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José de Piérola

(Lima, 1961)

EN BL VIENTRB DE LA NOCHE
I
Los borceguíes de Ubilluz se hundieron en el fango pro-
j, duciendo un zangoloteo sordo al que ninguno de los dos
prestó atención. En medio de aquella noche sin luna, lejos
I

Ir de Lima, todas las sombras parecían bestias al acecho, y no


.,] haciafalta tener 1a conciencia sucia, ni los huevos bien pues-
I

I
tos, para sentir esa mezcla confusa de miedo y determina-
I' ción ciega. El indio jr¡una que caminaba frente a é1 era sólo
I
I
una respiración pausada, una silueta sin rostro, un ser sin
,
nombre; uno más. Todo había ocurrido muy rápido, con
lt demasiados gritos, demasiada euforia para prestar atención.
il Todos eran medio cholos, medio indios, pelo negro, labios
¡ gruesos, pómulos salientes, uno que otro pelo ensortijado.
Con la distancia de los meses sería el mismo rostro de indio
ll
tt típico que Ubilluzyaflo reconocería aunque se le plantara
( al frente en carne y hueso con su humanidad acezante y ven-
il gadora. Al indio no parecía preocuparle su suerte, como si
lr
lt siempre hubiera estado preparado para esa noche. Maldita
1r tranquilidad, carajo, como si estuviéramos haciendo una
ir
EN ot woNrnq DE I-4 NocIIE 47
46 Josn ns PtÉnou

ronda. Ubilluz se frotó la nartz como un boxeador que en- a tirar pala? el indio con voz
-¿Emprezo -preguntó
tra en combate. Qué rico eres, papi; cuando te agarras la tranquiia y modulada que pareció venir de una radio' Carajo,
narí2, pareces un actor de cine. Voy a quedarmc en el cuar- indio ilustradoy con voz de otro. Ubilluz hubiera dado cual-
tel esta noche, negra, tenemos comisión. ¿Quién me va a quier cosa por tener unavoz así, en lugar delavoz gangosa
calentar, entonces, ah? Mañana tempranito te caliento, ne- que lo hacia quedar tan mal cuando quería palabrear una
grtta te caliento rico. Mentiroso. mamacita rica.
Tanteando con los pies, el indio baj ó la pendiente como vueita Ubilluz. Despacio para que el in-
si 1o hubiera hecho muchas veces, sin pcrclcr cl equilibri-o,
-Date -dijo
dio con voz de otro lo entendiera. Ay, papi, cuando me ha-
silencioso, con su rostro indefinido en la nochc oscura, con blas bajito, me das cosquillitas en la oreja. ¿Y cómo se va a
su cara de indio, sus pómulos salientes, su pelo negro e hir- llamar, IJbllluz? Depende, pues, mi capitán. Si es hombre
suto. Indio ilustrado, Ubilluz, ¿qué le parccc? [-o único que no le vaya a poner Ernesto. No, mi capitán, ¿cómo se le ocu-
nos faltaba, mi capitán. Sí, Ubilluz, pero le vamos a volar la rre? ¿Si es hombrecito le ponemos tu nombre, papl? Sí, ne-
iluminación de un solo cuete. Ubilluz odió el barro que se le grita.
habíametido en elborceguí. Cuando saltó de la camionetapara El indio con voz de otro estiró las manos para que
entrar a la vivienda universitaria, dio un rnal paso que le Ubilluz le quitara las esposas. El maldito no temblaba, ni
desconchó la punta del borceguí contra un fierro que algún tenía las manos frías, sino manos calientes y húmedas de
maldito habíadejado incrustado en el cemento de la vereda. Si
indio. Ubilluz jaló la llave de la cadena, soltó las esposas,
movía el dedo gordo sentía un zangoloteo barroso que se cola-
metió uno de los aros bajo la correa de su pantalón. El indio
ba por entre los dedos de los pies.
con voz de otro estaba ahí, quieto, sin decir nada, respiran-
Ubilluz se detuvo. El indio jijuna, como si hubiera reci- do con la mayor tranquilidad del mundo.
bido una orden, también se detuvo, dio media vuelta y miró intentes nada, carajo, ya sabes levantó
a alguna parte, pero no a Ubilluz; en la oscuridad de la no- -No -Ubilluz
su AKM. El guardamano estaba heiado. El seguro sonó ní-
che todavía se puede distinguir el blanco de los ojos cuando tido como el mecanismo de un reloj, sin embargo, el indio
alguien nos mira de frente. Maldita oscuridad. Sin perder de no se inmutó. Se agachó, tomó lapala y la levantó en un
vista la silueta del indio, Ubilluz examinó con los pies hasta
solo movimiento. tlbilluz retrocedió un paso. El dedo le bailó
que su borceguí chocó con una forma definitiva y afiada
sobre el gatillo, presionó, sintió la resistencia del mecanismo.
clavada en el suelo barroso. Qué noche tan negra, carajo. el indio con voz de otro, como
te asustes
Estaban a media hora de Lima, sin embargo esa caiada
si e1
-No
granputa no
-dijo
entendiera lo que le lba apasar, como si la
abandonada parecía estar en plena puna. Entonces, ¿vas a
historia fuera al revés-. Prefiero que sea instantáneo.
venir mañana temprano, papi? Mañana tempranito, negri-
Se encorvó y empezó a cavar. Lahoja de la pala se cla-
ta, pata tomar desayuno, para calentarte rico, voy a traer
vaba en la tierra, chocaba con guijarros, desgarraba raíces,
tamalitos, ¿qué te parece? Mentiroso.
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producía escalofríos. Sí, mi capitán, macho como su pa- s1 esruvieran preparando una pachamanca? Sólo faltaba que
dre, carajo. ¿Entonces lo bautizamos? Lo que quieras, ne- le dijera que no habia cariño en esa casa, que le pidiera un
grita, lo que quieras, ahora tú eres mi reina. La ticrra caia a trago, que le pregu;ntara por la familia. Ubilluz, no me joda,
un costado con un ruido húmedo y apagado, como si el no quiero volver a verlo con esa chata. No, mi capitán, era
indio con yoz de otro estuviera arrojándola a otro espacio, para el frío nomás. Es la última, ¿entendido? Entendido,
a otro tiempo, a otra historia. Seguía trabajando cn silen- mi capitán. Ubilluz sacó una cajetilla del bolsillo de su ca-
cio. Cada golpe de pala era más firme que el anterior, la misa y avanzó un paso, la AKM en ristre, el dedo sobre el
descarga en el suelo coincidía con un gemido apagado que gatillo. El indio con voz de otro estiró la mano, sacó un
dejaba adivinar su esfuerzo. ¿Y si te salieras del ejército para cigarro, devolvió la cajetilla. Ubilluz también sacó un ciga-
que ya no te llamen así, de improviso? ¿Qué tienes en la rro antes de guardarla. Se buscó los pantalones, pero, en
cabeza, negra, cómo se te ocurre? Pide tu baja, mi papá te algún momento, tal vez cuando volvían a la camioneta, se
da trabajo, cuántas veces te ha ofrecido. Déjame pensarlo. le habia caído el encendedor. La mierda, un encendedor
El indio con voz de otrc'' se detuvo, clavó la pala en el del ejército en el jardín de la vivienda universitaria. ¿Se le
suelo, apoyó las manos sobre el mango. Los ojos de Ubilluz cayó algo, Ubllluz? No, mi capitán. El indio con voz de
se habían acostumbrado a la oscuridad. El pelo del indio no otro encenCió un fosforo. Laluz amarilla le iluminó el ros-
era lacio sino ensortrSado y por alguna razón maldita de las tro tostado de pómulos salientes, labios delgados y pelo
coincidencias estaba completamente vestido, ni siquiera se ensortijado. Luego de prender su cigarro estiró los fósfo-
había quitado la camisa. Los indios duermen vestidos, pues, ros. Ubilluz los recibió estirando elbrazo como si los sepa-
Ubilluz, ¿no sabía? No, mi capitán. En unos minutos, a pe- rara un abismo. ¿Lo vas a pensar, papl? Lo voy a pensar,
sar de ser una piltrafa, el indio había cavado por lo menos negrita. ¿No sería lindo que no te mandaran a esas comi-
veinte centímetros. Todavía faltaba un metro. Después, su- siones que me dan tanto miedo? Sí, sería lindo, lindísimo,
bir la cuesta hasta la carrefera, despertar al capitán Basurto, lindisisísimo. Ubilluz encendió su cigarro. El humo dulce
volver al cuartel, llegar de madmgada,baíarse, dormir, le- y pesado le calentó la garganta. El indio con yoz de otro fu-
vantarse, afeitarse, tomarse un buen desayuno. ¿Cómo está maba muy despacio el maldito, como si estuviera esperando
mi engreído? Te ha extrañado, papi, no hemos podido dor- el microbús .Labrasa de su cigarro,roja, como un carboncito
mir en toda la noche. No te preocupes, negrita, tengo dos minúsculo, se volvía amarilla, le iluminaba los pómulos,
días de franco, te llevo a donde quieras, tú eres mi reina. luego se volvía roja otravez. Recién en ese momento Ubiiluz,
Mentiroso tal vez por contraste, pudo oler la tierra húmeda penetrándole
un cigarro? --preguntó el indio con voz de otro. todo el cuerpo. Ay, que rico, huele atierra mojada, papi. Así
-¿Tienes es la Sierra, negrita, aire puro, muy rico, riquísimo.
Ubilluz se sorprendió. Carajo, ¿por qué mierdahabla-
ba con tanta naturalidad, como si fueran compadres, como el indio con voz de otro.
-¿Casado? -preguntó
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Ubilluz no dijo nada. Jamás hable con un prisionero, fumando... y de yez en cuando tomándome un trago , Lpor
a menos que sea un interrogatorio, a menos que sea para qué no?
obtener información, a menos que le haya regalado un buen
--¿Te vas a callar, carajo? -preguntó tlbilluz acari-
patadón en los huevos, ¿entiende? Sí, mi capitán. Nunca ciando el gatillo.
deje que esos jijunagranputas lo palabreen. Sí, mi capitán.
más te da indio hizo un silencio-. El últi-
Entonces, ¿vas a pedir tubaja? Sí, negrita, voy a pedir mi -Qué -el
mo pucho, elúltimo trago,la última conversación. ¿No ten-
baja, ésta es la última. ¿Ubllluz? Sí, mi capitán. ¿Qué carajo go derecho, acaso?
está haciendo? Nada, mi capitári. ¿Tiene una chata de ron
en el bolsillo? Es para el frío, mi capitán. ¿Qué mierda pasa, Ubilluz? Nada, rni capitán. Toda la
noche lo he visto como nerviosón, ¿tiene dudas? No, mi ca-
sí, soy casado el indio-. Pero no vivo
-Yo -drjo
con mi mujer, ella vive con mis suegros, en Lince, con rruestra
pitán, todo está claro. Mentiroso. Nunca, nunca se entabla
conversación con el prisionero, ¿está claro? Sí, está claro,
hua.
clarísimo, clarísisimo, mi capitán, mi teniente, mi coronel,
El maldito hablaba como si nada, como si estuvieran mi general.
en la cola del pan, de pantuflas, legañoso, con una bata de
sigue trabajando Ubiiluz.
felpa amarrada en la cintura. No había miedo en su voz, ni -Mejor -dijo
preocupación, ni nada, como si no supiera 1o que le tba a El hombre tiró el
pucho pero no 1o aplastó. El carboncito
pasar. ¿Qué hace, Ubilluz, por qué mierda habla con el pri- rojo quedó parpadeando sobre latterramojada. Ubilluz olió
sionero? la tiera caliente, el vaporcito minúsculo que se elevó con la
brasa del pucho. El hombre tomó lapalay empezó atraba-
- Mejor cállate y sigue. jar otravez.La pala volvió a clavarse en la tierra llevándose
acabar mi pucho?
-¿Puedo de encuentro pedazos de metal que al chocar con la hoja
pero chitón nomás lo apuntó con
-Acaba, -Ubilluz producían un sonido agudo y cortante que escarapelaba el
la AKM.
cuerpo. Carajo, ya debia estar acosfumbradcl, Ubilluz, esto
El indio se encogió de hombros. Siguió fumando en es cosa de hombres. Sí, mi capitán. Tenemos que tomarnos
silencio. El carboncito del cigarro se hizo amarillo, rojo, una foto los tres, ¿no papr? Sí, negrita, una foto los tres
amarillo, rojo. Cada vez que chupaba el cigarro miraba ala juntitos, para que se acuerde cuando sea grande. Pero sin
distancia, como si esperara refirerzos que no llegarían nun-
uniforme, ¿no? De civil, negrita, de civil.
ca. IJhllluz tiró su pucho a medio fumar y 1o aplastó con el
hija tiene cinco años palada y palada, el
borceguí. La tterca húmeda era una mantequilla. El viento -Mi
hombre hablaba efiyoz baja, muy -entre
controlada, como los lo-
frío volvió a cortarle la garganta.
cutores de la radio-. Se llama Ariel. Se lo puso mi esposa,
mi vida la he pasado hablando el in-
-Toda
dio-. Hablando, fi¡mando, leyendo, firmando, -drjo
a ella le encanta la literatura.
escribiendo,
EN nt r,/II:NTRL: DE IA NoctlE 53
52 .losi: ot: Pru:nou

Ubilluz con la sin alejar el dedo del gatillo, mirando de reojo al hombre
--Puta que tú no entiendes, ¿no? -dijo q,. ,.g-.,íu cavando. El calorcito picante del ron le llegó hasta
boca seca, la mano bailando en el gatiilo de la AKM-' ¿Por
ias t.ipas, 1o calentó, se sintió mejor, como si ya hubiera
qué no te apuras? ¿No te das cuenta que es peot para tt?
llegado a casa, como si ya se hubiera metido a la cama con
mí también me gusta ia literatura, pero ya no ten-
-A s.r"rrrr;e., como si ya le hubiera dado un beso al mochito'
go tiempo, ahora tengo que leer otras cosas -lapala seguía Es que me gusta olerte
hollando la tierra, tirando la tieffa mojada junto al foso-. ¿Ay, papi, por qué me despiertas?
á"i.r-de dormir, negrita, palabra, es sólo eso. Mentirost¡.
Ustedes ya saben qué leo y qué escribo'
ubilluz se limpió la boca con el puño de la camisa y estiró la
sé, ni me interesa.
-Ni le drje que venga conmigo a la vivienda uni-
mano con ia chata.
-Cuando un trago
versitaria, ella se negó. No es porque no te quiera, me dijo' -Tómate -dUo.
Es por Ariel, tiene muchos amiguitos por aquí, además mi
Elhombreclavólapalaenlatierra,hizoungestocomo
si se estuviera limpiando el sudor de la frente, estiró
la mano
mamá se queda con ella cuando voy a trabajar'
Ubilluz sintió que la lengua se le pegaba al paladan El caliente, sudorosa y agaffóla chata. El dedo de ubilluz bai-
carboncito del pucho que tiró el hombre todavía seguía allí, ló nervioso sobre el metal helado del gatillo. Oyó dos tfagos
como si estuviera en un cenicero, parpadeando, todavía olien- grandes que el hombre se puso entre pecho y espalda antes
doahumodulzónytibio'CadavezqÜefumaba,Ubilluz áe devolverle la chata. La recibió con cuidado, tomó otro
ftago, de costado, sin perderlo de vista' Luego empezó
7a
sentía ganas de echarse un traguito;tabaco siempre llamaba
gati-
a ron. Se aguantó un rato, pero el frío que entraba por el dificil maniobra detapar la chata sin alejar el dedo del
1lo. La silueta del hombre se inclinó y empezó attabajat
otra
hueco del borceguí le secab ala garganta sin piedad. sacó la
chata del bolsillo de su camisa, y sin alejar e1 dedo del gati- vez. La tierra húmeda olía bien. ¿vamos a venir siempre a
11o, empezó la difícil maniobra de destaparla sin
dejar de Huancayo? Siempre, negrita, siempre' Ubiiluz aspiró pro-
apuntar al hombre. fundo sin dejar de apuntar. El aire hasta parecía más puro
un mes que no la veo -dijo el hombre todavía esa noche. ¿Qué mierdahace, Ubilluz? Nada, mi capitán'
-Hace
enyozbaja, bien modulada, sin dejar de cavar-' Me quedé ¿Quéselehaperdido?Nada,micapitán'Entoncessubaa
en la universidad. Pero, eso sí, la he llamado todos los
días'
la camioneta, nos vamos. Sí, mi capitán' Mentiroso'
Mis suegros tienen teléfono. Estuvimos viviendo con ellos que Ariel va a ser pintora ei hombre
por un tiempo. Son muy buena gente, no creen en la políti- -Creo -dijo
como si le estuviera hablando a su hua-. Mi mujer dice que
ta. si supieran a qué me dedico les daría un infarto, pobres el otro día, cuando volvió del trabajo, mi suegra estaba
viejos.
enojadísima porque Ariel había hecho un dibujo en la pared
Ubilluzlogródestaparlachata.Unairecitoheladoen. de la sala.
frió el barro que tenía en el borceguí' Tomó un trago largo'
54 JosÉ oti PÍ¡nou Ex ot- wzNrnt DE LA NocIIE 55

también soy casado Ubilluz como si fuera su mujercita. Sí, mi capitán. Papi, tengo que decirte algo.
-Yo -drjo
¿Qué pasa , negrtta? E,stoy encinta. El pucho
otro, como si estuviera sentado en el bar de la capitania de1 que el hombre
pucrto, en el bar de Bertoloto, o en cualquier bulín de la habíatirado al suelo todavía brillaba con una brasa diminu-
Victoria. ¿Así que casado, no, Ubilluz? Sí, mi capitán' Antes ta y roja. El hombre yahabía cavado casi un tnetro. Estaba
no rne daba miedo, papi, pero ahora que estoy encinta ya no dentro de la fosa hasta las rodillas, a punto de ser tragado
quiero que te manden a esas comisiones, te puede pasar algo. por la tierra, pero su voz todavia llegaba armoniosa, viril,
¿Qué me va a pasar?, nuestro trabajo es de in-te-li-gen-cia, bien vocalizada; voz de locutor, carajo.
¿ves esta frente? Ay, papi, igual me da miedo.
Inteligencia, le drjo que esa bola azulera el vientre de la noche'
negrita, inteligencia. Mentiroso.
-Ariel mochito porque así me decia mi viejo cuan-
digo
había dibujado una paloma volando hacia una
-Le
do yo era chico.
-Ariel
luna en cuarto menguante, y estrellas, montones de estre- de ayer le había comprado una caja de colores
llas. Mi mujer me dijo que Ariel las había señalado muy or-
-Antes
para llevársela el domingo hombrelanzó un suspiro.
gullosa.
-el
murió mi viejo antes de verme con el uniforme
un hijo, se llarna Ernesto' -Se
con el que tanto soñó. Es una vaina, carajo,la vida es una
-Tenemos de las estrellas había dibujado una bola
vaina. Si no fuera por ustedes estaría en mi cama, calientito,
-Alrededor
inmensa, llena de rayitas azules hombre siguió cavan-
-el con mi mujer.
do, la pala siguió enterrándose en la tierra, atravesando gui-
-'Si no fuera por ustedes, Ariel
hubiera tenido su caja
jarros y encontrándose con clavos, pero Ubilluz ya no tuvo de colores.
escalofríos-. Eso le había dado más cólera a mi suegra. Un viento helado se clavó enla garganta de Ubilluz. La
ocho meses meneó la cabeza--.
-Sólo tiene -Ubilluz noche parecró más negra que nunca. No te preocupes, PaPi,
En cualquier momento camina el bandido. le vamos a llevar flores. Sí, carajo, pero no me vio con el
mujer le preguntó que qué era esa bola aztl. uniforme, ¿no entiendes? ¿Y de qué nos sirve el uniforme?
-Mi llama Ernesto, pero para mí es mi mochito. No le
-Se Hubo un silencio transparente como una capa de hielo, pero
digas así, me dice mi mujer, se va a acomplejar, va a pensar no duró mucho, unos pasos bajabanporlaladera de la coli-
que es por otra cosa. na, resbalándose en el barro, hollando la tierra mojada, acer-
IJbilluz no dejaba de vigilar al hombre. Devez en cuan- cándose más y más. Ubilltz no tuvo que voltear para saber
do sr-r írrciice se desprendía del gatillo y parecíaperderse en el quién era. Empuñó bien su AKM, la apuntó a la silueta del
aire. Entonces tenía que volver a acaticiar el metal helado y hombre que apenas se veía en medio de 1a oscuridad de la
precisr;,, tenía que volver a sentir 1a presión ligera, la resisten- fosa. Ya no hablaba, ya no le contaba sobre su hija llamada
cia del tnecanism o para sentirse tranquiio. No jale el gatillo, Ariel, eraufia estatua de piedra fiegta en medio de las tinie-
Ubilh.rz. No, mi capitán. Acarícielo, como si fuera la teta de blas.
5ó JosÉ »n PtÉnot¿. E¡,t ut vtt¡wrnt DE ta, Nq:IIE 57

-iQué mierda pasa aquí, Ubilluz? Ubiiluz apuntaba, pero el dedo, como si fuera de otra
mis órdenes, mi capitán. mano, de otro cuerpo, no aplastaba el gatillo. Estaba ahí,
-Cumpliendo inmóvil, congelado. Maldito dedo. La estatua de piedra ne-
- ¿Y esas voces?
gra lo miraba; aun en la oscuridad de la noche se puede sa-
voces, mi capitán?
-¿Cuáles ber si alguien nos mira por el blanco de los ojos. ¿Me lo pro-
E1 capitán Basurto se acercó. Olió la cara de Ubilluz
metes, papi? Te lo prometo, negrita, palabra de hombre.
como huele un mastín su presa. Ubilluz no tuvo que mirarlo Mentiroso.
para saber que sus ojos brillaban como los de un demonio y
caralo, no tenemos toda la noche el
que su boca se había fruncido y temblaba en un extremo. -Apúrese, -drjo
capttán Basurto. Hablaba con su voz firme de siempre, pero
Prométeme, papi, que no pasa de este mes, que pides tubaja,
no gritaba, rrás bien acercaba los labios ala oreja helada de
que le irablas amipapá. Te 1o prometo, negrita, te lo prome-
Ubilluz. Pero éste, como si la estatu a de piedra negra 1o hu-
to. El carboncito rojo del pucho oue el hombre habia fuma-
biera hipnotizado, no pudo apreta; el gatillo. El capitán
do se apagó. El capitán Basurto chasqueó la lengua.
Basurto continuó-. La mierda, esto es insubordinación,
estado chupando, Ubilluz? Ubilluz, ¿qué cosa cree?
-L}Ja
mi capitán; digo... sí, mi capitán. El capitán Basurto hizo un movimiento brusco. Ubilluz
-No,
--¿Dónde está? adivinó que su brazohabía bajado ala altura de su cintura,
mi bolsillo derecho, mi capitán. que había hecho saltar la tapa de su cartuchera, que había
-En
Ubiiluz sintió las manos cuadradas y duras del capitán sacado su pistola. Te 1o prometo, negrita, después de ésta
Basurto sacando la chata de ron de su bolsillo. Oyó la tapa pido mi baja. Ubillttzhabia visto más de una vez cómo el
girar sobre el vidrio, luego dos tragos largos perdiéndose en capitán Basurto apuntaba a la cabeza, quitaba el seguro y
la garganta angular del capitán Basurto seguidos por un chas- disparaba un solo tiro en la frente. Respiró aliviado por no
quido de lengua. El sonido delatapa metálica volvió a en- tener que mover el dedo. Miró al hombre. El capitán Basurto
roscarse en el pico de la botella. lo despacharia.Te lo prometo, negrita.
la secó, Ubilluz, usted es un jodido capitán En ese momento sintió una cosa helada y dura en la sien.
-Se
Basurto volvió a meterle la botella vacia en el
-el
bolsillo de la carajo. o disparo yo el capitán
Basurto. Ubilluz sintió la vibración del -dijo
camisa. Ubilluz seguía apuntando.
-Dispare, resorte en la sien
de una vez, despáchelo el capitán Basurto. cuando el capitán Basurto, sin dejar de apoyar la pistola,
-Ya, -d,jo
El dedo de Ubilluz se había quedado apoyado sobre el gati- quitó el seguro. ¿Ya a ser como las otras veces, papi? No,
llo pero no se movía. Dedo de mierda, no se movía un mili- negrita, esta yez sí, es la última. HazTo por Ernestito. Sí,
metro, se había congelado con el frío de la noche. El capitán negrita, por el mochito. El capitán Basurto continuó-: Ésta
Basurto insistió-. ¿Qué espera, Ubtlluz? es la últimallamada Ubilluz, a la siguiente disparo.
58 JosÉ or PtÉnou

Ubilluz apuntó a la estatua de piedra negta que 1o se-


guía mirando. Tomó una bocanada de aire. su dedo buscó
el gatillo y 1o jaló a fondo.

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