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Tarea N° 3: “Evolución de la imposición sobre la Renta en el mundo”

EGIPTO

Durante los varios reinos de los faraones egipcios, los recaudadores de impuestos eran
conocidos como escribas. En un período los escribas impusieron un impuesto en el aceite
de cocina. Para asegurarse de que los ciudadanos no estaban burlando el impuesto, los
escribas auditaban las cantidades apropiadas de aceite de cocina que eran consumidas, y
que los ciudadanos no estaban usando residuos generados por otros procesos de cocina
como sustitutos para el aceite gravado.  

GRECIA

En tiempos de Guerra los atenienses creaban un impuesto conocido como eisfora. Nadie


estaba exento del impuesto, que era usado para pagar gastos especiales de guerra. Los
griegos fueron una de las pocas sociedades capaces de rescindir el impuesto una vez que
la emergencia de guerra había pasado. Cuando por el esfuerzo de guerra se generaban
ingresos adicionales, los recursos eran utilizados para devolver el impuesto.   

Atenas imponía un impuesto mensual de censo a los extranjeros-gente que no tenían


madre y padre atenienses- de undracma para hombres y medio dracma para mujeres. El
impuesto era llamado metoikion.  

IMPERIO ROMANO

Los primeros impuestos en Roma fueron derechos de aduana de importación y


exportación llamados portoria.

César Augusto fue considerado por muchos como el más brillante estratega fiscal del
Imperio Romano.  Durante su gobierno como “Primer Ciudadano”, los publicanos fueron
virtualmente eliminados como recaudadores de impuestos por el gobierno central.
Durante este período se dio a las ciudades la responsabilidad de recaudar impuestos. 
César Augusto instituyó un impuesto sobre la herencia a fin de proveer fondos de retiro
para los militares.  El impuesto era de 5% para todas las herencias, exceptuando
donaciones para hijos y esposas.

Los ingleses y holandeses se referían al impuesto de Augusto sobre la herencia para


desarrollar sus propios impuestos sobre herencias.
Durante el tiempo de Julio César se impuso un impuesto de un uno por ciento sobre las
ventas. Durante el tiempo de César Augusto el impuesto sobre las ventas era de un 4% y
de un 1% para todo lo demás.

San Mateo fue un publicano (recaudador de impuestos) en Cafarnaum durante el reino de


César Augusto. Él no era de los viejos publicanos sino un contratado por el gobierno local
para recaudar impuestos.

En el año 60 D.C., Boadicea, reina de la Inglaterra Oriental, dirigió una revuelta que puede
ser atribuída a corruptos recaudadores de impuestos en las islas británicas. Se afirma que
su revuelta ocasionó la muerte de todos los soldados romanos en cien kilómetros a la
redonda, ocupó Londres y ocasionó más de 80,000 muertos. La Reina pudo reclutar un
ejército de 230,000 hombres. La revuelta fue aplastada por el Emperador Nerón, y
ocasionó el nombramiento de nuevos administradores para las Islas Británicas.    

GRAN BRETAÑA

El primer impuesto comprobado en Inglaterra tuvo lugar durante la ocupación por el


Imperio Romano.

Lady Godiva

La Sra. Godiva fue una mujer anglosajona que vivió en Inglaterra durante el siglo XI. De
acuerdo con la leyenda, el esposo de la Sra. Godiva, Leofric, Barón de Mercia, prometió
reducir los altos impuestos que había establecido sobre los residentes de Coventry,
cuando ella accedió a cabalgar desnuda por las calles de la ciudad.

Cuando cayó Roma, los reyes sajones impusieron impuestos, conocidos como Danegeld,
sobre tierras y propiedades.  Los reyes impusieron asimismo sustanciales derechos de
aduana. 

La Guerra de los cien años (el conflicto entre Inglaterra y Francia) comenzó en 1337 y
terminó en 1453. Uno de los factores claves que renovó la lucha en 1369 fue la rebelión
de los nobles de Aquitania contra las opresivas políticas fiscales de Edward, El Príncipe
Negro.

Los impuestos durante el siglo XIV eran muy progresistas. La encuesta sobre el impuesto
de 1377 mostró que el impuesto sobre el Duque de Lancaster era 520 veces mayor que el
que gravaba al campesino corriente.  
Bajo los primeros esquemas fiscales se impusieron impuestos a los acaudalados, los que
tenían cargos públicos, y el clero. Se gravó a los comerciantes con un impuesto sobre los
bienes muebles. Los pobres pagaban poco o ningún impuesto.

Carlos I fue finalmente acusado de traición, y decapitado. Sin embargo, sus problemas
con el Parlamento resultaron a causa de un desacuerdo, en 1629, sobre los derechos de
imponer impuestos otorgados al Rey y los otorgados al Parlamento.

El mandato real establecía que a los individuos se les gravaría de acuerdo con su
posición y recursos. De ahí que la idea de impuesto progresivo sobre los que tenían
capacidad para pagar se desarrolló muy temprano. 

Otros impuestos notables impuestos durante este período fueron los de la tierra y otros
diversos sobre consumo. Para pagar al ejercito mandado por Oliver Cromwell, el
Parlamento, en 1643, impuso impuestos sobre consumo de artículos esenciales (granos,
carnes, etc.) Los impuestos por el Parlamento allegaron aún más fondos que los
impuestos por Carlos I, especialmente de los pobres.  El impuesto sobre el consumo fue
muy regresivo, pesando tanto sobre los pobres que ocasionó los motines de Smithfield en
1647. Los disturbios ocurrieron porque los nuevos impuestos disminuyeron la capacidad
que tenían los trabajadores rurales de comprar trigo, al extremo de que una familia de
cuatro moriría de inanición. Además del impuesto sobre consumo, fueron cercadas las
tierras comunes usadas por los campesinos para cazar, y les fue prohibido   hacerlo.
(¡Viva Robin Hood!)   

Un precursor del impuesto moderno que hoy conocemos, fue creado por los británicos en
1800, para financiar la guerra contra Napoleón. El impuesto fue abolido en 1816, y sus
oponentes, que pensaban que sólo debía ser usado para financiar guerras, querían que
todos los informes sobre el impuesto fueran destruídos, junto con su abolición.  Los
informes fueron quemados públicamente por el Secretario del Tesoro, pero se
conservaron copias en los sótanos del Tribunal de Impuestos. 

AMERICA COLONIAL

Los colonos pagaban impuestos según la Ley de Melados, que fue modificada en 1764
para incluir derechos de importación sobre melados extranjeros, azúcar, vino, y otros
artículos. La nueva legislación fue conocida como Ley del Azúcar.
Debido a que la Ley del Azúcar no rendía cantidades sustanciales de ingresos, se añadió
la Ley del Timbre de 1765.  La Ley del Timbre imponía impuesto directo sobre todos los
periódicos impresos en las colonias y la mayoría de los documentos comerciales y
legales.

AMERICA POST REVOLUCIONARIA

En 1794, colonos al occidente de las Alleghenies, en oposición al impuesto de 1791 sobre


consumo, de Alexander Hamilton, comenzaron lo que es ahora conocida como “La
Rebelión del Whiskey”, un impuesto sobre consumo que era considerado discriminatorio y
los colonos se rebelaron contra los recaudadores de impuestos. Eventualmente el
Presidente Washington envió tropas para extinguir los motines. Aunque dos colonos
fueron condenados por traición, el Presidente les concedió perdón.

En 1798 el Congreso promulgó el Impuesto sobre la Propiedad, para pagar la expansión


del Ejército y la Marina en caso de una posible guerra con Francia. El mismo año, John
Fries comenzó lo que es conocido como “La Rebelión de Fries”, en oposición al nuevo
impuesto. Nadie resultó herido o muerto en la insurrección y Fries fue arrestado por
traición, pero fue eventualmente perdonado por el Presidente Adams en 1800. Sorprende
el hecho de que Fries fue el líder de una unidad de milicias llamada para suprimir la
“Rebelión del Whiskey”.

Fue en 1812 que se sugirió el primer impuesto en Estados Unidos. El impuesto estaba
basado en la Ley Británica de Impuestos de 1798 y aplicaba tasas progresivas a los
ingresos. Las tasas eran de .08% en ingresos superiores a 60 libras esterlinas, y 10% en
ingresos superiores a 200 libras esterlinas. El impuesto se elaboró en 1814, pero nunca
se impuso, porque el Tratado de Ghent fue firmado en 1815, terminando las hostilidades y
la necesidad de ingresos adicionales.     

La ley de impuestos de 1861 proponía que “se gravará, recaudará y pagará, sobre el
ingreso anual de todas las personas residentes de Estados Unidos, que se derive de
cualquier tipo de propiedad, ocupación profesional, empleo, o vocación efectuada en
Estados Unidos o cualquier otro lugar, o de cualquier otra fuente.”

La Ley de Impuestos de 1861 fue aprobada, pero nunca implementada. Las tasas según
la ley eran de 3% sobre ingresos de más de $800.00, y de 5% sobre individuos viviendo
fuera de Estados Unidos.
La Ley de Impuestos fue aprobada y firmada por el Presidente Lincoln en Julio 1o de
1862. Las tasas eran de 3% sobre ingresos mayores de $600.00 y de 5% sobre ingresos
mayores de $10,000.00. La renta o valor de renta de su hogar podía ser deducida de los
ingresos para determinar la obligación tributaria. El Comisionado de Impuestos declaró “El
pueblo de este país lo ha aceptado con júbilo, para afrontar una exigencia temporal, y no
ha provocado serias quejas en esta Administración”. La aceptación fue debida
mayormente debido a la necesidad de ingresos para financiar la guerra civil.    

Aunque la gente aceptó el impuesto de buena gana, no fue alto su cumplimiento. Las
cifras dadas después de la guerra civil, indicaban que 276,661 personas llenaron en
realidad las declaraciones de impuestos en 1870, (el año que tuvo más declaraciones),
cuando la población del país era de aproximadamente 38 millones.

La ley de impuestos de 1864 fue aprobada para allegar ingresos adicionales en apoyo de
la guerra civil.

El Senador Garret Davis, al comentar el principio guía de los impuestos, mencionó el


“reconocimiento de la idea de que los impuestos deben ser pagados de acuerdo con la
capacidad de la persona para pagar”.

La tasa de impuestos para la Ley de Impuestos de 1864 era de 5% para ingresos entre
$600.00 y $5,000.00, 7.5% para ingresos entre $5001.00 y $10,000, y de 10% para
ingresos mayores de $10,000.00.  La deducción de renta o valor de renta fue limitada a
$200.00. Se permitió una deducción para reparaciones.

Con el final de la guerra civil, la aceptación placentera de los impuestos se desvaneció. La


ley de impuestos de 1764 fue modificada después de la guerra. Las tasas fueron
cambiadas a un 5% fijo con la cifra de exención elevada a $1,000.00. Se hicieron algunas
tentativas para hacer permanente el impuesto, pero para 1869 “no había hombre de
negocios que pudiera pasar el día sin sufrir de esas cargas” (The Times). De 1870 a 1872
la tasa era un 2.5% fijo y la cifra de exención se elevó a $2,000.00.      

El impuesto fue derogado en 1872 y en su lugar fueron establecidas significativas


restricciones de tarifas que fungieron como la mayor fuente de ingresos para los Estados
hasta 1913. En 1913 se aprobó la décimo sexta enmienda, que concedía autoridad al
Congreso para gravar los ingresos de la ciudadanía derivadas de cualquier fuente.    
Debe notarse que la Ley de Impuestos de 1864 fue cuestionada varias veces. El Tribunal
Supremo unánimemente apoyó el impuesto. Después de la guerra el impuesto fue
declarado inconstitucional por el mismo Tribunal, porque representaba un impuesto
directo sobre el ciudadano, que no estaba permitido según la Constitución.

1930s

Durante los 1930, los impuestos federales individuales nunca fueron mayores del 1.4%
del PDB. Los impuestos a las corporaciones nunca fueron más del 1.6 % del PDB. En
1990, esos mismos impuestos eran 8.77 y 1.9% del PDB respectivamente.   

Tiempos coloniales

Por la mayor parte de la historia de nuestra nación, los contribuyentes individuales


raramente han tenido algún contacto significativo con las autoridades fiscales federales,
ya que los más de los ingresos fiscales del gobierno federal se derivaban de impuestos
sobre consumo, tarifas, y derechos de aduana. Antes de la guerra revolucionaria, el
gobierno colonial tenía sólo una necesidad limitada de ingresos, puesto que cada una de
las colonias tenía mayores responsabilidades y por lo tanto más necesidades de ingresos,
las que afrontaban con distintos tipos de impuestos. Por ejemplo, las colonias sureñas
gravaban principalmente las importaciones y exportaciones, las colonias del centro a
veces imponían un impuesto sobre la propiedad y uno “por cabeza” o impuesto censual,
gravando a cada varón adulto, y las colonias de Nueva Inglaterra recaudaban ingresos
principalmente a través de impuestos sobre bienes inmuebles, impuesto sobre consumo,
e impuestos basados en la ocupación.      

La necesidad que tuvo Inglaterra de pagar sus guerras con Francia la condujo a imponer
una serie de impuestos sobre las colonias americanas. En 1765, el Parlamento inglés
aprobó la Ley del Timbre, que fue el primer impuesto gravando directamente a las
colonias americanas, y después el Parlamento impuso un impuesto al té. Aunque los
colonos estaban forzados a pagar esos impuestos, carecían de representación en el
Parlamento Inglés. Esto condujo al grito de movilización de la Revolución Americana –
“Impuestos sin representación es tiranía” y estableció una preocupación persistente en
cuanto a impuestos como parte de la cultura americana.     
La era post revolucionaria.

Los artículos de la Confederación, aprobados en 1781, reflejaban el temor americano a un


gobierno central fuerte, y por tanto retuvieron mucho del poder político en los Estados. El
Gobierno Nacional tiene pocas responsabilidades, y carece de sistema de impuestos
nacional, basándose en aportaciones de los Estados para sus ingresos. Bajo esos
artículos, cada Estado era una entidad soberana y podía gravar impuestos como
quisiese.     

Cuando la Constitución fue adoptada en 1789, los padres fundadores reconocieron que
ningún gobierno podía funcionar si dependía completamente de otros gobiernos. Para sus
recursos, pues, se concedió autoridad al Gobierno Federal de establecer impuestos. La
Constitución dotó al Congreso con el poder de “establecer y recaudar impuestos,
derechos, impuestos sobre consumo, pagar deudas y proveer a la defensa y bienestar
general de Estados Unidos”. Siempre en guardia contra el poder del Gobierno Central
para eclipsar el poder de los Estados, la recaudación de impuestos quedó como
responsabilidad de los gobiernos estatales.       

Para pagar las deudas de la Guerra revolucionaria, el Congreso estableció impuestos


sobre consumo de licores destilados, tabaco y rapé, azúcar refinada, carruajes, propiedad
vendida en subastas, y diversos documentos legales. Aún en los primeros días de la
República, sin embargo, los propósitos sociales influyeron sobre lo que sería gravado. Por
ejemplo, Pennsylvania decretó un impuesto de consumo “para restringir su uso
inmoderado a personas de bajas circunstancias”. Los dueños de propiedades dieron
apoyo adicional a ese impuesto específico, pues esperaban así mantener a bajo nivel las
tasas de impuestos a la propiedad, ofreciendo un ejemplo temprano de las tensiones
políticas que subyacen las decisiones sobre política de impuestos.     

Aunque las políticas sociales a veces gobernaron el curso de las políticas fiscales aun en
los días tempranos de la República, la naturaleza de esas políticas no se extendió a la
recaudación de impuestos a fin de igualar ingresos y fortunas, o con el propósito de
redistribuir ingresos o fortuna. Según escribió Thomas Jefferson refiriéndose a la cláusula
del “bienestar general”:  

Tomar de alguien, porque se piensa que su propia industria y la de su padre han adquirido


demasiado, a fin de salvar para otros (o sus padres) que no ejercieron la misma industria
y habilidad, es violar arbitrariamente el primer principio de la asociación, “garantizar a todo
un ejercicio libre de su industria y los frutos por ella adquiridos”.  

Con el establecimiento de la nueva nación, los ciudadanos de las varias colonias tenían
ahora una adecuada representación democrática, sin embargo, muchos americanos aún
se oponían y resistían impuestos que estimaban injustos o impropios. En 1794, un grupo
de granjeros del suroeste de Pennsylvania se opuso físicamente al impuesto del whiskey,
forzando al Presidente Washington a enviar tropas federales para extinguir la rebelión del
whisky, estableciendo así el importante precedente de que el gobierno federal estaba
decidido a imponer sus leyes fiscales. La rebelión del whisky también confirmó, sin
embargo, que la resistencia a impuestos injustos o más altos, que condujo a la
declaración de independencia, no se evaporaba con la formación de un gobierno nuevo,
representativo.  

El gobierno federal impuso los primeros impuestos directos en los propietarios de casas,
tierras, esclavos, y haciendas. Estos impuestos eran llamados directos porque son
impuestos recurrentes pagados directamente al gobierno por el contribuyente, basado en
el valor del artículo que es la razón del impuesto. El tema de los impuestos directos, en
oposición a los indirectos, jugó un papel crucial en la evolución de la política de impuesto
federal en los años siguientes. Cuando Thomas Jefferson fue electo presidente en 1802,
los impuestos directos fueron abolidos y por los siguientes 10 años no hubo impuestos de
ingresos internos más que los impuestos sobre consumo.   

Para allegar dineros para la guerra de 1812, el Congreso impuso impuestos adicionales
sobre consumo, elevó ciertos derechos aduanales, y allegó fondos mediante la emisión de
bonos de tesorería. En 1918 el Congreso abolió esos impuestos y por los siguientes 44
años el Gobierno Federal no recaudó ingresos internos. En su lugar, el Gobierno recibió
los más de sus ingresos a través de altos derechos de aduana y la venta de tierras
públicas.      

La Guerra Civil.

Cuando estalló la Guerra Civil, el Congreso aprobó la Ley de Ingresos de 1861, que
restauró anteriores impuestos sobre consumo e impuso impuestos sobre ingresos
personales. El impuesto dispuso un gravamen de 3% sobre todos los ingresos superiores
a $800.00 al año. Este impuesto sobre ingreso personal fue una nueva dirección para un
sistema de impuesto federal basado principalmente en impuestos sobre consumos y
derechos de aduana. Ciertas inconveniencias del impuesto fueron rápidamente
reconocidas por el Congreso y por tanto ninguno fue recaudado hasta el año
siguiente.      

Hacia la primavera de 1862 se hizo claro que la guerra no terminaría rápidamente y con la
deuda de la Unión aumentando a un ritmo de $2 millones diarios, fue igualmente claro que
el Gobierno Federal necesitaría ingresos adicionales. En Julio 1, 1862, el Congreso
aprobó nuevos impuestos sobre consumo en artículos como juegos de naipes, pólvora
para armas, plumas, telegramas, hierro, cuero, pianos, yates, mesas de billar, drogas,
medicinas de patentes, y whisky. Muchos documentos legales fueron también gravados, y
se cobraron derechos de licencia sobre casi todas las profesiones y ocupaciones.     

La ley de 1862 hizo también importantes reformas al impuesto federal sobre ingresos, que
presagiaron rasgos importantes del impuesto actual. Por ejemplo, se legisló una
estructura de dos niveles, con tasas de gravamen de 3% sobre ingresos de hasta
$10,000.00, e ingresos mayores gravados a un 5%. Se aprobó una deducción normal de
$600.00 y una variedad de deducciones fueron hechas adecuadas a cosas como rentas
de alquiler, reparaciones, pérdidas, y otros impuestos pagados. Además, a fin de asegurar
una recaudación puntual, los impuestos fueron “retenidos en la fuente” por los
empleadores.       

La necesidad de ingresos federales declinó rápidamente después de la guerra, y la


mayoría de los impuestos fue abolida. Hacia 1868, la fuente principal de ingresos
gubernamentales se derivaba de los impuestos sobre alcohol y tabaco. El impuesto sobre
ingresos fue abolido en 1872. De 1868 a 1913, casi el 90% de todos los ingresos se
recaudaba de los impuestos de consumo todavía vigentes.    

La Enmienda 16.

De acuerdo con la Constitución, el Congreso sólo podía gravar con impuestos directos si
eran decretados en proporción a la población de cada Estado. De tal manera que cuando
un impuesto federal uniforme fue promulgado en 1894, fue inmediatamente impugnado y
en 1895 el Tribunal Supremo lo declaró inconstitucional, porque era un impuesto directo
no proporcionado de acuerdo a la población de cada Estado.  

Careciendo de los fondos de un impuesto sobre ingresos y con rígida resistencia contra
toda otra forma de impuestos internos, desde 1896 hasta 1910 el Gobierno Federal
dependía fuertemente de altas tarifas para sus recaudaciones. La Ley de Ingresos de
Guerra de 1899 trató de levantar fondos para la Guerra Hispano-americana mediante la
venta de bonos, impuestos sobre instalaciones de recreo usadas por los obreros, y
prodigó impuestos sobre la cerveza y el tabaco. Inclusive se creó un impuesto para la
goma de mascar. La ley expiró en 1902, de manera que las entradas de impuestos
federales descendieron de un 1.7% a un 1.3% del PDB.    

Mientras que La Ley de Ingresos de Guerra volvió a fuentes tradicionales de ingresos de


acuerdo con la decisión de 1895 del Tribunal Supremo en cuanto a impuesto sobre
ingresos, el debate sobre fuentes alternativas de ingresos se mantuvo intenso. La nación
se hacía crecientemente consciente de que las altas tarifas e impuestos sobre consumo
no eran política económica sana y frecuentemente gravaban desproporcionalmente a
los menos favorecidos. Se presentaron propuestas por congresistas de áreas rurales para
reinstaurar el impuesto sobre ingresos, pues sus electores temían un impuesto federal
sobre las propiedades, especialmente sobre la tierra, como reemplazo por los impuestos
sobre consumo.     

Eventualmente el debate sobre el impuesto a ingresos enfrentó a congresistas del sur y


del oeste, representando áreas mayormente agrícolas y rurales contra el industrial
noreste. El debate produjo un acuerdo que pedía un impuesto, llamado impuesto al
consumo, que se impondría a los ingresos de los negocios, y una enmienda constitucional
que permitiera al Gobierno Federal gravar con impuestos los legítimos ingresos
individuales, independientemente de la población de cada Estado.         

Hacia 1913, 36 Estados habían ratificado la Enmienda Constitucional 16. En Octubre el


Congreso aprobó un nuevo impuesto sobre ingresos con tasas comenzando por un 1% y
subiendo hasta un 7% para contribuyentes con ingresos que excedieran $500,000.00.
Menos de un 1% de la población pagaba impuesto sobre ingresos por aquel entonces. El
modelo 1040 fue establecido como la declaración normal de impuestos que, aunque
cambiada en muchas formas a través de los años, permanece en uso hoy día.   

Uno de los problemas con la ley de impuesto sobre ingresos fue cómo definir ingreso
“legítimo”. El Congreso resolvió este problema enmendando la ley en 1916 y suprimiendo
la palabra “legítimo” al definir ingresos. Como resultado, todos los ingresos estaban sujeto
a gravamen, aunque fuera obtenido por medios ilegales. Algunos años después el
Tribunal Supremo declaró que la quinta enmienda no podía ser usada por contrabandistas
y otros que derivaban ingresos con actividades ilegales, a fin de eludir el pago de
impuestos. En consecuencia, muchos que infringieron varias leyes asociadas con
actividades ilícitas, y pudieron escapar a la justicia por esos crímenes, fueron
encarcelados por evasión de impuestos.    

Con anterioridad a la promulgación del impuesto sobre ingresos, muchos ciudadanos


pudieron proseguir sus asuntos financieros sin conocimiento directo del Gobierno.
Individuos ganaban sus salarios, los negocios ganaban sus utilidades, y la fortuna era
acumulada o gastada con poca o ninguna interacción con entidades gubernamentales. El
impuesto sobre ingresos cambió fundamentalmente esta relación, dando al Gobierno el
derecho y la necesidad de conocer todas las formas de la vida económica de individuos o
negocios. El Congreso reconoció la inherente intromisión del impuesto sobre ingresos en
los asuntos personales de los contribuyentes y así, en 1916, proveyó a los ciudadanos
con algún grado de protección, al requerir que la información de impuestos sobre ingresos
fuera mantenida confidencial.  

La primera guerra mundial y los 1920s.

La entrada de Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial incrementó grandemente la


necesidad de ingresos y el Congreso respondió aprobando la Ley de Ingresos de 1916. 
La Ley de 1916 aumentó la menor tasa de impuestos de un 1 a un 2 por ciento, y elevó la
tasa mayor al quince por ciento en contribuyentes con ingresos de más de $1.5 millones
de dólares. La ley de 1916 también impuso gravámenes en haciendas y ganancias
comerciales excesivas. 

Impulsado por la Guerra y mayormente financiado por el Nuevo impuesto sobre ingresos,
hacia 1917 el Presupuesto Federal era casi igual al presupuesto total de todos los años
entre 1791 y 1916. Con necesidad de aún más ingresos, la Ley de Ingresos de Guerra
disminuyó las exenciones y aumentó grandemente las tasas de impuestos. En 1916, un
contribuyente necesitaba un ingreso gravable de $1.5 millones para pagar una tasa de
15%. Hacia 1917, un contribuyente con sólo $40,000.00 afrontaba una tasa de 16% y el
individuo con $1.5 millones. afrontaba una tasa de impuestos de 67%.    

Otra ley sobre ingresos fue aprobada en 1918, que una vez más aumentó los impuestos,
esta vez elevando la tasa más baja hasta un 6%, y la más alta a un 77%. Estos cambios
aumentaron el ingreso de $716 millones en 1916 a 3,600 millones en 1918, que
representaba alrededor de un 25% del PDB. Sin embargo, aún en 1918, sólo un cinco por
ciento de la población pagaba impuestos sobre ingresos, y aun así el impuesto sobre
ingresos cubría una tercera parte del costo de la guerra.   

La economía floreció durante los 1920s, a lo que siguieron recaudaciones crecientes del
impuesto sobre ingresos. Esto permitió al Congreso disminuir los impuestos cinco veces,
finalmente regresando a la tasa menor de un 1% y a disminuyendo la mayor a un 25%,
reduciendo la carga del Presupuesto Federal como parte del PDB a un trece por ciento. Al
disminuir las tasas de gravámenes, y declinar las recaudaciones de impuestos, la
economía se fortaleció aún más.   

En octubre de 1929 el desplome del mercado de valores marcó el inicio de la gran


depresión.  A, reducirse la economía, se redujeron también los ingresos del Gobierno. En
1932 el Gobierno Federal recaudó sólo $1.900 millones, comparado con $6.600 millones
en 1920. Ante los crecientes déficits presupuestales, que alcanzaron $2,700 millones en
1931, el Congreso siguió la prevaleciente sabiduría económica de ese tiempo, y aprobó la
Ley de Impuestos de 1932, que aumentó dramáticamente las tasas de impuestos una vez
más. Esto fue seguido de otro aumento de impuestos en 1936 que mejoró nuevamente
las finanzas gubernamentales a tiempo que debilitaba más la economía. Hacia 1936 la
tasa de impuestos más baja había alcanzado un 4% y la máxima hasta un 79%. En 1939
el Gobierno codificó sistemáticamente las leyes de impuestos de forma que todas las
subsiguientes legislaciones impositivas hasta 1954 enmendaron ese código básico. La
combinación de una economía deprimida y los repetidos aumentos de impuestos elevaron
la carga de impuestos gubernamentales a un 6.8% del PDB hacia 1940.        

El Impuesto de Seguridad Social

El estado de la economía durante La Gran Depresión condujo en 1935 a la aprobación de


la Ley de Seguridad Social. La ley proveía pagos conocidos como “compensación por
desempleo”, a los trabajadores que hubieran perdido sus trabajos. Otras secciones de la
ley daban ayuda pública a los ancianos, los necesitados, los incapacitados y a ciertos
menores. Estos programas fueron financiados por un impuesto de 2%, mitad del cual
sería deducido directamente del pago del empleado y la otra mitad recaudado de los
empleadores a favor de los empleados. Este impuesto era recaudado de los primeros
$3,000 del salario o sueldo del empleado.

La Segunda Guerra Mundial     


Aún antes de que Estados Unidos entrará en la Segunda Guerra Mundial, los crecientes
gastos para la defensa y la necesidad de dineros para ayudar a los oponentes a la
agresión del Eje, condujo a la aprobación en 1940 de dos leyes de impuestos que
aumentaron los impuestos personales y de corporaciones, a las que siguió un nuevo
aumento de impuestos en 1941. Hacia el fin de la guerra, la naturaleza del impuesto sobre
ingresos había sido cambiada fundamentalmente. La reducción en los niveles de exención
significaba que los contribuyentes con ingresos gravados de sólo $500.00 tenían la más
baja tasa de impuestos de un 23%, mientras que contribuyentes con ingresos de más de
$1 millón afrontaban una tasa de un 94%. Esos cambios de impuestos aumentaron las
recaudaciones de $8,700 millones en 1941 a $45,200 millones en 1945. Aun con una
economía estimulada por la producción de tiempos de guerra, los impuestos federales
como parte del PDB crecieron de un 7.6% en 1941 a un 20.4% en 1945. Más allá de las
tasas y recaudaciones, sin embargo, otro aspecto que cambió en el impuesto sobre
ingresos fue el aumento en el número de contribuyentes de 4 millones en 1939 a 43
millones en 1945.    

Otro rasgo importante que cambió en el impuesto sobre ingresos fue la vuelta a la
retención de ese impuesto como se había hecho en la Guerra Civil. Esto facilitó
grandemente la recaudación del impuesto tanto para el contribuyente como para la
Oficina de Ingresos Internos. Sin embargo, también redujo grandemente la percepción del
contribuyente de la cantidad de impuesto que estaba siendo recaudada, es decir, redujo la
transparencia del impuesto, lo que facilitó aumentar impuestos en el futuro.     

Desenvolvimientos después de la Segunda Guerra Mundial.

Las rebajas de impuestos que siguieron a la Guerra redujeron la carga de impuestos


federales, como proporción del PDB, de un máximo de 20.9% en 1944 a un 14.4% en
1950. Sin embargo, la Guerra de Corea creó una necesidad de ingresos adicionales que,
combinada con la extensión de la cobertura de la Seguridad Social a personas auto
empleadas, significó que para 1952 la carga de impuestos había regresado a un 19.0%
del PDB.

En 1953 la Oficina de Recaudaciones Internas recibió un nuevo nombre: Servicio de


Recaudaciones Internas (IRS). El nuevo nombre fue escogido para enfatizar el aspecto de
servicio de su trabajo. Para 1959, el IRS se había convertido en la organización de
contabilidad, recaudación y procesamiento de declaraciones más grande del mundo. Se
introdujeron computadores para automatizar y hacer más eficiente su trabajo y para
mejorar el servicio a los contribuyentes. En 1961 el Congreso aprobó una ley requiriendo
que los contribuyentes individuales usaran su número de seguridad social como una
forma de identificar su declaración de impuestos. Para 1967, todas las declaraciones de
impuestos personales y de negocios se procesaban por medio de computadores, y para
los últimos 1960s el IRS había desarrollado un método computadorizado para seleccionar
las declaraciones de impuestos que debían ser examinadas. Esto hizo que la selección de
declaraciones para ser auditadas fuera más justas para el contribuyente y permitió al IRS
enfocar sus recursos de auditoría sobre aquellas declaraciones con más probabilidad de
ser auditadas.

A través de los 1950s, la política de impuestos fue crecientemente vista como un


instrumento para aumentar las recaudaciones y cambiar los incentivos en la economía,
pero también como herramienta para estabilizar la actividad de la macroeconomía. La
economía permaneció como objeto de ciclos de auge y desplome y muchos políticos
aceptaron sin reparos la nueva política económica de aumentar o disminuir los impuestos
y gastos para ajustar la demanda agregada y así suavizar el ciclo de negocios. Aun así,
sin embargo, la máxima tasa de interés en 1954 permaneció a un 87% de impuesto sobre
ingresos. A tiempo que el impuesto sobre ingresos experimentó algún tipo de revisión o
enmienda, casi todos los años, desde la gran reorganización de 1954, algunos años
marcaron cambios significativos. Por ejemplo, la Ley de Reforma de Impuestos de 1969
redujo las tasas de impuesto sobre ingresos para individuos y fundaciones privadas.                     

Comenzando en los finales de los 1960s., y continuando a través de los 1970s., Estados
Unidos experimentó persistentes y crecientes tasas de inflación, llegando últimamente a
un 13.3% en 1979. La inflación tiene un efecto destructor en muchos aspectos de la
economía, pero también puede crear caos en un sistema de impuestos sobre ingresos, a
menos que se tomen precauciones adecuadas. Específicamente, a menos que las
coordenadas del sistema de impuestos, es decir, los niveles impositivos y sus exenciones
determinadas, deducciones y créditos, sean reguladas para la inflación, un alza continua
del nivel de precios moverá a los contribuyentes a más altos niveles de contribución al
reducir los valores de sus exenciones y deducciones.    

Durante este tiempo los impuestos sobre ingresos no tenían regulados los indices de
inflación y, movidos por una inflación creciente, y a pesar de repetidas leyes de
disminución de impuestos, la carga de impuestos se elevó de un 19.4% del PDB a un
20.8% del PDB. Combinados con altas tasas de impuestos, inflación creciente, y una
pesada carga regulatoria, esta alta carga de impuestos causó que la economía
disminuyera seriamente su actuación, todo lo cual creó las bases para la rebaja de
impuestos de Reagan, también conocida como La Ley de Recuperación Económica de
1981.      

La Ley de Reforma de Impuestos de 1986.

Siguiendo a la promulgación de los cambios de impuestos en 1981, 1982 y 1984, había


un sentimiento creciente de que el impuesto sobre ingresos necesitaba de una revisión
más fundamental. El auge económico que siguió a la recesión de 1982 convenció a
muchos dirigentes políticos de ambos partidos que tasas de impuestos más bajas eran
esenciales a una economía fuerte, al tiempo que el constante cambio de la Ley hizo llegar
a muchos una apreciación de la complejidad del sistema de impuestos. Más aún, los
debates durante este período llevaron a un entendimiento general de las distorsiones
impuestas a la economía, y la pérdida de empleos y salarios, que surgían de las muchas
peculiaridades en la definición de la base de impuestos. Se desarrolló una nueva y más
amplia filosofía de la política de impuestos de que el impuesto sobre ingresos mejoraría
grandemente si se rechazaban todas estas disposiciones especiales y se disminuían aún
más las tasas de impuestos. De forma que, en el mensaje de 1984 sobre el Estado de La
Unión, el Presidente Reagan abogó por una reforma total del impuesto sobre los ingresos,
de forma que tuviera una base más amplia y tasas más bajas, y fuera más justo, más
simple y más consistente con la eficiencia económica.         

Los Impuestos en el año 2000

Hacia 2001, los ingresos totales de los impuestos habían producido un supuesto superávit
unificado de presupuesto federal de $281,000 millones, con un acumulado superávit
proyectado de $5.6 billones. Mucho de este superávit reflejaba una creciente carga
impositiva como parte del PDB, debido a la interacción de resonancias crecientes de los
ingresos y una estructura de progresivas tasas de impuestos. En consecuencia, bajo la
dirección del Presidente Bush, el Congreso detuvo los proyectados aumentos futuros de
la carga de impuestos, aprobando la “Ley de Alivio de Impuestos y Reconciliación” de
2001. La pieza central de la rebaja de impuestos de 2001 fue la recuperación de algo del
terreno perdido en los 1990s en cuanto a menores tasas de interés de impuestos. Aunque
la tasa de reducciones tendría efecto en un período de varios años, la máxima tasa de
interés caerá de un 39.6 a un 33 por ciento.          

La rebaja de impuestos de 2001 representó una vuelta a un número de tendencias


distintas en la política de impuestos. Por ejemplo, amplió la Ley de Crédito de Impuestos
de Apoyo Infantil, de $500.00 a $1,000.00 por niño. También aumentó el Crédito de
Impuestos a los Niños Dependientes. La rebaja de impuestos de 2001 también continuó a
moverse hacia un impuesto de consumo, expandiendo una serie de incentivos de ahorros.
Otro rasgo de la rebaja de impuestos de 2001, particularmente digno de mención, es que
pone los impuestos de haciendas, regalos y saltos generacionales en un curso de
eventual abolición, que es también otro paso hacia un impuesto al consumo. Un rasgo
nuevo en la rebaja de impuestos de 2001, comparada con la mayoría de las grandes
leyes de impuestos, es que está casi desprovista de cláusulas de impuesto a negocios.    

Los países que integran la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico


(OCDE) dependen en promedio "cada vez más de los ingresos de impuestos a las
ganancias personales (PIT en inglés)", al tiempo que pierden fuerza dentro de la
recaudación fiscal total las contribuciones a la seguridad social (SSC) y los tributos sobre
bienes y servicios.

"La participación promedio de PIT en los impuestos totales aumentó del 24,1% en 2014 al
24,4% en 2015, mientras que las respectivas acciones de los SSC y los impuestos sobre
los bienes y servicios (incluido el IVA) disminuyeron ligeramente", según el informe
Revenue Statistics 2017 de la OCDE.

También reveló que los impuestos a las ganancias corporativas, que habían disminuido
significativamente durante la crisis financiera, no se han recuperado y permanecen
estables en torno al 8,9% de los ingresos totales.

"En conjunto, la relación entre impuestos promedio y PIB aumentó nuevamente en 2016 a
34,3%, comparado con el 34% de 2015. Se observaron niveles crecientes de impuestos
en términos del PIB en 20 de los 33 países de la OCDE, mientras que los niveles de
impuestos cayeron en los 13 países restantes", analizó un artículo publicado en la web del
organismo multilateral.

El año pasado, las mayores tasas de impuestos en base al PIB se registraron en


Dinamarca (45,9%), Francia (45,3%) y Bélgica (44,2%); y las más bajas en México
(17,2%), Chile (20,4%) e Irlanda (23%). Exceptuando cinco países (Canadá, Estonia,
Irlanda, Luxemburgo y Noruega), los demás "han aumentado su relación impuestos/PIB
desde 2009, el punto más bajo de la crisis posfinanciera para los ingresos tributarios en la
OCDE; y la mayoría de ellos (18) alcanza o supera su punto alto antes de la crisis".

Asimismo, sea confirmado con diversos informes económicos que "tres tendencias
emergentes en la estructura fiscal promedio de la OCDE desde la crisis financiera
mundial", señaló el artículo. "En primer lugar, la participación de PIT en los impuestos
totales cayó inicialmente, del 23,7% en 2007 a un mínimo del 23,2% en 2010, antes de
aumentar constantemente y llegar a 24,4% en 2015; en segundo lugar, y por el contrario,
la participación de los CSE y los impuestos a los bienes y servicios aumentaron
inicialmente a máximos de 26,6% en 2009 y 33% en 2010, antes de disminuir
constantemente hasta 2015, llegando a 25,8% y 32,4% respectivamente; y finalmente, la
participación de los ingresos tributarios corporativos cayó durante la crisis del 11,2% en
2007 a un mínimo de 8,8% en 2010, y desde entonces se ha mantenido relativamente
estable, en 8,9% en 2015", repasó.

Por otra parte, al considerar los tributos como una proporción del ingreso nacional bruto
per cápita, se halló que "en promedio, los impuestos representaron el 82% de los ingresos
totales en (los países de) la OCDE en 2015". "La proporción de impuestos en los ingresos
totales sigue siendo más baja que antes de la crisis financiera".

En conclusión, la evolución histórica de los tributos es tan antigua como la evolución


pensante del hombre ya que desde las primeras sociedades humanas; han contado con
un sistema de recaudación de impuestos por partes de los soberanos con el fin de
destinar todos los recursos existentes obtenidos directamente del pueblo para las
diferentes actividades, ceremonias y para el propio enriquecimiento de los gobernantes de
aquella época; en la actualidad seguimos estando obligados a pagar impuestos por ser la
fuente más importante de ingresos públicos para el estado y precisamente el impuesto
sobre el patrimonio es el más antiguo registrado hasta nuestros días; el cual se sigue
aplicando sobre la manifestación directa de la capacidad económica de cada
contribuyente.
Referencia Bibliográfica

Recuperado de https://www.neoliberalismo.com/impuestos.htm

Recuperado de https://www.elcomercio.com/cartas/historia-impuestos-opinion-ecuador.html

Recuperado de https://negocios.elpais.com.uy/crecen-mundo-impuestos-renta-

personal.html

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