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Pág.
1. Resumen/Resumo/Abstract..................................................................................................5
2. Introducción.........................................................................................................................7
2.1. Metástasis: características generales..........................................................................7
2.1.1. Angiogénesis y linfangiogénesis......................................................................7
2.1.2. Pérdida de adherencia intercelular e incremento de la motilidad....................8
2.1.3. Permeación vascular y supervivencia intravascular.........................................8
2.1.4. Detención en el lecho capilar del órgano diana y extravasación.....................8
2.1.5. Colonización: estado quiescente y formación de macrometástasis.................9
2.2. Afectación cutánea en el cáncer. Patogenia de las metástasis cutáneas.....................9
2.3. Aspectos epidemiológicos de las metástasis cutáneas..............................................11
2.4. Aspectos clínicos y diagnósticos de las metástasis cutáneas...................................13
2.4.1. Introducción...................................................................................................13
2.4.2. Formas de presentación clínica......................................................................13
2.4.3. Localización...................................................................................................14
2.4.4. Relación temporal..........................................................................................14
2.4.5. Diagnóstico clínico........................................................................................15
2.4.6. Diagnóstico histológico.................................................................................15
2.5. Aspectos pronósticos de las metástasis cutáneas.....................................................16
3. Objetivos............................................................................................................................17
4. Material y métodos.............................................................................................................19
5. Resultados..........................................................................................................................21
5.1. Aspectos generales...................................................................................................21
5.2. Origen de las metástasis cutáneas y tipos histológicos............................................21
5.3. Estadios tumorales...................................................................................................22
5.4. Relación temporal entre tumor primario y metástasis cutáneas...............................23
5.5. Topografía de las metástasis cutáneas......................................................................25
5.6. Presentación clínica de las metástasis cutáneas.......................................................26
5.7. Pronóstico.................................................................................................................28
6. Discusión............................................................................................................................31
6.1. Aspectos generales y origen de las metástasis cutáneas..........................................31
6.2. Estadios tumorales...................................................................................................33
6.3. Relación temporal entre tumor primario y metástasis cutáneas...............................34
3
Pág.
6.4. Topografía de las metástasis cutáneas......................................................................35
6.5. Presentación clínica de las metástasis cutáneas.......................................................36
6.6. Pronóstico.................................................................................................................37
7. Conclusiones......................................................................................................................41
8. Referencias bibliográficas..................................................................................................43
4
1. Resumen/ Resumo/ Abstract
5
máis dun terzo dos pacientes a metástase cutánea estaba presente no momento do diagnóstico
do tumor primario. A morfoloxía nodular resultou ser a máis frecuente e a distribución
anatómica máis común foi a nivel locorrexional. Na maioría dos casos, as lesións
identificáronse correctamente como metástases previamente á biopsia. A supervivencia trala
aparición das mesmas foi curta, aínda que se observou una considerable variabilidade entre as
distintas orixes tumorais, sendo superior nos casos de carcinoma de mama con respecto aos
pacientes con carcinomas viscerais.
Palabras chave: metástases pel, metástases cutáneas, leucemia cutis, sarcoma granulocítico
cutáneo, sarcoma mieloide cutáneo.
Skin is an uncommon site for metastases, and they tend to occur in patients with
advanced stages of a neoplastic disease and other organ involvement. Nevertheless, in rare
occasions they are the first sign of an underlying tumour. They often represent a diagnostic
challenge because of their heterogeneous clinical appearance, so that they can mimic other
skin diseases, both benign and malignant. In general, they imply a limited survival. The aims
of this review are to identify the main malignancies causing cutaneous metastases in our
environment, to describe their essential clinical and pathological characteristics and to analyse
their prognostic implications.
We retrieved all the cases of cutaneous metastases with histological confirmation
diagnosed between 2007 and 2016 at two hospital centres: Complejo Hospitalario
Universitario de Santiago de Compostela and Complejo Hospitalario Universitario de Vigo. In
total, 70 cases were found, the most frequent origin of which were melanoma, breast and
colon. Skin metastases were present at the time the primary tumour was diagnosed in more
than a third of patients. The morphology most frequently observed was nodular and
locoregional distribution was the most common spread pattern. Most cases were correctly
identified as skin metastases before biopsy. Survival after skin metastases occurrence was
short, but substantial variations were seen between different tumoral origins, with breast
carcinoma patients having longer survivals than those with visceral malignancies.
Keywords: skin metastases, cutaneous metastases, leukemia cutis, cutaneous granulocytic
sarcoma, cutaneous myeloid sarcoma.
6
2. Introducción
El término metástasis, acuñado en 1829 por Jean Claude Recamier (1), puede definirse de
manera sencilla como la diseminación de las células neoplásicas desde un tumor primario a
otros órganos o tejidos (u otras localizaciones del mismo órgano o tejido) sin que exista
continuidad entre ambos focos tumorales.
La importancia del fenómeno metastásico en la historia natural de una neoplasia maligna,
así como su impacto clínico y pronóstico en el paciente es innegable, como se extrae del
hecho de que las metástasis representan la principal causa de mortalidad en el cáncer.
La capacidad de invasión y de producir metástasis es una de las características distintivas
que las células neoplásicas adquieren en su proceso de transformación maligna (2).
Actualmente, se postula que solo una minoría de las células del tumor primario son capaces
de dar lugar a un foco metastásico (1,3). El diferente grado de potencial metastásico de las
células dentro de una neoplasia se debe a la heterogeneidad geno y fenotípica de la misma,
generada por la inestabilidad genética y epigenética asociada a la progresión tumoral (1,3,4).
Por lo tanto, la generación de una metástasis es un proceso de selección de un clon celular
del tumor primario por medio de las distintas presiones y restricciones (físicas,
inmunológicas, metabólicas, tróficas, etc) que el organismo hospedador impone a lo largo de
todas las etapas por las que la célula se disemina y coloniza otro órgano (1,3). De este modo,
solo las células que han desarrollado los mecanismos moleculares necesarios para superar y
sobrevivir a todos estos obstáculos son capaces finalmente de producir una metástasis.
Otra de las características principales del proceso metastásico es que se desarrolla de
forma secuencial, a través de una serie de pasos denominados globalmente cascada
metastásica (1,3,4). Ésta comprende la angiogénesis, la modificación en la adherencia y la
motilidad celulares, la invasión del estroma, la permeación vascular, la circulación
intravascular, la extravasación y finalmente la colonización del tejido diana.
7
2.1.2. Pérdida de adherencia intercelular e incremento de la motilidad
En los carcinomas, las células con capacidad invasiva a menudo muestran una
disminución en la adhesión a las células adyacentes y a la matriz extracelular, así como
cambios en la forma, pérdida de la polaridad y aumento en la motilidad. De las alteraciones
moleculares responsables de estos eventos, la mejor caracterizada es la reducción en la
expresión de la E-cadherina (2,4). Se trata de una proteína transmembrana que participa en el
establecimiento de uniones adherentes intercelulares, en cuya pérdida se han descrito
múltiples mecanismos (4). Se ha propuesto que todos estos cambios podrían estar regulados
por un programa celular similar al que se observa de forma fisiológica en determinadas etapas
de la embriogénesis y en la cicatrización, denominado transición epitelio-mesénquima (TEM)
(1,2,4). En él se ha implicado a varios factores de transcripción, como Snail, Slug o Twist, que
ponen en marcha un cambio reversible en el fenotipo y el comportamiento celular basado en
la pérdida de características epiteliales y expresión de características mesenquimales que
favorecerían la capacidad invasiva. Sin embargo, la mayor parte de la evidencia sobre la TEM
proviene de cultivos celulares y estudios histológicos, y su papel en la producción de
metástasis in vivo no está completamente dilucidada (1).
8
través de la circulación portal.
Sin embargo, los datos obtenidos tanto de la observación clínica como de diseños
experimentales revelan que, en un gran número de neoplasias, la tendencia a metastatizar en
determinados órganos no se explica por una conexión vascular directa, ni se corresponde con
la tasa de flujo sanguíneo que éste recibe, como cabría esperar si la diseminación ocurriese
por mecanismos puramente mecánicos y no órgano-específicos (1,3–5). Por lo tanto, parece
que son las interacciones entre las células neoplásicas y las células del estroma de los
diferentes órganos (células endoteliales, fibroblastos, células del sistema inmune, etc.) las que
determinan en qué lechos vasculares se adhieren y extravasan, y si estos nichos permiten
finalmente el desarrollo y crecimiento de una metástasis. La naturaleza a nivel molecular de
estas interacciones no está totalmente esclarecida, aunque han descrito algunos mecanismos
relevantes. Uno de ellos es la expresión de proteínas de adhesión en el endotelio vascular
específicas de cada tejido, que se unen a receptores de membrana de las células metastásicas.
Un ejemplo es la unión del antígeno sialil-Lewisx de las células del cáncer de próstata a la E-
selectina expresada por el endotelio en los sinusoides de la médula ósea, que explica la
elevada frecuencia de metástasis óseas en este tumor (5). También se ha comprobado la
liberación de sustancias quimioatrayentes por parte del estroma, como la quimiocina CXCL12
que parece jugar un papel clave en el asentamiento de las células del carcinoma de mama (que
expresan su receptor, CXCR4) en el hueso, entre otras localizaciones (1,4,5).
Las neoplasias malignas de origen no cutáneo pueden afectar a la piel de dos formas
principales. Por un lado, de manera indirecta, en forma de síndromes paraneoplásicos
cutáneos: un conjunto heterogéneo de cuadros clínicos asociados a un tumor maligno
subyacente, que en ocasiones pueden manifestarse antes de que éste sea clínicamente evidente
(6). En estas dermatosis no se encuentran células neoplásicas infiltrando la piel. Aunque su
patogenia no está clara, entre sus mecanismos podrían encontrarse la producción de
hormonas, citoquinas o factores de crecimiento, o una respuesta inmunológica inadecuada
inducida por el tumor (7).
La otra forma de afectación cutánea implica la presencia de células neoplásicas en la piel,
bien sea por extensión directa del tumor primario o por diseminación metástásica. La
extensión directa a la piel puede tener lugar en tumores originados en tejidos adyacentes a la
9
superficie cutánea, como la mama, la cavidad oral o los senos paranasales (8). También se han
descrito nódulos tumorales en la piel de la región cervical derivados de la extensión desde
adenopatías regionales en carcinomas orales, pulmonares y mamarios (9). La enfermedad de
Paget de la mama es un ejemplo de diseminación directa desde un carcinoma ductal, invasivo
o in situ, a la piel del pezón a través de los conductos galactóforos (10,11).
A su vez, las metástasis cutáneas pueden producirse por vía linfática, hematógena o por
causa iatrogénica, como los implantes tumorales localizados en las cicatrices de
procedimientos diagnósticos o terapéuticos invasivos (12). Este último mecanismo es una
causa poco frecuente de metástasis cutáneas, aunque se han descrito casos relacionados con
múltiples técnicas quirúrgicas o percutáneas (toracocentesis, paracentesis y biopsias pleurales,
prostáticas o hepáticas) (12). Los tumores colorrectales, laríngeos, hepáticos y los
mesoteliomas pleurales parecen tener una especial capacidad para diseminarse a través de esta
vía (13).
Con respecto a la diseminación linfática o hematógena, ambos sistemas están
interconectados, y en la mayoría de las ocasiones no es posible establecer uno de ellos como
vía exclusiva de la producción metastásica. Sin embargo, en algunos casos existe una
correlación entre el cuadro clínico y los hallazgos histológicos de émbolos tumorales en los
vasos linfáticos (carcinoma inflamatorio) o sanguíneos (carcinoma telangiectásico de mama)
(10,11).
En cuanto a los mecanismos que determinan los patrones de distribución de las metástasis
cutáneas, han sido objeto de menor atención que aquellos implicados en otras metástasis más
comunes como la óseas, la pulmonares o las cerebrales.
De modo general, se propone que las metástasis localizadas en aquellas áreas cutáneas
próximas a tumores originados en órganos con conexiones linfáticas o vasculares con la piel
(región torácica en carcinomas de mama o región cráneo-cervical en tumores de cabeza y
cuello) podrían explicarse por los factores anatómico-vasculares postulados por Ewing
(10,14,15). En algunos casos especiales, la embolización de las células tumorales siguiendo el
patrón de drenaje venoso o linfático también podría estar implicado en las metástasis cutáneas
a distancia de tumores viscerales. Es el caso de las metástasis en la región umbilical de
neoplasias intraabdominales, que también reciben el nombre de nódulos de la hermana Mary
Joseph (15). Su origen más frecuente son los carcinomas gástricos y ováricos en fase de
diseminación peritoneal, y su patogenia podría explicarse por la conexión directa a través de
los vasos umbilicales (14). Un mecanismo similar puede establecerse a través del sistema
venoso vertebral descrito por Batson. Se trata de un conjunto de venas epidurales y
perivertebrales, avalvulares y de baja presión, que se sitúa en paralelo a los sistemas venosos
de la cava y la porta, aunque interconectado con ellos (15). Esta disposición puede
proporcionar un sistema de cortocircuito venoso entre la región pélvica y localizaciones
anatómicas alejadas, y ofrece una posible explicación a las metástasis cutáneas a distancia de
los tumores genitourinarios (15).
La mayoría de las neoplasias viscerales, sin embargo, no tienen conexiones vasculares
directas con la superficie cutánea. Además, casi todos los cánceres originados en órganos
torácicos o abdominales muestran un patrón de distribución de las metástasis no aleatorio, con
preferencia por localizaciones cutáneas próximas en algunos (pulmón, colon) o distantes en
otros (renal) (14,16). Por ello, en estos casos parece que interviene un proceso órgano-
específico en la producción de los focos metastásicos en la piel, acorde con la hipótesis de la
10
“semilla y el sustrato” de Paget. No obstante, las interacciones moleculares entre las células
tumorales y el endotelio de la dermis o su estroma, que permitirían su extravasación y
proliferación en la piel de forma específica, no son conocidos (14).
Debido a su origen y a su patogenia, los mecanismos implicados en las metástasis
cutáneas de los melanomas y las neoplasias hematológicas merecen un comentario particular.
Los melanomas son tumores de origen cutáneo en su mayoría, que con frecuencia producen
metástasis en la piel. En este proceso se ha implicado la expresión receptor de quimiocinas
CCR10 en la membrana plasmática de los melanocitos neoplásicos (14,17,18). Existe
evidencia de que la activación de dicho de receptor por parte de su ligando CCL27, producido
constitutivamente por los queratinocitos epidérmicos, promueve la evasión de la apoptosis
inducida por el sistema inmune del huésped y favorece el desarrollo de metástasis cutáneas en
modelos experimentales (18). Parece que los efectos antiapoptóticos de la activación de
CCR10 están mediados principalmente por la activación de la vía de señalización intracelular
dependiente de PI3K-Akt (18).
Por su parte, las leucemias son por naturaleza neoplasias sistémicas desde un inicio, por
lo que algunos autores no consideran su diseminación a la piel como auténticas metástasis
cutáneas (19,20). Se han descrito algunos posibles mecanismos moleculares responsables del
alojamiento específico de las células leucémicas en la piel, fundamentándose en el modelo de
migración cutánea de los linfocitos T de memoria normales (21,22). Ésta se basa en la
interacción de moléculas de adhesión y receptores de quimiocinas de los linfocitos T con sus
respectivos ligandos en la superficie de las células endoteliales de las vénulas postcapilares
dérmicas. Entre estas interacciones, las más destacadas son la unión de CLA (cutaneous
lymphocyte antigen) a la E-selectina, que media el rodamiento del linfocito sobre el endotelio
vascular, y la que se produce entre el receptor de quimiocinas CCR4 y su ligando CCL17
(22). Ésta última induce la unión de la integrina linfocitaria LFA-1 (lymphocyte function–
associated antigen-1) a la molécula de adhesión intercelular ICAM-1 endotelial, que
finalmente media la transmigración del linfocito T a la dermis (22). Aunque se desconoce si
este modelo biológico puede aplicarse universalmente a todos las subclases de sarcoma
mieloide cutáneo, sí se ha encontrado correlación clínica entre la expresión de CLA y la
afectación cutánea en la leucemia mielomonocítica aguda, o entre la expresión de CCR4 y la
tendencia a la infiltración de la piel en la leucemia de células T del adulto (22).
La frecuencia de las metástasis cutáneas es bastante variable entre las diferentes series
publicadas a lo largo de los últimos 80 años. Esta variabilidad se explica en parte por la
diferencia en el diseño de los estudios; las series más antiguas son mayoritariamente estudios
de autopsias, mientras que más recientemente se han publicado estudios retrospectivos de
casos (con o sin confirmación histológica) registrados en un período de tiempo determinado
(12,23). Ambos diseños están expuestos a errores intrínsecos que pueden sesgar sus
resultados: los primeros pueden omitir las metástasis que hayan respondido al tratamiento, y
los segundos aquellas clínicamente evidentes y que por lo tanto no llegan a biopsiarse (12).
Además, existe una gran heterogeneidad en los criterios de inclusión y/o exclusión de los
casos, sobre todo en lo que respecta a las metástasis de melanomas, neoplasias hematológicas
11
y la extensión directa desde el tumor primario. Por último, la variación a lo largo de las
décadas en la incidencia de distintas neoplasias malignas así como en la supervivencia de los
paciente oncológicos pueden influir también en las diferencias en la prevalencia de metástasis
cutáneas entre las diferentes series.
De este modo, la frecuencia de metástasis cutáneas en estudios de autopsias de pacientes
oncológicos varía desde el 0,9% observado por McWhorter y Cloud (24) en 1930 al 9%
reportado por Spencer y Helm (25) en 1987. Este último trabajo incluye autopsias de
pacientes con melanoma, sarcoma y neoplasias hematológicas, y los casos proceden de una
institución con un gran volumen de pacientes con enfermedad oncológica avanzada, lo que
puede explicar la alta frecuencia observada. Una serie de casos más reciente, publicada por
Lookingbill et al. (8) en 1990, refleja una frecuencia del 5% del total de pacientes con
carcinoma, aunque incluye casos de extensión directa y aquellos sin confirmación histológica
de las metástasis. Esta cifra es más acorde con la frecuencia del 5,3% aportada por Krathen et
al. (23) en un metaanálisis que incluye exclusivamente casos de neoplasias epiteliales
procedentes de seis estudios de autopsias (entre ellos los dos citados anteriormente) y la serie
de casos previamente mencionada.
Prácticamente cualquier tipo de neoplasia maligna puede producir afectación cutánea
secundaria (12). Sin embargo, la frecuencia con que las diferentes estirpes tumorales dan
lugar a metástasis en la piel es ampliamente variable. Los tumores con mayor tendencia son el
carcinoma de mama, en el que hasta el 24% del total de las pacientes desarrollan afectación
cutánea (23); el melanoma, con el 7,87-18,2% en estudios de recurrencias cutáneas en
localizaciones distintas de la cicatriz de resección (26,27) y hasta 38,6% en un estudio de
autopsias (25) y las neoplasias hematológicas. Entre estas últimas, las que poseen mayor
tropismo por la piel son la leucemia mieloide aguda (10-15%, especialmente aquellas con
componente monocítico) (22), la leucemia linfática crónica (8%) (28) y las leucemias
linfoides de linaje T, como la leucemia de células T del adulto (40-70%) (28). Con una
frecuencia relativamente elevada, aunque solamente una minoría de los casos desarrollan
metástasis cutáneas, se encuentran los carcinomas orales (5,2-17%) (8,25), pulmonares (1,7-
8,7%) (8,29), colorrectales (2,3-6%) (8,25), ováricos (3-5,1%) (8,25), laríngeos (3,9%) (8),
renales (3,4%) (30) y gástricos (4,5%) (25). Las neoplasias con una frecuencia baja de
afectación cutánea son el carcinoma de cérvix, de vejiga urinaria, el prostático, el pancreático,
el hepatocarcinoma, los tumores testiculares, los tumores tiroideos y los sarcomas (31,32).
Por sexos, el carcinoma de mama es indiscutiblemente la causa más frecuente de
metástasis cutáneas en la mujer, con hasta el 70,7% del total de los casos en una serie (32). Lo
siguen el melanoma, y los tumores de colon, pulmón, ovario y cabeza y cuello en distinto
orden de frecuencia según las publicaciones (9,19,20,32–35). En varones, la causa más
frecuente varía entre el carcinoma pulmonar y el melanoma en las distintas revisiones,
seguidos de las neoplasias colorrectales, de cabeza y cuello y gástricas (9,19,20,32–36). El
cáncer de próstata, a pesar de tener una elevada incidencia, causa un porcentaje muy bajo de
las metástasis cutáneas en el hombre (31–34). Las neoplasias hematológicas raramente se
incluyen en las revisiones de casos de metástasis cutáneas, pero un estudio que sí lo hace las
sitúa como la segunda causa más frecuente en el conjunto de ambos sexos y la primera en
varones (33).
12
2.4. ASPECTOS CLÍNICOS Y DIAGNÓSTICOS DE LAS METÁSTASIS CUTÁNEAS
2.4.1. Introducción
La edad de presentación de las metástasis cutáneas es acorde con la edad en la que con
mayor frecuencia aparecen las neoplasias malignas, produciéndose habitualmente en adultos.
La edad media al diagnóstico es de entre 60 y 65 en la mayoría de series publicadas
(16,19,20,33–36). Son infrecuentes en la infancia, aunque se han reportado varios casos
procedentes principalmente de neuroblastoma (15), rabdomiosarcoma (11) y leucemia (hasta
el 30% de los neonatos con leucemia congénita desarrollan lesiones en la piel) (22).
13
telangiectásico) (11,15) o úlceras , entre otros.
En cuanto a los síntomas, una revisión que recoge específicamente este aspecto revela
que más de la mitad de las lesiones son asintomáticas (20). El síntoma más común es el
prurito, mientas que el dolor, el sangrado o la supuración son infrecuentes.
2.4.3. Localización
Globalmente, la localización más frecuente de las metástasis cutáneas en la mayor parte
de las series publicadas es la región anterior del tórax y el abdomen, seguida del cuero
cabelludo, la cara, el cuello y la región posterior del tronco (19,20,31–36). Las extremidades
son el lugar menos común de las metástasis, a pesar del gran porcentaje de superficie corporal
que representan en su conjunto. Una excepción a este hallazgo es el melanoma, que en varios
estudios es señalado como la principal causa de metástasis en esta región anatómica (31,32).
La mayoría de las neoplasias tienden a producir metástasis con mayor frecuencia en
regiones cutáneas próximas. Así, el carcinoma de mama y el pulmonar metastatizan más
comúnmente en la piel del tórax, y los tumores intraabdominales en la piel del abdomen y la
pelvis (14,31,32). Sin embargo, el carcinoma de células renales posee un comportamiento
diferente, ya que tiene una gran tendencia a producir metástasis a distancia en el cuero
cabelludo y la región facial (14,16,31,32). La razón de este fenómeno es desconocida. Otras
causas habituales de metástasis en la piel de la cabeza y cuello son los tumores pulmonares,
mamarios, orales y el melanoma (9,32).
Un estudio que recoge la localización de las metástasis de carcinomas viscerales con
respecto al plano coronal y sagital muestra que son mucho más frecuentes las situadas en la
parte anterior del tronco (ventrales) que en la parte posterior (dorsales), hallazgo compatible
con otros previamente reportados (16). Además, no se encuentran diferencias significativas
entre las frecuencias de metástasis homo y contralaterales de órganos pares (pulmón y riñón)
y colon.
En el melanoma, parece que la localización del tumor primario tiene influencia sobre el
patrón de metástasis cutánea. Los situados en las extremidades inferiores producen con mayor
frecuencia metástasis locorregionales, mientras que la diseminación a distancia se observa
predominantemente en los melanomas originados en el tronco (26,27).
En relación a la vía iatrogénica de diseminación anteriormente comentada, las metástasis
cutáneas también pueden localizarse en cicatrices de cirugías de exéresis del tumor primario,
traqueostomías, toracocentesis, biopsias y otros procedimientos invasivos (12,13,32,37).
14
metástasis cutáneas de carcinoma pulmonar se diagnostican anteriormente al tumor primario
(9,34). Este hecho pone de relevancia la importancia de poseer una elevada sospecha clínica
de metástasis ante la aparición reciente de lesiones cutáneas (especialmente nodulares) en
pacientes que, aún sin historia previa de cáncer, posean factores de riesgo para el mismo.
15
características más indiferenciadas, aunque en ocasiones éstas dejan de expresar los
marcadores típicos.
El principal diagnóstico diferencial a nivel histológico se establece entre los
adenocarcinomas metastásicos y los tumores anexiales cutáneos malignos (35,36). Algunos
hallazgos microscópicos apoyan el diagnóstico de metástasis sobre el de carcinoma primario
cutáneo: componente principal en la dermis profunda o hipodermis, ausencia de continuidad
con la epidermis, invasión linfática o vascular. Por el contrario, los adenocarcinomas
anexiales suelen tener un componente epidérmico más prominente, y en ocasiones muestran
focos asociados de su equivalente benigno (36). La inmunohistoquímica también tiene un
papel relevante en este diagnóstico diferencial (35). Aunque no hay ningún marcador
diagnóstico por sí mismo, algunos como p63 y D2-40 sí han demostrado una relativa
sensibilidad y especificidad (40,41).
16
3. Objetivos
17
4. Material y métodos
19
TABLA I. Datos clinicopatológicos obtenidos de los pacientes con metástasis cutáneas
Sexo
Fecha de nacimiento
Localización y tipo histológico del tumor primario
Fecha de diagnóstico del tumor primario *
Estadio tumoral al diagnóstico
Fecha de diagnóstico de la metástasis cutánea *
Localización de la metástasis cutánea
Aspecto clínico de las lesiones cutáneas
Diagnóstico clínico de sospecha
†‡
Seguimiento: fallecimiento y fecha del mismo
* Las fechas son las reflejadas en los informes de Anatomía Patológica correspondientes a las
biopsias/piezas quirúrgicas del tumor primario y la metástasis.
†
En los casos en los que la fecha de fallecimiento no constaba en la historia clínica, se tomó como
aproximación la fecha de la última actividad clínica del paciente registrada en la historia.
‡
Para los pacientes no fallecidos, como fecha de fin de seguimiento se estableció el 23 de febrero
de 2017.
20
5. Resultados
21
descubrir.
En cuanto a los diagnósticos de las neoplasias de origen mieloide que originaron
afectación cutánea, estos fueron: leucemia mieloide aguda mielomonocítica (2 casos),
síndrome mielodisplásico subtipo anemia refractaria con exceso de blastos tipo 2 (AREB-2)
(2 casos), síndrome mielodisplásico AREB-1 (un caso) y neoplasia de células dendríticas
plasmocitoides blástica (un caso). En un último caso la leucemia no fue filiada debido a la
corta supervivencia de la paciente tras el debut de la enfermedad.
En los carcinomas, el tipo histológico predominante fue el adenocarcinoma, con 27 casos
(11 de origen mamario, 9 de origen colorrectal, 2 de origen renal, 1 de origen pulmonar, 1 de
origen biliar y 1 de origen ovárico). El segundo fue el carcinoma epidermoide, con 7 casos (3
de cavidad oral, 2 cutáneos y 2 pulmonares). Tras éste se situaron el carcinoma
neuroendocrino (un caso de carcinoma microcítico de pulmón y un caso de origen
pancreático), el hepatocarcinoma (2 casos) y finalmente el mucoepidermoide (1 caso
originado en la glándula submaxilar).
TABLA II. Frecuencias relativas de las neoplasias que causaron metástasis cutáneas
Origen tumoral Mujeres Varones Total
n.º casos (%) n.º casos (%) n.º casos (%)
Melanoma 12 (30,8) 11 (35,5) 23 (32,9)
Mama 10 (25,6) 1 (3,2) 11 (15,7)
Colorrecto 5 (12,8) 4 (12,9) 9 (12,9)
Mieloide 5 (12,8) 2 (6,5) 7 (10)
Pulmón ― 4 (12,9) 4 (5,7)
Cavidad oral 2 (5,1) 1 (3,2) 3 (4,3)
Cutáneo (no melanocítico) 1 (2,6) 1 (3,2) 2 (2,9)
Estómago 1 (2,6) 1 (3,2) 2 (2,9)
Hígado ― 2 (6,5) 2 (2,9)
Riñón 1 (2,6) 1 (3,2) 2 (2,9)
Glándula salival ― 1 (3,2) 1 (1,4)
Ovario 1 (2,6) ― 1 (1,4)
Páncreas ― 1 (3,2) 1 (1,4)
Sarcoma 1 (2,6) ― 1 (1,4)
Vía biliar ― 1 (3,2) 1 (1,4)
Total 39 (100) 31 (100) 70 (100)
22
inicial se había realizado en otro centro hospitalario y un carcinoma epidermoide de pulmón
en el que se tomó la decisión de limitar los esfuerzos diagnósticos y terapéuticos debido a la
situación clínica del paciente.
En conjunto, 44 tumores estaban en estadios III o IV. Sólo 17 se encontraban en estadio I
o II. Por tipos tumorales, el melanoma fue diagnosticado en 10 casos en estadio III, en 6 casos
en estadio II, en 3 casos en estadio I, en otros 3 casos en estadio IV y en un caso
anteriormente mencionado no se pudo conocer el estadio al diagnóstico De los 11 casos de
carcinoma de mama, 6 se presentaron en estadio III, 2 en estadio I, otros 2 en estadio IV y 1
en estadio II. En los carcinomas de origen colorrectal, 6 casos se diagnosticaron en estadio III
y otros 3 casos en estadio IV. Los demás tipos se detallan en la TABLA III.
23
de 23, un 39,1%). Los 2 casos de carcinoma de células renales, así como los únicos casos
encontrados de carcinoma de ovario y tumor neuroendocrino de páncreas fueron también
diagnosticados al mismo tiempo que las lesiones metastásicas cutáneas. Con respecto a los
carcinomas de mama, solamente en 2 de 11 casos (18,2%) la lesión cutánea ya estaba presente
cuando se diagnosticó el tumor primario.
En aquellos casos en los que la metástasis apareció en un paciente con historia previa de
neoplasia maligna, el intervalo de tiempo entre el diagnóstico de ambos varió entre 1 mes y
177 meses, con una mediana de 20 meses y una media de 34,6 meses. El intervalo más corto
corresponde a un caso de carcinoma epidermoide cutáneo, en el que aparecieron lesiones
metastásicas en el mes siguiente a la exéresis del tumor primario. El periodo más prolongado
se observó en un caso de melanoma localizado en la mano, el cual presentó casi 15 años
después varios nódulos metastásicos en el miembro superior homolateral. Otros ejemplos en
los que la metástasis cutánea apareció de forma llamativamente tardía fueron: un nuevo caso
de melanoma (128 meses), un caso de carcinoma de colon (123 meses), un caso de
hepatocarcinoma (119 meses) y un caso de liposarcoma mamario (113 meses).
En la TABLA IV se detalla el número de casos de cada neoplasia en los que el
diagnóstico de la metástasis se realizó simultánea y posteriormente al tumor primario, así
como la mediana de tiempo entre ambos diagnósticos.
24
5.5. TOPOGRAFÍA DE LAS METÁSTASIS CUTÁNEAS
25
que 3 de los 4 casos presentaron metástasis a distancia (2 de ellas en el área de cabeza y cuello
y 1 en la extremidad superior). En el único caso de metástasis cutánea de colangiocarcinoma,
ésta se localizó en el tórax. En el carcinoma de células renales, 1 de los casos presentó una
metástasis a distancia en el párpado, mientras que en el otro la localización no constaba en la
historia clínica. En el paciente con carcinoma neuroendocrino de páncreas, las lesiones
cutáneas se distribuyeron por la superficie anterior del tronco y la parte proximal de las
extremidades. Por último, en el hepatocarcinoma las metástasis fueron en un caso a nivel local
(en la piel del abdomen) y en el otro caso a distancia (en el cuello y el cuero cabelludo).
Las localizaciones de las metástasis cutáneas de los distintos orígenes tumorales se
muestran en la TABLA V.
†
TABLA V. Localizaciones de las metástasis cutáneas*
Origen tumoral Cabeza y Tórax Abdomen Dorso Miembro Miembro Varias
cuello superior inferior loc.
n.º casos n.º casos n.º casos n.º casos n.º casos n.º casos n.º casos
Melanoma 5 ― ― 1 7 8 1
Mama ― 9 ― 1 ― ― ―
Colorrecto 2 1 4 ― ― 2 ―
Mieloide 2 ― ― ― ― 2 3
Pulmón 2 1 ― ― 1 ― ―
Cavidad oral 3 ― ― ― ― ― ―
Cutáneo (no mel.) 2 ― ― ― ― ― ―
Estómago ― ― 2 ― ― ― ―
Hígado 1 ― 1 ― ― ― ―
Riñón 1 ― ― ― ― ― ―
Glándula salival 1 ― ― ― ― ― ―
Ovario ― ― 1 ― ― ― ―
Páncreas ― ― ― ― ― ― 1
Sarcoma ― 1 ― ― ― ― ―
Vía biliar ― 1 ― ― ― ― ―
Total 19 13 8 2 8 12 5
(%) (27,1) (18,6) (11,4) (2,9) (11,4) (17,1) (7,1)
No mel., no melanocítico; varias loc., varias localizaciones.
* En 2 casos (2,9%) no constaba la localización. Corresponden a un caso de carcinoma de mama y un caso de
carcinoma de células renales.
†
En un caso (1,4%) la metástasis se localizó en la región perineal. Corresponde a un caso de melanoma
originado en la mucosa rectal.
26
presentación clínica fueron las placas, con 6 casos (8,6%) y las lesiones ampollosas con un
caso (1,4%).
Todos los casos de melanoma originaron metástasis con morfología pápulo-nodular. En
12 de los 23 casos (52,2%), éstas eran descritas como hiperpigmentadas, en un caso (4,4%)
estaban ulceradas, en 2 casos (8,7%) poseían ambas características y en los 8 casos restantes
(34,8%) no se describía ninguna otra particularidad. En los carcinomas de mama se observó
un importante polimorfismo: 5 casos se presentaron como nódulos cutáneos no ulcerados
sobre piel de aspecto normal, 1 como un nódulo ulcerado, 2 como elementos pápulo-
nodulares sobre áreas cutáneas eritematosas o eritematovioláceas y 3 como placas infiltradas.
Las neoplasias mieloides también presentaron una amplia variedad de morfologías, y sus
manifestaciones cutáneas fueron en forma de nódulos sobre una base de piel de aspecto
normal (2 casos), un nódulo ulcerado (un caso), múltiples pápulas sobre un área eritematosa
(un caso), placas infiltradas y eritemato-edematosas (2 casos) y elementos ampollosos (un
caso). En la mayor parte de los casos procedentes de otras neoplasias, la apariencia clínica fue
de nódulos sin características clínicas particulares. La excepción fue un caso de carcinoma
gástrico cuyo aspecto era el de una placa infiltrada.
Las lesiones fueron únicas en 41 casos (58,6%), 8 casos (11,4%) presentaban 2 lesiones,
4 casos (5,7%) tenían 3 lesiones y en los restantes 17 (24,3%) había más de 3. Los tumores
primarios que originaron más de una lesión metastásica con mayor frecuencia fueron las
neoplasias mieloides (5 de 7 se presentaron como múltiples elementos diseminados), los
melanomas (11 de 23), los carcinomas de mama (5 de 11) y los colorrectales (3 de 6). En el
único caso del tumor neuroendocrino de páncreas también se observaron múltiples nódulos
metastásicos, en esta ocasión diseminados por el tronco y la parte proximal de las
extremidades.
La sospecha diagnóstica de metástasis era frecuente y fue la única hipótesis planteada en
46 casos (65,7%); en 4 casos (5,7%) se planteó el diagnóstico diferencial entre metástasis
cutánea y tumor primario cutáneo o sarcoma de partes blandas subcutáneo y en 3 casos
(4,3%) el diagnóstico diferencial se estableció entre metástasis cutáneas y patologías benignas
de la piel. Los casos en los que la metástasis no fue una de las posibilidades diagnósticas
correspondían a 6 casos (8,6%) con sospecha de tumor cutáneo primario, 3 casos (4,3%) de
dermatosis benigna y 7 casos (10%) en los que no constaba ninguna hipótesis diagnóstica en
la historia clínica. Finalmente, en un caso de metástasis cutánea de carcinoma pulmonar, la
sospecha era de lesión metastásica de un cáncer de próstata previamente diagnosticado, ya
que hasta ese momento la neoplasia de pulmón permanecía oculta.
Los tumores primarios en los que existieron dudas diagnósticas, o bien la sospecha
clínica no resultó acertada, fueron: el melanoma, el carcinoma de mama, el carcinoma
colorrectal, el hepatocarcinoma, el carcinoma de células renales y las neoplasias
hematológicas.
En el melanoma, en un caso se planteó el diagnóstico diferencial entre melanoma
amelanótico con nódulos satélite y sarcoma de Kaposi, y en otro entre metástasis cutánea y
queratosis seborreica. En un caso de melanoma con lesiones cutáneas y nódulos pulmonares
en la radiografía simple de tórax, la sospecha inicial se orientó hacia diferentes etiologías
neoplásicas: linfoma, carcinoma de células de Merkel/carcinoma epidermoide cutáneo con
metástasis pulmonares o neoplasia de pulmón con afectación cutánea secundaria. En el
carcinoma mamario, en un caso que se presentó en forma de lesiones pápulo-nodulares sobre
27
un área eritematosa se planteó el diagnóstico diferencial entre metástasis y lifangiosarcoma.
En otra metástasis de origen mamario, el aspecto clínico de lesión sobre elevada y con
características inflamatorias llevó a la sospecha de erisipela o hemangioma complicado. En
uno de los casos de cáncer colorrectal con metástasis en forma de dos nódulos subcutáneos de
gran tamaño existió una duda diagnóstica inicial entre lesiones metastásicas y un tumor
desmoide. En un segundo caso con nódulos en el cuero cabelludo, la sospecha clínica fue de
carcinoma epidermoide cutáneo. Uno de los casos de metástasis procedentes de un
hepatocarcinoma planteó dudas con un carcinoma de células de Merkel. En un caso de
carcinoma de células renales cuya primera manifestación fue un nódulo localizado en el
párpado, la sospecha previa a la biopsia también fue de carcinoma cutáneo primario.
Las neoplasias de estirpe mieloide presentaron en todos los casos dudas diagnósticas o
sospecha de entidades diferentes, tanto malignas como benignas. Entre las primeras, en 2
casos la sospecha inicial fue de linfoma y en otro de carcinoma epidermoide cutáneo. Entre
las segundas, las patologías fueron variadas: en un caso se dudó entre infiltración leucémica y
toxicodermia, en otro entre infiltración leucémica y sarcoidosis cutánea, en un tercer caso con
morfología similar a un pénfigo la sospecha inicial era de enfermedad ampollosa
mucocutánea y en un último caso que se presentó con placas eritemato-edematosas el
diagnostico diferencial incluía el síndrome de Sweet y la pitiriasis liquenoide.
En el 75% de los casos en los que el diagnóstico de la metástasis cutánea se realizó en
pacientes con historia ya conocida de una neoplasia maligna (33 de un total de 44 casos), la
única hipótesis diagnóstica era de lesión metastásica. Solo en 5 casos (11,4%) se plantearon
dudas con otras patologías benignas o malignas, y únicamente en 2 (4,5%) en la sospecha
clínica inicial no se incluía la metástasis cutánea. En 4 de estos casos (9,1%) no constaba
ningún diagnóstico clínico previo a la biopsia. En cambio, en los casos en los que la neoplasia
primaria y la metástasis cutánea se diagnosticaron simultáneamente, solo el 50% (13 de 26
casos) presentaban como única sospecha diagnóstica la afectación metastásica.
Los diagnósticos clínicos, detallados según el origen tumoral, se muestran en la TABLA
VI.
5.7. PRONÓSTICO
En la fecha establecida como fin de seguimiento, 56 pacientes (80%) habían fallecido por
causas derivadas de la neoplasia que originó la metástasis cutánea, un paciente (1,4%) había
fallecido por causas no relacionadas con la misma y 13 pacientes (18,6%) seguían vivos.
La mediana de seguimiento de los pacientes no fallecidos desde el momento del
diagnóstico de la metástasis cutánea fue de 35,8 meses y la media de 41,6 meses. El mayor
número de casos de pacientes con vida se observó en el melanoma, en el que 8 de 23
pacientes (34,8%) no habían fallecido en el momento del fin de seguimiento, con una mediana
de seguimiento de 40,6 meses (media 44,3 meses). De los 11 pacientes con carcinoma de
mama, una paciente seguía viva y un paciente había fallecido por otra causa. La paciente con
cáncer de mama que seguía viva presentó la mayor supervivencia de toda la serie, con 117
meses desde el diagnóstico de la metástasis cutánea. La segunda supervivencia más
prolongada pertenece a un varón con melanoma (111,1 meses) que también continuaba vivo
en el momento del cierre del seguimiento. Los restantes casos no fallecidos fueron una
28
paciente con carcinoma de colon (seguimiento de 35,8 meses), un paciente con carcinoma
epidermoide cutáneo (18,4 meses), y 2 pacientes con sarcoma mieloide (seguimiento de 12,4
y 2,1 meses).
29
En el análisis por tipos tumorales, las supervivencias mostraron una considerable
variabilidad. La mediana de supervivencia del melanoma (15 casos) fue de 13,3 meses, y la
media de 20,7 meses. En el carcinoma de mama (9 casos), la mediana fue de 51,2 meses y la
media de 51,1 meses. Las neoplasias mieloides (5 casos) presentaron una mediana de
supervivencia de tan solo 1,9 meses y una media de 4 meses. Finalmente, en los carcinomas
viscerales (22 casos), donde se incluyen los tumores malignos de estirpe epitelial excepto los
mamarios, cutáneos y de la cavidad oral, se observó una supervivencia mediana de 5,1 meses
(media 7,1 meses) desde el momento de diagnóstico de la metástasis cutánea.
Los datos relativos a la supervivencia se detallan en la TABLA VII.
30
6. Discusión
Los pacientes de nuestra serie presentaron una edad media de 70,5 años, sensiblemente
superior a la de los casos previamente publicados, en los que ésta se sitúa entre los 60,8 (19) y
los 65,5 años (43).
En nuestra revisión, el melanoma fue el tumor que con mayor frecuencia causó metástasis
cutáneas, tanto en varones como en mujeres, seguido del carcinoma de mama (segundo en
mujeres) y el colorrectal (segundo en varones).
La gran disparidad en los criterios de inclusión de los diferentes estudios publicados hace
compleja la comparación de las frecuencias relativas de cada neoplasia. En muchas series, la
mama es el origen más común de afectación cutánea, tanto en las mujeres como en el global
de casos (25,31,33,34). Es probable que este hallazgo esté sesgado por la inclusión de los
casos con invasión directa, relativamente frecuente en los carcinomas mamarios al tratarse de
tumores con origen próximo a la superficie cutánea. No obstante, otras revisiones más
recientes en las que solo se tienen en cuenta las metástasis vía linfática o hematógena también
sitúan a la mama como origen más frecuente de las metástasis cutáneas (19,20).
El carcinoma colorrectal es asimismo una causa frecuente de afectación metastásica de la
piel en la mayor parte de las revisiones previas (19,20,31,33), lo que es acorde a los hallazgos
de este estudio. En nuestra serie, el pulmón es el segundo origen más frecuente en varones
(con el mismo número de casos que el colorrectal), aunque solamente el quinto en el global
(con un 5% de los casos). La mayoría de los estudios previos lo sitúan entre las tres neoplasias
principales (19,20,31,32,36), aún con excepciones llamativas, como la revisión realizada por
Fernández-Flores (33), en la que representó la séptima causa más frecuente de metástasis
cutáneas y el 3% de los casos, hallazgo que coincide en mayor medida con el de este trabajo.
De neoplasias como el carcinoma de glándula salival, el renal, el gástrico o el ovárico se
encontraron un número reducido de casos. Todas ellas han sido descritas en la literatura como
orígenes poco frecuentes de metástasis cutáneas (19,31,32,34,43). Lo mismo sucede con el
hepatocarcinoma y el colangiocarcinoma (8,31,34). Con respecto al carcinoma de la cavidad
oral, aunque en nuestro estudio solo se encontraron 3 casos (4,3%), varias series muestran que
las metástasis de este origen representan una proporción considerable del total. Aunque en
algunos trabajos esto puede deberse a que también tienen en cuenta la extensión directa a la
piel (25,31), otros estudios que excluyen estos casos reportan hallazgos similares (17,32).
Analizando la proporción de casos de cada neoplasia que presentaron metástasis cutáneas, Hu
et al. (17) hallaron que los carcinomas orales se situaban en tercer lugar, solo por detrás de la
mama y el pulmón. Esto podría sugerir que los tumores de la mucosa oral poseen una
particular tendencia a la extensión metastásica a la piel.
Del resto de neoplasias sólidas no cutáneas halladas en nuestra revisión, dos son
reseñables por ser causas excepcionales de extensión tumoral a la piel: el liposarcoma
31
pleomórfico de mama y el tumor neuroendocrino pancreático.
El primero de los casos se trataba de una mujer de 92 años de edad que 9 años antes había
sido intervenida de un liposarcoma pleomórfico mamario en estadio IIIB, sin recibir
tratamiento adyuvante posterior. Se presentó con un gran nódulo cutáneo situado a nivel axilar
izquierdo que fue extirpado, y cuyo estudio histológico reveló que correspondía a una
metástasis del tumor previo. La paciente falleció 8 meses después. Los liposarcomas
representan <1% del total de neoplasias de la mama, y pueden originarse directamente en el
estroma de la glándula mamaria o, más raramente, surgir a partir de un tumor phyllodes (44).
Dentro de los liposarcomas, el pleomórfico es el subtipo que tiene un comportamiento más
agresivo (44). A su vez, las metástasis cutáneas de sarcoma son raras, produciéndose en
<0,25% de los pacientes con tumores mesenquimales (45). El subtipo que más frecuentemente
metastatiza en la piel es el leiomiosarcoma, seguido del angiosarcoma y del sarcoma
epiteliode (45). De este modo, las metástasis cutáneas de liposarcoma son extremadamente
infrecuentes, aunque el liposarcoma originado en el tejido celular subcutáneo parece
ligeramente más común (46). Recientemente, se ha descrito un caso de liposarcoma
pleomórfico originado en el muslo, que presentó varios años después una lesión papular
metastásica en el cuero cabelludo (46). Sin embargo, no hemos encontrado en la literatura
ningún caso de metástasis cutánea procedente de un liposarcoma pleomórfico mamario.
El caso de carcinoma neuroendocrino de páncreas corresponde a un paciente de 74 años,
sin historia previa de neoplasia, que debutó con múltiples nódulos cutáneos diseminados por
el tronco y la región proximal de las extremidades. El aspecto histológico y las tinciones
inmunohistoquímicas fueron sugestivos de metástasis de carcinoma con diferenciación
neuroendocrina de origen extrapulmonar. Estudios diagnósticos posteriores determinaron el
origen pancreático de la misma. La supervivencia del paciente tras el diagnóstico fue menor
de dos meses. Los tumores neuroendocrinos representan un grupo de neoplasias muy
heterogéneo en cuanto a su localización anatómica y comportamiento clínico (47). En
ocasiones sintetizan y secretan péptidos o aminas (serotonina, glucagón, insulina, etc.), que
pueden causar diferentes síndromes clínicos y constituir la primera manifestación de la
neoplasia. La extensión cutánea de este tipo de neoplasias es excepcional, y el número de
casos descritos es aún más limitado si se trata de tumores neuroendocrinos de origen
pancreático (48). Recientemente, Shin et al. (49) reportaron un caso similar al encontrado en
nuestra revisión, en el que la lesión cutánea fue también la forma de presentación de un
carcinoma neuroendocrino de páncreas no secretor.
En lo que respecta a los carcinomas, las neoplasias más frecuentes en la población son
asimismo las causas más comunes de metástasis cutáneas. A esta afirmación podrían hacerse
algunas matizaciones. Una de ellas la representa el carcinoma prostático que, aún siendo muy
prevalente, tiene escasa tendencia a la diseminación a la piel (31,36). Otra excepción, aunque
en sentido opuesto, podría ser el carcinoma oral, como ya se ha comentado. En un estudio
reciente, Kóvacs et al. (16) trataron de establecer la tendencia de cada tumor primario de
órgano sólido abdominopélvico o torácico de producir metástasis cutáneas. Para ello,
corrigieron la prevalencia de las metástasis cutáneas por la incidencia relativa de cada
neoplasia de origen, basándose en datos de autopsias. Así, concluyeron que los tumores
renales, pulmonares y colorrectales presentaban la mayor preferencia por la piel, mientras que
en los pancreáticos, gástricos y hepáticos se observaba lo contrario. Se desconocen los
factores que influyen en el mayor o menor tropismo de las distintas estirpes tumorales por la
piel. Es posible que el tipo histológico pueda condicionar en alguna medida la capacidad de
32
las células neoplásicas para establecerse y proliferar en el tejido cutáneo, como reflejo
morfológico de las distintas características genéticas y moleculares de las mismas. Dentro de
los tumores de origen epitelial, el adenocarcinoma fue el tipo histológico más frecuente en
nuestra serie, seguido del epidermoide, hallazgos acordes con otras series de la literatura que
analizan este aspecto (17,20,32).
La afectación cutánea en el contexto de neoplasias mieloides es poco común, aunque la
frecuencia varía en función de los subtipos. Este hallazgo es más frecuente en las leucemias
mieloides agudas, especialmente en los tipos mielomonocítico y monocítico, en las que se han
descrito lesiones cutáneas hasta en un tercio de los pacientes (28). En cambio, es poco
habitual en los síndromes mieloproliferativos crónicos (22). No existen muchos trabajos que
analicen la frecuencia de la infiltración blástica de la piel en los síndromes mielodisplásicos.
Aún así, en una revisión de 40 biopsias de pacientes con neoplasias hematológicas y
afectación cutánea, Longacre y Smoller (50) hallaron 19 casos de síndrome mielodisplásico y
13 de leucemia mieloide aguda, aunque tan solo 4 de síndrome mieloproliferativo crónico y 3
de leucemia linfática crónica, además de 1 con diagnóstico no establecido.
En nuestra serie encontramos 7 casos de neoplasias mieloides, lo que representa un 10%
del total y el cuarto origen más frecuente. De estos, 4 fueron en el contexto de leucemia
mieloide aguda y 3 de síndrome mielodisplásico. Los subtipos de leucemia asociados a
infiltración de la piel fueron la leucemia aguda mielomonocítica y la leucemia de células
dendríticas plasmocitoides blástica. Esta última es una entidad poco común, que suele
presentarse en forma de lesiones cutáneas acompañadas de afectación ganglionar y que
progresa rápidamente con infiltración de médula ósea y citopenias en sangre periférica (51).
El melanoma se sitúa entre las tres causas más frecuentes de metástasis cutáneas en la
mayoría de las fuentes revisadas (32,33,36), aunque en ninguna de ellas es la primera, a
diferencia de nuestra serie. Aún así, la evidencia indica que el melanoma tiene una gran
tendencia a la diseminación a otras localizaciones de la superficie cutánea, tanto locorregional
como a distancia. Estudios retrospectivos basados en biopsias que excluyen los melanomas en
estadio IV muestran una proporción de metástasis cutánea del 7,87% (26) o el 18,2% (27) (en
este último también se excluye el estadio III). En otra serie que emplea casos de autopsia, la
frecuencia encontrada es del 38.6% (25).
33
estadios I y II, un 18,2% desarrollaron metástasis cutáneas, y en un 56,3% de los pacientes
ésta se produjo antes de la extensión ganglionar o visceral.
34
enfermedad.
En los casos de nuestra serie en los que el diagnóstico de metástasis cutánea fue posterior
al del tumor primario, la media de tiempo entre ambos fue de 34,6 meses (mediana de 20
meses). Aunque con excepciones (20), la mayoría de las series de la literatura presentan un
intervalo medio de tiempo similar (19,34–36). En algunas revisiones, se describe que las
metástasis cutáneas en el carcinoma de mama se producen de forma significativamente más
tardía que en los carcinomas viscerales (pulmonares o colorrectales) (19,34). Sin embargo, en
nuestra serie no hemos encontrado ninguna diferencia entre los periodos de tiempo
correspondientes al cáncer de mama (mediana 22 meses) y a los carcinomas de vísceras
abdominales o torácicas (mediana 18,5 meses).
Existe una considerable coincidencia en la literatura en reflejar que las localizaciones más
frecuentes de las metástasis cutáneas son la superficie anterior de tórax y abdomen, seguidas
de la región cráneo-facial (16,19,31,34,43). Por el contrario, las extremidades y la región
dorsal son localizaciones inusuales (16,19,43). Además, con algunas excepciones, las
metástasis tienden a producirse en áreas cutáneas próximas al origen del tumor primario (16).
Esto es, en la piel del abdomen en neoplasias de órganos abdominopélvicas, en el tórax en
tumores originados en la cavidad torácica o la mama y en la piel de la región cráneo-facial en
tumores de cabeza y cuello. No obstante, el carcinoma de células renales parece tener un
comportamiento diferente, ya que las metástasis cutáneas se producen con mucha frecuencia
en localizaciones distantes, como la cara o el cuero cabelludo (16).
Nuestros hallazgos muestran diferencias notables con lo anteriormente expuesto, ya que
globalmente, las localizaciones más frecuentes fueron las extremidades (29% entre miembros
superiores e inferiores), seguidas de la región cráneo-facial (27%), el tórax (19%) y el
abdomen (11%). Sin embargo, esta predominancia de las extremidades se debe
fundamentalmente al melanoma y, en mucha menor medida, a las neoplasias mieloides. Si
solo se tienen en cuenta los tumores sólidos no cutáneos, las metástasis se localizaron con
mayor frecuencia en el tórax, región cráneo-facial y abdomen, en ese orden. Además, en la
mayoría de estos pacientes las metástasis fueron locorregionales, excepto en los casos de
carcinoma colorrectal y pulmonar, que presentaron un mayor número de lesiones cutáneas a
distancia. Aunque este hecho resulta llamativo, el número reducido de casos de ambos
tumores impide extraer conclusiones.
No se conocen con exactitud los factores que determinan la localización anatómica de las
metástasis cutáneas de una neoplasia originada fuera de la piel. La preferencia por la
distribución locorregional podría apuntar a la influencia de factores anatómicos, relacionados
con la disposición del drenaje venoso o linfático del lecho tumoral. Aún así, solamente en el
caso de las neoplasias de tejidos superficiales, como la mama o la mucosa oral, existe una
conexión directa entre el lecho neovascular tumoral y los vasos de la piel. Esto no ocurre en
las neoplasias originadas en los órganos toracoabdominales, con la excepción de los vasos
umbilicales, que podrían justificar las metástasis en esa región (nódulo de la hermana Mary
Joseph) (15). Por lo tanto, si solo dependiese de factores anatómico-vasculares, una vez en la
circulación sistémica las células tumorales metastásicas tenderían a distribuirse
35
uniformemente por toda la superficie cutánea. Sin embargo, la evidencia muestra que regiones
que representan una pequeña proporción de la superficie cutánea total, como la cara y el cuero
cabelludo, son localizaciones más comunes de metástasis que otras con mayor extensión,
como las extremidades. Por otra parte, esta hipótesis tampoco permite explicar la propensión
de ciertos tumores a producir metástasis en regiones anatómicas distantes, como el caso del
carcinoma de células renales y la presencia de un número desproporcionalmente elevado de
metástasis cutáneas en la cabeza y la cara. Se ha sugerido la existencia de mecanismos
moleculares de interacción entre las células tumorales y el estroma o los queratinocitos
cutáneos, que podrían determinar la especificidad de éstas por la piel, e incluso por
determinadas localizaciones dentro la superficie cutánea (17).
En el melanoma, la mayoría de los casos de nuestra serie originaron metástasis en la
misma zona corporal que el tumor primario. Solamente en 3 de los 23 casos (13,04%) las
lesiones metastásicas fueron a distancia. Esto coincide con los hallazgos de estudios previos
(26,27). Ademas, Savoia et al. (27) encuentran que las metástasis locorregionales proceden
mayoritariamente de melanomas originados en las extremidades, mientras que las situadas a
distancia se producen con mayor frecuencia en melanomas del tronco. Aunque el número de
casos de melanoma de nuestra serie es pequeño, todos los pacientes con neoplasias primarias
en las extremidades presentaron metástasis locorregionales, mientras que un tercio (2/6) de los
tumores originados en la región cráneo-facial y la mitad (1/2) de las originadas la región
dorsal presentaron metástasis a distancia.
La apariencia clínica que pueden adoptar las metástasis cutáneas es muy variable, aunque
la presentación más frecuente, según lo descrito en la literatura, es en forma de nódulos únicos
o múltiples (19,20,32,34,36,43). En nuestra serie, un 90% de los pacientes presentaron este
tipo de lesiones cutáneas. De éstos, alrededor de un 60% fueron nódulos únicos.
Otras posibles formas clínicas menos frecuentes son las placas infiltradas, lesiones de tipo
inflamatorio que simulan una erisipela, placas de alopecia cicatricial, lesiones de aspecto
zosteriforme, pápulas vasculares que simulan un granuloma piogénico o úlceras, entre otras
(9,32,34,43). No existe una asociación claramente definida entre el el tipo tumoral que origina
la metástasis y el número o el aspecto clínico de las lesiones.
En esta revisión, las metástasis cutáneas en los casos de carcinoma de mama presentaron
una considerable variedad de formas clínicas: placas infiltradas, nódulos con y sin ulceración
y, en una paciente, se describió una lesión nodular sobre una base eritematosa con el
diagnóstico clínico de celulitis/hemangioma complicado. Alcaraz et al. (11) describen hasta
cinco morfologías diferentes en las metástasis cutáneas del carcinoma de mama: nodular,
inflamatoria, en coraza o carcinoma escirro, telangiectásica y alopecia neoplásica. Algunas de
ellas se asocian a características histológicas específicas que pueden orientar sobre la vía de
diseminación de las células neoplásicas. Por ejemplo, en el carcinoma inflamatorio se
describen agregados de células tumorales en los vasos linfáticos dérmicos, mientras en que la
forma telangiectásica las células metastásicas se sitúan en el interior de los vasos sanguíneos
(11).
36
En los casos de melanoma, es interesante señalar que, aunque todas las lesiones
metastásicas de nuestra serie presentaron morfología nodular, hasta un 40% de las mismas no
eran hiperpigmentadas. Se han señalado otras muchas formas clínicas: úlceras, pápulas
semejantes a un queratoacantoma, lesiones esclerodermoides e incluso exantemas vesiculosos
(38). Así, ni el grado de pigmentación ni la morfología de las lesiones permiten establecer o
descartar el diagnóstico de melanoma metastásico previamente a la biopsia.
A pesar de la ausencia de una morfología específica, el grado de acierto en la sospecha
clínica previo a la biopsia es elevado. En nuestra serie, un 80% de los casos fueron
correctamente identificados como metástasis cutáneas, o al menos esta opción estaba incluida
dentro del diagnóstico diferencial. En otras revisiones, la proporción de pacientes con un
diagnóstico clínico correcto de metástasis cutáneas varía entre el 55% (35) y el 81,8% (36),
aunque en la mayoría de ellas supera el 70% (19,20,33). Además, en nuestro trabajo el
porcentaje de acierto en el diagnóstico clínico es superior en los casos en los que existe
antecedentes de neoplasia maligna con respecto a aquellos en los que el tumor primario y la
metástasis cutánea se presentan simultáneamente. Esto sugiere que la historia previa de tumor
maligno es especialmente relevante a la hora de establecer la metástasis como posibilidad
diagnóstica ante una determinada lesión cutánea de reciente aparición, quizás incluso en
mayor medida que la morfología de la misma.
El número de patología cutáneas con las que pueden ser confundidas las metástasis es
muy amplio, e incluye tanto dermatosis benignas, infecciosas o inflamatorias, como tumores
primarios de la piel (19,20,33,35,36). En nuestro estudio, el carcinoma epidermoide primario
cutáneo fue el que con mayor frecuencia formó parte del diagnóstico diferencial clínico de las
lesiones metastásicas. Otros tumores cutáneos o subcutáneos con los que también surgieron
dudas diagnósticas fueron el carcinoma de células de Merkel, el sarcoma de Kaposi, el tumor
desmoide y el linfangiosarcoma. Entre las patologías benignas se encuentran la queratosis
seborreica y la celulitis.
La infiltración cutánea por neoplasias mieloides resultó especialmente difícil de
diagnosticar clínicamente en nuestro estudio. Esto puede deberse a dos causas: en la mayoría
(5/7) de los casos la enfermedad hematológica no había sido detectada previamente, y con
mucha frecuencia se presentaron como lesiones múltiples y con morfologías distintas de la
nodular, como placas eritemato-edematosas o ampollas. Estos factores se reflejan en los
diagnósticos clínicos propuestos en estos pacientes: toxicodermia, sarcoidosis cutánea,
linfomas cutáneos, enfermedades ampollosas o síndrome de Sweet. Todas estas entidades se
incluyen dentro del diagnóstico diferencial del sarcoma granulocítico cutáneo, según lo
descrito en algunas revisiones (21,54). Por otra parte, las toxicodermias, las enfermedades
ampollosas y el síndrome de Sweet pueden aparecer asociadas a leucemia como síndromes
paraneoplásicos (54).
6.6. PRONÓSTICO
En general, la metástasis cutáneas suponen un evento tardío en el curso clínico de una
enfermedad neoplásica avanzada, y su pronóstico es desfavorable. Los resultados de los
trabajos que se centran este aspecto no son totalmente comparables, ya que los criterios de
inclusión son heterogéneos y las medidas empleadas para resumir los datos de supervivencia
(media o mediana) varían entre estudios. En dos series que incluyen un número elevado de
37
casos de melanoma y carcinoma, Schoenlaub et al. (42) reportan una media de supervivencia
tras el diagnóstico de la metástasis cutánea de 22,8 meses (mediana 6,5 meses) y Lookingbill
et al. (32) una media de 20,8 meses. Más recientemente, Hu et al. (19) observaron una
mediana de supervivencia de 7,98 meses, aunque su trabajo excluye los casos de melanoma.
Con un diseño similar, Gómez et al. (43) hallaron una supervivencia media de 22,16 meses.
Nuestros resultados son similares a los citados, ya que en el global de los casos la mediana de
supervivencia fue de 7,2 meses (media 17,3 meses). Si se excluyen las neoplasias mieloides,
la supervivencia fue ligeramente superior, con una mediana de 7,8 meses y una media de 18,6
meses.
El hecho de que la media sea superior a la mediana en todos los trabajos se debe con toda
probabilidad a que un porcentaje reducido de pacientes tienen supervivencias
excepcionalmente prolongadas, lo que incrementa la media de forma sesgada. Por ello,
seguramente la mediana resulte un parámetro más fidedigno a la hora de reflejar la
supervivencia en estos estudios. En nuestra serie, se observaron supervivencias superiores a 5
años en 8 casos: 5 pacientes con carcinoma de mama y 3 pacientes con melanoma. Tanto el
melanoma como la mama son, junto con la próstata, los orígenes tumorales de los que se han
descrito más casos de supervivencias prolongadas tras la aparición de metástasis cutáneas
(35,42,43).
Por otra parte, parece que la implicación pronóstica de las metástasis cutáneas es
diferente en función del tumor primario que las origina. En varios trabajos se ha observado
una mayor supervivencia tras el diagnóstico de las lesiones cutáneas metastásicas en los casos
de carcinoma de mama con respecto a otras neoplasias, especialmente carcinomas viscerales.
En esta línea, Schoenlaub et al. (42) hallaron una supervivencia media en las pacientes con
metástasis de neoplasias mamarias de 36,2 meses (mediana 13,8 meses), mientras que en los
pacientes con neoplasias pulmonares la media fue de tan solo 8,6 meses (mediana 2,9 meses).
Para Lookingbill et al., (32) las supervivencias medias de mama y pulmón fueron de 31 y 5
meses, respectivamente. Nuestros hallazgos son concordantes con lo descrito en la literatura.
La supervivencia en el carcinoma de mama de las pacientes de nuestra serie es incluso
superior a las fuentes revisadas, con una media de 51,2 meses (mediana 51,1), aunque se trata
de únicamente 9 casos. En contraposición, si tomamos los 22 pacientes fallecidos con
carcinomas viscerales, la supervivencia fue muy inferior, con una media de 7,1 meses y una
mediana de 5,1 meses.
Esta diferencia en el pronóstico podría deberse a que en el caso de los carcinomas de
mama es más frecuente que las metástasis se limiten a la piel, mientras que en los carcinomas
viscerales la afectación cutánea implica prácticamente siempre metástasis también en otros
órganos. En relación a este hecho, Hu et al. (19) analizaron la supervivencia por grupos de
pacientes y observaron que los casos de carcinoma de mama con metástasis exclusivamente
cutáneas tenían una supervivencia llamativamente superior a aquellos que presentaban
metástasis en la piel y en otras localizaciones simultáneamente (medianas de 42,15 meses y
12,08 meses, respectivamente). Esto apunta a que el mal pronóstico asociado a las metástasis
cutáneas podría deberse a que son un indicador de enfermedad tumoral avanzada con
afectación de otros órganos, más que a la morbilidad generada por las lesiones cutáneas en sí
mismas.
Los pacientes con infiltración cutánea por neoplasias mieloides de nuestra serie, a pesar
de ser un número limitado de casos, presentaron un pronóstico muy pobre. La mediana de
38
supervivencia fue de 1,9 meses, y en solo dos pacientes ésta fue superior un año: uno con
diagnóstico de síndrome mielodisplásico AREB I y otro con diagnóstico de neoplasia de
células dendríticas plasmocitoides, que seguía con vida en el fin de seguimiento. El
significado pronóstico de la invasión cutánea en el contexto de las neoplasias mieloide no está
claro. Varios estudios muestran supervivencias limitadas tras la aparición de las lesiones en
piel, tanto en pacientes con diagnóstico de leucemia mieloide aguda como de síndrome
mielodisplásico (28,50). Sin embargo, otro trabajo más reciente no encuentra diferencias en la
tasa de remisiones completas tras quimioterapia en pacientes diagnosticados de leucemia
mieloide aguda sin y con infiltración cutánea, aunque sí una tendencia de éstas últimas a
presentar períodos de remisión menos prolongados (55). En los síndromes mielodisplásicos, la
aparición de lesiones blásticas en la piel implica su transformación en una leucemia aguda, lo
que empeora notablemente el pronóstico (50).
La mediana supervivencia en los casos de melanoma de nuestro estudio fue de 13,3
meses, muy similar a los hallazgos de Schoenlaub et al. (42) (13,5 meses) y Lookingbill et
al. (32) (16 meses). Según esto, el pronóstico de las metástasis cutáneas en esta neoplasia se
situaría en una posición intermedia entre el observado en los casos de carcinoma de mama y
el de los pacientes con carcinomas viscerales. Se ha descrito también que la localización de
las metástasis cutáneas posee importancia pronóstica (26,27). Varios estudios sugieren que las
metástasis a nivel locorregional tienden a producirse más precozmente en el tiempo en
relación al momento del diagnóstico del melanoma primario, y la supervivencia tras su
aparición es relativamente prolongada. En cambio, las metástasis a distancia se producen de
forma tardía, y tanto el tiempo de progresión hacia la afectación metastásica de otros órganos
como la supervivencia son menores. El número reducido de casos de melanoma impide
comprobar si nuestros hallazgos se ajustan a estas observaciones en relación al pronóstico.
39
40
7. Conclusiones
41
42
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