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Título:
El libro de Yoná
Autor:
Rab Amram Anidjar
Transcripción:
R. Mayer Sakal
Corrección:
Frida Adler
Israel Cortés
Diseño:
Daniel Corkidi
Impreso por:
Litográfica Santander (55312911, 55450039)
Copyright © 2019
Esta permitida la reproducción total o parcial del material de este libro, bajo
cualquier tipo de sistema con la condición de que no sea con fines lucrativos
y el autor sea notificado.
B”H
R. Amram Anidjar
Introducción
1
Una vez en altamar, Dios envía una tempestad fuera de lo común,
no sólo por ser majestuosa, sino además porque dicha tempestad
afectaba sólo al barco en el que Yoná viajaba. Es decir, los
tripulantes contemplaban a las demás embarcaciones navegar
por los cuatro puntos cardinales en un mar despejado, sereno y
sin problemas, mientras que su propio barco estaba a punto de
romperse en pedazos a causa de la desmedida tempestad.
Ninguno de los marineros comprendía lo que sucedía, ¿por qué
sólo a ellos les afectaba el mal tiempo? En un intento por salvar
sus vidas comenzaron a arrojar objetos del barco y así alivianar
el peso del navío. Sin embargo, para ese momento Yoná se había
retirado para recostarse y se quedó dormido.
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caso a lo que Yoná sugirió. Los marineros exclamaron, “¡Dios,
perdónanos por lo que vamos a hacer! ¡No nos castigues por culpa
de este hombre!”. Tomaron el cuerpo de Yoná, sumergieron sólo
sus pies en el mar y milagrosamente la tempestad se calmaba.
Cuando lo subían de nuevo al barco, la tempestad comenzaba de
nuevo. Sólo entonces comprendieron con claridad lo que sucedía
y del poderío de Dios, así que concluyeron que no había otra
solución. Finalmente se vieron en la necesidad de arrojar a Yoná
al mar y sólo entonces el mar se tranquilizó. La tripulación, ante
semejante escena, temieron mucho a Dios y prometieron hacer
sacrificios en su honor tan pronto llegaran a tierra firme, y así lo
hicieron.
Éste es el resumen, casi literal, del primer capítulo de Yoná.
Comencemos ahora a comprender lo sucedido desde el profundo
punto de vista de la Cabalá, convirtiendo toda la historia a su
sentido metafórico (aunque la historia fue real, ya aprendimos que
siempre se escribe de una forma que se entienda también como
una insinuación metafórica a la vida de cada uno de nosotros)
Como introducción, debemos considerar que en los capítulos
en los que la Torá narra la vida de Abraham Abinu, la Cabalá
cambia el significado de algunos términos y consigue así un
significado diferente de dichos capítulos. Por ejemplo: Abraham
Abinu representa al alma, Sará Imenu al cuerpo, Lot representa al
instinto del mal, y así con otros términos. El resultado final es una
percepción diferente de lo que parecería ser la vida de Abraham
Abinu.
Este mismo procedimiento lo aplica la Cabalá a la historia de
Yoná Hanabí, mismo que intentaremos exponer a continuación.
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que pasa mientras tanto. Es interesante comentar que el Gaón de
Vilna, por lo general, explica los versículos de cualquier escrito
de la Torá primeramente en su comprensión literal y sólo después
en su explicación mística. Sin embargo, el libro de Yoná lo explica
sólo según la explicación mística, lo que incita a suponer que la
historia de Yoná en sí tiene una sola explicación: la mística.
Yoná: Alma
Barco: Cuerpo
Marineros: Miembros del cuerpo.
Tempestad: Los sufrimientos a soportar durante la misión.
Nínive: La misión del Alma en este mundo
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Capítulo Uno
וַ ֽי ְ ִה ֙י דְ ּבַר־י ְה ֔ ָוה אֶל־יֹונָ ֥ה בֶן־ ֲאמ ִ֖תַ ּי לֵאמֹֽר׃
ּדֹול֖ה ּוק ָ ְ֣רא ע ֶָל֑י ָה ִ ּכֽי־ ָעל ְָת֥ה ָרע ָ ָ֖תם ְלפָנָ ֽי׃
ָ ְ֠קּום ֵלְ֧ך אֶל־ ִנ ֽינְוֵ ֛ה ה ִָע֥יר ַהג
Y fue la palabra de Dios a Yoná, hijo de Amitay para decir:
Levántate, ve a Nínive la ciudad grande y proclama sobre ella,
porque subió maldad de ellos ante Mí (Yoná 1:1-2)
ְהו֑ה ַו ּ֨י ֵ ֶרד י ָ֜פֹו ַויּ ִמְצָ ֥א ָאנִ ּי ָ֣ה ׀ ָב ָ ּ֣אה תַ ְר־
ָ שׁה ִמ ִלּפ ְֵנ֖י י
ָ שי ׁ ִ ֔ ַו ֤ ּי ָקָם יֹונָה֙ ִלב ְ֣ר ֹ ַח תַ ְּר
שׁה ִמ ִלּפ ְֵנ֖י י ְהוָ ֽה׃ ָ שי ׁ ִ ֔ שכ ָָ֜רּה ַו ּי ֵ ֶ֤רד ָבּּה֙ לָב֤ ֹוא ִע ָמּהֶם֙ תַ ְּר ׂ ְ שיׁש ַוי ִ ּ֨תֵ ּן
ִׁ ֗
Y se levantó Yoná para escapar a Tarshish, de delante de Dios,
y bajó a Yaffo y encontró una nave que iba a Tarshish y dio
su pago y la abordó para ir con ellos a Tarshish, de delante de
Dios (Yoná 1:3)
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El Gaón de Vilna explica que “Tarshish” significa “joya”, pues así
se llamaba una de las piedras preciosas que contenía el pectoral.
De modo que el versículo indica que el alma, tan pronto aborda
su barco (el cuerpo), se encuentra con el dinero y los placeres que
ofrece este mundo y decide huir en dirección a “Yafo” o la belleza
material (del término “Yafé”, bello). En pocas palabras opta por
dejar de lado su misión para buscar los placeres mundanos.
Cuando Dios observa que el barco con Yoná (el cuerpo con
el alma) se dirige en la dirección equivocada, buscando los
placeres mundanos y alejándose de la misión de su vida, le envía
señales para que recapacite y retorne al buen camino. A veces
las insinuaciones son regalos, bienes terrenales, propiedades que
Dios manda a quien se salió del camino esperando que recapacite
diciendo: “Cuán bien se porta Dios conmigo a pesar de lo mal que
yo me porto, ¡no puedo, realmente no Lo puedo traicionar! Mejor
enderezo mi camino”. Sin embargo, a veces eso no funciona;
incluso se dan casos, en los que en lugar de mejorar parecería que
“le vemos la cara” a Dios, por lo tanto Dios no tiene otra opción
y acude al plan B: Mandar unas olas al barco
La Guemará pregunta: ¿qué se considera un sufrimiento, que se
considera “olas”? Responde que incluso el hecho de introducir la
mano al bolsillo para tomar dinero y percatarse que el dinero está
en el otro bolsillo y tener que introducir la mano de nuevo en el
otro bolsillo para sacar el dinero, ese pequeño inconveniente se
considera sufrimiento.
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Con esto nuestros Sabios quisieron enseñarnos que cualquier
detalle, por mínimo que sea, el cual altera la tranquilidad cotidiana,
ya se considera una pequeña señal y es muy conveniente que la
persona haga un análisis para “entender” por qué está sucediendo.
Si algo tan insignificante como meter la mano en el bolsillo ya
debe llamar la atención, ¿en cuántas cosas más debe ponerse
atención en la vida?
Es cierto que no es fácil interpretar los mensajes Divinos y saber
exactamente en qué debo mejorar, cuál -de todos mis pasos-
Le disgustó, sin embargo, nuestros Sabios nos brindaron una
clave para realizar el análisis, basado en el versículo que dice,
“Reprochar, reprocharás al prójimo” (Vaikrá 19:17). Nuestros
Sabios se preguntan ¿por qué se repite dos veces la palabra? y
la explicación es muy profunda: Antes de reprochar a los demás,
repróchate a ti mismo.
La pregunta es evidente: si yo no cometí ese pecado, ¿por qué
debo de reprocharme a mí mismo? La respuesta es que, si viste
que otro cometió ese pecado, quiere decir que tú mismo, en otras
ocasiones y circunstancias, lo cometes.
No existe la “casualidad” en la vida. No es coincidencia que
pasaste “al azar” y justo viste el pecado. Lo más probable es que
Dios te quiso enseñar, como en un espejo, lo que quiere de ti, pero
ya que nuestro amor propio nos ciega el entendimiento, tiene que
enseñártelo en otro, para que así, quizás, lo veas en ti.
Este mensaje lo entienden nuestros Sabios del caso de la mujer
sotá. “Todo el que observa a una mujer infiel (sotá) al momento
de ser castigada, deberá convertirse en nazir”. Lo anterior no
fue dicho para quien escuchó sobre el caso de una sotá, sino para
quien la vio al momento de ser castigada, pues eso quiere decir
que de alguna manera también está afectado con el mismo pecado
y ésa es la forma en que Dios se lo revela; a través de lo que
llamamos “coincidencias de la vida” o “casualidades”.
Si alguna vez viste a alguien robando dinero, significa que tú
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mismo robas dinero y debes reparar tu falta. Ése es el mensaje de
Dios. De la misma manera, si ves a alguien enojado y en su furia
se comporta inapropiadamente, es porque ese error tú también lo
cometes y debes considerarlo, pues por eso Dios te lo mostró.
Las interpretaciones de los sueños existen porque por algún motivo
se sueñan determinados temas o ideas. A veces son realmente
señales Divinas que terminan siendo un llamado de atención
para mejorar algo de nuestra vida. Del mismo modo, existe la
“interpretación de la realidad”, que de hecho, es más importante
que la interpretación de los sueños. Desafortunadamente, la gente
se preocupa por la interpretación de lo que sueña, pero no se
preocupa por comprender la interpretación de lo que le sucede.
Regresando a la historia de Yoná: en el mar se desata una tempestad
comenzando con olas ligeras, eso es equivalente a introducir la
mano en el bolsillo y verse en la necesidad de introducirla en
el otro bolsillo para buscar lo que necesita. Las señales de Dios
comienzan siempre de la forma tenue, moderada.
Algo similar observamos con el castigo de lepra que afectó a los
yehudim cuando entraron a la tierra prometida: primero actuaba
sobre las paredes de la casa, luego en la ropa y finalmente en el
cuerpo. El mensaje, sin duda alguna, es “Si me escuchas cuando
murmuro, no necesitaré gritarte”.
Lo mismo se insinúa la historia de Yoná, como lo explica el Zóhar:
Dios primero envió un viento en contra del navío y no obtuvo
respuesta. El barco continuó su ruta, sin intentar regresar a tierra
firme, con la seguridad de que todo estaría bien. Posteriormente,
el mar comienza a embravecerse en forma creciente y así
sucesivamente hasta que finalmente “el barco estaba a punto de
romperse en dos” que es equivalente a cuando el cuerpo sufre y la
vida misma está en peligro. ¡Dios nos libre!
Es bien sabido que los decretos pueden ser eliminados. Es por
eso que el enfermo puede curarse. Sin embargo, esto depende en
primera instancia del avance del decreto: si lleva mucho tiempo
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en vigor, será más difícil detenerlo. En cambio, cuando apenas
está comenzando, es más fácil anularlo.
Esta “bola de nieve” rápidamente se vuelve imparable, con
consecuencias que jamás imaginamos.
Puede suceder, por ejemplo, con un problema legal. Cuando
la querella legal apenas empieza es muy probable que no sea
necesario destinar mucho tiempo y dinero para resolverla.
Sin embargo, es muy común que el afectado diga, “Lo arreglo
después”. No obstante, la querella avanza y cuando el afectado se
acerca al primer juzgado para intentar resolverla, la respuesta será,
“Lo siento, pero su caso ya no está en este juzgado, debe acudir
a una instancia superior”. Esto implica mayor esfuerzo personal
y monetario. Y así sucederá en cada juzgado donde se ventile la
querella hasta llegar a la Corte Suprema, donde sus probabilidades
de éxitos son mucho menores. Y así sucede también cuando nos
falla el auto o cuando inicia una enfermedad del cuerpo. Lo mejor
es escuchar los susurros y evitar los gritos en la tempestad.
De esta manera, cuanto más abiertos tenga los ojos la persona y
capte “el murmullo Divino” -las pequeñas insinuaciones de Dios,
más rápido se calmarán las aguas. Sin embargo, conforme el
decreto avanza y se complica cada vez más, como consecuencia
del nulo cambio mostrado por el cuerpo, será más difícil conseguir
detenerlo, de la misma manera que la tempestad se agravaba a
cada momento en que el barco no hacía nada al respecto.
Desde un principio, cuando Yoná tenía intenciones de abordar el
barco y le informaron que no partiría hasta que se completara
la cantidad mínima de pasajeros, debió comprender que Dios le
insinuaba que ése no era el camino que debía tomar y desistir
de inmediato. Sin embargo, Yoná decidió pagar el monto de los
pasajeros faltantes y zarpar de inmediato. Una vez en altamar
observó el fuerte viento que azotaba al barco y seguía sin
reaccionar. Más tarde las olas amenazaron con partir el barco en
dos y sólo cuando la tempestad alcanzó un nivel insoportable, se
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decidió hacer algo para salvar la embarcación. Sin embargo, para
esos momentos fueron necesarios muchos méritos para detener el
decreto y no siempre se cuenta con ellos.
Es sabido que algunos decretos Divinos son sellados con barro, lo
que significa que se pueden anular. Otros decretos son sellados con
sangre, lo que significa que son prácticamente inquebrantables,
aunque no imposible de eliminarlos. Es un hecho que algunos
decretos comienzan sellados con barro y sólo con el tiempo,
debido a que no fueron atendidos, terminan siendo sellados con
sangre, dificultando así su cancelación.
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Torá, etc. Sin embargo, le tengo miedo al cuerpo en el que me
encuentro, pues no sé lo que sucederá cuando se presente alguna
tentación… ¿Podrá resistirse o me arrastrará al pecado?” El alma
está consciente de que no siempre cuenta con las “riendas” que
controlan al cuerpo y evitar que haga lo incorrecto.
Por otro lado, el cuerpo se siente bien. Está tranquilo, respeta sus
dietas, hace deporte, lleva una vida sana y disfruta con buenas
amistades, respetando además lo que indica la Torá. Sin embargo,
le perturba lo que esconde el alma: ¿Qué misión tendrá en esta
vida? ¿Será una reencarnación? ¿Qué es lo que debe reparar?
¿Qué tendré que pagar yo por su culpa?
Imaginemos un avión de combate que sólo puede funcionar si el
piloto y el copiloto lo guían en forma adecuada, de manera que
si cualquiera de los dos comete alguna falla, por menor que sea,
el avión se estrellará. Ahora supongamos que ninguno de los dos
conoce a su acompañante. Es evidente que durante todo su viaje
no podrá dejar de pensar uno del otro “¡Ojalá mi compañero no
cometa ningún error!”
Por lo tanto, cuando nos pasa algo, por ejemplo en el área de la
salud, debemos analizar por qué nos está pasando eso, antes de
culpar a Dios (aunque sea “culpándolo” con fe) diciendo: “Acepto
todo lo que Dios me manda, seguro que es para bien”. O aún
mejor: “Todo esto es Kaparat Avonot (expiación de pecados)”.
Pues no. No todo lo malo que nos pasa es de Dios, hay muchas
cosas donde el copiloto (cuerpo) es el culpable, ya que no cabe en
la mente que una persona tome drogas, envenenándose el cuerpo,
sufra las consecuencias y se lo adjudique a Dios; y aunque piense
que viene de Él y lo acepte con palabras de fe, amor y aceptación,
una Voz Divina le responde diciendo: “A Mí no me culpes por
tus errores, no son decretos celestiales y no fueron mandados
por Mí. Tu terquedad te lo provocó”.
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demuestre que el cuerpo no tiene culpa y más bien se portó bien,
cuidando la salud con alimentación sana y practicando deporte y
a pesar de todo le sucedió algo “inusual”, entonces eso sí viene de
Dios y fue causado por problemas con el alma. Lo mismo sucedía
con Yoná, el barco era manejado por marineros expertos y sin un
motivo aparente, sucede lo inesperado. Analizan la situación y
no comprenden dónde está el error: el barco está bien, el clima
era excelente, los marineros expertos, el peso de la mercancía
no es excesivo, en resumen los marineros del cuerpo llegan a
pensar: “La tarea que nos corresponde está bien, ¿entonces qué
está pasando aquí?”. Obviamente desconocen que Yoná, el alma,
está dentro del barco y es por el alma que llegó la tempestad.
el peso sobre ellos, y Yoná bajo a los extremos del barco y se acostó y
se durmió (Yoná 1:5)
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timiento no es lo que Dios espera de nosotros y no es efectivo.
Desafortunadamente, cuando la gente procede así (dando
tzedaká sin arrepentirse de sus malos actos), la situación empeora,
pues ahora el alma duerme tranquilamente suponiendo que con
haber “arrojado los objetos del barco” ha cumplido con su deber,
o al menos con lo que se esperaba que hiciera. Sin embargo, antes
de dar tzedaká por lo menos estaba despierta y atenta a su mal
proceder.
ו ּי ִק ַ ְ֤רב ֵאלָי ֙ו ַ ֣רב הַח ֹ ֵ֔בל ו ַּי ֹ֥אמֶר ל֖ ֹו מַה־ ְלָּך֣ נ ְִר ֑דָ ּם ֚קּום ק ָ ְ֣רא אֶל־אֱֹל ֶ֔היָך אּו ֞ ַלי
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ש ְל ִּמ֛י ה ָָר ָע֥ה ה ַֹּ֖זאת ָל֑נּו
ׁ ֶ ֹּֽור ֔לֹות ו ְֵנ֣דְ ָ֔עה ְב
ָ ֶל־ר ֵ֗עהּו לְכ ּ֙ו ְונַ ּ֣ ִפילָה ג ֵ י ֹּאמ ְ֞רּו ִ ֣איׁש א
שר ְלמִי־ה ָָר ָע֥ה ה ַֹּ֖זאת ָל֑נּו ׁ ֶ ֛ וַי ֹּאמ ְ֣רּו ֵא ָ֔ליו ַהגִּידָ ה־ ּ֣נָא ָ֔לנּו ַבּ ֲא
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Cuentan que en cierta ocasión, se escapó un prisionero de un terrible
presidio en Siberia y tras lograr salir de la prisión corrió hacia
el norte donde hace más frío y todo se congela. Los guardianes
encargaron la persecución al más temible de ellos advirtiéndole,
“No te atrevas a regresar sin él”. El fiero guardián persiguió al
fugitivo, kilómetro tras kilómetro. Nada lo detenía, ni la profunda
nieve, ni el terrible y helado viento. Con su poderosa voz le
gritaba “¡Detente, Detente!”. Obviamente el reo no obedecía la
orden del terrible guardián y más rápido trataba de escapar de él,
hasta que la potente voz le dijo: “¡No tienes escapatoria! Tarde o
temprano te voy a atrapar. Hazte un favor y ríndete, ya que cuanto
más lejos corras más camino de regreso tendremos que recorrer”.
Tras escuchar esto el reo detuvo su carrera, meditó sobre lo que
había escuchado y sin más se entregó al guardia.
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Es ahora, por fin, cuando llega el momento en que el alma reacciona
y se despierta, gracias a las palabras del capitán (que representa
el cerebro), la conciencia o al Rabino, como lo indica el Gaón de
Vilna, en contraste con el corazón que no tiene inconveniente en
continuar navegando como hasta ahora.
Yoná, el alma, responde, “¡Soy hebreo!”, afirmando que proviene
del otro lado del mundo. “¡Tienen razón! Yo no pertenezco a este
barco que viaja en la dirección equivocada, pues a Dios, el Dios
del Cielo, yo temo Quien creó el Cielo y la Tierra”.
Es decir no somos dueños de esta casa ni del barco, y aunque
digas incansablemente, “Mi cuerpo, mis manos, mis ojos, mi…
” no son tuyos y la prueba es que según el judaísmo no tienes
ningún derecho de cortarte un dedo y menos aún de quitarte la
vida; incluso ciertas cirugías estéticas requieren de un permiso
halájico, ya que el cuerpo no es tuyo, Dios te lo prestó para cumplir
una misión. Este vehículo te acompañará por un tiempo limitado,
durante el cual debes aprovecharlo al máximo para cumplir la
misión.
qué has hecho esto? Pues sabían que iba huyendo de Dios, porque él
se los había dicho (Yoná 1:10)
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Y le dijeron: ¿Qué vamos a hacer contigo para que el mar se nos
ש ׁ֥ת ֹּק ַה ּ֖י ָם מֵ ֽע ֵָל֑ינּו ּ֥ ִכי ַה ּ֖י ָם הֹולֵ ְ֥ך וְס ֵֹעֽר׃
ְ ִ שׂה ֔ ָ ּלְך ְוי
ֶ וַי ֹּאמ ְ֤רּו ֵאלָי ֙ו מַה־ ּ֣נַ ֲע
יֹוד ַע ָ֔אנִי
֣ ֵ ֵיכ֑ם ֚ ִ ּכי
ֶ ש ׁ֥ת ֹּק ַה ּ֖י ָם מֵ ֽ ֲעל
ְ ִ שׂאּ֙ונִ ֙י ַו ֲהטִילֻ ֣ נִי אֶל־ ַה ּ֔י ָם ְוי
ָ ו ַּי ֹ֣אמֶר ֲאלֵי ֶ֗הם
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ׁש ה ִ ָ֣איׁש ַה ּ֔זֶה וְַאל־ ֙ ַאל־נ֣א נ ֹאבְדָ֗ ה ְ ּב ֶ֙נ ֶפָ ּ֙י ִק ְְר ֨אּו אֶל־י ְה ֜ ָוה וַי ֹּאמ ְ֗רּו ָא ּ֤נָה י ְהוָה
שׂא ּ֙ו אֶת־יֹו ָ֔נה ַויְט ִֻל֖הּו אֶל־ ַה ּ֑י ָם ַויּ ַע ֲ֥מ ֹד ַה ּ֖י ָם ִמזַּ ְעּפֹֽו׃
ְ ִ ַּוי
“Y agarrando a Yoná, lo echaron al mar, y el mar se aquietó en su
furia (Yoná 1:15)
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ְהו֑ה ַו ּי ִֽזְ ְבּחּו־ ֙זֶבַח֙ לַ ֽיה ֔ ָוה וַ ֽיִּדְ ּ֖רּו נְדָ ִ ֽרים
ָ ְדֹול֖ה אֶת־י
ָ שים י ְִראָ ֥ה ג
ׁ ִ ֛ ַָו ּי ִ ְֽיר ֧אּו ָה ֲאנ
19
Capítulo Dos
שה י ִ ָ֖מים
ׁ ָ ֥ שֹׁל
ְ ֶת־יֹונ֑ה ַוי ִ ְ֤הי יֹונָה֙ ִבּמ ֵ ְ֣עי ה ַ֔דָ ּג
ָ ַוי ַ ְ֤מן י ְהוָה֙ ֣דָ ּג גָ ּ֔דֹול ִלבְֹל֖ ַע א
Dios había dispuesto un pez muy grande para que tragase a Yoná,
שה לֵילֹֽות׃ ׁ ָ ֥ שֹׁל
ְ ּו
y Yoná estuvo en el vientre del pez durante tres días y tres noches
(Yoná 2:1)
E l versículo nos dice que tan pronto como Yoná fue arrojado al
mar, un pez enorme lo devoró. El término “pez” hace referencia
al “Din Gadol”, el gran juicio, palabra cuyas iniciales en hebreo
forman la palabra “dag”, pez.
Esto significa que Yoná ahora se encuentra en las entrañas del
gran juicio y ahí permanecerá durante tres días, como lo indican
los siguientes pesukim.
El Gaón de Vilna explica que después de fallecer la persona tarda
tres días en admitir y asimilar que todo terminó. Debido a esto,
nuestros Sabios destinaron los primeros tres días después del
fallecimiento de un ser querido para llorar su partida (siendo siete
en total los días para guardar luto).
Durante este terrible periodo, el alma ruega a Dios por una nue-
va oportunidad. La pregunta es, ¿qué podría argumentar el alma
para volver a merecer la confianza Divina? ¿Por qué Dios per-
mitiría al alma regresar nuevamente al cuerpo, esperando que,
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ahora sí todo será diferente? Está más que comprobado que no
reaccionaba a las señales y avisos que recibía para regresar al buen
camino. Un buen argumento podría ser que al final de sus días
comenzó a comportarse de acuerdo a lo que Dios esperaba de él.
De esta forma podría solicitar una segunda oportunidad con el
siguiente argumento: “Dios, estoy consciente de que fallé cumplir
mi misión. De hecho, intenté en todo momento huir del propósito
para el que fui enviado. Sin embargo, demostré que estaba en mis
manos conseguirlo. Mi problema fue que desperté y lo comprendí
demasiado tarde. Por ello, te ruego que en mérito del esfuerzo que
puse al final del camino, me permitas intentarlo de nuevo”.
Anteriormente mencionamos los intentos de la tripulación para
salvar sus vidas durante la tempestad, arrojando objetos del bar-
co, buscando aligerar el peso del navío y remando en dirección a
tierra firme, sin lograr nada. Es importante aclarar que Yoná tomó
parte en los intentos anteriores por salvar el navío y a sí mismo.
De igual forma, arrojar objetos del barco se refiere a la tzedaká,
mientras que remar en dirección a tierra firme significa hacer
teshubá en un intento de regresar al buen camino. Sin embargo,
nada de ello surtió efecto, pues finalmente la única solución fue
que Yoná (el alma) descendiera del barco (el cuerpo).
Por lo tanto podemos concluir que, después de todo, los intentos
tardíos por regresar al buen camino sirvieron de algo: merecer
una segunda oportunidad, como dice el refrán, “Más vale tarde
que nunca”.
21
Clamé a Dios en mi angustia y Él me oyó. Desde el seno del
שׁמַ ֥ עְתָ ּ קֹולִ ֽי׃
ָ ש ּ֖ ַועְתִ ּי
ׁ ִ ש ׁ֛אֹול
ְ ְהו֖ה וַ ֽיּ ַע ֵ ֲ֑ננִי ִמ ֧ ֶ ּבטֶן
ָ ו ַֹּ֗יאמֶר ֠ ָק ָראתִ י ִמ ּ֥ ָצ ָרה ִל֛י אֶל־י
22
ּשׁה׃
ֽ ָ ֶת־יֹונ֖ה אֶל־ ַה ּי ַ ָב
ָ ְהו֖ה ל ַ֑דָ ּג ַוי ָ ֵ ּ֥קא א
ָ ו ַּי ֹ֥אמֶר י
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Capítulo Tres
ש ִנ֥ית לֵאמֹֽר׃
ׁ ֵ ֶל־יֹונ֖ה
ָ ַוי ִ ְ֧הי דְ בַר־י ְהוָ ֛ה א
Llegó por segunda vez la palabra a Yoná, diciendo: (Yoná 3:1)
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gran ciudad y clama a ellos, pues su maldad subió ante mí”.
Ahora, en su segunda oportunidad, se le ordena: “Levántate y
dirígete a Nínive, la gran ciudad y clama a ellos lo que Yo te
diré”.
Es evidente que la primera misión fue más específica, mientras
que la segunda carece de claridad. Esto para entender que en la
primera oportunidad al alma le es más fácil definir cuál es su
misión para llevarla a cabo. No obstante, cuando se trata de una
segunda oportunidad, es decir, cuando reencarna, le llevará may-
or esfuerzo descubrirlo.
Tomemos como ejemplo un estudiante que debió hacer su tarea,
pero no la hizo. Sería injusto permitirle que la entregue al día
siguiente bajo los mismos términos, pues mientras sus demás
compañeros de clase se esforzaron e invirtieron de su tiempo para
realizar sus labores, él decidió no hacerlo. Lo justo sería aumentar
la dificultad en la tarea a entregar para que así expíe su falta por
no haberla entregado a tiempo.
Otro ejemplo sería el del soldado que después de recibir la orden
de correr diez kilómetros para recibir un permiso, decide retirarse
a dormir. Si posteriormente solicita una segunda oportunidad,
probablemente ahora se le exigirá correr 12 kilómetros para ganar
la misma retribución.
En síntesis, ahora el cuerpo requerirá una mejor unión con su
alma y llevar una vida más pura y santa, para poder definir cuál
es su misión esta vez. Es por eso que las primeras generaciones
contaban con profetas que indicaban a la gente con precisión cuál
era su misión en este mundo. En la actualidad no contamos con
dicha ayuda, pues desaprovechamos aquella primera oportunidad
y ahora andamos tal y como dice el refrán: “Dando palos de
ciego” y a eso nos referimos también por la mañana en el rezo de
las bendiciones matutinas: “ Bendito Dios, que abre los ojos al
ciego”, como pidiéndole “en esta vida tan ciega, por favor ábreme
los ojos para ver el camino que debo escoger”.
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ְהו֑ה ְו ִנ ֽינְ ֗ ֵוה ָהי ָ ְ֤תה עִיר־גְּדֹולָה֙ לֵ ֽאֹל ִ֔הים
ָ ַו ֣ ּי ָקָם יֹו ָ֗נה ַו ֛ ּי ֵלְֶך אֶל־ ִנ ֽינ ְֶו֖ה ִכּדְ ַ ֣בר י
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ּדֹול֖ם ְועַד־
ָ ְש ֔ ִ ּקים ִמג
ׂ ַ ֽאֹלהים ַו ּי ִק ְְראּו־צֹום֙ ַו ּי ִ ְל ְב ּׁ֣שּו
֑ ִ שי ִנ ֽינ ְֵו֖ה ֵ ּב
ׁ ֵ ֥ ְוַ ֽיּ ַא ֲִמ֛ינּו ַאנ
27
difundir que los habitantes de Nínive retomaron el buen camino
y por lo tanto cada uno de nosotros debe aprender a escuchar
las llamadas de atención que nos hacen los Grandes Rabinos de
nuestra generación, como lo hicieron los habitantes de Nínive.
En cambio, la opinión del Gaón de Vilna es que se lee para
propagar la teshubá de Yoná, al conseguir llevar a cabo con
éxito su misión, independientemente del resultado, como dice la
Mishná en Pirkei Avot: “No tienes la obligación de terminar la
tarea, pero tampoco tienes el derecho a renunciar a ella” (2:16).
Esto nos enseña un concepto muy importante: la misión de
cada uno es lo que importa. Lo que suceda después de ello, si
se consiguió o no lo esperado al final no es relevante, de mismo
modo en que el Gaón se preocupa por explicar sólo la misión
de Yoná, haciendo caso omiso de su efecto en los habitantes de
Nínive.
Es interesante hacer notar la gran similitud que existe entre la
historia de Yoná y la de Nóaj: barcos, escape, destrucción, etc.
No obstante, Nóaj supuso que sus palabras de reproche no
conseguirían que los habitantes de la tierra retomaran el buen
camino, por eso nunca lo hizo. Yoná, por su parte, aunque en un
principio evitó su misión, finalmente la llevó a cabo y su reproche
surtió efecto.
Es importante aclarar que aunque a Nóaj no se le ordenó
directamente que reprochara a la gente debió suponerlo en el
momento en que Dios le ordenó construir el arca para salvarse
del Diluvio Universal.
De hecho, nuestros Sabios afirman que Nóaj no concluyó su misión
completamente, pues no reprochó a su gente por su mal proceder,
sin embargo Moshé Rabenu, por otro lado, siempre reprochaba
y luchaba por la reparación de los pecadores, hablándoles sin
descanso y también no paró de implorar incondicionalmente a
Dios por la salvación de su pueblo. Por eso, nuestros Sabios de
la Cabalá concluyeron que Moshé fue la reencarnación de Nóaj,
28
reparando en su “examen extraordinario” su misión fallida.
Yoná comprendió este concepto: dedícate a llevar a cabo tu misión,
sin poner atención en los resultados, pues las consecuencias son
tarea de Dios. Es importante aclarar que Yoná, en un principio,
intentó huir de su misión, suponiendo que la misión que debía
llevar a cabo “no convenía” o “no le convenía”, como lo definen
los comentaristas. Esta “voz interna” que cuestiona las órdenes
de Dios, nos susurra desde nuestro interior todo el tiempo, y no es
más que la misma voz de la serpiente en el Gan Edén persuadiendo
a Javá a pecar contra la voluntad de Dios. Esto se aplica en todos
los argumentos que nos sugieren alejarnos de la voluntad de Dios.
שבּו מִדַ ְּר ּ֣ ָכם ה ָָר ָ ֑עה ַו ּי ִ ּ֣נָחֶם ָהאֱֹל ִ֗הים עַל־
ׁ ָ ֖ שׂי ֶ֔הם ִכּי־
ֵ ֽת־מ ֲע
֣ ַ ֶַו ּי ַ ְ֤רא הָ ֽאֱֹלהִים֙ א
ָשׂה
ֽ ָ שׁר־דִ ּ ּ֥ ֶבר ַלעֲׂשֹות־ל ֶ ָ֖הם וְֹל֥ א ע ֶ ה ָָר ָע֛ה ֲא
29
Capítulo Cuatro
Se entristeció de sobremanera Yoná y se enojó (Yoná 4:1)
ְדֹול֑ה ַו ּ֖י ִחַר לֹֽו
ָ ֶל־יֹונ֖ה ָר ָ ֣עה ג
ָ ַו ּי ֵ ַ֥רע א
ַויִּתְ ַ ּפ ֨ ֵ ּלל אֶל־י ְה ֜ ָוה וַי ֹּא ַ֗מר ָא ּ֤נָה י ְהוָה֙ הֲלֹוא־ ֶז֣ה דְ ב ִָ֗רי עַד־הֱיֹותִ ֙י עַל־ַאדְ מָתִ֔ י
שׁה ּ֣ ִכי י ָדַ֗ עְתִ ּי ּ֤ ִכי ַאתָ ּה֙ אֵ ֽל־חַּנ֣ ּון ו ְַר ֔חּום ֶ ֤א ֶרְך
ָ שי
ׁ ִ ֑ עַל־ ּ֥ ֵכן ק ִ֖דַ ּמְתִ ּי ִלב ְ֣ר ֹ ַח תַ ְּר
31
ocasión no sintió ningún impulso que le impidiera cumplir con su
misión. De hecho, la hizo de inmediato tan pronto llegó a tierra
firme. Sin embargo, al momento de conseguirla, el instinto malo
lo acosó de nuevo, esta vez originando en Yoná el sentimiento de
arrepentimiento por haber cumplido con su deber.Sabemos que
el arrepentimiento elimina el pasado, sin importar si se trata de
mitzvot o de comportamientos malos. Tomemos como ejemplo
la muerte de Sará Imenu. Ella falleció en el momento que debía
morir. Sin embargo, la escena en que falleció estuvo ligada con
la grandiosa mitzvá que hizo Abraham Abinu: obedecer a Dios
aunque Él le pidió, “Sacrifica a tu hijo”. Al regresar Abraham de
la Akedá, le dieron la terrible noticia de que su esposa se había
enterado de la orden Divina y se infartó. Esto fue orquestado por
el instinto malo para que Abraham Abinu se sintiera culpable de
la muerte de su esposa y se arrepintiera de lo que había hecho,
perdiendo así el mérito de haber superado esa gran prueba. Es
por eso que Abraham lamentó calladamente el fallecimiento de
su esposa, para que en ningún momento fuera mal interpretado
como si se hubiera arrepentido de la mitzvá que supuestamente
originó su desgracia.
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Yoná suplica por devolver su alma a Dios ya que sentía que estaba
perdiendo su estabilidad espiritual y, como consecuencia, corría el
grave riesgo de arruinarlo todo, borrándolo de la historia… como
si jamás lo hubiera logrado. Después de todo, ya había cumplido
su misión y ahora el instinto malo lo intentaba convencer para que
se arrepintiera y perdiera su mérito.
33
שׁב תַ ּחְתֶּ֙י ֙ ָה
ֶ ֵ שם ֻס ֗ ָ ּכה ַו ֤ ּי ׁ ָ ֜ ׂש ֨לֹו
֩ שׁב ִמ ֣ ֶ ּקדֶ ם ל ִ ָ֑עיר ַויּ ַ ַע
ֶ ֵ ַוי ֵ ֵּצ֤א יֹונָה֙ מִן־ ָה ִ֔עיר ַו ּ֖י
שר י ְִר ֶ֔אה מַה־יּ ִ ְה ֶי֖ה ָבּעִ ֽיר ׁ ֶ ֣ ַ ּב ֔ ֵ ּצל ֚ ַעד ֲא
Y salió Yoná de la ciudad… y se construyó una sucá. Habitó en
ella bajo su sombra hasta descubrir lo que sucederá con la ciudad
(Yoná 4:5)
34
ֹאׁשֹו ְל ַה ּ֥ ִציל
֔ ַוי ַ ְ֣מן י ְהוָ ֽה־ ֠ ֱאֹלהִים קִיקָי֞ ֹון ַו ֣ ּי ַעַל ׀ מ ַ ֵ֣על לְיֹו ָ֗נה לִ ֽ ְהיֹ֥ות ֵצל֙ עַל־ר
שׂמ ְָח֥ה גְדֹולָ ֽה
ִ שׂמַ ֥ח יֹונָ ֛ה עַל־ ַה ִ ּקֽיקָי֖ ֹון
ְ ִ ּל֖ ֹו מ ָ ֵֽרע ָ֑תֹו ַוי
Dios hizo crecer un kikayón (árbol frondoso), que daba sombra sobre
su cabeza y lo resguardaba del calor y Yoná se alegró mucho por el
kikayón (Yoná 4:6)
35
dar una lección. Unos días después le ordenó al profeta, “Cásate
con esta prostituta y ten con ella hijos”. El profeta, sorprendido
por la orden, la cumplió sin chistar. Después de unos años, recibió
otra orden, “Ahora divórciala y abandona a tus hijos”. El profeta
se quejó, “¡Pero los amo! Son mis hijos”. Por esto Dios lo regaña,
“Tú te enamoraste de una prostituta y tienes hijos que ni siquiera
estás seguro que son tuyos. Y ahora te molesta que Te ordene
que los abandones y busques una nueva familia, ¿y entonces te
atreviste a decirme a Mí que a mi pueblo elegido, a mis queridos
hijos de Israel Yo los abandone…?”
ַל־ר ֹאׁש
֥ שמֶׁש ע ּׁ ֶ ֛ שית ו ַ֥תַ ְּך ַה
ׁ ִ ֔ שמֶׁש ַוי ְ ַ֨מן אֱֹל ִ֜הים ֤רּו ַח קָדִ ים֙ ח ֲִרי ּׁ ֶ ֗ ַוי ִ ְ֣הי ׀ ִכּז ְ֣ר ֹ ַח ַה
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ה־ל֖י
ִ ֵיט֥ב ָח ָֽר
ֵ ֵיט֥ב ח ָ ָֽרה־לְָך֖ עַל־ ַה ִ ּקֽיקָי֑ ֹון ו ַֹּ֕יאמֶר ה
ֵ ו ַּי ֹ֤אמֶר אֱֹלהִים֙ אֶל־יֹו ָ֔נה ַהה
Entonces Dios dijo a Yona: ¿Te parece bien enojarte por el kikayón?
עַד־מָ ֽוֶת׃
ש ִבּן־
ׁ ֶ שר ֹלא־עָמַ ֥ לְתָ ּ ּב֖ ֹו וְֹל֣ א גִדַ ּל ְּ֑תֹוׁ ֶ ֛ ַאתָ ּה ֙ ַחסְתָ֙ ּ עַל־ ַה ֣ ִ ּקיקָי֔ ֹון ֲא
֥ ו ַּי ֹ֣אמֶר י ְה ֔ ָוה
para hacerlo crecer, que surgió una noche y otra noche pereció
(Yona 4:10)
שׁתֵ ּים־
ְ ֽ ִשר י ֶׁש־ ֡ ָ ּבּה ה ְַר ֵבּה֩ מ ׁ ֶ ֣ ּדֹול֑ה ֲא
ָ ְָאחּוס עַל־נִינ ְֵו֖ה ה ִ ָ֣עיר ַהג ֔ וַ ֽ ֲאנִ ֙י ֹל֣ א
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Rabi Eliahu Dessler dice, “Cuanto más das, más amas”, es
decir uno no ama a quien nos da un regalo, sino que ama a la
persona a quien uno le da un regalo y la mejor prueba es que
los padres aman a los hijos más de lo que los hijos aman a los
padres. Cuando tú dedicas tiempo o dinero, inviertes, das de ti, te
encariñas de lo invertido, sin importar si es un perro o una casa,
seres humanos, familia o pareja. Al sacrificarte y dar, te acercas y
amas, por eso en hebreo la palabra para “sacrificar y acercar” es la
misma lehakriv, y bajo este tenor es que Dios quiere dar la lección
a Yoná, diciendole:
“¡¿Cómo esperas que no sufra por la desaparición de los
habitantes de Nínive!?” ¿Como puedes amar algo en lo que no
invertiste ni te costó? ¡No derramaste ni una gota de sudor para
obtenerlo, ni dedicaste un minuto de pensamiento para obtenerlo!
Si no diste nada, ¿cómo es que lo amas? Y si a pesar de todo
esto me contestas, “Sí, lo amé, ¿qué dire Yo sobre todos los
seres humanos de Ninive, que Yo -como Dios- los cree y como
a cualquier habitante del planeta Tierra les doy todo: desde el
sol por la mañana, hasta el alimento por la noche; de ellos me
preocupo dándoles hijos, salud y felicidad, etc.
No te olvides Yoná, al dar uno ama y Yo -como tu Dios- amo a
cada habitante del planeta Tierra, y en algo tienes mucha razón:
amo más al que se porta bien, a quien me obedece, a quienes me
sirven con alegría. Nunca pierdas de vista que Yo, tu Dios, amo
incluso al ser humano malvado, lo amo más que de lo que una
mamá ama a su ejemplar y única hija.
¡Así que no te sorprendas cuando perdono!
Lo que aparentemente aún no queda claro es, ¿cómo corresponde
el episodio del kikayón con el enojo de Yoná por no haber merecido
la piedad de Dios cuando la necesitó, mientras que los habitantes
de Nínive sí se salvaron? La clave de la respuesta está en poner en
claro un concepto importante: A Dios le importa más el bienestar
de tu alma que el de tu cuerpo o tus pertenencias.
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Tomemos un ejemplo: un padre observa a su hijo absorto en un
juego electrónico indigno, de manera que toma dicho aparato y lo
hace pedazos.
Analicemos: ¿al padre le importa el bienestar de su hijo?
Indudablemente sí. ¿Por qué entonces rompió su juguete? Porque
le importa más la educación de su hijo que sus pertenencias, de
manera que cuando se ve en la necesidad de sacrificar una por la
otra, opta por la educación de su hijo y sacrifica sus pertenencias,
sin ningún tipo de duda.
Lo mismo modo sucede con Dios: El alma (o Yoná) se queja
cuestionando, ¿por qué no te apiadaste de mi cuerpo (el barco en el
que navegaba)? A lo que Dios responde: Porque me importas más
tú que tus pertenencias, de modo que, si me veo en la necesidad
de sacrificarlas para salvarte a ti, lo haré.
Ésa fue la enseñanza del kikayón: Dios le preguntó a Yoná si
sufrió la pérdida del kikayón. Yoná responde afirmativamente.
Ante esto Dios le explica que a Él no le atormentó la desaparición
del kikayón, pues se trata de algo pasajero. En este momento
podríamos comparar el kikayón con el cuerpo y a Yoná con el
alma y a Nínive con su misión, “Por lo tanto, no Me importa
hacerte perder un simple kikayón, con tal de darte a ti Yoná,
alma, una potente enseñanza y moraleja”.
De este modo Dios consigue que Yoná comprenda que no fue
falta de piedad lo que sucedió en el barco, sino todo lo contrario.
Justamente por la inmensa piedad que tiene por su alma, fue que
decidió “bajarlo” del barco.
De hecho, sin la tempestad que amenazó al navío, Yoná hubiera
escapado de su misión y todo hubiera sido un total fracaso, de tal
manera que no tendría argumento alguno para merecer una nueva
oportunidad y así enmendar su falta.
Podríamos compararlo con un pararrayos, cuya función es
absorber el impacto del rayo, protegiendo así al inmueble, como
lo indica el pasuk: “El metal se rompió y nosotros nos salvamos”
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( Tehilím 124:7). Es decir, más vale que el rayo caiga sobre un
auto o una lavadora y sea kapará, y de esta manera cuidar y
proteger nuestro cuerpo y su bienestar corporal, ya que es mucho
más importante y valioso el cuerpo que los bienes, como dice el
refrán, “Duele más la carne que la camisa”, así -en una escala
mayor- entre el cuerpo y el alma, más vale que le caiga el rayo al
cuerpo y no al alma.
Este concepto le conocemos como kapará, pero, en profundidad,
¿qué significa esta palabra y cómo exactamente funciona?
En los siglos XIV y XV, se desató entre los cabalistas una intensa
discusión sobre si existe la posibilidad de reencarnar en algo no
humano, como plantas, frutas, piedras o animales.
Algunos decían que sí, mientras que otros opinaban que ésa
no era la forma de Dios de juzgar a las almas. En mi humilde
opinión, creo que se puede encontrar una fórmula que medie entre
ambas opiniones, lo cual nos dará la explicación a lo discutido
anteriormente.
El Zóhar indica que el carnero que sacrificó Abraham Abinu en
lugar de sacrificar a su hijo, contenía la porción del alma de Itzjak
que debía sacrificarse. De este modo la mitzvá se llevó a cabo.
Es decir Dios ordenó a Abraham Abinu reparar el alma de Itzjak,
la cual -como explica el Zóhar- necesitaba “suavizarse” ya que
contenía una alta dosis de “midat hadin”, lo que puede traducirse
como un “alma dura y severa”, por la que no toleraría ninguna
pareja.
Al final esta parte dañina en el alma de Itzjak se “transportó”
al carnero y al sacrificarlo se reparó el alma de Itzjak; de igual
forma los sacrificios que se realizaban en el Templo, “cargaban”
la parte dañina que tenía el oferente, de la misma forma que en la
actualidad hacemos con las “kaparot” previas a Yom Kipur.
Con esto combinamos las dos opiniones: ¿hay o no reencarnación
de humano a no humano? No la hay de una vida a otra vida. La
hay durante la vida. Esto se llama Kapará.
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Lo mismo sucede con cada uno de nosotros. Dios, en su gran
misericordia, cuando llega el momento en que debemos reparar,
evita que la “caricia” afecte directamente a nuestro cuerpo.
En cambio, “transporta” la parte de nuestra alma que necesita
reparación, a un material externo “reencarnando” ahí esa parte
para que sea reparada; descarga el rayo en nuestros bienes
materiales y pasajeros y mantiene limpia nuestra alma celestial.
Por ejemplo, si alguien debe sufrir y Dios prefiere evitar que todo
su cuerpo experimente dicho sufrimiento, Dios traslada la parte
del alma que debe sufrir a un vaso que le pertenece al cuerpo,
pues se considera como una extensión del cuerpo mismo. Este
vaso se rompe y así liquida su deuda, sin que su cuerpo se vea
afectado. A eso le llamamos (¡y exclamamos de inmediato cuando
nos sucede!) “¡Kaparat Avonot!”.
Esta amorosa misericordia también se puede vivir a través de los
sueños. Un sueño incómodo que nos hace sufrir, sudar, temblar
y casi caernos de la cama, en realidad no es más que kapará, ya
que lo sufrimos “ en un sueño” y no en vivo y en directo. Es por
eso que en la mañana, tras soñar una terrible pesadilla debemos
levantar los ojos al Cielo y decir simplemente, “¡Gracias!”
Ahora comprendemos por qué es tan delicado el pecado de robar,
ya que siendo que “esos bienes” nunca te podrán pertenecer, no
son aptos para servir como “pararrayos”, ya que no son extensión
de tu cuerpo y por ello no sirven para perdonar tus faltas.
De hecho, el robo es uno de los motivos por los que el Diluvio
Universal se desató. Los hombres de esa generación cometían
pecados mucho más graves pero al no ser dueños legítimos de
lo que poseían, no hubo otra alternativa mas que el diluvio para
absolver sus pecados.
Veamos otro ejemplo: La Torá indica que el día de Shabat y los
días de fiestas debes descansar tú y todo lo que te pertenece, como
tus animales, negocio etc. El problema es que algunas personas
hacen diferencia entre ellos y sus bienes, de tal manera que ellos
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sí descansan en Shabat pero no así sus fabricas, tiendas, autos, etc.
que siguen laborando. De esta forma declaran sin querer: “Esas
pertenencias no tienen que ver conmigo. Lo más importante es
que yo cuido Shabat”, y no se dan cuenta que con esto separan
sus bienes de su persona y ya no podrán servir de pararrayos.
Retomando el tema: con el kikayón, Dios le enseñó a Yoná que
para Él es más importante su alma y su misión, que su cuerpo.
Éste es un motivo más para leer la historia de Yoná en Yom Kipur.
Ya que en Yom Kipur somos más alma que cuerpo, dejamos muchos
de los placeres corporales de lado, como comer, beber, bañarnos,
tener relaciones maritales, etc., y damos cabida a nuestra alma,
envueltos con el Talit, como ángeles, sentados todo el día en el
templo, rezando y reflexionando, en especial pidiendo perdón
por todas las manchas, para justamente, borrarlas sin tener que
desviar los rayos sobre ningún bien, ya que en vez de rodearnos
de pararrayos, preferimos parar el rayo, para que ni siquiera salga.
Esto es el premio mayor de este gran día.
Pero lo ideal no es vivir una vida acumulando rayos y esperar a
Yom Kipur para eliminarlos. Lo mejor es llenar la vida con luz
Divina, cumplir nuestra misión, navegando placenteramente
sobre aguas calmadas en nuestro barco.
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Mañana será una nueva chispa la que viva, por lo que cada día
debes de:
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por responder la tercera, entonces los ayudamos, así sucede con
nuestro querido, “Papá Dios”, cuando ve que nos esforzamos,
analizamos, pensamos y nos preguntamos:
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