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CUADERNILLO DE TEMAS

GRIEGOS Y LATINOS

Constantino el Grande

Ed. Raúl Lavalle

Editor responsable: Raúl Lavalle


Dirección de correspondencia:
Paraguay 1327 3º G [1057] Buenos Aires, Argentina
tel. 4811-6998
raullavalle@fibertel.com.ar

nº 20 – 2020

Nota: La Redacción no necesariamente comparte las opiniones vertidas en esta


publicación.

1
ÍNDICE

Clara Simois. El pez globo (relato) p. 3

Federico Caivano. Los píxeles de la antigüedad p. 6

Wordsworth y sus “Narcisos” p. 8

Radulfus. Tres ejemplos de insatisfacción artística p. 11

Un dies irae de Salvador Espriu p. 14

Laura Parellada Salinas. Por Zeus (poema) p. 16

Mario Rojman tras las huellas de Semónides p. 18

Fernando Sorrentino y una evocación de Gerardo Pagés p. 21

Minucias clásicas p. 25

2
EL PEZ GLOBO

CLARA SIMOIS1

Todo empezó el verano pasado, cuando mi familia y yo fuimos a


un crucero por el caribe. Todo era muy estético y lujoso, al igual que la
mayoría de las personas que se encontraban allí; pero lo que más llamó
mi atención fue un acuario de unos dos metros de altura y cuatro metros
de largo ubicado en la sala principal. Era muy llamativo; una luz fuerte
lo alumbraba haciendo destacar aquellos colores tan vibrantes de los
peces, los cuales nadaban con calma, brindando tranquilidad. A pesar de
eso, nadie parecía apreciarlo; la gente simplemente le daba la espalda,
divididos en diversos grupos, concentrados en sus conversaciones.

Luego de observar un rato mi entorno, decidí ir a la habitación


que teníamos asignada para dormir una siesta. Mi último pensamiento
antes de quedarme dormida fue aquel hermoso acuario. Lo que no sabía
era que eso sería lo primero que vería al despertar...

1
“Nos gustaría dar en este lugar espacio a los trabajos que se hacen en la escuela media,
lugar de nacimiento de muchas vocaciones literarias.” Así escribía en el número
anterior de este Cuadernillo, cuando publicábamos un escrito procedente del
secundario. Me pone feliz repetir la experiencia ahora, con esta “metamorfosis” que
nos ofrece una alumna del Colegio Santo Tomás de Aquino. [R.L.]

3
Abrí mis ojos. Veía todo un poco nublado, solo podía percibir
una gran luz apuntándome. Después de unos segundos, mis ojos se
acostumbraron a la luz y pude ver todo con claridad. Me vi reflejada en
el vidrio de la pecera: era un pez globo. No sabía qué hacer, quería gritar
y pedir ayuda, pero no podía, solo salían burbujas de mi boca. Estaba
rodeada de peces que parecían no tener raciocinio alguno. Francamente
estaba desesperada, sola. No podía dejar de pensar en mis padres...
¿Cómo reaccionarían al ver que ya no estaba? ¿Se olvidarán de mí?
Tenía muchas preguntas sin respuestas.

Con el pasar de las horas me sentía más y más asustada por no


saber lo que me depararía el futuro. No podía creer que nadie notara que
había un nuevo pez en el acuario: era la única en mi especie allí, era un
pez globo. Pero la soledad no solo la notaba con respecto al exterior,
sino que también la sentía dentro del acuario ya que no podía generar
ningún vínculo. No solo no podía hablar con los peces, por obvias
razones, sino que ni siquiera se me acercaban para hacer algún tipo de
juego o algo. Me tenían miedo, al parecer. Seguramente se sentían
intimidados por mis espinas: de alguna manera su instinto les diría que
eran venenosas, o algo por el estilo. El punto es que estaba
completamente sola.

Una vez que cayó la noche, el barco se puso de cabeza, había


gran movimiento, todos me estaban buscando. No lo podía creer, por un
momento creí que realmente tenía una oportunidad, tenía esperanzas;
pero al recordar que era un pez sin posibilidad de comunicarme volvía a
sentirme desolada.

Todos caminaban de un lado a otro, preocupados. Mi mamá


lloraba y mi papá trataba de consolarla diciéndole que todo estaría bien y
que me encontrarían. Por mi parte, después de ver todo ese escenario
comencé a pensar que quizá lo mejor sería que no me encontraran nunca,
¿Cómo iban a reaccionar al enterarse que su hija ahora era un pez? Se
sentirían muy tristes, frustrados por no poder ayudarme. Sentía una
contradicción muy fuerte, por un lado, quería volver con ellos; por el
otro, quería protegerlos de mí.

Así pasaron las semanas; todos me buscaban y mis padres


desesperados, y siempre el mismo muchacho que entre el desorden se las
ingeniaba para alimentarnos en el acuario. A medida que el tiempo
pasaba, me desesperaba más y para ese entonces estaba en la cuerda
floja, era la última semana del crucero. Solo un milagro podía salvarme.

4
Estaba estresada y dormía poco, las pocas veces que dormía
soñaba con convertirme en la Sara de antes, quería que todo fuera como
antes, poder disfrutar con mi familia, pero cuando me despertaba, solo
me encontraba con el reflejo de un pez globo solitario y miserable.

Pasó el lunes, luego vino el martes, después el miércoles y el


jueves, y todo seguía igual; pero ya era viernes, el día en que mi futuro
se definiría, era el juicio final. Para ese entonces casi todo el barco me
daba por muerta, creían que me había caído por la borda, pero a pesar de
todo, mis padres seguían ahí, buscándome, con la esperanza de que todo
fuera como antes. Cada minuto que pasaba era una tortura, quería que
todo terminara, para bien o para mal, pero que terminara.

Y así fue como el crucero llegó a la orilla, con todos preparados


para irse. Bajaron uno por uno… y los últimos fueron mis padres,
quienes querían alargar el final, esperando que los sorprendiera al salir
de alguna habitación. Pero no. En ese momento sentí que esto no podía
terminar así, entonces comencé a nadar y a chapotear con todas mis
fuerzas, quería hacer el mayor ruido posible. En ese momento vi que, en
la superficie, el hueco por el cual el muchacho nos alimentaba estaba
abierto. No lo pensé, tomé impulso y simplemente salté fuera del
acuario. Mis padres se voltearon para verme, había funcionado, pero su
reacción me rompió el corazón.
Hicimos contacto visual pero luego me ignoraron y se fueron. Me
sentí triste, pero sobre todo sola: ya no había nada por hacer. La muerte
se acercaba. Me había lastimado una aleta al caer de semejante altura y
ya no podía respirar, necesitaba agua. Sentía cómo lentamente el dolor
me iba consumiendo hasta que todo se hizo oscuro y cerré mis ojos. El
desenlace que tanto había esperado había llegado.
CLARA SIMOIS

5
LOS PÍXELES DE LA ANTIGÜEDAD

FEDERICO CAIVANO

Desde que me sumergí por primera vez dentro de las altísimas


páginas de Ásterix quedé fascinado por el mundo antiguo, en especial el
romano y el griego. Desde que jugué por primera vez al Family, y cada
vez más desde entonces, con los avances en la estética de los juegos de 8
y 16 bits, quedé embelesado por lo que se denomina pixel art.

Muy recientemente descubrí que ambos mundos están conectados


por un tercer elemento que también llama mi atención desde que tengo
memoria: el mosaico. En los museos que he visitado (que no son tantos),
de todas las obras que vi, siempre me causaron mayor impacto los
mosaicos y sobre todo los antiguos, tal vez porque muestran una
complejidad que choca con una concepción (arrogante y mal informada)
de la antigüedad como una época más simple, infantil o atrasada.
También puede bien ser que mi atracción por los mosaicos tenga su
causa en las horas de mi niñez que pasé viviendo el pixel art, a través de
los personajes de los videojuegos. O tal vez una razón anterior a ambos
me lleve a preferir ese estilo en sí: la minuciosa tarea del artista de lograr
un todo intrincado a partir de piezas simples, realzando el papel que
juegan las partes en la conformación del todo.

6
Me causa además cierta maravillosa ternura (por ponerle una
palabra) que exista un puente que una dos obras con casi dos mil años de
diferencia. Como si el espíritu humano fuera siempre el mismo, quisiera
las mismas cosas, tuviera siempre las mismas limitaciones, aunque el
ambiente en el que esté inmerso hoy en día sea infinitamente más
elaborado o acondicionado que antes; me imagino el proceso creativo en
la base de ambos movimientos artísticos y en lo único que difieren es en
los recursos de cada época para llevarlo a cabo. O como si el espíritu
colectivo de toda la humanidad entrara constantemente en un sueño
profundo, olvidándose de su propia identidad, redescubriendo al
despertar que, a pesar de ser un nuevo día, sigue siendo el mismo.

FEDERICO CAIVANO

Anónimo, Mosaico de Issos (detalle), Pompeya, s. II d. C.

7
DAFFODILS

I wandered lonely as a cloud


That floats on high o’er vales and hills,
When all at once I saw a crowd,
A host, of golden daffodils;
Beside the lake, beneath the trees,
Fluttering and dancing in the breeze.

Continuous as the stars that shine


And twinkle on the milky way,
They stretched in never-ending line
Along the margin of a bay:
Ten thousand saw I at a glance,
Tossing their heads in sprightly dance.

The waves beside them danced; but they


Out-did the sparkling waves in glee:
A poet could not but be gay,
In such a jocund company:
I gazed – and gazed – but little thought
What wealth the show to me had brought:

For oft, when on my couch I lie


In vacant or in pensive mood,
They flash upon that inward eye
Which is the bliss of solitude;
And then my heart with pleasure fills,
And dances with the daffodils.

WILLIAM WORDSWORTH

“I Wandered Lonely as a Cloud (also commonly known as


Daffodils) is a lyric poem by William Wordsworth. It is Wordsworth's
most famous work. The poem was inspired by an event on 15
April 1802 in which Wordsworth and his sister Dorothy came across a
‘long belt’ of daffodils. Written some time between 1804 and 1807 (in
1804 by Wordsworth's own account), it was first published in 1807
in Poems, in Two Volumes, and a revised version was published in 1815.
In a poll conducted in 1995 by the BBC Radio 4 Bookworm programme
to determine the nation's favourite poems, I Wandered Lonely as a
Cloud came fifth. Often anthologised, the poem is commonly seen as a
classic of English Romantic poetry, although Poems, in Two Volumes, in
which it first appeared, was poorly reviewed by Wordsworth's
contemporaries.”

8
Estas palabras de la Wikipedia (las cito eliminando las notas y los
azules) me dejan perplejo. Primero porque desconocía este poema hasta
mediados de 2019, cuando cayó en mis manos gracias a una antología
¡de inglés comercial! El mismo artículo de la enciclopedia virtual
(https://en.wikipedia.org/wiki/I_Wandered_Lonely_as_a_Cloud) nos da
también una foto de un manuscrito del poema.

Mi insignificante aporte es simplemente incluirlo aquí; gracias a


Felipe Hendriksen, un querido exalumno, quien hizo una traducción al
español, también puedo ponerla.

Narcisos a lo largo del Ullswater

Deambulaba solitario como una nube


Que flota alto sobre valles y colinas,
Cuando de repente vi una multitud,
Una hueste, de dorados narcisos;
Junto al lago, bajo los árboles,
Aleteando y bailando en la brisa.

Continuas como las estrellas que brillan


Y centellean en la vía láctea,
Se estrechaban en una interminable línea
A lo largo del margen de una bahía:
Diez mil vi de un vistazo,
Sacudiendo sus cabezas en animada danza.

9
Las olas junto a ellos bailaban; pero ellos
Sobrepasaban las brillantes olas con alegría:
Un poeta sólo podría estar feliz,
Con una compañía tan jocunda:
Miré—y miré—pero poco pensé
Cuánta riqueza el espectáculo me había traído:

Porque a menudo, cuando reposo en mi sillón


Con humor desocupado y pensativo,
Relampaguean frente a aquel ojo interior
Que es la alegría de la soledad;
Y entonces mi corazón con placer se llena,
Y danza con los narcisos.

Como este Cuadernillo está dedicado a temas griegos y latinos,


por eso me pareció bueno que diera cabida a una poesía que remite
inmediatamente (al menos en un lector de los clásicos) al mito tan
bellamente narrado por Ovidio. Varias cosas hay, pero solo diré tres.
Una, que el bellísimo lago Ullswater, visitado por Wordsworth, está en
Cambria, Inglaterra. Otra, que el “ten thousand saw I at a glance” no
significa rigurosamente diez mil sino, como el griego myríoi, vale ‘diez
mil’ y ‘muchísimos’1 (igual que un miriápodo, que no tiene literalmente
diez mil pies). Una última… que me llame a silencio y cite al gran poeta
de Sulmona, en la parte de las Metamorfosis en que Narciso se convierte
en su propia flor.

nusquam corpus erat; croceum pro corpore florem


inveniunt foliis medium cingentibus albis.

1
En griego antiguo tal diferencia suele marcarse con un cambio de acento.

10
TRES EJEMPLOS DE INSATISFACCIÓN ARTÍSTICA

RADULFUS

Los artistas experimentamos insatisfacción, mucha o poca. Unas


veces estamos (sigo en primera persona, porque me considero poeta: no
buen poeta) contentos con lo que hicimos; otras, algo menos; otras,
queremos destruir nuestra obra. Pues bien, me ocuparé aquí de tres
ejemplos de insatisfacción artística.

En realidad, acabo de decir una mentirilla, pues por modo de


preludio me refiero al mito de Pigmalión. En efecto el artista de Chipre
no se sentía insatisfecho de su obra: tan bella era que la amó
profundamente. Los que sí parecen mostrar alguna decepción son los
versos de Homero Expósito en su tango Pigmalión (Astor Piazzolla les
puso música y los interpretó con su orquesta).

Vieja historia repetida,


por los sueños juveniles,
¿qué momento te dio vida
la cajita de buriles...
que me hundiste en la caída?
Hielo seco...
de tu amor que me ha quemado,
verso inútil, fruto hueco,
fuiste un eco sin pasado...
vieja historia repetida
del amor de Pigmalión.
“Fui a la facultad de filosofía, abandoné cuando me faltaban dar
los finales de griego y latín, ahí dije basta, pero me morfé todos los
libros y hablo cuatro idiomas y Cátulo también y Manzi se tragó unos
cuantos libros de filosofía.” Esta cita de nuestro Homero la encuentro en
el sitio TODOTANGO. Quizá no conoció bien la gramática de las
lenguas clásicas, pero algo de su espíritu conservó, a juzgar por los
versos arriba citados de su tango. Y esa “caída” de la que habla… ¿es
una suerte de pequeña caída de Ícaro? ¿Es un ejemplo más de las caídas
que sufren los artistas en sus creaciones?
Pero voy ahora al primer ejemplo que arriba decía. Me refiero al
comienzo del canto VI de la Eneida (vv. 14-33), que copio de la Red. La
traducción es la clásica de Ochoa.

11
Es fama que Dédalo, huyendo de los reinos de Minos, osó
remontarse por los aires con veloces alas, surcó el desusado derrotero con
dirección a las heladas Osas, y fue a parar encima de la ciudadela de Calcis:
tomada allí tierra por primera vez, te consagró ¡Oh Febo! sus alados remos
y te erigió un soberbio templo. En las puertas representó la muerte de
Androgeo y a los Cecrópidas, condenados ¡Oh miseria! a entregar en
castigo, todos los años, siete de sus hijos; vese allí la urna en que se acaban
de echar las suertes. Hace frente a esta escena la isla de Creta: allí están
representados los horribles amores del toro, el delirio de Pasífae y el
Minotauro, su biforme prole, monumento de una execrable pasión. Allí se
ve también aquel asombroso edificio donde no es posible dejar de perderse;
por lo cual, Dédalo, compadecido del vehemente amor de la Reina, resolvió
él mismo los artificios y rodeos de su obra, dirigiendo con un hilo los
inciertos pasos de Teseo. Tú también ¡Oh Ícaro! hubieras sido gran parte
en aquel tan prodigioso trabajo, si el dolor lo hubiera permitido. Dos veces
intentó esculpir en oro tu desastre; dos veces cayó el cincel de sus manos
paternales.”

No resistí la tentación de citar todo. El caso es que Dédalo,


después de huir de la Creta de Minos, se detuvo en Cumas, ciudad griega
del sur de Italia, y edificó allí un templo a Apolo. Al labrar las puertas
del mismo, representó buena parte de los recientes acontecimientos de su
vida: Teseo, Ariadna, el Minotauro, las alas que habían permitido a su
hijo Ícaro y a él mismo salir volando. Si bien Dédalo representó el
Laberinto, no halló salida de un laberinto espiritual, pues leímos arriba
que no pudo poner en su maravillosa obra la muerte de Ícaro.

12
Su impotencia no se inscribe en el dominio del arte sino que
maeror impedivit. y la maestría de Virgilio recurre a la μετάθεσις τῶν
προσώπων, al cambio de persona. Por un momento deja la tercera y se
dirige al infortunado joven: “Tu quoque magnam / partem opere in tanto,
sineret dolor, Icare, haberes” (vv. 30-31).

Bis (quizás con un mágico o sagrado ter lo hubiera conseguido)


lo intentó; “bis patriae cecidere manus” (v. 33). La traducción de Ochoa
dice que dos veces cayó el cincel; no está mal pero prefiero a Virgilio,
pues da más importancia a las manos que al noble instrumento. Pero
insisto en que no critico a Ochoa, pues yo también a menudo, al traducir,
gusto de poner lo que no está.

Damos un gran salto en el tiempo y vamos a otro también muy


lejano del actual, porque ¿quién lee hoy a Ramón de Campoamor (1817-
1901). Conozco realmente solo a dos o tres personas que sigan leyendo a
este poeta asturiano. Pues bien, una de sus Humoradas:

Merced a tus encantos sobrehumanos


no pueden retratarte los pintores,
porque, al ver de tu cara los primores,
el pincel se les cae de las manos.

Para mí la clave es “encantos sobrehumanos.” Amo mucho el arte


y vivo en una zona de galerías de arte, que con gusto con cierta
frecuencia visito. No obstante, no creo que ni la Venus de Milo, ni la que
había esculpido el gran Praxíteles, ni Galatea ni las chicas de Hamilton
puedan igualar la belleza de las mujeres que a diario veo. ¡Y paso a
centímetros de ellas! ¡Y a veces beso sus manos! En fin, nada puedo
añadir a lo que escribieron Virgilio y Don Ramón. Me animo solo a
rendirles el tributo de unos ínfimos versos.
Eheu, describere temptavi
vultum tuum, domna diva!
Calamus cecidit manu:
non sustinuit tuam formam.
En fin, dije que intenté describir el rostro de una bella señora,
pero fue demasiado para mi pobre lapicera con pluma cucharita, que
cayó de mis manos. Respecto del título de esta notícula, ¿pude haber
puesto imposibilidad en vez de insatisfacción? Poco importa. Me llamo a
silencio y venero a los artistas y a sus fuentes de inspiración.
RADULFUS

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MISSATGE

–De llunyanes riberes glaçades,


de la memoria fidel de la nit, on ne arrela
el somni vagarós de l’esperança,
ve per tu, ve per tu, petit home.

Mira com et volta el triomf dels asfòdels,


mira com avança la dama
sense ulls, la barca
del vell solitari.

Ve per tu, ve per tu. A mostrar-te,


per tot el silenci del mar, el reialme
fidel de la nit, on floreixen
pàl·lidament, en triomf, els asfòdels.

SALVADOR ESPRIU

14
–De lejanas riberas heladas,
de la memoria fiel de la noche, donde no arraiga
el sueño vagaroso de la esperanza,
viene por ti, viene por ti, pequeño hombre.
Mira cómo te envuelve el triunfo de los asfódelos,
mira cómo avanza la dama
sin ojos, la barca
del viejo solitario.

Viene por ti, viene por ti. Para mostrarte,


por todo el silencio del mar, el reino
fiel de la noche, donde florecen
pálidamente, en triunfo, los asfódelos.

En una Antología lírica de Espriu (1913-1985), edición bilingüe


de José Batlló (Madrid, Cátedra, 1977), encuentro este poema, que
traduzco con mi muy mal conocimiento de catalán, y con la ayuda de la
traducción de Batlló. Las alusiones clásicas son claras, al menos dos.
Una es a la barca de Caronte. La otra, al canto XI de la Odisea (vv. 538-
540). Allí el alma de Aquiles avanzaba κατ᾿ἀσφοδελὸν λειμῶνα. No es
fácil la traducción: ‘por el prado de asfódelos.’ En griego no es lo mismo
ἀσφόδελος, ‘asfódelo’, planta liliácea, y el adjetivo ἀσφοδελός, ‘lleno de
asfódelos.’ Más allá de la filología, es muy fuerte la admonición que el
poeta me hace: la muerte viene por mí. [Radulfus]

15
POR ZEUS

“¡Por Zeus!, ¡cuánto valgo!” gritó Helena


al ver los mil barcos llegar a Troya
asomada al balcón en la serena
mañana, y en el alféizar se apoya

incrédula, vibrante, entusiasmada:


al cuerno del vigía los escudos
se reúnen, y la muy desalmada
ríe, ríe, allá en lo alto. Los rudos

troyanos han de jugarse una vida


menos fugaz que su belleza, ahora.
“No me puedo creer que tan querida
sea para esos bárbaros, señora”,

dice un Paris ya no muy enamorado


que tiembla por su tierra y su destino
y se extraña del día en el que el hado
lo llevó a cometer tal desatino.

“Es hermosa, pero como ella hay miles;


en cambio así de histéricas hay pocas”,
piensa renegando de juveniles
ansias. Pero Helena atiende a sus locas

16
efervescencias tan solo, embriagada
de triunfo. “¡Mil barcos de diez remos
en el mar cegador: no he visto nada
más lisonjero, Paris! ¡No soy menos

que Afrodita!” Pero mientras, la playa


hormiguea de hombres que en murmullo
cada vez más alto ante la batalla
cruenta y desigual dicen que no es suyo

el asunto. Su fiero patriotismo


no los obliga a tanto. Ellos no han sido
los que la han disfrutado: por lo mismo,
debe ser Paris, sí, el requerido

para reparar la privada afrenta


con Menelao. En la arena atestada
concluyen que no han de pagar la cuenta
de una mesa en que no han comido nada.

LAURA PARELLADA SALINAS 1

1
Agradezco a la autora, de Valladolid, que nos permita reproducir aquí este bello y
muy irónico poema, que, siguiendo una fuerte tradición poético-burlesca hispánica a lo
Quevedo y a lo Góngora, lee con humor el mito clásico. En otro orden, muy lejano y
personal, también era vallisoletano Gaspar Núñez de Arce, poeta a quien en estos días
solamente yo leo. [R.L.]

17
EXPONIENDO RAZONES

Es el día del animal


al que suscribo y me abono
(si descendemos del mono,
nuestra adhesión no es casual).
La comunión ancestral
conlleva un mensaje tierno,
ese cariño fraterno
debe ser correspondido,
ya que amén del parecido,
somos los monos modernos.

Es el día del animal


y ¿quién no tiene o no tuvo
una mulita, un peludo
o un gorrión sentimental?
Una calandria, un zorzal,
un pez, un loro o un pato,
un canario, un perro ñato,
un pájaro carpintero,
una tortuga o un tero,
o algún melindroso gato.

18
Desde tiempo inmemorial
con un desprecio absoluto,
cuando un humano es muy bruto
lo llamamos animal.
Lo de bestia es ancestral
y viene de larga data
mentar como garrapata
al que se aferra a su suerte
y es más viejo que la muerte
el desprecio por la rata.

Y en ese decir ladino


el que chorea es carancho,
al sucio le llaman chancho
o, si prefieren, cochino.
En este mundo mezquino
con el que a veces discurro,
a medida que transcurro
(y a observarlo me limito),
rechazo aquel viejo mito:
el que no estudia es un burro.

En ese decir cretino


el solitario es un lobo,
el tonto, pájaro bobo
–equivalente a pingüino.
También le dicen zorrino
al que tiene olor a chivo
y en ese trato ofensivo,
el viejo es un mancarrón,
el bellaco, un redomón
y un pavo real es altivo.

Al terco le llaman mulo


y en todo este abracadabra,
es más loco que una cabra
el desenfadado o chulo.
En los años que acumulo
sigo siendo siempre fiel
y llevando a flor de piel
un principio elemental:
que siga siendo el zorzal
sinónimo de Gardel.

19
El mundo no es un enjambre
de canarios y jilgueros,
y si el buitre es carroñero
es porque lo acosa el hambre.
En esta vieja raigambre
entre las causas y efectos,
con virtudes y defectos
debemos ser respetuosos,
comprensivos y piadosos
con el hombre y los insectos.

MARIO ROJMAN

Este autor, cuyo sitio (https://payadorurbano.wordpress.com/)


siempre aconsejo visitar, cultiva el noble arte de la payada. Me ha
parecido oportuno publicar aquí (cuento con su autorización) sus
décimas llenas de gracejo y fina observación. Los conocedores del
mundo clásico recordarán las comparaciones (no excesivamente felices)
que Semónides de Amorgo hacía de las mujeres: una perra, una yegua,
una mona… la única buena era la de la abeja. Pues bien, Don Mario
también se vale aquí de comparaciones con los animales, aunque con
fines más nobles. [R.L.]

20
FERNANDO SORRENTINO
Y UNA EVOCACIÓN DE GERARDO PAGÉS

En junio de 2020 Fernando Sorrentino, conocido escritor de nuestro país,


publicó una evocación de Gerardo Pagés, en La Prensa. No es mi intención
apropiarme de la propiedad intelectual de quien corresponda que la tenga, pero en
este caso hice una excepción, por el gran afecto que tenía yo por mi colega (es
verdad que llegué a ser colega de él, pero prefiero considerarlo mi maestro, mío y
de muchos). Agradezco entonces a Sorrentino su permiso para reeditarlo: el autor
ha introducido ligeras modificaciones estilísticas y ha enmendado un error no
advertido con anterioridad. Añadimos alguna foto. [R.L.]

CONVERSACIONES EN LA BIBLIOTECA

Hace unos cuantos años que no visito la biblioteca de la


Academia Argentina de Letras. Pero, en otras épocas, llevado por
carencias bibliográficas, lo hacía muy a menudo.
Me resultaba un lugar especialmente acogedor y simpático, entre
otras razones porque sus libros versan en exclusividad sobre
humanidades y porque sus bibliotecarios –comandados por el hipereficaz
Alejandro Parada– eran expeditivos y cordiales (virtudes que, doy por
sentado, continúan manteniéndose hoy en día). Los lectores éramos
escasos y habíamos concurrido por propia voluntad, y no catapultados
por profesores del secundario.

21
Sin embargo, debo confesar cierta inconducta: a raíz de un
encuentro muy grato con cierto señor, ni él ni yo guardamos siempre el
silencio que exigía aquel ámbito estudioso.
Explicaré cómo y por qué.
Hacia 1995 buscaba yo una información –tan menor como
huidiza– sobre un poeta argentino de centésimo orden que había
publicado en los albores del siglo XX. Un lector, sentado a poca distancia
de donde yo lidiaba con mis tribulaciones, me dijo algo así como:
“Discúlpeme que me inmiscuya en su trabajo, pero creo que puedo
ayudarlo a encontrar lo que necesita…”. Y, en efecto, con precisión y
con memoria me transportó muy rápidamente a donde yo deseaba llegar.
Desde esa tarde en adelante, se hizo costumbre que, cada vez que
yo concurría a la biblioteca, mantuviera con este agradabilísimo
caballero extensas conversaciones. Claro que en voz extremadamente
baja y desarrolladas en el rincón más alejado del resto de los ocasionales
lectores, a fin de no perturbarlos en sus tareas. (De esta manera el pecado
mortal de ruido se atenuaba en pecado venial de cuchicheo.)

22
Silva de varia lección
Era Gerardo Horacio Pagés, catedrático de latín en la Facultad de
Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, y hombre que
(además de su sapiencia en lenguas clásicas y modernas, lingüística,
literatura, historia, gramática y todas las cuestiones afines imaginables e
inimaginables) podía, con total soltura, analizar los recovecos de una
letra de tango, relatar vívidas anécdotas de escritores que él había
conocido, instruirme sobre alguna paradoja que consentía el reglamento
del rugby, exponer las características del tenor Giovanni Martinelli,
ilustrarme sobre las diferencias entre el léxico guaraní del Paraguay y el
de la mesopotamia argentina, o explayarse sobre las muchas virtudes de
eximios futbolistas de otrora como José Manuel Moreno, Ernesto
Lazzati, Arsenio Erico o René Pontoni… Etcétera, etcétera, etcétera.

Sede social de Ferro Carril Oeste, del cual Gerardo era socio

De esta manera azarosa, saltábamos de un asunto a otro.


Ejemplos:
En una ocasión, me preguntó si yo conocía el vocablo lunfardo
embrocantes. Lo cierto era que yo sólo había oído tal palabra en el tango
Soy una fiera y que, aunque no podría en aquel momento explicar su
morfología, me daba cuenta, por el contexto, de que significaba
“prismáticos” o “binoculares”.
Unos minutos más tarde, y sin que pudiera establecer qué
laberintos del diálogo nos habían conducido a este nuevo tema, Gerardo
Pagés me explicaba los pasos y las conclusiones de su investigación
sobre matices etimológicos y semánticos del adjetivo sencido (“un prado
/ verde e bien sençido”, Berceo, Milagros de Nuestra Señora).
Al rato, yo, usina de atención, lo escuchaba evaluar, mediante un
razonado sistema de comparaciones, los méritos de Enrique García,
Félix Loustau y Ezra Sued, los tres punteros izquierdos más perfectos de
la época dorada del fútbol argentino.

23
Según los vaivenes de mis actividades, a veces dejaba transcurrir
muchos meses sin acercarme a la biblioteca. Hacia mediados del año
1999 volví a ella y, con gran pesar, me enteré de que el doctor Pagés se
hallaba gravemente enfermo. Y, en efecto, unos días más tarde, el 17 de
junio de 1999, falleció en Buenos Aires, ciudad donde había nacido el 27
de octubre de 1920.
Los caprichosos mecanismos de la memoria intentan rendir, con
estas líneas, un modesto homenaje a un hombre sin duda admirable. Y
que, probablemente, sintiera alguna simpatía hacia mí.

FERNANDO SORRENTINO

Una de las ediciones de la Academia


que Gerardo más apreciaba

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MINUCIAS CLÁSICAS

Séneca en yeso

El Museo de Bellas Artes de Córdoba, justamente la tierra natal


de Séneca, alberga esta escultura en yeso del también cordobés Mateo
Inurria (1867-1924). Creo que entre nosotros no es tan conocida. El
lector hallará en la Red más información. Creo que no es malo recordarla
y tenerla presente. [J.S.]

¿Animal apropiado?

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La carretilla de la foto de la página anterior estaba a la puerta de
un lavadero de ropa. No me parece (poco vale mi parecer) tan apropiada
para entregas de vestes limpias o sucias. Pero más curiosa es la marca
del recipiente; Equus. ¿Habría sido un pelín mejor llamarla Asinus?
Demasiado tonto lo que pregunto, pues caballo, asno, mula, burro
(habría dicho Séneca en esta situación) son todas bestias de carga.
Juan Sevilla

Epigramma de viro
Κακὸς ἰὸς, ὃς ἡμᾶς κτείνει,
μετέβαλεν τὸν ἡμῶν βίον·
ὁ Θάνατός μ᾿ ἐμμενεῖ
στίχους ταπεινοὺς ποιοῦντα.
[Malum virus, quod nos necat,
vitam nostram mutavit:
Mors certe me manebit
humiles versus facientem.]
Radulfus

Aliae versiones sunt

Mi nombre en griego
Nominor Radulfus. Graece Ῥάδουλφος. También considero
correcta (con la humildísima corrección que le otorgo yo) Ῥαδοῦλφος. Si
bien hay en griego tendencia a las esdrújulas, como en Ἀλέξανδρος, no
falta un Καλλῖνος. En definitiva, uso las dos. [Radulfus]

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