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Año escolar Área curricular Grado Unidad n.

° de sesión
2020 Educación Religiosa S5 1 3

“MI MISIÓN COMO SOLDADO DE CRISTO, UN LLAMADO A VIVIR EN SANTIDAD”

El misionero es un creyente con un deseo que le quema el corazón por compartir a Cristo a otros,
para que estos lo compartan con otros (2 Timoteo 2:2). El que ejecuta inicialmente el proceso ora,
pide que Dios le muestre a otras personas con quienes pueda reunirse, y juntos le abren su
corazón a Dios y permiten que Él les hable. El soldado de Cristo no es el maestro, el maestro es
Jesucristo a través del Espíritu Santo, y la Palabra de Dios. Así que el misionero y sus discípulos
van paso a paso, ayudados por la guía pero no dependiendo de ella, usando las sugerencias de cómo reunirse, cómo
acercarse unos a otros, qué compartir de la Biblia, qué hacer juntos. Buscan una interacción que les ayude a ambos a
oír al Espíritu y ser transformados a la semejanza de Cristo. Hoy más que nunca con la presencia del Coronavirus,
Jesús nos pide orar por nuestros hermanos.
1. ¿Cuál es el propósito del misionero?
Ayudar a las personas a conocer a Dios, entender qué quiere de nosotros, desde nuestra experiencia personal,
guiando y transmitiendo confianza y amistad (Rom 12:1-2).
2. Características de un misionero de cristo
Está dispuesto a seguir con sus acciones las enseñanzas de Jesús, asume con madurez los problemas, dejando que
Dios lo ayude a superarlos, participa de la oración de manera permanente, mantiene firme su fe a pesar de no
estar de acuerdo con algunos puntos de vista de la Iglesia, evita caer en tentaciones y preocuparse por sí mismo,
dedica su tiempo a las personas más necesitadas, cumple con sus responsabilidades, evita que otros hagan su
trabajo por él, asiste a misa, en especial todos los domingos, participa de la eucaristía.
3. Personajes bíblicos que han demostrado ser misionero de Cristo
- Misión de Pedro:
No hay duda de que Jesús distingue a Pedro con una función de liderazgo. Le cambia el nombre desde que lo
llama PIEDRA, invitándolo a ser desde entonces "pescador de hombres"(Lucas 5,10). Él es fundamento de la
Iglesia, pues sobre él se va a edificar la Iglesia de Jesús.
Jesús le dice a Pedro: <<Yo he rogado por ti para que tu fe no desfallezca. Y tú, cuando hayas vuelto, confirma a
tus hermanos>> (Lc. 22, 31-32).
Pedro convirtió a muchos judíos y pensó que ya había cumplido con su misión, pero Jesús se le apareció y le pidió
que llevara esta conversión a los gentiles, es decir, a los no judíos.
- Misión de Pablo de Tarso:
Pablo, en el momento de su conversión, es presentado con rasgos de profeta al que se le asigna una misión muy
concreta. Llevó a cabo su misión de predicar el camino de la salvación realizando viajes apostólicos, fundando y
fortaleciendo comunidades cristianas en las diversas provincias del Imperio Romano por las que pasaba: Galacia,
Asia, Macedonia, Acaya, etc.
Los escritos del Nuevo Testamento nos presentan a un Pablo escritor y predicador. Cuando llegaba a un sitio,
Pablo acudía a la sinagoga, lugar de reunión de los judíos, para predicar el evangelio. Después, acudía a los
paganos, esto es, los no judíos.

4. BIOGRAFÍAS DE ALGUNOS SANTOS QUE SON TESTIMONIO DE CAMBIO


San Agustín
Agustín de Hipona es un caso curioso en la historia. Vagó perdido durante
décadas, sin ser capaz de ligarse firmemente a unas creencias o valores
que dieran sentido a su vida. En cambio, optó por una existencia cargada
de placeres que, lejos de hacerle feliz, lo llevó a la más absoluta
desesperación.
San Agustín nació en Tagaste (Argelia actual) el 13 de noviembre del 354 y
murió en Hipona el 28 de agosto del 430. Su padre, Patricio, fue un pagano
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de posición social acomodada, que luego de una larga resistencia a la fe, hacia el final de su vida, se convierte al
cristianismo. Mónica, su madre, era una devota cristiana. Al enviudar, se consagró totalmente a la conversión de
su hijo Agustín. Lo primero que enseñó a su hijo Agustín fue a orar, pero luego de verle gozar de esas santas
lecciones, sufrió al ver cómo iba apartándose de la Verdad hasta que su espíritu se infectó con los errores
maniqueos y, su corazón, con las costumbres de la disoluta Roma.
San Agustín durante muchos años tuvo una vida mundana, se dedicó a comer, beber, a los placeres de la carne.
Confraterniza con compañías extravagantes y disfruta de la popularidad, la atención de los demás y las ventajas
de cometer ciertas triquiñuelas…
A los 32 años San Agustín entrega su persona a Dios, luego de una permanente búsqueda convirtiéndose a la fe
católica, fue ordenado en el 391 por el obispo de Hipona, Valero, quien le tomó por asistente. San Agustín es
uno de los ejemplos fundamentales de la búsqueda constante de Dios, de la verdad, del conocimiento. Esta
búsqueda no la hizo en soledad sino en estrecha relación con los otros, en especial su madre santa Mónica y sus
amigos.
Pocos hombres han poseído un corazón tan afectuoso y fraternal como el de san Agustín. Se mostraba amable
con los infieles y hasta los invitaba a comer con él. Dejó algunos libros como Confesiones, la Ciudad de Dios,
Confesiones de un pecador y algunas frases motivadoras como: “Pobre no es quien tiene menos, sino quien más
necesita para ser feliz”, “La fe es creer lo que no vemos, y su recompensa, ver lo que creemos”, “Haz lo que
puedas, Dios no te pide más”
San Francisco de Asís
Francisco nació en Asís nació en 1181(Italia) y murió en el año 1226. Hijo de un
rico mercader llamado Pietro di Bernardone, Francisco de Asís era un joven
mundano de cierto renombre en su ciudad. Disponía de dinero en abundancia
y lo gastaba pródigamente, con ostentación. Ni los negocios de su padre, ni los
estudios le interesaban mucho, sino el divertirse en cosas vanas que
comúnmente se les llama "gozar de la vida". Sin embargo, no era de
costumbres licenciosas y era muy generoso con los pobres que le pedían por
amor de Dios. Había ayudado desde jovencito a su padre en el comercio de paños y puso de manifiesto sus dotes
sustanciales de inteligencia y su afición a la elegancia y a la caballería. En 1202 fue encarcelado a causa de su
participación en un altercado entre las ciudades de Asís y Perugia. Tras este lance, en la soledad del cautiverio y
luego durante la convalecencia de la enfermedad que sufrió una vez vuelto a su tierra, sintió hondamente la
insatisfacción respecto al tipo de vida que llevaba y se inició su maduración espiritual.
Poco después, en el pequeño templo de San Damián, medio abandonado y destruido, oyó ante una imagen
románica de Jesucristo una voz que le hablaba en el silencio de su muda y amorosa contemplación: "Ve,
Francisco, repara mi iglesia. Ya lo ves: está hecha una ruina". El joven Francisco no vaciló: corrió a su casa
paterna, tomó unos cuantos rollos de paño del almacén y fue a venderlos a Feligno; luego entregó el dinero así
obtenido al sacerdote de San Damián para la restauración del templo. Esta acción desató la ira de su padre; si
antes había censurado en su hijo cierta tendencia al lujo y a la pompa, Pietro di Bernardone vio ahora en aquel
donativo una ciega prodigalidad en perjuicio del patrimonio que tantos sudores le costaba. Por ello llevó a su
hijo ante el obispo de Asís a fin de que renunciara formalmente a cualquier herencia. La respuesta de Francisco
fue despojarse de sus propias vestiduras y restituirlas a su progenitor, renunciando con ello, por amor a Dios, a
cualquier bien terrenal.
A los veinticinco años, sin más bienes que su pobreza, abandonó su ciudad natal y se dirigió a Gubbio, donde
trabajó abnegadamente en un hospital de leprosos; luego regresó a Asís y se dedicó a restaurar con sus propios
brazos, pidiendo materiales y ayuda a los transeúntes, las iglesias de san Damián, san Pietro In Merullo y santa
María de los Ángeles en la Porciúncula. Pese a esta actividad, aquellos años fueron de soledad y oración; sólo
aparecía ante el mundo para mendigar con los pobres y compartir su mesa.
San Francisco de Asís predicaba la pobreza, caridad, obediencia y la castidad, como valor y proponía un modo de
vida sencillo basado en los ideales de los Evangelios. En 1210, cuando el grupo contaba ya con 12 miembros,
Francisco redactó una regla breve e informal que consistía principalmente en los consejos evangélicos para
alcanzar la perfección. Poco antes de morir, considerando que el hombre está obligado a tratar con caridad a su
cuerpo, Francisco pidió perdón al suyo por haberlo tratado tal vez con demasiado rigor. El santo se había
opuesto siempre a las austeridades indiscretas y exageradas. En cierta ocasión, viendo que un fraile había
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perdido el sueño a causa del excesivo ayuno, Francisco le llevó alimento y comió con él para que se sintiese
menos mortificado.
Referencias bibliográficas
- Ediciones San Pablo. (2010). La Biblia Latinoamericana. Lima: San Pablo.

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