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LEY, GRACIA, FE. Bosquejo bíblico para predicar de Gálatas 3:6-14


Así Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia.

Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son hijos de Abraham.

Y la Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de
antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las
naciones. 9 De modo que los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham.
10 
Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues
escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas
en el libro de la ley, para hacerlas. 11 Y que por la ley ninguno se justifica para con
Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá; 12 y la ley no es de fe, sino que
dice: El que hiciere estas cosas vivirá por ellas. 13 Cristo nos redimió de la
maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito
todo el que es colgado en un madero , 14 para que en Cristo Jesús la bendición de
Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa
del Espíritu.

Estas tres, mas la mayor de ellas es la «gracia».


La ley nos muestra nuestra necesidad.
La gracia revela la provisión de Dios para suplir esta necesidad.
La fe es la aplicación personal de esta provisión para suplir esta necesidad.

I. Por la ley hay condenación.

1 EXIGE UNA OBEDIENCIA PERFECTA. «Maldito todo aquel que no permanezca en


todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas» (v. 10). «El que ofende
en un punto es culpable de todo.» No podéis quebrantar un eslabón sin romper
toda la cadena.
2 NO PUEDE JUSTIFICAR UNA TRANSGRESIÓN. «Por la ley ninguno se justifica para
con Dios» (v. 11). Suele ser fácil para nosotros justificarnos a nuestros propios
ojos, pero es con Dios con quien tenemos que ver. Éste fue el engaño de los
fariseos (Lc. 16:15).
16:15 Entonces les dijo: Vosotros sois los que os justificáis a vosotros mismos
delante de los hombres; mas Dios conoce vuestros corazones; porque lo que los
hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación.
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3 CONFIAR EN LAS OBRAS DE LA LEY ES ESTAR BAJO LA MALDICIÓN (v. 10). Ésta es
la sentencia agostadora contra todos los que esperan alcanzar la vida eterna
tratando de obedecer las justas demandas de la ley. «Todo lo que la ley dice, lo
dice para los que están bajo la ley, para que toda boca se cierre» (Ro. 3:19). La
ley quería encerrarnos para que miráramos a Cristo.

II. Por la gracia hay salvación. «La gracia vino por Jesucristo» (Jn. 1:17).
17 
Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron
por medio de Jesucristo.
1 «CRISTO NOS REDIMIÓ DE LA MALDICIÓN DE LA LEY» (v. 13). Jesucristo nos ha
comprado con su misma Sangre. Ahora le pertenecemos y no estamos bajo la ley.
Así que quedamos liberados de su maldición. Uno es vuestro Maestro ahora, el
Cristo.
2 «HABIÉNDOSE HECHO MALDICIÓN POR NOSOTROS.» «Nacido bajo la ley, para
que redimiese a los que estaban bajo la ley» (Gá. 4:4, 5).
4:4 Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de
mujer y nacido bajo la ley, 4:5 para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a
fin de que recibiésemos la adopción de hijos.
Él se sometió bajo la ley, para poder entrar en contacto con los que estaban bajo
la maldición.
Él no podía ser hecho maldición por nosotros haciéndose desobediente a la ley.
Dijo: «No he venido a destruir la ley, sino a cumplirla» (Mt. 5:17).
De su voluntad tomó el lugar y la maldición de los que estaban bajo la ley,
llevando su pena al colgar de un madero (v. 13). Él murió por nosotros, el Justo por
los injustos, para llevarnos a Dios.

3 CRISTO NOS REDIMIÓ «para que… recibiésemos la promesa del Espíritu» (v. 14).
Es una gran bendición para nosotros ser liberados de la maldición y del dominio de
la ley. Es también un gran honor para Cristo que seamos poseídos por su Espíritu y
hechos testigos de Él. ¿No es éste el propósito final de nuestra redención?
Salvados para servir.

Él nos ha redimido para que recibiéramos la promesa del Espíritu. El Espíritu Santo
es prometido a cada creyente en Jesús, y una promesa es para la fe. «¿Recibisteis
el Espíritu Santo cuando creísteis?» (Hch. 19:2).

III. Por la fe hay justificación. «El justo por la fe vivirá» (v. 11).
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 Abraham fue justificado por la fe porque creyó en la promesa (v. 6). Esto fue 430
años de ser promulgada la ley.

 La promesa de la vida eterna, dada a nosotros en Cristo, que la Escritura previó


antes de Abraham (v. 8) es una revelación infinitamente mayor de Dios que la ley
dada por Moisés. La ley no ofrece promesa alguna, sino un mandamiento con una
pena por desobedecer. Al no tener promesa, no puede ser por fe.

 El Evangelio es una promesa gloriosamente honrosa de Dios, y por ello el


llamamiento es a la fe. «Todos los que creen son justificados de todas las cosas».
«El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a
condenación» (Jn. 5:24).

 Al ser el Evangelio ofrecido en promesa, entonces la salvación no puede ser por


obras. ¿Dónde está pues la jactancia? Queda excluida. ¿Por qué ley? ¿Por la de las
obras? No, sino por la ley de la fe (Ro. 3:27).
3:27 ¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de
las obras? No, sino por la ley de la fe.

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