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Como en todo paciente politraumatizado se debe realizar una evaluación primaria, procediendo
a la valoración del abdomen en la evaluación secundaria.
La evaluación inicial contemplará el manejo y estabilización del ABC donde cabe destacar que
la complicación más frecuente del trauma abdominal es el shock hipovolémico siendo objetivo
principal el determinar si existe o no lesión abdominal, no su diagnóstico etiológico. Las
heridas que pueden llevar a una hemorragia severa son la rotura esplénica, hígado o ramas de la
aorta. Una rotura pélvica puede también ocasionar una hemorragia masiva.
La resucitación del paciente debe ser llevada a cabo junto con la exploración
A. EXPLORACION FISICA
Tan solo en un 60% de los casos existe una correspondencia entre el estado del paciente y los
hallazgos exploratorios, por lo que la exploración física no basta por si sola para diagnosticar o
excluir una lesión abdominal. No obstante, una exploración física positiva es el dato clínico más
fiable de lesión intraabdominal significativa; una exploración física negativa no excluye la
existencia de lesión abdominal, por lo que es muy importante la reevaluación del abdomen.
1. Inspección
2. Auscultación
3. Percusión
4. Palpación
B. TACTO RECTAL
C. EXAMEN GENITAL
La presencia de sangre en el meato urinario nos indica la posible existencia de una lesión
uretral. La existencia de sangre en la vagina nos indica la lesión de esta por heridas penetrantes
o fragmentos óseos.
D. ANAMNESIS
E. SONDAJE
SONDA NASOGASTRICA
La colocación de una sonda nasogástrica tiene como objetivo principal la descompresión y el
vaciamiento del contenido gástrico para reducir el riesgo de broncoaspiración. La presencia de
sangre en el contenido gástrico puede indicar la lesión del tracto digestivo superior, una vez
excluido el sangrado oro-naso-faríngeo.
En caso de sospecha de fractura de la base del cráneo o ante la existencia de un traumatismo
maxilofacial severo la sonda gástrica debe ser introducida por la boca.
SONDA VESICAL
En todo paciente con traumatismo grave se debe proceder al sondaje vesical permanente, con el
objeto de descomprimir la vejiga, medir la diuresis horaria y detectar la presencia de hematuria
inicialmente oculta.
Antes de la inserción de la sonda urinaria se debe descartar una rotura uretral, que se debe
sospechar ante la presencia de sangre en el meato urinario, hematoma escrotal, próstata elevada
o no palpable en el tacto rectal. Ante la presencia de cualquiera de estos signos se deberá
proceder a la realización de una uretrografía retrógrada.
Desde que fue descrita por primera vez por Root en 1.965, se usa como prueba diagnóstica
fundamental en el traumatismo abdominal, y ninguna otra técnica, con la tecnología actualmente
disponibles, ha demostrado mayor sensibilidad y especificidad para determinar la presencia de
hemoperitoneo.
Complicaciones y contraindicaciones
1. Obesidad mórbida
2. Cirugía abdominal previa múltiple (presencia de adherencias)
3. Coagulopatía preexistente.
4. Cirrosis avanzada.
5. Herida abdominal penetrante.
Resultados
1. Positivo
Se considera que la punción lavado es positiva en cualquiera de los casos siguientes:
2. Dudoso
Se considera un resultado dudoso:
3. Negativo
Cualquier otro resultado se considera negativo.
Las lesiones específicas de páncreas, tubo digestivo, bazo, hígado o riñones, diagnosticadas por
técnicas de imagen, requieren habitualmente laparotomía exploradora. No obstante, lesiones
aisladas de estos órganos, sin alteración hemodinámica ni peritonismo, podrían ser susceptibles
de tratamiento conservador.
Las vísceras sólidas se rompen antes que las huecas por el efecto de la presión, ocurriendo al
contrario en las lesiones por onda expansiva, donde son los pulmones y vísceras huecas los
primeros en afectarse al transmitir mejor las ondas expansivas.
Los mecanismos de aceleración - desaceleración pueden provocar lesiones por rotura de vasos
al traccionar los mesos y por choque entre estructuras de diferente masa.
La frecuencia con la que se afectan los órganos abdominales en los traumatismos cerrados es la
siguiente: bazo 42%, hígado 35’6%, hematoma retroperitoneal 14’6%, mesenterio 13%, asas
intestinales 4’5 %, vejiga 3’2%, riñón 2’6%, vasos mesentéricos 2%, estomago 1%.
A. LESIONES ESPECÍFICAS
1. Pared abdominal
Los hematomas de la pared abdominal que afectan frecuentemente a músculo recto del
abdomen, pueden producir defensa y rigidez muscular difícil de diferenciar de una lesión
intraabdominal. En la mayoría de los casos se localiza en la porción infraumbilical del músculo
y da lugar a la aparición de una masa que no se modifica con la contracción de dicho músculo.
2. Diafragma
La rotura traumática del diafragma, generalmente un desgarro radial, puede ocurrir en cualquier
zona de este, aunque se localiza con más frecuencia en la zona posterolateral del hemidiafragma
izquierdo. Puede pasar inicialmente desapercibida, diagnosticándose en muchas ocasiones años
después del traumatismo. La visualización de la sonda gástrica por encima del hemidiafragma
en una radiografía de tórax es patognomónico de la rotura de este. Se debe tratar por reparación
directa.
3. Hígado
El bazo es el órgano que más frecuentemente se lesiona tras un traumatismo abdominal cerrado.
En general, los signos clínicos de su lesión son los de la hemorragia que provoca, aunque menos
de la mitad de los pacientes con rotura esplénica presentan inicialmente signos de shock. La
presencia de dolor, defensa y distensión en el cuadrante superior izquierdo del abdomen nos
deben alertar sobre la presencia de una lesión esplénica. El dolor reflejado al hombro izquierdo
(signo de Kher) es inconstante y a menudo difícil de constatar. Dada la importancia del papel
inmunológico del bazo hoy se tiende a ser cada vez más conservador en cuanto al tratamiento
quirúrgico.
5. Estómago
6. Páncreas
7. Duodeno
La lesión duodenal suele resultar de una compresión directa del volante del automóvil en un
conductor sin cinturón de seguridad, y por golpe directo con el manillar de una bicicleta o
motocicleta. Se asocia frecuentemente a lesión pancreática y tiene una mortalidad elevada dado
su difícil diagnóstico. La presencia de sangre a través de la sonda gástrica nos debe hacer
sospechar la existencia de una lesión duodenal. La presencia de aire retroperitoneal nos obliga a
descartar una lesión del duodeno. La realización de un estudio radiológico con contraste oral
hidrosoluble o de una TAC con doble contraste nos puede dar el diagnóstico.
8. Intestino delgado
Las lesiones del intestino delgado tras un traumatismo cerrado resultan frecuentemente por
mecanismos de aceleración - desaceleración que produce desgarros en los puntos de fijación del
los mesos (ligamento de Treitz), o bien por compresión directa de las asas contra la columna
vertebral o por aumento brusco de la presión intraluminal en asas llenas de líquido. El
diagnóstico suele ser difícil dado que estas lesiones producen un sangrado mínimo. Su
diagnóstico puede basarse en un número elevado de leucocitos o de amilasa en la PLP, o en la
extravasación de contraste en la TAC.
9. Intestino grueso
Las lesiones del intestino grueso que siguen a un traumatismo abdominal cerrado comportan
habitualmente severidad. La presencia de material extraño en la PLP nos puede ayudar al
diagnóstico. La detección de sangre en el tacto rectal nos obliga a precisar el diagnóstico (TAC,
rectosigmoidoscopia).
lesión vesical, manifestada habitualmente por dolor hipogástrico, incapacidad para orinar y
síntomas y signos de shock, asociada con frecuencia a la existencia de fracturas pélvicas. La
hematuria macroscópica está presente en el 95 % de los casos. Está contraindicada en presencia
de lesión uretral.
1. Paciente con traumatismo abdominal con signos claros de irritación peritoneal o sangrado
abdominal evidente: laparotomía urgente.
2. Paciente con signos de shock: ecografía abdominal en la sala de reanimación y/o punción
lavado. La presencia de líquido libre intraabdominal en la ecografía o de positividad de la PLP
son indicaciones de laparotomía urgente.
Los traumatismos penetrantes afectan con más frecuencia el hígado, el estómago, el intestino
grueso y el intestino delgado. Los órganos intraperitoneales o retroperitoneales pueden sufrir
daños directos por el objeto penetrante y lesiones indirectas en el caso de proyectiles de armas
de fuego: por estallido provocado por la onda expansiva o por la producción de una cavidad
temporal al paso del proyectil por los tejidos. Además debemos considerar que la afectación
ósea puede provocar la aparición de múltiples fragmentos que actuarían como otros proyectiles.
Todo ello hace difícil predecir las lesiones causadas por las armas de fuego por la simple
exploración de los orificios de entrada y/o salida causando en general lesiones múltiples en
tejidos no necesariamente próximos. Las armas de fuego de cañón largo provocan en general
más lesiones que las de cañón corto. En el caso de las armas blancas las lesiones están causadas
por el objeto penetrante y en general lesiona órganos adyacentes en el curso de su trayectoria.
En cualquier caso es importante recoger en la historia clínica el tipo de arma y la distancia de la
agresión.
La frecuencia de los traumatismos penetrantes oscila entre el 12-15%, mientras que la de los
traumatismos cerrados es de aproximadamente el 85%. Se aprecia en los últimos años una
tendencia al aumento de los cerrados y disminución de los penetrantes.
Los traumatismos abdominales penetrantes son producidos en más del 82% de los casos por
armas de fuego y armas blancas; en el resto de los casos están involucrados otros materiales:
destornilladores, empalamientos, cristales, asta de toro, etc.
En las heridas por arma de fuego es importante tanto el calibre como la velocidad de las
mismas; las de pequeño calibre y baja velocidad, producen heridas limpias con escaso daño
perilesional, mientras que las de alta velocidad y gran calibre producen gran destrucción tisular
a lo largo del trayecto debido a la onda expansiva.
Los órganos que más frecuentemente se afectan en los traumatismos penetrantes son: hígado
(37%), intestino delgado (26%), estómago (19’9%), colon (16’8%), riñón (15%), grandes vasos
(11%), mesenterio (9’5%) y bazo (7%).
4. En las heridas que han penetrado a la cavidad abdominal, o se tienen dudas al respecto, se
realizará ecografía abdominal, TAC abdominal o PLP. La presencia de liquido libre
intrabadominal, de una lesión susceptible de reparación quirúrgica o una PLP positiva (>10.000
hematíes/ml), obligan a la administración de antibióticos que cubran la flora intestinal, y a una
laparotomía. En caso contrario se someterá al paciente a observación.
Esta zona torácica está limitada por arriba por las mamilas (cuarto espacio intercostal, nivel
donde puede llegar el diafragma en una espiración forzada) en su plano anterior, por el reborde
inferior de las escápulas (séptimo espacio intercostal) en el plano posterior, y por los rebordes
costales como límite inferior.
Las heridas en esta zona del tórax, además de lesionar órganos torácicos como pulmón, corazón
y mediastino, pueden provocar lesiones de órganos abdominales, retroperitoneales y del
diafragma.
Esta zona abdominal está delimitada por los rebordes costales como límite superior, los
rebordes de las crestas ilíacas como límite inferior y lateralmente por las líneas axilares medias
en dirección dorsolumbar.
Las heridas en esta zona son difíciles de evaluar clínicamente, rara vez la exploración local de la
herida proporciona datos fiables, sobre todo en la porción comprendida entre la línea
medioescapular y la columna, y la incidencia de lesiones de órganos retroperitoneales y
abdominales es significativa.
X. TRAUMATISMO PELVICO
La mayoría de lesiones pélvicas son consecuencia de accidentes graves, ya que son necesarias
fuerzas violentas para fracturar el anillo pélvico. En su mayoría son resultado de accidentes
peatonales, de motocicletas o de precipitaciones. El 50% de los traumatismos pélvicos presentan
fracturas estables, de evolución favorable con inmovilización y analgesia. El resto de los casos
va a presentar complicaciones, de las cuales, la más grave y potencialmente mortal es la
hemorragia retroperitoneal, dado que los huesos que componen el anillo, están muy
vascularizados; además numerosas venas y arterias cruzan la pelvis, pudiendo lesionarse ante
traumatismos pélvicos, dando lugar a hemorragias severas que pueden ser exanguinantes en el
caso de las roturas arteriales. Las fracturas pélvicas complejas suelen asociarse además a
lesiones intraperitoneales y perforaciones vesicales, rectales, vaginales y uretrales. En el caso de
fracturas abiertas de pelvis, la mortalidad suele ser superior al 50%.
1. Lesiones intraabdominales.
2. Lesiones torácicas.
3. Lesiones vasculares pélvicas o retroperitoneales, y
4. Fracturas pélvicas
Desnudar al paciente.
Cubrir las heridas con apósitos estériles amplios (no utilizar gasas sino compresas, a ser posible
radioopacas, para evitar una introducción accidental en la cavidad peritoneal)
Ante evisceraciones no intentar introducirlas de nuevo sino cubrirlas con amplios apósitos
estériles humedecidos en suero fisiológico.
Si existiera algún objeto incrustado en el abdomen nos limitaremos a estabilizarlo, para evitar
que se mueva y así provoque un daño mayor, hasta que pueda ser retirado en quirófano.