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Narraciones Vocacionales.

(Buenos días)
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1. Más vale dar que recibir. (En toda vocación es importante estar al servicio de los
demás con generosidad)

En los días en que un helado con sirope costaba mucho menos de lo que cuesta ahora, un
chico de diez años entró a un restaurante y se sentó a la mesa. La camarera le sirvió un
vaso con agua.
¿Cuánto cuesta un helado con sirope?
- preguntó el chico.
Cincuenta centavos. - le contestó la camarera.
El muchacho sacó algunas monedas del bolsillo y las contó.
-¿Cuánto vale un helado solo, sin sirope? – preguntó.
Había gente esperando por una mesa y la camarera estaba empezando a impacientarse.
-Treinta y cinco centavos – le dijo ásperamente.
El muchacho volvió a contar las monedas.
- Tráigame el helado solo – le dijo.
La camarera le trajo el helado, puso la cuenta sobre la mesa y se retiró. El chico, al
terminar con el helado, pagó en la caja y se fue. Cuando la camarera regresó y empezó a
limpiar la mesa, se quedó atónita. Al lado del plato vacío, había dejado el chico quince
centavos… su propina.
“… Recordando las palabras del Señor Jesús, que dijo:
Más bienaventurado es dar que recibir.” Hechos 20:35.
¿Estaríamos nosotros en la disposición de sacrificar un deseo por hacer lo que nos
corresponde? ¡Qué lección recibió la camarera y cuánto valor adquirió en un momento la
cantidad de … 15 centavos! (Valor a destacar: La generosidad)

2. La Caja de Regalo: La vida es un regalo de Dios hay que aprender a ser


agradecido.

Un joven estaba a punto de graduarse de la universidad. Hacía muchos meses que


admiraba un hermoso auto deportivo. Sabiendo que su padre podría comprárselo le dijo
que ese auto era todo lo que quería. Según se acercaba el día de Graduación, el joven
esperaba ver alguna señal de que su padre hubiese comprado el auto.
Finalmente, en la mañana del día de Graduación, su padre le llamó y le dijo lo orgulloso
que se sentía de tener un hijo tan bueno y lo mucho que lo amaba. Tenía en sus manos
una hermosa caja de regalo. Curioso y de algo decepcionado, el joven abrió la caja y lo que
encontró fue una Biblia, muy hermosa y con su nombre escrito en letras de oro.
Enojado, le gritó a su padre diciendo: "con todo el dinero que tienes, y lo único que me
das es esta Biblia?" y salió de la casa.
Pasaron muchos años y el joven se convirtió en un exitoso hombre de negocios. Tenía una
hermosa casa y una bonita familia. Al enterarse que su padre, que ya era anciano, estaba
muy enfermo, decidió visitarlo. No lo había vuelto a ver desde el día de su Graduación.
Antes de partir para verlo, recibió un telegrama que decía que su padre había muerto y le
había dejado todas sus posesiones, por lo cual debía salir urgentemente para arreglar
todos los trámites de inmediato.
Cuando llegó, una tristeza y arrepentimiento llenó su corazón de pronto.
Empezó a ver todos los documentos importantes que su padre tenía y encontró la Biblia
que en aquella ocasión le había dado. Con lágrimas, la abrió y empezó a hojear sus
páginas.
Su padre cuidadosamente había subrayado un verso en Mateo 7:11 "Y si vosotros siendo
malos, sabéis dar buenas cosas a vuestros hijos, ¿cuánto más nuestro Padre Celestial dará
a sus hijos lo que le pidan?
Mientras leía esas palabras, unas llaves de auto cayeron de la Biblia. Tenían una tarjeta del
lugar donde había visto ese auto deportivo que había deseado tanto. En la tarjeta estaba
la fecha del día de su graduación y las palabras: TOTALMENTE PAGADO.
¿Cuántas veces hemos rechazado y perdido las Bendiciones de Dios porque no vienen
envueltas en paquetes hermosos, como nosotros esperamos? ¿Cuántas veces hemos sido
desagradecidos con Dios? (Valor a destacar: LA GRATITUD)

3. ¿Puedes dormir cuando sopla el viento? (No hay mayor alegría que cumplir con
el deber responsablemente. La vida hay que vivirla responsablemente)

Un apuesto joven llegó a una finca a solicitar trabajo como jornalero. Cuando el viejo
granjero que lo entrevistaba le preguntó por sus calificaciones, éste contestó muy
confiado: “Yo puedo dormir cuando el viento sopla.” Esas palabras dejaron al granjero
algo confundido. No obstante, le simpatizaba el joven de apariencia agradable, y lo
contrató.
Días más tarde, una fuerte tormenta despertó bruscamente al granjero y a su esposa
durante la noche. Comenzaron ellos a inspeccionar todas las áreas para ver si todo estaba
bien asegurado. Encontraron que los cerrojos en la finca estaban bien sujetados. Una
buena provisión de leña había sido colocada al lado de la chimenea. Todas las
herramientas estaban bien organizadas en la cabaña de almacenaje. El tractor había sido
movido hasta el garaje. El granero estaba cerrado adecuadamente y hasta los animales
estaban tranquilos. El joven jornalero dormía plácida y profundamente. Todo estaba en
orden. El granjero entonces comprendió el significado de las palabras del joven, “Yo
puedo dormir cuando el viento sopla.”
Debido a que el jornalero fue fiel en desempeñar su trabajo cuando el cielo estaba claro,
estaba preparado para cuando azotara la tormenta. Por eso, cuando ésta llegó y el viento
sopló, estaba completamente tranquilo y sin temor alguno. Pudo dormir en paz.
¿Cómo podemos aplicar esta historia a nuestras vidas?
Cuando cumplimos con nuestro deber estamos tranquilos y serenos, no nos remuerde la
conciencia, por eso ni el sueño es perturbado por otras preocupaciones. (Valor a destacar
la Responsabilidad)

4.- La llamada de Saulo de Tarso (San Pablo) / (Dios llama a quien quiere y cuando
quiere y lo transforma)
El libro de los Hechos de los Apóstoles (9, 1-28) leemos la historia de la conversión de
Pablo. Cómo Pablo, creía estar en el camino recto y perseguía a los cristianos, sin presentir
que, dentro de poco, el Señor Jesús lo iba a llamar para que fuera “su Apóstol”. Jesús le
cambió los planes, fue un cambio de 180° y comienza a predicar el nombre de Jesús
resucitado, y se convierte de perseguidor en perseguido hasta dar su vida por el Evangelio.
Como a Saulo, también a nosotros, el Señor nos puede cambiar la vida. Lo mismo le
pasó a María de Nazareth, a los apóstoles, a los profetas ¿Estaría dispuesto a hacer los
cambios que el Señor me proponga en un determinado momento?
Para eso necesitamos hacer un discernimiento y para discernir correctamente es
necesario que os dejemos acompañar y que seamos dóciles al llamado de Dios.

5.- El llamado de Jeremías (1, 1 – 10) (A Dios hay que servirle desde la juventud, no
dejarle los últimos años de la vida)

Dios llama a quien quiere, donde quiere y como quiere. Ante el llamado de Dios,
Jeremías de aturde y tiene miedo, Es la reacción más normal de todo ser humano cuando
recibe una misión que supera sus fuerzas; pero cuando Dios llama, llama y da las fuerzas y
las cualidades. La juventud y la inexperiencia no puede ser motivo para no servirle al
Señor, no puede ser un pretexto. No podemos dejar las cosas de Dios para cuando
estemos viejos. Dios quiere nuestras fuerzas desde jóvenes.
Juan Bosco era un joven lleno de vida cuando se fue al seminario, tenía 20 años. Los
apóstoles eran jóvenes, María era una jovencita, Juan Bautista era joven, los profetas eran
hombres jóvenes, llenos de vida. Algunos de ellos murieron 30 o 40 años después de
haber andado con Jesús, por tanto, eran jóvenes cuando anduvieron con Jesús. Dios
puede hacer maravillas con tu vida al servicio del Reino de Dios.

7.-El Sueño de los nueve años.


Juanito Bosco, a los nueve años tiene un sueño que le marcó para toda la vida donde
descubrió su vocación y su misión al servicio de la juventud.
El sueño de los 9 años, de san Juan Bosco

Tuve por entonces un sueño que me quedó profundamente grabado en la mente para
toda la vida. En el sueño me pareció estar junto a mi casa, en un paraje bastante
espacioso, donde había reunida una muchedumbre de chiquillos en pleno juego. Unos
reían, otros jugaban, muchos blasfemaban. Al oír aquellas blasfemias, me metí, en medio
de ellos para hacerlos callar a puñetazos e insultos. En aquel momento apareció un
hombre muy respetable, de varonil aspecto, notablemente vestido. Un blanco manto le
cubría de arriba abajo; pero su rostro era luminoso, tanto que no se podía fijar en él la
mirada. Me llamó por mi nombre y me mandó ponerme al frente de aquellos muchachos,
añadiendo estas palabras: – No con golpes, sino con la mansedumbre y la caridad deberás
ganarte a éstos tus amigos.

Ponte, pues, ahora mismo a enseñarles la fealdad del pecado y la hermosura de la virtud.

- ¿Quién sois vos para mandarme estos imposibles? – Precisamente porque esto te parece
imposible, debes convertirlo en posible por la obediencia y la adquisición de la ciencia.

- ¿En dónde?, ¿Cómo podré adquirir la ciencia? – Yo te daré la Maestra, bajo cuya
disciplina podrás llegar a ser sabio y sin la cual toda sabiduría se convierte en necedad.

- Pero ¿quién sois vos que me habláis de este modo? – Yo soy el Hijo de aquella a quien tu
madre te acostumbró a saludar tres veces al día.

- Mi madre me dice que no me junte con los que no conozco sin su permiso; decidme, por
tanto, vuestro nombre.

- Mi nombre pregúntaselo a mi madre.

En aquel momento vi junto a él una Señora de aspecto majestuoso, vestida con un manto
que resplandecía por todas partes, como si cada uno de sus puntos fuera una estrella
refulgente. La cual, viéndome cada vez más desconcertado en mis preguntas y respuestas,
me indicó que me acercase a ella, y tomándome bondadosamente de la mano: – “Mira” –
me dijo.

Al mirar me di cuenta de que aquellos muchachos habían escapado, y vi en su lugar una


multitud de cabritos, perros, gatos, osos y varios otros animales.

- “He aquí tu campo, he aquí en donde debes trabajar.


Hazte humilde, fuerte y robusto, y lo que veas que ocurre en estos momentos con estos
animales, lo deberás tú hacer con mis hijos”.

En aquel momento, siempre en sueños, me eché a llorar.

Pedí que se me hablase de modo que pudiera comprender, pues no alcanzaba a entender
qué quería representar todo aquello. Entonces ella me puso la mano sobre la cabeza y me
dijo: – A su debido tiempo todo lo comprenderás. Dicho esto, un ruido me despertó y
desapareció la visión. Quedé muy aturdido. Me parecía que tenía deshechas las manos
por los puñetazos que había dado y me dolía la cara por las bofetadas recibidas; y
después, aquel personaje y aquella Señora de tal modo llenaron mi mente por lo dicho y
oído, que ya no pude reanudar el sueño aquella noche.

Por la mañana conté en seguida aquel sueño; primero a mis hermanos, que se echaron a
reír, y luego a mi madre y a la abuela. Mi hermano José decía: – “Tú serás pastor de
cabras, ovejas y otros animales”.

Mi madre: – “¡Quién sabe si un día serás sacerdote!”.

Antonio, con dureza: – “Tal vez, capitán de bandoleros”.

Pero la abuela, analfabeta del todo, con ribetes de teólogo, dio la sentencia definitiva: No
hay que hacer caso a los sueños.

Yo era de la opinión de mi abuela, pero nunca pude echar en olvido aquel sueño. Lo que
expondré a continuación dará explicación de ello. Y yo no hablé más de esto, y mis
parientes no le dieron la menor importancia. Pero cuando en el año 1588 fui a Roma para
tratar con el Papa sobre la Congregación Salesiana, él me hizo exponerle con detalle todas
las cosas que tuvieran alguna apariencia sobrenatural. Entonces conté por primera vez el
sueño que tuve a los nueve años. El Papa me mandó que lo escribiera literal y
detalladamente, y lo dejara para alentar a los hijos de la Congregación; ésta era
precisamente la finalidad de aquel viaje.

Reflexión:
En la vida de Don Bosco se cumplió a la perfección lo señalado en éste de sus 159
sueños proféticos. Toda su vida la empleó en transformar jóvenes difíciles como
fieras, en buenos cristianos como mansos corderos. Los 47 años de su sacerdocio
los dedicó por completo a educar la juventud y con la ayuda de María Auxiliadora
obtuvo que Jesucristo convirtiera y volviera buenos cristianos a centenares de
miles de jóvenes. Hoy tienen más de dos mil colegios en más de setenta países y
educan millones de jóvenes, especialmente a las clases pobres y abandonadas. Y
siguen obteniendo los mismos prodigios del primer sueño: los pecadores que son
como fieras se convierten en mansos corderos, o sea en católicos convencidos y
prácticos.

8.-.
La
Pérgola de rosas
San Juan Bosco tiene un sueño donde la Virgen le advierte que en el camino de su
vocación van a aparecer rosas y espinas y que advierta también a sus colaboradores
para que se mentalicen en esa realidad. En cualquier Misión siempre hay rosas y
espinas.

Sueño de la Pérgola de rosas

En 1864, don Bosco contó un sueño que había tenido diecisiete años atrás. He aquí sus
palabras:
Un día del año 1847, después de haber meditado yo mucho sobre la manera de hacer el
bien, especialmente en provecho de la juventud, se me apareció la Reina de los Cielos y
me condujo a un jardín delicioso. En él había un rústico, pero al mismo tiempo bellísimo y
amplio pórtico construido en forma de vestíbulo. Plantas trepadoras adornaban y cubrían
las pilastras, y sus grandes ramas, exuberantes de hojas y de flores, superponiéndose las
unas a las otras, se entrelazaban al mismo tiempo, formando un gracioso toldo. Este
pórtico daba a un bello sendero, a lo largo del cual se extendía un hermosísimo
emparrado, flanqueado y cubierto de maravillosos rosales en plena floración. También el
suelo estaba cubierto de rosas.

La Santísima Virgen me dijo:


—Avanza bajo ese emparrado; ese es el camino que
debes recorrer.
Me descalcé para no ajar aquellas flores. Me sentí satisfecho de haberme descalzado,
pues hubiera sentido tener que pisar unas rosas tan hermosas. Y sin más, comencé a
caminar; pero pronto me di cuenta de que aquellas rosas ocultaban punzantes espinas; de
forma que mis pies comenzaron a sangrar. Por tanto, después de haber dado algunos
pasos, me vi obligado a detenerme y seguidamente a volver atrás.
—Aquí es necesario llevar el calzado puesto, —dije a mi guía.
—¡Cierto! —me respondió— Se necesita un buen calzado.
Me calcé, pues, y volví a emprender el camino con algunos compañeros, los cuales habían
aparecido en aquel momento, pidiéndome que les permitiera acompañarme. Accedí y
siguieron detrás de mí bajo el emparrado, que era de una hermosura indecible; pero,
conforme avanzaba, me parecía más estrecho y más bajo.
Muchas ramas descendían de lo alto y subían como festones; otras avanzaban erectas
hacia el sendero. De los troncos de los rosales salían algunas ramas acá y acullá
horizontalmente; otras formaban un tupido seto, invadiendo gran parte del camino; otras
crecían en distintas direcciones a poca altura del suelo. Todas, sin embargo, estaban
cuajadas de rosas; yo no veía más que rosas a los lados, rosas encima de mí, rosas delante
de mis pasos.

Mientras tanto sentía agudos dolores en los pies y hacía algunas contorsiones con el
cuerpo al tocar las rosas de una y otra parte, comprobando que entre ellas se escondían
espinas aún más agudas.
Con todo, proseguí adelante. Mis piernas se enredaban en las ramas tendidas por el suelo
produciéndome dolorosas heridas; al intentar apartar una rama atravesada en el camino o
al agacharme para pasar por debajo de alguna otra, sentía las punzadas de las espinas, no
sólo en las manos, sino en todos mis miembros.

Las rosas que veía por encima de mí, también ocultaban una gran cantidad de espinas que
se me clavaban en la cabeza. A pesar de ello, animado por la Santísima Virgen proseguí mi
camino. De cuando en cuando experimentaba punzadas aún más intensas y penetrantes
que me producían un dolor agudísimo.

Entretanto, todos aquellos, y eran muchísimos, que me veían caminar bajo aquel
emparrado, decían:
¡Oh! Vean cómo [San] Juan Bosco camina siempre entre rosas; él sigue adelante sin
dificultades; todo le sale bien.

Pero los tales no veían las espinas que desgarraban mis miembros. Muchos clérigos,
sacerdotes y seglares, por mí invitados, comenzaron a seguirme con premura, atraídos por
la belleza de aquellas flores; pero cuando se dieron cuenta de que era necesario caminar
sobre punzantes espinas y que éstas brotaban por todas partes, comenzaron a decir a voz
en grito:
¡Nos han engañado!
—El que quiera caminar sin dificultad alguna sobre las rosas — les decía yo— que se
vuelva atrás; los demás que me sigan.

No pocos volvieron atrás. Después de haber recorrido un buen trecho de camino, me volví
para observar a mis compañeros. Pero ¡cuál no sería mi dolor!, al ver que Una gran parte
de ellos había desaparecido y otra parte, volviéndome las espaldas, se alejaba de mi.
Inmediatamente volví atrás para llamarlos, pero todo fue inútil, pues ni siquiera me
escuchaban. Entonces comencé a llorar desconsoladamente y a querellarme diciendo:
—¿Es posible que tenga que recorrer yo solo este camino tan difícil?
Pero pronto me sentí consolado. Vi avanzar hacia mí un numeroso grupo de sacerdotes,
de clérigos y de personas seglares, los cuales me dijeron:
—Aquí nos tienes; somos todos tuyos y estamos dispuestos a seguirte.

Poniéndome entonces al frente de ellos reemprendí el camino. Solamente algunos se


desanimaron, deteniéndose, pero la mayoría llegó conmigo a la meta.

Después de haber recorrido el emparrado en toda su longitud, me encontré en un nuevo y


amenísimo jardín, rodeado de todos mis seguidores. Todos estaban macilentos,
desgreñados, cubiertos de sangre. Entonces se levantó una suave brisa y al conjuro de la
misma todos sanaron. Sopló nuevamente otro vientecillo y, como por ensalmo, me
encontré rodeado de un inmenso número de jóvenes y de clérigos, de coadjutores y de
sacerdotes, que comenzaron a trabajar conmigo guiando a aquella juventud. A algunos no
los conocía, otras fisonomías, en cambio, me eran familiares.

Entretanto, habiendo llegado a un paraje elevado del jardín, me encontré con un edificio
colosal, sorprendente por su magnificencia artística, y al cruzar el umbral penetré en una
espaciosa sala tan rica, que ningún palacio del mundo podría contener otra igual. Estaba
completamente adornada con rosas flamantísimas y sin espinas, de las que emanaba un
suavísimo olor. Entonces, la Santísima Virgen, que había sido mi guía, me preguntó:

—¿Sabes qué es lo que significa lo que estás viendo ahora y lo que has observado antes?
—No —respondí—, os ruego que me lo expliquéis.

Entonces Ella dijo:


—Has de saber que el camino por ti recorrido entre rosas y espinas significa el cuidado con
que has de atender a la juventud; debes caminar con el calzado de la mortificación. Las
espinas que estaban a flor de tierra representan los afectos sensibles, las simpatías o
antipatías humanas que apartan al educador de su verdadero fin, que lo hieren o lo
detienen en su misión, que le impiden avanzar y cosechar coronas para la vida eterna. Las
rosas son símbolo de la caridad ardiente que debe ser tu distintivo y el de todos tus
seguidores. Las otras espinas son los obstáculos, los sufrimientos, los disgustos que
tendréis que soportar. Pero, no te desanimes. Con la caridad y con la mortificación
superaras todas las dificultades y llegaras a las rosas sin espinas.

Apenas la Madre de Dios hubo terminado de hablar, volví en mí y me encontré en mi


habitación».
Notable es la circunstancia y muy digna de señalar, de que San Juan Bosco no habla aquí
de un simple sueño, sino de una verdadera y auténtica visión. Al comenzar a expresarse, el
siervo de Dios dice categóricamente: «…A fin de que nos animemos a trabajar cada vez
más a la mayor gloria de Dios, ¡es contaré, no ya un sueño, sino lo que la misma Madre de
Dios me hizo ver».

Terminando su relato con las siguientes palabras: «Apenas la Madre de Dios hubo
terminado de hablar, volví en mí y me encontré en mi habitación». Tanto una como otra
expresión ponen de manifiesto que aquí se trata de una verdadera visión.

Reflexión:
El sueño le indica a Juan Bosco que el camino que espera será duro, que sus
amigos que al principio lo van a seguir para ayudarle, al poco tiempo, muchos lo
abandonarán. Este sueño, le está advirtiendo que así como Jesús advirtió sobre la
radicalidad de su seguimiento, así también tendrá que ser él en su misión. Debe
ser radical, Perseverar en primer lugar él y luego, deberá formar a sus seguidores
para que también sean perseverantes en el servicio a los jóvenes, Pero esta
reflexión es válida para todos los estados de vida del cristiano y para cualquier
misión que emprendamos. Debemos tener fe una convencida y mucha
generosidad.

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