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ÍNDICE

CAPITULO II- DAÑO MORAL Y SU CUANTIFICACIÓN

Respecto a la definición gramatical y etimológica del daño, el Diccionario de


la Real Academia Española, señala que la palabra “daño” proviene del latin
damnum, que significa “causar detrimentro, perjuicio, menoscabo, dolor o
molestia”, el cual lógicamente, se refiere a la afectación a una persona, y
sobre todo un patrimonio pecunario.

Actualmente existe una vasta bibliografía respecto al daño moral, pues ella
ha sido arduamente desarrollada por reconocidos profesionales del
Derecho.
Asi tenemos por ejemplo a León Hilario (2016), experto en Derecho Civil, el
cual define al daño moral, como aquel daño que afecta la esfera interna del
individuo o aquel que lesiona los derechos de su personalidad.

Asimismo en el Derecho del Trabajo, las definiciones doctrinales sobre el


daño moral son muy similares a las previamente expuestas. Autor, citando
a la Revista de Asesoria Laboral, señala que el daño moral es el perjuicio
sufrido en la psiquis de una persona, es la transgresión a los derechos
personalísimos de un individuo a través de elementos que alteren su mente
o espíritu.

En definitiva, todos los autores parecen coincidir en una serie de


características comunes que tipifican al daño moral, tales como: la lesión a
un bien extrapatrimonial, producción a un sufrimiento o dolor, la repercusión
al orden psíquico sufrido por el que lo padece, y la no valoración adecuada
en dinero.

En el Perú, se suele evocar una subdivisión del daño moral que –en sus dos
acepciones– bien podría explicar el daño moral en sí mismo. Se habla así
de un daño moral stricto sensu y un daño moral amplio sensu. Cabe
precisar que aquella división constituye la propuesta realizada por Carlo
Francesco Gabba, quien a inicios de siglo buscando otorgar un real sentido
de la voz daño moral se valió tanto de la jurisprudencia italiana como
francesa de la época en busca de respuestas.

CUANTIFICACIÓN DEL DAÑO MORAL

Márquez, J & Moisset de Espanés, L. (2013), mencionan que cuantificar el


daño moral es determinar su entidad cualitativa, o, lo que es igual,
esclarecer su contenido intrínseco o composición material y las posibles
oscilaciones de agravación o de disminución, pasadas o futuras. A su vez
los autores señalan algunos criterios que la jurisprudencia y la doctrina han
venido aplicando para determinar la cuantía de la indemnización por daño
moral, siendo: la naturaleza de la ofensa, el prestigio de la víctima, las
circunstancias personales de la víctima, el nivel de difusión del hecho, el
carácter reparador de la indemnización, la indemnización debe ser tal que
desaliente las conductas lesivas.

Juárez Ferrer, M. (27 de junio del 2016) señala que en Argentina


predominan 3 sistemas de cuantificación del daño moral: la cuantificación
puramente discrecional del juez; la utilización de precedentes judiciales o
baremos judiciales como guía para la cuantificación de daños morales
(sistema llamado “tarifación judicial indicativa”); y la cuantificación a través
de placeres compensatorios.

El método probablemente más utilizado es el de la pura discrecionalidad del


juez, en donde este asigna un quantum indemnizatorio sin proveer
explicaciones de cómo surge el monto al que arriba, la cual ha sido causa
de innumerables apelaciones alegando en ciertos casos arbitrariedad de
parte del juez.

El segundo método es el de la “tarifación judicial indicativa”, el cual se basa


en la comparación del caso a decidir con otros casos similares decididos en
la jurisdicción y tiene como objetivo declarado impedir la existencia de
decisiones por fuera de los parámetros establecidos en decisiones
anteriores, es decir, una suerte de igualdad horizontal. Éste método tiene
algunos problemas intrínsecos y extrínsecos: un problema intrínseco está
dado por que la existencia de precedentes anteriores solo brinda razones
autoritativas (y no fundadas en el propio caso) para la decisión, y la
autoridad de precedentes anteriores no garantiza de modo suficiente ni
necesario la corrección de aquellas decisiones, y mucho menos, de las
decisiones a tomar en base a aquellas. Entre los problemas extrínsecos
está la necesidad de mantener un sistema de información que clasifique las
decisiones de acuerdo a criterios de relevancia y que mantenga actualizado
este sistema; y por otra parte, la corrosión del valor de la moneda que
provoca la inflación, enfermedad endémica de la economía argentina, que
hace que los montos establecidos dos años atrás representen un valor
sustancialmente distinto (con inflación superior al 20% anual). Como fruto
de un estudio empírico aun con concluido, podemos adelantar que el
acatamiento de este sistema en la Provincia de Córdoba no es alto, lo que
se debe a al menos dos razones: inexistencia de una base de datos
confiable en la que buscar “casos similares” que permitan tomar parámetros
cuantitativos; sumado a la percepción existente en tribunales y abogados de
que la cuantificación del daño es una tarea exenta del control casatorio y
que por lo tanto, la base del sistema de tarifación se indicativa tiene una
naturaleza de consejo o sugerencia más que de regla vinculante.

El tercer método utilizado es el de la cuantificación del daño moral a través


de la estimación de placeres o satisfacciones compensatorias, mediante
este método, el juez cuantifica el daño a través de la provisión de un
determinado capital que le permitirá al damnificado la obtención de
determinados placeres o satisfacciones con los que se intentará compensar
el daño moral o extrapatrimonial sufrido. Estos placeres o satisfacciones
pueden ser un viaje de recreación, un automóvil nuevo, u otro bien de
capital importante que pueda producir una satisfacción al damnificado, y
que se utilizan como valor equivalente a resarcir al damnificado. La
utilización de este método se encuentra muy difundida, aunque es pocas
veces explicitada en los tribunales argentinos, por lo cual su adhesión no ha
sido institucionalizada sino que simplemente deriva de las dificultades de
cuantificar daños tales como la muerte de un ser querido. La utilización de
PC o incluso la cuantificación mediante la utilización de comparaciones con
bienes de capital importantes no solo es pocas veces explicitada sino que
es incluso rechazada por los tribunales, por entenderse que la vida de un
ser querido no puede compararse con un automóvil o una casa (aunque, de
hecho, finalmente lo haga), o por razones más o menos indeterminadas que
aluden al “decoro” y al “valor inconmensurable de la vida”.

A nivel doctrinal también encontramos autores que han presentado diversos


criterios que deberán tomarse en cuenta al cuantificar el daño moral.

Por su lado el profesor Agentino Mosset Iturraspe, J, (2013), señala


cuatro criterios desacertados y aconsejables para determinar la cuantía del
daño moral, siendo estos: la Determinación de la cuantía en atención al
daño patrimonial, determinación de la cuantía con base en la gravedad de la
falta, determinación con base en un criterio subjetivo, determinación
atendiendo a los placeres compensatorios.

El primer criterio desacertado es el que determina la cuantía del daño moral


en atención al daño patrimonial, en razón que el daño moral no debe tener
vinculación con el daño material, pues no es complementario ni accesorio.
El daño moral tiene condición autónoma y vigencia propia que asiente en
aspectos presentes y futuros, propios del dolor, la herida a los sentimientos,
los padecimientos de toda índole que el mal acarrea, las afecciones
destruidas

El segundo criterio desacertado es la determinación de la cuantía con base


en la gravedad de la falta (…)

En cuanto a los criterios aceptables encontramos la determinación con base


en un criterio subjetivo y la determinación atendiendo a los placeres
compensatorios.
El daño moral no tiene por qué tener vinculación con el daño material, en lo
que hace a la consideración de su cuantía, pues no es complementario ni
accesorio. Tiene condición autónoma y vigencia propia que asiente en
aspectos presentes y futuros, propios del dolor, la herida a los sentimientos,
los padecimientos de toda índole que el mal acarrea, las afecciones
destruidas. Tiene, por ello, configuración independiente de los detrimentos
patrimoniales.

Tamayo Jaramillo, J. (2013), menciona que los daños extrapatrimoniales,


su reparación consistirá ante todo en devolverle a la víctima el bien que le
fue suprimido. Así, si el daño consistió en un atentado contra la honra y el
buen nombre, el responsable debería pagar todo lo que cuesten los medios
(avisos de prensa, de radio, televisión, retractaciones, etc.) tendentes a
devolver al perjudicado su buena imagen; de igual forma, si el daño consiste
en el quebranto de los afectos y sentimientos (daño moral subjetivo) de la
víctima, esta tiene derecho a que se haga todo lo necesario para que esa
angustia desaparezca (por ejemplo, tratamiento médico); ejemplo de este
tipo de indemnizaciones lo encontramos en el citado fallo de la Corte de 21
de julio de 1922, en que se condenó al demandado (el Estado) a sufragar
los gastos que ocasionara la construcción de un mausoleo en el que serían
depositados los despojos mortales de un familiar del demandante que
habían sido arrojados a la fosa común. Con todo, estas soluciones pueden
conducir, en el fondo, a una identidad entre los perjuicios morales y el daño
emergente, pues si la reparación se obtiene pagando lo que valga hacer
desaparecer el daño moral, ella en nada discrepa de las otras
indemnizaciones por daño emergente.

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