Sei sulla pagina 1di 17

GENERO, INSTITUCIONALIDAD Y TERRITORIO

Guillermo Solarte Lindo 1

Presentación

Es fácil caer en la tentación de pensar el concepto de Género desde las


dicotomías que estructuran el conocimiento occidental. La fuerte tradición
de situar las cosas en dos polos opuestos parece tener vida todavía cuando
cada vez mas es mas necesario avanzar sobre los conceptos polisemicos,
multidimensionales u holisticos.

Así también, creo no equivocarme, si afirmo que en lo relacionado con la


academia y la investigación, se percibe el transito hacia la aceptación de
la flexibilidad, la fragilidad de los limites y la cada vez mayor fuerza de los
matices. En el mundo actual parece dominar lo policromatico, polisemico,
polifónico y la velocidad de los cambios tecnológicos nos hace pensar que
todo va mas rápido, que sabemos mucho mas o que estamos mas
informados; que nuestra capacidad de comunicación es tan grande que
cualquier rincón del planeta esta unido a nosotros por redes de satélites o
cables que todavía la inmensa mayoría no alcanza a comprender.

Aun así, siempre creemos necesario pensar desde alguna perspectiva, desde
algún punto de vista o desde alguna intención. Con relación al genero y sus
implicaciones en la definición de políticas o en la estructuración de
cambios pasa lo mismo. Acudimos al concepto con la pretensión de
orientar desde una perspectiva lo que entendemos por aspectos tan distantes
como aquellos que van desde el desarrollo hasta la cotidianidad pasando
por las relaciones de poder o las relaciones sexuales, en muchos casos
entendidas como expresión de ese dominio o poder.

Desde que en años mas o menos recientes se empezó a pensar sobre el


concepto de genero aplicado a las relaciones entre seres humanos este se
refirió precisamente a esto: igualdad en la diferencias, para otros igualdades
en las diferencias. En esencia, al buscar que la perspectiva de genero se
convierta en una política que permita vivir en una armonía basada en el
reconocimiento, lo que se pretende es transformar las relaciones entre sexos
y se acepta que ellas son relaciones que se han estructurado a lo largo de la
historia en escenarios y realidades especificas.

1
Director Ejecutivo de la Corporación Latinoamericana Misión Rural de Colombia, Sociólogo de la universidad
Complutense de Madrid.
No se podría mirar estas relaciones por fuera de la cultura como tampoco
por fuera de la política o la economía. Pero como toda acción o
intervención o cambio social se produce por el camino de la política, lo que
hace posible que eso suceda es la existencia de un sistema político que lo
impulse, acepte o si se quiere lo imponga.
Las tremendas desigualdades entre hombre y mujer en Latinoamérica no
surgieron espontáneamente, se fueron construyendo políticamente de la
mano de una concepción masculina de la sociedad y restringiendo,
ocultando u opacando, con fuerza y sin razón, el lado femenino de esa
construcción. Digo esto para reafirmar que este proceso de construcción de
nuestras sociedades no fue un proceso democrático. Arrastra en lo mas
profundo de su existencia la exclusión como manera de hacerlo. Exclusión
de la mujer, pero también de las minorías, y aunque parezca paradójico de
las mayorías.

Antes de avanzar quiero exponer tres conceptos de política que están en el


fondo de este escrito: uno, la política es aquello que hace posible lo
deseable, dos, la política es aquello que es del interés de todos y tres la
política es un lenguaje de administración del poder. El entrelazamiento
indisoluble de los tres aparecerá a lo largo de esta reflexión.

A la luz de las anteriores definiciones sobre la política quiero destacar


como un fenómeno común en América Latina la inexistencia de
democracias consolidadas o también, si se prefiere, la existencia de
democracias en procesos de construcción.

Quisiera que este texto se entendiera desde tres tesis que intento desarrollar
según avanzo en la reflexión:

La primera tesis sobre la cual esta escrito este texto es la cada vez mas
fuerte incidencia de los fenómenos externos en una comunidad o sociedad
y por lo tanto la influencia cada vez mayor y, geográficamente mas amplia,
de lo que sucede en lo extrafronterizo o planetario, condiciona, impulsa o
provoca transformaciones permanentes en cada territorio, comunidad o
sociedad. Los alcances de lo que acontece en los procesos de globalización
todavía no pueden percibirse en toda su dimensión pero lo que parece
como reto es la necesidad de fortalecer los procesos locales no tanto para
enfrentar lo malévolo del proceso como para producir desde este los
cambios necesarios que han venido siendo postergados. En corto: ver en lo
que sucede una oportunidad de transformación además de económica,
política y cultural.
La postergación continua de la democracia ha significado la postergación
histórica de la igualdad, la libertad y el desarrollo de opciones políticas que
reconozcan y valoren en su exacta dimensión lo que hombres y mujeres
aportan en cada sociedad o comunidad. Es decir antepongo a la idea o la
lucha por cualquier cambio o transformación la existencia de un modelo
político que garantice la posibilidades económicas, políticas, sociales y
culturales para los ciudadanos y ciudadanas de un territorio. Esta seria la
segunda tesis.

La tercera tesis seria que los procesos de construcción de sociedad son a su


vez paralelos a los procesos de construcción de territorialidad y por lo tanto
son también procesos políticos, culturales y económicos. Procesos que dan
sentido a la ocupación de un territorio, así como a las formas económicas
de producción, a las practicas culturales allí presentes, a los tipos de
relaciones sociales y por supuesto, a la institucionalidad y la estructura de
poder o poderes que rigen u orientan a esa sociedad.

EL MUNDO ACTUAL : UNA IDEA DE GLOBALIZACIÓN

El panorama ambiental, social, político y económico del mundo actual, y en


particular el de América Latina, plantea interrogantes que indican la necesidad
de revisar algunos de los conceptos que hasta hoy han sustentado formas de
relación predatorias entre los seres humanos y su medio natural, entre las
autoridades y los ciudadanos, y entre nosotros mismos. Conceptos que están en
la base de los discursos en boga, de las estructuras de poder, que se reflejan en
las formas de organización política y en los modelos económicos al uso.

Los centros de poder internacional propusieron una idea de crecimiento como


sinónimo de progreso y de felicidad, la cual trazó por más de medio siglo una
senda única de desarrollo para todos los pueblos del mundo. Una vía que
garantizaría su acceso al progreso, la democracia y la libertad. La historia
enseña que esto no ha sido así o, al menos, los resultados han sido muy
parciales. Las sucesivas crisis de los ochenta, noventa y las actuales no dejan
lugar a dudas. La desigualdad y la pobreza han crecido a niveles alarmantes, la
opresión política y la corrupción continúan, y el silenciamiento de las minorías
no ha sido superado.

Una mirada rápida a la situación mundial muestra un escenario conflictivo no


solo en lo político sino también en lo económico, en lo social, en lo cultural y
en lo ambiental. El estado de violencia y la situación de guerra parecen
aceptarse como la solución a los problemas. No podríamos decir con
demasiada certeza que el uso de la razón sea el eje sobre el que estemos
tomando decisiones.
A pesar de todo esto, formas más solidarias de vida y de interacción con la
naturaleza, con las autoridades, y con nosotros mismos, persisten en medio de
las grandes tendencias globalizantes, mezclándose y transformándose para
generar dinámicas propias cuyo ritmo y objetivos de vida difieren del camino
único propuesto por los centros de decisión mundial.
Esto no es otra cosa que la tensión que se produce entre lo local y lo global.
Entre una idea de estado nacional y la tendencia a la perdida de poder ante la
institucionalidad extra estatal sea estas económicas, FMI, políticas, Naciones
Unidas o militares, OTAN. También entre la idea de un mundo multipolar y la
excesiva concentración de poder militar y económico en una sola potencia. Las
tensiones están en la base de la acción humana, son el conflicto presente a lo
largo de la historia y lo que se ha llamado globalización es fuente de gran
cantidad de ellos. El asunto fundamental es avanzar en la solución por fuera
de mecanismos de fuerza, es decir, democráticos. Allí esta otra de las tensiones
duras la idea de dominio sobre la de soberanías o en otras palabras la de
autoritarismo sobre la de democracia. Lo local, así como lo territorial no es
ajeno a esta situación pero tampoco es agente pasivo de las mismas.

Habría que entender por fuera de cualquier fundamentalismo que la


globalización no es un camino cerrado a una sola opción, se podría decir
que es una puerta abierta que se puede llegar a atravesar de manera que
favorezca los intereses de cada país o se puede entrar en ella arriesgando el
desarrollo de una nación.

Es decir, puede haber margen para una decisión política que facilite una
participación favorable. Por supuesto esto depende de cada país, o mejor
de las decisiones que tome cada gobierno en ese camino. Castells y
Himanen (1) citados por José Antonio Marina2 en "Ética para una
globalización diferente "avanzan en la demostración de que el paradigma
tecnológico económico estaría dejando un margen bastante amplio para
una elección basada en una ética política.
Ellos consideran que existen tres grandes modelos de la economía
informacional: Silicon Valley que seria sociedad de mercado mas
democracia, Singapur que seria igual a sociedad de mercado mas
autoritarismo y Finlandia que seria sociedad de mercado mas democracia
mas estado social. Sin querer presentarlas como opciones, si pueden
tomarse para un reflexión que nos acerque a lo que deseamos. La relación
de esta reflexión con el tema de territorios y genero es crucial: entiendo que
América Latina como realidad histórica que comparte muchísimas
tradiciones culturales y geopolíticas es una realidad territorial en
construcción que habría que tener como horizonte permanente de
2
Ética para una globalización diferente, José Antonio Marina, El Mundo, Madrid 2003
integración, es decir, es necesario vincular el concepto de integración
regional, a todos los intentos o procesos de definición de políticas. Es esa
visión de integración territorial lo que abrirá las puertas para un
participación favorable de América Latina en los procesos de
globalización. Procesos que son entendidos y asumidos desde distintas
perspectivas, orientaciones políticas y lenguajes diferenciados.

Sobre ellos se ha escrito y se trabaja de manera intensa desde la academia,


la intelectualidad y los medios. Sobre ellos, los procesos de globalización,
se organizan movilizaciones, se generan posiciones, se reacomodan los
principios ideológicos de los movimientos y partidos políticos.

Algunos se refieren a este fenómeno como lo globaliatario que querría


decir que tanto los procesos como los discursos son de carácter impositivo
dejando poco margen de acción o restringiendo las libertades de aquellos
países o territorios que intervienen en el, desde los países del sur hasta los
países del este de Europa que buscan la integración al proyecto
comunitario.

Para otros es necesario defender el carácter espontaneista de los


fenómenos económicos y liberalizar o despojar de reglas de juego los
escenarios nacionales para que la idea de un mercado feliz nacional y
mundial se constituya en el eje duro de logro de equidades y equilibrios
que no pueden ser logrados por el camino de la intervención de los estados.
Estos idealistas del mercado confían plenamente o para ser precisos, creen
que el mercado es la fuente de cualquier justicia en tanto su funcionamiento
esta sustentado por los mas altos niveles de racionalización y el desarrollo
de la disciplina económica como una ciencia dura capaz de explicar con
toda precisión lo que sucede.

Por ultimo, otros estarían concentrados en la identificación de un nuevo


fantasma. De una nueva forma imperial que empezó a construirse con lo
que alguien llamo el pensamiento necrológico, es decir, el fin de la historia,
el fin de las ideologías , etc. Los analistas de esta nueva forma de imperio
ven con bastante sospecha la manera como se están tomando las decisiones
y como estas, construyen una unipolaridad que tiende a producir
unanimismo económico y unanimismo político. Para muchos de estos los
Países del norte y sobre todo USA orientan la globalización empujados por
dos fuerzas incontenibles: el poderío militar y dos, las corporaciones
multinacionales y el capital financiero.
Se podría ubicar el trasfondo en los tipos de globalización que se están
estar liderando desde dos polos opuestos y antagónicos. Davos Y
Portoalegre..

Pero independiente del debate teórico y las movilizaciones América


Latina y las distintas realidades nacionales que la integran tendrán que
trabajar para lograr una participación igualitaria en tales procesos y estas
posibilidades estarán sujetas a que se haya logrado construir una
democracia sólida y altamente participativa en donde la ciudadanía juegue
un papel importante en las decisiones que afectarían su futuro. Algo de esto
ha sucedido con la vinculación de los distintos países al proyecto europeo a
través de las consultas sobre la conveniencia o no de vincularse al proceso;
algo de esto debería ser ejemplo para la integración de cada país en la
región y; mucho de esto habría que asumirlo como motor o eje básico en la
construcción de territorialidad.

El dilema o desafío mas fuerte, aceptando de cierta manera lo irreversible


de los procesos, seria el de lograr participar en ellos desde una idea en la
que se logren conjugar felizmente el modelo económico y la justicia. La
integración de América Latina no puede ser un proceso que amplíe los
márgenes insostenibles de la pobreza, ni tampoco que debilite o fracture
las democracias existentes. En todo caso debe ser un proceso que desarrolle
políticamente las distintas naciones y sirva como clave para empujar o
impulsar el desarrollo sostenible de la región.

Hay que darse tiempo par responder preguntas del orden de ¿cual seria el
proyecto ético político que deseamos como región para una participación
activa e inteligente en la globalización? . Tiempo por lo demás que no
puede estar sujeto a las urgencias que los discursos y procesos empujados
desde fueran quieran imponer. Tiempo para la comprensión de los
acontecimientos. Tiempo para el desarrollo de estrategias de solidaridad
regional. Tiempo para la construcción de escenarios lo suficientemente
sólidos como para no arriesgar la autonomía y las soberanías nacionales.
Tiempo para la construcción y divulgación de nuestros propios discursos
sobre lo que esta sucediendo y de la mano de esto, tiempo para el diseño y
concertación de nuestras propias políticas de transformación.

Incorporo el concepto de política de transformación para referirme a


procesos que faciliten el transito hacia sociedad democráticas. Lo refiero en
el marco de lo global en tanto no solo comparto sino que acepto que la
manera de pensar en soluciones que abarquen un estado o una región deben
partir de la cada vez mayor incidencia de lo global o de la sociedad mundo
en las sociedades nacionales o en las comunidades locales.
Pero no es un problema del orden de lo nacional, por el contrario y así lo
propongo en el marco de este escrito: no solo es importante sino también
fundamental actuar sobre una idea de integración regional construida
democráticamente para poder desde lo local y territorial consolidar
políticas de transformación.

LA DEMOCRACIA LA MEJOR POLÍTICA DE GENERO.

Quiero partir del reconocimiento de los grandes cambios logrados por lo


que Castoriadis llamo la más grande revolución pacifista y silenciosa: la
revolución femenina, para tratar de avanzar en este escrito. Reconocer esto
es hacer justicia, pero también preguntarse que hubiese sucedido si esta
lucha de la mujer no hubiese alcanzado muchos de sus logros. Esta lucha
por la equidad, los derechos y los equilibrios tienen una base política
innegable y sus alcances y trasformaciones en lo cultural, lo económico y
lo social fueron esenciales para avanzar , mas lento de lo deseado, en la
construcción de un mundo democrático.

Pero no deja de ser urgente aceptar que los logros alcanzados por los
movimientos de mujeres en lo económico, en lo educativo y aun en lo
cultural tienen una gran fragilidad en democracias débiles y por lo tanto
cualquier política debería tener como estrategia el desarrollo,
fortalecimiento o construcción de escenarios democráticos sólidos y
sostenibles.

La democracia la entiendo como un proceso permanente de construcción


de convivencia, justicia y libertades que encuentra su raíz mas profunda en
un acuerdo o consenso colectivo llamado constitución y que fundamentado
en la relación indisoluble de derechos y deberes se constituye en el marco
ético político del estado y la sociedad, de la ciudadanía. Aunque los
acuerdos y la Constitución son fundamentales para el desarrollo de la
democracia estos no son suficientes, el desarrollo esta condicionado por la
capacidad que tenga una sociedad para organizarse políticamente; para
movilizarse pacíficamente en defensa de lo que es justo, de lo acordado;
para exigir el disfrute de la libertad cuando es amenazada por el uso
inadecuado del poder.
La democracia no es solo lo que esta escrito, es además, un proceso
continuo y vital de aproximación a la sociedad deseada desde la
convivencia. Ese proceso no es abstracto, es un proceso territorial, de
ocupación y ordenación de territorio. Proceso que estoy convencido debe
ser construido políticamente desde abajo. Button up. Desde lo local
Es por esta razón que lo territorial así como las dinámicas que se
estructuran en cada territorio son esencialmente políticas y por lo tanto una
política territorial de género o con tal perspectiva tiene ese carácter. El
decir esencialmente políticas no desconoce la fuerte incidencia en la vida
comunitaria de las otras esferas, la económica, la cultural, la social o la
ecológica. Lo que deseo destacar es que la realidad de muchos territorios en
América Latina esta condicionada por los avances o atrasos que existan con
relación a la construcción del proyecto político democrático que orienta las
acciones, instituciones y ciudadanos y ciudadanas de un espacio
determinado. No seria aventurado proponer como horizonte de la
integración territorial de América Latina la existencia de democracias
sólidas y trasparentes en cada uno de nuestros estados para avanzar en la
comunidad de naciones.

Desde una perspectiva política, se puede afirmar que se hace necesario


promover y actuar para lograr el tránsito hacia una democracia que abra los
espacios a todos los ciudadanos y ciudadanas que conforman la sociedad..Pero
además que garantice que los logros obtenidos no sean escamoteados o
desconocidos. No son pocos los procesos que habiendo culminado en algún
instrumento, ley, programa o institución son desconocidos o limitados por la
inexistencia de democracias reales y sólidas. Tampoco son pocas las
frustraciones de movimientos sociales urbanos y rurales que después de jugar
un papel básico en acuerdos participativos estos han sido postergados y
simplemente ignorados. Muchas han sido los logros que se han derrumbado
con la llegada al poder de militares o proyectos políticos autoritarios.

No es una insensatez afirmar que el sistema político con perspectiva de genero


por excelencia es la democracia y acercarnos a ella una prioridad. Es la
democracia y su perspectiva de inclusión, de igualdad, de equidad, de
aceptación de las diferencias culturales y territoriales lo que garantiza el
desarrollo sostenenible con lo que se a dado en llamar perspectiva de genero.

Propuesta que no es novedosa pero que al presentarse de nuevo como una


opción, habla de la necesidad de reconocer los grandes atrasos políticos de
muchas de las llamadas democracias del sur con relación al modelo o sistema
ideal. La democracia actual no ha creado las posibilidades para el logro de los
derechos fundamentales y el conjunto de las instituciones que respaldan, o que
han sido diseñadas para garantizar su funcionamiento, son puestas en tela de
juicio por la ciudadanía.

De hecho, las grandes movilizaciones ciudadanas y la organización de


movimientos de resistencia muestran una fuerte actividad política ,de carácter
critico, frente a las crisis por las que atraviesan muchos de nuestros países. Es
posible que una de las salidas pueda encontrarse en el reconocimiento del gran
valor político de esos movimientos y la inmensa potencialidad de la
ciudadanía activa y crítica para impulsar las transformaciones y actuar sobre la
base de una ética de la responsabilidad y el compromiso colectivo.

Una ciudadanía activa es garante de trasparencia y de posibilidades de llevar a


cabo los acuerdos establecidos en las constituciones democráticas. También lo
es como mecanismo de control y veeduría de las acciones e inversiones del
estado. De la definición y ejecución de políticas justas con relación al manejo
de lo económico y presupuestal. Y por supuesto, una ciudadanía activa, seria
aquella virtud que tendría la democracia para garantizar los derechos de la
mujer, de las comunidades indígenas, de las afroamericanas, de presos, y
homosexuales, de niños y ancianos que han visto en buena parte de América
Latina postergados sus derechos. Hay en la vida política latinoamericana
todavía concepciones, organizaciones políticas, lideres políticos y económicos
que no han logrado hacer el transito de considerar a los habitantes antes que
súbditos, ciudadanos y ciudadanas libres.

La acción ciudadana organizada es base de un equilibrio entre la


representación y la participación. Sabemos que el sentirse representado no
puede ser la meta final de una democracia real o de su ciudadanía. Existe una
crisis de los partidos políticos, diría que en casi todo el planeta, que esta
provocando replanteamientos en la cultura política. Una cultura política que
cada vez estaría más cercana a la ciudadanía, con una buena capacidad de
independencia y critica que permitiría la libertad de cuestionar a las
organizaciones políticas tradicionales, tanto de izquierda como de derecha. Los
partidos, por lo menos en nuestro país, han perdido su capacidad de mediación
y gran parte de la bajísima gobernabilidad esta relacionada con esto, por
supuesto también con el conflicto armado, pero a nivel político esa perdida de
mediación significa además perdida de legitimidad, de confianza y de
liderazgo.

La crisis de los partidos y de sus propuestas económicas y políticas han


producido en muchos casos una desvalorización de la política que termina
beneficiando a unos pocos y oportunos políticos que arriban al poder sin un
respaldo institucional y por lo tanto libres de responsabilidades colectivas que
favorece el autoritarismo y reducen la capacidad de intervención ciudadana en
la decisiones que los afectan. Políticos mediáticos, producto de los medios de
comunicación y menos preocupados por la ciudadanía y mas por la opinión,
llamada, pública que reflejan las encuestas. Democracia que podría ser
definida como virtual y por lo tanto desligada de la esencia del proyecto de
democracia real que no seria otra en la cual el papel de la ciudadanía es
fundamental.
La democracia sin ciudadanía activa y critica es una democracia vacía. La
democracia sin instituciones que surjan de la acción y participación ciudadana
es un sistema político frágil. Un territorio con un sistema político
deslegitimado será tan vulnerable como poco competitivo La existencia de
instituciones fuertes en el ámbito territorial pueden ser un potencial que mejore
la creación de riqueza social, el bienestar de los habitantes y mantenga como
horizonte de la política aquello que es del interés de todos y todas: el bien
común.

Ese bien común es un sólido proyecto de país, o territorio o municipio


fundamentado en la carta de los derechos humanos, tan divulgados y tan poco
respetados. Pero también es la existencia de una visión ético política
compartida por la ciudadanía, expresada en las constituciones y legitimada en
la continua interacción entre estado y sociedad civil y en la posibilidad de esta
ultima de actuar sobre la transparencia y visibilidad de la acción estatal.

Creo e insisto que no habría mejor política de género que la construcción


colectiva de ese proyecto político. Y que aceptar que esta construcción es una
acción política, en la cual la ciudadanía actúa desde lo local o territorial, en un
proceso permanente de creación de instituciones cercanas a sus intereses y con
el horizonte del interés general, debía constituirse como un principio de acción
no negociable.

Lo mejor de la propuesta es que no es nueva y se enmarca en lo que llamaría la


transición hacia una lógica de integración dejando de lado aquella lógica de
sustitución que ha dominado: la intervención social del estado, del mercado y
de la banca multilateral. Siendo consecuente con la idea que subyace en el
texto, el proceso propuesto de construcción o reconstrucción de la democracia
tendría que enmarcarse en lo que el sentido común dicta: en el reconocimiento
de los logros alcanzados, en la garantía de que estos no pueden ser
escamoteados y en una acción política que parte y se nutra de lo que existe en
cada territorio o municipio, es decir en sus tradiciones, en su historia.

Si la existencia de un sistema político que garantice la libertad, el pluralismo y


participación es condición para que la perspectiva de genero irradie la acción
ciudadana, desde una perspectiva económica se hace necesario, así mismo,
interrogar el modelo económico actual y buscar de manera urgente el
reconocimiento de la gran heterogeneidad cultural y social de los países y
regiones.. El camino de la democracia debe llevar a un sistema que permita la
inclusión de las diversas expresiones culturales con sus distintas maneras y
sentidos de entender la economía y la relación con la naturaleza. De la misma
manera, se impone encontrar un modelo económico alternativo comprometido
con una viraje radical en la explotación de los recursos como también requiere
encontrar los caminos para producir progresivos y continuos deslizamientos
del modelo global imperante.
Es posible que gran parte de nuestro futuro económico esté condicionado
mucho más por la capacidad que tengamos para orientar, desde la autonomía
como región, nuestro escenario deseable, que por la decidida vinculación al
tren de la globalización. Sería importante empezar a pensar en el tránsito del
modelo económico actual a otro diseñado colectivamente. Desde local y
basado en los consensos económicos que afectan el interés general y diluyen el
bien común en el discurso del absolutismo mercantil, es decir, en la tendencia
a imponer liberalizaciones sin considerar que los procesos sociales, culturales
y políticos no tienen las mismas dinámicas ni tampoco los mismo orígenes y
sentidos que los mercantiles.

Ese es uno de los grandes desafíos. Otro de igual dimensión es el de


aceptar que el desarrollo territorial como concepto antes que explicativo de
lo que sucede es interpretativo de la realidad social, económica, política,
cultural y ecológica de un territorio. Podría decir que, es polisemico y su, si
puede llamar holisticidad, depende en gran parte de una concepción que
incluya lo cultural y lo político como piso sobre el que adquiere sentido la
territorialidad o base de donde surgen las tradiciones que dan la
particularidad a cada territorio. Tradiciones productivas, sociales, políticas
consolidadas por el camino de la institucionalización, las regulaciones o
autorregulaciones y la infinidad de redes que se estructuran en las
relaciones.

El mirar el escenario real nos facilitaría entender o construir el camino que


deberíamos coger. No deja de ser un desafió para los definidores de
políticas, el conocer con certeza la realidad que quiere ser intervenida,
como creo que se ha convertido en el mayor de los retos, el descubrir una
perspectiva que permita reorientar los análisis hacia el verdadero centro del
problema. La democracia y su construcción colectiva. Como el eje de la
exposición no cuestionar el concepto de genero podría afirmar que este en
su mejor acepción podría constituirse en elemento clave para la
construcción de democracia en la medida que proporciona claves para una
acción ciudadana igualitaria. El ejercicio de la ciudadanía antes que un
derecho es un requisito imprescindible para la existencia de la democracia
y este ejercicio debe partir de la premisa que tanto hombres como mujeres
son bastante mas que habitantes de un territorio.

Hablar de democracia en plena euforia de los procesos globalizantes no es


ingenuo. Es coger como dice el sentido popular” el toro por los cuernos” Es
acercarnos desde la infinidad de diagnósticos regionales, locales y
nacionales al problema crucial de la ciudadanía y su potencialidad para la
construcción de una sociedad igualitaria, equitativa y sostenible.

Muchos colombianos y creo que también una buena cantidad de


latinoamericanos entendemos desde nuestra experiencia clientelista o de
corrupción que la transformación de las relaciones entre sexo o grupos o
comunidades debe pasar por una radical transformación de las estructuras
de poder local. Es decir, la manera como estas relaciones están sujetas a
transacciones desiguales, a procesos de negociación en muchos casos
premodernos y a presiones de grupos legales e ilegales de poder que con
mucha fuerza manejan agendas ocultas que se convierten en las verdaderas
políticas.

En este momento de la historia de muchos de nuestros países la


construcción de un sistema político democrático se constituye en gran
desafío, pero no solo con la idea de una representación profesional en los
distintos espacios sino mas bien con la idea convincente de una ciudadanía
critica, activa y comprometida en la cooperación.

EL TERRITORIO COMO LABORATORIO DE LA CIUDADANIA

Aunque el ejercicio de la ciudadanía ha sido restringido en nuestro país y


en gran parte de América Latina casi que exclusivamente a elegir o ser
elegido, es decir a la representatividad, la democracia está también
estrechamente vinculada a la acción que los ciudadanos desarrollan en un
territorio específico o en el ámbito de lo local. Mas aun, la democracia en
su mas profundo sentido estaría basada en el principio de una participación
amplia y variada de los ciudadanos. Allí radica el principio de soberanía
popular tan tergiversado en nuestro medio pero eje o piedra angular de la
concepción democrática.

Por otra parte, el territorio, como muchos conceptos de las ciencias sociales
es amplio y presenta diferencias según se mire. Para muchas culturas el
territorio esta íntimamente ligado a lo sagrado y su explotación por fuera de
sus tradiciones puede ser considerada una profanación. Para otros puede ser
visto como un espacio comercial que es objeto del marketing llamado
territorial. Para algunos es solo feudo o capital político. Para muchos el
territorio es una categoría política que posee un sentido institucional y por
lo tanto puede ser objeto de un ordenamiento especifico. Lo territorial tiene
dimensiones que van desde lo local hasta lo nacional, existiendo una
correspondencia entre la idea de un estado nacional y un territorio nacional
con limites políticos específicos y reconocidos por la comunidad
internacional. En fin, el concepto tiene bastante de largo y ancho y como
suele suceder el intento de delimitación es sinónimo de creación de una
polémica siempre sana en los laberintos del lenguaje y la ciencia.

Pensamos el territorio es una compleja red de relaciones sociopolíticas,


culturales, económicas y naturales, que estructuran en términos muy
amplios lo que podría llamarse ecoterritorios, es decir espacios en donde
interactúan individuos y naturaleza, grupos y por supuesto intereses. Se
puede afirmar entonces que un territorio es una realidad compleja de un
alto dinamismo económico, político, social y cultural que se ha
consolidado como tal en un proceso histórico. No se entiende que el
territorio sea solo un espacio que adquiere sentido con la acción del
hombre. En un marco amplio alcanzamos a entender a éste como parte de
la naturaleza y por lo tanto inmerso en esa trama compleja de la vida.
Ampliando el ángulo de visión, se podría entender el territorio como
espacio o lugar en donde la huella del hombre marca con fuerza el sentido
pero que esa huella es parte del rastro de vida que emerge continuamente
de la trama vital. Las transformaciones del paisaje son huellas dibujadas en
un juego, no solo humano, que hace del territorio un lugar en donde
converge la intervención, llámese creación o destrucción, y el imaginario
que de esa construyen aquellos que habitan o son moradores del lugar. Si
siguiésemos ampliando el ángulo, el sentido de lo territorial adquiriría una
dimensión tan amplia como lo deseásemos. Vuelvo entonces a lugar de
origen.

Existe una diferencia grande entre el territorio como una organización


política delimitada y el territorio como red de relaciones abiertas y de
difícil delimitación. Esta diferencia podría tenerse en cuenta como
fundamental a la hora de definir políticas públicas. De hecho, gran parte de
la gobernabilidad debe ser construida desde abajo, en tanto que las
realidades territoriales y sus dinámicas obligan a pensar en cada una de las
especificidades de las comunidades que habitan tales territorios. Es una
realidad reconocible y a veces no tan reconocida que las delimitaciones
territoriales existentes en nuestro país o lo que entendíamos como división
político administrativa no se corresponde con las tradiciones culturales o
socio económicas establecidas en los mismos. Mas aun, estas
delimitaciones son objeto u origen de conflictos. En principio entendemos
que las divisiones administrativas se superponen de manera artificial a la
trama de relaciones territoriales y que estas relaciones se amplían mas allá
de los limites y siguiendo una lógica de intercambio difícil de identificar
pero estructurada en una dinámica económica, cultural y política. Las bases
de muchas economías locales se encuentran centradas en sus propios
territorios y su expansión o no, esta muy relacionada con el cambio en
pautas culturales, prácticas sociales o decisiones de orden político, que
poco o nada tienen que ver con la idea de un mercado internacional o con la
exagerada mercantilización de la vida. En nuestro trabajo hemos querido
entender que el concepto de lo local está íntimamente relacionado con el de
territorio y que existiendo realidades locales diferentes, su entrelazamiento
en redes puede llegar a constituirse en el desarrollo de potencialidades
territoriales. En pocas palabras, creemos que el fortalecimiento de lo local
favorece una idea democrática de gobernabilidad pero también fortalece el
desarrollo económico de un territorio y el bienestar de las comunidades que
lo ocupan.

La cooperación local, tal y como la entendemos en este texto, potencializa


el ejercicio de la ciudadanía y por ese camino el sistema democrático. En el
caso de los territorios rurales es necesario incorporar el concepto de
ciudadanía rural como aquel ejercicio de vinculación del campesino, las
comunidades indígenas y de origen africano, a las decisiones sobre sus
propias realidades. Al recuperar este ejercicio, las comunidades participan
activamente no solo en la reivindicación de sus derechos sino también en el
cumplimiento de sus deberes ciudadanos. En este escenario de la
ciudadanía rural se encuentran las claves para el desarrollo de alianzas
económicas que reconozcan la igualdad de los ciudadanos y favorezcan la
equidad. Es en este escenario donde también se hace urgente un proceso de
pedagogía que facilite y garantice la participación informada de las
comunidades. De hecho, un territorio podrá actuar de manera autónoma en
la medida en que sus ciudadanos sean autónomos, y desde esa autonomía
construyan los procesos de autogestión y autoinstitución.

El territorio se constituye así en espacio político y económico en donde la


esfera cultural tiende cada vez más a jugar un papel trascendental. Las
raíces culturales dan sentido al ejercicio de la ciudadanía y otorgan a la
actividad política, pero también a la económica, un amplio espectro de
tradiciones que fortalecen la percepción o imaginario que los ciudadanos
poseen del territorio. Esa identidad con el espacio o si se prefiere ese
arraigo con las tradiciones de cada región se constituye en elemento
positivo, si al preservarlas, se establecen dinámicas que empujan o alientan
una vida comunitaria o ciudadana justa y pacífica.
Las bases económicas de un territorio se fortalecen en la medida que
logran enlazar las tradiciones con las tecnologías limpias más adecuadas a
sus productos a su ecología pero también a sus ciudadanos. No es posible
construir una concepción territorial por encima de las características
ecológicas y culturales de cada espacio. Es posible afirmar que solo
aquellos territorios que conjugan felizmente sus tradiciones con sus
potencialidades ecológicas se irán formando como territorios autónomos en
lo económico y político. El ecoterritorio se entiende aquí como un espacio
de fuertes tradiciones culturales que unen a los ciudadanos y la existencia
de una tradición económica o productiva ligada a aquella. Esas tradiciones
tanto culturales como económicas dotan a cada territorio de un horizonte y
a su vez de una base para mirar su propio desarrollo, su propia dinámica.

Como lo decía con anterioridad, la filosofía de acción no puede estar


basada en una lógica de la sustitución que desconozca lo que en cada
territorio ha sucedido sino mas bien en una lógica de la integración que
facilite la incorporación de lo mejor de lo foráneo con lo mejor de las
tradiciones. Aquí aparece uno de los mayores desafíos y por supuesto una
de las decisiones más difíciles de tomar: orientar la economía de un
territorio buscando el bien común de sus ciudadanos. Esta decisión es, en
todo caso, y desde la concepción que se propone, una decisión política que
debe ser asumida por los afectados, por los ciudadanos. En este tipo de
decisiones se podría estar jugando no solo el futuro económico de un
territorio sino también las... fuertes de sus tradiciones.
Creo que el mejor camino para realizar o intervenir en un territorio es de la
mano de una democracia innovativa que centre sus acciones en el
reconocimiento de la diversidad cultural existente y de las múltiples formas
de producción y organización económica de un territorio determinado. En
otras palabras, se requiere de un desarrollo político que facilite la inclusión
de los distintos grupos, comunidades o los diferentes intereses en la vida
social.

El sistema político y el sistema económico se entrelazan y se acercan por


encima de las consideraciones de carácter nacional o si se quiere lejano a
los intereses ciudadanos. En el concepto de territorio podrían estarse
acercando realidades que se distanciaron en el camino de la consolidación
de lo nacional.
Aunque parezca una paradoja el concepto de territorio parece estar
invitándonos a volver atrás reconociendo que hemos avanzado lo suficiente
para reconstruir o rehacer nuestra propia visión de la globalización en
marcha. Así mismo el concepto nos está sugiriendo que lo global se
construye de forma sólida desde lo territorial y que es desde allí donde se
puede llegar a pensar una sociedad más solidaria y justa.

No queda de mas entender que las realidades territoriales son realidades en


continuo proceso de construcción, que amplían o restringen sus límites al
ritmo de sus propias urgencias y pensando en su propio futuro. La idea de
un mundo global se puede pensar como una propuesta democrática en la
medida que reconozca esos limites, esos ritmos y esas realidades
económicas.
Aunque suele ser una aventura polémica definir la cultura, podríamos como
punto de partida entenderla como el conjunto de relaciones de los
ciudadanos, las comunidades, de los grupos entre sí, con las instituciones
y la naturaleza. Relaciones que tienen un carácter dinámico que construye,
de manera colectiva, una infinidad de sentidos y costumbres. Una
valoración ética y estética de la vida, un lenguaje que expresa de forma
precisa la manera como entiende y acepta las relaciones y deseos, y unas
regulaciones y autorregulaciones que orientan comportamientos, intereses o
relaciones de poder.

Seria importante destacar que este marco amplio tiene sentido en tanto los
habitantes de un territorio den un valor esencial a ese proceso y sus
resultados. El reconocimiento de que ese proceso hace parte de la vida de
la comunidad produciría complejos sentidos de identidad y la configuración
de tradiciones en lo económico, en lo político y en lo social, tradiciones que
han sido el germen de muchas de las instituciones, practicas productivas o
formas de resolución de conflictos particulares a cada territorio así como
constructor de dinámicas propias.

Es decir, lo territorial ,o para ser mas precisos, la territorialidad es un


proceso de construcción continua que da al territorio un carácter, una
identidad o características especificas que lo distingue, que lo diferencia de
otros espacios. Quiero enfatizar esto por cuanto, al entender la
territorialidad como un proceso en construcción permanente, entiendo, esta
sujeto a transformaciones, cambios o si se quiere revoluciones o reformas
que lo hacen vivo y objeto de desarrollo.

Este carácter de la territorialidad hace al territorio permeable a los


movimientos o cambios que en lo externo o ajeno a el se producen. Es
bueno destacar con fuerza el contexto globalizante y las influencias de este
en la territorialidad. Algunos autores entre ellos Saskia Sassen proponen
como tesis para la comprensión de este fenómeno la tesis de que, si bien lo
global no afecta el territorio como espacio físico nacional, si impactan la
territorialidad y en ese sentido se interrogan estos autores, sobre la forma
como estos proceso afectan la soberanía. Concepto que habría que rescatar
para el análisis del territorio, renovándolo y acercándolo al de autonomía y
entendiéndolo como la capacidad que un territorio tiene para definir sus
horizontes y la posibilidad real de impulsar sus políticas propias. Entre
ellas la llamada perspectiva de genero.

Ahora bien, si como decía la territorialidad es maleable, la realidad política,


económica, social y cultural de un territorio esta sujeta a cambios que
deben ser objeto de concertación por los habitantes del territorio. La
democracia es también un proceso permanente. La participación activa de
los ciudadanos y ciudadanas es lo que garantiza que el escenario sea sólido.
Cualquier política, mas aun, las de carácter reivindicativo o transformador,
esta sujeta al escenario democrático no solo para su ejecución sino también
para su concepción.

Cuando hablamos de cooperación local lo hacemos sobre la base de


entender que estos son procesos que nacen o se estructuran de la mano de
los ciudadanos que hacen parte de un territorio. Lo otro, la concepción de
un ciudadano pasivo y de una economía foránea parece haber fracasado.
Las cifras de pobreza no dejan lugar a dudas. Tampoco lo deja la guerra.

Si pensamos la realidad de una manera que reconocemos su carácter


multidimensional el ejercicio de su integración tiene ese carácter político
que domina en la vida de las comunidades, sociedades o corporaciones el
trasfondo de los acuerdos o las alianzas tiene ese sentido del dialogo para
llegar a ellos que los dota de su esencia política.

La dimensión cultural no solo dota de sentido la vida en comunidad sino


que alienta un desarrollo en donde lo humano estaría por encima de lo
estrictamente técnico o económico. La vida de las comunidades rurales en
América Latina tiene esa característica muy particular en nuestros días que
entrelaza la existencia de formas de vida tradicionales con sistemas de
producción muchas veces altamente tecnologizados.

Potrebbero piacerti anche