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PRIMERAS PREGUNTAS
OBJETIVOS
PALABRAS CLAVES
sujeto social / sujeto histórico/ agente – emergente
discurso/ enunciado/ representación
representación social / ideología / posición crítica o acrítica
subjetivación-objetivación / discurso
BIBLIOGRAFÍA
BIBLIOGRAFÍA COMPLEMENTARIA
Es obvio que si encaramos las cosas desde nuestro punto de vista, es porque
vamos a poner el acento más en el sujeto que en la estructura social. De
todas maneras el modo en que esta última sea definida da particularidades a
ese acento, y no es posible eludir la relación innegable entre uno y otra.
Aclarado esto, indiquemos que nuestra perspectiva apunta a producir una
reflexión en torno a cómo es que eso social se hace psíquico, se internaliza o
da lugar a estructuras íntimas de la subjetividad. El primer supuesto
relevante con el que nos encontramos es entonces que “lo social” se entiende
como el trasfondo y la trama a partir de la cual se dispone “lo subjetivo”. El
envés de este supuesto nos lleva a que, si eso es posible, es porque desde lo
psíquico se da un lugar a lo social, y lo subjetivo aparece como lugar de
reproducción a la vez que de creación de lo social. El sujeto mismo arma y
vive su “versión imaginaria” de lo social y lo hace posible, participando con
su cuerpo en la vida cotidiana. Estos dos supuestos, combinados, han sido
expresados de diferentes maneras por distintos autores. Una, diciendo que el
Finalmente hay que enunciar otro presupuesto que nos admite hacer
articulaciones entre lo psíquico y lo social, y consiste en afirmar que ambas
categorías necesariamente están referidas al lenguaje o a lo simbólico1. Lo
simbólico es lo que hace posible un ordenamiento social y a su vez una
estructura subjetiva. Este supuesto hay que rastrearlo tal vez en la existencia
“de una larga y profunda tradición marxista que ha hecho del lenguaje (y por
extensión del espacio simbólico-cultural o `representacional´) un escenario
privilegiado, y a veces decisivo, de los conflictos sociales e ideológicos y de
la constitución de las identidades” (Grunber:41).
Identifiquemos ahora qué es “lo social”, cuáles son las figuras que hemos
elegido asignarle a “lo social” que nos permitan hablar en términos que nos
acerquen a la cuestión subjetiva. Expresémoslo directamente, lo social lo
vamos a asimilar a tres categorías que responden a campos teóricos diversos
entre los que intentaremos buscar un diálogo posible: lo ideológico, lo
discursivo y el producto de un anudamiento imaginario-simbólico. Al
seleccionar estas tres categorías, nos hemos inclinado más bien por
responder el interrogante que plantea esta Unidad desde referentes del
pensamiento contemporáneo que nos parecen destacados. Tal vez sea
conveniente aclarar que además, esos referentes nos han parecido de mayor
riqueza que los que podrían brindarnos las llamadas “Psicologías Sociales”
que se alegan el derecho de definir y pensar la problemática del “sujeto
social”.
Como se podrá apreciar, cada una de las tres perspectivas elegidas abordará
lo que para su campo específico se ha planteado como relevante en esta
articulación a indagar, entre lo social y lo psíquico. Por supuesto estas
equivalencias (lo social igual a lo discusivo, a lo ideológico o a un
semblante) son elecciones que realiza la Cátedra entre otras, para poder
explicitar la constitución subjetiva en el marco de la relación del sujeto con
el otro –identifíquese a ese otro con un semejante, con el grupo o con la
masa, con la institución, con la comunidad, cono lo discursivo o con el Otro
simbólico lacaniano.
Ahora, los enunciados en tanto significantes que enuncian algo sobre algo,
generan formas de representación. Los enunciados remiten a
representaciones. Esto último permite hacer hincapié en una cierta
capacidad representacional del sujeto, una cierta facultad digamos,
“psíquica”. Esa capacidad atañe a las formas que tiene un sujeto de pensarse
a sí mismo o a los otros, de entender las relaciones con ellos y de pensar las
cosas en un estado de sociedad dada. Tal vez nos estemos refiriendo aquí a
una cierta capacidad semántica del sujeto, que le permite producir
significación o ser objeto de ella. Pero como veremos en esta Unidad, ese
talento para representarse las cosas va más allá de lo que se pueda entender
por una estructura semántica en términos clásicos, pues puede ser vinculado
también a relaciones de poder y a mecanismos constitutivos de la
subjetividad inconsciente. Esto es, la capacidad representacional no sólo
implica un universo de significaciones, de creencias o de actitudes que
maneja el sujeto, sino que lleva implícito un modo de sometimiento o
asentimiento tácito a ciertos órdenes preexistentes que arrastra ese mismo
universo de significaciones. En la medida en que un sujeto se piensa a sí
mismo o piensa tal o cual cosa, ya se inserta en una red de relaciones y
ocupa un lugar en ella, ya se supedita a un funcionamiento simbólico que lo
antecede. De esta forma las representaciones son tributarias de la posición
que ocupan los sujetos en la familia, en las instituciones o de manera
genérica en “lo social”, y estas posiciones son tributarias de mecanismos o
dispositivos de poder-saber o de los avatares de la constitución subjetiva.
Así, esa dimensión “psicológica” representacional no es algo que se posea en
sí, digamos, “una cierta facultad mental” ajena a toda referencia. Sino más
bien que el sujeto se constituye como sujeto en tanto aferrado a un discurso o
a los anudamientos que en él se conformaron otorgándole o negándole un
cierto lugar. Como lo han dicho autores como Foucault o Lacan, el sujeto no
habla, sino que es hablado. Agreguemos… es hablado y lo que de él se dice,
lo posiciona en un lugar determinado en la familia, en la comunidad, en la
realidad social a la que pertenece.
2 M. Foucault plantea que todo discurso hace intervenir una forma de racionalidad; por lo
tanto podríamos decir que el pensamiento de un sujeto sujetado a un marco discursivo o a
ciertas situaciones comunicacionales encuentra su estructura y sus límites en dicha
racionalidad.
3JODELET, D. (1985). “La representación social: fenómenos, concepto y teoría” en
MOSCOVICI, S., Psicología Social; Ed. Paidós, Buenos Aires.
Como proceso, recorren un camino que va desde los datos (lo familiar) hacia
los conceptos. En este proceso constructivo, todo contenido extraño que
presente un choque con las posibilidades lingüísticas e intelectuales de los
sujetos, genera un estado de desequilibrio; de tal manera que el sujeto debe
reelaborar el contenido extraño a partir de un contenido que le es familiar,
corriente -aunque perteneciente a otro ámbito de información distinto al del
novedoso. De este modo funciona el proceso representacional convirtiendo
lo insólito en familiar. También, pensar las representaciones en su carácter
de proceso, lleva a pensar que tienen una historia, derivan de ciertas
coyunturas, se articulan a intensiones, se modifican.
El recorrido hecho hasta aquí nos ubicó en una acepción de discurso hecho
de enunciados entramados a representaciones. Luego, desde las
representaciones colectivas llegamos a la ideología, si consideramos que
ésta es en parte un enorme sistema de representaciones colectivas –sistema
coherente aunque no exento de contradicciones. Y aclaramos, “en parte”
porque como vamos a ver, no reduciremos la ideología sólo a un conjunto de
creencias o conocimientos, sino que lo extendemos a gestos, actitudes,
rituales, comportamientos, etc. En cuanto a la acepción y usos del término
“discurso” descriptos por la lingüística o la semiótica, nos hemos movido y
nos moveremos un tanto de ellos, al agregar dos usos que vamos a
considerar “paradigmáticos” por las importantes aplicaciones que han
generado. Estos remiten a las dimensiones que adquiere el concepto
“discurso” en las obras de M.Foucault y J.Lacan. Con Foucault abordaremos
de lleno “lo social” en tanto “lo discursivo” para aproximarnos a sus modos
de apreciar el sujeto. Foucault construye una analítica de las relaciones
sujeto, verdad, saber, poder, y el modo de uso que le da al término discurso
está en esta dirección. El análisis de un discurso en Foucault permite
entrever cómo se componen en él, como se entretejen relaciones de poder,
manifestaciones de saber y producción de sujeto. En Foucault el discurso
produce sujeto, lo sujeta, lo enuncia o lo silencia, lo visibiliza o lo hace
desaparecer. En Lacan, no será el término discurso un concepto central que
nos lleve a trabajar “lo social” en esta Unidad 1 -será este un autor que
trabajaremos mejor en la Unidad 2, pero nos permitirá apreciar que el
inconsciente es un discurso. Más allá de esto, el psicoanálisis lacaniano lleva
a concebir que la realidad, y particularmente la realidad social se entrelaza a
la realidad psíquica. Para completar con el desarrollo de las tres categorías
de “lo social” que hemos de poner en diálogo, comenzaremos con “lo
ideológico”.
El término fue acuñado sobre fines del siglo XVIII por Destutt de Tracy,
dentro de una escuela filosófica opuesta al imperio napoleónico. Los
integrantes de esta escuela, llamados “ideólogos” por los napoleónicos,
proponían que la filosofía no tenía que ver con las cosas ni con la realidad,
sino con las ideas. De allí que en un inicio la ideología fue relacionada (por
la perspectiva del empirismo científico) con una “ciencia de las ideas”,
disciplina que excluía además toda dimensión social. Hay que plantear de
entrada, al menos dos modificaciones posteriores que sufre esta concepción.
La primera: C. Marx y F. Engels en La ideología alemana realizan una
fuerte crítica al concepto así definido, incorporándole una dimensión social e
histórica: “Las ideas directrices no son más que la expresión ideal de las
relaciones materiales dominantes entendidas como ideas”. Así, podría
decirse que Ideología “es una concepción parcial y defectuosa de la realidad
social, que tras la apariencia de pensar un sistema descriptivo de hechos,
expresa una valoración político-moral de la realidad social”, valoración que
correspondería en el marxismo a la de la clase dominante. Derivada de esta
definición podemos ubicar lo que comúnmente entendemos por ideología en
tanto “mito político que funciona para preservar la estructura social”, mito
que involucra una adscripción a alguna propuesta particular (conservadora,
liberal, proletaria, etc). Definida de estas maneras la noción de ideología
queda más bien comprimida a un conjunto ordenado de ideas y valores
referentes a la acción tanto individual como política, conjunto compartido
por un determinado colectivo o grupo social. Sin embargo, la segunda
modificación que sufre el término ideología lo extiende más allá del campo
de un sistema de ideas, representaciones y creencias, al de actos o conductas
insertos en prácticas que están reguladas por rituales, en el marco de
instituciones. Esta extensión acentúa la existencia material de un aparato
ideológico. La lectura del texto de L. Althusser “Ideología y aparatos
ideológicos del estado” indicado en Bibliografía de la Asignatura, lleva en
esta dirección, a prestar atención a cómo se materializa una ideología, más
allá de las ideas, las creencias o representaciones. En esta línea es que
podemos seguir la acepción que propone Francois Chatelet en Historia de
las ideologías:
sistema más o menos coherente de imágenes, ideas, principios éticos,
representaciones globales y, también, de gestos colectivos, rituales religiosos,
estructura de parentesco, técnicas de supervivencia (y de desarrollo),
expresiones artísticas, construcciones míticas o filosóficas, organización de
los poderes e instituciones y las fuerzas que estos ponen en juego, etc.
Sistema que tiene como meta regular en el seno de una colectividad, de un
pueblo, de una nación, de un Estado las relaciones que los individuos
4 ZAITLIN, I.; (1986) “Ideología y teoría sociológica”, Amorrortu editores, Buenos Aires, p.
343.
Todo esto puede ser planteado en términos de una “estructura especular” que
genera sujeción. Se aceptan libremente esas sujeciones, no se puede escapar
de ellas –es una condición humana. Reconocimiento mutuo entre los sujetos,
reconocimiento entre el sujeto y el Otro, reconocimiento de sí mismo. Esta
estructura especular constituye un sistema social de garantías. Como
veremos en la Unidad siguiente Lacan va a desarrollar un planteo parecido
sobre “lo especular” esto en términos de campo imaginario. No hay sujeto
sino por y para su sujeción.
6 LEMA, Vicente (1976). “Conversaciones con Enrique Pichón Riviere. Sobre el arte y la
locura”. Timerman Ediciones, Buenos Aires.
7 “En el caso de que se pudiera describir entre cierto número de enunciados….en el caso de que
entre los objetos, los tipos de enunciación, los conceptos, las elecciones temáticas, se pudiera
definir una regularidad (un orden, correlaciones, posiciones en funcionamientos, transformacio-
nes), se dirá, por convención, que se trata de una formación discursiva…”
(Foucault, La arqueología del saber).
Si bien en El orden del discurso parece predominar una “visión negativa del
poder” -como vehículo de prohibiciones y exclusiones-, ya se esboza allí el
modo en que esta categoría va a ser replanteada por el autor más adelante,
hasta llegar a construir una “concepción productiva del poder” -en tanto
productor de saberes, discursos y sujetos. Usted encontrara una detallada
referencia y un relevamiento conceptual de la obra de Foucault en el texto
Poder y Subjetividad propuesto como Bibliografía de Cátedra en esta
Unidad.
Esta perspectiva se enfrenta a una visión crítica del poder, que lo considera
como no localizado, más bien como algo que atraviesa todas las relaciones
sociales. La familia, la escuela, el hospital, y mayoría de las instituciones
con conforman el entramado social son como pequeños espacios donde el
poder se vincula a las normas. Presente en todas partes, ejerciéndose en cada
segmento del cuerpo social, se extiende como una red.
Lo que rige nuestra vida cotidiana más que la Ley, son las normas. No hay
ninguna ley que diga, por ejemplo, cómo alguien debe portarse en público.
Ese espacio vacío que deja la ley y toma la norma da lugar a la disciplina. La
disciplina arma un reticulado prestando atención a las normas y a sus
desviaciones en esos espacios que dejan vacios las leyes. Con el objetivo de
someter al sujeto a las normas las disciplinas individualizan y hacen una
anatomía política del detalle de la conducta de cada uno de los individuos.
Todo castigo disciplinario tiene así finalidades correctivas, se trata de
castigos que intentan acentuar el proceso de normalización. Para Foucault la
disciplina es una técnica intimidatoria que enfoca a los individuos por
separado, no masifica. Vemos cómo saltamos de la temática de la disciplina
hacia la idea de una sociedad disciplinaria como lugar donde emerge el
control social. El régimen disciplinario habla de que son fuertemente
individualizados aquellos sobre los que se ejerce el poder mediante la
vigilancia continua y el examen. La individualización no se opone al poder,
al contrario nuestra individualidad, nuestra identidad obligatoria es el efecto
y el instrumento de una forma del ejercicio del poder disciplinario.
Finalmente, para el autor hay que tener presentes cinco aspectos para
abordar el análisis del poder11:
- Sistemas diferenciadores establecidos por la ley, la tradición, las
condiciones económicas, que proporcionan un ámbito donde prima facie se
ponen en funcionamiento las relaciones de poder;
- Los objetivos que persiguen quienes operan sobre las acciones de otros;
- Los medios para poner en marcha las relaciones de poder: por la fuerza, la
aceptación, el consentimiento, la vigilancia, la recompensa económica;
- Las formas de institucionalización del poder (familia, escuela, ejército,
etc.)
- El grado de racionalización que dota, elabora y legitima los ejercicios de
poder.
12
GARCÍA HODGSON, H. (2006) “Deleuze, Foucault, Lacan. Una
política del discurso”. Edit. Quadrata. Buenos Aires, p.47.