AUMENTAR LA INFLUENCIA CON EL ÉNFASIS DE LA ENSEÑANZA

Richard D. Hawks
Administrador auxiliar
Transmisión satelital del SEI • 7 de agosto de 2007 • Teatro del Centro de Conferencias

Buenos días, hermanos y her- Un día nos dio un trozo de arcilla a cada uno. Nos di-
manas. He orado con todo mi jo que aprenderíamos el arte de la cerámica. La señora
corazón para que el Espíritu Apple nos dijo que debíamos elegir algo que tuviera
Santo sea nuestro maestro du- un significado muy importante para nosotros, y yo
rante esta transmisión. decidí hacer una empanada.

Recuerdo que el profeta José
Smith enseñó que la inspira-
ción del Espíritu Santo nos da
“una corriente repentina de
ideas” (Enseñanzas de los presi-
dentes de la Iglesia: José Smith, 2007, pág. 138).
Invito a todos a escuchar no sólo a mí y al resto de
los discursantes de esta transmisión, sino también las
ideas inspiradas que reciban del Espíritu Santo. Escrí-
banlas a medida que lleguen, ya que la práctica de es-
cribirlas nos permite recibir más inspiración.1
Terminé muy pronto y estaba más que satisfecho con
el resultado. La pinté de color azul, el cual no es el
color de una empanada, pero realmente me gustaba
lo que había hecho.
Cuando la señora Apple se acercó a mi mesa, miró mi
trabajo y dijo: “¿Qué es?”. Yo pensé para mis adentros:
“¿Será una pregunta capciosa?”. Le respondí que era
una empanada. Volvió a mirarla y contestó sonriendo:
“Richard, está bien lo que has hecho y creo puedes ha-
cer algo mucho mejor”. Me pareció que le había gusta-
do y quizás hasta quería que le hiciera una.

Pero también me di cuenta de que tenía razón. Yo

Lo hemos hecho bien, pero debemos hacerlo
mejor
Cuando yo tenía siete años, mi maestra de la escuela
era la señora Apple. Me parecía un nombre gracioso
para una maestra, pero lo que lo hacía más gracioso
aún era que tenía cabello rojo y rizado. En inglés, la
palabra “apple” es el nombre de una fruta muy cono-
cida (manzana). Yo pensaba que se llamaba señora
Apple por su cabello rojo.
lo había hecho bien y sabía que era capaz de hacer-
lo mejor.
Cuento esa historia porque últimamente ha habido
profetas, y aquellos llamados por profetas, que, al igual
que la señora Apple, se han fijado en nuestro trabajo
en la educación religiosa y han dicho que lo hemos
hecho bien y que ahora “debemos hacerlo mejor” (“El
comprender la verdad y vivir de acuerdo a ella” [Una
velada con el élder Richard G. Scott, 4 de febrero de
2005], pág. 2).

El élder Henry B. Eyring nos pidió hace más de seis

años que “debemos elevar nuestras miras” porque
“la fortaleza espiritual necesaria para que la juventud
se mantuviera firme hace pocos años, ya no es sufi-
ciente”. Y luego dijo que “los alumnos necesitan
más durante el tiempo que son nuestros alumnos”
(La enseñanza en seminario: Lecturas de preparación
para el maestro, 2006, págs. 81–82).

El élder W. Rolfe Kerr, desde que es nuestro Comisio-

nado, no ha dejado de dar ese consejo y ha sido sis-
temáticamente claro en la dirección que nos ofrece

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acerca de incrementar el número de participantes y de buena enseñanza a sus situaciones particulares, ya

aumentar nuestra influencia (“Claridad en el enfo-
que y uniformidad en la labor” [palabras ofrecidas
en Una tarde con el élder David A. Bednar, 3 de
febrero de 2006], pág. 1).
Sé que muchos de ustedes han recibido la invitación
de mejorar y están trabajando con gran fe para lo-
grarlo. Les agradecemos de corazón su empeño por
superarse y probar nuevos métodos, incluso cuando
algunos de ellos quizás les resulten incómodos o no
sean su estilo natural de enseñar.
Y junto con ese agradecimiento, les recordamos la in-
vitación, a todos los que pertenecemos al SEI, viejos
y jóvenes, empleados o voluntarios, sea quien sea, a
obtener mejores resultados.
Muchos de nuestros esfuerzos por obtener mejores re-
sultados han surgido, en parte, a medida que hemos
intentado entender y llevar a la práctica los princi-
pios de la pedagogía que son la base del énfasis de la
enseñanza.
En 2003 se presentó en todo el mundo el énfasis de la
enseñanza para los maestros y líderes del SEI y hemos
estado trabajando con él desde hace ya más de cuatro
años. Seguiremos recalcando los principios y las prác-
ticas del énfasis de la enseñanza con gran fervor, ya
que recientemente nos enteramos de que tienen una
gran influencia positiva en nuestros alumnos.
Resultados de los estudios de impacto
Deseamos que todos sepan que en 2006, el SEI le pi-
dió a un grupo de investigadores independientes del
Departamento de Información e Investigación de la
Iglesia que determinara qué influencia tiene el énfasis
de la enseñanza en los alumnos de seminario. La in-
formación se recabó entre septiembre y noviembre de
2006. Se ha aprobado un estudio similar para institu-
to de religión, el cual se está preparando para más
adelante este año. Estamos muy entusiasmados por
llevar esto a cabo y esperamos ver los mismos resulta-
dos alentadores.
Se me ha asignado dar un informe de los resultados
de esa investigación de seminario, con la esperanza
de que, al hacerlo, todos seamos inspirados a conti-
nuar mejorando nuestra enseñanza. De la misma ma-
nera, espero que ustedes que hoy participan como
cónyuges e invitados puedan aplicar estas lecciones
sea en el hogar y la familia o al enseñar en la Iglesia.
En la investigación del año pasado participaron más
de 2.000 maestros y alumnos de seminario. Todos
eran de diferentes partes de los Estados Unidos, de se-
minarios matutinos y del programa integrado al plan
regular de enseñanza secundaria. Estaban representa-
dos tanto los maestros de jornada completa como los
voluntarios, junto con sus alumnos.
Se observaron clases de seminario y se realizaron en-
cuestas y entrevistas a maestros y alumnos.
A fin de determinar cuán bien los maestros imple-
mentaban el énfasis de la enseñanza, los investigado-
res evaluaron varios aspectos, incluso la opinión de
los alumnos acerca de la frecuencia con que su maes-
tro lo implementaba durante la clase. Por ejemplo,
los alumnos informaron cuán a menudo se les:
• Enseña a explicar los principios y doctrinas del
Evangelio,
• Da la oportunidad de testificar de las doctrinas y
los principios del Evangelio e
• Insta a aplicar los principios y doctrinas del Evan-
gelio fuera de la clase.
Los investigadores independientes luego compara-
ron el resultado de los alumnos de maestros que im-
plementaban estas directrices a menudo con el de
los alumnos de maestros que las implementaban
muy poco.
Les agradará saber que la evidencia empírica inicial
muestra que el énfasis de la enseñanza influye en los
resultados que vemos en los alumnos. La informa-
ción recabada muestra, admirablemente, que los
alumnos que están en clases de mayor implementa-
ción demuestran resultados más favorables en lo espi-
ritual, cognitivo, afectivo, conductual y las relaciones
sociales.
A fin de presentar mejor esta información, he invita-
do a algunos alumnos de seminario a acompañarnos
y recitar comentarios reales que han hecho alumnos
que participaron de forma anónima en la investiga-
ción. Éstos son los resultados de la evaluación:
Los alumnos de las clases de mayor implementación
leían las Escrituras individualmente con mucha más
frecuencia que los alumnos de las clases de menor
implementación.

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Escuchen a uno de nuestros invitados, quien repre-
sentará a un alumno de una clase de mayor imple-
mentación, mientras nos relata su experiencia con
la lectura diaria de las Escrituras:
Alumno: Ahora me encanta leer las Escrituras. Siento
mayor confianza en mi capacidad para reconocer princi-
pios. Disfruto mucho al tratar de encontrar cosas nuevas
cada vez que leo. Puedo leer el mismo capítulo o los
mismos versículos una y otra vez y aprender algo nuevo
cada vez.
Ahora comparen sus comentarios con los de otro
alumno de una clase de menor implementación.
Alumna: Nuestro maestro nos pregunta si leemos todos
los días, pero no parece importarle si lo hacemos o no, só-
lo nos pregunta. Me gustaría que él hiciera más hincapié
en la importancia de estudiar las Escrituras. Como no lo
hace, sentimos que otros aspectos de nuestra vida son
más importantes… El maestro anterior ponía mucho
énfasis en la lectura del Libro de Mormón, y yo lo leí.
Ese tipo de dedicación al estudio individual y diario
de las Escrituras también se manifiesta en las oracio-
nes personales de los alumnos. Los alumnos de las
clases de mayor implementación ofrecían oraciones
personales con mucha más frecuencia que los de las
clases de menor implementación.
A diferencia de los alumnos de las clases de menor
implementación, los de las clases de mayor imple-
mentación dijeron con mucha más frecuencia que su
testimonio del Evangelio restaurado se había fortale-
cido durante seminario.
Otra conclusión interesante: cuando se les preguntó
si sentían la influencia del Espíritu Santo durante la
clase, los alumnos de las clases de mayor implemen-
tación dijeron que sí con mucha más frecuencia que
los de las clases de menor implementación.
Los alumnos de las clases de mayor implementación
calificaron su comprensión del Plan de Salvación de
manera mucho más favorable que los alumnos de las
clases de menor implementación.
Las próximas dos conclusiones están relacionadas, ¡y
me entusiasman mucho!
Cuando se les preguntó si aplicaban fuera de la clase
los principios que habían aprendido en seminario,
los alumnos de las clases de mayor implementación
dijeron que sí con muchísima más frecuencia que los
alumnos de las clases de menor implementación.
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Los alumnos de las clases de mayor implementación
dijeron que compartían perspectivas y experiencias
del Evangelio con sus amigos fuera de seminario en
muchas más ocasiones que los de las clases de menor
implementación.
Me encanta el hecho de que los alumnos relacionan
lo que aprenden con su vida fuera de seminario. Es-
cuchen a estos dos alumnos que pertenecen a clases
de mayor implementación mientras hablan acerca de
su aptitud para compartir el Evangelio fuera de clase:
Alumno: He usado los versículos de las Escrituras de do-
minio para responder a las preguntas de mis amigos. A
veces no tengo a la mano las Escrituras, pero tengo en la
mente los pasajes de dominio; así que puedo recurrir a mi
memoria y a lo que he aprendido.
Alumna: El otro día, fuera de clase, estaba conversando
con mi amigo acerca del casamiento fuera del templo. Pu-
de explicarle la importancia del templo, compartir con él
mi deseo de casarme en el templo y expresarle mi testimo-
nio. El seminario realmente me ayudó en esa ocasión y
me sentí muy cómoda.
Es grandioso. Me encanta. Comparen los comentarios
que se acaban de hacer con éste de una alumna que
viene de una clase de menor implementación:
Alumna: Pocas veces doy mi testimonio ya que no se nos
da tiempo para hacerlo en clase. El maestro nunca nos da
tiempo para hacerlo. Nos dice que testifiquemos en casa,
pero hace muy poco que estoy en la Iglesia y la verdad es
que no sé cómo hacerlo. Éste es el único lugar donde siento
que podría. Sería bueno que el maestro nos permitiera
compartir pensamientos y testificar unos a otros.
Cuando se les preguntó si “sienten el Espíritu cuando
explican el Evangelio a otros”, los alumnos de las cla-
ses de mayor implementación respondieron que “por
lo general” o “siempre” era así. Por el contrario, los
alumnos de las clases de menor implementación ge-
neralmente respondían que “a veces” era así.
Esta conclusión pone de relieve un importante prin-
cipio del énfasis de la enseñanza: que los alumnos
ejercen la fe e invitan al Espíritu durante la clase al
explicarse unos a otros los principios del Evangelio.
Tengan en cuenta este principio mientras escuchan al
próximo invitado. Se describió su clase como una de
mayor implementación.
Alumno: Ya no es solamente el maestro quien comparte
reflexiones. Realmente estamos aprendiendo. Se crea un
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buen ambiente porque leemos en forma individual y luego
en clase compartimos lo que hemos aprendido. Así vemos
diferentes puntos de vista. En clase y en grupos más pe-
queños compartimos esas perspectivas, y se complemen-
tan. Es excelente; ahora entiendo más.
¡Me encanta eso! Comparen la experiencia de él con
la de nuestros próximos invitados, que vienen de cla-
ses de menor implementación.
Alumna: Me agradaba mucho mi maestro anterior. Él
nos daba tiempo para meditar; nos instaba a escribir si
sentíamos el Espíritu; nos alentaba a reflexionar en pun-
tos anteriores según lo que estuviéramos aprendiendo.
Ahora me limito a ocupar una silla.
Alumno: La verdad es que mi clase de seminario es bas-
tante aburrida. La maestra se prepara mucho y sé que se
esfuerza al máximo, pero sería mucho mejor si nos permi-
tiera hablar más.
Bueno, me gustaría seguir pero lo que he dicho
bastará.
Deben saber que los resultados positivos en los alum-
nos que hemos escuchado no dependen de cosas tales
como si la clase estaba a cargo de un maestro volunta-
rio o de jornada completa, ni cuánto hacía que el
maestro enseñaba en el SEI, ni si el maestro era hom-
bre o mujer, ni si el maestro era miembro de toda la
vida o un converso reciente, ni cuán instruido era el
maestro. Lo que quiero decir es que cualquier maestro
del SEI es capaz de obtener estos resultados positivos
si tan sólo él o ella aprende y aplica los principios
fundamentales del énfasis de la enseñanza.
Si les pidiera que completaran una frase acerca de la
influencia que tiene el énfasis de la enseñanza en los
alumnos y que comenzara “Y así vemos que…”, ¿qué
dirían? Sé que por lo menos podríamos decir: “Y así
vemos que los maestros y los alumnos que aprenden
y aplican los principios y las prácticas fundamentales
del énfasis de la enseñanza pueden incrementar la
conversión personal”.
Implementación del énfasis de la enseñanza
con mayor influencia
Una observación más acerca del énfasis de la enseñan-
za. Se ha refinado en forma importante el sexto pun-
to. Un cambio es que el término “expectativa del
nivel de conocimiento de la doctrina” se cambiará a
“comprensión de la doctrina”. Esto proporcionará una
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descripción más amplia y precisa de la intención de
esta parte del énfasis. En las próximas semanas se pro-
veerá información más detallada acerca de la com-
prensión de la doctrina para seminario e instituto.
Hermanos y hermanas, les agradecemos profunda-
mente lo que están haciendo y reconocemos el bien
que surge de ello.
Junto con ese agradecimiento, permítanme ofrecerles
algunas sugerencias sobre la manera de implementar
mejor los principios y las prácticas del énfasis de la
enseñanza y seguir aumentando nuestra influencia.
Primero, procuren comprender los principios que son
la base del énfasis de la enseñanza. Búsquenlos. Estú-
dienlos. Analícenlos. Hablen acerca de ellos con
otros maestros e incluso con los alumnos. Insten a
los directores de maestros en funciones a usar en las
capacitaciones, una y otra vez, el DVD Énfasis de la
enseñanza y otros ejemplos que surjan de sus grupos
locales de maestros en funciones. Miren los ejemplos
de enseñanza, los análisis en clase y las entrevistas
con su cuerpo docente y analicen qué está pasando y
qué se puede hacer a fin de mejorar el modo de en-
señar de cada uno de ustedes.
Segundo, con oración, mediten acerca de cómo generar
experiencias en la enseñanza que lleven a la conversión.
Los principios y las prácticas que llevan a la conver-
sión se encuentran en el énfasis de la enseñanza.
Todos sabemos que en cualquier clase, el que usual-
mente aprende más es el maestro. Por ejemplo, consi-
deren la creencia que tienen los miembros de que el
mayor converso que un misionero encuentra en la mi-
sión es él mismo. ¿Podemos ayudar a nuestros alum-
nos a tener experiencias similares “mientras estén con
nosotros”? (La enseñanza en seminario: Lecturas de pre-
paración para el maestro, 2006, págs. 81–82)
Y por último, debemos repasar, estudiar y poner en prác-
tica las enseñanzas de nuestros líderes inspirados. Los
profetas y otras Autoridades Generales, además de
maestros sabios y experimentados del SEI, constante-
mente nos enseñan. Fórmense el hábito de estudiar
sus discursos cuidadosamente y busquen inspiración
acerca de la manera de implementar sus enseñanzas2.
No sé si los profetas y apóstoles que nos han hablado
desde 2003 tenían en mente el énfasis de la enseñan-
za mientras preparaban sus mensajes, pero estoy con-
vencido de que las instrucciones de ellos han estado
en perfecta armonía con el énfasis de la enseñanza.
 Transmisión satelital del SEI • 7 de agosto de 2007 • Richard D. Hawks
Hermanos y hermanas, testifico que las palabras de
los profetas y apóstoles actuales, a quienes amo, son
verdaderas. Testifico que las Sagradas Escrituras son
verdaderas, y también las amo.
Creo con todo mi corazón que esta Iglesia es el reino
de Dios sobre la tierra. Creo que no será jamás des-
truido y que, con el tiempo, llegará a todo el mundo.
Creo que el Sistema Educativo de la Iglesia es un co-
laborador muy importante en esta digna causa.
Amo al Padre Celestial y a Su Hijo, Jesucristo, y creo
que cada uno de nosotros tiene un gran valor a la
vista de Dios. Creo que cada uno es un hijo o hija
amado de padres celestiales, y que, como tal, posee
una naturaleza y destino divinos.
Soy feliz por vivir en un tiempo en que se encuentra
el Evangelio en la tierra y en el que puedo contribuir
a su avance. Es mi ruego que siempre se nos encuen-
tre en la obra. En el nombre de Jesucristo. Amén.
Notas
1. El élder Richard G. Scott dijo: “El conocimiento
que se registre cuidadosamente estará disponible
en el momento que se necesite. Debes guardar
en un lugar sagrado la información que sea
espiritualmente delicada, un lugar que le
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comunique al Señor el valor que le das. Esa
costumbre hará posible que recibas más luz”
(véase “Cómo adquirir conocimiento espiritual”,
Liahona, enero de 1994, pág. 103).
2. A continuación se presentan mensajes proféticos
para su estudio:
• “Preguntas y respuestas: élder Scott y élder Eyring”
(transmisión satelital de capacitación del SEI,
agosto de 2003)
• W. Rolfe Kerr, “Claridad en el enfoque y uniformi-
dad en la labor” (palabras ofrecidas en Una tarde
con el élder David A. Bednar, 3 de febrero de 2006).
• Henry B. Eyring, “Elevar las expectativas” (trans-
misión satelital de capacitación del SEI, 4 de
agosto de 2004)
• Richard G. Scott, “El comprender la verdad y vivir
de acuerdo a ella” (Una velada con el élder Richard
G. Scott, 4 de febrero de 2005).
• David A. Bednar, “Buscad conocimiento por la
fe” (Una tarde con el élder Bednar, 3 de febrero
de 2006)
• “Reunión Mundial de Capacitación de Líderes: La
enseñanza y el aprendizaje”, Liahona, junio de
2007, págs. 50–80).
 PROFUNDIZAR LA CONVERSIÓN
Chad H. Webb
Administrador auxiliar
Transmisión satelital del SEI • 7 de agosto de 2007 • Teatro del Centro de Conferencias

Es un placer estar con ustedes
hoy. Mientras preparaba este
discurso, he pensado mucho en
las personas como ustedes con
las que he trabajado a lo largo
de los años y en aquellos con
los que sirvo en la actualidad
tanto en la enseñanza religiosa
como en las instituciones de
enseñanza de la Iglesia. En to-
das mis asignaciones en el SEI,
he tenido el privilegio de colaborar con personas fie-
les y devotas que han sido una bendición para mí.
Les amo y estoy agradecido por el privilegio de traba-
jar con ustedes y aprender de ustedes. Desearía poder
expresar mejor mi aprecio, pero sepan que considero
una de mis mayores bendiciones el poder relacionar-
me con ustedes.
Para comenzar, me gustaría compartir mi testimonio
de que el Señor nos dirige a través de Sus profetas vi-
vientes. Las Autoridades Generales están muy intere-
sadas en la enseñanza eclesiástica. Ellos procuran
conocer la voluntad del Señor en cuanto a los jóve-
nes a los que enseñamos, y nos han dado instruccio-
nes muy claras sobre cómo llevar a cabo esta obra.
De hecho, si estudiáramos los discursos que las Auto-
ridades Generales han dirigido al SEI en los últimos
10 años, veríamos que el mensaje se repite: debemos
invitar al Espíritu Santo a transmitir el Evangelio
profundamente a la vida de nuestros alumnos. Hay
numerosos ejemplos, pero quisiera compartir dos
aseveraciones que representan esa invitación. Prime-
ro escucharán al élder Richard G. Scott y a continua-
ción al élder Henry B. Eyring. En ambos casos, se
trata de mensajes dirigidos al SEI.
“Una de las mayores preocupaciones que el presi-
dente Hinckley me ha expresado a mí, personalmen-
te, y que reiteradamente he tenido yo mismo, es el
número de alumnos que asisten a clase sin asimilar
‘en tablas de carne del corazón’ (2 Corintios 3:3) las
instrucciones que se les imparte” (“El comprender la
verdad y vivir de acuerdo a ella” [Una velada del SEI
con una Autoridad General: Élder Richard G. Scott,
4 de febrero de 2005], pág. 2).
“Pueden ver que es muy importante para nosotros
saber cómo obtener el Espíritu. Lo que va a mantener
a nuestros alumnos puros y con paz en el mundo al
que se enfrentan es algo más que conocer el Evange-
lio y la palabra de Dios… deben escoger la obediencia
a los mandamientos del Señor en medio de mayores
tentaciones y pruebas. Lo tienen que hacer por su fe
en Jesucristo, la cual viene solamente por medio del
testimonio del Espíritu” (“El Espíritu debe ser nuestro
compañero constante” [discurso presentado por el él-
der Henry B. Eyring en Una noche con el presidente
Gordon B. Hinckley, 7 de febrero de 2003], pág. 1).
Esa doctrina me encanta. Tanto nosotros como nues-
tros alumnos debemos optar por obedecer a causa de
nuestra fe en Jesucristo, y ello sucederá solamente
por la influencia del Espíritu Santo. Lo que se nos pi-
de que hagamos no es desarrollar un programa basa-
do en procedimientos sino lograr resultados basados
en principios eternos. Los programas y las prácticas
docentes son importantes, pero únicamente en la
medida en que permitan conseguir el fin deseado, es
decir, la conversión de nuestros alumnos. Por tanto,
el reto y la oportunidad que tenemos consisten en
encontrar y aplicar formas de hacer que el Espíritu
Santo esté presente en la experiencia de aprendizaje
más a menudo y con mayor poder. Me gustaría indi-
car algunas maneras en las que muchos están respon-
diendo a esa instrucción profética.
La preparación del maestro
El primer lugar lo ocupa la preparación del maestro,
o sea, la rectitud personal y el compromiso del maes-
tro e incluso lo que le motiva a enseñar. Para tener
derecho al Espíritu, lo primero es que nuestro cora-
zón esté en sintonía con el Señor. David Whitmer
enseñó este concepto usando el ejemplo, de todos

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conocidos, de la experiencia de José Smith durante
la traducción del Libro de Mormón. Estén atentos a
los principios necesarios para recibir la ayuda divina
que el hermano Whitmer enseñó. Él escribió:
“[José Smith] era un hombre religioso y franco. Tenía
que serlo, porque era analfabeto y no podía hacer na-
da por sí solo. Tenía que confiar en Dios. No podía
traducir a menos que fuera humilde y albergara en
su corazón los sentimientos correctos hacia todas las
personas” (véase B. H. Roberts, Comprehensive History
of the Church, tomo I, pág. 131). “Permítanme darles
un ejemplo para que puedan comprender: Una ma-
ñana, cuando se preparaba para continuar la traduc-
ción, hubo alguna dificultad en la casa y él se enojó
por tal motivo. Se trataba de algo que su esposa, Em-
ma, había hecho. Oliverio y yo subimos al segundo
piso y José también subió al poco tiempo, pero no
pudo hacer nada. No pudo traducir ni una sola síla-
ba. Bajó, se internó en el huerto y suplicó al señor en
oración; estuvo orando cerca de una hora, volvió a la
casa, pidió a Emma que lo perdonara y después subió
a donde estábamos para continuar la traducción, la
cual procedió sin ninguna dificultad. No pudo hacer
nada sino por virtud de la humildad y la fe” (véase
“No hay lugar para el orgullo”, Liahona, noviembre
de 1992, pág. 23).
El hermano Whitmer comentó lo siguiente: “Ahora
nos podemos dar cuenta de los estricto que es [el Se-
ñor], y que requiere que el corazón del hombre sea
humilde y puro ante Sus ojos antes de darle alguna
revelación” (véase “No hay lugar para el orgullo”,
Liahona, noviembre de 1992, pág. 23).
Otro tanto podemos decir de nuestra oportunidad de
enseñar. Hemos de confiar en el Señor porque nos-
otros no podemos hacer nada solos. Debemos ser
unidos en nuestro empeño por buscar hacer la volun-
tad del Señor al edificar Su reino con la mira puesta
en Su gloria. Debemos estar libres del espíritu de
murmuración y crítica en todas sus formas. Debemos
ser humildes y albergar los sentimientos correctos ha-
cia todas las personas, ya que el Señor es estricto y re-
quiere que el corazón de todo hombre sea recto antes
de recibir revelación. Esa verdad se aplica a nuestra
vida personal, al servir en la Iglesia, y ciertamente se
aplica al enseñar. Como el Profeta José, también nos-
otros debemos orar a menudo y con fe en que el Se-
ñor purificará nuestro corazón, orientará nuestros
deseos y nos guiará en nuestra labor.
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En 2005, el élder Richard G. Scott nos preguntó a cada
uno: “¿Pedirán orientación en oración con respecto a
cómo lograr que la verdad se grabe profundamente en
la mente y en el corazón de sus alumnos de modo que
se valgan de ella a lo largo de la vida? Si buscan con
ferviente oración las formas de lograrlo, sé que el Señor
los guiará” (“El comprender la verdad y vivir de acuer-
do a ella”, pág. 2). Espero que sigamos haciéndolo.
Amen a los alumnos y tengan confianza
en ellos
En segundo lugar, hemos de amar sinceramente a
nuestros alumnos y confiar en ellos. Cuando lo hace-
mos, ocurre algo maravilloso: nuestro Padre Celestial
nos bendice con Su Espíritu para enseñar y bendecir
a Sus hijos. Al tornarse el mundo cada vez más cruel
y ofensivo, nuestros alumnos anhelarán relacionarse
con personas que les traten con respeto, que se preo-
cupen por ellos y que crean en su potencial divino.
Uno de nuestros maestros relató una experiencia que
tuvo con Patrick, un joven que poseía la habilidad
extraordinaria de dormir durante las clases de semi-
nario. Solía entrar en clase, poner su pelota de fútbol
bajo la mesa, bajar la cabeza y quedar profundamen-
te dormido antes de que terminara el pensamiento
espiritual. Durante semanas, el maestro oró y se es-
forzó por conectar con Patrick, pero sentía que nada
de lo que intentaba surtía efecto alguno. Entonces,
un día, cuando se acercaba el final de la clase, se le
ocurrió pedirle a Patrick que saliera al estacionamien-
to y le enseñara lo que era capaz de hacer con la pe-
lota de fútbol. El maestro quedó entusiasmado con la
energía y destreza de las que Patrick hizo gala mien-
tras le enseñaba sus habilidades como jugador de fút-
bol. Después Patrick dijo: “Como el fútbol le interesa
tanto, podría ver algunas de las grabaciones que ten-
go”. El alumno sacó de su bolsa algunos videos de ju-
gadores profesionales de fútbol y le sugirió al maestro
que se llevara algunas a casa para verlas, cosa que el
maestro hizo. La verdad es que al maestro el fútbol
no le atraía mucho, pero sí se preocupaba mucho en
el joven. Poco tiempo después, habían formado una
amistad sincera y la experiencia de seminario empezó
a ser totalmente distinta para Patrick.
Muchos de ustedes han tenido experiencias similares
y saben que éstas hacen que la enseñanza sea muy
gratificante. Pero también es importante recordar que
el maestro que ame sinceramente a sus alumnos
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quiere mucho más que ser su amigo. Si bien un
maestro amoroso está interesado en los eventos es-
colares y las actividades sociales, su mayor preocu-
pación es el progreso espiritual de sus alumnos.
Quizás esa clase de amor nos impulse a hacer cosas
difíciles; por ejemplo, uno de nuestros maestros du-
daba si debía llamar a los padres para hablar sobre
algún problema porque no quería que el alumno
se enfadara con él. Tras pensarlo mucho, llegó a la
conclusión de que debía hacer esa llamada si quería
rescatar a cierto alumno en dificultades. Cuando el
joven llegó a clase al día siguiente, enfadado por
encontrarse en problemas, el maestro le dijo:
“Claro que llamé a tu madre. Me importas demasiado
para permitir que fracases”. Cuando el alumno
comprendió la motivación de la llamada, estuvo
más dispuesto a hacer los cambios necesarios.
Como enseñara Moroni, debemos pedir “…con toda
la energía de [nuestros] corazones, que [seamos] lle-
nos de… amor” (Moroni 7:48). Cuando oramos pi-
diendo amar y ayudar a los que están pasando por
momentos difíciles, nuestra motivación determinará,
en gran medida, la influencia que recibamos del Espí-
ritu. Quizá nos preguntemos: “¿Estoy orando porque
deseo que este alumno deje de darme problemas en
mis clases, o estoy orando porque me preocupo por
él o ella y deseo que tenga éxito?”.
Así como los alumnos perciben si el maestro se preo-
cupa por ellos sinceramente, también saben si un
maestro confía y cree en ellos. Acerca del papel de la
confianza al invitar al Espíritu, el élder Eyring dijo lo
siguiente: “Empieza con expectativas, las suyas y las
de ellos. Si ustedes esperan poco, ellos sentirán su fal-
ta de fe en ellos y en el derramamiento del Espíritu
prometido por el Señor. Si ustedes comunican, por
medio de la palabra o de la acción o aun por el tono
de voz, que dudan de la capacidad espiritual de ellos,
ellos dudarán... Las expectativas que ustedes elijan
tendrán una influencia poderosa en las elecciones de
ellos y en lo que esperan de ellos mismos” (“Elevar las
expectativas” [Transmisión satelital de capacitación
del SEI, 4 de agosto de 2004], pág. 3).
Lo que los maestros creen de verdad sobre sus alum-
nos tiene un efecto determinante en el espíritu que se
siente en el aula. A fin de tener derecho al Espíritu del
Señor, los maestros deben ver a sus alumnos como los
describió el presidente J. Reuben Clarke: “hambrientos
espiritualmente y ansiosos por aprender el Evangelio,
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y lo quieren puro, sin mezcla... quieren obtener testi-
monios de su veracidad; no son ahora jóvenes con
dudas sino con interrogantes, y buscadores de la ver-
dad” (“El curso trazado por la Iglesia en la educación”
[folleto], 1994, pág. 4 ó véase La Enseñanza: El llama-
miento más importante, 2000, pág. 6). Si los maestros
no ven a sus alumnos de esa manera, pueden caer en
la trampa de esperar poco de ellos, y ellos, a su vez,
esperarán poco de sí mismos. Ciertamente, esa no es
la manera en que el Padre Celestial nos muestra Su
amor y confianza. Como Él nos ama, nos invita cons-
tantemente a esforzarnos y a mejorar para que seamos
dignos de recibir las bendiciones que Él desea darnos.
(Véase D. y C. 41:1.)
Animen y preparen a los alumnos a participar
En tercer lugar está la importancia de fomentar la
participación de nuestros alumnos y de prepararlo
para que lo hagan. De nuevo, si releen los mensajes
de las Autoridades Generales al SEI en los últimos
diez años, encontrarán que este punto es un tema
central. Encontrarán afirmaciones como el consejo
del élder Scott: “Actuar como un “parlanchín” es la
forma más débil de enseñar una clase” (“El compren-
der la verdad y vivir de acuerdo a ella”, pág. 2). Y,
en palabras del élder Bednar: “Las enseñanzas más
importantes de la vida se atrapan, no se enseñan”
(“Buscad conocimiento por la fe” [Una tarde con
una Autoridad General: Élder David A. Bednar, 3 de
febrero de 2006], pág. 5).
Algunos maestros están cosechando un gran éxito al
ayudar a sus alumnos a participar en clase al enseñarles
a cumplir con su función de alumnos. Por ejemplo, un
maestro empezó el año explicando a los alumnos el ob-
jetivo del pensamiento espiritual y cómo dar uno. A
continuación, les mostró cómo se hace, ofreciendo él
mismo el pensamiento espiritual. El resto de la primera
semana, los alumnos que se habían ofrecido a hacerlo
se encargaron de ofrecer los pensamientos espirituales
con la idea de que recibirían una evaluación, sobre to-
do acerca de lo que habían hecho bien, pero también
consejos sobre cómo hacerlo mejor. Al cabo de la pri-
mera semana, todos sabían lo que se esperaba de ellos
y confiaban en su capacidad de participar en un pensa-
miento espiritual significativo.
La misma práctica es útil en otras actividades de
aprendizaje, por ejemplo, al trabajar en grupo. Si el
maestro se limita a decir: “formen grupos, estudien
 Transmisión satelital del SEI • 7 de agosto de 2007 • Chad H. Webb
y compartan”, en la mayoría de los casos el ejercicio
acabará en caos y frustración. Sin embargo, si el maes-
tro explica claramente lo que espera de los alumnos,
da una demostración eficaz y lo practica con ellos, es
más probable que los alumnos sientan el Espíritu y
deseen participar. Además, tendrán el entendimiento
y las destrezas necesarios para tener éxito.
Hace unos años, el SEI produjo un DVD de capacita-
ción con ejemplos de varias maneras de poner en
práctica el Énfasis de la enseñanza. En ocasiones, he
escuchado a maestros responder con comentarios co-
mo éste: “Mis alumnos no son como los del video”.
Tengan en cuenta la posibilidad de que los alumnos
del video tampoco eran así el primer día de semina-
rio. Se les ayudó y preparó para llevar a cabo su res-
ponsabilidad como alumnos. Les invito a volver a
mirar el DVD y a buscar las maneras en que esos
maestros prepararon a sus alumnos a cumplir su mi-
sión como estudiantes. No se trata únicamente de
confiar más en los alumnos; también hemos de ayu-
darles a tener éxito. No se desanimen si sus alumnos
no responden inmediatamente a la oportunidad de
participar más. Vendrán bendiciones maravillosas si
les ayudamos con paciencia a ser buenos alumnos.
No siempre ocurre en el primer intento, sino que lle-
vará tiempo y esfuerzo.
Métodos didácticos adecuados
Finalmente, quiero mencionar la importancia de se-
leccionar métodos didácticos que fomenten la presen-
cia del Espíritu. No podemos forzar las experiencias
espirituales; no obstante, podemos crear un ambiente
e incorporar métodos didácticos que estén en armonía
con los principios que permiten al Espíritu Santo des-
empeñar su misión.
Nuestros métodos didácticos deben ayudar siempre a
los alumnos a comprender mejor las Escrituras y los
principios y doctrinas que éstas contienen. El Espíritu
dará testimonio de lo que enseñamos si permanecemos
fieles a las Escrituras. Y cuando encontramos maneras
de permitir que los autores inspirados de las Escrituras
enseñen y testifiquen a nuestros alumnos, aumentará
el poder en el aula. Como maestro, nunca he tenido
una clase que respondiera tan bien a una lección mía
como respondieron los alumnos del rey Benjamín a la
suya, así que haré bien si encuentro métodos didácticos
que permitan al rey Benjamín enseñar a mis alumnos.
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Si deseo ayudar a un joven a tener el deseo de servir co-
mo misionero, pasar un poco de tiempo con los gran-
des misioneros del Libro de Mormón o con el apóstol
Pablo fue de gran valor. O, si quiero fortalecer el deseo
de mis alumnos de ser castos, podría ver que José de
Egipto les testifique al respecto. Tenemos que crear
oportunidades para que nuestros alumnos tengan con-
tacto directo con las palabras de éstas y otras grandes
personas de las Escrituras.
Otro método didáctico de vital importancia para invi-
tar al Espíritu es formular preguntas adecuadas, espe-
cialmente en lo que se refiere a preguntas que hagan
a los alumnos pensar sobre sus experiencias con los
principios del Evangelio o les ayuden a expresar su tes-
timonio. Preguntas como “¿Qué bendiciones han reci-
bido por obedecer ese mandamiento?” O “¿Por qué
creen que ese principio es verdadero?” a menudo con-
tribuirán a que los alumnos respondan expresando su
gratitud al Señor y su testimonio de los principios del
Evangelio. Las buenas preguntas son un medio senci-
llo pero eficaz de conseguir que el Espíritu Santo testi-
fique a los alumnos.
Otras cosas que podemos hacer para contar con la in-
fluencia del Espíritu Santo en el aprendizaje son:
• Hablar a menudo y con gran reverencia y respeto
de Jesucristo y Su expiación.
• Referirnos a Su vida perfecta como un ejemplo de
vivir los principios del Evangelio.
• Testificar frecuentemente y con poder sobre las
verdades del Evangelio.
• Compartir experiencias personales adecuadas o las
experiencias de otras personas que contribuyan a
personalizar los principios del Evangelio y ayuden
a los alumnos a reconocer su importancia.
• Expresar nuestra gratitud hacia el Padre Celestial
por las innumerables bendiciones que recibimos.
• Expresar nuestro amor por Él y por los alumnos de
formas adecuadas y especiales.
• Aprovechar el poder que emana de las enseñanzas
y los testimonios de los profetas modernos.
• Incorporar la música sagrada en nuestras clases.
• Dar tiempo a nuestros alumnos para meditar y
escribir sus impresiones.
 Transmisión satelital del SEI • 7 de agosto de 2007 • Chad H. Webb

• Crear en nuestras aulas un ambiente en el que los
alumnos se sientan seguros y necesitados, y en el
que se les anime a compartir sus experiencias,
sentimientos y testimonio de principios eternos.
• Invitar a los alumnos a actuar con fe al aplicar los
principios que están aprendiendo en las Escrituras.
• Orar con fe para que se derrame el Espíritu más
abundantemente.
Ruego que con un espíritu de oración y suma con-
centración, respondamos al mandato que los profe-
tas vivientes nos han dado. Ruego que hagamos lo
que nos permita invitar al Espíritu Santo más fre-
cuentemente y con mayor poder en nuestra vida y
en el aula. Que escojamos la obediencia por nuestra
fe en Jesucristo y que animemos a nuestros alum-
nos a hacer lo mismo es mi oración, en el nombre
de Jesucristo. Amén.

Al hacerlo, testifico que el Señor nos bendecirá a nos-

otros y a nuestros alumnos con la paz, la curación es-
piritual y la guía que tanto necesitamos.

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 PARA ESTA HORA
Randall L. Hall
Administrador asociado
Transmisión satelital del SEI • 7 de agosto de 2007 • Teatro del Centro de Conferencias
La historia de Ester nos re-
cuerda la influencia para
bien que puede tener una
persona que, en un momen-
to o circunstancia decisiva,
es valiente y está dispuesta a
actuar en beneficio de otros,
aun cuando las consecuen-
cias para ella sean inciertas.
A través de los años, la pre-
gunta inspirada que Mardo-
queo le hizo a Ester se repite
a cada uno de nosotros: “¿Y quién sabe si para esta
hora has llegado al reino?” (Ester 4:14).
Supongo que la mayoría de nosotros, si no todos,
hemos aprovechado momentos tranquilos para refle-
xionar sobre la manera en que las oportunidades, de-
cisiones y circunstancias pasadas han influenciado
nuestra vida y nos han preparado para nuevas asigna-
ciones o para nuevos desafíos y responsabilidades en
el trabajo, en llamamientos de la Iglesia, en nuestra
familia o en la comunidad.
Al igual que Ester, cada uno de nosotros llega a su si-
tuación actual en la vida y a sus asignaciones del SEI
con una combinación única de experiencias, perso-
nalidad, dones y talentos. Nos provoca entusiasmo y
humildad cuando, confirmada por el Espíritu, la res-
puesta a la pregunta de Mardoqueo es que en efecto,
a pesar de todas nuestras debilidades y limitaciones,
se nos ha preparado para lograr ciertas cosas y colo-
cado en determinadas circunstancias para bendición
de otros y para el progreso de la obra del Señor.
Y así, con la ayuda del Señor, y con frecuencia con
ayuno y oración como Ester, hemos hecho lo que se
tenía que hacer en cierto momento o temporada y
por lo mismo hemos tenido la oportunidad de ser un
instrumento en las manos del Señor.
Es probable que nuestros momentos decisivos no
se graben tan universalmente como el de Ester; sin
embargo, con frecuencia acarrearán consecuencias
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perdurables tanto para otras personas como para nos-
otros. Son muchos los eventos que podrían llevarnos
a tales momentos: quizás una nueva asignación del
SEI, o la misma pero con distintos alumnos; un nue-
vo llamamiento en el barrio o en la estaca; un comité
de la comunidad; la mudanza a otro vecindario; o un
no tan casual encuentro “por casualidad” con alguien
que necesita que se le fortalezca.
Testifico que el Señor guía Su obra, y una de las ma-
neras en que lo hace es llamar a hombres y mujeres a
asumir ciertas responsabilidades y lograr ciertas cosas
en determinados momentos; esto es decididamente
cierto en el Sistema Educativo de la Iglesia.
En diversos momentos durante los últimos 20 años,
he tenido la preciada oportunidad de trabajar en es-
trecha colaboración con Stan Peterson, Paul Johnson
y Garry Moore. Los he observado desempeñarse en
las tareas cotidianas en la formación eclesiástica.
Durante ocho años, en la década de los ochenta, debi-
do a una asignación en el Departamento de Cursos de
Estudio en la oficina central, conocí a Stan Peterson.
Más tarde, en 1997, acepté la invitación del hermano
Peterson de regresar a la oficina central, y allí, durante
los siguientes cuatro años, tuve la oportunidad de co-
nocerlo mejor y de reunirme con él con frecuencia.
Dado que ambos residimos en Orem, Utah, tuve la
oportunidad ocasionalmente de regresar a casa del
trabajo con él. Disfruté mucho de esas conversacio-
nes sobre una amplia variedad de temas. Pude sentir
su testimonio y su sincera preocupación por las per-
sonas y por el Sistema Educativo de la Iglesia. Él estu-
vo al frente del SEI por más de 20 años. Aquella fue
una época de crecimiento continuo dentro de los Es-
tados Unidos y de una tremenda expansión interna-
cional, una época en la que la visión, los inagotables
esfuerzos, la sabiduría y el detallismo de Stan fueron
esenciales para la función que el Sistema Educativo
debía desempeñar.
Aún puedo recordar la tristeza que sobrevino cuando
nos anunció que se jubilaría.
 Transmisión satelital del SEI • 7 de agosto de 2007 • Randall L. Hall
No obstante, también recuerdo con igual claridad la
confirmación que sentí cuando se anunció que Paul
Johnson sería el nuevo administrador; confirmación
que se ha repetido varias veces.
Yo había tenido la oportunidad de trabajar con Paul
por algunos años cuando él era director de división y
luego mientras ambos éramos administradores de zo-
na. Se conoce mucho a una persona cuando se com-
parten tantas horas en diversas reuniones.
Paul Johnson posee la capacidad de ver el meollo de
la cuestión, de formular las preguntas adecuadas y
de actuar cuando se deben tomar decisiones difíciles.
Está dotado de un vivaz sentido del humor; y es un
hombre de incuestionable lealtad al SEI y al reino de
Dios. Cuenta con la confianza absoluta de las Autori-
dades Generales; posee una fe y un testimonio pro-
fundamente arraigados. Todas esas características se
evidenciaron y resultaron importantes durante su ges-
tión como administrador; en la que se refinó el enfo-
que de nuestra manera de enseñar y administrar, se
unió al SEI más estrechamente con otros departamen-
tos de la Iglesia y se nos preparó para el futuro. Todo
lo anterior lo llevó a cabo con sabiduría, franqueza y
transparencia.
Nuevamente hubo un tremendo pesar cuando se
anunció que el élder Paul Johnson dejaría el SEI de-
bido a una asignación en una presidencia de área.
No obstante, otra vez se llamó a alguien preparado
“para esta hora”. La experiencia singular de Garry
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Moore en la Iglesia y en el SEI le ha proporcionado
una comprensión inigualable del Sistema Educativo,
tanto nacional como internacionalmente. Él tiene el
firme compromiso de asegurarse de que la obra avan-
ce; y cuenta con el amor y el respeto de sus colegas y
compañeros tanto del SEI como de otros departamen-
tos de la Iglesia.
Conocí a Garry hace más de 20 años, mientras él
prestaba servicio como director de área en el Este de
los Estados Unidos y se me envió a impartir capacita-
ción sobre el video La Barra de Hierro. Me impresiona-
ron su gentileza, su obvia dedicación y su amor al
prójimo. Durante los últimos 10 años, mi admiración
por Garry ha aumentado al trabajar codo a codo con
él en esta gran obra.
Estoy seguro de que ustedes han sentido la sinceridad
y humildad con las que él hace frente a la vida y a
sus responsabilidades. Garry está singularmente califi-
cado, en lo personal y en lo profesional, para dirigir
esta obra mundial durante los años venideros.
Y así, con guía profética y con la ayuda del Señor, con-
tinuamos avanzando individualmente y como familia
del SEI hacia un futuro complejo, desafiante y bastante
desconocido pero generoso en posibilidades. Que el
Señor bendiga a cada uno de nosotros para que, con
Su ayuda, estemos preparados “para esta hora”. En el
nombre de Jesucristo. Amén.
 PRINCIPIOS ESENCIALES DE LA EDUCACIÓN RELIGIOSA
Garry K. Moore
Administrador del SEI: Educación religiosa y Educación primaria y secundaria
Transmisión satelital del SEI • 7 de agosto de 2007 • Teatro del Centro de Conferencias
Buenos días, hermanos y her-
manas. LaNell y yo nos senti-
mos muy humildes y muy
emocionados por la oportuni-
dad de continuar sirviendo al
lado de ustedes. Estamos agra-
decidos por sus correos, cartas
y expresiones de amor y apoyo.
Obviamente este “viejo cuer-
vo” no puede conformarse con
estar sentado sobre una rama y
ver cómo pasa la vida. Debe dejar la comodidad de su
rama y volar más rápido y a mayores alturas.
LaNell y yo prometemos a las Autoridades Generales
y a cada uno de ustedes que pondremos nuestro me-
jor esfuerzo. Nosotros, al igual que ustedes, extraña-
mos al élder y a la hermana Johnson. Fueron no sólo
nuestros líderes, sino también queridos amigos. Aho-
ra cumplen con su nueva asignación en Chile, pero
su contribución al SEI y su influencia en cada uno de
nosotros continuará durante muchos años. Oramos
por su continua felicidad y éxito.
Al orar y meditar acerca del futuro del SEI y lo que les
diría, me sentí agradecido por los principios que acu-
dieron a mi mente, con frecuencia en las primeras
horas del día en que el sueño desaparecía. No son
principios nuevos, sino principios básicos que son vi-
tales para que el SEI sepa dirigirse hacia donde el Señor
y las Autoridades esperan que vayamos. Me gustaría
comentar brevemente acerca de ocho principios en los
que he pensado durante esas horas matutinas.
Principio 1. Ésta es la obra del Señor y Su
propósito es “llevar a cabo... la vida eterna”
de cada uno de Sus hijos (Moisés 1:39).
El propósito de la obra del Señor es fortalecer a las
personas y a las familias; por lo tanto, el valor de un
programa u organización de la Iglesia se debe deter-
minar según el grado en que fortalezca a las personas
y a las familias. Es obvio que las necesidades de las
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personas y de las familias varían y cambian; por tan-
to, los programas y las organizaciones deben ser lo
suficientemente flexibles para satisfacer una variedad
de necesidades cambiantes. Recientemente le pregun-
té a un dedicado profesor voluntario: “¿A qué hora
tienen seminario en su barrio?”. Su respuesta fue in-
teresante: “Bueno, debido a las circunstancias de los
alumnos y de las familias de nuestro barrio, tenemos
una clase matutina, otra vespertina y una en la no-
che”. Por supuesto que no estoy recomendando que
todos ofrezcamos tres clases; no obstante, debemos
asegurarnos de fortalecer a las personas y a las fami-
lias, y hacer todo lo posible por satisfacer sus necesi-
dades en lugar de esperar que ellos se adapten a
nuestros programas o preferencias personales.
Principio 2. La dignidad personal y la compa-
ñía del Espíritu son requisitos para los que
efectúan la obra del Señor.
La dignidad personal y la aplicación personal son
los mismos principios que enseñamos a nuestros
alumnos y no son optativos, sino obligatorios. No
importa cuán brillantes, talentosos, conocedores o
simpáticos seamos; si no somos dignos, no tendre-
mos el Espíritu, y sin el Espíritu no podremos ser ni
tendremos éxito como maestros del Evangelio. Po-
dremos impartir información o entretener, pero no
enseñaremos. No podemos enseñar la verdad sin el
Espíritu porque, como se explica en Moroni 10:5,
es solamente “por el poder del Espíritu Santo” que
nosotros y nuestros alumnos “[podremos] conocer
la verdad de todas las cosas”.
En Doctrina y Convenios 42:12 y 14 se indica que los
maestros del Evangelio deben enseñar los principios
del Evangelio que se encuentran en las Escrituras, y
hacerlo con el Espíritu, el cual no puede dar testimo-
nio de ideas o interpretaciones especulativas. Una
buena regla a seguir es “si las Escrituras o los actuales
profetas, videntes y reveladores no enseñan clara-
mente algo, nosotros tampoco debemos enseñarlo”.
 Transmisión satelital del SEI • 7 de agosto de 2007 • Garry K. Moore
En Doctrina y Convenios 42:13 se recalca que los
maestros del Evangelio deben “[observar] los conve-
nios y reglamentos de la iglesia para cumplirlos”. En
el trabajo del SEI, no hay nada que sustituya la digni-
dad personal. Para ayudar a los alumnos a vestirse
con toda la armadura protectora de Dios, tal como se
instruye en Doctrina y Convenios 27:15–18, debemos
enseñar, como lo establece nuestro objetivo, median-
te el precepto además del ejemplo. Todos sabemos de
la creciente ola de maldad y tentación que está aso-
lando a la humanidad, hermanos y hermanas, ésta
no debe infiltrarse en nuestra vida. Por favor cuíden-
se de no darle ninguna oportunidad al adversario de
invadir aspecto alguno de nuestra vida.
Seamos cada vez más dignos en todos los aspectos de
nuestra vida personal y aumentemos así nuestra ha-
bilidad para enseñar la verdad a los alumnos por me-
dio del Espíritu. Les recomiendo el excelente consejo
del hermano Chad Webb acerca de la enseñanza por
medio del Espíritu.
Principio 3. El sacerdocio dirige la obra del
Señor.
En todos los niveles de la Iglesia, desde la Mesa
Directiva de Educación, presidida por la Primera Pre-
sidencia, hasta la rama más pequeña, el SEI debe tra-
bajar bajo la dirección del sacerdocio y establecer una
buena relación de trabajo con cada líder del sacerdo-
cio. Los líderes del sacerdocio difieren en personali-
dad, experiencia y estilos de liderazgo; por tanto,
debemos estar dispuestos a variar y adaptar lo que
hacemos y cómo lo hacemos de acuerdo con cada lí-
der en particular. Sugiero que cada uno releamos con
frecuencia el discurso clásico “Do Well” [Háganlo
bien] del élder John K. Carmack (discurso pronuncia-
do en la convención de directores de área, 12 de abril
de 1985). Lo encontrarán en el sitio web del SEI en
inglés bajo “Talks for Teachers” [Discursos para maes-
tros]. Contiene excelentes consejos para trabajar con
los líderes del sacerdocio.
Una manera eficaz de determinar la mejor forma de
trabajar con cada líder del sacerdocio es hacerle pre-
guntas específicas, por ejemplo:
• “¿Cómo prefiere que me comunique con usted?
¿Por escrito, por teléfono, por vía electrónica o por
otro medio?”
• “¿Con qué frecuencia desea que me comunique
con usted?”
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• “¿Qué cosas específicas puedo hacer para ayudarle
mejor?”
• “¿Qué inquietudes tiene acerca de los programas
del SEI en su barrio o estaca?”
• “Tengo algunas ideas para inscribir más alumnos,
para mejorar la lectura diaria de las Escrituras y el
dominio de las Escrituras por parte de los alumnos,
y mejorar la selección de maestros voluntarios.
¿Podría conversar con usted al respecto y recibir
sus indicaciones?”.
Los líderes del sacerdocio están muy ocupados y tie-
nen una carga mayor que sus fuerzas. La metáfora del
camión de volteo, aunque sea ficticia, puede ayudar-
nos a analizar nuestra relación de trabajo con los lí-
deres del sacerdocio. El camión de volteo sirve para
llevarse las cosas o para echárselas encima. Cuando
un líder del sacerdocio nos ve llegar, ¿qué tipo de ca-
mión de volteo ve, uno que va a “aligerar su carga” al
proveerle ayuda o uno que lo va a sepultar con más
cosas por hacer?
Debemos ser un recurso de alto rendimiento y bajo
mantenimiento para ayudar y aligerar y no para au-
mentar la carga de trabajo de los líderes del sacerdocio.
Principio 4. Cada alumno es importante, y
cuando se le recuerda y se le invita personal-
mente, es probable que participe.
Me impresiona con cuánta frecuencia el Señor usa
las palabras todos y cada uno al referirse a Sus hijos
que tienen la oportunidad de aprender acerca del
Evangelio. Por ejemplo, en Doctrina y Convenios 1:2
el Señor dice: “Porque, en verdad, la voz del Señor se
dirige a todo hombre, y no hay quien escape; ni ha-
brá ojo que no vea, ni oído que no oiga, ni corazón
que no sea penetrado” (cursiva agregada).
¿Cómo se aplica esto a nuestro trabajo con cada posi-
ble alumno de seminario y de instituto? Me parece
que en Moroni 6:4 recibimos una guía valiosa: “[Ellos]
eran contados entre los del pueblo de la iglesia de
Cristo; y se inscribían sus nombres, a fin de que se hiciese
memoria de ellos y fuesen nutridos por la buena palabra
de Dios, para guardarlos en el camino recto, para conser-
varlos continuamente atentos a orar, confiando solamente
en los méritos de Cristo, que era el autor y perfeccio-
nador de su fe” (cursiva agregada).
Primero, todo posible alumno debe ser identificado
por nombre, y luego se le debe recordar. El recordarlo
 Transmisión satelital del SEI • 7 de agosto de 2007 • Garry K. Moore
significa que se le contacte, invite y anime personal-
mente, y repetidamente si es necesario, a participar
en seminario o instituto de religión. Una pregunta
muy común es: “¿Es responsabilidad del SEI o del sa-
cerdocio obtener la información sobre los posibles
alumnos y ponerse en contacto con cada uno?” Ob-
viamente ambos tenemos una responsabilidad, pero
recuerden los camiones de volteo. Debemos aligerar
la carga de los líderes del sacerdocio haciendo todo lo
que ellos deseen que hagamos para identificar e invi-
tar a cada posible alumno.
He pensado mucho acerca de lo que hace el Señor
para que se haga memoria de cada uno de Sus hijos.
Me parece que el contacto personal es una de las cla-
ves. Por ejemplo, se manda a los misioneros por todo
el mundo y pasan todo el día contactando personal-
mente a la gente e invitándoles a escucharlos. Tam-
bién se nos pide a los miembros que compartamos el
Evangelio con todos aquellos con los que tengamos
contacto. Igual que con la obra misional, las claves
para inscribir a los alumnos en seminario e instituto
son: el interés personal, el contacto personal y las in-
vitaciones personales. Puede ser útil enviar por correo
los folletos y los horarios de clases y poner carteles en
los centros de reuniones, pero eso no reemplaza el
contacto personal. Cuando se tiene un contacto per-
sonal con los alumnos no inscritos y se hace memo-
ria de ellos, se verán milagros.
Permítanme compartir la experiencia de la hermana
Elena Rocha, una de nuestras dedicadas maestras vo-
luntarias en Chile, quien relata:
“Sólo teníamos inscritos a 5 de los 28 posibles
alumnos.
“Junto con mis alumnos, fuimos a invitar a los de-
más jóvenes a venir a Cristo. Nos dio gusto visitar a
las familias menos activas y sentir el amor con que
nos recibían. Una de esas familias me dijo: ‘Les he-
mos estado esperando por mucho tiempo’. No se
pueden imaginar cómo me sentí cuando escuché eso.
“Sentí la influencia del Espíritu; nunca olvidaré el
rostro y las palabras de esa hermana que se compro-
metió a asistir a la Iglesia. Y lo mismo sucedió con
los demás.
“Inscribimos a los 28 alumnos de la lista, pero segui-
mos trabajando con los misioneros para bautizar a
jóvenes en edad de seminario porque no deseamos
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perderlos. Tenemos que darles mucho amor e impar-
tirles las enseñanzas de nuestro Salvador Jesucristo.
Cinco familias, junto con esos jóvenes, regresaron
a la Iglesia después de las visitas que les hicimos”.
Qué ejemplo tan inspirador de la forma en que los
que aman y se preocupan pueden recordar y nutrir a
los hijos de nuestro Padre Celestial. Que cada uno de
nosotros considere detenidamente lo que podemos
hacer. A nivel mundial las inscripciones en seminario
han ido disminuyendo, y hay muchos alumnos que
necesitan que les recordemos y les nutramos. Parte
de esa disminución se debe a la demografía —menos
alumnos en algunas áreas. Sin embargo, tristemente,
se inscriben cerca de la mitad de los posibles alumnos
de seminario y sólo alrededor del 65% de los inscritos
tiene la asistencia necesaria para acreditar el año. Al-
rededor de una tercera parte de los posibles alumnos
de instituto están inscritos, y menos del 50% acredi-
tan el año. Éstas son estadísticas y tendencias pertur-
badoras. Es fácil ver por qué el élder W. Rolfe Kerr y
las Autoridades Generales nos han estado pidiendo
que incrementemos el número de participantes y au-
mentemos nuestra influencia.
Yo creo que cada uno puede y debe hacer más para
asegurar que cada posible alumno reciba atención y
contacto personales. No deseamos imponer desde las
Oficinas Generales de Salt Lake City un plan ni una
meta especial ni cierto aumento en el porcentaje de
inscripciones. Deseamos que trabajen con los líderes
del sacerdocio locales y del SEI para determinar sus
propias metas y la mejor manera de invitar e inscribir
a los que no estén participando actualmente. Lo que
decidan debe formar la base del plan anual local o de
área del SEI. Piensen en el bien que los más de 2.000
maestros de educación religiosa y los 40.000 maestros
voluntarios, trabajando bajo la dirección del sacerdo-
cio, pueden lograr al contactar y traer aunque sea a
uno o dos de esos jóvenes que no estén participando
actualmente. Este esfuerzo no tiene que ver con las
estadísticas de inscripción ni los programas del SEI,
sino con los hijos de nuestro Padre Celestial que Él
quiere que recordemos, nutramos y guardemos en el
camino recto.
El presidente Lorenzo Snow enseñó: “Hay una
manera de llegar al corazón de cada ser humano”
(“Instructions to Missionaries” [Instrucciones para
misioneros], Improvement Era, Diciembre 1899, pág.
128). Estoy seguro que a medida que trabajemos bajo
 Transmisión satelital del SEI • 7 de agosto de 2007 • Garry K. Moore
la dirección del sacerdocio y busquemos con oración
la guía del Espíritu, encontraremos la manera de lle-
gar a muchos corazones. Al contactar a alumnos no
inscritos o que hayan asistido de forma irregular,
miles vendrán y serán nutridos por la buena palabra
de Dios.
Principio 5. Los alumnos inscritos que no asis-
ten de manera regular responderán al interés
personal y al seguimiento.
Yo fui bendecido por tener una maestra de seminario
matutino que entendía y usaba ese principio. Duran-
te mis años de secundaria tuve algunos problemas de
salud muy serios, y eso, aunado a los largos viajes re-
queridos por los equipos deportivos a los que perte-
necía, dieron como resultado que no cumpliera con
el porcentaje de asistencia que se requería para acre-
ditar el año de seminario. Sinceramente, para ese en-
tonces a mí no me preocupaba mucho el no aprobar
el curso, pero a mi maravillosa maestra sí. No recuer-
do todos los detalles, pero ella se aseguró de que yo
hiciera el trabajo que tenía que reponer y me hizo se-
guimiento hasta que terminé el curso.
Me gradué de seminario y soy ex misionero en gran
parte debido al amor y el interés personal de esa ma-
ravillosa y dedicada maestra voluntaria. Ahora ella
tiene 90 años, y le llamé la semana pasada para decir-
le que la iba a usar como ejemplo. Ella se rió y me re-
cordó algunas lecciones que le dio a alumnos en el
hospital para que no perdiera sus clases. Yo no fui el
único al que ayudó.
Insto a cada uno de nosotros a estudiar los nombres
de los alumnos por los que sea responsable que no
hayan asistido con regularidad y que no hayan acre-
ditado el año, y a ayudarles a hacerlo. Confío en que
así podamos ayudar a miles, como me ayudó a mí esa
maravillosa maestra voluntaria. Si un alumno se pier-
de, no sólo perdemos a un alumno, sino posiblemen-
te a un misionero, un matrimonio en el templo, una
familia e incluso una posteridad. Es verdad que cada
persona tiene su albedrío y es responsable de su pro-
pia salvación, pero las palabras de Doctrina y Conve-
nios 123:17 parecen aplicarse a nuestro esfuerzo: “Por
tanto, muy queridos hermanos [y hermanas], haga-
mos con buen ánimo cuanta cosa esté a nuestro al-
cance; y entonces podremos permanecer tranquilos,
con la más completa seguridad, para ver la salvación
de Dios y que se revele su brazo”.
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Principio 6. Cuando los principios del Evan-
gelio se enseñan y se reciben por el Espíritu,
se graban profundamente en el corazón, la
mente y la vida del alumno.
Eso es lo que llamamos influencia. Se necesitan más
misioneros, padres y líderes de la Iglesia mejor prepa-
rados para ayudar a edificar el reino. Podemos ayudar
a hacerlo al transmitir los principios del Evangelio al
corazón, la mente y la vida de los jóvenes. Satanás
ciertamente está haciendo todo lo que está en su po-
der para tener un impacto más trágico en la juven-
tud, y por lo tanto, nosotros debemos prepararlos
y protegerlos mejor.
Con eso en mente se elaboró el énfasis de la enseñan-
za. Algunas Autoridades Generales se reunieron con
los administradores del SEI y les preguntaron: “¿Pue-
den seminario e instituto hacer más para ayudar a
preparar jóvenes que entiendan mejor los principios
del Evangelio y que puedan enseñarlos y testificar de
ellos por medio del Espíritu?”. Pensamos que en reali-
dad podíamos mejorar, y con oración consideramos
algunos principios correctos de la enseñanza e hici-
mos una lista de los que pensamos que podrían ser-
virnos, y se los llevamos a las Autoridades Generales
como respuesta a su pregunta. La lista se modificó y
después se llevó ante la Primera Presidencia y la Mesa
Directiva de Educación, que la aprobaron. A esa lista
de principios la llamamos el énfasis de la enseñanza.
Personalmente siento que el énfasis de la enseñanza
fue el resultado de la inspiración como respuesta a
peticiones proféticas.
Para mí el énfasis de la enseñanza implica modificar
las funciones. El maestro se convierte en un entrena-
dor en lugar del personaje principal y el alumno se
convierte en un aprendiz de participación activa en
lugar de un observador pasivo. El énfasis de la ense-
ñanza no es un programa, sino la aplicación de los
principios correctos de la enseñanza de manera tal
que se incremente el impacto de los principios del
Evangelio y se ayude a cada alumno de seminario e
instituto a ser espiritualmente más autosuficientes.
Se enseña a cada alumno a usar las Escrituras para
encontrar, entender, explicar y experimentar la apli-
cación de los principios del Evangelio en su vida. Es
enseñar a los alumnos a pescar en lugar de que un
pescador superdotado les dé pescado.
Predicad Mi Evangelio (2004; artículo 36617), con sus
importantes cambios en el papel del misionero, se
 Transmisión satelital del SEI • 7 de agosto de 2007 • Garry K. Moore
basa en los mismos principios que el énfasis de la en-
señanza. En lugar de aprender por repetición — por
memorización y recitación de lecciones que han sido
maravillosamente preparadas— al misionero se le en-
seña a escudriñar, identificar, comprender y explicar
principios correctos y testificar de ellos. Al hablar a
los nuevos presidentes de CCM, el élder Richard G.
Scott, quien servía a la vez en el Comité Ejecutivo
Misional y en la Mesa Directiva de Educación y como
presidente del Comité Ejecutivo de la Mesa Directiva,
dio la siguiente instrucción poderosa concerniente al
uso de Predicad Mi Evangelio:
“¿Qué pasa si usted tuvo maravillosas experiencias
misionales que fueron diferentes de lo que se enseña
en Predicad Mi Evangelio?... Póngalas a un lado.
“Utilice los principios fundamentales de Predicad Mi
Evangelio y enseñe por el Espíritu... existe flexibilidad,
pero no en cuanto a lo que tratamos de lograr ni có-
mo tratamos de hacerlo...
“Se tiene que adaptar, pero no en la esencia funda-
mental de lo que tratamos de hacer...
“...no me gusta admitirlo, pero cuando he desechado
algunas de las profundas convicciones personales que
se basan en mis experiencias y he seguido estos prin-
cipios más fielmente, he obtenido mejores resultados.
Las cosas cambian; el mundo ha cambiado, y el he-
cho de que demos un nuevo énfasis y dirección de
ninguna manera critica lo que se ha hecho en el pa-
sado. Esto es para nuestro tiempo y nuestras necesi-
dades actuales” (véase Church News, 14 de enero de
2006, pág. 5).
Llamé al élder Scott, fui a su oficina y le pregunté:
“Élder Scott, su consejo sobre el uso de Predicad Mi
Evangelio, ¿se aplica a nuestro uso del énfasis de la
enseñanza?”. Su respuesta fue “¡Absolutamente!
Ambos se basan en los mismos principios”.
El élder Kerr nos pregunta a menudo: “¿Cómo sabrán
si tiene éxito?”. Richard Hawks ha compartido con
ustedes algunos resultados de un estudio preliminar
sobre el impacto del énfasis de la enseñanza en semi-
nario. Aún queda mucho por mejorar, pero cuando
se usa adecuadamente, tiene un impacto significati-
vo. Gracias por su esfuerzo. Sabemos que progresare-
mos más a medida que compartamos ideas al trabajar
juntos. Como lo mencionó Richard, en un par de
meses haremos un estudio del uso del énfasis de la
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enseñanza en instituto y esperamos obtener resulta-
dos alentadores.
Principio 7. Cuando los esfuerzos del SEI se
correlacionan y se unifican con los de otros
programas y líderes de la Iglesia, se fortalece
a los alumnos y a sus familias.
Recientemente el élder Robert D. Hales enseñó un
principio poderoso que creo que se aplica a ustedes y
a mí y al trabajo del SEI. Explicó que uno de los peli-
gros de un piloto de caza militar es lo que él llama
“la fijación en el blanco”. Al piloto se le da un blan-
co, pero se le instruye que se cuide de no fijar en él la
atención tanto que desatienda todo a su alrededor. Su
intensa fijación en su objetivo puede llevarlo a estre-
llar el avión y perder la vida.
El SEI tiene un objetivo y debemos lograrlo. Sin em-
bargo, no debemos hacer caso omiso de lo que otros
en la Iglesia están haciendo y caer presa de nuestra
propia versión de la “fijación en el blanco”. Los pa-
dres, el Sacerdocio Aarónico, las Mujeres Jóvenes, los
quórumes de élderes, la Sociedad de Socorro y los lí-
deres del sacerdocio también están trabajando para
fortalecer a nuestros alumnos. En nuestros salones de
clase se deben conocer los valores de las Mujeres Jóve-
nes, Mi Deber a Dios, el lema de la Sociedad de Soco-
rro, etc., y hacer referencia a ellos. También debemos
asegurar que los padres y los líderes de las organiza-
ciones auxiliares y del sacerdocio conozcan los progra-
mas de lectura del SEI, los pasajes de dominio de las
Escrituras, el énfasis de la enseñanza, etc., para que
puedan apoyar lo que hacemos. Todos tratamos de
fortalecer y preparar a la misma juventud. Satanás ob-
tiene puntos a su favor cuando no trabajamos de ma-
nera correlacionada y unificada. No podemos dejar
que eso pase.
Principio 8. A medida que la obra del Señor
siga adelante y llene la tierra, los propósitos y
principios no cambiarán; pero las organiza-
ciones, los programas, las normas, los proce-
dimientos y las personas deben cambiar.
Creo que las Autoridades Generales con frecuencia
ven hacia dónde debemos dirigirnos, pero no siem-
pre se les explica exactamente cómo llegar allí. Nues-
tra tarea es entender hacia dónde desean que nos
dirijamos y luego trabajar bajo su dirección para en-
contrar maneras de lograrlo. Actualmente servimos
 Transmisión satelital del SEI • 7 de agosto de 2007 • Garry K. Moore
aproximadamente a 750.000 alumnos de seminario e
instituto en más de 140 países en 42 idiomas.
Yo me pregunto: “¿Qué tenemos que hacer para tener
uno o incluso dos millones de alumnos inscritos en
seminario e instituto y que su participación los im-
pacte profundamente?”. Estoy seguro que el Señor y
las Autoridades Generales desean que esto ocurra. Las
respuestas llegarán conforme busquemos la ayuda del
Señor, obedezcamos las súplicas proféticas y hagamos
los cambios necesarios. Podrá suceder y sucederá por-
que “la piedra cortada del monte, no con mano” que
Daniel vio rodará y cubrirá toda la tierra (véase Da-
niel 2:45). Para lograrlo, indudablemente se requeri-
rán cambios en las personas, la organización, los
procedimientos y las normas.
Recuerdo una experiencia de mi abuela Moore. Ella y
mi abuelo tuvieron una tienda de pueblo durante 60
años. Mi abuela era una excelente cocinera y tuvo al
alcance de su mano todos los maravillosos productos
que se vendían en la tienda. Usaba una vieja estufa de
leña y carbón para preparar sus deliciosas comidas. La
vieja estufa le servía pero también requería mucho tra-
bajo. Alguien tenía que cortar la leña, traer el carbón,
encender el fuego y dejar que la leña o el carbón se
quemara lo suficiente para alcanzar la temperatura
necesaria para lo que la abuela fuera a cocinar.
Recuerdo cómo le corría el sudor por la cara mientras
cocinaba en esa vieja estufa en el verano. Mi abuelo
pensó ayudarle y le compró el más reciente invento:
una estufa eléctrica. Sin embargo, mi abuela aparen-
temente se sentía demasiado a gusto con su vieja es-
tufa y la manera en que siempre había hecho las
cosas. Me dijeron que la estufa nueva permaneció
en su caja y, hasta el día de su muerte, ella siguió
usando la estufa vieja.
Me he preguntado y debo seguirme preguntando: “¿A
qué viejas estufas me estoy aferrando en mi vida y en
mi trabajo en el SEI?”. Invito a cada uno de los pre-
sentes a que nos hagamos la misma pregunta, y des-
pués que estemos dispuestos a sacar la estufa nueva
de su caja y aprender a usarla bien. Estoy seguro que
el progreso de la obra dependerá en gran manera de
nuestra voluntad de aplicar los cambios divinamente
inspirados.
Sé que ésta es la obra del Señor; sé que Jesús es el
Cristo. Sé con más intensidad de lo que sabía antes
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que somos dirigidos por profetas, videntes y revela-
dores. El Señor nos guiará a cada uno al ser obediente
a lo que las Autoridades Generales nos están pidien-
do que hagamos y al aplicar con oración los princi-
pios correctos, incluso los que he mencionado:
• Ésta es la obra del Señor y Su propósito es “llevar
a cabo... la vida eterna” de cada uno de Sus hijos
(Moisés 1:39).
• La dignidad personal y la compañía del Espíritu son
requisitos para los que efectúan la obra del Señor.
• El sacerdocio dirige la obra del Señor.
• Se debe amar a cada posible alumno e invitarlo a
participar.
• Los alumnos inscritos que no asisten de manera
regular responderán al interés personal y al segui-
miento.
• Cuando los principios del Evangelio se enseñan y
se reciben por el Espíritu, se graban profundamen-
te en el corazón, la mente y la vida del alumno.
• Cuando los esfuerzos del SEI se correlacionan y se
unifican con los de otros programas y líderes de la
Iglesia, se fortalece a los alumnos y a sus familias.
• A medida que la obra del Señor siga adelante y lle-
ne la tierra, los propósitos y principios no cambia-
rán; pero las organizaciones, los programas, las
normas, los procedimientos y las personas deben
cambiar.
El Espíritu del Señor nos ayudará a saber cómo llegar
a donde el Señor y las Autoridades Generales quieren
que vayamos.
Hermanos y hermanas, ustedes son tan competentes,
fieles y dedicados. Les amamos y oramos por ustedes
todos los días. Ayudemos a preparar y guiar a cada
posible alumno, como nunca antes, para que alcance
la madurez y autosuficiencia espiritual y finalmente
la vida eterna. Con el mismo entusiasmo que siempre
siento al leer Doctrina y Convenios 128:22, les digo:
“Hermanos [y hermanas], ¿no hemos de seguir ade-
lante en una causa tan grande? Avanzad, en vez de
retroceder. ¡Valor, hermanos; e id adelante, adelante
a la victoria!”.
En el nombre de Jesucristo. Amén.
 EL CORAZÓN Y UNA MENTE BIEN DISPUESTA
Élder W. Rolfe Kerr
Comisionado del Sistema Educativo de la Iglesia
Transmisión satelital del SEI • 7 de agosto de 2007 • Teatro del Centro de Conferencias
Les doy la bienvenida a esta
transmisión especial del SEI de
2007 con un gran sentimiento
de amor y aprecio. Es reconfor-
tante contar con la presencia
de las esposas que también
asisten el día de hoy, me siento
apoyado en particular por la
presencia de mi esposa, Janiel,
no sólo me fortalece por medio
de su amor y su amistad, sino
por su sabiduría y buen juicio, me complace que ella
y todas las esposas estén con nosotros.
Una cordial bienvenida a ustedes que son nuevos en
esta gran obra, y a los que prosiguen en esta maravi-
llosa obra de amor les expreso mi admiración y les
elogio por su dedicación a esta causa celestial.
Extiendo una bienvenida especial y personal al
hermano Garry Moore, que sucede al élder Paul V.
Johnson en calidad de administrador de la educación
religiosa de la Iglesia. Es probable que el hermano
Moore tuviera la idea pasajera de jubilarse, hasta que
el presidente Hinckley y la Mesa Directiva de Educa-
ción de la Iglesia le pidieron que fuera el administra-
dor de este programa mundial. Echaré de menos al
élder Johnson más de lo que soy capaz de expresar,
pero tengo una total confianza en el hermano Moore
y en quienes sirven con él aquí en las Oficinas Gene-
rales de la Iglesia. El élder Johnson contó con la con-
fianza de las Autoridades Generales y les representó
excepcionalmente bien a ustedes y a sus alumnos. Él
y el hermano Roger Christensen, que nos acompaña
hoy, han sido para mí unos compañeros serviciales y
dignos de confianza que me han ayudado y asesorado
con pericia al tratar de cumplir con mis responsabili-
dades de comisionado.
A todos ustedes les agradezco la aportación que rea-
lizan a la edificación del reino de Dios y al estableci-
miento de la Iglesia en todo el mundo. Estoy seguro
que dichos esfuerzos también los realizan en sus
propios hogares, barrios y ramas en todo el mundo.
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Además, tienen ustedes la ocasión única y magnífica
de contribuir a la edificación del reino y al estable-
cimiento de la Iglesia en la mente y el corazón de
los jovencitos y de los jóvenes adultos de la Iglesia.
Preparar los corazones y las mentes
En el capítulo 16 de Alma leemos: “Y así salieron Al-
ma, Amulek y también muchos otros que habían sido
elegidos para la obra, a predicar la palabra en todo el
país. Y se generalizó el establecimiento de la iglesia por
toda la comarca, en toda la región circunvecina...
“y el Señor derramó su Espíritu sobre toda la faz de
la tierra a fin de preparar la mente de los hijos de
los hombres, o sea, preparar sus corazones para reci-
bir la palabra que se enseñaría entre ellos...” (Alma
16:15–16). Yo creo que el Señor está preparando las
mentes y los corazones de nuestros jóvenes para que
reciban la palabra que a ustedes se les comisionó en-
señar entre ellos.
El Señor le dijo a Oliver Cowdery: “Te digo: Así como
vive el Señor, que es tu Dios y tu Redentor, que cier-
tamente recibirás conocimiento de cuantas cosas pi-
dieres con fe, con un corazón sincero...
“Sí, he aquí, hablaré a tu mente y a tu corazón por
medio del Espíritu Santo que vendrá sobre ti y mora-
rá en tu corazón” (D. y C. 8:1–2).
Oliver precisaba más instrucción y el Señor agregó:
“He aquí, no has entendido; has supuesto que yo te
lo concedería cuando no pensaste sino en pedirme.
“Pero he aquí, te digo que debes estudiarlo en tu
mente; entonces has de preguntarme si está bien; y
si así fuere, haré que tu pecho arda dentro de ti; por
tanto, sentirás que está bien.
“Mas si no estuviere bien, no sentirás tal cosa, sino
que te sobrevendrá un estupor de pensamiento que
te hará olvidar lo que está mal” (D. y C. 9:7–9).
El Señor hablará a nuestra mente y a nuestro cora-
zón, pero no basta con preguntar. ¿Acaso “estupor
 Transmisión satelital del SEI • 7 de agosto de 2007 • Élder W. Rolfe Kerr
de pensamiento” no es una alusión a la mente? ¿Y
“que tu pecho arda” no lo es del corazón? La mente
y el corazón son elementos cruciales del proceso de
aprendizaje: cruciales para el alumno e imperativos
para el maestro.
La importancia de un corazón sincero y una
mente bien dispuesta
En una época muy difícil y problemática de la histo-
ria de la Iglesia, el Señor dejó bien claro que la mente
y el corazón son el centro de la convicción y la dedi-
cación. En la sección 64 de Doctrina y Convenios lee-
mos: “...yo, el Señor, no tendré por culpable a nadie
que suba con un corazón sincero a la tierra de Sión;
porque yo, el Señor, requiero el corazón de los hijos
de los hombres...
“He aquí, el Señor requiere el corazón y una mente
bien dispuesta; y los de buena voluntad y los obe-
dientes comerán de la abundancia de la tierra de Sión
en estos postreros días” (D. y C. 64:22, 34).
Es mi ferviente oración que cada uno de los presentes
vaya a su respectiva tierra de Sión, en sentido figurado,
con un corazón bien dispuesto. Espero no tomarme
excesivas libertades con este recordatorio inspirado al
sugerir una aplicación directa de estos profundos pen-
samientos a los que estamos inmersos en esta grandio-
sa obra. Ustedes han aceptado que su “tierra de Sión”,
su desafío, su prueba y su fuego refinador sean la men-
te y el corazón de los jovencitos y de los jóvenes adul-
tos de la Iglesia. Ustedes son agentes del Señor, están
en Su obra, atendiendo Sus asuntos. ¡Ruego que jamás
olvidemos que, ciertamente, el Señor requiere que ten-
gamos la mente y el corazón bien dispuestos!
Recuerden las palabras con las que el rey Benjamín
comenzó el último discurso que dirigió a su pueblo:
“...no os he mandado subir hasta aquí para tratar li-
vianamente las palabras que os hable, sino para que
me escuchéis, y abráis vuestros oídos para que podáis
oír, y vuestros corazones para que podáis entender, y
vuestras mentes para que los misterios de Dios sean
desplegados a vuestra vista” (Mosíah 2:9). ¿Ven la
importancia que tienen el corazón y la mente?
La repetición genera convicción
El pasado mes de enero caí en la cuenta de que habían
transcurrido 51 años desde el comienzo de mi servicio
en la Misión Británica. Casualmente, al mirar mi reloj,
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hace 20 minutos mi nieto mayor abordó el avión que
lo llevará a la Misión Inglaterra Sur donde comenzará
a prestar servicio. Yo amaba la misión, y aún la amo
con todo el corazón. Conservo recuerdos muy vívidos
de aquellas sagradas experiencias de enseñanza y
aprendizaje, de mis compañeros, de las personas que
atesoraron el Evangelio e incluso de las muchas que
no lo hicieron.
Recuerdo muy bien mi experiencia en la Casa de Mi-
sión aquí en Salt Lake City, que era nuestra versión
de los actuales centros de capacitación misional. En
la relativamente breve introducción a la obra misio-
nal y a las lecciones que empleábamos por aquel en-
tonces se nos enseñó un principio esencial para la
conversión, esencial para aprender con la mente y
con el corazón. No era una novedad entonces y tam-
poco lo será para ustedes. Expresado con sencillez,
dice así: “¡La repetición genera convicción!”. Apren-
dimos que era preciso enseñar, repasar, volver a en-
señar y volver a repasar los principios del Evangelio
una y otra vez. Rara vez se recibe un testimonio en
el corazón con una sola explicación de un principio.
Les ruego que tengan un corazón y una mente bien
dispuestos mientras aplico este principio a unas cuan-
tas ideas que ya he compartido con ustedes. No lo ha-
go porque piense que no escucharon con la mente y
con el corazón en el pasado, sino con el conocimien-
to de que, ciertamente, la repetición genera convic-
ción. No podemos esperar que nuestros alumnos
aprendan todo lo que esperamos de ellos por el hecho
de oír un concepto o principio una sola vez. Múltiples
presentaciones y el uso de diversos métodos que ape-
len a varios sentidos incrementan la posibilidad de
que realmente aprendan e interioricen los conceptos.
Los que enseñamos también debemos aprender. El
presidente Boyd K. Packer dijo: “...para ser un buen
maestro también se debe estar dispuesto a aprender”
(artículo junto con L. Tom Perry, “Principios de la en-
señanza y del aprendizaje”, Liahona, junio de 2007,
pág. 50). La repetición resulta útil en este proceso.
Aumentar nuestra influencia
En el pasado hemos hablado de la claridad del enfoque
y de un esfuerzo uniforme. Recordarán que sugerí que
“nuestro enfoque debía ser claro como el cristal, estan-
do siempre en los corazones y en las almas de nuestros
estudiantes” más que a los temas que impartimos.
He sugerido que debemos actuar como catalizadores
 Transmisión satelital del SEI • 7 de agosto de 2007 • Élder W. Rolfe Kerr

constantes de un cambio positivo en la vida de nues-
tros alumnos (véase “Claridad en el enfoque y unifor-
midad en la labor” [palabras ofrecidas en Una tarde
con el Élder David A. Bednar, 3 de febrero de 2006],
pág. 1). También recordarán lo mucho que se ha dicho,
y repetido, acerca de la importancia de incrementar el
número de participantes y aumentar nuestra influencia
(véase también “En la obra del Señor” [Transmisión sa-
telital de capacitación del SEI, agosto de 2005], págs.
7–8). Incrementamos el número de participantes cuan-
do hacemos todo lo posible y apropiado por exponer
a cada joven de la Iglesia en edad de seminario y de
instituto a estos maravillosos programas que edifican
la fe. Una vez expuestos, debemos hacer todo lo que
podamos por aumentar la influencia que tenemos en
sus vidas.
Como lo señaló el hermano Moore, los informes de
matriculación no nos dan pie para creer que haya ha-
bido un gran progreso en el incremento del número
de participantes. No parece que estemos aumentando
ni el número ni el porcentaje de jóvenes que partici-
pen de la belleza del Evangelio mediante la matricu-
lación en seminario e instituto. Con ello no pretendo
criticar a nadie pues sé que son muchos los factores
en juego y que se ha dedicado mucha oración y un
considerable esfuerzo al incremento del número de
matrículas. Si bien es más difícil medir la influencia
que el número de participantes, pienso que estamos
avanzando y que nuestra influencia es cada vez ma-
yor y más positiva en las vidas de los que son parte
de nuestra mayordomía.
participación y la coordinación de los líderes del sa-
cerdocio. Si hubiera preguntas relacionadas con la
matriculación en instituto de jóvenes adultos solteros
que no sean estudiantes, trabajen estrechamente con
los líderes del sacerdocio. Estos jóvenes son siempre
bienvenidos y se les motiva a inscribirse, pero, como
dijimos antes, la matriculación debe ser por propia
iniciativa de ellos o por el aliento de sus líderes del sa-
cerdocio, no debería ser resultado de nuestro intenso
esfuerzo por inscribir alumnos. La campaña de matri-
culación del SEI se debe coordinar con los líderes loca-
les del sacerdocio. No obstante, no malinterpreten
esta instrucción, no la tomen como una insinuación
de que debemos preocuparnos menos o, en cierta for-
ma, que debemos dedicarnos menos en hacer todo lo
que esté a nuestro alcance para traer al programa de
instituto a los que no son estudiantes.
Los maestros de seminario pueden motivar adecuada-
mente a sus alumnos a proseguir con su participación
alentándoles a pensar más allá de sus años de secun-
daria y asistir a instituto.
Ahora pasemos a otro tema. A manera de recordatorio,
nuestra conversación sobre los niveles de aprendizaje,
que indican que la adquisición de conocimiento no es
sino el comienzo del aprendizaje y que ésta debe ir se-
guida de la comprensión, la creencia, la aplicación y el
cambio. No nos conformemos con que los alumnos
adquieran conocimiento del Evangelio y preguntémo-
nos: “¿Qué impacto tiene en sus vidas?”.

Me maravilla saber que están enseñando a más de

700.000 jóvenes en los programas de seminario e
Cambio
instituto de religión, pero me preocupan mucho los
miles a los que no estamos llegando. Recordemos la
importancia de los líderes del sacerdocio, los padres
y los amigos para alentar con persuasión a los jóve-
Aplicación
nes y a los jóvenes adultos a matricularse y partici-
par plenamente. Creencia
Los líderes del sacerdocio ejercen una influencia espe-
Entendimiento
cialmente positiva y poderosa cuando alientan a los
jóvenes a beneficiarse de las maravillosas bendiciones
Conocimiento
de participar en seminario e instituto. Si los líderes del
sacerdocio toman la iniciativa de alentar la matricula-
ción en seminario y en instituto, muchos más jóvenes
y jóvenes adultos recibirán una influencia positiva en Si sus corazones y sus mentes logran soportar algo
sus vidas. Se espera que los líderes y los maestros de más de repetición, hablemos más de nuestro énfasis
seminario y de instituto sean adecuadamente enérgi- de la enseñanza y de las claves de la enseñanza eficaz
cos y activos en este proceso, pero resulta crucial la en la Iglesia que fueron presentados por el élder

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 Transmisión satelital del SEI • 7 de agosto de 2007 • Élder W. Rolfe Kerr
Jeffrey R. Holland en la capacitación mundial para
líderes a la que asistimos en febrero. Si bien he modi-
ficado en algo el formato, fíjense en los elementos
comunes. Hay seis principios fundamentales en el
énfasis de la enseñanza:
El Espíritu: Debemos aprender y enseñar por el Espí-
ritu. Debemos instar a los alumnos a aprender y ense-
ñar por el Espíritu.
Las Escrituras: Debemos recalcar con mayor fuerza la
importancia de leer el texto de las Escrituras para ca-
da curso de estudio de las Escrituras. Debemos ayudar
a los alumnos a desarrollar el hábito de estudiar las
Escrituras diariamente.
Los profetas: Debemos ayudar a los alumnos a com-
prender las Escrituras y las palabras de los profetas,
identificar y comprender las doctrinas y los princi-
pios que contienen y aplicarlos en su vida de manera
que los lleven a la conversión personal.
La responsabilidad del alumno: Debemos ayudar
a los alumnos a aprender a explicar, a compartir y a
testificar de las doctrinas y los principios del Evange-
lio restaurado. Debemos darles oportunidades de ha-
cerlo entre sí en la clase. Debemos instarlos a hacerlo
fuera de clase con su familia y con otras personas.
El dominio de las Escrituras: Debemos recalcar el
dominio de los pasajes clave de las Escrituras y ayu-
dar a los alumnos a comprender y explicar las doctri-
nas y los principios contenidos en esos pasajes.
La comprensión doctrinal: El SEI desarrollará expec-
tativas de aprendizaje de principios y doctrina para
cada curso de estudio.
Hermanos y hermanas, tengo la certeza de que el én-
fasis de la enseñanza es un documento inspirado que
contiene principios básicos que resultan esenciales
para llegar tanto al corazón como a la mente. ¡Y va-
mos a seguir utilizándolo!
Las claves para la enseñanza eficaz
La transmisión mundial de capacitación de líderes nos
permitió presenciar de primera mano el modelo de en-
señanza de un gran maestro como es el élder Holland.
Entre muchas otras cosas, nos enseñó que las cinco
claves para enseñar con eficacia en la Iglesia son:
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Estudiar y orar: “Pedir, buscar y llamar espiritual-
mente”.
Las Escrituras: “Enseñar en base a las Escrituras”.
El Espíritu: “Enseñar por medio del Espíritu”.
La responsabilidad del alumno: “Ayudar al alumno
a asumir la responsabilidad de aprender”.
El testimonio: Por encima de todo, “testificar” de las
verdades que se estén impartiendo.
(Véase “La enseñanza y el aprendizaje en la Iglesia”,
Liahona, junio de 2007, págs. 61–65, 69–73.)
Nadie pondría en duda la importancia que tiene cada
una de estas claves para una enseñanza eficaz, pero el
principio más importante tal vez sea que el alumno
debe asumir la responsabilidad de su propio aprendiza-
je. Esto se fomenta al inspirar y motivar a los alumnos
a estudiar las Escrituras, a orar y a recibir el testimonio
del Espíritu. También nosotros podemos colaborar a
este respecto al ayudarles a aprender cómo explicar,
compartir y testificar, y al invitarles a expresar sus co-
nocimientos y sentimientos sobre los principios que se
les han enseñado. Cuanto más participe el alumno en
el proceso de aprendizaje, mayores probabilidades ha-
brán de penetrar su mente y su corazón.
Los principios básicos para obtener el éxito
Permítanme concluir con cuatro principios básicos
sin los cuales estamos abocados al fracaso:
Amen el Evangelio. No permitan que sus alumnos
abriguen duda alguna al respecto.
Amen a sus alumnos. Manifiesten un amor cristiano
y obvio.
Enseñen con poder y autoridad. Conecten con sus
alumnos pero siempre preservando su propia digni-
dad. Para ello no es necesario usar jerga ni bromas
juveniles.
La prioridad es el éxito en el hogar. No permitan
que nada tenga prioridad sobre su matrimonio ni su
familia, pues si las cosas no van bien en casa, tampo-
co lo harán en el aula.
¿Qué espero que retengan de estos escasos minutos de
repetición? Espero que recuerden que la mente y el
corazón son esenciales en el proceso de aprendizaje;
que el Señor requiere sus corazones y sus mentes bien
 Transmisión satelital del SEI • 7 de agosto de 2007 • Élder W. Rolfe Kerr

dispuestas. Espero que siempre se concentren en el
corazón y en el alma de sus alumnos, y que sean
constantes en sus esfuerzos por inspirar un cambio
positivo en la vida de sus alumnos. Espero que vean el
aprendizaje como algo más que una mera adquisición
de conocimiento, que además se necesita comprender,
creer, aplicar y cambiar. Confío en que perseveren en
sus esfuerzos por incrementar el número de jóvenes
que se matriculen y participen y por aumentar nues-
tra influencia al trabajar concienzudamente por domi-
nar principios eficaces de enseñanza y convertirse en
maestros expertos. Espero que desarrollen las destrezas
necesarias para motivar e inspirar a sus alumnos a
asumir la responsabilidad de su propio aprendizaje,
que el empeño que coloquen en esto tenga un efecto
positivo en la vida de ellos. Y por último, espero que
amen el Evangelio, que amen a sus alumnos, que en-
señen con poder y autoridad, y que primero tengan
éxito en su hogar.
Ruego que así sea, y comparto con ustedes mi testi-
monio de la divinidad del Salvador y de la veracidad
del Evangelio restaurado. Les amo, confío en ustedes
y oro por ustedes. En el nombre de Jesucristo. Amén.

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