Sei sulla pagina 1di 16

J E T T A T O R E

Versión Libre de “Jettatore” de Gregorio de Laferrere.

ESCENA 1: CARLOS Y LUCIA (Entran a la sala desde el interior de la casa. Discutiendo)


CARLOS: Vamos, Lucia. De una vez. ¿Sí o no?
LUCIA: Es que no me animo, Carlos. ¿No me conoces como soy?
CARLOS: No seas miedosa.
LUCIA: Además, no sé. Mentir no me gusta. Pobre viejo, decir eso de él. Si llegaran a descubrirnos me muero
CARLOS: Pero no pienses en eso. No es posible. Yo te aseguro que no nos van a descubrir. ¿Por qué imaginarte siempre lo
peor? Tengo todo preparado. Enrique, mi amigo, está esperando en la esquina.
LUCIA: No me animo Carlos. Tengo miedo
CARLOS: Bueno, lo que veo es que no te importa nada de mí.
LUCIA: No digas eso. Sabes que no es cierto.
CARLOS: Sin embargo, ahí está la prueba.
LUCIA: Si no puedo querer a nadie que no seas vos. Como si no lo supieras.
CARLOS: Y entonces, mujer, ¿a qué vienen esas vacilaciones? No ves que esto no puede seguir así. No hay tiempo que
perder.
LUCIA: Y ¿si no viene don Lucas?
CARLOS: Pero, qué dices. ¿Acaso falta alguna noche?
LUCIA: Pero, pudiera ser que hoy.
CARLOS: Vamos, Lucia, no seas infantil. Estás buscando pretextos para engañarte (Se sienten pasos. Lucia se esconde en
otra habitación).
ESCENA 2: CARLOS Y CAMILA. (Entra Camila desde la calle)
CAMILA: Hola, querido. (Se sientan) ¿Queres un café?
CARLOS: No tía, no.
CAMILA: De un tiempo a esta parte te encuentro algo raro. ¿Qué tienes? ¿Estás enfermo? Deberías venir a dormir aquí.,
para descansar un poco.
CARLOS: No es para tanto. Me siento un poco nervioso y nada más. Es que tengo una gran preocupación.
CAMILA: ¿Preocupaciones? Y ¿por qué?
CARLOS: Vaya pregunta. ¿Lo que le dije esta tarde le parece poco?
CAMILA: ¡Cómo! Pero... ¿hablabas en serio?
CARLOS: Sí, en serio. Don Lucas es jettatore.
CAMILA: Pero ¿qué es eso de jettatore? Porque hasta ahora a todo lo que me has venido diciendo no le encuentro pies ni
cabeza.
CARLOS: Y, es muy sencillo. Los jettatores son hombres como los demás, en apariencia; pero que hacen daño a la gente
que anda cerca de ellos. Sí, por casualidad, conversa usted con un jettatore, al ratito no más le sucede una desgracia. (Hace
cuernos)
CAMILA: Basta de pavadas, ya es demasiado.
CARLOS: Bueno, tía yo no le digo más. Ya verá cómo con el tiempo se convence. Mientras tanto vaya observando. Esos
dolores de cabeza que siente usted a cada rato, ¿a qué cree que se debe? A las visitas de don Lucas.
CAMILA: Lo que yo puedo decirte es que nunca me convencerás de que por puro gusto va a causar daño don Lucas, ¡tan
bueno como es él!...
CARLOS: Si es ahí, precisamente, donde está su confusión. Si no es por su gusto que hacen daño los jettatores. Y la mayor
parte de las veces, ni siquiera se dan cuenta de lo que son; lo hacen porque sí, porque para eso nacieron y no lo pueden
remediar.
ESCENA 3: CARLOS, CAMILA, ÁNGELA Y LUCAS
ÁNGELA: (Viniendo desde la puerta de calle) Señora, está el señor Don Lucas (Sale por detrás del sillón, mientras Lucas
viene caminando tras ella)
CARLOS: (Saca una llave.) ¡Toque fierro, tía, toque fierro!
LUCAS: Buenas noches, señora.
CAMILA: Adelante, don Lucas.
LUCAS: Qué milagro, tan solos. ¿Y la señorita Lucia? (pausa) Carlos, ¿cómo le va? (Carlos se va levantando mientras
Lucas le habla y se va dentro de la casa sin responder)
ESCENA 4: CARLOS, CAMILA, LUCAS Y LUCIA.
LUCAS: ¿Qué le pasa a este muchacho?
CAMILA: No le haga caso, Don Lucas, el pobre no sabe lo que hace. Juan lo ha estado esperando hasta hace un momento.
Salió para el club, prometiéndome volver enseguida. Como está tan cerquita. Entretanto, con su permiso, voy a hacer que
avisen a Lucia que Ud. ha llegado.
LUCAS: Un instante, señora. Necesito conversar a solas con usted.
CAMILA: Con mucho gusto.
LUCAS: Lo que tengo que decir es muy delicado, depende en gran parte del resultado de esta conversación. (Carlos y
Lucia se asoman). Voy a tratar de ser lo más claro posible. Usted sabe que soy soltero y que poseo fortuna suficiente. Si
hasta ahora no me he casado es porque no había encontrado en mi camino a la mujer con que soñaba para compañera de mi
vida.
Esa mujer, creo haberla hallado al fin: es Lucía. Y quiero pedirles a ustedes su mano para hacerla mi esposa.
CAMILA: Debo confesar, don Lucas, que no me sorprende. Hace tiempo que, tanto Juan como yo, habíamos comprendido
sus intenciones respecto de nuestra hija Lucía, considerándonos honrados (Siguen la conversación en voz baja. Se cierra
una parte del telón para dejar sólo a la vista del público a Carlos y Lucía)
CARLOS: (A Lucía.) Te lo dije, ¡viejo de porquería!
LUCIA: (A Carlos.) ¡Ahora sí que soy capaz de todo!
CARLOS: Llegó el momento. ¿Estás decidida?
LUCIA: Completamente. Ya no me importa nada
CARLOS: Entonces voy a prevenir a Enrique. No olvides nada de lo que tengo dicho. (Sale Carlos)
LUCIA: No te preocupes. (Sigue escuchando. Se abre la otra parte del telón nuevamente)
LUCAS: No sé cómo agradecer esos conceptos, señora.
CAMILA: Ud. los merece.
LUCAS: Muchas gracias. Debo advertirle que hasta ahora nada he dicho a Lucia. No me he atrevido. Es tan niña, tan
ingenua. ¿No teme usted que podamos encontrar de parte de ella alguna dificultad?
CAMILA: ¡Oh, no! En ese sentido puede usted estar tranquilo. Lucia no opondrá nunca resistencia a una resolución de sus
padres. Nos quiere demasiado y sabe que no buscamos sino su bien. Con su permiso, voy a llamarla. (Sale)
ESCENA 5: LUCAS
LUCAS: La chica me conviene. Es buena, bonita y sospecho que no debo de serle del todo indiferente. Y ¿por qué no? No
soy tan mal parecido que digamos. No seré un muchacho, pero tampoco se puede decir que sea un viejo.
ESCENA 6: CAMILA, CARLOS, LUCAS, LEONOR Y LUCIA. (Entran Lucía adelante y detrás de ella vienen Carlos
y Leonor)
LUCIA: Buenas noches, don Lucas. No habíamos venido antes por no saber que estaba usted aquí.
LUCAS: (Dándole la mano) Buenas noches, Lucía.
LUCIA: Mamá... no sé lo que tengo, un mareo muy raro.
CAMILA: ¿Qué dices? (Lucas se acerca; Lucia, al verlo, da un grito.)
LUCIA: No me toque, don Lucas. ¿Qué tiene usted en las manos? Parecen de fuego. Me ha quemado usted al tocarme.
DON LUCAS: ¿Yo?
CAMILA: Pero hija, ¿qué te pasa?
CARLOS: ¿Qué sientes, Lucía?
LUCIA: No sé... algo muy aterrador. ¡Yo me muero!
CAMILA: (Sosteniéndola.) ¡Qué es esto Dios mío! ¡Pronto, un médico! Llame usted, don Lucas.
LUCAS: Se ha descompuesto.
CAMILA: Se ha desmayado. Rápido.
LUCAS: Siéntela aquí, señora.
LEONOR: No creo que sea embarazo.
LUCAS: ¿Qué dice?
LEONOR: Que sea embarazo suyo.
LUCAS: No le permito.
LEONOR: Yo tampoco.
CAMILA: ¡Cállate, Leonor! (Pausa) No vuelve en sí, ¡tiene los dientes apretados!
LUCAS: Habría que darle agua.
CAMILA: No se aflija. Nada hace con afligirse, esto pasará.
LUCAS: (bajo) Justo ahora, que ya la tenía.
CAMILA: ¿Qué dice Ud.?
LUCAS: Nada señora. Digo: ¿Qué le estará pasando?
ESCENA 7: CAMILA, LEONOR, LUCAS, LUCIA Y CARLOS.
CARLOS: ¿Qué tiene Lucia?
LEONOR: Parece que está embarazada.
CARLOS: Pero, qué dices.
CAMILA: ¡Carlos, pronto un médico! Don Lucas, haga el favor, vaya Ud. y avise a Juan que está en el club.
LUCAS: Voy enseguida, señora. (Sale)
CARLOS: Empezaron las desgracias. Esto tenía que suceder al fin.
CAMILA: Corre, Carlos. ¡Apúrate, por Dios! Pronto, por favor.
CARLOS: Allá voy, tía. (Sale Carlos)
CAMILA: Parece que vuelve en sí... Abre los ojos. No la sofoques, necesita aire. Vamos a llevarla...
LUCIA: ¡Tengo el pecho oprimido!
CAMILA: Despacio, sin fatigarte. Apóyate en mí. ¿Estas más aliviada?
LUCIA: Siento una especie de angustia.
CAMILA: ¡Que Dios nos ayude! Despacio, hija, despacio. (Salen hacia el interior de la casa). Se cierra el telón
ESCENA 8: CAMILA, CARLOS Y ENRIQUE. (Aparecen en escena Carlos y Enrique)
ENRIQUE: Fíjate en lo que vamos a hacer. Esto es una barbaridad.
CARLOS: Silencio, pueden oírte.
ENRIQUE: Pero,¿y las consecuencias? ¿Calculas las consecuencias?
CARLOS: ¿Y ahora me venís con eso? Cállate. Tía, ya vino el médico. Vino el médico. (Gritando)
ENRIQUE: No razonas. Todo lo haces atropellado. Mira que quererme hacer pasar por médico.
CARLOS: Enrique, es mi felicidad y ya no retrocedo ni miro para atrás.
ENRIQUE: Si, pero si esta farsa termina mal.
CARLOS: Silencio. Siento pasos. (Alto) Si, doctor, tal cual le he contado a Ud. Ha sido una descompostura muy extraña.
(Entra Camila). El señor es médico. Fue una suerte encontrar alguien tan rápido, tía.
CAMILA: Pasemos por aquí, doctor. Ha recobrado el conocimiento y la deje acostada. ¿Cree usted que puede ser algo
grave?
ENRIQUE: Dentro de un momento se lo diré a Ud., señora. Debo revisarla. (Salen los tres hacia el interior de la casa. Tras
su salida ingresan desde la calle Don Lucas y Don Juan)
ESCENA 9: LUCAS Y JUAN.
JUAN: Entonces, ¿fue repentino?
LUCAS: Repentino. Pero, tranquilícese usted.
JUAN: ¡Esa chica es tan nerviosa! Vuelvo enseguida. (Sale hacia el interior de la casa)
LUCAS: Aquí espero. Que contratiempo. Y justo esta noche. Pero, qué impresión tan rara le produjeron mis manos. Tiene
usted las manos que parecen de fuego, me dijo.
ESCENA 10: LUCAS Y ELVIRA. (Entra Elvira desde el interior de la casa)
LUCAS: ¿Cómo sigue Lucia?
ELVIRA: ¿Mi hermana?
LUCAS: Por supuesto. No me hagas poner nervioso.
ELVIRA: Mejor, señor.
LUCAS: Pero. ¿Ha tenido otras veces ataques como este?
ELVIRA: Que yo sepa, no. Por lo menos, es la primera vez que yo la veo así.
LUCAS: ¿No ha venido todavía el medico?
ELVIRA: Si, señor. Esta adentro uno que encontró Carlos en la calle.
LUCAS: Y. ¿Qué dice?
ELVIRA: Que no es de cuidado. (Pausa)
LUCAS: Oye, muchacha; acércate. Dame la mano.
ELVIRA: ¿Mi mano?
LUCAS: Si, trae para acá. ¿Que sientes?
ELVIRA: Nada, señor.
LUCAS: ¿Tengo fría o caliente la mano?
ELVIRA: Yo no sé.
LUCAS: ¿Como que no sabes? ¿La encuentras caliente o fría?..
ELVIRA: Más bien caliente...
LUCAS: ¿Muy caliente?
ELVIRA: Bastante.
LUCAS: ¿Que será esto? (Va ingresando Don Juan desde el interior de la casa, cuando él entra sale Elvira)
ESCENA 11: LUCAS Y JUAN.
JUAN: Un susto y nada más, amigo Lucas. Ahí está el médico. Dice que es cuestión del sistema nervioso y que no hay por
qué alarmarse.
LUCAS: Cuánto me alegro. Le confieso que estaba intranquilo. Justo cuando estaba conversando con su esposa respecto a
Lucía.
JUAN: Sospecho de lo que se trata. Sabe usted que en esta casa se le recibe siempre con gusto.
LUCAS: Muchas gracias. Me retiro; debo realizar un trámite pero volveré más tarde en busca de noticias. Hasta luego.
(Saliendo. Se dan la mano.)
JUAN: Hasta luego, don Lucas.
LUCAS: (Volviendo.) Diga, don Juan, ¿no me ha notado algo extraño en las manos?
JUAN: ¿En las manos?... No. ¿Por qué?
LUCAS: Nada... nada. Preocupaciones mías, no más. (Sale)
JUAN: Vaya una ocurrencia. (Se cierra el telón)
ESCENA 12: CARLOS (Aparece en escena cuando se abre el telón)
CARLOS: Todo va bien. Este Enrique, no es médico pero merecería serlo. Es necesario reventar al jettatore. (Vienen
entrando desde la casa Enrique, Doña Camila y Don Juan)
ESCENA 13: CAMILA, CARLOS, JUAN Y ENRIQUE.
ENRIQUE: Estos ataques son frecuentes en los temperamentos nerviosos. Este es de los más simples y el tratamiento
indicado es el reposo absoluto. No puede ofrecer complicaciones de ningún género, y después de algunas horas volverá la
enferma a su estado normal
CAMILA: ¿Y cree usted, doctor, que puede repetirse?
ENRIQUE: No lo sé, señora.
CARLOS. Pues yo creo que se puede repetir, si a Lucia la obligan a hacer lo que no quiere.
ENRIQUE: ¿Es usted médico?
CARLOS. No, señor, no soy médico. Pero tengo mis razones especiales para afirmar lo que digo.
JUAN: ¿Vos? Y ¿se puede saber cuáles son esas razones?
CARLOS: Yo no debo callar, sería un crimen dejar de decir lo que sé. La responsabilidad de lo que pudiera pasar más
tarde, caería por entero sobre mí.
JUAN: ¿Que estás diciendo?
CARLOS: ¡Ah! Esto no es sino el principio de muchas otras desgracias que vendrán después. Estamos perdidos,
completamente perdidos.
ENRIQUE: No comprendo. Pero, ante todo, cálmese usted, amigo mío.
JUAN: Explícate, muchacho. ¿Qué quieres decir?
CARLOS: Dígame, doctor, ¿cree usted en la jettatura?
ENRIQUE: ¿Por qué me hace usted esa pregunta?
CARLOS: Conteste usted, ¡se lo suplico! Diga la verdad. ¿Cree usted en la jettatura?
ENRIQUE: Yo.
JUAN: Pero, ¿qué significa esto? ¿Quieres decirme?
CARLOS: ¡Ah!... ¡Usted cree, doctor! Usted cree. ¡No lo niegue!
ENRIQUE: Le diré a usted. Yo, un hombre de ciencia, debería temer el ridículo, confesando lo que bien puede ser
considerado como una simple debilidad de mi parte; pero, ya que me hace usted esa pregunta en términos tan categóricos,
voy a contestarle con toda lealtad. Sí, señor. ¡Creo en la jettatura!
CAMILA: ¿Es posible?
ENRIQUE: Creo que existen ciertos hombres que poseen la terrible propiedad de sembrar a su paso la desgracia contra su
propia voluntad
JUAN: Pero, ¿estoy soñando?
CARLOS: ¡Ahí tienen ustedes! Ahí tiene usted, tía lo que yo le venía diciendo sin que me creyera. El señor, un hombre de
ciencia, probablemente un sabio.
ENRIQUE: No exagere señor.
CARLOS: Cree en la jettatura
CAMILA: No grites, Carlos, que vas a asustar a Lucia...
JUAN: Pero, ¿me explicarás por qué vienen todas estas historias? Que ya me están molestando bastante.
CARLOS: Dígame usted, doctor, ¿acepta usted la posibilidad de que la presencia de un jettatore, sea causa bastante para
provocar un ataque como el que ha experimentado mi prima Lucía?
ENRIQUE: Si señor. La acepto, más aún: afirmo el hecho como perfectamente posible.
CARLOS: Ahí está la prueba. Es lo que yo decía. Estamos perdidos.
JUAN: ¿Te has propuesto exasperarme? ¿Quién es ese jettatore, que puede haber enfermado a Lucía? ¿Por qué estamos
perdidos?
CARLOS: Es verdad que usted no sabe. Ese “jettatore” es...
CAMILA: Cállate, Carlos. ¡No nombres a nadie!
CARLOS: (Dándole una llave) Tome, tío... toque fierro. El “jettatore” es...
CAMILA: Basta, Carlos... ¡por favor!
JUAN: ¿Hablarás de una vez?
CARLOS: ¡El “jettatore” es don Lucas!
JUAN: ¿Qué? ¿Qué dices? ¿Has perdido el juicio?
CARLOS: No tío, no. Es la verdad; yo tengo que decirlo para impedir nuevas desgracias. ¡Don Lucas es “jettatore”!
JUAN: ¡Basta de disparates! Ni una palabra más, ¿entiendes? ¡Ni una palabra!
CARLOS: Es la verdad, tío, es la verdad.
JUAN: Te ordeno que te calles, insensato te prohíbo que...
ENRIQUE: Disculpe, señor: yo me retiro. Sería indiscreto de mi parte penetrar en las intimidades de ustedes.
JUAN: Perdone, doctor, tan ridícula escena. Este atolondrado ha conseguido sacarme de quicio. ¡Tiene que estar loco!
ENRIQUE: Soy el doctor Salvatierra y quedo a las órdenes de ustedes.
JUAN: Le quedamos muy agradecidos doctor, y desearía saber si tendremos el gusto de volverlo a ver.
ENRIQUE: Sí, señor; mañana visitaré nuevamente a la enferma al solo efecto de dejar comprobado mi diagnóstico de esta
noche.
JUAN: Otra vez, muchas gracias y hasta mañana. (Sale Enrique. A Carlos) ¿Me explicarás ahora las enormidades que
acabas de decir?
CARLOS: ¡La “jettatura”! Ha entrado en esta casa la jettatura. (Sale)
JUAN: ¿Eso es todo lo que tienes que contestar? (A Camila) Pero, ¿me dirás, al fin, lo que está pasando acá?
CAMILA: Yo no sé, Juan. Cosas muy extrañas. Vamos a ver a Lucia y después conversaremos.
JUAN: Pero...
CAMILA: Vamos, Juan, vamos... (Salen)
ESCENA 14: PEPITO Y ÁNGELA. (entrando desde la calle)
PEPITO: ¿Fue enseguida de comer, entonces?
ÁNGELA: Sí.. ¡Si viera usted qué alboroto!
PEPITO: ¿Dónde están tus patrones?
ÁNGELA: Deben de estar en el cuarto de Lucia. ¿Quiere que les avise que está usted?
PEPITO: ¿Dónde anda Carlos?
ÁNGELA: Hace un momento lo vi cruzar por las galerías. No sé si habrá salido a la calle. Voy a ver. (Aparece Carlos.)
Aquí está. (Sale Ángela)
ESCENA 15: PEPITO Y CARLOS.
PEPITO: Pero, ¿qué sucede?
CARLOS: ¡La pobre Lucía!
PEPITO: Y ¿qué es lo que tiene, al fin?
CARLOS: Pepito, te considero como de la familia y no voy a andar con vueltas. El asunto es un poco delicado... pero...
PEPITO: Me confundís ¡mire que soy muy nervioso! ¿Es tan grave lo que tiene que decirme?
CARLOS: Para mi si lo es, y supongo que también lo será para vos. En una palabra, ¿crees en la influencia de los
“jettatores”? (Pepito hace cuernos.)
PEPITO: Y ¿cómo no voy a creer?
CARLOS: Es que se nos ha metido un “jettatore” dentro de esta casa.
PEPITO: ¿Qué es lo que dices?
CARLOS: Lo que oyes. Hay entre nosotros un “jettatore” que está haciendo de las suyas y que ha propuesto jugarnos a
todos una mala partida.
PEPITO: Pronto, decime quién es. ¡Decime!
CARLOS: Don Lucas.
PEPITO: ¿Don Lucas? ¡No diga! ¿Estás seguro?
CARLOS: Segurísimo.
PEPITO: Pero ¡es claro! Si debía habérmelo imaginado antes. Cómo no. Así me explico muchas cosas, ¡es evidente! El
miércoles pasado me acompaño hasta la puerta del club y esa noche fue terrible. Ahora que me decís.
CARLOS: ¿Ah, sí? ¡No te digo!
PEPITO: Fue un caso clavado de “jettatura”. A cuatro reyes, me ligaron cuatro ases.
CARLOS: Ya ves si tengo razón.
PEPITO: Pero si no hay duda. Tienes razón de sobra. Ese hombre es “jettatore”, sin vuelta. Si desde entonces estoy con una
racha negra que me tiene loco.
CARLOS: Ves lo que son las cosas y vos sin sospecharlo.
PEPITO: Y ahora recuerdo... Otra vez que me acompañó hasta mi casa, casi me mata el tranvía por el camino. ¡Qué
barbaridad! ¡Y yo que estaba desprevenido! Gracias por avisarme.
ESCENA 16: PEPITO, LUCIA Y CARLOS.
PEPITO: Conversamos con Carlos de algo que es muy grave, gravísimo...
LUCIA: ¿Gravísimo? Y, ¿se puede saber qué?
PEPITO: Por qué no. Hablábamos del “jettatore”. (Cuernos.) ¿Qué me dices?
LUCIA: ¿Como del “jettatore”? ¿Vos también?
CARLOS: Es que Lucia no te das cuenta de lo que está pasando. Como no entendés de estas cosas. Es bueno que te pongas
al corriente.
PEPITO: Te prevengo. Lucia, que este es un asunto mucho más serio de lo que podés imaginarte. Es algo terrible.
LUCIA: Me están asustando. Explícame.
PEPITO: Pero ¿cómo? ¿Todavía necesitas explicaciones? No es bastante con lo que me contaron que te ocurrió. Qué más
explicaciones deseas. Ese Lucas si es como me dice Carlos no hay que mirarlos a los ojos.
LUCIA: ¿Don Lucas hace daño cuando mira?
PEPITO: Es “jettatore. Hace daño cuando mira, cuando habla, cuando toca, cuando camina. Siempre.
LUCIA: Qué cosa más rara.
CARLOS: Hay que emprender una campaña para impedir los estragos que puede causar ese hombre en el seno de esta
familia.
PEPITO: ¡Ya lo creo! Cuenten en todo y por todo conmigo. A un “jettatore” no le doy la mano por nada de este mundo.
CARLOS: En lo que haces muy bien, Siempre lo he dicho: ¡es una imprudencia! (Se cierra el telón)
ESCENA 17: PEPITO, CAMILA Y JUAN. (Doña Camila y Pepito están sentados en el sillón, Juan ingresa desde el
interior de la casa)
JUAN: Buenas tardes.
CAMILA: Juan, ¿Quieres una taza de té?
JUAN: No, no te incomodes. No voy a tomar té. ¿Qué tal los caballos, Pepito?
PEPITO: No me hable, don Juan este mes pensaba ganar tres o cuatro carreras. Eran casi fijas y estaba encantado.
Pero, después de lo que he sabido esta noche, ya no tengo ninguna esperanza.
JUAN: ¿Por qué no tiene esperanzas?
PEPITO: y ¿cómo quiere que gane? Ahora las cosas cambian y es seguro que…
JUAN: ¿qué es lo seguro?
PEPITO: Nada... es que... ¿Le han comentado a usted el tema de…? (Se asoma y ve a Lucas entrando, sale espantado)
¡Hasta luego! (sale rápido hacia el interior de la casa)
JUAN: Y esto ¿qué quiere decir? (Don Juan y Camila salen persiguiendo a Pepito)
ESCENA 18: LUCAS Y ENRIQUE. (entra Lucas y se queda mirando hacia el interior de la casa, esperando a que alguien
venga, desde el exterior viene entrando Enrique)
LUCAS: Ahí está el médico.
ENRIQUE: Muy buenas tardes.
LUCAS: Lo están esperando, doctor.
ENRIQUE: ¿Puedo pasar?
LUCAS: Dígame... doctor... estas enfermedades ¿Son peligrosas?
ENRIQUE: Mi estimado señor. Todas las enfermedades tienen sus peligros por eso son enfermedades.
LUCAS: Indudablemente, pero unas más que otras.
ENRIQUE: ¡Es claro!
LUCAS: Como ha sido una indisposición tan inexplicable la de Lucía.
ENRIQUE: Inexplicable puede parecerle a usted, que es un profano.
LUCAS: Indudablemente, pero...
ENRIQUE: Pero no a mí, que soy especialista en estas dolencias y que las conozco en todas sus manifestaciones.
LUCAS: ¡Ah! ¿Es usted especialista?
ENRIQUE: Soy médico “telepático”.
LUCAS: Telepático, ¿eh?... (Aparte) Debe de ser algo de homeopatía. (Alto) Conozco... conozco...
ENRIQUE: Bueno fuera que no lo supiera.
LUCAS: Es claro, ¿cómo no he de saberlo? Y, a propósito, estaba pensando...
ENRIQUE: Sé en lo que usted piensa. Pero, le prevengo que está equivocado.
LUCAS: ¡Cómo!
ENRIQUE: Naturalmente. De algo han de servirme mis conocimientos.
LUCAS: ¡Ah! ¿De veras? Conque sus conocimientos le permiten.
ENRIQUE: Conocer aproximadamente lo que piensa usted. Pero señor mío, ¿se da cuenta usted de lo que dice?
LUCAS: Francamente, no comprendo.
ENRIQUE: Cómo. ¿Que no comprende? Un hombre ilustrado, un hombre inteligente como usted. He tenido el honor de
manifestarle que soy médico. te-le-pá-ti-co” ¿Todavía no comprende usted?
LUCAS: Sí. Cómo no. Ya lo creo.
ENRIQUE: Con su permiso (sale hacia el interior de la casa)
ESCENA 19: LUCAS.
LUCAS: (Solo al público) He aquí a lo que estamos expuestos los hombres que hemos recibido una educación incompleta.
Viene un cualquiera y nos da una lección en cuatro palabras. Ahí tienen ustedes...
Parece que es una barbaridad no saber lo que es telepatía...Pues, yo no lo sabía... y: ¡ahora mismo no lo sé!... Te-le-pa-tía.
Hágame usted el favor. Pero, mire que querer saber hasta lo que yo pienso. Se necesita audacia. Y lo peor es que como uno
al fin no está seguro, tiene que callarse.
ESCENA 20: LUCAS Y CAMILA. (Camila ingresa desde el interior de la casa)
CAMILA: ¡Ah! ¿Estaba usted aquí?
LUCAS: Sí, esperando al médico para tener noticias.
CAMILA: Pero, siéntese. No se incomode. Estoy muy nerviosa, ¿sabe? No sé lo que tengo. Dígame, ¿no ha visto a Carlos
por acá?
LUCAS: No; desde que yo estoy aquí, no ha venido.
CAMILA: No sé. Me dijo Ángela que lo vio entrar.
LUCAS: Pero, ¿qué le pasa, señora?
CAMILA: Nada... nada... ¿No le digo que son los nervios?
ESCENA 21: CAMILA, ENRIQUE Y LUCAS. (Aparece Enrique)
CAMILA: ¿Esperará usted aquí, doctor?
ENRIQUE: Sí, señora. Quiero observar nuevamente a la enferma dentro de un cuarto de hora.
CAMILA: Lo dejo a usted entonces con el señor Lucas Rodríguez, un amigo de la casa que nos hará el favor de hacerle
compañía. (Sale hacia el interior)
LUCAS: Siéntese usted... doctor.
ENRIQUE: Gracias A propósito. Hace un momento he estado con usted un poco brusco. Discúlpeme.
LUCAS: No se preocupe. Me lo explico muy bien. ¿Con que cura usted por medio de la telepatía?
ENRIQUE: No precisamente. Curo por la sugestión. El poder de la voluntad trasmitido por el pensamiento...
LUCAS: ¡Ah!
ENRIQUE: Sí, señor; transmito fluido al paciente y por ese medio lo domino, me apodero de su voluntad y le ordeno que
se cure y tratándose de enfermedades nerviosas, el éxito es infalible.
LUCAS: Entiendo... entiendo... La voluntad suya sobre la otra voluntad. Y ese extraño poder, ¿puede de usted ejercitarlo
sobre todas las personas?
ENRIQUE: Sobre la totalidad.
LUCAS: Y ¿y si no se trata de enfermos?
ENRIQUE: Es exactamente lo mismo...
LUCAS: Entonces, usted. ¿Podría, por ejemplo, sugestionarme a mí y trasmitirme su pensamiento?
ENRIQUE: Sin duda alguna.
LUCAS:¿Quiere usted que hagamos la prueba?
ENRIQUE: Si usted quiere...
LUCAS: ¿Cómo hay que hacer?
ENRIQUE: Me bastará con mirarlo fijamente. Así se produce el fenómeno. Vamos a ver. Yo voy a ordenarle a usted que
piense un número entre uno y diez. Mientras yo no le indique, usted no piense en nada. Cuando yo considere que la
sugestión se ha producido, le diré ¡ya! Entonces usted piensa rápidamente. Enseguida, digo yo el número que le he
ordenado pensar y usted me declara si es o no el que ha pensado. ¿Comprendió?
LUCAS: Completamente. Veamos.
ENRIQUE: Usted no piense en nada. Entréguese por completo a mí. ¡Ya! ¡Cinco!
LUCAS: No señor.
ENRIQUE: ¿Cómo... que no?
LUCAS: He pensado en el número cuatro.
ENRIQUE: Es raro. Otra vez. ¡Ya! ¡Tres!
LUCAS: ¡No señor! ¡Seis!
ENRIQUE: No puede ser.
LUCAS: Le digo a Ud. que sí.
ENRIQUE: No me explico ¿Me da Ud. su palabra de honor de que dice la verdad?
LUCAS: Palabra de honor
ENRIQUE: Es sorprendente. A ver, otra vez. Ya. Dos.
LUCAS: Dos, sí señor.
ENRIQUE: Ahí tiene Ud. Ha pensado en el número que yo le ordené.
LUCAS: Vaya gracia. Se ha equivocado dos veces y ha acertado una. Al fin tenía que acertar. Así yo también.
ENRIQUE: Es que en las dos primeras veces no se ha efectuado bien la trasmisión. No me explico la causa y me extraña.
LUCAS: ¿A que no lo hace usted otra vez?
ENRIQUE: Veamos. Pero déjeme tomarle las manos. Es más seguro. Pero ¿qué es esto? ¡Tiene las manos que queman! El
síntoma característico de las personas que tienen fluido. Pero, usted es hipnotizador. Ahora me explico. ¿Y no me decía
nada? Se está burlando de mí.
LUCAS: Hipnotizador, ¿yo?
ENRIQUE: Pero, ¿cómo? ¿No lo sabía? A ver. Deme la mano. ¡Ya lo creo! Es evidente.
LUCAS: Pero, ¿qué me cuenta usted? Y yo que no lo sabía. Se lo juro. ¿No será un error suyo?
ENRIQUE: A ver. Mándeme pensar un número a mí.
LUCAS: ¿Le parece? No, no podré, es imposible que yo...
ENRIQUE: Vamos hombre, no perdamos el tiempo.
LUCAS: Si usted se empeña... ¡Ya! ¡Nueve!
ENRIQUE: Si, señor: ¡nueve!
LUCAS: ¿De veras?
ENRIQUE: Esto solo me faltaba. ¡Maldición!
LUCAS: A ver. Otra vez, ¿quiere? ¡Ya!.. ¡Ocho!
ENRIQUE: ¡Ocho! ¡Es prodigioso! ¡No puede ser!
LUCAS: ¡Cómo que no puede ser! Me parece que usted lo ha visto. No sé qué más quiere.
ENRIQUE: Basta, señor, basta. ¡Hemos concluido! Discúlpeme. (Sale hacia el interior)
ESCENA 22: LUCAS.
LUCAS:¿Qué quiere decir esto? ¡Telepático e hipnotizador yo! ¡No puede ser! Esto es un disparate
ESCENA 23: CARLOS Y LUCAS. (Apareciendo Carlos desde el interior)
CARLOS: Una palabra, don Lucas.
LUCAS: ¡Carlos!
CARLOS: Le debo una explicación y a dársela vengo.
LUCAS: ¿Por qué? ¿Por lo de anoche? Vaya, hombre. No se preocupe. Ya ve. Yo ni siquiera me acordaba...
CARLOS: No importa. He sido un grosero con usted y no me lo perdono. Pero, ¡que quiere! Estaba enojado.
LUCAS: No hablemos más del asunto.
CARLOS: Entonces, ¿No me guarda rencor?
LUCAS: Pero no, Carlos, absolutamente, faltaba más.
CARLOS: Tiene usted un noble corazón. Deme la mano. (Se la da y Carlos retira la suya rápidamente).
LUCAS: ¡Qué! ¿Qué es eso?
CARLOS: Nada. No se. He experimentado una sensación extraña. Parece que tuviera usted fiebre. Le arde la mano.
LUCAS: No, amigo mío: no es fiebre. Es otra cosa.
CARLOS: ¿Ah, sí? ¿Qué cosa?
LUCAS: A ver: permítame. Párese aquí. Fíjese bien en lo que voy a decirle. Cuando yo diga ¡ya! piense un número entre el
uno y el diez. Enseguida yo le diré cuál es el número que ha pensado.
CARLOS: No comprendo bien.
LUCAS: ¡No lo hace! Ya lo comprenderá después. Haga como le digo. No se apresure ¿eh? Mientras yo no diga ¡ya!, no
piense en nada. Entréguese por completo a mí.
CARLOS: Bueno.
LUCAS: ¡ya! Uno.
CARLOS: Si, señor: uno. Pensé en el uno. Y usted. ¿Cómo lo sabe?
LUCAS: Es muy sencillo. Ud. cree que piensa en el número que quiere. No, señor. Soy yo el que le ordena que piense en
ese número. Usted simplemente obedece. Es la trasmisión de pensamiento, amigo. La telepatía.
CARLOS: ¡Vaya! Eso es una broma.
LUCAS: ¡Qué va a ser una broma! Es cómo se lo digo. ¡Parece que tengo un fluido tremendo! ¿Quiere que hagamos otra
vez?
CARLOS: Bueno.
LUCAS: (Le toma los brazos). ¡Ya! .Seis. Es seis el número que ha pensado. (Pausa). ¿Por qué no contesta? (Carlos
inmóvil con la mirada fija en Lucas).Si habré hecho una barbaridad. ¿Se habrá enfermado? ¿Qué quiere decir esto? Pero.
¿Qué hago yo con este hombre? (Carlos salta) Quieto, amigo, estese quieto. Quieto le digo. ¿Qué baile le ha entrado?..
¡Qué hable! ¿Por qué no habla? (Aparece Enrique desde el interior)
ESCENA 24: LUCAS, CARLOS Y ENRIQUE. (Entra Enrique)
LUCAS: Gracias a Dios. Vea lo que me pasa. ¿Qué quiere decir ésto?
ENRIQUE: Un cataléptico
LUCAS: ¿Un qué? ¿Es algo grave?
ENRIQUE: No, hombre. Exceso de fluido. Ha cargado usted un poco la mano y se trata seguramente, de algún gran sujeto.
LUCAS: ¿Gran sujeto? No, es un buen muchacho y nada más.
ENRIQUE: Se les llama así a las personas que son muy sensibles a la influencia hipnótica y éste debe ser una de ellas.
Venga para acá. Póngale un dedo delante de los ojos.
LUCAS: Y ahora, ¿qué hago?
ENRIQUE: Camine retrocediendo. (Lucas lo hace y Carlos lo sigue retrocediendo).
LUCAS: ¡Es extraordinario! ¿Cómo dice que se llama esto? ¿No le haré daño?
ENRIQUE: No, señor.
LUCAS: Nadie lo creería. Qué curioso. Y él, ¿no se da cuenta de nada?
ENRIQUE: Absolutamente de nada. Bueno, ahora baje la mano con rapidez. Así. Déjelo no más y conversemos. (Carlos
permanece rígido). Antes de retirarme necesito estar seguro de su discreción.
LUCAS: En cuanto a eso esté tranquilo.
ENRIQUE: Me es indiferente que hagan Ud. todas las experiencias que quiera. Lo que le exijo es que durante el término de
un mes no dé Ud. explicaciones. Pasado ese tiempo me habré ausentado de Buenos Aires y poco me dignificará lo que
suceda después.
LUCAS: Sí señor.
ENRIQUE: No, júrelo Ud. en una forma solemne.
LUCAS: Se lo aseguro a Ud.
ENRIQUE: Se niega Ud. Perfectamente: me retiro y lo dejo solo con ese hombre. No sabrá despertarlo y se morirá.
Aténgase a las consecuencias
LUCAS: ¡No, por favor! ¡Espérese! (Tiende la mano). ¡Se lo juro solemnemente!
ENRIQUE: Muy bien. No se olvide Ud. este juramento. Ahora, óigame. Cuando yo me retire, le sopla Ud. a ese hombre en
la cara. Soplándole se despertará. Y antes de irme, un consejo: no abuse del fluido extraordinario con que lo ha dotado la
naturaleza. Adiós. (Intenta a irse)
LUCAS: ¿No me da usted la mano?
ENRIQUE: No, señor. Que Dios lo ayude y le perdone el mal que me ha hecho. (Sale hacia el exterior).
LUCAS: ¡Pobre muchacho! ... Pero. ¿Qué culpa tengo yo? Cualquiera diría que he cometido algún crimen. Y, ¿qué le digo
yo a este otro? ¿Cómo le explico? ¡Infeliz! De veras me da pena. Obligado a hacer lo que uno quiera. Vea usted esto. (Lo
hace caminar). (Se asoma Ángela que huye y queda espiando). ¡Basta! ¡Basta! ¡Es demasiado triste! (Le sopla la cara).
CARLOS: (Despertando). ¿Qué es esto? ¿Dónde estoy?
LUCAS: Tranquilícese Ha tenido Ud. un ligero desmayo.
CARLOS: Pero. Déjeme que recuerde. ¡Ah sí! Estaba pensando en el número seis, y de pronto ya no supe lo que me
pasaba. ¿Me desmayé, entonces? ¡Qué raro! Es la primera vez que me sucede.
LUCAS: No piense más. A mí me ha sucedido muchas veces. Son indisposiciones pasajeras.
CARLOS: Pero, no, ¡si ahora recuerdo! Bueno ni una palabra de todo esto, ¿eh? Mis tíos podrían preocuparse.
LUCAS: Justo. Se lo iba a proponer. Reserva completa. Es lo mejor.
CARLOS: Hasta luego, don Lucas. (Le tiende la mano)
LUCAS: Hasta luego. (No toma la mano de Carlos -Sale Carlos)
ESCENA 25: LUCAS Y ÁNGELA
LUCAS: ¿Qué hace Ud. ahí?
ÁNGELA: Nada, señor.
LUCAS: Acérquese.
ÁNGELA: Como me pareció que llamaban.
LUCAS: ¿Vino Don Juan?
ÁNGELA: No, señor. No ha vuelto.
LUCAS: Escuche. ¿Usted es provinciana, no?
ÁNGELA: No, señor, soy de La Pampa.
LUCAS: Eso digo provinciana.
ÁNGELA: No. De La Pampa.
LUCAS: ¡Ah! De La Pampa. Lo mejor. Venga para acá. (Ángela se aproxima asustada). Párese derecho mujer. Míreme a
los ojos. ¡Así no!.. Sin pestañar. Cuando yo le avise piense en un número entre el uno y el diez, ¿entiende?
ÁNGELA: Si, señor. Ya está: once... ¡pensé en el once!
LUCAS: No mujer no. Tiene que esperar mi aviso. (Ángela intenta irse).Pero, ¿quiere estarse quieta?
ÁNGELA: Es que no puedo...
LUCAS: ¡Estire los brazos!
ÁNGELA: (de rodillas y llorando). No, señor, ¡a mí no! Soy madre, una madre de familia que no ha hecho mal a nadie. A
mí no. ¡Señor!.. ¡Perdón! ¡Se lo pido por lo que más quiera en este mundo!
LUCAS: ¡Pero no grite! ¿Qué significa esto?... Levántese... ¡pronto!
ÁNGELA: Es que conmigo no tiene motivos, señor, no tiene motivos.
LUCAS: ¡Le repito que no grite! ¡No sea bruta!
ESCENA 26: LUCAS, ÁNGELA Y CAMILA. (Entra Camila desde el interior)
CAMILA: ¿Qué sucede?
LUCAS: ¿No ve Ud.?
CAMILA: Alguna torpeza de Ángela, seguramente. Vaya para adentro. (Ángela huye hacia el interior).
LUCAS: Efectivamente, esta mujer es torpe. ¿Creerá Ud. que no sé por qué llora? De pronto, sin razón ni motivo.
CAMILA: Si, sí. No me sorprende. Si es así. Ya no se la puede aguantar. (Desconfiada) Usted tranquilícese.
LUCAS: ¡Caramba! Yo lamento que en este caso.
CAMILA: ¡Ni una palabra más! Siéntese. Ya viene Lucia, que se ha recuperado. Espere usted.
ESCENA 27: LUCAS, CARLOS Y CAMILA.
CAMILA: ¿Cómo está, Don Lucas? Discúlpeme si no he venido antes. Lucia no me dejaba mover de su lado.
LUCAS: Sin problemas. Cuando hay enfermos.
CAMILA: Es que la pobre tiene tantas manías. ¡Si Ud. viera! Yo creo que está histérica. Ahora la dejé vistiéndose muy
contenta y hace un momento estaba en un quejido. El mismo médico está sorprendido.
LUCAS: Y ¿le recetó algo?
CAMILA: Sí, no sé qué. Me parece que es un tónico. Carlos, ¿podes traer la receta que le dio el medico a Lucia? (Carlos
entrando le da la receta a Lucas)
LUCAS: (leyendo) Lo de siempre.
CARLOS: Pero. ¿Qué es esto? (Al entregar la receta queda con el brazo rígido).
LUCAS: Qué. ¿Qué tiene?
CARLOS: Esto, ¿no ve? No puedo doblar el brazo.
LUCAS: Vamos, vamos, no se asuste. No es nada. A ver.
CARLOS: Si no me asusto. Pero es muy raro.
CAMILA: Dóblalo, hijo. Hace la prueba otra vez.
CARLOS: Si no puedo.
LUCAS: No es nada, no es nada. No hay porque alarmarse. (Le sopla el brazo). ¿No ve? Se acabó. Ya está lo mismo que
antes.
CARLOS: Es cierto. Pero ¿qué habrá sido?
CAMILA: Es muy extraño.
LUCAS: Algún tendón. Son cosas que a cada rato suceden. Vaya, no tiene por qué preocuparse. No vale la pena.
CARLOS: Si ya lo sé. Qué ocurrencia. Por qué quiere que me preocupe. (Sale)
LUCAS: Es frecuente. Cualquier mal movimiento.
ESCENA 28: LUCAS, CAMILAY LUCIA. (Lucas se pone de pie)
LUCIA: (Entrando) Buenas tardes, don Lucas.
LUCAS: Buenas tardes, Lucia. ¿Sigue Ud. bien?
LUCIA: Sigo mejor, gracias.
CAMILA: Qué raro Juan. Cómo tarda.
LUCIA: Si todavía es temprano.
CAMILA: Deben ser más de las cuatro.
LUCAS: Son las cuatro y cuarto.
LUCIA: ¡Cómo se ha pasado el tiempo!
CAMILA: ¿Te parece? A mí se me ha hecho largo. Se nota que lo has visto correr desde la cama.
ESCENA 29: LUCAS, CAMILA Y LUCIA
CAMILA: ¡Ángela! ¿No sabes si ha llegado Juan? Fíjate a ver si está en el escritorio y avísale que don Lucas está aquí.
LUCIA: Me conto Carlos que Ángela se encuentra enferma. Se ha encerrado en su pieza y parece que tiene fiebre.
CAMILA: ¿Enferma? Y ¿desde cuándo?
LUCIA: Desde hace un rato. Le han puesto paños de agua fría en la frente, porque se quejaba del dolor de cabeza.
CAMILA: ¿Paños de agua fría? Qué barbaridad. Con fiebre y sin saber lo que tiene.
LUCIA:¡Pobre Ángela!
LUCAS: ¿Y qué dice?
LUCIA: Dicen que no dice nada y que se maneja por señas. ¡Otra desgracia más en la casa! (Va hacia el interior)
CAMILA: Bueno más tarde me avisas como sigue.
LUCAS: Si esa mujer está enferma, debe mandarla al hospital, señora. Es peligroso tener un enfermo así en una casa de
familia decente.
CAMILA: No, si la pobre es casada y con hijos. Si se trata de algo serio se ira a la casa, supongo.
LUCIA: (Regresando) Mamá, me avisan que vino papá y lo espera a Don Lucas.
LUCAS: Con el permiso de ustedes. (Sale hacia el interior) Se cierra el telón
ESCENA 31: LUCAS, CARLOS, CAMILA, LUCIA Y JUAN.
JUAN: (A Lucia) Hija mía. Don Lucas nos hace el honor de pedirle tu mano y en mi nombre y el de tu madre se la
concedo.
Supongo que nada tienes que observar a esta decisión nuestra.
JUAN: ¿Por qué no contestas? Vamos a ver.
LUCIA: Papá. Haré lo que ustedes quieran.
LUCAS: Muchas gracias, Lucía, yo le prometo que... (Lucía llora)
JUAN: ¿Qué es eso, Lucía? ¿A qué vienen ahora esos lloriqueos? (A Lucas) Es la emoción, amigo.
LUCAS: ¡Sí comprendo!
CARLOS: ¡Pero, Lucía!
LUCIA: Perdóname. Papá. Ya estoy tranquila. (Llora y grita. Le agarra un ataque y se recompone).
ESCENA 32: LUCAS, CAMILA, LUCIA, JUAN Y PEPITO.
PEPITO: ¡Qué! ¿Alguna catástrofe? (Entra Pepito que al ver a Lucas, retrocede)
JUAN: Hola Pepito. Al contrario, adelante. ¿Qué es eso? ¿Qué te sucede?
PEPITO: Venía en busca suya. Tengo que hablar con usted.
JUAN: Pero acércate, entonces. Aquí me tienes, ¿qué haces ahí parado?
PEPITO: No puede ser. Le ruego que me escuche, pero fuera de aquí.
JUAN: Pero ¿por qué no entra?
PEPITO: Porque no puede ser.
JUAN: Se necesita tener paciencia. Bueno, espéreme. Voy enseguida.
PEPITO: Perfectamente. (Retrocediendo)
JUAN: Confieso que no lo entiendo a Pepito. El día menos pensado lo van a encerrar en el manicomio. ¿Le tiene miedo a
Don Lucas? ¿Qué pasa?
LUCIA: Pero papá.
JUAN: ¡Eso es! ¡Es lo único que nos faltaba! (Sale hacia el interior con Pepito)
LUCAS: (Aparte) Debe de ser una nueva sugestión que no me han enseñado. Mientras que unos avanzan, otros retroceden.
Cuestión de temperamento, sin duda. (Sale hacia el exterior)
ESCENA 33: JUAN, CAMILA, LUCIA, Y CARLOS.
JUAN: (Entrando con Camila)¿Se fue don Lucas? Vaya. Se acabó, me tienen cansado. No sé qué pasa en esta casa. Ahí
sale Pepito a quien por poco he tenido que darle una lección. Es un ridículo insoportable.
CAMILA: Pero, Juan. ¡Fíjate en lo que dices, por favor!
JUAN: Y ¿qué queres que haga? Pretender que le cerrara las puertas de mi casa a don Lucas a título de que él le tiene
miedo. Se ha visto nunca cosa igual. Si es de no creerse.
CAMILA: Qué disgusto tan grande, Dios mío.
JUAN: Pero qué imbécil, señor, qué imbécil. Parece mentira. Cuando le contesté que no sólo continuaría don Lucas siendo
recibido en esta casa, sino que lo destinaba para marido de mi hija, tuvo la insolencia de decirme: “Pues yo renuncio a estar
con una familia que está condenada a convertirse en un semillero de “jettatorcitos”. Te aseguro que no sé cómo me contuve
y no le tiré una silla por la cabeza. En todo esto veo patente la mano de Carlos y hará bien ese vago en no ponerse más en
mi presencia. (Entra Carlos)
LUCIA: Yo me voy. (Sale)
CARLOS: ¿Qué sucede?
JUAN: Que inmediatamente te mandas mudar de aquí.
ÁNGELA: (Aparece) El señorito Pepito se ha desmayado. Vengan pronto. Tira espuma por la nariz.
CAMILA: Dios mío.
CARLOS: Eso no impide que en esta casa haya entrado la “jettatura”. (Salen todos, se cierra el telón)
ESCENA 34: JUAN Y CAMILA.
CAMILA: Yo no sé; Juan, pero de un tiempo a esta parte todo nos sale mal; puros disgustos y malas noticias. No tenemos
un solo momento de tranquilidad.
JUAN: Pero, ¿qué estás diciendo, mujer? ¿Dónde están esos disgustos y esas malas noticias? Francamente, no las veo, por
lo menos en una proporción que alarme.
CAMILA: Caramba. ¿Te parece poco? Las noticias que nos llegan de la estancia, pobre don Felipe se ha roto un tobillo
JUAN: Y bueno, qué vamos a hacerle. Acaso está en nuestras manos remediarlo. Al fin no tiene nada de extraordinario.
CAMILA: Aquí, no digamos. Yo cada día más mortificada con mis dolores de cabeza qué no me dejan ni a sol ni a sombra;
Lucía, pálida y triste, que de solo verla da pena. ¿Para qué hablar?, llorando en su cuarto desde que amanece hasta que
anochece; la desgraciada Ángela, con esa fiebre cerebral que la ha tenido entre la vida y la muerte; a vos mismo se te ha
perdido plata del bolsillo que nunca te había sucedido.
JUAN: Basta, mujer, basta. Si de cualquier cosa haces un mundo. Vaya un manotón de desgracias imaginarias. No es culpa
mía que se imaginen todas estas pavadas.
CAMILA: Si ya sé que no es por culpa tuya. Ni mía. Demasiado que lo sé. Y eso es lo que más me desespera, Juan, porque
estoy convencida de que nada hemos hecho para merecer lo que nos sucede.
JUAN: Pero no exageres, mujer. No es para tanto.
CAMILA: Si no exagero, Juan, Y eso sin contar con una infinidad de detalles que no parecen nada. En esta semana son tres
los cuadros que se han desprendido de las paredes. Ayer amaneció rota la luna del espejo de mi tocador y cuatro cuerdas del
piano se han cortado en el intervalo de dos días. ¿Qué significa todo esto, Juan? ¿Por qué antes no pasaban estas cosas y
ahora pasan?
JUAN: Pero. Camila, ¿es posible que hables de ese modo? ¡Una mujer razonable y sensata como siempre has sido,
preocupada de semejante ridiculeces!
CAMILA: Hace una semana que concedimos a don Lucas la mano de Lucía y desde entonces.
JUAN: ¿Qué? ¿Vas a salirme también con la pretendida “jettatura” de don Lucas? Será posible.
CAMILA: Silencio. Ahí viene Lucía.
ESCENA 35: JUAN, CAMILA Y LUCIA.
LUCIA: Buenas tardes, papá.
JUAN: Buenas tardes, dormilona. ¿Por qué no bajaste a almorzar?
LUCIA: Tenia un poco de dolor de cabeza.
JUAN: Lo que necesitas es una temporada de verano. ¿Qué anillo es esté?
LUCIA: Es un clavo de herradura doblado, es contra los “Jettatores”, papá.
JUAN: ¿Contra los “jettatores”? Pero, aquí todo el mundo se ha vuelto loco.¿Qué virtud le atribuye a este anillo? Quieres
decirme.
LUCIA: Contrarresta los efectos de la “jettatura”, papá ¡Sí es muy bueno!
JUAN: Mira mejor es que no continuemos. ¡Esto se va haciendo insoportable!
CAMILA: No te vayas enojado. Juan. Tras tantos disgustos como tenemos, no los aumentes todavía...
LUCIA: No, papá perdóname. ¿Quieres que me lo saque? Mira, me lo saco. No te disgustes por eso. No seas malo.
JUAN: No, no, déjame me voy. Tengo que hacer.
ESCENA 36: JUAN, CAMILA, LUCIA Y ÁNGELA. (Juan va a salir y se encuentra con Ángela que trae una herradura
colgada de la cintura.)
JUAN: ¿Quieres decirme qué significa eso colgado que llevas en la cintura?
ÁNGELA: ¿Esto, señor? Es contra la “jettatura”
JUAN: Pero, decime ¡pedazo de adoquín!, ¿qué te pasa? Ahora mismo te sacas esa porquería, ¿entendes? Y si llego a verte
algo por el estilo, te pongo de patitas en la calle. (Sale Ángela) Esta casa se ha convertido en un manicomio. (Sale)
ESCENA 38: CAMILA, LUCIA Y PEPITO.
PEPITO: ¡Buenas tardes! ¿Qué quiere decir ese aire triste?
LUCIA: Lo de siempre, un disgusto con papá.
CAMILA: Esta no es vida. No es posible vivir así.
PEPITO: Vamos, ánimo. No hay que dejarse abatir. Tengan confianza. Todo esto pasara.
CAMILA: No puedo tenerla, Con ese hombre ha entrado en esta casa lo peor, que antes no se conocía. Ya no hay
tranquilidad para nada. Todo el mundo contrariado por su causa. Cuántos trastornos y agitaciones por su culpa.
PEPITO: Pero, ¡qué tipo odioso resultó ser el tal Lucas!
LUCIA: ¿Y Carlos? Obligado a venir a escondidas a una casa que siempre ha sido como suya. ¿Han visto la manera de
mirar que ha tomado ahora? Clava los ojos de una manera que da miedo.
CAMILA: Cállate, hija. Si de solo pensar no sé lo que me pasa. Yo creo que sabe el daño que causa y que lo hace a
propósito.
LUCIA: Es muy capaz. Ese desagrado que dicen que tuvo en el almacén parece que fue por eso.
PEPITO: ¿Cuando?
LUCIA: ¡Ah! ¿No lo saben? Había una persona comiendo en una mesa frente a la suya y durante un rato lo estuvo mirando
con insistencia. Por fin el hombre, nervioso, se tragó una espina y entonces, de rabia, le tiró con el plato.
PEPITO: ¿Y cómo no me contastes?
LUCIA: ¿No te contó Carlos?
PEPITO: No sabía nada. Mejor me voy. (Sale hacia el exterior)
CAMILA: No es para broma la situación. Este tipo no está arruinando la vida a todos. (Entra Elvira y se pone junto a
Lucía)
ESCENA 39: ÁNGELA, ELVIRA, LUCAS, CAMILA Y LUCIA.
ÁNGELA: El señor don Lucas. (Con terror).
LUCAS: Muy buenas tarde.
CAMILA: Adelante.
LUCIA: Buenas tardes.
LUCAS: ¿Cómo se encuentran Uds.?
CAMILA: ¿Y Ud.?
LUCAS: Regular, regular, señora nada más que regular. Acabo de recibir una impresión espantosa. Venía por la calle
Maipú, con la intención de ver una casa alquilada que tengo. Poco antes de llegar a mi casa están haciendo una obra, un
antiguo caserón que reedifican. Cuando yo pasé, estaban trabajando en un balcón y un albañil pisó mal y ¡zas!, se estrella la
cabeza contra la vereda.
CAMILA: ¡A la mie..!. ¡Qué cosa!
LUCIA: Qué horror.
ELVIRA: ¿Qué cosa, no?
LUCIA: ¿Murió en el acto?
ELVIRA: Y, ¿cayó en el momento que Ud. pasaba?
LUCAS: Justo. En ese mismo momento, como si me hubiese estado esperando. (Las tres retroceden).
CAMILA: ¡Estamos muertos!
LUCAS: Pero, ¿por qué se retiran Uds.?
CAMILA: Disculpe, la emoción. Es terrible lo que contó ¿no?
LUCAS: Calculen lo que habrá sido para mí que lo he presenciado.
LUCIA: ¿Es la primera vez que le ha ocurrido una cosa así?
CAMILA: Trate de recordar.
LUCAS: He visto, sí... He visto, hace muchos años, morirse otro hombre destrozado por un tren.
LUCIA: Qué espanto.
CAMILA: Agua, agua. Me ahogo.
LUCIA: Ahí tiene usted lo que ha sacado. (Lucas sale hacia el exterior)
ESCENA 40: CARLOS, LUCIA, JUAN Y ELVIRA.
CARLOS: ¿Qué ocurre?
LUCIA: Mamá se ahoga. Es este don Lucas.
JUAN: (Saliendo) ¿Qué es esto? ¿Qué es lo que hay?
CARLOS: Es el “jettatore”. El “jettatore” que ha enfermado a tía.
JUAN: ¿Qué tienes, Camila?
CAMILA: Ya va pasando. No es nada. No te asustes. (A Elvira). Tráeme un frasco de agua de Colonia que hay encima de
mi lavatorio.
JUAN: ¿Desde cuándo está así? ¿Han llamado al médico?
LUCIA: Don Lucas ha ido en busca de uno, acaba de salir.
CARLOS: No. Médico traído por el “jettatore”, no. Qué no lo dejen entran.
JUAN: Quieres callarte. ¿Vas a empezar otra vez?
CAMILA: No. Juan por Dios. El médico de don Lucas, no. Tengo miedo.
JUAN: Bueno, mujer, bueno, tranquilízate.
CARLOS: Que no venga el médico del “jettatore”, que no venga.
JUAN: Hazme el favor de no gritar. No somos sordos. Caramba con el loco este.
CAMILA: Es que tiene razón. Yo también te lo suplico.
JUAN: Que no venga. Qué sea como ustedes quieran. Al fin van a concluir por enloquecerme a mí también.
CAMILA: Gracias, Juan.
CARLOS: Gracias, tío, muchas gracias.
JUAN: Déjame. (A Camila). ¿Cómo te encuentras?
CAMILA: Ya estoy bien, ¿no ves? Si no ha sido nada.
JUAN: El médico va a venir, ¿qué hacemos?
CAMILA: Que se encargue Carlos de despedirlo desde la puerta.
LUCIA: Es lo mejor.
JUAN: Ve pronto
CARLOS: Si, pierda cuidado. (Sale)
CAMILA: Ese hombre es “jettatore”, Juan. Ahora estamos seguros.
JUAN: Pero mujer, no volvamos a las andadas.
LUCIA: Sí, es cierto. Don Lucas es “jettatore”.
JUAN: Lucia ¿también? Pero hija, si es un disparate. Sí no puede ser.
LUCIA: Si lo hubieras oído hace un momento, no dirías eso, papá. Yo no puedo casarme con un hombre así. No puedes
querer mi desgracia. Y yo sería muy desgraciada.
JUAN: Vamos, vamos. Seamos razonables, por Dios.
CAMILA: Es un hombre desagradable para nosotros. Yo no sé qué va a ser de mí. Ya no tengo fuerzas. Ya no puedo.
JUAN: Pero, no digas eso, Camila.
CAMILA: Es que no puedo, Juan, es inútil, no puedo.
JUAN: Sobre todo, no es este el momento de tratar el asunto. Cálmense. Mañana conversaremos. ¿Qué quieren que haga
ahora?
ESCENA 41: CAMILA, LUCIA, JUAN Y CARLOS.
CAMILA: La felicidad de tu hija. Eso es lo que harás, porque eres bueno y no puedes complacerte en vernos sufrir así.
LUCIA: Sí, papá. Por un capricho. No es posible.
JUAN: ¡Pero hija! ¿Qué más puedo querer yo que la felicidad de ustedes? Pero no es eso. Calculen ustedes mi situación.
No se trata de caprichos. Yo...
CARLOS: (Entrando) El médico se fue; pero sube don Lucas. (Las mujeres gritan y se van al interioir).
ESCENA 42: LUCAS, JUAN Y CARLOS.
LUCAS: Me dice Carlos que la señora sigue bien. (Carlos sale)
JUAN: Regular nomás. Se ha recostado un rato. Siéntese.
LUCAS: Felizmente son cosas que no tienen importancia.
JUAN: No siempre, sin embargo. Estas mujeres de hoy, son un manojo de nervios, amigo Lucas, y con ellas no se gana
para sustos.
LUCAS: Pero, en este caso.
JUAN: Y, qué coincidencia, a usted le ha tocado presenciar dos hechos análogos en mí casa: el ataque de Lucía y ahora
éste. No deja de ser casual, ¿eh?
LUCAS: Es cierto.
JUAN: (Pensativo) De un tiempo a esta parte, tanto mi mujer como mis hijas se han vuelto excesivamente impresionables.
El tarambana de Carlos tiene en mucho la culpa de lo que sucede. Les llena la cabeza de ideas ridículas, las aterroriza
LUCAS: ¡Ah! ¿Entonces Carlos ha hablado?
JUAN: ¿Cómo? ¿Hablado?
LUCAS: Sí. Señor. Sí ahora me doy cuenta. Se trata de una indiscreción de Carlos.
JUAN: ¿Qué quiere usted decir? Explíquese.
LUCAS: Carlos lo ha atribuido todo a una influencia determinada.
JUAN: Pero usted, ¿cómo sabe?
LUCAS: Vaya. Como que no es para mí una novedad que poseo una influencia. Pero, todavía no puedo hablar, don Juan.
No puedo.
JUAN: Pero, ¿qué confusión es esta? De manera que no ignora usted que se le supone...
LUCAS: No sólo lo sé, sino que declaro que es cierto, pero, se lo repito no puedo hablar. No continuemos.
JUAN: Ha perdido usted el juicio o hay aquí una confusión lamentable ¿Quiere decir que usted mismo se atribuye un poder
desastroso?
LUCAS: Desastroso. Es un poco fuerte la palabra. Considero que sí bien puede tener sus inconvenientes, tiene también sus
grandes ventajas.
JUAN: Esto es demasiado. Es el colmo.
LUCAS: ¿Cómo demasiado?
JUAN: Pero, quiere decirme, entonces, ¿qué es lo que usted se propone?
LUCAS: Yo no me propongo nada. Lo que no veo es el motivo para tanto escándalo. Al fin no soy el único, hay otros como
yo...
JUAN: ¿Cómo?
LUCAS: Y los ha habido tal vez más fuertes.
JUAN: Pero ¿es que pretende burlarse de mí?
LUCAS: ¿Burlarme? Pues al diablo las reservas y al diablo los juramentos. Voy a darle a usted una prueba concluyente.
JUAN: No, no, señor. Dios me libre. Ni se le ocurra. (Aparece Carlos con un telegrama abierto).
ESCENA 43: LUCAS, JUAN Y CARLOS.
CARLOS: Tío. Acaba de llegar este telegrama de la estancia con una mala noticia.
JUAN: A ver. ¿Qué sucede? (Lee)
CARLOS: Se ha incendiado el galpón nuevo, quemándose seis carneros.
JUAN: Pero, entonces.
LUCAS: Ya me lo esperaba.
CARLOS: Cómo ¿Se lo esperaba? Oiga lo que está diciendo.
JUAN: Con que se lo esperaba, ¿eh? ¿Esta sería la prueba concluyente? Pues a mí ¡maldita la gracia que me hace!
¿Entiende? Con su permiso. (Sale)
LUCAS: Es claro. Los galpones para animales finos deben ser de material. Desde el primer momento se lo dije.
Pero, con todo, no veo razón para estos arranques de mal humor tan... tan...
CARLOS: ¡Con su permiso! (Sale al interior)
LUCAS: Qué efecto extraordinario les ha causado la noticia... Pero,¿qué locura es ésta? Vaya una rareza de gente. Y
¿pensarán dejarme solo? ¡Ah, no! (sale al exterior) ¡Buenas tardes!
ESCENA 44: CARLOS.
CARLOS: (Saliendo del interior) Maldito sea. Parece de verdad. Quiero correr, me enredo con mis piernas y casi me rompo
la cabeza. Cómo duele. Pero, casual, ¿eh? ¡Ni que fuese realmente “jettatore”! ¡Es lo único que me faltaba ahora! ¡Que me
lo crea yo también! Parece increíble. Este Lucas se lo está creyendo, ¿o es realmente? Hasta le ha cambiado la mirada.
ESCENA 45: CARLOS Y LUCIA. (Entra Lucía)
LUCIA: Papá se va a la estancia para dejarnos en libertad de despedir a don Lucas. Está furioso.
CARLOS: ¿De veras?
LUCIA: La casa es un lío. Todo el mundo salta de alegría.
CARLOS: Ahora, mi… mía. (Intenta besarla)
LUCIA: Te he dicho que acá no. ¡A ver!
CARLOS: Dale ¿Qué tiene? Nada más que.
LUCIA: No, Carlos, no. ¡Déjame! ¡Me haces daño! Me voy y te dejo. ¡Te digo que no quiero! Ah!! Carlos.
CARLOS: ¡Sí, sí! (vuelve a intentarlo)
LUCIA: Basta, Carlos, basta, por favor. Viene alguien. (Se separan rápidamente).
ESCENA 46: CARLOS, LUCIA Y PEPITO.
PEPITO: ¿Qué es esto? Muy bonito.
CARLOS: Me duele la pierna.
PEPITO: Me parece muy mal. (Risas) Bueno, se acabó. Pueden felicitarse de que haya sido yo el que ha entrado. Es una
verdadera imprudencia la de ustedes.
LUCIA: Carlos tiene la culpa.
CARLOS: La culpa la tiene el “jettatore”.
PEPITO: Sí, ríanse nomás de la “jettatura” de don Lucas, que ahora parece resulta cierto. Lindo chasco nos hemos pegado
con este pescado de Lucas. Tengo que contarles algo…
LUCIA: Ya lo creo. Y nosotros tan tranquilos, creyendo que solo se trataba de una farsa tuya. Ahora me da miedo.
CARLOS: Cómo. ¿Es cierta?
LUCIA: Pero, es claro.
PEPITO: No, Carlos. Don Lucas tiene que ser “jettatore” de verdad. Al margen les quería contar algo que está pasando en
el barrio y ya les puedo decir en la ciudad. Hay carteles muy grandes con la cara de Lucas. Quiere ser diputado nacional.
¡Salgan, su cara esta por toda la ciudad!
CARLOS: No te puedo creer.
PEPITO: Lucas Rodríguez- Diputado Nacional. ¡Poder Te-le-pa-ti-co para un cambio nacional! Este tipo se la creyó.
ESCENA 47: CARLOS, LUCIA, PEPITO Y CAMILA.
CAMILA: (Entrando y hablándole a Lucía) Vení hija déjame que te abrace. ¡Qué felicidad tan grande! Sí parece imposible.
CARLOS: Al fin estamos libres, tía. No ha costado poco trabajo.
CAMILA: Sí, hijo, sí. Pero, déjenme que me siente. No puedo más. Ángela, alcánzame mis chinelas.
ÁNGELA: No puedo señora. Desde que el sr. Lucas me toco las manos no paro de soñar y se me cumple. Anoche soñé que
un elefante anuncia cambios favorables. (Risas)
LUCIA: ¿Qué cambios?
ÁNGELA: No sé. Pero por ahí que no trabaje tanto.
CAMILA: ¡las chinelas, Ángela!
ÁNGELA: Si, señora.
PEPITO: Tengo una noticia para darles…
CARLOS. Cállate. Espera. Aún no.
ESCENA 48: JUAN, CAMILA, ÁNGELA, LUCIA, CARLOS Y PEPITO.
JUAN: (Entrando con valijas) Bueno, ya es hora de que me vaya.
CAMILA: Las valijas del señor.
ÁNGELA: Recuerde señora mi sueño.
CAMILA: ¡Las valijas!
LUCIA. Te acompañamos hasta abajo.
CAMILA: Sí, sí, vamos.
JUAN: Oye, Carlos, ¿por qué dijo el imbécil ese que esperaba lo del incendio?
CARLOS: Dijo que por pálpito...
JUAN: ¡Qué desagradable! Mucho juicio. Veremos cómo se portan. (Abrazos)
LUCIA: ¡Cuídate mucho y escribe pronto!
CAMILA: Recuerdos a don Felipe y a las muchachas.
PEPITO: Se enteró lo de…
CARLOS: (Aparte) ¡Cállate!
JUAN: Bueno, bueno... ¿qué pasa?
JUAN: ¡Adiós! (Sale)
TODOS: Buen viaje. ¡Adiós! (Se cierra el telón)
ESCENA 49: ÁNGELA, CAMILA, LUCIA, CARLOS, PEPITO Y JUAN.
ÁNGELA: (Entrando) Ahí está el sr. Lucas.
CAMILA: No. Qué no entre.
ÁNGELA: No, señora, si tampoco quiere entrar. Está en el escritorio. Me preguntó por el señor y cuando supo que no
estaba pidió hablar con Ud.
CAMILA: ¿Conmigo? ¡No, no! Conmigo no va hablar.
LUCIA: ¿Qué viene hacer ese miserable a esta casa?
CARLOS: Calma. No hay porque agitarse. Escúcheme tía. Hay que echarlo de esta casa. Pero con cuidado.
CAMILA: Hagan lo que quieran; pero yo no hablo con él.
PEPITO: ¡Tanto lío por un jettatore! Podemos hacer algo contra la jettatura.
CARLOS: ¿Qué?
PEPITO: No debe perderse tiempo. Antes que venga hay que quemar ruda macho.
ÁNGELA: Yo tengo. Voy a buscar. (Sale)
PEPITO: Trae también el brasero con carbones encendidos, pronto.
CAMILA: Suena ridículo pero con tal que no nos pase nada malo.
LUCIA: Esperemos y veamos qué pasa.
PEPITO: Necesitaría una toalla.
LUCIA: Ya la traigo. (Saliendo)
PEPITO: ¡Empápela en agua caliente! Es preciso que alguien se encargue de echar tres baldes de agua con vinagre en la
entrada.
LUCIA: Le diré a la cocinera.
CAMILA: ¿Qué más necesitas?
PEPITO: ¿Tiene tiza en polvo?
CAMILA: No se.
PEPITO: ¿Y nuez moscada?
CAMILA: Voy a ver. (Sale)
PEPITO: Nuez moscada, agua con vinagre, tiza… Tenemos todo. (Todos corren, entrando y saliendo, con los distintos
elementos. Gran confusión de todos.)
CAMILA: ¡Ya está la casa libre de jettatura, solo falta este lugar! A tirar agua y pasa el bracero por todos lados.
PEPITO: Les garantizo el resultado. Gran desorden de agua y humo.
ÁNGELA: Nos vamos a morir como ratas acá dentro. No se puede respirar. (Entrando Juan con valijas patina en el agua del
piso y cae muy fuerte. Intentan ayudarlo y resbalan todos. Chispas de corto circuito. Griteríos. Luego calma total. Todos
terminan desacomodados.)
JUAN: ¡No van a creer lo que vi en las calles!
TODOS: ¡Que!
JUAN: Carteles de Lucas. Es candidato a gobernador. Y me comentaban que gana seguro. La gente está enloquecida con su
propuesta. ¡Poder Te-le-pa-ti-co para un cambio nacional!
LUCIA. Me da miedo.
CARLOS: Pero si todo era mentira.
PEPITO: Hay que intensificar la cura. Más ruda macho y más.
ÁNGELA: Le pediré trabajo.
JUAN: Yo les decía que era un buen candidato.
TIEMPO. TODOS ENMUDECEN. ENTRA LUCAS. CAMINA ENTRE ELLOS. LO MIRAN ESPANTADOS.TIEMPO.
LUCAS SE SIENTA EN EL MEDIO DEL SILLON. SILENCIO TODOS SE UBICAN AL LADO DE ÉL.
SENTADOS.CALMA.
FOTO DE ÉPOCA.APAGON FINAL.

Potrebbero piacerti anche