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Unidad 1

¿CÓMO ACTÚA “LO SOCIAL” EN LA


CONFORMACIÓN DEL PSIQUISMO?

PRIMERAS PREGUNTAS

 ¿Cómo actúa la ideología en la conformación de la subjetividad?


 ¿Cómo se vincula imaginariamente el sujeto con la realidad?
 ¿Qué nociones de discurso y poder sostiene M.Foucault?
 ¿Cómo los efectos de poder modelan a los sujetos a través del
discurso?
 ¿Las transformaciones sociales están ligadas a los procesos de
subjetivación?

OBJETIVOS

 Revisar tres categorías que permiten estudiar articulaciones entre


“lo social” y “lo subjetivo”: ideología, discurso, semblante.
 Advertir los sentidos que adquieren las representaciones sociales y
las ideologías en la vida cotidiana y sus efectos en los sujetos.
 Comprender que la “realidad” sólo puede ser abordada
imaginariamente.

 Preguntarse por el estatuto subjetivo de las relaciones de poder.

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CONTENIDOS
 La subjetividad como efecto del discurso. Discurso y lazo social.
 Papel que cumplen las representaciones sociales y las ideologías en
la institución subjetiva. Delimitación teórica de ambas nociones.
 Marx, Althusser y lo ideológico.
 La crítica a la ideología.
 Lacan y lo imaginario.
 El yo imaginario, funciones de reconocimiento y desconocimiento.
 El discurso y los modos de subjetivación en la propuesta foucultiana.
 Foucault y la tríada sujeto-poder-saber.
 Las transformaciones sociales y los procesos de subjetivación.

PALABRAS CLAVES
 sujeto social / sujeto histórico/ agente – emergente
 discurso/ enunciado/ representación
 representación social / ideología / posición crítica o acrítica

 poder / saber / verdad / producción

subjetivación-objetivación / discurso 

sujeto ideológico / sujeto sujetado


BIBLIOGRAFÍA

 Cuadernillo de Psicología (FHUC). “Unidad 1”. Versión 2020.


Autor: Jorge Malachevsky (se descarga en el aula virtual).

 ALTHUSSER, Louis; “Ideología y aparatos ideológicos del


estado”. Paidós, Buenos Aires, 1998. Primera parte (pp. 1-66).
- Link:
https://terceridad.net/STR/semestre_2017-
1/libros_completos_opcional/Althusser,%20L.Ideologia-y-
Aparatos-Ideologicos-de-EStado-Louis-Althusser.pdf

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 CARUSO, Marcelo y DUSSEL, Inés; impact Ed.Kapepuz,
Buenos Aires, 1996. Cap. 3 "Te llevo bajo mi piel. El poder en
la escuela".
- Link:
https://dokumen.tips/documents/de-sarmiento-a-los-simpsons-
te-llevo-bajo-mi-piel-el-poder-en-la-escuela.html

 MALACHEVSKY, Jorge; “Poder y subjetividad”. Apunte de


uso interno en la Cátedra “Psicología”, FHUC, Santa Fe, 2004
(Versión revisada 2012).
- Link:
http://www.ignacioneffen.com.ar/Textos/Jorge_Malachevsky_
Poder_y_Subjetividad.pdf

 RICOEUR, Paul; “Conferencia introductoria” en Ideología y


utopía. Gedisa Editorial, Barcelona, 1994, (p.45 a 61).
- Link:
https://wetransfer.com/downloads/6f49ae7546e4941bc41960b
245d0732220200424105930/11095893b5eaf1db2438ccd1de01
bf8b20200424110012/410df7

BIBLIOGRAFÍA COMPLEMENTARIA

 BRITOS, M.P.; Michel Foucault:La constitución del sujeto, en


“Éticas del Siglo”. Teknhe, Rosario, 1994.
 CARUSSO, Marcelo y DUSSEL, Inés; “De Sarmiento a los
Simpsons”. Ed. Kapelusz, Buenos Aires, 1998.
 EAGLETON, T.; La ideología y sus vicisitudes en el marxismo
occidental en “Ideología. Un mapa de la cuestión”. Fondo de Cultura
Económica, México, 2005.
 FOUCAULT, M.; “El orden del discurso”. Barcelona, Ed.Tusquets,
1973.

 GARCÍA HODGSON, H.; “Deleuze, Foucault, Lacan. Una política


del discurso”. Edit. Quadrata. Buenos Aires. 2006.
 GRUNËR, E.; El retorno de la teoría crítica de la cultura: una
introducción alegórica a Jameson y Zizek en JAMESON, F. y
ZIZEK,S.;“Estudios Culturales. Reflexiones sobre el
multiculturalismo”. Paidós, Buenos Aires, 1998.

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 MALACHEVSKY, Jorge; “Sobre los impactos discursivos en la
subjetividad”. Apunte de uso interno en la Cátedra “Psicología”,
FHUC, Santa Fe, 2000 (Versión revisada 2012).
http://www.ignacioneffen.com.ar/Textos/JORGE_MALACHEVSKY_Sobre_los_im
pactos_discursivos_en_la_subjetividad_Versi%C3%B3n_2012.pdf

 QUIROGA, A.; Psicología social y crítica a la vida cotidiana, en


“Enfoques y perspectivas en psicología social”. Ed.Cinco, Buenos
Aires, 1987.
 ZIZEK, S.; El espectro de la ideología en “Ideología. Un mapa de la
cuestión”. Fondo de Cultura Económica, México, 2005.

1.1. Lo social y lo subjetivo


Buscamos en esta Unidad revisar la idea de que lo social actúa en la
conformación del psiquismo, y ello nos lleva a preguntarnos como se
articulan estas dos categorías: “lo social” y “lo subjetivo”. La Filosofía, la
Sociología, la Antropología, los Estudios Culturales o las Ciencias Políticas
entre otros campos del saber contribuyen a dimensionar la complejidad de lo
que se ha dado en llamar “lo social”. Esta complejidad no pretende ser
comprimida al sesgo que desde esta Unidad vamos a adoptar para abordar
esa categoría. Sería muy interesante hacer un recorrido genealógico de “lo
social”, comprendiendo en qué momento histórico se constituye como objeto
de interés o reflexión y qué trasformaciones sufre hasta hoy. Sin embargo
ese propósito excedería el de esta Asignatura, por lo que nos vemos
obligados a elegir y a destacar sólo algunas perspectivas.

Es obvio que si encaramos las cosas desde nuestro punto de vista, es porque
vamos a poner el acento más en el sujeto que en la estructura social. De
todas maneras el modo en que esta última sea definida da particularidades a
ese acento, y no es posible eludir la relación innegable entre uno y otra.
Aclarado esto, indiquemos que nuestra perspectiva apunta a producir una
reflexión en torno a cómo es que eso social se hace psíquico, se internaliza o
da lugar a estructuras íntimas de la subjetividad. El primer supuesto
relevante con el que nos encontramos es entonces que “lo social” se entiende
como el trasfondo y la trama a partir de la cual se dispone “lo subjetivo”. El
envés de este supuesto nos lleva a que, si eso es posible, es porque desde lo
psíquico se da un lugar a lo social, y lo subjetivo aparece como lugar de
reproducción a la vez que de creación de lo social. El sujeto mismo arma y
vive su “versión imaginaria” de lo social y lo hace posible, participando con
su cuerpo en la vida cotidiana. Estos dos supuestos, combinados, han sido
expresados de diferentes maneras por distintos autores. Una, diciendo que el

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sujeto es emergente y a la vez agente de lo social. Otra, apelando a la
dialéctica entre lo intersubjetivo y lo intrasubjetivo. Finalmente, rompiendo
con la dualidad individuo-sociedad- a la manera en que lo hace el
psicoanálisis lacaniano, al destacar la relación entre el sujeto y el Otro. O
también, entendida en términos foucultianos, pensada en las objetivaciones
del sujeto frente a los modos de subjetivación.

De hecho en la subjetividad no hay nada natural, o tal vez lo único natural


sea que ella es social. Las psicologías sociales han nombrado
tradicionalmente esta esencia de lo humano en términos de “sujeto social”, y
ello ha sido posible a partir del momento en que se ha puesto el acento en la
historicidad de lo subjetivo, en la aprehensión de un “sujeto histórico”. La
idea de un “sujeto social” involucra necesariamente la aceptación de que la
subjetividad es una construcción histórica y ello frente a otras perspectivas
que deshistorizan lo subjetivo (como es el caso, por ejemplo del “sujeto
cartesiano” o del “sujeto abstracto” presente en los sujetos “biológico” o
“maquínico” a tratar en la Unidad 3 de nuestro Programa). La entrada del
sujeto a la historia a su vez, lo cualifica como producto de una red de
experiencias ubicables espacio-temporalmente, y no sólo como una
estructura psíquica cuya construcción se desarrolla siguiendo pasos pre-
establecidos (como supondría el “sujeto epistémico piagetiano” que veremos
en la Unidad 4). En todo caso, si hay una jerarquía que permite comprender
aspectos del psiquismo, ella a la vez, está sujeta a las contingencias de la
historia. Cada hombre vive su propia historia, dentro de un escenario que a
su vez deviene históricamente.
La dimensión histórica a las que nos referimos, no debe ser pensada sólo en
el trasfondo de una historia evolutiva y lineal como la que plantearía el
historicismo tradicional. Más bien, se trata de la historia del “modo de
producción” que se liga a una “falsa totalidad” que nunca cierra. En otras
palabras, hay algo de lo subjetivo que aunque tenga su propio ritmo, sigue
construyéndose, no está cerrado y refleja el pulso en el que se mueve lo
social o, el pulso en el que lo social se va produciendo. De allí que hayamos
elegido en esta Unidad tres perspectivas que remarcan esta cualidad de “no
cierre”: crítica al sujeto ideológico, sujeto de discurso y subjetividad
inconsciente. Si por un lado destacamos la construcción ideológica del
psiquismo dependiente de las condiciones históricas, por otro, planteamos
una crítica al sujeto ideológico –la cual también se refiere a un devenir. Si de
alguna manera se indica cómo la subjetividad está sujeta a los discursos
sociales, a la vez se hace hincapié en su capacidad de fuga. Es decir, frente a
las “objetivaciones” que el discurso impone a la subjetividad, el planteo
foucultiano apuesta también a modos de subjetivación marginales. En
realidad la tercera perspectiva –la psicoanalítica, la introduciremos de lleno
en la Unidad 2, pero podemos adelantar que destaca un registro imaginario
como parte de la subjetividad humana, que sostiene una ficción que le

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permite al sujeto construir una realidad, aunque también, la posibilidad de
sustituirla por otra.

Finalmente hay que enunciar otro presupuesto que nos admite hacer
articulaciones entre lo psíquico y lo social, y consiste en afirmar que ambas
categorías necesariamente están referidas al lenguaje o a lo simbólico1. Lo
simbólico es lo que hace posible un ordenamiento social y a su vez una
estructura subjetiva. Este supuesto hay que rastrearlo tal vez en la existencia
“de una larga y profunda tradición marxista que ha hecho del lenguaje (y por
extensión del espacio simbólico-cultural o `representacional´) un escenario
privilegiado, y a veces decisivo, de los conflictos sociales e ideológicos y de
la constitución de las identidades” (Grunber:41).

Identifiquemos ahora qué es “lo social”, cuáles son las figuras que hemos
elegido asignarle a “lo social” que nos permitan hablar en términos que nos
acerquen a la cuestión subjetiva. Expresémoslo directamente, lo social lo
vamos a asimilar a tres categorías que responden a campos teóricos diversos
entre los que intentaremos buscar un diálogo posible: lo ideológico, lo
discursivo y el producto de un anudamiento imaginario-simbólico. Al
seleccionar estas tres categorías, nos hemos inclinado más bien por
responder el interrogante que plantea esta Unidad desde referentes del
pensamiento contemporáneo que nos parecen destacados. Tal vez sea
conveniente aclarar que además, esos referentes nos han parecido de mayor
riqueza que los que podrían brindarnos las llamadas “Psicologías Sociales”
que se alegan el derecho de definir y pensar la problemática del “sujeto
social”.

En principio trabajaremos sobre las Teorías sobre la Ideología y la Crítica a


la Ideología siguiendo autores como C.Marx, L.Althusser. P.Ricoeur y
S.Zizek, quienes plantearon reflexiones que dispondremos como aportes a la
cuestión de la subjetividad. “Lo social” se asimilaría aquí a “lo ideológico”,
y nuestra preocupación apuntará a resolver por qué y cómo el sujeto se
vuelve “sujeto ideológico”. Una formación o estructura social busca

1 El hombre es un ser simbólico porque es capaz de producir, utilizar e interpretar símbolos.


Si yo imagino cómo podría ser un átomo, estoy produciendo o generando un símbolo. Si yo
me acerco al enemigo portando una bandera blanca, estoy utilizando un símbolo, y si yo veo
que mi vecino ahora no me saluda más, estaré interpretando un símbolo. En cualquiera de
estos casos, un símbolo es algo (una imagen, un gesto, etc) que representa algo (un átomo,
una intención de rendición, una intención por ignorar). Lo simbólico es entonces, lo que se
genera a partir de la presencia de símbolos. Los símbolos pueden ser cualquier tipo de
representación gráfica, icónica, oral o gestual que reemplaza a una idea, a una forma de sentir,
a una opinión, etc. Es claro que todo aquello que sea simbólico también forma parte del
lenguaje y de la comunicación entre los hombres, y además, que los símbolos permiten
interpretar la realidad y moverse en ella. De tal manera, lo simbólico hace posible un
ordenamiento social y al mismo tiempo una estructura subjetiva – esto último, entendiendo
que la realidad psíquica deriva de la capacidad simbólica de los hombres.

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reproducirse, legitimar su orden y para ello cuenta entre otros, con los
aparatos ideológicos. La ideología se presenta como algo que interpela al
sujeto. El sujeto busca y es llevado a reconocerse en los espejos que ofrece la
ideología y en ese gesto, se conforma como sujeto, agregando su fuerza
productiva a la reproducción de la estructura social.

En segundo lugar, no podríamos obviar lo que la Arqueología del Saber o la


Genealogía del Poder –disciplinas éstas compuestas por Michel Foucault,
tienen por decir sobre la relación entre poder, saber y sujeto. En Foucault “lo
social” no puede ser pensado sino en términos de relaciones de poder que
constituyen relaciones de producción, y lo subjetivo encaja allí
aproximándonos a la consideración de un “sujeto sujetado”. Mejor, o se trata
de un sujeto sujetado por las formaciones discursivas –abrazado por
dispositivos de disciplinamiento social o de control- o se trata de
modalidades de subjetivación que se resisten a ser desmedidamente
gobernadas por dichos dispositivos. En esta dirección, nos hemos inclinado
por una acepción de lo social, en la que en cierta manera éste queda
transformado en “lo discursivo”. “Lo social” y “lo discursivo” pasan a ser
términos que guardan cierta equivalencia. La relación sujeto-discurso-poder
se yuxtapone aquí con la relación lo subjetivo-lo social. Emprendemos
entonces una tarea que consiste en ver cómo definiendo “lo discursivo” o el
discurso, vamos a definir “lo social”.

La tercera perspectiva elegida en esta Unidad la introduce el psicoanálisis


lacaniano, llevándonos a comprender el funcionamiento de dos registros
anudados que componen la subjetividad, el registro imaginario anudado al
simbólico. Una parte importante de la relación que un sujeto establece con su
realidad social es el resultado de este anudamiento. En cierto sentido, la
realidad social para Lacan, tiene un carácter de semblante, se constituye
como una apariencia frente al sujeto, apariencia que los mecanismos
inconscientes del mismo sujeto se consagran a componer.

Como se podrá apreciar, cada una de las tres perspectivas elegidas abordará
lo que para su campo específico se ha planteado como relevante en esta
articulación a indagar, entre lo social y lo psíquico. Por supuesto estas
equivalencias (lo social igual a lo discusivo, a lo ideológico o a un
semblante) son elecciones que realiza la Cátedra entre otras, para poder
explicitar la constitución subjetiva en el marco de la relación del sujeto con
el otro –identifíquese a ese otro con un semejante, con el grupo o con la
masa, con la institución, con la comunidad, cono lo discursivo o con el Otro
simbólico lacaniano.

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Finalmente debemos comunicar otro supuesto que en el mejor de los casos
se introduce para cuidarnos de reducir lo planteado en esta Unidad a un
mundo ideacional: cuando hablamos de subjetividad incluimos también al
cuerpo. El cuerpo es parte constitutiva de la categoría “sujeto”. En otras
palabras, el psiquismo no es la mente sin correlación a una corporeidad, y en
la realidad humana no hay corporeidad que no esté atravesada por
estructuras simbólicas o en tensión con ellas. Las nociones seleccionadas
para analizar la articulación entre lo social y lo subjetivo en esta Unidad –
discurso, ideología e imaginario/simbólico- son fieles a este supuesto.

1.2 Discurso, enunciado y representación


El concepto de discurso es compartido por diferentes disciplinas, por lo que
es necesario acotar el uso que le vamos a dar aquí. En principio –luego
vamos a dar un giro respecto de este principio - desde el campo de la
Lingüística o de la Semiótica (es decir, desde un campo constituido por
hechos o procesos en los que participan signos y sentidos) valdría una
definición que presenta al discurso como conjunto de hechos y procesos
semióticos que tienen lugar en el plano de las emisiones frásicas y
discursivas efectivamente realizadas por el hablante. En este campo las
fronteras formales entre los términos discurso y texto son difusas, a veces se
consideran a estas nociones como sinónimos, otras como nociones
divergentes. Asimismo “texto” y “discurso” se utilizan indistintamente para
designar tanto procesos semióticos lingüísticos como extralingüísticos en
cuanto portadores de significación, vinculados por ejemplo a los lenguajes
visuales, los ritos, el cine, la producción gráfica, etc. Podemos considerar
una definición de discurso de E.Veron dentro del campo semiótico:
“construcción social de sentido”. Todo discurso está vinculado entonces a
los sentidos que los hombres y la colectividad les dan a sus existencias.
Sentidos que no necesariamente nacen de una voluntad de sentido, sino que
también son el resultado de la inercia de las prácticas sociales. Para
comprender este punto sugerimos lea uno de los textos de nuestra
bibliografía complementaria: “Sobre los impactos discursivos en la
subjetividad” (Malachevsky, Apunte de Cátedra).

El enunciado es el átomo, elemento último e irreductible del discurso. El


sentido se actualiza en enunciados particulares, enunciados circunstanciales
que aluden a las relaciones normales. Esa “normalidad” implica ideas y
comportamientos globalmente conformes con los tipos de pensamientos y
conductas culturalmente simbolizados, aceptables, admitidos e instituidos en
y por una sociedad dada, por parte de quienes integran la vida social. Esa
“normalidad” está plasmada en las expectativas que los enunciados
proponen, en ideas-contenidos que poseen cierta aceptabilidad, en figuras

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que remiten a las formas de ver las cosas tal cual todos las ven, en
repertorios tópicos. Entonces si nos preguntáramos de qué está hecho un
discurso, responderíamos en principio: del juego de las relaciones entre
enunciados. Esos conglomerados de enunciados constituyen sistemas que
conformarían el “cuerpo del discurso”.

Ahora, los enunciados en tanto significantes que enuncian algo sobre algo,
generan formas de representación. Los enunciados remiten a
representaciones. Esto último permite hacer hincapié en una cierta
capacidad representacional del sujeto, una cierta facultad digamos,
“psíquica”. Esa capacidad atañe a las formas que tiene un sujeto de pensarse
a sí mismo o a los otros, de entender las relaciones con ellos y de pensar las
cosas en un estado de sociedad dada. Tal vez nos estemos refiriendo aquí a
una cierta capacidad semántica del sujeto, que le permite producir
significación o ser objeto de ella. Pero como veremos en esta Unidad, ese
talento para representarse las cosas va más allá de lo que se pueda entender
por una estructura semántica en términos clásicos, pues puede ser vinculado
también a relaciones de poder y a mecanismos constitutivos de la
subjetividad inconsciente. Esto es, la capacidad representacional no sólo
implica un universo de significaciones, de creencias o de actitudes que
maneja el sujeto, sino que lleva implícito un modo de sometimiento o
asentimiento tácito a ciertos órdenes preexistentes que arrastra ese mismo
universo de significaciones. En la medida en que un sujeto se piensa a sí
mismo o piensa tal o cual cosa, ya se inserta en una red de relaciones y
ocupa un lugar en ella, ya se supedita a un funcionamiento simbólico que lo
antecede. De esta forma las representaciones son tributarias de la posición
que ocupan los sujetos en la familia, en las instituciones o de manera
genérica en “lo social”, y estas posiciones son tributarias de mecanismos o
dispositivos de poder-saber o de los avatares de la constitución subjetiva.
Así, esa dimensión “psicológica” representacional no es algo que se posea en
sí, digamos, “una cierta facultad mental” ajena a toda referencia. Sino más
bien que el sujeto se constituye como sujeto en tanto aferrado a un discurso o
a los anudamientos que en él se conformaron otorgándole o negándole un
cierto lugar. Como lo han dicho autores como Foucault o Lacan, el sujeto no
habla, sino que es hablado. Agreguemos… es hablado y lo que de él se dice,
lo posiciona en un lugar determinado en la familia, en la comunidad, en la
realidad social a la que pertenece.

Aceptemos provisionalmente la posibilidad de asimilar la facultad


representacional del hombre a una especie de capacidad semántica: El
sujeto puede ser visto así como un agente o un emergente de un conjunto de
prácticas discursivas y sentidos que se apoyan en conglomerados o sistemas
de representaciones. Estos sistemas, en tanto tales, implican una lógica u

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orden simbólico preexistente2 y actúan dotando a los sujetos de una
determinada manera de concebir la realidad en su conjunto, permitiéndoles
ubicarse frente a ella.

Desde una perspectiva psicológica se destaca entonces una facultad


representacional en todo sujeto humano, la cual va a estar poblada -vamos a
decir en principio- por "contenidos". Las distintas Psicologías -o también la
Sociología, la Antropología y otras disciplinas- han nombrado de diversas
maneras a esos contenidos mentales. Hablaron de ellos en términos de
representaciones individuales o sociales, ideas, creencias, fantasías,
imágenes, imagos, valores, conceptos, conocimientos. Esa capacidad
subjetiva de representación abreva en los modos sociales de representación,
en las llamadas “representaciones sociales” (colectivas, o consensuadas).
Representaciones estas a las que podemos tratar como “significaciones
sociales” y agruparlas en categorías de mayor generalidad que toman
distintos nombres según las perspectivas teóricas que las consideren.
Algunos autores han estudiado a estos sistemas globales que son fuentes de
representaciones como “mentalidades”, otros, como “imaginarios
colectivos”. Otros se centraron en el estudio de los “mitos” o también los
abordaron desde el ángulo de las “ideologías”. Nos inclinaremos por este
último tópico y además, con el calificativo de “sujeto ideológico” trataremos
de comprender a los seres humanos como portadores de creencias que se
materializan o como efectores de prácticas simbólicas. Desde una
perspectiva allende a la hasta aquí desarrollada, lo invitamos a Usted a
consultar nuevamente el escrito “Sobre los impactos discursivos en la
subjetividad” donde trabajaremos la idea de un “sujeto de discurso”.

En cuanto a las representaciones Sociales vamos a mencionar algunos


aspectos que nos interesa destacar. Denise Jodelet3 indica que las
representaciones son imágenes, conceptos, proposiciones o teorías que
construye el sujeto durante su historia personal; contenidos que toma de
prácticas y discursos predominantes (implícitos o explícitos, conscientes o
inconscientes). Estas representaciones pueden estar objetivamente adaptadas
a su fin sin suponer la búsqueda consciente de fines y pueden ser
objetivamente regladas y regulares sin ser el producto de la obediencia a
reglas. Forman parte así del bagaje con que se mira, comprende y analiza la
realidad, bagaje que permite ver algunas cosas y relaciones, y oculta otras.
Las representaciones individuales, se vinculan a situaciones menos globales,
que hacen referencia a la historia particular de cada sujeto, y pueden nutrirse

2 M. Foucault plantea que todo discurso hace intervenir una forma de racionalidad; por lo
tanto podríamos decir que el pensamiento de un sujeto sujetado a un marco discursivo o a
ciertas situaciones comunicacionales encuentra su estructura y sus límites en dicha
racionalidad.
3JODELET, D. (1985). “La representación social: fenómenos, concepto y teoría” en
MOSCOVICI, S., Psicología Social; Ed. Paidós, Buenos Aires.

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de las representaciones sociales que implican de hecho lo socialmente
consensuado.

En la Teoría Psicosociológica de las Representaciones de autores como


Serge Moscovici o René Katz, éstas aparecen en una doble cara. Por un lado
toda representación social está ligada y se ve como un “proceso” referido a
la capacidad social de significación que posibilita la construcción de
significados particulares. Por otro lado, es a la vez un “producto” (un
contenido significativo) localizable, con cierta terminación y ligado a ciertas
condiciones discursivas dadas. Las representaciones forman parte de un
proceso que consiste en conceptualizar lo percibido y percibir lo
conceptualizado.

Como proceso, recorren un camino que va desde los datos (lo familiar) hacia
los conceptos. En este proceso constructivo, todo contenido extraño que
presente un choque con las posibilidades lingüísticas e intelectuales de los
sujetos, genera un estado de desequilibrio; de tal manera que el sujeto debe
reelaborar el contenido extraño a partir de un contenido que le es familiar,
corriente -aunque perteneciente a otro ámbito de información distinto al del
novedoso. De este modo funciona el proceso representacional convirtiendo
lo insólito en familiar. También, pensar las representaciones en su carácter
de proceso, lleva a pensar que tienen una historia, derivan de ciertas
coyunturas, se articulan a intensiones, se modifican.

Como producto, toda representación es representación de una cosa, el sujeto


le da la categoría de signo. Es entonces una categoría de conocimiento que
mantiene la impronta del sujeto a través del significado que este le da y a
veces mantiene también la impronta del objeto a través de una figura. Así, la
estructura de una representación queda configurada con una fase simbólica y
otra figurativa, como dos caras indisociables de una misma realidad.
Moscovici a estas dos “dimensiones de las representaciones” - información
(proposiciones) e imágenes- agrega las actitudes(reacciones), argumentando
la importancia de éstas últimas, en el hecho que nos informamos y nos
figuramos una cosa únicamente después de haber tomado posición y en
función de la posición tomada. Finalmente, indiquemos que representarse
algo no es entonces reproducirlo, sino reconstruirlo, crearlo.

Por una parte, la representación social se define por un contenido


significativo que corresponde a informaciones, imágenes, opiniones,
actitudes, etc. Este contenido se relaciona con un objeto: una tarea a realizar,
un acontecimiento, un personaje social, etc. Por lo tanto en un primer
acercamiento a cómo encontrar una representación formulada, demos como

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ejemplos: informaciones sobre un acontecimiento, imágenes sobre un
personaje social, actitudes hacia el mismo, opiniones sobre los modos
esperados de actuar o las tareas sociales que se espera realice ese personaje,
etc.

Si bien para esta teoría todo conocimiento es social al ser resultante de la


socialización, las representaciones sociales en particular son las cogniciones
o esquemas cognitivos complejos generados por colectividades, que
permiten la comunicación y que sirven para orientar los modos de
representarse las cosas. Las representaciones sociales no sólo reproducen
sino que, parcialmente, producen el mundo social. De allí su carácter
creativo y autónomo: el conocimiento se “objetiva”, en términos de Berger y
Luckman, y adquiere una realidad propia. Lo que la representación social
designa, lo prescribe, de hecho, a ser real. La representación social, por
tanto, constituye una realidad social.

El recorrido hecho hasta aquí nos ubicó en una acepción de discurso hecho
de enunciados entramados a representaciones. Luego, desde las
representaciones colectivas llegamos a la ideología, si consideramos que
ésta es en parte un enorme sistema de representaciones colectivas –sistema
coherente aunque no exento de contradicciones. Y aclaramos, “en parte”
porque como vamos a ver, no reduciremos la ideología sólo a un conjunto de
creencias o conocimientos, sino que lo extendemos a gestos, actitudes,
rituales, comportamientos, etc. En cuanto a la acepción y usos del término
“discurso” descriptos por la lingüística o la semiótica, nos hemos movido y
nos moveremos un tanto de ellos, al agregar dos usos que vamos a
considerar “paradigmáticos” por las importantes aplicaciones que han
generado. Estos remiten a las dimensiones que adquiere el concepto
“discurso” en las obras de M.Foucault y J.Lacan. Con Foucault abordaremos
de lleno “lo social” en tanto “lo discursivo” para aproximarnos a sus modos
de apreciar el sujeto. Foucault construye una analítica de las relaciones
sujeto, verdad, saber, poder, y el modo de uso que le da al término discurso
está en esta dirección. El análisis de un discurso en Foucault permite
entrever cómo se componen en él, como se entretejen relaciones de poder,
manifestaciones de saber y producción de sujeto. En Foucault el discurso
produce sujeto, lo sujeta, lo enuncia o lo silencia, lo visibiliza o lo hace
desaparecer. En Lacan, no será el término discurso un concepto central que
nos lleve a trabajar “lo social” en esta Unidad 1 -será este un autor que
trabajaremos mejor en la Unidad 2, pero nos permitirá apreciar que el
inconsciente es un discurso. Más allá de esto, el psicoanálisis lacaniano lleva
a concebir que la realidad, y particularmente la realidad social se entrelaza a
la realidad psíquica. Para completar con el desarrollo de las tres categorías
de “lo social” que hemos de poner en diálogo, comenzaremos con “lo
ideológico”.

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1.3. Sobre la noción de Ideología y el sujeto ideológico

El término fue acuñado sobre fines del siglo XVIII por Destutt de Tracy,
dentro de una escuela filosófica opuesta al imperio napoleónico. Los
integrantes de esta escuela, llamados “ideólogos” por los napoleónicos,
proponían que la filosofía no tenía que ver con las cosas ni con la realidad,
sino con las ideas. De allí que en un inicio la ideología fue relacionada (por
la perspectiva del empirismo científico) con una “ciencia de las ideas”,
disciplina que excluía además toda dimensión social. Hay que plantear de
entrada, al menos dos modificaciones posteriores que sufre esta concepción.
La primera: C. Marx y F. Engels en La ideología alemana realizan una
fuerte crítica al concepto así definido, incorporándole una dimensión social e
histórica: “Las ideas directrices no son más que la expresión ideal de las
relaciones materiales dominantes entendidas como ideas”. Así, podría
decirse que Ideología “es una concepción parcial y defectuosa de la realidad
social, que tras la apariencia de pensar un sistema descriptivo de hechos,
expresa una valoración político-moral de la realidad social”, valoración que
correspondería en el marxismo a la de la clase dominante. Derivada de esta
definición podemos ubicar lo que comúnmente entendemos por ideología en
tanto “mito político que funciona para preservar la estructura social”, mito
que involucra una adscripción a alguna propuesta particular (conservadora,
liberal, proletaria, etc). Definida de estas maneras la noción de ideología
queda más bien comprimida a un conjunto ordenado de ideas y valores
referentes a la acción tanto individual como política, conjunto compartido
por un determinado colectivo o grupo social. Sin embargo, la segunda
modificación que sufre el término ideología lo extiende más allá del campo
de un sistema de ideas, representaciones y creencias, al de actos o conductas
insertos en prácticas que están reguladas por rituales, en el marco de
instituciones. Esta extensión acentúa la existencia material de un aparato
ideológico. La lectura del texto de L. Althusser “Ideología y aparatos
ideológicos del estado” indicado en Bibliografía de la Asignatura, lleva en
esta dirección, a prestar atención a cómo se materializa una ideología, más
allá de las ideas, las creencias o representaciones. En esta línea es que
podemos seguir la acepción que propone Francois Chatelet en Historia de
las ideologías:
sistema más o menos coherente de imágenes, ideas, principios éticos,
representaciones globales y, también, de gestos colectivos, rituales religiosos,
estructura de parentesco, técnicas de supervivencia (y de desarrollo),
expresiones artísticas, construcciones míticas o filosóficas, organización de
los poderes e instituciones y las fuerzas que estos ponen en juego, etc.
Sistema que tiene como meta regular en el seno de una colectividad, de un
pueblo, de una nación, de un Estado las relaciones que los individuos

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mantienen con los suyos, con los hombres extranjeros, con la naturaleza, con
los dioses, las esperanzas, la vida y la muerte.

En este sentido ideología corresponde, más o menos, a lo que en lengua


alemana se designa como Welstanschaung - una “visión o concepción del
mundo”, dado por supuesto que esta implica no solamente el conocimiento,
sino también los deseos, las pasiones y las prácticas dentro de un colectivo
dado. Una ideología se manifiesta, por consiguiente, como una
configuración de estos diversos aspectos. Ella es un medio, de presentar una
sociedad en sus rasgos empíricos más significativos, en el entramado de su
vida cotidiana. Siguiendo esta perspectiva resultaría artificial la pretensión
de ordenar según una norma única los aspectos múltiples de las distintas
configuraciones ideológicas: un aspecto como las manifestaciones mítico-
religiosas pueden constituir la vía de acceso privilegiada para el estudio de la
ideología; otro podría consistir en la organización política, o también en la
articulación de lo técnico, las relaciones de producción y el imaginario
social. De hecho, esta acepción de ideología no permitiría explicar una
cultura, sino presentarla según sus modulaciones principales. El hecho de
que hayamos recuperado una definición como la de Chatelet vale solamente
a modo de poder mostrar los aspectos variados de la vida social que se
pueden abarcar con ese concepto. Sin embargo, tengamos también en cuenta
que una definición así no toma en cuenta una de las razones principales que
hay que destacar en una ideología y es su vínculo con los juegos de poder
que se suscitan en una sociedad dada.

Ideología es un término muy complejo ya que soporta varias acepciones -


algunas de ellas incluso antagónicas - que ha sido centro de innumerables
debates, sufriendo demoliciones y reconstrucciones. Tratando de apreciar
esta complejidad esquemáticamente, veamos cómo podría ser considerada
desde diferentes flancos:

 Una dimensión simbólica (pensamientos, creencias, ideas, valores,


actitudes).
 Una dimensión material (vinculada a la organización social de la
producción y las relaciones sociales que se tejen a partir suyo).
 Una dimensión histórico-social (es decir, construida en un
determinado momento y lugar, bajo ciertas condiciones y relaciones
y sujeta a transformaciones).
 Una dimensión colectiva (en tanto trasciende al individuo aislado e
involucra a grupos, clases y organizaciones sociales).
 Una dimensión subjetiva (que destaca el proceso de interiorización
en las estructuras psíquicas del sujeto).

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Si bien estamos presentando el concepto en su complejidad para su
comprensión, hemos de destacar que nuestro recorte abordará la ideología
principalmente desde esta última dimensión, pues nos interesa pensar el
“sujeto ideológico”. Por lo tanto, si nos aplicamos a la pregunta que da título
a esta Unidad - sobre cómo es que “lo “social” constituye a “lo psíquico” -
hemos de responder: mediante la ideología.

Veamos cómo arribamos a esta respuesta. Hagamos equivaler primero “lo


social” a la “formación o estructura social”. El marxismo entiende que la
formación social (refiriéndose particularmente al capitalismo) comprende
fuerzas productivas, medios de producción y relaciones de producción. Esa
formación tiende a estabilizarse como tal en el tiempo, reproduciendo esas
mismas fuerzas, medios y relaciones. ¿Pero cómo sucede esta reproducción?
La estructura social se construye a partir de una infraestructura o base
económica y una superestructura jurídica-política e ideológico-cultural-
estética. En Marx tradicionalmente las posibilidades que tiene una estructura
o formación social dad basada en cierta infraestructura para continuar
existiendo, dependen de que ese sistema apuntale una superestructura
jurídica-política-ideológica que la apuntale. Dicho esto, el tema de la
ideología hay que insertarlo en la polémica que se abre dentro del marxismo
sobre la interpretación del siguiente problema: ¿La base económica o la
organización de la producción de una sociedad (la infraestructura) determina
la superestructura (lo jurídico, político, ideológico)? Es decir, ¿La ideología
y todas las producciones simbólicas son un reflejo de la infraestructura?
Ciertas corrientes del materialismo mecanicista así lo sostuvieron, pero es
necesario destacar que las relaciones entre base y superestructura resultan en
un proceso más complejo que el que supone la idea de una determinación
unilateral (infraestructura determina superestructura). Es más acertado
abordar este proceso pensando en una serie de determinaciones recíprocas
que suceden entre base y superestructura, determinaciones que sufren
contradicciones, tanto como la influencia de cierta autonomía de cada una de
las esferas.

Es aquí que sugerimos nuevamente e introducimos la lectura del texto


Ideología y aparatos ideológicos del estado de Louis Althusser–un autor
posmarxista- que es considerado clásico en relación a esta polémica.
Althusser está de acuerdo con que la reproducción de las fuerzas productivas
se asegura mediante los aparatos represivos e ideológicos del estado. Estos
últimos (aparatos ideológicos del estado- AIE) funcionan mediante la
ideología materializada en instituciones distintas y especializadas (la familia,
la escuela, los sindicatos, la prensa y la TV, etc). Estas instituciones
aseguran la propia cohesión y reproducción estatal, a partir de las normas
morales y religiosas que transmiten, la legitimación del poder político y
social que proponen, o la reproducción “motivacional” de las relaciones de

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producción que efectúan. Incluso culturalmente, por medio de la promoción
de ciertos “estilos de vida”, prácticas y comportamientos, gustos estéticos y
literarios, formas de producción y consumo, pautas educaciones e
informativas, etc. Pese a que cada una de estas instituciones puede estar
cruzada por diferentes ideologías, hay que afirmar sin embargo que los AIE
tienden a “homogeneizar lo que de hecho son discursos, estructuras y
efectos muy diferentes” (Eagleton: 206). Esa tendencia unificante para el
marxismo y la posición de Althusser responde a la “ideología dominante”
que es la de la clase dominante.

Luego de una presentación general de la cuestión ideológica en el marco del


marxismo, llevemos los razonamientos por el sesgo que interesa a esta
Unidad, atendiendo particularmente algunos ítems. Destaquemos una tesis
althusseriana: “la ideología interpela al individuo como sujeto”. ¿Qué es que
el sujeto sea interpelado? ¿La interpelación subraya la alienación o
reificación del sujeto al pensamiento uniformante que instala la ideología o
abre alguna opción? Si se sigue el planteo de una ideología como
pensamiento alienante que liga al sujeto a su condición de reproductor de la
estructura social, la idea que se transmite es que la “interpelación” genera
necesariamente consentimiento. El sujeto muestra una libre conformidad a
convertirse en una pieza del mecanismo social. Con su consentimiento
acepta el valor deformante de la realidad que plantea la ideología –sin saber
nada por supuesto, de su aceptación. Zeitlin citando a Mannheim plantea que
esa deformación consiste en “ocultamientos más o menos conscientes de la
naturaleza real de la situación, cuyo verdadero reconocimiento no estaría de
acuerdo con los (propios) intereses. Estas deformaciones van desde las
mentiras conscientes hasta los ocultamientos semiconscientes e
inconscientes, desde los intentos calculados para engañar a otros hasta el
autoengaño”4.

La ideología ha sido introducida por el marxismo como la matriz de una


falsa conciencia que se instala en el sujeto para acomodarlo a las
condiciones de producción imperantes. Esa falsa conciencia imbuida de lo
ideológico está en oposición a la idea de un conocimiento verdadero o
científico de la realidad social. La ideología como falsa conciencia, como
sistema de pensamiento que deforma la realidad se enfrenta a otra forma de
pensamiento que sería “verdadera”. En la Conferencia introductoria de Paul
Ricoeur puede Usted encontrar un seguimiento detallado del debate en el
seno del marxismo (Feuerbach, Marx y Engels, Escuela de Frankfurt,
Althusser) sobre las formas opuestas de conocimiento, primeramente entre
ideología y praxis (o realidad) y luego entre ideología y ciencia. Finalmente

4 ZAITLIN, I.; (1986) “Ideología y teoría sociológica”, Amorrortu editores, Buenos Aires, p.
343.

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Paul Ricoeur va a plantear un modo distinto de concebir la ideología
siguiendo a Clifford Geertz - un antropólogo culturalista, indicando que no
es que la ideología sea una falta conciencia, sino que no hay modo de
alcanzar un conocimiento de la realidad que no sea una construcción
cultural. En tanto construcción cultural, no se trata de un conocimiento
verdadero o falso, sino del modo particular que una cultura tendrá de
interpretar la realidad.

Para Ricoeur el punto parece zanjarse a partir de la paradoja del sociólogo K.


Mannheim: “la teoría de la ideología es ideológica, todo discurso es
ideológico”. Con lo cual se pasa de la oposición anterior (ideología vs praxis
o vs ciencia) a entender que el proceso interpretativo de los social es
constitutivo del psiquismo, es parte de la praxis social. Es decir, no hay
modo de aprehender lo social que no sea interpretándolo. En Althusser esto
último alcanza en una de sus tesis la siguiente formulación: La relación de
los hombres con sus condiciones de existencia es una relación imaginaria,
por lo tanto abreva en la ideología. Que sea imaginaria significa que no hay
un última verdad que no sea deformante, toda verdad que hable de la
realidad social es representación. La ideología es una “representación” de las
relaciones imaginarias de los individuos sobre su existencia.

El individuo se conduce de tal o cual manera, adopta tal o cual


comportamiento práctico y, participa además de ciertas prácticas reguladas,
que son las del aparato ideológico del cual “dependen” las ideas que él ha
elegido libremente, con toda conciencia en su calidad de sujeto. Todo sujeto
dotado de una “conciencia”, que cree en las “ideas” que su conciencia le
inspira y las acepta libremente, “actúa” según esas ideas, traduciéndolas en
los “actos” de su práctica material como sujeto libre. Si no lo hace, eso no
está bien. Por supuesto en estos párrafos se plantean varios supuestos que
luego al trabajar con la teoría psicoanalítica hemos de poner en cuestión: que
los actos “siempre” responden a una conciencia, que la conciencia “siempre”
funciona de acuerdo a una moral, que no hay diferencias entre lo que se
piensa y se hace, etc.

Por lo pronto, no puede negarse que haya bastante verdad en lo planteado


por Althusser. La ideología tendría entonces dos funciones básicas:
reconocimiento y desconocimiento. Permite a los sujetos reconocerse como
tal en el seno de un colectivo dado, al mismo tiempo que vela u oculta ese
sistema de reconocimiento – estos es, la ideología tiene una función de
desconocimiento. La configuración ideológica institucional o familiar
destina un lugar al sujeto en la trama social, incluso antes de que éste nazca.
El sujeto es interpelado por ese sistema de reconocimiento, en él se conoce a
sí mismo, reconoce a los otros y a las normas y, conoce el tipo de relaciones

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a establecer con estos. La interpelación ideológica busca otorgarle al sujeto
una versión unificante de las cosas. Las interpelaciones de la ideología
dominante están dirigidas a constituir a los sujetos como “identidades” fijas
y sin fisuras que permitan una mejor “administración de los cuerpos”.

Todo esto puede ser planteado en términos de una “estructura especular” que
genera sujeción. Se aceptan libremente esas sujeciones, no se puede escapar
de ellas –es una condición humana. Reconocimiento mutuo entre los sujetos,
reconocimiento entre el sujeto y el Otro, reconocimiento de sí mismo. Esta
estructura especular constituye un sistema social de garantías. Como
veremos en la Unidad siguiente Lacan va a desarrollar un planteo parecido
sobre “lo especular” esto en términos de campo imaginario. No hay sujeto
sino por y para su sujeción.

Respecto a la pregunta sobre cómo se origina una ideología o cómo se


construye, se pueden ofrecer varias respuestas. La que se desprende
directamente del Marxismo plantea que el sistema de creencias que
constituye una ideología está basado en las ideas de las clases dominantes, es
un instrumento de las clases dominantes. Considerando que hoy
sociológicamente la idea de clase para entender el entramado social puede
ser puesta en cuestión, podemos reemplazar esta primera respuesta por la
siguiente: la ideología se construye a partir de la consideración
preponderante de los intereses especiales de una minoría dentro de la
sociedad. También vale la pena preguntarse por la relación entre esos
intereses y la conformación de los Estados nacionales o de entidades supra-
nacionales (figuradas por ejemplo por el mercado, las empresas multi-
nacionales, o los fenómenos de globalización). Pensemos que en los tiempos
en los que Althusser escribía “Ideología y aparatos ideológicos del estado”
este última era la entidad que mejor se identificaba con el ritmo de la vida
social; sin embargo hoy podemos hablar más bien de una lógica del
capitalismo tardío que produce efectos en la organización social más allá de
aquellos por los que pujan los estados, o que compite o condiciona el
accionar de estos. Ello no invalida el valor descriptivo de la teoría sobre la
ideología que estamos viendo. En todo caso, deberíamos tal vez prestar
atención hoy a una ideología capitalista neoliberal tanto como a la que
transmiten los AIE, a la ideología de mercado más que a la del Estado –o a
cómo esta se vuelve subsidiaria de aquella. En otras palabras analizar si el
Estado reproduce o no al Mercado, y en qué aspectos, esto es algo deseable o
inconveniente para la organización social o el afianzamiento identitario. Lo
cierto es que la Ideología, originada en una visión parcial del mundo social
se generaliza, termina cristalizando los sentimientos, normas de acción,
creencias e ideas de los distintos grupos, sectores o clases que lo conforman,
que expresan a través de su aparato psíquico su diferente ubicación en la
sociedad.

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1.4. La crítica a la ideología
En este punto revisaremos una línea de autores que plantean ya desde Marx
una Crítica a la Ideología, coincidiendo que si bien la ideología es necesaria,
debe sin embargo ser puesta en cuestión permanentemente y estar sujeta a
revisiones. El mismo Althusser se inscribe dentro de esta propuesta
sugiriendo que los sujetos sociales resisten (a menudo inconscientemente)
las interpelaciones de la ideología dominante. Pasemos a continuación a
comentar los planteos de tres autores que proponen, cada cual a su manera,
una crítica a la ideología: Enrique Pichón Rivière, Enrique Grüner y Slavoj
Zizek.

En la Psicología Social argentina de E. Pichón Rivière, tenemos un ejemplo


interesante de crítica a la ideología a partir de una crítica a la vida cotidiana.
Ámbito privilegiado para el estudio de la subjetividad, la vida cotidiana se
configura al interior de ciertas relaciones sociales. Pichón Rivière propone
asumir una posición crítica frente al modo en que las condiciones concretas
de existencia permiten el despliegue de esas relaciones. Sucede que nos
movemos cotidianamente con una familiaridad acrítica y un seudo
conocimiento de la realidad que nos sustrae de la problematización y vela el
conocimiento objetivo y científico de los hechos. Esta posición acrítica es
atribuida por Pichón Rivière a la influencia que ejercen los sistemas sociales
de representación o ideologías dominantes, que encubren lo cotidiano, lo
distorsionan, mostrándolo como “la realidad”, la única forma de vida posible
(Quiroga: 72). Este encubrimiento y esta distorsión se da por un mecanismo
peculiar, característico de la ideología dominante, por el que se “naturaliza”
lo social, se “universaliza” lo particular y se “a-temporaliza” lo histórico
(Quiroga: 72).

La cultura es un campo de batalla atravesado por relaciones de fuerza


ideológica que buscan imponer hegemónicamente sus representaciones del
mundo. Uno de los trucos de la ideología para alcanzar este propósito
consiste en constituir formas de pensamiento que buscan fundarse en alguna
universalidad, sea esta esencialista o históricamente construida. Hay muchas
maneras de construir un pensamiento universalizante, las más claras son las
destacadas por alguna forma de totalitarismo, o también, la impulsada por la
globalización de nuestro tiempo donde las condiciones de univerzalización
recrudecen y se radicalizan. Asimismo, en la actualidad aparecen nuevas y
camufladas tendencias a constituir pensamiento univerzalizante. Grüner5

5 GRÜNER,E.(1998); El retorno de la teoría crítica de la cultura: una introducción alegórica a


Jameson y Zizek en JAMESON, F. y ZIZEK,S. “Estudios Culturales. Reflexiones sobre el
multiculturalismo”. Paidós, Buenos Aires, p. 26.

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comenta cómo el repudio actual a toda forma de universalismo (sea por
ejemplo, como repudio a la noción de “totalidad”, a las grandes categorías
históricas o a los “grandes relatos”) promociona más bien una estética del
fragmento, que termina siendo una nueva y poderosa forma del fetichismo
ideológico. Es de indicar por otro lado, lo destacado por este autor: no hay
particularidad que por definición no se oponga a alguna forma de
universalidad. De allí parafraseándolo, no hay pensamiento crítico posible y
eficaz que no empiece por interrogar las tensiones entre la particularidad y la
universalidad.

Volviendo a Rivière, la crítica a la vida cotidiana toma la forma de una


reflexión sobre la ideología que la sustenta, apuntando a develar en qué
medida las condiciones concretas de existencia favorecen la asunción de una
posición activa de parte del sujeto o bien la obstaculizan. “La crítica es un
interrogar a los fenómenos y las relaciones, en la búsqueda de sus relaciones
internas, de su esencia. Ese interrogar descorre el velo de la familiaridad y
supera el seudo conocimiento. De tal forma, se logra reconocer críticamente
el sentido de lo que cotidianamente realizamos”. En su propuesta, Pichón
Rivière retoma aportes del método dialéctico, que implica un tipo de análisis
que, a partir de hechos elementales - las relaciones cotidianas- devela los
principios opuestos, las tendencias contradictorias, fuentes configuradoras de
la dinámica del proceso. Según Pichón Rivière, “este método es el que
permite la producción del conocimiento de las leyes que rigen la naturaleza,
la sociedad y el pensamiento, tres aspectos de lo real comprometidos en lo
que denominamos hombre-en-situación. Con el término hombre-en-
situación” se pretende caracterizar un objeto de conocimiento, en una tarea
que reintegre lo fragmentado por un pensamiento disociado que escotomiza
las relaciones entre sujetos, naturaleza y sociedad”6.

En El espectro de la ideología S.Zizek afirma que “el concepto de ideología


debe ser desvinculado de la problemática representacionalista, la ideología
no tiene nada que ver con la “ilusión”, con una representación errónea,
distorcionada de su contenido social” (Zizek: 13). La ideología no se opone
necesariamente a una verdad fáctica. Es esta una manera de concebir la tesis
lacaniana según la cual la verdad tiene estructura de un relato de ficción.
Una de las tareas de la crítica de la ideología consistirá entonces en designar
los elementos que dentro de un orden social existente –bajo la forma de una
“ficción”, es decir de relatos “utópicos” de historias alternativas posibles
pero fracasadas- apuntan al carácter antagonista del sistema y, por lo tanto,
permiten que tomemos distancia de la autoevidencia de su identidad
establecida” (Zizek:14).

6 LEMA, Vicente (1976). “Conversaciones con Enrique Pichón Riviere. Sobre el arte y la
locura”. Timerman Ediciones, Buenos Aires.

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Es interesante recordar aquí el planteo final que hace P.Ricoeur en el texto
que recomendamos leer: ¿Cómo unir el concepto de ideología marxista
entendido como deformación (falsa conciencia) con un concepto de
ideología integrador? (imaginario social) -Ricoeur menciona al respecto los
planteos de C. Geertz. ¿Cómo es posible que la ideología desempeñe estos
dos papeles: integrar una comunidad y deformar el pensamiento por obra de
intereses? La función legitimante de toda ideología es el eslabón que conecta
estas dos tendencias. No existe ningún sistema de autoridad enteramente
racional por lo tanto se lucha por alcanzar uno posible o por hacer prevalecer
uno sobre otros, o se lo busca permanentemente. Existe pues una tensión
(discrepancia) entre la pretensión de la legitimidad de una autoridad dada y
la creencia en esa legitimidad por parte de la ciudadanía. Esa tensión es una
fabricación que se produce culturalmente, que es común a todas las
estructuras de poder. La ideología debe superar esa tensión, tratar de
asegurar la integración entre pretensión a la legitimidad y creencia, pero lo
hace justificando el sistema de autoridad existente tal como es. Por lo tanto
es necesario instalar una crítica permanente.

Llegados aquí repasemos la operación conceptual realizada en esta Unidad:


“lo social” que primeramente lo asimilamos a “la formación o estructura
social” luego lo reducimos a “lo ideológico”. El sujeto es social en tanto está
sujeto a una ideología. Ahora, si volvemos sobre la pregunta que plantea la
Unidad (¿Cómo actúa lo social en la conformación del psiquismo?) sabemos
que una respuesta posible, nos llevará a reconocer cómo la ideología
constituye a los sujetos. En esta dirección, no olvidemos que las nociones de
ideología aquí desarrolladas nos permitieron pensar en cómo la conciencia y
la conducta (en términos de acto, ritual y práctica) se articulan al
funcionamiento social.

1.5. Poder y discurso


Le proponemos a continuación un cambio de perspectiva para responder la
pregunta de esta Unidad ¿Cómo actúa “lo social” en la conformación del
psiquismo? Transformemos esta pregunta en la siguiente: ¿Cómo “lo
discursivo” produce sujeto? Necesitamos para ello reemplazar “lo social”
por “lo discursivo” y “lo psíquico” por “sujeto” para que la pregunta hecha
nos permita internamos en la obra de Michel Foucault. Ahora debemos
alcanzar a comprender qué estamos
preguntando al cambiar el interrogante de
esta manera.
En la obra de Foucault el discurso es un:
“conjunto de secuencias de signos, en
tanto estos son enunciados, es decir en

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tanto se les puede asignar modalidades particulares de existencia”. El
discurso es entonces un conjunto de enunciados, o más precisamente
conjunto de series enunciativas. El enunciado posee una función de
existencia que pertenece en propiedad a los signos. Una función de
existencia quiere decir que un enunciado hace existir aquello que enuncia y
lo ubica además en un sistema de relaciones. Un enunciado es signo de algo
y en su formulación oral o escrita enuncia diversas especies de actos,
instaura acontecimientos y cosas. Específicamente los conjuntos de series
enunciativas organizan y legitiman prácticas y saberes. Ahora, a los
conjuntos de enunciados que tienen una fuente común, esto es, que dependen
de un mismo sistema de formación se los llama “Formaciones
discursivas7”. Se podría hablar así por ejemplo del discurso clínico, discurso
económico, discurso de la historia natural, discurso psiquiátrico, etc. Una
manera de aprehender el mundo social podría ser entender que está
constituido por formaciones discursivas, que serían como ambientes
particulares de discursividad.

El pensamiento de Foucault se vincula al pensamiento marxista, pero a


diferencia de éste, no privilegia el carácter determinante de las relaciones de
producción en la conformación de lo social, sino que planteará la
multicausalidad de los procesos sociales. El pensamiento marxista clásico
insiste en la formulación que la infraestructura económica es la que
determina la superestructura social -en la que ubicamos a la ideología o a la
cultura. La ideología funcionaría así –como vimos anteriormente-
sosteniendo o reproduciendo las relaciones de producción. En verdad, esto
tiene sus matices y el mismísimo Marx junto a Engels en “La teoría
económica” (Apartado ¿Por qué nos gustan tanto los griegos hoy?) comenta
que no hay una correspondencia estricta entre el arte en la Grecia Antigua y
sus pobres condiciones sociales de producción. Es decir, que determinadas
cualidades culturales o ideológicas no siempre devienen de o son
sobredeterminadas por la estructura socioeconómica. El modo foucultiano de
plantear la multicausalidad de los procesos sociales, consiste en analizar
formaciones discursivas –y no ideología. Este es uno de los argumentos que
podemos tener para entender por qué para internarnos en su obra en esta
Unidad , vamos a entender “lo social” en términos de “lo discursivo” –y no
en términos de “lo ideológico”.
El primer período del pensamiento de Foucault fue denominado
arqueológico. La Arqueología del saber es su modalidad de análisis del
discurso, aplicada al descubrimiento de los cambios en las reglas de
producción discursiva acerca de un fenómeno dado (la criminalidad, la

7 “En el caso de que se pudiera describir entre cierto número de enunciados….en el caso de que
entre los objetos, los tipos de enunciación, los conceptos, las elecciones temáticas, se pudiera
definir una regularidad (un orden, correlaciones, posiciones en funcionamientos, transformacio-
nes), se dirá, por convención, que se trata de una formación discursiva…”
(Foucault, La arqueología del saber).

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sexualidad, la locura, etc). Foucault se dedica así a estudiar formaciones
discursivas que constituyen el mundo social prestando atención a los
momentos en los que en ellas se producen recurrencias o cambios (líneas de
dispersión, de permanencia, zonas de confluencia, etc). A esta tarea es a lo
que él denomina realizar una cartografía de las formaciones discursivas.
Mencionemos ahora otra ruptura significativa del pensamiento foucoultiano
respecto esta vez, de la concepción marxista sobre el poder. En Marx se
indica la existencia de un único centro de poder figurado en el Estado, la
clase dominante o particularmente en la ley. La idea de que la ley es una
forma única, abarcativa, global y absoluta de dominación. Se trata de la ley
al servicio de la dominación, una versión “negativa” del poder: legista,
prohíbe, reprime. Para Foucault lo que hace que el poder se sostenga y sea
aceptado por la mayoría, no consiste sólo en que reprime sino en que
produce discursos y producir discursos es formar saberes. Esto precisamente
se lee como la gran preocupación de los últimos años de su enseñanza que
deriva en el surgimiento de una Genealogía del poder: la atención a las
relaciones entre poder y saber. Por otra parte, para Foucault no existe una
práctica social sin un poder que la sostenga, es decir, hay una relación
intrínseca entre poder y práctica social. De allí podemos extraer todos los
entrecruzamientos posibles para comprender la complejidad de su obra. El
poder crea saber y el saber está vinculado a sistemas de poder que lo
producen y lo sostienen. En la vida cotidiana toda práctica está sostenida por
un discurso, todo discurso es un saber y ese discurso o ese saber, es un
ejercicio de poder. Fundamentalmente a nosotros nos han de interesar los
efectos subjetivos de estos atravesamientos. El sujeto no puede ser pensado
en Foucault por fuera de múltiples determinaciones sociales, es decir, por
fuera de las múltiples prácticas en las que está inmerso, ni por fuera de los
múltiples discursos que sostienen esas prácticas. Por lo tanto Foucault rompe
con la creencia ingenua de la autonomía de un sujeto no supeditado al poder.
A su vez, la noción de dispositivo le será en un momento de su obra de
utilidad para analizar en su interior el entramado del poder a discursos y
prácticas no-discursivas.

Si antes decíamos que el autor se dedica a realizar una cartografía de las


formaciones discursivas, ahora podemos entender que esa cartografía,
emprende un análisis de las prácticas sociales en las que los enunciados se
expanden y multiplican, conformando la dinámica de los diversos
dispositivos que toma en estudio.

Tenemos hasta aquí presentados de manera rápida y somera una serie de


conceptos sobre los cuales le pedimos a Usted que preste atención (discurso,
enunciado, formaciones discursivas, prácticas y saberes, dispositivos) pues
es a partir de estos conceptos que podremos plantear algunas cuestiones que
nos importan sobre la relación sujeto-poder. Es esto último, al fin y al cabo,

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lo que nos interesa: develar en la obra de Foucault: cómo el sujeto
atravesado por una red de relaciones de poder-saber se constituye allí como
sujeto. A esto es a lo que se refiere la pregunta ¿Cómo el discurso produce
sujeto? Por el momento digamos sólo que los sujetos aparecen para Foucault
como superficies de emergencia de la enunciación.

Aclarando un poco lo dicho, veamos ahora un ejemplo sobre la locura,


considerándola como una variante de lo subjetivo o como una figura de lo
subjetivo que es construida por el discurso. La locura o la cordura, el loco o
el cuerdo, el anormal y el normal son producciones del discurso. La locura
no es sólo un concepto, no es posible definirla como entidad preexistente, ni
aprehenderla en los límites que las definiciones establecen. Más bien,
siguiendo el método de análisis foucultiano podemos decir que la locura es
una “formación discursiva” que está compuesta por líneas de diversa
naturaleza y fuerza. A esa formación discursiva Foucault le va a hacer
corresponder entre otros un dispositivo, el dispositivo asilar. En el interior de
este dispositivo o de cualquier dispositivo, se componen líneas de
visibilidad, de enunciación, de objetivación que se aplican al loco. Se aplican
al loco, es decir, lo hacen existir como tal, hacen existir la locura y la
vinculan relacionalmente por contraste a la cordura. Allí en esos
dispositivos, Foucault prestara atención a cómo se lo enuncia -qué se dice de
él, a qué tratamientos se lo somete, cuáles son los saberes que lo abordan,
qué mirada social se construye sobre su diferencia, sobre su anormalidad.
Cómo es objetivado, cómo se constituye en objeto de enunciación. La
“historia de la locura” cuenta su construcción como objeto de estudio, como
conjunto de enunciados en relación al cual los sujetos (el loco, el terapeuta,
etc) adoptan determinadas posiciones y actúan siguiendo la dirección de
ciertas opciones estratégicas. La historia de la locura como formación
discursiva está atenta a los cambios y recurrencias que se han sucedido en el
tiempo. Analiza las condiciones históricas de posibilidad que han hecho que
en un determinado momento sólo ciertos enunciados hayan sido
efectivamente posibles. Desde esta perspectiva metodológica se constituye
una analítica de los dispositivos que consiste en recorrer sus líneas de
enunciación en toda su heterogeneidad.

Ahora sabemos que los discursos configuran un diagrama institucional y van


marcando ciertos elementos, organizando significados y constituyendo
prácticas en esos espacios. Por lo tanto, la preocupación de Foucault
permitiría definir la problemática de ciertas instituciones o resaltar la
configuración histórica de ciertas prácticas –en el ejemplo, referidas a la
locura- que entretejen un determinado diagrama de relaciones saber – poder
que articulan la experiencia de los individuos en torno a ciertas
problematizaciones.

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1.6 El poder y su inscripción en la subjetividad
¿Qué es el poder? M. Foucault entiende que el poder no debe ser concebido
como un fenómeno de dominación masiva y homogénea de unos sobre otros,
y que no puede establecerse una división entre los que lo poseen con
exclusividad, y los que no lo poseen o lo padecen. Debería más bien
analizarse el poder como algo que funciona en forma de cadena, circulando,
no pudiéndose localizar aquí o allá como si fuera un objeto o un bien, puesto
que se ejerce mediante un funcionamiento en red. Esta concepción interesa
particularmente a nuestra Asignatura, digamos que ese funcionamiento en
red encuentra y atraviesa a los sujetos en el interior de ciertos dispositivos.
Un dispositivo es un
“…conjunto decididamente heterogéneo, que comprende discursos,
instituciones, instalaciones arquitectónicas, decisiones reglamentarias, leyes,
medidas administrativas, enunciados científicos, proposiciones filosóficas,
morales, filantrópicas; en resumen: los elementos del dispositivo pertenecen
tanto a lo dicho como a lo no dicho. El dispositivo es la red que puede
establecerse entre estos elementos8”.

Ubicado el dispositivo como algo que permite pensar el funcionamiento en


red del poder, hecho de elementos heterogéneos –entre los cuales nosotros
destacamos el discurso o los discursos- es nuestra intensión abrir una
interrogación por los efectos subjetivos de ese atravesamiento.

En El orden del discurso, Foucault intenta explorar el poder presente dentro


de la producción discursiva, en articulación con lo que denomina voluntad
de verdad. Según él, en toda trama discursiva anida una voluntad de verdad,
voluntad que determina en el interior de esa trama qué es falso, qué
verdadero, qué es justo, qué no lo es, qué lo normal, qué lo anormal. Ya en el
título de este texto queda sugerido, que el discurso “ordena”, produce una
organización posible de la realidad, “divide” la realidad, constituye
categorías, objetos, disciplinas. División discursiva, división simbólica de la
realidad. Para sostener ese ordenamiento el discurso monta mecanismos de
control discursivos (procedimientos de exclusión). Una vez constituido un
modo de concebir la realidad, procura el mantenimiento de ese orden. El
discurso crea una estabilidad y la protege. El ordenamiento recurre al juego
dialéctico entre la identidad y la diferencia, califica lo uno y lo otro. El
sujeto representa uno más entre los elementos que se definen allí. El sujeto,
su cuerpo constituyen una variable más atravesada por las redes de poder.
Trasladando con algunos recaudos esta lógica, podemos intentar una
explicación de los procesos psicológicos que actúan en la construcción de
identidades en grupos y sujetos. Como si la subjetividad asegurara su

8 MILLER, J-A,(1977) “El Juego de Michel Foucault”,Rev. Ornicar, Nro.10.

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estabilidad, montando mecanismos psíquicos que reflejaran el
funcionamiento discursivo: las duplas identidad-alteridad, identificación-
rechazo actúan en el seno mismo de las construcciones identitarias. Hemos
aquí un modo de ver como las redes de poder, atraviesan al sujeto.

La cuestión de ‘cómo el sujeto entra a formar parte de ciertos juegos de


verdad’ conduce a Foucault a abandonar un punto de vista crítico-ideológico
- punto de vista que hemos revisado en la primer parte de esta Unidad. Esto
da lugar a un nuevo planteamiento en el que las relaciones saber / poder
constituyen una herramienta clave para entender la subjetividad.

El discurso instala categorías de sujeto y a la vez, genera procedimientos que


aseguran la distribución de los sujetos que hablan en los distintos tipos de
discurso (científico, literario, de sentido común, etc) o en las diferentes
situaciones sociales; es decir, distribuye a los sujetos en función de su saber.
La esfera del saber delimita qué sujetos pueden hablar y cuáles no, mientras
que el discurso crea objetos de saber–sujetos. A partir del discurso se puede
explicar la constitución recíproca del objeto de saber por el sujeto
cognoscente, a la vez que la del sujeto cognoscente por los saberes que lo
objetivan. Así, el poder produce saberes que permiten objetivar al sujeto,
objetivarlo desde el punto de vista biológico, psicológico, sociológico, etc.
Produce un alma que reemplazará al cuerpo como objeto de castigo, produce
un cuerpo dócil a partir del control de las conductas basado en un
conocimiento sistemático de éstas. El discurso presenta lo que conocemos
del sujeto, las variedades de sujeto, instala una moral a la que esta sometido,
distingue lo que cada cual debe hacer de acuerdo al lugar que ocupa,
despliega prácticas que los contienen o constriñen.

En el mismo texto que estamos comentando Foucault también introduce una


ruptura con una lectura superficial del discurso, ya que sería un problema
para él reducir el discurso a un conjunto de representaciones o enunciados.
Muestra más bien que los procedimientos discursivos involucran además
prácticas –prácticas discursivas, procedimientos- que van más allá de lo que
se dice o lo que se escribe. Los enunciados hacen existir prácticas y se
imbrican a ellas, no sólo las enuncian. Esas prácticas discursivas se
constituyen a su vez –por ejemplo, desde una concepción negativa del poder-
en un sistema de prohibiciones y exclusiones. La función de este conjunto es
mantener la estabilidad del propio discurso:
“... en toda sociedad la producción de discurso está a la vez controlada,
seleccionada y redistribuida por un cierto número de procedimientos que

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tienen por función conjurar los poderes y peligros, dominar el acontecimiento
aleatorio y esquivar su temible y pesada materialidad”9.

Si bien en El orden del discurso parece predominar una “visión negativa del
poder” -como vehículo de prohibiciones y exclusiones-, ya se esboza allí el
modo en que esta categoría va a ser replanteada por el autor más adelante,
hasta llegar a construir una “concepción productiva del poder” -en tanto
productor de saberes, discursos y sujetos. Usted encontrara una detallada
referencia y un relevamiento conceptual de la obra de Foucault en el texto
Poder y Subjetividad propuesto como Bibliografía de Cátedra en esta
Unidad.

1.7 Una Microfísica del poder


En Microfísica del poder Foucault formula que el poder no se posee, es un
acto, una relación de fuerza que se ejerce de forma material, corporal y
mental; recorre todo el cuerpo social. Aquí analiza el poder a través de un
mecanismo particular: aquel que se establece entre las reglas del Derecho -
que delimitan formalmente el poder- y los efectos de verdad que lo
reproducen y transmiten. Entendiendo que los sistemas punitivos son
“aspectos específicos de una tecnología de poder” que impregnan todo el
cuerpo social, señala un conjunto de instituciones en dónde éstos se
manifiestan: el manicomio, el hospital, el ejército, el presidio, el puesto de
trabajo y la escuela:
“En estas instituciones se desarrolla el conocimiento sobre las personas y su
conducta, actitudes y autoconocimiento se desarrollan, se perfeccionan y
utilizan para moldear a los individuos. Estos conocimientos y prácticas no
sólo se han empleado para cambiarnos de diversos modos, sino también para
legitimar esos cambios, al juzgarse “verdadero” el conocimiento
adquirido”10.

Es decir, el poder no sólo se encuentra presente en el cuerpo social, sino que


se halla en el núcleo mismo de los individuos, alcanza su cuerpo, se expresa
en sus gestos, sus actitudes, sus discursos, en la vida cotidiana.

Foucault plantea múltiples canales de acción y transmisión del poder,


múltiples individuos sujetos y a la vez objetos del poder, a la par que
múltiples efectos de poder. La lectura propuesta de Poder y subjetividad le
presentará a Usted en un tramo, un interesante desarrollo sobre las
objetivaciones del sujeto y los modos de subjetivación por fuera de esas
objetivaciones.

9 FOUCAULT, M. (1973) El orden del discurso, Tusquets, Barcelona.


10 MARSHALL, J. Foucault y la investigación educativa, en Foucault y la educación, A.A.
V.V., Ed.Morata.

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Respecto a las versiones que nos propone Foucault sobre el poder,
mencionaremos al menos dos duplas. La versión clásica y la crítica, y el
poder como represión (versión negativa) o como producción (versión
positiva). La visión clásica del poder -el consenso y la obediencia- que
postula que éste tendría una fuente u origen -como si pudiera identificarse
una centro o eje del poder desde el cuál éste se expande –como dijimos más
arriba pueden identificarse en el Estado o en la figura de la ley esos centros.

Esta perspectiva se enfrenta a una visión crítica del poder, que lo considera
como no localizado, más bien como algo que atraviesa todas las relaciones
sociales. La familia, la escuela, el hospital, y mayoría de las instituciones
con conforman el entramado social son como pequeños espacios donde el
poder se vincula a las normas. Presente en todas partes, ejerciéndose en cada
segmento del cuerpo social, se extiende como una red.

Lo que rige nuestra vida cotidiana más que la Ley, son las normas. No hay
ninguna ley que diga, por ejemplo, cómo alguien debe portarse en público.
Ese espacio vacío que deja la ley y toma la norma da lugar a la disciplina. La
disciplina arma un reticulado prestando atención a las normas y a sus
desviaciones en esos espacios que dejan vacios las leyes. Con el objetivo de
someter al sujeto a las normas las disciplinas individualizan y hacen una
anatomía política del detalle de la conducta de cada uno de los individuos.
Todo castigo disciplinario tiene así finalidades correctivas, se trata de
castigos que intentan acentuar el proceso de normalización. Para Foucault la
disciplina es una técnica intimidatoria que enfoca a los individuos por
separado, no masifica. Vemos cómo saltamos de la temática de la disciplina
hacia la idea de una sociedad disciplinaria como lugar donde emerge el
control social. El régimen disciplinario habla de que son fuertemente
individualizados aquellos sobre los que se ejerce el poder mediante la
vigilancia continua y el examen. La individualización no se opone al poder,
al contrario nuestra individualidad, nuestra identidad obligatoria es el efecto
y el instrumento de una forma del ejercicio del poder disciplinario.

Esto permite introducir una pregunta en relación a si el empuje de lo social


tiende a masificar o a individualizar. En Foucault la respuesta es clara el
poder-saber es individualizante. Estamos todos individualizados desde el
poder que establece políticas de vida que hay que obedecer - lo que se trata
en su obra como “biopolítica”. Pero este poder que es la biopolitica se basa
en una anatomía política o sea en una disección y para poder examinar hay
que observar muy bien uno por uno. Aunque el propósito sea que los
individuos respondan a un determinado modelo, para lograrlo es necesario
individualizar muy especialmente a quienes no responden a ese modelo, uno

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por uno, antes de que se pueda cumplir con la finalidad de someterlos a un
aparato de normalización, construir individuos normales . Foucault nos
permte entender porqué la individuación es previa y necesaria para la
masificación. Para él la racionalidad política moderna se enraíza en el poder
pastoral y en la razón de Estado; es a la vez individualizante y totalizante. Se
puede ver en el estado moderno una matriz de individualización que se
extiende a través de las instituciones y una nueva forma de poder pastoral.

Según estala versión crítica del poder entonces, el poder no es absoluto ni


descendente (es decir que no adopta como esquema la relación dominadores-
dominados), es microscópico y capilar. Si la definición de poder coincide
con una red de relaciones sociales, red de relaciones entre sujetos, el poder
las atraviesa. Es posible identificar a los sujetos o relaciones (por ejemplo
docente-alumno, médico-paciente, etc) que están inscriptos o participan en
este atravesamiento. Las actitudes subjetivas pueden ahora ser identificadas
como acciones de fuerza en las que unos tratan de orientar, conducir o influir
en la conducta de otros. Yendo más allá, hay que considerar que las
relaciones de poder no son sólo simbólicas, como lo indica Foucault, sino
que principalmente deben su eficacia a que se encarnan materialmente: el
poder se inscribe en los cuerpos. Los cuerpos forman parte del cuerpo social,
y desde que nacemos quedamos fijados al aparato de producción de saber – a
los discursos. Puede aquí hacerse un salto y preguntarse si esta materialidad
de la relaciones de poder encuentra algún punto de articulación con la noción
de goce presentada por J. Lacan desde el psicoanálisis –que veremos en la
Unidad siguiente, que insinúa las tendencias pulsionales que disponen
ciertas estructuras sociales. Basta recordar que para Lacan los signos del
poder son a la vez los del goce. El sujeto y su cuerpo son así superficies de
inscripción de las relaciones de poder y de los modos de satisfacción que
representan más cabalmente a un estado de sociedad dada.

Volviendo a la visión crítica o microfísica del poder, en cierta medida las


críticas hechas a esta conceptualización detectan un problema importante: la
idea de omnipresencia del poder, de su difusión, ubica al poder en todos los
lugares y en ningún lugar específico. Tal vez salvar esta crítica pueda
hacerse al complementar Foucault con Althusser. Podemos encontrar que los
equivalentes foucoultianos de los aparatos ideológicos del estado
althusserianos son los procedimientos disciplinarios que operan en el nivel
del “micropoder” y designan el punto en el que el poder se inscribe
directamente en el cuerpo, pasando por alto la ideología. Zizek considera que
esta es una debilidad de Foucault que puede salvarse entonces diciendo que
los procedimientos disciplinarios adquieren operatividad a nivel del
micropoder siempre y cuando haya una especie de Otro ideológico que los
interpele. Para Althusser los microprocedimientos son parte de los aparatos
ideológicos del estado; es decir, son mecanismos que para ser operativos,

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para apropiarse del “individuo”, suponen siempre ya la presencia masiva de
una entidad –el Estado, gran Otro ideológico en el que se origina la
interpelación.

En cuanto a la otra dupla con la que Foucault conceptualiza al poder,


digamos solamente que el autor dejando de lado una visión negativa o
jurídico-política, ligado a su valor coactivo o represivo, propone una visión
productiva. El poder no consiste simplemente en reprimir ciertas formas
discursivas, sino que fundamentalmente produce una relación con el
conocimiento –con los “saberes”- que legitiman su dominación. El poder
produce saberes, verdad y sujeto.

Finalmente, para el autor hay que tener presentes cinco aspectos para
abordar el análisis del poder11:
- Sistemas diferenciadores establecidos por la ley, la tradición, las
condiciones económicas, que proporcionan un ámbito donde prima facie se
ponen en funcionamiento las relaciones de poder;
- Los objetivos que persiguen quienes operan sobre las acciones de otros;
- Los medios para poner en marcha las relaciones de poder: por la fuerza, la
aceptación, el consentimiento, la vigilancia, la recompensa económica;
- Las formas de institucionalización del poder (familia, escuela, ejército,
etc.)
- El grado de racionalización que dota, elabora y legitima los ejercicios de
poder.

Busquemos ahora, a modo de ejemplo, resignificar las categorías


presentadas. Preguntemos: ¿Hay poder en la escuela? Partamos de la idea de
discurso, y más precisamente convengamos que se podría hablar de un
“discurso pedagógico” y que el conocimiento, las instituciones educativas y
el vínculo pedagógico son sedes de redes de poder. Este ejemplo es
desarrollado por I. Dusell y M. Caruso en De Sarmiento a los Simpsons
presentando a estas tres figuras – o “ídolos”, como formas de representación
que funcionan como sostén simbólico de las prácticas educativas. La
posición ante el conocimiento es una posición de poder, la actitud frente al
aprendizaje, el uso que se hace de lo que se conoce, las diferencias que se
hacen entre los alfabetizados y quienes no lo son. Finalmente, las
instituciones son sede de una pluralidad de poderes, entramados de
relaciones regladas, así como lugar de alianzas, imposiciones y resistencias

11 Marshall, Ob. Cit.

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cotidianas. El sujeto (alumno, docente, administrativo, directivo, etc) se
constituye en ese entramado.

1.8 Las transformaciones sociales y los procesos de


subjetivación.
Nuestro interés es despertar alguna inquietud en Usted y al mismo tiempo
ofrecer tentativas de respuesta sobre cómo se relacionan las
transformaciones sociales y los procesos de subjetivación. Y esto lo hacemos
sea planteando “lo social” como “lo ideológico” o como “lo discursivo” y
apelando a los autores a los cuáles hemos apelado en esta Unidad.

El estudio de la constitución de las subjetividades en los nuevos contextos


creemos que debe ser centro de preocupación permanente. Esos nuevos
contextos abarcan fenómenos que van desde la globalización y la invasión de
la lógica neoliberal a ámbitos más allá del económico, por ejemplo, las
consecuencias que la ciencia o la tecnología actual tienen en la vida
cotidiana. De hecho, el tema es muy amplio y heterogéneo y sólo daremos
aquí algunas pincelas finales, aprovechando las categorías que hemos
anteriormente presentado en esta Unidad.

La ideología del discurso capitalista como cualquier ideología postula la


“parte” como si fuera el “todo” y exacerba esta postulación; la subjetividad
construida por sus dispositivos discursivos es la subjetividad que se captura a
si misma como un “todo”, que bajo ese estado gobierna y regula la “verdad”
transformándola en saber y conocimiento. De entre las figuras que asume ese
todo en los discursos de nuestra época podemos tomar la del cuerpo-máquina
orgánica, figura que introduciremos en la Unidad 4 a propósito de la
discusión sobre la incidencia actual de los modelos mecanicistas y
organicistas en la comprensión del psiquismo. Hoy podemos aseverar que
“La ideología del discurso capitalista alimenta la idea del cuerpo-máquina.
En efecto, el vaciamiento de la singularidad implicado en esta operación
permite por un lado universalizar la solución a modo de una respuesta fija a
la emergencia del sufrimiento, y por el otro, anular el efecto modelador y
determinante de lo simbólico por sobre lo real de cuerpo. Así, todo
sufrimiento, toda angustia, y en general, toda respuesta del sujeto proviene
(para esta ideología) de lo real de un cuerpo no atravesado por lo simbólico,
es decir, de un cuerpo-máquina que responde conforme a un causalidad
genética-fisiológica más allá de la dialéctica de lo simbólico que se introduce
en él capturándolo y atravesándolo como lugar de significación”12.

12
GARCÍA HODGSON, H. (2006) “Deleuze, Foucault, Lacan. Una
política del discurso”. Edit. Quadrata. Buenos Aires, p.47.

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Siendo la cultura un campo de batalla cruzado por relaciones de fuerza
ideológica o discursivas que buscan imponer hegemónicamente sus
representaciones del mundo, la Unidad 4 tal vez nos acerque a pensar en
relación a lo antes citado, porqué ciertas perspectivas del psiquismo o de la
conducta ligadas a ciertas prácticas o a ciertas tecnologías tengan en nuestro
tiempo un auge mayor que otras.

Actividad 1.1 Guía para leer los texto de la Unidad 1


1. Retomando a Paul Ricoeur en su “Conferencia Introductoria”,
describa el origen histórico de la noción de ideología y la
perspectiva asumida por cada uno de los autores mencionados
por él.
2. ¿Cuáles son los aportes para entender la noción de ideología que
realiza Althusser?
3. ¿Cuál es la influencia en la vida cotidiana de las ideologías y las
representaciones sociales?
4. Identifique el proceso de crítica a la vida cotidiana descrito por
Pichon Riviere.
5. Elaborar un esquema conceptual en el que se visualicen las
interacciones entre las nociones subrayadas en esta Unidad.

Actividad 1.2: Subjetividad y relaciones de poder

1) A partir de la página 43 del texto de M. Caruso e I. Dusell introducen a las


relaciones entre sujeto, deseo y poder. ¿Cómo explicaría la construcción de
la subjetividad a partir de esta relación?
Lea el siguiente capítulo: Te llevo bajo mi piel. El poder en la escuela, y
responda:
2) Que reglas permiten comprender cómo se concibe el poder desde una
versión clásica?
3) Identifique cuáles son las tres consecuencias que trae la visión social
crítica del poder.
4) Busque ejemplos en la vida cotidiana que puedan ser entendidos desde
alguna de las dos versiones sobre el poder –la clásica y la crítica. Haga una
tabla de dos columnas. De un lado identifique acontecimientos o situaciones
conflictivas en la vida cotidiana, momentos de lucha o donde aparece el
enfrentamiento entre diversidades. Es decir acontecimientos o situaciones

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que puedan ser vistos desde el ángulo del poder como disfunciones, desvíos,
circunstancias inesperadas -visión clásica. En la otra columna para estos
mismos sucesos, explique cómo los vería desde la perspectiva de encontrar
en ellos lugares “constitutivos en las tramas de experiencias y en la
constitución de sujetos” -visión crítica. (Seguir el texto de Dusell y Caruso
en página 63-64). Si vale como ayuda, recuerde que finalmente se le está
pidiendo que identifique sujetos y relaciones de poder.
5) En qué sentido las nociones trabajadas en este texto se acercan a la
problemática de la subjetividad?
7) Qué respuestas dan los autores al establecimiento de la legitimidad de un
poder. ¿Cómo es que el poder se hace legítimo?

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