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Guía 1: “Al comenzar este mes de julio queremos orar por todos los maestros
de nuestro país. Por aquellos maestros de vocación, los que dan su tiempo más
de lo que deben, los que acompañan e impulsan a sus estudiantes a ser
mejores, los que buscan primero el bien de la educación social antes que su
propio bien, los que anuncian la buena noticia de Jesús con sus vidas, los que
denuncian las injusticias educativas y sociales, los que entregan su vida y se
desgastan por los demás, los que no son presa de la corrupción. Por todos ellos
damos gracias a Dios, animados por el ejemplo de Cristo quien fue y seguirá
siendo el maestro perfecto. Con la alegría de ser maestros comenzamos
nuestra oración cantando”.
PALABRA DE DIOS
En aquel tiempo, subió Jesús a una barca, cruzó a la otra orilla y fue a su ciudad. Le presentaron un paralítico,
acostado en una camilla.
Viendo la fe que tenían, dijo al paralítico: «¡Ánimo, hijo!, tus pecados están perdonados.»
Algunos de los escribas se dijeron: «Éste blasfema.»
Jesús, sabiendo lo que pensaban, les dijo: «¿Por qué pensáis mal? ¿Qué es más fácil decir: “Tus pecados
están perdonados”, o decir: “Levántate y anda”? Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene potestad
en la tierra para perdonar pecados –dijo dirigiéndose al paralítico–: Ponte en pie, coge tu camilla y vete a tu
casa.»
Se puso en pie, y se fue a su casa. Al ver esto, la gente quedó sobrecogida y alababa a Dios, que da a los
hombres tal potestad.
REFLEXIÓN
Guía 3: “Para este Maestro, la enfermedad más grave y urgente del paralítico no es su enfermedad física
sino su enfermedad del alma, el pecado. Y no sólo, porque para Jesús, la parálisis física es más fácil de
curar que la apatía del alma que no se abre a la fe, al amor del Padre. Ciertamente, el Creador del universo
puede curar absolutamente todas las enfermedades "patológicas". Pero para la curación de las
enfermedades espirituales, es necesaria la colaboración espontánea y sobre todo libre del "paciente" porque
Dios no puede ir en contra de nuestra libertad”. (http://es.catholic.net/op/articulos/49015/curacin-del-paraltico.html#modal)
En nuestras escuelas vemos muchos jóvenes “paralíticos” del alma. Se han ido tullendo por dentro debido
a la indiferencia familiar, a la sobreprotección, a la permisividad, a la violencia, a los conflictos familiares, a
las separaciones, a los vicios, a la falta de Dios. Son adolescentes desganados de la vida, tristes, sin
esperanza, sin fe, sin ánimo de participar en nada que les propongan, encerrados en sus vidas personales,
en sus juegos, en sus celulares, en la televisión, que no escuchan el consejo positivo de sus padres y
maestros, que no ven en el otro al amigo y compañero.
Podemos, además, ver docentes, profesores con el “alma paralítica”. Que han ido perdiendo la sensibilidad
por los alumnos, por los colegas, pegados a una rutina sin sentido, cansados de “tanto trabajar” sin ver frutos
de su esfuerzo, desanimados por continuar educando conciencias, ensimismados en estudios y
capacitaciones sin ponerlos al servicio de los demás, manchados por barro de la corrupción y de los
“favores”, renegados de su vocación a la que fueron llamados por Dios a enseñar, alejados del amor de Dios
y de su misericordia.
Guía 4: Estos casos que vemos a diario en nuestras escuelas son signo de que necesitamos ser como
Jesús, portadores de vida y sanación. Debemos pedirle a Dios que nos salve, que nos cure de todas esas
dolencias espirituales que no nos dejan ser lo que deberíamos ser: maestros de la Verdad y de la Justicia,
capaces de levantarnos de nuestras camillas, soltar los músculos del alma y dejarnos llevar por el Espíritu
de Dios, con libertad y voluntad. Estamos llamados por Dios a dejar nuestras muletas y aventurarnos a
predicar con fe y amor el evangelio. No podemos continuar como paralíticos esperando envejecer y morir.
Los maestros debemos tener siempre un espíritu joven, alegre, agradecido, trasmisor de vida para nuestros
alumnos y alumnas que nos necesitan y que a lo mejor están igual o peor espiritualmente que nosotros.
Que en este día del maestro podamos reflexionar sobre lo que estamos haciendo con nuestra labor
educativa, de cómo estamos avanzando en el camino educativo. No dediquemos mucho tiempo a
celebraciones vanas, sino más bien seamos agradecidos con Dios por lo que nos dio: la vocación de ser
maestros. Nadie es tan perfecto que se merezca los laureles del maestro excelente, pero todos caminamos
hacia la gloria de Dios. Entonces, pasemos haciendo el bien por
nuestras escuelas como Cristo pasó haciendo el bien por este mundo.
PETICIONES
Guía 5: Oremos hermanos para que Dios acoja nuestras súplicas por
todos los maestros y maestras del Perú en este día del maestro que
celebramos y digámosle: