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UN LEOPARDO MUERE CON SUS COLORES

Tú pareces un pajarito. Se convirtió en un ser con plumas, y voló, porque ya no podía


andar como antes; en efecto, voló y habitó en la montaña. De modo que voló. En otros
tiempos era una persona; por eso en otros tiempos rodaba una pelota; la tiraba, porque
sentía que era una persona. Se convirtió en un ser con plumas, y entonces voló, habitó en
una gruta de la montaña. Sale, vuela, retorna a su casa. Va a dormir en ella, se despierta
temprano y sale; vuela lejos; otra vez, vuela lejos. Retorna a su casa porque siente que
necesita buscar sustento. Comer otra vez, y otra, y otra; retorna a su casa; de nuevo,
vuelve a ella para dormir. Entonces decidimos que naciera, y nació Leonardo. (Escriba:
hoy en día tiene 7 años, nació el 5 de diciembre del 2006). Y a veces decía palabras que
nosotros no sabíamos qué eran, pero existían. Habló a los nueve meses, caminó al año, a los
tres leía con facilidad libros y textos, objetos interpuestos de forma espontánea. A la edad
de cinco los padres intentaron iniciarlo en el proceso de escolarización normal;
descubrieron que no duraría demasiado, y que la maravilla prometida terminaría por
deshacerse sin proceso, con el tiempo corto de las cosas infecundas que no prosperan por
improbabilidad de goce o perjuicio futuro.

(Escuche, escuche: hoy encontré cerca de la cocina una tarántula casera; el perro se llama
Mario, también hay un gato, se llama Tigre, aunque la historia de él es bien larga). Fuimos
a recoger a Nelly, su madre, cerca del Jarillón, cuando veo a Leonardo con el gatico,
abrazado. (Él me dice: deje al gatico allí, que nos vamos, y yo no quería dejarlo porque
parecía un tigre, y mí me gustan los tigres). Fuimos al centro e hicimos varias vueltas,
cuando en la noche aparece de nuevo el gato, en la casa, y era que se las había ingeniado
para meterse dentro de uno de los neumáticos del carro. (Sí, mira, y es increíble que a
pesar de todas las paradas que mi papá hizo, Tigre supiera que esta era la casa) Masculla el
comentario, parecía decir algo como: “despacio se va lejos”.
El proceso de embarazo fue normal. (Tengo recuerdos que me contó mi mamá, que yo me
hice popó en la barriga). A los 9 meses de edad habló, dijo cosas como: afuera está la niña,
el perro le ladró y ella se asustó. A la edad de tres años todavía generaba sorpresa en sus
padres, quienes sin una conciencia plena, a través de casas y castillos a medio construir que
realizaba con ayuda de un armatodo compuesto por letras, promovían en él un cierto
interés por la lectura. Le decíamos: dame la M, la P, y él hacía la casa y la desarmaba y la
cambiaba y la volvía a armar. Nosotros no teníamos la intención de enseñarle las letras, lo
veíamos como armatodo, sin embargo siempre le hacíamos el sonido de las letras y cuando
las juntábamos las leíamos juntos. Un 24 de Diciembre, mientras recorríamos la calle, y ese
fue otro susto, dijo: mamá aquí dice F-e-l-i-z N-a-v-i-d-a-d. Después se detuvo ante una
señal de tránsito y continuó: allí dice P-a-r-e. Él aprendió a leer así, por palabras; nada de
mi mamá me mima, y así él usaba las letras y sabía cómo sonaba cada una.

Cuando descubrimos que podía leer, decidimos meterlo al jardín, pensábamos que este le
ayudaría a desarrollar sus facultades y que quizá aprendería cosas; la experiencia fue
terrible. (Nos ponían sentados casi todo el día, y si no terminaba la clase no dejaban entrar
a nadie). El espacio académico comenzó adquirir cierta inestabilidad metodológica; el niño
impetuoso y versátil no respondía a las normas institucionales, los ejercicios diarios no
suplían necesidades inmediatas, y las crisis emocionales interferían en el estado natural de
sus relaciones. (No quería estar allá, fue horrible, por fortuna nunca más volví). Él no pudo
con eso y nosotros tampoco lo íbamos a someter, eso emocional y físicamente lo debilitó
mucho; lo sacamos. (Nunca volví). Y aquí seguimos.

Decían cosas como: el niño no ha estado en transición y debe realizarlo así sepa lo de un
niño de segundo grado. Estábamos en una encrucijada; por un lado el Liceo Departamental,
uno de los colegios al cual acudimos después del intento fallido en Jean Piaget, y otros
colegios a los que también acudimos, pretendían que él repitiera de nuevo un proceso que
ya había concluido; por el otro, la situación económica no nos daba para meterlo en un
buen colegio. Realizó varias pruebas, recordamos dos en especial; en una tenía 5 años,
recuerdo que ingresamos, el tipo nos acomodó, comentó cómo sería todo y se dispuso a
iniciar la prueba. Leonardo estaba distante, no quiso hablar, hacer nada; cuando todo
parecía haber terminado a causa de su inapetencia él comenzó a contar en inglés. (One,
two, three, four, five, six, seven, eight, nine, ten, eleven twelve, thirteen, fourteen, fifteen,
sixteen, sé hasta el cien). En la otra, comenzó a recitar cuentos en inglés y español, y
nosotros no sabíamos en qué momento había aprendido eso.

Él tiene mucha facilidad y capta las cosas con mucha rapidez, pero después de haberlas
dominado se aburre y las abandona. Esperamos que en junio de este año ingrese al Jean
Piaget, que ya podamos organizar nuestro presupuesto, porque de todas maneras es
necesario que él tenga un espacio de socialización con otros niños, establecer hábitos.

Las cosas con el Piaget iniciaron así: animados intentaron ingresar a Leonardo en Dos
Hemisferio, una institución que ofrece una educación preferencial y especializada, pero al
enterase que debían pagar $4,011.000 como cuota única, desistieron. Después de varias
búsquedas, encontraron el Piaget, una de las instituciones que tenía convenio con la
alcaldía; realizaron la prueba, el joven dijo: a este niño no lo podemos dejar en primero. Se
emitieron los resultados, los padres conocieron el valor de la matrícula, se realizaron los
primeros trámites, y todos con absoluta firmeza, pensaron en poder consignar la cuota.
Todo parecía realizable, sin embargo, dada la defunción del proyecto que brindaba becas y
descuentos, tuvieron que desistir. La matrícula costaba $800.000 y la mensualidad
$300.000, más el resto de gastos que implica introducir a alguien en el proceso de
escolarización formal. Nosotros no teníamos la posibilidad de pagar esa mensualidad, que
no era costosa para la educación que se le iba a brindar, pero que en el momento no
teníamos. Y allí quedamos otra vez: ¿Ahora qué hacemos? Entonces decidimos que
nosotros continuaríamos desde aquí, con él.

(Es fácil. Primero se pasa la parte ancha sobre la parte más delgada por abajo del cuello,
después desliza la parte ancha por la delgada, luego dobla la misma parte ancha por encima
de la delgada, y ya lo último es que pasa la parte ancha por arriba, detrás de la corbata, y
coloca el dedo sobre el nudo, después lo quita y jala la parte ancha adentro del nudo, se
sube el nudo y ya, le queda así). Y así, ahora le dio una obsesión con las corbatas, quería
salir a la calle con corbatas, tiene un vídeo titulado: un niño que hace nudo de corbata. Él
tiene etapas en las que se interesa por un tema en específico y se obsesiona. Eso pasó con
Titanic, de pronto ve la película y se inquieta por conocer todo sobre ella; sabe cosas como:
nombre y características de los personajes, lugares en los que se realizó el rodaje, fecha de
estreno. También sabe la cantidad de barcos que han naufragado, de cuántas partes se
compone un barco, nombre de los mejores diseñados en la historia, los elementos
necesarios para una construcción naval grande, etc. Pregúntele qué va a estudiar.
(Ingeniería naval y Futbol). Eso era una obsesión terrible, todos los palos que se encontraba
los traía, tenía el patio lleno de barcos. Mi hermano le conseguía unas cajas grandes de
tomate y él ponía tres cajas seguidas y les hacía vela, todo; trabajaba con cucharas, cogía el
batidor del chocolate, entonces claro, la jarra del jugo se convertía en el tubo de escape y
las cajas en el cuerpo del barco, y así. Un día, mientras dormíamos, escuché el sonido de
un martilleo repetitivo; me asusté. Cuando salgo del cuarto y reviso la sala, me encuentro
con que era él. Después, poco a poco le fue pasando esa obsesión. Ahora él ya entró en la
etapa de los siete años, y ya está un poco más calmado. (Ahora tengo la obsesión por los
animales).

(Yo sé tocar flauta y piano, y todo me gusta). Con el IPC intentamos suplir esas
necesidades que él tiene de relacionarse con otros niños y otros espacios; en ese proceso él
se ha pasado rotando. Él estuvo haciendo música, recuerdo que nunca ensayaba acá, y allá
llegaba y lo recordaba todo, el profesor decía: es que aprende todo, y en la casa era
imposible que practicara, era como un castigo. Yo le preguntaba al profesor: ¿Cómo le
fue?, y el tipo: muy bien, aprende rápido. Y todo lo hacía allá. A veces tiene actitudes
curiosas.

Lleva la corbata al bolsillo, en espera. Camina en dirección al piano, y ya sentado dispone a


preparar la corbata que guardaba en el bolsillo del traje. El profesor, que también se dirige
al piano, carga con pasividad las partituras que evaluará al estudiante. Se encuentran, y el
que yace sentado con trinar festivo, dice: ahora sí se puso serio el concierto. Todos
estábamos allí, vimos cómo sacó la corbata, la puso en el cuello y se dispuso; después todos
nos reímos, el profesor también, gozamos mucho.
Ahora, recibe clases por internet, con profesor directo, con quien habla e interactúa; hace
sus tareas, envía, el profesor le responde, tienen diálogos, todo lo normal entre estudiante y
profesor, pero claro, no es lo mismo. Y allí se encuentra estudiando, esperamos que ahora
en junio pueda ingresar al Piaget, que ya podamos organizar nuestro presupuesto, porque de
todas maneras es necesario que él tenga un espacio de socialización con otros niños,
establecer hábitos.

Él en ocasiones va y trabaja con el tío, y el tío le paga. Es una cosa que todos los niños de
esta familia hecho; ahora está aprendiendo a tocar la flauta. Leonardo, pareces un pajarito.
(¿Y por qué?). Porque estás todo despeinado.

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