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) Los actores que protagonizaron el escenario de la llamada “revolución científica”

desarrollaron sus obras dentro de tres tradiciones científicas que coexistieron al mismo tiempo,
tuvieron que ver con el paso del Renacimiento a la Edad Moderna y en la creación de la ciencia
moderna como la conocemos. Tenían su vinculación con el pensamiento griego y cada una
contaba con presupuestos divinos o metafísicos, sobre la estructura del universo y de los
procedimientos para acceder al conocimiento.
La primera de estas tradiciones que detallaremos es la organicista. Dentro de sus
principales componentes se encuentran en preponderancia la cosmología aristotélica, también
las observaciones médicas de Galeno y la astronomía de Ptolomeo. La pervivencia de esta
tradición en el Renacimiento se debe a la continuación de la escolástica medieval. En el
medioevo los escritos de Aristóteles fueron utilizados para brindar un apoyo argumentativo en
la religión cristiana. Como aspecto principal se destaca la concepción del fin último, es decir la
causa final. Este aspecto se observa dentro de la concepción de la divinidad de los organicistas,
siendo Dios quien genera la finalidad y convirtiéndose en el fin al cual se dirigen todos los seres.
Esta tradición utiliza un modelo explicativo biológico, es decir que concibe al mundo
como un organismo viviente (de allí proviene el nombre organicista). Este organismo es un
único todo que está formado por elementos cualitativamente distintos donde cada parte sólo
tiene sentido por su función dentro del todo. Y están jerárquicamente organizados.
Esta concepción no busca dar explicaciones de fenómenos nuevos, sino de los ya
conocidos a través de la observación o de lo que los sentidos perciban siguiendo al curso natural
de la naturaleza. Dentro de este estudio el rol de la matemática prácticamente es nulo, incapaz
de reemplazar a la experiencia y de hallar explicaciones causales. La estructura teleológica
“puede ser comprendido mediante la captación de formas universales a partir de la experiencia
sensible, su expresión por medio de axiomas y definiciones, y la posterior deducción de
conclusiones con el recurso a la lógica, que en conjunto configuran el “método demostrativos”
aristotélico. De allí que, en esta tradición, Dios sea concebido como un Gran Lógico” (Boido;
1998: 59).
En segundo lugar la tradición neoplatónica surge en contraposición a la organicista.
Dentro de sus principales representantes se encuentra Platón, Pitágoras y una fuerte influencia
de la vertiente mágica hermética (escritos del siglo III atribuidos al personaje mítico Hermes
Trismegisto) que se introdujo y difundió en Europa en el siglo XV. Esta corriente presenta el
análisis del funcionamiento de la naturaleza bajo explicaciones mágicas.
Esta tradición se encontraba con un abanico muy heterogéneo de pensamientos.
Algunos autores se inclinaban hacia las matemáticas y a la numerología pitagórica y hacia el
mundo que se presumía estar más allá del continuo cambio del mundo sensible. Otros
consideraban que el papel del estudio de la naturaleza, del universo infinito y misterioso
coincidía con el de un mago, cuyo conocimiento de los secretos naturales le otorgaba poder. En
general para esta tradición Dios era visualizado como un gran artista, mago o geómetra, quien
habría cifrado los secretos del cosmos en el lenguaje de la matemática.
Para finalizar, en tercer lugar encontramos a la tradición mecanicista la cual tiene entre
sus principales actores a Galileo Galilei, Descartes, Newton, entre otros. Esta corriente de
pensamiento concibe al funcionamiento de la naturaleza como una máquina, se propone
descubrir los principios básicos del funcionamiento de la materia y deducir matemáticamente
de ellos las leyes universales de la Naturaleza. Para esta concepción el lugar de Dios no es
necesario para explicar el funcionamiento del mundo. Lo considera como causa eficiente que lo
ha creado y lo ha puesto en marcha. Es visualizado como el gran ingeniero.
Se opone a las dos posturas desarrolladas anteriormente, de su parte plantea como
objetivo dar explicaciones causales y deja de lado la finalidad, intención o sensibilidad de las
entidades naturales. Seria esta filosofía la que sustituyera a la filosofía natural aristotélica de su
lugar privilegiado que había ocupado durante siglos. Sus principales representantes como
Galileo y Descartes le otorgarían un lugar de equivalencia entre lo natural y artificial a la hora de
obtener conocimiento y los instrumentos creados por el hombre tendrían gran significación e
igual eficacia.

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