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DESASTRES AMBIENTALES

Eider Elibey Dueñas Contreras

POLIAGRO-SENAD

UBALA-CUNDINAMARCA

OCTUBRE

2019
DESASTRE DE MINAMATA
Hace 50 años se produjo uno de los mayores desastres industriales de la historia,
con cerca de 900 muertos y más de 2000 afectados. No es el mayor ya que este
dudoso honor correspondería a otros como Bhopal o Chernobil. Pero si hay algo
que lo identifique y nos obligue a recordarlo es que no fue accidente, sino un claro
ejemplo de negligencia, búsqueda del lucro económico y desprecio al medio
ambiente.

En 1956, en la ciudad de Minamata (Japón), comenzaron a aparecer personas con


extraños síntomas como falta de coordinación y sensibilidad en manos y piernas,
perdidas de visión y audición y, en casos extremos, parálisis e incluso muerte. Las
autoridades ignoraron o minusvaloraron los primeros casos. Dado que la
enfermedad estaba localizada en una zona pequeña, se consideró que podría ser
contagiosa lo que llevo al aislamiento y ostracismo de sus habitantes. Fue
necesaria una revuelta de los mismos en 1959 para que comenzase un estudio
oficial del problema. Aun así, costo doce años determinar con exactitud las causas
aunque desde el comienzo se sospechó de una empresa química cercana como
responsable. Con los años, se descubrió que una factoría de la corporación
Chisso había estado arrojando, de forma oculta, grandes cantidades de mercurio a
una bahía cercana.

Este mercurio había entrado en la cadena alimentaria, contaminando a los peces y


otros animales que formaban parte de la alimentación de los habitantes de
Minamita. Los síntomas eran resultado de la intoxicación por metil mercurio, un
compuesto derivado de este metal.

Incluso ahora, esta historia puede servir de ejemplo y de advertencia sobre la


mezcla de intereses políticos y económicos que puede ocultar durante años un
problema medioambiental. Afortunadamente, ahora existen muchos más
mecanismos de control tanto legales como institucionales en la mayoría de los
países. Esperemos, por el bien de todos, que sean suficientes.

DESASTRE DEL CANAL DE LOVE

El empresario William T. Love comenzó en 1894 la construcción de un canal que


uniría el lago Ontario con el río Niágara, con el fin de proporcionar agua y energía
hidroeléctrica a una ciudad industrial modelo que había imaginado. Una obra que
finalmente quedó a medio construir por la falta de financiación.
Los desechos tóxicos fueron lavados por el agua de lluvia, haciendo que los
productos químicos enterrados se filtraran al canal
Varios años después, entre 1942 y 1952, la zanja cavada para el canal se convirtió
en un vertedero de basura cuando la empresa Hooker Chemical & Plastics
Corporation depositó 20.000 toneladas de productos químicos en ella, pero un año
después, en 1953, la Junta de Educación de Niagara Falls expropió por un dólar
simbólico los terrenos para construir el barrio de Love Canal. La empresa química
advirtió de los peligros de edificar sobre aquellos terrenos, renunciando a toda
responsabilidad por los daños futuros debido a la presencia de los productos
químicos enterrados. Pese a ello, el gobierno local consideró suficiente sellar el
vertedero con varias capas de arcilla y tierra. Pero se equivocaron.
Cuando en 1954 se llevó a cabo la construcción de la escuela, los
obreros descubrieron dos vertederos llenos de tambores de 210 litros que
contenían desechos químicos. A pesar del descubrimiento la Junta de Educación
decidió seguir adelante. En 1957, durante la construcción de nuevas viviendas que
iban a levantarse en tierras adyacentes al vertedero, y mientras se llevaban a cabo
las canalizaciones de gravilla, los equipos de construcción rompieron el sello de
arcilla, fragmentando las paredes del canal. Esto permitió que los desechos
tóxicos escaparan al ser lavados por el agua de lluvia, haciendo que los productos
químicos enterrados se filtraran al canal.
A pesar de los anteriores hechos, no hubo monitoreo ni evaluación de los
desechos químicos almacenados bajo el suelo, y el barrio de Love Canal siguió
creciendo. Durante los años siguientes, los vecinos advirtieron la presencia de
efluentes líquidos de color oscuro y malos olores saliendo de las alcantarillas, así
como problemas respiratorios, de fertilidad, taras genéticas, numerosos casos de
cáncer, y la contaminación de las aguas del río Niágara.
No fue hasta la primavera de 1977, que la Agencia de Protección Ambiental (EPA)
comenzó a estudiar los problemas de Love Canal, y un año después el
Departamento Estatal de Salud de Nueva York ordenó al Departamento de Salud
del Condado restringir el acceso al área e iniciar estudios de salud financiados por
el propio Estado. Los resultados mostraron la presencia de 200 sustancias
químicas contaminantes en el agua. Los resultados mostraron la presencia de 200
sustancias químicas contaminantes en el agua.
En 1979, mientras la EPA anunciaba la creación de un grupo de trabajo especial
para ayudar en la identificación y limpieza de los sitios con desechos tóxicos, una
de las escuelas cerró y cientos de familias fueron trasladadas y reubicadas. A
finales de ese mismo año, el Departamento Federal de Justicia demandó a Hooker
Chemical en relación a los productos químicos enterrados en cuatro sitios de la
ciudad, y un año después el Estado de Nueva York presentó una demanda de 635
millones de dólares contra Occidental Petroleum y dos de sus subsidiarias, Hooker
Chemical Corporation y Hooker Chemical & Plastics Corporation, alegando que
eran responsables del desastre de Love Canal, y en la que la empresa tuvo que
desembolsar más de 200 millones de dólares para descontaminar la zona.
Finalmente, el por aquel entonces Presidente de Estados Unidos, Jimmy
Carter, declaró en 1980 a Love Canal como zona catastrófica.
Hoy en día, la edificación sobre los cementerios de residuos es una práctica
totalmente prohibida. Las consecuencias no son pocas y tampoco baratas en
términos económicos y sanitarios. En el caso de Love Canal, el hecho de que los
residuos se depositaran directamente sobre el suelo y más tarde se removieran
las tierras para edificar sin tomar ningún tipo de medida, supuso que los lixiviados
llegaran a contaminar sus aguas subterráneas, de las que se abastecían. Así, los
habitantes de Love Canal estuvieron obteniendo agua durante años,
supuestamente potable, muy tóxica.
PRUEBAS DE JARRAS

La prueba de jarras es una técnica de laboratorio que pretende realizar una


simulación del proceso de clarificación del agua que se lleva a cabo en la planta,
de manera que permite evaluar a escala y de una manera rápida la acción que
ejerce sobre el proceso de clarificación la variación de los diferentes parámetros
como velocidad y/o tiempo de agitación, gradientes de velocidad producidos,
dosificación de diversos compuestos químicos solos o en combinaciones, etc.

La prueba de jarras se usa para:

 Evaluar, determinar y optimizar las variables químicas del proceso de


coagulación y/o floculación, esto es, medir el desempeño de uno o varios
productos químicos dados, coagulante, floculante, etc., y encontrar la dosificación
adecuada, tanto en términos de calidad final del agua obtenida, como en términos
económicos. Determinar la concentración de la solución de coagulante más
apropiada para utilizar en la planta.
 Encontrar el punto o etapa de dosificación adecuado para el producto que
se ensaya.
 Evaluar y comparar el desempeño de una combinación de productos frente
a: 
 Forma y secuencia de dosificación óptima de cada uno de ellos.
 Punto o etapa ideal de dosificación.
 Influencia en el proceso de la concentración de los químicos
dosificados.
 Determinación del pH óptimo de coagulación.
 En operación, tomar decisiones rápidas sobre la dosificación de químicos a
utilizar de acuerdo a las variaciones en la calidad del agua cruda.
 Evaluar los efectos de modificaciones en las condiciones de operación de la
planta sobre el proceso de clarificación.

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