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CAPÍTULO UNO

Contextualización

La Inferencia
Si nuestro conocimiento estuviera restringido a la percepción de los hechos que se presentan
directamente a nuestros sentidos, nuestra información sobre el mundo sería bastante
limitada, pues sólo podríamos hablar de aquello que en un momento dado estuviéramos
viendo, palpando, oyendo etc. Estaríamos confinados, en fin, a afirmaciones tan simples
como: “es de día”, “hay rosas rojas”, “el sol ha salido esta mañana” “el agua está salada”,
“en el parque hay una iglesia”, “está lloviendo”; afirmaciones que, como queda claro,
dependen exclusivamente de la evidencia que nos llega a través de los sentidos.

Sin embargo, nuestro conocimiento del mundo es mucho más amplio del que se nos ofrece
directamente a nuestra percepción, e, incluso, más amplio del que alcanzamos a recordar
gracias a nuestra memoria. En efecto, buena parte de nuestro conocimiento es inferencial,
es decir, derivado de información previa, de otros conocimientos, u otros datos, como
cuando alguien es capaz de inferir que “un extraño se acerca a la casa, ya que el perro está
ladrando y nunca lo hace en presencia de conocidos”; o cuando inferimos que “grandes
extensiones de tierra estuvieron cubiertas hace cientos de años por el mar, pues se han
encontrado fósiles marinos en algunas montañas continentales”. Si no pudiéramos en estos
casos hacer inferencias, nunca atinaríamos a resolver problemas tan elementales como
“¿por qué está ladrando el perro?” o “¿por qué hay fósiles marinos en lugares distintos al
mar?” Sólo podríamos afirmar, en estos casos, que el perro ladra y que hay fósiles marinos
en determinado lugar de la tierra; es decir, afirmar sólo aquello que estamos observando.
Pero, como hemos dicho, somos capaces de ir más allá de estos escuetos datos y sacar
inferencias a partir de ellos: “si el perro ladra hay extraños en la casa”, “si hay fósiles
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marinos en la tierra, entonces el mar debió de haber llegado hasta esos lugares hace
cientos de años”. Inferir es, por lo tanto, derivar información nueva a partir de otra
dada previamente; llegar a datos nuevos a partir de otros conocidos con anterioridad;
es, en otras palabras, sacar conclusiones con base en afirmaciones distintas de ellas pero
relacionadas lógicamente. Sin la facultad de inferir, como dijimos, estaríamos limitados a lo
que se nos presente a la evidencia directa, en cuyo caso sólo podríamos hacer afirmaciones
relacionadas con el “aquí” y el “ahora”.

Pensemos ahora en las siguientes proposiciones e intentemos determinar en qué nos


fundamentamos para afirmar que son ciertas o que no lo son:

• En Bucaramanga están construyendo nuevas vías para transporte masivo.


• En Bucaramanga la carrera 27 nos permite ir al sur.
• Juan, mi vecino, es mortal.
• Mañana se parará la Tierra.
• Ningún triángulo tiene cuatro ángulos.

Queda claro que las primeras dos proposiciones son verdaderas, y para ello sólo tenemos
que decir que nuestra experiencia así lo comprueba. En efecto, es sólo cuestión de mirar
y ver que en Bucaramanga hay vías que se vienen construyendo, y sólo tenemos que salir
de la universidad por la carrera 27 para ver que llegamos al sur; dicho de otro modo, no
necesitamos de ninguna inferencia para saber que esas dos proposiciones son verdaderas.
Pero que Juan es mortal, en cambio, es algo que no podemos saber apoyándonos en nuestros
sentidos, pues hasta el momento Juan está vivo. ¿Diremos que es mortal cuando se haya
muerto? Eso sería tan trivial como decir que Juan era soltero hasta cuando se casó, o que
María está soltera porque aún no se ha casado. Es obvio que si Juan se muere él entonces
es un ser mortal; pero… ¿cómo saber que es mortal en este momento? Como se darán
cuenta, no podemos determinar que Juan es mortal de la misma manera como sabemos que
las dos primeras proposiciones son verdaderas. Sin embargo, podemos hacer la siguiente
inferencia: “puesto que todos los hombres son mortales y Juan es un hombre (en todo caso
no es un ángel), entonces de ahí podemos concluir que Juan es mortal”. Es decir, llegamos
a la verdad de que Juan es mortal apoyándonos en otras dos afirmaciones, de las cuales
derivamos la verdad de una tercera, valga decir, la afirmación de que Juan es mortal. Por
otra parte, la última proposición es a todas luces una proposición verdadera, aunque la
fuente de dicha verdad no esté en una comprobación empírica, y aunque tampoco tengamos
que construir ninguna inferencia para lograr determinar la verdad de dicha proposición. Sin
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más, la proposición “ningún triángulo tiene cuatro lados” es verdadera por el mero análisis
de las palabras que la componen.

Ahora bien, muchas de nuestras inferencias son tan automáticas que pocas veces nos damos
cuenta de que estamos sacando conclusiones a partir de los datos que tenemos. Uno espera
el bus en el paradero bajo el supuesto de que el bus va a pasar, aunque, obviamente,
nadie expresa verbalmente la siguiente inferencia: “puesto que el bus va a pasar por este
paradero, entonces me hago en él para ir a la Universidad”. Otro ejemplo: todos salimos
para la casa por la noche bajo el supuesto de que la casa sigue estando donde la dejamos
cuando salimos por la mañana; pero nadie se dice a sí mismo: “puesto que la casa está
ahí mismo donde la dejé por la mañana, entonces me voy para la casa”. Y, sin embargo,
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es obvio que cuando decidimos irnos para la casa es bajo el supuesto de que la casa sigue
estando ahí, bajo el supuesto de que no la ha levantado un tractor y que tampoco los
talibanes le han dirigido un avión pocas horas antes. Como dijimos, realizamos inferencias
de una manera tan rápida que pocas veces nos percatamos de que detrás de esas mismas
conclusiones operan supuestos que por lo general no explicitamos.

Ahora… ¿qué pasaría si el bus que esperamos no llega; o si, de repente, cuando lleguemos
a la casa no hay ya casa? Seguramente tendríamos que admitir que nuestros supuestos, es
decir, la información o los datos que dábamos por hechos, no eran tales; en otras palabras,
que cuando nos paramos en el paradero era apenas un supuesto el de que iba a pasar el
bus, y que cuando nos vamos tan confiados para la casa es apenas un supuesto que la casa
sigue estando donde estaba horas antes. Así, muchas de las inferencias que sacamos en
la vida diaria son tan automáticas que nos sorprendemos solamente cuando nos damos
cuenta de que no funcionan, cuando el mundo “falla” a nuestro alrededor. De cualquier
modo, es una fortuna que en el mundo las cosas ocurran con una relativa regularidad, pues
de lo contrario estaríamos expuestos a una incertidumbre azarosa y desconcertante. Las
lámparas no se caen constantemente de su sitio, los muros regularmente no se desploman,
las sillas en las que nos sentamos no están dañándose a cada momento, ni los pájaros viven
haciendo sus necesidades sobre las cabezas de los desprevenidos transeúntes. Si en estos
casos sucediera con frecuencia todo lo contrario, nadie se pararía debajo de una lámpara,
al lado de una pared, debajo de un árbol, etc., etc. Derivar conclusiones o sacar inferencias
a partir de datos, información, hechos o conocimientos previamente aceptados, es, sin
lugar a dudas, uno de los logros más importantes de la especie humana. Con todo, no hay
que confiar demasiado en nuestras inferencias, pues puede resultar que muchas de ellas
se queden sin piso; menos aún confiar, sin ningún sentido crítico, en las inferencias de los
demás. Un estudiante le dice a otro: “ese profesor es un borrachín, sólo mírale cómo tiene
los ojos de hundidos”; y el otro, más insensato todavía, agrega: “y no sólo eso, yo creo que
es alcohólico y tiene problemas con su esposa”. ¿De dónde han sacado estas inferencias?
Un análisis desprevenido del asunto nos enseñará que estas inferencias, y muchas otras
que derivamos en nuestra vida cotidiana, no tienen ningún sustento, pese a que queramos
hacerlas pasar por buenas inferencias, o pese a que no logremos captar que se trata de
inferencias incorrectas. Una buena dosis de Lógica nos enseñará a derivar conclusiones
correctas, nos enseñará a argumentar de una mejor manera y a defender nuestros puntos
de vista y no aceptar aquellos que son claramente incorrectos.

Veamos ahora un ejemplo de inferencia paso a paso, algo complejo pero divertido a la hora
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de poner a prueba nuestra capacidad inferencial.

La famosa guerra de Troya duró diez años, y en ella participó un nutrido grupo de héroes
griegos, cuyas hazañas cantó el gran Homero. Averigüemos dónde nacieron cuatro de los
más destacados, y quiénes fueron sus esposas y padres relacionando todos los datos en el
cuadro de abajo. Se trata de llevar a cabo inferencias con la información que se tiene para
dar con los nombres que se piden1. La información de la que vamos a partir es la siguiente:

1 Este juego lógico lo encontramos en la siguiente dirección de Internet: http://www.tarkus.info/


juegos/03_n.htm
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1. El esposo de Crésida nació en la antiquísima ciudad de Argos.


2. Penélope contrajo matrimonio con el hijo de Laertes.
3. El caballeroso Héctor nació en Troya; y el esposo de Clitemnestra, en Micenas.
4. El suegro de Andrómaca fue Príamo (cuyo hijo no fue Odiseo).
5. Odiseo vino al mundo en la montañosa isla de Ítaca.
6. Diómedes fue hijo de Tideo.
7. Atreo fue el padre del valeroso Agamenón (que no nació en Argos).

Héroe Nació en Hijo de Esposo de


Agamenón
Diómedes
Héctor
Odiseo

Estos juegos o problemas lógicos son muy útiles para comenzar a comprender las principales
características de la lógica. En cada uno de ellos tenemos un problema: debemos resolver el
ejercicio que se nos propone, es decir, completar la tabla a partir de la información que se
nos suministra.

En este caso, con la información que tenemos, fácilmente podemos completar los siguientes
espacios, pues allí se nos dice claramente que a) Héctor nación en Troya, b) Odiseo nació en
Ítaca, c) Diómedes fue hijo de Tideo y d) Agamenón fue hijo de Atreo.

Héroe Nació en Hijo de Esposo de


Agamenón Atreo
Diómedes Tideo
Héctor Troya
Odiseo Itaca

En principio, con la información que tenemos a la mano sólo podemos rellenar los anteriores
espacios. ¿Y los demás? Pues bien, este es justamente el problema que debemos resolver.

Para ello, podríamos pensar al menos en tres métodos. El primero consistiría en acudir a
nuestra “intuición”. Esto quiere decir que podríamos intentar adivinar la información que
debe ir en cada cuadro e ir contrastando estos intentos con el resto de información que aún
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no hemos usado. La apelación a la “fe” o a la intuición es una forma más común de lo que
a veces estamos dispuestos a admitir para fundamentar muchas de nuestras afirmaciones.
Piénsese por ejemplo en estas aseveraciones: “Este año será el año de mi suerte”, “yo
tengo un ángel que me cuida”, “mi novia me es completamente fiel”, “presiento que
andabas con tus amigotes”.

Para el caso concreto de nuestro problema de los Héroes, podríamos intuir que Agamenón
fue el esposo de Crésida y que, por lo tanto, según lo que se nos dice en el numeral 1,
Agamenón nació en Argos.
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Héroe Nació en Hijo de Esposo de


Agamenón Argos Atreo Cresida
Diómedes Tideo
Héctor Troya
Odiseo Itaca

Ahora bien, vemos que esta adivinanza es problemática porque en el numeral 7 se nos dice
claramente que Agamenón no nació en Argos. Así que hemos caído en un error. Podríamos
intentar otra adivinanza y suponer ahora que el esposo de Crésida es Odiseo, pero esto
tampoco puede ser porque ya sabemos que Odiseo nació en Ítaca. Este método de “adivinar”
es en realidad un método de “prueba y error” que no parece traer muchos resultados, pues
puede suceder que sólo lleguemos a la solución correcta después de haber intentado todas
las posibilidades. Adivinar es, con seguridad, mucho más fácil que pensar, pero también,
dado el caso, mucho más peligroso.

Una segunda forma de intentar resolver nuestro problema de rellenar las casillas puede
ser acudiendo directamente a una biblioteca en búsqueda de los libros adecuados que nos
puedan informar acerca del lugar en donde nacieron estos héroes, así como el nombre de
sus padres y de sus esposas. Si esto hacemos, fácilmente sabremos, por ejemplo, que Odiseo
fue el esposo de Penélope, y que fue hijo de Laertes. Muchos de nuestros conocimientos
provienen de información que extraemos de la lectura de libros, o, como dijimos, de
comprobarlos empíricamente con ayuda de nuestros sentidos, como cuando queremos saber
si el día está soleado. Al respecto, no tiene mucho sentido que intentemos adivinarlo sino que
acudamos directamente a una prueba empírica, en este caso, la experiencia de asomarnos
por la ventana y comprobar directamente si es cierto o no que el día está resplandeciente.
Recordemos, sin embargo, que este procedimiento es bastante limitado, pues no son muchas
las cosas que podemos comprobar basándonos en la experiencia directa de los sentidos.
Pues bien, una tercera forma mediante la cual podemos saber acerca de nuestros héroes es
mediante la aplicación de la lógica, valga decir, derivando inferencias correctas a partir de
los datos iniciales con que contamos. Como lo señalamos anteriormente, una gran parte de
nuestros conocimientos los aceptamos, no porque acudamos a nuestras intuiciones o certezas
psicológicas, ni porque los comprobemos directamente por nuestra propia cuenta, sino porque
son conocimientos que podemos derivar o inferir de otros conocimientos que ya hemos aceptado
como verdaderos. ¿Cómo puedo estar seguro de que mañana saldrá el sol? Sólo porque yo sé
que todos los días sale el sol, y que mañana será otro día como cualquier otro. Por lo tanto, de
ahí concluyo que mañana efectivamente saldrá el sol.
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En el caso de nuestro problema de los Héroes, simplemente necesitamos mirar toda la información
que tenemos en los numerales 1 a 7 y, a partir de ahí, sacar las conclusiones correctas que nos
permitan conocer la información que nos hace falta. Veamos; esto es lo que tenemos:

Héroe Nació en Hijo de Esposo de


Agamenón Atreo
Diómedes Tideo
Héctor Troya
Odiseo Itaca
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El numeral 7 nos dice que Agamenón, quien fuera hijo de Atreo, no nació en Argos. Esto
quiere decir que Diómedes tuvo que ser el héroe que provino de aquella tierra, pues
ya sabemos que Héctor nació en Troya y Odiseo en Ítaca. Así que, con total seguridad,
podemos escribir en nuestra tabla que Diómedes nació en Argos.

Héroe Nació en Hijo de Esposo de


Agamenón Atreo
Diómedes Argos Tideo
Héctor Troya
Odiseo Itaca

Ahora, si Diómedes nació en Argos, Héctor en Troya y Odisea en Ítaca, ¿quién sino Agamenón
pudo haber nacido en Micenas? En efecto, la información de los numerales 1 a 7 nos habla
de cuatro ciudades: Argos, Troya, Ítaca y Micenas; y ya hemos usado las tres primeras en
Diómedes, Héctor y Odiseo respectivamente. Por lo tanto, es absolutamente seguro que
Agamenón nació en Micenas.

Héroe Nació en Hijo de Esposo de


Agamenón Micenas Atreo
Diómedes Argos Tideo
Héctor Troya
Odiseo Itaca

Pues bien, si Agamenón nació en Micenas, podemos concluir, con toda tranquilidad, que fue
esposo de Clitemnestra, pues esto es lo que nos dice el numeral 3. Así que podemos escribirlo.

Héroe Nació en Hijo de Esposo de


Agamenón Micenas Atreo Clitemnestra
Diómedes Argos Tideo
Héctor Troya
Odiseo Itaca

Además, también podemos estar seguros por lo que nos dice el numeral 1 que Diómedes
fue el esposo de Crésida porque ya sabemos que él nació en Argos.
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Héroe Nació en Hijo de Esposo de


Agamenón Micenas Atreo Climenestra
Diómedes Troya Tideo Crésida
Héctor Troya
Odiseo Itaca

Por su parte, el numeral 4 nos dice que el suegro de Andrómaca fue Príamo; lo que quiere
decir que uno de los héroes tuvo que haber sido esposo de Andrómaca y, a la vez, hijo de
Príamo. Ahora bien, el mismo numeral nos dice que este héroe no puede ser Odiseo; por lo
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tanto, podemos concluir que debe ser Héctor, pues a los otros héroes ya les hemos asignado
esposas. Héctor fue pues hijo de Príamo y esposo de Andrómaca.

Héroe Nació en Hijo de Esposo de


Agamenón Micenas Atreo Climenestra
Diómedes Argos Tideo Crésida
Héctor Troya Príamo Andómaca
Odiseo Itaca

Finalmente, el numeral 2 nos habla de una cuarta esposa que contrajo matrimonio con
el hijo de Laertes. La tabla nos muestra que el único héroe al que no le hemos asignado
esposa es a Odiseo. Por lo tanto, podemos estar seguros de que Odiseo fue el esposo de
Penélope, y, a su vez, el hijo de Laertes. Y con esto, sin necesidad de adivinar ni de ir a
ninguna biblioteca ni de haber conocido directamente a estos héroes o ser uno de ellos,
hemos completado la tabla que antes parecía tan difícil de completar. Y lo hemos hecho
aplicando únicamente la lógica; es decir, realizando inferencias correctas a partir de la
información que ya teníamos a nuestra disposición.

Héroe Nació en Hijo de Esposo de


Agamenón Micenas Atreo Climenestra
Diómedes Argos Tideo Crésida
Héctor Troya Príamo Andrómaca
Odiseo Itaca Laertes Penélope

Para recapitular: en términos formales, una inferencia es una expresión de la forma:


“dada esta información, (A), puedo concluir otra, (B), siendo (A) la información aceptada
previamente, o dada, y (B) la información nueva que se deriva de (A)”. La lógica estudia
estas formas inferenciales. En términos psicológicos, por otra parte, la inferencia es el
proceso mental mediante el cual relacionamos la información disponible y llegamos a
otra información nueva relacionada con la primera. Como veremos, estos procesos son
altamente complejos y muy especializados en la conducta humana.

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Ejercicio

a. Dé cinco ejemplos de inferencias correctas, con sus propias palabras, partiendo del caso
anterior.

b. Derive cinco inferencias a partir de la siguiente afirmación: “Todos los banqueros son
capitalistas”.

c. Escriba con sus propias palabras lo que entiende por inferencia.


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d. En cierta prisión se encontraban recluidos tres inteligentes y lógicos prisioneros. Los tres
pagaban una condena de cadena perpetua. Uno de ellos tenía una visión normal, otro
sólo contaba con un ojo y, el tercero, era completamente ciego. Un buen día el carcelero
les propuso un reto: “Tengo 5 sombreros. Dos de ellos son rojos y tres son blancos. Voy
a seleccionar tres sombreros para colocarlos en sus cabezas de forma tal que ninguno de
ustedes pueda ver el sombrero que tiene en su cabeza, pero, si lo desean, puede ver el
sombrero de sus compañeros. Si alguno de ustedes es capaz de decirme de qué color es
el sombrero que tiene en su cabeza le daré la libertad. Pero sepan que si se equivocan les
cambiaré su cadena perpetua por la pena de muerte. Claro, también pueden escoger “pasar”
y su pena seguirá siendo la misma”. Primero que todo el carcelero le peguntó al prisionero
con vista normal. Este prefirió pasar. Después le preguntó al prisionero con un solo ojo, quien
también decidió pasar. El carcelero, al ver esto, no iba a preguntarle nada al ciego, pero éste
se apresuró a decirle: “¡Carcelero! No tengo necesidad de ver. De lo que mis compañeros con
ojos han dicho o no han dicho yo puedo “ver” con toda claridad que mi sombrero es de color
_____” Y efectivamente el prisionero ciego recobró su libertad. ¿De qué color era el sombrero
del prisionero ciego y cómo lo supo él?

e. En cierta sociedad, muy diferente de la nuestra, los políticos siempre mienten mientras que
los no políticos siempre dicen la verdad. Un extraño se encuentra con tres nativos de dicha
sociedad y la pregunta al primero de ellos: “¿Eres un político?”. El primer nativo responde a la
pregunta. Después, el segundo nativo afirma que el primero negó ser un político. Finalmente el
tercer nativo dice que el primer nativo es un político. ¿Cuántos de los nativos son políticos?

f. En la siguiente “suma de letras” cada letra debe ser reemplazada por un número único de 0 a
9. Lo que sabemos es que a la letra D le corresponde el número 5. ¿Qué número le corresponde
a las demás letras?

D O N A L D
G E R A L D

R O B E R T

Orígenes de la inferencia
Para nadie es un secreto que los seres humanos tenemos la capacidad de razonar, de inferir,
de sacar conclusiones. Ya lo hemos comprobado. Pero, ¿existe alguna prueba científica que
nos asegure que dicha capacidad nos diferencia de otras criaturas del universo?
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La psicología evolutiva ha proporcionado el experimento conocido como experiencia


de Buytendijk, que “muestra mejor que otros – según palabras del psicólogo ruso
Alexander Romanovich Luria – las diferencias entre el pensamiento del hombre y el de los
animales”2.

En la prueba se disponía una serie de recipientes. En presencia de un animal (aves, perros


o monos), se colocaba un alimento en el primero de estos recipientes y se lo cerraba. El
animal se dirigía entonces al lugar y lo encontraba. Después, y sin que el animal se percatara
de ello, el experimentador ponía el alimento en el segundo recipiente. Ahora el animal
2 LURIA, Alexander. Conciencia y lenguaje. Madrid: Pablo del Río- Editor, S. A. 1979 p.12.
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debía encontrarlo, pero no lo hacía sino sólo después de dirigirse al primer recipiente, en
donde se había dispuesto el alimento la primera vez. Luego de pasarlo al tercer recipiente,
el animal iba y lo buscaba en el segundo, es decir, en donde lo había encontrado hacía un
momento. Cuando en el cuarto, lo buscaba en el tercero, y así progresivamente.

A diferencia de estos resultados, un niño de aproximadamente tres años y medio ya es capaz


de inferir, luego de algunas pruebas, que el alimento será dispuesto en cada nueva ocasión
en el recipiente siguiente. Un niño de la edad señalada es capaz entonces de salir de la
experiencia inmediata derivada de la percepción directa y “avanzar” hacia un principio
abstracto que le permita inferir lo que pasará en una situación no percibida. Si también el
niño estuviera confinado a los límites de su experiencia directa, jamás podría ir más allá de
la situación concreta. En palabras de Luria, “en la conducta del animal dominan las huellas
de la experiencia inmediata anterior y el principio abstracto de “siguiente” no se forma”,
mientras que en el niño sí”3.

La experiencia de Buytendijk es muy clara y muestra que desde muy temprana edad los
seres humanos derivamos conclusiones o hacemos inferencias a partir de los datos obtenidos
en la experiencia. En el caso de la prueba anterior, la inferencia sería algo así como esto:
“el alimento está en el recipiente siguiente, porque las experiencias pasadas muestran que
cada nueva vez el alimento pasa del lugar anterior al que le sigue”.

Se aprecia en esta verbalización del razonamiento que la primera parte del enunciado no
es algo que al momento pueda ser observado. Si el alimento está o no en el recipiente
siguiente es cosa que no puede saberse por la evidencia directa de los sentidos. Pero
como se dijo anteriormente, los seres humanos somos capaces de desprendernos de lo
inmediatamente percibido – a diferencia de otros animales – y derivar conclusiones que
no se ligan a la percepción directa. En este sentido, se puede entender por razonar la
capacidad que tenemos todos los seres humanos de derivar o inferir mentalmente una
información nueva a partir de otra previamente aceptada. Argumentar equivale, por su
parte, a la verbalización de un razonamiento, es decir, a la presentación verbal o escrita
de una cadena inferencial de pensamientos.

Ahora bien, otros psicólogos se han preguntado si el proceso de inferencia aparece


implícitamente en la acción del niño, es decir, antes de que el niño pueda verbalizar sus
pensamientos, o si la lógica de la inferencia tiene lugar por el lenguaje. Por las razones
ofrecidas hasta el momento por diversa clase de psicólogos (Piaget4, Donaldson5), lo que
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parece probarse es que la inferencia es independiente del lenguaje.

Para mostrar que la inferencia aparece antes de que el niño domine el lenguaje, Donaldson
toma el caso (habitual) en el cual un niño de menos de doce meses de edad debe elegir entre
3 Op. cit., p. 12.
4 PIAGET, Jean. La formación en el niño. Fondo de Cultura Económica. 1994.
5 DONALDSON, M. “Los orígenes de la inferencia”. En: La elaboración del sentido. La construcción del
mundo por el niño. Jerome Bruner Haste (Comp). Barcelona: Paidós. 1990. Dice Donaldson: “Una de
las características de nuestra mente es que nos ocupamos no sólo de lo que es, sino también de lo que
debe ser. Podemos razonar que si algo es cierto, entonces otra cosa sobre la cual no tenemos pruebas
inmediatas debe ser también cierta. Gran parte del tiempo lo hacemos automáticamente, apenas
notando el salto, y lo hacemos con eficacia y fluidez”.
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un juguete que tiene en sus manos y otro que se le ofrece. La noción de incompatibilidad,
que en términos lógicos se expresa por el principio de no contradicción (“una cosa no puede
ser y no ser al mismo tiempo y en el mismo sentido”), no se advierte antes del primer año
de vida en situaciones como la presencia de dos juguetes. Dicho de otro modo, los niños de
menos de un año, ante estas situaciones de incompatibilidad, no advierten que se trata de
una elección, a la cual le subyace el principio de no contradicción. Lo que sucede entonces
es que a este nivel el niño se enfrenta a dos impulsos: mantener el juguete que ya tiene en
sus manos y aceptar el nuevo.

Todavía a los siete meses, los niños no logran pasar un juguete de una mano a otra. Si se les
presenta uno nuevo para que lo tomen con la mano que está ocupada, aprietan ésta y con
la misma golpean el objeto que se les ofrece. Promedio esta edad, aprenden a pasar los
objetos de una mano a otra, aunque si tienen las dos manos ocupadas, no sueltan uno de
los objetos cuando se les presenta otro para elegir. Pero a los doce meses se da un cambio
cualitativo de esta situación, pues ahora el niño es capaz de desprenderse del objeto para
tomar otro. En términos de Donaldson, el niño de doce meses “empieza a darse cuanta de que
si vuelve a coger el objeto A, no podrá aceptar el objeto B. Deberá tener A o B en la mano,
pero no ambas a la vez: debe elegir”6. Así pues, uno de los requisitos de la inferencia está dado
por la experiencia de tener impulsos conflictivos, imposibles de ser realizados a la vez.

No hay que olvidar en este punto que cuando se verbalizan en el discurso adulto estas
formas de razonamiento, se carece de un equivalente verbal en la mente de los niños. Es
a todas luces claro que ningún niño de doce meses podría dar cuenta de que su inferencia
está considerando el principio de no contradicción. Pero no por eso deja de ser evidente
que es bajo este principio que se hace posible la inferencia.

También en el caso de los niños de tres años y medio que logran inferir el lugar donde se
encontrará el alimento puede resultar que no ofrezcan una respuesta verbal acertada como
la que daría un adulto, pese a lo cual no dudamos que se realiza el razonamiento. Los dos
casos relatados anteriormente, uno en el marco de la psicología evolutiva y el otro en el
de la psicología cognitiva, muestran, desde distintos ángulos, la sensibilidad que tenemos
todos los seres humanos para razonar. En el primer caso, queda claro que, incluso frente
a tareas que podríamos llamar elementales – saber en dónde se encontrará el alimento
en una próxima ocasión – ya se nos hace evidente hasta qué punto nos separamos de
los animales. El segundo caso mostraría que, pese a la ausencia de verbalización de un
principio tan complejo como el de no contradicción, ya en la acción del niño se presagia la
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reacción ante las incompatibilidades, lo cual es condición de todo razonamiento.

Ahora bien, a pesar de esta capacidad innata de los seres humanos para hacer inferencias,
resulta algo extraño que seamos tan proclives a aceptar afirmaciones que no soportan el más
mínimo análisis lógico o que no se siguen lógicamente de otras afirmaciones bien fundamentadas.
Pensemos, por ejemplo, en estas afirmaciones:

• Es mejor malo conocido que bueno por conocer.


• Le caigo mal al profesor.

6 Ibíd. p. 98.
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• El que no está conmigo está contra mí.


• Lo peor está por venir.
• La Filosofía es para locos.

Muchas de estas afirmaciones, como hemos dicho, son pan de cada día; la gente repite
estas y otras cientos de frases que, a fuerza de ser repetidas, terminan pareciendo
verdades absolutas. Como si fuera poco, hay quienes son capaces de dar hasta la vida por
afirmaciones como:

• La vida no vale nada.


• El comunismo es la salida a todos nuestros problemas.
• Cristo nos hará libres.
• Era mejor no haber nacido.

En el campo de las inferencias, resulta también bastante cómodo sacar conclusiones


rápidas en lugar de detenerse a pensar en si tenemos buenos argumentos para afirmar lo
que afirmamos:

• El carro del profesor no está en el parqueadero, por lo tanto, el profesor no vino a la


Universidad.
• A Juan lo mataron en la discoteca. Por lo tanto, algo habrá hecho.
• Si no cerramos la Universidad, entonces los estudiantes no se informan del pliego.
• Juan dijo que no había examen; por lo tanto, no hay examen.

Estas afirmaciones sin ningún sustento y las inferencias “sacadas a la loca”, son un claro
ejemplo de esa tendencia facilista que en no pocas ocasiones nos conduce a clausurar nuestro
sentido crítico. Pero lo peor de esto quizá estriba en el acostumbramiento a estas formas de
pensar. En efecto, quienes se acostumbran a creerse este tipo de “verdades”, difícilmente
podrán luego salirse de estos modelos de pensamiento, lo que a la postre puede impedirles el
sano uso de la lógica en el diario vivir y en su paso por la Filosofía, pues como propedéutica, la
lógica enseña hábitos de pensamiento ceñidos al correcto uso de las inferencias.

Ejercicio
Lógica y Teoría de la Argumentación

a. Tome cada uno de los ejemplos anteriores con los que se explica qué es una inferencia y
distinga la información conocida (A) de la información nueva (B). Tenga en cuenta que A puede
estar compuesta por varios enunciados, lo mismo que B.

b. Dé cinco ejemplos de inferencias correctas.

c. Lea con cuidado el siguiente pasaje filosófico y desarrolle por escrito dos o más inferencias
que se sigan lógicamente de lo expuesto en el texto. Procure que las inferencias no sean
frases cortas. Pueden escribirse en dos párrafos.
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“Algunas personas, especialmente delicadas, son extremadamente sensibles a los avatares


de la vida, siendo así, que cualquier acontecimiento que les depare el destino les puede
proporcionar un gran gozo, o bien pueden experimentar un profundo dolor ante cualquier
tipo de sinsabor o adversidad. Las atenciones y los favores despiertan su amistad, mientras
que la menor de las injurias provoca en ellos un gran resentimiento. Cualquier tipo de honor
o distinción les eleva sobre manera; pero sucumben fácilmente ante la mínima señal de
desprecio. La gente que tiene este carácter, sin lugar a dudas, disfruta de muchas más
alegrías, pero también es verdad que sufren tremendamente, mucho más que aquellas otras
personas que tienen un carácter más frío y atemperado. No obstante, en mi opinión, si uno
pudiera elegir su propio temperamento, es preferible pertenecer al segundo tipo. La fortuna o
la desventura no están en nuestras manos, de tal forma que cuando una persona pertenece al
primer tipo descrito, su tristeza o su resentimiento se apoderan de él en un grado tal que no le
permiten gozar de los pequeños placeres de la vida, que constituyen gran parte de la felicidad.
Los grandes placeres son mucho más escasos que los grandes sufrimientos, de tal forma,
que un temperamento sensible tendrá que enfrentarse a un número inferior de adversidades
si pertenece al segundo grupo que al primero. Sin olvidar, además, que los hombres tan
pasionales tienden a ser arrastrados más allá de los límites que marcan la prudencia y la
discreción, y dan pasos en falso en la vida que, con frecuencia, son irreversibles”.7

Inferencias emotivas
Un tema que viene bien con el de las inferencias es el relacionado con nuestras distintas
formas de interpretar y valorar los hechos. Como tal, los hechos no son nunca ni bueno
ni malos, aunque es obvio que en nuestro diario vivir no sólo describimos hechos, pues
también hacemos valoraciones emotivas sobre los hechos mismos. Una señora regala $
10.000 a una iglesia. Ese es el hecho escueto. Pero, ¿qué decimos si la señora que hace esto
es una mujer acaudalada de clase alta, o si quien ofrece esta dádiva es la pobre viejecita
que se queda sin comer por regalar esa suma? De la primera podemos decir que es una
“tacaña”, “amarrada”, “hambrienta”; de la segunda que es una mujer de buen corazón,
dadivosa, piadosa, y muchas cosas de ese talante. Pero, si nos fijamos bien, el hecho es el
mismo, valga decir, regalar $10.000, y lo que cambia es sólo la valoración del hecho mismo:
la primera valoración es negativa, la segunda positiva. Llamamos contenido fáctico de una
afirmación o proposición a lo que ella dice del mundo real, a lo que la proposición expresa,
y contenido emotivo a lo que le agregamos a la proposición en términos valorativos.
Lógica y Teoría de la Argumentación

El contenido fáctico es, en suma, lo que refleja la proposición del hecho mismo que
describe, mientras que el emotivo se refiere a la parte subjetiva que nosotros le agregamos
en ocasiones a los hechos. En cuanto al contenido emotivo, no es lo mismo decir “doña
María sirvió un suculento almuerzo”, que decir “doña María sirvió un almuerzo maluco”; el
contenido fáctico, sin embargo, es el mismo, valga decir, el hecho de que la señora María

7 HUME, David. “Sobre la delicadez en el gusto y la templanza en las pasiones”. Apareció en 1741 en el
primer volumen de los Essays Moral and Polítical. El texto que aparece aquí es el que se publicó en la
edición de 1777 de Essays and Treatise on several Subjects. La traducción de Paloma García Abad ha
sido realizada a partir de la edición de James Fieser, The Writings of David Hume, (Internet Release,
1995) (jfieser@utm.edu).
C A P I T U L O U N O - Contextualización
21

ofreció un almuerzo. Así, puede decirse que es bastante fácil ponerse de acuerdo sobre el
contenido fáctico de una proposición (sucedió, no sucedió), pero difícil ponerse de acuerdo
en cuanto a la valoración emotiva, pues lo que para algunos puede resultar bueno para
otros puede no serlo. Hay casos, eso sí, en los que las personas pueden llegar a acuerdos
sobre las valoraciones, y, de hecho, las personas escogen sus relaciones de amor y de
amistad muchas veces a partir de esas valoraciones compartidas. El fútbol es visto como
el mejor espectáculo deportivo del mundo y congrega a pueblos y naciones enteras; en lo
religioso, en cambio, las valoraciones pueden llegar a tal extremo que hasta las naciones
mismas que se enfrentan de manera amistosa en el fútbol son capaces de declararse una
guerra cruenta entre ellas por asuntos relacionados con su religión.

Se entenderá, en este sentido, lo difícil que es atenerse a los hechos sin emitir ningún
tipo de valoración; no obstante, es preciso saber en qué momento estamos yendo más allá
de los hechos, en qué momentos son nuestras valoraciones las que se están imponiendo
en nuestra percepción de la realidad y saber cuándo una discusión se convierte en banal
en razón a las valoraciones subjetivas de los participantes. Cuando una persona se atiene
a los hechos y saca inferencias correctas de los mismos, decimos que esa persona es
objetiva; en cambio, decimos que una persona es emotiva o subjetiva cuando antepone sus
propios juicios o valoraciones al examen minucioso de los hechos mismos. Y, puesto que
nos debatimos entre la razón y la pasión, separar lo objetivo de lo subjetivo es una tarea,
además de difícil, pocas veces nada grata. Juan se enamora y dice que Juliana es la más
bella y buena de todas las mujeres del mundo. Y lo peor: ella dice lo mismo de Juan. Un
examen cuidadoso de los hechos les hará entender que están equivocados, y contarán con
suerte si se enteran antes de casarse. El siguiente parece ser, en cambio, un juicio más
razonable sobre hombres y mujeres: Juliana es tan buena como lo puede ser cualquier ser
humano, y Juan lo mismo; ni más, ni menos.

Los siguientes ejemplos muestran la diversidad de valoraciones que encontramos frente a


hechos semejantes:

• Colombia salió de la Copa del Mundo con la frente en alto.


• Colombia fue eliminada de manera vergonzosa de la Copa del Mundo.
• El presidente Uribe es un desgraciado.
• El presidente Uribe es sensacional.
• Juan perdió sólo una materia. (téngase en cuenta que Juan cursaba dos asignaturas).
• Juan perdió la mitad de la plata del semestre.
Lógica y Teoría de la Argumentación

• Queman 20 buses en Bogotá.


• Se promueve venta de extintores.

Ejercicio

Lea con cuidado las siguientes afirmaciones y determine el contenido fáctico de cada una de ellas y el
contenido emotivo. Las afirmaciones están hechas de a pares para facilitar el ejercicio.
Pedro Antonio García Obando • Javier Orlando Aguirre Román
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a. El Atlético Bucaramanga tiene un fútbol tacaño y aburrido: en los 90 minutos únicamente se defiende.
b. La solidez defensiva que caracteriza al Atlético Bucaramanga lo hace un equipo muy
interesante.
c. Mi hija María a menudo trata de ganar por métodos no ortodoxos.
d. María es una tramposa que sólo gana haciendo trampa.
e. Yo desconfío mucho de Julián pues siempre está inventando historias.
f. Hablar con Julián es muy interesante porque tiene una gran imaginación.
g. La intensa presión del ejército permitió que el secuestrado, con algo de suerte, pudiera escapar.
h. El secuestrado escapó, pero si no hubiera sido por el azar, la irresponsable e inhumana presión
militar hubiera llevado a un desenlace fatal.
i. Los comunistas barrieron con todo en un avance de cinco kilómetros.
j. Los rojos fueron detenidos totalmente después de un avance de cinco kilómetros.

Hay que aclarar, eso sí, que la emotividad no es, por sí misma, negativa. La vida, de hecho,
sería imposible sin juicios emotivos. Hay que distinguir, sin embargo, en qué ámbitos tienen
sentido los juicios emotivos o valorativos. Así, un filósofo que afirme que le gustan las ideas
de, pongamos por caso, Sartre, pero que sólo argumenta que Sartre escribía muy lindo y
que era además muy querido, es seguramente un filósofo que se ha dejado llevar de su
emotividad más que de su buen juicio. Quien afirme, de otra parte, que no le gusta la
poesía aduciendo que sólo se atiene a lo que es real y verdadero, tendrá que ir rápido al
psiquiatra, pues tampoco se puede vivir sin una buena dosis de poesía en la vida, pese a
que seguramente la poesía nunca resolverá los problemas de la vida real y concreta. Cada
cosa en su lugar y cada lugar para cada cosa, reza un adagio popular. Ni la emotividad
llevada a tal extremo que imposibilite ver el mundo tal y como él es, ni la perniciosa manía
de neuróticos que sólo se atienen a los hechos y ven el mundo material como la única cosa
que tiene sentido en la existencia.

La ciencia se caracteriza, entre otras cosas, por atenerse a los hechos de una forma
rigurosa. La literatura, en cambio, permite despertar emociones, lo mismo que la música.
En vano le pediríamos musicalidad a un teorema, o que nos haga llorar de la emoción;
vano sería también pedirle objetividad a una obra de teatro, pues ésta intenta, como
demostró ampliamente Aristóteles en su obra la Poética, provocar la catarsis de las pasiones
humanas. Por su parte, a la lógica le interesa la coherencia interna de los argumentos, esto
es, determinar si un razonamiento o inferencia es correcto o incorrecto.

Lo que también queda claro de lo antes dicho es que, además de ser capaces de realizar
inferencias correctas, los seres humanos son también capaces de expresar sus emociones con
la ayuda de otras formas de lenguaje. Llamamos funciones del lenguaje a las distintas formas
Lógica y Teoría de la Argumentación

lingüísticas empleadas por los seres humanos para expresar ideas, emociones, órdenes, narrar,
describir, explicar, etc. Veamos:

Funciones del lenguaje


El tema del lenguaje es tan amplio que desbordaría cualquier biblioteca de cien mil o
doscientos mil libros. A él se han referido filósofos, psicólogos, neurólogos, antropólogos,
C A P I T U L O U N O - Contextualización
23

y, claro, lingüistas. ¿Es convencional o natural la relación entre las palabras y las cosas?,
se pregunta Platón en su bello libro Cratilo; ¿es innato el lenguaje humano?, se preguntan
psicólogos como Jean Piaget, Jerome Bruner; ¿se localiza el lenguaje de manera específica
según sus propiedades estructurales en el cerebro?, se preguntan neurólogos como Luria;
¿la visión de mundo está determinada por la cultura y ésta a su vez determinada por el
lenguaje?, se pregunta el antropólogo norteamericano Edward Sapir; ¿es específico de la
especie humana el lenguaje y en qué radica tal especificidad?, se pregunta el lingüista más
importante de todos los tiempos, Noam Chomsky.

Ese bello regalo del destino, como llamó Hegel al lenguaje, ha sido pues tema de arduas
investigaciones, en especial durante el siglo pasado, no en vano denominado el siglo del
descubrimiento lingüístico. Por lo pronto, analizaremos algunas funciones del lenguaje, con
el objetivo de determinar la función que de por sí le interesa a la lógica, aunque sin desestimar
otras formas lingüísticas propias de otras áreas, incluidas la Literatura y la Filosofía.

Ya hemos hecho referencia a la Función Emotiva, llamada también por otros estudiosos
del lenguaje Función Expresiva. Gracias a esta función, los seres humanos intentan dar
a conocer sus emociones, sus estados de ánimo, sus apreciaciones subjetivas sobre el
mundo. En este ámbito, como hemos dicho, cabe la literatura, la música, la poesía. ¿Se
logra expresar lo que se siente a través de esta función del lenguaje y sus mediaciones,
la literatura, la poesía o la música? Pregunta que, obviamente, no responderemos aquí,
pero que puede ser el inicio de una reflexión filosófica, referida al tema más general de los
límites del lenguaje y del conocimiento mismo. ¿Qué nos dice, por ejemplo, el siguiente
poema del poeta Jaime Sabines?

LOS AMOROSOS

Los amorosos callan.


El amor es el silencio más fino,
el más tembloroso, el más insoportable.
Los amorosos buscan,
los amorosos son los que abandonan,
son los que cambian, los que olvidan.
Su corazón les dice que nunca han de encontrar,
no encuentran, buscan.
Lógica y Teoría de la Argumentación

Los amorosos andan como locos


porque están solos, solos, solos,
entregándose, dándose a cada rato,
llorando porque no salvan al amor.
Les preocupa el amor. Los amorosos
viven al día, no pueden hacer más, no saben.
Siempre se están yendo,
siempre, hacia alguna parte.

Esperan,
no esperan nada, pero esperan.
Pedro Antonio García Obando • Javier Orlando Aguirre Román
24

Saben que nunca han de encontrar.


El amor es la prórroga perpetua,
siempre el paso siguiente, el otro, el otro.
Los amorosos son los insaciables,
los que siempre — ¡qué bueno! — han de estar solos.

Los amorosos son la hidra del cuento.


Tienen serpientes en lugar de brazos.
Las venas del cuello se les hinchan
también como serpientes para asfixiarlos.
Los amorosos no pueden dormir
porque si se duermen se los comen los gusanos.

En la oscuridad abren los ojos


y les cae en ellos el espanto.

Encuentran alacranes bajo la sábana


y su cama flota como sobre un lago.

Los amorosos son locos, sólo locos,


sin Dios y sin diablo.

Los amorosos salen de sus cuevas


temblorosos, hambrientos,
a cazar fantasmas.
Se ríen de las gentes que lo saben todo,
de las que aman a perpetuidad, verídicamente,
de las que creen en el amor como en una lámpara de inagotable aceite.

Los amorosos juegan a coger el agua,


a tatuar el humo, a no irse.
Juegan el largo, el triste juego del amor.
Nadie ha de resignarse.
Dicen que nadie ha de resignarse.
Los amorosos se avergüenzan de toda conformación.

Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla,


la muerte les fermenta detrás de los ojos,
Lógica y Teoría de la Argumentación

y ellos caminan, lloran hasta la madrugada


en que trenes y gallos se despiden dolorosamente.

Les llega a veces un olor a tierra recién nacida,


a mujeres que duermen con la mano en el sexo, complacidas,
a arroyos de agua tierna y a cocinas.

Los amorosos se ponen a cantar entre labios


una canción no aprendida.
Y se van llorando, llorando
la hermosa vida.
C A P I T U L O U N O - Contextualización
25

En un bello ensayo titulado “De la delicadeza del gusto y la templanza en las pasiones”,
el filósofo escocés, David Hume, detalla con total lucidez el carácter humano que más
afinidad tiene frente a este tipo de expresiones, al tiempo que señala que las pulsiones
pasionales, que se expresan en la emotividad, se materializan o se realizan de una manera
no violenta cuando nos dejamos afectar por el lenguaje emotivo. Por eso afirmaba este
gran filósofo:
Nada resulta tan enriquecedor para el espíritu como el estudio de la belleza, bien
sea la poesía, la elocuencia, la música o la pintura. Estas artes elevan nuestro
espíritu a un nivel desconocido para el resto de la humanidad. Las emociones
que despiertan son dulces y tiernas. Apartan la mente de la turbulencia de los
negocios y los intereses; fomentan la reflexión; predisponen a la tranquilidad; y
provocan una agradable melancolía que es, de todas los estados de la mente, el
más adecuado para la amistad y el amor.

Gracias a la Función Informativa del lenguaje, denominada también Función Referencial


o Proposicional, logramos describir el mundo real o acercarnos a una comprensión más
objetiva del mismo. Este es, en suma, el lenguaje que utilizan las ciencias naturales, un
lenguaje que intenta por todos los medios posibles acercarse a una descripción adecuada
de la realidad, a una descripción objetiva del mundo natural. En este tipo de lenguaje están
expresadas las leyes de la Física, por ejemplo, la Ley de la Acción y la Reacción, lo mismo
que las leyes de la Química, como la famosa Ley del Octeto. Es un supuesto, aceptado por
buena parte de los hombres de ciencias (en especial de las llamadas ciencias duras), que
la subjetividad y la emotividad están por fuera de las descripciones científicas que ellos
proponen como las más adecuadas para entender la realidad. Para otros, sin embargo, la
ciencia no es tan neutral, pues en ella caben también los intereses, las perspectivas, e,
incluso, las luchas ideológicas que hacen prevalecer uno u otro paradigma científico. Pero,
por regla general, es aceptado que entre las diferentes expresiones de la inteligencia
humana, son las ciencias naturales las que más obvian ese carácter subjetivo propio de
otras expresiones humanas.

Pero la función informativa no se limita al campo de la ciencia. Los filósofos, o mejor,


buena parte de ellos, han escrito sus obras bajo la consideración de estar informando
sobre algunas realidades muy particulares, valga decir, sobre ideas que, si bien no son
susceptibles de ser llevadas a la comprobación empírica o al laboratorio, gozan de una
cierta credibilidad por lo ingeniosas y, sobre todo, por lo bien argumentadas. Es posible
que Platón hubiera sido poeta antes que filósofo, pero eso no le quita que sus ideas
estén expresadas en sendas proposiciones y en sendas cadenas argumentativas, pese a
Lógica y Teoría de la Argumentación

que también son el producto de su delicadeza poética. Debe quedar claro, entonces, que
la función informativa del lenguaje no se restringe a las ciencias naturales, aunque sea
también verdad que la información que vehicula la ciencia no es de la misma naturaleza (y
quizá no goza del mismo prestigio) que la expresada por los filósofos.

Como se podrá haber inferido ya, es la función informativa la que interesa en el estudio
de la lógica, pues toda inferencia une enunciados que informan algo sobre un estado de
cosas determinado que ocurre en el mundo. Dicho de otro modo, en toda inferencia lo
que hacemos es unir una o más afirmaciones de cuya verdad estamos algo seguros, o
muy seguros, para luego derivar de ellas las conclusiones del caso. Dicho de otro modo, las
Pedro Antonio García Obando • Javier Orlando Aguirre Román
26

conclusiones no pueden salir de la nada, es decir, requieren partir de alguna información


previa que hayamos obtenido, y de ahí la importancia de la función informativa del lenguaje
para la lógica.

La Función Interrogativa es otra de las funciones importantes del lenguaje. Su uso nos
permite plantear toda suerte de inquietudes sobre una gran diversidad de temas, y es por
ello la entrada al conocimiento, pues de las preguntas vienen las respuestas, de éstas más
preguntas, y así hasta completar versiones del mundo relativamente estables que nos permiten
comprenderlo y asimilarlo. Una actitud filosófica está siempre en posición interrogativa, y es
menester mantener dicha actitud de cara a ampliar nuestro horizonte filosófico.

Otras funciones del lenguaje son: la Función Narrativa, la cual nos permite relatar
historias que surgen ante eventos no canónicos que requieren estructurarse para cobrar
pleno sentido. La narración es, así, un recurso que empleamos los seres humanos cada vez
que necesitamos incluir un evento extraño en una cadena de hechos que se le relacionan y
hasta lo explican. La Función Metalingüística se da cuando un sistema de signos, en este
caso nuestro idioma, se emplea para referirse al idioma mismo. Por ejemplo: “la palabra
“rayar” puede también emplearse como límite”. Como puede observarse, la frase que está
entrecomillas no se refiere a ningún hecho, no es una expresión emotiva, pero tampoco es
una oración interrogativa; se refiere, en cambio, a la palabra “rayar” y está hablando de lo
que también significa esta palabra; es decir, estamos empleando el idioma para referirnos
a una parte del mismo, a la palabra “rayar”, que también hace parte del sistema de signos
que es la lengua española. La Función Directiva, también llamada Función Imperativa,
es empleada en aquellos casos en los que se da una orden, se exige algo o se impone un
mandato. Muchas leyes se apoyan en esta función, como cuando se dice: “no matarás”, “no
desearás la mujer del prójimos”, y cosas de esa naturaleza; también se la emplea en la vida
cotidiana: “vete de mi casa”, “no quiero que me vuelvas a hablar”. La Función Social se
refleja en las frases de cortesía (“gracias”, “sígase”, “tenga la amabilidad), en las frases de
saludo (“buenos días”, “cómo amaneces”), y en toda esa clase de sencillas pero necesarias
frases del diario vivir en situaciones de contacto social con las demás personas.

Algunas de las llamadas funciones del lenguaje aparecen en principio bajo una modalidad
diferente de la que en realidad les corresponde. Así, si el jefe le dice a su secretaria
“señorita, el trabajo estará listo para mañana”, no es que le esté informando algo sobre
el tal trabajo, o que se esté refiriendo a un estado de cosas en el mundo, sino que le está
dando una orden, y así seguramente la secretaria lo entiende. La “pregunta” típica en el
comedor “¿me puedes pasar la sal?”, no es una pregunta propiamente dicha, pues no se
Lógica y Teoría de la Argumentación

está indagando por la capacidad que uno tiene de pasar o no la sal, sino que se trata de una
frase de cortesía, traducible más bien a “tenga la amabilidad y me pasa la sal”. Si un verso
dice “los amorosos juegan a coger el agua, a tatuar el humo”, no se quiere decir con ello
que eso sea real, es decir, nadie pretenda ver a un enamorado intentando tatuar el humo;
en otras palabras, este verso no es un descripción del mundo real, aunque así lo parezca; es,
por el contrario, una expresión, quizá, de la imposibilidad de realización del sentimiento de
los enamorados. El borrachito llega a su casa y su esposa le dice “¡muy bonito, ah!”, lo cual,
con toda seguridad, es un desprecio y no una expresión emotiva de afecto.

Cerremos este subcapítulo con la siguiente aclaración conceptual. De todas las funciones
del lenguaje, bien importantes cada una de ellas, sólo la función informativa es aplicable
C A P I T U L O U N O - Contextualización
27

a la lógica. Cuando usamos el lenguaje para informar empleamos proposiciones, es decir,


enunciados de los que se puede saber en principio si son verdaderos o falsos. Así, como
hemos dicho, una proposición es el significado de un enunciado, lo que queremos expresar
con él, su contenido, y puede por ello ser calificada de verdadera o falsa. En un sentido
amplio, puede decirse que si la proposición concuerda con la realidad, con lo que describe,
entonces dicha proposición es verdadera, y falsa en sentido contrario. Cuando se hacen
inferencias, es claro que se requiere que haya enunciados de los cuales se pueda partir,
enunciados que, a su vez, se supone o se sabe que son verdaderos. De las otras expresiones
del lenguaje, como se entenderá, no se pueden sacar conclusiones, no se pueden elaborar
inferencias. ¿Qué se puede concluir lógicamente de una pregunta? ¿Qué de una orden? ¿Qué
de una expresión emotiva o de un saludo de cortesía? Sólo de las proposiciones se siguen
inferencias.

Ejercicio

Lea con cuidado las siguientes afirmaciones y distinga las funciones del lenguaje empleadas en cada
una de ellas.

a. Todas las rosas son perfumadas.

b. En esta cárcel las reglas son para cumplir (le dice un guardia a los reclusos).

c. ¿Cuál es el origen de las palabras “bueno” y “malo”?

d. (a + b) ² = a² +2ab + b²

e. Hay en olvido un olor de ti que ya no existe.

f. El día que me quieras las rosas se engalanan.

g. ¿Qué hay de tu vida?

h. La lógica es el estudio de las inferencias y los razonamientos.

i. La palabra “amor” es tan frágil como las mariposas.

j. María está cantando.


Lógica y Teoría de la Argumentación

Lógica y Filosofía
Ahora bien, la Filosofía sería imposible sin esta facultad de inferir, pues los filósofos derivan
conclusiones a partir de premisas que les parecen plausibles, a partir de información que
consideran cierta o en razón a ciertos principios que valoran como fundamentales. Bertrand
Russell, uno de los filósofos más importantes del siglo pasado, concluía (léase infería) que
Pedro Antonio García Obando • Javier Orlando Aguirre Román
28

es preferible la buena educación a la enseñanza de la virtud. El argumento completo es el


siguiente:

Los males del mundo se deben tanto a los defectos morales como a la falta
de inteligencia. Pero la raza humana no ha descubierto hasta ahora ningún
método para erradicar los defectos morales. La inteligencia, por el contrario,
se perfecciona fácilmente mediante métodos que son conocidos por cualquier
educador competente. Por lo tanto, hasta que algún método para enseñar la
virtud haya sido descubierto, el progreso tendrá que buscarse a través del
perfeccionamiento de la inteligencia antes que del de la moral.

Si quisiéramos detallar las proposiciones de las que se compone el argumento de Russell,


separaríamos el argumento de la siguiente manera:

Proposición 1: Los males del mundo se deben tanto a los defectos morales como a la falta
de inteligencia.

Proposición 2: La raza humana no ha descubierto hasta ahora ningún método para erradicar
los defectos morales.

Proposición 3: La inteligencia se perfecciona fácilmente mediante métodos que son


conocidos por cualquier educador competente.

Proposición 4: Hasta el momento no se ha encontrado algún método para enseñar la


virtud.

Proposición 5: El progreso tendrá que buscarse a través del perfeccionamiento de la


inteligencia antes que del de la moral.

Naturalmente, las inferencias de los filósofos son mucho más elaboradas que las de
cualquier persona del común, pues son el producto de arduas reflexiones, lecturas, análisis,
autocríticas y exposiciones ante sus colegas. Aprender a inferir es, como muchas cosas en
la vida, un arte, y la lógica será para este arte una de las herramientas esenciales. El
conocimiento científico y su aplicación son también un buen ejemplo del modo como se
sacan inferencias correctas sobre la naturaleza. La creación de un ferrocarril, por ejemplo,
requiere saber esta inferencia: si los rieles del ferrocarril están compuestos de metal,
entonces hay que saber que, puesto que los metales se dilatan con el calor, las ruedas de
Lógica y Teoría de la Argumentación

los ferrocarriles tienen que fabricarse de modo que tengan en cuenta este factor.

El tema de las inferencias, en particular el de las llamadas inferencias inductivas, ha


sido objeto de profundos e interesantes debates filosóficos. En especial, se le reconoce
al filósofo escocés David Hume haber suministrado algunos de los mejores argumentos
en contra de la aparente certeza de este tipo de inferencias. Pensemos por ejemplo en
esta situación: vemos nieve, la probamos y su sabor es salado. La pregunta es: ¿puede
suceder esto? Otros ejemplos ilustran la misma situación: son las doce del medio día hora
colombiana y todavía es de noche, el sol no ha hecho su aparición por el oriente; son las
doce de la noche y en Colombia el sol está resplandeciendo.
C A P I T U L O U N O - Contextualización
29

Como se comprenderá, nosotros inferimos que, aproximadamente, seis horas después de


las doce de la noche en Colombia se va haciendo de día, o que seis horas después de las
seis de la tarde sigue siendo de noche. Pero, ¿puede suceder lo contrario en ambos casos? Si
afirmáramos que no, ¿qué razones tendríamos? El filósofo Hume consideraba que era posible
que estas cosas sucedieran; y, puesto que nada de lo que es posible puede descartarse,
resulta entonces que la inferencia sobre la hora en que promedio debe hacerse de día o la
inferencia a la que llegamos según la cual seis horas después de las seis de la tarde sigue
siendo de noche, son ambas no necesariamente válidas, es decir, no se pueden afirmar con
total certeza.

En este sentido, el tema de las inferencias nos resulta altamente atractivo por dos razones:
en primer lugar, porque no podemos evitar hacer inferencias en nuestra vida diaria. El
desarrollo de la ciencia sin las inferencias sería también imposible. En segundo lugar, porque,
con los argumentos de Hume, aprendemos a ser más precavidos frente a las inferencias
nuestras y las de los demás. Inferir es un proceso natural (podíamos decir incluso que
es innato), pero puede resultar costoso cuando la información de la que partimos no es
suficiente para soportar nuestras inferencias o, peor, cuando creemos tener buenos apoyos
para derivarlas y tal apoyo es insuficiente, falso o medio cierto. Un ejército va a la guerra
bajo el supuesto de que su adversario estará en el campo de batalla. Si el adversario no se
aparece y lo espera en una zona desconocida para quien va en su búsqueda, puede venir
la hecatombe. Un señor saluda a un amigo, quien va con su esposa, y lo felicita por el niño
que ella lleva en sus brazos. El amigo, sin embargo, le dice que el hijo es de su esposa, pero
no de él. El amigo se disculpa y piensa en sus clases de lógica: “ya me decían que a veces
las inferencias no funcionan y que ser lógico no siempre es tan fácil”.

Pero el problema fundamental que nos plantea la inferencia inductiva es el de saber si


se pueden sacar inferencias a partir de la experiencia. Si vemos 3.000 cisnes blancos, ¿no
estamos autorizados para decir que todos los cisnes son blancos? Es más, sabemos que hay
millones de cisnes blancos… ¿por qué entonces no inferir que, dados los datos que tenemos,
es verdad que todos los cisnes son blancos? Así, el problema más importante que genera la
inferencia inductiva es el referido a la validez de los juicios de la ciencia y, en sí, a la ciencia
como tal, pues ésta genera una buena cantidad de inferencias o de generalizaciones que
se convierten en leyes. Pero, si las inferencias inductivas no son lógicamente correctas,
entonces al parecer es imposible que la ciencia pueda validar sus leyes o generalizaciones
inductivas. Este es un problema filosófico y lógico a la vez, el cual tendrá durante el siglo
XX dos miradas críticas en las ideas de los filósofos Hans Reichenbach y Karl Popper.
Lógica y Teoría de la Argumentación

Un segundo problema filosófico que se genera a partir de la lógica es el de saber si las


proposiciones de las que parte una inferencia tienen a su vez otras proposiciones que las
sustentan, y éstas a la vez otras y así sucesivamente. Aunque este problema será examinado
más adelante bajo el título “Las premisas de la argumentación”, bien vale la pena señalar
algunos aspectos. Empecemos pues diciendo que toda inferencia parte de unos enunciados
cuya verdad se tiene, o como un hecho, o como un supuesto, o como un dato, o como una
premisa fundamental. El caso es, sin embargo, que la verdad de las proposiciones de donde
parte una inferencia puede ser cuestionable. Y, si esto es así, queda claro que la inferencia
como un todo también puede ser cuestionable. Un aspecto negativo y otro positivo frente
a esta situación es el siguiente. El negativo tiene que ver con el hecho de que no tiene
Pedro Antonio García Obando • Javier Orlando Aguirre Román
30

sentido llevar las proposiciones iniciales de una inferencia hacia una regresión al infinito,
pues de esa manera jamás se podría establecer ninguna inferencia. El aspecto positivo
consiste en que es preferible que las proposiciones iniciales de las que se parte para inferir
una conclusión no sean definitivas, pues siempre pueden encontrarse mejores supuestos
para esta o aquella inferencia.

Veamos en concreto este problema con el argumento de Bertrand Russell expuesto hace
un momento. Alguien puede preguntar: ¿por qué los problemas del mundo se deben a los
defectos morales y la falta de inteligencia?, y acto seguido poner en cuestionamiento
la verdad de esa proposición, de la cual, como queda claro, depende en buena parte la
inferencia completa. Dicho de otra manera, a alguien le puede parecer que los problemas
del mundo no tienen que ver con esa proposición, y que más bien los problemas del mundo
se deben a la injusta distribución de la riqueza. Pero también se puede preguntar: ¿cuál es
la causa de que los problemas del mundo se deban a eso? ¿Y cuál es la causa de la causa? Lo
cual se conoce, como hemos dicho, como una regresión al infinito.

Los filósofos han intentado resolver este tema una y otra vez. Algunos han hablado de una
filosofía sin supuestos. Otros han preferido obviar el problema. Otros, como Nietzsche,
prefieren el camino de la genealogía para mostrar los orígenes morales de toda la Filosofía.
La Teoría de la Argumentación, por su parte, muestra cómo operan las premisas ante un
auditorio. El problema, en fin, sigue en pie, y será criterio filosófico de cada uno enfrentarlo
o evadirlo.

Ejercicios

a. Establezca algunas relaciones entre inferencia, lógica y Filosofía.

b. Lea con cuidado el siguiente texto extraído de La Ética de Spinoza y construya 3 argumentos
que se deriven de la lectura misma. Puede seguir el ejemplo del argumento de Bertrand
Russell, de modo tal que la conclusión quede al final. Luego separe en proposiciones el
argumento. Y recuerde: el argumento debe ser literal, es decir, debe ser sacado tal cual del
texto leído.

“Con lo dicho, he explicado la naturaleza de Dios y sus propiedades, a saber: que existe
Lógica y Teoría de la Argumentación

necesariamente; que es único; que es y obra en virtud de la sola necesidad de su naturaleza; que es
causa libre de todas las cosas, y dependen de ÉL, de suerte que sin ÉL no pueden ser ni concebirse;
y, por último, que todas han sido predeterminadas por Dios, no, ciertamente, en virtud de la libertad
de su voluntad o por su capricho absoluto, sino en virtud de la naturaleza de Dios, o sea, su infinita
potencia, tomada absolutamente. Además, siempre que he tenido ocasión, he procurado remover
los prejuicios que hubieran podido impedir que mis demostraciones se percibiesen bien, pero, como
aún quedan no pocos prejuicios que podrían y pueden, en el más alto grado, impedir que los hombre
comprendan la concatenación de las cosas en el orden en que la he explicado, he pensado que valía
someterlos aquí el examen de la razón. Todos los prejuicios que intento indicar aquí dependen de
uno solo, a saber: el hecho de que los hombres supongan, comúnmente, que todas las cosas de la
naturaleza actúan, al igual que ellos mismos, por razón de un fin, e incluso tienen por cierto que
Dios mismo dirige todas las cosas hacia un cierto fin, pues dicen que Dios ha hecho todas las cosas
C A P I T U L O U N O - Contextualización
31

con vistas al hombre, y ha creado al hombre para que le rindan culto. Consideraré, pues, este solo
prejuicio, buscando, en primer lugar, la causa por la que presta su asentimiento la mayoría, y por la
que todos son propensos naturalmente, a darle acogida. Después mostraré su falsedad y, finalmente,
cómo han surgido de él los prejuicios acerca del bien y el mal, el mérito y el pecado, la alabanza
y el vituperio, el orden y la confusión, la belleza y la fealdad, y otros de este género. Ahora bien:
deducir todo ello a partir de la naturaleza del alma humanan no es de este lugar. Aquí me bastará
con tomar como fundamento lo que todos deben reconocer, a saber: que todos los hombres nacen
ignorantes de las causas de las cosas, y que todos los hombres se imaginan ser libres, puesto que son
conscientes de sus voliciones y de su apetito, y ni soñando piensan en las causa que les disponen a
apetecer y querer, porque las ignoran. Se sigue, segundo, que los hombres actúan siempre con vistan
a un fin, a saber: con vistas a la utilidad que apetecen, de lo que resulta que sólo anhelan siempre
saber las causas finales de las cosas que se llevan a cabo, y, una vez que se han enterado de ellas, se
tranquilizan, pues ya no les queda motivo alguno de duda. Si no pueden enterarse de ellas por otra
persona, no les queda otra salida que volver sobre sí mismos y reflexionar sobre los fines en vista
los cuales suelen ellos determinarse en casos semejantes, y así juzgan necesariamente de la índole
ajena a partir de la propia. Además, como encuentran, dentro y fuera de sí mismos, no pocos medios
que cooperan en gran medida a la consecución de lo que les es útil, como por ejemplo, los ojos
para ver, los dientes para masticar, las hierbas y los animales para alimentarse, el sol para iluminar,
el mar para criar peces, ello hace que consideren todas las cosas de la naturaleza como si fuesen
medios para conseguir lo que les es útil. Y puesto que saben que esos medios han sido encontrados,
pero no organizados, otro ha organizado dichos medios con vistas a que ellos los usen. Pues una vez
que han considerado las cosas como medios, no han podido creer que se hayan hecho a sí mismas,
sino que han tenido que concluir, basándose en el hecho de que ellos mismos suelen servirse de
medios, que hay algún o algunos rectores de la naturaleza, provistos de libertad humana, que les
han proporcionado todo y han hecho todas las cosas para que ellos las usen. Ahora bien: dado que
no han tenido nunca noticia de índole de tales rectores, se han visto obligados a juzgar de ella a
partir de la suya, y así han afirmado que los dioses enderezan todas las cosas a la humana utilidad,
con el fin de atraer a los hombre y ser tenidos por ellos en el más alto honor; de donde resulta que
todos, según su propia índole, hayan excogitado diversos modos de dar culto a Dios, con el fin de que
Dios los amara más que a los otros, y dirigiese la naturaleza entera en provecho de su ciego deseo
e insaciable avaricia. Y así, este prejuicio se ha trocado en superstición, echando profundamente
raíces en las almas, lo que ha sido causa de que todos se hayan esforzado al máximo por entender
y explicar las causas finales de todas las cosas. Pero al pretender mostrar que la naturaleza no hace
nada en vano (eso es: no hace nada que no sea útil a los hombres), no han mostrado- parece- otra
cosa sino que la naturaleza y los dioses deliran lo mismo que los hombres. Os ruego consideréis
en qué ha parado el asunto. En medio de tantas ventajas naturales no han podido dejar de hallar
muchas desventajas, como tempestades, terremotos, enfermedades, etc.; entonces han afirmado
que ello ocurriría porque los dioses estaban airados a causa de las ofensas que los hombres les
inferían o a causa de los errores cometidos en el culto. Y aunque la experiencia proclamase cada día,
y patentizase con infinitos ejemplos, que los beneficios y las desgracias acaecían indistintamente
a piadosos y a impíos, no por ello han desistido de su inveterado prejuicio: situar este hecho entre
Lógica y Teoría de la Argumentación

otras cosas desconocidas cuya utilidad ignoraba (conservando así su presente e innato estado de
ignorancia) les ha sido más fácil que destruir todo aquel edificio y planear otro nuevo. Y de ahí que
afirmasen como cosa cierta que los juicios de los dioses superaban con mucho la capacidad humana,
afirmación que habría sido, sin duda, la única causa de que la mano, si la Matemática, que versa no
sobre los fines, sino sólo sobre las esencias y propiedades de las figuras, no hubiese mostrados a los
hombres otra norma de verdad; y, además de la Matemática, pueden también señalarse otras causas
(cuyo numeración es aquí superflua) responsables de que los hombres se diesen cuanta de estos
vulgares prejuicios y se orientasen hacia el verdadero conocimiento de las cosas.

Con esto he explicado suficientemente lo que prometí en primer lugar. Mas para mostrar ahora que la
naturaleza no tiene fin alguno prefijado, y que todas las causas finales son, sencillamente, ficciones
humanas, no harán falta muchas palabras. Creo, en efecto, que aquello ya consta suficientemente,
tanto en virtud de los fundamentos y causas de donde he mostrado que este prejuicio tomó su
Pedro Antonio García Obando • Javier Orlando Aguirre Román
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origen, cuando en virtud de la Proposición 16 y los corolarios de la Proposición32, y, además, en


virtud de todo aquello por lo que he mostrado que las cosas de la naturaleza acontecen todas con
una necesidad eterna y una suprema perfección. Sin embargo, añadiré aún que esta doctrina acerca
del fin trastorna por completo la naturaleza, pues considera como afecto lo que es en realidad causa
y viceversa. Además, convierte en posterior lo que es, por naturaleza, anterior. Y, por último, trueca
en imperfectísimo lo que es supremo y perfectísimo. Pues (omitiendo los dos primeros puntos, ya que
son manifiestos por sí), según consta en virtud de las Proposiciones 21, 22, y 23, el efecto producido
inmediatamente por Dios es el más perfecto, y una cosa es tanto más imperfecta cuantas más causas
intermedias necesita para ser producida. Pero, si las cosas inmediatamente producidas por Dios
hubieran sido hechas para que Dios alcanzase su fin propio, entonces las últimas, por cuya causa se
han hecho las anteriores, serían necesariamente las más excelentes de todas. Además, esta doctrina
priva de perfección a Dios: pues, si Dios actúa con vistas a un fin, es que – necesariamente- apetece
algo de lo que carece. Y, aunque los teólogos y los metafísicos distingan entre fin de carencia y fin
de asimilación, confiesan, sin embargo, que Dios ha hecho todas las cosas por causa de sí mismo
y no por causa de las cosas que iban a ser creadas, pues aparte de Dios, no pueden señalar antes
de la creación nada cuya virtud Dios obrase; y así se ven forzados a confesar que Dios carecía de
aquellas cosas para cuya consecución quiso disponer los medios, y que las deseaba, como es claro
por sí mismo. Y no debe olvidarse aquí que los secuaces de esta doctrina, que han querido exhibir
su ingenio señalado fines a las cosas, han introducido, para aprobar esta doctrina suya, una nueva
manera de argumentar, a saber: la reducción, no había ningún otro medio de probarla. Pues si, pro
ejemplo, cayese una piedra desde lo alto sobre la cabeza de alguien, y lo matase, desmostarán
que la piedra ha caído con dicho fin, queriéndolo Dios, ¿cómo han podido juntarse al azar tantas
circunstancias? (y, efectivamente, a menudo concurren muchas a la vez). Acaso responderéis que
ello ha sucedido por que el viento soplaba y el hombre pasaba por allí. Pero – insistirán - ¿por qué
soplaba entonces el viento? ¿Por qué el hombre pasaba por allí entonces? Si respondéis, de nuevo,
que el viento se levantó porque el mar, estando el tiempo aún tranquilo, había empezado a agitarse
el día anterior, y que el hombre había sido invitado por un amigo, insistirán de nuevo, a su vez- ya que
el preguntar no tienen fin-: ¿y por qué se agitaba el mar? ¿Por qué el hombre fue invitado en aquel
momento? Y, de tal suerte, no cesarán de preguntar las causas de las causas, hasta que os refugiéis en
la voluntad de Dios, ese asilo de la ignorancia. Así también cuando contemplan la fábrica del cuerpo
humano quedan estupefactos, y concluyen, puesto que ignoran las causas de algo tan bien hecho, que
es obra no mecánica, sino divina o sobrenatural, y constituida de modo tal que ninguna parte perjudica
a otra. Y de aquí proviene que quien investiga las verdaderas causas de los milagros, y procura, tocante
a las cosas naturales, entenderlas como sabio, y no admirarlas como necio, sea considerado hereje e
impío, y proclamado tal por aquellos a quien el vulgo adora como intérpretes de la naturaleza y de los
dioses. Porque ellos saben que, suprimida la ignorancia, se suprime la estúpida admiración, esto es,
se les quita el único medio que tienen para argumentar y de preservar su autoridad. Pero voy a dejar
este asunto, y pasar al que he decidido tratar aquí en tercer lugar.

Una vez que los hombres se han persuadido de que todo lo que ocurre por causa de ellos, han debido
juzgar como lo principal en toda cosa aquello que les resultaba más útil, y estimar como las más
Lógica y Teoría de la Argumentación

excelentes de todas aquellas cosas que les afectaban del mejor modo. De donde han debido formar
nociones, con las que intentan explicar la naturaleza de las cosas, tales como Bien, Mal, Orden,
Confusión, Calor, Frío, Belleza, Fealdad; y, dado que se consideran a sí mismos como libres, de ahí
han salido nociones tales como Alabanza, Vituperio, Pecado y Mérito: estas últimas las explicaré más
adelante, después que trate de la naturaleza humana; a las primeras me referiré ahora brevemente.
Han llamado Bien a todo lo que se encamina a la salud y al culto de Dios, y Mal, a lo contrario de
esas cosas. Y como aquellos que no entienden la naturaleza de las cosas nada afirman realmente
acerca de ellas, sino que sólo se las imaginan, y confunden la imaginación con el entendimiento,
creen por ello firmemente que en las cosas hay un Orden, ignorantes como son de la naturaleza de
las cosas y de la suya propia. Pues decimos que están bien ordenadas cuando están dispuestas de tal
manera que, al representárnoslas por medio de los sentidos, podemos imaginarlas fácilmente y, por
consiguiente, recordarlas con facilidad; y, si no es así, decimos que están mal ordenadas o que son
C A P I T U L O U N O - Contextualización
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confusas. Y puesto que las cosas que más nos agradan son las que podemos imaginar fácilmente, los
hombres prefieren, por ello, el orden a la confusión, como si, en la naturaleza, el orden fuese algo
independiente de nuestra imaginación.”

¿Qué es la Lógica?
Como se señaló en el Prólogo, concebimos a la lógica desde tres puntos de vista,
diferenciables pero íntimamente relacionados: como sistema formal, como propedéutica
y como retórica.

Como sistema formal, la lógica es la aplicación de reglas, leyes, métodos y procedimientos


que se utilizan para examinar un razonamiento y determinar si es correcto o incorrecto,
válido o inválido. La validez o la invalidez, por lo tanto, se predican de los razonamientos,
también llamados argumentos. Así, dependiendo del caso, podemos decir que un
razonamiento es correcto, es decir, válido, o afirmar que es incorrecto, esto es, inválido.

No siempre resulta fácil llegar a precisar en qué casos un argumento es lo uno o lo otro, y
de ahí la importancia del estudio de la lógica, pues ella nos enseña ciertos procedimientos
que nos permiten distinguir los buenos de los malos razonamientos. Estudiaremos con
detenimiento a lo largo de este texto los mecanismos que nos ayudan a reconocer cuándo un
argumento está bien construido y cuándo no. Por lo pronto, pensemos si las siguientes expresiones
argumentales, bastante sencillas, son válidas o no. No olvide justificar su respuesta.

• Puesto que ningún colombiano ha ido a la luna, entonces de ahí se sigue lógicamente
que ninguna de las personas que ha ido a la luna es colombiana.
• Si todas las abejas pican, entonces las abejas que hay en mi casa no pican.
• En vista de que todas las jirafas comen piedras y en la nevera de mi casa hay una
jirafa, entonces la jirafa de la nevera de mi casa come piedras.
• Si todo A es B, entonces todo B es A.
• Dado que todos los banqueros son millonarios y mi tío es banquero, entonces amo
profundamente a mi tío.

En términos técnicos, podemos decir que en el primer caso estamos frente a una proposición
que es conversa de otra, siendo ambas dos proposiciones universales. En el segundo caso,
Lógica y Teoría de la Argumentación

estamos frente a dos proposiciones contrarias. En el tercer caso, se trata de un silogismo


de la forma AAA – 1. El cuarto caso es una conversión que no se aplica a las proposiciones
universales afirmativas. El quinto caso es una inferencia cuya proposición final puede ser
cierta sin que se derive de las premisas.

Nótese que no decimos que la lógica nos enseñe a determinar si un argumento es verdadero
o falso, ya que, en primer lugar, la lógica no se ocupa de la verdad o falsedad de los
argumentos y, en segundo lugar, un razonamiento puede ser correcto aunque sea falso. El
razonamiento de la jirafa es válido, aunque sea falso. La lógica, entonces, es el estudio
de los métodos a partir de los cuales podemos llegar a determinar si un razonamiento o
argumento es válido o inválido. Por otra parte, una afirmación, por verdadera que sea, no
Pedro Antonio García Obando • Javier Orlando Aguirre Román
34

necesariamente merece el calificativo de lógica. Si Juan afirma que es de día, y en efecto


es de día, no necesariamente Juan está haciendo una afirmación lógica, pues Juan no nos
está presentando un razonamiento. Tampoco podemos decir que su afirmación sea ilógica.
Sin más, muchas afirmaciones no son susceptibles de análisis lógico. Sólo los razonamientos
o los argumentos pueden examinarse con criterios lógicos, para determinar, como dijimos,
si son válidos o inválidos. Los siguientes razonamientos parecen válidos:

• Los perros se comunican entre ellos, aunque para los hombres es imposible saber qué
se dicen los unos a los otros. ¡Vaya uno a saber!
• Si Juan dice que la Universidad corre peligro de ser privatizada, eso debe ser cierto,
pues Juan habla muy bien, convence fácilmente y, como si fuera poco, es el más
inteligente del grupo. Al lado de Juan, Michel de Nostredame es un aparecido.
• Ernesto Samper, expresidente de Colombia, recibió dineros del narcotráfico, pues en
este país la mafia infiltró la política a todos los niveles.
• La paz de Colombia llegará si, y sólo si, termina esta cruenta guerra.
• María nunca ha amado a Juan. Nunca lo amará… y sí que menos lo ama ahora mismo.
Por lo tanto, María siente un odio profundo por Juan.

El carácter formal de la lógica hace referencia explícita a que los contenidos que se
vehiculan en los argumentos o razonamientos no son, como tales, objetos de análisis
lógico. Hay argumentos cuya validez es impecable tratando de “probar” la existencia de
Dios; pero también los hay completamente válidos que intentar “probar” lo contrario. El
lógico, a secas, examina tan sólo la validez de cualquier argumento, sin estar interesado
en si el argumento es verdadero o no. Así, cualquier argumento que quepa en la siguiente
estructura formal será siempre válido:

Todo A es B
Todo C es A
Por lo tanto, todo C es B.

O en esta otra estructura formal:

Ningún P es Q
Todo S es P
Por lo tanto, ningún S es Q
Lógica y Teoría de la Argumentación

Como se puede observar, en los dos casos se trata sólo de estructuras formales que pueden
recibir cualquier contenido sin que la validez misma de las estructuras quede en entredicho.
Entonces, decir que la lógica es formal quiere decir que ella se encarga de examinar la
forma de las inferencias, pero no su contenido, y que de la forma de las inferencias, y sólo
de la forma, depende su validez.

Como propedéutica, la lógica es una herramienta que nos enseña a usar correctamente
nuestros argumentos, a detectar nuestros propios errores lógicos y a percatarnos de los
casos en que nuestro interlocutor está argumentando de manera incorrecta. También como
propedéutica, la lógica nos permite analizar con más detenimiento los argumentos que
nos presentan los filósofos y a asumir nuestros puntos de vista con más decisión, empeño y
C A P I T U L O U N O - Contextualización
35

seguridad. La lógica es igualmente una herramienta que nos permite mejores condiciones
de vida social con los demás, pues aprendemos con ella a destacar los puntos importantes
de una discusión, a no apresurar nuestras tesis allí donde todavía no tenemos buenas
razones, a omitir falacias, y hasta a diferenciar que una cosa son las discusiones centradas
en argumentos y otra muy diferente los ataques personales a nuestros interlocutores.
Una dosis de buena lógica nos permite ahorrarnos discusiones interminables allí donde
logramos destacar si, por ejemplo, hay contradicciones en la exposición de las ideas.
Una contradicción es una expresión de la forma “p y no p”. ¿Se imaginan ustedes donde
tuviéramos que aceptar que la gente viviera contradiciéndose a cada momento? Sin más, la
vida así sería imposible: un cuadro sería un triángulo; un “sí” sería lo mismo que un “no”;
un loco sería un cuerdo; y la luna sería una naranja. Pero que el mundo no acepta este tipo
de contradicciones es evidente, pues de lo contrario cualquier intento de comunicación
sería siempre un fracaso. Y, claro, nuestro deber como filósofos no menos que como seres
humanos, es tener la mayor claridad posible en nuestras ideas, pues ello nos garantiza una
vida más plena y placentera.

Finalmente, como retórica o teoría de la argumentación, la lógica es el estudio de las


técnicas argumentativas empleadas por un orador frente a su auditorio. En otras palabras,
la retórica describe los procedimientos que se siguen en la presentación de un discurso,
a través de los cuales un orador busca la persuasión de su auditorio, es decir, la adhesión
a las tesis que se le presentan. En este sentido, la lógica examina las distintas clases
de discursos que se dirigen a un auditorio, trátese de un discurso deliberativo, de uno
epidíctico o de los discursos forenses o legales. Todo esto será profundizado en su debido
momento. Digamos, por lo pronto, que el tema de la retórica surgió entre los griegos por
el ingreso a la vida pública de los llamados sofistas. Estos personajes eran educadores de
las grandes élites griegas y maestros en el uso del lenguaje persuasivo. Protágoras, uno de
sus más insignes representantes, sostiene que lo importante es enseñar a los hombres a
hablar bien, pues de esa manera se forman los hombres ilustres, esto es, los hombres que
luego gobernarán la ciudad y sus propios asuntos. Tal fue la influencia de los sofistas entre
los griegos, que pronto ganó el desprecio de su crítico más acérrimo, Platón, quien no duda
en llamarlos “mercachifles del conocimiento”, en razón a que los sofistas cobraban por sus
enseñanzas. Así, la palabra sofista, hoy tan común, tiene un valor negativo desde cuando
Platón se empeñó en desacreditar a estos personajes y a su filosofía. Han pasado cerca de
25 siglos desde cuando surgió esa crítica, y ya no puede sostenerse, al tenor de Platón,
que el movimiento llamado sofista es intrascendente como tema de nuestro tiempo. Por el
contrario, la sofística, y con ella la retórica, son asuntos que vuelven a estar en la discusión
Lógica y Teoría de la Argumentación

entre lógicos, filósofos y teóricos de la política y del derecho.

Es necesario entender que en cualquiera de sus perspectivas, (ya como lógica formal, ya
como propedéutica, ya como retórica) la lógica se ocupa de la función inferencial del
lenguaje cuando éste se presenta en argumentos. En síntesis, la lógica busca establecer los
casos en los que una inferencia es correcta o incorrecta. Por inferencia debe entenderse,
en términos generales, toda expresión lingüística de la forma “si p, entonces q”, siendo
“p” el conjunto de afirmaciones iniciales de todo razonamiento; “entonces” el conector de
implicación; y “q” la afirmación o conjunto de afirmaciones que se espera se sigan de “p”.
Si “q” se sigue correctamente de “p”, decimos que la inferencia es válida; si no se sigue,
será inválida. Un ejemplo de inferencia válida es el siguiente:
Pedro Antonio García Obando • Javier Orlando Aguirre Román
36

a. “Puesto que ningún hombre es inmortal (p), entonces algunos hombres no son
mortales (q).”

Un ejemplo de inferencia inválida es:

b. “Puesto que los secretos no deben revelarse (p), entonces le contaré un secreto a mi
amigo Juan (q).”

En los capítulos subsiguientes a esta breve contextualización profundizaremos en los


aspectos formal y retórico de la lógica, sin olvidar que ella es también propedéutica para
cualquier estudio que queramos emprender a nivel superior.

Orígenes de la Lógica
Además del talento innato del padre de la lógica, Aristóteles, hay tres consideraciones sobre
la antigua Grecia que es necesario comentar para entender por qué nace allí, no sólo la
Filosofía, sino también la lógica. La primera consideración es que los griegos, a diferencia de
otros pueblos milenarios, no tuvieron una Biblia, o un Corán ni, en general, un libro sagrado.
La otra consideración es geográfica, como veremos más adelante. En tercer lugar, veremos
que la lógica surge en el contexto de los orígenes de la democracia y, por lo tanto, en el
marco de la libertad de pensamiento. Comencemos con el primer aspecto.

Cualquiera puede notar que uno de los efectos de un libro sagrado (aunque no el único)
consiste en que, a través de él, los seres humanos dan respuesta a preguntas que para un
filósofo son más difíciles de lo que cualquier religión supone. Piénsese en problemas como:
¿Cuál es origen del mundo? ¿Qué es el amor? ¿Habrá vida después de la muerte? ¿Qué es el
mal? Y muchas otras que han tratado de resolver la Filosofía y la religión, aunque no de
la misma manera. Entonces, puesto que los griegos no contaban con una especie de libro
sagrado que respondiera de antemano preguntas de esta naturaleza, vemos en esta cultura
del siglo V antes de Cristo un gran interés por dar respuesta a ellas desde un ejercicio del
pensar mismo y del dialogar. Los filósofos griegos tuvieron la enorme tarea de filosofar
alrededor de problemas como los planteados anteriormente, sin que podamos decir que
entre ellos hubiera unanimidad en las soluciones que daban a éstas y otra infinidad de
preguntas. Pero estos problemas, además, no estaban referidos exclusivamente a preguntas
Lógica y Teoría de la Argumentación

existenciales o sobre el origen del cosmos. Hacían también referencia al modo de vida que
debería seguirse en la ciudad, o a cómo debían resolverse los litigios de los ciudadanos
cuando se enfrentaban los intereses de la ciudad con los intereses de los individuos. De ahí
que entre las preguntas que los filósofos se plantearon encontramos estas otras: ¿Qué es la
justicia? ¿Cuál es la mejor forma de gobierno: la oligarquía, la democracia o la tiranía?

Ahora bien, si tomamos cada una de las anteriores preguntas y se las llevamos de examen,
por ejemplo, al Obispo de Titiribí, con seguridad él nos dará respuestas definitivas partiendo
de su lectura bíblica. En cambio, si nos planteamos esas mismas preguntas y no confiamos
en ese tipo de respuestas tan inmediatas, entonces lo que nos toca hacer es aprender a
C A P I T U L O U N O - Contextualización
37

pensar por nuestra propia cuenta. En este ejercicio nos ayudarán, con toda seguridad, los
filósofos, y aprenderemos que ellos mismos son bastante críticos hasta con sus propios
puntos de vista, los cuales van cambiando muchas veces de una obra a otra.

En este contexto, la lógica surge en los griegos por la misma necesidad que tuvieron de
pensar esta y otra diversidad de problemas filosóficos, pues es claro que cuando no se tiene
un punto de vista preestablecido con el apoyo de una Biblia en la mano, a lo que recurrimos
es a ofrecer argumentos que vayan más allá de decir: “esto es así porque la Biblia lo
dice”. Los orígenes de la Filosofía fueron entonces consonantes con los de la lógica, pues
aprendieron los griegos que, más allá de una verdad revelada, era necesario argumentar
las respuestas a las preguntas que ellos mismos se planteaban. La lógica, entendida entonces
como el arte de la argumentación, tiene sus orígenes en Grecia en un contexto en donde se hizo
imperante, a falta de un libro sagrado, pensar los problemas radicales propios de la existencia
misma así como los problemas de la naturaleza y los concernientes a la vida en sociedad.

Como hemos dicho, la lógica tiene sus orígenes ligados a los inicios de la Filosofía, pues
no es posible la buena Filosofía sin el preciado arte de la argumentación. Pero, además
de este surgimiento paralelo entre la Filosofía y la lógica, es necesario aludir a un hecho
poco comentado en Filosofía pero igualmente importante para los orígenes de la Lógica en
general y de la Filosofía en particular. Nos referimos a la ubicación geográfica de Grecia,
la cual le permitió tener un buen número de relaciones con el mundo que la rodeaba
y particularmente con otras culturas que pregonaban formas de pensar diferentes a las
suyas. Detallemos algunas de estas características geográficas siguiendo para ello el mapa
de la página siguiente.

Para empezar, hay que notar la ubicación central de Grecia. Como puede observarse, la
Antigua Grecia estaba ubicada estratégicamente en lo que bien podríamos llamar el centro
del mundo antiguo: al occidente, Europa; al oriente, el Asia menor; al sur, África, con su
centro cultural milenario, Egipto, entonces llamada Heliópolis o ciudad del sol; al norte,
Abdera, la ciudad de Demócrito y el filósofo Protágoras. Hacia los cuatro puntos cardinales,
Grecia se vincula con centros de la cultura y la ciencia: de Asia Menor son los filósofos Tales,
Anaximandro y Anaxímenes, quienes, a decir del filósofo Karl Popper, fueron los primeros
en introducir el racionalismo crítico como forma de pensamiento y único camino para el
avance del conocimiento y la ciencia; de Italia son algunas escuelas que se dedicaban ya
al estudio de la geometría, mientras Siracusa, al sur de este mismo país, fue para la época
centro de atracción para filósofos y hombres de estado; saliendo de Grecia por el mar Egeo
Lógica y Teoría de la Argumentación

hacia el norte nos encontramos con los orígenes de la teoría del átomo; por su parte, en
Heliópolis ya se hablaba de la inmortalidad del alma y se rendía tributo a los faraones en
las colosales Keops, Kefren y Micerinos. En conclusión, Grecia tiene su mirada puesta en el
mundo que la rodea, al tiempo que ella también se convierte en centro de gravedad de la
vasta cultura de otros pueblos. Allí se reunirán en el siglo V antes de Cristo las variopintas
versiones del mundo en el campo de la ciencia, la cultura, el arte y la política, venidas de
sus alrededores, y desde allí se alimentaría toda la práctica filosófica, científica y cultural
que desde entonces hace parte de nuestra herencia.

Por otra parte, es innegable que la cercanía con el Mediterráneo es para Grecia una gran
oportunidad para la movilidad hacia estos centros culturales, al tiempo que representa
Pedro Antonio García Obando • Javier Orlando Aguirre Román
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para las otras culturas una oportunidad de llegar al lugar que vio nacer la Filosofía. Por el
Mediterráneo mismo se llega a los cuatro puntos cardinales antes mencionados, sin olvidar
que fue el mismo Platón, hacia el año 399 antes de Cristo, quien desde el Pireo zarpara
para llegar al sur de Italia y años después a Heliópolis.
Lógica y Teoría de la Argumentación

A la falta de un libro sagrado y a la ubicación estratégica de Grecia hay que añadirle un


tercer factor que contribuyó a los orígenes de la lógica: el surgimiento de la democracia.
En efecto, es en el campo del ejercicio de la libertad de pensar en donde la lógica (y la
Filosofía) tiene sus únicas posibilidades. Las asambleas, el Ágora y los estrados judiciales
se convirtieron para la época en los lugares privilegiados en donde el debate argumentado
hacía su más clara aparición. De este contexto de democracia surgieron igualmente los tres
tipos de discurso argumentativo: el deliberativo (propio de las asambleas), el epidíctico (el
cual se daba en las plazas públicas y en las recién inauguradas academias) y el forense o legal
(cuyo escenario natural eran los tribunales). Vista de este modo, la lógica requiere para su
florecimiento de un topos apropiado en donde sea posible la expresión viva del argumento,
C A P I T U L O U N O - Contextualización
39

en donde los hombre se encuentren y puedan sentirse con igualdad de derechos frente a
su adversario en las ideas, y en donde la expresión de las ideas mismas sea valorada por su
coherencia interna, su solidez y su poder de persuasión.

Pensada en su justa medida, la lógica sólo es posible entre hombres dotados de razón;
entre interlocutores válidos –como se les llama ahora. Otra cosa sería la imposición de las
ideas; muy otra la falta de libertad para expresar los pensamientos con el temor de llegar a
ser silenciado. La muerte de Sócrates, contrario a lo que se podría creer, se da en el marco
de la democracia Griega, tal y como Sócrates mismo lo llega reconocer en su bello diálogo
titulado Critón.

Los tres principios fundamentales de la Lógica


Demos fin a esta breve contextualización aludiendo a los llamados tres principios
fundamentales de la Lógica. Tales principios son:

El Principio de Identidad, el cual reza que una cosa es lo que es y nada distinto de lo que
es. Dicho de otra manera, que si una cosa es esta o aquella cosa, entonces no es otra cosa
distinta que esa cosa misma. En la vida cotidiana se lo menciona así: una cosa es una cosa,
y otra cosa es otra cosa. En términos simbólicos se expresa este principio de la siguiente
manera: Si P, entonces P: (P → P). De P siempre se infiere P.

Al Principio del Tercero Excluido la Lógica tradicional lo formuló así: o A es B o A no es B.


Ahora lo leemos del siguiente modo: o bien P es verdadera, o bien su negación (-P) lo es. Entre
dos proposiciones contradictorias no hay una tercera posibilidad, la tercera está excluida.

Según el Principio de No-contradicción, ninguna cosa puede ser y no ser. A no puede ser B
y al mismo tiempo no ser B. Dos proposiciones contradictorias (P y -P) no pueden ser las dos
verdaderas. En símbolos: ~ (P ۸ ~ P). Por lo general, se le agrega a este principio la idea de
que una cosa no puede ser y no ser al mismo tiempo, desde el mismo punto de vista y bajo
las mismas circunstancias. Animales altamente peligrosos: la gallina, al pato, el conejo.
Animales inofensivos: el tigre, el león y la pantera… le decía una lombriz a sus hijitas.

Se ha discutido mucho sobre si el segundo de estos principios es verdadero, pues algunos


Lógica y Teoría de la Argumentación

lógicos sostienen que, además de los valores de verdad “falso” y “verdadero”, es siempre
posible un valor intermedio, denominado “indeterminado”. Pero no entraremos a discutir
estas consideraciones.

Tomados en su conjunto, los tres principios fundamentales de la lógica operan en la vida


cotidiana (que es buena parte de la vida de los seres humanos), y funcionan como un
catalizador, pensamos nosotros, de posibles posturas que quisieran hacer ver que estos
principios no valen y que cualquiera, si tiene el poder, puede contradecirse o violar el
principio de identidad porque así se le antoja. Mantener estos tres principios es también un
asunto de razonabilidad, pues dadas las ambigüedades del lenguaje siempre es fácil caer
Pedro Antonio García Obando • Javier Orlando Aguirre Román
40

en la tentación de estar en contra de estos principios. También es cierto que hay espacios,
como el de la literatura, los sueños y el inconciente, en donde, por ejemplo, el principio de
no contradicción no opera, lo cual, en el caso de la creación poética, produce resultados
estéticos deseables. Piénsese en el famoso cuento de Cortázar titulado “La continuidad de
los parques”, en donde el personaje del cuento es el mismo personaje que lee el cuento.
Lógica y Teoría de la Argumentación
CAPÍTULO DOS

Lógica y Verdad

El concepto de verdad
Aunque la lógica no se ocupa del tema de la verdad sino de la validez de los razonamientos,
se nos imponen algunas precisiones de carácter lógico y filosófico sobre este concepto.
Mucho se ha discutido en filosofía alrededor de este problema. Para nuestro caso, veremos
algunas definiciones de la palabra verdad que nos permitan distinguir en qué momentos nos
estamos refiriendo a una verdad en sentido material, cuándo a una verdad formal, cuándo
a una proposición probable, etc. Pero comencemos con una problematización filosófica, y
arribemos, como debe ser, una vez más a la filosofía griega.

Fue quizá Parménides uno de los primeros filósofos que en su ya conocido poema habló por
vez primera de “la verdad bien redonda.” Lo importante aquí es señalar que en griego la
palabra verdad traduce “develar”, “des-cubrir” “des-tapar”. El término griego es aleteia,
compuesta del prefijo “a”, que significa “sin”, y la palabra “letés”, que significa “velo”.
La verdad es entonces algo que se encuentra después de quitar el velo que la cubre. Dicho
de otra manera, la verdad está cubierta y para encontrarla es preciso apartar todo aquello
que no la deja ver o contemplar.

Esta manera de concebir la palabra verdad lleva en sí una interpretación que desde los
griegos se impuso en filosofía, esto es, la idea de que la verdad está más allá de los sentidos y
de que es preciso no confiarse de ellos a la hora de buscarla. En algún sentido, la incapacidad
para llegar a la verdad obedecía, para la filosofía griega en general, a la facilidad con que
los hombres se dejan llevar de las opiniones de los mortales, por lo cual les es necesario
apartarse del engañoso mundo de la opinión humana, ya que la verdad habita en lugares no
propiamente terrenales. También es necesario no fiarse de los sentidos, pues estos son muy
proclives al engaño, como cuando alguien ve una vara torcida al ser sumergida en el agua, o
como cuando se cree ver agua en el desierto a una distancia de 400 metros.
Pedro Antonio García Obando • Javier Orlando Aguirre Román
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Es en este ambiente de ideas que cabe la concepción de verdad más pregonada por Platón,
pues él concibió que no era fiándonos de los sentidos que podíamos llegar a la verdad de
las cosas, sino a través de un ejercicio del alma sobre sí misma basado en el diálogo. Que
nadie puede trasmitirle una verdad a otro, es una de las enseñanzas de Platón en varios
de sus diálogos, en especial el titulado Protágoras. La verdad no es el conjunto de saberes
que, como si se tratara de una vasija, los que saben pueden pasar a los que no saben. La
verdad (o las verdades) habitan en el alma de cada hombre y es ahí donde deben buscarlas,
no en las mentes de otros individuos ni en las percepciones de los sentidos. A su vez, estas
verdades deberán ser eternas y no relativas; no pueden estar al capricho de los hombres;
y su conocimiento permite que los hombreas sean justos. La máxima socratico-platónica es
clara: se yerra por ignorancia. El conocimiento es igual a la virtud.

Un problema filosófico planteado por los sofistas, en contra de Platón, era el de saber si
existía un método que permitiera llegar al conocimiento de la verdad. Si tal método existe,
¿cómo saber que ese es el método correcto? Justificar el método diciendo que fue él el que
permitió el acceso a la verdad resulta paradójico, pues primero habría que saber, cuando
la verdad sea encontrada, que es esa efectivamente la verdad que se buscaba y no otra.
Si la verdad que se busca se sabe con antelación, ¿para qué el método?; y si no se conoce
la verdad con antelación, ¿cómo saber que el método que se siguió conduce a ella y es el
adecuado? En cualquier caso, como queda claro, parece que es imposible que exista algo
que sea un método para encontrar la verdad. ¿Será este el motivo de que se haya incluido en
nuestra historia de occidente la idea de la verdad revelada? Es posible. De todos modos, y
de otra parte, la verdad también ha sido entendida como la revelación que se nos comunica
en Jesucristo, o mejor, que se les comunica a quienes creen en la llamada palabra de dios,
sin que para ello medie método alguno, pues una revelación es algo que carece justamente
de un método que garantice el acceso a la verdad. Como método significa camino, éste en
lo religioso queda expresado muy claramente en la consigna: “Yo soy el camino (método),
la verdad y la vida”, cuya autoría conocemos.

Pero el tema de la verdad en los griegos no se reduce a Platón, Parménides o los sofistas.
También los filósofos llamados físicos, valga decir, Tales de Mileto, Anaximandro y Anaxágoras,
concebían un método conducente a la verdad. Ese método, a decir de Popper, era el del
racionalismo crítico, el único posible de practicar, según este filósofo, en aras de la búsqueda
de la verdad y del cual dieron claro ejemplo los tres filósofos en mención. La idea central aquí
es la siguiente: pretender encontrar un fundamento último de toda verdad es un procedimiento
equivocado y conduce fácilmente a los llamados fundamentalismos, es decir, a la idea de que hay
verdades últimas apoyadas en un cimiento después del cual nada más se puede probar. Algunos
Lógica y Teoría de la Argumentación

han pretendido que ese fundamento está en los hechos, o en el más allá, en lo incondicionado;
otros han sugerido que el fundamento de la verdad está en la experimentación, etc. Pero lo
que se viene a proponer como método crítico empleado por los tres filósofos físicos es la idea de
que el debate y la búsqueda constante de la verdad, sin la pretensión de haberla encontrado,
son los procedimientos que sigue la ciencia en la búsqueda de la verdad misma. Así, los tres
filósofos físicos habrían entendido que todo conocimiento es siempre conocimiento conjetural,
es decir, un conocimiento que se da por verdadero debido a su carácter explicativo, pero que
se puede mejorar siempre porque él mismo es refutable1.
1 Esta idea está ampliada en el artículo “Popper y la filosofía griega” del profesor Pedro Antonio
García, publicado en la revista “Semana del Pensamiento Filosófico”, No. 3. 2002: Universidad
Industrial de Santander.
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Podríamos avanzar en otras direcciones filosóficas y auscultar más de cerca el problema de


la verdad. Un recorrido por el texto, por ejemplo, de F. Nietzsche, titulado “Sobre verdad
y mentira en sentido extramoral”, o indagar en Spinoza su lucha interna con el tema de
la verdad en su obra Tratado Breve, serían posibilidades que se abren a nuestra cuestión,
lo cual está lejos de los objetivos del presente libro. Por el momento, y antes de entrar
a precisar algunas ideas sobre este concepto, un poema que viene al caso, de la poeta
Alejandra Pizarnik:

SOLAMENTE

ya comprendo la verdad

estalla en mis deseos

y mis desdichas
en mis desencuentros
en mis desequilibrios
en mis delirios

ya comprendo la verdad

ahora
a buscar la vida

la verdad material

La máxima de los abogados: “dame los hechos, y te daré el derecho”, viene bien para
empezar a tratar uno de los aspectos que encierra la palabra “verdad”. En efecto, todo
hombre de derecho sabe que las pruebas son una herramienta más que necesaria en su
oficio. Sin un hecho que compruebe la verdad de un enunciado, (por ejemplo “Juan le
robó a María”, “Aída mató a Mario”), un abogado quedaría sin oficio, pues las pruebas
de los enunciados se buscan en los hechos para determinar si tal o cual enunciado es o
no verdadero. Puede decirse, entonces, que uno de las formas de entender la palabra
Lógica y Teoría de la Argumentación

verdad tiene que ver con el carácter material de la misma, es decir, con la posibilidad de
encontrar hechos que concuerden con tal o cual enunciado. Si un hecho concuerda con un
enunciado, decimos de éste que es verdadero; si no, que el enunciado es falso. En este
sentido, la verdad de ciertos enunciados depende de algo que está fuera de ellos, de algo
distinto de ellos, es decir, de los hechos. Los hechos son materiales, esto es, concretos y
puestos en la realidad en términos de espacio y tiempo, mientras que todo enunciado o
proposición es una prolongación en el aire del sonido que producen las cuerdas vocales o
los trazos de tinta sobre un papel. También se le llama a la verdad material verdad por
correspondencia, en el entendido de que hay proposiciones que se corresponden o no con
los hechos.
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Esta concepción de la verdad es, palabras más, palabras menos, la que queda claramente
expresada en la siguiente afirmación del filósofo escocés Hume, a la postre la cumbre del
empirismo inglés:
Si pregunto por qué cree usted en algún hecho particular…, debe usted darme
alguna razón de ello: y esta razón será algún otro hecho, relacionado con él.
Pero como no puede usted proseguir de esta manera, in infinitum, debe concluir
por lo menos con un hecho, que esté presente en su memoria o en sus sentidos;
o debe usted reconocer que su creencia no tiene fundamento2.

Es decir: alguien que acepte esta tesis del empirista inglés David Hume, asumirá que la
verdad es siempre una cuestión de hecho, esto es, que las creencias de tal o cual persona,
para que tengan sentido y no sean sólo elucubraciones metafísicas, deben respaldarse en
los hechos. Así, un empirista con estas convicciones estará siempre más propenso a discutir
temas en los cuales se puedan ofrecer evidencias tangibles, fácticas, empíricas o de hecho,
que puedan respaldar tal o cual proposición. Se conoce también como positivista esta
postura filosófica.

Esta concepción de la verdad, cuando se la toma como postura filosófica, genera una forma
de interpretar y enfrentar los problemas filosóficos. Así, los problemas filosóficos que no
puedan resolverse acudiendo a los hechos, serán siempre catalogados como problemas
metafísicos e insolubles. En este mismo sentido, se interpreta que el conocimiento sólo
es posible ante hechos verificables, es decir, hechos que por su evidencia se convierten en
pruebas contundentes. Vistas así las cosas, cabe sin embargo la siguiente pregunta: ¿son
verificables en los hechos las afirmaciones filosóficas? La actitud positivista se ve en grandes
aprietos ante esta pregunta.

Ahora bien: si en dado caso y bajo ciertas circunstancias específicas un enunciado no


corresponde con los hechos, no por ello se puede decir de él que es falso, aunque tampoco
pueda decirse de él que es verdadero. En un momento dado, un enunciado puede no
corresponder con determinado estado de cosas en el mundo, aunque a futuro esta
correspondencia puede darse. El enunciado: “con una lámpara se puede alumbrar el
estadio de fútbol de Bucaramanga”, no es propiamente un enunciado falso, aunque hasta
el momento no sea verdadero. Sabemos, eso sí, bajo qué condiciones el enunciado puede
hacerse verdadero, y bajo que condiciones falso. Decimos, entonces, que, en principio,
el enunciado puede ser verdadero, pues, repetimos, sabemos las condiciones que se
requieren para probar la verdad de esta proposición. Por el contrario, hay afirmaciones a
las que podemos excluir de la posibilidad de verdad o falsedad; por ejemplo: “todo animal
Lógica y Teoría de la Argumentación

cuadrúpedo es bípedo”. Es obvio que en vano intentaremos encontrar en los hechos una
realidad empírica que concuerde con esta proposición, y por eso la verdad material de esta
proposición es imposible. No le busque un pelo blanco al gato negro, ni crea que va a saber
de qué color eran las mangas del chaleco de Simón Bolívar – son adagios populares que dan
cuenta de esto que estamos diciendo.

Como decíamos en el anterior capítulo, también sucede muchas veces que una proposición
o enunciado con una fuerte carga emotiva puede sin embargo ser una proposición sobre
hechos particulares. En estos casos, sólo basta con ampliar tal o cual afirmación de corte

2 Citado por POPPER. “Conocimiento sin autoridad”. En: Popper. Escritos selectos. Op. Cit., p. 49.
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emotivo para saber que se trata efectivamente de proposiciones de hecho. Así, por ejemplo,
la proposición “Juan es un padre maravilloso”, puede ser la descripción de un hecho si le
agregamos a la proposición algunas evidencias en su favor: Juan les dedica tiempo a sus
hijos, nunca se le ve alzándoles la voz, siempre les habla con cariño, les dedica tiempo en
sus tareas, etc. Por el contrario, afirmaciones que parecen ser descripciones de hechos, no
pasan de ser órdenes, exclamaciones, expresión de emociones etc., según lo veíamos en el
anterior capítulo. Saber que no son verdades muchas de las cosas que uno escucha, por más
que nuestros prejuicios quieran que sean verdades, es una prueba fehaciente de buen juicio
y de distanciamiento crítico.

En síntesis, una de las maneras como se puede hablar del concepto de verdad es diciendo
que muchas proposiciones requieren de los hechos para poder determinar si son verdaderas
o falsas. Los hechos, así, pueden convertirse, en un determinado momento, en prueba
contundente de tal o cual proposición. En un sentido material, decimos entonces que la
verdad es la correspondencia de los hechos con la realidad.

Ejercicio:

Sólo algunas de las siguientes proposiciones pueden ser catalogadas como verdaderas, falsas, o en
principio verdaderas o falsas en sentido material.

• Todas las noches son oscuras.

• Las aves son animales bípedos.

• La suma de los ángulos internos de un triángulo es 180°.

• La suma de los ángulos internos de un triángulo es 182°.

• Las ruanas se usan en lugares fríos preferiblemente.

• Si grito me escucharán en Buenos Aires.


Lógica y Teoría de la Argumentación

• Todos los hombres son bípedos.

• La sal no es insabora.

• María ama hasta el más allá a Pedro.

• En este salón hay un tablero blanco.


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Verdad por coherencia o formal

A diferencia de la verdad material, la cual, como vimos, está basada en la posibilidad de


correspondencia entre la proposición y los hechos, existe otra forma de entender este
concepto. Se trata de las verdades llamadas por coherencia; por ejemplo: si es verdad que
A es igual a B, y B igual a C, de ahí podemos afirmar que es verdad que A es igual a C. La
verdad de esta última proposición, A es igual a C, no depende de ningún hecho particular
en el mundo real, o mejor, no requiere ninguna comprobación empírica. Así, no es lo mismo
afirmar, como en este caso, que A es igual a C, que afirmar que Juan mató a María. En el
primer caso, como hemos visto, la proposición verdadera, A es igual a C, es coherente
con las dos primeras proposiciones: A es igual a B y B es igual a C; en cambio, si queremos
saber si es verdad que Juan mató a María, no podemos hacer otra cosa que comprobar esa
afirmación con uno o varios hechos, por ejemplo, encontrar el arma asesina con las huellas
de Mario, cabello suyo en las prendas de vestir que María usaba el día de su muerte, etc.,
etc. Las verdades por coherencia dependen exclusivamente de la relación formal entre
varios enunciados, y pueden determinarse sin recurrir a datos empíricos. Se les llama
también verdades a-priori, es decir, que no requieren de ninguna comprobación empírica
para establecer su valor de verdad.

A propósito, la siguiente anécdota de Sherlock Holmes y su amigo Watson:

Estaban los dos en un día de campo. Ya en la noche, juntos, mirando las estrellas, Holmes
le pregunta a Watson:

– ¿Qué puedes inferir de ver el firmamento, tan lleno de estrellas, en esta bella noche, mi
querido Watson?

A lo que su amigo Watson respondió:

– Debo inferir que este cielo estrellado es obra de una inteligencia superior a la de nosotros
los hombres, pues sólo una inteligencia superior a la de nosotros los hombres es capaz de
realizar tan exuberante belleza y perfección. ¿Y tú, qué piensas?

– Nada, sólo que nos robaron la carpa.

Como ven, Holmes se atiene a los hechos mientras que Watson trata de sacar inferencias
Lógica y Teoría de la Argumentación

lógicas a partir de lo que está viendo.

Otro ejemplo: El presidente de Colombia afirma: si voy a la cumbre en Moscú, llevo al Ministro
de Hacienda. El presidente de Venezuela afirma: si voy a la cumbre en Moscú, llevo a mi
perrito. Ahora bien, sabemos que ambos presidentes han dicho que si va el uno, no va el otro.
Por lo tanto, es verdad que a Moscú llegará el Ministro de Hacienda de Colombia o el perrito
del presidente Chávez. ¿Y como pudimos llegar a saber que esto es verdad? Queda claro que
no fue recurriendo a los hechos como pudimos saber la verdad de la proposición “a Moscú
llegará el Ministro de Hacienda de Colombia o el perrito del presidente Chávez”; en cambio,
sí podemos decir que es coherente esta afirmación con las tres proposiciones iniciales:
C A P I T U L O D O S - Lógica y Verdad
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• El presidente de Colombia afirma: si voy a la cumbre en Moscú, llevo al Ministro de


Hacienda
• El presidente de Venezuela afirma: si voy a la cumbre en Moscú, llevo a mi perrito.
• Ambos presidentes han dicho que si va el uno, no va el otro.

La lógica se apoya en estos procedimientos formales de inferencias. Como hemos dicho, no


se ocupa de la verdad de las inferencias sino de su estructura. En un sentido no material,
podemos decir entonces que todas las inferencias válidas son verdaderas en términos
formales, o verdades por coherencia. Si afirmo que todas las vacas vuelan y que en la
nevera de mi casa tengo siete vacas, no me queda más que decir que es verdad, en sentido
formal, que las siete vacas que tengo en la nevera de mi casa vuelan. Sabemos, eso sí,
que esto no corresponde con los hechos, por lo cual entonces es necesario distinguir en
qué casos estamos frente a una verdad en sentido material y en cuáles ante una verdad en
sentido formal, a-priori o por coherencia.

En síntesis, hay proposiciones que son verdaderas porque son coherentes con otras
proposiciones, y no porque tengan relación con los hechos materiales. Dicho de otra manera,
podemos afirmar que las verdades por coherencia no son empíricas, e incluso, que se equivocan
quienes dicen que sólo creen en lo que ven, pues hemos visto que hay proposiciones a las que
podemos darle todo nuestro total asentimiento sin necesidad de recurrir a la empiria.

Ejercicio

Sólo algunas de las siguientes proposiciones pueden ser catalogadas como verdaderas o falsas en
sentido formal.

• Mañana saldrá el sol, pues todos los días sale el sol y mañana será otro día.

• La suma de los ángulos internos de un triángulo es 180°.

• El agua es transparente.

• Bogotá es la capital de Colombia


Lógica y Teoría de la Argumentación

• X es diferente de Y. X es W. Por lo tanto, Y no es W.

• Ningún A es B. Todo C es A. Ningún C es B.

• Ningún A es B. Todo A es C. Ningún C es B.

• La nieve es blanca.

• Sólo sé que nada sé.

• Nada sé que sólo sé.


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Verdad por el análisis de las palabras

El marido llega a la casa y descubre a su esposa en actos de infidelidad. El esposo le dice:

– Me engañas. Me has engañado desde hace tiempo.

La esposa lo mira y le dice:

– Yo no te engaño. ¿Por qué dices eso?

– Pues… ¡¡¡¡porque te estoy viendo!!!!

Pero ella agrega:

– ¿Acaso crees más en lo que ves que en lo que te digo?

Este ejemplo, aunque curioso pero nada insólito, puede introducirnos en este otro aspecto
de la verdad. En efecto, hay verdades que lo son de suyo por el análisis de las palabras. No es,
claro está, el caso de la mujer infiel antes ilustrado, pero en algo se le parece. Afirmaciones
del tipo: “un triángulo tiene tres ángulos”, “todos los enfermeros son hombres”, “ningún
soltero es casado”, son ejemplos de verdades que se derivan del análisis de las palabras que
las componen: un triángulo remite a tres ángulos, y no a cuatro, o cinco; un enfermero no
puede ser una mujer; y si una persona es soltera es porque no es casada. Así, a diferencia
de las verdades materiales o las que lo son por coherencia, existen estas otras verdades
que se desprenden del análisis de las palabras.

Ahora bien, es necesario, en este caso, tener en cuenta que las palabras aquí utilizadas se
empleen en un sentido unívoco y no en un sentido ambiguo. Por ejemplo, alguien puede
estar casado y actuar como soltero; eso, sin embargo, no lo hace soltero, y no por eso
puede decirse que hay casados que son solteros. Si alguien afirma que trabaja pero que
no hace nada, es posible que esté diciendo la verdad, pero tendrá que entenderse que la
palabra trabajar está aquí empleada en dos sentidos: cumplir el horario, cobrar el cheque,
pero no hacer nada. Si uno no hace nada es obvio que no trabaja; pero si cobra el cheque
puede decir que trabaja. En ambos casos, la palabra trabajar está empleada en diferentes
sentidos. Cuando veamos el tema de las falacias, entenderemos por qué resultan ilógicos
algunos razonamientos que parecen válidos pero que, por utilizar palabras ambiguas, son
Lógica y Teoría de la Argumentación

claramente ilógicos. Por ejemplo:

El poder corrompe.
El conocimiento es poder.
Por lo tanto, el conocimiento corrompe.

En los discursos políticos son muy comunes las ambigüedades del lenguaje que sirven para
toda clase de artilugios y engaños. Leamos la siguiente columna y nuestro comentario
respectivo.
C A P I T U L O D O S - Lógica y Verdad
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“Esta semana el pueblo colombiano manifestó su rechazo unánime al secuestro y a la violencia.


Millones de personas se unieron para protestar en contra de quienes han convertido el dolor humano
en un instrumento de chantaje. Pero la lucha no ha terminado. Continúa.

Y en muchos frentes. Quiero referirme en esta columna a uno de ellos, el del lenguaje. Desde hace
siglos, el lenguaje ha sido manipulado por los violentos para hacer que los asesinatos parezcan
respetables y las mentiras luzcan verdaderas. Los violentos no sólo secuestran a la gente, hacen lo
propio con las palabras.

Los violentos aspiran a ennoblecer sus actos con argucias semánticas. O, al menos, quieren
disfrazarlos con palabras benignas. A los “secuestrados” los llaman “retenidos” y a los “secuestros”,
“retenciones”. Con el tiempo, el lenguaje usado para justificar la violencia se convierte en la
norma seguida por los comunicadores y los intelectuales comprometidos. Muchos de ellos prefieren
el lenguaje del eufemismo. Dicen, por ejemplo: “la sociedad civil reclama un cese de hostilidades”
cuando deberían decir “la gente pide que dejen de matar y secuestrar”. Hablan de “actores
armados del conflicto” cuando deberían hablar de guerrilleros y paramilitares. Sus palabras mansas
sugieren que la violencia es simplemente una representación en la que cada cual desempeña un
papel azaroso.

El comunicado publicado por las Farc sobre la masacre de los diputados lamenta la supuesta
“tragedia”. Dice el comunicado en uno de sus apartes: “a los familiares de los diputados fallecidos
les manifestamos nuestro profundo pesar por la tragedia”. Muchos medios nacionales repitieron el
eufemismo. Hablaron de la “tragedia de los diputados” como si se tratara de un terremoto. Como
si los masacrados hubiesen sido víctimas de unas circunstancias fortuitas. Como si no existieran
culpables. Lamentablemente los medios parecen no darse cuenta de las consecuencias de las
palabras mansas. De los efectos adversos del encubrimiento semántico.

Pero las palabras tienen consecuencias. El escritor inglés Steven Poole cuenta que, hace ya muchos
años, en China, un famoso pensador dijo sabiamente que si fuese nombrado emperador su primera
acción sería rectificar los nombres de las cosas. Cuando los nombres son incorrectos, los discursos
pierden sensatez, las ideas no se ejecutan, las penas no guardan concordancia con los crímenes y
la gente no sabe qué hacer. O como dice el mismo Poole: la realidad pierde sentido. Se impone la
realidad virtual de los violentos.

En últimas, el rechazo a la violencia implica también un rechazo categórico al lenguaje de los


violentos. No sólo a sus insultos. También a sus eufemismos. Los voceros de las Farc dijeron
esta semana lo siguiente: “lo que el pueblo ha manifestado de múltiples maneras —y seguirá
manifestando— es su ferviente deseo por la PAZ, por el respeto al derecho a la vida, porque
este derecho sea el eje primordial de la acción del Estado y de todas las fuerzas de la sociedad
en su conjunto”. No sólo la deformación del lenguaje es repugnante. También llama la atención
la facilidad con la que muchos políticos y opinadores de oficio repiten las mismas palabras
Lógica y Teoría de la Argumentación

deformadas. Así, no sobra repetir que la rectificación de los nombres de las cosas es el primer
paso en la derrota de los violentos”3.

Nuestro comento es el siguiente:

Por tratarse de una columna de opinión, debe tomarse como eso, una sencilla y simple
columna de opinión. Veamos ahora si el presidente Uribe no cae en estas mismas
ambigüedades semánticas.

3 “El encubrimiento semántico”. el espectador, 08.07.07 Por Alejandro GAVIRIA.


Pedro Antonio García Obando • Javier Orlando Aguirre Román
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¿Qué les parece a los colombianos que su presidente deje en libertad a 150 terroristas que
estaban presos en las cárceles de Colombia? El presidente ha dicho: “Los da la Farc son
unos terroristas”. Ser de las Farc es eso, ser de las Farc, sin eufemismos. Si el presidente
dice que los de las FARC son terroristas, ¿por qué excluir a los que excarceló? Y lo peor:
¿Por qué excluir al guerrillero Granda? Ser “canciller de las Farc” es nada más y nada menos
que tener al frente todo el control internacional para la ayuda en dinero que llega a las
FARC. Sin más, el presidente ha liberado, según se desprende de sus propios discursos, al
terrorista que consigue los dineros en el exterior para mantener el movimiento guerrillero,
es decir, el movimiento terrorista. Pero a veces el presidente lo llama “el señor Granda”,
y no “el terrorista Granda”. Entenderán entonces que esos mismos juegos semánticos de
los que habla el periodista son los mismos que se emplean desde otras esferas del poder.
Además, el presidente ha dicho que los de la Farc siempre mienten. Pero también ha dicho
que liberó a Granda para que hiciera de mediador de paz. Lo que se concluye de aquí es,
sin más, que le ha pedido a un terrorista, que también miente, que ayude a la paz. Como
se entenderá, el uso ambiguo del lenguaje permite, a la vez, posiciones ambiguas y se
convierte en estratagema del discurso.

Un análisis lógico de estas situaciones nos pone en actitud crítica frente al uso del lenguaje.
Una palabra que deliberadamente se use con todo su fuerza de ambigüedad genera un sin
número de malentendidos y puede convertirse en un lugar para eternas discusiones. No
en vano decía el filósofo L. Wittgenstein que la tarea del filósofo consiste en dilucidar el
sentido en que se usan las palabras.

Ejercicio

En la siguiente lista de proposiciones, distinga las proposiciones que son verdaderas por el análisis
de las palabras de las que no lo son.

• Un cuadrado es una figura geométrica de tres lados.

• Si Juan lanza el dado, caerá un número entre 1 y 6.


Lógica y Teoría de la Argumentación

• Juan se ganará la lotería sin comprarla.

• El día de mi cumpleaños me llamará el presidente de Colombia.

• La selección colombiana de fútbol le ganará a la selección de la UIS.

• El avión que sale a las 8:00 a.m. hacia Bogotá se va a caer.

• Si lanzo el dado me saldrá el número 5.

• Si no estudio y no voy a clase perderé la asignatura.


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• Juan vivirá hasta los 120 años.

• Si me cae ácido sulfúrico me sulfurizo.

Probabilidad – Posibilidad – Tautología –


Contradicción – Contingencia
Dentro de una lógica de dos valores, también llamada lógica binaria o de “verdadero y
“falso”, cabe la posibilidad para otras proposiciones que, aunque con sentido, no son,
propiamente hablando, ni verdaderas ni falsas. Es decir, proposiciones para cuya verdad
o falsedad no puede recurrirse a los hechos, al análisis de las palabras y tampoco a la
coherencia en su enunciación. Se trata de las llamadas proposiciones contingentes, esto
es, proposiciones que van desde lo posible hasta lo probable, pero cuyo valor de verdad no
es definitivo. La proposición “el actual presidente de Colombia ganará el premio Nobel de
la paz”, no es ni verdadera ni falsa; es, como dijimos, una proposición contingente, lo que
quiere decir que puede llegar a ser verdadera o falsa, pero que hasta el momento es apenas
posible. Por otra parte, una proposición es probable cuando está muy cerca de ser verdadera,
sin que hasta el momento lo sea. Por ejemplo: “Juan se ganará la lotería, pues compró el
90% de los billetes”. Así, además de las proposiciones verdaderas y falsas, debemos también
tener en cuenta las que son posibles o probables, es decir, las proposiciones contingentes.

Como se puede apreciar, las proposiciones cuya estimación es la posibilidad están más lejos
de ser verdaderas, a diferencia de las proposiciones probables, que están más cerca de
llegar a la verdad. Así, decimos que es posible que me gane la lotería, y probable que en
estos momentos mi casa no se esté incendiando.

Hay otras proposiciones que por su misma naturaleza son absolutamente falsas, o mejor,
lógicamente imposibles, de las cuales no se puede decir ni siquiera que exista la posibilidad
de que algún día sean verdaderas. Estas son las proposiciones llamadas contradictorias.
“Juan está hablando en silencio” es un ejemplo claro de contradicción, lo mismo que es
contradictoria la proposición “ayer te llamé por teléfono pero no te llamé por teléfono.”
Como la ambigüedad en el uso de las palabras, las contradicciones se convierten también
en un impedimento para la comunicación y el entendimiento.

Ahora bien, debe tenerse en cuenta que toda contradicción, si es tal, debe estar expresada
Lógica y Teoría de la Argumentación

al mismo tiempo, bajo las mismas circunstancias y bajo el mismo punto de vista. Si alguien
afirma haber hecho una llamada por teléfono el día de ayer, y no haber llamado hoy, obvio
que no está cayendo en una contradicción, pues, repetimos, la contradicción se da cuando
las proposiciones se dicen en un mismo tiempo. Incluso, no hay contradicción en alguien
que, pasados 20 años, sostiene una tesis contraria a la que sostenía entonces.

El punto de vista es también importante, como lo prueba el siguiente ejemplo:

“Animales altamente peligrosos: el pato, la gallina y el conejo. Animales completamente


inofensivos: la pantera, el tigre y el cocodrilo” – les decía una lombriz a sus hijitas. Y, en
Pedro Antonio García Obando • Javier Orlando Aguirre Román
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efecto, para estos animalitos los cocodrilos no son nada peligrosos. Pero, ¿se sigue de aquí
que los tigres son y no son peligrosos? La respuesta, en este caso, depende del punto de
vista, pues para una lombriz es peligroso lo que para un ser humano no. Sin embargo, no
se sigue que una pantera sea y no sea peligrosa, sino que desde puntos de vista diferentes
pasa lo uno o lo otro. En síntesis, las proposiciones contradictorias se dan cuando se las
expresa desde un mismo punto de vista y al mismo tiempo.

Por último, hay proposiciones cuya verdad es incuestionable, y es el caso de las llamadas
tautologías. Se trata de enunciados de los que por su análisis, coherencia y en algunos caso
por su trivialidad, quedan exentos de duda en cuanto a su verdad. Estar viendo un papel y
decir “veo un papel”, es algo incuestionable, una verdad a todas luces. Pero aclaramos: en
condiciones normales, es decir, si quien afirma eso no está alucinando, o loco, o algo por
el estilo. ¿Y como sabemos que no estamos locos? Bueno, quizá porque somos la mayoría,
o porque los demás también están viendo el mismo papel que nosotros estamos viendo. O
quizá, como pensaba Pirrón, no podemos tener evidencia de nada.

Pero aún pudiendo sacar a todas las expresiones triviales de la categoría de tautologías,
nos quedan todas las proposiciones que son verdaderas por el análisis de las palabras o por
coherencia, según hemos explicado más arriba.

En términos de valores numéricos de verdad, decimos que toda contingencia oscila entre
0 y 1, sin ser 0 ni 1; que una tautología tiene el valor de 1 y que todas las contradicciones
tienen valor de 0. Entre las contingencias, unas se acercan más a 1 y otras más a 0. Las que
se acercan a 1 ó son mayores que 0.5, se llaman proposiciones probables; las menores de
0.5 y que no son 1 se las llamas posibles.

Ejercicio

En la siguiente lista de proposiciones, distinga las probables, las posibles, las contradictorias y las
que son tautologías.

• Un cuadrado es una figura geométrica de tres lados.


Lógica y Teoría de la Argumentación

• Si Juan lanza el dado, caerá un número entre 1 y 6.

• Juan se ganará la lotería sin comprarla.

• El día de mi cumpleaños me llamará el presidente de Colombia.

• La selección colombiana de fútbol le ganará a la selección de la UIS.

• El avión que sale a las 8:00 a.m. hacia Bogotá se va a caer.

• Si lanzo el dado me saldrá el número 5.


C A P I T U L O D O S - Lógica y Verdad
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• Si no estudio y no voy a clase perderé la asignatura.

• Juan vivirá hasta los 120 años.

• Si me cae ácido sulfúrico me sulfurizo.

Persuadir y convencer
Un aspecto bien importante en el ámbito de la lógica pero poco estudiado es el relacionado
con otras formas de “calcular” el valor, no digamos de una proposición, sino de un discurso
argumentado. Se le ha prestado muy poca atención a este aspecto, pero, consideramos, es
necesario ampliar la perspectiva sobre la lógica en general y sobre el concepto de verdad
en particular aludiendo a la posibilidad de que una trama de argumentos expuesta en un
discurso sea examinada desde los conceptos de persuadir y convencer. Aunque este tema
será desarrollado con más amplitud en otro capítulo de este libro, dejemos algunas ideas
centrales.

Es apenas obvio que nuestro examen cotidiano de lo que escuchamos, leemos o nosotros
mismos decimos, no se restringe a determinar el valor de verdad de las proposiciones,
ya sea para calificarlas de verdaderas, falsas, probables etc.; más aún, por lo general
lo que decimos después de leer o escuchar uno o varios argumentos es que este o aquel
argumento es bueno, que aquel lo es menos, que no me han convencido; etc., etc. Además
de calificar un argumento diciendo de él que es válido, lo que hacemos entonces muchas
veces en la vida diaria es decir que se han dado buenos argumentos o que no se han dado;
que fulanito convenció con lo que dijo o que no convenció. En suma, podemos decir de las
proposiciones que ellas son verdaderas por correspondencia, porque se trata de tautologías,
o que una proposición es contradictoria y tiene valor de 0. Pero, también podemos decir de
un argumento que es persuasivo, o que tal exposición de ideas llegó a convencer, etc., etc.
Preguntémonos ahora: ¿qué se quiere dar a entender con afirmaciones de este tipo?

Lo primero que hay que señalar es lo que no se dice con esas afirmaciones. Por ejemplo,
no se dice que fulanito esté diciendo la verdad; o que su discurso es probable; tampoco se
dice con esto que su argumentación o su discurso sean válidos, en el sentido en que lo es,
Lógica y Teoría de la Argumentación

por ejemplo, el siguiente silogismo: ningún A es B; todo C es A; por lo tanto, ningún C es


B. Entonces, además de que sabemos ya determinar el valor de verdad de una proposición
o hablar de su verdad en sentido formal, material o por un cálculo de probabilidades,
también podemos emplear la palabra “persuadir” para aplicarla a un argumento o a un
discurso. Para ser más exactos, puede afirmarse que alguien lo ha persuadido a uno de
lo que ha dicho, y que uno se convence a sí mismo de lo que luego quiere persuadir a los
demás. En otras palabras, persuadir implica siempre que se persuade a otro, mientras que
uno habla de convencerse a sí mismo.

Pero no avancemos sin antes aclarar algunos conceptos con respecto al significado de la
palabra “persuadir”. Se trata de un verbo que comporta, como mínimo, tres características.
Pedro Antonio García Obando • Javier Orlando Aguirre Román
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En primer lugar, no es un verbo de estado, como lo serían, por ejemplo, verbos tales
como “entender”, “conocer”, “creer”, “desear”, “amar”, etc.; en otras palabras, quien
es persuadido de algo pasa de un estado mental a otro, de un estado en el que aceptaba
ciertas tesis, a otro en el que las acepta más vivamente; por eso mismo, y en segundo lugar,
decimos que “persuadir” es un verbo de logro, en el sentido de que quien persuade de algo
logra cambiar un estado mental inicial, en particular, el estado mental del auditorio objeto
de la persuasión; en tercer lugar, “persuadir” es un verbo defectivo, tanto en presente
como en futuro, pues su conjugación, en estos casos, resulta por lo general inocua: afirmar
que “persuadiré” o que “persuado” no aplica en muchos casos, a diferencia de “persuadí”,
que implica que se pudo determinar el paso de un estado mental inicial a otro 4.

Los griegos, y en especial Platón y Aristóteles, prestaron mucha atención a este tema,
y no en vano fue entre los griegos que tuvieron lugar los tres escenarios en donde se
escuchaban sendas exposiciones que buscaban conmover los espíritus de los oyentes: en
el ágora, por ejemplo, se presentaban las tragedias a concurso y era el público el que con
sus aplausos aprobaba o no tal o cual representación; en las asambleas se discutían las
decisiones que tomaría el gobierno en uno u otro sentido en beneficio de la estabilidad
de la ciudad; y en los tribunales se decidía también con sendos discursos la inocencia o la
culpabilidad de los acusados. Como dijimos, lo que se buscaba en estos escenarios era la
ingente tarea de persuadir, de modo que podemos decir que un discurso o un argumento
es persuasivo cuando logra producir un efecto en los que asisten a una exposición de los
mismos. (Veremos con más detalle este tema en un próximo capítulo).

Ejercicio final

Lea con cuidado el siguiente fragmento de la obra de Platón, Fedro. Escriba un texto sobre lo leído.
Considere este su primer ejercicio de caligrafía lógica y filosófica.

Mi situación la conoces, y que estimo de nuestra conveniencia el que esto se realice, lo has oído
también. Pero no por ello creo que es justo el no conseguir mi demanda, por el hecho precisamente
de no estar enamorado de ti. Pues los enamorados se arrepienten de los beneficios que hacen, tan
pronto como cesan en su deseo. En cambio, los que no lo están no tienen ocasión en que les toque
arrepentirse. Como no obran bajo el imperio de su pasión, sino de grado, pueden decidir mejor
que nadie sobre sus asuntos personales, y hacen sus beneficios con arreglo a sus posibilidades.
Lógica y Teoría de la Argumentación

Es más, los enamorados consideran aquellos asuntos propios que administraron mal por culpa del
amor juntamente con los beneficios que hicieron y, añadiendo a esto los sinsabores que tuvieron,
creen que han devuelto hace tiempo el debido agradecimiento a sus amados. Por el contrario, los
no-enamorados no pueden alegar el descuido de sus intereses privados por esa causa, ni tener en
cuanta las penas pasadas, ni imputarles a los mancebos las diferencias con sus allegados. De suerte
que, eliminados tantos males, no les queda otra posibilidad que la de hacer con buena voluntad lo
que crean que, una vez cumplido, les hará gratos a los por ellos requeridos. Pero es más, si la razón
de que valga la pena estimar en mucho a los enamorados es su afirmación de que quieren más que a
nadie a los que son objeto de amor, y están dispuestos de palabra y obra a enemistarse con los demás

4 Cfr. PERELMAN, Ch. El imperio Retórico, ed. Norma, 1997. Igualmente, GÓMEZ, A. L., Seis conferen-
cias sobre teoría de la argumentación. AC editores.1999.
C A P I T U L O D O S - Lógica y Verdad
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por hacerse gratos a sus amados, fácil es percatarse, si dicen verdad, de que estimarán en más
que a éstos a todos de cuantos se enamoren después; y está claro que, si a sus últimos amados les
parece bien, harán mal incluso a los primeros. Y ciertamente ¿cómo puede ser natural que se ceda
en semejante asunto a quien está aquejado de una desgracia tal, que nadie, teniendo experiencia
de ella, trataría siquiera de evitar? Pues los mismos enamorados reconocen que están más locos que
cuerdos, y que saben que no están en su sano juicio, pero que no pueden dominarse. De modo que,
una vez recobrada su sensatez, ¿cómo podrían considerar que están bien las cosas sobre las que
toman una decisión en ese estado? Además, si fuera entre los restantes donde escogieras al mejor,
tu elección se haría entre unos pocos. En cambio, si fuera entre los restantes donde eligieras al
más conveniente para ti, lo sería entre muchos. De modo que, al estar entre muchos, es mayor tu
esperanza de alcanzar al hombre digno de tu amistad.

Pero si le temes la costumbre establecida, es decir, el que al enterarse la gente caiga sobre ti el
oprobio, lo natural es que los enamorados, por creer que son objetos de los celos de los demás,
como los demás lo son de los suyos, se exalten hablando, y por vanagloriarse muestren ante todos
que no han pasado penas en vano; en tanto que quienes no lo están, al saber dominarse, escojan lo
mejor en lugar de la gloria ante los hombres. Pero aún hay algo más, necesariamente serán muchos
quienes descubran a los enamorados y los vean acompañar a sus amados y dedicarse a eso, de
suerte que, cuando se les vea conversar mutuamente, creerán entonces que su trato con el amado
es debido a que se ha cumplido ya, o está a punto de cumplirse, su deseo. En cambio, a los que no
están enamorados ni siquiera se les ocurrirá el inculparlos por su trato, puesto que saben que es algo
normal que se converse con alguien bien sea por amistad, bien por cualquier otro motivo de agrado.
Y si te ha entrado miedo al considerar que es difícil que la amistad se mantenga, y que, surgida de
cualquier manera una disensión, si bien la desgracia es común para ambos, para ti especialmente,
si has hecho entrega de lo que más estimas, el daño sería grande, lo natural en ese caso es que
temas más a los enamorados. Pues son muchas las cosas que les afligen, y creen que todo sucede
en su propio perjuicio. Por ello evitan el trato de sus amados con lo demás, temiendo que los que
tienen hacienda les sobrepasen con sus riquezas, y que los que están educados les aventajen con su
inteligencia. Y según que cada cual posea una buena cualidad, se precaven ante su influencia. Así
que, habiéndote persuadido a enemistarte con éstos, te ponen en una completa soledad de amigos;
y si tú, velando por tu interés, te muestras más sensato que ellos, incurrirás en desavenencia con
ellos. Por el contrario, quienes, sin estar enamorados, han conseguido su demanda en razón de
su mérito no mirarían con malos ojos a quienes tuvieran trato contigo; antes bien, aborrecerían a
los que no quisieran tenerlo, por considerar que por estos últimos son menospreciados, y les son
beneficiosos, en cambio, los primeros. De modo que los que aceptan sus requerimientos tienen
muchos mayores motivos de esperar que sean amistades y no enemistades lo que les reporte su
relación con ellos.

Además, muchos de los enamorados son dominados por el deseo del cuerpo antes de conocer el
carácter y tener experiencia de las demás particularidades de sus amados, de suerte que para éstos
queda en lo incierto si aún querrán ser amigos, cuando cesen en su deseo. En cambio, en el caso
Lógica y Teoría de la Argumentación

de quienes no están enamorados y consiguieron su demanda, existiendo previamente una mutua


amistad, lo natural no es que los buenos ratos pasados disminuyan su amistad, sino que queden como
un indicio de los que va a haber en el futuro. Y, ciertamente, es de tu incumbencia el hacerte mejor,
haciéndome caso a mí y no a un enamorado. Pues esos hombres alaban, incluso contra lo que es lo
mejor, dichos y hechos, en parte por temor a granjearse el encono de su amado, y en parte también
por tener ellos peor criterio de juicios por culpa de su deseo. Pues he aquí los efectos que muestra
el amor: a los desafortunados les hace considerar insoportable lo que a los demás no produce pena, a
los afortunados les obliga a prestar su alabanza incluso a lo que no es digno de gozo. De manera que
a los amados conviene mucho más compadecerlos que envidiarlos. En cambio, si me haces caso a mí,
en primer lugar, en mis relaciones contigo no atenderé tan sólo al placer del momento, sino también
al provecho que habrá en el futuro, sin ser vencido por el amor, sino dominándome a mí mismo; sin
dejarme arrastrar por un fútil motivo a una gran enemistad, sino mostrando con calma a gran motivo
Pedro Antonio García Obando • Javier Orlando Aguirre Román
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poca ira; otorgando mi perdón a las faltas involuntarias, y tratando de evitar las voluntarias. Pues
éstas son las pruebas de que una amistad ha de durar mucho tiempo. Mas si por ventura se te ha
ocurrido pensar que no es posible que exista una profunda amistad, a no ser que se esté enamorado,
menester es que reflexiones que en ese supuesto no estimaríamos tanto ni a nuestros hijos, ni a
nuestros padres, ni a nuestras madres; ni serían tampoco fieles amigos nuestros aquellos que no los
hemos creado por un deseo semejante, sino por otras relaciones.

Pero es más, si debe uno otorgar su favor a quienes más lo solicitan, conviene, incluso en otras
cuestiones, no hacer bien a los mejores, sino a los más necesitados, porque cuanto mayores sean los
males de que son liberados, mayor será el agradecimiento que nos tendrán. E incluso en nuestros
banquetes privados lo indicado no es invitar a los amigos, sino a los mendigos y a los necesitados de
un hartazgo. Pues éstos nos querrán, nos acompañarán, vendrán a nuestra puerta, se regocijarán
grandemente, nos tendrán el mayor agradecimiento y pedirán para nosotros otros muchos bienes.
Pero tal vez no conviene otorgar nuestros favores a quienes los piden con grandes instancias, sino
que a quienes mejor pueden devolvernos el favor. Ni tampoco a quienes aman simplemente, sino a
los dignos de su concesión; ni a cuantos vayan a aprovecharse de tu lozanía, sino a quienes, cuando
envejezcas, te harán partícipe de sus bienes. Ni tampoco a los que aman simplemente, sino a los
dignos de su concesión; ni a cuantos vaya a aprovecharse de tu lozanía, sino a quienes, cuando
envejezcas, te harán partícipe de sus bienes. Ni tampoco a los que, conseguido su empeño, se vayan
a jactar ante los demás, sino a quienes por pudor callarán ante todos; ni a cuantos se interesan por
poco tiempo, sino a los que ha de ser por igual amigo toda la vida; ni, asimismo, a quienes, cuando
cesen en su deseo, buscarán un pretexto de enemistad, sino a cuantos, una vez marchita tu lozanía,
te mostrarán entonces su virtud. Conque acuérdate de lo dicho, y ten presente que a los enamorados
les amonestan sus amigos en la idea de que su proceder es malo, y, en cambio, a los que no lo están,
jamás les censuró ninguno de sus familiares en la idea de que por ello tomaban malas decisiones
sobre sí mismos.

Tal vez podrías preguntarme si te aconsejo que otorgues tu favor a todos los que no están enamorados
de ti. Pero yo creo que ni siquiera el enamorado te exhortaría a tener esa idea con respecto a
todos los enamorados. Pues ni al que toma tu favor con sensatez le resulta esto digno de igual
agradecimiento, ni tampoco, si quieres pasar inadvertido a los demás, te será ello posible por igual en
todos los casos. Y es preciso que de este asunto no resulte ningún daño, sino provecho para ambos.

En conclusión, yo por mi parte estimo suficiente lo que he dicho. Tú si echas de menos algo, por
considerar que se ha pasado por alto, pregúntame.5
Lógica y Teoría de la Argumentación

5 Platón. Fedro. Alianza Editorial. Madrid: 1999. Traducción de Luis Gil Fernández. (231a- 234c).

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