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TRAUMATISMO ABDOMINAL Y PELVICO

III. EVALUACION PRIMARIA Y SOPORTE VITAL

Como en todo paciente politraumatizado se debe realizar una evaluación primaria, procediendo
a la valoración del abdomen en la evaluación secundaria.

La evaluación inicial contemplará el manejo y estabilización del ABC donde cabe destacar que
la complicación más frecuente del trauma abdominal es el shock hipovolémico siendo objetivo
principal el determinar si existe o no lesión abdominal, no su diagnóstico etiológico. Las
heridas que pueden llevar a una hemorragia severa son la rotura esplénica, hígado o ramas de la
aorta. Una rotura pélvica puede también ocasionar una hemorragia masiva.

La resucitación del paciente debe ser llevada a cabo junto con la exploración

IV. EVALUACION SECUNDARIA

La valoración de un traumatismo abdominal puede estar dificultada por el enmascaramiento de


los síntomas y signos de lesión (dolor, irritación peritoneal, etc.) debido a la existencia de
alteración de la conciencia (TCE, efectos del alcohol u otras drogas, sedación), o de lesiones
asociadas (fracturas costales, raquídeas y pélvicas). Podemos encontrarnos al paciente con dos
tipos de lesiones, penetrante y no-penetrante. Las heridas penetrantes son producidas por
cuchillos, navajas, disparos y objetos punzantes. Las lesiones por traumatismo no penetrante
suceden durante la práctica deportiva, caídas, impactos con objetos romos y accidentes
automovilísticos. Se estima que más del 50% de los traumatismos abdominales no-penetrantes
son resultado de accidentes de tráfico.

A. EXPLORACION FISICA

Tan solo en un 60% de los casos existe una correspondencia entre el estado del paciente y los
hallazgos exploratorios, por lo que la exploración física no basta por si sola para diagnosticar o
excluir una lesión abdominal. No obstante, una exploración física positiva es el dato clínico más
fiable de lesión intraabdominal significativa; una exploración física negativa no excluye la
existencia de lesión abdominal, por lo que es muy importante la reevaluación del abdomen.

1. Inspección

Buscaremos la existencia de equimosis, abrasiones o heridas de la pared abdominal, que suelen


estar presentes en las lesiones intraabdominales graves. Inspeccionaremos la zona dorsolumbar
con las medidas adecuadas de protección de la columna vertebral.

Se buscará la existencia de distensión abdominal, su presencia pone de manifiesto que algo


puede estar ocupando la cavidad intraabdominal (sangre, fluido o gas proveniente de la rotura
de un órgano o vaso sanguíneo) así como la presencia de asimetría en la pelvis que podría
indicar una fractura de ésta.

Se inspeccionarán los genitales y el periné en busca de sangrado, hematomas o cualquier otro


tipo de lesión.
Recuerde que la hipotermia está altamente relacionada con la mortalidad, así pacientes con
temperatura central de menos de 34ºC tienen un 40% más de probabilidades de fallecer.

2. Auscultación

Auscultaremos al abdomen para constatar la presencia de ruidos hidroaéreos. La ausencia de


éstos nos sugiere la existencia de un íleo que pudiera ser resultante de la presencia de sangre o
contenido intestinal en la cavidad peritoneal. //Es importante auscultar el abdomen antes de
palparlo, pues esta puede producir sonidos anómalos.

3. Percusión

Percutiremos el abdomen en busca de dolor que nos indicará la presencia de peritonismo


localizado.

La existencia de timpanismo en el área mesoepigástrica sugiere la existencia de dilatación


gástrica.

4. Palpación

La presencia de dolor a la palpación profunda y superficial, defensa muscular involuntaria, o de


dolor a la descompresión manual del abdomen nos hará pensar en la existencia de irritación
peritoneal.

Es necesario palpar ambas cresta ilíacas, con compresión anteroposterior y medial, y


compresión sobre la sínfisis del pubis para valorar fracturas óseas a este nivel.

B. TACTO RECTAL

Se debe realizar sistemáticamente un tacto rectal en busca de la presencia de sangre, fracturas


óseas, así como para comprobar el tono del esfínter anal (abolido en caso de lesión medular) y
determinar la posición de la próstata (elevada en caso de rotura de la uretra).

C. EXAMEN GENITAL

La presencia de sangre en el meato urinario nos indica la posible existencia de una lesión
uretral. La existencia de sangre en la vagina nos indica la lesión de esta por heridas penetrantes
o fragmentos óseos.

D. ANAMNESIS

Deberemos conseguir la máxima información posible de las personas involucradas en el suceso,


la asistencia inicial y traslado, haciendo especial hincapié en el mecanismo de lesión, la
situación inicial y la respuesta al tratamiento. Si el paciente está consciente, nos puede
proporcionar la mejor información. Conocer si era conductor o pasajero (mayor riesgo para el
acompañante), a qué velocidad se produjo, cuánto tiempo a transcurrido hasta nuestra llegada.
En caso de lesión por arma de fuego saber de qué calibre se trata y dirección del proyectil. Por
cuchillo saber la distancia de la hoja y la cantidad de ropa que llevaba el paciente.

E. SONDAJE

SONDA NASOGASTRICA
La colocación de una sonda nasogástrica tiene como objetivo principal la descompresión y el
vaciamiento del contenido gástrico para reducir el riesgo de broncoaspiración. La presencia de
sangre en el contenido gástrico puede indicar la lesión del tracto digestivo superior, una vez
excluido el sangrado oro-naso-faríngeo.
En caso de sospecha de fractura de la base del cráneo o ante la existencia de un traumatismo
maxilofacial severo la sonda gástrica debe ser introducida por la boca.

SONDA VESICAL

En todo paciente con traumatismo grave se debe proceder al sondaje vesical permanente, con el
objeto de descomprimir la vejiga, medir la diuresis horaria y detectar la presencia de hematuria
inicialmente oculta.

Antes de la inserción de la sonda urinaria se debe descartar una rotura uretral, que se debe
sospechar ante la presencia de sangre en el meato urinario, hematoma escrotal, próstata elevada
o no palpable en el tacto rectal. Ante la presencia de cualquiera de estos signos se deberá
proceder a la realización de una uretrografía retrógrada.

PLP ECO TAC


Sensibilidad + + +
Especificidad ++ + +
Disponibilidad +++ ++ +
Retroperitoneo - - +
Vísceras Huecas - - +/-
Entrenamiento + ++ ++

C. PUNCION LAVADO PERITONEAL

Desde que fue descrita por primera vez por Root en 1.965, se usa como prueba diagnóstica
fundamental en el traumatismo abdominal, y ninguna otra técnica, con la tecnología actualmente
disponibles, ha demostrado mayor sensibilidad y especificidad para determinar la presencia de
hemoperitoneo.

Su realización está indicada en caso de:


1. Hallazgos físicos abdominales equívocos.
2. Exploración física no realizable por la coexistencia de traumatismo craneoencefálico, lesión
medular o intoxicaciones.
3. Necesidad de estudios radiológicos prolongados (angiografía) con imposibilidad para una
evaluación continua.
4. Necesidad de anestesia general para procedimientos quirúrgicos extraabdominales, y
5. Una hipotensión inexplicable o evidencia de pérdida sanguínea progresiva (descenso del
hematocrito).

Complicaciones y contraindicaciones

La complicación más frecuente es la punción accidental de un asa intestinal, vejiga o de un vaso


sanguíneo, hemorragia de la pared abdominal que produce un falso positivo.

Son contraindicaciones relativas:

1. Obesidad mórbida
2. Cirugía abdominal previa múltiple (presencia de adherencias)
3. Coagulopatía preexistente.
4. Cirrosis avanzada.
5. Herida abdominal penetrante.

La única contraindicación absoluta para la realización de la PLP es la indicación clara de


laparotomía.

Resultados

1. Positivo
Se considera que la punción lavado es positiva en cualquiera de los casos siguientes:

a. Aspiración de mas de 5 ml de sangre.


b. Presencia de bilis, cuerpos extraños (fibras) o contenido intestinal (bacterias en el Gram).
c. > de 100.000 hematies /mm3 (> 10.000 en caso de traumatismo penetrante)
d. > de 500 leucocitos /mm3.
e. Amilasa > amilasa suero o amilasa > 175 U/L
f. Salida de líquido del lavado por tubo torácico o sonda urinaria

2. Dudoso
Se considera un resultado dudoso:

a. Aspiración de sangre < 5 ml


b. 50.000 – 100.000 hematies/mm3.
c. 100 – 500 leucocitos/mm3.

3. Negativo
Cualquier otro resultado se considera negativo.

VII. INDICACIONES DE LAPAROTOMIA

1. Traumatismo abdominal con sangrado evidente.


2. Evidencia de irritación peritoneal difusa
3. Traumatismo abdominal que penetra peritonéo (heridas por arma de fuego o empalamiento).
4. Signos de neumoperitoneo o neumorretroperitoneo.
5. Rotura diafragmática
6. Rotura vesical intraperitoneal demostrada por cistografía.
7. PLP positiva.

Las lesiones específicas de páncreas, tubo digestivo, bazo, hígado o riñones, diagnosticadas por
técnicas de imagen, requieren habitualmente laparotomía exploradora. No obstante, lesiones
aisladas de estos órganos, sin alteración hemodinámica ni peritonismo, podrían ser susceptibles
de tratamiento conservador.

VIII. TRAUMATISMOS ABDOMINALES CERRADOS

Los mecanismos involucrados en la producción de lesiones son fundamentalmente tres: impacto


directo, aplastamiento y la aceleración - desaceleración.
La fuerza de un impacto es directamente proporcional a la velocidad y a la masa del objeto e
inversamente proporcional al tiempo de desaceleración. Esto es importante tenerlo en cuenta a
la hora de valorar a un accidentado ya que la masa en este caso, es el peso del paciente, por lo
que a velocidades relativamente bajas (40-50 Kms./h.) un choque frontal origina una fuerza de
mas de 13.000 kg.

Las vísceras sólidas se rompen antes que las huecas por el efecto de la presión, ocurriendo al
contrario en las lesiones por onda expansiva, donde son los pulmones y vísceras huecas los
primeros en afectarse al transmitir mejor las ondas expansivas.

Los mecanismos de aceleración - desaceleración pueden provocar lesiones por rotura de vasos
al traccionar los mesos y por choque entre estructuras de diferente masa.

La frecuencia con la que se afectan los órganos abdominales en los traumatismos cerrados es la
siguiente: bazo 42%, hígado 35’6%, hematoma retroperitoneal 14’6%, mesenterio 13%, asas
intestinales 4’5 %, vejiga 3’2%, riñón 2’6%, vasos mesentéricos 2%, estomago 1%.

Los mecanismos fisiopatológicos presentes en el trauma abdominal cerrado no difieren


prácticamente del los del trauma abdominal penetrante, salvo en la indemnidad de la pared
abdominal que hace que no exista material contaminante del exterior.

Las lesiones de órganos abdominales después de un traumatismo cerrado son de difícil


valoración y su diagnóstico requiere un alto índice de sospecha.

A. LESIONES ESPECÍFICAS

1. Pared abdominal

Los hematomas de la pared abdominal que afectan frecuentemente a músculo recto del
abdomen, pueden producir defensa y rigidez muscular difícil de diferenciar de una lesión
intraabdominal. En la mayoría de los casos se localiza en la porción infraumbilical del músculo
y da lugar a la aparición de una masa que no se modifica con la contracción de dicho músculo.

2. Diafragma

La rotura traumática del diafragma, generalmente un desgarro radial, puede ocurrir en cualquier
zona de este, aunque se localiza con más frecuencia en la zona posterolateral del hemidiafragma
izquierdo. Puede pasar inicialmente desapercibida, diagnosticándose en muchas ocasiones años
después del traumatismo. La visualización de la sonda gástrica por encima del hemidiafragma
en una radiografía de tórax es patognomónico de la rotura de este. Se debe tratar por reparación
directa.

3. Hígado

El hígado es el segundo órgano que más frecuentemente se lesiona en los traumatismos


abdominales, después del bazo. Las lesiones hepáticas tras un traumatismo cerrado pueden ir
desde un simple hematoma con o sin sangrado intraperitoneal hasta lesiones complejas
exanguinantes. La presencia de fractura de las últimas costillas derechas nos debe hacer
sospechar lesión hepática, y por lo tanto debemos descartarla con técnicas de imagen. La
aparición de la TAC ha hecho posible que muchas lesiones hepáticas simples, aún con sangrado
sin repercusión hemodinámica ni en el hematócrito, hoy puedan ser tratadas de modo
conservador con vigilancia clínica estrecha y reevaluación mediante técnicas de imagen.
4. Bazo

El bazo es el órgano que más frecuentemente se lesiona tras un traumatismo abdominal cerrado.
En general, los signos clínicos de su lesión son los de la hemorragia que provoca, aunque menos
de la mitad de los pacientes con rotura esplénica presentan inicialmente signos de shock. La
presencia de dolor, defensa y distensión en el cuadrante superior izquierdo del abdomen nos
deben alertar sobre la presencia de una lesión esplénica. El dolor reflejado al hombro izquierdo
(signo de Kher) es inconstante y a menudo difícil de constatar. Dada la importancia del papel
inmunológico del bazo hoy se tiende a ser cada vez más conservador en cuanto al tratamiento
quirúrgico.

5. Estómago

La incidencia de lesión gástrica tras un traumatismo abdominal cerrado es baja, en general


menor de 2%. Habitualmente se presenta con signos de shock o peritonismo que obligan a
laparotomía urgente. La presencia de sangre a través de la sonda gástrica nos debe hacer
sospechar la lesión del estómago, aunque no es un signo fiables en caso de traumatismo
craneofacial.

6. Páncreas

Las lesiones pancreáticas son infrecuentes dado lo relativamente protegida de su situación; no


obstante cuando existen se asocian frecuentemente a afectación lesiones de otros órganos. En
más de la mitad de los casos la lesión pancreática resulta del impacto del volante en el
epigastrio, por lo que una contusión a dicho nivel nos debe hacer sospechar la existencia de una
lesión pancreática. La elevación de la amilasa sérica está presente en el 80 % de las lesiones
pancreáticas, aunque también puede elevarse en caso de lesión intestinal y de las glándulas
salivares.

7. Duodeno

La lesión duodenal suele resultar de una compresión directa del volante del automóvil en un
conductor sin cinturón de seguridad, y por golpe directo con el manillar de una bicicleta o
motocicleta. Se asocia frecuentemente a lesión pancreática y tiene una mortalidad elevada dado
su difícil diagnóstico. La presencia de sangre a través de la sonda gástrica nos debe hacer
sospechar la existencia de una lesión duodenal. La presencia de aire retroperitoneal nos obliga a
descartar una lesión del duodeno. La realización de un estudio radiológico con contraste oral
hidrosoluble o de una TAC con doble contraste nos puede dar el diagnóstico.

8. Intestino delgado

Las lesiones del intestino delgado tras un traumatismo cerrado resultan frecuentemente por
mecanismos de aceleración - desaceleración que produce desgarros en los puntos de fijación del
los mesos (ligamento de Treitz), o bien por compresión directa de las asas contra la columna
vertebral o por aumento brusco de la presión intraluminal en asas llenas de líquido. El
diagnóstico suele ser difícil dado que estas lesiones producen un sangrado mínimo. Su
diagnóstico puede basarse en un número elevado de leucocitos o de amilasa en la PLP, o en la
extravasación de contraste en la TAC.
9. Intestino grueso

Las lesiones del intestino grueso que siguen a un traumatismo abdominal cerrado comportan
habitualmente severidad. La presencia de material extraño en la PLP nos puede ayudar al
diagnóstico. La detección de sangre en el tacto rectal nos obliga a precisar el diagnóstico (TAC,
rectosigmoidoscopia).

10. Vejiga urinaria

lesión vesical, manifestada habitualmente por dolor hipogástrico, incapacidad para orinar y
síntomas y signos de shock, asociada con frecuencia a la existencia de fracturas pélvicas. La
hematuria macroscópica está presente en el 95 % de los casos. Está contraindicada en presencia
de lesión uretral.

B. MANEJO DEL TRAUMATISMO ABDOMINAL CERRADO

1. Paciente con traumatismo abdominal con signos claros de irritación peritoneal o sangrado
abdominal evidente: laparotomía urgente.

2. Paciente con signos de shock: ecografía abdominal en la sala de reanimación y/o punción
lavado. La presencia de líquido libre intraabdominal en la ecografía o de positividad de la PLP
son indicaciones de laparotomía urgente.

3. Paciente sin peritonismo, sangrado abdominal evidente ni alteración hemodinámica:


Observación con determinación seriada del hematocrito y realización de ecografía o TAC
abdominal según la evolución.

4. Paciente politraumatizado, con examen abdominal no valorable (por alteración de la


conciencia) o imposibilidad de reevaluación continua: realizaremos ecografía abdominal en sala
de reanimación y/o PLP. Si la situación hemodinámica del paciente lo permite se puede realizar
TAC abdominal.

IX. TRAUMATISMOS PENETRANTES

Los traumatismos penetrantes afectan con más frecuencia el hígado, el estómago, el intestino
grueso y el intestino delgado. Los órganos intraperitoneales o retroperitoneales pueden sufrir
daños directos por el objeto penetrante y lesiones indirectas en el caso de proyectiles de armas
de fuego: por estallido provocado por la onda expansiva o por la producción de una cavidad
temporal al paso del proyectil por los tejidos. Además debemos considerar que la afectación
ósea puede provocar la aparición de múltiples fragmentos que actuarían como otros proyectiles.
Todo ello hace difícil predecir las lesiones causadas por las armas de fuego por la simple
exploración de los orificios de entrada y/o salida causando en general lesiones múltiples en
tejidos no necesariamente próximos. Las armas de fuego de cañón largo provocan en general
más lesiones que las de cañón corto. En el caso de las armas blancas las lesiones están causadas
por el objeto penetrante y en general lesiona órganos adyacentes en el curso de su trayectoria.
En cualquier caso es importante recoger en la historia clínica el tipo de arma y la distancia de la
agresión.

La frecuencia de los traumatismos penetrantes oscila entre el 12-15%, mientras que la de los
traumatismos cerrados es de aproximadamente el 85%. Se aprecia en los últimos años una
tendencia al aumento de los cerrados y disminución de los penetrantes.
Los traumatismos abdominales penetrantes son producidos en más del 82% de los casos por
armas de fuego y armas blancas; en el resto de los casos están involucrados otros materiales:
destornilladores, empalamientos, cristales, asta de toro, etc.

En las heridas por arma de fuego es importante tanto el calibre como la velocidad de las
mismas; las de pequeño calibre y baja velocidad, producen heridas limpias con escaso daño
perilesional, mientras que las de alta velocidad y gran calibre producen gran destrucción tisular
a lo largo del trayecto debido a la onda expansiva.

Los órganos que más frecuentemente se afectan en los traumatismos penetrantes son: hígado
(37%), intestino delgado (26%), estómago (19’9%), colon (16’8%), riñón (15%), grandes vasos
(11%), mesenterio (9’5%) y bazo (7%).

Los mecanismos fisiopatológicos involucrados en el trauma abdominal penetrante incluyen los


del shock hipovolémico por lesiones de vísceras macizas o de grandes vasos, y los
desencadenados por la presencia de material contaminante del objeto penetrante o por la lesión
de una víscera hueca.

A. MANEJO DEL TRAUMATISMO ABDOMINAL ABIERTO

1. Son indicaciones de laparotomía inmediata sin necesidad de otros estudios diagnósticos


cualquiera de los siguientes hallazgos:

a. Herida por arma de fuego o empalamiento.


b. Peritonitis.
c. Shock.
d. Hemorragia incontrolada por la herida.
e. Evisceración de estructuras abdominales por la herida.
f. Hemorragia digestiva alta o baja.

2. En cualquier otra circunstancia la herida se explorará con anestesia local, iluminación e


instrumentación adecuada, y con hemostasia cuidadosa. La comprobación clara de que el fondo
de la herida está por delante de la fascia posterior (fascia transversal) nos permite determinar la
integridad del peritoneo.

3. En caso de que el peritoneo no haya sido vulnerado se procederá a observación con


determinación seriada del hematocrito y realización de ecografía o TAC abdominal según la
evolución.

4. En las heridas que han penetrado a la cavidad abdominal, o se tienen dudas al respecto, se
realizará ecografía abdominal, TAC abdominal o PLP. La presencia de liquido libre
intrabadominal, de una lesión susceptible de reparación quirúrgica o una PLP positiva (>10.000
hematíes/ml), obligan a la administración de antibióticos que cubran la flora intestinal, y a una
laparotomía. En caso contrario se someterá al paciente a observación.

B. HERIDAS DEL TÓRAX INFERIOR

Esta zona torácica está limitada por arriba por las mamilas (cuarto espacio intercostal, nivel
donde puede llegar el diafragma en una espiración forzada) en su plano anterior, por el reborde
inferior de las escápulas (séptimo espacio intercostal) en el plano posterior, y por los rebordes
costales como límite inferior.
Las heridas en esta zona del tórax, además de lesionar órganos torácicos como pulmón, corazón
y mediastino, pueden provocar lesiones de órganos abdominales, retroperitoneales y del
diafragma.

En general estas heridas deben manejarse como el traumatismo abdominal penetrante ya


descrito además de las consideraciones sobre las posibles lesiones torácicas asociadas.

C. HERIDAS DEL FLANCO Y LA ESPALDA

Esta zona abdominal está delimitada por los rebordes costales como límite superior, los
rebordes de las crestas ilíacas como límite inferior y lateralmente por las líneas axilares medias
en dirección dorsolumbar.

Las heridas en esta zona son difíciles de evaluar clínicamente, rara vez la exploración local de la
herida proporciona datos fiables, sobre todo en la porción comprendida entre la línea
medioescapular y la columna, y la incidencia de lesiones de órganos retroperitoneales y
abdominales es significativa.

En general estas heridas deben manejarse como el traumatismo abdominal penetrante ya


descrito. La PLP no sirve para evaluar las lesiones retroperitoneales, por lo que la TAC con
contraste es el método auxiliar de diagnóstico de elección en los pacientes con buena
hemodinámica. La ecografía es poco sensible para la valoración del retroperitoneo.

X. TRAUMATISMO PELVICO

La mayoría de lesiones pélvicas son consecuencia de accidentes graves, ya que son necesarias
fuerzas violentas para fracturar el anillo pélvico. En su mayoría son resultado de accidentes
peatonales, de motocicletas o de precipitaciones. El 50% de los traumatismos pélvicos presentan
fracturas estables, de evolución favorable con inmovilización y analgesia. El resto de los casos
va a presentar complicaciones, de las cuales, la más grave y potencialmente mortal es la
hemorragia retroperitoneal, dado que los huesos que componen el anillo, están muy
vascularizados; además numerosas venas y arterias cruzan la pelvis, pudiendo lesionarse ante
traumatismos pélvicos, dando lugar a hemorragias severas que pueden ser exanguinantes en el
caso de las roturas arteriales. Las fracturas pélvicas complejas suelen asociarse además a
lesiones intraperitoneales y perforaciones vesicales, rectales, vaginales y uretrales. En el caso de
fracturas abiertas de pelvis, la mortalidad suele ser superior al 50%.

En la exploración física, durante la evaluación secundaria, buscaremos la existencia de


equimosis, abrasiones, heridas y deformidades en la pelvis y el periné. Se debe determinar la
estabilidad pélvica mediante presión anteroposterior en ambas espinas ilíacas anterosuperiores
para detectar la diástasis de la sínfisis del pubis o de la articulación sacroilíaca. Así mismo
aplicaremos una presión lateral sobre la palas ilíacas para determinar la presencia de una
diástasis de la sínfisis del pubis, de las articulaciones sacroilíacas o de fracturas de dos ramas
pubianas homolaterales. También se aplicara presión sobre la sínfisis del pubis para detectar
fracturas de ramas pubianas. Se procederá a un tacto rectal y vaginal, y se comprobará la
existencia o no de sangre en el meato uretral.

La evaluación radiológica inicial se hará mediante una radiografía de pelvis anteroposterior. Si


es preciso, y la situación del paciente lo permite, se pueden obtener radiografías pélvicas de
entrada y salida (Ver capítulo nº 16: Manejo Radiológico del Traumatizado). La afectación del
acetábulo requiere habitualmente un estudio mediante TAC. La hemorragia masiva
generalmente está asociada a una fractura de los elementos posteriores de la pelvis (fractura del
sacro, de la articulación sacroilíaca o del ilion) y a aquellas cuyo mecanismo de producción
incluye una compresión anteroposterior. A veces se requiere la realización de una angiografía
para la detección del vaso sanguíneo responsable de la hemorragia (habitualmente ramas de la
arteria hipogástrica).

La prioridad en el manejo de los traumatismos pélvicos es el mantenimiento o restablecimiento


de un volumen sanguíneo adecuado, y determinar el origen del sangrado. La hemorragia puede
provenir de:

1. Lesiones intraabdominales.
2. Lesiones torácicas.
3. Lesiones vasculares pélvicas o retroperitoneales, y
4. Fracturas pélvicas

XI. CUIDADOS ENFERMEROS.

PARA LA EVALUACION SECUNDARIA.

Provocar un clima de seguridad e intimidad para el paciente.

Desnudar al paciente.

Realizar la inspección, palpación, percusión y auscultación del abdomen y auxiliar al médico en


la realización de otras pruebas (tacto rectal, anamnesis, etc.).

Colocar sondas nasogástrica y uretral atendiendo a las exclusiones expuestas.

Evaluaremos la cantidad, la diuresis normal es de 1ml/kg/min, menos es indicativo de bajo


estado hemodinámico, y calidad del contenido drenado (hematuria).

Ante hematuria extraer una muestra de orina para el laboratorio.


Extraer analítica sanguínea completa, incluida las pruebas cruzadas.
Aplicar medidas para eliminar la hipotermia.
Administrar la medicación prescrita.
No suministrar nada por la vía oral.
Apoyo emocional
Rellenar los registros de enfermería, no olvidando los balances.

PARA LOS TRAUMATISMOS ABDOMINALES CERRADOS

Los anteriormente descritos para la valoración inicial y secundaria.

Buscar signos que denoten lesión de algún órgano abdominal.

Trasladar al paciente con piernas flexionadas para disminuir el tono de la musculatura


abdominal y así el dolor por el traumatismo.

Continuar valorando el A, B, C, haciendo especial hincapié en el estado hemodinámico (FC,


TA, relleno capilar, etc.)

Valorar y cuantificar el dolor, si este aumenta o disminuye.


Preparar y administrar la medicación prescrita.

PARA LOS TRAUMATISMOS ABDOMINALES ABIERTOS

Los anteriormente descritos en la valoración inicial y secundaria.

Cubrir las heridas con apósitos estériles amplios (no utilizar gasas sino compresas, a ser posible
radioopacas, para evitar una introducción accidental en la cavidad peritoneal)

Ante evisceraciones no intentar introducirlas de nuevo sino cubrirlas con amplios apósitos
estériles humedecidos en suero fisiológico.

Si existiera algún objeto incrustado en el abdomen nos limitaremos a estabilizarlo, para evitar
que se mueva y así provoque un daño mayor, hasta que pueda ser retirado en quirófano.

PARA LOS TRAUMATISMOS PELVICOS

Cuidados derivados de la valoración inicial (ABC) y secundaria


Manejo del paciente siempre en bloque
Valorar la calidad de la orina, buscar hematuria
Estar atentos a signos de shock hipovolémico
Preparar y administrar la medicación prescrita
Realizar la inspección palpación de la zona al igual que auxiliar al médico en la realización de
cualquier otra técnica exploratoria.

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