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nos cuando uno está por dormirse, es decir que .el fenómeno autosimbólico
de Herbert Silberer, puede también presentar formas musicales. Quiero
hacer resaltar en relación con esto, que mientras estoy despierto mi expe-
riencia en música es absolutamente positiva; cuando' escucho o toco yo
mismo no experimento imágenes asociativas.
Voy a describirles dos de estos fenómenos 'hipnagó,gicos, pero no puedo
hacerlo sin darles la notación del .terna que fué transformado en un fenó-
meno alucinatorio: .
, -
con que termina una canción del' folklore' de Islandia, que describe una'
. .
colina amarilla cubierta de dientes de león. Oí entonces la pequeña canción
y me abandoné con placer a la linda y agradable forma musical, repitiéndola
algunas veces. Mientras me 'quedé escuchándola, de súbito y simultánea-
mente se me presentó un proceso visual: veía en un prado una flor, un pen-
samiento amarillo, luego varios otros al lado, me pareció que eran cuatro
o- cinco, y después vi un pequeño conjunto de pensamientos que giraban
rápidamente. Luego, uno más grande se desprendía del grupo y se adelan-
taba solo, siguiendo el movimiento total; un segundo, más pequeño, se ponía
en marcha hasta ubicarse al lado del primero. En el momento siguiente
reconocí con mayor claridad que el proceso visual reproducía la pequeña
frase musical. El "si" era el primer pensamiento, la alternación rápida de
las notas contiguas (mordente), el grupo girando, el "re"el pensamiento
más grande y solitario al lado del cual viene a pararse el "si".
Es evidente que los pensamientos eran las notas. Durante el día ante-
rior había estado mirando estas flores en el jardín; habían crecido mucho,
las flores llenas y delicadas sobre sus tallos demasiado largos y débiles servían
muy bien para representar la transformación alucinatoria de las cuartas y
medias notas. El amarillo fué tomado del diente de león de la canción, cuyo
triple acompañamiento constituía el fin de la frase musical. El factor de
unión entre el proceso musical y visual era nuevamente el movimiento. El
movimiento del primer pensamiento "re", él que se adelanta solo por el
camino, representa el núcleo del pequeño incidente que es particularmente
llamativo en la experiencia visual: un hermoso y seguro salto hacia un lugar
bien determinado, es llevado a cabo por el "re" con la misma alegría que lo
fué la conclusión del mordente experimentado en el tono.
APROXIMACIÓN AL PROBLEMA DEL PROCESO MUSICAL 297
(4) Zu'fIZ dicbterischen Ausdruck des Modernen Naturgefü1:Jls. "Imago", Bd. 14, 1928.
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ceres externos como si fuesen una parte del yo mismo, y cuando la confluen-
cia del yo y del mundo exterior ocasiona esa experiencia básica de la "sen-
sación oceánica" (5).
Opino que la rnotricidad individual, cuando este concepto es empleado
para designar el dominio de la musculatura voluntaria y de los miembros,
no solamente trae (un primitivo placer narcisístico, sino que, al mismo
tiempo, proporciona un modelo para el dominio de los objetos en el mundo
exterior. Los movimientos de las diferentes partes del cuerpo son, en la
primera infancia, actos muy significativos de la magia imitativa. Los ade-
manes mágicos y los movimientos de encantamiento, son reminiscencias de
estos movimientos mágicos. Su más profundo significado es el dominio del
mundo exterior, en la misma forma que lo son los movimientos del propio
cuerpo. Esta especie de movimientos mágicos (Beuegungsmagie), que es la
base primitiva de toda magia imitativa, llega a ser posible gracias a la aboli-
ción de los límites entre el yo y el objeto. Es decir, que la persona actuante
y el objeto influído por el acto, se transforman en uno. Su condición es la
disolución o la inexistencia de los límites entre lo externo y lo interno que
constituye la base de la identidad yo-universo llamada "sensación oceá-
nica".
Por tanto, el factor del movimiento en la música ocasiona no solamente
una regresión a un placer estético de la primera infancia, sino también al
intenso placer de experimentar la disolución de los límites entre el yo y el
mundo exterior. Esta disolución constituye la base de la magia imitativa;
identifica el dominio del propio cuerpo con el dominio ideal a través de
la motrieidad sobre el cosmos en su totalidad y, de esta manera, la posibili-
dad de experimentarlo como unidad.
La experiencia musical del movimiento nos hace sentir un propio movi-
miento que parece armonizar simultáneamente con el del mundo exterior
y nos permite identificarnos con el cosmos, es decir, sentir que los sucesos
cósmicos pueden ser guiados y dirigidos por nuestro propio yo. Esto es lo
que da a la música su facultad creativa que la distingue de las demás artes y nos
hace pensar que el músico, más que cualquier otro artista, es un "demiurgo".
De acuerdo con esta teoría, el conjunto de los sonidos musicales resalta
como un microcosmos en el cual, apoyándonos sobre la base de las formas
(6) Pfeifer presume que el punto de fijación de la experiencia del tono, no de la expe-
riencia del movimiento, reside en la fase del narcisismo primario y autoerotismo preobjetal
del desarrollo de la libido. Sugiere que la representación del placer del órgano (Organlust},
es el límite en el cual la música puede alcanzar la representación del objeto, es decir, la
música no puede representar más que la función del propio cuerpo, del yo material. Pero
Pfeifer considera únicamente, en la música, los elementos tónicos; parece justificable pre-
sumir que existe posteriormente otro punto de fijación para el elemento del movimiento
en el proceso musical, donde la 'relación de los primeros objetos está ya presente, aunque
vacilante y transformándose en el purificado yo de placer.