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ENSAYO
“COSIFICACIÓN DE LA PERSONA NATURAL EN EL DERECHO ”
Autor(es):
Docente:
TRUJILLO – PERÚ
2018
Desde la antigüedad, grandes filósofos se han planteado diferentes interrogantes acerca de la
definición de la persona, y como se le debe entender para que así no haya una discriminación
entre ellas; sin embargo, no hay una respuesta a ello cabalmente. En la época medieval, la
cosificación era explícita en la esclavitud, considerando al hombre como una cosa siendo en sí,
subastada o prestada. En la actualidad, se ha denigrado tanto a la persona que ya no hay respeto
por parte de ella misma, produciéndose así diversos estragos en el aspecto físico y psicológico.
El presente ensayo implica mantener una postura crítica y reflexiva, para ello, las razones por la
que abordamos este tema, es para buscar donde reside la diferencia entre cosa y persona, lo que
nos permitirá ser patente el error que se comete al cosificar a la persona; asimismo, haremos
énfasis, en lo que respecta a los daños psicológicos o física que trae consigo este tema, pues en
algunos casos podría ser perjudicial según la realidad problemática en la que nos encontramos, y
por último, la razón más importante corresponde a hablar de todo lo concerniente a la dignidad
de la persona, pues está en muchos casos se ha visto vulnerada provocando daños y lo que es
peor atentando contra los pensamientos, los ideales de las personas; en consecuencia, se busca
minimizar a las personas dejando de lado la primordial importancia que tiene esta en la sociedad
y esto genera que la persona caiga fácilmente en el negativismo, la depresión, el indiferentismo,
el relativismo moral o el sinsentido de la vida.
La sociedad ha acogido un proceso de cosificación del hombre, una moda actual de verse como
simples seres de deseos y pasiones. La tendencia de no fijarse por lo de dentro y concebirse
como el cine, la moda y como algunas otras personas proponen su forma de vivir. Al no
aceptarnos como personas sino vernos como "algo", como un producto pulido de la naturaleza,
sin respeto por mí mismo y por mis semejantes, en el momento que nos empecemos a aceptar
como personas la convivencia sería más fraterna, positiva, basado en el "amor de amistad" y el
respeto a la libertad personal; tendríamos unas relaciones más abiertas ya que la hipocresía o la
mentira, y predominaría un ambiente caracterizado por la estima individual.
“La persona es el hombre o mujer distinguidos en la vida pública sin ninguna objeción en
sus derechos y deberes. En cambio, la cosa es un objeto inanimado ya sea abstracto,
concreto o natural” (RAE, 2018).
“El ser humano en todos los tiempos, culturas, razas, etc.; son cabalmente considerados
como tal, ya sea sus condiciones o situaciones a la que pertenezca” (Morón, 2006).
Ante lo aludido, debe ser aceptada, no como un algo que puede ser utilizado o desechado,
producto refinado de la naturaleza o sin respeto a sus semejantes, sino como alguien único.
En la actualidad, este proceso o acontecimiento se da en nuestra vida consuetudinaria sin
ser percatado. En especial, se manifiesta en los jóvenes cuando somos egoístas o solo
pensamos en nosotros o no nos preocupamos por otros, sin saber cómo se sienten, y solo
nos acercamos por un favor. Esto trae una consecuencia negativa tanto física y
psicológicamente, así como para la generación posterior.
Ante esto, es necesario reaccionar y ser conscientes del peso y trascendencia de la dignidad
humana, y conviene rebelarse contra esa visión empobrecedora del hombre, cultivar
nuestra interioridad y, no conceptuarse como cosas o piezas de un engranaje social
alimentado por una libertad permisiva con límites y ajena a la verdad.
Por tanto, todo ser humano tiene derechos que son abalados y/o protegidos por nuestro
ordenamiento jurídico, quien es el encargado del cumplimiento de estos en la sociedad. La
cosificación del ser humano genera que este sea visto como un medio o un móvil del cual se
abusa, contribuyendo así a un sentimiento de impotencia, aislamiento y soledad, especialmente
en momentos de crisis y dificultad, y no le permite su pleno desarrollo integral.
La Constitución Política del Perú (1993) expresa en el artículo 2 inciso 1 que toda persona
tiene derecho a su integridad moral, psíquica y física y a su libre desarrollo y bienestar,
asimismo en el inciso 2 del mismo artículo nos dice que toda persona tiene derecho a la
igualdad ante la ley. Nadie debe ser discriminado por motivo de origen, raza, sexo, idioma,
religión, opinión, condición económica o de cualquier otra índole.
Por otro lado, podemos decir que algunas de las consecuencias de la cosificación es que pierden
su valor como personas propias de poseer sentimientos y emociones, que muchas veces quedan
de lado ya que la población cada vez se vuelve más mecanizada. Los roles de género cosifican
de manera muy diferente a hombres y mujeres, convirtiendo a los hombres en conquistadores y
a las mujeres en objetos de conquista.
La mujer es muy importante en la actual sociedad, por eso, si se deteriora a la mujer tanto en
dignidad como en valores, se corrompe a la sociedad , alimentando a la sociedad machista quien
crea una imagen errónea de “¿para qué sirve una mujer?” de que pueden acosar, maltratar y
tratar como se le antoje al género femenino, es por eso que en la actualidad observamos tantos
feminicidios, ya que solo ven la parte superficial, pero no todo lo que viene detrás y como el
mensaje de dichos anuncios puede distorsionar el mensaje. En este sentido, se habla de
estereotipos; entendiéndose como la “imagen o idea aceptada comúnmente por un grupo o
sociedad con carácter inmutable”. Las imágenes observadas tienen doble sentido y uno de ellos
resalta valores de la mujer que no expresan su verdadera realidad, sino que sobresalen otros
aspectos, como los físicos; por ejemplo, a la mayoría de las empresas no les interesa la dignidad
de la mujer ni cómo puede afectar la degradación de ésta hacia su imagen personal. Dichas
empresas solo buscan llegar al público masculino mostrando a la mujer de forma indebida a
través de esta publicidad; pero lo que no valoran es su intimidad, pudor y que la mujer es mucho
más que solo su apariencia física. Si reducimos a la mujer solo a este plano y no tomamos en
cuenta el plano más elevado que poseen, el espiritual, estaremos frente a un retroceso, en la que
la mujer es tomada solo para satisfacer al hombre y no posee carácter ni dignidad, como si solo
estaría en el mundo para complacer al hombre.
La idea de dignidad humana ha sido objeto de numerosos debates filosóficos y ocupa un lugar
relevante en el derecho. Se trata, sin embargo, de un concepto controvertido. Mientras que
algunos pensadores sostienen que se rata de un criterio ético fundamental, que ofrece también la
base para la vincularidad jurídica, no sólo en el ámbito de la política sino también, por ejemplo,
en el de la biomedicina, otros se muestran escépticos respecto de los aportes y del alcance ético
y jurídico que pueda tener el criterio de la dignidad humana.
La dignidad humana y, más allá de las controversias, su interpretación sigue siendo relevante
en la actualidad. Desde el planteo ético-filosófico kantiano, es posible dar una respuesta tanto al
problema de la fundamentación de la noción de dignidad humana, como también a las
cuestiones vinculadas con la demarcación de la atribución de dicha dignidad y las condiciones
de aplicación situacional e histórica de la misma. Kant ha aportado buenas razones para la
solución de cada una de estas cuestiones. Como se sabe, Kant distingue claramente entre
“valor” y “dignidad”. Concibe la “dignidad” como un valor intrínseco de la persona moral, la
cual no admite equivalentes. La dignidad no debe ser confundida con ninguna cosa, con ninguna
mercancía, dado que no se trata de nada útil ni intercambiable o provechoso. Lo que puede ser
reemplazado y sustituido no posee dignidad, sino precio. Cuando a una persona se le pone
precio se la trata como a una mercancía. “Persona es el sujeto cuyas acciones son imputables.
Una cosa es algo que no es susceptible de imputación” (Kant, I. 1989, pág. 30). De ahí que la
ética, según Kant, llegue sólo hasta “los límites de los deberes recíprocos de los hombres”
(Kant, I. 1989, pág. 371). En cuanto ser dotado de razón y voluntad libre, el ser humano es un
fin en sí mismo, que, a su vez, puede proponerse fines. Es un ser capaz de hacerse preguntas
morales, de discernir entre lo justo y lo injusto, de distinguir entre acciones morales e inmorales,
y de obrar según principios morales, es decir, de obrar de forma responsable. Los seres
moralmente imputables son fines en sí mismos, esto es, son seres autónomos y merecen un
respeto incondicionado. El valor de la persona no remite al mercado ni a apreciaciones
meramente subjetivas (de conveniencia, de utilidad, etcétera), sino que proviene de la dignidad
que le es inherente a los seres racionales libres y autónomos. En consecuencia, la autonomía
moral es el concepto central con que Kant caracteriza al ser humano y constituye el fundamento
de la dignidad humana: “La autonomía, es, pues, el fundamento de la dignidad de la naturaleza
humana y de toda naturaleza racional” (Kant, I. 1996, pág. 49). Esta caracterización moral
marca una diferencia entre los animales y los seres humanos.
Asimismo, un gran número de constituciones nacionales, sobre todo las adoptadas en la segunda
mitad del siglo XX, hacen referencia explícita al respeto de la dignidad humana como
fundamento último de los derechos enumerados y como la finalidad esencial del Estado de
Derecho. En tal sentido, se destaca la Constitución alemana de 1949, que, como reacción a las
atrocidades cometidas durante el régimen nazi, establece en su artículo 1° que: La dignidad
humana es intangible. Los poderes públicos tienen el deber de respetarla y protegerla.
LINKOGRAFÍA