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Trabajo Final Epistemología e Historia de la Lingüística

Alumna: Paulina Agüero

En el siguiente trabajo nos proponemos problematizar la categoría <ideologías lingüísticas>


en relación con los estudios poscoloniales propuesto por Kathiryn A. Woolard y observar cómo está
atravesado por la dicotomía identidad-otredad tomando partida particularmente por las poblaciones
indígenas, a partir de la siguiente premisa: “el colonialismo europeo ha explorado más las
ideologías lingüísticas de los colonizadores que de las poblaciones indígenas” (Woolard, 1998:51).
El recorrido del trabajo comenzará por las ideologías lingüísticas, sus distintas definiciones, hasta
cuestionarnos finalmente por la convergencia de las diferentes ideologías con la llegada de los
españoles a América. La hipótesis de lectura está enmarcada por las relaciones de poder, por el
significado político que guardan estos acontecimientos, por las estructuras sociales dominantes.

En primer lugar, nos disponemos a caracterizar la categoría <Ideologías lingüísticas>.


Podemos encontrar muchas definiciones al respecto, a continuación presentaremos algunas. El
término ideologías lingüísticas ha sido definido como “un cuerpo compartido de nociones de
sentido común sobre la naturaleza de la lengua en el mundo” (Rumsey, 1990:346). Por otro lado,
teniendo en cuenta su condición social, las ideologías lingüísticas fueron conceptualizadas como
“las ideas y los objetivos autoevidentes que son sustentados por un grupo en relación a los papeles
desempeñados por la lengua en la experiencia social de sus miembros, en tanto que estos
contribuyen a la expresión del grupo” (Heath, 1989:53). Sin embargo, la definición más simple nos
propone que son “las representaciones, sean explícitas o implícitas, que interpretan la relación
entre la lengua y los seres humanos en el mundo social”. (Woolard, 1998: 19) Como observamos la
cuestión social es un elemento que no puede separarse del concepto de estas ideologías de la lengua
“las ideologías de la lengua no tratan únicamente sobre la lengua. Más bien imaginan y ponen en
juego los vínculos de la lengua con la identidad, la moralidad y la epistemología” (ibídem: 19) La
identidad de un pueblo o comunidad está enraizado en su cultura, en sus valores, en su ideología y
en su lengua. El concepto de identidad se puede definir como un atributo individual que responde a
tres necesidades de lo humano: 1. La necesidad que tiene el sujeto de percibirse como una totalidad,
2. El requerimiento de que esa totalidad tenga una continuidad, ser “uno mismo” a través del
tiempo, y 3. La exigencia de que esta unidad sea reconocida por el contexto social, lo que se
denomina mismidad. La identidad de un individuo se construye a partir de la confrontación del ideal
del yo individual y del ideal social. En la difícil lucha que debe realizar el sujeto para conservar la
construcción que lo identifica, surge la figura del Otro, el alter, el ajeno, que cuestiona por similitud
o por diferencia esa construcción. De alguna manera, toda cultura es el resultado histórico de
múltiples confrontaciones que tratan de clasificar y ordenar el mundo de las identidades. El

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enfrenamiento entre los sujetos y los Otros, ha producido históricamente, un sinfín de situaciones
catastróficas y vergonzantes para la especie; Los genocidios que caracterizaron a la historia de la
humanidad y particularmente los que se produjeron en el siglo XV, siempre se vincularon con la
necesidad de eliminar a aquellos Otros –razas, religiones, culturas- que con su sola presencia,
cuestionaban la superioridad de la mayoría. Toda identidad “dura” necesita de otro –inferior-
marginal- para fundamentar y de ese modo justificar su pretendida superioridad.

Retomando el concepto que nos interesa, a las ideologías lingüísticas se les puede dar dos
usos: uno negativo y otro descriptivo. El uso negativo está vinculado con la tradición marxista a las
ideas de política y de poder: las ideologías se disponen como una falsa conciencia dentro de los
procesos de dominación política y las produce la clase dominante. Voloshinov, en “El signo
ideológico y la filosofía del lenguaje” (1930) nos introduce a pensar el concepto de ideología desde
una impronta social del lenguaje, desde una concepción marxista, “Un producto ideológico no sólo
constituye una parte de una realidad (…) sino que también reflecta y refracta otra realidad
exterior a él. Todo lo ideológico posee significado: representa, figura o simboliza algo que está
fuera de él. En otras palabras, es un signo. Sin signos, no hay ideología”. En la situación de uso del
lenguaje se expresa la relación del lenguaje con, por un lado, el mundo y por el otro, el hablante
(con su identidad y conciencia) que están regidas por las ideologías lingüísticas entre emisor y
receptor, en este punto, hablamos de una “conciencia del hablante” porque pertenece a una clase “el
hablante nunca aparece solo” y a su vez esa conciencia es algo individual. Por otro lado, el lado
luminoso del poder se caracteriza por la emancipación, es decir, la encarnación de la libertad: este
es el uso positivo que se le puede dar a las ideologías lingüísticas, las ideologías que trascienden las
clases dominantes, aunque igual siempre estén asociadas a las relaciones de poder. El espacio de las
ideologías lingüísticas donde los seres humanos piensan respecto a su lengua.

Creemos que es importante también mencionar la noción de ideología como algo total, lo
cual puede leerse como que nunca es posible observar algo sin ideología. La posición ideológica
organiza las relaciones sociales en general. Woolard (1998) presenta al hecho lingüístico total a
partir de las palabras de Silverstein como un dato total considerando que no se puede hacer
lingüística separando lo ideológico: (…) Michael Silverstein ha apuntado que la comprensión de
las ideologías lingüísticas es fundamental para conocer la evolución de la estructura lingüística:
“el hecho lingüístico total, el dato para la ciencia del lenguaje, es irreductiblemente dialéctico por
naturaleza. Es una interacción mutua e inestable, de formas de significación que están
contextualizadas en situaciones de uso interesado por los humanos, y que está mediada por el
fenómeno de la ideología cultural” (1985:220)

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A partir de la premisa que presentamos en la introducción, proponemos dar cuenta de las


ideologías lingüísticas de las poblaciones indígenas con el fin de exponer la dicotomía identidad-
otredad antes presentada, desde su lugar: las poblaciones indígenas desde un “nosotros” y los
europeos como los “otros”, vale aclarar, sin embargo, que en algunos relatos los mismos indígenas
se identifican (ya sea por imposición o lugar en que se encontraban) con la figura de los europeos,
por lo que para ellos el “nosotros” serían ellos con los conquistadores y los “otros”, los mexicanos.
A su vez, proponemos una interpretación de su conciencia de hablantes como portadores de una
propia ideología, lo que los identifica como comunidad lingüística y dar cuenta del uso negativo de
las ideologías lingüísticas en función de exponer el panorama de las relaciones sociales. En “Los
relatos de la conquista” de Todorov, observamos las ideologías lingüísticas que dan cuenta de la
conquista del imperio mexicano por parte de Cortés, se trata de diferentes relatos de origen indio
que narran “casi” la misma historia. Sin embargo, en este punto es interesante comprender la
conciencia de los diferentes narradores y trasmisores, ya que no todos los indios ocupan la misma
posición en el conflicto entre los españoles y el imperio mexicano. El texto menos “español” es el
de los Anales históricos de Tletelolco y no es casual que sea el relato más antiguo que se conoce
sobre la conquista de México. Es tan poco español que algunos de sus pasajes siguen siendo oscuros
para nosotros. Aunque está redactado con el alfabeto latino, está dirigido visiblemente a
interlocutores indios, y no se preocupa por explicar lo que podría ser incomprensible para un
extranjero. La única huella de influencia española son algunas palabras que designan realidades
nuevas: “capitán”, “cristianos”, “espada”, “caballo”. Aquí podemos reconocer la influencia de las
ideologías lingüísticas dominantes, a través de los términos referidos de influencia española. A su
vez, el uso que se le da a lengua está centrado en un público indio que pretende conservar su
identidad y también podemos comprender las palabras citadas de Voloshinov: las poblaciones
reflejan su realidad y a su vez, las realidades de mundos ajenos, en este caso de los conquistadores.
En el texto de trasmisor anónimo, el Códice Aubin, se observa en mayor grado la influencia
española: palabras españolas mezcladas con el original náhualt: sin embargo, fue redactado por una
persona que evidentemente había pasado por la enseñanza cristiana. La ideología cristiana enmarca
el texto. En el Códice Ramírez, Tovar es igualmente respetuoso de la identidad mexicana, aunque su
posición es la de una doble exterioridad: es capaz de llamar “bárbaros” tanto a los indios como a los
españoles, cambiando rápidamente de punto de vista, o de colocarse sucesivamente en la
interioridad de Alvarado y en la de Motecuhzoma, está consciente de que “cada quien actuaba
conforme a su usanza” (cap. II) Por otro lado, en la Historia de Tlaxcala, Muñoz Camargo nos
representa un punto de vista exclusivamente español; en su conciencia de hablante podemos
identificar que para él “los nuestros” son los soldados de Cortés y los indios son “esos pueblos”,

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“los indígenas”, “México es un”, a pesar de su presencia física en México, piensa desde España que
funge como el centro. En su relato, podemos encontrar también testimonios indios. Así, la voz de
los indios está presente, pero sólo en forma de citas: va subordinada al punto de vista homogéneo y
“español” de Muñoz Camargo.

Los relatos mencionados no cuentan exactamente la misma historia. Sin embargo, se


pueden aislar algunos momentos o temas comunes a todos los relatos aztecas de la conquista, y de
esta manera se revela la visión que los indios tenían del hecho. Uno de estos temas son los
presagios. Muñoz Camargo relata ocho prodigios considerados por los aztecas como signos
anunciadores: un cometa, un incendio, un rayo, otros cometas, las aguas del lago que hierven, una
extraña voz de mujer, un pájaro con diadema, hombres de dos cabezas, también agrega otros
provenientes de la tradición tlaxcalteca: otros cometas, un remolino de polvo. El Códice Aubin, por
su parte, narra el descenso de una columna de piedras. El hecho mismo de que estos prodigios se
encuentren al principio de los relatos implica que son considerados como un anuncio de los
acontecimientos narrados posteriormente. Todorov se cuestiona: ¿Ocurrieron realmente estas
profecías? La respuesta es que fueron fabricadas a posteriori, con conocimiento de causa, se trata de
“prospecciones retrospectivas”, es interesante notarlo en el relato más antiguo, los Anales
históricos, no toca el tema directamente. Podrían interpretarse estos presagios como una forma de
trasponer los hechos a un esquema para hacer inteligible y aceptable. Podríamos considerar tal
interpretación de la historia como un acto de resistencia en contra de la dominación española. Los
indios escriben sus relatos luego de la llegada de los españoles, lo hacen para conservar sus propias
creencias.

Otro de los temas es la llegada de los españoles, el hecho absolutamente inédito. Muñoz
Camargo habla de “cosas tan raras, peregrinas, tan nuevas y nunca vistas ni oídas (…)” (cap. I)
Las poblaciones indígenas perciben a los españoles con una visión “distanciada” de los
acontecimientos: los arcabuces se conviertes en “trompetas-de-fuego”, los barcos en colinas que se
desplazan por sí mismas, en casas que flotan con ayuda de paños, los caballos en “corzos”, y al
principio no se sabe realmente si están separados de los jinetes y si no comen también alimentos
humanos. Los españoles son presentados con mucha precisión como “otros”, revelando una
atención para todo lo que es diferente: el color de tez, el color de los cabellos y la barba, las ropas,
los alimentos, las armas. Otro rasgo característico de alteridad entre indios y españoles es que, en un
primer momento, se cree que éstos últimos son dioses. Muñoz Camargo describe las dudas de los
mexicanos: “si fuesen dioses (…) no derribaran nuestros oráculos ni maltrataran a nuestros dioses
porque fueran sus hermanos”, aunque por otra parte “eran dioses porque venían en animales muy

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extraños y jamás vistos ni oídos en el mundo” (cap. I) Esta suposición no se trata de unos dioses
cualesquiera sino de Quetzalcoatl, dios y rey legendario, echado de su trono, que había prometido
volver un día, se cree que Motecuhzoma creyó que Cortés era Quetzalcoatl. Sin embargo, Todorov
advierte que fue el mismo Cortés quien trató por todos los medios de imponer a los mexicanos la
sospecha de que él mismo era Quetzalcoatl, que había vuelto, a través de su manera de hablar “el
lenguaje de los otros” y de manipularlos mediante mitos. Es su novedad, su extrañeza, su diferencia,
que al mismo tiempo que su superioridad técnica, lleva a clasificar a los recién llegados como
dioses. Los aztecas han vivido hasta ese momento en un mundo relativamente cerrado, a pesar de la
extensión de su imperio; ignoran la alteridad humana radical y, al encontrarla, utilizan la única
categoría disponible, la que admite, justamente, la extrañeza radical: la de los dioses. En un segundo
momento, se impone otra imagen los españoles. Los “dioses” han demostrado ser, por el contrario,
apenas humanos, impulsados sólo por los instintos materiales. Todos los textos mencionan su
“apetito de riquezas”, lo cual provoca un desprecio de los mexicanos: “Como monos de larga cola
se apoderaron por todas partes del oro (…) porque es bien cierto que tenían mucha sed como si lo
enguyeran, como si murieran de hambre por él, como si lo descaran como puercos, el oro” (Códice
Florentin, cap. XII). A los ojos de los mexicanos los españoles son como seres simbólicamente
pobres, que apenas saben hablar e ignoran las dimensiones sociales y rituales de la vida. Les ofrecen
el regalo más prestigioso, la vestimenta de los dioses: la rechazan con desprecio, y sólo ven en ella
un montón de pluma. Les dan joyas refinadas: las destruyen para arrancar el oro en bruto “Lo
quemaron todo. Y el oro, lo hicieron lingotes, los españoles” (ibídem, cap. XVII) Por el contrario,
los mexicanos se representan a sí mismos profundamente ligados al ritual y poco dados a imitar los
comportamientos pragmáticos de los españoles.

Finalmente, podemos concluir que las ideologías lingüísticas, como forma de


representación de la lengua, son construcciones sociales que identifican a grupos de hablantes. Las
ideologías lingüísticas reflejan la relación entre el hablante y el lenguaje, la cual es reflexiva, y a su
vez la relación entre el lenguaje y el mundo, que es referencial. Estas relaciones representan la
importancia de las estas ideologías. Tal como cuando retomamos el concepto de signo ideológico de
Voloshinov y nos referimos a cómo un producto ideológico “refleja y refracta otra realidad
exterior”, las ideologías lingüísticas, en este caso de las poblaciones indígenas mexicanas, reflejan
su realidad y la de los conquistadores. Al mismo tiempo que reflejan su identidad y la de los
españoles, la concepción de un nosotros constituido por la figura de los “otros” que aparecieron
como un hecho “absolutamente inédito” y que llegaron para imponer su lengua y cultura,
condicionado específicamente por la religión: el catolicismo se presenta como un signo ideológico
que repercute en la visión de mundo de los indígenas. Como también los signos nuevos,

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conceptualizados en términos para referirse a aquello que ellos desconocían: caballos, espada,
capitán, barco. La identidad de los pueblos mexicanos fue condicionada por lo que ellos creyeron de
los conquistadores, en un primer momento, al considerarlos dioses y, es interesante observar cómo
en un segundo momento pasan a ser seres humanos corrientes, a quienes sólo les importaba el oro y
no valoraban todo aquello que simbolizaba mucho para las poblaciones. Comenzamos el trabajo
haciendo referencia a una premisa, la cual está relacionada a las relaciones de poder: las ideologías
lingüísticas de los conquistadores constituyen lo hegemónico y dominante y subordinan a las
ideologías lingüísticas de los conquistados, quienes se posicionan como débiles para completar el
proceso de conquista mediante la imposición de los valores españoles. Sin embargo, es importante
que se hayan preservado los códices y textos aquí presentados para conocer las realidades de los
pueblos originarios.

Bibliografía

 Falcón, Mabel (2001) Anotaciones sobre identidad y “otredad” en Revista Electrónica de


Psicología Política.
 Voloshinov, Valentín N. (1976): El signo ideológico y la filosofía del lenguaje, Buenos
Aires, Nueva Visión.        
 Schieffelin B. B., Woolard K. A, Kroskrity P. V, (1998): Ideologías linguisticas- Práctica y
teoria. Ed: Los libros de la Catarata. Versión traducida (2012)
 TODOROV, Tzvetan (1990): Relatos aztecas de la conquista, Grijalbo, México.

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