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Experiencia espiritual en Etty Hillesum

y Teresa de Jesús

Jairo Gómez Díaz1


Universidad de la Mística (Ávila)

Recibido el 5 de abril de 2020


Aceptado el 18 de abril de 2020

Resumen: a partir del estudio de la obra de Etty Hillesum y santa Teresa de


Jesús, dos mujeres de épocas históricas muy diferentes, pero similares en sus
búsquedas y deseos de infinito, se analiza cómo fueron sus experiencias espiri-
tuales y el descubrimiento de su dignidad de ser persona como testimonio para
nuestro caminar hoy.
Palabras clave: experiencia espiritual, presencia divina, itinerario espiritual,
dignidad humana, mística, imagen y semejanza.

1
  Religioso Carmelita Descalzo, de la Provincia de Colombia. Teólogo
de la Pontificia Universidad Javeriana (2009), con Maestría en Teología de la
Pontificia Universidad Javeriana (2015). Doctor en Teología de la Universidad
Pontificia Comillas (2019). Miembro del Grupo de Investigación Academia de
Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana. El presente artículo
surge dentro del proyecto investigativo titulado: La «Conciencia de Presencia»
en el itinerario espiritual de Gregorio de Nisa, Ignacio de Loyola, Teresa de
Jesús, Laura Montoya, Etty Hillesum y Benjamín González Buelta, como clave
de renovación de la experiencia espiritual hoy, que es llevado a cabo por el gru-
po de investigación Academia.

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Spiritual Experience in Etty Hillesum and Teresa of Jesus

Abstract: From a study of the work of Etty Hillesum and Saint Teresa of
Jesus, two women living in very different historical periods but similar in their
searches and desire for the infinite, it is possible to come to an understanding of
the nature of their spiritual experiences and to discover their human dignity as a
testimony for our own journey today.
Key Words: Spiritual experience, divine presence, spiritual journey, human
dignity, mystical image and likeness.

Introducción
La experiencia en términos de apertura a la relación con la per-
sona divina es un acto del espíritu. Así, la experiencia espiritual es el
contacto personal y consciente con realidades suprasensibles2. Pre-
tendo rastrear cómo se da la experiencia espiritual en Etty Hillesum
y en santa Teresa de Jesús para encontrar los elementos comunes que
nos ayuden a la vivenciación de dicha experiencia. Para lograr el ob-
jetivo planteado, se estudiará el Diario de Etty para establecer los
momentos fundamentales de la experiencia de Dios. Sobre Teresa
de Jesús, tomaremos el libro de Las Moradas (M), por ser su obra
cumbre y abarcar la totalidad de su itinerario espiritual, teniendo en
cuenta otros escritos como Vida (V), Camino de Perfección códice de
Valladolid (CV) y las Cuentas de Conciencia (CC).

1.  Experiencia de Dios en Etty Hillesum


Etty Hillesum comienza a escribir en su diario a partir del 8 de
marzo de 1941, y describe este momento como una realidad dolorosa,
donde expone su fragilidad y sus miedos, dejando en evidencia su divi-
sión interior3. Los contrastes en su vida, la escisión existencial y la ten-
sión interior marcan la experiencia espiritual en este periodo. La causa
principal de esa tensión es la relación compleja con el psicólogo Julius

2
 Cf. Ángel María García Ordás, Teresa de Jesús. Presencia y expe-
riencia (claves de interpretación), 2ª ed. (Madrid: Editorial de Espiritualidad,
2011), 23-29.
3
 Cf. Etty Hillesum, Una vida conmocionada. Diario 1941-1943, 2ª ed.
(Barcelona: Anthropos, 2016), 1.

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Spier. A pesar de ello, reconoce la presencia divina en la creación y


experimenta grandes deseos de no poseer nada4. Recurre a la ayuda
de Dios para luchar contra sus bajos instintos en la relación con Spier,
y descubre la necesidad de meterse en sí misma, de escuchar lo que
hay dentro de ella y meditar5. En su búsqueda interior, experimenta la
impotencia para ayudar en la solución de los grandes problemas, se
siente sin fuerzas para enfrentar los arrestos de personas inocentes en
los campos de concentración, y se pregunta por el sentido de su vida6.
Mientras vivió en casa de sus padres en Deventer, experimen-
tó un contacto con Dios, y compara su presencia con una hermosa
llanura. Con el paso de los días, ya en Ámsterdam, «el día se hace
mil pedazos, la gran llanura ha desaparecido y Dios también»7. En
medio de los problemas, del sufrimiento que observa y del sin sen-
tido de la vida, persevera y se da ánimo para encontrar respuesta a
los múltiples interrogantes existenciales8. Este primer periodo de su
experiencia espiritual se caracteriza por el proceso de búsqueda di-
vina y el descubrimiento de la presencia interior de Dios en su vida
empleando la metáfora del agua en el pozo profundo dentro de ella9.
A partir de octubre del 1941, en diálogo con alguna de sus amigas
sobre el matrimonio, reconoce la existencia de una voz interior que le
habla y que le ayudaría a tomar decisiones10. En medio de la soledad
y tensión existencial, sabe que su corazón debe ser para todas las
personas, no exclusivo de una sola. Esa conciencia de entrega a los
otros, la llevó al crecimiento interior y a la confianza en sí misma.
A medida que la búsqueda divina se fue profundizando, creció
la necesidad de «un refugio interior»11. Se sumerge en el silencio,

4
 Cf. Ibíd., Diario, 15 de marzo de 1941, 12.
5
 Cf. Ibíd., Diario, 8 de junio de 1941, 24-25.
6
 Cf. Ibíd., Diario, 14 de junio de 1941, 26.
7
  Ibíd., Diario, 4 de julio de 1941, 29.
8
 Cf. Ibíd., Diario, 13 de agosto de 1941, 38.
9
 Cf. Ibíd., Diario, 26 de agosto de 1941, 41.
10
 Cf. Ibíd., Diario, 6 de octubre de 1941, 49-50.
11
  Ibíd., Diario, 21 de octubre de 1941, 53.

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tranquilizando sus pensamientos. Sin embargo, la entrada en vigor


de una nueva orden contra los judíos la introdujo en depresión e
intranquilidad12. Junto a las preguntas sobre sí misma aparecen los
diversos interrogantes sobre ética, la verdad y Dios13. Su preocupa-
ción por comprenderse, por conocer más del ser humano, la lleva a
preguntarse por el camino a seguir a14. Ante las enfermedades y los
cambios en su cuerpo, va aceptando la creación y su obrar en ella15.
Poco a poco su experiencia divina se evidencia en las transforma-
ciones vividas, expresando abiertamente su relación con Dios. Esta
transformación marcada por la obediencia a la voluntad divina se
refleja en la confianza y en el amor a los otros. Además, se siente
liberada de sus afectos, especialmente en su relación con Spier16.
Gradualmente la lectura de los textos bíblicos y de ciertos versí-
culos van adquiriendo un nuevo significado en las relaciones con los
otros y consigo misma. La relación con Spier va evolucionando y la
conduce a momentos de oración y a lecturas de sus autores preferidos,
Rilke, San Agustín y Dostoievski. Además, Spier la ayuda a expresar
abiertamente la relación divina, de pronunciar la palabra Dios17. El
último día de 1941, Hillesum describe lo vivido durante el año en
una palabra: «Concienciación, por lo que dispongo de unas intensas
fuerzas dentro de mí»18. Admite que ha sido un camino arduo para
volver a encontrar esa relación íntima con Dios, que ahora le parece
tan simple y natural, que llena de tranquilidad y paz su interior19.
A pesar de las situaciones de injusticia y sufrimiento que van en
aumento, reconoce que no es capaz de odiar a nadie; que la maldad
que se observa alrededor no se encuentra fuera de ella, sino que está

12
 Cf. Ibíd., Diario, 24 de octubre de 1941, 54.
13
 Cf. Ibíd., Diario, 21 de noviembre de 1941, 55.
14
 Cf. Ibíd., 57.
15
 Cf. Ibíd., Diario, 23 de noviembre de 1941, 59.
16
 Cf. Ibíd., Diario, 25 de noviembre de 1941, 60.
17
 Cf. Ibíd., Diario, 14 de diciembre de 1941, 71.
18
  Ibíd., Diario, 31 de diciembre de 1941, 76-77.
19
 Cf. Ibíd., Diario, 11 de enero de 1942, 81.

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dentro20. La relación con Dios también se expresa en alabanzas por


la creación a pesar de las dificultades en su entorno21. Abiertamente
Hillesum expresa su fe en Dios y reconoce su presencia: «El cielo
se extiende ampliamente tanto dentro de mí como sobre mí. Creo en
Dios y creo en la gente y me atrevo a decirlo sin ninguna vergüen-
za»22. De igual forma, recomienda trabajar en el cuidado de sí mis-
mo, de tomar en serio esta labor que se aleja de todo individualismo
para llegar al conocimiento de sí, y vivir en una paz real, para vencer
al odio hacia los otros y transformarlo en amor.
Obediencia a la voluntad divina, liberación afectiva, libertad in-
terior, marcan la experiencia espiritual en este periodo de la vida de
Etty, que se concreta en la confianza en Dios, y en mantener el senti-
do de la vida a pesar de la persecución y de la deportación y muerte
de miles de los suyos23.
A partir de julio de 1942, Hillesum es consciente de que «el su-
frimiento no afecta a la dignidad humana»24. La experiencia de Dios
la ha llevado a aceptar la muerte como una parte de la vida, está con
los que sufren y, a la vez, cree en Dios, pues «en una sola vida hay
espacio para todo»25 [...] «Al fin y al cabo siempre llevamos todo con
nosotros, Dios, el cielo y el infierno, la tierra, la vida y la muerte y
siglos, muchos siglos»26.
La comunicación divina en la vida de Hillesum ha ido realizando
su objetivo. Reconoce que algo está pasando, que acontecen grandes
cambios, y «que se trata de algo más que de simples estados de áni-
mo»27. Las prohibiciones a los judíos de utilizar el tranvía y de entrar

20
  Ibíd., 85. Etty plantea, al igual que Jesús (cf. Mc 7,14-15), que la maldad
no viene de fuera, sino que está dentro del corazón humano.
21
 Cf. Etty Hillesum, Diario, 29 de mayo de 1942, 95.
22
  Ibíd., Diario, 20 de junio de 1942, 107
23
 Cf. Ibíd., Diario, 29 de junio de 1942, 113.
24
  Ibíd., Diario, 2 de julio de 1942, 114.
25
  Ibíd., 115.
26
  Ibíd., Diario, 3 de julio de 1942, 117.
27
  Ibíd., Diario, 4 de julio de 1942, 120.

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a ciertos lugares públicos hacen que el cansancio por el uso de la


bicicleta vaya ganando la batalla en la vida de Etty. Sin embargo, la
lectura de sus autores preferidos, la compañía de Spier, y de manera
especial el contacto con la Biblia le propiciaron unas fuerzas enor-
mes28, y poco a poco va experimentando la unidad de su ser.
Ante la inminente enfermedad de Spier, ella siente la necesidad de
dar amor a todo aquel que lo necesite, y se afianzan la fuerza interior
y la confianza en Dios29. El dolor y el sufrimiento de los judíos hacen
que Hillesum exprese que, si Dios no la sigue ayudando, ha llegado
el momento para ella de ayudar a Dios30. Ya no se preocupa por el
mañana, ni de las cosas materiales, mantiene su optimismo y recono-
ce que hay que trabajar interiormente. Se abandona por completo en
Dios31, y considera que una persona valiosa se reconoce en la manera
de comportarse y de salir adelante ante la adversidad. La conciencia
de la presencia divina en el corazón de cada ser humano, y de cómo
sufre Dios en el hombre, formó en ella el deseo de vivir para los de-
más, de combatir toda situación de dolor, de ser para los otros.
Al tomar la decisión de ir a colaborar con el Consejo Judío y
luego de obtener el trabajo en la oficina de Asuntos Culturales32,
experimenta por momentos la tristeza y la desolación que le generan
preocupaciones por el futuro, aun así renueva su fe y fidelidad a
Dios, buscando ser consecuente y dando testimonio de su presen-
cia33. Frente a la inminente partida de Spier, se arrodilla ante Dios
para que renueve su fuerza interior, y no perder el sentido de la vida.
Ante el sufrimiento que la rodea, no se encierra en sí misma, lo
soporta todo y lo guarda dentro de sí, pero persevera y sigue impa-
sible su camino. A pesar del dolor por la muerte de Julius Spier en

f. Ibíd., Diario, 5 de julio de 1942, 126.


28  C

Cf. Ibíd., Diario, 7 de julio de 1942, 131-135.


29 

30
 Cf. Ibíd., Diario, 11 de julio de 1942, 137; cf. Ibíd., Diario, 12 de julio
de 1942, 142-143.
31
 Cf. Ibíd., 141.
32
  A partir del 15 de julio de 1942.
33
 Cf. Etty Hillesum, Diario, 21 de julio de 1942, 151.

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septiembre de 1942, mantiene su relación con Dios. Se encuentra en-


ferma, sin embargo, agradece a Dios que la haya elegido para pade-
cer todo lo que ha sobrellevado en este tiempo. Sigue en su búsqueda
interior, y ama al prójimo porque en cada persona ama un poco de
Dios, y a menudo encuentra un trozo de Él en cada ser humano, des-
enterrándolo del corazón de los demás34.
Ahora que se encuentra sola, sin la ayuda de su gran amigo, debe
afrontar con paciencia y reflexión los difíciles tiempos de persecu-
ción. Gradualmente ha aprendido que se puede cambiar todo lo di-
fícil en algo bueno, soportándolo, afrontándolo y, aun así, se siente
entre los brazos de Dios, «tan protegida y amparada y tan imbuida
de un sentimiento de eternidad»35.
Podemos resumir la vida de Etty en este periodo como una escu-
cha continua a sí misma, a los demás y a Dios, «y cuando digo que
yo me escucho, entonces es en realidad Dios el que escucha en mí.
Lo más esencial y lo más profundo de mí, escuchando lo más esen-
cial y lo más profundo en el otro. De Dios a Dios»36. Una perma-
nente relación con Dios y con los otros que la lleva a un testimonio
continuo, a una vida intensa.
En la última etapa de su existencia, Hillesum ha llegado a vivir en
función de los otros, a aceptar los sufrimientos de los demás como
si fueran suyos, a orar por ellos y mantener viva la esperanza en un
mundo convulsionado. A finales de septiembre de 1942, describe la
experiencia de Dios como un penetrar en las fuentes originales de
uno mismo, sin poner barreras a la presencia divina, para que esta
fuente se renueve, sin temer que las fuerzas se agoten37. Su quehacer
diario radica en ser: «¡Mi “hacer”consistirá en “ser”!»38.
Las cartas escritas a sus amigos desde Westerbork son un testimo-
nio de la madurez integral de Etty. Allí vivió en función de las nece-

34
 Cf. Ibíd., Diario, 15 de septiembre de 1942, 165.
35
  Ibíd., Diario, 17 de septiembre de 1942, 169.
36
  Ibíd., p. 170.
37
  Cf. Ibíd., Diario, 28 de septiembre de 1942, 184.
38
  Ibíd., Diario, 30 de septiembre de 1942, 186.

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sidades de los otros, en especial de ayudar a combatir el sufrimiento


y las dificultades anexas a él, soportándolo, pues la fuerza para poder
soportar crece y puede convertir la vida en algo valioso. Quiere ser
un bálsamo derramado sobre tantas heridas; reconoce que hay un
límite a todo dolor, que se tiene derecho a sufrir, pero no a sucumbir
ante el sufrimiento39.
La oración se convierte en su gran fortaleza. La base de su fuer-
za está en la aceptación de la realidad y en asumir el sufrimiento
inevitable, sin perder el ánimo y alentando a otros a no desfallecer.
Suplica permanentemente a Dios fuerzas para dar a los demás a ma-
nos llenas, su oración es un diálogo continuo en medio de lágrimas
de emoción y gratitud. Su experiencia de la presencia de Dios se ha
ido transformando en una inmersión en Él: «vivo dentro de Ti»40. El
amor al prójimo, que se le desvela también como imagen de Dios41,
es la esencia de su experiencia al final de su vida. Su necesidad de
darse a los otros es el sello de garantía de la autenticidad de su ex-
periencia divina, como lo expresó González Faus: «Lo que parece
fundamental en su trayectoria es ese paso del aprecio teórico a la
mística solidaria»42. Ya casi al final de su existencia, reconoce que
todo es perecedero e incierto, excepto Dios43.

2. La experiencia espiritual en Teresa de Jesús


La experiencia en Teresa de Jesús remite a un contacto con la
realidad, a formar a la persona y crear ciencia44. Además, necesita

39
 Cf. Ibíd., Diario. Carta a Johanna y Klaas Smelik del 3 de julio de 1943,
203.
  Ibíd., Diario. Carta a Henny Tideman del 18 de agosto de 1943, 209.
40

  Ibíd., Diario. Carta a Han Wegerif, posterior al 18 de agosto de 1943, 210.


41

42
  José Ignacio González Faus, Etty Hillesum. Una vida que interpela
(Santander: Sal Terrae, 2008),115.
43
 Cf. Etty Hillesum, El corazón pensante de los barracones. Cartas. A
María Tuinzing, 7 de agosto de 1943, 2ª ed. (Barcelona: Anthropos, 2016), 123.
44
 Cf. Santa Teresa de Jesús, Obras Completas, 5ª ed. Dir. Alberto Ba-
rrientos (Madrid: Editorial de Espiritualidad, 2000), V 13,12.

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autenticarse para evitar el engaño propio. Es así que pone sus viven-
cias en un nivel de discernimiento por medio del trato con «personas
espirituales»45 o en contraste con la palabra revelada46. Por eso, junto
a la experiencia se hace necesario el discernimiento o la «discreción»
en términos teresianos47. La clave de su discernimiento radica en los
efectos de la experiencia divina en la vida del ser humano: paz, hu-
mildad, iluminación en el entendimiento y firmeza en la verdad48.
En el libro de Vida, Teresa de Jesús habla de cómo en medio de
enfermedades, de sentimientos encontrados, de inseguridades y de
reacciones en contra, toma la decisión de hacerse monja49. Poco a
poco encuentra sentido a la decisión que había tomado con insegu-
ridad o por falta de opciones para las mujeres de su época antifemi-
nista y tradicionalista. Por medio de los libros que había leído, va
descubriendo que leer y escribir son dos elementos claves para orar;
en la medida que profundiza en la lectura, esta se le convierte en
oración50, que la conduce a la experiencia de Dios y a comunicarla
por medio de sus escritos para el beneficio de los demás. Experimen-
tar, entender y comunicar51 la presencia divina son etapas distintas y
diferenciadas en la vida de Teresa que le ayudaron a «engolosinar las
almas de un bien tan alto»52.
La experiencia de Dios en Teresa de Jesús nace principalmente
en dos lugares53. Por un lado, se encuentra la subjetividad conectada
a experiencias de tipo «metafórico-espacial»; por otro lado, están las
experiencias de «des-velamiento», de forma que «su mística apunta

45
  Ibíd., V 11,15.
46
 Cf. Ibíd., V 40,8.
47
 Cf. Ibíd., V 22,18.
48
 Cf. Ibíd., V 15,10.
49
 Cf. Ibíd., V 2,8.
50
 Cf. Ibíd., CC 1,11.
51
 Cf. Ibíd., V 12,6; 18,14; 23,11; 25,17; 30,4.
52
  Ibíd., V 18,8.
53
 Cf. Juan Antonio Marcos Rodríguez, Teresa de Jesús. La trasparen-
cia del Misterio (Madrid: San Pablo, 2015), 36-37.

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hacia su propia experiencia (la del “yo”, la de “lo que ha pasado por
mí”), y al mismo tiempo hacia la cancelación de dicha experiencia,
es decir, al “éxodo del yo”»54, para que se revele Dios en ella.
En medio de la subjetividad y de las experiencias de desvela-
miento, Teresa va discerniendo su vocación que denomina «llama-
mientos»55, y la relaciona con la «amistad con Dios». En sus escritos
queda claro que su motivación vocacional inicial no fue del todo el
amor a Dios, pues cuando decide entrar al monasterio de La Encar-
nación56, lo hace por temor a la condenación. Ve una mayor facilidad
para salvarse siendo monja, pues tenía un deseo de cielo. Además, la
mueve su amistad con la monja Juana Juárez, y no el deseo de seguir
a Cristo como religiosa57, a pesar de que Dios estaba «mirando y
remirando»58 cómo podía volverla a Él.
En su juventud, las Cartas de san Jerónimo fueron una ayuda
importante para tomar la decisión de dejar la casa paterna y hacerse
monja59. A pesar del gran dolor que la decisión le produjo, Dios
le «dio ánimo» contra sí misma para ponerlo por obra y una gran
alegría del estado religioso, que le duró toda su vida60. En su vida
de religiosa carmelita, Teresa se ayuda de buenos libros que le en-
señen y le sirvan de maestros. El Tercer Abecedario de Francisco
de Osuna61 le ayudó a fortalecer su vocación y a conocer la oración
de «recogimiento». Con la lectura de Los Morales de san Gregorio
Magno62, se afianza su vocación de orante al identificarse con el
personaje bíblico de Job en las situaciones de enfermedad y dolor.

  Ibíd., 37.
54

 Cf. Santa Teresa, V 7,4-5; 13,5; 32, 9.


55

56
  Ingresa el 2 de noviembre de 1535 y hace su profesión religiosa el 3 de
noviembre de 1537.
57
 Cf. Santa Teresa, V 3,2-4.
58
  Ibíd., V 2,8.
59
 Cf. Ibíd., V 3,7.
60
 Cf. Ibíd., V 4,2-3.
61
 Cf. Ibíd., V 4,7.
62
 Cf. Ibíd., V 5,8.

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Experiencia espiritual en Etty Hillesum y Teresa de Jesús 223

Durante veinte años buscó un confesor que la entendiera y la


aconsejara en el camino de oración63, pero sus grandes maestros fue-
ron los libros. En medio de pasatiempos, vanidades y amistades parti-
culares, Teresa vive la tentación de abandonar la oración. Con el con-
sejo del padre dominico Vicente Barrón, y ante la muerte de su padre,
vuelve a la oración entre las llamadas de Dios y los deseos de seguir
«al mundo»64. Por eso, aconseja nunca dejar la oración y rodearse de
amigos que le ayuden a profundizar en la amistad con Dios65.
Posteriormente, en el año de 1554 y de forma simultánea al en-
cuentro con el «Cristo muy llagado», Teresa lee Confesiones de san
Agustín66. Sin embargo, no es capaz de abandonar a sus grandes
amigos que la distraen de la amistad con Dios. Ante la necesidad de
dejar esas distracciones, acepta la invitación que le hace el confesor
jesuita Juan de Prádanos de encomendarse a Dios recitando el him-
no Veni, Creator Spiritus, para que le ayudara a agradarle en todo.
Mientras lo recita, Teresa experimenta por primera vez un arroba-
miento, como ella lo llama; esta es una gracia especial que le genera
una reorientación en sus relaciones de amistad con los demás y una
«determinación» definitiva por Dios67.
Ante la noticia de la publicación del Índice de libros prohibidos de
1559, sus maestros ya no podrán ser los libros, sino que su gran maes-
tro es el Señor, que le dará «libro vivo»68. Se trata de una experiencia
de transformación, de conversión a Dios, marcada por los diferen-
tes momentos cristológicos que gradualmente vivió: Dios a «nues-
tro lado», Dios «dentro de nosotros» y nosotros «dentro de Dios»69.
Experiencia que tiene su punto de apoyo en el amor divino y en la

63
 Cf. Ibíd., V 4,7-9.
64
 Cf. Ibíd., V 7,1.11.17.
65
 Cf. Ibíd., V 7,20.
66
 Cf. Ibíd., V 9,1.7-8.
67
 Cf. Ibíd., V 24,5-7.
68
  Ibíd., V 26,6. Cf CV 26,10; 32,11.
69
  Marcos, Teresa de Jesús. La trasparencia del Misterio, 40-51. Cf., San-
ta Teresa, V 27,2; 10,1; CC 44,3-4; 6M 10,2; CC 47.

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libertad que se genera como fruto de la conversión: «Sea Dios bendito


por siempre, que en un punto me dio la libertad que yo [...] no pude
alcanzar conmigo»70. El resultado es la transformación del psiquis-
mo humano, pues el entendimiento queda trascendido, la memoria se
purifica y la voluntad queda ocupada solo en amar71. De manera que
el amor de Dios, concretado en la Persona de Cristo, es la verdadera
fuente de la libertad.
Frente al amor divino que se le revela Teresa responde con
amor, procurando «contentar en todo a Dios»72, y este «contentar»
se constituye en la clave de su discernimiento. Experimenta que su
relación con Cristo es un encuentro progresivo, siempre nuevo, que
va de una relación de amistad a una relación nupcial en el matri-
monio espiritual73. Un gran salto que realiza Teresa a partir de su
esfuerzo personal hasta la confianza en la bondad de Dios, gracias
a la experiencia relacional con Dios; esta la lleva a la alteridad y
a la confrontación con los otros para conocerse más. Teresa vive
una triple experiencia de alteridad: con los libros, con Dios y con
sus confesores-letrados. Estamos ante una experiencia que permite
a la persona madurar, discernir y crecer interiormente. Se trata de
abandonar el egoísmo personal para experimentar la vida teologal,
en donde el protagonista es Dios que regala su amor al hombre para
que ame a los otros.
En 1577 cuando Teresa escribe Las Moradas, ya se encuentra en
la vivencia del matrimonio espiritual, y experimenta el torrente de
gracia de la inhabitación trinitaria74. Estas experiencias marcan la
comprensión teresiana sobre el alma y su gran dignidad y hermosu-
ra, «pues Él mismo dice que nos crió a su imagen y semejanza»75. El

  Santa Teresa, V 24,8.


70

 Cf. Marcos, Teresa de Jesús. La trasparencia del Misterio, 192-193.


71

72
  Santa Teresa, 4M 1,7.
73
  Acontecimiento puntual que ocurre en Ávila, en el monasterio de La
Encarnación el 18 de noviembre de 1572 (cf. Ibíd., CC 25).
74
 Cf. Ibíd., CC 36.
75
  Ibíd., 1M 1,1.

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Experiencia espiritual en Etty Hillesum y Teresa de Jesús 225

texto del Génesis 1,26-27 adquiere una dimensión muy importante


en la antropología teresiana, pues las palabras interiores que expe-
rimenta Teresa de parte de Dios le permiten valorar la dignidad del
hombre a partir de Dios mismo, de su belleza y sabiduría76.
Según las Primeras Moradas, el mismo hombre ejerciendo su
libertad, desdibuja la semejanza divina al optar por el pecado, al
poner «un paño muy negro» sobre el castillo de cristal y no dejar
ver la imagen de Cristo, «imagen de Dios invisible [...], porque
en él fueron creadas todas las cosas» 77. Por eso, a partir del ca-
mino de oración, el hombre que se decide a entrar en sí mismo,
experimenta una transformación hasta ver en su interior la imagen
de Cristo, representado por el símbolo de la cera blanda que se le
imprime el sello en las Quintas Moradas 78, hasta que se esculpe
nuestra imagen en Cristo en las Séptimas Moradas, es decir, hasta
que sea restaurada la semejanza de la Trinidad en el hombre: «No
nos vemos en este espejo que contemplamos donde nuestra imagen
está esculpida»79.
En resumen, podemos concluir que la vocación de Teresa es
una constante relación con la presencia divina que «se puede lla-
mar amistad, o mejor, comunicación personal»80, y que de manera
dinámica y transformante se desarrolla en una permanente confron-
tación o discernimiento. La experiencia de Dios la transforma de
manera que ya no es ella la que vive, sino Cristo en ella. Así, la re-
cuperación de la imagen y semejanzas divina es la gran experiencia
teresiana en la unión con Dios.

76
  Ibíd., 1M 1,1; 7M 1,1; M epílogo, 3; CC 41. Cf. Jesús Castellano
Cervera, «El entramado bíblico del Castillo Interior», Revista de Espirituali-
dad 56, nº 222-223 (1997): 119-142.
77
  Col 1,15-16; cf. Juan Luis Ruiz de la Peña, Imagen de Dios. Antropo-
logía teológica fundamental, 6ª ed. (Santander: Sal Terrae, 2011), 78-81.
78
  Santa Teresa, 5M 2,12.
79
  Ibíd., 7M 2,8. Cf. V 40,5.
80
  Ángel María García Ordás, Teresa de Jesús. Presencia y expe-
riencia (claves de interpretación), 2ª ed. (Madrid: Editorial de Espiritualidad,
2011), 52.

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3. Puntos de encuentro entre Etty y Teresa:


la recuperación de la semejanza divina
A manera de conclusión, podemos decir que los puntos de en-
cuentro entre estas dos mujeres en lo concerniente a la experiencia
espiritual, además de la lectura de clásicos espirituales (san Agustín
y el Evangelio), de la importancia de la amistad humana en los pro-
cesos de búsqueda divina, también es común los deseos por com-
prenderse a ellas mismas, de dar razón de su existencia. Pero quizás,
el principal punto de encuentro tiene que ver con el descubrimiento
experiencial de ser imagen y semejanza divina, pues este descubri-
miento se convierte en la garantía principal de una positividad que
se encuentra en lo más profundo de nuestro ser desde el comienzo
de nuestra historia81. Hillesum se preocupa constantemente por la
desfiguración divina que hay en el hombre, especialmente en las
realidades de sufrimiento que observa a su alrededor:
«Oh Dios, apenas se puede aceptar y comprender el daño que se causan
entre sí estos seres a tu imagen y semejanza en estos tiempos convulsos.
Pero ésa precisamente no es la razón por la que me encierro en mi cuarto,
Dios, mantengo los ojos abiertos y no quiero escaparme de nada, sino que
quiero entender y examinar a fondo incluso los crímenes más terribles»82.

Al inicio de su proceso y en la lectura de algunos textos bíblicos,


Etty descubre nuevos significados en algunos versículos: «De vez
en cuando, últimamente, una sola frase de la Biblia parece adquirir
para mí un nuevo significado, lleno de vívido contenido: “Dios creó
al ser humano a su semejanza”. —“Ama a tu prójimo como a ti
mismo”. Etc»83. Y al final de su proceso, en sus cartas, descubre la
importancia de la imagen de Dios en el hombre:
«Cada vez se me impone más la idea de que el amor al prójimo, ima-
gen de Dios al fin, debe superar al amor nacido de los vínculos de sangre.
No me interpretéis mal, por favor. Se podría decir que es contra natura...

 Cf. Amedeo Cencini, Amarás al Señor tu Dios. Psicología del encuen-


81

tro con Dios (Salamanca: Sígueme, 2000), 36.


82
  Etty Hillesum, Diario, 29 de mayo de 1942, 94.
83
  Ibíd., Diario, 28 de noviembre de 1941, 64

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Siento incluso que es difícil escribir sobre este punto, en igual medida que
es fácil experimentarlo»84.
Teresa de Jesús comienza Las Moradas expresando que la gran
dignidad del hombre radica en ser imagen y semejanza divina. El
hombre ejerciendo su libertad, desdibuja la semejanza divina al optar
por el pecado que impide ver la imagen de Cristo. Gracias a la ora-
ción, entendida como trato de amistad, el hombre experimenta una
transformación hasta ver en su interior la imagen de Cristo, represen-
tado por el símbolo de la cera blanda que se le imprime el sello en
las Quintas Moradas85, hasta que se esculpe la imagen de Cristo en el
interior y nuestra imagen en Cristo en las Séptimas Moradas.
Otro punto de encuentro entre nuestras autoras hace referencia a
la experiencia de la presencia divina. En Teresa de Jesús es evidente
que en los inicios del proceso Dios se muestra externo al hombre,
Dios a «nuestro lado»86, camina junto a ella «juntos andemos Señor»;
y paulatinamente experimenta la presencia divina en su interior, Dios
«dentro de nosotros»87; para posteriormente verse ella en Dios al
igual que toda la creación, nosotros «dentro de Dios»88. En Etty, po-
demos decir que hasta cierto punto experimenta estos tres tipos de la
presencia divina: en un comienzo experimenta a Dios en la creación,
así lo expresa: «Experimenté con alegría cómo el mundo creado por
Dios, a pesar de todo, es hermoso»89. Luego tiene experiencias con
esa voz interior que le habla y transforma su ser: «a veces tengo que
arrodillarme ante mi cama, sin más, incluso en una fría noche de
invierno y escuchar mi voz interior»90, hasta que experimenta que se
encuentra toda ella en Dios: «vivo dentro de Ti»91.

84
  Ibíd., Diario, Carta a A Han Wegerif y a otros. Fragmento.
Westerbork.
Sin fecha. Posterior al 18 de agosto de 1943, 210.
85
  Santa Teresa, 5M 2,12.
86
  Ibíd., V 27,2.
87
  Ibíd., V 10,1; CC 44,3-4.
88
  Ibíd., 6M 10,2; CC 47.
89
  Etty Hillesum, Diario, 15 de marzo de 1941, 12.
90
  Ibíd., Diario, 31 de diciembre de 1941, 76-77.
91
  Ibíd., Diario. Carta a Henny Tideman del 18 de agosto de 1943, 209.

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La imagen de Dios hace del hombre un ser racional y libre, y lo


hace una «persona», es decir, un «ser distinto de todos los demás
seres materiales, que consciente y dueño de sí mismo, se va cons-
truyendo progresivamente en un horizonte de libertad, comprome-
tiéndose frente a valores y entrando en diálogo con otras personas,
especialmente con Dios» 92. Así estas dos mujeres de épocas tan dis-
tintas, pero con los mismos deseos de búsqueda interior, descubren
la presencia de alguien que las habita, que no están solas, ni mucho
menos huecas por dentro, sino que han experimentado la presencia
divina en lo más profundo de su ser, pues la imagen de Dios designa
un papel especial a la humanidad en relación con el mundo mate-
rial. Ellas nos ayudan hoy al redescubrimiento de nuestra dignidad, a
encontrar la imagen y semejanza divina de Dios en nuestro interior.

 Cf. Maurizio Flick y Zoltan Alszeghy, Antropología teológica, 9ª


92

ed. (Salamanca: Sígueme, 2006), 109.

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