio de Pedralbes, más que los que caben en la sala. Primero empieza a hablar Ramon Andrés, y le sigue Marià Corbí. El discurso está lleno de referencias filosóficas, de análisis sobre la condición humana, y de radiografías sobre la realidad que vivimos. Las frases se encadenan a una velocidad considerable, y si te distraes, te pierdes, como ahora. Nos hemos quedado pensando en la frase anterior y se nos ha escapado la presente. Suerte de las metáforas. Los ponentes las usan para ejemplificar lo que quieren expresar. Parece una competición de hallazgos plásticos. Nos apresuramos a anotarlas sin saber quién es el ganador.
Somos ansia y contabilidad
En un mundo moderno tiene importancia la técnica, el progreso. Somos contables de nosotros mismos, de nuestros éxitos, estamos constantemente sumando, restando, multiplicando, dividiendo. Y, por otro lado, queremos dar plenitud a esta ansia (deseo de eternidad) por caminos que hasta ahora no han sido articulados. Los caminos tradicionales, los pasados, nos son intransitables.
Las tumbas están llenas de biografías y no de restos
Detrás de esta angustia y contabilidad, el individuo busca ser diferente al resto, no hay un proyecto común, es inviable un fin colectivo. Se compite por obtener resultados, se persigue la perfección, vivimos ocupados en ser otro (futuro), para así morir siendo reconocidos no sólo como un cuerpo. Tiene prestigio la muerte, no el presente en que se vive.
Caminamos con el ego entre los dientes como si fuera un cuchillo
El miedo del anonimato nos hace ser ambiciosos, queremos destacar, resultar diferentes ante los demás. Esto rompe cualquier proyecto colectivo. El reto es deconstruir una utopía que nos ha llevado a la más absoluta miseria, una dependencia ante un mundo material sin precedentes.
Beber el vino de nuestros antepasados sin conservar la copa
Podemos beber del vino (sabiduría) de nuestros antepasados, pero no podemos hacerlo con la misma copa (religiones). Se debe crear un nuevo saber para crear modos de vida colectivos al ritmo que marcan las transformaciones de la ciencia, la tecnología. Las copas tradicionales no acaban de llenar nuestra ansia de forma satisfactoria.
Todas estas metáforas se refieren a la condición humana y a su evolución. De Dios se habla
poco. El protagonista es el ego. Para llegar a la espiritualidad tenemos que renunciar a este sentimiento de autosuficiencia, callarlo en todas sus dimensiones: deseos, recuerdos, expectativas. Permanecer en silencio, pero con lucidez.