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[ ] = Comentario, opiniones, parerga y paralipómena que este cronista asume con toda
responsabilidad; y puede omitirse sin que afecten la reseña que se hace de las clases de
Pololo. O que Ud. puede eliminar en caso que de resultarles molestas.
[ Estos apuntes no sustituyen el placer de la asistencia a clases, donde además de la
amistad, se comparte la energía del grupo y de Pololo. Es una experiencia irrepetible,
como cuando asistimos a una sala de concierto o de teatro.
Sugerimos repetimos el disfrute de lo recibido del Grupo Apreciación Musical
Biblioteca Herrera Luque, en casa recurriendo a esa inmensa audioteca que
es youtube.com, donde también pueden comparar las diferentes interpretaciones hasta
encontrar las que más les gusten. Use y disfrute el Canal Clásico y TVe a la carta de
España ( www.rtve .es)]
Tango nuevo [ extraído del film Tango mío (1989) de la directora checa Jana Bokova.
Este extracto está disponible en Youtube]
“Cuando salí con esta música nueva la gente creyó que estaba loco, que era un
marciano. Todo menos un músico de tangos. Mi nuevo tango empezó poco a poco.
Tocaba mucho. Siempre digo que tengo a alguien detrás que me empuja en la vida y me
dice que hacer. Estoy seguro de ello.
El tango es puramente mediterráneo. Viene de Italia, de Nápoles y de Génova, y en
parte, del flamenco español y de Cuba. Pero no se puede decir que venga de África.
Esa es la diferencia entre Brasil y Argentina. Los brasileños son extrovertidos y
nosotros somos introvertidos. Por eso el tango es siempre triste. No tiene la riqueza de
la música brasileña, la percusión, los tambores y todo eso. Esa música viene de África,
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y nosotros heredamos la cultura de Italia y de España. Diría que es mas oriental. Por
eso el tango nunca es alegre.”
Tanguedia
“En 1955 en Argentina el tango empezó a morir. La razón es que la música de Elvis
Presley, Bill Haley, el rock and roll empieza a llegar a Argentina. Y a la generación
joven, 16, 17 y 18 años, empieza a excitarle mas el rock and roll que el tango. No les
interesa el tango y escuchan rock . Luego llegan los Beatles en los años 60, y los
jóvenes la entendían porque no era aburrida. El viejo tango tradicional era muy
aburrido. Se repite, no cambia. La música no había cambiado en 40 0 50 años hasta
que llegué yo. Y me llevé el tango tradicional. Es un problema sentimental. Era como
la guerra de uno contra todos, en aquel momento, 1954. Fue verdaderamente horrible.
Amenazaron a mi y a mi familia. Una vez me dieron una paliza en la calle porque
estaba cambiando la música. Tienes que estudiar música en esta vida, pero también
saber defenderte. Aprender un poco de karate. Si decides cambiar la música mas vale
que aprendas algo de boxeo o de artes marciales. Pero quienes me amenazaron
entonces quizás hoy sean mis amigos. Quizás me quieran. No estoy seguro”
El pianista interviene las cuerdas del piano para logra nuevas sonoridades.
Mumuki
“Alguna gente cree que Mumuki es una moto japonesa. Mumuki es como llamo a mi
mujer y a mi perra- Hay dos féminas en mi vida: mi mujer [Laura Escalada] y mi
perra Flora.”
Hora cero
“La compuse cuando tocaba en los locales turnos y cabarets de Buenos Aires.
Hacíamos un descanso pues tocábamos hasta las 4 o 5 am, y a medianoche salíamos a
pasear la ciudad. Siempre estaba desierta, no había nadie en la calle. Lo único que
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oías era la sirena de una ambulancia o de la policía y siempre había mucho silencio,
solo los pasos de alguien caminando por las calles a esas horas.”
Vemos al pianista haciendo pizzicatos en las cuerdas del piano y al cellista glisandos en
su instrumento para imitar las sirenas de la ambulancia o de la policía. La música nos
transmite los elementos de la noche, sentimientos calmados, mente alerta, vivencias,
cosas colaterales que pasan en la noche. Esta pieza tiene todos los ingredientes que
caracterizan a un poema sinfónico: ambiente, sentimientos, transportes. Aprecien
cuando cambia la música.
“Para la gente que viene de Londres, Berlín, Nueva York o Montreal es sólo cuestión
de música, de hacer música nueva. No tenemos sintetizador en el grupo, sólo una
guitarra eléctrica. Todo es normal: el bajo, el piano. Es romántica y podría ser una
música melancólica, dramática o religiosa. Tiene un poco de todo. Hay una variedad
inusual en casi todas las composiciones que toco. Eso es lo que hace que a la gente le
interese mi música. Encontrar sonidos contemporáneos en mi música, y eso es lo que
les gusta”.
[El sexteto que interpreta Tango Nuevo está integrado por Piazzola y Daniel Binelli,
como bandeononistas; José Bragato, cello; Héctor Console, contrabajo; Horacio
Malvicino, guitarra, y Gerardo Gandini. Piano]
Adiós Nonino
“Nonino significa abuelo en italiano y mis hijos llamaban así a mi padre. Cuando
murió compuse “Adiós Nonino”, por eso es como un réquiem.”
Sex tet
“El tango es como una violación vertical. Cuando bailan tango la pareja está tan junta
que parece una violación. Es lo que sucedía normalmente cuando bailaban tangos en
los años 40 en Argentina. Yo soy testigo, tocaba con grupos de tangos típicos y veía a
las parejas de 17 y 18 años bailar el tango y hacer el amor. Mi música contiene todo el
tango primitivo, desde los burdeles hasta hoy. Eso se oye por debajo. Por encima se
oye buena música. Intento hacer buena música, pero por debajo llevo el tango en la
sangre. Se encuentra en la raíz de mi música en cada momento, en cada segundo hay
algo de tango primitivo y contemporáneo. Esta fue la primera composición que escribí
con la intención de hacerla muy apasionada. Tiene un ritmo muy apasionado y
contemporáneo. La escribí en solo tres meses, es mi composición mas reciente.”
[PARERGA Y PARALIPÓMENA
Homenaje a Mariano Mores
El 13 de abril de 2016 muere en Buenos Aires el compositor Mariano Mores, cuya
música popularizó los tangos Uno (1943), Adiós pampa mía ( 1945), Taquito militar
(1952) y El firulete (1953; cuyo arreglo para orquesta sinfónico hizo José Carli y se
puede oír en el DVD del Festival de Verano en el Waldbühne con Barenboim
dirigiendo a la Filarmónica de Berlín. El programa Sinfonía de la mañana del viernes 15
de abril 2016 rindió un homenaje en el relato que diariamente hace Martín Llade ofrece
por el Canal Clásico de RTVE.
Un acordeón
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Tangos clásicos
El colega y amigo José Manuel Velásquez nos ha recomendado los tangos clásicos Los
mareados, La última curda, y las interpretaciones de la cantante Rosanna Falasca
( 1953-1983) y las interpretaciones de tangos por el guitarrista Al di
Meola,especialmente su Libertango en vivo 2004.
Manuel Adet nos dice: “ Es un hombre, es un bandoneón y es una curda. El escenario tanguero
perfecto. La angustia, la música y el alcohol. El alcohol y la lucidez, ese momento de revelación
donde un hombre descubre, tal vez por un breve instante, una verdad o la verdad de su vida
que se revela como un relámpago o una iluminación. El poema pertenece a Cátulo Castillo.
Pudo haber sido escrito en 1956 o antes. No es un problema de fechas. Lo seguro es que la
primera grabación fue en agosto de ese año, el 8 de agosto si no me falla la memoria. Aníbal
Troilo, su orquesta y la voz de Edmundo Rivero. Ocho años después, Troilo lo grabará con el
Polaco Roberto Goyeneche. Luego está la versión incomparable de Susana Rinaldi. Lo demás,
con todo respeto, es puro grupo.
No es el primer tango en el que el fueye es el protagonista. “Bandoneón arrabalero”, “Fueye”,
“Mi bandoneón y yo”, “Che bandoneón”, por mencionar algunos de los más conocidos, se
inspiran en ese verdadero ícono del tango que es el bandoneón. No, no es el primer tango en
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donde el fueye es un personaje, pero creo no subestimar a nadie si digo que “La última curda”
es el más profundo, el que va más a fondo y, también, el más bello.
Como se dijera en algún momento -medio en broma medio en serio-, “La última curda” es un
poema que podría haberlo firmado Jean-Paul Sartre. ¿Tango existencialista? Puede ser, pero
también podríamos decirle tango discepoliano y no nos equivocaríamos, aunque, para qué
buscarle otras fuentes si no hay mejor presentación que decir que lo escribió Cátulo Castillo, el
mismo autor de poemas que dialogan con “La última curda” como es el caso de
“Desencuentro” o “A Homero”. ¿O acaso el personaje del tango no es muy parecido al hombre
cuya “frente triste de pensar la vida tiraba madrugada por los ojos”?
Los grandes poetas son creadores de una obra. Ése es el rasgo que los distingue. En el caos que
nos ocupa, Manzi y Discépolo, por ejemplo, valen por cada uno de sus tangos, pero valen sobre
todo porque en la totalidad de su obra hay una visión del mundo, una mirada sobre la vida y
sobre la muerte que los distingue. Lo mismo puede decirse de Cátulo Castillo. “La última
curda” en ese sentido es el eslabón, el último eslabón, de una obra perfecta por su coherencia
interna.
Este tango, dicen algunos críticos, puede ser también el último tango. No olvidemos que
Castillo es el poeta donde la palabra “último” está siempre primera. Pensemos si no, en “El
último farol” o “El último café”. ¿Y “La última curda”? Es como que allí el tango agotara sus
posibilidades poéticas. No es un problema de inspiración, es una cuestión de ciclos, de ciclos
internos que se cumplen y que en este caso lo hacen con una expresión que clausura un
tiempo, una sensibilidad, una manera de percibir la vida y el dolor de la vida. ¿Complicado? Tal
vez. Pero Castillo era un tipo complicado. Si no lo hubiera sido no habría escrito lo que escribió.
Después, está la riqueza del lenguaje, la destreza para construir imágenes definitivas,
imágenes que se parecen a conceptos, a definiciones que no se pueden expresar de otra
manera. Imágenes que sólo un poeta es capaz de construir con las palabras. “La ronca
maldición maleva” del fueye, es de una precisión maravillosa. Como lo es “la lágrima de ron” o
“el hondo bajo fondo donde el barro se subleva”.
Uno de los rasgos que distinguen a los grandes poemas populares es su capacidad para
transformar algunos versos en refranes o aforismos cargados de sabiduría popular. “La vida es
una herida absurda”, es un giro incorporado a nuestro habla popular. O, “Y es todo, todo tan
fugaz que es una curda, nada más, mi confesión”.
Se dirá que estamos ante el tango que se solaza con el espectáculo de un hombre derrotado,
de un hombre vencido. Puede ser. Pero, aunque a algunos amigos de cierta literatura de
autoayuda esta verdad les moleste, nunca está de más recordar que en la vida el dolor, el
fracaso y la culpa existen. También la derrota y la muerte, la sensación de que la función
termina y la caída del telón es eso, el final.
En “La ultima curda” no hay lugar para la sonrisa o las distracciones livianas. Es un poema que
a sus oyentes no les da tregua. Se canta con los labios apretados y se lo escucha en silencio.
Goyeneche lo interpretó muchísimas veces, incluso cuando ya no le quedaba voz, pero en
todos los casos la ceremonia se cumplía al pie de la letra. “La última curda” es un caso serio. El
público sabía que estaba viviendo un momento sagrado, escuchando una confesión: “Contame
tu condena, decime tu fracaso, ¿no ves la pena que me ha herido? Y hablame simplemente de
aquel amor ausente tras un retazo del olvido. ¡Ya sé que te lastimo!, ¡ya sé que te hago daño
llorando mi sermón de vino!, pero es el viejo amor que tiembla, bandoneón, y busca en el licor
que aturde, la curda que al final termina la función corriéndole un telón al corazón”
Y después ese final que es una metáfora de la soledad, la pena y la melancolía, pero también,
por qué no, una metáfora de los argentinos: “No vez que vengo de un país que está de
angustia siempre gris tras el alcohol”.
No es fácil cantar este tango. No es un problema de dar con la nota justa, sino con la
interpretación precisa. La tentación de caer en la sensiblería o el sentimentalismo es fuerte. Y
para algunos cantores, irresistible. ¿Cómo cantar el dolor, el fracaso, la derrota y ser al mismo
tiempo sobrio y trágico? Ésa es la gran pregunta que debe hacerse un cantor a la hora de
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cantar “La última curda”. A esa pregunta la pudieron responder muy pocos y, por las dudas no
se haya entendido, reitero sus nombres: Rivero, Goyeneche y la Tana Rinaldi. Puesto a elegir
entre los tres con un revólver en el pecho, me quedo con la versión del Polaco de 1964. Pero
sólo si me ponen un revólver en el pecho.
De todos modos, este tango existe a partir del momento en que se juntan Troilo y Rivero. En su
libro, “Una luz de almacén”, don Leonel Edmundo cuenta la historia de esa creación. Y lo hace
muy bien. Recuerda que en esa época Troilo vivía en un segundo piso cuyo balcón estaba
iluminado por el inmenso letrero luminoso del cabaret Chantecler. Una calurosa noche de
verano, una noche, escribe, apenas enfriada por el hielo del whisky, empezamos a jugar con
“La última curda”. En algún momento uno de los presentes dijo: “Gordo, chapa la jaula” y allí
se inició la sesión entre Rivero y Troilo. Rivero cuenta que estuvieron varias horas ensayando y
tomando whisky. Como hacía calor, la ventana del balcón estaba abierta y, según Rivero,
estábamos tan concentrados en lo nuestro que si algún plato volador hubiera aterrizado no le
habríamos prestado atención. En algún momento, sintieron un rumor que llegaba de la calle.
Debe de haber sido fuerte, porque dejaron de ensayar y salieron al balcón. Como se dice en
estos casos, alguien hizo correr la bolilla de que en ese departamento estaban Rivero y Troilo
haciendo música y una multitud se había agolpado en la vereda de enfrente. Rivero y Troilo se
miraron entre ellos y como en el truco se entendieron sin necesidad de hacer señas. La gente
en la calle los aclamaba. Deben de haber sido muchos porque en algún momento se
interrumpió el tránsito. De acuerdo con la versión de Rivero, “La última curda” se estrenó en
esas circunstancias. Desde un balcón, Pichuco con el fueye y Rivero con su voz. No hacía falta
nada más. Rivero concluye su relato a toda orquesta. La noche estaba tan linda -escribe- que
cantar “la vida es una herida absurda” sonaba a macana.
“Lástima, bandoneón
mi corazón
tu ronca maldición maleva.
Tu lágrima de ron me lleva
hasta el hondo bajo fondo
donde el barro se subleva.
Ya sé, no me digás
tenés razón
la vida es una herida absurda.
Y es todo, todo, tan fugaz
que es una curda nada más
mi confesión.
Contáme tu condena
decíme tu fracaso
no ves la pena
que me ha herido.
Y hablame simplemente
de aquel amor ausente
tras un retazo del olvido.
Yo sé que te hago daño
yo sé que te lastimo
llorando mi sermón de vino.
Pero es el viejo amor
que tiembla bandoneón
y busca en un rincón que aturda
la curda que al final
termine la función
corriéndole un telón
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al corazón.
Un poco de recuerdo
y sinsabor
gotea tu rezongo lerdo.
Marea tu licor y arrea
la tropilla de la zurda
al buscar la última curda.
Cerráme el ventanal
que arrastra el sol
su lento caracol de sueños.
No ves que vengo de un país
que está de olvido, siempre gris
tras el alcohol.”
El tango Los Mareados tiene una de las historias más maravillosas, al igual que su letra.
La música le corresponde a Juan Carlos Cobián y en primera instancia se llamó ‘Los
Dopados’. Son tres letras las que se han realizado, hasta que Los Mareados terminó por
ser la definitiva y más hermosa. El tango Los Mareados es uno de los más reconocidos
mundialmente y continúa captando fanáticos igual que cuando nació. Existe más de una
versión de esta pieza, debido a que fue compuesto en dos etapas, pero la más conocida y
apreciada es la que tiene música de Juan Carlos Cobián y letra de Enrique Domingo
Cadícamo, dos de las más grandes figuras artísticas del género.
"Rara...
como encendida
te hallé bebiendo
linda y fatal...
Bebías
y en el fragor del champán,
loca, reías por no llorar...
Pena
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me dio encontrarte
pues al mirarte
yo vi brillar
tus ojos
con un eléctrico ardor,
tus bellos ojos que tanto adoré...
Sugerencias de Pololo
Interior de un bandoneón
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Andrés Ruscitti, en el centro, junto a sus colegas del Departamento de Diseño Industrial de la
Universidad Nacional de Lanus, en Buenos Aires. Los creadores del “pichuco”
El “pichuco” incluye partes de plástico para abaratar costos y poder venderlo a un precio accesible para
los argentinos.