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Sobre los requisitos que deben concurrir simultáneamente para que tenga lugar la
aplicación de la teoría de la imprevisión en derecho administrativo, siguiendo la
doctrina señalada por Escola, puede determinarse lo siguiente: 1. Debe estarse
en presencia de un contrato estatal. 2. El hecho debe ser razonablemente
imprevisible, es decir, que en estricto sentido la imprevisibilidad sea aplicable a las
consecuencias del hecho, más que al hecho mismo. 3. El hecho invocado como
imprevisible debe afectar de manera sustancial el equilibrio económico del
contrato, pues no puede tratarse de una “imprevisión previsible” y acordada en el
contrato o en el sistema de precios del mismo. 4. Debe existir una íntima
correlación entre el hecho y el trastorno ocurrido. 5. El hecho debe ser
independiente de la voluntad de las partes. 6. Es indispensable que no obstante el
trastorno ocurrido, no se suspenda la ejecución del contrato. 7. La imprevisión no
cubre ganancias, sólo es una ayuda en las pérdidas (daño emergente).
En principio habría que concluir, que por la naturaleza misma del contrato estatal,
no podrían trasladarse al contratista, por ejemplo, los riesgos derivados del
ejercicio de las potestades excepcionales del Estado, los originados por
modificaciones o variaciones en la obra contratada por causas no imputables al
contratista (hecho de la administración), los constitutivos de fuerza mayor (que
implican ruptura del vínculo contractual), los que integran las teorías de la
imprevisión y del hecho del príncipe y los derivados de la mala conducta
contractual o incumplimiento del Estado (deficiente preparación de pliegos,
desconocimiento de los derechos contractuales del contratista, imposición de
variaciones a la obra no compensada, etc.). (…) Sin embargo no hay que olvidar
que en materia de riesgos, en principio sólo es posible trasladar al contratista
aquellos que pueden ser razonablemente previsibles, no sólo en su ocurrencia
sino en sus efectos y por tanto aparecen validamente cuantificados, determinados
y precisados al momento de la celebración del contrato; mientras que no admiten
ser trasladados aquellos que por no ser razonablemente previsibles, en general
no pueden ser cuantificados, determinados y precisados en el momento de la
celebración del contrato, pues como ya se explicó, la expresión legal “por cuenta y
riesgo del concesionario” incluida en la definición de la concesión, debe
entenderse sometida al marco regulatorio constitucional y legal, como el
establecido en el numeral 5o. del artículo 24 del Estatuto Contractual. Dentro de
los riesgos no previsibles razonablemente y por tanto no trasladables al
concesionario se encuentran “aquellos que son ajenos a la voluntad de las partes
y están asociados a eventos imprevisibles e irresistibles que impiden a alguna de
ellas el cumplimiento de una obligación determinada”, que integran la noción de
fuerza mayor o que hacen parte de la teoría de la imprevisión o del hecho del
príncipe, según identificación que de los mismos hace el Documento CONPES
2775 de abril de 1995, que coincide con las definiciones del Código Civil. También
se toma como criterio para determinar el traslado de riesgos al contratista, sus
posibilidades de aseguramiento. De acuerdo con lo dispuesto por los artículos 4o.
numeral 1o y 25 numeral 19 de la ley 80 de 1993 y lo desarrollado inicialmente
por el parágrafo del artículo 18 del decreto 679 de 1994, al contrato de concesión
se le aplican las normas que sobre garantías contractuales trae el estatuto de
contratación estatal. (…) En este orden de ideas, la Sala considera que los actos
terroristas, en tanto son actos irresistibles y razonablemente imprevisibles,
especialmente en cuanto a sus efectos, se encuadran dentro del concepto de
fuerza mayor contenido en el Código Civil y por lo tanto hacen parte del tipo de
riesgos no trasladables al contratista, sea que se tengan propiamente como
eventos de fuerza mayor en caso de que hagan imposible la ejecución
contractual; o que se incluyan en la teoría de la imprevisión o con la óptica del
hecho del príncipe, en cuanto la hacen más gravosa.
NOTA DE RELATORIA: Levantada la reserva legal con auto de 13 de diciembre
de 2010.
CONSEJO DE ESTADO
Así las cosas, para resolver el tema planteado, de acuerdo con los parámetros
señalados en la consulta, la Sala estima necesario, en primer término, retomar las
distintas posiciones jurisprudenciales y doctrinarias en relación con la fuerza
mayor y el caso fortuito y la identificación de los actos y acciones terroristas como
eventos constitutivos de uno u otro fenómeno, para posteriormente realizar su
examen en el campo de la contratación estatal y específicamente en el contrato
de concesión de obra pública, a partir del estudio de los riesgos contractuales,
con el fin de determinar la manera como éstos deben ser asumidos por cada una
de las partes en el contrato de concesión de obra, de acuerdo con su naturaleza
y su incidencia en la ejecución del contrato.
Por su parte, la posición dualista del Consejo de Estado respecto al caso fortuito y
la fuerza mayor, expresada en muchas de sus providencias, se recoge y resume
por la Sección Tercera de la Corporación en sentencia del 2 de mayo de 2.002,
expediente 13477, consejera ponente
María Elena Giraldo G.
1
VALENCIA ZEA. Arturo. Derecho Civil. De las Obligaciones. Tomo III. 8ª Ed. Temis. Bogotá. 1990. Pág. 252.
2
PEIRANO FACIO. Jorge. Responsabilidad Extracontractual. 3ª Vd. Temis. Bogotá. 1981. Págs. 455 a 461.
3
La notion de la force majeure. Théorie de la responsabilité dans le contrat de transport. Citado por Peirano Facio ib.(8).
.Criterio de imposibilidad (Colin y Capitant): Basándose en la noción de
culpa, la fuerza mayor presupone la imposibilidad absoluta de ejecución
mientras que en el caso fortuito esa imposibilidad es relativa (4)
4
Curso Elemental de derecho Civil. Madrid. Citado por Peirano Facio. Ib (8).
circunstancias del respectivo hecho para determinar si encaja dentro de
las que figuran la fuerza mayor o el caso fortuito”.
5
MAZEAUD. Henry y Leon. TUNC. André. Tratado Teórico y Práctico de la Responsabilidad Civil Delictual y Contractual.
Tomo 2-II. Ediciones Jurídicas Europa América. Buenos Aires. 1963. Págs. 177 y 178.
6
Sección Tercera. Exp. 12.423. Actor: Ligia Felizzola Ahumada y otros.
7
Enciclopedia jurídica Omeba, Tomo XXVI, editorial bibliográfica argentina S.R.L., Buenos Aires, 1968, pp. 155 a 161.
8
Gran Diccionario Enciclopédico Plaza & Janés editores, Tomo XI, 8ª edición, Barcelona (Esp.), 1978.
Con respecto al punto específico relacionado con los daños en la infraestructura
de transporte por actos de terrorismo, el Consejo de Estado en jurisprudencia que
data de septiembre 7 de 1.998, expediente 10.921, sostuvo:
3.1. Introducción
La ley 105 de 1993, expedida para reglular el sector y sistema nacional del
transporte, en su Capítulo IV, alude al tema de las obras por concesión e
introduce importantes regulaciones para el contrato de concesión que tiene por
objeto la construcción, rehabilitación y conservación de proyectos de
infraestructura vial.
12
LEY 80 DE 1993, “ARTICULO 5o. DE LOS DERECHOS Y DEBERES DE LOS CONTRATISTAS. Para la realización de los fines de que trata el
artículo 3o. de esta ley, los contratistas:
1o. Tendrán derecho a recibir oportunamente la remuneración pactada y a que el valor intrínseco de la misma no se altere o modifique durante la
vigencia del contrato.
En consecuencia tendrán derecho, previa solicitud, a que la administración les restablezca el equilibrio de la ecuación económica del contrato a un
punto de no pérdida por la ocurrencia de situaciones imprevistas que no sean imputables a los contratistas. Si dicho equilibrio se rompe por
incumplimiento de la entidad estatal contratante, tendrá que restablecerse la ecuación surgida al momento del nacimiento del contrato.
2o. Colaborarán con las entidades contratantes en lo que sea necesario para que el objeto contratado se cumpla y que éste sea de la mejor calidad;
acatarán las órdenes que durante el desarrollo del contrato ellas les impartan y, de manera general, obrarán con lealtad y buena fe en las distintas
etapas contractuales, evitando las dilaciones y entrabamientos que pudieran presentarse.
3o. Podrán acudir a las autoridades con el fin de obtener la protección de los derechos derivados del contrato y la sanción para quienes los
desconozcan o vulneren.
Las autoridades no podrán condicionar la participación en licitaciones o concursos ni la adjudicación, adición o modificación de contratos, como
tampoco la cancelación de las sumas adeudadas al contratista, a la renuncia, desistimiento o abandono de peticiones, acciones, demandas y
reclamaciones por parte de éste.
4o. Garantizarán la calidad de los bienes y servicios contratados y responderán por ello.
5o. No accederán a peticiones o amenazas de quienes actúen por fuera de la ley con el fin de obligarlos a hacer u omitir algún acto o hecho.
Cuando se presenten tales peticiones o amenazas, los contratistas deberán informar inmediatamente de su ocurrencia a la entidad contratante y a las
demás autoridades competentes para que ellas adopten las medidas y correctivos que fueren necesarios. El incumplimiento de esta obligación y la
celebración de los pactos o acuerdos prohibidos, dará lugar a la declaratoria de caducidad del contrato”.
“ARTICULO 26. DEL PRINCIPIO DE RESPONSABILIDAD. En virtud de este principio:
(…)
6o. Los contratistas responderán cuando formulen propuestas en las que se fijen condiciones económicas y de contratación artificialmente bajas con el
propósito de obtener la adjudicación del contrato.
7o. Los contratistas responderán por haber ocultado al contratar, inhabilidades, incompatibilidades o prohibiciones, o por haber suministrado
información falsa.
8o. Los contratistas responderán y la entidad velará por la buena calidad del objeto contratado”.
“ARTICULO 52. DE LA RESPONSABILIDAD DE LOS CONTRATISTAS. Los contratistas responderán civil y penalmente por sus acciones y omisiones
en la actuación contractual en los términos de la ley.
Los consorcios y uniones temporales responderán por las acciones y omisiones de sus integrantes, en los términos del artículo 7o. de esta ley”.
“ARTICULO 56. DE LA RESPONSABILIDAD PENAL DE LOS PARTICULARES QUE INTERVIENEN EN LA CONTRATACION ESTATAL. Para
efectos penales, el contratista, el interventor, el consultor y el asesor se consideran particulares que cumplen funciones públicas en todo lo
concerniente a la celebración, ejecución y liquidación de los contratos que celebren con las entidades estatales y, por lo tanto, estarán sujetos a la
responsabilidad que en esa materia señala la ley para los servidores públicos”.
Con respecto al equilibrio económico del contrato, el artículo 27 de la ley 80 de
1993 define la ecuación contractual en los siguientes términos:
Las disposiciones transcritas y descritas permiten concluir que como regla general
el contrato estatal debe identificarse como un contrato oneroso conmutativo,
puesto que los principios que orientan la función administrativa y la contratación
estatal (transparencia, economía y responsabilidad) exigen que todo contrato
público verse sobre prestaciones definidas y predeterminadas. El ser un contrato
esencialmente conmutativo es lo que lleva a las partes a garantizar el principio del
mantenimiento de su equilibrio económico.
Para responder esta pregunta es menester determinar hasta qué punto el poder
exorbitante de la administración o la autonomía de la voluntad de las partes,
puede hacer indeterminado el traslado de riesgos hacia el contratista con la
consiguiente asunción de responsabilidades.
Es cierto que los artículos 13, 32 y 40 de la ley 80 autorizan a las partes para que
de acuerdo con las normas civiles y comerciales pertinentes, incluyan en los
contratos estatales todos los actos jurídicos que permita el ejercicio de la
autonomía de la voluntad y se requieran para el cumplimiento de los fines
estatales.
En similar sentido con respecto a los alcances de las leyes se expresa el artículo
16 del Código Civil:
Por ello y como efecto de la anterior prohibición, el artículo 24, numeral 5 de la ley
80, luego de determinar el contenido mínimo de los pliegos de condiciones o
términos de referencia, dispone en su inciso final que “serán ineficaces de pleno
derecho las estipulaciones de los pliegos o términos de referencia y de los
13
CORTE SUPREMA DE JUSTICIA, sentencia de junio 1 de 1952, T. LXXII, 503.
contratos que contravengan lo dispuesto en este numeral, o dispongan renuncias
a reclamaciones por la ocurrencia de los hechos aquí enunciados”
Para establecer criterios que permitan una mayor aproximación a este punto, es
menester partir de algunos apartes que corresponden a la doctrina sentada por el
Consejo de Estado en recientes providencias sobre los límites de las obligaciones
del contratista:
Así las cosas, la ecuación económica del contrato se romperá cuando las
condiciones de igualdad pactadas desde los inicios de la relación contractual
desaparezcan por hechos o circunstancias no imputables al contratista, a los
cuales no puede resistir y no pudo razonablemente prever al momento de celebrar
el contrato. Es decir cuando se presenten circunstancias propias de la teoría de la
imprevisión o provenientes del denominado hecho del príncipe. (Para los efectos
de la consulta la Sala no se ocupará del llamado hecho de la administración).
Sin olvidar que el examen de los sucesos que afectan el normal desarrollo del
contrato debe hacerse estableciendo para cada caso su naturaleza, sus
características, sus efectos y la incidencia en los mismos de la conducta de las
partes; de todas maneras la Sala después de haber analizado el tema de la fuerza
mayor, procede a estudiar aquellos eventos ajenos a las partes contratantes, que
aunque no conllevan necesariamente a la ruptura del vínculo contractual, afectan
de manera grave la economía del contrato, con el fin de determinar hasta qué
punto el acto terrorista puede identificarse con algunos de ellos.
La teoría de la imprevisión
Sobre los requisitos que deben concurrir simultáneamente para que tenga lugar la
aplicación de la teoría de la imprevisión en derecho administrativo, siguiendo la
doctrina señalada por Escola15, puede determinarse lo siguiente:
Hacer claridad sobre el concepto interesa no sólo por los efectos resarcitorios e
indemnizatorios que ello implica, sino por la necesidad de identificar y separar
aquellas circunstancias que deben ser consideradas como producto del hecho del
príncipe, de las que provienen del hecho de la administración o de la teoría de la
imprevisión.
Así por ejemplo, si se afirma que el hecho del príncipe se refiere sólo a decisiones
de autoridad provenientes de la entidad u organismo contratante, bajo esta
hipótesis el acto terrorista habría que considerarlo dentro de la teoría de la
imprevisión; en cambio si se define el hecho del príncipe como toda acción u
omisión de cualquier autoridad estatal, en esta perspectiva existe la posibilidad
teórica de que el acto terrorista pueda tomarse como resultado de una conducta
omisiva del Estado, es decir, como un hecho del príncipe.
15
ESCOLA, Héctor Jorge, Tratado Integral de los Contratos Administrativos, Buenos Aires, 1977, pág. 463.
16
LAUBADERE, André de, Traité Théorique et Practique des contrats administrativfs, Paris , 1956, tomo III, pág. 24.
2. debe ocasionar un perjuicio al contratista, resultado de una situación
diferencial a la que debe soportar el común de las personas
3. debe tratarse de una circunstancia imprevisible para el contratista al
momento de contratar o proponer
4. debe afectar de manera extraordinaria y grave el álea normal del contrato y
por consiguiente la ecuación económica del mismo
Sobre la naturaleza de orden público de las normas que regulan el derecho de las
partes al equilibrio económico del contrato y los limites que tiene el ejercicio de la
autonomía de la voluntad cuando se trata de desplazar riesgos, con grave
afectación de dicho equilibrio, obligando al contratista a asumir aquellos eventos que
integran las teorías de la imprevisión o del hecho del príncipe, ha habido reiterados
pronunciamientos jurisprudenciales, cuya doctrina recoge el laudo arbitral del 19 de
marzo de 1996, que en la parte pertinente dice:
17
(Sentencia de septiembre 20 de 1.979, Consejo de Estado, Sección Tercera, expediente N.- 2742 Actor: Alegría Fonseca de Jacobus, providencia
en la que transcribe apartes de otras providencias y Laudos Arbitrales en ella citados).
Entre las nociones de orden público que integran el régimen jurídico del
contrato administrativo, se destaca la del equilibrio financiero del contrato
como su gran principio rector, que responde al interés general de darle
estabilidad a la contratación administrativa en beneficio directo de los
servicios públicos, regulando con nuevos criterios de equidad y buena fe, las
relaciones de la administración con sus contratistas.
g). Es punto de partida, en la aplicación de este principio, el del equilibrio
financiero del contrato, que se proyecta sobre situaciones previstas y no
previstas que puedan presentarse en la ejecución de los convenios
contractuales de la administración, la intangibilidad de la remuneración
pactada, que la doctrina jurídica califica como propia ‘de la naturaleza del
contrato de obra pública y, por lo tanto, debe ser considerada de orden
público’. (Barra - Contrato de Obra Pública T.III.; pág. 1209 [citado por Raúl
Enrique Granillo, Ibídem]).
h). Es opinión de Laubadere (Contrats Administratifs, Tomo III., pág. 110-
Edic. 1956) al considerar la posibilidad de que un contratante renuncie en
una cláusula contractual al invocar la teoría de la imprevisión que:
'Una tal cláusula carecía de valor; la aplicación de la teoría de la imprevisión
debe ser considerada como una regla de orden público por la razón de que
ella no constituye solamente, como se ha visto, una ventaja pecuniaria para
el cocontratante, sino, primordialmente un medio para asegurar, en el interés
general, la continuidad de funcionamiento del servicio público’.
El tratadista argentino Raúl Enrique Granadillo, al referirse a estos temas, y
a las opiniones del profesor Laubadere y de otros tratadistas, expresa:
'Es que conforme a esos mismos autores resaltan, cuando hablan de la
irrenunciabilidad del derecho a invocar la imprevisión en los contratos de la
Administración, las normas que establecen las responsabilidad derivada de
la fuerza mayor, son normas de orden público, ya que ellas no constituyen
una ventaja patrimonial del contratista y (por ende renunciable), sino un
medio de asegurar en beneficio del interés público (y por lo tanto no
renunciable), que la obra pública se ejecute o que el servicio público no se
interrumpa. Así lo ha entendido también la jurisprudencia administrativa y
judicial, al resaltar el carácter de orden público de todo el régimen normativo
que regula el contrato de obra pública, régimen al cual deben someterse
tanto el administrado como la Administración y que es inderogable por
convenciones o contratos administrativos. (arts. 21 y 953, C.C.).
Es que si se analiza uno y otro problema (caso fortuito e imprevisión), se
advierte que no existe posibilidad lógica de aplicar diferentes soluciones. En
ambos casos el objetivo es el mismo (mantener la equivalencia contractual
en beneficio del fin superior del contrato público, esto es, la satisfacción del
interés general) y, en consecuencia, el resultado tiene que ser
necesariamente el mismo’. (“Distribución de los riesgos en la Contratación
Administrativa” pág. 51-Astrea 1990).
i). El análisis jurídico que se hace en relación con las nociones de
imprevisión y fuerza mayor, es aplicable también al principio de equilibrio
financiero del contrato, principio que está en el corazón de las
reglamentaciones de orden público en el régimen jurídico del contrato
administrativo, como expresión del interés general que debe guiar en todo
momento a la administración.
(...)
m). En este análisis jurídico, forzosamente se llega a la conclusión de que a
las partes, en general, y en particular a una entidad administrativa, no les es
permitido estipular, en convenios de ejecución de un contrato de obra
pública encaminados al reconocimiento y pago al contratista del precio de la
obra realizada, cláusulas que de una u otra forma alteren, afecten o sean
contrarias al mantenimiento del equilibrio financiero de las mutuas
prestaciones que las partes originalmente establecieron en su contrato,
relación económica que ellas deben respetar y que la administración
además, está obligada a preservar; cláusulas que tengan por ejemplo el
alcance de desconocer o impedir que el contratista acceda a la justa y plena
remuneración por la obra realizada en ejercicio de derechos que la ley o el
propio contrato le confieran, que resultan contrarias al propio contrato y a
preceptos de orden público que consagra la ley y que hoy, la propia ley 80
de 1993 (Art. 50.-3), expresamente prohíbe.
(…)
A propósito del tema y en relación con un hecho de aquellos que la misma
ley contempla como ‘fuerza mayor’, nuestro Consejo de Estado ha dicho:
'(...) en el evento de que el daño llegue a realizarse por ocurrencia del
riesgo, sin culpa de la víctima ni de la propia administración responsable,
esta debe, con todo, indemnizar al perjudicado’. (Sección Tercera., Sent. 20
de febrero 1989, expediente. 4655, actor Alfonso Sierra, Ponente Dr.
Antonio J. de Irisarri Restrepo)” 18.
Por el momento es menester anotar que hay una serie de riesgos sobre cada uno
de los cuales sería necesario efectuar un completo análisis para establecer sus
posibilidades de traslado o desplazamiento al concesionario, por ejemplo, el
riesgo empresarial, el riesgo cambiario, el riesgo de tráfico y de tarifas, el riesgo
ambiental, el riesgo de disponibilidad de predios y otros.
Sin embargo no hay que olvidar que en materia de riesgos, en principio sólo es
posible trasladar al contratista aquellos que pueden ser razonablemente
previsibles, no sólo en su ocurrencia sino en sus efectos y por tanto aparecen
validamente cuantificados, determinados y precisados al momento de la
celebración del contrato; mientras que no admiten ser trasladados aquellos que
por no ser razonablemente previsibles, en general no pueden ser cuantificados,
determinados y precisados en el momento de la celebración del contrato, pues
como ya se explicó, la expresión legal “por cuenta y riesgo del concesionario”
incluida en la definición de la concesión, debe entenderse sometida al marco
18
Laudo arbitral Mora-Mora, Conciviles Vs. Incora, árbitros: Marta Cediel de Peña, Alberto Hernández Mora y Carolina Rodríguez Ruiz, 19 de marzo
de 1996:
regulatorio constitucional y legal, como el establecido en el numeral 5o. del
artículo 24 del Estatuto Contractual 19.
Es de anotar que el parágrafo del Art. 18 del decreto reglamentario 679 de 1994
tuvo especial cuidado en prever que en los contratos de concesión por lo extenso
de sus plazos y la magnitud de su inversión, habría dificultades cuando los
concesionarios debieran acudir a las compañías aseguradoras para la
constitución de sus pólizas de garantía; por esta razón estableció la posibilidad
de que la Superintendencia Bancaria certificara aquellos casos en los cuales en el
mercado no se ofrezcan garantías que cubran la totalidad de la vigencia de un
contrato de concesión, para que la entidad contratante pueda aprobar la garantía
por un término inferior al plazo del contrato, con la obligación del contratista de
prorrogarla con anticipación a su vencimiento.
20
“ARTICULO 64. Se llama fuerza mayor o caso fortuito el imprevisto a que no es posible resistir, como un naufragio, un terremoto, el apresamiento
de enemigos, los autos de autoridad ejercidos por un funcionario público, etc.”.
21
A partir de los documentos del Consejo Nacional de Política Económica y Social, es posible establecer la relación que el CONPES quiere
establecer entre el traslado de riesgos al contratista y la posibilidad de su aseguramiento.
En este orden de ideas el Documento CONPES 3107 del 3 de abril de 2001, establece:
“RIESGOS DE FUERZA MAYOR ASEGURABLES [a cargo del concesionario]: éstos se refieren al impacto adverso que sobre la
ejecución y/o operación del proyecto tengan los desastres naturales. Estos incluyen terremotos, inundaciones, incendios y sequías,
entre otros. Normalmente este tipo de riesgos de fuerza mayor son asegurables, por lo tanto este riesgo estará a cargo del inversionista
privado.
RIESGOS DE FUERZA MAYOR POLITICOS NO SEGURABLES [a cargo de la Nación]: se refieren de manera exclusiva al daño
emergente derivado de actos de terrorismo, guerras o eventos que alteren el orden público, o hallazgos arqueológicos, de minas o
yacimientos”. (Negrillas de la Sala).
NOTA: Las frases entre corchetes aparecen consignadas en el cuadro No. 4 “Política de Riesgo para el Sector Transporte”, del mismo documento,
donde se sintetizan los riesgos del sector.
imposible la continuación del contrato, forzando su terminación; o un evento
propio de la teoría de la imprevisión cuando dificultan en forma extrema el
cumplimiento de la obligación adquirida, haciéndola tan onerosa que para el
contratista el contrato pierde su sentido conmutativo y oneroso, en este último
caso, obligando al Estado a adoptar las medidas necesarias para preservar el
equilibrio económico del mismo y posibilitar de esta manera la continuidad en su
ejecución.
En este orden de ideas, la Sala considera que los actos terroristas, en tanto son
actos irresistibles y razonablemente imprevisibles, especialmente en cuanto a sus
efectos, se encuadran dentro del concepto de fuerza mayor contenido en el
Código Civil y por lo tanto hacen parte del tipo de riesgos no trasladables al
contratista, sea que se tengan propiamente como eventos de fuerza mayor en
caso de que hagan imposible la ejecución contractual; o que se incluyan en la
teoría de la imprevisión o con la óptica del hecho del príncipe, en cuanto la hacen
más gravosa.
RESPONDE:
1 y 2. Independientemente del análisis que para cada caso deba realizarse de los
hechos que se presenten y de las conductas de las partes, en principio los actos o
las acciones terroristas, dada su imprevisibilidad e irresistibilidad, pueden
considerarse como eventos constitutivos de fuerza mayor, que cuando se
suceden durante la ejecución de un contrato de concesión de obra pública y sus
características no obligan a la terminación del contrato, deben tenerse como
hechos imprevistos que hacen parte de los denominados riesgos no trasladables
al contratista, de suerte que, con el fin de garantizar la continuidad en la ejecución
de la prestación, los daños ocasionados a la infraestructura de cualesquiera de
los modos de transporte por la comisión de dichos actos, obligan al Estado a
asumir las reparaciones y afectaciones necesarias para mantener el equilibrio
económico financiero del contrato.