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Es por lo anterior, que en los momentos actuales no hay discusión alguna con respecto a
la obligación que tiene el Estado de responder patrimonialmente por los daños
antijurídicos que le sean imputables, posición a la que se ha llegado luego de un proceso
arduo y lento, en donde ha participado el legislador, la doctrina y la jurisprudencia, tanto
de los jueces ordinarios como los de la justicia contencioso administrativa.
En primer término, se trata de una relación de hecho entre un sujeto activo (el Estado)
que produce un daño y un sujeto pasivo que lo padece (víctima). El sujeto pasivo, por
regla general será un particular; pero hay que admitir la posibilidad de que el sujeto pasivo
(víctima) pueda ser una persona de derecho público, como titular de los derechos
afectados art. 86 CCA- 140 CPACA)
En segundo lugar, esa relación de hecho (el daño que causa un sujeto a otro), se convierte
en una relación jurídica que genera obligaciones y se constituye en fuente de derechos,
en la medida en que produce una consecuencia jurídica, como lo es la obligación de su
reparación. Por el contrario, el daño que no implica esa obligación jurídica de reparación,
permanece como un hecho simplemente físico, el cual no genera efectos jurídicos, ni
desata reacción alguna del Derecho.
Así las cosas, el sujeto pasivo del hecho, o sea, la víctima, es el acreedor de la obligación
de la reparación; en tanto que el sujeto activo del hecho (el Estado), es el deudor de
aquella obligación indemnizatoria.
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En cuanto tiene que ver con el particular en su condición de víctima del daño, el punto no
ofrece dificultad, y se somete a lo previsto en las legislaciones civil y comercial. En lo que
respecta al Estado, en principio, lo representa la Nación; sin perjuicio de lo previsto en el
artículo 90 de la Carta, conforme al cual, el Estado es responsable patrimonialmente por
todos los daños antijurídicos que le sean imputables, causados por la acción o la omisión
de las autoridades públicas.
Conviene tener en cuenta que el concepto de Estado, para esa específica finalidad, es
más bien el consignado en el artículo 113 constitucional, en concordancia con lo
preceptuado en los artículos 1º, 209 y 286 ibídem, a partir de los cuales, aquél , el Estado,
comprende todas las personas jurídicas de derecho público, tanto las del sector central
como las del descentralizado, éstas últimas bien desde el punto de vista territorial
(departamentos, distritos, municipios1) ó también funcionalmente o por servicios
(establecimientos públicos, empresas industriales y comerciales del estado, sociedades de
economía mixta, empresas sociales del Estado2).
Así mismo, esta noción de Estado también comprende los órganos autónomos e
independientes, como es el caso del Banco de la República, la Autoridad Nacional de
Televisión, la Contraloría General de la República, la Procuraduría General de la Nación,
etc. Igualmente debe tenerse en cuenta también a los particulares expresamente
autorizados por la ley para el cumplimiento de funciones públicas.
C. Precisión en la denominación
Debe señalarse que son distintas, tanto por su significado, como por su contenido, las
denominaciones de responsabilidad civil o responsabilidad administrativa. Además, el
artículo 90 de la Constitución Política consagra una “responsabilidad de carácter
patrimonial”, mas no civil o administrativa. La responsabilidad civil es aquella regulada
en el derecho privado, más exactamente, en el Código Civil y en parte por el Código de
1
Igualmente las regiones y las provincias previstas en los artículos396 y 321 de la Constitución,
independientemente de que el legislador les asigne el carácter de “entidades territoriales” en la
forma autorizada en el artículo 286 ibídem.
2
De conformidad con lo dispuesto en el artículo 195 de la ley 100 de 1993, éste clase de
entidades, por su régimen legal especial, constituyen un nueva forma de descentralización por
servicios, adicional a las tres clásicas entidades de dicha forma de organización administrativa del
Estado instituidas desde la reforma constitucional de 1968.
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3
Será contractual según si la fuente es un contrato, ó, un hecho o una conducta, en tratándose de
la responsabilidad extracontractual (Ej. la comisión de un delito).
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Como es el caso por ejemplo de las Cámaras de Comercio, a quienes la ley les ha encomendado
el manejo del registro mercantil (arts. 26 y 27 del Código de Comercio) y el registro de proponentes
para la contratación estatal (art. 22 de la ley 80 de 1993), o la función notarial confiada a
particulares (art. 1º del decreto 960 de 1979), o las entidades bancarias en cumplimiento del
encargo de recaudación de tributos, etc.
4
En una primera época, que se extiende hasta el año 1932, la Corte Suprema de Justicia
dedujo la responsabilidad patrimonial de las personas de derecho público con apoyo en
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las normas del Código Civil relativas a la responsabilidad indirecta de las personas, en
una extensión de las mismas a las personas morales en general y a las de derecho
público en particular, cuyo elemento tipificador era la culpa a ellas imputable en la
causación del daño a terceros.
Así por ejemplo, entre los primeros antecedentes de que se tiene noticia acerca de la
responsabilidad patrimonial del Estado, entre otros, se cuentan los siguientes:
Responsabilidad directa.
El caso que motivó la expedición del fallo en referencia tuvo ocurrencia en Bogotá,
municipio que había construido el colector del río San Francisco y alcantarillas laterales en
un sector del centro de la ciudad. Se verificó posteriormente que la obra no llenaba las
condiciones técnicas de las de su clase, a causa de deficiencias en los estudios
preliminares sobre los regímenes de las aguas, deficiencia en los materiales empleados y
deficiencia en la capacidad del colector para contener las aguas que estaba destinado a
recibir. Como consecuencia de esos defectos, el colector se represaba porque los
materiales de acarreo que arrastraban las aguas se depositaban en la boca terminal, de
manera que cuando llovía fuerte, los sifones de los patios de los inmuebles vecinos, en
lugar de servir para dar salida a las aguas lluvias hacían el oficio de inyectores de aguas
sucias, ya que si el colector se encontraba lleno, en vez de desaguar producía un flujo
inverso. El Municipio de Bogotá tuvo conocimiento oportuno de esa situación, sin
conseguir los interesados que las autoridades respectivas se preocuparan por evitar los
daños que ocasionaba la obra del colector.
Más tarde, en la sentencia del 30 de junio de 1962, la Corte Suprema de Justicia diría al
respecto: “(…) no juega, pues, necesariamente, el concepto de culpa de un agente
identificado, porque la falla puede ser orgánica, funcional o anónima. O en otras
palabras, la culpa del derecho común, localizada en un agente infractor, según la tesis de
la responsabilidad directa, vino a radicarse en el Estado, configurándose la llamada culpa
de la administración”.
Se identificaron como características de este régimen de responsabilidad directa, las
siguientes:
a)Se sustituye la noción de culpa individual del agente, por la de falla del servicio o culpa
de la administración; b) Se presume la culpa de la persona jurídica, no por el deber de
elegir y vigilar a sus agentes, sino por el deber primario que le corresponde de prestar los
servicios públicos; c)A la víctima le basta con demostrar la falla y el daño; d)Si el daño se
produce por un agente determinado, la responsabilidad será solidaria con la
Administración, con derecho de repetición en favor de ésta frente a aquél; e)Los
eximentes de la responsabilidad serán: el caso fortuito, el hecho de un tercero o la culpa
de la víctima; f)Los actos u omisiones del agente por fuera del servicio generan
responsabilidad exclusiva del agente; g)No se trata de una responsabilidad de carácter
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Corte Suprema de Justicia, sentencia de agosto 21 de 1939. Ponente: Dr. Hernán Salamanca.
Gaceta Judicial, Tomo XLVIII, pág. 663.
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Recuérdese el caso del periódico “El Siglo”, decidido en la sentencia del 29 de julio de
19479, en donde, por primera vez, se acudió a la teoría del daño especial, y se aplicaron
como fundamento de la responsabilidad del Estado, los artículos 30 y 33 de la
Constitución Nacional, relativos a la protección de la propiedad privada.
“Estima el Consejo de Estado que la responsabilidad del Estado en materia como la que ha
originado esta controversia no puede ser estudiada y decidida con base en las normas
civiles que regulan la responsabilidad extracontractual sino a la luz de los principios y
doctrinas del Derecho Administrativo en vista de las diferencias sustanciales existentes
entre éste y el derecho civil, dadas las materias que regulan ambos derechos, los fines
perseguidos y el plano en que se encuentran colocados.”
Esta nueva concepción y tratamiento del tema fue reiterado y complementado poco
tiempo después, en sentencia de2 de noviembre de 196011, en la que se cuestionó el
criterio civilista que con anterioridad había orientado el manejo de la materia, para luego
poner de presente que en el caso colombiano, la propia Constitución Política y el Código
Contencioso Administrativo de la época, estructuraban un sistema jurídico autónomo y
congruente sobre responsabilidad del Estado, consagrado especialmente en los artículos
9
M.P. Dr. Gustavo A. Valbuena. El fallo cuenta con un interesante salvamento de voto del Dr.
Jorge Lamus Girón.
10
M.P. Dr. Francisco Eladio Gómez, actor: Esther Wolff de Posada vs. la Nación.
11
M.P. Dr. Carlos Gustavo Arrieta, actor: Ira Elischa Washborn vs. la Nación.
11
2, 16, 30, 33, 136 de la Carta y los artículos 67 y 68 del referido estatuto procesal, regido,
por consiguiente, por normas sustantivas de derecho público, por reglas adjetivas
también de derecho público y sometido al control de una jurisdicción especial de derecho
público.
12
Igual disposición contiene el nuevo Código Penal, con la sola salvedad de lo que puedan disponer
sobre el particular los tratados internacionales debidamente incorporados al ordenamiento jurídico
(artículo 89 de la ley 529 del 24 de julio del 2000, cuya vigencia está diferida a un año después de
su promulgación, artículo 476 ibídem).Ténganse en cuenta el artículo 83 del Estatuto Penal
vigente, así como las reformas contenidas en los artículos 1 de la ley 1426 de 2010, 1 de la ley
1154 de 2007 y 14 de la la ley 1474 de 2011.
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Debe observarse que en la justicia civil prevalece el principio denominado “iura novit
curia”, conforme al cual, al actor le incumbe la invocación y demostración de los hechos,
siendo deber del juez la interpretación o adecuación de los fundamentos de derecho
aplicables a cada caso objeto de juzgamiento, principio éste que se recoge en la aquella
expresión del derecho romano que dice: “da mihi factum, dabo tibi ius”, apotegma que
traduce: “dadme los hechos que yo os daré el derecho”, por manera que, el actor bien
puede incurrir en equivocación en la determinación o explicación del fundamento
normativo en que apoya su actuación, sin que ello sea motivo necesario para el fracaso de
la acción ejercida, por cuanto corresponde al juez la adecuación de dicho sustento
jurídico.
a) La primera tiene que ver precisamente con la aplicación del principio iura novit curia
en los procesos de reparación directa. En efecto, por mucho tiempo primó la tesis de que
la justicia contencioso administrativa es esencialmente rogada, característica ésta que le
impedía al juzgador apartarse de los fundamentos jurídicos aducidos por el actor.
Pese a lo anterior, la Sala Plena del Consejo de Estado, en sentencia del 14 de febrero de
199513, al resolver un recurso extraordinario de súplica contra una sentencia del 31 de
julio de 1989 de la Sección Tercera en la que expresamente se había dado aplicación al
mentado principio, sostuvo:
“De acuerdo con lo anterior, la Sala reitera la tesis de que la justicia administrativa es
rogada y en ella no es aplicable el principio iura novit curia, pero precisa con relación a
dicha característica una excepción: en aquellos procesos, en los cuales no se juzga la
legalidad o ilegalidad de la actuación u omisión de la Administración, sino que
directamente se reclama la reparación del daño mediante el reconocimiento de una
indemnización, el juez puede interpretar, precisar el derecho aplicable y si es el caso
13
Dictada dentro del expediente S-123, M.P. Dra. Consuelo Sarria Olcos, actor: Jorge Arturo
Herrera Velásquez.
13
b. La segunda fue expuesta por la Corte Constitucional en la sentencia C-197 del 7 de abril
de 1999, a través de la cual declaró la exequibilidad condicionada del numeral 4º del
artículo 137 del Código Contencioso Administrativo, providencia en la que precisó que
para el caso de la impugnación de actos administrativos, la exigencia legal allí contenida
de que se consignen, como uno de los requisitos de la demanda, los fundamentos de
derecho de las pretensiones, con indicación de las normas violadas y la explicación del
concepto de la violación, se ajusta al ordenamiento constitucional, pero en el
entendimiento de que el juez bien puede y debe dejar de lado tal exigencia, bien porque
el actor se equivocó en la identificación de las normas quebrantadas o en el concepto de
la violación o no lo expresó éste último, cuando quiera de por medio esté la violación de
algún derecho constitucional fundamental, dado que su protección y garantía hace parte
de los fines esenciales del Estado.
a. Responsabilidad subjetiva
Este exige para su declaración la presencia de la llamada falla del servicio que, como ya se
anotó, corresponde a la imputación de responsabilidad con fundamento en la culpa de la
administración, independientemente de que dicha culpa sea individualizada o identificada
en el agente, porque juega el concepto de la culpa anónima.
“Cuando el Estado, en desarrollo de sus funciones incurre en la llamada “falta o falla del
servicio”, o mejor aún falta o falla la administración, trátese de simples actuaciones
administrativas, omisiones, hechos y operaciones administrativas, se hace responsable de
los daños causados al administrado. Esta es la fuente común y frecuente de la
responsabilidad estatal y requiere:
“a.- Una falta o falla del servicio o de la administración, por omisión, retardo,
irregularidad, ineficiencia o ausencia del servicio. La falta o falla de que se trata, no es la
personal del agente administrativo, sino la del servicio o anónima de la administración.
“b.- Lo anterior implica que la administración ha actuado o dejado de actuar, por lo que
se excluyen los actos del agente, ajenos al servicio, ejecutados como simple ciudadano.
“c.- Un daño que implica la lesión o perturbación de un bien protegido por el derecho,
bien sea civil, administrativo, etc., con las características generales predicadas en el
derecho privado para el daño indemnizable, como de que sea cierto, determinado o
determinable, etc.
“d.- Una relación de causalidad entre la falta o falla de la administración y el daño, sin
la cual aún demostrada la falta o la falla del servicio, no habrá lugar a la indemnización.
“e.- Obvio, habrá casos de concausalidad, bien entre la falla y la culpa de la víctima,
entre la falta y el hecho de un tercero o aun, entre la falla y la fuerza mayor o el caso
fortuito en los cuales la responsabilidad del Estado quedará limitada en la proporción en
que su falta o falla sea reconocida como causa eficiente del daño sufrido, presentándose
entonces, la figura conocida en el derecho como “compensación de culpas” o repartición
de responsabilidades.
“El Estado se exonera de toda responsabilidad, cuando demuestra como causa del daño,
la culpa exclusiva de la víctima, el hecho exclusivo de un tercero, la fuerza mayor o el
caso fortuito, pues en el fondo lo que acredita es que no hay relación de causalidad entre
la falta o falla del servicio y el daño causado.
De otra parte, téngase en cuenta que la responsabilidad derivada de la falta o falla del
servicio a su vez presenta dos modalidades: 1) falla probada del servicio y 2) falla
presunta del servicio.
Es el régimen general de deducción de responsabilidad del Estado, por lo que todos los
demás son regímenes de excepción14; por manera que, en la práctica, cuando el juez
encuentra demostrada la falla o falta del servicio, procede a su aplicación antes que
cualquier otro régimen o título jurídico de imputación. En este régimen, el actor tiene la
carga de probar el conjunto de los tres elementos antes descritos
En esta otra modalidad, al probar el actor el hecho dañoso, automáticamente emerge una
presunción que le favorece a él y perjudica a la entidad demandada, consistente en
considerar que el hecho dañoso se produjo por una falta o falla del servicio que se
presume. Como se trata de una “presunción judicial” o “presunción de hombre”, por su
naturaleza, admite prueba en contrario. Pero, en este caso, como en todo régimen de
presunción, se invierte la carga probatoria, carga que del actor pasa al demandado, en
cuyo caso, es a éste a quien le incumbe demostrar lo necesario para desvirtuar la
presunción de falla que tiene en su contra.
Sin embargo, esos primeros intentos de adopción de la tesis de la presunción de falla del
servicio no fueron constantes, pues, en la misma época, igualmente se registran casos en
los que se dijo lo contrario, que la falla del servicio no se presume sino que debe
probarse (Sección Tercera, sentencia del 7 de octubre de 1976).
14
La responsabilidad del Estado también puede ser deducida a través de otros títulos de
imputación, como por ejemplo: la responsabilidad derivada por expropiación en casos de guerra;
por daño especial; por bodegaje oficial; por riesgo excepcional; por trabajos públicos, por actos
jurisdiccionales e indebido funcionamiento de la administración de justicia, etc.
16
Las características del régimen de la falla del servicio presunta , cuando los perjuicios se
causaban con armas de dotación oficial, eran las siguientes:
i). La aplicación de la regla actori incumbit probatio se atenúa respecto de la falla del
servicio; ii) El perjuicio causado con arma de dotación oficial, hace presumir la falla del
servicio; iii) Por ser presunta la falla del servicio ésta puede ser desvirtuada por la
administración; iv) En consecuencia, si la administración demuestra la ausencia de falla, se
exonera de su responsabilidad; v) El hecho o la culpa de la víctima, el hecho de un tercero
y la fuerza mayor, exoneran o atenúan, según el caso, la responsabilidad estatal; vi) El
caso fortuito, no exonera a la administración frente a este tipo de perjuicios.
c) Adicionalmente, también pueden citarse los siguientes eventos en los que la Sección
Tercera del Consejo de Estado aplicó, (porque actualmente no se aplica), la tesis de la
falla presunta:
“En cambio, cuando se habla de la responsabilidad por los daños producidos por las cosas
o actividades peligrosas, en la que no juega ya la noción de la falla, ni la probada ni la
presunta, le incumbe a la demandada demostrar, para exculparse, la fuerza mayor, la
culpa exclusiva de la víctima o el hecho de tercero, también exclusivo y determinante. Y
por eso mismo se entiende que en estos casos no se puede exonerar la administración
demostrando la diligencia y cuidado. En otras palabras, estos eventos encuentran ahora
en el derecho colombiano respaldo inequívoco en el artículo 90 de la Constitución.”
(Negrillas extratexto).
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“Sin embargo, el régimen así denominado por esta Corporación en varias oportunidades
tenía, sin duda, todas las características del régimen objetivo de responsabilidad, en el
que si bien no tiene ninguna injerencia la calificación subjetiva de la conducta -por lo cual
no se requiere probar la falla del servicio ni se acepta al demandado como prueba para
exonerarse la demostración de que su actuación fue diligente-, los demás elementos de la
responsabilidad permanecen y deben ser acreditados por la parte demandante. Recaerá
sobre la entidad demandada la carga de la prueba de los hechos objetivos que permitan
romper el nexo de causalidad, únicos con vocación para exonerarla de responsabilidad 16.
“En general, la responsabilidad por actividades peligrosas o riesgosas, dice el Dr. JAVIER
TAMAYO JARAMILLO, genera una presunción contra el causante del daño, de la cual
solo se exonera mediante la prueba de una causa extraña 17, lo que conduce a una
responsabilidad objetiva que bien puede fundamentarse en la teoría del riesgo 18.
15
Sección Tercera, sentencia de agosto 24 de 1992, actor: Henry Enrique Saltarín, expediente
6754.
16
Sección Tercera, sentencia del 2 de marzo del 2000, expediente 11401.
17
La Responsabilidad del Estado. El Daño Antijurídico - Temis, 1997, página 67.
18
Ibídem, página 69.
19
Ibídem, página 70.
18
b. Responsabilidad objetiva
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Sección Tercera, sentencia del 9 de marzo del 2000, expediente 11.190
19
Bajo la órbita de la denominada responsabilidad objetiva, esto es, aquella que prescinde
por completo de considerar la existencia o no de una falla del servicio, dado que se trata
de una responsabilidad sin falta, la jurisprudencia del Consejo de Estado ha ubicado y
decidido los siguientes eventos:
- Expropiación en casos de guerra.- daño especial.- daños por bodegaje especial.- daños
por riesgo.- y daños por ejecución de trabajos públicos, temas sobre los cuales
posteriormente se comentará.
Los siguientes son algunos extractos jurisprudenciales sobre los temas de más frecuente
pronunciamiento, por parte de la Sección Tercera del Consejo de Estado. Pueden
complementarse con la lectura del texto, de acuerdo con el número de radicación que se
indica, así como, con las notas de Relatoría.
“El Estado responderá patrimonialmente por los daños antijurídicos que le sean
imputables, causados por la acción la omisión de las autoridades públicas.
De allí que en la ponencia para segundo debate sobre el artículo 90 constitucional, se puso
de presente la siguiente reflexión:
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“La responsabilidad, a diferencia de la expropiación, no representa un instrumento en manos de la
Administración para satisfacer el interés general, una potestad más de las que ésta dispone al llevar a cabo
su actividad, sino un mecanismo de garantía destinado a paliar, precisamente, las consecuencias negativas
que pueda generar dicha actividad. La responsabilidad, por así decirlo, no constituye una herramienta de
actuación de la Administración, sino de reacción, de reparación de los daños por ésta producidos”. MIR
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“3- Hasta la Constitución de 1991, no existía en la Constitución ni en la ley una cláusula general expresa
sobre la responsabilidad patrimonial del Estado. Sin embargo, la jurisprudencia de la Corte Suprema de
Justicia y, en especial, del Consejo de Estado encontraron en diversas normas de la constitución derogada –
en especial en el artículo 16- los fundamentos constitucionales de esa responsabilidad estatal y plantearon,
en particular en el campo extracontractual, la existencia de diversos regímenes de responsabilidad, como la
falla en el servicio, el régimen de riesgo o el de daño especial. Por el contrario, la actual Constitución
reconoce expresamente la responsabilidad patrimonial del Estado”. Corte Constitucional, sentencia C-864 de
2004. Puede verse también: Corte Constitucional, sentencia C-037 de 2003.
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Conforme a lo establecido en el artículo 90 de la Carta Política “los elementos indispensables para imputar
la responsabilidad al estado son: a) el daño antijurídico y b) la imputabilidad del Estado”. Sentencia de 21
de octubre de 1999, expedientes: 10948-11643. Es, pues “menester, que además de constatar la
antijuridicidad del [daño], el juzgador elabore un juicio de imputabilidad que le permita encontrar un título
jurídico distinto de la simple causalidad material que legitime la decisión; vale decir, ‘la imputatio juris’
además de la ‘imputatio facti’”. Sentencia de 13 de julio de 1993. En el precedente jurisprudencial
constitucional se sostiene: “En efecto, el artículo de la Carta señala que para que el Estado deba responder,
basta que exista un daño antijurídico que sea imputable a una autoridad pública. Por ello, como lo ha
reiterado esta Corte, esta responsabilidad se configura “siempre y cuando: i) ocurra un daño antijurídico o
lesión, ii) éste sea imputable a la acción u omisión de un ente público”. Corte Constitucional, sentencias C-
619 de 2002; C-918 de 2002.
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Sección Tercera, sentencia 19 de abril de 2012, expediente: 21515. MP: Hernán Andrade Rincón.
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Sección Tercera, sentencia 23 de agosto de 2012, expediente: 23492. MP: Hernán Andrade Rincón.
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Rebollo se pregunta: “¿Cuándo un daño es antijurídico? Se suele responder a esta pregunta diciendo que se
trata de un daño que el particular no está obligado a soportar por no existir causas legales de justificación en
24
alcance del daño como entidad jurídica, esto es, “el menoscabo que a
consecuencia de un acaecimiento o evento determinado sufre una persona ya en
sus bienes vitales o naturales, ya en su propiedad o en su patrimonio”36; o la
“lesión de un interés o con la alteración “in pejus” del bien idóneo para satisfacer
aquel o con la pérdida o disponibilidad o del goce de un bien que lo demás
permanece inalterado, como ocurre en supuestos de sustracción de la posesión
de una cosa”37; y, b) aquello que derivado de la actividad, omisión, o de la
inactividad de la administración pública no sea soportable i) bien porque es
contrario a la Carta Política o a una norma legal, o ii) porque sea “irrazonable”38, en
clave de los derechos e intereses constitucionalmente reconocidos; y, iii) porque
no encuentra sustento en la prevalencia, respeto o consideración del interés
general39, o de la cooperación social40.
En cuanto al daño antijurídico, la jurisprudencia constitucional señala que la
“antijuridicidad del perjuicio no depende de la licitud o ilicitud de la conducta
desplegada por la Administración sino de la no soportabilidad del daño por parte
de la víctima”41. Así pues, y siguiendo la jurisprudencia constitucional, se ha
señalado “que esta acepción del daño antijurídico como fundamento del deber de
reparación estatal armoniza plenamente con los principios y valores propios del
Estado Social de Derecho debido a que al Estado corresponde la salvaguarda de
los derechos y libertades de los administrados frente a la propia Administración”42.
el productor del mismo, esto es, en las Administraciones Públicas, que impongan la obligación de tolerarlo. Si
existe tal obligación el daño, aunque económicamente real, no podrá ser tachado de daño antijurídico. Esto es,
no cabrá hablar, pues, de lesión”.
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Corte Constitucional, sentencia C-254 de 2003. Así mismo, se considera: “El artículo 90 de la Carta,
atendiendo las (sic) construcciones jurisprudenciales, le dio un nuevo enfoque normativo a la responsabilidad
patrimonial del Estado desplazando su fundamento desde la falla del servicio hasta el daño antijurídico. Ello
implica la ampliación del espacio en el que puede declararse la responsabilidad patrimonial del Estado pues el
punto de partida para la determinación de esa responsabilidad ya no está determinado por la irregular
actuación estatal – bien sea por la no prestación del servicio, por la prestación irregular o por la prestación
tardía- sino por la producción de un daño antijurídico que la víctima no está en el deber de soportar,
independientemente de la regularidad o irregularidad de esa actuación”. Corte Constitucional, sentencia C-
285 de 2002.
42
Corte Constitucional, sentencia C-333 de 1996. Puede verse también: Corte Constitucional, sentencia C-918
de 2002. A lo que se agrega: “El artículo 90 de la Constitución Política le suministró un nuevo panorama
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Sección Tercera, sentencia de 19 de mayo de 2005, expediente 2001-01541 AG.
47
Sección Tercera, sentencia de 14 de septiembre de 2000, expediente 12166. “por haber excedido los
inconvenientes inherentes al funcionamiento del servicio”.
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Sección Tercera, sentencia de 2 de junio de 2005, expediente 1999-02382 AG.
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Corte Constitucional, Sentencia SU-1184 de 2001.
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MIR PUIGPELAT, ob., cit., p.204.
64
MARTÍN REBOLLO, ob., cit., p.308.
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Sección Tercera, sentencias de 19 de abril de 2012, expediente: 21515; 23 de agosto de 2012, expediente:
23492.
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“En consecuencia, el uso de tales títulos por parte del juez debe hallarse en consonancia con la realidad
probatoria que se le ponga de presente en cada evento, de manera que la solución obtenida consulte
realmente los principios constitucionales que rigen la materia de la responsabilidad extracontractual del
Estado”. Sección Tercera, sentencias de 19 de abril de 2012, expediente: 21515 y 23 de agosto de 2012,
expediente: 24392.
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como persona natural. Caso en el cual, el hecho del servidor público será respecto
del Estado un hecho del tercero, por ser estar revestida su conducta de una culpa
personal del agente, toda vez que tuvo su ocurrencia por fuera del ámbito propio
de la función y ajeno a la misma.
Ante esta situación fáctica, la jurisprudencia ha utilizado el test francés formulado
en el ámbito del derecho administrativo para establecer si la falla del agente
estatal tiene nexo o no con el servicio. El mencionado test está compuesto
principalmente por dos elementos, uno perceptible 70 y otro inteligible. El primero a
su vez se halla compuesto por tres elementos, a saber, un elemento espacial, otro
temporal y, finalmente, el instrumental.
El elemento espacial tendrá lugar cuando el hecho ha ocurrido en el lugar
destinado a la función; el temporal cuando el hecho ha ocurrido en el tiempo
destinado para el cumplimiento de la función 71 y el instrumental, cuando se han
utilizado instrumentos del servicio, frente a lo cual debe observarse que los
elementos espacial y el temporal son sólo indicios contingentes de que la
conducta del servidor tiene nexo con el servicio o función pública.
En cuanto al elemento instrumental 72, si bien durante mucho tiempo la
jurisprudencia consideró que la presencia de este ingrediente siempre daba lugar
a que hubiera nexo con el servicio y, en consecuencia, a la imputación del daño
antijurídico al Estado, posteriormente la Sala consideró valorar, en primer lugar,
frente a la imputación objetiva por riesgo excepcional, que efectivamente ese daño
constituya la concreción del riesgo creado por el Estado o si quien creó el riesgo
en el momento concreto fue el funcionario público porque usó el instrumento,
considerado como peligroso y cuya guarda le corresponde a la administración, en
su ámbito personal y no en la prestación del servicio propio de su cargo, ni con la
finalidad de prestar la función para la cual se encuentra vinculado al Estado 73.
Ocurriendo lo propio cuando los hechos se ventilen bajo la teoría de la falla en el
servicio.
70
Perceptible por los sentidos por lo que requiere de razonamiento.
71
El mejor ejemplo es el del soldado que está en servicio (lugar y tiempo del servicio) y llega la esposa a
buscarlo porque necesita hablar urgente con él, porque se acaba de enterar que tiene una familia paralela.
Comienza a gritarlo a pegarle delante de los compañeros y él se desespera y la ahorca. Si quisiera demandar a
la Nación, esta no tendría que responder porque no tiene relación con el servicio, aunque pasó en tiempo y
lugar del servicio. Diferente sería que el homicidio se hubiera dado con el arma de dotación. Ahí estarían los
tres elementos: espacial, temporal e instrumental.
72
73
Consejo de Estado, Sala de lo Contencioso Administrativo, Sección Tercera, sentencia del 9 de mayo de
2011, radicación n.° 19976, C.P. : “No obstante lo anterior debe resaltarse que esta Sala ha considerado que
las actuaciones de los agentes del Estado sólo comprometen el patrimonio de las entidades públicas cuando
aquellas tienen algún nexo o vínculo con el servicio público, de modo que la simple calidad de funcionario
público que funja el autor del hecho o el uso de algún instrumento del servicio ─como el arma de dotación
oficial─ no vincula al Estado, como quiera que el servidor público pudo haber obrado dentro de su ámbito
privado, desligado por completo del desempeño de actividad alguna conectada con la función
normativamente asignada a la entidad demandada (…)”
33
75
Consejo de Estado, sentencia de 1 de julio de 2004, Rad. 15.176 (R-7608) MP. Alier E. Hernández
Enríquez.: “en los casos en que se declara la responsabilidad del Estado por daños causados en ejercicio de
actividades peligrosas como cuando se usan armas de dotación oficial, es aquél quien tiene la guarda de la
actividad y, por ello, debe responder por los perjuicios que se ocasionen al realizarse el riesgo creado; no
obstante, es necesario analizar, en cada caso, las circunstancias concretas en las que se presentan los
hechos, pues es posible que el daño causado sea la consecuencia de una actuación particular del agente,
caso en el cual se impondría la exoneración de la Nación, en virtud de la existencia del hecho exclusivo de
un tercero, causa extraña que rompe el nexo de causalidad. Se trataría de una conducta personal que, sin
duda, carecería de vínculo con el servicio y, por la misma razón, se realizaría, en todo caso, al margen del
riesgo creado por el Estado que pierde la guarda de la cosa peligrosa utilizada. No debe olvidarse que,
mediante el test mencionado anteriormente, se pretende establecer si un daño determinado resulta atribuible
al Estado o si, por el contrario, sólo puede imputarse al agente estatal en su condición de particular. En el
último caso planteado, es claro que la posibilidad de atribuir el daño al Estado desaparece”.
76
Consejo de Estado, sección tercera,
la Sala en providencia de 25 de febrero de 2009, reiteró en relación con el nexo instrumental, que la
responsabilidad de la Nación, no se ocasiona con la simple comisión del hecho con un instrumento del
servicio, sino que dicha responsabilidad se origina, principalmente de las características de la acción u
omisión que desarrolló el funcionario respectivo y por la cual causó un daño, la cual debe tener una relación
directa con el servicio público prestado
77
Consejo de Estado, sala de lo contencioso administrativo, sección tercera, sentencia No 16089 del 7 de
junio de 2007:
«...la Administración no responde de los daños causados por la actividad estrictamente privada de sus
funcionarios y agentes, es decir, la llevada a cabo absolutamente al margen de las funciones del cargo
público; en una palabra, la realizada fuera del servicio público. En definitiva, el fenómeno jurídico de
imputación de responsabilidad civil a la administración no se produce ‘en aquellos supuestos de daños
resarcibles en los que el funcionario se presenta frente al sujeto dañado en su calidad de persona privada,
desprovisto, por tanto, de toda cualificación jurídico-pública.
34
el daño sea imputable a la entidad pública, pues, como se dijo, estos indicios son
apenas contingentes.
Finalmente, frente al otro gran elemento, consistente en el nexo inteligible, debe
tenerse en cuenta que éste igualmente se compone de un elemento intencional,
que tiene lugar cuando el agente estatal obra con la intención de cumplir sus
funciones, bien sea dentro del tiempo de servicio o por fuera de él, y, por último, el
elemento de influencia del servicio, que tiene lugar en los eventos donde la
persona, esto es, el agente estatal, realiza una actividad bajo la influencia de la
función pública, casos en los cuales los funcionarios pueden obrar con culpa grave
o dolo, sin que ello indique la exoneración de la entidad pública sino, simplemente,
ha de entenderse que se configuró una falla en el servicio público (función
pública).
Cuando se presenta alguno de estos dos elementos del nexo inteligible, se
considera siempre que la conducta del servidor obliga al Estado. Es decir, que
cuando el servidor obró, obró el Estado. Estos elementos son indicativos
necesarios de que la conducta del servidor tiene nexo con la función y, en
consecuencia, le es imputable al Estado el daño antijurídico que con ella se haya
causado por lo que la administración deberá responder 78.
Reiterando lo manifestado por la Sala en anteriores decisiones, en donde se
señala que para que la conducta causante del daño se considere que guarda
relación con el servicio, se requiere que tal conducta surja como manifestación y
desarrollo o como consecuencia del funcionamiento del servicio público.
79
[2] ANDRÉS E. NAVARRO MUNUERA. La ampliación de la responsabilidad patrimonial de la
administración a los daños ocasionados por sus funcionarios o agentes actuando al margen del servicio
público, en Revista Española de Derecho Administrativo, n.° 60, octubre-diciembre de 1988. Se analiza en el
artículo la sentencia del Tribunal Supremo de España del 27 de mayo de 1987, que concedió a los
demandantes la indemnización por la muerte de su hijo ocasionada por un agente de la policía con arma de
fuego reglamentaria, pero quien disfrutaba de sus vacaciones, en aplicación de la teoría del riesgo como título
de imputación.
80
Consejo de Estado, Sección Tercera, Subsección B, sentencia del 10 de febrero de 2011, expediente 19123,
C.P. Ruth Stella Correa Palacio.
81
Fl.23 Cuaderno, anexo proceso de responsabilidad Fiscal.
82
Fl.17 Cuaderno, anexo proceso de responsabilidad Fiscal.
36
tránsito, lo cual es violatorio del artículo 18 del Código de Tránsito 83 vigente para la
época de los hechos, que establece que nadie puede conducir un vehículo en el
territorio nacional sin llevar consigo la licencia de conducción correspondiente.
Exigencia que tampoco cumplió el señor Meneses Camaño, tal y como lo refirió el
agente de tránsito en el croquis levantado del accidente y en la ampliación del
informe de tránsito84 sobre el accidente acaecido el 3 de diciembre de 1994.
Revisado el material probatorio, procede la Sala a solucionar los interrogantes
planteados frente al test de conexidad, a fin de explicar las razones por las cuales,
pese a la existencia del elemento instrumental (vehículo oficial) en el caso de
autos, no se encuentra comprometida la responsabilidad de la administración
Municipal.
En primer lugar se pregunta si advino el perjuicio en horas del servicio, en el lugar
o con instrumento del mismo, frente a lo cual, el material probatorio indica que los
hechos no se presentaron en horas de servicio, no se probó que el agente se
encontrara en misión oficial, por el contrario se logró establecer que la misión que
había sido asignada para el día 4 de diciembre de 1994 fue cancelada, y
finalmente, se estableció que el accidente si bien se presentó con un vehículo
oficial, el mismo no tenía autorización para estar en las calles, pues en ese
momento el vehículo debió estar guardado o parqueado en el lugar que la
administración destinaba para tal fin.
Así las cosas, considera la Sala que la actuación del funcionario comporta un
verdadero desconocimiento de sus obligaciones y la usurpación arbitraria de la
guarda material del vehículo que le correspondía al Municipio.
Ahora bien, frente al interrogante según el cual se pretende establecer si el agente
actuó con el deseo de ejecutar la función propia de su cargo o bajo su impulsión
personal, quedó demostrado que en la ejecución de los hechos el conductor del
campero no pretendió cosa distinta que satisfacer su propio interés al destinarlo
para transportar personas ajenas a la administración y para visitar a su familia,
bajo el pretexto de ir a llevar el vehículo a una cotización de pintura sin
autorización de sus superiores, lo cual no obedece a la ejecución de un acto del
servicio, sino a un deseo y acto personal del agente.
Se entiende, entonces, demostrado que el conductor no se encontraba de servicio
en el momento de la ocurrencia de los hechos, sino que por el contrario estaba
por fuera del horario laboral, contraviniendo las órdenes de la administración
Municipal, para, en su lugar, realizar actividades personales que no obedecieron a
la prestación del servicio para el cual fue vinculado al Municipio de Popayán.
Por lo anterior, reitera la Sala que del material probatorio se deduce que el
perjuicio no fue causado en un día en que el agente se encontrara en servicio,
83
Decreto 1344 de 1970.
84
Fls.369 a 370 del cuaderno 2 del proceso penal.
37
85
Es posible que el precedente de la Sala y el fallo estén orientados hacia la tendencia de Casetta que hace
años formuló, afirmando que “dicha cuestión no puede ser resuelta sino en cada caso en concreto mediante
un análisis del hecho dañoso que nos lleve a comprobar si tal hecho <<está comprendido entre los
hipotéticamente verificables solamente por parte de un sujeto que desempeñe funciones del tipo de las que
están atribuidas>> en base a una relación de servicio”. A lo que señala Leguina Villa: “Si acaso, por tanto,
el criterio delimitador vendría dado directamente por la misma relación de servicio existente entre el ente y
el funcionario, en el sentido de que… tal relación contiene la virtualidad de circunscribir por sí misma el
ámbito objetivo dentro del cual la conducta del agente debe ser calificada como parte de la relación de
servicio con el ente”. LEGUINA VILLA, Jesús. La responsabilidad civil de la administración pública., ob.,
cit., p.209.
86
LEGUINA VILLA, Jesús. La responsabilidad civil de la administración pública., ob., cit., p.203.
38
“Si se someten los hechos del caso sub examine a los elementos del
referido test, se tendrá que, a pesar de que alguno de ellos conduciría a
pensar que el nexo con el servicio sería perceptible en particular por
cuanto el daño fue causado por un vehículo automotor puesto al servicio de
la Administración, aunque probatoriamente, como con acierto lo destacó el
Ministerio Público en su concepto, quedó el vacío en el expediente en
cuanto a si el accidente ocurrió dentro del lugar en el cual se realizaba la
obra, al reparar si concurren los elementos que harían ese nexo
inteligible, salta a la vista que en el sub lite el agente, a su vez víctima del
daño, ni actuó con el deseo de ejecutar un servicio, ni lo hizo bajo la
impulsión del mismo, pues el material probatorio que se refirió y valoró en el
apartado anterior, puso de presente que, en el momento en que ocurrió el
siniestro, el infortunadamente fallecido como consecuencia de él, señor
Víctor Jaime Giraldo Gutiérrez, no se dirigía o disponía a realizar tarea
alguna relacionada con el objeto al cual fue contratado la conducción u
operación de otro vehículo industrial, que había sido dejado estacionado en
la parte alta de la obra, sino que se aprestaba a almorzar,
transportándose para ello, de la irregular forma que se ha dejado
suficientemente detallada, en la motoniveladora que a la postre le causaría
la muerte.
No está, por tanto, conectada la actividad en concreto censurada, con el
servicio público implicado, circunstancia ésta que, aunada a las demás
razones que se han desbrozado, conllevan a que se confirme la sentencia
apelada, en cuanto denegó las pretensiones de la demanda.” 87
Dados estos antecedentes la Sala considera que se encuentra configurada la
culpa personal del agente, en tanto se observa que éste con su comportamiento,
completamente negligente, contribuyó de manera efectiva y exclusiva en la
causación del daño, elemento este que impide la configuración de la imputación
fáctica en cabeza de la entidad demandada y en consecuencia imposibilita la
declaración de responsabilidad extracontractual del Municipio de Popayán frente al
accidente ocurrido el día 3 de diciembre de 1994 en donde perdió la vida el señor
Julián Rafael Garrido y resultó lesionado Ramiro Zea Bonilla.
87
Consejo de Estado, Sala de lo Contencioso Administrativo, Sección Tercera Exp. 16089 del 7 de junio de
2007.
39
personales con fines terroristas, y por los cuales estuvieron privados de la libertad
los tres últimos de los mencionados por espacio de cuarenta y dos meses (42) y
diez (10) días, comprendidos entre el 22 de agosto de 1989 y el 2 de marzo de
1993.
Falla del servicio judicial - Alcance
El ejercicio de la actividad jurisdiccional del poder público como fuente de
responsabilidad patrimonial extracontractual del Estado, comprende dos grandes
clases de hipótesis, a saber: una primera, constituida por aquellos daños
causados por actos propiamente jurisdiccionales, y otra, por actos u omisiones
que no comportan tal naturaleza, pero que se producen en el proceso mismo de la
prestación del servicio de la administración de justicia. En el primer caso, se trata
de actos proferidos por los jueces y los particulares constitucional y legalmente
investidos de función jurisdiccional, mediante los cuales interpretan y aplican el
derecho, huelga decir, actos a través de los cuales ejercen la función de “declarar
el derecho”, que, por regla general, hacen tránsito a cosa juzgada, como ocurre
con las sentencias y otras providencias jurídicamente equivalentes a ellas,
proferidas en cualquiera de las distintas jurisdicciones que componen el sistema
judicial, ya sea civil, penal, contencioso administrativa, laboral. En cambio, en el
segundo evento, se hace referencia a las demás actuaciones tanto de los jueces
como de los demás funcionarios del aparato de justicia y aún de sus auxiliares,
que no tienen la virtud de hacer tránsito a cosa juzgada, pero que son inherentes y
necesarios para la debida prestación del servicio, esto es, para el juzgamiento o la
ejecución de las decisiones judiciales, como por ejemplo, los actos del personal de
secretaría, los actos de los peritos, secuestres, partidores, curadores, etc.
Adicionalmente, en tratándose de la justicia penal en particular, dentro de los actos
que integran la primera de tales hipótesis en referencia, la doctrina y la
jurisprudencia distinguen e imparten un tratamiento especial a la privación injusta
de la libertad, como título específico de imputación de responsabilidad del Estado,
tal como hoy en día acontece desde el punto de vista legislativo a partir de la
expedición de la ley 270 de 1996.
Falla del Servicio Judicial - Evolución Legal y Jurisprudencial
Muy distinta es la situación de este otro actor del proceso, por cuanto la privación
de la libertad de locomoción a la que dice haber estado sometido por razón del
proceso penal de que tratan los hechos de la demanda, y los perjuicios que dice
45
norma hay lugar a declarar la responsabilidad patrimonial del Estado, con un criterio
objetivo y tampoco se referirá a los eventos de in dubio pro reo. Esto porque la
determinación del alcance de esa disposición se circunscribirá al caso concreto, que
claramente se inscribe en una de las causales de responsabilidad patrimonial del Estado,
por privación injusta de la libertad.
En este orden de ideas, se señala que de manera unánime, la Sala ha adoptado el criterio
conforme al cual quien hubiera sido sometido a medida de aseguramiento de detención
preventiva, pero finalmente hubiera sido exonerado de responsabilidad mediante
sentencia absolutoria definitiva o su equivalente 88, con fundamento en que el hecho no
existió, el sindicado no lo cometió o la conducta no era constitutiva de hecho punible,
tiene derecho a la indemnización de los perjuicios que dicha medida le hubiera causado,
sin necesidad de acreditar que la misma fue ilegal, errada, o arbitraria, dado que en dicha
norma el legislador calificó a priori la detención preventiva como injusta.
88
A juicio de la Sala, el derecho a la indemnización por detención preventiva debe ser el mismo cuando el proceso
termine no sólo por sentencia absolutoria, sino anticipadamente por preclusión de la investigación (art. 443) o auto de
cesación de procedimiento (art. 36), por cuanto éstas son decisiones equivalentes a aquélla para estos efectos. Ver, por
ejemplo, sentencia de 14 de marzo y 4 de mayo de 2002, exp: 12.076 y 13.038, respectivamente, y de 2 de mayo de
2002, exp: 13.449.
48
ningún hecho punible, que son los eventos a los que se refiere el artículo 414 del Decreto
2700 de 1991. Sobre este aspecto ha dicho la Sala:
Ahora, es cierto que el Decreto 2700 de 1991 perdió vigencia al entrar a regir la ley 600 de
2000 –Código de Procedimiento Penal-, esto es, a partir del 24 de julio de 2001 91-, y que ni
este código, ni el subsiguiente –Ley 906 de 2004- contienen ninguna previsión relacionada
con el derecho a la indemnización por la privación injusta de la libertad. En consecuencia,
en relación con los hechos ocurridos con posterioridad a la entrada en vigencia de la Ley
600 de 2000 no podrá invocarse el artículo 414 como fuente normativa de la
responsabilidad estatal.
Pero, la derogatoria del artículo 414 del Decreto 2700 de 1991 y la carencia en los
subsiguientes códigos de procedimiento penal de una norma con el mismo contenido de
ese artículo, no impiden deducir la responsabilidad patrimonial del Estado por privación
injusta de la libertad en los mismos eventos previstos en aquél, esto es, cuando mediante
sentencia que ponga fin al proceso o providencia con efectos similares, se absuelva al
sindicado con fundamento en que la conducta no existió, el sindicado no la cometió o el
hecho no era punible92.
89
Sección Tercera, sentencia de 2 de mayo de 2007, exp. 15.463
90
Sentencia de 2 de mayo de 2007, exp. 15.463. En el mismo sentido, sentencias de 23 de abril de 2008, exp. 17.534 y
de 25 de febrero de 2009, exp. 25.508, entre otras.
91
Mediante la ley 906 de 2004 se expidió un nuevo código de procedimiento penal, aunque la ley 600 de 2000 se continuó
aplicando en relación con los delitos de que trata el numeral 3º del artículo 235 de la Constitución.
92
El hecho o conducta punible fue definido en los últimos código penales, así: art. 2º del decreto ley 100 de 1980: “Hecho
Punible. Para que una conducta sea punible debe ser típica, antijurídica y culpable” y art. 9º de la ley 599 de 2000:
“Conducta punible. Para que la conducta sea punible se requiere que sea típica, antijurídica y culpable. La causalidad
por sí sola no basta para la imputación jurídica del resultado.Para que la conducta del inimputable sea punible se
requiere que sea típica, antijurídica y se constate la inexistencia de causales de ausencia de responsabilidad”. En los
49
La vigencia de la Ley 270 de 1996 y la aplicación del art. 414 del Decreto 2700 de 1991
El artículo 68 de la Ley 270 de 1996, Estatutaria de la Administración de Justicia, establece
que “Quien haya sido privado injustamente de la libertad podrá demandar al Estado
reparación de perjuicios”.
En la ley 599 de 2000 se establece que no habrá lugar a responsabilidad en los siguientes eventos: “ 1. En los eventos de
caso fortuito y fuerza mayor. 2. Se actúe con el consentimiento válidamente emitido por parte del titular del bien jurídico,
en los casos en que se puede disponer del mismo. 3. Se obre en estricto cumplimiento de un deber legal. 4. Se obre en
cumplimiento de orden legítima de autoridad competente emitida con las formalidades legales. No se podrá reconocer la
obediencia debida cuando se trate de delitos de genocidio, desaparición forzada y tortura. 5. Se obre en legítimo ejercicio
de un derecho, de una actividad lícita o de un cargo público. 6. Se obre por la necesidad de defender un derecho propio
o ajeno contra injusta agresión actual o inminente, siempre que la defensa sea proporcionada a la agresión. Se presume
la legítima defensa en quien rechaza al extraño que, indebidamente, intente penetrar o haya penetrado a su habitación o
dependencias inmediatas. 7. Se obre por la necesidad de proteger un derecho propio o ajeno de un peligro actual o
inminente, inevitable de otra manera, que el agente no haya causado intencionalmente o por imprudencia y que no tenga
el deber jurídico de afrontar. El que exceda los límites propios de las causales consagradas en los numerales 3, 4, 5, 6 y
7 precedentes, incurrirá en una pena no menor de la sexta parte del mínimo ni mayor de la mitad del máximo de la
señalada para la respectiva conducta punible. 8. Se obre bajo insuperable coacción ajena. 9. Se obre impulsado por
miedo insuperable. 10. Se obre con error invencible de que no concurre en su conducta un hecho constitutivo de la
descripción típica o de que concurren los presupuestos objetivos de una causal que excluya la responsabilidad. Si el
error fuere vencible la conducta será punible cuando la ley la hubiere previsto como culposa. Cuando el agente obre en
un error sobre los elementos que posibilitarían un tipo penal más benigno, responderá por la realización del supuesto de
hecho privilegiado. 11. Se obre con error invencible de la licitud de su conducta…”
50
violatoria de los procedimientos legales, de forma tal que se torne evidente que la
privación de la libertad no ha sido ni apropiada, ni razonada ni conforme a derecho, sino
abiertamente arbitraria. Si ello no fuese así, entonces se estaría permitiendo que en todos
los casos en que una persona fuese privada de su libertad y considerase en forma subjetiva,
aún de mala fe, que su detención es injusta, procedería en forma automática la reparación
de los perjuicios, con grave lesión para el patrimonio del Estado, que es el común de todos
los asociados. Por el contrario, la aplicabilidad de la norma que se examina y la
consecuente declaración de la responsabilidad estatal a propósito de la administración de
justicia, debe contemplarse dentro de los parámetros fijados y teniendo siempre en
consideración el análisis razonable y proporcionado de las circunstancias en que se ha
producido la detención. “Bajo estas condiciones, el artículo se declarará exequible”.
93
Sección Tercera, sentencia de 2 de mayo de 2007, exp. 15.463
Sentencia de 2 de mayo de 2007, exp. 15.463. En el mismo sentido, sentencias de 23 de abril de 2008, exp. 17.534 y
94
Ahora, es cierto que el Decreto 2700 de 1991 perdió vigencia al entrar a regir la ley 600 de
2000 –Código de Procedimiento Penal-, esto es, a partir del 24 de julio de 2001 95-, y que ni
este código, ni el subsiguiente –Ley 906 de 2004- contienen ninguna previsión relacionada
con el derecho a la indemnización por la privación injusta de la libertad. En consecuencia,
en relación con los hechos ocurridos con posterioridad a la entrada en vigencia de la Ley
600 de 2000 no podrá invocarse el artículo 414 como fuente normativa de la
responsabilidad estatal.
Pero, la derogatoria del artículo 414 del Decreto 2700 de 1991 y la carencia en los
subsiguientes códigos de procedimiento penal de una norma con el mismo contenido de
ese artículo, no impiden deducir la responsabilidad patrimonial del Estado por privación
injusta de la libertad en los mismos eventos previstos en aquél, esto es, cuando mediante
sentencia que ponga fin al proceso o providencia con efectos similares, se absuelva al
sindicado con fundamento en que la conducta no existió, el sindicado no la cometió o el
hecho no era punible96.
95
Mediante la ley 906 de 2004 se expidió un nuevo código de procedimiento penal, aunque la ley 600 de 2000 se continuó
aplicando en relación con los delitos de que trata el numeral 3º del artículo 235 de la Constitución.
96
El hecho o conducta punible fue definido en los últimos código penales, así: art. 2º del decreto ley 100 de 1980: “Hecho
Punible. Para que una conducta sea punible debe ser típica, antijurídica y culpable” y art. 9º de la ley 599 de 2000:
“Conducta punible. Para que la conducta sea punible se requiere que sea típica, antijurídica y culpable. La causalidad
por sí sola no basta para la imputación jurídica del resultado.Para que la conducta del inimputable sea punible se
requiere que sea típica, antijurídica y se constate la inexistencia de causales de ausencia de responsabilidad”. En los
términos de estas normas, el hecho o conducta punible es aquél que encuadra en de la descripción de la ley penal
(tipicidad); que no se encuentra amparado por una causal de justificación (antijuridicidad); que vulnera o amenaza
considerablemente un bien jurídicamente tutelado, lo cual excluye aquellos hechos que en razón de la insignificancia de
la agresión, o de la levedad del resultado no afectan tales bienes (delito de resultado de bagatela); que se comete con
conocimiento e intencionalidad (culpabilidad). A contrario sensu, no son hechos punibles ni las conductas atípicas, ni las
conductas típicas que se encuentran amparadas por una causal de justificación o inculpabillidad.
En el decreto ley 100 de 1980 se previeron como causales de justificación: “ Art. 29. El hecho se justifica cuando se
comete: 1. En estricto cumplimiento de un deber legal. 2. En cumplimiento de orden legítima de autoridad competente
emitida con las formalidades legales. 3. En legítimo ejercicio de un derecho, de una actividad lícita o de un cargo público.
4. Por la necesidad de defender un derecho propio o ajeno contra injusta agresión actual o inminente, siempre que la
defensa sea proporcionada a la agresión. Se presume la legítima defensa en quien rechaza al extraño que,
indebidamente, intente penetrar o haya penetrado a su habitación o dependencias inmediatas, cualquiera sea el daño
que le ocasione, y 5. Por la necesidad de proteger un derecho propio o ajeno de un peligro actual o inminente, no
evitable de otra manera, que el agente no haya causado intencionalmente o por imprudencia y que no tenga el deber
jurídico de afrontar”. Y como causales de justificación: “art. 40. No es culpable: 1. Quien realice la acción u omisión por
caso fortuito o fuerza mayor. 2. Quien obre bajo insuperable coacción ajena. 3. Quien realice el hecho con la convicción
errada e invencible de que está amparado por una causal de justificación, y 4. Quien obre con la convicción errada e
invencible de que no concurre en su acción u omisión alguna de las exigencias necesarias para que el hecho
corresponda a su descripción legal. En la ley 599 aparece que la conducta”
En la ley 599 de 2000 se establece que no habrá lugar a responsabilidad en los siguientes eventos: “ 1. En los eventos de
caso fortuito y fuerza mayor. 2. Se actúe con el consentimiento válidamente emitido por parte del titular del bien jurídico,
en los casos en que se puede disponer del mismo. 3. Se obre en estricto cumplimiento de un deber legal. 4. Se obre en
cumplimiento de orden legítima de autoridad competente emitida con las formalidades legales. No se podrá reconocer la
obediencia debida cuando se trate de delitos de genocidio, desaparición forzada y tortura. 5. Se obre en legítimo ejercicio
52
98
“…lesión indemnizable…se predica, pues, del efecto de la acción administrativa (no de la actuación del agente de la
Administración causante material del daño), a partir de un principio objetivo de garantía del patrimonio de los ciudadanos
que despliega su operatividad postulando la cobertura del daño causado en tanto en cuanto no existan causas de
justificación que legitimen como tal el perjuicio de que se trate. Estas causas de justificación han de ser expresas para
que puedan ser estimadas y deben consistir siempre en un título que determine o imponga como jurídicamente querido el
perjuicio contemplado”. García de Enterría, Tomas Ramón Fernandez. Curso de Derecho Administrativo. Editorial.
Cívitas. Tomo II, Madrid, 1995, pág. 373. En el mismo sentido, la Corte Constitucional ha señalado: “este concepto [daño
antijurídico] armoniza sistemáticamente con la regulación constitucional de los derechos individuales, pues se entiende
que ante el incremento de la actividad del poder público se impone la necesidad de reforzar los mecanismos de
protección de los particulares, “al margen de cualquier conducta culposa o ilícita de las autoridades”. Sentencia C-254 de
2003.
53
En síntesis, la responsabilidad patrimonial del Estado debe ser declarada en todos aquellos
casos en los cuales se dicte sentencia penal absolutoria o su equivalente, porque el hecho
no existió, el sindicado no lo cometió o la conducta no era constitutiva de hecho punible,
con fundamento en el segundo segmento normativo del artículo 414 del decreto 2700 de
1991, cuando la decisión penal se profiera en vigencia de esa norma, esto es, cuando la
sentencia penal o su equivalente se hubieran proferido durante el lapso comprendido
entre el 30 de noviembre de 1991 y el 24 de julio de 2001, al margen de que la privación
de la libertad la hubiera sufrido el sindicado aún antes de la vigencia de la norma, porque
sólo desde la decisión definitiva debe entenderse consolidado el daño antijurídico.
1886, así como en los criterios de responsabilidad patrimonial del Estado que fueron
desarrollados por la jurisprudencia en aquella época.
Es decir, que los daños sufridos por los demandantes por privación de su libertad antes de
que entrara en vigencia la Constitución de 1991 y se expidiera el artículo 414 del Decreto
2700 de ese mismo año, son atribuibles al Estado cuando esa privación hubiera sido
injusta, ilegal, o se hubiera incurrido en error judicial. Para deducir la responsabilidad
deben aplicarse los regímenes de responsabilidad patrimonial del Estado por los daños
causados por las autoridades públicas, que la jurisprudencia había desarrollado hasta
entonces (falla probada, falla presunta del servicio, daño especial, o riesgo excepcional).
>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>
PRIVACIÓN INJUSTA DE LA LIBERTAD – Abuso contra menor de edad –
14 de diciembre de 2016 – Exp. 42615 – MP. Ramiro Pazos Guerrero –
Demandados: La Nación - Rama Judicial - Fiscalía General de la Nación
piedra de toque para analizar el proceder de la víctima, la Sala al hacer una valoración
integral de las mismas, encuentra que si bien, a partir de determinado momento el niño
empezó a rendir versiones vacilantes, lo cierto es, que en la mayoría de ellas se pueden
encontrar trazos reminiscentes de la versión inicial (…) [En la prueba de mayor
acreditación en sede penal, también se refiere el menor al evento en la forma y
circunstancias como fue vertido inicialmente. Por otro lado, de esta prueba colige la Sala
que cuando el niño hizo el reconocimiento estaba consciente de que se trataba no
solamente del señor que le ofrendaba los juguetes sino, además, del señor que le hacía las
maniobras sexuales que él relató, como además, parece ser también el entendimiento que
tuvieron los funcionarios de la Fiscalía que practicaron directamente la diligencia de
reconocimiento en fila (…) Para la Sala no es de recibo asociar las divagaciones del menor
con un comportamiento delirante y fantasioso. No puede olvidarse que se trataba de un
niño de escasos seis años. (…) Si bien, en punto de la responsabilidad penal la duda imperó
y favoreció al sindicado con alcance de cosa juzgada, en este estadio la credibilidad arropa
el conjunto de razones que llevan a la Sala a inferir, conforme al relato más consistente
del menor, que [el demandante] quebrantó deberes de conducta moral, entendidos sobre
la base del respeto irrestricto que merecen los menores, pues no de otra manera se
explica la Sala que fuera este señor, precisamente, el blanco de los señalamientos del niño
(…) En definitiva, hay un nivel de prudencia que deben guardar los adultos para acercarse
y relacionarse con los niños que, por lo que se deduce de la pruebas, [el demandante] no
observó y que, a instancias de la vista contenciosa, constituye un dolo civil que,
ciertamente, redime la obligación de reparar.
RESPONSABILIDAD DEL ESTADO POR PRIVACION INJUSTA DE LA LIBERTAD - Regulación
normativa
El estatuto jurídico de la responsabilidad del Estado se vertebra a partir del postulado
general previsto en el artículo 90 de la Constitución, que establece como presupuestos
básicos la causación de un daño antijurídico y su imputación a una autoridad pública,
merced del título que el juez halle consonante con la realidad probatoria de cada caso
(…)Tratándose de la responsabilidad del Estadojuez, normativamente se desciende a la
aplicación de lo preceptuado en la Ley 270 de 1996, sin perder de vista la interpretación
sistemática de sus disposiciones con aquellas que ostenten rango constitucional,
principalmente, el referido art. 90. Desde esta perspectiva, el art. 68 de la mentada ley,
contempla la reparación por la privación injusta; no obstante, por injusto no solamente
ha de entenderse lo abiertamente arbitrario sino toda restricción frente a la cual no exista
un deber jurídico de soportar, por cuanto, como lo ha advierte, con merecida frecuencia la
jurisprudencia de esta Corporación, el postulado constitucional resguarda al administrado
frente a la producción de daños antijurídicos, sin que necesariamente estos provengan de
una actuación irregular. Por esa misma razón, la responsabilidad en materia de privación
injusta no se restringe - aunque las comprende- a las hipótesis que antes traía previstas el
art. 414 del derogado Decreto 2700 de 1991 (…) [E]l circuito normativo de la
57
responsabilidad objetiva del Estado por privación injusta de la libertad no se ocluye con el
art. 68 de la Ley 270 de 1996, sino que a este pertenece igualmente el art. 70 ejusdem,
que refiere a los eventos en los cuales el daño se atribuya a una culpa exclusiva de la
víctima, capaz de abatir la responsabilidad que ab initio le puede caber al Estado.
FUENTE FORMAL: LEY 270 DE 1996 - ARTICULO 68 Y ARTICULO 70 / DECRETO 2700 DE
1991 - ARTICULO 414
DIFERENCIA ENTRE RESPONSABILIDAD ADMINISTRATIVA Y RESPONSABILIDAD PENAL /
VALORACIÓN DE LA CONDUCTA DEL SINDICADO EN EL ANÁLISIS DE RESPONSABILIDAD
EXTRACONTRACTUAL DEL ESTADO / DOLO CIVIL O CULPA GRAVE
Entiende la Sala y sobre ello ninguna discrepancia postula, que la presunción de inocencia
en la vista penal, es el baluarte, a la vez que la barrera infranqueable que no se puede
socavar ante cualquier atisbo de duda, razón que explica cabalmente una decisión
absolutoria. Esa presunción de inocencia queda definida de manera irremovible y su peso
queda depositado por exclusivo en los fines del proceso penal, a los cuales esta
jurisdicción no tiene nada distinto que decir o agregar. No obstante, al quedar la
presunción de inocencia excluida del objeto que corresponde a esta jurisdicción, no puede
asumirse inoponible a otros principios, que dentro del sistema jurídico – visto como un
todo - cobran protagonismo (…) De esta forma, en el análisis de la culpa grave o dolo de la
víctima no cabe ninguna consideración a cerca la presunción de inocencia, pero en cambio
sí, de otros principios de igual raigambre e importancia, sobre los que se levanta el edificio
de la responsabilidad civil extracontractual, como por ejemplo, la buena fe, el interés
general, la moral y las buenas costumbres, el principio pro infans, el interés superior de los
menores, entre otros. Más aún, el estándar de valoración de dichos principios, impone a la
Sala el deber de realizar dentro del marco normativo correspondiente, una estimación
propia del material probatorio, conforme a los fines y presupuestos autónomos.
4. ANÁLISIS DE LA SALA
4.1. La responsabilidad del Estado en los casos de privación injusta. El estatuto jurídico
de la responsabilidad del Estado se vertebra a partir del postulado general previsto en el
artículo 90 de la Constitución, que establece como presupuestos básicos la causación de
un daño antijurídico y su imputación a una autoridad pública, merced del título que el juez
halle consonante con la realidad probatoria de cada caso.
Al respecto, se ha dicho que: “En lo que se refiere al derecho de daños, (…) se observa
que el modelo de responsabilidad estatal establecido en la Constitución de 1991 no
privilegió ningún régimen de responsabilidad en particular, sino que dejó en manos del
juez la labor de definir, frente a cada caso concreto, la construcción de una motivación
que consulte razones, tanto fácticas como jurídicas que den sustento a la decisión que
habrá de adoptar”.(sentencia del 19 de abril de 2012, exp. 21515, C.P. Hernán Andrade
Rincón).
58
respectivo, del principio universal in dubio pro reo, por manera que aunque la privación
de la libertad se hubiere producido como resultado de la actividad investigativa
correctamente adelantada por la autoridad competente e incluso cuando se hubiere
proferido la medida de aseguramiento con el lleno de las exigencias legales, lo cierto es
que si el imputado no resulta condenado, se abre paso el reconocimiento de la obligación,
a cargo del Estado, de indemnizar los perjuicios irrogados al particular, siempre que éste
no se encuentre en el deber jurídico de soportarlos, cosa que puede ocurrir, por vía de
ejemplo, cuando el hecho exclusivo y determinante de la víctima da lugar a que se
profiera, en su contra, la medida de detención preventiva. Se puede ver fallo del Consejo
de Estado, Sección Tercera – Sala Plena, del 28 de agosto de 2014, exp. 36149, C.P. Hernán
Andrade Rincón (E).
Con anterioridad, ya la jurisprudencia había considerado que cuando se absuelve con
fundamento en el indubio pro reo se provoca un daño especial, así sea por favorecer los
fines del ius puniendi, previstos en el ordenamiento. Esto es así, si se tiene en cuenta que
lo relevante es la ausencia de un deber jurídico que indique que el afectado tenga que
soportar la mengua de su derecho a la libertad. En tal sentido se dijo:
“Si se atribuyen y se respetan en casos como el sub judice los alcances que en el sistema
jurídico nacional corresponden tanto a la presunción constitucional de inocencia como al
principio-valor-derecho fundamental a la libertad ─cuya privación cautelar está gobernada
por el postulado de la excepcionalidad, según se ha expuesto─, resulta indiferente que el
obrar de la Administración de Justicia al proferir la medida de aseguramiento consistente
en detención preventiva y luego absolver de responsabilidad penal al sindicado en
aplicación del principio in dubio pro reo, haya sido un proceder ajustado o contrario a
Derecho, en el cual resulte identificable, o no, una falla en el servicio, un error judicial o el
obrar doloso o gravemente culposo del agente judicial, pues si la víctima no se encuentra
en el deber jurídico de soportar el daño que le fue irrogado, devendrá en intrascendente –
en todo sentido– que el proceso penal hubiere funcionado correctamente, pues lo cierto
será, ante situaciones como la que se deja planteada, que la responsabilidad del Estado
deberá declararse porque, aunque con el noble propósito de garantizar la efectividad de
varios de los fines que informan el funcionamiento de la Administración de Justicia, se
habrá irrogado un daño especial a un individuo”, como se sostuvo
en sentencia de 17 de octubre de 2013, exp. 23354, C.P. Mauricio Fajardo Gómez.
En consecuencia, en los eventos aquí descritos, el Estado tiene el deber objetivo de
responder, merced del daño antijurídico provocado en la esfera de la libertad individual y
los perjuicios que una intervención así representa tanto en el plano inmaterial como
material.
Finalmente, el circuito normativo de la responsabilidad objetiva del Estado por privación
injusta de la libertad no se ocluye con el art. 68 de la Ley 270 de 1996, sino que a este
pertenece igualmente el art. 70 ejusdem26, que refiere a los eventos en los cuales el daño
60
>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>-
PRIVACIÓN DE LA LIBERTAD – NO DECLARA RESPONSABILIDAD PATRIMONIAL DEL
ESTADO
Consejero ponente: CARLOS ALBERTO ZAMBRANO BARRERA - 14 de septiembre de 2016
(43562)
SINTESÍS DEL CASO: El señor Juan Carlos Cano, quien era propietario y administrador de
un establecimiento de comercio dedicado al lenocinio, fue privado de la libertad y
vinculado a un proceso penal, puesto que en inspección realizada por agentes de la Policía
Nacional, encontraron a una menor de edad ejerciendo la prostitución en dicho
establecimiento de comercio. Del proceso penal, el señor Cano fue absuelto, puesto que
se configuró para el caso un error de tipo. El señor Juan Carlos Cano instaura la acción
pretendiendo la reparación de los perjuicios ocasionados por la privación injusta de la
libertad ante la jurisdicción de lo contencioso administrativo, pretensiones que no
prosperan en ninguna de las instancias judiciales.
FUENTE FORMAL: LEY 446 DE 1998 - ARTICULO 18 / LEY 1285 DE 2009 - ARTICULO 16
[A] pesar de la entrada en vigencia de la Ley 270 de 1996, cuando una persona privada de
la libertad es absuelta por alguna de las circunstancias previstas en el artículo 414 del
Decreto 2700 de 1991, se configura un evento de detención injusta y, por lo tanto,
procede la declaratoria de la responsabilidad extracontractual del Estado, en virtud del
artículo 90 de la Constitución Política. (…) las hipótesis establecidas en el artículo 414
antes citado, al margen de su derogatoria, continúan siendo aplicables a hechos ocurridos
con posterioridad a su vigencia, sin que ello implique una aplicación ultractiva del citado
precepto legal, sino de los supuestos que se regulaban de manera específica en el mismo,
pues, en virtud del principio iura novit curia, el juez puede acoger criterios de
responsabilidad objetiva o subjetiva para respaldar su decisión (…) En torno a la privación
injusta de la libertad varias han sido las líneas jurisprudenciales de la Sección Tercera de
esta Corporación:
Una primera línea, que podría calificarse de restrictiva, parte del entendido de que la
responsabilidad del Estado por la privación injusta de la libertad de las personas, se
fundamenta en el error judicial, que se produce como consecuencia de la violación del
deber que tiene todo juez de proferir sus resoluciones conforme a derecho, previa
63
valoración, seria y razonada, de las distintas circunstancias del caso. En ese sentido, la
responsabilidad del Estado subyace como consecuencia de un error ostensible del juez,
que causa perjuicios a sus coasociados. Posteriormente, se dice que la investigación de un
delito, cuando medien indicios serios contra una persona sindicada de haberlo
cometido, es una carga que todas las personas deben soportar por igual, de manera
que la absolución final no es indicativa de que hubo algo indebido en la detención.
Una segunda línea entiende que en los tres eventos previstos en el artículo 414 del C.P.P.
–de absolución cuando el hecho no existió, el sindicado no lo cometió o la conducta no
estaba tipificada como punible-, la responsabilidad es objetiva, por lo que resulta
irrelevante el estudio de la conducta del juez para tratar de definir si éste incurrió en dolo
o culpa. Se consideró que, en tales eventos, la ley presume que se presenta una privación
injusta de la libertad y que, en aquellos casos no subsumibles en tales hipótesis
normativas, se debe exigir al demandante acreditar el error jurisdiccional derivado no sólo
del carácter “injusto” sino “injustificado” de la detención. En el marco de esta segunda
línea, el artículo 414 del derogado Código de Procedimiento Penal contenía dos preceptos:
el primero, previsto en su parte inicial, señalaba que “quien haya sido privado
injustamente de la libertad podrá demandar al Estado indemnización de perjuicios”,
disposición que vendría a constituir una suerte de cláusula general de responsabilidad del
Estado por el hecho de la privación injusta de la libertad, la cual requiere su demostración
bien por error o bien por ilegalidad de la detención; el segundo, en cambio, tipificaba los
tres precitados supuestos -absolución cuando el hecho no existió, el sindicado no lo
cometió o la conducta no estaba tipificada como punible –, los cuales, una vez
acreditados, dan lugar a la aplicación de un régimen de responsabilidad objetiva, evento
en el que no es menester demostrar la ocurrencia de error judicial o de ilegalidad en la
adopción de la medida privativa de la libertad. NOTA DE RELATORIA: Sobre la irrelevancia
de estudiar la conducta del juez para tratar de definir si éste incurrió en dolo o culpa,
consultar sentencia de 15 de septiembre de 1994, exp. 9391. En relación con la
acreditación del error jurisdiccional derivado no sólo del carácter “injusto” sino
“injustificado” de la detención, ver sentencia de 17 de noviembre de 1995, exp. 10056.
artículo 114 del Código de Procedimiento Penal / - Configuración del daño / - Causales
exonerativas de responsabilidad
En la actualidad, y para aquellos asuntos en los cuales resulta aplicable el artículo 414 del
Decreto 2700 de 1991, por haberse configurado la privación de la libertad de una persona
durante su vigencia, la Sala ha venido acogiendo el criterio objetivo, con fundamento en
que la responsabilidad del Estado se configura cuando se ha causado un daño antijurídico
por la privación de la libertad de una persona a quien se le precluyó la investigación o fue
absuelta porque nada tuvo que ver con el delito investigado, sin que resulte relevante,
generalmente, cualificar la conducta o las providencias de las autoridades encargadas de
administrar justicia. Igualmente, la Sala ha precisado que el daño también puede llegar a
configurarse en aquellos eventos en los que la persona privada de la libertad es exonerada
por razones distintas a las causales previstas por el artículo 414 del Código de
Procedimiento Penal. Así ocurrió, por ejemplo, en la sentencia de 20 de febrero de 2008,
donde se declaró la responsabilidad de la Administración por la privación injusta de una
persona que fue exonerada en el proceso penal por haberse configurado una causal de
justificación de estado de necesidad. (…) Debe precisarse, en todo caso, que si las razones
para la absolución o preclusión de la investigación obedecen a alguna de las tres (3)
causales previstas en la parte final del artículo 414 del Código de Procedimiento Penal o –
en la opinión mayoritaria de la Sala- a la aplicación de la figura del in dubio pro reo, se está
frente a un daño imputable al Estado, por privación injusta de la libertad, el cual debe ser
indemnizado con fundamento en lo dispuesto por el artículo 90 de la Constitución Política;
no obstante, si se presenta un evento diferente a éstos, deberá analizarse si la medida que
afectó la libertad fue impartida “injustamente” (C-037/96), caso en el cual el ciudadano
debe ser indemnizado por no estar en el deber jurídico de soportarla. Lo anterior, sin
perjuicio de que el daño haya sido causado por el obrar doloso o gravemente culposo de
la propia víctima, o en el evento de que ésta no haya interpuesto los recursos de ley, pues
en esos casos el Estado quedará exonerado de responsabilidad. NOTA DE RELATORIA:
Sobre la causal de justificación de estado de necesidad, consultar sentencia de 20 de
febrero de 2008, exp. 15980
[S]i bien la exoneración de responsabilidad penal del señor Juan Carlos Cano se produjo en
virtud de uno de los eventos determinantes de la privación injusta de la libertad,
conforme a la jurisprudencia reiterada de esta Corporación, esto es, que el hecho
investigado es atípico, lo cual, en principio, llevaría a que el Estado tuviera que
indemnizarle los perjuicios que le fueron causados por razón de la medida de detención
preventiva que lo privó de su libertad, lo cierto es que, en el presente asunto, se configura
la causal eximente de responsabilidad consistente en la culpa exclusiva de la víctima, toda
vez que fue la conducta del demandante la que dio lugar a la investigación penal que se
adelantó en su contra y que lo privó de su derecho fundamental a la libertad. (…) el
artículo 70 de la Ley 270 de 1996 –Estatutaria de la Administración de Justicia-, dispone
que la culpa exclusiva de la víctima se configura “cuando ésta haya actuado con culpa
grave o dolo, o no haya interpuesto los recursos de ley”, mientras que el artículo 67 de la
misma normativa prevé que el afectado deberá haber interpuesto los recursos de ley en
los eventos previstos en el artículo 70, excepto en los casos de privación de la libertad del
imputado cuando ésta se produzca en virtud de una providencia judicial. (…) la
jurisprudencia ha acudido a los criterios contemplados en el artículo 63 del Código Civil,
de los cuales se extrae que el primero se corresponde con un comportamiento grosero,
negligente, despreocupado o temerario, mientras que el segundo se equipara con la
conducta realizada con la intención de generar daño a una persona o a su patrimonio. (…)
los presupuestos fácticos del sub lite podrían ser encuadrados en el régimen de
responsabilidad derivado de la privación injusta de la libertad que tiene lugar cuando, a
pesar de que la medida de aseguramiento hubiere sido legalmente proferida, comoquiera
que si bien reunía el pleno de los requisitos legales para ser emitida, a la postre el
imputado fue puesto en libertad provisional y posteriormente absuelto de los cargos
formulados en su contra, por estimar el juez del conocimiento que su conducta solo
constituyó una antijuridicidad formal, que no material, por lo que no era reprochable
penalmente. NOTA DE RELATORÍA: Sobre la caracterización de los conceptos de culpa
grave y dolo a nivel jurisprudencial, consultar sentencias del Consejo de Estado, Sección
Tercera, exp. 17933 del 18 de febrero de 2010, exp. 27414 del 30 de abril de 2014 y exp.
39311 del 27 de enero de 2016
FUENTE FORMAL: CÓDIGO CIVIL - ARTÍCULO 63 / LEY 270 DE 1996 - ARTÍCULO 70 / LEY
270 DE 1996 - ARTÍCULO 67
66
Síntesis del caso: El 16 de julio de 1998 explotó una bomba en las instalaciones
de las Oficinas de la Asociación Colombiana de Banda Ciudadana, las cuales
funcionaban en el Palacio Municipal de Sasaima. Como producto de la explosión
se produjo la muerte de la señora Carmen Elisa Gaitán Palacios y lesiones a la
señora María Libia Rojas Amaya.
67
Extracto: Para la sala no hay duda en cuanto a que los daños por los cuales se
reclama indemnización fueron producto del atentado terrorista que tuvo lugar el
16 de julio de 1998 en las oficinas de la Asociación Colombiana de Banda
Ciudadana, ubicada en el Palacio Municipal de Sasaima, edificación en la cual
también tenía sede la estación de policía del lugar, así como diversas
dependencias municipales. (…) En efecto, según el testimonio de los policías, la
entidad demandada no ejercía control sobre las personas que ingresaban al
Palacio Municipal y, además, de su dicho no es posible siquiera inferir la
implementación de alguna medida de seguridad en el perímetro de dicha
edificación, por el contrario, los declarantes fueron contundentes en señalar que
no había esquemas de seguridad (…) Del conjunto de elementos probatorios se
encuentra establecida la ausencia total de medidas de seguridad y precaución
para resguardar las instalaciones donde funcionaba, además de la estación de
policía, toda la administración municipal (…) Indefectiblemente se evidencia una
falta de cuidado por parte de la Nación – Policía Nacional –, en la adopción de las
medidas de seguridad sobre el Palacio Municipal de Sasaima, que, sin duda
alguna, constituyó una omisión en su obligación de crear las condiciones
necesarias para, al menos, intentar evitar que se perpetrara el atentado
terrorista del 16 de julio de 1998, el cual causó la muerte de la señora Carmen
Elisa Gaitán Palacios y las lesiones a la señora María Libia Rojas Amaya, por lo
que se impone declarar su responsabilidad por los perjuicios causados a los
demandantes y, por tanto, revocar la sentencia apelada.”
>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>
TEMA: Falla del servicio por disparos de policías en zona concurrida- daño
especial-
Sentencia de 26 de noviembre de 2014. Exp. 76001-23-31-000-2000-02819-
01(28716). M.P. HERNÁN ANDRADE RINCÓN. Acción de Reparación Directa
Condenan a la Policía Nacional por la muerte de un menor durante un
enfrentamiento entre policías y un grupo de delincuentes, dada la magnitud
del daño sufrido.
reparar los perjuicios sufridos por los individuos pese a que ningún reproche
merezca su actuación, siempre que el daño ostente características de
anormalidad y especialidad. (…) Recientemente esta Subsección, consideró que
en eventos como el presente, resulta irrelevante determinar la autoría del
causante del daño para imputar responsabilidad al Estado, dada la magnitud
anormal o especial del daño que da lugar a la reclamación resarcitoria,
independientemente de la naturaleza del hecho que lo causó. (…) En
consecuencia, acreditado como está que la muerte del menor Marco Antonio
Páramo Urriago fue causada por un disparo de arma de fuego, en momentos en
que se presentaba una persecución y un intercambio de disparos entre las
Fuerzas del orden y un grupo de repartidores de leche, en concordancia con los
pronunciamientos atrás citados, la Sala encuentra que resulta irrelevante
determinar la autoría del causante del daño o precisar cuál fue el arma de fuego
con que se causó para imputar responsabilidad al Estado, toda vez que su
declaratoria en estos precisos eventos solo exige que el daño se produzca en el
marco de un enfrentamiento en el que estén involucradas fuerzas estatales,
aspecto que, al estar suficientemente probado en el proceso, impone a la Sala la
necesidad de declarar la existencia de responsabilidad en cabeza de la
demandada, por cuanto la obligación indemnizatoria que se deduce proviene del
imperativo de protección de la víctima en aplicación de los principios de justicia
y equidad y, por cuanto para la víctima injustamente afectada, el daño irrogado
entrañó una clara ruptura de las cargas públicas que normalmente debía
soportar.
>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>
Sentencia de 5 de marzo de 2015. Exp. 25000-23-26-000-2003-00693-
01(34671). M.P. RAMIRO DE JESÚS PAZOS GUERRERO. Acción de Reparación
Directa
Extracto: “La Sala encuentra demostrado el daño, pues se acreditó que el señor
Édgar Pérez Calderón sufrió dos enfermedades o lesiones durante el tiempo en
que prestaba el servicio militar obligatorio: por un lado, en noviembre de 2002 le
fue diagnosticada una insuficiencia renal aguda como consecuencia de
rabdomiólisis (necrosis de las fibras musculares y filtración de mioglobina al
torrente sanguíneo y riñones); y por otra parte, en abril de 2003 registró una
parálisis facial permanente que le generó una pérdida del 11.5% de su capacidad
laboral. (…) En principio, la circunstancia que la enfermedad y la lesión hayan
ocurrido durante el tiempo en que el señor Pérez prestó el servicio militar sería
suficiente para responsabilizar a la entidad por este daño, pues, se reitera, bajo
un régimen objetivo de responsabilidad el Estado tiene el deber de proteger la
vida e integridad del personal bajo su cuidado. (…) Los síntomas que describen
los estudios académicos como característicos de la rabdomiólisis coinciden con
los registrados por el señor Pérez Calderón, como bien lo reconocen los médicos
que trataron su enfermedad. Para la Sala está acreditado que el soldado fue
sometido a un esfuerzo físico excesivo, consistente en obligarlo a hacer
“sentadillas involuntarias”, esto es, flexiones repetidas de las rodillas y los
muslos, halado de los brazos por otros uniformados, por un lapso de 35 minutos
(…) Porque el hecho de haber sido dado de alta no significa que no haya tenido
que soportar dolores y sufrir el deterioro de su salud por cuenta del brutal
esfuerzo que le fue impuesto. (…) Además, de acuerdo con las declaraciones
vertidas en el proceso, el paciente no se ha recuperado totalmente del problema
renal. (…) En conclusión, la Sala considera que el daño sufrido por el señor Édgar
Pérez Calderón, consistente en lesiones musculares y un cuadro clínico de
insuficiencia renal aguda, es imputable al Ejército Nacional, toda vez que la
institución le impuso un esfuerzo físico desproporcionado que terminó por
deteriorar su salud y le dejó secuelas físicas.
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TEMA: OCUPACIÓN PERMANENTE DE UN TERRENO – DERECHO DEL RECLAMANTE
Sentencia de mayo 6 de 2015. (30892). M.P. OLGA MÉLIDA VALLE DE DE LA HOZ
(E).
Se configura la responsabilidad del Estado cuando se logra probar que una franja
de terreno, respecto de la cual se detenta un derecho real o personal, fue
ocupada permanentemente por la administración o por particulares que actúan
autorizados por ella y por tanto se hace necesario acreditar el vínculo jurídico o
el derecho que el demandante ostenta sobre el bien y la ocupación del mismo.
no lograron probar que fuera de su propiedad tal como fue determinado con el
dictamen pericial decretado por el tribunal de origen.
Extracto: “los demandantes no lograron acreditar la ocupación de los inmuebles
de su propiedad, pues se itera acreditaron el derecho que ostentan respecto
de los inmuebles señalados en la demanda, pero no se probó de manera precisa
y concreta la ocupación de estos por las obras ejecutadas por la administración ,
así como tampoco demostraron que la franja de terreno ocupada por la
ampliación de la Avenida de los Industriales hace parte de los predios objeto de
la demanda, es decir, no se logró acreditar que la faja de ampliación es
propiedad de los demandantes, pues de la demostración del derecho ostentado
sobre los bienes inmuebles señalados en la demanda como ocupados no se puede
deducir de manera automática que fácticamente se haya producido la ocupación
de los inmuebles. Para declarar la responsabilidad por ocupación permanente el
demandante debió dejar plenamente probado que hay identidad entre los
inmuebles objeto de la demanda y aquellos en los que fue ejecutada la obra
pública, no meras conjeturas. Es decir, que se logró acreditar que la faja de
terreno en la cual se ejecutó la obra pública se encuentra comprendida dentro
de las medidas y linderos establecidas en las escrituras públicas registradas en el
folio de matrícula inmobiliaria de los predios y en los planos de Catastro
Municipal de los predios objeto de la demanda. es decir, no es suficiente con los
testimonios recepcionados en este proceso, en los que se precisó que hubo una
ocupación en los inmuebles de los demandantes, pues no se estableció de
manera concreta que materialmente fueron ocupados, pues se debió señalar de
manera precisa que el área de construcción de la obra tuvo lugar en los terrenos
señalados en el proceso. Razón por la cual, al ser el daño antijurídico el primer
elemento de la responsabilidad que debe ser acreditado en el proceso y ante la
falta de demostración de su existencia, falencia que se deriva de la no
acreditación de la ocupación permanente alegada, se negarán las pretensiones
de la demanda.”
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TEMA: Riesgo excepcional – daño ocasionado en actividades peligrosas
Sentencia de mayo 27 de 2015. Exp. (34927). M.P. Carlos Alberto Zambrano
Barrera.
Para que se configure la responsabilidad del Estado, bajo el título objetivo de
riesgo excepcional, es necesario que el daño se materialice con ocasión del
desarrollo de una actividad peligrosa como es el caso de la conducción de
energía eléctrica.
Elena, para el momento del accidente laboraba como ayudante del técnico
electricista Robinson Aníbal López, quien había sido designado por la Alcaldesa
del municipio para desarrollar dicha actividad. La Junta Regional de Calificación
de Invalidez del Tolima certificó que la pérdida de la capacidad laboral del
señor Martínez fue del 44.04%”.
Extracto: “la Sala encuentra acreditado que: i) el señor José Antonio Martínez
laboraba como ayudante del técnico electricista Robinson Aníbal López, ii) el 4
de septiembre de 2004, ambos se encontraban desarrollando una actividad
peligrosa, esto es, cambiando unas bombillas del alumbrado público de la
localidad, por encargo de la Alcaldesa y iii) como consecuencia de una descarga
eléctrica, Robinson Aníbal López falleció y José Antonio Martínez resultó
lesionado. Entonces, como están acreditadas las lesiones sufridas por el principal
de los demandantes y que éstas ocurrieron durante el desarrollo de una actividad
peligrosa por cuenta del municipio de Roncesvalles, las mismas resultan
imputables a este último. En efecto, para que pueda atribuirse responsabilidad a
la administración bajo el título objetivo de riesgo excepcional –como lo expone el
apoderado de los demandantes en el recurso de apelación-, es necesario que se
materialice un riesgo al que ella haya expuesto a sus funcionarios, empleados,
contratistas o particulares, según el caso, con ocasión del desarrollo de
actividades peligrosas, tales como el uso de armas de fuego, la conducción de
vehículos automotores o la conducción de energía eléctrica. En este caso, se
acreditó que el municipio le encargó al principal de los aquí demandantes y a
Robinson Aníbal López el desarrollo de la actividad que ejecutaban al momento
del accidente, lo que implicó la materialización del riesgo al que la entidad
estatal demandada los expuso. (…) como en el presente caso el municipio de
Roncesvalles fue el creador del riesgo y no demostró la existencia de alguna
causa extraña, se impone concluir que las lesiones sufridas por el señor José
Antonio Martínez son imputables al mismo; en consecuencia, habrá lugar a
revocar la sentencia apelada.
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Segunda sentencia sobre el RIESGO excepcional - (Sentencia de marzo 8 de 1984.
Expediente 2846. Consejero ponente: Dr. Eduardo Suescún Monroy).
EXTRACTO: “Conforme lo declaran Carlos Mejía, Manuel de J. Cartagena y Antonio Vicente
Montoya (fls. 23-33) el 29 de septiembre de 1975, hacia las cinco de la tarde, cuando los
señores Gilberto Díaz y Carlos Mejía transitaban desprevenidamente por una calle céntrica
de Medellín, hizo explosión una cámara de redes subterráneas de energía, instalada en la
acera, en la cual se habían detenido, en ese momento, los dos transeúntes. La violenta
explosión dio a tierra con los señores Mejía y Díaz y les produjo heridas considerables.
Este último, demandante en el juicio, resultó con una fractura en la cadera izquierda por
lo cual fue inmediatamente operado en la clínica El Rosario (historia clínica fls 20-31). Las
73
responsabilidad de la Administración, así no haya habido falta o falla del servicio” (Sent. 2
de feb/84 - actor: Enrique Mejía - Exp. 2744).
Establecida la responsabilidad condicionada por el riesgo, corresponde a las Empresas
Públicas reparar en su totalidad los daños causados, máxime cuando ellas como se anotó
anteriormente no acreditaron la influencia que el hecho del tercero hubiese podido tener
en la ocurrencia del accidente.
En consecuencia, habrá de modificarse el fallo apelado en cuanto condenó a una
indemnización sólo del 50% y ordenarse en cambio el pago de toda la indemnización. En
todo lo demás debe confirmarse la sentencia apelada. Aclaración de voto de los
magistrados Carlos Betancur Jaramillo y José Alejandro Bonivento Fernández.
1.- No obstante compartir, en su totalidad, la parte resolutiva de la sentencia, debemos
expresar nuestra separación en el aspecto de la motivación referida a la adopción del
riesgo como criterio de la condena, cuando en verdad, se estaba frente a una típica falta o
falla del servicio.
2.- No se puede desconocer el esfuerzo del Consejero Ponente para encontrar, a través de
la teoría del riesgo, la construcción de la responsabilidad del ente público demandado. Sin
embargo, esa teoría, que muchas veces se ha adoptado por la Jurisprudencia de la Corte
Suprema de Justicia, en particular en la sentencia de 28 de febrero de 1958, ha tenido,
frente a la responsabilidad del Estado, una aplicación distinta, casi de rechazo, sustituida
por el instituto de la falla del servicio, que en sus elementos axiológicos encuentra su clara
ubicación: la falla funcional, el daño y la relación de causalidad entre la falla y el daño.
3.- Si se probó que el accidente se produjo como consecuencia de la explotación
subterránea de redes de energía - aquí el aspecto funcional constitutivo de la falla-, el
daño y la relación de causalidad, fácil demarcar el camino de la responsabilidad de las
Empresas Públicas de Medellín, quien solamente, para exonerarse de ella, podía acreditar
la intervención, participación de un elemento extraño- la fuerza mayor o caso fortuito, un
hecho de tercero o la culpa de la víctima-. Y ninguno de ellos se aprecia dentro del
proceso.
Dentro del criterio de adopción de la teoría de la falla o falta del servicio, por la doctrina
administrativa patria, cabe perfectamente en el caso en estudio; para qué entonces, salir
en la búsqueda de otras figuras, cuando la que se ha construido y desarrollado, tiene la
efectiva aplicación en el sublite.
4.- Por otra parte, el riesgo excepcional, debe tener un manejo jurisprudencial demasiado
restringido, para que no pueda prestarse a una consagración frecuente y, por tanto, a
generalizarse peligrosamente, con prescindencia de los factores eximentes de
responsabilidad, como los ya mencionados -fuerza mayor o caso fortuito, hecho de un
tercero o culpa de la víctima-
76
El cuidado en la aplicación de la teoría del riesgo, con olvido de la falla o falta del servicio,
debe ser permanente, porque si se generaliza, se corre el peligro de la implantación
exagerada e inconveniente en situaciones que llevaría a la administración a responder de
todo, o, mejor de casi todo, con los peligros de su adopción desmedida. Y es que no es
sólo por prudencia, si no, también, porque el riesgo, como instituto doctrinario, tiene, y
debe tener, saludables limitaciones, a nivel de pensamiento de los tribunales de justicia.
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Presunción de arma oficial cuando la utiliza el agente
Ponente: Carlos Betancur Jaramillo – 17 de Agosto de 1.993 – Exp. No. 7717
La sentencia recurrida será revocada porque la Sala no hace suyo el estudio superficial y
simplista que hizo el a quo, el cual parece no leyó todo el expediente y se basó en dos
premisas que no resultaron bien acreditadas:
La primera, que el agente homicida estaba en franquicia el día de los hechos; y la segunda,
que los disparos hechos por el agente no habían provenido de arma de dotación oficial.
Aceptó sí el tribunal y en esto está de acuerdo la Sala, que el autor material de las muertes
de Helman Guzmán Martínez y Pedro José Moliliva fue el señor Wilson Hincapié N., en
hechos ocurridos en Arauquita el 27 de julio de 1987 a eso de las 8:30 p.m. Así mismo que
Hincapié N. era miembro activo de la policía y había estado en franquicia ese día hasta las
7 p.m.
Si bien es cierto el agente Hincapié y su compañero de armas Javier Alonso Restrepo Villa
estuvieron de franquicia y de tragos desde las 12 meridiano hasta las 7 p.m. ese día 27 de
julio, los hechos ocurrieron cuando ya ésta había cesado. Son contestes los testigos y así
lo acepta el mismo comandante del puesto de policía, Capitán Marco Tulio Guzmán, que
el suceso trágico ocurrió entre las 8 y 30 y 9 p.m.
Tan cierto es esto que el fallo disciplinario de segunda instancia de diciembre 7 de 1987
que lo retiró en forma definitiva del servicio con su compañero Restrepo Villa en la parte
resolutiva señala:
“ARTICULO 1°.- Separar en forma absoluta de la Institución al Agente HINCAPIÉ NUÑEZ
WILSON con CC No. 86001375 de Granada (Meta), por haberse demostrado que incurrió
en faltas constitutivas de mala conducta, al tenor del artículo 125 literales a) y e) del
Reglamento de Disciplina y Honor para la Policía Nacional, en concordancia con el artículo
124 ibídem, consistente en: aparecer directamente sindicado de haber causado la muerte
a los señores HERLMAN GUZMÁN MARTINEZ Y PEDRO JOSE MOLILIVA CERINZA y lesiones
personales a PEDRO NEL OSPINA, huir del lugar sin prestar auxilio a los heridos, hechos
ocurridos el día 27 de julio de 1987, en Arauquita (Arauca), y abusar con frecuencia de las
bebidas embriagantes, con el agravante de haberse retardado al turno de franquicia, que
en la Estación de Arauquita se había establecido hasta las 19:00 horas y el inculpado hizo
77
Consideró también el a quo que como la parte actora no había demostrado que el arma
homicida era de dotación oficial, no podía imputársele responsabilidad alguna a la nación.
Aquí peca por simple el tribunal. Si hubiera hecho algún esfuerzo dialéctico habría llegado
a conclusión diferente. Pero, desafortunadamente, se dejó desorientar por la declaración
del comandante Capitán Marco Tulio Guzmán, la que tampoco permitía esa conclusión.
Este no dijo expresamente que el arma utilizada no era de dotación oficial, pero sí dijo
algo que permite inferir que lo era. Primero, porque anotó que el agente Hincapié había
estado de comandante de guardia hasta las 12 m. de ese día 27 y que todo el armamento
de dotación oficial había estado hasta esa hora bajo su responsabilidad; lo que hace
presumir que de allí tomó el arma, un 38 largo, según los testigos; arma de dotación
ordinaria en la policía. Y segundo, porque al preguntársele al mismo oficial si el agente
Hincapié poseía algún arma de uso particular, contestó “No, porque precisamente hay una
orden de que el armamento que porten los agentes que no tengan salvoconducto sea
decomisado como a cualquier persona civil y el que tiene salvoconducto está
debidamente registrado en el comando y el agente (Hincapié, anota la Sala) no tiene
revólver con salvoconducto, porque si no se le había decomisado.
Aquí se pregunta la Sala: Si no tenía revólver particular, a quién pertenecía el utilizado
para dar muerte a los dos ciudadanos? La respuesta es obvia: Al comando de la policía.
Se puede en esto sentar la siguiente presunción: Cuando un miembro de un organismo
armado hiere o mata a alguien con un arma de fuego se presume que ésta es de dotación
oficial. Por lo tanto, correrá a cargo de la entidad destruir la presunción, demostrando
que el arma era particular y que estaba amparada o no con salvoconducto.
Para la Sala no es aceptable bajo ningún pretexto la tesis del tribunal, en el sentido de que
si el agente oficial daña a otro con un arma que no sea de dotación oficial no podrá
endilgársele responsabilidad. No, en esto existe un malentendido. La Sala ha dicho algo
diferente, o sea que cuando el daño se causa con un arma de dotación, existe una
presunción de responsabilidad. Pero de allí a afirmar que si el arma no es de dotación no
habrá responsabilidad, va mucho trecho, porque en tal evento y se ha repetido hasta la
saciedad, el asunto deberá manejarse desde la perspectiva de la falla probada del servicio.
En tal sentido, si esta se prueba y se causó un daño, habrá lugar a la declaratoria de
responsabilidad.
En el caso concreto no existe duda de que el arma utilizada era de dotación oficial. Pero
aun aceptando que no lo fuera, la falla del servicio resultó bien establecida.
78
El crimen se cometió cuando el agente homicida ya no estaba en franquicia (hacía casi dos
horas había cesado ésta); cuando esgrimió el arma estaba seriamente embriagado; había
continuado bebiendo después de las 7 p.m. hora en que debía estar en el comando,
acuartelado, en disponibilidad de servicio; y cometió el delito en presencia de otros
agentes que no hicieron nada para evitar la tragedia. El fallo disciplinario seguido contra
el agente Javier Alonso Restrepo Villa lo sanciona precisamente por haber incurrido “en
faltas constitutivas de mala conducta, al tenor del artículo 125 del literal a) del
Reglamento de Disciplina y Honor de la Policía Nacional, en concordancia con el artículo
124 ibídem, consistente en: No cumplir con la misión constitucional de proteger honra,
vida y bienes al no evitar que el agente Hincapié Núñez Wilson, disparara en varias
ocasiones un revólver, causando la muerte a Helman Guzmán Martínez y Pedro José
Moliliva, lesiones personales a Pedro Nel Ospina y a pesar de enterarse que había unos
heridos, huyó del lugar sin prestarles el correspondiente auxilio, con el agravante de
haberse retardado al turno de franquicia, cual era hasta las 19 horas y tan sólo hizo su
presentación a las 20:30 horas...”
En suma: La falla del servicio, sin lugar a dudas, se produjo. Con o sin arma de dotación,
un agente de policía, embriagado y dentro del horario del servicio, con un revólver 38
largo dio muerte a dos ciudadanos inermes, sin mediar provocación alguna y ante la
mirada impasible de otros policías que no hicieron nada para evitarlo y que tuvieron el
cinismo de afirmar que no habían visto nada.
Aquí se pregunta la Sala: Si en este caso no hubo falla del servicio, cuándo la habrá? La
respuesta, en todo caso, no puede ser la simple dada por el tribunal.
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“No es dable concebir que el Estado ostente el carácter de deudor en el mismo plano de las
relaciones jusprivatistas frente al conglomerado de personas que lo conforman y que en
virtud de ello sólo se compromete a poner los medios tendientes a la protección de ellas
sin que pueda garantizar el resultado.
“Su función de protección policiva, enmarcada como está en el derecho público va mucho
más allá, pues su responsabilidad tiene que ver nada más ni nada menos que con la
salvaguardia de la vida, honra y bienes de los asociados, bienes éstos tangibles e
intangibles que trascienden los lindes del simple interés particular.
“Ni siquiera en el caso subjudice podría decirse que se hubiera puesto medio alguno al
servicio del doctor Córdoba, porque a pesar de ser muy especial la situación de riesgo
contra su vida, no se proveyó concretamente a su seguridad personal.
“La protección que a la vida, honra y bienes de los ciudadanos deben las autoridades,
según el artículo 16 de la Constitución – principio que viene consagrado desde 1886 – no
puede concebirse jamás como estática, es decir, que no puede aceptarse que los
organismos policivos sean sujetos pasivos entregados a la espera impasible de la petición
de protección por parte del miembro de la comunidad que la necesita, sino que por el
contrario deben observar una actitud de permanente alerta determinada por las
circunstancia de cada momento que viva la colectividad y tomar la acción que corresponda
–motu proprio- cuando la situación azarosa de perturbación en un caso dado la hagan
aconsejable respecto de una o determinadas personas en razón de la influencia que tales
circunstancias obren sobre ellas por la posición que ocupan en la vida social.
80
“En efecto, aún si el obrar del centro jurídico de imputación demandado hubiese sido
diligente y cuidadoso en el cumplimiento de las órdenes acerca de las medidas de
protección y seguridad impartidas por sus superiores, la entidad pública debe responder
patrimonialmente con base en los principios de equidad, solidaridad social y el de igualdad
de los ciudadanos ante las cargas públicas como fundamentos mediatos de
responsabilidad, porque una persona o un grupo de ellas no tiene por qué soportar los
daños que se generan con motivo de la defensa del orden institucional frente a las fuerzas
desestabilizadoras de ese orden.
…“Si bien es cierto que en el presente caso el atentado terrorista no fue dirigido contra un
establecimiento militar del gobierno, sí lo fue contra el edificio en donde funcionaba el
Departamento Administrativo de Seguridad del Estado. Y lo propio cabría decir cuando
esos hechos se dirigen contra las instalaciones en donde funcione la fuerza pública, la cual
está integrada no sólo por las Fuerzas Militares sino también por la Policía Nacional
(artículo 216 Constitución Política)”99.
2. La ayuda humanitaria prevista en la ley para las víctimas de atentados terroristas
En ejercicio de las facultades derivadas de la declaración del estado de conmoción interior
(decretos 1793 de 1992 y 261 de 1993), el Presidente de la República expidió el decreto
444 de 1993 con el objeto de responder a la necesidad de prestar una ayuda humanitaria
a las víctimas de atentados terroristas, con fundamento en los principios constitucionales
de respeto a la dignidad humana, la prevalencia del interés general, la igualdad y la
solidaridad social, entre otros.
Allí se precisó que dicha ayuda no implicaba el reconocimiento por parte de la Nación o de
la respectiva entidad pública de responsabilidad por los perjuicios causados con los
atentados terroristas (art. 29) y además que en el evento en que dichas entidades fueran
condenadas a reparar los daños causados a las víctimas, del monto total de los perjuicios
habrían de deducirse las sumas100 que hubieren entregado en razón de los programas de
asistencia previstos en el decreto (art. 30).
Estas dos últimas disposiciones fueron declaradas exequibles por la Corte
Constitucional101, por considerar que el mandato del artículo 29 del decreto no impedía
que “a través de la jurisdicción de lo contencioso administrativo, se defina lo relativo a la
existencia o inexistencia de la responsabilidad que pueda corresponderle a determinado
sujeto público, por los perjuicios recibidos por las víctimas del terrorismo”.
99
100
101
85
Y en cuanto a la reducción de las sumas reconocidas por razón del decreto de las
indemnizaciones a que fuera condenada la entidad, la Corte Constitucional consideró que
dicha disposición era exequible porque además de consultar los principios de justicia y
equidad se ajustaba al ordenamiento superior pues “la reparación del daño con
fundamento en la responsabilidad estatal no puede constituir una fuente de
enriquecimiento. El resarcimiento del perjuicio, debe guardar correspondencia directa con
la magnitud del daño causado, mas no puede superar ese límite; y es obvio, que si el
Estado ha reparado, en parte, ese perjuicio, no puede ser condenado de nuevo a reparar
la porción ya satisfecha”.
Con un contenido similar, se expidió la ley 104 de 1993, que tuvo una vigencia inicial de
dos años102 y que en desarrollo del principio de solidaridad social y dado el daño especial
sufrido por las víctimas, dispuso en el Título II la asistencia humanitaria a través del Fondo
de Solidaridad y Emergencia Social, el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, el
INURBE y demás entidades públicas dentro del marco de su competencia legal, en materia
de salud, vivienda, crédito y educación. Concretamente en relación con vehículos de
transporte público urbano se dispuso en el parágrafo del artículo 35 que “no obstante las
líneas de crédito para reposición o reparación de vehículos, el Gobierno Nacional
mantendrá el seguro de protección de vehículos de transporte público urbano e
intermunicipal contra atentados terroristas”.
En las últimas normas del Título II de la ley se previó igualmente que “la asistencia que la
nación o las entidades públicas presten a las víctimas de los atentados terroristas…no
implica reconocimiento por parte de la nación o de la respectiva entidad de
responsabilidad alguna por los perjuicios causados por el atentado terrorista” (art. 46) y
que “en el evento en que la nación o las entidades territoriales sean condenadas a reparar
los daños a las víctimas de atentados terroristas, del monto total de los perjuicios que se
liquiden se deducirán las sumas que la nación o las entidades públicas hayan entregado a
las víctimas o en favor de las mismas…”.
En términos muy similares, la ley 418 de 1997 prevé en el Título II la “atención a las
víctimas de hechos violentos que se susciten en el marco del conflicto armado”, la cual
será prestada por la Red de Solidaridad Social “y por las demás entidades públicas dentro
del marco de sus competencias, siempre que la solicitud se eleve dentro del año siguiente
a la ocurrencia del hecho”. De igual manera prevé la ley que la asistencia que la Nación o
las entidades públicas presten a las víctimas no implica reconocimiento por parte suya de
“responsabilidad alguna por los perjuicios causados por tales actos” (art. 47)..
En este orden de ideas se concluye que el Estado ha previsto mecanismos de ayuda
humanitaria para las víctimas de actos terroristas, que no implican la aceptación de
responsabilidad por esos hechos. En consecuencia, para deducir dicha responsabilidad no
basta acreditar la ocurrencia de tales actos sino que es necesario demostrar además que
102
86
ellos son constitutivos de una falla del servicio o de un daño especial, de conformidad con
los criterios que la ley y la jurisprudencia han desarrollado al respecto.
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Actos de terrorismo – Daño especial
Alier Eduardo Hernández Enríquez - 14 de septiembre de 2000 – (11805).
“’Si o no, es cierto que para propiciar su detección, los explosivos plásticos requieren de su
“marcación” mediante la inclusión de elementos adicionales a su composición?
“’Las grandes fábricas productoras de explosivos como la DUPONT, ATLAS, UEE, etc,
utilizan para su producción materias químicas, características que permiten su
identificación en los laboratorios, mediante el uso de patrones específicos”. (fl. 68-69
Cdno. No.2).
“’B) A la luz de los anteriores medios probatorios, que son los únicos que obran dentro del
expediente, resulta imposible, como ya se anticipó, concluir que hubo falla del servicio. El
apoderado de los demandantes, en el escrito en que sustenta el recurso, pone mucho
énfasis en la circunstancia en que la Policía portuaria no cumplió con lo dispuesto en los
artículos primero y segundo del Decreto 263 de 1988, que le asigna la función de vigilancia
y control de las instalaciones aeronáuticas, las personas, aeronaves y equipos en los
aeropuertos públicos del país, exigiéndole, además, que ha debido tomar medidas
preventivas “…para evitar la ejecución de actos terroristas en los aeropuertos, la
interferencia ilícita de aeronaves y demás delitos contra la actividad aeronáutica…” Quien
así razona olvida que la Corporación ha predicado, en forma reiterada, que la falla del
servicio tiene un UNIVERSO RELATIVO, pues al Estado no se le puede exigir que, dada la
grave situación de orden público, que desde hace muchos años vive el país, se coloque al
pie de cada edificio o casa particular, al lado de todos los vehículos utilizados para el
transporte aéreo, terrestre o marítimo, al lado de cada ciudadano, agentes del orden para
que protejan, con obligación de resultado, sus vidas o bienes.” 103
Por otra parte, en cuanto a la indemnización de los perjuicios causados en atentados
terroristas, ha dicho la Sala en providencia reciente:
103
87
resultar responsable del perjuicio sufrido por los ciudadanos como consecuencia de
atentados terroristas.
Así, en fallo del 22 de julio de 1996 y respecto de la muerte de un inspector de policía, que
fue asesinado en una zona del país afectada por la violencia, se expresó lo siguiente:
Por el contrario, ninguna acción positiva tomaron las autoridades requeridas por el aludido
funcionario. Las amenazas contra su vida, ocasionadas precisamente por el cumplimiento
de sus obligaciones públicas, no fueron suficientes frente a la indolencia de la
administración. El Inspector de Policía continuó seriamente amenazado pero cumpliendo
con sus obligaciones, hasta que en ejercicio de las mismas resultó asesinado, sin contar en
ningún momento con la custodia, apoyo o vigilancia que las circunstancias específicas
exigían y que en numerosas oportunidades suplicara.
Concluyó el Consejo, en esta oportunidad, que existía un deber especial, en cabeza del
Estado, de proteger al mencionado inspector de policía, deber que surgió cuando sus
particulares circunstancias de peligro se hicieron evidentes, a raíz de las amenazas
recibidas, y fueron informadas a las autoridades competentes. Sin duda, entonces, el
incumplimiento de este deber facilitó la acción de los antisociales.
De otra parte, en sentencia del 29 de abril de 1994, en un caso relativo a los perjuicios
sufridos por una persona como consecuencia de la explosión de un carro bomba que era
manipulado por la guerrilla cerca de un cuartel militar, se dijo:
104
105
88
“...si en ese enfrentamiento propiciado por los terroristas, contra la organización estatal, son
sacrificados ciudadanos inocentes, y se vivencia que el OBJETO DIRECTO de la agresión
fue UN ESTABLECIMIENTO MILITAR DEL GOBIERNO, UN CENTRO DE
COMUNICACIONES, al servicio del mismo, o un personaje representativo de la cúpula
administrativa, etc., se impone concluir que en medio de la lucha por el poder se ha
sacrificado a un inocente, y, por lo mismo, los damnificados no tienen por qué soportar
solos el daño causado...”. 107
Sin duda, el planteamiento de la Sala encuentra sustento, en estos dos últimos fallos, en una
razón distinta del incumplimiento de un deber por parte del Estado. Se reconoce en éstos la
legitimidad y legalidad de su actuación, pero se considera que, en cumplimiento de sus
funciones, ha puesto en situación especial de riesgo a una o varias personas en particular,
por lo cual su sacrificio se torna excepcional y da lugar al surgimiento de la
responsabilidad.
En otras ocasiones, sin embargo, la Sala ha considerado que, dadas las circunstancias en
que se presentan los hechos, la administración no está obligada a responder. Así, en fallo
del 25 de octubre de 1991, por el cual se decidió sobre los perjuicios causados por el
estallido de un artefacto explosivo abandonado, expresó:
“...la falla del servicio no puede predicarse de un Estado ideal. Para hablar de ella hay que
tener en cuenta la realidad misma del país, el desarrollo, la amplitud y la cobertura de los
servicios públicos. En otras palabras, la infraestructura de los mismos.
Por eso es fácil pensar que no puede tener la misma extensión la tesis en un país
desarrollado que en uno como el nuestro que apenas está en vía de desarrollo. (...)
En el plano ideal el Estado debería responder por toda muerte acaecida en el territorio
nacional (él tiene el deber de proteger su vida); siempre que muriera una persona por falla
de asistencia médica; por los niños que se quedan sin escuela y entran a la mendicidad....
Tan en el plano ideal se sitúa la parte demandante, que la falla del servicio ni siquiera la
hace consistir en el hecho de que algún miembro de las fuerzas armadas hubiera dejado el
artefacto explosivo abandonado, sino en el hecho, puro y simple, de que unos particulares
106
Expediente 7136.
107
Expediente 8577, actor: Justo Vicente Cuervo Londoño.
89
no tenían por qué tener en su poder esa granada ya que ésta era del uso privativo de la
autoridad militar.
Tan cierta es esta afirmación que el recurrente... anota: No fue entonces a una falla del
servicio dibujable materialmente “a la cual aludimos en la sentencia. Fue a esa otra, a la
general, ideal, que penetra dentro del amplio estadio o espectro de la función estatal, de sus
obligaciones constitucionales y legales, plasmadas en el artículo 16 de la Carta Magna...
La cita precedente permite entender por qué el asunto no se haya (sic) enfocado en la forma
tradicional analizada en muchos fallos, en los cuales se estudia la responsabilidad del
Estado por el abandono de artefactos explosivos por parte de las fuerzas armadas, y se
decide con base en la tesis tradicional de la falla del servicio concreta y por un hecho
fácilmente identificable: que en el lugar estuvo el ejército o la policía haciendo prácticas y
abandonó el lugar sin limpiar previamente el terreno de artefactos explosivos que quedaron
sin estallar...”.108
3. En relación con los actos terroristas contra vehículos de servicio público, la Sala ha
señalado que solamente en estados especiales de agitación, en los cuales dichos actos son
normalmente previsibles, las autoridades tienen la obligación de tomar medidas especiales
de protección sobre dichos vehículos; y su omisión, en tales casos, puede constituir falla del
servicio que comprometa la responsabilidad de la administración. Pero cuando no se
presenten dichas circunstancias especiales, no puede imponerse a las autoridades la
obligación de escoltar cada vehículo de servicio público, pues ellas carecen de medios y de
personal para tal efecto; y menos deducirse falla en el servicio por omisión cada vez que
ocurran actos terroristas en tales circunstancias...”.109
Del análisis de las providencias transcritas, resulta claro que es necesario el estudio de las
circunstancias en que ocurren los hechos, en cada caso concreto, para establecer si el
Estado es responsable del daño sufrido por los demandantes. Adicionalmente, es claro para
la Sala que reflexiones similares a las expuestas en tales providencias, con base en los
regímenes antes referidos, permiten obtener, con fundamento en el artículo 90 de la
Constitución Política vigente, conclusiones parecidas, en la medida en que, antes, como
ahora, el punto central de la discusión se sitúa en uno de los elementos fundamentales de la
responsabilidad, la imputabilidad del daño.
En efecto, con base en el análisis de los casos antes citados, se concluye que el Estado sólo
fue condenado en aquéllos en que no se pudo establecer la existencia del hecho de un
tercero, como causal de exoneración de responsabilidad, dado que el mismo no resultaba
ajeno a la acción u omisión del Estado. Y para ello, la Sala debió precisar, en cada caso,
cuál era el alcance de su deber de vigilancia y protección. Es ésta la razón por la cual se
108
Expediente 6680, actores: Helí de Jesús Cardona Ríos y otros.
109
Sentencia del 16 de junio de 1.995, expediente No. 9392, actor: Adán Antonio Vanegas Díaz.
En el mismo sentido, sentencia del 16 de noviembre de 1995, expediente 10.309, actor: Pedro Julio
Moreno Rodríguez, y sentencia del 18 de abril de 1996, expediente 10.230, actor: José Rómulo
Palomino.
90
acudió, en algunos eventos, al concepto de relatividad de la falla del servicio, que más
precisamente alude a la relatividad de las obligaciones del Estado y, por lo tanto, permite
determinar, en cada situación particular, si el daño causado resulta o no imputable a la
acción u omisión de sus agentes. En otros eventos, como se vio, la imputabilidad surge de
la creación de un riesgo, que es considerado excepcional, en la medida en que supone la
puesta en peligro de un grupo particular de ciudadanos, como consecuencia del desarrollo
de una actividad dirigida a proteger a la comunidad en general. No se trata aquí, entonces,
de la existencia de una acción u omisión reprochable de la administración, sino de la
producción de un daño que, si bien es causado por un tercero, surge por la realización de un
riesgo excepcional, creado conscientemente por ésta, en cumplimiento de sus funciones. Y
es la excepcionalidad del riesgo lo que hace evidente la ruptura del equilibrio frente a las
cargas públicas y posibilita el surgimiento de la responsabilidad patrimonial del Estado.”110
De las directrices transcritas se deduce que, en el caso concreto, no existe título alguno que
permita imputar al Estado los daños reclamados…. puesto que como antes se expuso, los
daños producidos por el atentado terrorista al avión Boeing HK 1803 de la línea aérea
Avianca, ocurrido el 27 de noviembre de 1989, no son imputables a la entidad demandada
toda vez que no se ha demostrado que se produjeron porque la administración incurriera en
falla del servicio público de vigilancia y seguridad, lo cual comprometería su
responsabilidad.
>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>
Responsabilidad del Estado por la ocupación permanente de inmuebles.
Alier E. Hernández Enríquez - 24 De Agosto De 2000. Expediente No. 12209
1. En materia de daños causados a los particulares debido a la ocupación permanente
de un inmueble a causa de la realización de trabajos públicos, por parte del Estado, se
tiene por sentado que el régimen de responsabilidad aplicable es el objetivo, en donde se
prescinde del elemento subjetivo -falla del servicio- como estructural de la
responsabilidad.
De allí que, en estos casos, al demandante le basta con acreditar que el Estado ha
ocupado permanentemente un inmueble de su propiedad, y que, como consecuencia de
ello, se le ha irrogado un daño que no está en la obligación de soportar; el Estado por su
parte, solo podrá exonerarse de responsabilidad, si logra romper el nexo causal, para lo
cual deberá demostrar la existencia de una causa extraña: fuerza mayor, hecho exclusivo
de tercero, o el hecho exclusivo de la víctima.
En cuanto a la carga probatoria que pesa sobre el demandante, es conveniente hacer las
siguientes precisiones:
110
Sentencia de agosto 10 de 2000, Exp. 11585, Actores: Noemí Revelo de Otálora y otros.
91
El inmueble debe ser objeto de una ocupación permanente por parte de la administración.
Se entiende que existe una ocupación permanente cuando la administración se instala en el
terreno, ya sea construyendo allí una obra pública, destinándolo como lugar de
asentamiento de algún grupo humano determinado, ubicando una unidad militar, etc., es
decir, cuando toma posesión definitiva del mismo, asumiéndolo como propio -de facto-,
para desarrollar allí cualquiera de los fines estatales.
111
92
“Le asiste razón a la demandada cuando afirma que para beneficio de la comunidad puede
trazar la red vial por los sitios que se considere más conveniente y que así lo autoriza
expresamente la ley, pero esa autorización no implica la facultad de apropiarse de bienes
de los particulares para cumplir ese fin, sin que se pague su valor, además de los perjuicios
causados con la ocupación permanente”112.
III. Para la prosperidad de las pretensiones indemnizatorias por ocupación permanente se
requiere la concurrencia de tres elementos objetivos: 1) la propiedad sobre el inmueble por
parte del demandante, anterior al acto de ocupación; 2) los actos constitutivos de ocupación
del bien y 3) el perjuicio causado al demandante, que regularmente consistirá en el valor del
inmueble afectado.
>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>
112
Sentencia del 29 de marzo de 1996, exp: 10.559. En este mismo sentido ver entre otras,
sentencia del 15 de julio de 1993, exp: 7452 y del 28 de junio de 1994, exp: 6806.
93
En este orden de ideas, aparece probado el daño material que los demandantes
sufrieron por la depreciación de su finca y por las labores de adecuación que
tuvieron que hacer luego de ocurrido el derrumbe, el cual debe ser reparado por la
entidad demandada toda vez que, como lo ha reiterado la jurisprudencia de la
Sección, en los eventos en los cuales la administración contrata directamente y
para el beneficio de la comunidad una obra pública, se entiende para efectos de
asumir la responsabilidad frente a terceros como si dicha obra fuera ejecutada
directamente por aquélla. En tales condiciones, al haberse utilizado
inadecuadamente la franja de terreno de propiedad de los demandantes, durante
la ejecución de una obra a favor de la Nación, quien por lo demás actuó como
contratante, al ejercer el Ministerio de Obras Públicas y Transporte la supervisión
técnica y jurídica de la obra, es claro que le resulta imputable el daño antijurídico
sufrido por los demandantes, más aún, cuando no se alegó, ni se demostró la
existencia de una causa extraña. Nota de Relatoría: Ver Exp. 10504 del 25 de
junio de 1997
necesarios para la debida prestación del servicio, esto es, para el juzgamiento o la
ejecución de las decisiones judiciales, como por ejemplo, los actos del personal de
secretaría, los actos de los peritos, secuestres, partidores, curadores, etc.
Adicionalmente, en tratándose de la justicia penal en particular, dentro de los actos
que integran la primera de tales hipótesis en referencia, la doctrina y la
jurisprudencia distinguen e imparten un tratamiento especial a la privación injusta
de la libertad, como título específico de imputación de responsabilidad del Estado,
tal como hoy en día acontece desde el punto de vista legislativo a partir de la
expedición de la ley 270 de 1996.
Falla del servicio judicial - Evolución legal y jurisprudencial
función pública, pero que la víctima del mismo no está en el deber jurídico de
soportar, cuya deducción puede ser establecida a través de distintos títulos de
imputación, tales como la falla del servicio, el daño especial, el riesgo, la
ocupación temporal o permanente de inmuebles, el error judicial, el indebido
funcionamiento de la administración de justicia, la privación injusta de la libertad,
entre otros.
FALLA DEL SERVICIO JUDICIAL–/ Responsabilidad del Estado por la
privación injusta de la libertad –
Es pertinente registrar el tratamiento que el tema ha tenido a partir de la
expedición de la Constitución Política del año 1991, y la regulación legal contenida
en el Código de Procedimiento Penal vigente para la época en que ocurrieron los
hechos. El Código de Procedimiento Penal contenido en el decreto-ley 2700 de
1991, expedido en desarrollo de las facultades extraordinarias que le fueran
conferidas al Presidente de la República en el literal a) del artículo constitucional
transitorio 5°, cuya vigencia se extendió hasta el 23 de julio de 2001, en los
artículos 242 y 414 se consagraron, expresamente, dos normas relativas a la
responsabilidad del Estado por motivo de la administración de justicia en materia
penal, así: -En la primera, se estableció responsabilidad como consecuencia de la
cesación de procedimiento o sentencia absolutoria proferidos como conclusión de
la acción de revisión de la sentencia penal, en los eventos señalados en el artículo
232 de ese mismo estatuto. -En la segunda, se estableció responsabilidad
patrimonial del Estado por razón de la privación injusta de la libertad.
La interpretación y aplicación que de dicha norma ha hecho la jurisprudencia de la
Corporación no ha sido uniforme, en cuyo desarrollo pueden observarse tres
distintas directrices:
En un comienzo, si bien fue enmarcada dicha disposición en la noción de daño
antijurídico prevista en el artículo 90 de la Constitución, por considerarse que
representaba un fiel desarrollo de ese canon constitucional, con carácter restrictivo
se dijo que en tales eventos la responsabilidad estatal se veía comprometida por
razón de una actuación ilegal del Estado, como por ejemplo, la detención de una
persona como consecuencia de una captura con desconocimiento de las
exigencias legales. Así mismo, se manifestó igualmente que la responsabilidad
prevista en la disposición en comento, es de carácter objetivo y tiene como
fundamento el error judicial, que se produce como consecuencia de la violación
del deber que tiene todo juez de proferir sus resoluciones conforme a derecho,
previa una valoración seria y razonable de las distintas circunstancias del caso;
por manera que, para su deducción –se dijo- es irrelevante el estudio de la
conducta del juez o magistrado, es decir, que no interesaba averiguar si aquél
actuó o no con culpa o dolo; aunque, se agregó, que el error judicial se debe
reparar no solo en los casos de una injusta privación de la libertad, sino en todos
97
Muy distinta es la situación de este otro actor del proceso, por cuanto la privación
de la libertad de locomoción a la que dice haber estado sometido por razón del
proceso penal de que tratan los hechos de la demanda, y los perjuicios que dice
haber soportado como consecuencia de esa circunstancia, no tienen carácter
antijurídico y tampoco son imputables al Estado. Las razones que sirven de
sustento al anterior aserto, son las siguientes: -En primer lugar, su vinculación al
proceso se produjo en auto del 13 de septiembre de 1989 dictado por el Juzgado
Tercero de Orden Público, providencia en la que se definió la situación jurídica de
los otros tres actores, y se hizo con citación para rendir indagatoria, en atención
precisamente a una solicitud por él mismo elevada en tal sentido el 1° de
septiembre de ese mismo año al juez instructor del proceso. Sin embargo,
Valencia Martínez no acudió a la citación que para tal fin le hiciera ese despacho
judicial mediante auto del 26 de septiembre de 1989; por el contrario, en la misma
fecha en que debía comparecer (2 de octubre), a través de apoderado manifestó
su renuencia a comparecer al proceso, argumentando para ello, que en el país el
principio de presunción de inocencia era un simple “espejismo”. Por lo anterior, el
Juzgado Tercero de Orden Público libró orden de captura con fines de indagatoria,
ante cuyo resultado negativo, por auto del 3 de noviembre de 1989 fue declarado
persona ausente. -Es decir, fue precisamente la decisión del propio procesado la
que lo llevó a permanecer oculto, en clara rebeldía al llamado de la justicia penal y
en desconocimiento del deber constitucional (art. 95, num. 7) y legal de colaborar
al buen funcionamiento de la administración de la justicia, lo mismo que en
inobservancia de la obligación de contribuir al esclarecimiento de los hechos
materia de investigación. En consecuencia, la situación de limitación a la libertad
a la que dice haber estado sometido, por lo demás tampoco demostrada, en
modo alguno es imputable a la entidad demandada, ya que no tuvo por causa un
acto de la autoridad judicial sino la propia y censurable decisión individual del
99
actor. -Por consiguiente, mal puede ahora pretender reclamar responsabilidad del
Estado por esa autolimitación de su libertad de locomoción, ya que de haber
comparecido al proceso, su aporte a la investigación hubiese permitido no solo
poner en claro y en forma pronta su inocencia en los hechos objeto del proceso,
sino, que al propio tiempo hubiese coadyuvado a la investigación general objeto
del proceso. -Es tan cierto lo anterior, que a pesar de haber permanecido en la
clandestinidad, en la providencia en que se definió su situación jurídica en la
condición de persona ausente, el mismo Juzgado Tercero de Orden Público se
abstuvo de dictar en su contra medida alguna de aseguramiento, por considerar
que no existían elementos de prueba que comprometieran su responsabilidad en
los hechos investigados, razón por la cual, en la misma providencia ordenó
cancelar la orden de captura que pesaba en su contra -y finalmente, en el
proveído de calificación del mérito del sumario, al establecerse su no participación
en los hechos por los cuales fuera vinculado al proceso, se dispuso la cesación de
procedimiento en su contra.
Perjuicios morales por privación injusta de la libertad
Si bien no existen en el proceso pruebas directas sobre la causación de daños
morales a los actores, por presunción de hombre, las reglas de la experiencia
indican que la imposición y ejecución de una medida de aseguramiento
consistente en detención preventiva, máxime si se tiene en cuenta que es injusta,
sumado al hecho de que ésta no contó con el beneficio de libertad condicional,
indiscutiblemente producen en el sujeto pasivo afectado con la medida un daño
moral, por ser evidente que la internación de una persona en un centro carcelario
de suyo genera angustia y sufrimiento moral, pues, como es apenas natural y
obvio, por regla general ese tipo de hechos no son precisamente fuente de alegría,
gozo o regocijo espiritual; por el contrario, por corta que sea su duración en el
tiempo, causan perturbación emocional y desasosiego, en razón de privar a la
persona de un derecho fundamental y consustancial al hombre, como lo es la
libertad. Sobre el particular, resulta ilustrativa la siguiente valoración del Tribunal
Superior Español expuesta en sentencia del 30 de junio de 1999: “A cualquiera le
supone un grave perjuicio moral el consiguiente desprestigio social, y la ruptura
con el entorno que la prisión comporta, además de la angustia, ansiedad,
inseguridad, inquietud, frustración, fastidio, irritación o temor que suele conllevar.
Asimismo, las circunstancias de edad, salud, conducta cívica, hechos imputados,
antecedentes penales o carcelarios tienen relevancia para una eventual
individualización de las consecuencias con el consiguiente reflejo en la cuantía de
la compensación económica de aquél.” En el presente asunto, en consideración al
prolongado tiempo de la detención, el centro carcelario en donde se cumplió la
medida y la gravedad de los hechos que les fueron imputados a los actores, en
aplicación del criterio jurisprudencial adoptado por esta Sala en sentencia del 6 de
100
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Ponente: Jesus Ma. Carrillo Ballesteros - 10 de mayo de 2001 – (12212)
Desvalorización de inmuebles por construcción de puente peatonal / DAÑO
ESPECIAL - Por construcción de puente peatonal
En relación con el error judicial cabe señalar que en una primera etapa la
jurisprudencia de la Corporación se negó a admitir la responsabilidad patrimonial
del Estado, con fundamento en el principio de la cosa juzgada y por considerar
que este era un riesgo a cargo de todos.113
Esas limitaciones para declarar la responsabilidad del Estado por error
jurisdiccional no estaban fundadas en disposiciones constitucionales o legales,
porque si bien la Constitución de 1886 no establecía expresamente la obligación a
cargo del Estado de responder por los daños que sus acciones u omisiones
causaran a los particulares en desarrollo de la función de impartir justicia, el
artículo 16 de la Carta que consagraba el deber de todas las autoridades públicas
de proteger a los ciudadanos en su vida, honra y bienes y de asegurar el
cumplimiento de los deberes sociales del estado y de los particulares y que se
invocaba como fundamento constitucional de la responsabilidad del Estado por la
jurisprudencia de esta Corporación, permitía incluir en tal concepto a las
autoridades encargadas de dicha función
De igual manera la aplicación de la Convención Americana de Derechos Humanos más
conocida como “Pacto de San José de Costa Rica”, incorporada al derecho nacional por la
ley 16 de 1972, permitía deducir responsabilidad del Estado por error judicial toda vez que
en su artículo 10 prevé que “toda persona tiene derecho a ser indemnizado conforme a la
ley en caso de haber sido condenado en sentencia firme por error judicial”.
113
Sentencia del 14 de febrero de 1980, exp: 2367. En el mismo sentido, auto del 26 de noviembre de 1980,
exp: 3062
103
Así también lo previó el legislador colombiano cuando dispuso que, fuera de los
casos de error jurisdiccional y privación injusta de la libertad, “quien haya sufrido
un daño antijurídico, a consecuencia de la función jurisdiccional tendrá derecho a
obtener la consiguiente reparación” (Art. 69 ley 270 de 1996).
a. Que conste en una providencia judicial respecto de la cual se hayan agotado los
recursos ordinarios legalmente procedentes. A este respecto la jurisprudencia ha
señalado:
“Para la Sala, los ‘recursos de ley’ deben entenderse como los medios ordinarios
de impugnación de las providencias, es decir, aquellos que no sólo permiten el
examen ilimitado de la decisión con el objeto de corregir los errores de toda clase,
tanto de hecho como jurídicos, sino que pueden interponerse sin sujeción a las
rígidas causales que operan para los extraordinarios, los que adicionalmente
requieren para su trámite la presentación de una demanda.
Al contrario de lo que ocurre con los recursos ordinarios, consagrados por la ley
para la impugnación de las providencias judiciales por regla general, salvo aquellas
expresamente excluidas, los recursos extraordinarios constituyen una manera
excepcional de impugnar las sentencias, tanto que no proceden en todos los
procesos ni contra todas las sentencias sino únicamente en aquellos eventos en
que la ley los autorice y por las causales taxativamente señaladas. 116
116
Auto proferido el 14 de agosto de 1997, expediente 13258.
117
Así lo prevé expresamente el artículo 70 de la ley 270 de 1996.
105
b) Que la providencia sea contraria a derecho, sin que esto signifique que la
contradicción tenga que ser grosera, abiertamente ilegal o arbitraria. Sobre esta exigencia la
Sala ha expresado, en sentido contrario a lo expuesto por la Corte Constitucional en la
sentencia C – 037 de 1996, que:
118
Consejo de Estado, Sección Tercera. Sentencia del 4 de septiembre de 1997; expediente No. 10.285.
119
El artículo 67 numeral 2 de la ley 270 de 1996 establece como uno de los presupuestos del error
jurisdiccional que “la providencia contentiva de error deberá estar en firme”.
106
Siendo así las cosas, esta Corporación habrá de confirmar la sentencia recurrida,
por medio de la cual se negaron las pretensiones de la demanda.
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Ponente: RAMIRO SAAVEDRA BECERRA - 11 de mayo de 2006 (14400) –
Actor: LINO ANTONIO AMORTEGUI GUZMAN C/ NACION – MINDEFENSA
NAL
AMA DE CASA - Liquidación de perjuicios. Base. Salario mínimo legal /
SALARIO MINIMO LEGAL - Base de liquidación. Ama de casa
Sobre esta reclamación -que corresponde más exactamente a una modalidad de
daño emergente consolidado y futuro, por cuanto se trata de gastos, sumas de
dinero que han salido o saldrán del patrimonio del demandante-, resulta necesario
120
Consejo de Estado, Sentencia de 2 de mayo de 2002 Exp. 13262, Actor: Héctor A. Correa Cardona y
otros.
107
El deber constitucional que se enuncia en relación con los conscriptos está contenido
en los artículos 216 a 227 Capítulo VII del Título VII, cánones que después de
referirse a la conformación, finalidad y regulación de la Fuerza Pública como cuerpo
no deliberante, prevé que todos los colombianos están obligados a tomar las armas
cuando las necesidades públicas lo exijan, para defender la independencia nacional
y las instituciones patrias y defiere a la ley la determinación de las condiciones que
en todo tiempo eximen del servicio militar y las prerrogativas para la prestación del
mismo.
A diferencia del soldado profesional que ingresa en forma voluntaria a las filas del
Ejército con el fin de prestar un servicio a cambio de una contraprestación y que
goza de una protección integral de carácter salarial y prestacional, el soldado
conscripto se ve impedido a hacerlo, por imposición del Estado de una carga o
gravamen especial, en beneficio de todo el conglomerado social y en aras de su
seguridad y tranquilidad. Así es como el conscripto no goza de protección laboral
predeterminada frente a los riesgos a que se le somete en cumplimiento de su
cometido constitucional, ya que la ley tan solo le reconoce algunas “prestaciones” las
cuales de ningún modo pueden catalogarse como laborales y tampoco, se asimilan
para efectos de este estudio, al régimen a forfait previsto por la ley para el soldado
profesional.
121
En sentencia de 26 de septiembre de 2002, exp: 14.036, dijo la Sala : “Para determinar cuándo el hecho tiene o no
vínculo con el servicio se debe examinar la situación concreta para establecer si el funcionario actuó frente a la víctima
prevalido de su condición de autoridad pública, es decir, que lo que importa examinar no es la intencionalidad del sujeto,
su motivación interna sino la exteriorización de su comportamiento. En otros términos lo que importa para atribuir al
Estado, por ejemplo, el hecho de un policía que agrede a una persona es establecer “ si a los ojos de la víctima aquel
comportamiento lesivo del policía nacional aparecía como derivado de un poder público, si quiera en la vertiente del
funcionamiento anormal de un servicio público”.
114
dañoso suponga una manifestación del desempeño o ejercicio del cargo público,
presentándose externamente entonces el resultado lesivo como expresión o
consecuencia del funcionamiento del servicio público. “Por tanto, la
Administración no responde de los daños causados por la actividad
estrictamente privada de sus funcionarios y agentes , es decir, la llevada a
cabo absolutamente al margen de las funciones del cargo público ; en una
palabra, la realizada fuera del servicio público. En definitiva, el fenómeno
jurídico de imputación de responsabilidad civil a la administración no se produce
‘en aquellos supuestos de daños resarcibles en los que el funcionario se presenta
frente al sujeto dañado en su calidad de persona privada, desprovisto, por
tanto, de toda cualificación jurídico-pública”122.
Para establecer cuándo un hecho cometido por un agente estatal tiene vínculo
con el servicio, la Sala, en sentencia del 17 de julio de 1990, expediente: 5998,
formuló el siguiente test de conexidad, con fundamento en la doctrina
extranjera: ¿advino el perjuicio en horas del servicio, en el lugar o con
instrumento del mismo?; ¿el agente actuó con el deseo de ejecutar un servicio o
bajo su impulsión?. En la misma providencia se advirtió que “ello no quiere decir
que siempre que el hecho ocurra dentro de cualquiera de aquellas especies o de
ambas, necesariamente se vea comprometida la responsabilidad de la
administración pero si resultara que el Juez, en primer término, tendrá mejores
elementos de juicio para inferir que existió una falla en el servicio”.
acto previsible o resistible para la entidad, se presenta una falla del servicio en
el entendido que la entidad, teniendo el deber legal de hacerlo, no previno o
resistió el suceso. (…) [Como la muerte del ciudadano tuvo por causa la descarga
eléctrica que recibió al hacer contacto con el cable de la red pública de
conducción de energía cuya permanencia en el piso obedeció a la incuria de la
Electrificadora del Meta S.A., el hecho le resulta imputable a esta entidad dado
que tenía a su cargo la administración, el control y el mantenimiento de dicha
red. Se concluye, entonces, que la muerte del señor Farid Devia Mesa ocurrida el
11 de abril de 1995 en zona rural del municipio de Fuente de Oro es imputable a
la Electrificadora del Meta S.A., a título de falla del servicio por omisión en el
mantenimiento y cuidado de la línea de energía eléctrica. NOTA DE RELATORIA:
Sobre fallas del servicio en la conducción de energía eléctrica, Consejo de
Estado, Sección Tercera, sentencia de 28 de abril de 2010, exp. 18646, C.P.
Mauricio Fajardo Gómez.
CONDUCCION DE ENERGIA ELECTRICA - Deber de mantenimiento. Deber de
seguridad. El inciso segundo del artículo 28 de la ley 142 de 1994, que entró a
regir el 11 de julio de ese mismo año, y que estaba vigente al momento del
hecho, establece que las empresas prestadoras de servicios públicos
domiciliarios tienen la obligación de efectuar el mantenimiento y reparación
de las redes locales, mientras que la ley 143 del mismo año, por medio de la
cual se establece el régimen para la generación, interconexión, transmisión,
distribución y comercialización de electricidad en el territorio nacional señala,
en su artículo 4º, que: "El Estado, en relación con el servicio de electricidad
tendrá los siguientes objetivos en el cumplimiento de sus funciones: (...)
Mantener y operar sus instalaciones preservando la integridad de las
personas, de los bienes y del medio ambiente y manteniendo los niveles de
calidad y seguridad establecidos.” De las normas citadas se deduce que existe
una clara obligación a cargo de las empresas prestadoras del servicio público
encargadas del suministro de energía eléctrica consistente en mantener y
reparar las redes eléctricas, obligación que se dirige a evitar daños a las
personas y configura un manifiesto deber de seguridad. FUENTE FORMAL: LEY
142 DE 1994 - ARTICULO 28 / LEY 143 DE 1994 - ARTICULO 4
PERJUICIO MORAL - Hermanos. Reglas de la experiencia. Presunción / DAÑO
MORAL - Hermanos. Reglas de la experiencia. Presunción / PERJUICIO MORAL -
Hermanos. Relación filial deteriorada. Prueba / DAÑO MORAL - Hermanos.
Relación filial deteriorada. Prueba. También se confirmará la decisión apelada
en cuanto reconoció indemnización por los perjuicios morales sufridos por las
hermanas de la víctima toda vez que en el expediente obran los registros civiles
de nacimiento … con los cuales se demuestra que todos ellos son hijos de María
Silenia Mesa, vínculo de consanguinidad que unido a las reglas de la experiencia,
permite inferir la tristeza y el dolor que les causó la muerte de su hermano,
presunción que puede desvirtuarse cuando la administración demuestre que las
117
Indemnización futura
No puede desconocerse que existen zonas del país en las cuales el orden público
permanece en constante alteración, circunstancia que entraña riesgos,
particularmente para los miembros de la Fuerza Pública encargados de
patrullar y vigilar a lo largo y ancho el territorio nacional, actividad que como
tal resulta inherente al ejercicio de las funciones propias de su profesión; sin
embargo, en el caso particular, el daño sufrido por los actores con ocasión de la
121
muerte del agente Murillo Rodríguez no fue consecuencia del riesgo que
voluntariamente éste asumió cuando ingresó a prestar servicio a la Policía
Nacional, el cual estaba en la obligación de soportar en su condición de miembro
de la Fuerza Pública, sino por la omisión de las medidas de prevención,
protección y seguridad a cargo de los mandos superiores del agente asesinado,
circunstancia que facilitó o allanó el camino para que los antisociales lo
emboscaran y lo acribillaran. En ese orden de ideas, no hay duda de que la
entidad demandada debe responder por los perjuicios causados a los actores con
ocasión de la muerte violenta del agente de la Policía Nacional Efrén Murillo
Rodríguez, toda vez que se encuentra acreditado en el plenario que ésta fue
consecuencia de una falla en la prestación del servicio.
Cabe destacar que si bien la muerte del agente Murillo Rodríguez fue perpetrada
por un tercero, como lo sostiene la entidad demandada, tal hecho se pudo haber
evitado si se hubieran tomado las medidas de seguridad y protección necesarias,
pues la complicada situación de orden público en esa zona del país a escasos días
del ataque del que fue víctima el agente Murillo Rodríguez, hacían presagiar que
un hecho de esa naturaleza podría presentarse… Cabe señalar que la
jurisprudencia del Consejo de Estado ha sostenido que las causales eximentes
de responsabilidad como la fuerza mayor, el hecho exclusivo de un tercero o
la culpa también exclusiva de la víctima, conforman un conjunto de eventos
que impiden la imputación, jurídicamente hablando, de la responsabilidad de
la Administración por hechos constitutivos de daño, de tal suerte que para su
configuración se hace necesario la presencia de 3 elementos: a) la
irresistibilidad; b) la imprevisibilidad; c) la exterioridad respecto del
demandado. La irresistibilidad consiste en la imposibilidad del obligado a
determinado comportamiento o actividad, es decir, el daño debe resultar
inevitable para que pueda hablarse de la configuración de una causa extraña. A
su turno, la imprevisibilidad se refiere a aquella situación que no es posible
prever anticipadamente, es decir, que el hecho causante del daño no resulte
imaginable antes de su ocurrencia, pero también cuando a pesar de haber sido
imaginado con anticipación, resulta súbito o repentino. Finalmente, la
exterioridad que se exige de la causa del daño para que pueda ser considerada
extraña a la entidad demandada es una exterioridad jurídica, en el sentido de
que ha de tratarse de un suceso o acaecimiento por el cual no tenga el deber
jurídico de responder la accionada. NOTA DE RELATORIA: Sobre el tema
causales eximentes de responsabilidad, consultar sentencia de 26 de mayo de
122
Con el fin de establecer si el hecho causante del daño aducido por los
demandantes es imputable al Estado, la Sala precisará previamente la
jurisprudencia vigente a la fecha de los hechos en relación con los daños
causados con los actos violentos cometidos por personas que se enfrentan al
Estado, en los cuales resultan afectados particulares ajenos al conflicto. De
acuerdo con la fecha en la cual los demandantes sufrieron los perjuicios por la
125
Cabe señalar que en relación con la responsabilidad del Estado por falla del
servicio, se aclaró durante esa época que la misma era relativa, por entender
que las obligaciones del Estado no son absolutas, sino que son exigibles en
consideración a las circunstancias particulares del caso concreto, es decir, de
acuerdo con las posibilidades reales, puesto que nadie está obligado a lo
imposible. Para la solución de demandas formuladas por los daños producidos por
particulares como consecuencia de los ataques dirigidos contra el Estado, se
aplicaba también el régimen de responsabilidad por daño especial, la ruptura del
principio de igualdad de las cargas públicas o el principio de equidad. Pero, para
imputar al Estado los daños causados por terceros, se exigía que el acto estuviera
dirigido directamente contra un establecimiento militar o un centro de
comunicaciones que prestara ese servicio, o un funcionario representativo de la
cúpula administrativa.
La jurisprudencia vigente en relación con los daños causados con los actos
violentos cometidos por personas que se enfrentan al Estado, en los cuales
127
Dado que el fallecimiento del señor José Javier Vega Verdugo se produjo en un
accidente de tránsito, debe tenerse en cuenta que el último criterio
jurisprudencial relacionado con el régimen bajo el cual deben ser decididas las
demandas interpuestas con el fin de obtener la reparación de los daños causados
en ejercicio de actividades peligrosas es el de responsabilidad objetiva por riesgo
excepcional, a menos que se invoque en la demanda el régimen de falla del
servicio, pues en tal caso deberá definirse, en primer lugar, si la entidad
demandada incurrió o no una falla y de ser así, si la misma fue la causa del daño.
En cuanto al régimen de riesgo excepcional, valga reiterar que la jurisprudencia
de la Corporación ha señalado que en relación con los daños causados con armas
de fuego, redes de energía eléctrica o la conducción de vehículos automotores,
hay lugar a aplicar el régimen de responsabilidad objetiva, con fundamento en el
riesgo que crea quien explota la actividad, que sólo se exonera si acredita la
existencia de una causa extraña. Repárese que en los daños producidos por las
cosas o actividades peligrosas, al actor le bastará probar la existencia del daño y
128
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130
la ley o para suplir la negligencia de quienes han dejado prescribir sus acciones.
También debe destacarse el carácter compensatorio que se le ha atribuido a la
actio de in rem verso, puesto que su finalidad se encuentra orientada a recuperar
para el patrimonio empobrecido el valor del provecho o ventaja obtenido en el
patrimonio enriquecido, puesto que la acción de in rem verso tiende a
restablecer el equilibrio roto entre los dos patrimonios que se relacionan entre
sí, en virtud del enriquecimiento y del empobrecimiento correlativo; si el
desequilibrio inicial ha desaparecido, no tiene ya razón de ser.
Entre las críticas formuladas por la Sala a esta postura se destacan las siguientes:
i) Se ha tenido la teoría del enriquecimiento sin causa como título de imputación
del daño para declarar la responsabilidad del Estado, desconociendo que es una
fuente de obligaciones autónoma y residual; ii) Se ha condenado a la
indemnización plena de los perjuicios con fundamento en el enriquecimiento
injusto del Estado, olvidando que su carácter es compensatorio y por lo tanto,
conduce tan solo a la compensación del patrimonio empobrecido en la cantidad
en que realmente se disminuyó; iii) Se ha pasado por alto el cumplimiento de los
elementos constitutivos del enriquecimiento sin causa. Tesis negativa. En otras
ocasiones la jurisprudencia del Consejo de Estado ha considerado la
improcedencia de la aplicación de la teoría del enriquecimiento sin causa en
situaciones en las cuales se ejecutan prestaciones sin soporte contractual. En tal
sentido sostuvo que la teoría del enriquecimiento sin causa no es fuente de
obligaciones, per se, puesto que debe examinarse el fondo de la realidad fáctica,
lo contrario conllevaría a propiciar situaciones de hecho con desconocimiento de
la normatividad contractual, con la certeza de que posteriormente se logrará el
reconocimiento económico a través del ejercicio de la actio de in rem verso.
Otra de las razones que expuso la Sala para inaplicar la teoría del
enriquecimiento sin causa, se fundó en el carácter subsidiario de la actio in rem
verso, en asuntos en los cuales se ejecutaron prestaciones, no pactadas en el
contrato, después de su terminación. Consideró la Sala que en este caso la ley
garantizaba a los prestadores de bienes y servicios de la Administración, los
deberes y derechos que nacen de la prestación y, que por lo tanto, el
desequilibrio económico sufrido podía solucionarse por una vía distinta a la del
enriquecimiento sin causa. Igualmente consideró que en estos eventos, en los
cuales se ejecutan prestaciones no pactadas en el contrato, el particular obró
con pleno conocimiento de estar actuando sin protección del ordenamiento
jurídico, conducta que no le permitía luego, alegar su propia culpa. Tesis
plasmada por la Sala en la sentencia de 7 de junio de 2007.
teoría del enriquecimiento sin causa, para que sea aplicable, puesto que no
basta con demostrar únicamente la existencia de un enriquecimiento correlativo
a un empobrecimiento, puesto que la aplicación generalizada de la teoría ha
comportado la omisión de requisitos especialmente relevantes, cuales son que
“el desequilibrio patrimonial no tenga una causa jurídica”; que “mediante la
pretensión no se eluda o soslaye una norma imperativa” y que “el actor no haya
actuado en su propio interés ni haya incurrido en culpa o negligencia”. Señaló
que en situaciones de incumplimiento de las obligaciones legales a cargo del
Estado durante la etapa de formación del contrato estatal, debía acudirse a las
figuras propias de la responsabilidad precontractual para que, frente a la prueba
del daño alegado y de la imputación del mismo al Estado, por la violación de lo
dispuesto en la ley contractual y de los principios orientadores entre ellos el de
buena fe que orienta dichas relaciones, se declarara la responsabilidad y se
obtuviera la consecuente condena con indemnización plena de todos los
perjuicios.
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CULPA EXCLUSIVA DE LA VICTIMA - Noción / EXIMENTE DE RESPONSABILIDAD -
RAMIRO SAAVEDRA BECERRA - 20 de abril de 2005 - (15784)
Para la Sala, las situaciones fácticas que se dejan vislumbradas apuntan a señalar
que la Administración no tiene ninguna relación con los daños que se le imputan
en el caso bajo estudio. La Administración también fue víctima de un delito. Lo
ocurrido sólo se puede atribuir al hecho exclusivo y determinante de un tercero,
desligado totalmente de cualquier relación jurídica con el centro de imputación,
verdad ésta que no puede desvanecerse con la sola constatación de que ese
tercero resultó ser el hermano del funcionario a cuyo cargo se hallaba el
vehículo. Para la Sala no fue la Administración, ora de manera directa o incluso
de manera indirecta por razón de su incuria o irresponsabilidad, la que realizó la
actividad peligrosa y en los hechos por los cuales el automotor salió de la esfera
de control de la Administración no se observa que ésta hubiere incurrido en
alguna conducta gracias a la cual la culpa del tercero pudiera dejar de ser
exclusiva y determinante. Y ningún título jurídico de imputación de los que se
hacen aplicables bajo la noción de responsabilidad sin falta puede ser endilgado
a la Administración, por cuanto no fue ésta la que realizó la conducción de un
vehículo que, aun cuando suyo, no se hallaba en el ámbito del servicio, sino que
125
Consejo de Estado, Sentencia de 25 de julio de 2002, Exp. 13744, Actor: Gloria Esther Noreña B.
126
Consejo de Estado, Sentencia de 2 de mayo de 2002 Exp. 13262, Actor: Héctor A. Correa Cardona y otros.
136
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DERECHO A LA SEGURIDAD PERSONAL - Conflicto armado / DAÑO
ANTIJURIDICO - Deber de protección especial y derecho a la seguridad
personal.
JAIME ORLANDO SANTOFIMIO GAMBOA - 18 de enero de 2012 - (19959)
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FUERZA MAYOR - Características / IRRESISTIBILIDAD / NEXO CAUSAL / FUERZA
MAYOR / ARMERO
JULIO CÉSAR URIBE ACOSTA - 24 de junio 1994 - Radicación número: 6639
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FUERZA PUBLICA - Miembros / MIEMBROS DE LA FUERZA PUBLICA - La
afectación de los derechos a la vida y a la integridad personal constituye un
riesgo propio de la actividad que ellos ordinariamente despliegan / RIESGO
PROPIO DEL SERVICIO - Eventos en los cuales tiene lugar el deceso o la
ocurrencia de lesiones como consecuencia de actividades desarrolladas en
cumplimiento de operaciones o de misiones que constitucional y legalmente
le corresponden a los miembros de la fuerza pública / RESPONSABILIDAD
EXTRACONTRACTUAL - Improcedencia / PROCEDENCIA DE LA RESPONSABILIDD
EXTRACONTRACTUAL - Excepción
GLADYS AGUDELO ORDOÑEZ - 26 de enero de 2011- (18429)
No puede desconocerse que existen zonas del país en las cuales el orden público
permanece en constante alteración, circunstancia que entraña riesgos,
particularmente para los miembros de la Fuerza Pública encargados de patrullar
y vigilar a lo largo y ancho el territorio nacional, actividad que como tal resulta
inherente al ejercicio de las funciones propias de su profesión; sin embargo, en
el caso particular, el daño sufrido por los actores con ocasión de la muerte del
agente Murillo Rodríguez no fue consecuencia del riesgo que voluntariamente
éste asumió cuando ingresó a prestar servicio a la Policía Nacional, el cual estaba
en la obligación de soportar en su condición de miembro de la Fuerza Pública,
sino por la omisión de las medidas de prevención, protección y seguridad a cargo
de los mandos superiores del agente asesinado, circunstancia que facilitó o
allanó el camino para que los antisociales lo emboscaran y lo acribillaran. En ese
orden de ideas, no hay duda de que la entidad demandada debe responder por
los perjuicios causados a los actores con ocasión de la muerte violenta del agente
de la Policía Nacional Efrén Murillo Rodríguez, toda vez que se encuentra
acreditado en el plenario que ésta fue consecuencia de una falla en la prestación
del servicio.
No hay duda de que el hecho dañoso del cual se derivan los perjuicios cuya
indemnización se solicita, se encuentra debidamente acreditado. (…) Cabe
destacar que si bien la muerte del agente Murillo Rodríguez fue perpetrada por
un tercero, como lo sostiene la entidad demandada, tal hecho se pudo haber
evitado si se hubieran tomado las medidas de seguridad y protección necesarias,
pues la complicada situación de orden público en esa zona del país a escasos días
del ataque del que fue víctima el agente Murillo Rodríguez, hacían presagiar que
un hecho de esa naturaleza podría presentarse, con mayor razón aún cuando la
víctima participó en la defensa del Corregimiento de Santa Ana durante un
ataque de la guerrilla, como se dijo anteriormente. Cabe señalar que la
jurisprudencia del Consejo de Estado ha sostenido que las causales eximentes de
responsabilidad como la fuerza mayor, el caso fortuito, el hecho exclusivo de un
tercero o la culpa también exclusiva de la víctima, conforman un conjunto de
eventos que impiden la imputación, jurídicamente hablando, de la
responsabilidad de la Administración por hechos constitutivos de daño, de tal
suerte que para su configuración se hace necesario la presencia de 3 elementos:
a) la irresistibilidad; b) la imprevisibilidad; c) la exterioridad respecto del
demandado. La irresistibilidad consiste en la imposibilidad del obligado a
determinado comportamiento o actividad, es decir, el daño debe resultar
inevitable para que pueda hablarse de la configuración de una causa extraña. A
su turno, la imprevisibilidad se refiere a aquella situación que no es posible
prever anticipadamente, es decir, que el hecho causante del daño no resulte
imaginable antes de su ocurrencia, pero también cuando a pesar de haber sido
imaginado con anticipación, resulta súbito o repentino. Finalmente, la
exterioridad que se exige de la causa del daño para que pueda ser considerada
extraña a la entidad demandada es una exterioridad jurídica, en el sentido de
que ha de tratarse de un suceso o acaecimiento por el cual no tenga el deber
jurídico de responder la accionada. NOTA DE RELATORIA: Sobre el tema causales
eximentes de responsabilidad, consultar sentencia de 26 de mayo de 2010,
expediente número 18800. En relación con los elementos de configuración
que impiden la imputación de la responsabilidad ver sentencia de 26 de
marzo de 2008, expediente número 16530
Sea ésta la oportunidad para aclarar que no existe, en ningún caso, la llamada
“presunción de responsabilidad”, expresión que resulta desafortunada, en la
medida en que sugiere la presunción de todos los elementos que permiten
configurar la obligación de indemnizar. Es claro, en efecto, que, salvo en
contadas excepciones, generalmente previstas en la ley, en relación con el daño,
siempre se requiere su demostración, además de la del hecho dañoso y la
relación de causalidad existente entre uno y otro. El régimen así denominado
por esta Corporación en varias oportunidades tenía, sin duda, todas las
características del régimen objetivo de responsabilidad, en el que si bien no
tiene ninguna injerencia la calificación subjetiva de la conducta -por lo cual no
se requiere probar la falla del servicio ni se acepta al demandado como prueba
para exonerarse la demostración de que su actuación fue diligente-, los demás
elementos de la responsabilidad permanecen y deben ser acreditados por la
parte demandante. Recaerá sobre la parte demandada la carga de la prueba de
los hechos objetivos que permitan romper el nexo de causalidad, únicos con
vocación para exonerarlo de responsabilidad.
154
Se explica, luego, en este mismo fallo, por una parte, que el Estado debe asumir
los riesgos que se crean para quienes prestan el servicio militar obligatorio, como
consecuencia de la realización de las diferentes tareas que se les asignan, como
cuando el daño es causado con un arma de dotación oficial, teniendo en cuenta
que su sola manipulación entraña un peligro, al cual se expone la víctima por
imposición del Estado. De otra parte, se expresa que surgirá la responsabilidad
administrativa, igualmente, cuando el daño sufrido por el conscripto resulta
anormal, por implicar la imposición de un sacrificio especial e injusto a él o a sus
familiares, en relación con las demás personas, de modo que resulta roto el
equilibrio de los ciudadanos frente a las cargas públicas.
Debe decirse, entonces, que el fundamento de la responsabilidad del Estado por
los daños sufridos por personas sometidas a conscripción puede encontrarse en la
teoría del riesgo excepcional, o en la del daño especial, según el caso, por lo
cual no será imputable al Estado el perjuicio causado cuando éste haya ocurrido
por fuerza mayor o por el hecho exclusivo de un tercero o de la víctima, eventos
cuya demostración corresponderá a la parte demandada.
>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>
RESOLUCIÓN NÚMERO 0110 DE 22 de enero de 2014
Por la cual se adoptan las Tablas de Mortalidad para la población del Servicio Social
Complementario de Beneficios Económicos Periódicos – BEPS.
155
Donde:
x : Edad Actuarial
d (x ) : Indica el número de personas que fallecen a la edad x, sin alcanzar la edad x 1 , donde
d ( x) l ( x) l ( x 1) .
157
e (x ) : Esperanza de vida completa. Tiempo esperado de vida de una persona de edad x, antes de
morir.
158
1995
ENERO 26.63 JULIO 29.99
1996
ENERO 32.02 JULIO 36.16
1997
ENERO 38.63 JULIO 42.63
1998
159
1999
ENERO 53.34 JULIO 55.77
2000
ENERO 57.74 JULIO 60.96
2001
ENERO 62.64 JULIO 65.89
2002
ENERO 67.26 JULIO 69.94
2003
ENERO 72.23 JULIO 74.86
2004
ENERO 76.70 JULIO 79.50
2005
ENERO 80.87 JULIO 83.40
161
2006
ENERO 84.56 JULIO 87.00
2007
ENERO 88.54 JULIO 92.02
2008
ENERO 93.85 JULIO 98.94
2009
ENERO 100.59 JULIO 102.18
2010
ENERO 102.70 JULIO 104.47
2011
ENERO 106.19 JULIO 108.05
2012
ENERO 109.96 JULIO 111.32
163
2013
ENERO 112.15 JULIO 113.80
2014
ENERO 114.54 JULIO 117.09
2015
ENERO 118.91 JULIO 122.31
2016
2017
ABRIL OCTUBRE
MAYO NOVIEMBRE
JUNIO DICIEMBRE
165
El 28 de julio de 2000 la tropa adscrita al Batallón Juan del Corral del Ejército Nacional realizó un
operativo militar en la vereda de Bodegas o Bodeguitas, ubicada en jurisdicción del Municipio
de El Santuario, con el fin de capturar algunos guerrilleros del noveno frente de las Farc.
Terminado el operativo las tropas se retiraron; sin embargo, según el actor, en el lugar dejaron
una granada de fragmentación.
Aparte de las lesiones físicas, consecuencia de los traumas sufridos, el joven afectado no pudo
volver a estudiar; todo ello, según los demandantes, en virtud de la falla en el servicio en que
incurrió el Ejército Nacional al no tener la diligencia y cuidado que el operativo militar requería.
“No existe ninguna prueba, que permita señalar que el artefacto explosivo era propiedad del
Ejército. Por el contrario la entidad certifica que las únicas granadas utilizadas, cumplieron su
objetivo explotando el día de los hechos, con ocasión del enfrentamiento con los subversivos.
En este orden de ideas, se llega a la conclusión de que no se comprobó que los miembros del
Ejército Nacional, de manera imprudente, ajenos a su deber de cuidado, hubieran dejado olvidado
el artefacto, que después fue manipulado por quien murió y lesionó a WALTER DARIO (sic)
JIMENEZ, de forma tal que la conducta de los militares no puede ser encuadrada dentro de la
teoría del riesgo o del daño excepcional.
No se demostró ningún nexo de causalidad, se reitera, entre el actuar del Ministerio de Defensa, a
través del EJERCITO NACIONAL y las lesiones sufridas por el antes mencionado y por supuesto
el consecuente daño a los demandantes. Por lo tanto, reitera esta Sala, no puede tildarse
culpabilidad por falla ó (sic) falta en el servicio de esta Institución, ya que no puede hacerse
responsable el actuar de un tercero, como lo son las autodefensas, debiéndose negar las
pretensiones de la demanda.”
3. Problema jurídico
En relación con la naturaleza del daño antijurídico, la jurisprudencia del Consejo de Estado ha
sostenido reiteradamente que “ha de corresponder al juez determinar si el daño va más allá de lo
que, normalmente y sin compensación alguna, debe soportar una persona por el hecho de vivir en
una comunidad jurídicamente organizada y comportarse como un sujeto solidario” 130. En este
sentido se ha señalado que “en cada caso concreto deberá establecerse si el daño sufrido es de
tal entidad que el afectado no está en la obligación de soportarlo, y resulta, en consecuencia,
antijurídico”131.
127
“3- Hasta la Constitución de 1991, no existía en la Constitución ni en la ley una cláusula
general expresa sobre la responsabilidad patrimonial del Estado. Sin embargo, la jurisprudencia de
la Corte Suprema de Justicia y, en especial, del Consejo de Estado encontraron en diversas
normas de la constitución derogada –en especial en el artículo 16- los fundamentos
constitucionales de esa responsabilidad estatal y plantearon, en particular en el campo
extracontractual, la existencia de diversos regímenes de responsabilidad, como la falla en el
servicio, el régimen de riesgo o el de daño especial. Por el contrario, la actual Constitución
reconoce expresamente la responsabilidad patrimonial del Estado”. Corte Constitucional,
sentencia C-864 de 2004. Puede verse también: Corte Constitucional, sentencia C-037 de 2003.
128
Conforme a lo establecido en el artículo 90 de la Carta Política “los elementos indispensables
para imputar la responsabilidad al estado son: a) el daño antijurídico y b) la imputabilidad del
Estado”. Sentencia de 21 de octubre de 1999, Exps.10948-11643. Es, pues “menester, que
además de constatar la antijuridicidad del [daño], el juzgador elabore un juicio de imputabilidad
que le permita encontrar un título jurídico distinto de la simple causalidad material que legitime la
decisión; vale decir, ‘la imputatio juris’ además de la ‘imputatio facti’”. Sentencia de 13 de julio de
1993. En el precedente jurisprudencial constitucional se sostiene: “En efecto, el artículo de la
Carta señala que para que el Estado deba responder, basta que exista un daño antijurídico que
sea imputable a una autoridad pública. Por ello, como lo ha reiterado esta Corte, esta
responsabilidad se configura “siempre y cuando: i) ocurra un daño antijurídico o lesión, ii) éste sea
imputable a la acción u omisión de un ente público”. Corte Constitucional, sentencias C-619 de
2002; C-918 de 2002.
129
“Toda acción administrativa concreta, si quiere tenerse la certeza de que realmente se trata de
una acción administrativa, deberá ser examinada desde el punto de vista de su relación con el
orden jurídico. Sólo en la medida en que pueda ser referida a un precepto jurídico o, partiendo del
precepto jurídico, se pueda derivar de él, se manifiesta esa acción como función jurídica, como
aplicación del derecho y, debido a la circunstancia de que ese precepto jurídico tiene que ser
aplicado por un órgano administrativo, se muestra como acción administrativa. Si una acción que
pretende presentarse como acción administrativa no puede ser legitimada por un precepto jurídico
que prevé semejante acción, no podrá ser comprendida como acción del Estado”. MERKL, Adolfo.
Teoría general del derecho administrativo. México, Edinal, 1975, pp.212 y 213.
130
Consejo de Estado. Sala de lo Contencioso Administrativo. Sección Tercera. Sentencia de 4 de diciembre
de 2006. C.P. Mauricio Fajardo. Exp. 13168.
131
Consejo de Estado. Sala de lo Contencioso Administrativo. Sección Tercera. Sentencia de 27
de septiembre de 2000. C.P. Alier Eduardo Hernández Enríquez. Exp. 11601.
167
En efecto, la falla del servicio, que es el criterio de imputación principal para establecer la
responsabilidad del Estado, tiene como presupuesto el reconocimiento de la existencia de
mandatos de abstención –deberes negativos- como de acción –deberes positivos- a cargo del
Estado; empero, para que se genere responsabilidad con fundamento en ello es menester
acreditar, a título de ejemplo, i) el incumplimiento o deficiente cumplimiento de deberes
normativos, ii) la omisión o inactividad de la administración pública, o iii) el desconocimiento de la
posición de garante institucional que pueda asumir la administración.
En lo que concierne al riesgo excepcional como criterio de imputación en los casos de daños
antijurídicos causados en enfrentamientos armados, habrá lugar a la aplicación del mismo cuando
el daño ocurre como consecuencia de la actividad legítima de la administración pública, que
comporta un riesgo de naturaleza anormal, o que resulta excesivo bien sea porque
incrementó aquel que es inherente o intrínseco a la actividad, o porque en el despliegue de la
actividad se crean riesgos que en atención a su exposición e intensidad desbordan o excedan lo
razonablemente asumible por el perjudicado.
En efecto, es claro que en el desarrollo de las actividades cotidianas del mundo moderno la
sociedad se enfrenta a situaciones de riesgo que le son ineludibles, y dentro de tal contexto la
administración pública, como lo indica Forsthoff “puede crear estas situaciones excepcionales de
peligro a las que nadie puede sustraerse y en las que ninguna protección existe para el
particular134”, lo cual impone al Estado, por razón de justicia distributiva, la reparación de los
daños causados135. Sobre este tema esta Corporación ha aplicado este criterio de imputación, en
132
Consejo de Estado. Sala de lo Contencioso Administrativo. Sección Tercera. Sentencia de 2 de
marzo de 2000. C.P. Mará Elena Giraldo Gómez. Exp. 11945, entre otras. Cfr. Consejo de Estado.
Sala de lo Contencioso Administrativo. Sección Tercera. Aclaración de voto de Enrique Gil Botero
de 30 de julio de 2008. Exp. 15726.
133
Consejo de Estado. Sala de lo Contencioso Administrativo. Sección Tercera. Sentencias de
11 de noviembre de 1999. C.P. Alier Eduardo Hernández Enríquez. Exp. 11499 y del 27 de enero
de
2000. C.P. Alier Eduardo Hernández Enríquez. Exp. 10867, entre otras. Cfr. Consejo de Estado.
Sala de lo Contencioso Administrativo. Sección Tercera. Aclaración de voto de Enrique Gil Botero
de 30 de julio de 2008. Exp. 15726.
134
FORSTHOFF, Ernst. Tratado de Derecho Administrativo. Instituto de Estudios Políticos. Madrid.
1958. Pág. 467.
135
Ob cit. Pág. 467.
168
ciertas ocasiones, guiado por un argumento causal, como es que el ataque del grupo armado se
haya dirigido en contra de un establecimiento del Estado 136.
Y por último, el otro criterio de imputación aplicable en casos en los que se discute la
responsabilidad del Estado por enfrentamiento con grupos armados insurgentes es el de daño
especial, que corresponde a un criterio de imputación en donde el desequilibrio de las cargas
públicas, la equidad y la solidaridad son sus fundamentos 137, “como materialización del reequilibrio
ante una ruptura de la igualdad frente a las cargas públicas, fruto del perjuicio especial y anormal
que debe soportar el administrado”138.
Así, en cada caso, lo que debe examinarse es si por las condiciones que revista el daño
antijurídico éste se puede considerar como un acentuado y singular desequilibrio anormal de las
cargas públicas que deben ser asumidas por los administrados139 entendiéndose como normal
aquella carga que es ordinaria a la vida en sociedad.
Para el caso concreto de los enfrentamientos armados, no hay duda que se excede en lo
normal la afectación que están obligados a soportar los miembros de la sociedad civil, cuando un
menor de edad resulta lesionado por un artefacto explosivo que se ha quedado extraviado en el
lugar donde se dio tal enfrentamiento.
Sobre la aplicación del daño especial cuando se presentan lesiones en civiles como
consecuencia de enfrentamientos armados, la jurisprudencia de la Corporación ha reconocido su
aplicación puesto que tales lesiones imponen “una carga claramente desigual respecto de la
que asumen comúnmente los ciudadanos como consecuencia del ejercicio del poder
140
policía” .
En el presente asunto, para la Sala está debidamente acreditado el daño antijurídico, consistente
en la incapacidad relativa permanente que sufrió el joven WALTER DAVID JIMENEZ JIMENEZ,
como consecuencia de la explosión de artefacto explosivo.
136
“También ha determinado la Sala la imputabilidad al Estado por los daños sufridos por
quienes son sometidos a la exposición a un riesgo de naturaleza excepcional, creado
por la administración en cumplimiento del deber constitucional y legal de proteger a la
comunidad en general. Para que el hecho violento del tercero pueda ser imputable al Estado, se
requiere que éste haya sido dirigido contra un establecimiento” 20. Sección Tercera, sentencia de 5
de diciembre de 2006. Radicado: 28459.
137
“la teoría del daño especial, contando con el substrato de la equidad que debe inspirar toda
decisión judicial, se vale de la igualdad para fundamentar las soluciones que buscan restablecer el
equilibrio ante las cargas de la administración en situaciones concretas, objetivo que se alcanza
gracias a la asunción del principio de solidaridad como argumento de impulsión de la acción
reparadora del Estado, como se observará al momento de considerar el caso concreto”. Sección
Tercera. Sentencia de 3 de mayo de 2007. Radicado: (16696).
138
Tercera, sentencia del 13 de diciembre de 2005. Expediente: 24671.
139
Al respecto Michell Paillet, sostiene: “Esta condición es la traducción obligada de la idea según
la cual solo hay carga pública cuando el que reclama una compensación ha padecido una suerte
más desfavorable que implican los inconvenientes normales de la vida en sociedad. Esta, en
efecto, procura ciertas ventajas y sus posibles inconvenientes deben ponerse en la balanza: para
que esta especie de balance sea desequilibrado es necesario que el perjuicio causado por la
Administración Pública sea verdaderamente anormal y que no constituya “una carga que
incumbe normalmente al interesado” (sentencia Couiteas, pret.).” PAILLET, Michell. La
Responsabilidad Administrativa. Universidad Externado, Bogotá, 2001. Pág. 220.
140
Sección Tercera, Subsección C, sentencia del 3 de mayo de 2007. Radicado (16696)
169
Determinada la existencia del daño antijurídico que fue padecido por la parte accionante,
consistente en las lesiones que sufrió como consecuencia de la explosión de la granada, la Sala
se ocupa ahora de determinar si éste le es imputable a la Nación – Ministerio de Defensa.
Al respecto, cabe señalar que las lesiones sufridas por WALTER JIMENEZ JIMENEZ, ocurrieron
con posterioridad a un enfrentamiento armado entre el Ejército Nacional y miembros de un grupo
insurgente, dentro de un operativo militar. La Sala debe precisar en este momento, que si bien en
el caso sub judice se trata de lesiones sufridas con posterioridad al enfrentamiento, la citación de
la jurisprudencia sigue siendo válida, puesto que las consideraciones hechas para la aplicación de
la falla del servicio, el riesgo excepcional o el daño especial, en nada cambian cuando el daño se
produce días después del enfrentamiento armado.
Estima la Sala que en el sub judice la responsabilidad le es atribuible al Estado por la Falla en el
servicio que se concretó en la omisión de unos deberes normativos específicos. En efecto, en el
caso concreto debe observarse lo establecido en el Derecho Internacional Humanitario,
específicamente lo consagrado en el Protocolo II adicional a los Convenios de Ginebra del 12 de
agosto de 1949, “relativo a la protección de las víctimas de los conflictos armados sin carácter
internacional”141; concretamente:
Así las cosas, era obligación de las tropas del Ejército limpiar la zona dónde se había desarrollado
el operativo, que ahora estaba bajo su absoluto control; como no se hizo de esa manera y el
artefacto explosivo que fue abandonado lesionó al tantas veces mencionado menor, resulta
imputable el daño sufrido por éste a la entidad demandada, sin que importe cuál de los dos
grupos en conflicto haya dejado allí el artefacto explosivo, pues la normatividad impone la
obligación de limpieza del área a la parte que tiene el control del territorio; y el acervo probatorio
da cuenta que el Ejército Nacional se hizo al control de la zona después de que terminó el
operativo militar.
Determinado que sí existió falla en el servicio, se debe analizar el otro argumento de la entidad
demandada. En efecto, el apoderado de la parte pasiva, conjuntamente con la excepción que
denominó ausencia de falla, alegó que el hecho era atribuible a un tercero en dos sentidos: el
primero, por cuanto, según el apoderado del Ejército Nacional, la granada pertenecía a los
miembros de la guerrilla; segundo, porque quién la hizo explotar fue el menor que acompañaba a
WALTER DAVID JIMENEZ.
Para dilucidar la cuestión, la Sala examina enseguida los requisitos que el Consejo de Estado ha
establecido para la prosperidad de la excepción denominada “hecho del tercero”. Esta
Corporación se ha manifestado en diversas ocasiones sobre esta figura, como una causa
extraña que exonera de responsabilidad a la entidad demandada y para tal efecto ha determinado
algunas exigencias, a saber:
141
El cual fue ratificado por Colombia mediante la Ley 171 del 16 de diciembre de 1994 “Por medio
de la cual se aprueba el “PROTOCOLO ADICIONAL A LOS CONVENIOS DE GINEBRA DEL 12
DE AGOSTO DE 1949, RELATIVO A LA PROTECCIÓN DE LAS VÍCTIMAS DE LOS
CONFLICTOS ARMADOS SIN CARÁCTER INTERNACIONAL (PROTOCOLO II)” hecho en
Ginebra el 8 de Junio de 1977”.
170
“(i) Que sea la causa exclusiva del daño. Si tanto el tercero como la entidad estatal
concurrieron en la producción del daño, el resultado no sería la exoneración de
responsabilidad, sino la existencia de solidaridad de éstos frente al perjudicado, en los
términos del artículo 2344 del Código Civil, lo cual le daría derecho al perjudicado para
reclamar de cualquiera de los responsables la totalidad de la indemnización, aunque quien paga
se subrogue en los derechos del afectado para pretender del otro responsable la devolución de lo
que proporcionalmente le corresponda pagar, en la medida de su intervención 142.
(ii) Que el hecho del tercero sea completamente ajeno al servicio, en el entendido de que ese
tercero sea externo a la entidad, es decir, no se encuentre dentro de su esfera jurídica y, además,
que la actuación de ese tercero no se encuentre de ninguna manera vinculada con el servicio,
porque si el hecho del tercero ha sido provocado por una actuación u omisión de la entidad
demandada, dicha actuación será la verdadera causa del daño y, por ende, el hecho del tercero no
será ajeno al demandado143.
(iii) Que la actuación del tercero sea imprevisible e irresistible a la entidad; porque, de lo contrario,
el daño le sería imputable a ésta a título de falla del servicio en el entendido de que la entidad
teniendo el deber legal de hacerlo, no previno o resistió el suceso. Como lo advierte la doctrina,
“sólo cuando el acontecimiento sobrevenido ha constituido un obstáculo insuperable para la
ejecución de la obligación, deja la inejecución de comprometer la responsabilidad del deudor” 144.
Para que el hecho del tercero constituya causa extraña y excluya la responsabilidad de la entidad
demandada no se requiere ni que aparezca plenamente identificado en el proceso ni que el
tercero hubiere actuado con culpa, porque la relación causal es un aspecto de carácter objetivo.
Lo determinante en todo caso es establecer que el hecho del tercero fue imprevisible e irresistible
para la entidad demandada, y que su actuación no tuvo ningún vínculo con el servicio, amén de
haber constituido la causa exclusiva del daño”145.
142
Ver Sentencia de 18 de mayo de 1992, exp. 2466. En sentencia de 22 de junio de 2001, exp.
provenientes de personas distintas a la víctima directa, genera obligación solidaria y, por lo tanto,
el dañado puede exigir la obligación de indemnización a cualquiera de las personas que
participaron en la producción del daño (arts. 2.344 y 1568 Código Civil). Por consiguiente, cuando
la conducta del tercero no es única ni exclusiva sino coparticipada en forma eficiente y adecuada
con la del demandado (s), el afectado puede pedir la declaratoria de responsabilidad de uno o de
todos los deudores solidarios (art. 1571 ibídem). Esta es la situación por la cual la coparticipación
del tercero no es constitutiva de exonerante de responsabilidad; para que la conducta del tercero
fuera exonerante se requeriría su exclusividad y, además, que fuera determinante en la
producción del daño”.
143
Sobre ese aspecto puede verse MAZEAUD Y TUNC. Tratado teórico y práctico de la
responsabilidad civil delictual y cuasidelictual. Buenos Aires. Ediciones Jurídicas Europa-América,
Aplicando los anteriores planteamientos al caso que ocupa la atención de la Sala, se observa que
el apoderado de la entidad accionada considera que el hecho de un tercero se encuentra
configurado bajo la óptica de que no se acreditó que la granada fuese propiedad del Ejército
Nacional, y que por el contrario era de los miembros del grupo insurgente, circunstancia que
pretende se tenga por probada con base en el documento denominado OPERACIÓN SAN
JORGE CASO TACTICO NO. 0047 2000, suscrito por el Comandante del Grupo Mecanizado
“Juan Del Corral”, en el que se dejó consignado que a los guerrilleros abatidos se les habían
incautado granadas de fragmentación y que de las granadas lanzadas por las tropas del ejército
ninguna había resultado fallida.
Sobre el particular la Sala observa que el documento invocado puede probar que la guerrilla
portaba granadas, pero no acredita que la que explotó y ocasionó las lesiones al menor JIMENEZ
JIMENEZ hubiese sido abandonada allí por los miembros del grupo subversivo como le
correspondía probar a la entidad demandada para que prosperara la excepción propuesta; como
así no se hizo, deberá declararse no probado el medio exceptivo.
Resta examinar el segundo sentido en el que, según el apoderado del Ministerio de Defensa
Ejército Nacional, se configura el hecho del tercero; esto es, en que la explosión del artefacto se
produjo por la manipulación que del mismo hizo el menor Santiago Andrés Zuluaga Soto.
Al respecto la Sala observa que no se cumple el primero de los requisitos, pues esta manipulación
de la granada no fue la causa exclusiva de las lesiones sufridas por el menor, con ella concurrió el
abandono del artefacto explosivo después del operativo militar. Dicha concurrencia, como se
afirma en el precedente jurisprudencial citado, daría lugar a una responsabilidad solidaria entre la
entidad demandada y este menor que accionó la granada; sin embargo, la responsabilidad
solidaria genera el denominado litisconsorcio cuasinecesario, que le otorga la posibilidad a
las víctimas del daño de demandar por la totalidad del mismo a uno de los agentes dañosos; en
este caso los demandantes optaron por demandar de manera exclusiva al Ejército Nacional; y
nada podrá declarar la Sala en relación con los herederos de ese tercero menor que accionó la
granada y que falleció en el instante. Como corolario de todo lo anterior el daño antijurídico
sufrido por los demandantes resulta atribuible de manera exclusiva al Ejército Nacional.
7. Perjuicios
La parte actora en el escrito de demanda solicitó 1000 salarios mínimos legales mensuales para
cada una de las siguientes personas: Walther David Jiménez Jiménez, (lesionado), Darío de Jesús
Jiménez Giraldo (padre), Olga Rosa Jiménez Gómez (madre), y Jury Andrea y María Jazmín
Jiménez Jiménez (hermanas).
La reparación del daño moral en caso de lesiones tiene su fundamento en el dolor o padecimiento
que se causa a la víctima directa, familiares y demás personas allegadas.
Respecto de estas personas, revisado el acervo probatorio, se encuentran los registros civiles de
nacimiento de Walther David Jiménez Jiménez (Fl. 22 C.1), documento que acredita que los
padres del lesionado son: Darío de Jesús Jiménez Giraldo y Olga Rosa Jiménez Gómez.
De otra parte, también obran dentro del plenario, las copias auténticas de los registros civiles de
nacimiento de Yuri Andrea Jiménez Jimenéz (fl. 23 c.1) y de María Jazmín Jiménez Jiménez
(fl.24 c.1). Estos documentos prueban la condición de hermanas que estas personas tienen
respecto del lesionado. Por cuanto las lesiones sufridas por una persona hacen presumir en sus
parientes un grado de dolor y aflicción, observa la Sala que están dadas las condiciones para el
reconocimiento de los perjuicios morales; se procede entonces a su tasación.
A este respecto el precedente de la Sala indica 146 que debe utilizarse como referente en la
liquidación del perjuicio moral, en los eventos de lesiones, la valoración de la gravedad o
levedad de la lesión reportada por la víctima. Su manejo se ha dividido en seis (6) rangos:
GRAFICO No. 2
50% 80 40 28 20 12
Igual o superior al 30% e inferior al
40% 60 30 21 15 9
Igual o superior al 20% e inferior al
30% 40 20 14 10 6
Igual o superior al 10% e inferior al
Nivel No. 1. Comprende la relación afectiva, propia de las relaciones conyugales y paterno- filiales
o, en general, de los miembros de un mismo núcleo familiar (1er. Grado de consanguinidad,
cónyuges o compañeros permanentes). Tendrán derecho al reconocimiento de 100 SMLMV
cuando la gravedad de la lesión sea igual o superior al 50%; a 80 SMLMV en los eventos en que
la gravedad de la lesión sea igual o superior al 40% e inferior al 50%; a 60 SMLMV cuando la
gravedad de la lesión sea igual o superior al 30% e inferior al 40%; a 40 SMLMV si la gravedad de
la lesión es igual o superior al 20% e inferior al 30%; a 20 SMLMV cuando la gravedad de la
lesión sea igual o superior al 10% e inferior al 20% y, por último, a 10 SMLMV en los eventos en
que la gravedad de la lesión sea igual o superior a 1% e inferior al 10%.
146
Consejo de Estado, Sala de lo Contencioso Administrativo- Sección Tercera, sentencia de
unificación jurisprudencial del 28 de agosto de 2014, Exp.31172.
173
Nivel No. 2. Donde se ubica la relación afectiva, propia del segundo grado de consanguinidad
o civil (abuelos, hermanos y nietos). Obtendrán el 50% del valor adjudicado al lesionado o víctima
directa, de acuerdo con el porcentaje de gravedad de la lesión, como se describe: tendrán
derecho al reconocimiento de 50 SMLMV cuando la gravedad de la lesión sea igual o superior al
50%; a 40 SMLMV en los eventos en que la gravedad de la lesión sea igual o superior al
40% e inferior al 50%; a 30 SMLMV cuando la gravedad de la lesión sea igual o superior al 30%
e inferior al 40%; a 20 SMLMV si la gravedad de la lesión es igual o superior al 20% e
inferior al 30%; a 10 SMLMV cuando la gravedad de la lesión sea igual o superior al 10% e
inferior al 20% y, por último, a 5 SMLMV en los eventos en que la gravedad de la lesión sea
igual o superior a 1% e inferior al 10%.
Nivel No. 3. Está comprendido por la relación afectiva propia del tercer grado de consanguinidad o
civil. Adquirirán el 35% de lo correspondiente a la víctima, de acuerdo con el porcentaje de
gravedad de la lesión, como se indica: tendrán derecho al reconocimiento de 35 SMLMV
cuando la gravedad de la lesión sea igual o superior al 50%; a 28 SMLMV en los eventos en
que la gravedad de la lesión sea igual o superior al 40% e inferior al 50%; a 21 SMLMV cuando la
gravedad de la lesión sea igual o superior al 30% e inferior al 40%; a 14 SMLMV si la gravedad de
la lesión es igual o superior al 20% e inferior al 30%; a 7 SMLMV cuando la gravedad de la lesión
sea igual o superior al 10% e inferior al 20% y, por último, a 3,5 SMLMV en los eventos en que la
gravedad de la lesión sea igual o superior a 1% e inferior al 10%.
Nivel No. 4. Aquí se ubica la relación afectiva propia del cuarto grado de consanguinidad o civil.
Se reconocerá el 25% de la indemnización tasada para el lesionado, de acuerdo con el porcentaje
de gravedad de la lesión, como se señala: tendrán derecho al reconocimiento de 25 SMLMV
cuando la gravedad de la lesión sea igual o superior al 50%; a 20 SMLMV en los eventos en que
la gravedad de la lesión sea igual o superior al 40% e inferior al 50%; a 15 SMLMV cuando la
gravedad de la lesión sea igual o superior al 30% e inferior al 40%; a 10 SMLMV si la gravedad de
la lesión es igual o superior al 20% e inferior al 30%; a 5 SMLMV cuando la gravedad de la lesión
sea igual o superior al 10% e inferior al 20% y, por último, a 2,5 SMLMV en los eventos en que la
gravedad de la lesión sea igual o superior a 1% e inferior al 10%.
En el expediente obra un dictamen pericial practicado con base en un exámen físico realizado a
Walther David Jiménez Jiménez, suscrito por la médica María Constanza Pérez Restrepo, en el
que se consignó:
Con esta evidencia y en aplicación del precedente jurisprudencial citado, se determina como
indemnización para los demandantes las siguientes sumas de dinero:
174
El actor en el escrito de la demanda solicitó pagar a favor de Walther David Jiménez Jiménez, los
perjuicios materiales que se le irrogaron con motivo de las lesiones padecidas.
Teniendo en cuenta el salario mínimo vigente en la época en que el lesionado cumplió 18 años, de
$309.000.oo pesos, más un 25% por ciento (25%) de prestaciones sociales. $77.250; la suma a
tener en cuenta será la de $386.250.
Por lo tanto, se actualizará el valor del salario mínimo de la época en que el lesionado cumplió 18
años y estuvo apto para entrar a la vida laboral, diciembre de 2002; para así comparar éste con
el actual salario mínimo y determinar cuál de los dos valores se acoge para efectos de la
liquidación.
Como el valor actualizado es inferior al valor del salario mínimo legal vigente, se tomará éste
último ($644.350,oo) al cual se le adiciona un 25% ($161.087,5) por concepto de prestaciones
sociales, obteniéndose como resultado el valor de $805.437,5. A esta cifra se le calcula el
42.79% que corresponde al porcentaje de incapacidad que se le diagnosticó al lesionado en el
dictamen pericial que obran dentro del expediente (fl. 209 c.1). De esta forma se obtiene
que la cifra para hacer el cálculo del lucro cesante será de $ 344.646,7.
Teniendo en cuenta lo anterior, se concederá el lucro cesante desde la fecha en que el lesionado
cumplió 18 años, hasta que se cumpla la vida probable.
175
S = Ra (1 + i)n –1
El periodo consolidado inicia desde la fecha en que la víctima adquirió la mayoría de edad (6
de diciembre de 2002) hasta la fecha de esta sentencia (Enero 28 de 2015) es decir 145,7 meses.
Ra: $344.646,7
145,7
0.004867
Se liquidará este periodo desde el día siguiente de la fecha de esta sentencia hasta la
expectativa total de vida del señor Walther David Jiménez Jiménez.
El señor Walther David Jiménez Jiménez nació el 6 de diciembre de 1984, para la época en
que estuvo apto para entrar a la vida laboral, es decir, cuando tenía 18 años de edad, según
las tablas de mortalidad proferidas por la entonces Superintendencia Bancaria, su expectativa
de vida equivale a 57,82 años que en meses son 693,84
Periodo futuro (n): 548,14 que se deriva de la resta entre los meses de la expectativa total de
vida del señor Walther David Jiménez Jiménez (693,84 meses) y el periodo consolidado
(145,7 meses)
Ra: $344.646,7
S = Ra (1 + i)n –1
i (1+i) n
548,14
548,14
Al respecto la Sala estima oportuno precisar que, no obstante que en la demanda se pidió el
reconocimiento del perjuicio, denominándolo “perjuicio fisiológico”; se entrará a estudiar esta
pretensión habida cuenta de la pluralidad de los nomina iura que se utilizaron en el pasado
para denotar el daño corporal. Sabido es que esta Corporación unificó esas distintas
denominaciones en un único nomen iuris: “daño a la salud”; por tanto, no podría el recurrente ver
negada su pretensión so pretexto la denominación del perjuicio ha cambiado.
En segundo lugar, se precisa que en el momento que se unificó la divergencia de nombres que
habían utilizado, en el de daño a la salud se dispuso que:
“….el concepto de salud comprende diversas esferas de la persona, razón por la que no sólo está
circunscrito a la interna, sino que comprende aspectos físicos y psíquicos, por lo que su
evaluación será mucho más sencilla puesto que ante lesiones iguales corresponderá una
indemnización idéntica147. Por lo tanto, no es posible desagregar o subdividir el daño a la salud o
perjuicio fisiológico en diversas expresiones corporales o relacionales (v.gr. daño estético, daño
sexual, daño relacional familiar, daño relacional social), pues este tipo o clase de perjuicio es
posible tasarlo o evaluarlo, de forma más o menos objetiva, con base en el porcentaje de invalidez
decretado por el médico legista.
De allí que no sea procedente indemnizar de forma individual cada afectación corporal o social
que se deriva del daño a la salud, como lo hizo el tribunal de primera instancia, sino que el daño
a la salud se repara con base en dos componentes: i) uno objetivo determinado con base
en el porcentaje de invalidez decretado y ii) uno subjetivo, que permitirá incrementar en una
determinada proporción el primer valor, de conformidad con las consecuencias particulares y
específicas de cada persona lesionada”148.
“Frente a la liquidación del daño a la salud, la Sala reitera los lineamientos planteados en
sentencia del 28 de agosto del año en curso, Rad. 31.170, MP. Enrique Gil Botero, en la que se
unificó la jurisprudencia en relación a la tasación, en los siguientes términos:
“De modo que, una vez desarrollado el panorama conceptual del daño a la salud, la Sala Plena de
la Sección Tercera unifica su jurisprudencia en torno al contenido y alcance de este tipo de
perjuicio inmaterial, en los términos que se desarrollan a continuación:
Para la reparación del daño a la salud se reiteran los criterios contenidos en las sentencias de
unificación del 14 de septiembre de 2011, exps. 19031 y 38222, proferidas por esta misma Sala,
en el sentido de que la regla en materia indemnizatoria, es de 10 a 100 SMMLV, sin embargo en
casos de extrema gravedad y excepcionales se podrá aumentar hasta 400 SMMLV, siempre que
esté debidamente motivado.
Lo anterior, con empleo del arbitrio iudice, para lo cual se tendrá en cuenta la gravedad y
naturaleza de la lesión padecida, para lo que se emplearán –a modo de parangón- los siguientes
parámetros o baremos:
147
“Este estado de cosas no sólo deja la sensación de desorden, sino que también crea
desigualdades entre víctimas, cuyos intereses aparecen, en igual medida, dignos de protección; así
pues, el problema de fondo es el de establecer los límites, que deben ser “límites razonables”,
determinados sí, en términos jurídicos”. CORTÉS, Edgar. Ob. Cit. Pág. 57.
148
Consejo de Estado, Sección Tercera, Subsección C, sentencia del 14 de septiembre de 2011,
exp. 19031.
149
Consejo de Estado, Sección Tercera, sentencia del 28 de agosto de 2014, exp. 31172.
177
Así, el operador judicial debe tener en cuenta las siguientes variables conforme a lo que se
encuentre probado en cada caso concreto:
- La edad.
- El sexo.
- Las que tengan relación con la afectación de bienes placenteros, lúdicos y agradables de la
víctima.
En el sub judice se tiene, que el menor WALTHER DAVID JIMENEZ JIMENEZ, a sus 15 años
de edad, sufrió deformaciones en su mano derecha que le acarrearon un porcentaje de
invalidez del 42.79%
178
Teniendo en cuenta las variables enunciadas, en el caso concreto se encuentran demostradas las
siguientes, las cuales se cuantificarán conforme a lo probado en el proceso de la siguiente
manera:
Se otorgan 25 SMLMV
La anomalía permanente del Lo cual le impide cumplir adecuadamente las funciones de
antebrazo y la mano derecha, prensión de esta mano que era su órgano dominante 151.
que le genera una incapacidad
permanente parcial del 42.79%
Total deberá
135 padecer el perjuicio durante largo tiempo 152.
SMLMV
Por tanto, la Sala reconocerá al actor por daño a la salud, la suma equivalente a
6. Condena en costas
De acuerdo con lo dispuesto en el artículo 55 de la Ley 446 de 1998, sólo hay lugar a la
imposición de costas cuando alguna de las partes hubiere actuado temerariamente y como en este
caso ninguna de aquellas actuó de esa forma, no se impondrán.
150
El testigo Luis Cornelio Gómez Giraldo, cuando se le pregunta sobre el comportamiento del
lesionado, luego de ocurrido el incidente, responde:
“él se sentía muy acomplejado y el pelao no hablaba, imagínese uno perder la mano así en
En relación con este mismo aspecto, Carlos Darío Gómez Giraldo, en su declaración manifiesta:
ANTECEDENTES
I. Lo que se demanda
1. El presente asunto se conforma de dos procesos que fueron acumulados durante
el trámite de primera instancia, cuyas demandas se presentaron de la siguiente
manera:
esta ciudad, en la carrera 9 entre calles 15 y 16, el día 30 de enero de 1993 a las 5:20
pm (hora Gaviria), cuando estalló un carro bomba y causó diversos muertos,
heridos y destrucción de bienes varios.
2. Como consecuencia de la declaración anterior, condénese a la demandada a
pagar a cada uno de los demandantes las siguientes cantidades líquidas de dinero
y por los conceptos que en cada caso se expresa:
A) El valor de mil gramos de oro puro al precio que tengan a la fecha ejecutoria de
la sentencia definitiva, según certificación del Banco de la República, por concepto
de perjuicios morales.
B) Que se condene a la entidad demandadas (sic) a pagar solidariamente al
demandante las sumas líquidas que se demuestren dentro del proceso.
B.1) En subsidio de la pretensión expresada en el literal B) precedente, que se
condene a las entidad (sic) demandada a pagar solidariamente al demandante las
sumas líquidas que se demuestren dentro del trámite ordenado en los artículos 172
y 178 del Código de Procedimiento Civil, en la forma como fueron modificados por
el Decreto ley 2282 de 1989, en cuanto fueren aplicables a lo contenciosos
administrativo, para las condenas genéricas en las sentencias definitivas.
B.2) En subsidio de las pretensiones B) y B.1) precedentes, que se condena a la
entidad demandada a pagar el valor de cuatro mil gramos de oro puro al precio
que tenga a la fecha de ejecutoria de la sentencia definitiva, según certificación del
Banco de la República, por concepto de perjuicios materiales (...)
1.3. En respaldo de sus pretensiones, los actores de los procesos n. º 10.595 y n.º
10.592, narraron los siguientes hechos que se resumen a continuación: i) el 30 de
enero de 1993, en horas de la tarde, hizo explosión un carro-bomba en la carrera 9
entre calles 15 y 16 de la ciudad de Bogotá D.C., detonación que causó la muerte de
varias personas y graves lesiones a otras, entre estas últimas la señora Rosa Elena
Puerto Niño y su hija Mónica Viviana Fierro Puerto; además, causó la destrucción
de los establecimientos comerciales aledaños al lugar de la explosión, varios de los
cuales eran de propiedad de los aquí demandantes; ii) el acto terrorista se
encontraba enmarcado dentro de la “guerra del Estado” contra diversos grupos de
narcotraficantes que desde el año 1989 venían perpetrado una serie de ataques
sistemáticos en contra de personalidades y bienes del Estado, así como también en
contra de la población civil; iii) existió una falla del servicio de la Policía Nacional
por cuanto no se brindó una adecuada protección y vigilancia en el lugar de los
hechos ni se realizaron controles a los vehículos que se ubicaban en dicha zona; iv)
en ausencia de falla, la responsabilidad del Estado también puede verse
comprometida a título de riesgo excepcional, ya que el Estado al combatir las
actuaciones delincuenciales de los grupos narcotraficantes para restablecer el
orden público, sometió a la población civil a un riesgo que excedió notoriamente
184
por el a quo mediante providencia del 5 de septiembre de 1996 (fl. 125 a 125, c.1,
proceso n. º 10.592).
4. Posteriormente, vencido el período probatorio y dentro del término para alegar
de conclusión en primera instancia, las partes reiteraron los argumentos expuestos
en la demanda (fl. 172 a 181, c.1, proceso n. º 10.592 acumulado) y contestación de
la misma (fl. 157 a 171, c.1, proceso n. º 10.592 acumulado). El Ministerio Público
guardó silencio.
5. Surtido el trámite de rigor, el Tribunal Administrativo de Cundinamarca profirió
sentencia de primer grado el 4 de mayo de 2000, notificada por edicto desfijado el
17 de mayo de 2000, mediante la cual denegó las pretensiones de la demanda (fls.
99 a 107, c.p) al considerar que, de acuerdo con la jurisprudencia aplicada a casos
similares, no era posible erigir un juicio de imputación por ausencia de relación
causa a efecto entre el hecho generador del daño y la conducta predicable de la
administración, motivo por el cual no era posible configurar la responsabilidad del
Estado bajo ninguno de los títulos de imputación aceptados por la doctrina y la
jurisprudencia contencioso administrativa.
6. Dentro de la oportunidad legal, esto es, el 17 y el 19 de mayo de 2000, la parte
demandante interpuso y sustentó oportunamente recurso de apelación contra la
anterior decisión (fl. 108 a 111, , c.p.) con fundamento en los argumentos que se
resumen a continuación: i) no se hizo un pronunciamiento de fondo del caso
concreto, sino que se resolvió por vía general de acuerdo a la jurisprudencia
existente para casos similares; ii) el acto terrorista que se consumó estuvo dirigido
contra el Banco Popular, entidad oficial, y contra la Cámara de Comercio, entidad
que cumple funciones públicas; iii) es un hecho notorio que el atentado se enmarca
en el contexto de la lucha del Estado contra la delincuencia organizada del
narcotráfico; iv) debe existir una indemnización para las víctimas de actos de
terrorismo cuando existe una guerra entre el Estado y los narcoterroristas; v) la
jurisprudencia no puede ser menos justa y menos equitativa que la misma ley,
pues aunque existen mecanismos legales para atender a las víctimas de atentados
terroristas con bombas y explosivos, y tomas guerrilleras que afecten
indiscriminadamente a la población, dichas medidas, además de ser de carácter
estrictamente temporal, resultan notoriamente insuficientes para resarcir los daños
causados, razón por la cual le corresponde a los jueces recuperar el equilibrio
perdido por las víctimas e indemnizarlas de forma integral; vi) no es de recibo que
por vía jurisprudencial se desconozca el derecho a la igualdad de las víctimas bajo
el argumento de que el acto terrorista no estuvo dirigido en contra de un personaje
o institución representativa del Estado, pues al exigir esta condición se incurre en
una discriminación a los ciudadanos damnificados que están enmarcados en este
supuesto y mucho menos se puede predicar la irresponsabilidad administrativa
bajo el argumento que el Estado no puede tener un policía en cada esquina; vii) la
186
CONSIDERACIONES
I. Presupuestos procesales de la acción
8. Por ser las demandadas entidades estatales, el presente asunto es de
conocimiento de esta jurisdicción, de acuerdo con el artículo 82 del Código
Contencioso Administrativo.
154
En la demanda que formó el expediente n.° 10592, la pretensión de mayor valor, correspondiente a la
solicitud de reparación de perjuicios materiales del señor Jairo Enrique Puerto Niño fue estimada en
$49.980.000 (fl. 13, c. 9). Por su parte, en la demanda que constituyó el expediente n.° 10595, la pretensión de
mayor valor, esto es, la solicitud de reparación de perjuicios morales a favor de la señora Rosa Elena Puerto
Niño, fue estimada en $20.000.000 (fl. 15, c. 2). Por estar vigente al momento de la presentación de las
demandas que motivan esta sentencia, se aplica el artículo 2º del Decreto 597 de 1988, que modificó el
numeral 10 del artículo 132 del Código Contencioso Administrativo, y que dispone que la cuantía necesaria
para que un proceso de reparación directa iniciado en el año 1995 fuera de doble instancia debía ser superior a
$9.610.000, esta Corporación es competente para conocer de los procesos acumulados.
187
155
Así consta en los registros civiles que obran a folio 89 del cuaderno 1 y folio 1 del cuaderno 4.
156
Ver al respecto, Sección Tercera, Subsección B, sentencia del 28 de septiembre de 2012, rad. 22.253, M.P.
Danilo Rojas Betancourth.
157
Ello de conformidad con el artículo 149 del Código Contencioso Administrativo, vigente al momento de la
presentación de la demanda -30 de enero de 1995-, según el cual: “Las entidades públicas y las privadas que
cumplan funciones públicas podrán obrar como demandantes, demandadas o intervinientes en los procesos
contencioso administrativos, por medio de sus representantes, debidamente acreditados. Ellas podrán incoar
todas las acciones previstas en este código si las circunstancias lo ameritan. // En los procesos contencioso
administrativos la Nación estará representada por el ministro, director de departamento administrativo,
superintendente, Registrador Nacional del Estado Civil, Fiscal General, Procurador o Contralor o por la
persona de mayor jerarquía en la entidad que expidió el acto o produjo el hecho (...)”.
188
Huber Pinilla, Bernardo Isaza, José Manuel Adán Arévalo, Pedro José Beltrán,
Alicia Buitrago, Nohora Isabel Adán y Deisy Paola Adán, comoquiera que no obra
prueba alguna en el proceso del daño por ellos padecido, la Sala no lo tendrá por
acreditado.
9.2. El sábado 30 de enero de 1993 a las 18:20, un automóvil Renault, cargado con
100 kilos de dinamita, hizo explosión en la carrera 9ª entre calles 15 y 16 en el
Barrio Veracruz de la Localidad de Santa Fe en la ciudad de Bogotá donde
funcionaban establecimientos de comercio, lo que produjo la muerte de varias
personas y lesiones a otras, además de causar avería y destrucción a varias
edificaciones. Así consta en el informe rendido por la Unidad Investigativa
Regional del Cuerpo Técnico de Investigación CTI161:
Comedidamente nos permitimos informar, que el día 30 de enero del año en curso,
siendo aproximadamente las 18:20 horas, hizo explosión un carro bomba en la
carrera 9ª entre calles 15 y 16, motivo por el cual las Unidades de Patrulla nos
hicimos presentes en el lugar de los hechos y se efectuaron las siguientes
averiguaciones:
1. Inicialmente, se observó la magnitud de los destrozos causados por la explosión
tanto en edificaciones comprendidas entre las carreras 8ª, 9ª y 10ª, entre avenidas
Jiménez y Avenida 19, siendo el epicentro la carrera 9ª, frente a los números 15-35
y 15-37, donde funcionaba la papelería “KARBE”, la cual quedó totalmente
destruida, al igual que los locales frente a ésta denominados “Bulliciosos” e
(ilegible), especializados en ropa infantil.
Conforme a lo observado, se presume que el carro-bomba, correspondía a un
Renault 4, o en su defecto un vehículo de color verde y de poco cilindraje, haciendo
referencia al motor, el cual quedó incrustado en uno de los locales donde
funcionaba una cafetería.
Es de anotar que en el contorno, se encontraban esparcidas partes destruidas y
calcinadas del vehículo, así como materiales y mercancías propias de los almacenes
y demás establecimientos afectados tales como “Almacén Clored”, “Pizzería
Vascos” “óptica(ilegible)”, CAFAM, BANCO POPULAR (sucursal depósitos
judiciales), un almacén de artesanías, Papelería “Hispana” y otros, los cuales fue
imposible identificar, debido a que tanto sus avisos comerciales y nomenclaturas
respectivas quedaron destruidas.
subsidios familiares de vivienda de interés social a los señores Mariela Santana Vinchery, Luz Mila Sánchez,
Jairo Enrique Puerto Niño, Hipólito Vargas Avellaneda y Nieves Orjuela Losada (fls. 331-347, c.1).
Finalmente, se allegaron documentos remitidos por el Banco de Colombia relacionados con el otorgamiento
de un crédito a la señora Mariela Santana Vinchery de Cepeda (fls. 349-360, c.1).
161
Véase informe n.° 091 del 1º de febrero de 1993 suscrito por el Cuerpo Técnico de Investigación, Unidad
Investigativa Regional (fl. 348 a 350, c.5).
190
El señor Pablo Escobar Gaviria, jefe del llamado Cartel de Medellín, a fin de
presionar al Gobierno Nacional para que accediera a las peticiones que éste hacia
referente a su reentrega a la Justicia, decidió crear y mantener en zozobra o terror a
los habitantes de la ciudad de Santafé de Bogotá mediante el empleo de los
llamados carros bombas en diferentes puntos de la ciudad.
De esta manera estallan carros bombas en la calle 72 con carrera 7ª, en la calle 16
con carrera 9ª, en la calle 25 con carrera 10ª, en la calle 16 con carrera 13, en la
carrea 13 A entre calle 23 y 24 y en la calle 93 con carrera 15.
Por los anteriores hechos fueron capturados y dados de baja lugartenientes del
señor Pablo Escobar Gaviria, así como otras personas que no perteneciendo al
llamado cartel de Medellín prestaron una colaboración para que se produjeran los
hechos que hoy nos ocupa.// Mediante diligencias de sentencia anticipada se
terminó el proceso para algunos de los detenidos, a otros se les calificó la
investigación mediante providencia del 28 de abril de 1994.
El señor PABLO ESCOBAR GAVIRIA, jefe del llamado Cartel de Medellín, a fin de
presionar al Gobierno Nacional para que accediera a las peticiones que éste
hacía referente a su reentrega a la Justicia, decidió crear y mantener en zozobra o
terror a los habitantes de la ciudad de Santafé de Bogotá mediante el empleo de
los llamados carros bombas en diferentes puntos de la ciudad.
166
Véase fl. 22, c.8.
167
“A raíz del atentado del sábado, una persona no identificada, pero que se dijo relacionada con el Cartel
de Medellín, pidió al Fiscal General de la Nación aceptar las peticiones de Pablo Escobar en su carta más
reciente. En diálogo telefónico con EL TIEMPO, tal persona fijó esta semana como plazo para que el Fiscal
acepte las condiciones de Escobar, o de lo contrario habrá nuevos atentados dinamiteros en Bogotá. Que
haya pronta respuesta, o se actuará con mayor intensidad cada día, dijo el interlocutor. Centró las peticiones
en tres, principalmente: 1. Que acepte, antes de terminar esta semana y así lo haga saber, las peticiones de
Escobar en su carta. Una de ellas tiene que ver con el traslado a la cárcel donde se encuentran los hermanos
Ochoa, de los detenidos en la prisión de máxima seguridad de Itagüí. // 2. Que el Fiscal dé a conocer los
resultados de una investigación sobre los verdaderos dueños del club de fútbol América de Cali. // 3. Que
aparezcan en la televisión afiches de búsqueda y recompensa con los rostros de miembros del Cartel de Cali,
en las mismas condiciones en que se publican los de los nuestros. Además, adoptar medidas inmediatas
contra los miembros de tal cartel”. Publicación realizada por el periódico El Tiempo en la edición del 1º de
febrero de 1993. Al respecto ver: http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-30059 (14/03/2016).
“El presidente colombiano, César Gaviria, ha atribuido a Pablo Escobar y "lo que queda de su organización
asesina” la autoría del atentado terrorista con coche bomba que en la noche del sábado causó en Bogotá 20
muertos, cinco niños entre ellos, y 68 heridos. También esa misma noche estallaron otros dos; coches bomba
en la elegante zona de El Poblado, en Medellín, donde sólo se produjeron cuatro heridos. Colombia teme
ahora el estallido de una nueva ofensiva de los narcos como la que hace tres años asoló al país (…) Con la
escalada del terror en Bogotá, Escobar intenta presionar para negociar su rendición. Sin embargo, el
Gobierno de Gaviria ha reiterado que dará a Escobar y a sus hombres el tratamiento reservado a los
delincuentes comunes y no el que correspondería a un grupo guerrillero, como ellos pretenden. Ello hace
temer el desencadenamiento de una nueva campaña armada entre Gobierno y narcos como la que dejó más
de 1.000 muertos entre 1989 y 1990” (se destaca). Publicación realizada por el periódico El País de España en
la edición del 1º de febrero de 1993. Al respecto ver:
http://elpais.com/diario/1993/02/01/internacional/728521225_850215.html (14/03/2016)
168
Ver folios 620-666, c. 6. Providencia del 7 de febrero de 1994, por medio de la cual se decide tramitar
“bajo una misma cuerda procesal”, los procesos por atentados con “carros bomba” ocurridos en el año 1993
en la ciudad de Bogotá.
194
El 5 de marzo de 1993 hace explosión otro carro bomba, en la carrera 13ª entre
calles 23 y 24. Se produce la muerte de una persona y daños materiales de
consideración.
El 15 de abril de 1993 nuevamente explota un carro bomba, que ocasiona la muerte
a doce personas y destrucción a inmuebles y vehículos en la calle 93 con carrera 15.
Por los anteriores hechos fueron capturados y dados de baja lugartenientes del
señor PABLO ESCOBAR GAVIRIA, así como otras personas que no perteneciendo
al llamado Cartel de Medellín prestaron una colaboración para que se produjeran
los hechos que nos ocupan (se destaca).
III. Problema jurídico.
10. Previa acreditación de la existencia del daño y teniendo en consideración los
argumentos señalados en el recurso de alzada, la Sala examinará si con ocasión del
acto terrorista perpetrado en Bogotá el 30 de enero de 1993 a las 18:20 en la carrera
9ª entre calles 15 y 16 por organizaciones criminales pertenecientes al narcotráfico,
se encuentra acreditada la responsabilidad del Estado o, por el contrario, se
configura la causal eximente de responsabilidad por el hecho de un tercero.
10.1. A fin de resolver el caso concreto, la Sala adoptará el siguiente esquema de
presentación: en primer lugar, se dilucidará si el referido acto terrorista fue
producto de una falla en el servicio por omisión de la entidad demandada al no
haber prestado de manera oportuna y eficiente la seguridad, protección y
vigilancia requerida en el epicentro de la conflagración; en segundo lugar, se
analizará si en caso de no estar acreditada la falla del servicio, la responsabilidad
195
10.2. Finalmente, la Sala deberá estudiar si dentro del proceso se logró demostrar la
causal excluyente de responsabilidad estatal por el hecho exclusivo de un tercero,
alegada por la entidad demandada, quien afirmó que no se podía predicar una
responsabilidad de forma absoluta, esto es, que no todo daño causado por un acto
terrorista le es imputable al Estado, pues tales acciones son perpetradas por un
particular con fines puramente delincuenciales.
13. Responsabilidad del Estado con fundamento en la falla del servicio por
daños causados por actos violentos de terceros con participación estatal
13.1. El Consejo de Estado ha declarado la responsabilidad del Estado con
fundamento en la falla del servicio cuando se han perpetrado actos violentos de
terceros por parte de agentes no estatales en los que ha incidido de modo relevante
la intervención estatal. Tal es el caso de la toma armada del Palacio de Justicia por
parte del movimiento insurgente -M-19-, ocurrida el 6 y 7 de noviembre de 1985,
en la que se reprochó no solo la omisión del Estado en las medidas de seguridad
brindadas al complejo judicial y a las personas que laboraban al interior del
recinto, sino la actuación de la fuerza pública al desplegar el operativo de
resistencia y recuperación del Palacio de Justicia, sin tener en cuenta las garantías
mínimas que debían brindarse a los civiles que adentro del recinto juridicial se
encontraban. En sentido similar se pronunciaron sobre estos hechos el Tribunal
Superior de Bogotá, el Tribunal Especial de Instrucción 169, la Comisión de la
169
El Tribunal Especial de Instrucción concluyó que el “6 de noviembre de 1985, el Palacio de Justicia y sus
ocupantes habituales, se encontraban bajo la custodia y protección de celadores particulares, inadecuadamente
armados y, por lo mismo, en incapacidad material de prestar el servicio a que estaban llamados, a pesar de lo
cual tuvieron actuación valerosa en cumplimiento de su deber. (…) El deber primordial de las autoridades sobre
protección a las personas en sus vidas, honra y bienes, se acrecienta cuando hay amenaza pública y todavía más
cuando con ella se pone en peligro la función de administrar justicia. Establecida, pues, la preexistencia de las
amenazas proferidas simultáneamente por grupos subversivos y por mafias de narcotraficantes, el Gobierno tenía
el deber de mantener, o mejor, aumentar las medidas de protección y seguridad de los organismos amenazados,
con su anuencia o sin ella, poniendo en ejecución programas similares a los previstos para los altos dignatarios
de la Nación, y a las que se adoptan durante la permanencia en el país de Jefes de Estado o cuando sobrevienen
graves alteraciones del orden público”. Informe del Tribunal Especial de Instrucción (expediente de prueba,
30538), citado por Corte Interamericana de Derechos Humanos, caso Rodríguez Vera y otros (desaparecidos del
palacio de justicia) vs. Colombia, sentencia del 14 de noviembre de 2014, Excepciones Preliminares, Fondo,
Reparaciones y Costas.
197
La Corte Interamericana de Derechos Humanos manifestó que “(i) existía una situación de riesgo real e
inmediato en perjuicio de los Magistrados de la Corte Suprema, Consejeros de Estado, demás empleados y
visitantes del Palacio de Justicia; (ii) el Estado conocía dicho riesgo; pero (iii) no adoptó las medidas
necesarias, suficientes y oportunas para contrarrestar ese riesgo, pues (iv) aun cuando llevó a cabo un estudio
de seguridad y diseñó un plan de seguridad, dicho plan no se encontraba funcionando al momento de los
hechos, cuando todavía persistía el riesgo. Por tanto, la Corte consideró que el Estado no cumplió con su
deber de prevenir y proteger adecuadamente a las 15 víctimas del presente caso que laboraban o se
encontraban visitando el Palacio de Justicia, al momento de la toma por parte del M-19, a través de la
adopción de medidas oportunas y necesarias de protección”: caso Rodríguez Vera y otros (desaparecidos del
palacio de justicia) vs. Colombia, sentencia del 14 de noviembre de 2014, Excepciones Preliminares, Fondo,
Reparaciones y Costas).
172
Consejo de Estado, Sección Tercera, sentencia del 19 de agosto de 1994, rad. 9.276, M.P. Daniel Suárez
Hernández. Igualmente ver, entre otras, sentencias de la Sala Plena del 16 de julio de 1996, rad. 422 y de la
Sección del 13 de octubre de 1994, rad. 9.557; 2 de febrero de 1995, rad. 9.273; 16 de febrero de 1995, rad.
9.040; 27 de julio de 1995, rad. 9.266; 30 de marzo de 1995, rad. 9.459; 14 de marzo de 1996, rad.11.038 y 29
de marzo de 1996, rad.10.920.
173
Consejo de Estado, Sección Tercera, sentencia del 2 de febrero de 1995, rad. 9.273, M.P. Juan de Dios
Montes Hernández.
198
174
Consejo de Estado, Sección Tercera, sentencia del 19 de mayo de 1995, rad. 10.639, M.P. Daniel Suárez
Hernández; en similar sentido ver sentencias de: 6 de octubre de 1995, rad. 9.87, M.P. Carlos Betancur
Jaramillo; 1º de febrero de 1996, rad.10.257, M.P. Carlos Betancur Jaramillo; 5 de julio de 1996, rad. 9.378,
M.P. Juan de Dios Montes; 29 de agosto de 1996, rad. 10.949, M.P. Daniel Suárez Hernández y 4 de
septiembre de 1997, rad. 10.140, M.P. Jesús María Carrillo Ballesteros.
199
(sic) que permitió, o por lo menos facilitó, el reprochable asesinato de las personas
integrantes de la unidad investigadora. Cuestionable resulta la pasiva actitud de
quienes dispusieron la investigación, la conformación de la unidad móvil de
investigación y determinó (sic) los elementos y condiciones en las que los
funcionarios instructores iban a cumplir su misión, en una zona caracterizada por
la violencia, por el desconocimiento de los derechos humanos y por el terror
imperante, proveniente de los grupos subversivos, paramilitares y en ocasiones de
la misma fuerza pública que imperaban en la región del Magdalena Medio.
Sin duda alguna, era una obligación de las autoridades que organizaron la
actividad instructora, velar por la seguridad de sus funcionarios y dado que
carecían directamente de los medios y personal armado para tal fin, bien hubieran
podido solicitar la respectiva colaboración y apoyo a la fuerza pública. (…).
Por otra parte, como se encuentra acreditada la condición militar del teniente Luis
Enrique Andrade Ortiz, quien prestaba sus servicios en la zona donde sucedieron
los hechos, así como la colaboración y el apoyo que dicho oficial brindaba al
aludido grupo de “Los Masetos”, ejecutor de la matanza, es dable deducir que la
falta del militar estuvo vinculada con el servicio y que, por tanto, su ilegítima
actuación resulta comprometedora de la responsabilidad estatal.
Ahora bien, el comportamiento del aludido oficial del ejército al apoyar y encubrir
a los autores de los crímenes referidos, de una parte y, de otra, la omisión de
Dirección Seccional de Instrucción Criminal en solicitar la protección y vigilancia
de las fuerzas militares o policivas para la unidad investigadora, fueron factores
determinantes en la ocurrencia de los hechos criminales conocidos en este proceso.
Es decir, que entre la conducta administrativa, tanto omisiva, al no pedir
protección, como activa, al apoyar al grupo paramilitar, y el daño ocasionado,
existe una relación de causalidad, que permite configurar la responsabilidad de la
administración.
13.4. Asimismo, se declaró la responsabilidad del Estado por los daños causados a
la integridad física y a bienes de varios habitantes del municipio de Miraflores,
Guaviare, cuando un grupo de subversivos atacaron de modo indiscriminado
dicha población civil, ya que el acto violento era previsible y, pese a ello, la entidad
estatal no adoptó las medidas para anticipar, evitar o mitigar el daño, por el
contrario, al intentar contrarrestar la acción insurgente, atacó indiscriminadamente
a personas que no participaban de las hostilidades y las usó como escudo humano
para su propia protección175:
175
Consejo de Estado, Sección Tercera, sentencia del 29 de agosto de 2007, rad. 20.957, M.P. Ruth Stella
Correa, con aclaración de voto del magistrado Enrique Gil Botero.
200
182
Consejo de Estado, Sección Tercera, Subsección B, sentencia del 31 de julio de 2014, rad. 30.486, con
ponencia de quien proyecta el presente fallo.
203
tiene la obligación de dar protección a la población civil contra los peligros que
procedan de las acciones militares, máxime cuando, como se acreditó en el
plenario, esta población había sido sistemáticamente atacada. (…).
Por tanto, aunque la muerte de los ciudadanos fue causada por hechos de terceros
en el contexto del conflicto armado, no hay lugar a exonerar a la entidad
demandada, porque el hecho era previsible y no se ejecutaron por parte del Estado
las medidas suficientes para prevenir, evitar o mitigar el daño.
14.3. Igualmente, la Subsección B de la Sección Tercera de esta Corporación en
sentencia del 12 de diciembre de 2014183 condenó al Estado por la muerte
sistemática de varios habitantes del municipio de Urrao (Antioquia). Según el fallo,
la responsabilidad del Ejército y la Policía Nacional se encontraba comprometida al
haberse demostrado el fuerte accionar de grupos paramilitares en la zona, quienes
de manera permanente y sistemática cometían múltiples homicidios en contra de
la población civil, sin que la fuerza pública hubiera tomado medidas para la
protección y defensa de los habitantes del referido municipio.
14.4. Asimismo, la Subsección A de la Sección Tercera en el caso Puerto Alvira 184,
Meta, condenó al Estado por los daños ocasionados el día 4 de mayo de 1998
cuando un grupo de hombres fuertemente armados entró en el casco urbano de la
Inspección de Puerto Alvira (Caño Jabón), Departamento del Meta, y procedió a
sacar de sus lugares de habitación y trabajo de manera selectiva a una veintena de
personas habitantes de la localidad, después de lo cual procedieron a torturar y
desmembrar algunos de ellos, para luego prenderle fuego a los cuerpos, con y sin
vida, de las personas que seleccionaron. Se declaró responsable patrimonialmente al
Estado a título de falla en el servicio, porque se probó en el proceso que el Ejército
Nacional tuvo oportuno conocimiento del grave riesgo que corrían los habitantes de
la Inspección de Puerto Alvira y, sin embargo, se optó por desestimar las distintas
comunicaciones mediante las cuales los mismos pobladores y la Defensoría del
Pueblo, Regional Villavicencio, informaron acerca de la posible ocurrencia de los
hechos.
14.5. De acuerdo con el anterior balance jurisprudencial, el Estado podrá ser
declarado responsable con fundamento en la falla del servicio por un acto violento
perpetrado por un agente no estatal, cuando: i) haya participado directa o
indirectamente en la producción del hecho dañoso, o ii) no hubiere intervenido en
183
Consejo de Estado, Sección Tercera, Subsección B, sentencia del 12 de diciembre de 2014, rad. 29.715,
M.P. Stella Conto Díaz del Castillo.
184
Consejo de Estado, Sección Tercera, Subsección A, sentencia del 13 de febrero de 2013, rad. 25.310, M.P.
Mauricio Fajardo Gómez.
204
el acto o hecho generador del daño, pero este le era previsible y resistible, y no
adoptó las medidas necesarias e idóneas encaminadas a anticipar, evitar o mitigar
el resultado dañoso, pudiendo y debiendo hacerlo.
14.6. La jurisprudencia de la Sección Tercera sobre responsabilidad del Estado por
actos violentos de terceros converge con la postura asumida por el sistema
interamericano de protección de los derechos humanos en cuanto a que ha
aceptado la posibilidad de imputar responsabilidad al Estado por violaciones de
derechos humanos cometidos por agentes no estatales. En efecto, la Corte
Interamericana de Derechos Humanos ha señalado que no puede atribuirse
responsabilidad al Estado por todas las violaciones a los derechos humanos que se
presentan en su territorio; así que tratándose de actos violentos cometidos por
terceros que no han actuado en connivencia con la fuerza pública y en los cuáles no
hay un hecho imputable a un agente estatal, la doctrina y la jurisprudencia
internacional comparten en estructurar la responsabilidad estatal sobre la base de
que se reúnan dos elementos: i) que el Estado incumpla con los deberes de
diligencia que le son exigibles en la evitación de graves violaciones a los derechos
humanos y ii) que se trate de riesgos inminentes y cognoscibles 185.
14.7. Además, siguiendo lo dicho por la jurisprudencia interamericana de derechos
humanos, particularmente en el caso Rodríguez Vera y otros (desaparecidos del
Palacio de Justicia) vs. Colombia, cuando la violación de los derechos humanos es
atribuible a la conducta de actores estatales, el Estado quebranta una obligación de
resultado y la responsabilidad estatal se verá comprometida, mientras que si es
resultado de un acto violento de un agente no estatal, surge el interrogante de si la
conducta del tercero es atribuible o no al Estado y, para ello, es indispensable
constatar tres elementos: i) las autoridades conocían o debían tener conocimiento
de una situación de riesgo real e inmediato para un individuo, grupo de
individuos determinado o determinable o la misma población civil 186; ii) se
utilizaron los instrumentos razonables y necesarios para prevenir o evitar ese
riesgo; y iii) la calidad de la respuesta estatal. Estos aspectos enlistados se
determinan usualmente a través del estándar de diligencia debida. Al respecto, el
185
Cfr. Organización de las Naciones Unidas, Asamblea General, 56 período de sesiones, Res. 56/83 (enero
28, 2002), Responsabilidad del Estado por hechos internacionalmente ilícitos, art. 2, pp. 9 a 10. Cfr.
http://daccess-dds-ny.un.org/doc/UNDOC/GEN/N01/478/00/PDF/N0147800.pdf?OpenElement (01/04/2016);
cfr. MONTEALEGRE LYNETT, Eduardo, “La responsabilidad internacional del Estado por el hecho de
terceros”, Trabajo de posesión como miembro correspondiente de la Academia Colombiana de
jurisprudencia, Bogotá, 1º de noviembre de 2007. Ver: http://www.acj.org.co/o/sist_info/?
p=productsMore&iProduct=1279 (01/04/2016).
186
Cfr. Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso de la Masacre de Pueblo Bello vs. Colombia,
sentencia del 31 de enero del 2006, serie C, n.° 140, párr. 123-124; Caso Castillo González y otros vs.
Venezuela, sentencia del 27 de noviembre del 2012, serie C, n.° 256, párr. 128-129; Caso Valle Jaramillo y
otros vs. Colombia, sentencia del 27 de noviembre de 2008, serie C, n.° 192, párr. 78.
205
Comentario General n.° 31 del Comité Internacional del Pacto de Derechos Civiles
y Políticos, señala187:
[L]as obligaciones positivas de los Estados Parte por asegurar los derechos del
Pacto de Derechos Civiles y Políticos sólo serán cumplidas si los individuos son
protegidos por el Estado, no sólo por la violación del Pacto por parte de sus
agentes, sino también por actos cometidos por personas o entidades privadas.
Puede haber circunstancias en que la falta de garantía de los derechos del Pacto, tal
como se exige en el artículo 2º, produciría violaciones de esos derechos por los
Estados Partes, como resultado de que los Estados Partes permitan o no que se
adopten las medidas adecuadas o se ejerza la debida diligencia para evitar,
castigar, investigar o reparar el daño causado por actos de personas o entidades
privadas.
14.8. Así las cosas, si bien el Estado responde cuando con su acción incurre en la
violación de derechos humanos, también cuando con su omisión frente a un acto
violento perpetrado por un tercero quebranta un deber jurídico de hacer, esto es,
prevenir o evitar el daño mediante un ejercicio oportuno de los contenidos
obligacionales. La Corte Interamericana al precisar el alcance del estándar de
diligencia debida incorporada en el artículo 1.1 del Pacto de San José de Costa Rica,
advierte188:
172. Es, pues, claro que, en principio, es imputable al Estado toda violación a los
derechos reconocidos por la Convención cumplida por un acto del poder público o
de personas que actúan prevalidas de los poderes que ostentan por su carácter
oficial. No obstante, no se agotan allí las situaciones en las cuales un Estado está
obligado a prevenir, investigar y sancionar las violaciones a los derechos humanos,
ni los supuestos en que su responsabilidad puede verse comprometida por efecto
de una lesión a esos derechos. En efecto, un hecho ilícito violatorio de los
derechos humanos que inicialmente no resulte imputable directamente a un
Estado, por ejemplo, por ser obra de un particular o por no haberse identificado
al autor de la transgresión, puede acarrear la responsabilidad internacional del
Estado, no por ese hecho en sí mismo, sino por falta de la debida diligencia para
prevenir la violación o para tratarla en los términos requeridos por la
Convención (se destaca).
187
Naciones Unidas, Comité de Derechos Humanos, Comentario General nº. 31, Naturaleza de la obligación
jurídica general impuesta a los Estados Parte en el Pacto, Documento CCPR/C/21/Rev.1/ Add.13, 26 de mayo
de 2004.
188
Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso Velásquez Rodríguez v. Honduras, sentencia de fondo
del 29 de julio de 1988.
206
14.10. Aparte de la falla del servicio presentada en las dos variantes anotadas, el
Consejo de Estado ha fundado también en el régimen de responsabilidad objetiva
por riesgo excepcional la responsabilidad del Estado por los daños causados por
actos violentos de agentes no estatales. A continuación se estudiaran los
principales casos en los que la Corporación ha aplicado dicho título de
responsabilidad.
se presta ese servicio público”. Ver igualmente: Consejo de Estado, Sección Tercera, sentencia del 19 de
junio de 1997, rad. 11.875, M.P. Daniel Suárez Hernández.
194
Este no es un acto típico de terrorismo; no obstante, esta fue la postura asumida por la Sección Tercera del
Consejo de Estado al resolver la acción de reparación directa originada en la toma guerrillera a la base militar
de Las Delicias en el departamento de Putumayo, sentencia de 25 de mayo de 2011, rad. 15.838, 18.075,
25.212 (acumulados). M.P. Jaime Orlando Santofimio.
195
La teoría del riesgo excepcional se aplicó por primera vez por el Consejo de Estado para fundar la
responsabilidad del Estado en la sentencia de la Sección Tercera del 2 de febrero de 1984, rad. 2744, M.P.
Eduardo Suescún Monroy: “El caso en estudio corresponde precisamente a uno de los varios eventos que
comprende la responsabilidad sin falta, el denominado por algunos expositores riesgo excepcional. Tiene
ocurrencia cuando el Estado, en desarrollo de una obra de servicio público utiliza recursos o medios que
colocan a los particulares o a sus bienes en situación de quedar expuestos a "un riesgo de naturaleza
excepcional" (Laubadere) el cual dada su gravedad, excede las cargas que normalmente deben soportar los
mismos particulares como contrapartida de las ventajas que resultan de la existencia de ese servicio público.
Si el riesgo llega a realizarse y ocasiona un daño, sin culpa de la víctima, hay lugar a responsabilidad de la
Administración, así no haya habido falta o falla del servicio”.
208
196
Sobre la diferencia entre riesgo excepcional y riesgo social, ver entre otras: Consejo de Estado, Sección
Tercera, sentencia de diciembre 5 de 2006, rad. 28.459, M.P. Ruth Stella Correa Palacio, con aclaración de
voto del magistrado Mauricio Fajardo Gómez.
197
En las sentencias de 6 de octubre de 2005, rad. AG-00948, M.P. Ruth Stella Correa; de 4 de diciembre de
2006, rad. 15.571, M.P. Mauricio Fajardo; y de 5 de diciembre de 2006, rad. 28.459, M.P. Ruth Stella Correa,
la Sección Tercera del Consejo de Estado declaró la responsabilidad extracontractual del Estado por los daños
padecidos por los habitantes de distintos municipios del país cuando se presentaban reyertas armadas entre los
subversivos y la fuerza pública.
198
La Sección Tercera, Subsección B del Consejo de Estado declaró la responsabilidad patrimonial del
Estado por los daños causados el 17 de marzo de 1991, en la vereda El Entable del municipio de Albán
(Cundinamarca), cuando guerrilleros de las FARC activaron una carga explosiva en un tramo del poliducto de
propiedad de la Empresa Colombiana de Petróleos –Ecopetrol– que se extiende entre Puerto Salgar y Bogotá,
cuya detonación produjo una explosión de gas propano y un incendio que afectó los bienes muebles e
inmuebles ubicados en los predios rurales del demandante. Ver. Consejo de Estado, Sección Tercera,
Subsección B, sentencia del 29 de octubre de 2012, rad. 18.472, M.P. Danilo Rojas Betancourth. Otro caso
semejante es aquel que se produjo por la voladura de un tramo del oleoducto Trasandino, de propiedad de
Ecopetrol. En aquella oportunidad, dijo la Sala: “(…) no hay razón para limitar la responsabilidad estatal a
los eventos en los cuales el ataque terrorista se dirige contra un objetivo militar o policivo, sino que debe
extenderse a todos aquellos casos en los que el blanco sea ‘un objeto claramente identificable como del
Estado’, ya que la justificación para establecer el vínculo causal es la misma: el riesgo particular que se crea
con una actividad que ha sido elegido por los terroristas como objetivo. Tal es el caso del oleoducto (…)”.
Sentencia del 11 de diciembre de 2003, rad. 12.916 y 13.627, M.P. Ricardo Hoyos Duque.
209
carro con dinamita que fue activado por un cartel de narcotraficantes, y que no
tenía un objetivo estatal identificado 205; la destrucción de un automóvil y las
lesiones padecidas por una familia con ocasión de la detonación de un carro bomba
puesto por criminales del narcotráfico en el barrio Quirigua de la ciudad de
Bogotá, D.C206; la destrucción de una unidad comercial ubicada en la carrera 9ª n.°
15-19 local 4 Edificio Sinaí de la ciudad de Bogota D.C. por la explosión de una
bomba207; las lesiones sufridas por una personas con ocasión de la explosión de una
bomba en el Centro Comercial 93 de Bogotá208; la lesión y muerte de dos
funcionarios de la Inspección 12B de Policía de Barrios Unidos de esta ciudad a
causa de la explosión de un carro-bomba estacionado cerca del lugar donde se
adelantaba una diligencia judicial de embargo y secuestro en el marco de un
proceso ejecutivo209; la muerte de una mujer por un artefacto explosivo instalado en
una sucursal bancaria en Bogotá210; la explosión de un artefacto instalado por la
guerrilla en el baño de una cafetería, ubicada al lado del Comando de la Policía
Nacional, la cual funcionaba en la ciudad de Montería, Córdoba211.
15.8. En todas estas oportunidades se consideró que por tratarse de daños causados
por actos violentos de terceros, en donde si bien quedó probada la consumación
del acto violento perpetrado de modo indiscriminado en contra de la población
civil, no se acreditó que el objetivo final era atacar una instalación militar o policial,
establecimiento estatal, centro de comunicaciones o un elemento representativo del
Estado; por ende, se concluyó que el acto al estar dirigido de modo indiscriminado
contra la población civil, con el fin único y exclusivo de sembrar terror y pánico, la
responsabilidad del Estado sólo podría estructurarse desde la perspectiva del
régimen de falla del servicio.
205
Consejo de Estado, S.C.A., Sección Tercera, sentencia del 31 de octubre de 2001, rad. 12.951, M.P. Jesús
María Carrillo.
206
Consejo de Estado, S.C.A., Sección Tercera, sentencia del 21 de febrero de 2002, rad. 13.661, M.P.
Ricardo Hoyos.
207
Consejo de Estado, S.C.A., Sección Tercera, sentencia del 23 de octubre de 2003, rad. 14.211, M.P.
Ramiro Saavedra Becerra.
208
Consejo de Estado, S.C.A., Sección Tercera, sentencia del 14 de julio 2004, rad. 14.318, M.P. Alier
Hernández.
209
Consejo de Estado, S.C.A., Sección Tercera, sentencia del 6 de junio de 2007, rad. 16.460, M.P. Ruth
Stella Correa Palacio.
210
Consejo de Estado, S.C.A., Sección Tercera, sentencia del 21 de junio de 2007, rad. 25.627, M.P. Alier
Hernández.
211
Consejo de Estado, S.C.A., Sección Tercera, sentencia del 9 de junio de 2010, rad. 18.536, M.P. Ruth
Stella Correa Palacio.
212
16.2. En efecto, el Consejo de Estado mediante sentencia del 30 de julio de 1992 213
acudió a la teoría del daño especial y declaró la responsabilidad patrimonial del
212
El antecedente primigenio que podemos identificar de aplicación de la teoría del daño especial en
Colombia data del 29 de julio de 1947 en la cual se declaró responsable al Estado por los daños ocasionados
al periódico EL SIGLO. En virtud de la declaratoria de estado de sitio motivada por la alteración del orden
público con ocasión del intento de golpe de estado al Presidente Alfonso López Pumarejo el 10 de julio de
1944 en Pasto, el gobierno expidió un decreto con fuerza de ley que ordenó la suspensión temporal del
periódico con ocasión de un acordonamiento de las instalaciones por parte de la policía nacional en 1944. El
Consejo de Estado aplicó por primera vez el título de imputación de daño especial como fundamento de la
responsabilidad sin falla por el perjuicio excepcional y anormal ocasionado a la víctima al excederse en la
imposición de un gravamen que produjo una ruptura en el equilibrio ante las cargas públicas. En
consecuencia, se condenó al Estado a reparar los perjuicios sufridos por dicho medio de comunicación por
que se le impidió publicar entre el 11 de julio y el 6 de agosto de 1944, en razón a las medidas tomadas por el
gobierno provisional durante el estado de turbación del orden público decretado. Consejo de Estado, sentencia
de 29 de julio de 1947, M.P. Gustavo A. Valbuena, actor “El Siglo S.A”, A.C.E., Año XIX, Tomo LVI, No
357-361.
213
Consejo de Estado, Sección Tercera, sentencia del 30 de julio de 1992, rad. 6.828, M.P. Julio César Uribe.
213
posible aplicar el régimen de RESPONSABILIDAD POR DAÑO ESPECIAL. Por ello se patrocina la
argumentación que se recoge en el fallo impugnado, en uno de cuyos apartes se lee: "De lo dicho, y para
hechos como el que se dirime, observa la Sala, sí puede deprecarse declaratoria de responsabilidad. Esta tiene
como razón, el reparar daños ocasionados como consecuencia de un riesgo de naturaleza excepcional, a que
se ven sometidos los administrados, cuando el Estado combate las fuerzas ilegales que quieren aniquilarlo o
destruirlo" (C.1, fol. 113). (…) Ahora bien: si en ese enfrentamiento propiciado por los terroristas, contra la
organización estatal, son sacrificados ciudadanos inocentes, y se vivencia que el OBJETO DIRECTO de la
agresión fue UN ESTABLECIMIENTO MILITAR DEL GOBIERNO, UN CENTRO DE
COMUNICACIONES, al servicio del mismo, o un personaje representativo de la cúpula administrativa, etc.,
se impone concluir que en medio de la lucha por el poder se ha sacrificado un inocente, y, por lo mismo, los
damnificados no tienen por qué soportar solos el daño causado. En la Ley 104 de 1993, el legislador dotó al
Estado colombiano de instrumentos orientados a asegurar la vigencia del Estado Social de Derecho, y a
garantizar la plenitud de los derechos y libertades fundamentales, reconocidos en la Constitución de 1991.
Luego, en el artículo 19, pone en marcha los PRINCIPIOS DE SOLIDARIDAD SOCIAL y la perspectiva
jurídica que informa la responsabilidad por DAÑO ESPECIAL, al disponer que las víctimas de actos
terroristas "... recibirán asistencia humanitaria, entendiendo por tal la ayuda indispensable para atender
requerimientos urgentes y necesarios para satisfacer los derechos constitucionales de dichas personas que
HAYAN SIDO MENOSCABADAS POR LA ACCION TERRORISTA...” La filosofía jurídica que informa
la anterior normatividad se alimenta de la que es esencia y vida en el artículo 90 de la Constitución Nacional,
que dispone que el Estado responderá patrimonialmente por los daños antijurídicos que le sean imputables,
causados por la acción o la omisión de las autoridades. // En el caso sub - exámine el daño resulta antijurídico,
porque un grupo de personas, o una sola de estas, no tiene por qué soportar los daños que se generan con
motivo de la defensa del orden institucional, frente a las fuerzas de la subversión. El actuar de la
administración, en estos casos, es LÍCITO, pero ello no la libera del deber jurídico de indemnizar los daños
que cause con tal motivo. // Como se puede apreciar, el PRINCIPIO DE RESPONSABILIDAD POR DAÑO
ESPECIAL se informa, a su vez, en razones de EQUIDAD, criterio auxiliar en la actividad judicial. (…) La
definición misma de Colombia, como un Estado Social del Derecho, fundado en el respeto de la dignidad de
la persona humana, y en la solidaridad de las personas que la integran, permite que el sentenciador maneje
todo el campo de la responsabilidad del Estado con la solidez que tal normatividad tolera. (…) La solidaridad,
finalmente, demanda de cada una de las personas un altruismo universal, para no ver a los semejantes solo
como miembros de un determinado grupo secta, y un altruismo peligroso, para tener el valor de sacrificar la
vida y los bienes por los que están en grave riesgo de perderlo todo”. En similar sentido sentencias del 5 de
febrero de 1998, rad 12043, M.P. Daniel Suárez Hernández y 27 de enero de 2000, rad 8490, M.P. Jesús
María Carrillo.
216
En otras oportunidades, la Sala al resolver algunos casos relacionados con el acto violento perpetrado el 6 de
diciembre de 1989 contra las instalaciones del DAS, en Bogotá, no obstante proferir las sentencias con
fundamento en la falla del servicio, hizo la siguiente reflexión frente al daño especial: “De acuerdo con lo
anterior, la Sala concluye que la administración incurrió en falla del servicio público de vigilancia y seguridad
y que si bien el servicio funcionó, lo hizo en forma defectuosa, lo cual compromete su responsabilidad. No
obstante la conclusión precedente, encuentra la Sala que podría declararse igualmente la responsabilidad
administrativa del Estado aún si no existiera en el acervo probatorio evidencia de la negligencia y omisión de
la entidad demandada en el cumplimiento de sus funciones, con fundamento en la teoría de la responsabilidad
por daño especial. En efecto, aún si el obrar del centro jurídico de imputación demandado hubiese sido
diligente y cuidadoso en el cumplimiento de las órdenes acerca de las medidas de protección y seguridad
impartidas por sus superiores, la entidad pública debe responder patrimonialmente con base en los principios
de equidad, solidaridad social y el de igualdad de los ciudadanos ante las cargas públicas como fundamentos
mediatos de responsabilidad, porque una persona o un grupo de ellas no tiene porqué soportar los daños que
se generan con motivo de la defensa del orden institucional frente a las fuerzas desestabilizadoras de ese
orden. Si bien es cierto que en el presente caso el atentado terrorista no fue dirigido contra un establecimiento
militar del gobierno, sí lo fue contra el edificio en donde funcionaba el Departamento Administrativo de
Seguridad del Estado. Y lo propio cabría decir cuando esos hechos se dirigen contra las instalaciones en
donde funcione la fuerza pública, la cual está integrada no sólo por las Fuerzas Militares sino también por la
Policía Nacional” Sentencia del 4 de julio de 1997, rad.10.098. En el mismo sentido sentencias del 10 de
julio de 1997, rad. 10.229; del 14 de agosto de 1997, rad. 10.235; del 14 de agosto de 1997, rad. 10.490 y del
28 de agosto del 1997, rad. 10.697, todas con ponencia del magistrado Ricardo Hoyos Duque. Estos
argumentos fueron también utilizados para declarar la responsabilidad del Estado por la destrucción de un
establecimiento de comercio aledaño a la sede del D.A.S. con ocasión de este acto violento. Ver. Consejo de
Estado, Sección Tercera, sentencia del 22 de julio de 1996, rad. 10.396, M.P. Jesús María Carrillo y sentencia
217
del 7 de septiembre de 2000, rad. 11.704, M.P. Alier Eduardo Hernández Enríquez.
218
Véase la sentencia del 8 de febrero de 1999, rad. 10.731, M.P. Ricardo Hoyos, mediante la cual la Sección
Tercera del Consejo de Estado negó las pretensiones de la demanda y en cuya situación fáctica consistió en
que un vehículo fue retenido por personas que se identificaron como subversivos, mientras cumplía la ruta
Barrancabermeja-Medellín. Los delincuentes luego de intimidar al conductor del vehículo para que lo
abandonara procedieron a incinerarlo, causando su destrucción total. Se concluyó que no se acreditó que el
hecho constituyó un acto violento dirigido contra un objetivo representativo del Estado.
219
Consejo de Estado, Sección Tercera, sentencia del 27 de enero de 2000, rad. 8.490, M.P. Jesús María
Carrillo. En este caso, aunque no hizo referencia al objetivo del ataque, se afirmó que no se rompió la
igualdad ante las cargas públicas porque todos los colombianos estamos sometidos a ese tipo de violencia
generalizada.
220
Consejo de Estado, Sección Tercera, sentencia del 28 de abril de 1994, rad. 7.733.
221
Consejo de Estado, Sección Tercera, sentencia del 15 de mayo de 2015, rad. 29274-29758, con ponencia
de quien proyecta el presente fallo. Ver igualmente sentencia del pleno de la Sección Tercera del 6 de junio de
2013, rad. 26.011, M.P. Enrique Gil Botero. En esta última providencia se afirmó que la Sala “no puede
abordar el análisis de este hecho, bajo la perspectiva del daño especial, para determinar que la escultura del
artista Fernando Botero, dada su relación de parentesco con el Ministro de Defensa de la época, podía
constituir o pudiera ser entendida como un objetivo estatal concreto, toda vez que no existe certeza de que los
móviles del atentado hubieran sido esos. // Ahora bien, respecto a la finalidad del atentado, se observa que
éste se perpetró en un parque público y no fueron atacadas instalaciones públicas, como la estación de policía
o la alcaldía del municipio, de allí que, se trató de un acto terrorista indiscriminado, cuyo fin fue crear pánico
en la población y alterar el orden público.// En consecuencia, la imputación con fundamento en el título de
daño especial o riesgo excepcional, no son aplicables al caso, en atención a que, se insiste, no se estableció
el objetivo de la explosión, de allí que no puede considerarse responsable a las entidades demandadas ,
pues para que el hecho violento del tercero pueda ser imputable al Estado, en principio, se requiere que haya
sido dirigido contra una institución militar o policiva, o un funcionario representativo del Estado, ya que bajo
estas especiales circunstancias es que se genera la carga que el particular no tenía la obligación o el deber de
soportar. (…) de las pruebas que obran en el expediente no se puede determinar que existían amenazas
previas relacionadas con un posible ataque terrorista en el lugar, y aun cuando se allegaron documentos que
demuestran que en el Municipio de Medellín la situación de orden público estaba alterada, ello no es prueba
suficiente para considerar que las entidades demandadas tenían una obligación adicional de protección y
seguridad con la ciudadanía, y menos aún, para derivar de allí responsabilidad de las mismas” (se destaca).
222
Consejo de Estado, Sección Tercera, Subsección C, sentencia del 20 de octubre de 2014, M.P. Olga Valle
de De la Hoz.
218
En efecto, con base en el análisis de los casos antes citados, se concluye que el
Estado sólo fue condenado en aquellos en que no se pudo establecer la existencia
del hecho de un tercero, como causal de exoneración de responsabilidad dado que
el mismo no resultaba ajeno a la acción u omisión del Estado. Y para ello, la Sala
debió precisar, en cada caso, cuál era el alcance de su deber de vigilancia y
protección. Es ésta la razón por la cual se acudió, en algunos eventos, al concepto
de relatividad de la falla del servicio, que más precisamente alude a la relatividad
de las obligaciones del Estado y, por lo tanto, permite determinar, en cada
situación particular, si el daño causado resulta o no imputable a la acción u
omisión de sus agentes. En otros eventos, como se vio, la imputabilidad surge de
223
Consejo de Estado, Sección Tercera, M.P. Alier Eduardo Hernández Enríquez, sentencia del 10 de agosto
de 2000, rad 11.585. Esta sentencia ha sido reiterada en varios fallos posteriores, entre ellos, el del 14 de julio
de 2004, rad. 14.592.
219
224
Consejo de Estado, Sección Tercera, M.P. María Elena Giraldo, rad. 13.774: “La responsabilidad del
Estado por actos terroristas parte del supuesto de que el acto o la conducta dañosos son perpetrados por
terceros ajenos a él, trátese de delincuencia común organizada o no, subversión o terrorismo. Para explicar
esta situación la jurisprudencia ha aplicado, según el caso, los regímenes de responsabilidad por falla y por
riesgo”.
225
Consejo de Estado, Sección Tercera, sentencia del 2 de mayo de 2002, rad. 1995-3251-01M.P. María Elena
Giraldo: “La concepción jurídica en la fijación de esos deberes de defensa de la soberanía, independencia e
integridad del territorio nacional y del orden constitucional, por su propia naturaleza, implica que esos
intereses jurídicos tutelados estén amenazados o se estén vulnerando; que la situación de amenaza o de
vulneración sean ciertas, concretas, determinadas y por tanto previsible en las circunstancias de tiempo y
lugar, porque el modo delincuencial siempre es sorpresivo; el conocimiento por parte del Estado de una
situación de esas, jurídicamente lo incita, a poner en movimiento su actuar. La previsibilidad se torna pues en
una situación cualificada necesaria cuando se trata de imputaciones jurídicas por falla en el servicio, en este
caso por actos terroristas. Por ello es que la jurisprudencia, apreciando, de una parte, el marco jurídico del
deber del Estado -que por lo demás la Constitución no califica de permanente -, y las circunstancias que lo
ponen en movimiento, alude a que la responsabilidad del Estado puede darse por falla pero dentro de esas
circunstancias relativas (falla relativa del servicio), debido a que a los militares no puede exigírseles que
hubieran actuado cuando el mismo administrado sintió confianza en desplegar sus actividades en lugares y
tiempo en los que no existía amenaza visible, a esas actividades. // Particularmente, examinando los hechos
probados se observa que la información que tenía el demandado en cuanto a que en la zona – donde ocurrió el
hecho dañoso – han operado grupos subversivos, como en la mayoría del país, tal situación de conocimiento
sobre hechos históricos o pasados no hacen que ese conocimiento se traduzca, para el futuro, en situaciones de
PREVISIBILIDAD porque esta cualidad dice de lo futuro y probable en la ocurrencia de hechos. Por lo tanto,
no se probó que en el zona había señales de inminencia de ocurrencia de ataques – en el momento que ocurrió
el hecho - para que la autoridad activara el deber de defensa y/o de conjuración para evitar actos terroristas o
para terminarlos (…) Finalmente, también se observa que los hechos demandados no ocurrieron porque el
Estado creó un riesgo con el cual expuso al dañado directo y al indirecto (cesionario legal) a sufrir una carga
mayor a los demás administrados (…)”.
221
227
Consejo de Estado, Sección Tercera, sentencia del 23 de octubre de 2003, rad. 14211, M.P. Ramiro
Saavedra Becerra.
228
Consejo de Estado Sección Tercera, sentencia del 27 de noviembre de 2003, rad. 14220, M.P. Ramiro
Saavedra Becerra. En el mismo sentido, sentencias del 20 de mayo de 2004, rad. 14.405 y 28 de abril de 2005,
rad. 16.175, ambas con ponencia del magistrado Ramiro Saavedra Becerra.
222
229
Consejo de Estado, Sección Tercera, sentencia del 5 de diciembre de 2005, rad. 16.149 M.P Maria Elena
Giraldo Gómez con salvamento de voto del magistrado Ramiro Saavedra Becerra quien se opuso, con base en
la sentencia del 10 de agosto de 2000, rad. 11.585, M.P. Alier Hernández a la declaratoria de responsabilidad
en la medida que el acto terrorista en contra de la población del municipio del Carmen hubiera sido previsible:
“Cuando el grupo al margen de la ley atacó con fines delincuenciales y de desequilibrio social, lo hizo de
manera sorpresiva, fue un acto planeado y ejecutado sigilosamente, y por lo mismo, al no existir razonables
indicios que indicaran un inminente ataque o el hecho de que existiera una alta probabilidad del mismo, dicha
situación se convierte en un circunstancia imposible de detectar por los organismos encargados de la
seguridad pública (…) En efecto, tal y como ocurre en el presente caso, el Estado había puesto la vigilancia en
la población dentro de las posibilidades reales del país, encontrándose dentro de la Estación de Policía del
Carmen 19 agentes de la policía, frente a 200 o más subversivos; dicha situación permite concluir que fue un
ataque indiscriminado e inesperado, y que la evidente desproporción de las fuerzas enfrentadas traía como
resultado el lógico desastre que se generó en dicha localidad (…) Como ya lo ha dicho esta Corporación en
anteriores pronunciamientos, en donde se ha estudiado hechos similares a los que aquí se analizan, el Estado
no tenía la oportunidad de haber previsto el ataque ni mucho menos de prepararse para repelerlo. Es una
situación que se escapa del control de las autoridades públicas, a quienes no se les puede exigir que cumplan
con su deber de protección a la comunidad donde ejercen su jurisdicción, cuando las circunstancias de tiempo,
modo y lugar son en todo sentido desfavorables, más aún cuando se trata de un ataque masivo que afectó a
toda la población del Carmen, no solamente al Cuartel de la Policía”.
223
230
Consejo de Estado, Sección Tercera, sentencia del 21 de junio de 2007, rad. 25.627, M.P. Alier Eduardo
Hernández.
224
231
Consejo de Estado, Sección Tercera, sentencia del 3 de mayo de 2007, rad. 16696, M.P. Enrique Gil
Botero.
225
232
El fallo explicó que los otros regímenes de responsabilidad se denotan como inadecuados para abordar el
caso en estudio. Frente a la falla del servicio precisó que no se presentó error alguno que fuera determinante
en la ocurrencia del daño. En lo concerniente al riesgo excepcional explicó las razones por las cuales no es
aplicable: “Tampoco se aplica la teoría del riesgo excepcional en virtud de lo incierta y subjetiva que resulta
para la determinación de la responsabilidad del Estado en asuntos como el que ocupa a la Sala. En efecto, en
eventos de perjuicios derivados del manejo de armas de fuego, conducción de automotores o transporte de
226
energía la determinación de la actividad riesgosa se muestra como fruto de parámetros objetivos que restan
espacio a valoraciones sobre la existencia o no de un riesgo excepcional. Por el contrario, la imposibilidad de
determinar con criterios generales cuándo la persecución de delincuentes engendra un riesgo excepcional
crea el espacio propicio para determinaciones basadas en criterios propios del juez de cada caso,
disminuyendo ostensiblemente el valor de la seguridad jurídica. Por otro lado, entender que siempre que se
produce una persecución o un enfrentamiento de miembros de las fuerzas armadas contra delincuentes se está
ante un riesgo excepcional, no sería nada distinto a desnaturalizar la concepción de actividad riesgosa –en
cuanto actividad que de manera constante implica un riesgo extraordinariamente elevado. Lo anterior
confirma la conveniencia de emplear la teoría del daño especial en casos como el que nos ocupa, no
solamente porque brinda una explicación mucho más clara y objetiva sobre el fundamento de la
responsabilidad estatal; sino, además, por su gran basamento constitucional, que impregna de contenido
iusprincipialista la solución que en estos casos otorga la justicia contencioso administrativa”.
233
Consejo de Estado, S.C.A., Sección Tercera, sentencia del 29 de agosto de 2007, rad. 20.957, M.P. Ruth
Stella Correa, con aclaración de voto del magistrado Enrique Gil Botero.
234
Consejo de Estado, Sección Tercera, sentencia de abril 9 de 2008, rad.18.769, M.P. Mauricio Fajardo
Gómez, con aclaración de voto del magistrado Enrique Gil Botero y salvamentos de voto de los magistrados
Ramiro Saavedra Becerra y Ruth Stella Correa Palacio; éstos últimos se opusieron a la declaratoria de
responsabilidad en la medida que no estaba probada una falla del servicio ni tampoco que el acto violento en
contra de la población hubiera sido previsible.
227
Consejo de Estado, Sección Tercera, sentencia del 2 de octubre de 2008, rad. 52001-23-31-000-2004-00605-
02(AG), M.P. Myriam Guerrero de Escobar.
228
personero del municipio, cuando dio cuenta en un informe sobre los hechos, de
que los refuerzos de los helicópteros artillados, si bien ‘prestaron una ayuda eficaz
a la Policía Nacional y contraguerrilla, desafortunadamente afectaron
innumerables viviendas causando destrozos materiales…; esa circunstancia
corresponde al marco conceptual doctrinario y jurisprudencial de lo que es la
teoría del daño especial en su original acepción, esto es: cuando el Estado en
ejercicio de la legalidad o en el cumplimiento de los fines estatales, o en el ejercicio
de sus competencias, causa daños a terceros inocentes.
Por las razones anteriores, el título de imputación de responsabilidad del Estado,
en este caso es el de daño especial, que además se ajusta al artículo 90
constitucional al tomar como punto de partida el daño antijurídico que sufrieron
los demandantes; y que implica la obligación jurídica del Estado equilibrar
nuevamente las cargas, que debieron soportar, en forma excesiva, algunos de sus
asociados, alcanzando así una concreción real el principio de igualdad.
16.19. En el año 2011, la Sección Tercera del Consejo de Estado se dividió en tres
subsecciones las cuales continuaron aplicando de manera indiscriminada los
regímenes objetivos de daño especial y riesgo excepcional, y el régimen subjetivo
de falla del servicio en casos de responsabilidad del Estado por actos violentos de
terceros. Ante el movimiento pendular que se presentaba en las posiciones
jurisprudenciales, el pleno de la Sección Tercera del Consejo de Estado con ocasión
del estudio de un caso acaecido en el municipio de Silvia, Cauca, en el que se
endilgaba la responsabilidad del Estado por actos violentos perpetrados por
grupos de las FARC a la estación de policía de dicho municipio donde resultó
afectado un inmueble de propiedad de un civil, señaló que, así como la
Constitución de 1991 no privilegió ningún título de imputación a fin de atribuirle
responsabilidad al Estado, tampoco el juez contencioso administrativo podía
escoger un único título de imputación para juzgar este tipo de casos, toda vez que
en función de la situación fáctica probada dentro del proceso los escenarios
podrían variar:
En lo que se refiere al derecho de daños, como se dijo previamente, se observa que
el modelo de responsabilidad estatal establecido en la Constitución de 1991 no
privilegió ningún régimen en particular, sino que dejó en manos del juez la labor
de definir, frente a cada caso concreto, la construcción de una motivación que
consulte razones, tanto fácticas como jurídicas, que den sustento a la decisión que
habrá de adoptar. Por ello, la jurisdicción contenciosa ha dado cabida a diversos
“títulos de imputación” como una manera práctica de justificar y encuadrar la
solución de los casos puestos a su consideración, desde una perspectiva
constitucional y legal, sin que ello signifique que pueda entenderse que exista un
mandato constitucional que imponga al juez la obligación de utilizar frente a
229
237
Consejo de Estado, Sección Tercera, sentencia de abril 19 de 2012, rad. 21.515, M.P. Hernán Andrade
Rincón, reiterada en la sentencia de agosto 23 de 2012, rad. 23.219, M.P. Hernán Andrade Rincón. Estas
decisiones se refieren a los daños causados a inmuebles de propiedad de la población civil durante el ataque
perpetrado por la guerrilla de las FARC a la estación de policía del municipio de Silvia (Cauca) el 19 de mayo
de 1999.
Esta providencia cuenta con salvamento de voto de los magistrados Carlos Alberto Zambrano Barrera y
Mauricio Fajardo Gómez. El primero consideró que había que denegar las pretensiones de la demanda por las
siguientes razones: i) la responsabilidad de la administración con fundamento en el régimen de daño especial
se genera cuando el Estado, a través de sus servidores, realiza una actividad legítima con la cual ocasiona un
daño a miembros de la sociedad, con lo cual rompe el equilibrio de las cargas públicas, situación que no tiene
por qué ser soportada por parte de los administrados; ii) el Estado debe ser condenado patrimonialmente
solamente en aquellos eventos en los cuales se demuestre el nexo de causalidad existente entre la acción u
omisión estatal con el daño sufrido; en los demás casos, deberán actuar los mecanismos que han sido creados
legislativamente con el propósito de proveer asistencia a las personas que han sido afectados con estos
hechos.
El segundo magistrado argumentó: i) la aplicación en este caso del daño especial como título jurídico de
imputación se lleva a escenarios en los que la relación de causalidad deja de ser un hecho -que como tal debe
estar sujeto a prueba y ser verificable-, para convertirse en un discurso en el que la constatación no cuenta, sin
importar la actuación del Estado -lícita o ilícita- para soportar la declaratoria de responsabilidad,
exclusivamente, en la característica exageradamente anormal del daño que afectó a las víctimas, acudiendo
así, en el fondo, a ordenar una indemnización con base en el principio de solidaridad; ii) se parte de supuesto
equivocado, porque el sólo hecho de que en cumplimiento de sus deberes constitucionales y legales la fuerza
pública hubiere hecho frente -como le correspondía- a un ataque guerrillero no la hace responsable por los
perjuicios que tales terceros les infligieron a los pobladores de ese municipio; iii) ninguna actuación
imputable a la entidad demandada aparece como causante -directa ni indirectamente- de los daños por los
cuales se la ha llamado a responder, de lo cual resulta que se condenó al Estado a pagar una indemnización sin
que hubiere nexo alguno de causalidad entre sus acciones u omisiones y los daños antijurídicos que le fueron
imputados.
Esta decisión tuvo igualmente aclaraciones de los magistrados Danilo Rojas Betancourth y Stella Conto Díaz
del Castillo. El primero sostuvo que i) no se probó que el daño se haya originado en una actuación legítima de
la administración y no existió evidencia de que las afectaciones de la vivienda de propiedad de la demandante
hayan sido causados por la fuerza pública, lo que hacía inaplicable el título del daño especial al caso concreto;
ii) el fallo intenta superar el nexo de causalidad al afirmar que la noción de actuación legítima, sobre la cual
descansa la teoría del daño especial, “no debe reducirse a la simple verificación de una actividad en estricto
sentido físico, sino que comprende también aquellos eventos en los cuales la imputación es de índole
principalmente jurídica”, pero este planteamiento resulta equivocado porque el principio de solidaridad no
puede tomarse como criterio de atribución de responsabilidad, sin desconocer los principios que sustentan la
obligación de reparar que es exigible al Estado y uno de ellos es el de responsabilidad derivado de los
artículos 2 y 90 de la Constitución; iii) el deber de solidaridad -en el cual descansa la teoría del daño especial-
no puede servir como criterio para atribuir responsabilidad al Estado por los daños ocurridos en el marco del
230
16.20. Ahora, se debe aclarar que si bien en este caso se decidió declarar la
responsabilidad del Estado a título de daño especial, no por ello todos los casos de
daños por actos violentos provenientes de terceros se deben juzgar de la misma
manera, máxime cuando la sentencia dejó en la órbita de autonomía del juez su
configuración, de conformidad con las diferentes variables fácticas y jurídicas que
pueden presentarse en cada caso.
La segunda magistrada sostuvo que no le asiste razón a la Sección cuando acude al daño especial como título
de imputación, dado que el inmueble de la demandante resultó afectado en un hostigamiento insurgente y no
en el desarrollo -estricto- de una actividad legítima de la administración y trajo a colación la sentencia del 13
de septiembre de 1991, rad. 6.453, M.P. Daniel Suárez Hernández en la cual se afirmó que “ la aplicación de
este régimen [daño especial] (…) supone siempre la existencia de una relación de causalidad directa entre una
acción legítima del Estado y el daño causado, lo cual descarta, por definición, todo daño en el que el autor
material sea un tercero” -se subraya-.
238
La Ley 13 de 1945 aprobó el ingreso de Colombia a la Organización de Naciones Unidades. Se depositó el
instrumento de ratificación ante el gobierno de Estados Unidos el 5 de noviembre del mismo año. La Carta
entró en vigor el 25 de octubre de 1945.
231
246
Caso Masacre de Santo Domingo vs. Colombia, sentencia del 30 de noviembre de 2012, (Excepciones
Preliminares, Fondo y Reparaciones).
234
se puede observar que ciertos actos u omisiones que violan los derechos humanos
de acuerdo con los tratados que le compete aplicar infringen también otros
instrumentos internacionales de protección de la persona humana, como los
Convenios de Ginebra de 1949 y, en particular, el artículo 3 común (…). // 24. De
acuerdo a las consideraciones anteriores la Corte reitera que, si bien la Convención
Americana sólo le ha atribuido competencia para determinar la compatibilidad de
las acciones y omisiones o de las normas de los Estados con la propia Convención
y no con las disposiciones de otros tratados o normas consuetudinarias, en el
ejercicio de dicho examen puede, como lo ha hecho en otros casos, interpretar a la
luz de otros tratados las obligaciones y los derechos contenidos en la misma
Convención. En este caso, al utilizar el DIH como norma de interpretación
complementaria a la normativa convencional, la Corte no está asumiendo una
jerarquización entre órdenes normativos, pues no está en duda la aplicabilidad y
relevancia del DIH en situaciones de conflicto armado. Eso sólo implica que la
Corte puede observar las regulaciones del DIH, en tanto normativa concreta en la
materia, para dar aplicación más específica a la normativa convencional en la
definición de los alcances de las obligaciones estatales (…).
17.5. De acuerdo con la postura de la Corte Interamericana, se constata que: i)
existe una armonización entre el DIH y el sistema de protección de los derechos
humanos, y ii) el DIH sirve como un criterio de interpretación autorizado frente a
las obligaciones instituidas en el sistema interamericano aplicable a contextos de
hostilidades de un conflicto armado interno.
17.6. Uno de los principales desafíos en la práctica de la armonización entre DIH y
el DIDH es identificar cuándo se está en el contexto propio de un conflicto armado
interno y cuándo la perturbación del orden público no alcanza ese grado de
intensidad247.
17.7. De conformidad con los Convenios de Ginebra de 1949, los conflictos se
clasifican, así: i) conflicto armado internacional; ii) conflicto armado no
internacional o conflicto interno; y iii) disturbios y tensiones internas que no
alcanzan el nivel de conflicto armado.
17.8. Con arreglo a las normas de orden convencional no están incluidos dentro del
ámbito del DIH los disturbios y tensiones internas que no alcanzan el nivel, la
intensidad y la duración de beligerancia inherente al conflicto armado interno. En
efecto, aunque el artículo 3º común a los cuatro Convenios de Ginebra hace una
pequeña aproximación donde se dice que no se debe tratar de un enfrentamiento
247
El 26 de febrero de 1999, con ocasión de la presentación del tercer informe sobre la situación de derechos
humanos en Colombia, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos constató: “155.
Desafortunadamente, en un análisis de la violencia en Colombia, es extremadamente difícil distinguir entre
aquellos actos que ocurren dentro del contexto del conflicto armado y aquellos que ocurren fuera de ese
contexto (…)”: Organización de Estados Americanos, Comisión Interamericana de Derechos Humanos,
Tercer Informe sobre la situación de los derechos humanos en Colombia, OEA/Ser.L/V/II.102 Doc. 9 rev. 1.
235
de índole internacional -en los términos del artículo 1º del Protocolo Adicional I a
los cuatro Convenios de Ginebra- y debe ocurrir en el territorio de una de las altas
partes contratantes, este intento de configuración del conflicto armado es escueto al
no poseer parámetros objetivos para identificar de modo inequívoco su verdadera
existencia. Asimismo, si bien el Protocolo Adicional II, norma internacional
posterior al artículo 3º común a los cuatro Convenios de Ginebra, menciona en el
segundo apartado del artículo 1º un repertorio de situaciones de hecho excluidas
de la cobertura de regulación del DIH, entre las que cabe mencionar las tensiones
internas y disturbios interiores (motines, actos esporádicos y aislados de violencia
y otros actos análogos), no establece de manera clara e inequívoca las razones de
configuración de una situación de conflicto armado interno.
17.9. Si bien no existe un consenso internacional frente a los presupuestos de
calificación de una situación de conflicto armado interno, lo cierto es que para la
aplicabilidad de las normas humanitarias se exige el cumplimiento de las
condiciones objetivas que enmarcan un conflicto armado interno contenidas en el
artículo 1º del Protocolo II de Ginebra de 1977 (artículo 3º del parágrafo 1º de la
Ley 782 de 2002), a saber: i) que se desarrolle entre las fuerzas armadas estatales y
las fuerzas armadas disidentes; ii) que estas últimas se encuentren bajo la dirección
de un mando responsable; iii) que ejerzan control sobre parte de su territorio; iv)
que realicen operaciones militares sostenidas y concertadas contra la fuerza
legalmente constituida; y iv) que sean aplicables las disposiciones del Derecho
Internacional Humanitario para casos de conflicto armado interno (Protocolo
Adicional II).
17.10. Ahora, si bien es cierto que frente a situaciones de tensión y disturbios
internos que no alcanzan el umbral de un conflicto armado, las reglas del DIH 248 no
pueden ser aplicadas, también lo es que, al igual como sucede en el marco de las
hostilidades desarrolladas en el conflicto armado, se presentan en no pocas
ocasiones, aparte de enfrentamientos violentos entre grupos o con la fuerza
pública, o agresiones a instituciones estatales, casos de terrorismo 249.
248
Es el mismo artículo 1.2 del Protocolo Adicional II el que establece el ámbito material de aplicación del
derecho que regulan las hostilidades del conflicto armado: “El Presente Protocolo no se aplicará a las
situaciones de disturbios y tensiones internos, tales como motines, actos esporádicos y aislados de violencia y
otros actos de tipo similar, ya que no son conflictos armados”. Cfr. Comité Internacional de la Cruz Roja –
CICR–, “El derecho internacional humanitario y los retos de los conflictos armados contemporáneos. Informe
preparado por el Comité Internacional de la Cruz Roja”, en XXVIII Conferencia Internacional de la Cruz
Roja y de la Media Luna Roja, septiembre de 2003, p. 20.
249
Algunos casos sirven para ilustrar esta situación: “Cuando Martin Luther King fue asesinado en
Washington D.C en 1968, la ciudad, que tenía una gran población negra, quedó fuera de control. Se
presentaron incendios provocados y saqueos de tiendas y la gente fue asesinada a tiros en actos de cuerpo a
cuerpo. La policía rápidamente cayó en cuenta de que la situación estaba fuera de su control, y una unidad del
Ejército, llamada la Guardia Nacional, fue activada y puesta bajo control federal. A la mañana siguiente se
encontraron de tres a cuatro militares totalmente armados con armas automáticas en cada esquina. Las
escaleras de la capital y de la Casa Blanca se convirtieron en nidos de ametralladoras calibre 50. Se impuso
236
toque de queda en la ciudad. ¿El resultado? Aunque hubo una respuesta con unidades militares, bien armadas,
nunca ni siquiera se consideró que la situación fuera un conflicto armado interno sino que fue clasificada
como una de disturbios o motines internos. // Por otro lado, durante la década de los setenta en los Estados
Unidos un grupo denominado Ejército de Liberación Simbionés participó en actos de robo a bancos,
secuestros, asesinatos y declaró que su objetivo era derrocar al Gobierno. El grupo incluso trató de asesinar al
Presidente Ford. Sin embargo, esta situación se consideró simplemente como un hecho criminal al cual le
hicieron falta niveles de prolongación y violencia necesarios para que se constituyera como un conflicto
armado interno. // También el caso McCann fue conocido por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos
(TEDH). Este caso está relacionado con una situación que había ocurrido en Gibraltar en el que las fuerzas
especiales del Reino Unido mataron a tres miembros del Ejército Republicano Irlandés (IRA), un grupo
armado que desafiaba al Gobierno de Irlanda del Norte y al del Reino Unido y visto por la mayoría como un
grupo terrorista. Los miembros del IRA habían sido identificados como conocidos terroristas y se pensó que
planeaban una campaña de bombardeos en Gibraltar. A medida que las fuerzas de seguridad se acercaban a
los miembros del IRA, creyeron que el vehículo del IRA estaba cargado con explosivos (…). Las fuerzas
especiales mataron a tiros a los miembros del IRA. // Los sobrevivientes del IRA, alegando que el Gobierno
había reaccionado con excesiva fuerza, llevaron el caso ante el TEDH. La Corte respaldó a los sobrevivientes
y decidió en contra del Gobierno. Sin embargo, se presentó una fuerte disidencia en cuanto a esta decisión. El
principal punto que debe tomarse de esta decisión es que la participación de los militares no significa
automáticamente que existe un conflicto armado. Esta situación no fue (sic) un conflicto armado”:
DOUGHERTY Bernard, “Elementos conceptuales de las tipologías de los conflictos armados a la luz del
Derecho Internacional Humanitario y otras situaciones de violencia que no alcanzan dicho umbral” en
Memorias Segundo Curso Alto Nivel de Derecho Internacional Humanitario Augusto Ramírez Ocampo,
Imprenta Nacional, Bogotá, (sin año), pp. 25 a 26.
237
254
MERTENS, Pierre, «l’introuvable acte de terrorisme», en Réflexions sur la définition et la répression du
terrorisme, Bruxelles, ed. ULB, 1974.
255
Ver, entre otros, acta final de la de la Conferencia Diplomática de los Plenipotenciarios de las Naciones
Unidas sobre el Establecimiento de una Corte Penal Internacional. Roma 17 de julio de 1998. A / CONF 183
10, Resolución E , A/ CONF .183/C.1/L.76/Add.14,8.
256
Declaración de la ONU sobre medidas para eliminar el terrorismo internacional, anexa a la Resolución
49/60 de la Asamblea General, documento A/RES/49/60 (17 de febrero de 1995), artículo 3.
257
Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, Resolución 1566, aprobada por el Consejo de Seguridad en
su 5053ª sesión, celebrada el 8 de octubre de 2004.
239
violencia terrorista pueden ser personas, instituciones y bienes, pero los afectados
son principalmente seres humanos, ya que el objetivo del terrorismo es causar
dolor y temor en el conglomerado social; iii) los objetivos del terrorismo: las
motivaciones que impulsan a los perpetradores de actos terroristas tienden a ser de
índole político o ideológico; iv) los medios empleados para perpetrar los actos
terroristas: la violencia terrorista puede ocurrir a nivel nacional o transnacional y
ha sido perpetrada a través de armas convencionales, no convencionales e incluso
con armas de destrucción masiva.
17.18. La Organización de Naciones Unidas ha elaborado desde el año 1963 catorce
instrumentos jurídicos universales y cuatro enmiendas para prevenir los actos
terroristas, dentro de los cuales resulta pertinente destacar el “Convenio
Internacional para la represión de los atentados terroristas cometidos con bombas” 259, el
cual prescribe lo siguiente:
Artículo 2. Comete ‘delito’ en el sentido del presente Convenio quien ilícita e
intencionadamente entrega, coloca, arroja o detona un artefacto o sustancia
explosiva u otro artefacto mortífero en o contra un lugar de uso público, una
instalación pública o de gobierno, una red de transporte público o una instalación
de infraestructura:
a) Con el propósito de causar la muerte o graves lesiones corporales,
b) Con el propósito de causar una destrucción significativa de ese lugar, instalación
o red que produzca o pueda producir un gran perjuicio económico (…).
Artículo 4. Cada Estado Parte adoptará las medidas que sean necesarias para:
a) Tipificar, con arreglo a su legislación interna, los actos indicados en el artículo 2º
del presente Convenio;
b) Sancionar esos delitos con penas adecuadas en las que se tenga en cuenta su
naturaleza grave.
17.19. En la legislación penal colombiana, el delito de terrorismo se encuentra
tipificado, de acuerdo al contexto en que se desarrolle, esto es, por fuera o dentro
del conflicto armado interno. Así, mientras el artículo 343 260 del Código Penal -Ley
259
Adoptado por la Asamblea de las Naciones Unidas en su Resolución A/RES/52/164 de 15 de diciembre de
1997. Entrada en vigor: 23 de mayo del 2001 de conformidad con el artículo 22 (1). Aprobado por el Estado
colombiano mediante Ley 804 del 1° de abril de 2003.
260
"Artículo 343. Terrorismo. El que provoque o mantenga en estado de zozobra o terror a la población o a un
sector de ella, mediante actos que pongan en peligro la vida, la integridad física o la libertad de las personas o
las edificaciones o medios de comunicación, transporte, procesamiento o conducción de fluidos o fuerzas
motrices, valiéndose de medios capaces de causar estragos, incurrirá en prisión (…)”.
241
599 de 2000- tipifica el terrorismo dentro de los delitos contra la seguridad pública,
ámbito de protección del Derecho Internacional de los Derechos Humanos, el
artículo 144261 tipifica el terrorismo dentro de los delitos contra personas y bienes
protegidos por el Derecho Internacional Humanitario en el marco del conflicto
armado.
17.20. Es importante señalar que el terrorismo en condiciones de paz es un delito
que tiene elementos subjetivos y objetivos. Por un lado, el elemento subjetivo
apunta a la violencia capaz de crear terror colectivo, intimidación y zozobra y, por
otro, el elemento objetivo supone la utilización o empleo de medios convencionales
o de destrucción masiva, con capacidad de generar un peligro común a la
sociedad. Ahora, los actos de terrorismo perpetrados con ocasión y en desarrollo
del conflicto armado son penalizados por la vulneración producida a la población
civil (como sujeto protegido por el DIH) y por la transgresión de los principios de
distinción y proporcionalidad, ya que dichos actos rompen abruptamente con las
reglas de la guerra.
17.21. De acuerdo con estas previsiones normativas, el terrorismo que se suscita
dentro del conflicto armado interno es calificado como una infracción al Derecho
Internacional Humanitario (artículo 4º y 13 del Protocolo II) y tipificado como
crimen de guerra por el Estatuto de Roma, donde se establece la responsabilidad
penal individual (artículo 8-2-e)262. Así las cosas, en casos de conflictividad bélica
interna los miembros de las fuerzas armadas estatales -también los demás
combatientes que participan en las hostilidades- deben abstenerse de incurrir en
las conductas prohibidas por el artículo 3º común a los cuatro Convenios de
Ginebra, aprobados por Colombia mediante la Ley 5ª de 1960, y por el II Protocolo
Adicional, aprobado por Colombia mediante la Ley 171 de 1994. El artículo 13-1
261
"Artículo 144. Actos de terrorismo. El que, con ocasión y en desarrollo de conflicto armado, realice u
ordene llevar a cabo ataques indiscriminados o excesivos o haga objeto a la población civil de ataques,
represalias, actos o amenazas de violencia cuya finalidad principal sea aterrorizarla, incurrirá por esa sola
conducta en prisión (…)”.
262
El Tribunal Penal Militar en Colombia acepta que las infracciones al DIH son crímenes de guerra: “Las
infracciones más graves al DIH son equiparadas a crímenes de guerra, pero la categoría de ´infracciones
graves, teniendo en cuenta el derecho internacional actual, no podría inicialmente predicarse para los
conflictos internos, empero, la tendencia hoy en día es considerar que las violaciones más serias al DIH
cometidas en los conflictos internos, son también crímenes de guerra, toda vez que este concepto es más
amplio, e incluye otras conductas además de las encuadradas como infracciones graves.// Es claro que el
Estatuto de la CPI califica como crímenes de guerra las serias violaciones del DIH aplicable en los conflictos
armados no internacionales. Debe entonces tenerse claro que por DIH aplicable comprenderse las violaciones
graves del artículo 3º común y las serias violaciones de las leyes y los usos aplicables en conflictos no
internacionales dentro del marco establecido por el derecho internacional. (…). Así las cosas, de manera
general las disposiciones del Protocolo II incluidas en el Estatuto y que son consideradas crímenes de guerra
son aquellas dirigidas a garantizar la protección de la población civil, tanto en sus vidas como en sus bienes.
Es este entonces el propósito en esencia del DIH, y el medio para llevarlo a cabo no es otro que la limitación
de los métodos y medios de combate, así como la distinción entre combatientes y no combatientes”. Tribunal
Penal Militar, Tercera Sala de Decisión, 31 de enero de 2014, M.P. CN (R) Carlos Alberto Dulce Pereira.
242
263
Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional Naciones Unidas, 1998, artículo 8.2. e. i).
264
Cfr. VALENCIA VILLA, Alejandro, Compilación de jurisprudencia y doctrina nacional e internacional,
Derechos humanos, Derecho internacional humanitario y Derecho penal internacional, Volumen V, Oficina
en Colombia del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Bogotá, 2006, p.
129.
265
La relación de crímenes de guerra a la luz de la Corte Penal Internacional y sus implicaciones en el
Derecho Internacional Humanitario de conflictos de carácter no internacional se apoya en el estudio sinóptico
elaborado por el Comité Internacional de la Cruz Roja. Al respecto ver: Los Crímenes de Guerra según el
Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional y su base en el Derecho Internacional Humanitario,
cuadro comparativo, Servicio de Asesoramiento en Derecho Internacional Humanitario, Genéve, Suisse,
octubre 2008, 28 p. No se hará referencia a las conductas que infringen la Convención sobre la Seguridad del
Personal de las Naciones Unidas y del Personal Asociado. V. https://www.icrc.org/spa/assets/files/other/sp_-
_crimenes_de_guerra_cuadro_comparativo.pdf
243
OTRAS VIOLACIONES
Art. 8 (2) (e) GRAVES DE LAS LEYES
(Cometidas contra personas APLICABLES EN
protegidas) CONFLICTOS ARMADOS
INTERNOS
Art. 8 P. II, Art.
(2) (e) 13 (2)
Dirigir intencionalmente No serán objeto de ataque la
(i)
ataques contra la población población civil como tal, ni las
civil como tal o contra civiles personas civiles
que no participen
directamente en las
hostilidades. (…) Quedarán prohibidos en P. II, Art.
todo tiempo y lugar (…) 4 (2) (d).
268
Listado de personas, establecimientos comerciales e inmuebles afectados por el acto terrorista del 30 de
enero de 1993, remitido por el Director de la Oficina para Prevención de Emergencias de la Alcaldía Mayor
de Santafé de Bogotá. En dicho documento el Alcalde Local de Santafé hizo constar que los señores Jairo
Puerto Niño, Hipólito Vargas, Luz Mila Sánchez, Carmen Rosa Orjuela y Nieves Orjuela Lozada fueron
personas damnificadas con el atentado terrorista al que se ha hecho referencia previamente (fls. 57-67, c.4).
Obra igualmente cuenta de cobro correspondiente a los trabajos realizados en el local del señor Jairo Enrique
Puerto suscrita por la arquitecta Martha Isabel Montaña (fls. 5-7, c.1); documentos emanados del Banco
Central Hipotecario referentes al crédito otorgado por esa entidad al señor Hipólito Vargas Avellaneda (fls.
241-310, c.1); pagarés girados por los señores Hipólito Vargas Avellaneda, Ernesto Angulo Amado y María
Matilde Vargas avellaneda a favor de distintas entidades bancarias bajo la línea de crédito damnificados por el
terrorismo, remitidos al expediente por el Instituto de Fomento Industrial (fls. 311-321, c.1); certificados de
matrícula mercantil de algunos establecimientos comerciales, cuyos propietarios figuran así: Jairo Enrique
Puerto Niño, propietario Óptica Éxito; Restaurante ‘El Viejo y El Mar’, propietaria Nieves Orjuela Losada
(fls. 322-329, c.1); resoluciones 1387, 1871 y 2054 de 1993 por medio de las cuales el Instituto Nacional de
Vivienda de Interés Social y Reforma Urbana adjudicó subsidios familiares de vivienda de interés social a los
señores Mariela Santana Vinchery, Luz Mila Sánchez, Jairo Enrique Puerto Niño, Hipólito Vargas
Avellaneda y Nieves Orjuela Losada (fls. 331-347, c.1); y documentos remitidos por el Banco de Colombia
relacionados con el otorgamiento de un crédito a la señora Mariela Santana Vinchery de Cepeda (fls. 349-360,
c. 1).
248
padecido por la señora Mónica Viviana Fierro Puerto, aparece demostrado 270 que
su ojo derecho fue extirpado como consecuencia del impacto de una esquirla. En
efecto, en la historia clínica se lee la implantación de “prótesis bulbi ojo derecho
secundaria a herida penetrante saturada. Se lleva a cirugía el 3 de agosto de 1993,
efectuándose enucleación más implante de Hidroxiapatita y corrección de sumblefaron del
párpado inferior del ojo derecho, sin complicaciones, se da salida y control por consulta
externa”.
18.3. Una vez determinado el daño, es preciso establecer si este resulta imputable a
la entidad demandada, para lo cual se deben esclarecer las circunstancias de
tiempo, modo y lugar en que ocurrió la conflagración terrorista.
18.4. Al respecto, en el oficio n.° 091, el jefe de la Unidad-Investigativa del Cuerpo
Técnico de Investigación de la Fiscalía General de la Nación, manifestó que el día
30 de enero de 1993 aproximadamente a las 18:20 horas estalló un carro bomba
compuesto de cien kilos de dinamita, en la carrera 9ª entre calles 15 y 16, cuyo
epicentro fue en la carrera 9ª frente a los números 15-35 y 15-37 (fl. 348 a 350, c.5):
El día 30 de enero del año en curso siendo aproximadamente las 18:20 horas hizo
explosión un carro-bomba en la carrera 9 A entre calles 15 y 16, motivo por el cual
las Unidades de Patrulla nos hicimos presentes al lugar de los hechos y se
efectuaron las siguientes averiguaciones: // 1º. Inicialmente se observó la
magnitud de los destrozos causados por la explosión tanto en edificaciones
269
La historia clínica describe las lesiones padecidas de la siguiente manera: “paciente en buen estado general,
cicatrices de esquirlas en ambos miembros inferiores, cianosis en pies sobre todo en la planta en la que hay
sensación de corrientazo (sic) al palpar herida en tercio medio de tibia derecha y dos heridas en dorso del pie.
Id: DISTROFIA SIMPATICA REFLEJA PIE DERECHO (…). Enfermedad actual: Paciente quien ingresa
por presentar múltiples heridas por esquirlas posterior a explosión de bomba, no pérdida de conocimiento” (fl.
39, c. 4).
270
“Edad 15 años. Paciente con ptesis (sic) bulbi ojo derecho secundaria a herida penetrante saturada. Se lleva
a cirugía el 3 de agosto de 1993, efectuándose enucleación más implante de Hidroxiapatita y corrección de
sumblefaron del párpado inferior del ojo derecho, sin complicaciones, se da salida y control por consulta
externa (…) Enfermedad actual: Paciente que presenta politraumatismos por onda explosiva, con trauma
penetrante en ojo derecho, con herida corneoescleral, herida en MSD con área en dorso de falange proximal
del índice, fractura en falange proximal del índice derecho, quemadura de segundo grado en abdomen de
aprox. 4x4 cm. Es llevada a cirugía en dos ocasiones, la primera para cierre de herida ocular y herida en MSD
y región inguinal, la segunda para avance de colgajo y reparación fractura falángica. El pronóstico ocular fue
malo desde el inicio, se manejó con antibióticos, corticoides, analgésicos. Dx definitivo: 1. Politraumatismo
(múltiples heridas en manos), 2. Trauma penetrante en ojo derecho con herida corneoescleral derecho, 3.
Fractura falange prox. Índice mano derecha. 4. Fractura de piso de órbita” (fl. 40, c. 4).
De igual forma, se encuentran las declaraciones de los señores Omar Sierra Cepeda, Jorge Humberto
Gutiérrez, Sobeida Diaz Becerra, Matilde Díaz Becerra en las cuales refirieron, en síntesis, los daños sufridos
por diferentes establecimientos comerciales con ocasión del atentado terrorista del 30 de enero de 1993 y las
afectaciones a la salud de la señora Rosa Elena Puerto y de su hija Mónica Viviana Fierro Puerto (fls. 73-86,
c. 4). No se valoraran las declaraciones rendidas por los señores Pedro José Manuel Beltrán Perdomo, Jairo
Enrique Puerto Niño quienes ostentan la calidad de demandantes dentro del presente proceso, pues su decreto
no fue solicitado por la parte contraria, como declaraciones de parte.
249
comprendidas entre las edificaciones 8ª, 9ª y 10ª entre avenida Jiménez y Avenida
19, siendo el epicentro la carrera 9ª frente a los números 15-35 y 15-37, donde
funcionaba la papelería “KARBE”, la cual quedó totalmente destruida al igual que
los locales frente a esta denominados: “bulliciosos” y (ilegible), especializados en
ropa infantil. // Conforme a lo observado, se presume que el carro-bomba
correspondía a un Renault 4 o en su defecto a un vehículo de color verde y de poco
cilindraje, haciendo referencia al motor el cual quedó (ilegible) en unos de los
locales donde funcionaba una cafetería (…) Es de anotar que en el contorno se
encontraban esparcidas partes destruidas y calcinadas del vehículo, así como
materiales (ilegible) propios de los almacenes y demás establecimientos afectados,
tales como: “almacén “Glored”, “Pizzeria Vascos” (…) “Banco Popular” (sucursal
depósitos judiciales), un almacén de artesanías, papelería “hispana” y otros, los
cuales fue imposible identificarlos debido que tanto sus avisos comerciales y
nomenclatura respectivas, quedaron destruidas.
18.5. Igualmente, la sección de criminalística de la DIJIN informó acerca del
atentado ocurrido el 30 de enero de 1993, lo siguiente (fl. 574, c.5):
A las 18:20 horas, del 300193, en la dirección antes anotada detonó un artefacto
explosivo que se encontraba dentro de un vehículo al parecer Renault 12 o Dacia
de color verde, el cual está identificado con el número de bloque 800323 o 233, éste
se encontró dentro del motor parte inferior, dicho automotor contenía una carga
explosiva aproximadamente de 100 kilos de dinamita amoniacal (…) En la carrera
9ª frente al n.° 15-23, zona comercial de esta ciudad, se pudo localizar el epicentro
de la detonación, lugar donde fue accionado un artefacto explosivo, de igual forma
fueron afectados los locales comercial y edificios aledaños al lugar de los hechos.
Se pudo establecer que por efectos de la onda explosiva murieron 17 transeúntes y
resultaron 30 heridos. Así mismo hubo serios daños materiales en un radio de
acción aproximado de 120 metros a la redonda, a la vez la detonación dejó un
cráter de 1.90 de largo por 1.60 de ancho y una profundidad de 40 cms. // Así
mismo se logró determinar que se utilizó el sistema de ignición ineléctrico, según
lo narrado por los ciudadanos antes mencionados, se deduce que al parecer se
empleó el mismo modus operandi del atentado del día 220193 en esta ciudad (…)
18.6. En términos similares se expresaron diferentes denunciantes quienes
describieron, en función del desarrollo de sus actividades cotidianas, la
infortunada situación fáctica del acto terrorista. El señor Tito Octavio Losada
Martínez afirmó que el sábado 30 de enero de 1993 conducía en sentido sur-norte a
las 6:20 de la tarde y cuando llegó a la calle 15 con carrera 9ª sintió el estallido del
artefacto explosivo que le produjo serias averías a su automotor (denuncia n.° 229,
formulada el 1º de febrero de 1993 –fl. 245, c.5). La señora Aura del Carmen Beltrán
narró que ese mismo día llegó en su automóvil a la carrera 9ª entre calles 15 y 16 y
lo estacionó en la calzada de la carrera 9ª cerca de la calle 15, después se dirigió a
250
271
Publicación del diario El Espectador en la edición del 31 de enero de 1993 (fl. 253, c.5).
272
Oficio n.° 161/COMAN suscrito el 15 de enero de 1996 y remitido al presente proceso por el Comandante
(E) Policía Metropolitana Bogotá, Coronel Víctor Manuel Páez Guerra (fl. 41-45).
252
humano existente para controlar la situación que por esa época atravesaba la
Capital de la Republica, al igual que se recibió el apoyo de las diferentes Escuelas
de formación de la Guarnición, las que colaboraron activamente en la ejecución de
Planes y procedimientos de requisas tanto a personas como a vehículos, siendo,
complementada esta labor, con el despliegue de Inteligencia y la realización de
allanamiento por parte de la SIJIN del departamento. // Se adelantaron diversos
operativos especiales tendientes a la vigilancia de las áreas críticas con personal
uniformado adscrito a las diferentes Unidades y se incrementaron las actividades
de Inteligencia en procura de la ubicación e identificación de las redes de
terroristas que por ese entonces causaron graves deterioros a la seguridad
Nacional, contra la Población Civil, Fuerza Pública y recursos económicos locales,
dando como resultado la retención de personas y el decomiso de sustancias
explosivas que más adelante se relacionan.
ACTIVIDADES OPERATIVAS DESARROLLADAS POR LA POLICIA
METROPOLITANA BOGOTÁ DURANTE EL SEGUNDO SEMESTRE DEL AÑO
1992 Y MES DE ENERO DEL 93 PARA NEUTRALIZAR LAS ACCIONES
TERRORISTA
-19-07-92: captura de TOVAR TAFUR MARLON, en la carrera 80 n.° 76ª-28 Sur,
presunto integrante del E.L.N a quien se le decomisó tres kilos de dinamita, una
barra de pentonita, implementos propios para la elaboración de bombas, fue
dejado a disposición de la Fiscalía Regional, mediante oficio n.° 3489.
- 04-08-92: captura de MEDINA CIFUENTES OSCAR, quien portaba dos granadas
de fragmentación, puesto a órdenes de la Fiscalía Regional según oficio n.° 4162.
- 10-11-92 captura de NEFTALY GONZÁLEZ RODRÍGUEZ en la carrera 89 con
calle 41 le fue encontrada gran cantidad de pólvora negra y perdigones, puesto a
disposición de la Fiscalía Regional.
- 11-11-92: captura de GÓMEZ MALDONADA JAVIER y RUIZ RUEDA
LIBARDO, en la carrera 4ª Este n.° 28-15 Sur, decomiso de 560 cartuchos para fúsil
calibre punto 50, puesto a disposición de la Fiscalía Regional mediante oficio n.°
4449.
- 17-12-92: captura y puesta a disposición de JUAN CARLOS MOLINA TIPPOLO
en la carrea 15 con calle 14 se le decomisó 11 bolsas plásticas en cuyo interior se
hallaba dinamita, quedó a órdenes de la Fiscalía Regional según oficio n.° 4776.
- 20-01-93: captura de JOSÉ HUMBERTO LÓPEZ MÚÑOZ en la carrera 60 con
calle 2ª, Comandante del 45 frente de las FARC, se dejó a disposición de la Fiscalía
Regional según oficio n.° 0185.
253
- 23-10-92: 03:00 horas, en la calle 27 con carrera 5 fue desactivada una granada de
fragmentación tipo IM2 (…).
254
273
Oficio 068 UARMI suscrito el 18 de enero de 1996 y remitido al presente proceso por el Jefe Unidad
Armados ilegales (fl. 55, c.4).
255
274
Oficio n. 003465/DIJIN-INTIN del 20 de julio de 1993 suscrito por el Director de Policía Judicial e
Inteligencia, Teniente Coronel Alonso Arango Salazar (fl. 13-14, c.4).
256
276
Oficio n.° 006712/CGFM/EMCD2-IEI-252 suscrito en febrero de 1993 por el Comandante General de las
Fuerzas Militares, General Ramón Emilio Gil Bermúdez y dirigido al Ministro de Defensa Nacional, Rafael
Pardo Rueda -fls. 9-12, c.4-.
258
4. Intensificar el control de los puntos y áreas críticas, - como las redes viales y
fluviales. "SECRETO".
5. Directiva dando normas para garantizar la seguridad y protección de los
candidatos a la Presidencia de la República durante la campaña electoral
"SECRETO".
6. Ordenes de Comando 01 y 02 con la finalidad de contrarrestar la acción
terrorista. “RESERVADO”.
259
277
Tribunal Europeo de Derechos Humanos, Osman vs. Reino Unido, demanda n.° 87/1997/871/1083,
sentencia de 28 de octubre de 1998, párr. 115 y 116; Kiliç vs. Turquía, demanda n.° 22492/93, sentencia de 28
de marzo de 2000, párr. 62 y 63; Öneryildiz vs. Turquía, demanda n.° 48939/99, sentencia de 30 de
noviembre de 2004, párr. 93.
278
Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso de la Masacre de Pueblo Bello vs. Colombia, sentencia
de 31 de enero de 2006, serie C n.° 140, párr. 123-124; Caso Castillo González y otros vs. Venezuela,
sentencia de 27 de noviembre de 2012, serie C n.° 256, párr. 128-129; Caso Valle Jaramillo y otros vs.
Colombia, sentencia de 27 de noviembre de 2008, serie C n.° 192, párr. 78.
279
Consejo de Estado, Sección Tercera, sentencia del 25 de mayo de 2011, rad. 18.747, M.P. Jaime Orlando
Santofimio Gamboa; sentencia de 31 de mayo de 2013, rad. 30.522, M.P. (E) Danilo Rojas Betancourth.
261
Como Jefe de Estado, valoró positivamente lo que ha ocurrido en los últimos dos o
tres años en cuanto a tratamiento del problema, particularmente en el campo de la
Justicia, con todos los sobresaltos que han suscitado (…). Está Escobar y todavía
pone bombas, pero tanto con respecto a la guerrilla, como con respecto al
narcoterrorismo, tenemos muchos resultados que mostrar (…).
Nosotros no hemos pretendido con este decreto -de aumento de penas- resolver
todos los problemas, ni lavarnos las manos, para producir una decisión más, ni
para aparentar que estamos tomando decisiones. Estamos tomando una decisión
dentro del contexto de una política que sí ha producido resultados, que sí ha
mejorado en el orden público en muchas regiones de Colombia, que ha reducido
de manera sensible el número de secuestros este año, que ha aumentado, de
263
282
La Corte Constitucional declaró mediante sentencia 275 del 16 de julio de 1993 inexequible la totalidad de
las normas del Decreto 709 del 15 de abril de 1993, "Por el cual se adoptan disposiciones en materia penal".
265
Pablo Escobar Gaviria, jefe del llamado Cartel de Medellín, a fin de presionar al
Gobierno Nacional para que accediera a las peticiones que éste hacia referente a su
reentrega a la Justicia, decidió crear y mantener en zozobra o terror a los habitantes
de la ciudad de Santafé de Bogotá mediante el empleo de los llamados carros
bombas en diferentes puntos de la ciudad. El 15 de febrero de 1993 estallan
sucesivamente y a pequeños intervalos de tiempo dos carros bombas más, uno en
la calle 25 con carrea 10 a y otros en la calle 16 con carrea 13. La explosión ocasiona
muerte y lesiones a personas inermes que transitaban por el lugar, también
produce daños materiales cuantiosos a edificaciones privadas como a bienes del
Estado. (…) Por estos hechos se orden[a] la captura de Juan Carlos Rodríguez
Sánchez y Carlos Mario Vásquez Arroyave, quienes una vez puestos a disposición
de la Fiscalía Regional son escuchados en indagatoria. El veintiuno de diciembre
de 1994 se les resuelve la situación jurídica, imponiéndoseles la medida de
aseguramiento consistente en detención preventiva por ser presunto autores del
hecho punible de terrorismo en concurso con otros delitos. //De los medios de
prueba precedentemente enunciados obtenemos estas segundas conclusiones
preliminares: 1. Para los atentados terroristas ocurridos en la capital se utilizaron
(2) vehículos traídos de la ciudad de Medellín, un Trooper vino tinto y un Renault
12 blanco. 2. Se presentó un atentado terrorista en esta ciudad en la calle 16 con
283
La Unidad Especial de Terrorismo de la Fiscalía General de la Nación profirió el 24 de mayo de 1996
calificación de la investigación con resolución de acusación adelantada contra Juan Carlos Rodríguez Sánchez
y Carlos Mario Vásquez Arroyave, por el delito de terrorismo (fls. 269 a 282, c. 8).
266
18.34. De otro lado, aun aceptando que dicho atentado fuera un claro mensaje para
el Estado a fin de que replegara su política penal en contra de los narcotraficantes,
no se ha demostrado que las autoridades competentes estuvieron en condiciones
reales y concretas para prever que ese acto terrorista se iba a producir en ese lugar,
pues la naturaleza de los mismos está revestida del factor sorpresa.
18.35. En ese orden, la falla del servicio alegada por los demandantes ha quedado
desvirtuada cuando se constata que las entidades accionadas sí adoptaron las
medidas posibles y razonables en aras de proteger a la población civil de actos
terroristas provenientes de narcotraficantes. Todos los operativos, actividades de
inteligencia, capturas, patrullajes, retenes y demás actuaciones, dejan vislumbrar
una conducta diligente y responsable encaminada a conjurar los ataques
provocados por la delincuencia organizada. Ahora, si bien ha quedado probado
que los despliegues operados por el Estado no fueron lo suficientemente
contundentes para contrarrestar la amenaza terrorista de los narcotraficantes, no
por ello puede afirmarse que hubo falla en el servicio, porque está claro que la
Policía y el Ejército Nacional sí adoptaron todas las medidas posibles a su alcance
para evitar la conflagración terrorista.
18.36. Con base en las valoraciones anteriores, la Sala encuentra que no hubo falla
en la prestación del servicio, puesto que tanto la Policía como el Ejército Nacional
cumplieron, dentro del marco de sus posibilidades reales, sus deberes jurídicos
adecuadamente. Ahora, como quiera que la parte actora impugna la sentencia de
primer grado con base en la teoría del riesgo excepcional, es necesario analizar si
hay lugar a declarar la responsabilidad patrimonial del Estado con fundamento en
este criterio de imputación.
18.37. Para que pueda imputarse responsabilidad a la administración a título de
riesgo excepcional por los daños derivados de actos violentos de terceros, es
necesario que el acto sea dirigido en contra de altos funcionarios, bienes o
elementos representativos del Estado y que el fundamento de imputación, esto es,
el riesgo creado por la administración a la población civil o a sus bienes sea cierto y
lícito y de naturaleza excepcional, es decir, caracterizado por exceder las cargas
públicas en relación con el provecho o utilidad para el Estado y la sociedad.
18.38. En el caso bajo examen, está probado que el acto terrorista tuvo un blanco
indiscriminado, pues no fue dirigido específicamente contra un alto funcionario,
bien o elemento representativo del Estado. En efecto, tal como se expuso en el
acápite correspondiente a hechos probados, el atentado fue perpetrado por los
lugartenientes de Pablo Escobar Gaviria en contra de la población civil con el
objeto de pretender imponerle al Estado las condiciones en las que se entregaría
nuevamente a la justicia y, de esta manera, desestabilizar y debilitar las
instituciones.
272
18.39. Es preciso clarificar que en las pruebas aportadas al proceso consta que el
Banco Popular certificó que el artefacto con el que se consumó el acto terrorista no
fue puesto en frente a esta entidad financiera estatal del sector blanco del ataque 287.
Al respecto afirmó:
1. Nos permitimos informar que por ser un día no hábil, el Banco no se encontraba
abierto. 2. Que estos hechos no ocurrieron en frente del Banco. 3. Que como
consecuencia el Banco no sabe la distancia ni el lugar en que fue colocado el
carro bomba. 4. El Banco no tiene conocimiento qué autoridades ejercían la
vigilancia en el sector de la carrera 9a. para esa época (se destaca)
18.40. Así mismo, se aportó al proceso el original del oficio 0437 de fecha 17 de
febrero de 1993 suscrito por el Jefe de la Unidad Investigativa de la SIJIN –
MEBOG de la Policía Metropolitana de Bogotá en el cual se dijo que el carro-
bomba fue ubicado frente al laboratorio fotográfico “fotogar”:
Informo al señor fiscal, que el día 30-01-92 (sic), aproximadamente a las 18:15
horas, frente al n.° 15-39 de la carrera 9ª, donde queda ubicado un laboratorio
fotográfico FOTOGAR, hizo explosión un carro-bomba con 100 kilos de dinamita
comercial, de sistema de ignición compuesto por un reloj de tiempo y un
detonador inelectrico, en un vehículo al parecer R-12, color verde, motor n.°
8003234 y donde resultaron muertas 7 personas entre ellas 4 adultos y 3 menores y
heridas las siguientes personas trasladadas a diferentes centros hospitalarios
(…)288.
18.41. El informe presentado por la División de Criminalista de la DIJIN, el 30 de
enero de 1993 señaló que el objetivo del acto terrorista era causar pánico y zozobra
entre la población civil:
A las 18:20 horas, del 300193, en la dirección antes anotada detonó un artefacto
explosivo que se encontraba dentro de un vehículo al parecer Renault 12 o Dacia
de color verde, el cual está identificado con el número de bloque 800323 o 233, éste
se encontró dentro del motor parte inferior, dicho automotor contenía una carga
explosiva aproximadamente de 100 kilos de dinamita amoniacal (…) El personal
técnico en explosivo de esta unidad se trasladó al lugar de los hechos con el fin de
realizar peritazgo al igual recopilar información, buscar, recolectar y embalar las
evidencias tendientes a esclarecer el atentado terrorista.
287
Oficio 3277-3287 suscrito el 11 de diciembre de 1995 por el Asesor de Departamento de Depósitos
Judiciales y Arrendamientos del Banco Popular y dirigido al Tribunal Administrativo de Cundinamarca (fl,
17, c.4).
288
Oficio n.° 0437/SIJIN.JEFAT suscrito por el Jefe Unidad Investigativa SIJIN-MEBOG (fl. 544, c.5).
273
EFECTOS DE LA EXPLOSIÓN
En la carrera 9ª frente al n.° 15-23, zonal comercial de esta ciudad, se pudo
localizar el epicentro de la detonación, lugar donde fue accionado un artefacto
explosivo, de igual forma fueron afectados los locales comerciales y edificios
aledaños al lugar de los hechos (…) Así mismo se logró determinar que se utilizó el
sistema de ignición ineléctrico, según lo narrado por los ciudadanos antes
mencionados, se deduce que al parecer se empleó el mismo modus operandi del
atentado del día 220193 en esta ciudad.
CONCLUSIONES:
1. Que la composición del artefacto explosivo ubicado en la carrera 9ª n.° 15-23
estaba conformada por aproximadamente 100 kilos de dinamita amoniacal y
contaba con un sistema de ignición in-eléctrico (mecha lenta).
2. Que el artefacto fue ubicado en el vehículo Renault 12 o Dacia color verde, el
cual tenía mimetizado el explosivo dentro del baúl del mismo, según la estructura
hallada en el lugar de los hechos.
3. Por la ubicación del carro bomba, este fue colocado con el objeto de causar
pánico y desconcierto en la ciudadanía y la fuerza pública289 (se destaca).
18.42. En similar sentido se allegó al proceso copia del informe n.°
367/DAS.DPJ.UDCVIP de la Unidad de Delitos contra la Vida e Integridad
Personal del Departamento Administrativo de Seguridad -D.A.S.-, elaborado el 12
de marzo de 1993, en el que se precisó:
En cumplimiento a la misión de trabajo n.° 136 emanada de la Unidad de Delitos
contra la Vida e Integridad Personal de esta Institución y en atención al oficio n.°
120 de febrero 2/93 procedente de la Dirección Regional de Fiscalías de Santafé de
Bogotá, donde solicita nuestra colaboración dentro de la investigación relacionada
en el asunto: // Hechos: Ocurridos el día 30 de enero de 1993 a eso de las 18:20
horas en la carrera 9ª frente al n.° 15-23, lugar en donde hiciera explosión un
carro bomba, dejando un saldo de 18 muertos, numerosos heridos y varios
establecimientos destruidos (…) Teniendo en cuenta las diligencias adelantadas
hasta la presente y de acuerdo a la información que se tiene sobre las capturas de
los autores de este atentado terrorista y los posteriores, por parte de otros grupos
de esa institución y demás organismos de policía judicial, se puede deducir que
este acto criminal pudo haber sido perpetrado por grupos delictivos pertenecientes
289
Informe atentado terrorista n.° SUCRI suscrito por la DIJIN -División Criminalística- (fl. 574, c.5). El Jefe
Patrulla de la Policía que atendió el caso constató que: “el vehículo fue activado en la carrera 9ª entre calles
15 y 16 frente al número 15-21” (fl. 716, c.5).
274
290
Informe n.° 367/DAS.DPJ.UDCVIP relacionado con el atentado terrorista ocurrido el día 30 de enero de
1993 en la carrera 9ª entre calles 15 y 16, elaborado el 12 de marzo de 1993 por la Unidad de delitos contra la
vida e integridad personal (fl. 705, c.5).
291
Este testigo manifestó en relación con la ubicación del artefacto explosivo: “Preguntado: Sírvase hacer un
relato breve y conciso de los hechos de los cuales usted tiene conocimiento referente al acto terrorista
(bomba) ocurrido en la carrera 9ª frente al 1537. Contestó: El día sábado 30 de enero de 1993 a las 6 y cuarto
de la tarde me disponía a cerrar mi negocio de razón social restaurante –MARÍA ubicado en la carrera 9ª
n.°15-37 tel-3410572 en el momento en que me disponía a salir con un familiar de nombre ÁLVARO
CIFUENTES y un empleado de nombre MISAEL N, no recuerdo el apellido, salimos para dirigirnos a la casa
y nos íbamos en un bronco de propiedad de don ALVARO CIFUENTES y cuando nos salimos nos dimos
cuenta que estábamos encerrados por dos carros y el carro de atrás creo que era un carro de color amarillo
quemado (color ocre) un automóvil en la parte de adelante un Renault 4 color verde (…) Preguntado: Diga si
la explosión del carro-bomba o del artefacto explosivo fue puesto frente a su negocio es decir en el lugar en el
cual se encontraba el vehículo bronco estacionado. Contestó: pues posiblemente cuando nosotros nos fuimos
hayan podido estacionar otro vehículo lo cual no vi, pero pudo haber explotado el carro de atrás” Véase la
declaración rendida por Mariela Santana Vinchery el 3 de febrero de 1993 ante la Unidad de Delitos contra la
Vida e Integridad Personal de la Fiscalía General de la Nación (fls. 712 y 713, c.5).
292
Quien trabajaba en un laboratorio óptico ubicado en la carrera 9ª n.° 15-28 “(…) Preguntado: Diga ud. al
despacho, si cerca del lugar donde explotó la bomba existen edificaciones pertenecientes a instituciones
oficiales o a bancos. Contestó: existe la Cámara de Comercio que queda en la calle 16, los otros bancos están
por la Jiménez. El banco Popular y Cafam” (fl. 69 a 71, c.4).
293
Testimonio rendido el 6 de noviembre de 1996 por Matilde Díaz Becerra, vendedora del sector (fl. 83 a 86,
c.4).
275
18.44. De acuerdo con las pruebas obrantes en el presente proceso, no está probado
que el daño surgió de la materialización de un riesgo excepcional. En efecto, si bien
es cierto que la tensión interna en el país estaba caracterizada por un grado
exacerbado de violencia, también lo es que el epicentro de la conflagración no
estuvo dirigido en contra de ningún componente representativo del Estado que
generara riesgos ciertos para la seguridad de las personas y sus bienes. Así, en
estas condiciones, se infiere que, de acuerdo con el epicentro de la conflagración
terrorista, ningún elemento estatal expuso a los habitantes del barrio Veracruz de
la Localidad de Santa Fe en Bogotá a una situación de riesgo excepcional. Por
tanto, no es posible aplicar el título de imputación del riesgo excepcional, en
consideración a que, sobre todo, la naturaleza del ataque fue indiscriminado, de
allí que no sea viable atribuir el resultado dañoso a las entidades demandadas, por
cuanto la responsabilidad del Estado por actos terroristas exige, siguiendo lo dicho
por la Corporación, que haya sido dirigido en contra de una unidad militar o
policial, o un personaje representativo del Estado, lo anterior por cuanto solo es
bajo esas especiales circunstancias que nace el deber para el Estado de reparar el
daño que el asociado no está en el deber de soportar. Por el contrario, el único
móvil del acto terrorista perpetrado por Pablo Escobar Gaviria contra la población
civil fue el de presionar al Estado colombiano a sujetarse a las condiciones
particulares en las que se entregaría a la justicia de modo que le fueran favorables,
tal como lo explicó la Fiscalía que tuvo a su cargo la investigación por estos hechos,
pero el gobierno nacional, en lugar de ceder a la presión impuesta por el
narcotráfico, expidió el Decreto 709 de 1993 -declarado más tarde inexequible por
la Corte en sentencia 275 del 16 de julio de 1993- donde ordenó que en ningún caso
el terrorismo podría considerarse conexo con delitos políticos y, por lo tanto, sus
autores o partícipes no podrían beneficiarse de concesiones de amnistía o indulto.
El acto terrorista se perpetró en el corazón urbano de la ciudad y no fueron
atacados elementos representativos del Estado, de allí que se trató de un acto
terrorista indiscriminado en contra de la población civil, cuyo fin no era otro que el
de imponer unas condiciones unilaterales al Estado colombiano.
18.45. En conclusión, si bien se configuró el daño, este no es imputable
jurídicamente, desde el punto de vista del riesgo excepcional, a la administración
porque se trató de un ataque indiscriminado en contra de la población civil y no
estuvo dirigido contra un objetivo claramente identificable como Estado, lo que
implica que no se materializó un riesgo de naturaleza excepcional creado
conscientemente por el Estado. En el presente caso, si se aceptará que es posible
declarar la responsabilidad por actos terroristas de terceros con base en el riesgo
excepcional se estaría imputando un daño respecto de un riesgo que el Estado no
ha creado ni del que tampoco tuvo la oportunidad de evitar. No obstante,
considera la Sala que bajo un escenario de terminación del conflicto armado
interno y el logro de una paz estable y duradera, el título de imputación de riesgo
276
18.48. Se destaca que, según las variantes presentadas, el factor común de los
títulos de imputación de responsabilidad objetiva es siempre la actividad legítima
y lícita del Estado generadora de daño; por lo tanto, si este último se deriva del
actuar de un tercero ajeno a la administración, no será posible, en principio,
atribuirlo a la misma, en tanto que no existe un vínculo entre el daño y una
conducta de este y, en ese orden, se encontraría configurada una causal excluyente
de responsabilidad. Dicho esto, en el caso de los daños producidos por actos
terroristas provenientes de terceros cuya responsabilidad del Estado ha sido
declarada a la luz del título de imputación de daño especial, se requiere la
intervención positiva, legítima y lícita de la entidad estatal; por consiguiente, a fin
de que sea viable el resarcimiento solicitado, se debe establecer que el daño
proviene de una acción positiva y lícita estatal 295; a contrario sensu, se excluiría de
uno de los elementos estructurantes de la responsabilidad como lo es la
imputabilidad.
18.49. Por otra parte, si bien es cierto que se necesita la presencia del elemento
298
Consejo de Estado, Sección Tercera, Sala Plena, sentencia de 6 de junio de 2013, exp. 26011, M.P. Enrique
Gil Botero. Esta providencia cuenta con salvamento de voto conjunto de los magistrados Danilo Rojas
Betancourth y Stella Conto Díaz del Castillo, en el que se afirma que a la Policía Nacional, además del deber
general de protección de la ciudadanía, le asiste un deber especial cuando es convocada para la vigilancia de
un espectáculo público, por lo cual debe controlar con rigor el ingreso de personas a través de la delimitación
del espacio físico y la requisa y registro de los asistentes. Se considera, además, que la Policía Nacional actuó
de forma deficiente al no poder detectar un artefacto explosivo de tamaño considerable y ubicado en un lugar
visible. Finalmente, se advierte que no procede unificación sobre la mejor forma de valorar los hechos y
pruebas de cada expediente, pues esta apreciación depende del criterio de cada juez.
280
En el caso concreto, la parte actora alega que el daño es imputable a las entidades
demandadas a título de falla del servicio, por la omisión en el cumplimiento del
deber de vigilancia y protección que el Estado está obligado a prestar para
asegurar la vida y seguridad de sus ciudadanos. Además, indicó que la seguridad
en el evento no fue la adecuada, en tanto que fue posible para los delincuentes, sin
ser vistos, colocar y activar un petardo en la mitad de un parque público.
La Sala considera desacertadas estas afirmaciones, comoquiera que de acuerdo con
las pruebas que obran en el expediente, está demostrado que el festival “Yo soy
Cartagena” contó con la vigilancia de la Policía Nacional, servicio que se prestó por
solicitud del particular organizador del evento. En efecto, se destinaron 20 policías
bachilleres que estaban bajo el mando de un Sargento, quienes efectuaron las
medidas preventivas pertinentes, esto es, requisas, registros y control de las
personas que ingresaban al lugar, es más, estas acciones permitieron capturar a un
individuo que portaba explosivos, momentos antes de que se presentaran los
trágicos hechos.
Así las cosas, la Sala considera que la cantidad de personal destinado a la
vigilancia del evento fue razonable, teniendo en cuenta la naturaleza cultural de
éste, y que según el informe del DAS, a pesar de que el orden público estaba
alterado por el enfrentamiento de los carteles del narcotráfico y los grupos
subversivos, no era previsible la ocurrencia de atentados como el de la noche del
10 de junio de 1995, en el Parque San Antonio.
De otro lado, el recurrente sostuvo que la bomba ubicada en la escultura “El
Pájaro”, tenía una connotación simbólica, pues el Ministro de Defensa de la época
era el hijo de Fernando Botero, autor de la obra, y el atentado fue una reacción, a
manera de mensaje disuasivo, de parte de las bandas narcoterroristas, a quienes el
Ministro les había declarado “públicamente la guerra.”
Sin embargo, la Sala no puede abordar el análisis de este hecho, bajo la perspectiva
del daño especial, para determinar que la escultura del artista Fernando Botero,
dada su relación de parentesco con el Ministro de Defensa de la época, podía
constituir o pudiera ser entendida como un objetivo estatal concreto, toda vez que
no existe certeza de que los móviles del atentado hubieran sido esos.
Ahora bien, respecto a la finalidad del atentado, se observa que éste se perpetró en
un parque público y no fueron atacadas instalaciones públicas, como la estación de
policía o la alcaldía del municipio, de allí que, se trató de un acto terrorista
indiscriminado, cuyo fin fue crear pánico en la población y alterar el orden público.
En consecuencia, la imputación con fundamento en el título de daño especial o
riesgo excepcional, no son aplicables al caso, en atención a que, se insiste, no se
281
un régimen subjetivo u objetivo, se configuren, esto es, que el daño sea imputable
al Estado, por haber obrado ilícita o lícitamente, y en este último caso rompiendo el
equilibrio de los ciudadanos frente a las cargas públicas.
18.58. Si bien el instituto de la reparación es una técnica judicial con la que se
resarcen los daños antijurídicos de los asociados, siempre será necesario que exista
una razón de atribución para imputarle responsabilidad al Estado por los daños
padecidos por la víctima, y en el caso del título de imputación del daño especial,
debe estar estructurado tanto un vínculo causal como un rompimiento del
principio de igualdad, lo que determina su carácter especial y grave, y fundamenta
per se la imputación; caso contrario, el juez estaría no solo desconociendo sus
límites competenciales sino creando una nueva fuente de responsabilidad del
Estado con base exclusivamente en el principio de solidaridad sin un juicio claro
de imputación, so pretexto de brindar en sede judicial asistencia y auxilio social, lo
cual es ajeno al ámbito de una sede donde se juzga exclusivamente la
responsabilidad de una de las partes convocadas al litigio.
18.59. En ese orden, el juez administrativo solamente puede dilucidar si existe o no
responsabilidad, pues carecería de competencia para restablecer el equilibrio de las
cargas sociales de personas en circunstancias de debilidad manifiesta por daños
causados por terceros, sin que estos puedan ser atribuidos al Estado, esto es, sin
verificar la configuración de los elementos estructurales de la obligación de reparar
y, particularmente, el de la imputación 303. Así, las cosas la solidaridad no puede ser
el fundamento único y autosuficiente para atribuir la responsabilidad al Estado por
los daños ocurridos en el marco de actos terroristas provenientes de terceros.
18.60. Teniendo en consideración que el Estado no es responsable de los daños que
se le endilgan en el presente caso por el acto terrorista, el débito compensatorio
debería, en principio, estar a cargo del presupuesto público a través de los fondos
de asistencia social creados para tal fin por el legislador 304, a efectos de que este
303
“En ese sentido, no es válido considerar a la solidaridad como cimiento primordial de la imputación de
responsabilidad al Estado, cualquiera que sea el régimen en que ella deba fundarse, incluso el de daño
especial. Si se concluyó, en algunos casos, que el daño no podía atribuirse al Estado a título de falla del
servicio –por no encontrarse demostrada, ni de riesgo excepcional –por resultar incierta y subjetiva (…) y se
recurrió al daño especial a pesar de que no existía una relación de causalidad entre la acción del Estado y el
perjuicio, no cabe duda de que la solidaridad fue considerada fundamento suficiente para declarar la
responsabilidad del Estado por dicho perjuicio. Y la afirmación en el sentido de que, en tales casos, la
solidaridad es el cimiento de la teoría del daño especial permite advertir que se hace una aplicación forzada de
ella, sin tener en cuenta los elementos que permiten su configuración y especialmente, la existencia de tal
relación de causalidad, que en los casos concretos se echa de menos”: M´CAUSLAND, María Cecilia, op.cit.,
p. 529.
304
El fondo para atender a las víctimas del terrorismo se encuentra en las siguientes normas: Decreto 444 de
1993 “Por el cual se dictan medidas de apoyo a las víctimas de atentados terroristas”, declarado exequible por
la Corte Constitucional, mediante Sentencia C-197 de 1993 del 20 de mayo de 1993, M.P. Antonio Barrera
Carbo. Leyes 104 de 1993, 241 de 1995, 418 de 1997 y 1448 de 2011.
284
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