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La perdurable herencia de la Teología de la Liberación

John L. Allen JR, Nueva York

Aunque esta frase no aparezca probablemente en ningún documento oficial, la


teología de la liberación se ha convertido, de distintas formas, en la Quinta
Conferencia General de Obispos de Latinoamérica y el Caribe, en el fantasma de
Banquo [1], una presencia espectral que ha asomado en todas las discusiones.
Como pareciera preverse, el fantasma de la teología de la liberación va a lograr un
éxito mayor que el original Shakespeariano.

Desde una perspectiva histórica, se puede argumentar que en la reunión del CELAM
que tuvo lugar en Medellín, Colombia en 1968, la teología de la liberación surgió
hacia fuera, que Puebla, en 1979, fue su marca de agua y Santo Domingo en 1992,
su Waterloo.

Subsecuentemente Aparecida será recordada como el momento en que el trigo de


la teología de la liberación fue separado de la paja. Sin declarar abiertamente su
intención, los obispos reunidos en el mayor santuario Mariano del hemisferio sur,
están decidiendo en efecto cuales aspectos de la teoría de la liberación perdurarán
como contribuciones permanentes al pensamiento Católico y a las prácticas
pastorales.

Aunque el trabajo de redacción del documento final de Aparecida aún no ha


concluido, algunos comentarios indirectos de los obispos y de otros participantes
durante la semana sugieren que su versión sobre el legado de la teología de la
liberación se expresará a partir de cuatro conceptos:

• la “opción preferencial por los pobres”


• el concepto del “pecado estructural”
• Las “Comunidades de Base”
• El método de “ ver, juzgar, actuar”

Es seguro que la “teología de la liberación” que emergerá de la Quinta Conferencia


General del CELAM se encontrará depurada, mayor firmeza sobre la primacía de la
santidad individual y mayor anclaje en, sobretodo, la misión pastoral de la iglesia,
incluida la explícita proclamación de la fe y el combate contra el relativismo moral
en la cultura en su sentido más amplio. Esto esta claro especialmente a la luz del
mensaje del 13 de Mayo pasado del Papa Benito XVI a los Obispos, en referencia a
que el catolicismo debe mantenerse independiente del alineamiento político
partidario.

Dado que el teólogo peruano Gustavo Gutiérrez Merino, que acuñara el término
“Teología de la Liberación” dijo alguna vez que el noventa por ciento del
movimiento lo constituye la opción preferencial por los pobres, Aparecida, en su
balance final puede constituir una especie de vindicación para los liberacionistas.

El concepto de una opción por los pobres fue concebido por primera vez en el
documento final de la Conferencia del CELAM en Medellín, 1968, en que se llamaba
a una “efectiva preferencia hacia los sectores más pobres y necesitados” de la
sociedad. En la reunión de 1979 en Puebla, los Obispos Latinoamericanos
produjeron un documento aún más explícito titulado “ Una Opción Preferencial por
los Pobres” y desde entonces esta frase ha penetrado progresivamente en el
lenguaje católico oficial.
Como todos los eslogan las frase se presta a múltiples interpretaciones, pero en el
fondo expresa la identificación de la iglesia con los sectores más vulnerables de la
sociedad y destaca la pobreza como un área de preocupación moral y social.

La verdad es que este legado de la teología de la liberación no se ha constituido


nunca en un desafío oficial. Aun cuando el agudamente crítico documento sobre la
teología de la liberación surgido en 1984 de la Congregación para la Doctrina de la
Fe, bajo la conducción del entonces Cardenal Joseph Ratzinger consignaba:” Esta
advertencia no debería ser en modo alguno interpretada como una desaprobación a
todos aquellos que quieren responder generosamente y con espíritu
auténticamente evangélico a la “opción preferencial por los pobres”

Con todo en algunos niveles, más bien bajos, algunos críticos han argumentado
que la idea de que la iglesia tenga “preferencia” por una determinada clase social
se contrapone a la universalidad del mensaje cristiano. Otros temen que la frase
traicione la visión sociológica “horizontal” de la misión Cristiana, otorgando
prioridad a la lucha contra la pobreza antes que a la evangelización y la santidad
individual.

Pese a estas preocupaciones, el término fue adoptado por Juan Pablo II, en su
encíclica “Sollicitudo rei socialis” de 1987: “ La opción preferencial o el amor
preferencial por los pobres... es una opción, una forma especial de primacía en el
ejercicio de la caridad Cristiana, sobre la que testimonia toda la tradición de la
iglesia. Afecta la vida de todo cristiano en tanto más busquen, el o ella, imitar la
vida de Cristo, pero se aplica igualmente a todas nuestras responsabilidades
sociales y por lo tanto a nuestra forma de vivir y a la lógica de nuestras decisiones
sobre nuestras propiedades y el uso de nuestros efectos materiales

Juan Pablo volvió a usar nuevamente dicho término en su exhortación apostólica a


la Iglesia de Asia en 1999 : “Buscando promover la dignidad humana, la Iglesia
señala el amor preferencial por los pobres y sin voz, porque el Señor se identificó
con ellos de manera especial”

Aunque es demasiado pronto para asegurar que la frase “ opción preferencial por
los pobres” vaya a aparecer en el documento de Aparecida, el concepto se halla
claramente incluido en los materiales ya elaborados. Esta mañana temprano, los
obispos presentaron una guía del documento que contiene siete puntos. En el sexto
relacionado con la misión de los discípulos de Cristo, se enumera un conjunto de
prioridades, especialmente entre ellas “ los pobres y excluidos”

Con relación al pecado estructural, también existen conceptos controvertidos. Los


críticos advierten que al tratar el pecado como una importante realidad de tipo
social, el concepto de responsabilidad personal puede verse oscurecido. Juan Pablo
II parece haber aludido a esto en su exhortación apostólica “ Reconciliación y
penitencia” de 1984: “El pecado en sentido estricto, es siempre un acto personal y
no propio de un grupo o comunidad” Juan Pablo escribió: “ Esta verdad no puede
ser ignorada con el objeto de echarle la culpa a los individuos, por los pecados
debidos a factores externos como las estructuras, los sistemas u otras personas”.

La enseñanza oficial de la iglesia ha comenzado a reconocer las dimensiones


estructurales y sociales del pecado.. El Compendio de la Doctrina Social de la
Iglesia, en su párrafo 119, describe de este modo el pecado social: “ Existen
obstáculos y condicionamientos que van más allá del breve lapso de la vida
individual, y que también interfieren en el proceso de desarrollo de los pueblos, el
retraso o la lentitud deben ser juzgados dentro de este enfoque” El Compendio
afirma, en efecto, que el pecado es siempre personal y social - es decir que
siempre se plantea desde la libre elección humana y produce consecuencias en los
demás.

Los Obispos de Aparecida parecen inclinados a endosar el concepto de pecado


estructural. En una conferencia de prensa a comienzos de esta semana, el Obispo
Julio Edgar Cabrera de Guatemala dijo: “ La Iglesia es consciente de que si uno es
discípulo de Cristo, uno puede y debe no solo cambiar como persona, sino que
también debe trabajar para cambiar las estructuras que contradicen la dignidad de
los hijos de Dios” En sus discursos en el ámbito del CELAM varios obispos se han
referido a las pecaminosas estructuras sociales.

Las “Comunidades de Base” son pequeños grupos de personas que se juntan para
estudiar la Biblia, compartir la fe, y realizar algunos emprendimientos de caridad o
de acción política, generalmente a escala local. En cierto grado estas comunidades
de base surgieron como respuesta a la severa escasez de sacerdotes en
Latinoamérica y han sido un intento de proveer cuidados pastorales y formación en
la fe en las sobrecargadas estructuras parroquiales. Como Philip Berryman y otros
lo han documentado, las comunidades de base no son producto actual de la
teología de la liberación; existían antes de que surgiera la teoría de la liberación, y
han continuado a pesar de su declinación. Lo que hicieron los liberacionistas fue
construir sobre el movimiento de comunidades de base, imprimiéndoles un enfoque
más explícitamente social.

Algunos teólogos de la liberación ven en las comunidades de base un modelo de la


“iglesia desde abajo” en contraste a menudo con la oficial, la jerarquía eclesiástica.
Este enfoque parece que pone nerviosos al Vaticano y a varios Obispos
Latinoamericanos, que temen la introducción de la lucha de clases de Marx dentro
de la Iglesia Católica. Esto se ha puesto de manifiesto por ejemplo en la censura
Vaticana al brasileño Fray Leonardo Boff en 1984.

Debido a estas controversias, algunos obispos y activistas eclesiásticos se han


distanciado de estas comunidades de base. Ahora a la luz de la escasez de
sacerdotes, de la competencia de los movimientos Pentecostales y Evangélicos y el
creciente fenómeno del abandono de la fe religiosa en las empobrecidas periferias
de las megaciudades latinoamericanas los obispos parecieran estar preparados para
aceptar en Aparecida las comunidades de base como modelo pastoral.

El jueves pasado, en una conferencia de prensa, el Cardenal Claudio Hummes, un


brasileño que conduce la Congregación de los Clérigos en el Vaticano, dijo sin
reservas: “ Hay muchas comunidades eclesiásticas de base y ellas son un gran
complemento para la iglesia latinoamericana” y agregó “ Están sufriendo una crisis,
pero continúan contribuyendo...no deben perderse, deben, más bien, ser
fortalecidas”

El hecho es que estos comentarios son de un funcionario mayor del Vaticano lo que
los vuelve más significativos, ya que en efecto les brinda “cobertura” a los Obispos
del CELAM para construir sobre el modelo de las comunidades de base.

Los Obispos latinoamericanos aparecen finalmente también comprometidos con el


“ver-juzgar-actuar”método de análisis de los problemas sociales. La idea es
observar las realidades sociales a la luz de la enseñanza social de la iglesia y luego
actuar para transformar en más justas esas realidades. En política eclesiástica “ver
- juzgar – actuar” se sobreentiende como una metáfora tendiente a darle mayor
poder al laico y al compromiso social.

Igual que las Comunidades de base, el método “ver-juzgar-actuar” tiene viejas


raíces: su pionero fue, a principios del siglo XX, el belga Fray Joseph Cardijn como
parte de su avance hacia los jóvenes trabajadores (Es conocido a veces como el
método “Jocista”, por el acrónimo francés del grupo fundado por Cardijn “ Juventud
Obrera Cristiana” o “ Young Christian Workers”) También como en el caso de las
comunidades de base, el método “ver-juzgar-actuar” fue entusiastamente adoptado
por los teólogos de la liberación.

Los críticos ven en el método un relativismo implícito, como si la verdad pudiera ser
elaborada mediante consensos obtenidos a través del proceso “ver -juzgar- actuar”.
Muchos ven también en el eslogan “ver -juzgar-actuar” superponerse una
espiritualidad “horizontal” asociada a la Teología de la Liberación.

Estas sensibilidades están, efectivamente bastante vivas en Aparecida. Harold


Segura un observador protestante de la Conferencia del CELAM, escribió que el
método “ver –juzgar -actuar” había sido incorporado en una de las reuniones
preparatorias de los documentos y luego formulado en clave más Trinitaria, en una
versión posterior (“ver con los ojos del Padre, juzgar invitado por el Hijo y actuar
bajo influencia del Espíritu”) y en el último borrador, dijo Segura, ya no está
explícitamente incluido. Informó que él lo planteó en una de las discusiones en un
grupo pequeño pero que un viejo obispo brasileño le dijo que : “ver -juzgar-
actuar”. es la Teología dela Liberación... y desafortunadamente nadie la quiere
aquí”

Es demasiado pronto para decir si el lenguaje de “ver -juzgar- actuar”. estará


presente en el documento final. Sin embargo en sus síntesis de prensa diarias los
obispos no se han cuidado de decir que ellos mismos están siguiendo el proceso
“ver -juzgar- actuar”. en la propia conferencia.

El lunes el Obispo José Luis Lacunza Maestrojuán de David, Panamá, dijo a los
periodistas que la guía del documento final de la reunión había sido aprobada por
los obispos siguiendo el método “ver -juzgar- actuar”. El jueves el Obispo Carlos
Aguiar Retes de Texcoco. México, dijo que se estaba realizando la revisión del
texto en pequeños grupos “trabajando con el método mira-juzga-actúa” Esto
significa que el uso oficial del “ver – juzgar - actuar”. continuará en Latinoamérica.

Importantes funcionarios de la Iglesia hablan a veces de los defectos de la teología


de la liberación con términos tendientes a borrarla: el Cardenal Renato Martino, por
ejemplo, Presidente del Pontificio Consejo de Justicia Y Paz, dijo a los periodistas en
San Pablo que: “No necesitamos la teología de la liberación porque está vinculada
al análisis marxista” Sin embargo parece evidente que en Aparecida los cuatro
elementos de la teología de la liberación – la opción preferencial por los pobres, el
pecado estructural, las comunidades de base y el método “ver -juzgar- actuar”. han
resistido ampliamente los test del tiempo.

La Quinta Conferencia General de los Obispos de Latinoamérica y el Caribe


concluye el 31 de mayo.

Traducción: Susana Merino

(1) Banquo. Fue un valiente y noble general, cuyos hijos de acuerdo con la profecía de
una bruja, heredarían el trono de Escocia. Como Macbeth, Banquo tiene ambiciosos
sueños, pero no los convierte en acción. En cierto sentido, el carácter de Banquo es una
repulsa a Macbeth, porque representa el sendero que este no elige tomar: un camino en
el que la ambición no necesita de la traición y el asesinato.

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