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y Teresa de Jesús
1
Religioso Carmelita Descalzo, de la Provincia de Colombia. Teólogo
de la Pontificia Universidad Javeriana (2009), con Maestría en Teología de la
Pontificia Universidad Javeriana (2015). Doctor en Teología de la Universidad
Pontificia Comillas (2019). Miembro del Grupo de Investigación Academia de
Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana. El presente artículo
surge dentro del proyecto investigativo titulado: La «Conciencia de Presencia»
en el itinerario espiritual de Gregorio de Nisa, Ignacio de Loyola, Teresa de
Jesús, Laura Montoya, Etty Hillesum y Benjamín González Buelta, como clave
de renovación de la experiencia espiritual hoy, que es llevado a cabo por el gru-
po de investigación Academia.
Abstract: From a study of the work of Etty Hillesum and Saint Teresa of
Jesus, two women living in very different historical periods but similar in their
searches and desire for the infinite, it is possible to come to an understanding of
the nature of their spiritual experiences and to discover their human dignity as a
testimony for our own journey today.
Key Words: Spiritual experience, divine presence, spiritual journey, human
dignity, mystical image and likeness.
Introducción
La experiencia en términos de apertura a la relación con la per-
sona divina es un acto del espíritu. Así, la experiencia espiritual es el
contacto personal y consciente con realidades suprasensibles2. Pre-
tendo rastrear cómo se da la experiencia espiritual en Etty Hillesum
y en santa Teresa de Jesús para encontrar los elementos comunes que
nos ayuden a la vivenciación de dicha experiencia. Para lograr el ob-
jetivo planteado, se estudiará el Diario de Etty para establecer los
momentos fundamentales de la experiencia de Dios. Sobre Teresa
de Jesús, tomaremos el libro de Las Moradas (M), por ser su obra
cumbre y abarcar la totalidad de su itinerario espiritual, teniendo en
cuenta otros escritos como Vida (V), Camino de Perfección códice de
Valladolid (CV) y las Cuentas de Conciencia (CC).
2
Cf. Ángel María García Ordás, Teresa de Jesús. Presencia y expe-
riencia (claves de interpretación), 2ª ed. (Madrid: Editorial de Espiritualidad,
2011), 23-29.
3
Cf. Etty Hillesum, Una vida conmocionada. Diario 1941-1943, 2ª ed.
(Barcelona: Anthropos, 2016), 1.
4
Cf. Ibíd., Diario, 15 de marzo de 1941, 12.
5
Cf. Ibíd., Diario, 8 de junio de 1941, 24-25.
6
Cf. Ibíd., Diario, 14 de junio de 1941, 26.
7
Ibíd., Diario, 4 de julio de 1941, 29.
8
Cf. Ibíd., Diario, 13 de agosto de 1941, 38.
9
Cf. Ibíd., Diario, 26 de agosto de 1941, 41.
10
Cf. Ibíd., Diario, 6 de octubre de 1941, 49-50.
11
Ibíd., Diario, 21 de octubre de 1941, 53.
12
Cf. Ibíd., Diario, 24 de octubre de 1941, 54.
13
Cf. Ibíd., Diario, 21 de noviembre de 1941, 55.
14
Cf. Ibíd., 57.
15
Cf. Ibíd., Diario, 23 de noviembre de 1941, 59.
16
Cf. Ibíd., Diario, 25 de noviembre de 1941, 60.
17
Cf. Ibíd., Diario, 14 de diciembre de 1941, 71.
18
Ibíd., Diario, 31 de diciembre de 1941, 76-77.
19
Cf. Ibíd., Diario, 11 de enero de 1942, 81.
20
Ibíd., 85. Etty plantea, al igual que Jesús (cf. Mc 7,14-15), que la maldad
no viene de fuera, sino que está dentro del corazón humano.
21
Cf. Etty Hillesum, Diario, 29 de mayo de 1942, 95.
22
Ibíd., Diario, 20 de junio de 1942, 107
23
Cf. Ibíd., Diario, 29 de junio de 1942, 113.
24
Ibíd., Diario, 2 de julio de 1942, 114.
25
Ibíd., 115.
26
Ibíd., Diario, 3 de julio de 1942, 117.
27
Ibíd., Diario, 4 de julio de 1942, 120.
30
Cf. Ibíd., Diario, 11 de julio de 1942, 137; cf. Ibíd., Diario, 12 de julio
de 1942, 142-143.
31
Cf. Ibíd., 141.
32
A partir del 15 de julio de 1942.
33
Cf. Etty Hillesum, Diario, 21 de julio de 1942, 151.
34
Cf. Ibíd., Diario, 15 de septiembre de 1942, 165.
35
Ibíd., Diario, 17 de septiembre de 1942, 169.
36
Ibíd., p. 170.
37
Cf. Ibíd., Diario, 28 de septiembre de 1942, 184.
38
Ibíd., Diario, 30 de septiembre de 1942, 186.
39
Cf. Ibíd., Diario. Carta a Johanna y Klaas Smelik del 3 de julio de 1943,
203.
Ibíd., Diario. Carta a Henny Tideman del 18 de agosto de 1943, 209.
40
42
José Ignacio González Faus, Etty Hillesum. Una vida que interpela
(Santander: Sal Terrae, 2008),115.
43
Cf. Etty Hillesum, El corazón pensante de los barracones. Cartas. A
María Tuinzing, 7 de agosto de 1943, 2ª ed. (Barcelona: Anthropos, 2016), 123.
44
Cf. Santa Teresa de Jesús, Obras Completas, 5ª ed. Dir. Alberto Ba-
rrientos (Madrid: Editorial de Espiritualidad, 2000), V 13,12.
autenticarse para evitar el engaño propio. Es así que pone sus viven-
cias en un nivel de discernimiento por medio del trato con «personas
espirituales»45 o en contraste con la palabra revelada46. Por eso, junto
a la experiencia se hace necesario el discernimiento o la «discreción»
en términos teresianos47. La clave de su discernimiento radica en los
efectos de la experiencia divina en la vida del ser humano: paz, hu-
mildad, iluminación en el entendimiento y firmeza en la verdad48.
En el libro de Vida, Teresa de Jesús habla de cómo en medio de
enfermedades, de sentimientos encontrados, de inseguridades y de
reacciones en contra, toma la decisión de hacerse monja49. Poco a
poco encuentra sentido a la decisión que había tomado con insegu-
ridad o por falta de opciones para las mujeres de su época antifemi-
nista y tradicionalista. Por medio de los libros que había leído, va
descubriendo que leer y escribir son dos elementos claves para orar;
en la medida que profundiza en la lectura, esta se le convierte en
oración50, que la conduce a la experiencia de Dios y a comunicarla
por medio de sus escritos para el beneficio de los demás. Experimen-
tar, entender y comunicar51 la presencia divina son etapas distintas y
diferenciadas en la vida de Teresa que le ayudaron a «engolosinar las
almas de un bien tan alto»52.
La experiencia de Dios en Teresa de Jesús nace principalmente
en dos lugares53. Por un lado, se encuentra la subjetividad conectada
a experiencias de tipo «metafórico-espacial»; por otro lado, están las
experiencias de «des-velamiento», de forma que «su mística apunta
45
Ibíd., V 11,15.
46
Cf. Ibíd., V 40,8.
47
Cf. Ibíd., V 22,18.
48
Cf. Ibíd., V 15,10.
49
Cf. Ibíd., V 2,8.
50
Cf. Ibíd., CC 1,11.
51
Cf. Ibíd., V 12,6; 18,14; 23,11; 25,17; 30,4.
52
Ibíd., V 18,8.
53
Cf. Juan Antonio Marcos Rodríguez, Teresa de Jesús. La trasparen-
cia del Misterio (Madrid: San Pablo, 2015), 36-37.
hacia su propia experiencia (la del “yo”, la de “lo que ha pasado por
mí”), y al mismo tiempo hacia la cancelación de dicha experiencia,
es decir, al “éxodo del yo”»54, para que se revele Dios en ella.
En medio de la subjetividad y de las experiencias de desvela-
miento, Teresa va discerniendo su vocación que denomina «llama-
mientos»55, y la relaciona con la «amistad con Dios». En sus escritos
queda claro que su motivación vocacional inicial no fue del todo el
amor a Dios, pues cuando decide entrar al monasterio de La Encar-
nación56, lo hace por temor a la condenación. Ve una mayor facilidad
para salvarse siendo monja, pues tenía un deseo de cielo. Además, la
mueve su amistad con la monja Juana Juárez, y no el deseo de seguir
a Cristo como religiosa57, a pesar de que Dios estaba «mirando y
remirando»58 cómo podía volverla a Él.
En su juventud, las Cartas de san Jerónimo fueron una ayuda
importante para tomar la decisión de dejar la casa paterna y hacerse
monja59. A pesar del gran dolor que la decisión le produjo, Dios
le «dio ánimo» contra sí misma para ponerlo por obra y una gran
alegría del estado religioso, que le duró toda su vida60. En su vida
de religiosa carmelita, Teresa se ayuda de buenos libros que le en-
señen y le sirvan de maestros. El Tercer Abecedario de Francisco
de Osuna61 le ayudó a fortalecer su vocación y a conocer la oración
de «recogimiento». Con la lectura de Los Morales de san Gregorio
Magno62, se afianza su vocación de orante al identificarse con el
personaje bíblico de Job en las situaciones de enfermedad y dolor.
Ibíd., 37.
54
56
Ingresa el 2 de noviembre de 1535 y hace su profesión religiosa el 3 de
noviembre de 1537.
57
Cf. Santa Teresa, V 3,2-4.
58
Ibíd., V 2,8.
59
Cf. Ibíd., V 3,7.
60
Cf. Ibíd., V 4,2-3.
61
Cf. Ibíd., V 4,7.
62
Cf. Ibíd., V 5,8.
63
Cf. Ibíd., V 4,7-9.
64
Cf. Ibíd., V 7,1.11.17.
65
Cf. Ibíd., V 7,20.
66
Cf. Ibíd., V 9,1.7-8.
67
Cf. Ibíd., V 24,5-7.
68
Ibíd., V 26,6. Cf CV 26,10; 32,11.
69
Marcos, Teresa de Jesús. La trasparencia del Misterio, 40-51. Cf., San-
ta Teresa, V 27,2; 10,1; CC 44,3-4; 6M 10,2; CC 47.
72
Santa Teresa, 4M 1,7.
73
Acontecimiento puntual que ocurre en Ávila, en el monasterio de La
Encarnación el 18 de noviembre de 1572 (cf. Ibíd., CC 25).
74
Cf. Ibíd., CC 36.
75
Ibíd., 1M 1,1.
76
Ibíd., 1M 1,1; 7M 1,1; M epílogo, 3; CC 41. Cf. Jesús Castellano
Cervera, «El entramado bíblico del Castillo Interior», Revista de Espirituali-
dad 56, nº 222-223 (1997): 119-142.
77
Col 1,15-16; cf. Juan Luis Ruiz de la Peña, Imagen de Dios. Antropo-
logía teológica fundamental, 6ª ed. (Santander: Sal Terrae, 2011), 78-81.
78
Santa Teresa, 5M 2,12.
79
Ibíd., 7M 2,8. Cf. V 40,5.
80
Ángel María García Ordás, Teresa de Jesús. Presencia y expe-
riencia (claves de interpretación), 2ª ed. (Madrid: Editorial de Espiritualidad,
2011), 52.
Siento incluso que es difícil escribir sobre este punto, en igual medida que
es fácil experimentarlo»84.
Teresa de Jesús comienza Las Moradas expresando que la gran
dignidad del hombre radica en ser imagen y semejanza divina. El
hombre ejerciendo su libertad, desdibuja la semejanza divina al optar
por el pecado que impide ver la imagen de Cristo. Gracias a la ora-
ción, entendida como trato de amistad, el hombre experimenta una
transformación hasta ver en su interior la imagen de Cristo, represen-
tado por el símbolo de la cera blanda que se le imprime el sello en
las Quintas Moradas85, hasta que se esculpe la imagen de Cristo en el
interior y nuestra imagen en Cristo en las Séptimas Moradas.
Otro punto de encuentro entre nuestras autoras hace referencia a
la experiencia de la presencia divina. En Teresa de Jesús es evidente
que en los inicios del proceso Dios se muestra externo al hombre,
Dios a «nuestro lado»86, camina junto a ella «juntos andemos Señor»;
y paulatinamente experimenta la presencia divina en su interior, Dios
«dentro de nosotros»87; para posteriormente verse ella en Dios al
igual que toda la creación, nosotros «dentro de Dios»88. En Etty, po-
demos decir que hasta cierto punto experimenta estos tres tipos de la
presencia divina: en un comienzo experimenta a Dios en la creación,
así lo expresa: «Experimenté con alegría cómo el mundo creado por
Dios, a pesar de todo, es hermoso»89. Luego tiene experiencias con
esa voz interior que le habla y transforma su ser: «a veces tengo que
arrodillarme ante mi cama, sin más, incluso en una fría noche de
invierno y escuchar mi voz interior»90, hasta que experimenta que se
encuentra toda ella en Dios: «vivo dentro de Ti»91.
84
Ibíd., Diario, Carta a A Han Wegerif y a otros. Fragmento.
Westerbork.
Sin fecha. Posterior al 18 de agosto de 1943, 210.
85
Santa Teresa, 5M 2,12.
86
Ibíd., V 27,2.
87
Ibíd., V 10,1; CC 44,3-4.
88
Ibíd., 6M 10,2; CC 47.
89
Etty Hillesum, Diario, 15 de marzo de 1941, 12.
90
Ibíd., Diario, 31 de diciembre de 1941, 76-77.
91
Ibíd., Diario. Carta a Henny Tideman del 18 de agosto de 1943, 209.