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REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

UNIVERSIDAD NACIONAL EXPERIMENTAL “RÓMULO GALLEGOS”


ÁREA DE CIENCIAS DE LA SALUD
PROGRAMA DE MEDICINA
SAN JUAN DE LOS MORROS
EDO. GUÁRICO

DOCENTE:
Mariam Flores

1º Año Sección 6

Junio 2020
El consentimiento informado

Se conoce como consentimiento informado, como el procedimiento mediante el cual el sujeto


o paciente expresa su intención de participar en algún proceso de investigación de manera
voluntaria, después de que esté comprenda la información dada acerca de los objetivos de
dicha investigación, al igual que los beneficios, molestias, riesgos y alternativas.

En palabras más simples, es el procedimiento en el cual se respeta el principio de autonomía


de un paciente, donde esté, dotado de facultades físicas y mentales otorga autorización a los
procesionales de la salud para realizar un procedimiento.

¿Cómo se debe dar o entregar la información al paciente?

Primero se debe procurar entablar una relación médico-paciente, para así crear un lazo de
confianza entre estos. Debe de utilizarse un lenguaje simple a la hora de entregar esta
información, de una manera adecuada, simple y que sea lo suficientemente entendible y clara,
de manera que el paciente pueda entender la gravedad de la situación a pesar de sus
características o nivel intelectual. La información debe de darse en un ambiente calmado,
apropiado y sin interferencias. El objetivo del médico es calmar la ansiedad y crear un
ambiente que genere confianza al paciente. Sin utilizar un lenguaje de terminología científica.
De manera que esté de acuerdo con el nivel cultural de la población.

Requisitos que deben cumplir en el consentimiento informado

El consentimiento informado reúne una serie de requisitos los cuales son:

Voluntariedad: El paciente debe de sentirse con total libertad de si someterse a un tratamiento,


participar en un estudio o no. Aunque haya una especie de manipulación que afecte su
autonomía. La voluntariedad se ve afectada cuando es solicitada por personas en posición de
autoridad o incluso si no se ofrece un tiempo suficiente para que el paciente pueda consultar y
tomar una decisión.

Información: Esta debe de ser comprensible, es decir, incluir el objetivo real del tratamiento,
su procedimiento, los beneficios y riesgos potenciales que pudiesen ocurrir y también incluir
la opción del paciente de rechazar el tratamiento en cualquier momento.
Capacidad: El paciente debe de tener la habilidad de tomar decisiones, respetando su
autonomía.

Comprensión: Esta es la capacidad del paciente de comprender la información relevante dada


por el médico.
Documentación:

Para tratamientos con un riesgo significativo, se debe de hacer entrega de un formulario al


paciente, el cual debe contener los siguientes apartados:
Nombre del estudio o tratamiento
Objetivos, es decir que se pretende obtener del tratamiento
Explicación de la situación médica que justifique la prueba
Procedimiento y maniobras

El profesional de la salud está en la obligación de dar una breve explicación del tratamiento,
así como los beneficios y posibles riesgos, complicaciones y efectos secundarios. También
debe incluir las posibles alternativas y si las hubiere, sus beneficios y riesgos significativos.

Objetivos del consentimiento informado:

 Desde un punto de vista ético, el consentimiento informado tiene como objetivos:

 Reconocer y respetar el principio de autonomía que posee el paciente

 Promover la participación del paciente en el proceso de atención, donde este


comprende las responsabilidades y asume los riesgos.

 Mejorar u optimizar la relación médico-paciente

 Fortalecer la seguridad de la atención del paciente

¿Cómo influye el consentimiento informado en la relación médico-paciente?

Cómo ya hemos mencionado, el consentimiento informado es proceso que se realiza en el


seno de la relación médico-paciente, con el objetivo de que el médico procure informar en
cantidad y con la calidad suficiente sobre los beneficios y posibles riesgos, mientras que el
paciente decide si someterse o no a un tratamiento o estudio de investigación.

El consentimiento informado influye en la relación médico-paciente en la manera de que este


último observe como puede elegir libremente las acciones en su vida, así como la gestión de
su propio cuerpo. Mientras que el médico respeta su autonomía y su capacidad de tomar
decisiones sin objetar, ni manipular la elección del paciente.

¿Tiene el paciente derecho a rechazar un procedimiento?

El paciente en su principio de autonomía esta en completo derecho de decidir si someterse o


no a un tratamiento o procedimiento.

Si después de las discusiones de los beneficios y riesgos de un tratamiento, el paciente decide


o desea rechazarlo, debe quedar especificado en el formulario del consentimiento informado,
como medida para salvaguardar la responsabilidad e integridad del médico, si en un futuro se
presenta algún daño.

Importancia del consentimiento informado

Por regla general, el consentimiento informado se manifiesta oralmente, sin embargo, es


estrictamente necesario en " Procedimientos de un riego mayor", donde el paciente debe de
quedar en los procedimientos que se someterá, así como las posibles complicaciones que
pueden surgir de dicho procedimiento. Por ello es fundamental que quede constancia por
escrito que el paciente nos ha otorgado su consentimiento en el que éste ha decidido
participar.

El consentimiento informado tiene una gran importancia en el ámbito médico, debido a que a
través de éste se puede entablar una mejor relación médico-paciente, así como también
informar de la situación real en la que se encuentra el paciente, dándole la libertad de elegir
como proseguir con su atención médica.

El secreto médico y el derecho a la verdad

El tema del secreto médico ha estado presente en la práctica de la medicina desde la


antigüedad. De hecho ya el juramento hipocrático lo describe con claridad y también recogen
el tema los primeros códigos de ética médica. Así lo hacen también, con las debidas
adecuaciones históricas, todos los códigos de ética tanto de la medicina como de las más
recientes profesiones de la salud. Sin embargo en las últimas décadas el secreto como deber
del médico se ha perfeccionado con la conciencia del derecho de las personas a ser respetada
en su intimidad en lo que concierne a su salud. Sin embargo, la práctica social y también la
realidad del ejercicio de las profesiones de la salud muestran que la intimidad de los enfermos
se ve vulnerada a diario. La razón está en que la sociedad trivializa el respeto a la privacidad
de las personas y los profesionales, como parte de esta misma sociedad tienen comprensión y
conocimientos insuficientes al respecto. El propósito de este apunte es clarificar conceptos y
contribuir a que los estudiantes de las profesiones de la salud incorporen desde ya la debida
actitud de respeto a la intimidad y a la autonomía de las personas. Sólo así podrán ser
profesionales en quienes los pacientes depositen la debida confianza que es una cualidad
indispensable para una buena relación clínica.

En la Ley del ejercicio de la Medicina en el Capítulo VI

Del Secreto Médico

Artículo 46. Todo aquello que llegare a conocimiento del médico con motivo o en razón de
su ejercicio, no podrá darse a conocer y constituye el secreto médico. El secreto médico es
inherente al ejercicio de la medicina y se impone para la protección del paciente, el amparo y
salvaguarda del honor del médico y de la dignidad de la ciencia. El secreto médico es
inviolable y el profesional está en la obligación de guardarlo. Igual obligación y en las
mismas condiciones se impone a los estudiantes de medicina y a los miembros de profesiones
y oficios paramédicos y auxiliares de la medicina.

Artículo 47. No hay violación del secreto médico en los casos siguientes:

(1) Cuando la revelación se hace por mandato de Ley.

(2) Cuando el paciente autoriza al médico para que lo revele.

(3) Cuando el médico, en su calidad de experto de una empresa o institución, y previo


consentimiento por escrito del paciente, rinde su informe sobre las personas
sometidas a exámenes al Departamento Médico de aquella.

(4) Cuando el médico ha sido encargado por la autoridad competente para dictaminar


sobre el estado físico o mental de una persona.

(5) Cuando actúa en el desempeño de sus funciones como médico forense o médico


legista.

(6) Cuando hace la denuncia de los casos de enfermedades notificables de que tenga


conocimiento ante las autoridades sanitarias.

(7) Cuando expide un certificado de nacimiento o de defunción o cualquiera otro


relacionado con un hecho vital, destinado a las autoridades judiciales, sanitarias, de
estadísticas o del registro civil.

(8) Cuando los representantes legales del menor exijan por escrito al médico la
revelación del secreto. Sin embargo, el médico podrá, en interés del menor,
abstenerse de dicha revelación.

(9) Cuando se trate de salvar la vida o el honor de las personas.

(10) Cuando se trate de impedir la condena de un inocente.

(11) Cuando se informe a los organismos gremiales médicos de asuntos relacionados


con la salud de la comunidad en cuanto atañe al ejercicio de la medicina. Esta
información no releva de la obligación a que se refiere el ordinal 1 del artículo 25 de
esta Ley.

Artículo 48. Cuando lo considere necesario, el médico podrá suministrar información sobre


la salud del paciente a los familiares o representantes de éste.
Artículo 49. El pronóstico grave puede ser mantenido en reserva, pero si el médico teme una
evolución incapacitante o un desenlace fatal deberá notificarlo oportunamente, según su
prudente arbitrio, a los familiares o a sus representantes.

Artículo 50. El médico puede compartir el secreto con cualquier otro médico que intervenga
en el caso, quien, a su vez queda obligado a no revelarlo.

Artículo 51. El paciente tiene derecho a conocer la verdad de su padecimiento.

El médico tratante escogerá el momento oportuno para dicha revelación y la forma


adecuada de hacerla.

Artículo 52. El médico debe respetar los secretos que se le confíen o de que tenga
conocimiento por su actuación profesional, aún después de la muerte del enfermo.

Artículo 53. En los procedimientos relativos al transplante de órganos, el médico se sujetará


estrictamente al principio del secreto profesional, sin perjuicio de lo dispuesto en el artículo
31 de la presente Ley.

La verdad: Es tener la certeza de algo o asegurar una cosa, con expresión clara y
sin tergiversación. La verdad es la afirmación de algo que corresponde con la realidad. Se
hace interesante definir y clasificar éste término ya que varía de acuerdo a la conducta,
al juicio o a la realidad del ser, ya que la verdad es una propiedad de las cosas y del
entendimiento humano, algo es verdadero cuando se da en la realidad, cuando sucede o se
cumple.

Características:

 Relacionable: Vínculo entre un juicio y su objeto.

 No jerarquizable: No tiene términos medios.

 Objetiva: Ya sea que lo sepamos o no, la verdad sigue siendo verdad.

Mentira: es la falta de verdad o tergiversación de la misma con fines de evitar una sanción o
reproche, hacer daño, obtener un beneficio, para lograr el aprecio de otro, para ocultar una
realidad dolorosa o vergonzosa, para evitar un sufrimiento (mentira piadosa) o simplemente
por hábito, realizada en forma deliberada. El que miente habitualmente se llama mentiroso o
mitómano, pues fabrica una realidad que no existe, y a veces puede llegar a creer en sus
propias mentiras.

El engaño: La palabra engaño proviene en su etimología del latín “ingannare” que alude al


resultado de la acción de aquel que se burla de otro. Quien engaña hace que algo mentiroso,
ajeno a la realidad aparezca como cierto. El engaño es afirmar una falsedad o mentira con
un propósito deliberado de hacer caer al otro en el error. La mentira puede no ser intencional.

El secreto: Es aquella cuestión oculta, escondida y separada del conocimiento de la mayoría,


es decir, un secreto es ignorado por buena parte de la gente, exceptuando a aquellas personas
que han decidido compartirlo.

La verdad y el enfermo

Una de las cuestiones más espinosas en la práctica sanitaria es la que se refiere al derecho de
los enfermos a conocer la verdad de la enfermedad que padecen. No porque alguien niegue tal
derecho, que todos reconocen, sino porque a él se añade, y con frecuencia se contrapone, otro
elemento que viene a complicar las cosas: el que supone que el enfermo no está preparado
para recibir una noticia que podría serle contraproducente y, en consecuencia, se le oculta la
realidad de su mal. Es decir, se acepta en principio que todo enfermo tiene derecho a estar
informado de su dolencia; pero, como en la práctica se sabe o se supone que, en bastantes
ocasiones, la desnuda y cruda verdad resulta perjudicial, sobre todo cuando es dicha sin
contemplaciones, se opta por no dar información. Antes de seguir adelante, debiéramos
matizar este planteamiento con dos observaciones:
a) En realidad, la verdad sólo constituye problema cuando es negativa: incurabilidad,
sufrimiento progresivo, muerte en un plazo relativamente breve... Porque en los otros casos,
no suele plantearlos.
b) Por otra parte, de cara a las cautelas para no comunicarla, no sólo cuenta el estado
psicológico del enfermo, sino que inciden otros hechos: por una parte, el médico tiene que
estar preparado y saber decirla (muchas veces no se sabe hacer y se tiene miedo, como luego
veremos).
Por otra parte, el contenido de la información tiene que ser bien conocido: por ejemplo, decir
un diagnóstico de cáncer puede interpretarse como algo mortal, cuando no siempre es así.
Desde luego, hoy no sirve ya aquel consejo de Hipócrates: "oculta al enfermo, durante tu
actuación, la mayoría de las cosas...; repréndele a veces estricta y severamente, pero otras
anímale con solicitud y habilidad, sin mostrarle nada de lo que le va a pasar ni de su estado
actual; pues muchos acuden a otros médicos por causa de esa declaración, antes mencionada,
del pronóstico sobre su presente y futuro" 1 . Los aires que hoy corren parecen ir en otra
dirección. El grado de madurez personal y social también apoya este hecho. Cada día los
pacientes y sus familiares reclaman más información y con frecuencia el médico se ve urgido
a comunicar más y más datos. Ciertamente, la experiencia enseña que en este tema no se
pueden dar reglas fijas. El conocido aforismo de que "no existen enfermedades sino
enfermos" puede también aplicarse a esta cuestión, puesto que la reacción frente al hecho de
la enfermedad y de su conocimiento es diferente en cada enfermo y existen todas las actitudes
posibles: desde la del que "exige" conocer en cada momento toda la verdad, hasta la de quien
jamás hace preguntas porque prefiere "no enterarse" del mal que padece (en una serie inglesa
sobre 65 enfermos de cáncer, se advertía que sólo un 32 % deseaban más información o
confirmación del diagnóstico; los demás expresaron no querer información) 2 . Pretendemos
aquí recordar algunos criterios que pueden ayudar a dar luz al problema.
El derecho a conocer la verdad:

El hombre, aunque no sea dueño, es administrador de su vida y de su salud y tiene frente a


ellas determinadas obligaciones. Cuando ve comprometida su salud, el enfermo acude al
médico para que le ayude; el médico procura determinar la etiología de su afección, establecer
un tratamiento adecuado y ofrecer al enfermo, aunque sea sumariamente, el correspondiente
pronóstico. Se establece así una relación médico-enfermo que, de siempre, ha constituido la
base de la medicina. Esta relación se desarrolla como si al enfermo le asistiera un derecho a
conocer lo que concierne al mal por el que ha acudido al médico: diagnóstico, terapéutica y
pronóstico que conlleva, aunque sea de modo aproximado, una estimación del presumible
curso de la enfermedad. Parece obvio que este derecho del paciente asuma particular interés
cuando la enfermedad es grave, pues el enfermo tiene determinados e insoslayables deberes
en cuanto persona y en cuanto miembro de una familia y de una comunidad civil. Nadie como
él conoce sus problemas, familiares, sociales, profesionales, ni menos aún lo que hay en el
fondo de su conciencia; problemas que tal vez haya ido posponiendo con la lejana esperanza
de disponer más tarde del tiempo necesario para afrontarlos y que ahora súbitamente reclaman
solución. En tales casos, ocultar la verdad sería infantilizar a la persona, "reducir al enfermo a
un nivel inferior, donde se le mantiene engañado, en un clima artificial y falso, en el que los
demás saben lo que acontece, menos él, el único protagonista y autor de su historia. Además,
cuando el paciente tiene un sentido trascendente de la vida, se cometería una tremenda
injusticia dejándole en la ignorancia cuando se acerca a la última etapa de su recorrido vital y
al ineludible encuentro con Dios. Hay casos en los que el médico "tiene el deber de hablar
claramente, deber ante el que ha de ceder toda otra consideración médica y humanitaria. No
es lícito ilusionar al enfermo o a los parientes con una falsa seguridad, con el peligro de
comprometer de este modo la salvación eterna del enfermo o el cumplimiento de obligaciones
de justicia o de caridad. Sería un error querer justificar tal conducta o explicarla con el
pretexto de que el médico se expresa siempre del modo que cree más oportuno para el interés
personal del enfermo". Parece, por ello, conveniente difundir en los hospitales y en toda
relación médico-enfermo cada vez más la mentalidad en pro de la veracidad. También entre
los allegados de los enfermos puesto que "no sólo es el personal sanitario el que tiene
dificultades para entablar una relación personalizada con el paciente, sino que aún la misma
familia no sabe hacerlo convenientemente, creando con frecuencia una situación de falta de
información o de mentiras en torno al enfermo, que bloquean su comunicación con los seres
más queridos". Quizá en algunos ambientes se puede pecar por exceso, como sucede, en
países anglosajones donde influye notablemente la situación médico-legal. En Estados
Unidos, por ejemplo, el motivo más importante para decir la "verdad desnuda" es el de
cubrirse frente a reclamaciones judiciales de mala práctica médica. Pero en otros lugares,
como sucede en España, se tiende más bien a pecar por defecto, escondiendo o edulcorando la
verdad a los enfermos; muchos médicos prefieren no dar información, o dan la menos posible,
o la dan de acuerdo con los intereses de la familia; en ese sentido, habría que desterrar de
entre nosotros esas "conspiraciones de silencio" por parte de algunas familias que pretenden
por todos los medios —con la complicidad del médico— ocultar a toda costa al enfermo el
mal que sufre, y en particular si se trata de advertirle de la proximidad de la muerte.

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