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FABIO ZERPA
ADRIANA FERREYRA
VIVENCIAS
MI SER INTERIOR
FABIO ZERPA
PARTE 1. FABIO
CAPÍTULO I- ¿Qué son las emergencias espirituales?
PARTE 2. ADRIANA
INTRODUCCIÓN
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Prólogo
No fue casual que una tarde tomara contacto con el Maestro Fabio
Zerpa. Lo invitamos al programa “Resumiendo”, que en el año 2009
conducían Adrián y Alejandro Korol por la TV Pública Argentina.
Trabajaba en la producción y me ofrecí para recibirlo. ¿Cómo dejar
pasar esa gran oportunidad?
Mediante este libro, lo hacen para todos aquellos que desde hace
muchas décadas siguen sus pasos a través de programas radiales
y televisivos, debates, libros, conferencias y talleres.
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Porque su lectura muestra claramente cómo se fue configurando un
hombre adelantado a su tiempo. Frontal, tesonero, observador, pero
sobre todo fiel a sí mismo, optimista, generoso, solidario y sensible.
Un gran Maestro que a medida que fue creciendo en sabiduría, se
hizo más humilde y presente.
El tiempo ha llegado.
Y llego el año 1989, en que conocí el amor, con una bella mujer, por
dentro y por fuera, Adriana Ferreyra. Adriana. Mi Ariadna, que me
hizo recordar la antigua leyenda griega, la mujer que rescató a su
amado Teseo, perdido en el Laberinto del Minotauro; a mí me
rescató de los deseos, pasiones, sexo sin amor y de los famosos “te
quiero”, para transitar juntos el inmenso camino de la luz y el amor.
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Formamos juntos “elella”, el “AdriFab”, dos individualidades
diferentes en un mismo camino.
Por eso, le cedo la palabra a ella que les relatará sus propias
experiencias espirituales, tan profundas y transformadoras, siempre
en busca de la verdad.
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PARTE 1- FABIO
CAPÍTULO I
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CAPÍTULO II
El niño y el adolescente
En ese momento le dije: “yo voy a vivir en esa ciudad, papá”. Con
una mirada tierna, me acarició la cabeza sonriéndose.
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CAPITULO III
Así, llegué a elaborar una hipótesis de trabajo que sirve para abrir
nuevas investigaciones. Esta hipótesis puede y debe ser ampliada y
perfeccionada, ya que siempre supe que si la ciencia no cambiara
sus parámetros no sería ciencia, esa fuerza que inexorablemente se
mueve y avanza.
Muller, creyente, sabía que el alma de las personas tiene una vida
eterna tras dejar el cuerpo físico. A su entender, la foto era una
confirmación de lo narrado por la Biblia y sin truco posible: los
mejores expertos habían estudiado la foto durante varias semanas
con sofisticados aparatos y un interés científico proverbial.
Pero lo que más me impactó, muy dentro mío, fueron los detalles
minuciosos de todas esas sofrosis que había realizado con
diferentes personas, sociedades, niveles económicos y sexos.
C.- Gottfried. Tengo 9 años. Vivo con mi papá, no tengo mamá, ella
murió cuando nací, no tengo hermanos.
C.- 16 años, estoy a cargo del negocio porque mi padre está mal de
salud; al año fallece.
C.- Sí, tengo ya 30 años, estoy casado, tengo 4 hijos, dos varones y
dos mujeres me siento feliz, tengo una hermosa familia.
El negocio bien.
Parece ser que tengo gota; a veces está morada, muy hinchada y
siento mucho dolor.
Siempre tuve una relación muy especial con él; ya tiene 25 años, es
un hermoso hombre muy compañero de su papá y le será muy
difícil superar mi falta.
C.- En la mirada.
C.- 9 años
C.- Anna
C.- No, mi mamá falleció cuando nací. Siempre estuve con Ingrid
que es como mi mamá. Eran muy amigas y cuando falleció se
ocupó de mí.
S.- ¿Y tu papá?
Pasaron los años, siempre fui muy feliz, mi esposo muy amoroso y
excelente padre, me ayudó a educar muy bien a mis hijos, con
mucho respeto.
En la noche del tercer día supe que era el fin. Mis seres queridos
me rodeaban, veía su dolor y no podía hacer nada para mitigar su
tristeza, había llegado el momento de dejarlos. Cerré mis ojos y
comencé a sentir una profunda paz, ya no había dolor.
C.- Lucas
S.- ¿Sabes por qué tu tío te dejó allí? ¿Tus padres murieron?
C.- No sé.
Ponen barro sobre la herida, están mis compañeros que son cuatro
y el maestro. Comienzo a tener mucha fiebre, mucha fiebre, cada
vez me siento peor. El maestro es quien me atiende.
C.- No sé. Me voy por un túnel. Me siento muy bien. Voy flotando.
Desaparezco, soy una luz.
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CAPÍTULO IV
Mis vacaciones veraniegas desde los tres a los veinte años, de fines
de diciembre a principios de marzo, las viví intensamente en la
estancia que bauticé “La Alegría”, porque todos los familiares y
amigos que concurrían asiduamente tenían la misma sensación que
yo, mucha alegría.
Cada viaje a “La Alegría” era una experiencia profunda. Con el paso
de los años comprendí que eran tiempos puramente espirituales,
me tocaban el alma como pinceladas de luz en el cuadro de mi vida.
Así fue mi vida hasta los 20 años, en que, para mí, daría un salto
cuántico en mi espiritualidad hasta los 40. Quiero narrarles los
hechos trascendentes en mi existencia, que la transformaron
totalmente.
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CAPÍTULO V
Otras noches dormía arriba del tranvía 2, que unía Plaza de Mayo
con Liniers, a lo largo de toda la ciudad de Buenos Aires,
aproximadamente 20 kilómetros. Como un lord inglés, bien vestido
con cuello y corbata, dormía sentado, no como otros que dormían
acostados. Me acunaba el run run de las ruedas en los rieles y
pensaba en la milonga de Atahualpa Yupanqui, “Los ejes de mi
carreta”, que no engrasaba los ejes porque eran los compañeros de
ruta. Al llegar al Liniers, pagaba los centavos del boleto para el
regreso.
Las cosas suceden y ocurren como dice el Tao, no hay que pre-
ocuparse, la ocupación previa, sino ocuparse de ellas, aplicando la
paciencia y sabiendo “no hay problemas, hay soluciones”. Como
siempre digo, a las soluciones hay que encontrarlas con la mente
objetiva, clara y atenta, porque metiéndose en el problema con la
mente subjetiva, el pensamiento no nos permitirá encontrar la
solución esperada. Además, tener paciencia, “al tiempo hay que
darle tiempo”; somos enormemente impacientes, queriendo
solucionar ya los hechos y sin darnos tiempo para resolverlos.
Pero todo ese mundo iba a finalizar en 1972 por mi propia decisión.
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CAPÍTULO VI
Mi salto cuántico
Fue tan real ese sueño que hasta el día de hoy lo revivo y me
estremece. ¿Por qué? Con el paso de los años en mi conocimiento
de estos grandes Maestros, vi sus fotos y reconocí en una de ellas,
la de Krishnamurti, al hombre de mi sueño.
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CAPÍTULO VII
La cosmovisión andina
Pasaron unos minutos más, el Cacique miró hacia el sol y vio que
era el momento de comenzar la Ceremonia. Le hizo una seña a su
hijo, quien se levantó y fue a buscar las hojas, de esa Planta
Sagrada, el Tabaco. Las maceró en un recipiente de madera para
luego preparar la Pipa. Se la entregó a su padre, quien la encendió
e inició el ritual en su lengua, dirigiendo la misma hacia el cielo. Dio
una sola pitada y fue pasando de izquierda a derecha a todos los
participantes. Cuando me tocó a mí, en aquellos años fumador de
pipa y habanos del mejor tabaco europeo, sentí que nunca había
experimentado tan exquisito sabor. A partir de la primera persona
que fumó de la Pipa, el Cacique hizo un silencio total durante todo
el ritual. Fue tan agradable el sabor de ese tabaco que esperaba
con ansiedad que me tocara fumarla nuevamente.
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CAPÍTULO VIII
Nos hizo cerrar los ojos, con su voz tan particular, guiándonos hacia
nuestro interior.
Para finalizar, Carlos hizo una nueva armonización con la cual todos
suavemente volvimos a la realidad del presente. Nos quedamos en
silencio observando el hermoso cielo tachonado de estrellas.
Ese año, 1982 fue muy difícil para mí. No sólo por mi separación
sino por la situación económica que vivía el país con la Guerra de
Malvinas. Todo se había paralizado y en cuanto a mi actividad,
nadie tenía ánimo para asistir a cursos o conferencias.
Introducción
Eliphas Levi
El dolor de crecer
Nos acostumbramos a vivir con todo eso. A tal punto que llega a
hacerse parte de nuestro ser; por eso, al arrancarlo quedamos en
carne viva y siempre una herida debe cicatrizar de adentro hacia
fuera para que no queden marcas. Porque la única manera de
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crecer espiritualmente es enfrentándonos a nuestros monstruos.
Tenemos que enterrarnos en el lodo, contactar con nuestras zonas
oscuras, para saber que no somos solamente lo que nos gusta,
sino también lo que intentamos ocultar de todas maneras. Eso es
conocerse, sin engaños, algo fundamental para crecer sin cargar
cicatrices.
Lo que más nos cuesta es sanar las heridas de las relaciones con
nuestros seres queridos, nuestros primeros amores: mamá primero
y luego papá.
Hay tantas cosas para sanar, para limpiar, que entorpecen nuestro
crecimiento y no nos dejan Ser… Vamos poniendo velos para tapar
aquello que no nos gusta, que nos da miedo. Pero enfrentarlos es
el precio a pagar para lograr una vida plena y en total conciencia,
convirtiéndonos en seres felices y libres, algo que buscamos
constantemente.
Por eso al compararnos con ellos nos vemos tan débiles. Porque
somos una cultura sin cimientos espirituales, que es lo mismo que
decir sin los únicos valores que importan.
Este cambio de actitud nos hace más libres, nos permite funcionar
sin estar influidos por las emociones ni la mente; sentimos más y
dejamos fluir la intuición, la gran consejera.
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Lo más profundo del cambio es el contacto con lo Divino. Descubrir
que no somos sólo un cuerpo y una mente, que hay algo más allá
que nos produce una dicha no sentida anteriormente. Una felicidad
interna que no tiene que ver con los hechos o las personas que nos
rodean, sino con esa parte de Dios en nosotros. Al hallarlo,
descubrimos el verdadero Amor, el Amor incondicional, sin
ataduras, viviendo intensa y libremente como la manifestación real
de lo que somos. Algo imposible de explicar. Sentimos una intensa
vibración que no podemos controlar, con una expansión amorosa
que nos hace emocionar hasta las lágrimas, encontrándonos con la
alegría y la certeza de lo importante que es vivir.
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CAPÍTULO II
El despertar a la sensibilidad
Este descubrimiento, como todo lo que tiene que ver con el espíritu,
solemos creer que es suficiente entenderlo a nivel intelectual. Pero
no hay nada más lejano de la verdad. Nada que tenga que ver con
el alma está relacionado con el intelecto; siempre se debe sentir, no
interpretar.
Cuando viajé a Perú por primera vez, hacía ya doce años que
estaba andando el camino espiritual; sin embargo, el encuentro con
ese país produjo en mí un cambio tan profundo, que modificó
radicalmente mi vida.
Los buenos maestros nos ayudan a abrir las alas y nos enseñan a
volar, para que esto no nos ocurra; los malos maestros, nos
mantienen atados, haciéndonos creer que siempre necesitamos de
ellos para evolucionar. Un trabajo de egos de ambas partes.
No hay fórmulas mágicas para que el cambio sea más leve tanto a
nivel individual como a mundial. Tampoco podemos pararlo, es algo
que sucederá estemos o no de acuerdo.
“No habrá paz sin piedad ni amor sin nobleza” – Miguel Abuelo.
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CAPÍTULO IV
La necesidad de dar
Pero la pregunta es: ¿Qué nos pasa? ¿Qué sentimos? ¿Cuáles son
las sensaciones, los sentimientos o pensamientos que cruzan por
nuestra mente ante estas situaciones cotidianas?
Pero una manera de agradecer por todo lo que nos ha sido dado,
es tratar de “sentir” el sufrimiento del otro para poder ayudar; no
cambiaremos el mundo, pero colaboraremos tratando de llevar algo
de esperanza a tanta desolación y dolor. ¿Podremos lograrlo?
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CAPÍTULO V
Verme en mi semejante
Romper las barreras no fue nada fácil. Dejé girones de piel en cada
paso que di, pero valió la pena; esta transformación hizo surgir en
mí la sensibilidad que tenía escondida. Eso hizo que me acercara a
mis semejantes y a todo lo que me rodea de una manera diferente.
Comencé a percibir y a ver todo con otros ojos: los ojos del alma.
Pude emocionarme con un paisaje, con un amanecer, con un niño,
un animalito, etc., sin sentirme tonta o fuera de lugar por esto, sino
disfrutándolo plenamente.
Cuando nos encontramos con una persona que con su actitud nos
recuerda a alguien que nos hizo daño en el pasado,
automáticamente, ponemos barreras y no dejamos que se nos
acerque. Accedemos al acercamiento puramente social, pero no el
verdadero, el amoroso, de ser humano a ser humano.
Hay que asumir que deben caer todas las barreras que nos
separan, tanto de otros seres humanos como de todo lo que existe,
ya que todos somos simple y llanamente, “iguales”.
Todo el amor que tenemos dentro pulsa por salir; ésa es nuestra
real naturaleza. ¿Seguiremos ocultándolo, frenándolo? ¿O nos
permitiremos expresarlo?
Creo que uno no elige a las Plantas, ellas nos eligen; se cruzan en
nuestro camino y la prueba está en mí: no las busqué. ¿Cómo
buscar lo que no conocía? Se cruzaron en mi vida en el momento
justo y en el lugar correcto, en su hábitat natural, me abrieron las
puertas de su casa.
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CAPÍTULO VIII
Descubriendo el amor
Tantos poetas han escrito sobre el amor, pero siempre con una
actitud posesiva; cuando hablamos del amor a nuestra pareja
siempre decimos “mi” amor como si la otra persona fuera de
nuestra propiedad. Ese ser tiene que demostrarnos o reafirmarnos
todo el tiempo ese sentimiento. Cuando en verdad, nadie es de
nadie, sólo le pertenecemos a la Vida, a Dios, al Padre-Madre.
Hay quienes dicen, que una sola vez en la vida sintieron amor o
que una sola persona fue capaz de despertar ese sentimiento en
ellos.
Otros sienten que al verdadero amor lo descubrieron a través de los
hijos. O tal vez, en la parte final de la vida se encontraron con su
ser interno y por intermedio de él con el amor incondicional que los
preparó para esa ruta que todos andaremos.
También están los amores del espíritu; son esas personas que la
Vida nos pone en el camino con las cuales hay una unión
inmediata, como si nos conociéramos de siempre. Quienes
creemos en la reencarnación, llegamos a especular que es una
relación de otra vida y que por misterios que desconocemos, el
destino nuevamente hace que nos encontremos.
El mundo en la actualidad
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CAPÍTULO X
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