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Una Aproximación a la Psicoterapia Analítico Fun-

cional y su posible articulación en la clínica infan-


tojuvenil1
Gabriel Genise

La psicoterapia analí/co funcional (o FAP por sus siglas en inglés) es un enfoque de psicoterapia
basado en el conduc/smo radical. Fue descripta por primera vez en 1991 con el obje/vo de resol-
ver la siguiente paradoja: ¿Cómo puede aplicarse una psicoterapia basada en los principios del
conduc4smo a población adulta estándar en un contexto ambulatorio sin sacrificar la relación
terapéu4ca? (Kanter et al., 2017). Esta terapia examina el efecto directo del terapeuta sobre el
comportamiento del consultante, que luego debe extenderse a la vida diaria del individuo a través
de un proceso de promoción de la nueva respuesta relacional derivada (RRD) (CaPvelli, Tirelli, Be-
rardo, & Perini, 2012). En su concepción la terapia analí/co funcional es ideográfica, enfocándose
exclusivamente en la conducta del consultante (Singh & O´Brien, 2017). La FAP se enmarca dentro
de las denominadas “psicoterapias contextuales de tercera generación”. Se pone de manifiesto la
importancia del cambio en el contexto para lograr modificar el comportamiento del consultante, es
un modelo contextualista ya que la conducta es concebida como el acto en contexto (el compor-
tamiento está en función del ambiente y existe mutua afectación) y no mecanicista. Basándose en
el principio de equivalencia funcional, este modelo plantea que es posible modificar el comporta-
miento de los consultantes en sesión y generalizar estos cambios fuera del contexto terapéu/co,
en tanto la relación terapéu/ca comparte funciones con muchas de las relaciones que los indivi-
duos /enen en sus vidas. A par/r de lo mencionado se desprende que la FAP considera que la rela-
ción terapéu/ca no es un factor que conduce al cambio, ni tampoco un elemento moderador, sino
que es el contexto en donde se da el cambio (Muñoz - Mar_nez & ColeP, 2015).
La FAP se enfoca especialmente en el pensamiento funcional para trabajar con los comportamien-
tos problemá/cos del cliente que aparecen en el proceso de la terapia. El obje/vo de la FAP es
crear un enfoque altamente individualizado y basado en la evaluación para cada relación terapéu-
/ca (Holman, Kanter, Tsai, & Kohlenberg, 2017). Más aún, los métodos de FAP /enen por obje/vo
ayudar al terapeuta a desarrollar contextos terapéu/cos que promuevan la equivalencia funcional
entre la terapia y los ambientes de la vida diaria del consultante (Kohlenberg & Tsai, 1991/2008).

1 Cita de este artículo: Genise, G. (2019). Una aproximación a la psicoterapia analítico funcional
(FAP) y su posible articulación en la clínica infantojuvenil. Retrieved from https://www.psyciencia.-
com/psicoterapia-analitico-funcional-adolescentes/

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Este modelo u/liza el AFC (análisis funcional de la conducta) para averiguar las funcional de los
problemas del cliente y actuar con ella directamente para modificarla, moldeando progresivamen-
te la conducta y u/lizando con/ngencias naturales en ese entorno. El terapeuta dispone de sus
propias habilidades, recursos y experiencias para producir ese moldeamiento, por lo que será el
lenguaje, su propia conducta verbal, el recurso terapéu/co más eficaz en esta perspec/va (Valero -
Aguayo, Kohlenberg, Ferro - García, & Tsai, 2011)
La historia del desarrollo de este modelo terapéu/co data de más de 25 años de inves/gación. Este
modelo, de acuerdo a sus autores, se desarrolló en tres etapas. La primera transcurre a finales de
los años 80´ en donde Kohlenberg trabajaba como supervisor clínico cogni/vo - conductual. Ob-
servó que algunos terapeutas en formación tenían un impacto “excepcionalmente bueno” en su
trabajo clínico. En la segunda etapa, observó que estos resultados parecían ocurrir solamente de
vez en cuando y eran más frecuentes en unos terapeutas que en otros independientemente de las
caracterís/cas del consultante y sin que el terapeuta o consultante pudiera explicar las razones de
su ocurrencia. En una tercera etapa se analizó los factores causales de estos resultados y se encon-
traron dos: un involucramiento personal intenso entre ambas partes, e intercambios frecuentes y
centrados en el momento presente sobre el impacto que estas partes tenían entre sí (Reyes Ortega
& Kanter, 2017).
En 1987 se publica un primer capítulo dentro de un manual de psicoterapia clínica en el que los
autores exponían ya las líneas generales de la terapia que estaban desarrollando. Poco después, se
publica el primer manual de FAP en 1991 (Kohlenberg & Tsai, 1991/2008) Progresivamente apare-
cen publicaciones en revistas especializadas, sobretodo publicación de casos clínicos con la aplica-
ción del modelo. Aparecen también las primeras publicaciones sobre inves/gaciones controladas
sobre la eficacia de la terapia. En 2009 se publica el segundo manual (Tsai, Kohlenberg, Kanter, Fo-
llege, & Callaghan, 2009) el cual lleva el sub_tulo Conciencia, coraje, amor y conduc6smo haciendo
aún más explícita la forma diferente que supone FAP de aplicar la psicoterapia desde un punto de
vista conductual (Valero - Aguayo & Ferro - García, 2018).

Principios de FAP

Los manuales de FAP no ofrecen un protocolo con pasos a seguir, técnicas y procedimientos. Des-
criben cómo aplicar los elementos básicos de intervención. La clave para implementar FAP consiste
en comprender qué es una conducta clínicamente relevante y la aplicación de las cinco reglas te-
rapéu/cas (Valero - Aguayo et al., 2011).
Las conductas clínicamente relevantes (o CCR) son ejemplos de comportamientos problemá/cos,
en sintonía con los obje/vos del consultante, que ocurren dentro de la sesión terapéu/ca (Tsai,
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Kohlenberg, Kanter, Holman, & Loudon, 2012). Aunque a veces la semejanza topográfica entre los
comportamientos relevantes fuera y dentro del espacio psicoterapéu/co es obvia, en muchas oca-
siones no lo es, y el terapeuta FAP deberá iden/ficar CCR funcionalmente equivalentes a las clases
de respuesta que el consultante requiere incrementar o disminuir en su vida diaria (Reyes Ortega
& Kanter, 2017).
Existen tres /pos de CCR, y el terapeuta FAP debe aprender a iden/ficarlas para poder efec/va-
mente llevar a cabo esta terapia (Valero - Aguayo et al., 2011). Las CCR 1 representan los proble-
mas del consultante que ocurren durante la sesión. Tienden a estar bajo control aversivo y son fre-
cuentemente conductas evita/vas, incluyendo las de evitación emocional. Por ejemplo: conside-
remos el caso de la adolescente P en donde suele evitar angus/arse y manifestar su descontento
frente a personas desconocidas, una CCR 1 de esta adolescente sería representar estas conductas
de evitación con el terapeuta.
Las CCR 2 son las mejoras que lleva a cabo el consultante durante la sesión. Por ejemplo la adoles-
cente P en sesión menciona que no se siente cómoda con algún /po de intervención o mismo du-
rante su discurso se angus/a y comienza a llorar. El terapeuta deberá estar atento a las CCR 2 de
los consultantes para poder así reforzar inmediatamente esa conducta y favorecer el cambio tera-
péu/co.
Las CCR 3 representan las interpretaciones que realiza el consultante sobre su propia conducta.
Una CCR 3 ideal involucra la observación y descripción de la conducta y el refuerzo asociado. Por
ejemplo, siguiendo con el caso de la adolescente P una CCR 3 podría ser: “estaba en mi casa con mi
novio y noté que él no tenía ganas de estar conmigo, quería irse. Pude decirle que quería verlo, es-
tar con él y que senEa que él estaba queriendo estar solo y eso me ponía mal”
Encontramos también otras conductas relevantes y son aquellas que ocurren fuera de la sesión te-
rapéu6ca (OR). Las OR son las acciones problemá/cas o deseables que al consultante le interesa
cambiar al acudir a psicoterapia. Existen dos /pos de OR, las OR1 que son conductas problemá/cas
que ocurren fuera de la sesión terapéu/ca, sus antecedentes (Sd) son situaciones que ocurren de
manera natural en su entorno y su función primordial es la evitación o el escape de alguna situa-
ción o experiencia aversiva. Las O2 son conductas deseables que ocurren fuera de la sesión tera-
péu/ca, /enen como antecedentes (Sd) situaciones co/dianas, normalmente ocurren en situacio-
nes mo/vaciones y su función primordial es la obtención de consecuencias ape//vas (Reyes Orte-
ga & Kanter, 2017).
Finalmente encontramos las conductas del terapeuta que también resultan primordiales en el tra-
bajo con FAP, a ellas las denominaremos TR y son importantes porque generan un impacto en el
tratamiento del consultante influyendo en sus CCR. Las TR1 son conductas problemá/cas porque
es/mulan y refuerzan CCR1 del consultante; por consecuencia representan fallas en el esfuerzo de
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provocar o reforzar CCR2 y 3. Un ejemplo es permi/r que la adolescente P reprima sus ganas de
llorar cuando se angus/a ante el relato de una situación penosa para ella.
Las TR2 por el contrario, son comportamientos deseables y se encuentran mo/vados por la cons-
ciencia de sus valores como terapeuta. Provocan o refuerzan CCR2 y CCR 3.
Dado que se en/ende que quienes se aproximan por primera vez a este modelo pueden perderse
en tanta nomenclaturas novedosas, a con/nuación se adjunta una tabla propuesta por Reyes Orte-
ga & Kanter (2017).

Nomenclatura de Conductas Clínicamente Relevantes


CCR 1 CONDUCTAS QUE SE DESEA DISMINUIR, QUE OCURREN EN SESIÓN

CCR 2 CONDUCTAS QUE SE DESEA AUMENTAR, QUE OCURREN EN SESIÓN

CCR 3 INTERPRETACIONES FUNCIONALES DEL PROPIO COMPORTAMIENTO

OR 1 CONDUCTAS QUE SE DESEA DISMINUIR, EN EL AMBIENTE NATURAL

OR 2 CONDUCTAS QUE SE DESEA AUMENTAR, EN EL AMBIENTE NATURAL

TR 1 CONDUCTAS DEL TERAPEUTA, QUE REFUERZAN CCR1, CCR 3 Y EVOCAN OR1.


OCURREN DENTRO DE SESIÓN

TR 2 CONDUCTAS DEL TERAPEUTA, QUE REFUERZAN CCR1, CCR3 Y EVOCAN OR1; O EX-
TINGUEN/CASTIGAN CCR2, CCR3 Y OR2. OCURREN DENTRO DE SESIÓN

Las Reglas Terapéuticas


Estas reglas se organizaron en función de las CCR (Kanter et al., 2017). Estas cinco reglas son nece-
sarias para poder llevar a cabo un tratamiento basado en FAP.
La primer regla consiste en Estar atento a las CCRs. Es tal vez, la regla principal en FAP, llevarla a
cabo requiere un mayor involucramiento del terapeuta y al desarrollo de una relación terapéu/ca
más intensa.
La segunda regla consiste en Evocar CCRs. Este paso implica un “acto valiente” por parte del tera-
peuta. La relación terapéu/ca implica un vínculo real y autén/co con sus fortalezas y sus debilida-
des moldeadas por historias de vida. Esta naturaleza evocará CCRs de manera natural. FAP también
puede hacer uso de ejercicios evoca6vos para traer deliberadamente a sesión CCRs. Estos ejerci-
cios sirven especialmente cuando la terapia no está evocando naturalmente CCRs (Tsai, Plummer,
Kanter, Newring, & Kohlenberg, 2010).
La regla 3 consiste en reforzar naturalmente las CCR2s. Esta regla se vincula con “dar amor”. Este
modelo considera que el reforzamiento natural es el principal mecanismo de cambio. Desde un

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modelo conductual - contextual lo que importa son las consecuencias: cómo uno responde a las
CCR en el momento que sucede. Una vez que se observan comportamientos más efec/vos, pro-
veer atención y responder de una manera que sean reforzante para el consultante (Holman et al.,
2017).
La regla 4 consiste en tratar de desarrollar un repertorio para observar las propiedades reforzan-
te de la conducta del terapeuta en relación las CCR del cliente. Esto quiere decir, que el terapeuta
/ene que poder observar la relación reforzante entre la conducta del cliente y su conducta. Esta
regla /enen importantes efectos sobre los resultados terapéu/cos.
Finalmente la Regla 5 el obje4vo es generar en el cliente un repertorio de descripción de las rela-
ciones funcionales entre las variables de control y sus conductas (evocar CCR3 -2 y desarrollar
OR2). El terapeuta realiza esto a través del moldeamiento y a través de modelos del propio tera-
peuta (Valero - Aguayo et al., 2011). El éxito terapéu/co depende de las O2s dado que son ellas el
obje/vo de la terapia en úl/ma instancia.

Consciencia, Valor y Amor


Los términos Conciencia, valor y amor (ACL por sus siglas en inglés) fueron u/lizados por primera
vez por Tsai et al. (2009) en su libro “A Guide to Func6onal Analy6c Psychotherapy” desde ese en-
tonces, se los ha u/lizado para describir mecanismos o procesos terapéu/cos de FAP, /pos especí-
ficos de CCR, cualidades del terapeuta FAP efec/vo y hasta como sinónimo de sus cinco reglas (Re-
yes Ortega & Kanter, 2017).
El término conciencia hace referencia a “ser consciente lo que está sucediendo en el momento
presente” Esto quiere decir: ser consciente de uno mismo, de la otra persona, y de lo que está su-
cediendo entre ambos. Por el contrario, la falta de consciencia nos lleva a actuar en “piloto auto-
má/co”, desconectado del momento presente y más fusionado con nuestros pensamientos. El
modelo ACL sugiere que el primer paso puede ser ayudar a nuestros consultantes en aumentar el
nivel de consciencia en tres áreas fundamentalmente:
1. Las sensaciones corporales, pensamientos y emociones: este paso es similar a mindfulness.
Adoptar una postura de aceptación, sin juzgar las sensaciones y experiencias que suceden y
adoptar una postura flexible sobre los pensamientos y las reacciones propias.
2. Valores, necesidades y metas: Desarrollar una mayor conexión social requiere aumentar la
consciencia sobre los valores pro sociales y las metas de la interacción
3. Los otros: Sumamente necesario estar alerta de los demás cuando interactuamos.

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De acuerdo con Holman et al. (2017) en términos conductuales, la consciencia puede ser vista
como una transformación de funciones. La toma de consciencia de determinadas conductas del
pasado por ejemplo evita/vas , pueden adoptar nuevas funciones más adapta/vas.
El valor en FAP se refiere a una develación de vulnerabilidad que puede tomar diversas formas en
diferentes relaciones y diferentes momentos. Cualquier relación terapéu/ca /ene el potencial de
ser evoca/va ya que el consultante comparte información con el terapeuta. Sin embargo, no es
eficiente esperar que ocurran de manera espontáneas las CCR 1 o CCR 2. Podría ser más enrique-
cedor hacer que ocurran dentro del espacio terapéu/co. Puesto que FAP se focaliza en las relacio-
nes, la in/midad, incluyendo la habilidad de confiar en otros, tomar riesgos, ser autén/co y dar y
recibir amor, los terapeutas son alentados a estructurar sus tratamientos de una manera poco con-
vencional para las terapias conductuales - evocar conductas desafiantes para el consultante dentro
de la sesión con el fin de trabajarlas tal como van surgiendo - (Tsai & Callaghan, 2013). Evocar
CCRs puede resultar desafiante para los clínicos. Requiere tomar coraje, ser vulnerable y elegir
nuevas estrategias. Requiere también voluntad de ser autén/co, realizar auto develaciones al ser-
vicio del crecimiento del consultante, perseverar y resis/r a la sensación de miedo (Callaghan,
Gregg, Marx, Kohlenberg, & Gifford, 2004) Tal vez, ésta sea una de las partes más complejas y
desafiante para el terapeuta FAP.
Finalmente el amor. en FAP el amor es una acción que se presenta en respuesta al valor. El amor es
acerca de cómo respondemos cuando otros se relacionan con nosotros de una forma valiente.
Responder con amor significa reforzar naturalmente al comportamiento valiente. El mecanismo de
cambio clínico en la FAP es la respuesta con/ngente del terapeuta a los comportamientos del clien-
te a medida que ocurren durante la sesión en un esfuerzo por fortalecer (reforzar) formas más
efec/vas de actuar. Dicho de otra manera, el terapeuta responde al cliente en el momento en que
el cliente se involucra en un comportamiento problemá/co o efec/vo reforzando naturalmente los
comportamientos que funcionan de manera más efec/va para el cliente en la relación terapéu/ca.
De acuerdo con la teoría básica del comportamiento o del aprendizaje, una premisa fundamental
de la FAP es que cuanto más cerca en el /empo y lugar del comportamiento del cliente se encuen-
tre la intervención del terapeuta (es decir, el refuerzo con/ngente), mayor será el efecto de la in-
tervención. Por lo tanto, la forma más efec/va de dar forma al comportamiento de un cliente es
responder a él tal como ocurre en la sesión (Holman et al., 2017). En FAP la forma específica de la
respuesta valiente y amorosa puede variar topográficamente dependiendo de los contextos y los
individuos inmersos en ellos (Reyes Ortega & Kanter, 2017).

Formas de evaluar desde una perspec;va ACL


Consciencia
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• ¿Podes darte cuenta de lo que estas pensando o sin/endo?
• ¿Podes ser consciente de los sen/mientos de los otros?
• ¿Tenes conocimiento de qué es importante para vos en esta vida?
Coraje
• ¿Estas dispuesto a ser vulnerable conmigo?
• ¿Compartes de una manera auten/ca lo que pensas o sen/s?
• ¿Podes preguntar por lo que necesitas?

Amor
• ¿Ayudas a los demás a sen/rse seguros y a salvo?
• ¿Expresas empa_a y comprensión?
• ¿Sos una persona validante?
• ¿Aceptar amor de otras personas?

El trabajo de FAP con niños y adolescentes


La psicoterapia con niños y adolescentes presenta ciertas caracterís/cas diferenciales en relación a
la terapia con adultos. En general tanto los niños como los adolescentes que asisten a tratamiento
lo hacen en su mayoría por mo/vación de otros (padres, familia y/o escuela), ya que con frecuen-
cia ellos no perciben la problemá/ca de su conducta (Kazdin, 2004). Además, en la misma terapia
intervienen otros sujetos de forma directa o indirecta, como el sistema familiar, escolar o judicial,
entre otros. En la adolescencia, por ejemplo, se ha planteado que caracterís/cas propias de la
edad, como las necesidades de autonomía, autodeterminación, auto-confirmación y desconfianza
de la autoridad adulta y el nivel de desarrollo cogni/vo operatorio formal, harían más complejo el
establecimiento de una relación de ayuda. Todas estas caracterís/cas se han asociado a la dificul-
tad en el establecimiento de la relación de ayuda en los adolescentes y su baja adherencia a los
tratamientos (Pérez, Gloger, & Krause, 2015).
Las etapas iniciales de todo tratamiento psicoterapéu/co son fundamentalmente para la instala-
ción del disposi/vo y la relación terapéu/ca. Esto supone que el cambio implica avanzar por dife-
rentes estadios o fases y que las fases iniciales son de vital importancia para el establecimiento,
desarrollo y resultado del proceso (Genise, Genise, & Crocamo, 2019).
Las intervenciones basadas en FAP con adolescentes y pre - adolescentes permiten al terapeuta
aplicar principios basados en la evidencia y trabajar con áreas bien delimitadas del comportamien-
to. Así también, las intervenciones están dirigidas a un cambio de comportamiento socialmente
significa/vo y observable. La aplicación de FAP no debería ser diferente a su aplicación en la pobla-
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ción adulta, teniendo en cuenta que esta terapia se estructura a par/r de lo que ocurre en la se-
sión terapéu/ca.
La operacionalización de una relación terapéu/ca que se basa técnicamente en el uso espontáneo
y deliberado de estrategias de refuerzo, hace posible que los terapeutas influyan en el comporta-
miento de estos individuos, lo que les ayuda a ampliar sus repertorios sociales. El proceso conduce
a un comportamiento más flexible mediante la aplicación de múl/ples fuentes de refuerzo social,
múl/ples topograsas y diferentes situaciones (CaPvelli et al., 2012).
A la fecha se han documentado escasos trabajos que vinculan el trabajo en FAP con la clínica
infantojuvenil. Scolari Gosch & Vandenbergue (2004) llevaron a cabo un trabajo en el que aborda-

ban la conducta agresiva y desafiante de un niño de nueve años de edad. Este trabajo se llevó en
conjunto con su familia y el contexto educa/vo, u/lizando estrategias como la psicoterapia indivi-
dual y biblioterapia con la madre, además de la búsqueda de apoyo de los adultos con los que in-
teractúa en el uso de las estrategias conductuales. El obje/vo del estudio, más que mostrar la efec-
/vidad de la intervención, fue mostrar la posibilidad de combinar la FAP con estrategias del análisis
de comportamiento aplicado.
Ferro García, Vives Montero & Ascanio Velasco (2009) hacen referencia a un trabajo con dos estu-
dios de caso de niños con conductas asociadas al trastorno oposicionista desafiante (Velandia Alar-
cón, 2012). Por un lado, se trató a una niña de tres años con llantos intensos y frecuentes, conduc-
tas desafiantes y agresivas, con un “Entrenamiento en Comunicación Funcional” y técnicas de FAP;
por otro lado, describen el caso de un niño de seis años que no aceptaba la muerte del padre y
presentaba conductas problema equivalentes al caso anterior, además de desobediencia, se ence-
rraba en su cuarto para obtener algo o escapar de alguna demanda rechazaba los saludos, gritaba,
entre otros. Se trató a través del juego con una intervención basada en técnicas de FAP. Los resul-
tados en ambos casos fueron posi/vos.
Nunes, Kanter y Meyer (2012) realizaron una inves/gación en la que analizaron la con/ngencia di-
recta entre el comportamiento del terapeuta y el consultante, en este caso un niño de 7 años con
baja mo/vación hacia las ac/vidades académicas y dificultades en el aprendizaje y una niña de 10
años con problemas de aprendizaje y conductas oposicionistas desafiantes. U/lizaron la escala de
medición de la FAP (FAPRS) para medir el comportamiento de los consultantes y el sistema mul/-
dimensional de codificación conductual de la interacción entre consultante y terapeuta. Las medi-
ciones en el proceso del primero consultante se realizaron durante 9 sesiones, el proceso total se
llevo a cabo en 18 sesiones y se logro éxito terapéu/co. En el segundo caso se realizaron medicio-
nes durante 10 sesiones y se observo que el proceso no fue efec/vo.

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Conclusiones
El apoyo de inves/gación actual para la FAP es diverso y prometedor, pero no suficiente para jus/-
ficar las afirmaciones de que la FAP se basa en la evidencia o en la inves/gación para trastornos
psiquiátricos específicos (Kanter et al., 2017). Dentro de las publicaciones en el modelo se eviden-
cia un número importante de publicaciones teóricas en comparación con trabajos empíricos. Los
estudios indican que la combinación de FAP con ACT u otras terapias conductuales podrían ser be-
neficiosos sin embargo, es necesario mayor inves/gación. Las publicaciones en FAP han aumenta-
do significa/vamente en los úl/mos 20 años. Este aumento de publicaciones apoya la hipótesis de
que un gran número de autores se encuentran interesados y explorando el trabajo en FAP. Esto da-
ría a pensar que en los próximos años veremos cómo esa curva con/núa aumentando (CaPvelli et
al., 2012).
En el campo de la psicoterapia infantojuvenil, las publicaciones en la temá/ca son aún más esca-
sas. Si bien FAP se apoya en principios empíricamente validados y que cuenta con un gran caudal
de apoyo empírico en la clínica infantojuvenil, se requieren más inves/gaciones para evaluar la efi-
cacia del modelo en esta población. Las publicaciones existentes inspiran un devenir prometedor y
de seguro se verá reflejado en trabajos futuros.

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