Sei sulla pagina 1di 8

ORIENTACIÓN

VOCACIONAL
HACIA LO MEJOR DE VOS

PROFESORA CLARISA LASALA


LA AVENTURA DE SER TU MISMO
ALTURAS Y PROFUNDIDADES

Si subimos por las escaleras hasta lo más alto de la casa, llegamos al altillo.
Como decíamos al comienzo, en ese lugar se suelen almacenar distintas
cosas, por eso lo vinculamos con los sentidos interiores: la fantasía y la
memoria.
La memoria tiene un papel muy importante. Es la que nos permite tener
conciencia de identidad, nos da la continuidad en nuestra percepción de
nosotros mismos y del mundo que nos rodea. Con maestría logra traer las
percepciones anteriores al plano consciente, y no sólo nos trae imágenes sino
que nos hace presentes las emociones, los sentimientos que nos
conmovieron.
Mientras la memoria reproduce las imágenes anteriores más o menos como
las ha recibido, la fantasía desmenuza lo que fue percibido para luego pegar
los trozos de un modo u otro. A unos fragmentos los agranda, a otros los
reduce. Pinta objetos, personas, escenas, de distintos colores, los mezcla y
juega con ellos de cualquier manera. Así fabrica infinidad de nuevas
imágenes, a veces cómicas, a veces disparatadas, incongruentes o lógicas,
según se le ocurra. La fantasía abarca todo lo imaginable, penetra el pasado y
el futuro, sólo hay algo que no puede hacer: crear imágenes completamente
nuevas. Sus ladrillos para construir son únicamente los trozos de
percepciones anteriores.
Aquí radica la importancia de controlar las puertas de entrada a nuestra
alma, como lo expresábamos anteriormente. Lo que una vez entró no sale.
Según el tipo de percepciones que yo me permita, mi fantasía tendrá
después elementos para elaborar imágenes y escenas.
La fantasía nos acompaña de día y de noche, mientras dormimos, en los
sueños. Como en el sueño se suspende la conciencia, muchas veces las
imágenes oníricas nos revelan lo que dormita en el fondo del alma. También
los sueños son un medio para conocernos a nosotros mismos.
Una fantasía bien educada ejerce un influjo incalculablemente favorable
sobre la vida del alma y del cuerpo. Ella inspira al artista, al poeta, da
esplendor a los colores, fervor a los cuadros y descripciones. A los sabios les
facilita la profundización en las más difíciles verdades de la especulación, a
los investigadores los guía a los experimentos más osados. Pero, ¡ay si se le
quita el freno! Un ejemplo: tal persona me hizo una mala jugada. Esta imagen
me persigue, especialmente cuando estoy solo. La fantasía impregna la
escena, pinta vívidamente la ofensa hasta sus más mínimos detalles. El hecho
se agranda más y más. Mi sangre comienza a hervir y experimento el deseo
de vengarme. Si el ofensor estuviese delante de mí en ese momento y yo no
tuviera control de mis acciones, recibiría la prueba ”palpable” de la
importancia de la fantasía.
Otro ejemplo: El profesor llega apurado a clase. Dejó como de costumbre su
portafolio junto al escritorio y nos saludó. Sentí que me miraba de manera
diferente. Enseguida lo asocié con el comentario que me hizo al entregarme
la última prueba. “Seguramente está enojado conmigo”, pensé en mi interior.
Como esa materia no era mi favorita, mi imaginación comenzó a trabajar: me
pintó lo difícil que sería la prueba siguiente y el disgusto de no entenderme
con él para hacerle alguna pregunta. Ya casi me dolía el estómago pensando
que reprobaría la materia… Pero, ¿era real lo que construyó mi imaginación?
¿No podría haber sido que el profesor llegó tarde por el intenso tráfico de
esa mañana y además le dolía terriblemente una muela? ¿No sería que
estaba muy preocupado por un tema familiar y no había dormido bien? En
todo caso, antes de permitir que la fantasía haga lo suyo, cerciorémonos de
que la información sea verídica.
Cuando en tu interior rompen las olas de lo instintivo, ¡quebranta el poder de
tu fantasía, ponle cadenas de hierro! En tales casos tenemos que
acostumbrarnos a decir con toda calma: “Lo que ahora te dice tu fantasía es
por lo menos en sus tres cuartas partes exagerado o errado…” La fantasía es
la gran embustera. ¡Cuántos peligros nos pinta a menudo! Si te pasa tal o
cual cosa ¿qué harás? ¿Lo resistirás? Pero cuando llega ese momento, todo
sale mejor de lo pensado.
La fantasía puede representar un objeto como malo, entonces aparece la
aversión, o como un bien y así surge la complacencia. Lo curioso es que
podemos modificar los sentimientos de muchas maneras y, de hecho, estos
son inestables, variables, fluctuantes. Nuevamente consideremos un
ejemplo:
Varios hermanos están jugando con su patineta. El más pequeño quiere
copiar a los mayores y al intentarlo, se resbala y cae. Sale airoso del golpe
pero se lastima la rodilla. El dolor se traduce en la fantasía como un mal. Se
origina una aversión y también una moderada aflicción, ya que ese pequeño
dolor no cesa. El niño quiere aguantar el dolor y seguir jugando
valientemente con sus hermanos pero aparece en escena la tía que ha
presenciado el hecho: “Ay, pobrecito! ¿Qué te pasó? ¡Pero estás sangrando!
¡Cómo te debe doler! ¡Te hubieses podido matar!” El niño cambia su rostro y
comienza a llorar a lágrima viva. Va hacia su casa gritando y llorando. La
madre se da cuenta enseguida de la situación. Saca del armario un títere, el
preferido del pequeño, y le hace hacer todo tipo de saltos y piruetas. En un
santiamén el niño está contento y se ríe, con los ojos aún llenos de lágrimas.
Con esto se ve que la fantasía y la memoria pueden determinar las diversas
tendencias. Por lo tanto, quien quiere tener influencia sobre su estado de
ánimo, sobre sus relaciones con los demás y con el mundo que lo rodea,
como dijimos anteriormente, debe tener el mando sobre las imágenes de su
fantasía. Tenemos que aprender a poblar nuestra memoria de imágenes
nobles y vigilar nuestros sentidos ya que son la puerta de nuestra alma.
Ahora descendemos hasta la planta baja y de allí, por una escalera angosta, al
sótano. En nuestra casa lo asociamos con depósitos semidesconocidos o de
difícil acceso. En este depósito misterioso de imágenes y vivencias podemos
diferenciar el inconsciente y el preconsciente.
En el inconsciente anidan todas las experiencias que vivimos, aún aquellas de
las que no tenemos un registro consciente. Esta es un área a la que no se
puede acceder con tanta facilidad y que puede desencadenar
comportamientos o reacciones involuntarias. El preconsciente, en cambio,
guarda todos esos recuerdos que no se encuentran en la consciencia; pero
que se pueden emerger a ella de un momento a otro sin tanta dificultad.
Podría ser que en algún momento de nuestra vida, sobre todo en la niñez,
hayamos visto u oído algo que nos conmovió profundamente. Quizás fue un
hecho sin importancia, pero por una causa u otra puede haber decantado en
lo más hondo del alma, en el inconsciente. Como ya expresamos, estas
impresiones pueden surgir involuntariamente desde esas profundidades a las
que no nos es fácil llegar o pueden quedar allí como rastro molesto que, sin
que sepamos cómo, influye en nuestro comportamiento. Nuestra alma graba
todo lo que llega hasta ella. Habrá mucho que no depende de nosotros, pero
existe un gran campo en el que, por el control de los sentidos, de la memoria
y de la fantasía, podemos gobernar nuestra persona.
De este modo vemos que hay aspectos en nosotros que, como ya
mencionamos, podemos controlar, por ejemplo, lo que dejamos que entre o
no por los sentidos, las acciones que pensamos o hacemos voluntariamente.
Pero hay otras que nos han sido dadas y debemos elaborar una y otra vez,
para que no se conviertan en un peso o en una amenaza para nuestra paz
interior. Elaborar significa traer a la conciencia y muchas veces verbalizar,
exteriorizar. No nos hace bien el confundirnos pensando que se trata de algo
malo o negarlo y taparlo como si no existiera. Con total naturalidad podemos
considerarlo y buscar el mejor camino para recuperar la paz interior. ¡Qué
importante es que tratemos de compartir estas sensaciones tan delicadas
con quienes nos cuidan desde pequeños y nos quieren de modo especial,
nuestros padres, abuelos y personas mayores de total confianza!
A veces pensamos que un amigo nos puede entender mejor que nadie y
esquivamos a las personas más grandes. Es cierto que ellos nos comprenden;
pero por estar luchando con situaciones, a veces parecidas, no pueden tomar
distancia y ayudarnos a enfocar correctamente todos los temas. En todo
caso, los padres, a veces, nos comprenden y nos aconsejan como nadie.

Nuestra taza de café


Hablamos ya de aspectos que nos dan identidad a nuestra vida y a nuestra
forma de ser.
También hablamos de aspectos o circunstancias que atravezamos, que “no
nos gustan tanto” y debemos elaborar, traer a conciencia o verbalizar, para
que no se transformen en un peso o en una amenaza en nuestro mundo
interior.
Para comprenderlo mejor, vamos a graficarlo con algo de la vida cotidiana:
una taza de café. Queremos que nuestro café sea rico, a nuestro gusto.

Paso 1: Elegimos la taza

La taza representa nuestra vida, todo lo que somos: cuerpo, alma,


circunstancias que nos rodearon y en las que vivimos.
Podemos dibujar con qué tipo de taza nos identificamos.

Medidas: grande, mediana o chica.

Material: cerámica, porcelana, vidrio, metal.

Forma y decoración: de color, blanca, estampada.

Si aplicamos el dibujo a nuestra persona podríamos preguntarnos:

¿Nos identificamos con nuestro cuerpo? ¿Estamos conformes


con nuestras capacidades físicas?

¿Qué tipo de inteligencia se acentúa en nosotros?

¿Nos destacamos por la capacidad de observación, de


escucha e introspección o de relaciones humanas?

¿Manejamos con facilidad objetos o esquemas mentales en


tres dimensiones, tenemos un razonamiento lógico-
matemático?

¿Tendemos hacia la creatividad, al arte o la música?

¿Desarrollamos nuestra voluntad? ¿Ponemos en práctica lo


que nos proponemos?
La afectividad, ¿está integrada en nuestra vida? ¿Cómo
desplegamos nuestra capacidad de complementación, de
integración, de relación?

Paso 2: Calentar el agua y agregar el café

Nuestra taza ha recibido elementos. Es lo que ocurrió en nuestra vida, que


trataremos de identificar y elaborar.

¿Qué percepciones o situaciones pueden haber marcado


nuestra vida?

 Anotamos algunas que dejaron huellas en nuestra infancia o en los


años posteriores:

 ¿Qué cualidades recibimos por nuestra rama paterna y nuestra rama


materna? Detallamos cinco por parte de cada una:

 ¿Qué defectos podrían estar asociados con nuestro ambiente familiar?

Ahora llega el momento de saborear nuestro café. Tomamos uno por uno los
elementos anotados que debemos saborear.

De acuerdo a lo que percibimos, podemos adecuarlo, en la medida de lo


posible, a nuestro gusto. Por ejemplo, si le falta azúcar, se la agregamos; si el
agua está tibia, la calentamos; si está muy caliente, esperamos un poco para
tomarlo. ¿Para qué sucedió esto o aquello? ¿Qué aprendí? ¿Qué virtudes
crecieron en mí a través de esas experiencias?
Quizás encontramos ingredientes negativos presentes en nuestra vida que,
paradójicamente, nos permiteron preparar “un mejor café” ¿Cuáles?
Paso 3: ¡Qué bueno nos resulta compartir un café!

¿Con quién me gustaría hacerlo? ¿Qué persona madura


puede ayudarme a elaborar ciertas cosas muy personales?

Seguramente alguien hará que nuestro café sea aún más rico, aportando su
escucha, su sabiduría de vida y su visión sobre el tema.

Potrebbero piacerti anche