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ESTUDIO DE LA CULTURA MATERIAL

Los materiales del Fondo de Cabaña.


El conjunto de restos arqueológicos localizados durante las sucesivas fases de
uso del fondo de cabaña suponen, en primer lugar, la primera manifestación en el
municipio alicantino1 del horizonte histórico conocido Periodo Orientalizante, una fase
de transición entre los últimos elementos culturales prehistóricos propios de la edad
del Bronce y la manifestación de los primeros indicios de una auténtica civilización
urbana, como fue la Cultura Ibérica, con toda la trascendencia que tiene toda fase de
transición. El hecho por sí solo ya encierra su trascendencia, ayudando a rellenar el
vacío, ilógico a todas luces, que existía entre los numerosos hallazgos de este
horizonte que se vienen produciendo desde los años 70 del pasado siglo en las
comarcas meridionales alicantinas —Baix Vinalopó y Bajo Segura— y los más recientes
localizados en el entorno de La Vila Joiosa. Puede, por tanto, asegurase que el litoral
alicantino también participó de ese proceso formativo que tenía en la desembocadura
del río Segura su foco central de emisión.
En segundo lugar, la columna estratigráfica obtenida en la excavación de esta
cabaña, con sus horizontes de ocupación y abandono-vertedero, proporciona una muy
útil herramienta para aquilatar, en términos de cultura cerámica, el progresivo
abandono de la tecnología a mano por otra más sofisticada que descansaba en el uso
del torno alfarero, con la trascendencia que este hecho tiene de cara a mejorar la
producción y productividad económica de la comunidad que lo incorpora a su bagaje
cultural. En efecto, en poco más de 1500 fragmentos cerámicos repartidos en siete
fases sucesivas2, contamos con una imagen a pequeña escala del ritmo de
acontecimientos que han sido establecidos en otros asentamientos de más dilatada
tradición en este sentido, como han sido, por este orden, Los Saladares de Orihuela,
Peña Negra en Crevillent y La Fonteta en Guardamar del Segura. Es decir, y con todas
las matizaciones necesarias por su carácter de cabaña del hinterland inmediato del
foco central, tenemos una síntesis absolutamente manejable de cómo se manifestaba
el horizonte orientalizante de los siglos VII y VI a.C. en un asentamiento indígena,

1
Desconocemos los materiales proporcionados por la amplia excavación que en fechas recientes se ha
llevado a cabo en el oppidum ibérico del Cerro de las Balsas, en La Albufereta, hasta ahora firme candidato
a contener un horizonte de ocupación de época orientalizante; no obstante, los avances dados de las
mismas obvian por completo cualquier referencia a material cerámico de origen fenicio, además de no
elevar la fase inicial de ocupación del lugar más allá del s. V a.C. Por ello insistimos en el carácter novedoso
de la documentación obtenida en Fontcalent.
2
A efectos de contemporaneidad de las distintas unidades estratigráficas establecidas en la excavación del
fondo de cabaña, las unidades 6005 y 6009, por un lado, y 6012 y 6013, por otro, son absolutamente
equivalentes, e indican, por tanto, una única fase de ocupación.
abriendo así un amplísimo abanico de posibilidades de estudio de esta conducta
arqueológica.
Nosotros iniciamos este camino, con todas las limitaciones propias del carácter
extraordinario de la excavación efectuada, pero con el ánimo de presentar de forma
coherente y lo más completa posible la rica información alcanzada tras el estudio
preliminar del registro cerámico.
En efecto, el total de fragmentos cerámicos obtenidos de la excavación de esta
cabaña asciende a 1520, que desglosados por fases de ocupación, muestran el
absoluto predominio de la unidad 6005, tanto en valores absolutos, como en
porcentuales, como en número mínimo de individuos; en esta enorme caracolada
aparece más de la mitad del total de fragmentos hallados, siendo igualmente la más
rica en información sobre formas y pastas cerámicas

900
800
700
600
500
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0
6004 6005 6006 6010 6007 6012 6015

Distribución total de fragmentos cerámicos por fases

Yendo ya hacia un segundo nivel de análisis que contemple la evolución de los


grandes tipos cerámicos, esto es, la cerámica realizada a mano de aquella otra
torneada, comienzan a evidenciarse procesos de asimilación cultural dignos de ser
subrayados, como es el progresivo aumento de la cerámica realizada a torno a costa
de la manufacturada a mano, si bien ésta nunca llega a desaparecer por completo,
siendo su porcentaje más que aceptable en el horizonte de ocupación más moderno,
que fija la unidad 6004.
100

80

60

40

20

0
6004 6005 6006 6010 6007 6012 6015

Distribución porcentual fragmentos cerámicos a mano (azul) y a torno (granate) por fases

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6004 6005 6006 6010 6007 6012 6015

Distribución porcentual NMI a mano (azul) y a torno (granate) por fases3

Un análisis somero de dicha estadística, permitiría comprobar que la cerámica a


torno está presente desde los orígenes de la ocupación de la cabaña (UE 6015), y que
a partir de este horizonte ve crecer su importancia de manera paulatina, hasta que a
la altura de la caracolada que define 6005, los porcentajes de cerámica a mano y a
torno se tornan bastante parejos, para, finalmente, superar esta última a la cerámica
a mano en la unidad más moderna, aunque esta última producción aún sigue
mostrando un porcentaje en torno al 20 % del total.

3
Ante la notoria ausencia de bordes, sobre todo a torno, hemos optado por acudir al NMI para intentar
clarificar la evolución de los tipos de forma más ajustada. Sin embargo, es obvio que es más fácil
individualizar recipientes a partir de pastas torneadas que entre aquellos confeccionados a mano. Por ello, la
estadística resultante prima, sin duda en exceso, la presencia del material a torno. Valga como ejemplo la
UE 6015, la más antigua, que sólo ha ofrecido un total de 13 informes; de ellos, 2 se corresponden con
fragmentos anfóricos a torno de envases diferentes, mientras que los 11 informes restantes sólo han sido
considerados como un único individuo. En este sentido, parece más cercana a la realidad la distribución
porcentual del total de fragmentos cerámicos.
Esta evolución permite postular una hipótesis de datación para el fondo de
cabaña a tenor de la información publicada sobre la considerada colonia fenicia de La
Fonteta, pues si admitimos que en este enclave el horizonte en el que se igualan los
porcentajes se produce hacia la primera mitad del s. VI a.C. (González y Ruiz, 2000;
Rouillard et alii, 2007) y considerando que no debe haber un excesivo decalage entre
este asentamiento y el nuestro de Fontcalent4, habríamos de admitir que la unidad
6005 se dataría en esta mitad de siglo referida y algo más moderna sería 6004,
tampoco más allá de finales del s. VI a.C. pues en este horizonte ibérico antiguo la
cerámica a mano ha desaparecido prácticamente del ajuar (Moratalla, 2003). Nos
parece, por tanto, prudente situar hacia mediados del s. VI a.C. el momento final de
uso del fondo de cabaña, por entonces ya un vertedero. En cuanto a sus orígenes,
resulta harto más complicado situarlos con precisión. Considerando la existencia de
dos fases de habitación, intercaladas por otras tantas de uso del recorte como zona de
vertido, parece razonable considerar como probable su ocupación al menos por dos-
tres generaciones; si, además, tenemos en cuenta que desde el principio de su
ocupación hay evidencias de importaciones semitas, resultaría igualmente prudente
situar su fase inicial al menos desde mediados del s. VII a.C. Por tanto, la horquilla
que proponemos para la ocupación de la cabaña se extendería alrededor de un siglo,
situándola, en cifras redondas, entre el 650 y el 550 a.C. Tal vez cuando finalice el
estudio pormenorizado del registro material sea posible concretar un tanto más.

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80
70
60
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6004 6005 6006 6010 6007 6012 6015

Distribución porcentual frags. cerámicos a mano (azul), bruñidos (azul celeste), a torno importados
(granate) y a torno locales (rojo) por fases

La manejable cifra de fragmentos cerámicos permite realizar otro tipo de


cálculos estadísticos igualmente de gran interés. Por ejemplo, estudiar los subtipos

4
Fontcalent se encuentra a poco más de 4 km. de la costa, a la altura del barranco de las Ovejas, y en línea
de aire median 31 km. hasta el asentamiento guardamarenco, prácticamente a una jornada de viaje.
que podemos determinar dentro de los dos grandes grupos antes considerados:
dentro de la cerámica a mano, tendríamos la presencia de los fragmentos de
superficies groseras y aquellos otros de tacto suave y aspecto bruñido, mientras que
entre la cerámica a torno pueden considerarse las distintas producciones importadas
así como las producciones a torno realizadas con pastas locales.
Entre las piezas a mano, la cerámica grosera casi siempre viene acompañada
de un pequeño porcentaje de cerámica bruñida, en una desigual relación de 20 a 1 de
media. Mientras las formas más groseras —casi siempre ollas de perfil en S— tienden
a ir desapareciendo, la cerámica bruñida —básicamente platos y cuencos— se
mantiene hasta el final de la ocupación, por lo que da la sensación que mientras se
tiende a sustituir los recipientes de cocina, la “vajilla de lujo” prehistórica perduraría
un poco más. Más significativo sería la estadística de la cerámica torneada: mientras
las formas importadas están siempre presentes y tienden a crecer en progresión
aritmética, la cerámica a torno de pasta local —básicamente platos y tinajas— aparece
a partir de la unidad 6100 —que marca el inicio de la segunda fase de ocupación de la
cabaña con la construcción del hogar—, para crecer de forma geométrica hasta el
abandono de la ocupación, cuando ya es el tipo cerámico mayoritario, de acuerdo con
el criterio de NMI.
Por finalizar con una estadística más, que en absoluto pone fin a las
posibilidades de análisis del material exhumado, podríamos analizar el
comportamiento de los recipientes importados, identificados en sus distintas pastas
mediante lupa binocular como sigue:
• I1: Pasta color castaño-gris-rosa, dura y compacta, con notable
presencia de partículas de esquisto y mica.
• I2: Pasta color anaranjado intenso, de tacto harinoso y con frecuentes
partículas micáceas.
• I3: Pasta dura color castaño/ocre, con desgrasantes calizos
blanquecinos.
• I4: Pasta color rojizo, dura y compacta, con presencia de partículas de
esquisto.
• I5: Pasta color castaño/granate, con presencia de partículas de esquisto
y mica.
• I6: Pasta compacta color naranja ladrillo, de tacto rugoso, engobe
castaño oscuro y con frecuentes partículas calizas blanquecinas y
granates.
De acuerdo con esta distribución, la estadística resultante desprende los
siguientes porcentajes:

60

50

40

30

20

10

0
6004 6005 6006 6010 6007 6012 6015

Distribución porcentual por fases del NMI de pastas importadas:


I1 (granate), I2 (rojo), I3 (fucsia), I4 (butano) I5 (naranja) y I6 (amarillo)

El análisis del gráfico permite observar cómo los grupos I1 e I2 son los más
comunes de la secuencia estratigráfica, en el primer caso envases producidos con
pastas de composición geológica metamórfica, mientras las segundas pertenecen a
priori a la provincia sedimentaria. Las pastas del tipo I1 suelen ser igualmente
mayoritarias en varios horizontes (en cuatro de las siete fases), siendo la presencia de
las ánforas y tinajas de este subtipo constante y bastante regular en toda la ocupación
de la cabaña, si acaso levemente desciende en los últimos horizontes. En cuanto a I2,
el cuenco-trípode y las ánforas con estas características compositivas siempre suelen
estar en porcentajes inferiores a I1, aunque su presencia es igualmente regular en
toda la secuencia, también con tendencia a la baja en su parte final.
El resto de productos importados se encuentra del mismo modo bien
representado, con una presencia constante pero fluctuante, y en cualquier caso
siempre por debajo de la producción de la pasta I1.
Una vez obtenido el cuadro general de composiciones, si procedemos a
cotejarlo con los recientes análisis de pastas —que obviamente son más significativos
que un simple análisis visual— realizados sobre recipientes de La Fonteta (Rouillard et
alii, 2007; González Prats, 2008), podemos comprobar que muy posiblemente exista
una relación entre los resultados obtenidos y el aspecto externo de la piezas tal y
como nosotros las hemos descrito.
Así, el equipo hispano-francés dirigido por P. Rouillard identifica tres conjuntos
o “ensembles”: el primero del ámbito metamórfico, el segundo del sedimentario y un
tercero que podría quedar a mitad de camino de ambos, si bien no presenta partículas
del tipo esquisto. Nuestras pastas se compadecen bien con esta clasificación, pues la
pasta I3 se incluiría en el “Ensemble I” de la provincia sedimentaria, para el que
proponen un origen comarcal; I1, I4 e I5 entrarían bien en el “Ensemble II”, originario
de la costa malagueña, e I6 se incluiría en el “Ensemble III”, tal vez producido en la
costa que media entre Estepona y Mazarrón.
A su vez, el “Ensemble I” recogería los grupos ES 1, ES 2 y ES 3 de A.
González Prats; el “Ensemble II” incluiría los grupos CAM 1, que también sería el más
común en el asentamiento crevillentino de Peña Negra, CAM 2 y CAM 5, mientras el
“Ensemble III” podría corresponder a CAM 65.
¿Adónde nos lleva este pequeño galimatías de siglas, tipos y subtipos? En
resumen, los productos más importados son los del ámbito metamórfico, muy
posiblemente de las factorías fenicias de la costa malagueña, donde mejor se
compadecen con los análisis de la composición geológica de la región. A este origen
hemos de adscribir los tipos I1, I4 e I5, que, sumados entre sí, proporcionan un
porcentaje de presencia muy elevado entre los productos importados. Otros productos
parecen haberse realizado con pastas del entorno local o comarcal (I3 y, tal vez, I6)
mientras quedaría por determinar el origen de las pastas caracterizadas como I2, que
tampoco parecen encajar bien con las analíticas obtenidas por los investigadores del
yacimiento de La Fonteta, si bien su aspecto harinoso recuerda producciones
ebusitanas, hipótesis que necesariamente debe ser corroborada con el indispensable
análisis.
Como puede apreciarse, este tipo de documentos proporciona un conjunto de
instrumentos de análisis que podrían proseguir desde otros diferentes puntos de vista;
sirva esta muestra de las posibilidades encerradas en este muy manejable y
enriquecedor conjunto de materiales de los siglos VII y VI a.C.

5
Por el momento, no entramos en más detalles de la comparación de tipos y sólo consideramos los más
representativos.

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