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LUIS E. ALVIZURI, ALBERTO BUELA, HUGO CHACÓN MÁLAGA, JOSÉ E. CHOCCE,


RICARDO ESPINOZA LOLAS, GUSTAVO FLORES QUELOPANA, FRANCISCO TOMÁS
GONZALEZ CABAÑAS, JULIO RIVERA DÁVALOS, VÍCTOR SAMUEL RIVERA, ERICK
SOTOMAYOR, DANIEL TACILLA, DANNY ZETA ESPINOZA.

PANDEMIA
Modernidad
y Civilización

FONDO EDITORIAL IIPCIAL


LIMA-PERÚ
2020
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LUIS E. ALVIZURI, ALBERTO BUELA, HUGO CHACÓN MÁLAGA, JOSÉ E. CHOCCE, RICARDO ESPINOZA LOLAS, GUSTAVO
FLORES QUELOPANA, FRANCISCO TOMÁS GONZALEZ CABAÑAS, JULIO RIVERA DÁVALOS, VÍCTOR SAMUEL RIVERA,
ERICK SOTOMAYOR, DANIEL TACILLA, DANNY ZETA ESPINOZA.

PANDEMIA
Modernidad
y Civilización

Coordinador de Edición
JOSÉ E. CHOCCE

FONDO EDITORIAL IIPCIAL


LIMA-PERÚ
2020
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PANDEMIA, Modernidad y Civilización


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Biblioteca IIPCIAL de Filosofía


Fl 17O

José E. Chocce Peña


Pandemia, modernidad y civilización
Lima: Fondo Editorial IIPCIAL, 2020

FILOSOFÍA/ HUMANISMO/ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICA


CULTUROLOGIA/FILOSOFÍA CIVILIZATORIA

Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio de impresión en forma idéntica extractada o modificación en
castellano o en otro idioma sin previo permiso del autor. Reservados todos los derechos.
Printed in Peru/ Impreso en el Perú

Más información: www.librosperuanos.com

Editor: Gustavo Flores Quelopana


Los Girasoles 148- Salamanca-Ate

1era edición en castellano: Lima, Julio, 2020

Se terminó de imprimir en Julio del 2020 en: Fondo Editorial del Instituto de Investigación para la Paz,
Cultura e Integración de América Latina (IIPCIAL) / Editado por IIPCIAL-Dirección: Los Girasoles 148
Salamanca, Ate.

HECHO EL DEPÓSITO LEGAL EN LA BIBLIOTECA NACIONAL DEL PERÚ (En trámite)


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A los todos los intelectuales honestos y librepensadores


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PRÓLOGO
Por
Gustavo Flores Quelopana

La pandemia del coronavirus ha evidenciado que la crisis global no solo es económica y ecológica sino también
sanitaria. El aislamiento social que se ha impuesto por su letalidad reveló que la educación, el trabajo, la
miseria, y la salud no pueden seguir siendo una prerrogativa privada, sino una responsabilidad social de los
Estados. O sea, el Estado-Poder del hiperimperialismo mundial ha mostrado sus falencias profundas y el
Estado-Justicia muestra su urgencia.
El origen desconocido del virus ha llevado a pensar en muchas posibilidades, desde las conspirativas hasta
las naturales, pero lo que ha puesto en el tapete de modo indudable es que el estilo de vida urbana y el
incontenible aumento de la población humana, no tiene salida por insostenible.
Es decir, que el problema no sólo es el capitalismo sino la modernidad misma. La cual ha llevado a un
callejón sin salida que delinea una crisis de proporciones civilizatorias. Y es aquí que el problema de político,
tecnológico y económico se torna filosófico.
El enfoque pequeñoburgués lleva a denunciar al capitalismo global y proponer reformas tributarias y
antimonopólicas sin cambiar el sistema mismo. Pero esa ingenuidad romántica de volver a tiempos felices no
solo es antihistórica y antirrevolucionaria, sino que además pierde de vista que el problema de fondo es la
racionalidad moderna.
Lo que revela la pandemia es la crisis de la conciencia moderna. El Antropoceno tornado en antropocidio
parte del error básico de hacer a la razón humana el fundamento de sí misma. Así se instauró el Regnum
hominis y un mesianismo laico del humanismo sin Dios que extravió lo trascendente y mutiló la esencia
humana de su afán de inmortalidad.
La modernidad es el asalto a la razón que destruyó los valores espirituales, desembocando en el reino de la
materia. La consecuencia ha sido dejar sin posibilidad de construir una nueva civilización. La pandemia del
coronavirus acontece en medio de la curva decadente de la civilización tecnológica moderna. De manera que
estamos en medio del sorbo de la última gota letal de una civilización que debe sucumbir sin remedio.
El desafío ha dejado de ser la restauración del fundamento trascendente del orden humano y natural para
pasar a formar cenáculos que preserven la cultura en medio de la barbarie que se adviene.
Por tanto, no nos ha tocado gozar del aire perfumado de la achicoria y manzanilla, sino del maloliente y
pútrido olor fangoso de un cuerpo que se deteriora trepidante en el horno de la historia.
El presente libro debe su aparición a la iniciativa, perseverancia y coordinación del profesor José E. Chocce.
Por su intermedio se extiende un agradecimiento a todos los humanistas y pensadores que participan con sus
reflexiones en la obra que tiene en sus manos el amable lector.

Lima, 19 de mayo del 2020


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A PROPÓSITO DE LA PANDEMIA:
EL FIN DEL MUNDO
LUIS ENRIQUE ALVIZURI*

* Ensayista, publicista y comunicador peruano. Miembro de la Sociedad Peruana de Filosofía. Realizó estudios de psicología en la Universidad
Ricardo Palma y Comunicaciones en la Universidad de Lima presidente y fundador de la Sociedad Internacional de Filosofía Andina
SIFANDINA. Tiene varias obras publicadas en torno a la crisis de nuestro tiempo y plantea una nueva alternativa Civilizatoria.
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Una pandemia es un fenómeno de lo más común en la naturaleza. Afecta a todas las especies tanto unicelulares
como multicelulares, entre las cuales se encuentra el ser humano. Rara vez nos damos cuenta de ellas puesto
que no siempre nos afecta a todos; casi siempre solo a ciertos grupos y en determinados lugares y condiciones.
Muchas no producen consecuencias y otras son controladas a tiempo. Se puede decir que son como el clima,
que cada año repite de diferente manera las mismas alteraciones atmosféricas. Lo que sí es cierto es que ese es
el modo cómo actúa la naturaleza y ello encaja perfectamente con la teoría de la evolución o teoría sintética,
donde la vida es un proceso en constante cambio en todo sentido, algo que incluye la desaparición y aparición
de nuevas especies.
Pero esto no lo perciben las mayorías de las personas puesto que los seres humanos estamos atrapados en el
hoy, en el presente, en el eterno mundo contemporáneo ya que el hoy siempre es eterno (el pasado ya no existe
y el futuro nunca llega). Al vivir solo el presente el mundo se percibe tal como es y se tiende a pensar que
siempre ha sido así y así siempre será. Cualquier cambio en él nos afecta de un modo tremendo, al punto que
nos lleva a concebir un “fin del mundo” producto de las pequeñas modificaciones que, en un corto tiempo,
suelen ocurrir. Las guerras, los terremotos, las catástrofes y las pandemias suelen parecer “hitos” que marcan
eras entre los seres que las sobreviven, sintiendo que hay un antes y un después de ellas.
Pero a la luz de la Historia las cosas son diferentes. Para esta ciencia el presente no existe sino solo el
pasado, y si se proyecta hacia el futuro es únicamente en base a los elementos sucedidos, no así a lo que podría
ser que es terreno de la futurología o la especulación. Para la Historia la humanidad es un proceso que tuvo un
inicio y necesariamente tendrá un fin, ya que en la existencia física nada es permanente y todo se diluye con los
años. Las pruebas de ello están en los restos tanto biológicos como arqueológicos que revelan que todas las
especies han atravesado por estas circunstancias inevitables.
La modernidad occidental actual resulta, en ese sentido, engañosa, puesto que presenta a la historia como
el resultado de una escalera que va de menos a más y en donde el presente es necesariamente una etapa
“superior” a la anterior y en la que el tiempo es acumulativo, un valor que se incrementa y que crece en
volumen y hace más grandes y manejables y comprensibles las cosas para el ser humano. Es, por lo tanto, una
mirada lineal tanto del pasado como del futuro en la medida que proyecta esta lógica como quien construye un
camino que piensa recorrer conforme lleguen los días. Esto es lo que da origen a la ciencia ficción, que es una
prolongación del presente en lo cual lo que venga en adelante será “más y mejor” que lo que hubo en el pasado.
Mirar así la historia es, por supuesto, solo un punto de vista que se estrella contra otros que no pertenecen
al devenir de la cultura occidental y su preponderancia por sobre las otras civilizaciones desde los recientes 500
años. Sin embargo, cuando salimos de dicha concepción lo que encontramos más bien son “historias”
desarrolladas por cada uno de los pueblos conquistados o existentes paralelamente a Occidente quienes no
asumen la modernidad como suya y, por lo tanto, no interpretan el tiempo de esa manera lineal ni acumulativa.
Muchos de ellos ven la historia como un eterno presente inmutable en donde los “avances de la ciencia” no
tienen ningún significado pues solo son objetos colaterales al hombre, pero no determinantes. Mientras que
para Occidente la ciencia y la tecnología son un sinónimo de “progreso” para las otras culturas son solo
herramientas y nada más. De este modo para las otras “historias” no occidentales los grandes sucesos o
“accidentes” no resultan algo extraño ni son “fines del mundo” sino parte de un universo que es en esencia
móvil y cambiante, donde la intervención humana no es la única, sino que además comprende otros factores
tanto materiales como inmateriales o divinos. El hombre occidental, cerrado y convencido en sus propias ideas
del mundo donde lo único real es lo que él mide y pesa, no puede aceptar la ruptura de su esquema en donde
obligatoriamente el futuro tiene que ser un mundo que esté dominado por su ciencia y tecnologías cada vez
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más poderosas y efectivas. No evalúa en lo absoluto su humanidad en función a otros elementos como los éticos
o los estéticos ni como un desarrollo de su espiritualidad o valores humanos y mundanos (dirigidos hacia los
animales y las cosas) sino que el parámetro que se ha puesto son sus máquinas e instrumentos que son las que
deben ser cada vez más útiles, rápidas y mejores para sus propósitos comerciales. La medida de su efectiva es
sinónimo de “avance” o “desarrollo”, y ese perfeccionamiento de su ciencia se convierte en “futuro”, tal como lo
demuestran sus películas y series de televisión, algo antecedido por las novelas de Julio Verne y otros.
Incluso las guerras, por muy grandes y devastadoras que sean, son parte de ese mundo humano dirigido y
controlado por el hombre occidental puesto que él decide cuándo y cómo hacerlas y qué puede esperar de ellas.
Sin embargo, los terremotos o tsunamis, como también tormentas o pandemias, son intervenciones “no
humanas” que desbaratan, atrasan o malogran su programación para hacer el mundo como lo quiere. La
intervención de la naturaleza en la vida humana es vista por el moderno occidental como “una debilidad” en su
ser y en su orgullo puesto que, al haber endiosado a la ciencia y la tecnología, supuso que con estas “tenía
controlada” a la naturaleza haciendo que ella sea apenas una sirvienta, un “simple objeto” a su disposición,
pero sin voz ni voto.
Esta forma de pensar es obviamente consecuencia del humanismo europeo que creyó que convirtiéndose en
el dios de sí mismo automáticamente todo lo que estuviese a su alcance podía ser manejado y controlado por él.
Es a partir de esa época cuando este hombre se concibió como “dueño del planeta” e identificó a la Tierra como
“propiedad de los seres humanos” dejando de lado a todas las especies existentes, tanto mamíferos como
bacterias. Por ello para el moderno resulta una verdadera tragedia el que un simple ser microscópico como los
virus puedan vencerlo y hacer que, no solo sus planes de “conquistar el Universo” se desbaraten sino además él
mismo tenga que sucumbir para siempre.
Es así que llegamos a la conclusión el verdadero temor, el terror pánico que el hombre moderno tiene a una
pandemia como esta es que ella descubre que no es el dueño del mundo ni que puede dominar a la naturaleza
como creía, así como descubre también que es solo una simple criatura débil y circunstancial, donde ese futuro
esplendoroso que imagina va a llegar algún día ―y en donde se ve invadiendo otros mundos y convirtiendo a
los que allí habiten en sus esclavos, explotando esas minas y colocando su bandera de conquistador, tal como lo
ha venido haciendo desde hace siglos en todos los continentes― se desvanece en la nada. Ver frustrado ese
“futuro” teórico y supuesto es la principal causa de su angustia y desesperación la cual solo se puede calmar si
es que los científicos descubren la cura a esta pandemia que, comparada con otras, es una de las más pequeñas
e inofensivas. Pero el día que surja una verdadera de alta letalidad recién ahí el hombre moderno se sumergirá
en el vacío y dirá que efectivamente “ha llegado el fin del mundo”, pero de “su” mundo, y nada más.
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NO SUBESTIMAR EL ORDEN DE LAS MAGNITUDES

ALBERTO BUELA *

* Filósofo y escritor argentino. Visitó el Perú el 2019. Tiene una abundante producción bibliográfica. Email. buela.alberto@gmail.com
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Si existe un texto breve, ideal para nuestros días de prisa y rapidez, que se ocupa desde la profundidad de la
filosofía, del hombre, el mundo y sus problemas, ese es: El hombre en la etapa de la nivelación. Texto de una
conferencia dictada en la Escuela superior de política de Berlín, el 5/11/47.
Se trata de un corto texto de 34 páginas para leer y releer; escrito por un gran filósofo que a su muerte hizo
decir a Heidegger: con la muerte de Scheler se cierra un camino de la filosofía.
De este texto salió para nosotros el primer enunciado contemporáneo de lo que es hacer metapolítica: “Y
aunque pasen muchos años aún, hasta que esta elite incipiente, hoy todavía demasiado restringida a la
crítica de la cultura esté madura para la realidad de la vida, de manera que sea capaz también de aparecer
en el espíritu de nuestra política, a fin de suplantar a los gobernantes y mantenedores de la presente
conducción alemana".[1]
Con esto nos está diciendo que la metapolítica es una pluridisciplina que estudia las grandes categorías que
condicionan la acción política – homogeneización, pensamiento único, decrecimiento, derechos de los pueblos,
etc.- pero que tiene por objetivo, no solo la crítica de la cultura sino, más bien, el reemplazo de los
gobernantes y mantenedores de la presente situación política.
Ahora queremos destacar otra gran enseñanza, cuando afirma hablando de los grandes períodos de la
historia como edades, eras, épocas, ciclos, eónes, etc.: “que no se debe subestimar frívolamente el orden de las
magnitudes.”[2] Hoy la pandemia del coronavirus ha despertado en una infinita cantidad de sedicentes
pensadores- lo que confirma que cuando no se puede hacer nada, se habla- que nos asustan con el final de un
ciclo, el comienzo de una nueva era, el fin de una época y el principio de una nueva edad.
Es cierto que la ambición por conocer el futuro es una tendencia natural del hombre, pero es más cierto
aún, que la predicción no nos está permitida. Es una carencia del sujeto que ya fue entendida como un mal
desde los tiempos de Prometeo, pues en la caja de Pandora queda encerrada la elpis, que no es la esperanza
según los traductores vulgares, sino la espera, por algo que aún no tenemos, por una carencia y que nosotros
proponemos entender como prognosis; como conocimiento previo.
En esto de la desmesura en subestimar, frívolamente, el orden de las magnitudes ha caído también grandes
filósofos: Hegel y su visión de Nuestra América; Marx y su fin del capitalismo; nuestro querido de Anquín con
el fin del eón cristiano y tantos otros. Lo que confirma esa vocación por conocer el futuro que posee todo
hombre sin darse cuenta de que es su carencia esencial.
Y si no podemos conocer el futuro, ¿qué podemos conocer? Con esfuerzo, los hechos del pasado y algo del
presente. Pero en esto mismo nos encontramos hoy con que el pasado es manipulado por las ideologías y el
presente por las falsas noticias. Este doble ataque a la conciencia cognoscente la obliga a un doble esfuerzo en
el conocimiento de la verdad.
Aquel que quiera, no tanto hacer filosofía, sino simplemente pensar con cabeza propia, enfrenta este doble
desafío de desmitificar los relatos históricos-ideológicos y descubrir aquello que está debajo de la postverdad
contemporánea. Para ello el método es uno y el mismo para todos: ir a los fenómenos mismos y describirlos de
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la manera más acabada, sin prejuicios ni preconceptos. Sabiendo que los hechos son absolutos y las
interpretaciones relativas.
El intento de describir las cosas y las acciones de los hombres en lo que son, ofrece al sujeto la ventaja de un
anclaje en el ser, lo que lo libera del capricho subjetivo y lo eleva a la verdadera categoría de ánthropos= el que
contempla.
Platón en Cratilo (399 c 1 a 6) se pregunta por la etimología del término hombre: “¿Por qué reciben los
hombres el nombre de ánthropoi? Este nombre de ánthropos significa que los demás animales no observan
ni reflexionan ni examinan (anathrei) nada de lo que ven; en cambio el hombre, al tiempo que ve- y esto
significa opópe- también examina y razona todo lo que ha visto. De aquí que sólo el hombre, entre los
animales, ha recibido correctamente el nombre de ánthropos porque “examina lo que ha visto (anathrón ha
opópe)”.
Todo lo que es y existe busca preservar en su ser y si el sujeto contemporáneo no permanece en su ser, en su
carácter de ánthropos desaparece en las alienantes figuras del homo consumans, cuya razón de ser es
consumir o en la del homo festivus, de Philippe Muray, que festeja la fiesta por la fiesta misma, en una
frivolidad aterradora, borrando su fundamento teológico que es el culto, como lo mostraron Joseph Pieper y
Otto Bollnow, entre otros.
Es que la raíz de la fiesta está en el culto, que también es el principio de la espiritualidad. Este principio nos
enseña que, en ese orden, quien no avanza retrocede. Pues lo que viene del espíritu no viene por sí mismo ni
obra automáticamente, sino que es fruto del trabajo. Hay que tomarlo en la mano como un don y hay que
trabajarlo toda la vida de manera constante. Y así se puede llegar al núcleo del espíritu que se define por la
autoconciencia y la libertad.
El término espíritu proviene del latín spiritus que significa: soplo de aire, aliento, emanación. Los griegos
tenían el vocablo nouV (nous) que se tradujo por mens-mentis = mente, inteligencia, pero también el
de logoV=(lógos). Esta palabra presenta tantos problemas que se han encontrado setenta y dos acepciones
distintas.
El término empleado en las sagradas escrituras fue to pneuma( pneuma) viento leve, hálito. A diferencia
con (nous), más vinculado al mundo del sujeto, (pneuma) posee una connotación cósmica.
Vemos entonces como ya en la aproximación etimológica espíritu quiere significar dos cosas: tanto soplo
vivaz, vigoroso, despierto; como inteligencia, mente o inspiración.
Según la más antigua tradición filosófica, el espíritu es caracterizado como el portador del yo, entendido
este en dos niveles: como yo primordial=Dios y como yo personal. El espíritu fue interpretado, a su vez, como
reflexión, como conocerse a sí mismo. Así el yo primordial, no creador como en la cosmovisión cristiana
posterior, pero sí causa motriz del mundo, fue definido como pensamiento que se piensa a sí mismo; h
nohsiV nohsewV nohsiV = hé nóesis noéseos nóesis)[3]. Mientras que a nivel del yo individual se manifestó
en el precepto del oráculo de Delfos: conócete a ti mismo= gnvsqi seauton= gnosti seautón.
Tenemos así el primer rasgo del espíritu: la conciencia o conocimiento de sí y esto lo logra por la reflexión,
por su capacidad de poder reflejarse= reflexio a sí mismo. Y también lo logra a través de la
especulación speculum = espejo que es la función de la inteligencia=intus legere, cuando ejercita toda su
capacidad: lee adentro, como indica su etimología. Vemos como se imbrican los dos significados de espíritu en
la descripción de su naturaleza y actividad.
El segundo rasgo del espíritu, a nivel del yo primordial, es la libertad, que está implicada originariamente
en la conciencia de sí y la autodeterminación del espíritu. Mientras que a nivel del yo individual va a estar
definida por los actos determinados de querer del individuo, el libre albedrío.
El espíritu definido como portador del yo, (teológicamente definido como: ego sum qui sum) o mejor aún,
cuya centralidad es el Yo, tiene dos rasgos fundamentales: la conciencia de sí y la libertad. Ahora bien, lo
característico del espíritu es que se contrapone al mundo, aun cuando éste es un producto transformado por el
espíritu. En primer lugar, el espíritu rompe con el mundo de los sentidos y desdeña las comidas, las bebidas, lo
erótico. Se opone, estrictamente hablando, no al mundo sino a la mundanidad del mundo, pues: el reino del
espíritu no es de este mundo.
En un segundo momento el espíritu se eleva sobre el mundo, o mejor, sobre su mundanidad. Entra acá a
jugar el concepto de inhabitación= Inhabitatio-onis: morada de Dios por acción del Espíritu Santo en el alma
del justo. San Pablo en carta a los Romanos 8 10-11 afirma: “El que resucitó a Cristo Jesús de entre los muertos
vivificará también vuestros cuerpos mortales por obra de su espíritu que habita en vosotros
(enoikoúntos)” ¿Qué quiere decir San Pablo, que Dios está realmente en nosotros cuando estamos en estado de
gracia y que por ello los cristianos en ese momento estamos divinizados? Experiencia exclusiva de la santidad,
en el momento en que se produce su éxtasis espiritual, luego de haber pasado por la noche oscura según cuenta
San Juan de la Cruz. De ese modo se eleva, se abre a todos los vientos y despega de las cosas del mundo en el
fenómeno de la levitación tomado habitualmente como muestra sensible de santidad.
El espíritu no debe confundirse con el yo individual, pero cuando éste se liga al espíritu se produce el
verdadero desapego de los intereses personales y de las cosas de este mundo, de la mundanidad del mundo.
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Ello explica que históricamente haya sido la ascesis monástica, con sus reglas, la que le ha brindado al hombre
el mejor camino a la vida del espíritu. Todos los otros métodos de acceso a la vida del espíritu son espurios, al
menos si tenemos en cuenta sus frutos. Aun cuando los Beatles busquen en los gurús de la India, que Madonna
lo haga en la Cábala hebrea, que Victoria Ocampo lo busque en Rabindranath Tagore o que los ricachones
occidentales lo hallen en el Dalai Lama, todo esto lo único que muestra, es que también el espíritu se puede
mundanizar y se puede perder. Entre las cosas valiosas que Occidente ha olvidado y el mundo ha perdido, una
de ellas es la ascética católica en su versión medieval. Así los pocos monjes que hay, han quedado reducidos -
merced al turismo cultural- a la exterioridad del canto gregoriano, ignorándose por completo que dicho canto
nace de la mayor y más profunda ascesis monacal. Sin esto por debajo, hasta el canto gregoriano nos ata a los
sentidos y viene a cumplir una función contraria a la propuesta.
¿Hay salida hoy? Sí que hay salida. Que consiste en el esfuerzo constante y permanente del sujeto en
hacerse hombre, sabiendo que de nada le sirve una inteligencia tecnocrática y calculadora sin sabiduría. Solo
así evitará ser transformado en un homúnculo.

[1] Scheler, Max: Metafísica de la libertad, Ed. Nova, Buenos Aires, 1969, p. 189
[2] Op.cit. ut supra, p. 190
[3] Aristóteles: Metafísica 1074 b 33.-
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MOMENTO DE LAS IDEAS


HUGO CHACÓN MÁLAGA*

* Pensador peruano. Miembro de la Sociedad Peruana de Filosofía. Tiene varios libros publicados en torno a la búsqueda de una autentica
visión de nuestra identidad nacional y basado en nuestras raíces propias y originarias. Entre las cuales: Nación andina, El eurocentrismo de
Mariátegui, Vargas y su filiación al tribal Occidente.
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La pandemia del nuevo coronavirus originada en China ha desnudado las carencias de la civilización occidental
y judeocristiana y ha confirmado, una vez más, ser el origen de los profundos desequilibrios sociales,
económicos y ecológicos en la Tierra. El individualismo, eje primordial de la estructura ideológica que la
sostiene, y su objetivación de la naturaleza, se hallan en los fundamentos de esta formación social y económica
que ahora vive su periodo final de dominio. La visible decadencia de esta forma de organización humana debe
ser reemplazada, las formas de esa futura realidad están por definirse. Se vislumbran algunas alternativas
regionales. Los andinos de Bolivia, Ecuador y Perú tienen en sus manos una herencia de pensamiento de
milenaria existencia que debe ser usada en este largo proceso. La recreación de antiguas ideas y pensamientos
es una tarea fundamental en la hora actual. Las líneas siguientes se ocupan del análisis de estas
preocupaciones.

Viejos y decadentes paradigmas


Las sociedades se organizan en torno a pensamientos totalizadores, ideas fuerza, mandamientos, que nos
proporcionan orientación sobre los orígenes, sentido y destino de las sociedades. Lo que pasa desapercibido es
que, detrás de las organizadas formas de entender nuestras vidas se encuentra filosofía; estructuras de
pensamiento que además de construir y sostener civilizaciones, integran sociedades y penetran los espacios de
interpretación de nosotros mismos y del sentido de nuestra existencia en espacios privados y colectivos.
¿Cómo accede el común de las personas a las ideas filosóficas si ellas no han estado nunca al alcance del
común de los humanos? Resulta muy complicado que un feligrés promedio fatigue los textos de los grandes
pensadores antes de poner un pie en la acera por las mañanas. Para mediar entre los altos pensamientos y el
diario quehacer se encuentran la pléyade de divulgadores, administradores y comunicadores. Están extendidos
por todos los confines sociales y son a veces invisibles y, con frecuencia, sutiles e imperceptibles.
Se trata de núcleos familiares, sistemas educativos, medios de comunicación, líderes de cultos religiosos,
textos, arte, literatura, etc. Son ellos proveedores de ideas, nosotros los consumidores. No son grandes eruditos
ni tampoco dominan la totalidad del pensamiento fuente y sus relaciones con la gran variedad de corrientes
filosóficas desarrolladas, pero se apoyan en la gran homogeneidad que poseen en su base los principios
filosóficos que sostienen las civilizaciones. Cumplen con eficiencia la tarea de entregarnos la versión sencilla,
digerida y eficaz de dogmas elaborados por remotos pensadores. El éxito y eficacia que consiguen se mide por
el grado de profundidad e influencia que logran en moldurar la mente y la imaginación de las mayorías sin
necesidad de entregarles el íntegro del pensamiento totalizador. Son eficaces en verdad, a juzgar por las pocas
variaciones que se observa en la uniformidad gris que luce el pensamiento de millares de pupilos egresados de
las maquinarias de educación e instrucción.
Los divulgadores son eficientes en la difusión de ideas como exitosos en la distancia que interponen entre los
básicos principios y el pensamiento sencillo que dispersan. Donde Enmanuel Kant dice: El hombre no es un
medio sino fin de todas nuestras acciones, pero todo lo demás, en suma, la naturaleza, es medio para la acción
del hombre, el mediador señala: es un fin legítimo desecar las cabeceras de cuencas y destruir las lagunas de
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altura que sean necesarias para abrir minería de tajo abierto porque se trata del bienestar de las mayorías
nacionales. Donde el mismo Kant señala: Dame la materia y voy a construir un mundo fuera de él, el
administrador indica: la naturaleza es algo externo a nosotros los humanos, existe para explotarla como
recurso inagotable y porque no es parte de nuestra humanidad, es un objeto distante y extraño a nuestro ser.
Cuando la escuela enseña que la satisfacción de los apetitos personales superan los derechos colectivos es
porque, antes, Martín Heidegger ha pontificado : Trascendencia constituye individualidad. Él mismo subraya
esta idea mencionando: El cuerpo humano es algo esencialmente distinto a un organismo animal, y los medios
de comunicación replican: es necesaria la depredación y extinción de las especies porque beneficia el desarrollo
económico y facilita la ocupación de territorios propiedad de la especie humana. Cuando Karl Popper perorata:
Hay que estar contra lo ya pensado, contra la tradición, de la que no se puede prescindir, pero en la que no se
puede confiar, los trasmisores del conocimiento traducen: el objetivo es rechazar toda vinculación con
experiencias del pasado y tradiciones; nuestro tiempo es infinito y lo que interesa no es lo ejecutado en el
pasado, sino lo que haremos mañana. Sabemos el efecto de esta premisa en el descuido del pasado y presente
de la naturaleza. En la civilización andina esta idea habría ido en contra de todo el ordenamiento social. No hay
manera de cuidar la naturaleza sino es principalmente en el pasado.

Marxismo y otros pensamientos


Contra lo que aún se considera, el pensamiento marxista no es antagónico con los fundamentos civilizatorios
de los que procede, se inserta a plenitud en los tradicionales vectores instaurados por la civilización occidental
y cristiana. Veamos lo que opina Carlos Marx cuando se refiere a un tema de humanidad y cultura. En carta a
Pável Annenkov le señala: La esclavitud directa es un pivote de nuestro industrialismo actual, lo mismo que las
máquinas, el crédito, etc. Sin la esclavitud, no habría algodón, y sin algodón, no habría industria moderna. Es
la esclavitud lo que ha dado valor a las colonias, son las colonias lo que ha creado el comercio mundial, y el
comercio mundial es la condición necesaria de la gran industria mecanizada. Así, antes de la trata de negros,
las colonias no daban al mundo viejo más que unos pocos productos y no cambiaron visiblemente la faz de la
tierra. La esclavitud, es, por tanto, una categoría económica de la más alta importancia. Sin la esclavitud,
Norteamérica, el país más desarrollado, se transformaría en país patriarcal. Si se borra a Norteamérica del
mapa del mundo, tendremos la anarquía, la decadencia absoluta del comercio y de la civilización modernas.
Pero hacer desaparecer la esclavitud equivaldría a borrar a Norteamérica del mapa del mundo. La esclavitud es
una categoría económica y por eso se observa en cada nación desde que el mundo es mundo. Conceptos de este
tipo están estrechamente vinculados al pensamiento instrumental y racional dominante. Como vemos en este
puntual y expresivo ejemplo, tampoco en el campo materialista y dialéctico existe pausa en la explotación de la
naturaleza y del recurso humano; se asimila el desarrollismo sin fin y a la elevación de las condiciones
materiales sostenidas por el capitalismo. En nuestro medio, J. C. Mariátegui, bebió de esta fuente y calificó al
indio como un problema porque no se situaba en la órbita cultural y productiva del pensamiento occidental.
Profesó ideas semejantes en una serie de aspectos que han sido estudiados en otras páginas. (1)
El marxismo no tiene diferencias con el capitalismo en su concepción básica del ser humano ni de la
naturaleza. La doctrina, premunida de ficticia dictadura proletaria, se unió con bríos y determinación a los
planes quinquenales, a las purgas y a zafras imposibles, en aras de llegar más pronto y mejor a ratios más altos
del estajonivismo compitiendo con el taylorismo que hacia su trabajo en el otro ámbito. Ambas concepciones
educadas en la vieja doctrina del pensador británico Francis Bacon que afirmaba: La naturaleza no era una
madre sino una hembra a quien la agresiva inteligencia masculina debía de someter. Es una de las razones por
las que el marxismo no ha logrado responder a los retos que la acuciante e insobornable realidad humana
plantea. Lo que queda de esta corriente política en el Perú son pequeños reductos que abrevan de la agonía
teórica que resta, carente de toda capacidad transformadora.
Tampoco las ideas que surgen de las religiones, que han logrado representación política organizada, poseen
capacidad ni representatividad suficiente para erigirse como conductores hegemonizantes. En los reductos de
la militancia ecológica tampoco se observa capacidad y suficiencia para diseñar imágenes sociales que
sobrepasen el esfuerzo de impedir el cambio climático, la caza de ballenas y la defensa de bosques y especies en
extinción. Detrás de esta elogiable plataforma permanece sin recusación el mismo capitalismo de siempre,
remozado y contrito. El nihilismo radical no nos conduce a ningún lugar deseable, menos el culto anarquismo.
Si observamos el panorama nacional, los partidos criollos, continuadores de las tradiciones invasoras y
virreinales de amparo y defensa de castas y diseños excluyentes, corruptos y depredadores para los intereses de
nuestra patria, después de doscientos años de conducción de nuestra sociedad, nada novedosos ni renovador
pueden aportar. Está probada su esterilidad como constructores de la nación que requerimos, integrada y con
un destino compartido por las mayorías. ¿Y quedan aún los salvadores personales de la patria? Sí, por
supuesto, nunca están ausentes, en todos los espectros del escenario ideológico y político. Nunca dejan de
haber redentores sociales, son recurrentes en nuestra historia. Se consideran predestinados para hacer y
deshacer, ellos solos, criterios políticos organizados y orgánicos. Instalan dificultades en el trabajo de
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construcción colectivo y retrasan el esfuerzo comunal y compartido. Ponen escollos en la marcha, qué duda
cabe, pero no impiden el desarrollo liberador en que están empeñados fuerzas que reciben el mandato popular.

Sociedad de consumo
¿De qué tipo de consumo se trata, solo de bienes materiales? No, consumimos salud, educación,
entretenimiento, deportes, arte, etc. Siempre hay un agente o punto de expendio que nos vende salud en
sustitución de un sistema de salubridad integrado a todas nuestras actividades y con un eficiente servicio
especializado en el tramo final de la actividad; pagamos por diversión y recreación, consumimos deporte, no lo
ejecutamos, y lo hacemos admirando a la distancia el éxito económico y piruetas de inaccesibles sujetos que
nos muestra la ineptitud del sistema para facilitar escenarios y capacidad para hacer deporte por si mismos.
Hay alguien que escribe fantasías literarias para nosotros que somos incapaces de elaborar ideas y escribirlas
porque los programas educativos, y los propios docentes, no están orientados a potenciar las condiciones
creativas en los alumnos y sí para difundir el paporreteo memorístico y leer uno que otro texto de autores
consagrados. En los centros de consumo material nos reconocemos consumidores natos, aquí descubrimos con
facilidad nuestra condición de compradores inacabables. En estos universales shoppings center es más sencillo
percibir el compulsivo afán de comprar, mercar, lucrar, conseguir, lograr, obtener, alcanzar, agenciarse,
procurarse, adueñarse, apropiarse, apoderarse, coger, atrapar, cazar, pescar; la añeja doctrina que concibe al
humano como centro del universo, señor de la “creación” con autoridad, por lo tanto, para actuar bajo su libre
albedrio y disponer a su antojo de todo y de todos. El ser occidental y cristiano, ahora neoliberal, fue antes
saqueador de sociedades “incivilizadas”, también pirómano de ideas laicas o contestarias. No hace más que
recoger y poner en práctica lo aprendido desde los albores civilizatorios. La labor restante la ejecutó la
comunión de las ideas científicas con las religiosas, de considerar que toda transgresión a un orden moral y
ético es superable con arrepentimiento o compra de perdón.
La manzana que le entregan a Adán es, al final de cuentas, otorgarle contexto salvífico a la idea de que es
posible consumir los frutos de la tierra sin cultivarlos, solo tomándolos. En estos intersticios filosóficos e
ideológicos yacen los fundamentos de esta forma de vida, hoy en franca decadencia. Después, el capitalismo
hace del trabajo una mercancía y la transforma en bien transable y promueve que la plusvalía permita al
capitalista expandir el capital y el comercio a los confines del mundo. El propósito de tal “racionalidad” está
encaminada a extraer hierro, carbón, petróleo y oro y diamantes, que permitan el ensanchamiento,
agrandamiento, dilatación, difusión, crecimiento, desarrollo, propagación, dispersión, de la teoría desarrollista
del crecimiento económico ilimitado, cuyo norte inamovible es la creación del confort y la riqueza de los
menos.
El caudal de esta opulencia nunca se ha orientado al mejoramiento de las condiciones de vida de la
humanidad en su conjunto e incluya a quienes no hallan lugar en la espiral de explotación ilimitada de la
naturaleza y de la explotación de otros humanos. A los más les llega las excrecencias de la bonanza privada y de
esta fiesta de extracción-producción-comercio-apropiación de trabajo-destrucción de la Tierra. El engaño feroz
que posee esta doctrina, de milenario y cambiante rostro, es afirmar que cualquiera que se proponga puede
oficiar de acopiador de plusvalía, que no hay barreras para el emprendimiento y que la pobreza es
responsabilidad personal y que la naturaleza es un ser inerte que soporta sin límites su “explotación”. Así
resulta que llegamos a considerarla Recurso Natural y a nosotros Recursos Humanos. Detalle menor, pero
expresivo: ha llegado a tal extremo esta deformación de la realidad que a la sabiduría y experiencia del pueblo
se le llama ahora industrias culturales. Es al final, la infinita naturaleza asumida y ofrecida por sus propietarios
como botín de guerra y a los humanos como productores y consumidores. Sí, humanos que consumimos seres
vivos en mercados que han desarrollado cargas mortales de Coronavirus en sus entrañas, producto de la
perturbación extrema del equilibrio de todos los seres vivos, incluida la Naturaleza.
Esta visión del Ser como un sujeto autorizado a erigirse como amo de otros seres y autorizado a observar a
la Tierra como una entidad inerte y manipulable se halla en el centro de la constitución de la civilización
occidental y judeocristiana que ahora se observa en cuarentena mundial y en decadencia visible.
Las urgencias y realidades planteadas por la pandemia hacen necesario profundizar en la crítica y
recusación a un orden social injusto estructurado en torno a preceptos que han demostrado su incompetencia a
la hora de dotarnos de formas de convivencia que estén a la altura de nuestra condición humana. No es posible
continuar sosteniendo esta Formación Económica carcomida desde sus entrañas. Felizmente la propia
realidad, antes que doctrinas y nuevas visiones, la han dañado a tal extremo que vivimos la liquidación de los
fundamentos organizacionales, sociales, económicos y políticos de una civilización que ha reinado por milenios
bajo distintos rostros: griegos, romanos, bizantinos, holandeses, españoles, británicos y norteamericanos. Lo
podemos observar, está en medio de la etapa final de su prolongada existencia. Pero, cuidado, no está en agonía
aún, le restan bríos y poderío.
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Las inequidades del capitalismo


Desecha la ortodoxa planificación centralizada socialista, desmontado el capitalismo de Estado en la casi
totalidad de países socialistas, se hace ostensible el dominio del pensamiento neoliberal y se instala en las
mentes el criterio de la eficacia de las economías privadas. Se reduce el Estado a su mínima expresión y se
derriban las fronteras arancelarias. Es la hora y el reino de la globalización. Se impone un solo mensaje
ideológico: el progreso no tiene límites y el esfuerzo personal es la única garantía de desarrollo. Del interés
individual se extrae el bienestar social. En todas las latitudes se hacen uso de bienes del más diverso origen y se
impone el de menor costo. Las empresas fabrican elementos de un producto en Singapur y se terminan y
empacan en la India; la disminución notable de los aranceles y los costes diferenciados del pago a la fuerza del
trabajo facilitan el comercio internacional. Se acortan y se privatizan todos los servicios sociales: salud y
educación, básicamente, y los habitantes del globo nos convertimos en francos consumidores. El coste de
desarticular el tejido social, junto a la uniformización de hábitos y costumbres occidentales, golpean con dureza
a sociedades que tienen en su base culturas milenarias: medio oriente, y sud américo, que han defendido por
siglos la conservación de hábitos ancestrales en la configuración de sus sociedades. Se articulan entonces
movimientos radicales orientados a proteger sus tradiciones y cultura. Las sociedades se fragmentan, pequeños
círculos se vinculan por intereses económicos y étnicos, creando la ilusión de integración cuando estas
pequeñas fracciones se encuentran en los centros comerciales cada vez más grandes. Junto a este escenario
social emerge la destrucción, no ya depredación ni maltrato, del medio ambiente, que elimina los naturales
espacios de separación entre vida animal y silvestre con la humana. Desarrollismo pleno, destrucción de la
naturaleza, miseria y hambre para amplios sectores humanos y concentración de la riqueza en pocas manos de
un modo impresionante. El que puede, puede, y el que no, que mire de afuera.
Las cifras son elocuentes para mostrar el mundo en el que vivimos y que muchos prefieren ignorar.
Veamos: alrededor del 80% del dinero que se crea va al 1% más rico de la población global. Ocho individuos
poseen tanta riqueza como la mitad más pobre del planeta. De acuerdo a estimaciones recientes, el 10% de la
población mundial, alrededor de 700 millones de personas, viven con menos de USD 1,90 al día. ¿Puede
argumentarse que esta realidad es natural, racional? Es insostenible afirmar que no es posible modificar esta
realidad como si se tratará de realidades de origen divino cuando es obra de humanos.
Si observamos algunos índices de niveles de vida en el Perú tendremos que la pobreza nacional afecta al
23% de la población que equivale a siete millones de personas, aproximadamente. Alrededor del 22.7% de la
población, poco más de 7 millones de habitantes, consume agua no potable. El 20% de los hogares del área
rural no cuentan con energía eléctrica por red pública en el último trimestre de 2017. Los indicadores
sanitarios muestran que el 14.4% de niños menores de 5 años soportan desnutrición crónica y el 43.5% de
menores de 36 meses.
En datos para Sud América la brecha entre los más ricos y lo que menos tienen ribetes ficcionales: el 10%
más pobre tiene niveles tan bajos de ingresos que alcanza a un escaso 1.3% del total regional,
aproximadamente. Entre tanto, el 10% con ingresos más altos se queda con el 37% del total. Los datos se
tornan aún más extremos cuando se revisa la riqueza y el patrimonio. En 2014, el 10% más rico de la región
acumulaba el 71% de la riqueza y del patrimonio. La concentración era tan radical que, en ese mismo año, el
70% de la población más pobre apenas logró acumular el 10% de la riqueza. Y esta tendencia no se reduce.
Del año 2002 al 2015, la fortuna de los millonarios de América Latina y el Caribe se incrementó al ritmo de
un 21% promedio anual, un crecimiento seis veces superior al del PIB de la región completa -que fue de un
3.5% anual- y un 6% más alto que el crecimiento de la riqueza del resto del mundo. Es decir: una gran parte del
crecimiento económico está siendo capturado por los más ricos, lo que ahonda dramáticamente las brechas de
desigualdad.
Según datos de la CEPAL, la evasión de impuestos sobre la renta personal, corporativa y del IVA le cuesta a
América Latina y el Caribe más de 320.000 millones de dólares al año, es decir, 6,3% del PIB. Esto significa
que los países latinoamericanos pierden más del 50% de sus ingresos por impuestos sobre la renta a
individuos. Muchos de estos recursos van a paraísos fiscales, escondiendo grandes cantidades de capital que
deberían invertirse en mejorar la calidad de vida de la ciudadanía.
Pero hay más. Los multimillonarios latinocaribeños -personas con un patrimonio neto superior a 30
millones de dólares o más- suman 14,805 personas. Su riqueza es equivalente al dinero necesario para eliminar
la pobreza monetaria extrema de Brasil, Colombia, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua y
Perú. En Bolivia la riqueza de las 245 personas multimillonarias es equivalente a 21 veces el gasto público en
salud del país.

Los daños a la Tierra


La Tierra, hogar de todos, está en peligro. El propósito no es la defensa de causas de grupo o de países o
naciones, estamos tratando de la supervivencia de la totalidad de los seres vivos, de todos, sin excepción. Esto
ha convertido su defensa en una causa planetaria de preservación y continuidad de la vida que excede cualquier
interés particular.
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Los daños que le ocasiona a la Tierra, la forma de organización social y de su sistema productivo, es
intolerable. En los últimos cinco siglos esta visión es responsabilidad del modo de producción capitalista,
última expresión económica de la civilización occidental. De esta responsabilidad no se libran regímenes
denominados socialistas. China y EEUU son los países que más toneladas de dióxido de carbono producen.
Observemos algunos datos puntuales de esta destrucción ecológica. La temperatura global ha aumentado
en 1° C entre 1880 y 2015, con las lógicas consecuencias de extinción de especies por todos los confines de la
Tierra. El cambio climático genera fenómenos meteorológicos extremos como huracanes y fuertes lluvias. En la
última década, los desastres naturales causados por el clima dejaron aproximadamente 600 mil muertos. El
95% d ellos en países pobres junto a pérdidas de 520 mil millones de dólares. El 40% de la población mundial
ya tiene problemas de agua. Los cambios en los niveles de precipitación ponen en riesgo su disponibilidad en el
mundo. . En los últimos 100 años el nivel del mar ha subido el doble de lo previsto, incrementándose en 10 a 20
cm. En el Ártico desde 1979 hasta 2014 el área cubierta por hielo se ha reducido en un 40%. Es así que un tercio
de las especies marinas están en riesgo de desaparecer. La acidificación de los océanos disminuye el nivel de Ph
del agua. Desde antes de la revolución industrial hasta los registros tomados en 2012 su valor pasó de 8.179 a
8.104. La causa son los gases invernadero puesto que el océano absorbe un 25 % de dióxido de carbono. Su
disolución en el agua causa su acidificación.
La desnutrición es el mayor impacto del cambio climático. Cada grado centígrado que aumente la
temperatura se producirá una baja del 6% en el rendimiento de los cultivos de trigo del mundo y un 10% en los
cultivos de arroz. Se considere que para el 2030 unos 7. 5 millones de niños presentarán problemas de
crecimiento y 4 millones de ellos tendrán un retraso grave.
Se estima que un 20% de las emisiones de gases invernadero a nivel mundial provienen de la pérdida de
bosques. El ritmo de deforestación avanza a un ritmo de 13 millones de hectáreas cada año, disminuyendo su
capacidad de almacenar toneladas de dióxido de carbono. Un informe del Fondo Mundial para la Naturaleza
revela que si la temperatura de la tierra aumentara en 4.5 grados Celsius con respecto a la era preindustrial que
provocará que un 48% de las especies animales podrían desaparecer.

Pensamiento alternativo, pensamiento comunitario


Frente a esta debacle civilizatoria de Occidente, ¿qué concepciones alternativas tenemos en el espacio nacional
y mundial? Es verificable sin dificultades que hay ausencia de desarrollo teórico que sustente un proyecto de
vida comunal, que potencie las asociaciones de humanos por encima del Ser individual. Gran influencia ha
tenido la derrota sufrida por las doctrinas socialistas y el desprestigio de los socialismos reales y sociedades que
se fundaron bajo sus preceptos teóricos. En el Perú, en particular, no puede ignorarse el efecto de la violencia
vesánica de las hordas senderistas. La derrota ha sido teórica y, en muchas ocasiones, también militar.
En medio de estas dificultades, nosotros los andinos poseemos una alternativa. Entre los peruanos,
ecuatorianos y bolivianos, habita vivo el pensamiento ancestral. No es idea exótica en este espacio. Lo es para
extraños a nuestros territorios y tradiciones, no para los herederos de una cultura que ha construido el tejido
social de estos países. A diferencia de otras civilizaciones aquí se hizo realidad la premisa que el hombre
desarrolla su naturaleza verdadera en la sociedad y su fuerza se mide por la fuerza de la sociedad. La alianza
forjada con nuestra naturaleza no es equiparable en logros sociales y materiales a ninguna otra civilización.
Aquí el humano construyó sociedad sobre un territorio feraz que condicionaba sus frutos a un pacto de
convivencia de respeto y asociación; el compromiso emanaba del mandato de la naturaleza de organizarse en
relaciones colectivas e integrales y de natural consenso y aceptación de todos sus miembros. ¿Fue un paraíso
terrenal?, no, de ninguna manera lo fue, pero las diferencias no comprometían la existencia de cientos de
lenguas y particulares tradiciones que aún ahora se pueden apreciar. Constituyó una feliz conjunción de tiempo
y espacio. El balance esta allí, a la vista de nuestros ojos, como fruto construido a través de miles de años de
ensayos y errores. Sería hasta necio no aceptar que en esa experiencia milenaria se edificó una realidad que
debemos aprovecharla y utilizarla.
¿Se trata de imitar, copiar, establecer coercitivos paraísos imaginarios vivos sólo en las páginas de textos
quiméricos o dogmáticos? No, de ningún modo. Se trata de un cuerpo de pensamiento que se va construyendo
con el concurso de muchos y que se aleja del dogmatismo y el infantilismo. Se trata de una nueva narración
acerca de nosotros, de nuestro pasado y futuro, que seguirá difundiéndose con premura a lo largo y ancho del
territorio andino.
Puntualicemos. ¿Cuáles son, en esta coyuntura de desorientación, desesperanza, los planteamientos que
son necesarios profundizar en esta lucha contra una forma de concebir la sociedad que se hace imprescindible
detener y desterrar como paradigmas de vida?
Primero, reconocer que la pandemia que nos agobia es una brutal respuesta de la naturaleza a su impune e
incontrolada manipulación y explotación.
Segundo, reconocer que esta forma de explotar la naturaleza está íntimamente asociada a una forma de
organización social, económica y política centrada en el ser humano y en sus apetencias individuales sin
límites.
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Tercero, hay que reconocer que las formas de vida, instauradas por la civilización occidental y judeocristiana,
individuales y autárquicas, no son capaces de garantizar con eficacia la supervivencia de la especie humana,
cuando se trata de enfrentar colectivamente las amenazas que asedian las sociedades.
Cuarto, que una de las reservas más importantes de ideas, y de formas humanas de organizar la sociedad, se
encuentra en el pensamiento ancestral, que hace de la naturaleza un ente con vida y propietario de intereses y
derechos que deben ser reconocidos y respetados.
Quinto, que no hay manera de edificar un hogar para todos sino construimos un pensamiento renovado que,
asentado en la milenaria sabiduría ancestral, construya nuevos paradigmas asociativos en donde la vida
comunal sea el eje a partir del cual se organice la sociedad.
Sexto, no es posible ignorar que somos parte de un todo integrado en que cada partícula de materia es parte
de una totalidad orgánica con diversas manifestaciones de vida. Desconocer su funcionamiento, no nos otorga
el derecho de ignorarlo.
Séptimo, las formas asociativas de organización social tienen que derivarse de esta realidad. La naturaleza,
que es vida asociada, nos obliga también a asociarnos en comunidad y vincularnos con otras formas superiores
de vida.
Octavo, quien denomina socialista a esta estructura societal está profundamente equivocado. El socialismo
equivale a producción asociada que convive junto a privada vida social. Se concibe la fabrica como el foco de
socialización, desligada de la sociedad comunal. Se trata de multiplicar humanidad con plena vida comunal no
solo en la usina sino en todo espacio y tiempo humano. No se postula una sociedad de beneficencia y de ayuda
mutua. Se trata también de usar lo actuado por la humanidad y virar la conducción política y social sin
desaprovechar ninguno de los avances logrados hasta aquí por otras sociedades.
Noveno, no se trata de conseguir objetivos en base a voluntades personales y de la acción de desorganizados
seres, se trata de una tarea política y de usar todos los resortes que este compromiso demanda. Organización
política, filosofía, ideología, programa, estrategia y tácticas.
Décimo, se trata de construir poder y no de tomarlo; se trata de crear teoría y práctica nuevas. Se trata de
concebir un instrumento político capaz de conducir estas luchas sociales, económicas y políticas.
Onceavo, la oposición a estas ideas no solo parten de quienes detentan el poder y controlan la imaginación
sino también de pseudos redentores que no faltan en toda época y que ofrecen transformaciones sin partido
político y que actúan a sola firma. Algunos lucen charreteras, otros saco y corbata, pero siempre comparten un
verbo desbordado, populista, altivo y engañoso, al punto de ofrecer cambios idílicos e instantáneos que luego se
desmoronan como un castillo de naipes cuando se agotan sus cuatro sencillas ideas políticas y organizativas.
Doceavo, decimos no a la anarquía del mercado globalizado e instalamos en su lugar el desarrollo local con
rendimientos de pequeña y mediana escala. Orientarnos a satisfacer la demanda local, antes que la exterior.
Treceavo, fortalecer el Estado para construir autosuficiencia alimentaria y dotar de servicios óptimos en salud
y educación. Se trata de edificar un Estado nacional, pluricultural y pluriétnico, que resulte la fuerza más
poderosa para orientar acciones económicas a gran escala.
Catorceavo, nuevo ordenamiento regional y urbano. Como paso primero instalar la capital de la república en
el interior del territorio, en su centro geográfico y andino. Planificar las ciudades, en su concepción y
desarrollo, respetando una relación armónica con la naturaleza. Todo este conjunto de propósitos se vincula a
un nuevo tratamiento a la naturaleza y al sistema de propiedad que la ha convertido en mercancía.

NOTAS
(1) El eurocentrismo de Mariátegui. Calco y copia. Ediciones IIPCIAL. Lima, 2019.
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LA FILOSOFÍA PERUANA Y EL COVID-19


JOSÉ E. CHOCCE*

*Filósofo y escritor peruano. Licenciado en Filosofía por la UNFV y Magister en Docencia Universitaria e Investigación pedagógica por la USP.
Director del Comité Editorial de la Revista de Filosofía "Evohé" desde el 2010. Miembro de la Sociedad Peruana de Filosofía desde el 2019. Sus
temas de investigación son la filosofía peruana y las ideas filosóficas en Latinoamérica. Sus obras publicadas son: Reflexiones sobre la realidad
nacional (2018), Alethéia: ensayos sobre filosofía nacional (2016), El concepto ético primigenio en la filosofía de Ricardo Paredes Vassallo
(2016), El destino de la Civilización. Libro colectivo (2016), Aforismos imprescindibles: Reflexiones sobre la vida y la existencia del hombre
actual y su fallido proyecto civilizatorio (2014), etc. Email: josechocce_1241@hotmail.es
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“Ser radical es atacar el problema por la raíz”


En torno a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel
K. Marx

Hay un fantasma que recorre el mundo, algo putrefacto en la civilización tecnológica, y su síntoma más notorio
en estos días se llama pandemia, el COVID-19.
Del cual surgen muchas preguntas como tales, ¿Cuál es el origen de esta pandemia? o ¿Por qué se dio esta
pandemia?, entre otras; son las interrogantes que la gran mayoría de la población mundial se hace en este
momento. Es verdad también que especialistas en seguridad nacional, políticos, científicos y humanistas ya
podían intuir que había algo malo en el mundo y, simplemente sucedió: La pandemia que ha detenido el
mundo o mejor dicho -lo detiene actualmente-. Tanto que la crisis ya se instaló en nuestras casas, ciudades y
Estados, ahora nos preguntamos y repreguntamos y, comenzamos de nuevo a filosofar, es decir, hacernos
preguntas fundamentales sobre nuestra vida, y nuestra vida en este mundo, simplemente el hombre de a pie, -
ahora- quiere ver un poco más allá de su nariz. Veo que el mundo recién empieza a despertar, piensa en el
futuro desde su casa, en su pequeño confort-hábitat y su estado de alienación ha sido totalmente desnudado
por las redes del poder mundial, el cual ahora les agobia o le genera un estrés existencial, con la cuarentena, en
cómo degrada su existencia, su existir y ve con anonadamiento cómo sus recursos materiales se acaban y cómo
se empobrece cada día más y más, -y no nos preguntemos que nos pasará luego de la pandemia y la crisis
económica que se nos viene- y piensa en su finitud –lo repito-, en su estar en el mundo. Veo también con un
poco de alegría y consternación -pues tuvo que suceder una pandemia para volver a pensar-, que regresa a los
libros, y que Sopa de Wuhan el libro de ensayos filosóficos que se ha publicado en forma digital y gratuita ha
suscitado una conmoción sobre las reflexiones y debates que se plantean en dicho libro y en especial la
polémica entre Slavoj Žižek y el filósofo surcoreano Byung-Chul Han del cual se deriva una serie de
conclusiones y argumentos sobre nuestro futuro y porvenir (1).
Nosotros no somos ajenos a dicha reflexión es por eso que tenemos que aprender de esta crisis ya que es un
imperativo que toda persona debe asumir, y replantearnos nuestra forma de ser y de actuar para con nosotros y
para con el mundo. Considero que hasta aquí todos estamos de acuerdo pero si en verdad debemos evaluar está
crisis, es ahora de señalar que la filosofía en Latinoamérica y en el Perú ha tomado un derrotero distinto sobre
dicha problemática, el cual el mundo debe conocer, de cómo está nuestra situación y cómo nos planteamos la
vida, es decir, de nuestro quehacer filosófico doméstico y creo que el mundo, y en especial Europa –la región
más golpeada por la pandemia- debe por lo menos evaluar nuestras tesis e investigar nuestros argumentos.
La filosofía o el pensamiento reflexivo en el Perú se ha dividido en una polémica universal: Los que
consideran que esta crisis vislumbra en corregir y salvar la humanidad conformado por nuestra modernidad
presente o los optimistas, un par de ejemplos, son los liberales peruanos, entre ellos, nuestro premio nobel
(2010) Mario Vargas Llosa que considera que la crisis sanitaria mundial se produjo o se agravó más por el
sistema político dictatorial de China, y con el cual ratifica el mundo liberal vigente (2). Pero considero con un
pensamiento más profundo a pesar que se sustenta por planteamientos generales pero basado en su repertorio
evaluativo historiográfico de la filosofía peruana y mundial es David Sobrevilla que plantea en reformular la
globalización mediante una transculturación que asimile en forma creadora el acervo cultural de los demás
pueblos de la tierra generando con ello una modernidad heterogénea orgánica y democrática, asumiendo así un
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liberalismo genuino y con un capitalismo con rostro humano (3). Desde la otra orilla, y con un enfoque político
opuesto o del socialismo tenemos a Raymundo Prado R. desde la tradición de la izquierda peruana –sé que hay
otros pensadores, pero con este autor lo considero el representante típico de esta tradición- que la crisis
presente sería una justificación del fracaso del modelo, pero no de la modernidad o los cánones primordiales de
la civilización actual (4).
En cambio, los pensadores que afirman que la Civilización ya feneció o simplemente cayó al abismo, de que
no hay vuelta atrás, los denomino los pesimistas. Y son los que buscan otra alternativa civilizatoria: Juan
Abugattas A. que ya desde inicios del siglo XXI afirmaba que los valores propios que encuadran nuestra
civilización deben cambiar en otra forma de convivencia para con nosotros y el mundo. Su obra es un llamado o
manifiesto al mundo desbocado –el cual todos nosotros pertenecemos- y con especulaciones muy generales y
más o menos argumentativas afirma lo dicho (5). Miguel Polo Santillán desde una óptica de onda ecológica y de
un retorno a la comunidad del hábitat-tierra proveniente del saber de civilizaciones originarias y orientales,
afirma que la crisis sanitaria actual evidencia una crisis de nuestra modernidad y por ello, hace un llamado de
un cambio de otra forma de organización social y sentido de la vida, pero sus argumentos son todavía muy
esquemáticos y que está en camino a desarrollar (6).
Ricardo Paredes Vassallo ya tiene varios libros sobre este tema y reproduce categorías tales como el hombre
actual es un parásito racional y la plaga humana, el cual se deduce que todo ser humano, simplemente por su
pernoctar en la sociedad consumista y decadente es un destructor de la tierra consumado y aquello es algo muy
humano y por lo tanto inevitable, su pesimismo materialista-ontológica genera una antropología neo-cínica. Lo
más dramático de su punto de vista es que afirma que los países ricos de la tierra tomarán –en un tiempo no
muy lejano- medidas draconianas con tal de sobrevivir y proteger su modo de vida, por ello, prescindirán de los
otros, de los demás habitantes de la tierra, sobre todo de los países periféricos y pobres del mundo. Para
Vassallo ya no hay alternativa que podamos aplicar, es algo simplemente inevitable. Sus trabajos son
desiguales, a veces demasiados literarios, pero muchas veces también sólidamente argumentados (7).
Víctor Samuel Rivera, es un pensador nostálgico y denuncia la modernidad –instalada desde el siglo XVIII-
con el rigor académico meritorio y convincente –tomando la metodología hermenéutica vattimiana para ello-.
Afirma en sus escritos, que apostamos por una modernidad libertina y cruel, alejada del mundo cristiano y de
un sentido de la vida trascendente. Lo que vivimos son las consecuencias ontológicas de –ese liberalismo
pútrido y falso- (8).
Pero el más virulento en su acusación y con un pensamiento filosófico propio es Gustavo Flores Quelopana
el cual ya son más de dos décadas donde denuncia sobre el nefasto destino que le depara a ese hombre anético
cuya mentalidad moderna convierte al hombre en una criatura sin absoluto, o alejado de lo trascendente y lo
divino, el cual ha creado la sociedad luciferina, y que ha hecho todo lo posible por servir al dueño de este
sistema de cosas –el opositor de Dios-, y nuestra cultura manifiesta es aquel engendro nihilista de nuestra
mundanidad vana y dominante. Sus trabajos se expresan en ensayos y argumentos netamente filosóficos (9)
(10) (11) (12) y (13).
Cabe mencionar que para estos autores el hombre actual al ser decadente es un ser enajenado total y que no
va a reaccionar hasta que este inmerso totalmente en la crisis y no pueda salir de ella. Para V. S. Rivera es
demencial la modernidad impuesta (14). Para R. Paredes Vassallo el hombre es un producto hueco
deshumanizado, el hombre transformado en un homúnculo denominado parásito racional –totalmente
estúpido el cual es irresponsable de sus actos- (15). Y para G. Flores Quelopana es un hombre anético –ya no es
alienado, el cual podía darse cuenta de su degeneración y salir de su situación límite- sino que ahora su
condición es peor que aquello, él está ahora cosificado, es decir, no puede ver la prisión transparente en la que
se encuentra inmerso (16).
Podemos concluir que estamos viviendo un hito en la historia de la humanidad actual, y en forma global o
cosmopolita, es el inicio de algo totalmente nuevo en el sentido histórico y político del asunto y, generado por
una crisis sanitaria mundial, pues nunca una pandemia había afectado a casi todos los países de la tierra, a
pesar de que aun hasta la fecha su mortandad no es abrumadora, pero si es terrible, ya sea en Ecuador, USA,
Italia o Perú. También se puede observar que estas medidas de sanidad han sido totalmente politizadas, es
decir, ha habido un componente político muy fuerte en los gobiernos, entre los encuentros y desencuentros de
los grupos de poder en el mundo, entre los países más ricos de la tierra. Vemos también como las
megacorporaciones se posesionan en el mundo y se habla desde políticas de darwinismo social o de
reingeniería social para poder controlar la pandemia, es así que florece las teorías conspirativas, no puedo
saber si toda teoría conspirativa es fake news, pero por lo menos ahora la humanidad entera ha comenzado a
girar su óptica de su realidad local por una realidad mundial, y ese hecho es un hecho muy importante, -aun
creo que el hombre es un ser alienado el cual se puede liberar: o la pureza del poder se muestra en su rostro-
(17). Sin darse cuenta lee en internet y ve documentales en YouTube, -con ello una nueva realidad social o real-
politik se germina-, todas esas historias o cuentos –claro también podemos suponer por un momento que toda
teoría conspirativa es necesariamente falsa y por lo tanto son solo videos de puro entretenimiento así que mi
argumento sería ilógico,- sobre élites, sectas y sociedades secretas que se aglutinan para dominar la tierra, y
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con ello, ha podido entender –aunque sea un poquito- que la democracia liberal no solo confluye las redes de
poder de democracia –esa democracia virtual- de ejercicio electoral por partidos políticos potables, de grupos
de poder económicos y su influencia en el escenario político local sino que existen poderes invisibles o detrás
del poder que mueven la madeja de la política y la sociedad tras bambalinas (18) y (19). Yo veo un cambio en
las relaciones humanas de poder en el mundo, las élites mundiales se han aglutinado –en su mayoría- en una
sola fuerza y que hay países y gobiernos que no quieren subyugarse a esas élites aglutinadas. En la filosofía del
poder (20) el cual postulo evalúo y pienso que lo que estamos viviendo ahora con la pandemia no es casual o
netamente generado por problemas de contaminación o de cambio climático. En esta pandemia, hay toda una
coyuntura detrás, que no viene al detalle investigarlo aquí. Solo quise desentrañar un poco lo que vivimos. El
mundo ha cambiado, será para bien o para mal, eso lo sabremos pues dentro de poco.

Notas
1. VV/AA. (2020). Sopa de Wuhan: Pensamiento contemporáneo en tiempos de pandemias. Editorial: ASPO Aislamiento
Social Preventivo y Obligatorio. Primera Edición. Recuperado de
file:///C:/Users/user/Desktop/MIS%20LIBROS%202020/Sopa%20de%20Wuhan%20ASPO.pdf.pdf
2. Vargas, M. (2020). ¿Regreso al Medioevo? El país. 15-03-2020. Recuperado de
file:///elpais.com/elpais/2020/03/13/opinion/1584090161_414543.html
3. Sobrevilla, D. Filosofía y globalización. Recuperado de
file:///C:/Users/user/Desktop/ARCHIVO%20DSA.%202020/Filosofia%20y%20globalizacion.pdf
4. Prado, R. (2007). El Marxismo de Mariátegui. Lima: Editorial Mantaro.
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6. Polo, M. Un virus vuelto viral: pensar sistémico en tiempos de pandemia. Recuperado de
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7. Paredes, R. (2009). Filosofía de la Destrucción humana de la Tierra. Lima: Editorial de Pies de Plomo. Primera edición.
8. VV/AA. (2009). Ontología del declinar: Diálogos con la hermenéutica nihilista de Gianni Vattimo. Buenos Aires:
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11. __________ (2007). La hermenéutica posmoderna del hombre sin absolutos: Cabalística de la inmanencia sin
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12. ____________ (2012). Filosofía de la Tecnociencia: Critica de la razón cosificante en la civilización técnica, el
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13. ____________ (2018). Ética, valor y virtud ante la modernidad nihilista: Sin revolución metafísica no hay
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14. Rivera, V. (2006). La demencia de la Modernidad y otros ensayos posmodernos. Lima: Fondo Editorial IIPCIAL.
15. Paredes, R. (2008). La Plaga Humana. Lima: Editorial Pies de Plomo. Primera edición.
16. Flores, G. (2010) [2004]. El imperio postmoderno del hombre anético. Lima: Fondo Editorial IIPCIAL.
17. Véase mi trabajo: Chocce, J. (2016). Aletheia: Ensayos sobre filosofía nacional. Lima: Gaviota Azul Editores.
18. Bobbio, N. (1992). [1984]. El futuro de la democracia. México: Fondo de Cultura Económica.
19. Flores, G. (2013). La Civilización contra lo Humano. Lima: Fondo Editorial IIPCIAL.
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PANDEMIA, EL COVID-19
RICARDO ESPINOZA LOLAS*

* Filósofo y escritor chileno. Doctor en Filosofía por la Universidad Autónoma de Madrid y Catedrático de Historia de la Filosofía
Contemporánea de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Es miembro del Center for Philosophy and Critical Thought de
Goldsmiths. University of London. Sociedad Peruana de Filosofía entre otras. Tiene varios libros y artículos publicados. Su obra articula el
pensamiento de G.W.F. Hegel con la Teoría Crítica actual imbricada con la fenomenología de X. Zubiri y el pensamiento estético creativo de F.
Nietzsche. Miembro de la Sociedad Peruana de Filosofía.
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(CONVERSACIONES CON RICARDO ESPINOZA LOLAS)


Este artículo surge a raíz del reciente encuentro virtual que tuvimos en la Sociedad Peruana de Filosofía, a
la cual tengo el regalo y la alegría de pertenecer, con una sugerente e interesante exposición del reconocido
filósofo chileno Ricardo Espinoza Lolas. El profesor Espinoza, Catedrático de la Pontificia Universidad Católica
de Valparaíso, hizo una exposición filosófica, ética y social en relación con los tiempos de pandemias que
actualmente padecemos. Fruto de el mismo, recogiendo diversas cuestiones y realidades que fue planteando,
voy de forma personal y propia a exponer lo que pienso sobre dichas cuestiones. Tratando de seguir y
transmitir una serie de claves o puntos, que se encuentran en los más valioso de la filosofía contemporánea y
actual en dialogo con la teología y la fe católica.
Y es que este estado de pandemia global, entre otras cosas, ha provocado la reflexión filosófica, ética y social
o teológica, lo cual es agradecer por mostrarse así una filosofía y teología encarnada e historizada en la
realidad. Esta es una primera clave filosófica y teológica que hay que señalar: la historia o realidad histórica
como criterio hermenéutico para una filosofía y ética concreta, real y transformadora-liberadora. La pandemia,
junto a sus causas o consecuencias, se comprende adecuadamente en su marco histórico y social, con la
historizacion de dichos factores y efectos de esta crisis vírica.
Analistas, pensadores y el mismo Papa Francisco nos ha mostrado como la pandemia se encuentra
relacionada con la destrucción humana, social y ecológica que perpetra el actual modelo tecnocrático,
economicista depredador y antisostenible con sus ideologías neoliberales, capitalistas y colectivistas. Y es que,
en otra clave fundamental de la filosofía y la ética, todo aquello, cualquier realidad y sistema e ideología, que no
respete ni promueva la vida en todas sus fases, dimensiones y formas: va en contra de la ética, de la justicia y
humanización. De esta forma, este principio critico-ético como es la vida debe orientar a todo pensamiento,
cultura, relación, estructura u ordenamiento. Evidentemente, si historizamos hoy este principio-vida, u otros
valores esenciales como la justicia social y el bien común o la opción por los pobres, verificamos (con esa
verdad real e histórica) que dicho modelo actual no trae vida ni felicidad, no respeta la dignidad de las personas
y de los pueblos, no hace justicia al grito de los pobres ni al clamor de la tierra.
De ahí que, en este sentido, tenemos otra clave filosófica y ética esencial como es la alteridad solidaria, la
responsabilidad moral y social ante los otros, el Otro y el nosotros. Los otros y el Otro nos constituyen en
nuestra realización humana, moral y social. Como ser de realidades, estamos religados e implantados en el
vigor de lo real, co (n)-vertidos hacia esos otros. El des-orden y sistema injusto actual, con sus ideologizaciones
o relativismos éticos ante estos principios y valores solidarios de justicia con la vida de los otros, no respeta ni
cuida esta alteridad solidaria. Empobrece, oprime, explota y excluye a esos otros como son los trabajadores, la
infancia, las mujeres, los mayores, campesinos, indígenas, los pobres de la tierra….
Si historizamos estos principios de la vida y la alteridad solidaria, comprendemos claramente que no afecta
por igual esta crisis, ni ninguna otra, a los más ricos que a los pobres. No son iguales, como nos enseñan
asimismo las mismas ciencias sociales, los lugares donde se tienen las condiciones básicas e históricas para la
vida o si, al contrario, lo que impera es el hambre, la miseria, el empobrecimiento masivo y unas condiciones de
todo tipo precarias e infrahumanas.
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Esta condiciones humanas, sociales e históricas, que constituyen el bien común en el desarrollo humano y
solidario e integral de las personas o los pueblos, en esta pandemia se han revelado una vez más decisivas, para
afrontar y cuidar todas estas vidas vulnerables, dañadas y descartadas. Por ejemplo, se manifiesta nítidamente
la importancia e imprescindible de los derechos humanos y sociales como son la universalidad y calidad de la
sanidad, la vivienda, el trabajo o una renta vital y que, con sus carencias, la crisis pandémica o cualquier otra
situación complicada se vuelve mortal de necesidad, causa muerte y destrucción masiva.
En medio de todo ello, resurge de nuevo las cuestiones del sufrimiento, el mal, las víctimas, la muerte, la
teodicea y Dios, volviendo pues otra vez a la mirada a la perspectiva critica. Esa "memoria passinonis" de la
com-pasión solidaria y la justicia con las víctimas. Y es que el pensamiento que no se decapita nos abre a la
trascendencia y esperanza de que el sufrimiento, condición de verdad, la injusticia de las víctimas, el mal y la
muerte: no tengan la última palabra; sino la vida y la felicidad realizada, plena y eterna, la tierra y los cielos
nuevos.
La fe cristiana y católica, sin olvidar el principio u origen que es vital para reconocer y agradecer el don
(vida) de los otros y del Otro (Dios mismo), se encuentra transida en este mismo inicio de futuro, de verdadera
utopía, trascendencia y esperanza en el Dios de la vida. Tal como ser revela de forma culminante en Cristo
Crucificado-Resucitado, que sigue presente en los crucificados por el mal e injusticia de la historia y en los
pobres de la tierra, clamando con su Espíritu de Vida en los gemidos de toda la tierra (creación), que anhela la
liberación plena e integral en este Dios de la Vida.
Frente a este mal e injusticia, que como la pandemia nos acecha y daña, se tergiversa la verdadera imagen
de Dios, queriéndolo presentar como un ser furioso que, en forma de castigo vengativo, manda y justifica el
mal. No es ese el Dios que nos revela Jesús en su Evangelio del Reino de vida, gratuidad, amor y perdón hacia
todos, hasta en la misma cruz, incluso hacia los que hacen el mal, los enemigos y verdugos. En Jesús se ha
revelado el Dios anti-mal, que siempre sirve y se compromete para liberarnos del sufrimiento, la opresión, de
toda esclavitud, maldad y muerte.
Como enseña y deja claro Benedicto XVI, “frente a la fácil conclusión de considerar el mal como un efecto
del castigo divino, Jesús presenta la imagen verdadera de Dios, que es bueno y no puede querer el mal, y
poniendo en guardia sobre el hecho de pensar que las desventuras sean el efecto inmediato de las culpas
personales de quien las sufre, afirma: "¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que todos los demás
galileos, porque han padecido estas cosas? No, os lo aseguro; y si no os convertís, todos pereceréis del mismo
modo" (Lc 13, 2-3)... Frente al pecado, Dios se revela lleno de misericordia y no deja de exhortar para que se
evite el mal, se crezcan en su amor… Dios quiere siempre y solamente el bien de sus hijos” (Angelus, 7 de marzo
del 2000).
Y es que al principio era el Logos, Dios mismo, la Palabra de Amor y Vida que, encarnándose en Jesús, con
su luz ilumina y vivifica a todo el mundo, para que tengan vida y vida en abundancia, liberando de todo
sufrimiento, muerte e injusticia como nos enseña el prólogo y teología del Evangelio de Juan. En este Logo,
Palabra de Vida, queremos seguir promoviendo formas y modelos de vida en el cuidado, solidaridad y justicia
hacia los otros, cooperativas en ese compartir solidariamente la vida, los bienes y acción por la justicia con los
pobres de la tierra; frente al individualismo posesivo e insolidario con sus ídolos de la riqueza-ser rico, del
tener, poder y violencia. La regulación ética-política, por parte del estado y (en especial) del protagonismo de la
sociedad civil, sobre el mercado, la economía, el comercio, las finanzas y el trabajo para que sirvan a las
necesidades, capacidades y vida de las personas y los pueblos. Todo ello en el horizonte del bien común
universal, la justicia social global, el desarrollo humano y la ecología integral, tanto a nivel local como mundial.
Un buen vivir en esa comunión y armonía con uno mismo, con los otros en la justicia con los pobres, con la
hermana tierra promoviendo la ecología integral y con Dios. Estilos de vida sobrios, austeros y de
decrecimiento. Es la epistemología del sur con la sabiduría moral y espiritual de los pobres, de los pueblos
latinoamericanos e indígenas que, con sus espiritualidades y religiosidades populares, suponen una crítica de-
colonial a toda nuestra civilización consumista, capitalista hedonista e individualista.
Es cierto que el coronavirus puede y está sacando lo peor del ser humano y de los pueblos, con dicho
individualismo posesivo e insolidario, reforzando los modelos neoliberales, capitalistas y colectivistas que
potencian el dominio, las desigualdades e injusticias. Por ejemplo, centrados en lo nuestro (nuestra crisis
vírica), dando la espalda y olvidándonos de los grandes problemas e injusticias globales de los otros u pobres
como el hambre, la miseria, la migración, la violencia, las guerras o las injusticias laborales que se acrecientan
conjunta y mutuamente con la pandemia.
Mas también es cierto que, como estamos viendo, las personas pueden sacar lo más valioso de sus
potencialidades y capacidades, para humanizar u orientar ética y solidariamente las nuevas tecnologías, la
economía, la política o la cultura. La realidad histórica está abierta, en sus dinamismos de libertad,
capacitación, posibilitación y trascendencia. En esta esperanza trascendente y fe, junto a la ética de la vida y la
alteridad solidaria, se puede seguir suscitando el que las personas, los pueblos y los pobres sean los sujetos
transformadores y liberadores que, cual mayéutica histórica como partera, siguen alumbrando la (y con la) vida
en una real filosofía de la natalidad. 27-04-2020.
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PANDEMIA, CIVILIZACIÓN
Y METAFISICA
GUSTAVO FLORES QUELOPANA*

* Filósofo y escritor peruano. Realizó estudios de filosofía en la UNMSM. Ex presidente de la Sociedad Peruana de Filosofía. Conferencista a
nivel Internacional y Nacional. Tiene innumerables obras publicadas en torno a la crisis civilizatoria de nuestro tiempo, el hombre anético, el
pensamiento mitocrático, etc.
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En la presente pandemia muchos piensan que el debate debe girar en torno al capitalismo y la pandemia. Pero
con ello no advierten que la crisis es civilizatoria y siembran falsas esperanzas en que eliminando el capitalismo
se salva la civilización. Más, la enfermedad es civilizatoria y el capitalismo es apenas una de sus gangrenas.
A cada época y civilización le corresponden sus propias epidemias y pandemias. Bajo la actual pandemia del
coronavirus la humanidad luce desconcertada tanto por su origen como por sus consecuencias. Pululan
hipótesis que tratan de explicar lo que nos sucede planetariamente. Se han esgrimido desde oscuras causas
ecológicas hasta infames actos bioterroristas. En esas especulaciones incluso es posible pensar en un ataque de
falsa bandera de origen saudí para remecer las economías de Occidente y provocar la peor recesión económica
desde la Segunda Guerra Mundial. Aquí no trataremos de enumerarlas ni de polemizar con ellas, sino
simplemente de reflexionar sobre algunos puntos controvertibles.
¿Si el virus covid-19 salió de un laboratorio biológico de China o de EEUU entonces por qué se ensaña tanto
con su población? Incluso líderes mundiales, como el primer ministro británico Boris Johnson, han sido
afectados. Sin embargo, el covid-19 ha demostrado ser letal para ancianos y personas con enfermedades
preexistentes. O sea, que perfeccionada por una mente maligna es el arma perfecta para implementar una
eugenesia virológica. Justo lo que se le imputa al siniestro Club Bilderberg, al Darpa y al Pentágono. Existen
indicios muy razonables para pensar que el coronavirus sería un arma biológica usada por los EE. UU.
contra su competidor comercial China. Nada demencial si recordamos el ataque hacia Cuba con el dengue. En
otras palabras, nuestra civilización tecnológica representada por el imperio satanocrático de los EE. UU. no
tiene la altura moral para controlarse. Vivimos un claro signo se los tiempos de decadencia generalizada. Ello
se demuestra a través de la existencia de laboratorios militares para la guerra biológica. Esta civilización ha
extraviado por completo el sentido de la vida.
Por lo pronto no era un secreto para nadie que los países del Primer Mundo se enfrentan a una inminente
crisis para el pago de jubilaciones y demás cargas sociales. Así, los intentos de elevar la edad de jubilación por
el presidente francés Macron son un triste ejemplo de ello. Todo haría pensar que para el capitalismo
neoliberal imperante es el medio adecuado para propinar el tiro de gracia al desvencijado capitalismo de
bienestar. Pero lo hace fuera de contexto político, dado que Trump representa un giro hacia un capitalismo
nacional y proteccionista –de dudosa duración-, que desmonta el capitalismo especulativo del casino global. No
obstante, esto es pisar las arenas movedizas de las morbosas teorías conspiranoicas.
Por su parte, los países emergentes con sus precarios sistemas de salud y para evitar las calamitosas cifras
de muertos de los 13 mil en Italia y 11 mil de España, optaron por draconianas medidas de cuarentena para
contener la propagación de la enfermedad. La consecuencia más notoria ha sido mantener a raya la
propagación letal de la enfermedad, pero también salió a la luz el alto índice de anomia. La dificultad para
acatar y obedecer las normas es fruto de la imperante injusticia social y de la desigual distribución de la riqueza
social. La pobreza genera perturbaciones psicológicas de origen social, Y la salud mental es pobremente
atendida en los países emergentes. Justamente ello ha salido a la luz con la cuarentena en los países
emergentes. Obviamente que también ha habido desobediencia civil en los países del Primer Mundo. La
sospecha de su incremento hizo que la venta de armas a civiles se disparara en los EEUU a dos millones de
unidades en tan solo una semana.
La Universidad de Hamburgo indica que el coronavirus en dos meses causó 14 mil víctimas -en tres meses
del 2020 ya van 70 mil muertos- mientras que el resfriado común ocasionó 80 mil, la malaria 180 mil, el
suicidio 160 mil, los accidentes de tráfico 193 mil, el VIH 240 mil, el alcohol 358 mil, el fumar 716 mil, el cáncer
1 millón 177 mil muertes. O sea, la letalidad del coronavirus es muy inferior y sin embargo, la histeria colectiva
cunde y paraliza el planeta entero. Aunque ya van más de 1 millón de infectados en todo el planeta.
¿Cómo se corresponde la presente pandemia con la nihilista y hedonista civilización instrumental actual?
Nuestro tiempo está profundamente enfermo de increencia, escepticismo e irracionalismo. El anti-humanismo
y neobrutalismo impera por doquier. Nuestra verdadera enfermedad es más honda, es espiritual, pero tampoco
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se encuentra exenta de su expresión material y corporal. Cada civilización con sus avances y retrocesos provoca
mutaciones virales desconocidas hasta que se manifiestan.
Hemos ido muy lejos en la trasformación material del planeta hasta el límite de convertir el Antropoceno en
un antropocidio y ecocidio. Es más que probable que el covid-19 sea resultado de una civilización tecnológica
que ha llevado al paroxismo la voluntad de poder. No respetar a la Naturaleza ni al Hombre mismo es un
poderoso factor en el debilitamiento del sentido moral, la desintegración del sentido de la vida y la
potenciación de nuevos virus. La pandemia del coronavirus sería el fracaso de la modernidad subjetivista,
egocéntrica y solipsista. No hay verdad extrahumana, sólo hay voluntad de verdad en la descalabrada
posmodernidad. El oscuro triunfo del para mí y la renuncia-olvido del ser es el fundamento metafísico sobre el
cual giran los males de nuestro tiempo.
En ese sentido no se trata solamente de que el modelo económico neoliberal está llegando a su fin. No
decimos que es el fin del capitalismo. Pero el mundo ya no puede seguir siendo visto como un escaparate, ni la
economía como un casino global. Tampoco se trata solamente de un símbolo de la degradación de la naturaleza
por la acción humana. Es acuoso y de poco sirve señalar que ha llegado el momento de cambiar nuestros
patrones mentales si no somos conscientes de la jaula inmanentista que nos agobia. Pues hay algo más grave
que no se quiere ver, aunque todos lo presienten. Y es que la civilización tecnológica muestra signos
inequívocos de colapso.
Es decir, se quiere salvar a una civilización en estado terminal. Lo cual es comprensible, aunque
cuestionable. La eutanasia histórica tampoco es inevitable. Pero las civilizaciones no son inmortales, deben
morir, para dar paso a otros momentos de la historia. Y la nuestra no es la excepción. China es el reverso de la
moneda de EEUU. Por ello no representa ninguna salvación. Mantiene incólume la misma lógica instrumental,
secularizada e inmanentista. Es por ello que la presente civilización finisecular no es capaz de emprender
ningún giro copernicano de sus bases metafísicas para salvarse. Está encenegada en su charco sepulcral y se
debe dejar espacio para sus exequias.
Pensar que la presente civilización no tiene salvación no equivale a asumir una postura pesimista. Y no lo es
porque tras el chubasco vendrá la aurora. Aurora que supone transitar primero por la barbarie, tras lo cual
emergerá una nueva cultura. La espiritualidad de Occidente ha sido una aventura del ser. Su superación será la
aventura por el Bien Absoluto. Y es así porque en la Trascendencia no hay separación entre lo ontológico y lo
ético. Y todo ello se dará –sin exclusión de la verdad revelada- siempre y cuando la enconada lucha geopolítica
entre las potencias no concluya en un exterminio nuclear.
La pandemia no doblegará el estilo de vida de las grandes metrópolis que despersonalizan al individuo y al
mismo tiempo engendra un gran deseo de distinguirse. Por el contrario, ahondará la indiferencia, hará la
relación humana más superficial. El estilo de vida de las grandes megalópolis, donde la libertad es muy grande
y el conformismo muy profundo, reducirá aún más el alma estrechándola en su existencia material. La presente
pandemia del covid sobreviene precisamente en la curva decadente de la vida moderna. La pandemia no
resucitará una vuelta a los valores. Al contrario, al extender la miseria fortalece la esencia del dinero como
negación de todo valor.
La civilización actual que destruye la naturaleza ha sido logocrática, al estar atenta a lo objetivo ha
descuidado lo subjetivo y lo cualitativo, lo no medible y calculable, y aunque la razón científica en la presente
fase neotécnica de nuestra civilización ya comenzó a girar hacia lo no mecánico y a estar más atenta a lo
cualitativo, orgánico y vital, sin embargo, la hora histórica le queda demasiado corta, sobre todo porque las
decisiones van más allá del ámbito científico-técnico e involucra lo político. En este sentido, la civilización
logocrática deberá emprender velozmente su aproximación a criterios mitocráticos para sobrevivir. De
cualquier manera, si ahora no lo hace será esa la lección que le legue a la civilización venidera, que sin duda
será más religiosa y piadosa que la descreída y pragmática y anética civilización actual.
La principal lección que nos deja esta pandemia es que lo decisivo no es el aumento del poder técnico del
hombre sobre la naturaleza sino en saber dominarlo. Las diversas etapas del progreso técnico representan el
aumento del poder del hombre sobre la naturaleza. Ese poder humano ha crecido de modo incontenible como
poder técnico basado en la ciencia. Ha llegado a su pináculo en la Edad Moderna. Pero al mismo se ha
quebrantado la confianza en ella. Dicho poder se revela problemático, falso, amenazante, destructivo y
peligroso. Sentimiento que señala el final de una época y el comienzo de otra. En la nueva época lo decisivo será
no el aumento del poder sobre la naturaleza sino en saber controlarlo y dominarlo.

Salamanca, 03 abril 2020


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REFLEXIONES ENTORNO AL COVID-19


FRANCISCO TOMÁS GONZALEZ CABAÑAS *

* Filósofo y escritor argentino. Publicó su primera Novela “El Macabro Fundamento” en el año 1999. Fundó el movimiento Artístico-Literario
“Anarconihilismo” y la revista del mismo nombre (año 2000). Fundó (2005) y dirige la revista gráfica y agencia de
noticias: www.comunaslitoral.com.ar Publica su segundo libro “El hijo del Pecado” Editorial Moglia. Octubre de 2013. Publica su tercer libro:
“El voto compensatorio”. Ediciones Académicas Españolas. Alemania. Agosto de 2015. Publica su cuarto libro “La Democracia Incierta”,
Editorial SB. Junio de 2015. Quinto libro, septiembre de 2016 ·"El acabo democrático", editorial Apeiron, Madrid. Sexto libro, "La democracia
africanizada" Editorial Camelot. México. Fundó y dirige el centro de estudios políticos y sociales "Desiderio
Sosa". https://desideriososa.wordpress.com Director de relaciones institucionales de la agencia literaria y editorial “Kolaval”
Hispanoamérica. Correo electrónico: franciscotgc@gmaill.com
Twitter: @frantomas30
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¿A qué afecta principalmente el coronavirus?


El poder darnos cuenta de que ataca principalmente al sistema en que injustamente habitábamos, nos dará la
pauta de su capacidad de daño y el alcance de las consecuencias que arrastraremos en el caso de que
sobrevivamos a este nuevo desafío que se nos presenta como especie.
En caso de que continuemos indagando en el fenómeno de superficie, en el síntoma, en la manifestación
epitelial, seguiremos detrás de los efectos, y sin poder responder a todas y cada una de las consecuencias en que
nos habrá afectado, sobre todo, en el cuerpo social.
Esta es la primera de las observaciones imprescindibles que la hora nos impone. La amenaza es general,
global, no sólo porque se trata de una pandemia, sino porque afecta, principalmente, al pulmón del otro como
significante amo. El espejo, como estadio y como objeto, nos devuelve precisamente, el número de infectados,
la idea de ya estar enfermos, pese a aún no estarlo. De esta manera se detona, lenta y progresivamente, el lazo
social construido desde hace doscientos años a esta parte. Nos dirá Jacques-Alain Miller: “La relación del
semejante con el semejante, la relación entre dos términos que sólo tienen entre ellos una diferencia numérica
implica que son equivalentes en cuanto a su contenido, que hay uno y otro, y no uno sólo” (La utilidad directa).
En esta narración, institutiva del ego moderno, se afianzó y sostuvo la democracia, como principio rector y
metodológico de la política, la semejanza, la equivalencia, la igualdad y lo numérico, como valores primordiales
que siempre se resuelven en lo electoral, en las votaciones, en la acumulación de voluntades que tendrán unos
sobre otros, para legitimar un sistema que propicia una igualdad aspiracional, de expectativas o imposible,
dado que promueve en verdad, la disputa por escalar en la pirámide de quién acumule mayor cantidad de
necesidades simbólicas de los otros, que se traduce en dinero o bienes deseables, o intercambiables, hasta el
infinito, en una suerte de repetición del goce perverso que pulveriza la posibilidad del humano como tal.
El virus que se replica, previa invasión al sistema inmune, disfrazándose de conocido o amigo, cautivando al
cuerpo a atacar (como un político en campaña electoral), genera al unísono (como el totalitarismo democrático
o que no exista otra manera de administrar lo público o regir lo político) la demanda, al sistema, en este caso
sanitario, de todos y cada uno de los países en donde existe (casi todos los reconocidos) por tanto, muta y
lástima en verdad, con mayor severidad al cuerpo social, al “Leviatán” moderno, al sistema.
Les comunica de la implosión en todos los órdenes, en su lógica a la que no podemos conocer, dado que no
tenemos episteme para ello, porque el mismo sistema imperante nos prometió tal cuestión gnoseológica, es
decir que conocía, sabía y deducía todos los fenómenos que se originaban en nuestro planeta por tanto está es
la razón obvia pero no por ello estrepitosa de su fracaso de no poder prever, ni anticiparse, mediante vacuna o
remedio efectivo actuante como para sostener lo que el virus, viene a socavar, sin que sepamos finalmente si
tiene alguna otra ulterioridad, dado que como expresamos desconocemos, y no tenemos elementos, como para
conceptualizar sus acciones y “razones”.
Los afectados reales, o familiares directos de los mismos, aislados, es decir repotenciados en nuestros
egoísmos (se nos dice que la mejor forma de vivir es precisamente sin vínculo de tacto o contacto físico con el
otro), alterados en nuestras rutinas impuestas por los dispositivos de control que nos forjaron y nos
controlaron a sus ritmos y semejanzas, hoy nos dicen que no funcionan, que no tienen respuestas, que debemos
aferrarnos a la suerte o a la fe que podamos prodigar para no necesitar de un respirador, dado que no hay ni
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habrá suficientes, por parte de tal sistema que caerá indefectiblemente, cuando los cuerpos se amontonen por
doquier en el grito desesperado de las demandas que no serán contempladas, ni escuchadas.
Este es el peor escenario, que vislumbran los gerenciadores del sistema. No les preocupa tanto lo real, ni lo
simbólico, sino lo imaginario. En varios lugares, miles, por no decir millones de ciudadanos, que, habiendo
creído todas sus vidas, en las certezas y seguridades de un sistema, de exclusión e injusto, tengan que despedir
a distancia a sus seres queridos (ni la honra o dignidad de la sepultura y el último adiós permite el virus) sin
que exista alguna variante o parámetro para evitarlo. El sistema muestra su pantagruélica debilidad. Por esta
misma razón, se activó el protocolo de última resistencia o final. La responsabilidad, nuevamente, es del
poblador, de la multitud, la transferencia del poder es manifiesta. Los gerenciadores, al ver que la pierden, que
se les escurre, nos la tiran, nos la expulsan, como el virus en las gotas de tos, viene la responsabilidad de todos y
cada uno de los habitantes del planeta tierra.
Resulta ser, que seremos, de acuerdo a los privilegiados, tan responsables como ellos, en caso de que nos
mate el virus, o que lo haga con amigos o familiares. Esta es la razón simbólica de los aislamientos, el velo de la
solidaridad que luego se transformará en culpa colectiva y la apuesta, para que luego de que esto suceda (es
decir que mueran los que tengan que morir) quede lo más posible del sistema socavado.
Finalmente, esto no significa que no exista en lo real, el aislamiento como prevención o como acción, o que
se tenga que hacer otra cosa o se promueva una rebeldía ante ello. Simplemente expresamos que lo más
positivo, por más que aún no lo notemos (y otros pondrán el cuerpo y no lo notarán) es que el virus vino a
llevarse la lógica de un sistema que ha imperado por siglos, y que nuestra adaptabilidad al cambio, determinará
aquello de sí estamos en condiciones de la supervivencia en razón de demostrarnos, ante nuestros propios
temores y fantasmas, como más aptos de lo que fuimos en este último tiempo, que ya es pasado. Del presente y
del futuro, no podemos proyectar nada y a esto, sí es que queremos sobrevivir, nos tendremos que ir
acostumbrando.

Del #Quedateencasa al ¿A dónde nos vamos a ir?


“A menos que los filósofos reinen en los estados, o los que ahora son llamados reyes y gobernantes filosofen
de modo genuino y adecuado, y que coincidan en una misma persona el poder político y la filosofía, y que se
prohíba rigurosamente que marchen separadamente por cada uno de estos dos caminos las múltiples
naturalezas que actualmente hacen así, no habrá, fin de los males para los estados ni tampoco para el género
humano”. (Platón. La república. Libro V. 473d. Editorial Gredos.)
Tal como el efecto placebo, el convencimiento del paciente que al tomar una determinada medicina
mejorará por más que ésta no tenga ningún principio activo, muchos administradores en situaciones de crisis,
sobreactúan la toma de decisiones, apoyados en la reglamentación cumplimentada por uniformados armados,
para encontrar una salida y convencerse y convencer sobre la misma.
Con la intención de evitar el pánico que inmoviliza, y que posteriormente puede causar la toma de
decisiones irracionales, afianzados en la perspectiva de hacer camino al andar, no son pocos, los que al frente
de las tormentas se dicen sabedores para enfrentar con éxito las mismas y en verdad, apenas si pueden brindar
un diagnóstico preciso y acertado de lo que está ocurriendo.
Paradójicamente, el término “éxito” proviene del latín exitus, que significa salida, pero vinculada a una
salida hacia la muerte (exitusletalis en las historias clínicas para cerrar el caso del occiso). Con el paso de los
siglos, olvidamos la connotación mortuoria y representa el triunfo, o la salida gananciosa de un lugar, situación
o acontecimiento.
A tal punto el concepto éxito, se reconvirtió con el paso que realizamos sobre el tiempo, que no son pocos,
los que últimamente, titularon nuestra cultura o modo o comportamiento como “exitista”.
La aceleración en la que nos sorprendimos de un tiempo, a esta parte, nos llevó a reproducir, a multiplicar,
a replicar exponencialmente, en el afán de acumulación en el que nos encontramos perdidos en este laberinto.
Necesitamos salir, necesitamos tener éxito en el amplio sentido del término. No se trata de; en dónde
quedarnos, por más que en una contingencia, este muy bien que lo hagamos en casa, dado que, en verdad, el
principal problema, el problema radical o el único problema es que no tenemos horizonte, porque no sabemos
a dónde ir, o por expresarlo, en otros términos, desconocemos en donde está la salida.
Por supuesto, que la respuesta no podría ser de índole individual. Mayoritariamente la responsabilidad es
de los gobiernos, ejercidos por los gobernantes, a quiénes, en su mayoría, hemos elegido para ello.
En todo caso, es una obligación moral, sanitaria y normativa, que podemos asumir individualmente el que
nos sigamos quedando en casa (habría que reconocer que mientras más se extiende el confinamiento, mayor
grado de dificultad genera lo que en un principio podría ser considerado algo muy sencillo de realizar o aplicar)
como también lo es, una obligación de estado, de gobierno y un imperativo categórico que atañe a todos y cada
uno de los gobernantes que nos digan a ciencia cierta, a dónde nos vamos a ir o a dónde nos estamos yendo.
En el laberinto confuso, viralizado, de la repetición automatizada, no puede seguir siendo tal como discurso
único, el slogan, la consigna, el axioma, el rezo o la marca del “quedémonos en casa”. Ya ha sido suficiente con
ello, el que lo sigamos repitiendo o blandiendo como canto de esperanza, podría resultar contraproducente.
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Es tiempo que los gobernantes, nos brinden la salida. Podamos ser conducidos por estos guardianes, al
éxito, se torna la función principal en esta hora de zozobras, que requiere lo mejor de sí, de cada una de las
comunidades, que mediante la política sigan resolviendo las tensiones del poder, qué en estos tiempos, como
pocas veces o nunca, posee un objetivo expreso, manifiesto y claro.
Necesitamos salir, necesitamos tener éxito. Sí bien no es una fórmula perfecta o mágica, los primeros que
han pensado y escrito cuestiones de estado, nos legaron aquel buen consejo, del que hace mucho no lo
tomamos o establecemos.
El gobernar y el saber deben estar asociados, filosofía y política no pueden ser compartimentos estancos. De
los laberintos, se sale por arriba, como nos demostró Marechal, y para ello, es necesario abstraer, que es
pensar, imaginar, razonar, que en definitiva es salir de las repeticiones, de las réplicas, de lo dado, olvidar
diferencias e implementar las variables de la intuición, aprehendida por los que se dedican al conocimiento, a
la sabiduría y lo ponen al servicio de las multitudes, del pueblo, del afuera, de las calles.

¿Volveremos a la normalidad?
Los líderes mundiales, desde Donald Trump, pasando por el rey español Felipe VI y la canciller alemana,
Ángela Merkel, hablan a sus ciudadanos y al mundo, desde una noción de realidad, que nos cuesta aún
conceptualizar. Asimilar que todo cambió repentinamente (en verdad fue gradual, pero lo abrupto fue tan
contundente que parece que fue de un día para otro) nos seguirá costando un tiempo inversamente
proporcional al vértigo que produjo que de buenas a primeras, vivamos desde nuestros domicilios, bajo estricta
supervisión de un estado policial-global, dogmático y totalitario, que siquiera nos promete vencer al gran otro
enemigo, que es tan invisible, como indivisible y tan invencible, como un virus que satura la estructura basal
del sistema del que nos habíamos habituado habitar dentro de, sus límites, cloacas y mugres.
Tal vez, hasta hace unos días atrás, nos podíamos conformar con el axioma de Leibniz de que vivíamos en el
“mejor de los mundos posibles” por más que este impusiera la excepción de un gran porcentaje de la población
condenada a la pobreza, la miseria y la exclusión, y un mínimo puñado de privilegiados con el supuesto acceso
a todo, en una suerte de olimpo, al que se nos prometía cierta posibilidad de ingreso, a todos los que
tuviéramos resuelto el poder comer todos los días.
Sin embargo, hemos sido expulsados de tal paraíso. Pese a los infiernos detallados que adornaban tal edén,
estamos en una caída libre hacia una dimensión desconocida, en la que no podemos discernir, sí la idea de
contagio, es peor que la posibilidad de contagio o que el contagio mismo, mezclando indefectiblemente, o
asociando inmediatamente, la enfermedad con la muerte y la pandemia con la posibilidad cierta de un desafío a
la continuidad de la especie humana, aún o pese que exista un después en donde nos esperarán las
consecuencias económicas, laborales y sociales, como epifenómeno de una segunda vuelta letal para nuestras
aspiraciones.
Tal vez estemos vivenciando un escenario apocalíptico, en donde se esté librando el Armageddon, o
Ragnarökque en términos más terranales, sería una disputa entre la pulsión de vida y la de muerte.
Recordemos que esta, inferencia de Freud, proviene desde la disputa que narra el mito griego entre Eros y
Tánatos.
“Eros es considerado como uno de los grandes principios constitutivos y constituyentes del universo. Pero
al mismo tiempo es un dios y su leyenda nos muestra algunos rasgos esenciales del amor: El amor es
involuntario, ocurre, pasa, como una enfermedad. Eros tenía la misión de castigar a Psiquis por su belleza, para
vengar así a la celosa Afrodita, su madre. Y, sin embargo, le bastó mirarla una vez para caer encendido en el
sentimiento amoroso.
El amor, a diferencia de la amistad —que se va forjando lentamente—, aparece en forma súbita, hecho
representado en las flechas que emplea Eros o Cupido para encender el corazón de los amantes. La raíz
etimológica de thanatos es tha y la única otra palabra griega con la misma raíz es thalamon, el tálamo nupcial.
El thalamon es el lugar de la casa donde habita la esposa y es la habitación más central, pero también la más
oscura. Thanatos o la muerte aparece vinculada entonces, por un lado, a la oscuridad y al encierro y, por otro, a
la mujer y al amor” (Dörr Zegers Otto. Eros y Tánatos. 2009).
De la súbita aparición del virus y sus consecuencias, el tratamiento más efectivo y afectivo, es precisamente
el encierro, el no trato con el otro, una suerte de muerte en vida (estados de excepción, de sitio, muerte
momentánea civil donde se suspende el derecho que se creía inalienable de la movilidad y de tal libertad de
disposición) para tener una nueva posibilidad, el día que vuelva a amanecer, sí es que se logra que esto ocurra.
Seguramente cambiará la semántica, el significante pasará a ser otro, y lo que creíamos normal se disparará
para un lugar en el que no tenemos elementos para pensarlo o intuirlo en ese futuro que deseamos que sea
próximo (esta sería la muerte del pensar o del control, el no poder hacerlo o proyectarlo).
Esto mismo es lo fundamental, a lo único cierto que nos ponemos atener, sujetar, amarrar, abrazar.
El deseo de continuar es el último bastión que podemos ceder ante tanta amenaza a nuestra condición
misma.
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No perdamos el deseo de seguir viviendo, por más que sepamos que tal vez no lo veníamos haciendo ni muy
bien, ni ecuánimente, en tiempos aciagos, aporéticos o definitorios, el deseo es lo único determinante y será la
clave que desate para un lado u otro este nudo gordiano que nos dificulta la respiración.
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MORIR DE MIEDO O HAMBRE Y DEBILIDAD FRENTE AL VIRUS


JULIO RIVERA DÁVALOS*

* Himnólogo peruano. Autor de varios libros publicados en torno al Himno nacional. Presidente del Instituto de Investigación de la Mentalidad
Nacional. Miembro de la Sociedad Peruana de Filosofía.
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El enfrentamiento al Coronavirus COVID 19 mediante la medida del gobierno denominada cuarentena “total”,
implica la paralización significativa de la economía, la cual se justifica porque su finalidad es evitar muchas
muertes; pero, este propósito loable por cierto, puede desvanecerse o revertirse, si por mucho tiempo se
prolonga dicha medida, debido a que más del 60 por ciento de la población carece de recursos, es informal y
sus ingresos son del día y para el día, situación en la cual , es inevitable que cunda el hambre, la desnutrición y
que la posibilidad de infección sea mayor, generándose una población vulnerable. Debido a que la muerte,
inexorablemente, se expande con más rapidez, en un contexto de hambre y debilidad del sistema
inmunológico, ya que por el momento un sistema inmunológico fuerte es la única arma contra dicho virus.
La pandemia ingresó al país en un contexto de institucionalidad débil y de la manifestación clara de un
colapso de los servicios públicos, de la atención medica en los hospitales, problemas ya existentes que se
agudizaron más con el ingreso sin control de los venezolanos; siendo menester tener presente la existencia de
una población acompañada de la violencia doméstica, que agudizan o empeoran por miedo el efecto psicológico
de los encierros, de las frustraciones y de las incertidumbres; a lo que suma una corrupción sin precedentes en
la historia.
Lo expuesto obliga a reflexionar y afirmar que, no se puede ni debe bajar la guardia no solo para contener la
pandemia, sino también, para saber enfrentar el flagelo en forma unida, tanto de parte del gobierno como de la
población; en ese sentido, la indicada cuarentena “total”, debe cambiarse por una cuarentena mixta: de noche
total y, de día parcial, condicionados a diversas restricciones sociales, con el fin de reactivar el sistema
económico y que el impacto socio económico que se viene no sea fatal; así como también para prevenir un
colapso económico del país. Este cambio es importante también, si tomamos en cuenta la situación real del
Estado, la de no tener la capacidad ni la logística suficiente como para auxiliar a los más necesitados con
financiamientos, medicinas ni alimentos en forma oportuna y efectiva, como se ha constatado, pese a los
grandes esfuerzos puestos y no obstante de haberse asignado sumas importantes para enfrentar el virus que
nos ocupa.
A efectos que la sugerencia de una cuarentena mixta tenga éxito, es necesario que la población en el más
breve plazo aprenda y tome consciencia que, frenar la propagación del virus, es responsabilidad de todos,
gobernantes y gobernados, poniendo cada uno de sus partes lo más que se pueda. En lo que concierne al
gobierno, debe formular un plan de ejecución de lucha contra la pandemia, con una evaluación constante de su
implementación, en el cual deberá incluir la participación de los gobiernos regionales y locales, y el sistema de
control liderado por la Contraloría General efectué acciones de control de gestión oportunos y efectivos, que
coadyuven a la gestión de los diversos Organismos del Estado en este reto, priorizando recomendaciones
viables antes que sanciones.
En la decisión para el referido cambio, es importante tener en cuenta la declaración reciente del señor
Henry Kissinger quien nos alerta “el reto histórico para los líderes de hoy es gestionar la crisis al mismo tiempo
que construyen el futuro. Su fracaso en esta tarea puede incendiar el mundo”. A lo que podemos añadir que, no
se puede construir nada con una política de miedo, excepto la cobardía y, esto es lo que más se ha hecho en la
vida republicana del Perú. Igualmente, el Secretario General de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, ha
dicho que, “la relación entre las grandes potencias nunca ha sido tan disfuncional como ahora y añade que “El
COVID-19 está revelando dramáticamente que, o nos unimos y trabajamos juntos o seremos derrotados por la
pandemia”, conforme nos dice el escritor Moisés Naim (1).
Finalmente, dado que somos un país con una rica cultura milenaria donde la población recurre a la
medicina tradicional desde tiempos inmemoriales con buenos resultados, incluso en la lucha contra la
pandemia del covid 19, es importante que el gobierno a través de su dirección de medicina naturista promueva
con mayor interés las investigaciones sobre el efecto de las propiedades curativas que tienen las plantas en la
salud de la población. Esta dirección debe estar integrada no sólo por médicos naturistas, sino por científicos
de reconocido prestigio.

NOTAS
(1) Moisés Naim, Problemas grandes, lideres pequeños. Diario “El Comercio”. Pag.16 del 19-04-2020.
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METAFISICA DEL VIRUS CORONA:


EL NÚMERO QUE NO PUEDE SER COMPRENDIDO
VÍCTOR SAMUEL RIVERA*1

* Filósofo peruano. Licenciado en Filosofía por la PUCP. Magister en Historia de la Filosofía y Doctor en Filosofía por la UNMSM. Miembro de
la Sociedad Peruana de Filosofía. Ha recibido en dos ocasiones becas de la Fundación Carolina para estudios en conceptos políticos como
miembro del proyecto internacional Iberconceptos. En la actualidad es profesor de la escuela de Filosofía en la UNFV y de la Facultad de
Derecho y Relaciones Internacionales de la Universidad San Ignacio de Loyola. Tiene innumerables artículos publicados en España,
Argentina, México y Brasil. 1 Email: victorsamrivera@gmail.com; vriverac@unmsm.edu.pe
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Un prólogo para el que quizá no comprenda


Escribo este texto porque me angustia, encerrado como estoy en la suerte de la humanidad, algo que no
comprendo, y que creo firmemente quizá nadie comprenda. Escribo esto en el momento de la peste universal,
el momento del Coronavirus; la peste lleva asolando al mundo varias semanas, desde que los trabajadores
chinos en Lombardía la llevaron a Italia. En este mismo instante en que termino de revisar este escrito puede
contarse 250 mil personas muertas; el número de infectados con un destino incierto se cuenta ya por millones.
A sabiendas de que varios colegas en todo el mundo creen ya entrever como profetas el fin del capitalismo,
otros el inicio del comunismo global, aquí y allá una pizca de esto y otra de aquello, sea permitido aquí hablar
en grande de algo cumplido, que no es profecía ni adivinanza sino una mera constatación: Un número
metafísico habla del Ser acontecido. Si el mundo del futuro habrá de ser otro que el conocido, sea cual fuere ese
mundo, será en la medida en que, allí donde todas las certezas estaban admitidas, en un mundo conceptual
donde daba todo lo mismo y una sociedad transparente parecía descansar en un diálogo banal, de pronto, de la
nada, de allí de donde todos somos venidos, el evento que parecía esperar yo solo, aconteció.
A un cierto segmento tozudo de la humanidad de hasta hace unas semanas el nihilismo liberal, el ciego
camino del rebaño en la opinión infinita y el consumo estúpido nada les dijo la caída de las Torres gemelas, ni
la crisis del 2008 ni, en general, nada, pues negaban que el evento fuese posible. Que cuando la nada toca, no
toca nada. Ninguna experiencia que agitase el mundo de las opiniones banales, del idiotismo de las redes
sociales y de los consensos racionales guiados por el mercado pudo antes perturbar lo que un colega
compatriota llamó hace pocos años “la marcha triunfal del liberalismo en el mundo entero”. Los invisibles
llamaban a la puerta, y los filósofos, al abrir, no veían nunca llegar a nadie. Si nadie de este mundo llama,
¿cómo podría, ciertamente, acontecer que llaman? Pensaron, pues, que si algo de la nada venía, nada era, esto
en un mundo donde lo más terrible que acontece es que nada. Y henos aquí, la nada afirma en el umbral de la
puerta, aconteciendo desde sí misma a uno y otro golpe y otro: “No me ven, pero igual me temen”. He escrito
de pasada para otros temas que los números sociales pueden a veces ser metafísicos, es decir, de interés propio
de los filósofos. Ocurre cuando, por razones sobre las que espero dar algunos a alcances luego, los números que
en cada caso se agregan son capaces de remitir a algo más que a meras cifras matemáticas, es decir, a algo más
allá de sí mismos; entonces los números se hacen analogías, íconos a través de los cuales se es remitido desde la
experiencia del contar a una realidad de la cual estos se muestran evidencia y signo. En efecto, el número que
se cuenta habla de una magnitud que describe de un modo imperceptible los sentimientos que su propio
número termina significando. Si hoy los muertos fuesen, por ejemplo, 150 mil, y pasaran en dos días a la cifra
de 175 mil, la experiencia de la suma comporta una sensación sobrecogedora ante algo significado; uno más,
cien más, quinientos más. Hasta uno más, incluso uno que (todavía)/ no hubiera muerto, sobrecogería por el
mero hecho de poder ser contado en el número.
La acción de contar en este tiempo de la peste universal, y de añadir cada día, cada hora, incluso cada
instante más y más, uno más, o incluso uno menos, todo ello resulta metafísico en el sentido mismo en que
parece hoy impopular hablar de metafísico, al extremo de haberse considerado esta época en Alemania reciente
como “posmetafísica”. Es algún sentido, la época pos/metafísica y el discurso pos/metafísico son el contexto de
esta experiencia metafísica, por lo cual sobrecogerse una y otra vez metafísicamente subraya con mayor énfasis
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el mundo que acontece cuando se cuenta, y se agrega y se calcula sobre todo esto relativo a la peste; padecemos
en esto el estremecimiento de constatar el número; una vez, otra y otra y la siguiente, el número que se
manifiesta y cambia y a la vez es el mismo que se suma (o se resta), y acontece en cada caso a la vez que
estremece y conmueve al que cuenta hipnóticamente, con un extraño afán de saber que es incesantemente
frustrado, pues no termina, pero que acompañará a la humanidad posterior, incluso a la de nosotros mismos,
cuando no pueda sumarse más.
Quizá hablar de metafísica respecto de una peste, dirigiéndose este texto al lector más general, sea sin
embargo bastante más útil de lo que parece. Para quien sea lector de este texto y se considere a sí mismo
además, filósofo, le recuerdo como Martin Heidegger usaba “metafísico” en el mismo sentido que aquí. Esto es
manifiesto en el capítulo inicial de su Introducción a la metafísica, de 1936. Heidegger decía entonces de
Alemania que era “metafísica”, que había algo metafísico en Alemania que hacía digna a esa nación el ser
referida en el capítulo I de unas lecciones sobre metafísica, que es como citar a Platón o Parménides en el libro
Alfa de la Metafísica, cosa que Aristóteles hizo. En efecto, respecto de la geopolítica de Alemania Heidegger
afirmó que esta nación, por hallarse en el centro de Europa, entre dos potencias adversas, hacía de los
alemanes “un pueblo metafísico”. Creo que el lector de ese texto comprende que “metafísico” se refiere
básicamente a dos precisiones: A que los alemanes de 1936 constituían una clave para una interpretación
política de Europa, al hecho añadido de que su posición así comprendida generaba una alta expectativa
histórica y social. Se trata de la descripción de algo en la medida en que hay unos sentimientos de compromiso
histórico y social que le otorgan un rango central, como nudo del sentido de una época, algo que
nietzscheanamente se llama “destino”; dice Heidegger literalmente: “en relación con el destino del Ser”.
Si se ha tenido una buena “introducción a la metafísica”, como la de Heidegger, por ejemplo, puede
entenderse cómo así un pueblo es o puede ser metafísico, o como lo es un número, o podría serlo. Se trata en
ambos casos de algo que el número o el pueblo ponen de manifiesto, lo cual a su vez habla de lo que el pueblo o
el número son experiencia metafísica. Sea permitido dejar para otro día un paréntesis sobre los que ven al
partido Nacional Socialista Obrero de Alemania siempre que uno desea explicar algo que, característicamente,
no puede ser comprendido.
El lector debe asociar su propia ansiosa actitud de estar al tanto, esto es, de ir averiguando a cada instante
cómo así van los muertos de la peste universal con la idea de cómo así es posible la experiencia de un pueblo
metafísico. De un número metafísico se espera algo más que una mera cifra con la que quedarse tranquilos al
fin, por así decirlo. No tengo la menor duda de que Heidegger no tenía en cuenta al pueblo de Alemania como
un mero pueblo, como una agrupación determinada de ciudadanos que pagan impuestos y que, básicamente,
nacen, se reproducen y se mueren cada vez estadísticamente, sino en cuanto la experiencia de ese pueblo como
metafísico sugiere algo más que estar ubicado aquí o allí y aparecer o desaparecer estadísticamente, algo que
bien puede ser dicho de las víctimas de la peste universal también en tanto las contamos. En gran medida eso
metafísico acontece en el tiempo, dentro del horizonte donde viven los hombres, en el mundo de los hombres,
para usar una expresión de Michel Foucault, allí donde lo que convoca la atención o el interés acontece y se
exhibe como desde un marco. Se está al tanto y hay lo metafísico de lo que se cuenta en un mundo de los
hombres.
Heidegger usó “metafísico” en una lección sobre metafísica a sabiendas de que esa expresión estaba
degradada de modo especial entre los filósofos de su tiempo, que en cierta medida ya se consideraban ellos
mismos pos/metafísicos y nunca hubieran pensado en la metafísica sino como algo pasado y obsoleto. Eran los
malos amigos de la razón, los cientificistas. Rudolf Carnap, uno de ellos, escribió un famoso ensayo contra
Heidegger que se titulaba La superación de la metafísica por el análisis del lenguaje. Dice allí que no se puede
saber de lo que se dice metafísico pues, para resumir la argumentación del texto al uso, la experiencia de algo
metafísico parece ser el resultado de una especie de confusión mental, que lindaría entre lo patológico y lo
idiota. Responderemos a todo Carnap como hiciera Immanuel Kant en otro contexto: Si usted que lee reconoce
la expectativa de estar al tanto del número de la muerte en la epidemia sobre la cual escribo, si reconoce en
usted mismo el estar al tanto tanto como el número, no podría tomarse en serio a ninguna persona que, con
algún malabar mental o lingüístico o lógico, quisiera concluir que lo que usted hace y se opera en cada caso al
estar al tanto y contar el número fuera solo una confusión. Si usted lector cree que hay algo significativo e
incluso real al contar los muertos, si no es un puro nerviosismo contar con expectativa uno a uno cada vez, y es
sobrecogido contando, usted tiene una experiencia metafísica. El tema ahora es si esta puede o no ser
comprendida.
Heidegger sabía de quienes objetaban que hubiera a través de algo banal la posibilidad de pensar algo no
banal, que remitiese a algo más allá y que justificara los sentimientos que acompañan a algo como estar
contando el número; no ignoraba para nada la chacota de Carnap. El positivismo cientificista le dijo a la
humanidad que solo valía la pena lo que podía ser objeto de ciencia, lo que podía ser comprendido como parte
del arsenal de la inteligencia humana, o lo que a este le correspondía, pasando a la conclusión de que si alguna
vez algo había nuevo que causara el interés, valía la pena solo si podía ser comprendido por la ciencia, o algo
como la ciencia. Esta manera de enfocar las cosas fue tan exitosa que buena parte de lo que se consideró
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filosófico en ese periodo, incluso hasta el desenlace de la Segunda Gran Guerra, estaba relacionado con
auténticas o presuntas documentaciones de datos científicos. La sociología, la psicología social, incluso la
ciencia jurídica y política y aun la historia disputaban este delirio de haber finalmente comprendido, como
había dicho Kant también en otro contexto, sin duda el precedente grandioso de ese triste legado en cuyo
marco Heidegger dijo “pueblo metafísico”, de haberse incorporado “al camino seguro de la ciencia”.
Me sea perdonada cada vez y siempre en este texto pandémico la circunstancia de escribir citando de
memoria. Y sea concedido también, en un primer alcance, que hay algo metafísico en números sociales como
los de la actual epidemia universal. Que no es solo que los números sean grandes, en el sentido de que tengan
muchos ceros a la derecha por cada cifra, pues es notorio que el número de muertos humanos cada día en la
Tierra es con mucho inmensamente grande, solo que a nadie se le ocurre iniciar su escrutinio. Es obvio que el
número de muertes o de infecciones por diversos tipos de cáncer o por accidentes e incluso por cosas tan
humanas como las guerras o las acciones criminales no son contadas en el sentido en que tan solo el siguiente
deceso en la lista de la peste universal se sume, sea sumado y uno pueda siquiera pronunciar el número, que
ahora será nuevo con el nuevo añadido, un hombre anónimo, sin embargo, que murió sin estar enterado de su
significado. Sea para alguien que dedicó mucho de su tiempo al pensamiento de René Descartes permitido
ahora precisar algo más sobre la experiencia de la peste universal recurriendo a la obra y las cartas de este
autor francés del siglo XVII.

Meditando con Descartes, por así decirlo


Coronavirus. Hoy mismo pueden contarse ya más de tres millones de contagiados y, digamos, unos
veinticinco mil muertos solo en Nueva York. Somos sobrecogidos por algo metafísico en el número. La
experiencia de eso metafísico, aquello por lo cual estamos interesados en operar actividades como revisar cada
vez, cada mañana, el número de los que se infectan y se mueren, afecta hasta en el caso de los que incluso no se
infectan ni se mueren, en caso de ser contados. En este sentido, el acto de contar, de sumar uno y otro, es
idéntico al acontecer; este acontecer del evento cada vez sobrecoge, y es así un acontecer metafísico.
En lo metafísico que es manifiesto en los sentimientos relativos al número (social) que se cuenta, los efectos
del virus, como una experiencia humana, cuentan que en cada caso acontece el número (tal y tal) y que, por lo
mismo, lo que se está contando se instala en un marco histórico, dentro del cual el número, para decirlo de
alguna manera, alcanza una resonancia. Hubo un número antes, habrá quizá otro después. Renato Descartes,
en las Pasiones del alma, coloca sentimientos como los aludidos precedentemente que bien podríamos poner
aquí bajo el rótulo de sobrecogimiento; este sentir que cada vez tal y tal es como de entre los sentimientos más
originarios y primeros que se tienen. El lector posiblemente puede reconocer en cada acontecimiento de sumar
(este y no otro número) una dosis alta de temor que se agrega, el sentimiento que predomina cuando acontece
que se cuenta es una suerte de fascinación por acontecer uno mismo en el número. Uno se siente apropiado
(“cogido”) a la vez que se admira, pues uno cree descubrirse a sí mismo en ese número mismo que se apodera
de uno, esto siendo el temor y la fascinación propios, pues en uno, del número; se trata de un sentimiento de
admiración de saberse situado por lo que se experimenta. Insensiblemente, esto es, sin haberse percatado, el
número está cada vez diciendo algo que al contarse se cuenta de uno mismo. Estoy frente a la computadora,
viendo una composición relativa a la peste universal de la que quiero descansar. Y entonces abro la pestaña de
la línea de internet. Veo allí el conteo en tiempo real de los muertos e infectados en el mundo, su procedencia,
incluso su bandera nacional, en una escala que lleva del muerto de la magnitud mayor al muerto del país más
pequeño. Cuento entonces que uno más, y de pronto otro, y otro más. No es difícil notar que, a la misma vez
que se cuenta, de alguna manera cada uno de los contados cuenta también para uno mismo, como una suerte
de logro pasivo; cada uno nuevo y nuevo nuevamente aparece en calidad de ser de lo que se admira, de ser
fuente originaria de algo que no estaba ni era esperado como fuese y que, sin embargo, es lo que se desea saber
cuándo es acontecido. Uno tiene “pasiones” en los sentimientos porque se es en cada caso afectado. Y uno
comprende que, mientras lo siente, mientras siente el número en cada instante reconocido, no puede evitar
pensarse que este procede de un agente que no es nunca el mismo que siente, del mismo modo que no lo es
incluso el que es contado, el muerto mismo, cuyo nombre e identidad manifiestamente no cuentan.
Descartes hizo metafísica de la vida humana quizá tanto como de la no vida humana, de la inerte existencia
espacial. También lo hizo de la vida no humana, que es la del pensamiento en tanto no es la actividad de un
hombre, si es que tal cosa existe. Hizo metafísica del cuerpo, que daba por inerte cosa arrojada. Hizo del
pensamiento lo mismo, como de una vida no humana, negando que la racionalidad, una inteligencia que se
mueve en el tiempo para calcular fuese cosa del hombre, pues no le parecía muy sabio creer que fuese un
hombre quien tuviera acceso a la razón. Hizo también metafísica del que siente, pensando de ese que era un
hombre, y le dedicó esa metafísica a las mujeres.
De los tres discursos de metafísica, nos interesa el de la metafísica de la vida humana, cuando se ocupa del
hombre como un ser que, siendo inteligente (y comprende), a la vez se percibe y siente; tiene pensamiento de sí
mismo como algo que se siente a sí mismo, y que se reconoce a su vez y reconoce algo en sentimientos que sabe
sin diferencia que no son generados por él, que llamaba por eso “pasiones”, palabra derivada del verbo latino
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patior, que se usa en voz pasiva, y que significa ser afectado en cada caso por intervención de otro. El filósofo
trata de esto, como hemos adelantado ya, en las Pasiones del alma, aunque también largamente en su
correspondencia con las (sus dos) grandes mujeres platónicas, la Reina Cristina de Suecia y la Princesa Isabel
de Bohemia, ambas un par de almodovarianas mujeres nerviosas. Descartes describe en las cartas y en las
Pasiones la experiencia de la que no hay duda es propiamente humana: al efecto compuso una especie de
metafísica chiquita relativa al orden de las razones que hacen posible el acceso a lo que es el hombre sobre la
base de lo que se experimenta como propio en sus sentimientos, es decir, como suyo y sí mismo procediendo de
otro.
Descartes sostuvo en una de las cartas a las almodovarianas que razonar a partir de los sentimientos que
uno experimenta es tan cierto y digno de confianza como los razonamientos metafísicos, es decir, los que se
hace desde lo que he llamado arriba la vida no humana, que el autor refería, entre otras cosas, al pensamiento
sobre sí mismo como un no humano. Le aseguró a la princesa Isabel de Bohemia, que deseaba hacer metafísica
y mostraba el talento que antes le hubiera mostrado Antoine Arnauld sobre esos temas, que la certeza y la
evidencia de los sentimientos que se experimenta en las pasiones es la misma que la de las cosas metafísicas; si
se permite esta inferencia, lo que implica que son metafísicas también en esa medida las reflexiones en torno a
la experiencia de los sentimientos, algo caro a una mujer almodovariana, como fueron sin duda las mujeres de
Descartes. Del ser que puede ser pensado sin tener sentimientos: De esto último podremos olvidarnos, le decía
a la princesa de Bohemia, ya que con los sentimientos humanos hay igual evidencia, pero una indudable mucha
mayor utilidad. De hecho (argumentaba en otra parte), solo llamamos pasiones a las emociones o sentimientos
cuando son tan intensos que no puede dudarse de lo que en cada caso es experimentado.
Para entretenimiento de una mujer aldomovariana, en el umbral de un ataque de nervios y que conocía bien
la nota característica de la pasión: la alteración del alma por la intensidad del sentimiento compuso, pues, las
Pasiones. Para que un pensamiento sobre sí sea metafísico lo importante para Descartes no era que fuese ajeno
al sentimiento, sino solo ajeno a la duda. Una persona muy alterada por sus emociones, como lo eran las
grandes mujeres, tenía con seguridad tipo de experiencias reservadas a personas que son grandes en sus
alteraciones. Nos sea permitido después de este paseo cartesiano, cerrar el documento en la computadora y
volver a poner la atención en el número que acontece ahora en la pestaña que nos lleva a contar los afectados.
Las Pasiones contiene un catálogo de sentimientos que son en cada caso tipos de experiencia en que tiene
lugar el otro o lo que es en cada caso otro. Un filósofo muy atento podría reconocer en los sentimientos que
expone Descartes un tratado de categorías relativas al ser que tiene sentimientos, como nosotros, por ejemplo,
frente al contar el número de la peste. El lector no filósofo debe saber que Aristóteles hizo un libro que se titula
Categorías también con la intención de establecer los modos del ser en relación con la experiencia anterior y
más originaria, algo que Descartes y sus lectoras debían recordar. Como todo catálogo de categorías, Descartes
coloca en primer rango a las que hacen posibles a las demás, en este caso, los sentimientos que acompañan las
experiencias más fundamentales. Como se trata aquí no de meras cosas que son, que podrían ser contadas
indiferentemente, sino de cosas que acontecen, que llegan a ser conforme son contadas o tomadas en cuenta,
en este caso el número que en cada caso se va contando, los sentimientos que hacen posibles los demás hacen
referencia a lo acontecido más antiguo, o primero, o precedente, aquel que como acontecido viene no precedido
de algo, sino de su nada. Como no se desea citar ni hacer exégesis para los eruditos, confíe el lector en la
motivación del que redacta, pues cuenta lo que el lector cuenta.
Lo que es primero o más originario en el orden de la experiencia de sentimientos se relaciona con lo que, a
falta de vocabulario, llamaremos su aspecto im/ precedente. Me permito colocar una cita del numeral 53 de las
Pasiones:
“Cuando el primer encuentro con algún objeto nos sorprende, porque lo creemos nuevo, o muy diferente de
lo que conocíamos antes, o bien de cómo suponíamos debía ser, lo admiramos y nos asombramos ante él”2.
Descartes asignaba unos sentimientos especiales a lo im/ precedente, es decir, a lo que es experimentado en
sentimientos relacionados con lo que resulta en cada caso primero o nuevo. Es interesante observar que la
experiencia de lo nuevo, acompañada por admiración, es fundante respecto de todo otro sentimiento posible
porque es relativo al acontecimiento o evento. La admiración, algo que quizá algo artificialmente hemos
denominado antes sobrecogimiento, se descubre como tal porque es la pasión de lo que es por primera vez, o
que si ya era, tiene en su encuentro la carga de la novedad. Nos interesa aquí el detalle de que lo que es nuevo y
acontece como nuevo admira por este carácter im/ precedente. Esta im/ precedencia es acontecer en un
sentido último, pues tiene como antecedente a la nada. Por esta ocasión podemos conformarnos con decir una
nada. No es la ausencia de algo lo que lo precede esta nada, pues eso no hace posible el acontecer, es la nada en
el sentido de lo nunca antes visto, de lo impensado e impensable, lo que curiosamente vale también para lo que
es admirable. Cada asombro ante lo im/ precedente es un acontecer desde nada, equivalente al nacer y como
abrir los ojos por primera vez. Descartes homologó no en vano esta situación de ser nacido con la dimensión
originaria y primera de la experiencia de admiración.
Al abrir los ojos por primera vez el evento es el mundo; es el mundo lo que acontece. Y desde ese momento,
se cuenta.
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El mundo del virus Corona gesta los sentimientos relativos al acontecer de un mundo como cualquier otro
origen de mundo. En cualquier caso, todo acontecer es de la nada; esa es razón de sobra para decir que todo
evento es metafísico, como un comenzar a ser, que es como un ser creado, modo peculiar que se refiere al
acontecer de lo que (antes) no era. No olvide el lector que se trata lo que es en tanto acontece para un hombre,
en el mundo de los hombres. Nos interesa el hombre que siente, pues es a ése y no a otro al que afecta (padece
desde otro) la experiencia de la peste universal; y la peste universal, como faktum que es, pues cuando acontece
padecemos absolutamente, nos veta de la posibilidad de dudar. Y ya se vislumbra que hay en el contar el
número de la peste, en ese tenso pasar de la cuenta de un muerto al siguiente, y de allí al otro y al otro y otro
más, algo que es nuevo siempre, en un sentido ontológico, ya que cada nueva cifra acontece desde la nada. Eso
que acontece en un evento que funda (y otra y otra vez y otra más y así) es el mundo que acontece y que llega a
ser siendo, quoties a me profertur vel mente concipitur 3, por así decirlo.
¿Creemos que hemos no comprendido? No nos creamos capaces de comprender. No seamos demasiado
optimistas, pues hay quien niega el punto de inicio, esa tensión de ánimo en que acontece al contar el número,
por así decirlo, metafísico.
En efecto. Muchos dirán hoy que el acontecimiento de que contamos y contamos es algo regular, que se
hace siempre delante del teléfono inteligente. Que no hay nada que acontece desde una nada, o desde un
invisible metafísico. Algunos dirán que ya en noviembre se sabía todo, o que los chinos tenían que saberlo, al
extremo de atribuirles a los chinos incluso el conocimiento planeado del número; como esto último es quizá
cierto, metafísicamente hablando, de los chinos y su posición invisible y sus cálculos desconocidos, pero
evidentes, lo retomaremos después. En todo caso, sé que en alguna parte del ciberespacio hay partidarios de
alguna u otra teoría conspirativa; que hay quienes niegan que haya peste universal, o que esta tenga
importancia para la humanidad, y que es cosa de la crisis del capitalismo y ya se venía venir, o del éxito
invisible del marxismo o el movimiento femenino; incluso no faltan los que dicen con completa seriedad que
ellos mismos no cuentan ni a los muertos ni a los infectados, y que solo desean salir de sus casas cuando todo
haya terminado lo antes posible. Sostienen que el número no es tan importante, que no vale la pena contarlo y
que quizá no lo cuenten ellos mismos, cosa que es fácticamente dudosa si estos mismos se hallan en
cuarentena.
Les digo a los lectores que ven el resumen de lo que se dice en el mundo como lo hiciera antes Descartes en
el contraejemplo que se dio a sí mismo de que no basta la resistencia para no ser lo que se es, no es de tomar en
serio. Descartes puso dos ejemplos; uno era el de aquel hombre que afirma con convicción que su cuerpo no es
de hombre, sino de vidrio, y aquel otro que, creyendo ser el Rey, afirma de sí mismo que estaba vestido
regiamente, cuando no llevaba ropa alguna. ¿Qué se debe decir de esta gente?: Amentes sunt isti 4. Cuando
Descartes, que es famoso culturalmente por poner todas las cosas en duda, hizo como filósofo efectivamente la
operación de dudar, adujo que esa duda hecha era metafísica para significar una dulce ironía filosófica.
Escribió “esta duda es metafísica, por así decirlo”. Joseph de Maistre ha anotado hace tiempo que Descartes fue
el filósofo que no dudaba nunca de nada.
Sea permitido ahora al que redacta un paréntesis sobre la filosofía política que se hace de Descartes y la
metafísica política que, en alguna medida, se lleva a cabo con su ayuda, haciendo un honor allí a los sabios. El
lector que no se interese por el siguiente cumplido, busque el final del paréntesis.
(Como no es deseo aquí debatir con nadie sobre Descartes, puede remitirse al libro sobre Descartes y la
política de Antonio Negri, aun reciente entrega donde todo lo que aquí se dice sobre Descartes viene negado. O
quizá la obra más desconocida pero no menos gorda de Pierre Guénancia. Soy de la idea de que lo que el
filósofo escribe sobre otro lo hace en gran medida para comprender su propio mundo y su propia experiencia, y
no puedo reprochar en ese sentido la erudición de Negri para defender el anarquismo liberal, o de Guénancia
para hacer algo parecido con la democracia francesa tal y como la conoció sin duda él mismo luego de la caída
del muro de Berlín. Se halla sobreentendido que la anarquía o la democracia liberal son algo a lo que ambos
pertenecen y, en algún sentido, también los define. Lo que puede ser anotado es que es dudoso que la
experiencia a la que Negri o Guénancia se remiten amerite el trabajo enojoso que se han tomado y
comprensiblemente usan para ocupar a sus pacientes lectores de sus páginas tan sabias como interminables.
Con estas consideraciones anotadas, no creo ofender a los grandes autores si no acoto nada a lo que dijeron
en sus grandes libros, ni menos a las cosas grandes que no dijeron.
Si de algo no podrá reprocharme el lector es de hacer que Descartes diga algo sobre un tema de un mundo
al que él mismo no pertenece en calidad de acontecido. Que escriba de algo a lo que ambos pertenecemos de
manera inequívoca, pues tanto el lector como el autor cuentan, o les interesa lo que otros están contando, y les
acontece a todos el mismo novísimo estremecimiento de este venir de la nada del número. Se trata la nuestra
de una cuarentena metafísica de la que nunca, sin importar quién sea el destinatario de esta lectura, aunque ya
haya la peste pasado, podrá decirse que le es del todo ajena. Hay ahora y habrá en el tiempo históricamente
pensado que es posible imaginar, un anhelo de comprender lo que la filosofía puede decir sobre la presente
epidemia universal del virus Corona, un tipo de universalidad intuitiva de la que carecen otros temas que han
motivado consultar antes la bola de cristal de Descartes. Descartes, pues, hizo metafísica cuando hizo recuento
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de los sentimientos, y determinó cuáles eran más originarios y primeros. Hizo además una interpretación
política de esos sentimientos como lo que expresarían: una experiencia que sería a la vez metafísica y política;
metafísica por la prioridad del sentimiento, política por aquello a lo que el sentimiento originario se remite.
Sobre los insanos que no les interesa contar, los conspiracionistas que desean salir lo más pronto de su casa
cuando todo se haya terminado para hacer otra vez su vida, por así decirlo, y los que quizá, si además son
filósofos, sigan aun contando en tiempo por venir con “la marcha triunfal del liberalismo en todo el mundo”, o
argumenten que esto de la peste universal era algo que ya se veía venir, etc., como es posible hayan hecho en
2001, después del atentado contra las Torres gemelas, o luego de la ruina de la Bolsa universal en 2008, se
reitera lo que dijo Descartes, este hombre que no dudaba de nada nunca: Amentes sunt isti, por así decirlo.

Corona de soberanía
Sentimientos como admirar o sentirse apropiado y reconocer la pertenencia es algo que se entiende
respecto de la identidad no meramente personal; no se trata de mí,
ni del acontecimiento de mí, sino en tanto me siento y reconozco o pertenezco a algo más humanamente
más grande. Hablar de metafísica es aquí hablar de situaciones en el mundo de los hombres; de eventos que
fundan un mundo o que lo gestan; que acontecen, llegan a ser, vienen cada vez desde la nada y cruzan el
umbral de nuestra existencia, haciéndose así objeto de nuestra admiración. Se trata entonces de metafísica
política, vale decir, de la comprensión del ser que se da respecto del mundo de los hombres o lo funda. Pasan
cosas que Heidegger, en una conferencia del 1938, designa como “lo grande o lo raro” “en la historia”; en las
notas Aportes de la filosofía, que le son contemporáneas, las denomina “evento” (Ereignis), como nosotros
hemos hecho, designando con ello su ser acontecido y, por lo mismo, aquello cuyo pensamiento se remite a un
origen, tiene en ese origen su único fundamento y ese fundamento es invisible (o no humano). El acontecer de
eso que surge de su origen invisible resulta ser también el signo y la presencia de ese origen.
El origen metafísico de un evento grande y raro en la historia le da sentido a esa historia. Cuando ese origen
invisible actúa sobre el hombre (lo sobrecoge, por decirlo de alguna manera), entonces lo llama a uno a la
batalla y se hace soberano, pues se impone en su carácter im/ precedente, como primero y más grande.
Joseph de Maistre es el primer hermeneuta ontológico; el primer pensador político que hizo ontología de
asuntos sociales. En 1814 mencionó como resumen de su programa la expresión “metapolítica”. Creemos que
con esta expresión quiso decir algo como “metafísica” en el sentido que hemos estado usando la palabra. Quizá
explicando lo que el conde de Maistre consideraba lo más interesante de la (su) metapolítica podrá hacerse un
anticipo del contexto en que “soberanía”, que es lo que sospechamos tiene el virus cuando nos afecta al contar
el número, tiene sentido como integrador de la experiencia metafísica más fundamental. Para los que no
conocen la inteligencia más notable del pensamiento político entre 1790 y 1821 se observa que De Maistre
explicó lo que entendía por “metapolítica” en las primeras líneas de su Principio generador de las
constituciones políticas. Alude de pasada esta metapolítica como cosa pensada antes que él en Alemania, sin
que el que esto escribe sepa de ese origen invisible mucho más. Su explicación de metapolítica es pensar
metafísicamente sobre temas relativos a la historia política. La postura de de Maistre en Principio generador
puede ser resumida aquí con provecho para nuestra reflexión.
Pensaba Joseph de Maistre que, así como hay una meta/ física de la naturaleza, es decir, un pensamiento de
las cosas físicas, y este es relevante al ser de las cosas que son, tanto en su ser en general (como opuesto al no
ser o la nada), como en su ser particular de cosa admirable o eminente (como el dios principal inmóvil de
Aristóteles o el colérico Yavhé de los judíos), dejará que se diga al lector que es posible también una meta/
física de las cosas históricas y sociales, cuya característica es que, siendo primeras o eminentes en un sentido
que no escapa a la inteligencia, son pasajeras, móviles como lo opuesto a un motor inmóvil, que es siempre el
mismo. A esto eminente de la metafísica del mundo social lo denoninaba De Maistre “evento”
(acontecimiento), événement para acotar el término reiteradamente en sus Consideraciones sobre Francia, de
1796. Esta vez no será entonces la metafísica del inmóvil, sino del ser en general de las cosas que se mueven y
que son móviles también en tanto que son pensadas. Michel Foucault hizo en gran medida esta clase de trabajo
en la Historia de la sexualidad y, en cierta medida en otras obras, como en la Historia de la locura en la época
clásica o cursos del Colegio de Francia Foucault, quien seguramente hubiera deplorado que sus actividades
intelectuales pudieran alguna vez ser asociadas con la metafísica, usó en cambio la expresión “ontología de la
actualidad”.
El autor cree que lo básico de la ontología de la actualidad puede decirse de la hermenéutica como filosofía
de los asuntos históricos y sociales, de tal modo que la hermenéutica puede ser pensada como una suerte de
ontología. Esta misma idea fue aducida por Gianni Vattimo desde un curso de 1988, en que recoge la
propuesta de Foucault como un programa de discurso para la hermenéutica filosófica. Desde 1988 “ontología
de la actualidad” aparece como un sintagma de pasada, con mayor frecuencia y más ambición en su obra
posterior al asunto de las Torres gemelas, y con mayor énfasis desde 2004, al menos, en que Vattimo trató de
desarrollar una agenda social y ética para la hermenéutica. Para el lector que se ha aburrido o que no le
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interesan mis observaciones al paso sobre Vattimo, ahora que hay un paréntesis más, puede saltárselo sin
contarlo.
(Respecto a qué juicio merece el esfuerzo de Vattimo en la “ontología de la actualidad”, que nunca osó
llamar él mismo metafísica, tengo varios artículos en que expongo mi parecer, algunos de ellos conversados con
el mismo maestro de Turín. Es enternecedor que el maestro de Turín me haya regalado hace un tiempo, sea
anotado, varias obras originales del conde de Maistre, que compramos juntos en los libreros de viejo cercanos a
Via Po, en el centro de su ciudad. Con el virus que me fuerza a contar una y otra vez, puedo dejar, bajo la
tensión a la que soy sujeto, la tarea de explicar mi parecer a la paciencia del lector por leer en otro lado. Ante el
milagro, el carácter im/ precedente de la actual pandemia del virus Corona, solo habrá de acotarse que cada
afirmación que se haga será de responsabilidad solo del autor, dejando “ontología de la actualidad” para que
sea Vattimo quien vea con este sintagma. Podría el que escribe haberse servido de Leibniz, o de Heidegger, o de
Agamben para efectos de dar razones, o bien sinrazones, de la metapolítica de la presente peste universal en
lugar de hacerlo con Vattimo o Foucault. Para efecto de no complicarse se habrá de seguir la vía de lo que se
comprende mejor, ya que lo que se desea comentar se halla en el límite de lo que puede ser comprendido).
Para explicar el aspecto político de toda metafísica del acontecer de lo que tenemos hoy la experiencia, se
juzga oportuno regresar de De Maistre a Descartes, a las Pasiones y sus cartas dirigidas a las grandes mujeres
almodovarianas, a las princesas inteligentes e interlocutoras que hay en el alma de cada lector.
Metafísica política. Recuerda el lector lo antes explicado. Las Pasiones son al modo de unas Categorías del
acontecer en la experiencia emotiva (quizá sería mejor decir “sentimental”), y que contienen como las de
Aristóteles un orden de prioridades, aunque sean para el caso no relativas al ser que es, sino al acontecer de lo
que en cada caso llegar a ser. Y que hay unos sentimientos primeros y originarios, relativos a lo que es ante
todo primero. Esto sucede en cada caso en que la experiencia de algo muestra el reconocimiento de su carácter
primero, como más grande o importante que uno, como algo por lo que uno es rebasado y en lo que uno se
halla como en sí mismo, aunque algo más allá. Aquí es difícil distinguir primero (que se cuenta antes que
segundo) de más grande o importante (relativamente a un subordinado en una jerarquía); se trata de una
ambigüedad que es muy interesante en sí misma y que los antiguos compartían pero que nosotros, hombres de
un mundo matemático, tan extraño a Descartes, hemos perdido tristemente hace tiempo.
Lo que es primero porque es más elevado (tiene más rango, como las princesas) o porque se cuenta antes
es, en la concepción de los sentimientos en las Pasiones, algo que debe ser referido siempre a la existencia
social; sería mejor afirmar, histórica y social. Muy a pesar de su fama como filósofo de lo subjetivo o del
individuo, esta sección metafísica de las Pasiones y la correspondencia con las grandes mujeres almodovarianas
solo por un accidente se refiere a problemas de nervios de un par de señoras. Debe reiterarse: Al Descartes
realmente existente los sentimientos/ “pasiones” siempre le parecieron emociones de carácter político, cuya
naturaleza metafísica política se halla en el origen de las mismas.
En efecto. Al Descartes tratar de la admiración o los sentimientos primeros y originarios por lo que tiene
carácter im/ precedente puso unos ejemplos muy interesantes para defender nuestra posición. El hijo del juez
que vivió en granjas de parientes podría haber puesto ejemplos banales de cosas subjetivas o sicológicas, como
los debía haber de sobra en las granjas de su infancia. Le encantaban los ejemplos banales. Nada le impedía a
este razonador con ejemplos apelar a la clase de cosas nerviosas que podían motivar a sus reales interlocutoras.
Tomemos un objeto preciado, un trozo de cera, por ejemplo. Puso en otro contexto un punto de tejido o un
punto de bordado (para una señora). Podría haber puesto de ejemplo un objetillo preciado, en que en efecto se
puede comprender la experiencia del acontecer, pues acontecen las cosas nerviosas también, que las
almodovarianas cuentan en cada instante por alguna razón muy seria mientras ven pasar las horas en sus
palacios. Recuerde el lector aquella bolilla de vidrio que menciona el carácter principal de Ciudadano Kane
antes de morir, exclamando mientras rueda en el suelo Rosebud. Pero nuestro autor, cuando hubo de recurrir a
poner ejemplos, no lo hizo con trozos de cera o bolillas de vidrio, sino con asuntos claramente políticos y
sociales; hizo esto, justamente porque deseaba que quedara claro que lo grande o lo que rebasa del evento no
interesa al filósofo si es algo solo nervioso o subjetivo.
Cuando Descartes coloca ejemplos de objetos que vienen con el sentimiento de adhesión por lo grande o lo
primero, se remite a lo que hace posible a los súbditos ir a la batalla por los grandes, el monarca o la patria.
Recordará el lector por las biografías de Descartes de G. Rodis-Lewis o R. Watson que Descartes se enlistó en el
ejército y que si bien no descolló en la batalla, asistió a la coronación del Emperador Santo en 1621, siendo el
Emperador sin duda algo grande, y su coronación algo muy distinto de una película americana con unas
bolillas rodantes. La metafísica de los sentimientos, “los sentimientos o emociones del alma” pues, es
articulada en Descartes con la filosofía política, y puede bien ser una fuente para una ontología de la actualidad
o metapolítica, en este caso aplicada a la experiencia del conteo en una peste universal y los números
metafísicos que se cuenta ahora. Como ya sabemos, las magnitudes que acontecen en un mundo político y
social y se cuentan son también metafísicas cuando, en la admiración o el asombro, etc. nos muestran algo por
primera vez. En el contexto de la patria, el monarca o el grande de la región que nos pide la existencia en la
batalla, lo primero, el evento es pensado socialmente, como un acontecer que es primero en el sentido de que
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cualquier otro le es subordinado. Parece Descartes pensar en la guerra, ciertamente, que acontece bajo la
pertenencia a un grande, un monarca o una patria, con quienes hay un compromiso anterior que acontece al
batallar. Lo que es al modo de un acontecer humanamente, o bien es fundante, como un gobierno que no
existía y se instala, o bien al modo de algo grande, que se establece dentro del reino. Se permita la insistencia,
no desde el ángulo de la razón viviente, pero no humana, o de lo no viviente, sino desde lo viviente y humano,
en cuya prioridad lo que lo rebasa y se muestra primero es la patria, o el grande o el monarca. Visto esto lo cual,
sea posible el tema de la soberanía en el tiempo que experimenta el lector en la peste. Que el virus se llame
Corona, sea de la familia de los virus Corona, o sea conocido entre quienes cuentan como “Corona”, es al modo
de una anticipación política del significado metafísico de lo que enseña el evento de la presente peste universal.
Quienes, como Orígenes de Alejandría o el conde de Maistre, sospechamos que el sentido de la experiencia
humana es siempre unitario, y que nunca hay nada que sea no significativo en una experiencia de totalidad,
incorporamos cada detalle que contribuye al significado del todo como un elemento de ese todo. Un virus
Corona no puede llamarse así solo por casualidad.
Hay una frase de Teología política (I, 1922) que se desea comentar aquí; Teología política es una de las
obras más notorias de Carl Schmitt, el más grande filósofo jurídico del siglo XX, y una de las grandes mentes
universales de Alemania. Quien conozca sus obras, como El nomos de la tierra, o Tierra y mar, no podrá dudar
de que hacía ontología de la actualidad o metafísica política como la aquí ejecutada en ocasión del virus
Corona. Se permita aquí citar de memoria, por esta excepción que la Corona me impone y me hace obrar lo que
no desearía hacer si Corona no lo im/ pusiera: “Es soberano aquél que decide en el estado de excepción”.
“Decidir” es dirigir sobre un curso de acción, e implica soberanía si esta decisión es operada sobre un
agrupamiento humano X o Z de tal modo que es eficiente, vale decir, si es obedecido al margen de lo que las
leyes, las normas, etc. o bien de lo que sus operarios, funcionarios, administradores, etc. tengan en cada caso
previsto. Se realiza algo que no debería ser realizado; es más, algo que ni siquiera era predecible no digamos ya
de ser hecho, sino ni siquiera de ser no hecho. Un estado de excepción, como han visto cada uno a su modo
Giorgio Agamben o Jacques Derrida, cada uno de ellos según el caso comentando a Walter Benjamín, es como
una suspensión de la normalidad y, por lo mismo, una suspensión (diremos nosotros) del saber qué hacer. En
ese momento se ha puesto en suspenso todo pensamiento de un curso de la acción posible. El que en ese caso
decide qué hacer, si es obedecido, es el soberano.
Cuando alguno es el soberano acontece que tiene que ser, y no comprenderlo es el ámbito que hace posible
operar y ser efectivas a las acciones que han sido decididas. La soberanía es así un acontecimiento, un evento,
algo que ocurre respecto del régimen de los agrupamientos humanos cuando tiene lugar y solo cuando tiene
lugar el estado de excepción. Se trata de un estado de excepción respecto a lo que se sabe o no se sabe, y lo que
se sabe va característicamente al servicio de lo que se ignora, y que, por no ser comprendido, sino tan solo
puesta la acción a su servicio, entendemos es el soberano. La soberanía, algo que es propio del virus Corona,
acontece porque ha abierto su experiencia la posibilidad de ser lo que no es posible comprender. Y surge la
paradoja de un régimen político y social sin pensamiento. Y como solo hay soberanía cuando hay gobierno, y
quizá, incluso no dejar hacer es ya un gobierno, hay ya un soberano desde que en lugar de hacer (como es hoy
el caso), no hacemos. El principal motivo de este texto es el encierro a la vez que la admirable situación de ver
cómo el ser que no puede ser comprendido es el soberano, no porque decide en estado de excepción, sino
porque ha hecho de la excepción un régimen de gobierno. Una huella de este gobierno es el triste encierro en
que se halla el que escribe, sirviendo al encierro. Cuando el evento que no puede ser comprendido acontece y se
instala en agrupamientos humanos, esta capacidad de operar sobre lo incomprensible es algo al modo de un
gobierno, una suerte de régimen sui generis donde el gobierno que funciona con leyes, normas, disposiciones,
consultas, debates, etc. queda en suspenso; opera como un milagro jurídico, pues gobierna sin leyes, normas,
etc., o bien todo lo que es dispuesto se traduce en normas, leyes, etc. La diferencia es que en el caso de un
régimen no sui generis, regir es lo mismo que la configuración de un ordenamiento efectivo, que coincide y es
descrito por tanto por las leyes, normas, etc. Las leyes y normas, etc. son el mundo mismo en la medida en lo
ordenan; en el segundo el régimen es él mismo generador de su legalidad, y no se halla nunca sujeto a ella. Carl
Schmitt llamaba a lo segundo “estado de excepción”; como hemos alcanzado para nuestro propósito,
relativamente al conocimiento, hay “excepción” en un mundo social cuando acontece algo que exige, pero que
no puede ser comprendido. En un régimen de excepción cada minuto de gobierno es un acontecimiento pues,
sin un cuerpo de normas o un conjunto de acciones previsibles de alguna manera, cada minuto de gobierno
significa comenzar el mundo desde nada. Lo que importa aquí es no la norma, sea jurídica o no, sino el agente
de la norma posible, pues incluso cuando no hay norma es posible una norma, solo que la norma no es nunca
normal. Un estado de excepción no debía ser un gobierno o un régimen, sino la suspensión de un gobierno o
un régimen cuando es eficaz, es decir, cuando es posible decir del agrupamiento Tal y Tal que hizo o no hizo. Lo
que es interesante es comprender que la excepción tiene sentido única y exclusivamente cuando no hay modo
de predecir qué se hará; entonces el soberano irá indicando cada vez qué y qué. El que decide en el estado de
excepción, por ser soberano, se halla servido por los demás que son, a estos efectos, sus súbditos, aunque sería
más amable acotar, “sus operarios”. El soberano dice que qué y qué y los otros operan, hacen las operaciones de
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qué y que, etc. Se haga la representación de un gobierno: los agentes que no son el soberano, digamos: los
abogados, los empleados de limpieza, los administradores de centros de salud, los policías y las fuerzas
militares, los campesinos y otros productores y distribuidores de alimentos, en fin, para el caso de una peste
sobre la que se ejerce un gobierno, los epidemiólogos, e incluso en el mismo caso los presidentes de las
repúblicas o bien los monarcas y sus ministros o las grandes asociaciones de Estados son siempre operadores
del soberano. El soberano los precede en el sentido de qué y qué que los demás transforman en acciones.

Una reflexión sobre la kakodoxía


Hay un cierto sentido en que todo es evento, y que todo acontece. Pero cuando decimos de cualquier cosa
que es acontecida o evento, hace largo rato hemos perdido la cuenta inicial de este texto, que es el estar al tanto
sin saber para saber, para saber el número. Este requiere de un escolio sobre el que se exhorta al lector no
desestimar.
Respecto de que puede ser pensado que cualquier cosa acontece, que todo es evento, etc., olvidando la
premisa inicial de la experiencia, a falta de prueba, estrellados contra el límite, se pide piense el lector ahora en
los sabelotodo de la televisión. Estos fingen que comprenden lo que no puede ser comprendido. En efecto.
Ellos, los sabelotodo, suelen comparar a los muertos que se cuenta por virus Corona con la lista de los demás
fallecidos. Los comparan con los decesos por falla cardiaca, por accidente de tránsito o cáncer al colon, o
incluso por resfriado, en todo lo cual se concede que puede haber más, más estadísticamente, pero en la
dimensión de lo que no cuenta para nada, que es como lo siempre ya/ acontecido. Cuando los muertos que son
contados por el virus hacen el número esto es, por así decirlo, porque hay una grandeza en morirse de este
virus, una grandeza cierta e inobjetablemente invisible, que hace a sus víctimas las más importantes, quizá
hasta las únicas que cuentan en los hospitales donde, por cierto, todos los demás pacientes y cadáveres resultan
como unos intrusos, como no siendo los relevantes en la suma de muertos salvo, claro está, cuando su deceso
se prueba vino acompañado de un certificado de Covid-19; un certificado de grandeza de sangre, por así
decirlo.
Si el cadáver del hospital se suma a la multitud de los etiquetados en las bolsas negras del gran viaje, este
cadáver, puede verlo el lector, va a la batalla llamado por algo más grande y primero. Deja de ser un mero
muerto y pasa a ser un muerto metafísico. No se asuste el lector ahora si le choca ver su experiencia de contar
muertos como una patria, un grande del reino o un monarca; es signo cierto de que ya está comprendiendo algo
que, sin embargo, no puede ser comprendido.
El virus Corona convoca la atención del filósofo porque abre un campo de experiencia humana no sanitario,
sino metafísico y político. En el mundo social las magnitudes acontecen: El número indica la dimensión
originaria y admirable de su procedencia, inobjetablemente nueva cada vez. Esta dimensión originaria, que es
también su carácter de im/ precedencia, es el lugar de la decisión en el actual estado de excepción universal. La
nada desde donde acontece a cada instante, minuto a minuto, muerto a muerto, por así decirlo, el del orden de
un régimen que, por hallarse donde nada puede ser comprendido, rige el mundo entero de los hombres como
un soberano. Este soberano es experimentado como grande al modo de un grande o un monarca o una patria
de la que uno se descubre llamado a la batalla.
El lector se podrá preguntar ahora si la grandeza que es en cada caso efectivamente experimentada al
contar el número hace o no algo con el bien, y si estar sujetos al Coronavirus, como a cualquier soberano,
grande, monarca o patria, lo hace bueno, y a las acciones del régimen al cual estamos sujetos en la peste
universal unas buenas acciones. Todas estas preguntas le son extrañas al sabelotodo de la televisión, al filósofo
kakodóxico, por así decirlo, aquel que suele ser más exitoso en el mundo donde se puede hablar de todo y fingir
que se ha pensado. Ese lugar de la kakodoxía es también allí donde el llamado a pensar, la experiencia del
número que se cuenta, encuentra quizás el lugar más adecuado. Es allí donde acontece en cada número el
número de la sabiduría incomprensible y admirable de la pandemia; es allí donde su dominio es más exacto
para el que opina, aunque también para el que comprende sus preguntas, si tal cosa cabe.

Entre el amor y el odio


En la medida en que el virus Corona es evento, es también al modo de un grande o un monarca, es decir,
algo que sobrecoge al que experimenta por admiración de grandeza o prioridad; debe ser escrito aquí,
ciertamente, que el embargo emocional del que experimenta no recae como un sentimiento de adhesión (o
amor, diría Descartes) sino en lo que sea como uno experimente el sobrecogimiento; en el caso presente, este
sobrecogimiento fascinante que viene con el acontecer de la nada de los muertos que se cuenta a cada instante.
Descartes asociaba de manera claramente positiva como fuente de compromiso del que cuenta con el
evento (o del alma que tiene la pasión de admirar) porque se es ontológicamente movido por el acontecimiento,
esto es, lo que en cada caso es primero o grande, mueve a hacer tal y tal; quizá debería entenderse como una
admiración propia de aquello a lo que uno pertenece, haciendo la acotación de que esto, la experiencia de lo
primero y admirable compromete incluso cuando manifiestamente no es posible amar lo que es primero o
grande, anotando tal Descartes en el segmento 53 de las Pasiones que esto es así. Como sea, lo grande o
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primero actúa sobre el alma como agente, y no como noble, bueno o cualificado por sus bienes para ser
preferido; en realidad se impone a la admiración también si es malo, y como genera amor genera también odio,
incluso sin perder las notas del carácter im/ precedente que tiene el que llama y seguir llamando. Esto
explicaría el genuino drama moral, ontológico de los suicidas. En efecto, cuando los suicidas son no patológicos
y se dan muerte por cosas como la llamada de los grandes, el monarca o la patria o algo parecido, que no sea
una bolilla de cristal o un trozo de cera, se subordinan al llamado de algo más grande que ellos siempre. Hay,
así, algo especialmente grande en el suicidio, algo ontológico, cuya grandeza no deriva de la muerte, sino de la
emoción de pertenencia a lo que se es propio y por lo que se es rebasado, incluso al ser odiado.
Cuando en mi actual encierro, sentado, junto a la computadora, reviso los números de infectados y
muertos, algo que hago obsesivamente semana tras semana, casi cada tres horas, hay algo nuevo y
extraordinario, una experiencia, por decirlo así, metafísica, que reconozco que se apropia una y cada vez de mi
propio ser. Descartes dijo en sus Meditaciones metafísicas tener una experiencia “por así decirlo, metafísica”.
Ya sé que el lector medio de este documento no iría a la guerra al llamado del grande o del monarca, y
posiblemente ni siquiera por su patria, siendo Cataluña el único desafío que la actualidad presenta para la
imaginación de lo que es una patria para un filósofo, hoy que los filósofos políticos pos/ metafísicos son del
extraño consenso de que las patrias y las naciones son en algún sentido una suerte de malentendido metafísico,
algo esto último en lo que tienen razón. Como sea, se debe tomar en cuenta el aspecto político de la afirmación
del llamado a la batalla, que es como la prueba de que verdaderamente se admira; hace bien el lector en asociar
en este llamado, si no conoce otra cosa, a los operadores más grandes o más monarcas o más patrióticos a su
alcance, como Cataluña puede serlo para los que fueran capaces de ir a la batalla por los grandes de Cataluña,
que son sus empresarios millonarios, o bien por su monarca, que por el momento nos es desconocido. Buena
parte de lo que quiso decir Descartes con la expresión “metafísica”, a la que precedió con “por así decir”, era
que todo lo que explicaba meditando era nuevo y asombroso, inédito y editado, que a la misma vez que él
mismo lo hacía “édito” ante eso inédito no podía sino sentir un embargo casi religioso, como el lector del libro
donde la cita se halla puede reconocer en el final de la parte tercera, que acaba en una ceremonia de grandeza.
En efecto, como seguramente el lector filósofo no habrá percibido nunca, esa parte tercera termina en una
doxología y, por así decirlo, en una liturgia. Lo admirable y grande, que embarga el sentimiento de la propiedad
y el rebasamiento, es en principio lo que es en general, y que se afirma en su aspecto primero, originario y
admirable. En una civilización religiosa era normal asociar la experiencia de algo primero y grande con algo
divino, como hace Aristóteles en el libro Lamda de la Metafísica de manera espontánea, al extremo de ser lo
relativo a los dioses algo sinonímico de relación con el ser. Nótese que lo que es primero y lo que es más grande
son lo mismo en lo que es propio de una experiencia “por así decirlo” metafísica. Sigue ahora una muy
incorrecta y desconcertante reflexión entre paréntesis que se aconseja abandonar.
En el mundo social, donde suele haber reyes y patrias y razas de pueblos, o bien sus equivalentes nihilistas,
como el mismo virus Corona sospecha el lector puede serlo, los grandes números admirables o primeros
describen su ser reyes o grandes o patrias, etc. Esto primero y admirable que al contarse se cuenta es lo que
hemos venido llamando “evento”; el evento en cada caso acontece en el número o bien se indica desde siempre
a modo de número nuevo, como son los grandes o los reyes, etc. cuando uno no va a la batalla.
El Coronavirus, el virus de la Corona, ése es el soberano de la experiencia metafísica que todos tenemos al
contar muertos. Y esta ironía no se escribe al modo de una mera figura retórica, sino que lo que aquí se dice
tiene pretensiones descriptivas, fenomenológicas. El contar el número, el saber lo nuevo admirándose es el
equivalente a la batalla llamada por el grande o el monarca o la patria; el número describe en cada caso el
alcance de la soberanía, su grandeza cada vez como evento, por así decirlo. En efecto, tener soberanía, ejercer
soberanía, tener la capacidad de mandar en el sentido más propio de hacer que otros hagan, es decir, de ejercer
algo como hacer que los demás batallen, solo es posible cuando el mando recae sobre lo im/ procesable, sobre
el ser que no puede ser comprendido. Es desde algo im/ procesable que acontece el numerar, que es como la
descripción de algo que en realidad, por alguna razón, a la misma vez que manda, no puede ser comprendido.
Toda soberanía que se califica de ser comprensible o de poder ser comprendida así resulta como una ficción
consoladora, algo que es posible si en el mundo de los hombres no acontece nada, o se vive como si no
aconteciera nada. Se deja a modo de hipótesis que este mundo donde nada acontece sea básicamente el mundo
normal que siempre debe ser posible para que haya, como se ha dicho antes, algo como el marco de los
acontecimientos.
Sea permitido ahora un paréntesis sobre algunas confusiones con las que no quisiéramos estar asociados.
(Se recuerda que hace pocos años Vattimo y Santiago Zabala han intentado diseñar un proyecto ontológico
de mundo, para lo cual se hacía el diagnóstico sobre el mundo liberal de los hombres, el mundo en que se ha
alojado el virus. Según los autores, el mundo liberal tenía una estructura extraña al acontecimiento, que Zabala
llamó framed democracy. Una framed democracy es básicamente un mundo cuyo límite es el ser que puede ser
comprendido y que considera lo incomprensible como irracional, criminal, etc. El profesor Zabala tuvo la
gentileza de remitir a domicilio la versión americana de ese proyecto, fruto de lo cual surgieron varios
comentarios de parte del que esto escribe. Sin duda aquí se comparte mucho de lo que allí es escrito sobre el
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evento y su ausencia en el mundo liberal históricamente existente, iniciado gracias a la caída del muro de
Berlín y del cual se dicho ser el fin de la historia humana, o bien haber diseñado el pensamiento único global.
Es aquello de “La marcha triunfal del liberalismo en el mundo entero” que defendieron de una u otra manera
autores diversísimos, que no es el caso mentar. Todo esto se toma por cierto en el sentido de que es,
descriptivamente, el entramado de algo que bien entendido suena al filósofo como algo extraño.
Las framed democracies del mundo con pretensiones globales del pensamiento único consideraban que,
fácticamente, no era posible que aconteciera nada pues todo lo que podía acontecer era real, los valores,
prácticas y aun rabietas y rebeldías del liberalismo. En esta postura, que es metafísica en un sentido que no
requiere discurso, pensar es siempre aceptar, defender y consumar. Que un día aparezca un virus y de pronto
todo se ponga de cabeza es algo así como el evento por antonomasia, aunque pienso que ni Zabala ni Vattimo
tuvieron en mente la sospecha de una peste universal como el evento que podía irrumpir para el sacudimiento
del mundo de estas framed democracies. La causa de esto es la secreta dependencia de estos autores con
premisas básicas del mundo moderno y la Ilustración, la principal de las cuales a mi juicio es la presunción de
que la inteligencia humana, ya que puede pensar en el evento, lo puede también producir o controlar. ¡Y esto
porque la premisa metafísica más dramática y a la vez más terrible que la modernidad ha inventado es la que
instruye sobre la omnipotencia de la razón humana, algo así como Sapere aude!
En efecto. Solo se desea anotar aquí que la doctrina central de que el mundo de la democracia estructurada
o framed democracy corresponde con un diagnóstico histórico/ ontológico y es más o menos el ámbito de las
sociedades capitalistas democráticas liberales. Este texto presupone que ese diagnóstico es correcto y remite
para todo lo que concierne a su descripción al capítulo I de Hermeneutic Communism, de 2012. Como ese libro
de Zabala y Vattimo se presenta como un proyecto, un proyecto de lo que en este texto correspondería con el
ser que no puede ser comprendido, la lectura seria de lo que escribimos debe sugerir urgentemente que el autor
cree que pensar que el evento puede ser proyectado por el hombre (por una mente socialista, por ejemplo, y de
ideas muy avanzadas para su tiempo), implica la creencia de que el ser que no puede ser comprendido a la vez
es el ser que puede ser comprendido. Entiende el que escribe que esta confusión hace de los más notables de los
hermeneutas del presente tratar de la peste universal como de algo que se veía venir, que es el fin del
neoliberalismo, que es el triunfo del marxismo, una pizca de esto y otra de aquello, etc.).
Regresemos ahora a nuestro virus. El virus Corona es soberano porque opera sobre lo que no se comprende.
El que cree que lo comprende porque, por ejemplo, trabaja en un laboratorio sofisticado intentando hacer una
vacuna, o bien impide la expansión del virus restringiendo una frontera que vigila desde una torreta, es
siempre un funcionario de aquel de quien procede su acción. Si uno le preguntara al funcionario de salud o de
seguridad cómo deben ser comprendidos sus actos, en tanto que son un ser que puede ser comprendido, una
respuesta plausible sería remitir esos actos al superior cercano o más remoto de quien dependiera la orden.
“Tal y Tal me mandó”. Y sería la orden de Tal y Tal, más que la ciencia de la medicina o la de la estrategia de
seguridad el principio rector del conjunto de todo lo actuado. Hace tiempo Jean-François Lyotard hubiera
denominado a esto legitimidad, es decir, la justificación de las operaciones del funcionario de salud o de
seguridad como algo que es necesario hacer; la justificación última, que en este caso encierra el conjunto de lo
que se puede contar, en lo que el lector cuidadoso habrá notado se halla también leer este texto. Pero eso que
legitima lo que se cuenta, es decir, lo que le da un sentido, eso mismo no puede ser comprendido, incluso si
puede ser descrito.
Hay un cierto sentido en que lo que puede ser comprendido lo es justamente porque hay algo que lo
justifica (legitima) y le da sentido, aunque no necesariamente ni mucho menos racionalidad; se justifica la
acción tal y tal, por ejemplo, la de estar encerrado en una casa indefinidamente sin salario y sin medicinas, etc.
porque hay una peste. Se trata del sentido último de por qué hacer o no hacer, lo que se comprende cuando uno
piensa que lo que se hace respecto de la vacuna, etc., es ser que puede ser comprendido. El ser que puede ser
comprendido es lo dispuesto por lo que gobierna y dispone por la vacuna o la seguridad del desplazamiento
territorial. El ser que puede ser comprendido pudiera uno creer que es ése de donde emana la disposición del
laboratorio o la torreta de vigilancia, etc., pero esto supone que el comprender del ser comprendido se halla en
el que manda. Lyotard hizo notar que lo que puede ser comprendido requiere de una situación comprensiva
anterior que abarca un plexo de incomprensibilidad, que tomó al modo de una confianza en algo anterior que,
para legitimar, no podía ser a la misma vez algo comprendido. Como no deseo colgar notas en un momento
cuyo más allá incomprensible parece manifiesto, diré solo que esto se encuentra en La condición posmoderna,
libro tan poco visitado hoy, así como en su secuela La posmodernidad explicada a los niños.
Pregúntese ahora el lector, el mismo que experimenta o ha experimentado el acontecer del número si tiene
o no tiene sentido pensar en la bondad o no bondad, en el amor que podría o no tenerse por el evento. Este es
admirable y preeminente, soberano, aquel sobre el que, en tanto la peste universal acontece como un mundo de
hombres no es sino un gobierno. Pregúntese al lector si hay bien o mal, si esto que no puede ser comprendido
se halla mejor descrito si se afirma que puede ser más bien amado u odiado. Si el lector no está distraído ahora
tratando de averiguar si el número de muertos a escala global ha crecido luego de la lectura, quizá ha
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comprendido lo suficiente para llevarlo ahora más allá, donde llega la doxología del que hace la liturgia de leer
este texto porque un virus lo ha llamado a la batalla, aunque fuera para luchar contra él.
Quizá una de las lecciones ciertas que el acontecer de lo que no puede ser comprendido ha dejado la
soberanía del virus Corona, se relaciona con la rehabilitación de la filosofía. Como antes lo hizo De Maistre, o
Heidegger contra esos malos amigos de la razón, los cientificistas.

La incomprensible y la pregunta
En varias ocasiones he escrito sobre lo que no puede ser comprendido. Esto porque quien escribe se debe a
una tradición de discurso donde el ser, la realidad, lo que es en general, se ha identificado de un modo especial
de esta manera. Incluso más allá del debate si al cuadrar el ser con lo que puede ser comprendido no se hubo
bien comprendido, como hizo notar alguna vez Gianni Vattimo en su ensayo famoso Historia de una coma.
Quizá el interés mayor que trae el virus Corona es que no se halla comprendido dentro de las fórmulas que he
esbozado varias veces sobre lo que es evento, es decir, que se nos hace propio y nos rebasa, y a la vez se
establece como lo que no puede ser comprendido: el Milagro de que lo incomprensible sea también y quizá
principalmente posible, que es lo que hemos venido haciendo.
No hace mucho Agamben hizo escarnio de la fórmula “el ser que puede ser comprendido” casi como una
ofensa a la inteligencia y esto porque, aunque Agamben no lo diga, la historia de escolios sobre Platón que es la
filosofía tiene sentido y se justifica en un deseo de comprender lo que no puede ser comprendido. Omnes
homines natura scire desiderant5. De alguna manera, el ámbito de la filosofía se extiende a transgredir el límite
de la comprensión, apuntando allá donde no se alcanza, pero cuyo más allá se vislumbra desde aquí; es la
imprudente pregunta del niño a quien, si optamos por no engañarlo, le sugerimos que espere a ser más grande
para volver a hacerla, aun a sabiendas de que nosotros mismos no hemos logrado comprender de su respuesta
sino el embarazo de callar. Si no he entendido mal a Agamben, a esta capacidad de preguntarse sobre lo que no
se puede comprender, en tanto es una experiencia que puede ser reconocida en uno mismo como una genuina
pregunta, la llama a veces umbral.
Uno se queda en la puerta. El umbral presupone lo que hay más allá, aunque no lo puede explicar. Quien
llega al umbral se admira y se sobrecoge, pues sabe que se halla más allá; el sobrecogido se dobla como un
musulmán en una doxología, como hizo Descartes al comprender lo que estaba dando por cierto al final de la
tercera de sus Meditaciones. El ser que no puede ser comprendido. Me recuerda a un texto de Agamben tan
incomprendido como interesante. Se trata de Lo que queda de Auschwitz, quizá la más poco comprendida obra
de filosofía política de la década de 1990.
“Lo que queda” puede ser lo que se recuerda, es decir, lo que queda después del olvido o después de la
actualidad (en el pasado, o bien en el futuro); notoriamente, sin embargo, lo que Agamben deseaba referir con
aquello de “lo que queda” es lo que falta comprender, lo que queda pendiente, por decirlo de algún modo. Por
más que uno comprenda lo que se comprenda con la documentación que fuera, Auschwitz guarda una reserva
de incomprensibilidad que lo hace, no digno del olvido, sino justamente, del recuerdo. Es por eso que en lugar
de decir “lo que queda”, vamos a denominar al libro algunas veces, Más allá de Auschwitz: lo que permanece
incomprensible de Auschwitz. No comprendo la italianización absurda que traduce Lo que resta de Auschwitz,
que ha consagrado la editorial de Adriana Hidalgo en Buenos Aires. Añádase una consideración circunstancial.
“Lo que queda” es una expresión irrenunciable si se entiende el italiano de su autor y sus dos intenciones; de un
lado, la traducción correcta hace posible un chiste sutil de Agamben, que dejaremos de encargo al lector; de
otro, respeta la referencia ontológica que “lo que resta” ya no es capaz de significar; se trata de lo que se halla
más allá y que, entrevisto y experimentado desde el umbral, no puede ser sin embargo abarcado por la vista, y
esto porque lo que queda, estando allí, no puede ser comprehendido, en el sentido de que no se abarca ni, por
ser propio de lo ajeno a la casa, se puede explicar.
Tratando del tema de la gran Shoá judía, Agamben se refiere al problema de cómo comprender, cómo ser
empáticos con la situación de los judíos en los campos de concentración alemanes durante la Segunda Gran
Guerra. Se lleva a cabo como esas historias con las que Foucault solía tratar cosas como la sexualidad o las
enfermedades mentales, a modo de una suerte de informe. Es como decir: Si se recopilara la mayor cantidad de
datos y testimonios, quizá al final se comprendería, aunque de antemano ya se sabe que se trata de algo
incomprensible para la razón, como la criminalidad, la pasión del sexo, incluso del sexo más retorcido, o de la
demencia, como la de los campos más retorcidos, en este caso el de los enemigos políticos arquetípicos. El
punto de partida es siempre, si se permite esta simplificación, un tipo de estado humano que particularmente
no puede ser comprendido.
Como es conocido por los lectores (en esta época en que todo es como des/ conocido), fueron los judíos
llevados a los campos en calidad de una especie de cuarentena social, por lo que los campos de concentración,
como los manicomios, las cárceles o los lugares de sexo son a modo de bio/ reservas para seres
incomprensibles, para seres que han dejado ya de ser comprendidos. Los judíos eran tratados de esta manera
como amenazas del mundo político, en este caso del mismo mundo que a Heidegger le parecía metafísico en
1936. Los judíos eran por tanto llevados a reservas biopolíticas, metafísico/ políticas, a modo de burdeles
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inauditos y nosocomios. Si definimos al que se caracteriza por no estar dentro de un cierto mundo político
como enemigo, diremos que los judíos estaban en los campos como enemigos metafísicamente hablando, como
seres que no pueden por definición ser comprendidos y que, por tanto, resultan así investidos de un carácter de
evento. Los judíos, contados ahora como enemigos de un pueblo “raro y grande”, eran acuarentenados en los
campos en tanto posibles portadores de un mal metafísico. El enemigo de un pueblo metafísico solo puede ser
él mismo metafísico, teniendo por nota esto metafísico el no poder ser comprendido. Tomar la experiencia de
algo en calidad de que no puede ser comprendido, una experiencia metafísica de algo como evento, significa
adoptarlo como grande, grande como un monarca que llama a la batalla, aunque sea para luchar en su contra.
Piense el lector ahora lo siguiente: Él tiene una experiencia metafísica, en la que acontece algo a la manera
de un mundo; tiene la experiencia él mismo y no tiene dificultad en reconocer esa experiencia como humana en
un sentido que dudar de ella. Lo acontecido procede a la manera de contar en una bio/ reserva, como el llegar a
ser de una bio/ reserva, como la instalación y ocupamiento de un manicomio o de una zona rosada que se ve y
de la que uno se reserva antes que ser allí reservado, antes se diría uno ya expuesto, aunque no alojado. Piense
el lector: Cuando éste numera el número, cuando cuenta la suma de los que pasan el umbral para ser contados,
ocurre a la misma vez y por el mismo motivo que estos contados cada vez atraviesan el umbral para
incorporarse al grupo de los que no cuentan con poder llegar a ser ya más comprendidos; estos pertenecen ya a
la reserva al contarlos. A la vez, irlos contando opera sobre los no contados; en efecto, cuando los que pasan en
la cuenta del número a la reserva bio/ política, sin duda llegan a atravesar un horizonte del que, cada vez al
contar, somos a la vez protegidos nosotros. Y no protegidos. Piense por su cuenta el lector qué consecuencias
salen de esto al constatar el lector de sí mismo que se halla en cuarentena.
Llegar a ser del número de los no comprendidos, judíos o locos se hacen portadores de un signo metafísico.
No es sino la idea de pasar la puerta del panóptico o el manicomio. Y cuando alguno no es comprendido, el
vínculo más básico con los sí comprendidos es una suerte de violencia, si no real, al menos potencial. Esto, que
hemos tratado en otro lugar, solo puede ser hecho del ser vivo siempre que sea humano y enemigo. Una vez
puesto uno, y otro y el siguiente, etc. a la lista, hay un cierto alivio de no haber sido todavía contado. El tema
ahora es que en Lo que queda de Auschwitz, esto que queda se entiende a partir de la identidad más radical del
judío, cuando se instala a sí mismo en el campo y, por lo mismo, él mismo se deja dejar de ser comprendido,
para hacerse el ser que no puede ser comprendido. No olvide el lector que ser comprendido se relaciona con ese
que se cuenta como ya no poder ser más comprendido y que pasa por ello a reserva; no olvide tampoco que, en
esa reserva, que es una reserva no de muertos, sino de vivientes que dejan de ser comprendidos, se halla la
experiencia de haber sido uno mismo reservado para no ser comprendido en algún momento posible.
Se permita ahora volver a los reservados que no somos.
Encerrados en campos en su calidad de otros a la misma vez que en calidad de enemigos, de violencias
posibles, Agamben parece subrayar que los judíos se hicieron en los campos metafísicos otros también de sí
mismos; Agamben subraya que los alemanes y sus compañeros de confinamiento los llamaban “musulmanes”
por un motivo peculiar: Andaban doblados y rendidos como lo hacen los islámicos cuando ejecutan sus
plegarias mahometanas sobre alfombras. Un autor que parece seguir no tan veladamente la doctrina
hermenéutica de la Escuela de Alejandría debe ver interesante que los judíos progresaran hacia algo en ese su
desaparecer; conforme se hacían el otro. Los judíos, conforme devenían musulmanes en los campos, se hacían
incomprensibles para sus enemigos (alemanes), para sus enemigos internos (los judíos del campo aun no
musulmanes), pero incluso para sí mismos, que comprendían su ser como anomalía de lo comprensible. Su ser
contado era un proceso, era un acontecer del cual es especialmente posible ver la trayectoria, las fases, los
intervalos, los niveles. Conforme se integraban al terreno del campo, por así decirlo, a su más allá más visible,
iban haciéndose más (apropiados) a sus enemigos; a la vez en cada instante la sombra y la afirmación de sí
mismos, los judíos proseguían en el ser mientras se apagaban en su diferencia, para ser efectivamente no
comprendidos, es decir, otros. Los musulmanes de los campos en la narración de Agamben se transforman en
un ejemplo del ser que no puede ser comprendido. Son el arquetipo viviente del ser que no puede ser
comprendido en el mundo de los hombres. Y valga la observación que el ser del mundo de los hombres es en
general el ser que puede ser comprendido, justamente.
Es un tema delicioso en sí mismo observar las citas bíblicas que en Más allá de Auschwitz hace Agamben de
San Pablo, pero también de los profetas Isaías y Oseas, con las que cierra Agamben su/ la “explicación” del ser
que no puede ser comprendido, que en este caso es el judío. El judío más allá de Auschwitz puede ser
comprendido si y solo si no puede ser comprendido. Este ejemplo tan políticamente correcto se hace insidioso
para exponer la naturaleza del objeto de la filosofía, que es el ser que no puede ser comprendido. El libro es de
la década de 1990. Tratándose de un tema sensible para los socialdemócratas alemanes de la época en que fue
escrito, es doblemente impactante recordar que surgió en lo que podríamos denominar la Edad de Oro de la
versión política de la hermenéutica, lo cual explica porque es un reproche tan terrible para sus lectores
originales, a quienes se hacía el recuerdo de que queda algo más allá a modo de residuo. Como metafísica,
recuerda la pregunta y el sentido de la actividad filosófica; como política sugiere cuestionar desde la pregunta
filosófica los supuestos del mundo alemán socialdemócrata, que para 1993 era el mundo de La tercera vía de
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Anthony Giddens, el sociólogo del mundo de las framed democracies de Zabala y Vattimo. Ese mundo, el del
“pensamiento único”, era básicamente un mundo colonizado por la hermenéutica, quizá en su formulación
menos feliz. Hans-Georg Gadamer había sancionado en Verdad y método, de 1960, el apotegma “El ser que
puede ser comprendido es lenguaje”; la filosofía socialdemócrata había traducido el apotegma en una política
donde no había lugar al acontecimiento, donde ya todo estaba desde siempre comprendido.
He sostenido en otra parte que este asunto de identificar el ser con lo que puede ser comprendido (y, quizá
lo más extraño de todo, con el lenguaje, que es el lugar de la comprensión) es una anomalía de la hermenéutica.
No se está haciendo referencia aquí al hecho de que Gadamer tuviera que justificar esta, la tesis de Verdad y
método, como la consecuencia de varios cientos de páginas de una erudición que, tan solo medio siglo después
se ve algo bastante exagerada, cosa natural si debía enfrentarse a dos mil años de una tradición
preferentemente adversa. Nos referimos al hecho de su acogida en la filosofía política y las ciencias jurídicas y
sociales en la Alemania para la que Agamben, un filósofo veneciano, escribe Lo que queda de Auschwitz; los
filósofos alemanes tienen por gran teoría filosófica un ser en el que todo puede ser comprendido, en que todo es
objeto de diálogo y consenso, en donde puede y no otra cosa que conversarse y la experiencia de ser
incomprensible es ajena e intrusa; es sin duda violencia, y por ello es pensada como un episodio inaceptable y,
mejor, im/posible. Parecieran haberse olvidado los alemanes de 1990, y los pensadores en general de la
filosofía política social democrática algo que había advertido antes Theodor Adorno: Que después de
Auschwitz, el modelo de un evento incomprensible donde se halla el arquetipo humano del que no puede ser
comprendido, había que ser cuidadosos con el optimismo de haberlo comprendido todo.
Agamben hace del judío de los campos (de concentración) una analogía del preguntar filosófico que se le
reprochaba a la Alemania de 1990. Si el ser que le importa a la filosofía metafísica y política de Alemania es
principalmente y quizá solo el que puede ser comprendido, el judío de los campos parece habérsele olvidado
muy rápidamente desde los juicios de Núremberg. Y la razón es esta: Porque lo que hace posible que la filosofía
tenga sentido es lo que dobla las rodillas y abisma en la incomprensión a quien es capaz de ver en él el evento
que es. Y el que no viese el evento, tendría algo así como un velo de ignorancia metafísica. El que, por alguna
razón exige que todo sea comprendido, ha adoptado una actitud anti metafísica que lo exime de las
responsabilidades y compromisos que el acontecer lleva consigo, y que está presupuesto en que lo que es ahora
siempre puede ser diferente otro día. Acontecer, moverse en el tiempo en lugar de ser inmóvil, es lo propio de
la metafísica de las cosas humanas, moverse con las cosas que se mueven. Mundo éste pos/ metafísico, sea
dicho al kakodoxos, para cerrar este texto, es el momento en que el evento puede ser contado con más
intensidad. Por ahora, el único momento, con la incertidumbre fundante que nos hace contar, contar otra vez, y
recontar de nuevo, incluso cuando todo haya terminado.
Caetera desiderantur…

Notas
2 Traducción de Martínez y Andrade. Cf. en la bibliografía.
3 “Conforme lo voy diciendo cada vez mientras lo capto con mi mente”, traduciría yo esta frase de Descartes en sus Meditaciones metafísicas
que, como todo lo demás, perdonará el especialista cite de memoria.
4 “Son unos retardados mentales”; “Se trata de chiflados”. Traducciones mías que me parece se ajustan al original, pero me gusta más esta:
“Son unos impresentables mentales”.
5 Traducción de Guillermo de Moerbecke de Aristóteles al latín de la frase del Libro A de la Metafísica de Aristóteles que se traduciría como
“Todos los hombres desean por naturaleza saber” o, lo que sería mejor, “Al hombre le corresponde anhelar la ciencia (de las cosas)”.

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55

UN VIRUS RECORRE EL MUNDO


ERICK SOTOMAYOR*

* Filósofo peruano. Licenciado en Filosofía por la Universidad Nacional Federico Villarreal. Licenciado en educación por la Universidad
Nacional Mayor de San Marcos. Ávido lector. Integrante del Comité editorial de la revista filosófica Evohé.
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Un virus recorre el mundo1

“Cuando las cosas nos parecen ser solo lo


que parece, pronto parecen ser menos aun”
Nicolás Gómez Dávila

Es un 31 de Diciembre del 2019 y el mundo está presto a celebrar al nuevo año. Distintas personas
colocan en sus redes frases como “el nuevo año nos trae 365 oportunidades” o “2020 sorpréndeme”. El
horizonte que anhelan está próximo a llegar a sus ojos, según ellos creen. Pero ocurrirá un suceso, los grandes
optimistas erraron en algo, el 2020 no traía 365 sino 366 días u oportunidades (posibilidades para ser) y que
las sorpresas no tienen ni deben de ser agradables ante nuestra vista.
Se da el fin de un año y el comienzo para el fin de la segunda década del SXXI. Se da aquí, en este último día del
2019 la oportunidad de que los 366 días que vienen sean distintos a de los que ya se van (hablando en
conceptos metafísicos) y que las sorpresas sean que no haya a lo mejor tales oportunidades para ser.

Es un 31 de diciembre del 2019 y China notifica a la OMS de una extraña neumonía que está atacando a la
ciudad de Wuhan, el cual tiene alrededor de 11 millones de habitantes. A raíz de esto se comienza con la
investigación de cuál es el agente que infecta con esta neumonía, sabiendo luego de que esta propagación viene
de un mercado de mariscos que se encuentra dentro de la ciudad, que es cerrado luego de ser confirmado esto.
El nuevo virus lleva en un primer momento el nombre de 2019-nCov-2 y posteriormente Sars-Cov-2. Con esto
se descarta que sea el virus Sars que había asolado al país años atrás. Se da paso al fantasma que recorre Asia
para llegar pronto a Europa y demás partes del mundo.

En los primeros días del nuevo año ya se informa en los distintos medios de este nuevo virus, gripe, neumonía
o COVID-19 como se le conoce actualmente. A los pocos días, el 11 de enero fallece una persona en Wuhan que
había estado comprando en este mercado de mariscos producto de este virus, al haberse complicado su salud
con neumonía. El virus cobra su primera víctima de los tantos que cobraría y cobra hasta ahora. El ser-para-la-
muerte gracias al virus aparece y la oportunidad de este hombre de ser y seguir siendo se encontró con la
máxima de todas las posibilidades del ser, con la posibilidad que anula a todas las demás posibilidades de ser,
el ser-para-la-muerte y con esto todas las posibilidades para seguir siendo.2
En días posteriores Japón y Tailandia reportan que personas que habían visitado el mercado de mariscos de la
ciudad de Wuhan y que se encontraban en los respectivos países mencionados, tienen el nuevo virus. Al poco
tiempo nuevas muertes por el virus se registran en China y aumenta las cifras de contagio. Al parecer esto no
está teniendo el control que se esperaba, el de combatir y limitar al virus. Se alistan nuevos métodos de control.
Por tal motivo el 23 de Enero la ciudad de Wuhan es puesta en cuarentena mientras los contagios y muertes
crecían, a los pocos días otras ciudades también son puestos en este nuevo método de control. Esto nos hace
recordar al libro de Albert Camus “La Peste” y que por estos días y gracias al COVID-19ha repuntado en ventas.
Este libro que no solo habla de la cristalidad y fragilidad del ser humano, no solo en valores, sino también en la
forma de ver la vida ante la adversidad, la absurdidad, la insensatez, representa como se puede vivir en la
sociedad de hoy ante nuestra “Peste” que nos asola. En la obra de Camus, la ciudad de Orán en el cual se centra
los aconteceres, es puesta en cuarentena por encontrase plagada de la posible peste bubónica. Los habitantes
que al ser víctimas de esta plaga se les prohíbe la salida de la ciudad, quedando encerrados allí, aislados. Si uno
llega a esta ciudad y desea entrar, pues lo hará, más no podrá salir porque se vuelve un agente de infección,
aquel que lleva la plaga y contamina a los demás.

Pasan los días y el virus llega a otros países, Corea del Sur, Nepal, Tailandia, Hong Kong, Malasia, Taiwán,
Estados Unidos, siendo el 24 de Enero que llega al continente europeo. El fantasma del virus aconteció en el
viejo continente. Se van dando cuenta que este virus es más letal de lo que parece y no una simple gripe o
neumonía, por ende para evitar la propagación de este microorganismo se deben suspender las distintas
actividades con aglomeración de personas. Días después se confirma que hay una muerte por el nuevo virus en
Filipinas, se sumaría pronto Japón, Francia, Taiwán, Hong Kong a estas informaciones de muerte. Las
posibilidades de oportunidades para-ser en este 2020 terminan para las víctimas de este virus.

Poco a poco esta plaga o peste va recorriendo el mundo, lo que no hizo alguna ideología o dogma lo hace un
virus, nos vuelve a nuestra condición de humanos, «Homo sum; humani nihil a me alienum» 3, aquella que

1 Aludiendo a la introducción del manifiesto comunista que empieza con la conocida frase “Un fantasma recorre

Europa: el fantasma del comunismo”. Véase “Manifiesto del Partido Comunista” Marx-Engels. Editorial Progreso-Moscu-
1974 .
2Véase para un mejor concepto del ser-para-la-muerte la obra de Martin Heidegger “El ser y el tiempo”

3«Soy un hombre; nada de lo humano me es ajeno»


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poco a poco creíamos que desaparecía en nosotros por creer que el progreso de la ciencia, de la historia, nos
había vuelto inmunes, una suerte de dioses terrenales, precisamente algo absurdo porque los dioses no habitan
en lo terrenal sino fuera de lo terreno.

Para Febrero el virus acontece en África y las muertes en China llegan a cerca de 2,oooy los barcos con
tripulantes como el crucero Diamond Princess pueden desembarcan en Japón luego de dos semanas por
haberse encontrado en un aislamiento obligatorio producto del virus.

Italia es el primer país Europeo en comenzar a colapsar, no pueden detener el virus. Las personas atiborran los
mercados para abastecerse. De un momento a otro los productos faltan, mientras que el virus invade sus calles,
infectan a sus ciudadanos, desencadenando en muertes que lamentar. Para estas fechas de febrero el filósofo
italiano Giorgio Agamben se pronuncia. En su reflexión plantea que esta epidemia es la oportunidad para
suprimir libertades, como si el estado estuviera en guerra contra nosotros y que lo que busca es alarmarnos por
tener una oscura finalidad entre manos, el infundir miedo. Agrega además que este virus es y será una gripe
fuerte, y que queramos o no habrá muertos, pero por eso, por ser una gripe, siendo lo que quiera agregarse un
sensacionalismo. En los días posteriores, exactamente en Marzo, manifiesta que este virus nos aísla del otro,
del familiar, amigo, pareja, conocido, etc, porque tenemos miedo de que pueda ser un agente de infección del
virus, llevando como consecuencia que el miedo impere en nosotros. En si su reflexión versa en que este virus
está siendo magnificado para querer controlarnos, utilizando así el estado de excepción que acontece en
distintas partes del mundo -como aquí desde donde se escribe este texto Lima-Perú- como excusa de ello,
instaurando el nuevo control. La idea del antiterrorismo y un tratamiento sanitario-gubernamental del
coronavirus para instaurar un estado de excepción gubernamental perpetuo. 4 No preocuparnos tanto por el
virus y si dejarnos controlar en nombre de él es lo que debería preocuparnos a nosotros. Aunque estas palabras
pueden parecer desafortunadas creo que se deberían leer en el contexto pero volveremos luego con lo escrito
por Agamben.

Finales de Febrero y el fantasma del virus que recorre el mundo acontece en América del Sur, desembarco en
Brasil y poco a poco se extenderá por todo el continente. Por su parte la OMS declara que el riesgo del COVID-
19pasa de alto a muy alto. No se puede controlar a este microorganismo que poco a poco infecta al mundo. El 6
de Marzo se declara oficialmente que el virus llega al Perú, –como bien se indicó, desde donde se redacta el
presente texto- y para ese entonces se superó los 100.000 casos de contagio y las muertes se elevaron a los
3.400 en todo el mundo. La realidad del fantasma del virus acontece en nuestro país y la realidad, tal como lo
conocíamos se prepara para cambiar queramos o no aceptarlo. Este cambio no solo será en nuestro país sino en
todo el mundo, la OMS declara pandemia mundial el 11 de Marzo al COVID-19. La sorpresa que se pedía en
redes por ciertas personas con el inicio del año 2020 empieza a concretarse, las nuevas prácticas empezaran a
regir. Como bien dije, las sorpresas no siempre son o tienen que ser agradables.

Dos días antes de que la OMS declarara pandemia mundial Italia ya había declarado cuarentena en todo el país,
las libertades individuales serán suprimidas por el bienestar común, nuevos mecanismo de disciplinas surgen y
deben ser acatadas. Se vigila todo el país para no ser castigado.5 Esto se repetiría, la cuarentena, aislamiento
social, restricción de libertades, toques de queda, estado de excepción, poco a poco en distintas partes del
mundo. Unos lo harán antes que otros, ¿el motivo? No creen aun que el virus sea letal para el ser humano.

El presidente Trump es conocido por ser controversial, egocéntrico, un empresario más no un político. Un
claro ejemplo de esto es como ha estado llevando hasta ahora el panorama de Estados Unidos frente a la
pandemia. En sus primeras declaraciones indicaba que esto era una gripe común y corriente, como máximo
sería un fuerte gripe y que desaparecería con la llegada de la primavera, Posteriormente indico que si esto
empeorase estaría controlado y que Estados Unidos ya había tenido reuniones con las grandes empresas y que
ya estaban cerca de encontrar la cura. Para ese entonces ya se encontraban en Febrero y tenían cerca de 60
contagiados, jactándose de no tener ningún muerto por el virus, y que había más decesos por gripe, cerca de
35.000 al año y que como mínimo era 27.000. Vemos en la actualidad que el país dirigido por Mr Trump es el
país con más contagios, conllevando a 1.6 millones y cerca de 100. 000 muertes en lo que va de la pandemia. Es
pertinente preguntar ¿por qué hago hincapié en esto? Trump es la misma imagen de las personas que no han
tenido la oportunidad de ver más allá de sus ojos, de no haberse instaurado en la realidad, en aquella que
acontece. Esta realidad no es aquella del cual uno puede desligarse sino del cual uno padece, tiene que vivirla
como condición de su propia existencia, como condición de estar en este mundo en-si y para-sí.

Una discusión que fue dada a raíz de esta pandemia es si esto había sido creado en un laboratorio, ¿sus fines?
el control del otro. Mr Trump acuso así a China de haberlo creado en un laboratorio, y so argumentos de que
tenía información fidedigna y que estaba investigando, daba cuanta acusación a diestra y siniestra imaginase.

4Las reflexiones de Agamben están recopiladas en el compendio “Sopa de Wuhan” que se encuentra en internet de
manera gratuita y recopila también las reflexiones de otros filósofos como Judith Butler, Jean-Luc Nancy, Zizek, Byung-Chul
Han. Cabe destacar que este compendio no rescata el artículo de Agamben que lleva por nombre “Aclaraciones” donde
indica que sus palabras han sido malinterpretadas. El que no haya sido estas aclaraciones consideradas en este compendio es
por el tiempo en el cual lo redacto, días después de que se compilara el libro.
5 Michael Foucault tiene bien en claro cómo se estructura los distintos mecanismos de control en las sociedad. La

aplicación de un poder que se ejerce, que obliga lo que debes de hacer y en el cual existe su contraproducente, la resistencia,
donde hay poder también hay resistencia.
58

Esto también dio pie a que distintos pensadores, personas de letras o que se dedican a escribir en redes o algún
periódico con tinte anticomunista comenzaran a estigmatizar a China. Los argumentos varían pero su eje
central no son más que teorías conspiracionistas y su rabia por China por creerlo comunista, al considerar que
la creación de este nuevo virus no es más que una manera o forma por instaurar una hegemonía o proyecto
socialista a nivel mundial así como quieren instaurar lo que ellos llaman “Ideología de género”. A este
argumento no solo se adhirieron estos escritores de redes que índico, donde el cual está también el buen
Agustín Laje,6 sino toda persona que cree que el mundo está guiado por reptilianos, siendo este virus señal de
esto. Poco o mucho le durarían las teorías conspiracionistas porque se demostraría que este virus no es
creación de laboratorio sino una zoonosis, el salto de un virus o enfermedad animal a un ser humano.

Ahora y no quiero caer como partidario de estas teorías conspiracionistas pero una cosa es ser creador de un
virus de laboratorio y otra cosa es que al experimentar con este virus luego de saber de su existencia, por un
accidente haya podido ser disperso fuera del laboratorio.

En otro lado del continente americano y siguiendo la línea de Trump esta Jair Bolsonaro, presidente de Brasil.
Él cómo su par estadounidense planteaba prácticamente lo mismo; un discurso anticomunista y
conspiracionista, es decir que el virus es una invención de China, que no busca más que querer intimidar para
manipular, que la prensa está al servicio de esto, siendo lo más escandaloso que Bolsonaro incitaba a las
personas a que salieran a hacer sus actividades de manera normal, que no vivan bajo el panorama de terror. El
escándalo aumentaría cuando los líderes de las temibles Favelas se organizaran para que ellos mismos evitaran
el contagio de las personas por el nuevo virus dentro de sus propios dominios, tanto así que hasta lo
promocionarian por la Tv. Lo que acontecía en el mundo no era parte de Bolsonaro, o tal vez aun no podía
presenciar que la verdad no puede estar sujeta a sus creencias o prejuicios, no entiende que esta verdad
acontece más allá de nuestro egocentrismo. No está de más decir que Brasil es uno de los países con más
contagios, cerca de 350. 000 y superando los 22.000 fallecidos.

Po otra parte y es lo que atañe como motivo de reflexión de este trabajo es como la pandemia ha tenido la
oportunidad de aperturar nuevos debates en torno a lo que se vive. Esto es tanto en lo político-social como las
deficiencias que tiene cada país. Por político-social indicaremos que se entiende por forma de gobernar, los
dispositivos que se han aplicado hasta ahora y que se aplicaran a raíz de la pandemia y en lo que conciernen a
las deficiencias es lo que deja al descubierto esta pandemia en prestaciones de servicios públicos.

Hay una frase de Jameson que asumo que debe dejar pensativo a Slavoj Zizek y que reza así “es más fácil
imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”. A raíz de la pandemia el mundo comenzó a
desestabilizarse, el fin de los grandes metarrelatos como indica Lyotard parece que ha llegado a su fin, otra vez.
Para los lectores de Lyotard puede sonar esto una contingencia, porque los metarrelatos no existen más o en un
aspecto optimista, estos se encuentran en crisis desde la época posmoderna, siendo la posmodernidad
consecuencia de esto. Aquí quiero manifestar que el metarrelato, que no puede ser puesto ya en lugar de nada,
no es más que la realidad de un mundo que trata de no aceptar su verdad, conviviendo en una comodidad
ilusoria. Este mundo ilusorio que posee dentro de sí tantas adversidades o problemas que le acontecen, como
son: calentamiento global, capitalismo en constante crisis, problemas de migración, escases de agua,
deforestación, crisis con los productos tanto renovables como no renovables, y que a pesar de todo esto se
encontraba dentro de su comodidad ilusoria por no querer aceptar su destino. Es por tal motivo que esta
pandemia cayo como anillo al dedo a ciertas posturas –y no lo digo porque ellos estén felices con lo que pasa
sino que sirve de sustento para formular sus teorías- donde ejemplificaban el caos que se vive pero que no se
presta atención, uno de ellos Zizek. A los pocos días de ver que este virus acontecía 7en el mundo, Zizek escribe
un artículo donde indica que luego de esta pandemia se podría hablar de una desestabilización del capitalismo
y que hasta podríamos hablar de su fin. Claro está que esto se debía asociar a ciertas prácticas sociales que
estaríamos empleando producto de la cuarentena, como la solidaridad, la empatía, la preocupación por el otro
y no ver tanto el aspecto económico como fundamento de la existencia. Zizek vería como producto de la
cuarentena la oportunidad de hacerle frente al capitalismo y decirle que hay cosas más importantes que el
consumo excesivo y esto es la vida, la supervivencia. Lo que no hizo el hombre pues lo hizo un pequeño
microorganismo.8

Autores como el nihilista Nick Land, Alex Williams o Nick Srnicek nunca hubieran imaginado lo que estuviera
sucediendo con un mundo que ya lleva por sentencia a palabras de Zizek que esta próximo el fin del
capitalismo. Marx ya había escrito que para que exista el fin de capitalismo “debíamos agudizar sus
contradicciones” y que estas se encontraban en la propia esencia del capitalismo. Por tal los autores del
aceleracionismo dentro de sus propias teorías, Land con una tecnificación del Capital y por otro Williams y
Srnicek con una ilustración comunitaria creían que podrían llevar al máximo las contradicciones del

6Pandemonium ¿De la pandemia al control total? Es el compendio de artículos a los que hago referencia. Pareciera ser

una contrarespuesta a la Sopa de Wuhan. Se encuentra en internet y con libre descarga gratuita.
7 Quiero dejar en claro que cuando hablo de acontecer lo utilizo en la terminología de Heidegger y esto en relación con

el evento (Ereignis) como lo que se da y se apropia de nosotros y del cual no podemos escapar.
8 Articulo comprendido en el libro colectivo “Sopa de Wuhan”
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capitalismo existiendo por ende su fin9. Zizek en cambio vio que el COVID-19 sería el remedio más sencillo
para acabar con el capital, un remedio que al hombre también afecta, una suerte de Phármakon.
Al poco tiempo Byung-Chul Han saldría al frente para darle una respuesta a Zizek, indicando que el
capitalismo no terminaría, que un virus no haría el papel que debería cumplir el ser humano y que la utopía
comunista que cree que existirá el pensador Sloveno no se daría gracias al COVID-19. El ser humano si bien es
cierto está demostrando lazos de afectividad por el mundo, lo hace por miedo a morir, que resumir que el
capitalismo va a colapsar por estas demostraciones que ha dado el ser humano no es la tan pensada revolución
que cree Zizek que se está dando en harás a un próximo paraíso terrenal. Es más, cree Byung-Chul Han que los
mecanismos de opresión y el capital aumentara gracias a los nuevos mecanismos de control que se está
evidenciando. Ya en los artículos que se encuentran recopilados en la “Sopa de Wuhan” el filósofo surcoreano
estaría dando pistas como sería el porvenir de los nuevos mecanismos de control. Algo que critico de los textos
del filósofo surcoreano es que so excusa de indicar que se está teniendo un mejor control por parte de Asia
comparado con Europa frente al virus, lejos de cuestionar –y que pareciera que estuviera alabando o
aceptando-las prácticas autoritarias tecnológicas del cual se basa para monitorear este microorganismo, no lo
denuncie. Es como si dijera que en Asia si se controla la pandemia y en Europa no, pero olvidando a lo que
conlleva este control y la manera de como lo hacen, perdiendo su privacidad. Una suerte de nacionalismo que
no hace bien en esta pandemia.

Algo que es pertinente prestar atención, es ver como a partir de los escrito por Byung-Chul Han podríamos
avizorar cuales serían los nuevos métodos de control tecnológicos que Europa y el resto del mundo podría
adoptar ante el control de esta pandemia, como de futuras pandemias, cayendo en la sumisión y normalización
de esta, a lo que él llama “herencia autoritaria”. El filósofo surcoreano argumenta que en algunos países de Asia
ellos han sido educados así, pareciéndoles por ende lo “normal” este tipo de control. Ejemplos que da de esta
sumisión de “herencia autoritaria” y que con ello refuta al argumento de Zizek de que se acabara el capitalismo,
es de la utilización de productos tecnológicos que se vuelven inherentes al ser humano y que son parte de su
vida diaria. Celulares con el que se puede saber la temperatura del cuerpo, aparatos tecnológicos que cuentan
con gps para saber dónde han estado, con quienes han interactuado, y que si tienen el virus, poder saber cómo
se contagiaron o a quien pudieron contagiar. Cámaras que te vigilan a diestra y siniestra -el panóptico de
Foucault se hace presente- donde la privacidad pierde el valor, y la bigdata donde se almacena el historial de las
personas. Todo esto indicara Byung-Chul Han que se exportaría a Europa ante el descontrol de la pandemia. Se
caería en el control de la pandemia, en el control de las personas porque ellos lo llevan.

Aquí quiero volver a las palabras dado por Agamben, en sus artículos donde se refiere a la pandemia.
Desafortunado lo que cree de esta, de que será una gripe fuerte, pues si, muy lamentable pero acertado en su
contexto de control y prácticas que se está realizando o se realizara. Ya en su artículo “Aclaraciones” 10 que no
quiero rescatar ni pretendo justificar que aun siga creyendo que es exagerado que se siga en un estado de
excepción en Italia, deja algo a analizar; las practicas que están realizando en pos de estar cuarentena. Estas
prácticas que deben ser modificadas por estar en cuarentena pero que tal vez debamos “normalizar” a pesar de
que estas relaciones sociales se vean resquebrajadas, aunado a nuestro temor, es lo que debemos aceptar. Si
bien es cierto Agamben no es capaz de aceptar esto –la magnitud de la pandemia- por miedo a la normalización
del estado de excepción, lo que lo conllevaría aesgrimir ejemplos que son chocantes para nosotros, uno de ellos
es el fallecimiento de las personas por el COVID-19. Se sabe que cuando esto sucede las personas son
incineradas, en el peor de los casos sepultados en cementerios que se están creando para las víctimas de la
pandemia. Agamben indica que ni siquiera nuestros muertos pueden tener un funeral digno, porque el viejo
ritual de acompañamiento hasta el reposo de nuestros deudos ha sido suspendido para evitar la propagación
del virus. El miedo acrecienta cuando no sabemos si nuestros muertos serán los nuestros, es decir como estar
seguro que son ellos y no otros los muertos que creemos incinerados o sepultados, porque la pandemia rebasa
todo y hasta confusiones de cuerpo y cenizas se ha dado. Es un tema delicado y no saber cómo sobrellevar es
complicado. Así es que el filósofo italiano, sigue denunciando que las prácticas sociales no deben dejar de ser
realizadas, porque al no ejecutarlas, somos nosotros mismos quienes perdemos nuestra humanidad al
desvincularnos de nuestro entorno –que es la relación con el otro- por anteponer nuestro miedo a un
microorganismo.

Debemos aceptar que la pandemia ha aperturado a que el estado de excepción siga el sendero o lineamiento de
que lo que dentro de poco sea vuelva lo “normal” o como quieren llamarlo “la nueva normalidad”. El problema
de nombrarlo así, es que lo “normal” son las prácticas que efectuamos sin darnos cuenta que realizamos,
porque se vuelve cotidiano, y mientras esto no se tome así, deja de ser lo normal. Estas prácticas son parte del
acontecimiento de la nueva pandemia y esto es lo que también merece el análisis y una sospecha de las
interrelaciones.

9 Nick Land, Alex Williams o Nick Srnicek, todos ellos partidarios del aceleracionismo, planteamiento que creía que
podían superar el capitalismo si aprovechaban al máximo y agudizaban las contradicciones. Mientras Land se le puede
considerar un aceleracionista de derecha por creer que la sobreproducción del capital -siempre y cuando no se entrometa el
habitar del hombre en esto, de lo contrario debería aceptar sus consecuencias en beneficio de la humanidad futura- podría
desencadenar sin remedio en la crisis del capitalismo y por otro lado Williams y Srnicek que llevaban unaceleracionismo de
izquierda, teniendo por bandera a que la ciencia agudizaría el capital pero con ideas de hiperilustracion donde el hombre sea
parte de este proyecto, junto con ideas de fraternidad y emancipación, siendo el resultado el capital colapsado.
10 Artículo publicado el 17 de Marzo en su columna Una Voce
60

Algo que me permito agregar tal vez para contextualizarnos ante la pandemia que vivimos es la incertidumbre
que se vive. Sabemos que estamos expuestos a la pandemia mas no la vemos, –me refiero al ente contra quien
libramos la lucha porque la consecuencia de esta si lo vivimos- es un agente microscópico que ha puesto al
mundo en un miedo, una angustia, como bien indica Heidegger basándose en Kierkegaard “la angustia es un
miedo metafísico” es decir sabemos que existe, que tenemos miedo, mas no sabemos cómo es, ni cuando
llegara. Es este miedo el que hace que debamos vivir en permanente estado de alerta, sometiéndonos a los
nuevos dispositivos de control que no sabemos aún como llegara, pero que sabemos que si llegara. El estado de
excepción con sus limitaciones de libertad y supresión de derechos es lo que se nos está tratando de amoldar
como lo nuevo. El miedo metafísico por lo que no conocemos, en este caso los mecanismos de control poco a
poco a consecuencia de esto se están haciendo evidente. Lo que no sabemos es cuánto de las prácticas de
control del cual ahora somos carceleros será perpetuo para nuestra nueva práctica social. Ya Foucault llamaba
como “lo normal” o “normalización” a las prácticas de la producción de lo real, y que estas prácticas serian lo
que diferenciaría a la norma de las leyes. Esto es, las leyes son las acciones que debemos cumplir a carta cabal
so pena de tener una infracción y las normas serian aquellos espacios desde el cual no llega estas leyes, siendo
precisamente por ello de mayor importancia en la medida de que ejerce en las practica sociales, sirviendo como
opresión por sobrepasar a las propias leyes.
Los hechos que ocurren con la pandemia, son sucesos que si bien es cierto, pueden tener ejemplos similares en
el pasado, -me refiero a que en el pasado ya ocurrieron pandemias similares como el de hace un siglo que fue la
“fiebre española” o en la edad media “la peste bubónica”-se caracterizara porque aún no podemos ver la
magnitud de todo su potencial y todo lo que traerá consigo. La pandemia esta acá, está aconteciendo pero
dentro de ella esconde un significado metafísico que aun cuesta interpretar.

Nietzsche en su obra “La gaya ciencia” en el parágrafo 125 nos hablaba del acontecimiento más grande que
había acaecido en el mundo. En este parágrafo de su obra nos presenta a la figura del loco o insensato 11, aquel
que da el anuncio de la muerte de Dios y que apertura el nuevo mundo que tiene por eje el sin-sentido. Sin
ahondar en este parágrafo, es en la última parte del anuncio del nihilismo del cual somos participes, que indica
que aún no podemos darnos cuenta de la muerte de Dios y que la descomposición de su cuerpo recién se está
dando, y por ende deberán pasar años hasta que podamos sentir las consecuencias de ese anuncio, del vivir sin
un fundamento.

Martin Heidegger uno de los filósofos referentes al igual que Nietzsche, cuando aludía algún momento en
especial que se distinguía al de los demás por la magnitud que representaba dentro de un mundo sin-sentido,
un mundo nihilista y del cual podíamos basarnos como eje de referencia postmetafisico, lo remitía al evento
(Ereignis). El evento es un suceso que acontece y del cual nosotros no podemos ser indiferentes porque se
apodera de nosotros volviéndonos uno con ellos, se vuelve parte de la historia y es un hecho referencial. Es
como cuando existe una noche de lluvia y esta es acompañada de rayos, relámpago y truenos, el rayo como
manifestación de la carga que trae cada evento, el relámpago lo que alumbra a lo lejos y clarifica en la
oscuridad y el trueno es la presencia imponente de dicho evento. La pandemia puede catalogar como un
evento, porque es algo que acontece y del cual no podemos escaparnos, ha hecho que modifiquemos muestra
forma de vida, se instala y se apropia de nosotros, no podemos ser indiferentes. En lo que respecta a la muerte
de Dios y la descomposición de él como señal de nihilismo, en la actualidad podemos ver cambios comparados
con el pasado pero este tiene un significado metafísico, estas prácticas encierra algo más que un simple cambio
de estas prácticas, lleva consigo un cambio de horizonte guiado por un miedo que se normalizara pero que lo
podremos ver como tal, pasado un tiempo después. Es por esto que las prácticas sociales que debemos
normalizar es algo que aún no podemos concretar porque la descomposición de esta deidad aún no se da, la
pandemia aún persiste y no podremos saber cuánto serán los cambios que deberemos de asumir.

Siguiendo el horizonte de cambio del cual estamos siendo espectadores, resultaría inaudito que alguien crea
que el panorama del mundo pueda seguir su rumbo tal cual como lo ha tenido hasta ahora. Hay que tener en
claro que a raíz de la cuarentena que hemos experimentado y vivenciado, el nivel de contaminación en el
mundo ha disminuido. Ha sido cerca de dos meses los cuales el mundo ha estado en casa y que esto ha ayudado
a que los mares, animales y la flora hayan podido tener un respiro. Personalmente no estoy a favor cuando
indican que la naturaleza nos está dando una lección, ya que al dar ese juicio significa que nosotros, los
humanos no somos parte de la naturaleza, siendo nosotros mismos los que nos excluimos tontamente, Hay
que, como indicaría Mariano Ibérico, restablecer el vínculo con la naturaleza, reconciliarnos con ella y no
podremos hacerlo si de por si nos creemos distinta de ella.

El panorama del cambio esta instaurado y debemos hacerle frente, prácticas sociales que deberemos
normalizar ya sea por nuestro bienestar o ya sea por el ejercicio de poder al cual deberemos resistir es lo que
deberemos estar a la expectativa. Una práctica que costara mucho resistir será la de las mascarillas. Esa
mascarilla o mascara que en la antigua Grecia servía para disfrazarnos sin ser reconocidos e interpretar un
papel en honor a los dioses y gracias al cual dejábamos de ser quiénes éramos para entregarnos por completo a
la divinidad aunado a el papel que interpretábamos, se volverá una práctica que deberá ser constante en
nosotros. Ahora el papel de esta “mascarilla” no servirá para volvernos uno con la divinidad, servirá para evitar

11 Nietzsche por muchos el filósofo por excelencia, para otros el filósofo de quien alejar. Es probablemente que en este

anuncio, el de la muerte de Dios, pueda ser el anuncio y la sentencia más popular de toda la historia de la filosofía moderna y
contemporánea, por el significado que traería a posterior, el del nihilismo. El anuncio de la muerte de Dios lleva por título “El
loco” y se encuentra en su obra “La gaya ciencia”.
61

el contacto con el otro, aquel que no podrá reconocernos ni nosotros a él, sabremos que está allí y viceversa,
que nos observaremos mutuamente pero no podremos acercarnos. La mascarilla se volverá resistencia contra
las prácticas sociales de antaño, nos hará recordar ya sea como ejercicio de poder o como un recuerdo
subliminal de nuestra fragilidad de seres expuestos a un virus que permanece, La mascarilla protege pero
también separa, nos vuelve incognitos con el otro, nos apertura a permanecer aislados y solitarios, “nos vuelve
solos por frágil, frágil por solos”.

Para cerrar con estos nuevos dispositivos de poder quiero agregar que el estado de excepción del cual somos
participes queramos o no, se volverá normal porque nos será impuesto en nombre de nuestro propio bienestar,
el detalle será cuanto podremos soportar y tolerar y en qué medida los distintos ámbitos se aprovecharan con la
excusa de esto. No podemos dejar de criticar ni cuestionar estos mecanismos que en vez de procurarnos un
bienestar, vendrán con el afán de situarnos en prácticas que no necesariamente nos lleven a un salvaguardar
nuestra vida sino de salvaguardar sus intereses. Aquí quiero poner de ejemplo a Chile. Antes de esta pandemia
los chilenos salían a protestar por el modelo que había sido impuesto por el dictador Pinochet y del cual habían
pasado generaciones y nadie había hecho nada por cambiar. Nadie de los presidentes había visto lo malo de ese
modelo lleno de AFPs, una salud privatizada y una educación costosa. Con esto no estoy avalando los disturbios
y quemas de propiedades públicas y privadas que se hicieron en nombre de esta reforma, solo manifiesto que
en pleno derecho a su ley de protestar se evidencio la disconformidad de un pueblo subyugado por las
injusticias de políticas hechas para los grupos de “discursos totalitarios”. No sabemos si luego de que pase esta
pandemia se pueda salir a protestar con tanta libertad otra vez.12
Quisiera pasar raudamente a las falencias que ha demostrado esta pandemia que se posee en la prestación de
salud y educación. Como vemos gracias a la pandemia los distintos países no solo ha dado nuevas restricciones
a las prácticas sociales sino que ha desnudado a los países con sistemas de salud y educación que ya se veían
caer poco a poco. En diferentes países -me refiero en especial a los países europeos- a pesar de poseer las
mejores políticas de salud en todo el mundo, estas se han visto colapsadas. Los infectados ocupaban hospitales
enteros y los muertos rebasaban los crematorios. Esto también ha tenido que ver porque donde aconteció
primero este virus fue en Asia y sobretodo Europa y no sabían cómo afrontarlo porque este virus era nuevo. Sus
prácticas de distanciamiento social en un principio fueron llevadas a medias por no creerle letal, ahora
podemos ver como desencadeno esto. Italia, Francia, España son los países más golpeados. Por tal motivo es
que el impacto en América, las muertes y contagios no son tan elevados como Europa, aunque
lamentablemente poco a poco nos acercamos por distintos motivos a igualarlos, esperando a la llegada de la
segunda oleada de esta pandemia. Si el virus hubiera acontecido primero en América y no en Europa, el
panorama hubiera sido más que desolador. En la actualidad salvo Estados Unidos y Brasil, los demás países
estamos aún en el llamado límite de contagios, aunque dentro de poco también lo desbordaremos, si es que ya
no lo hemos hecho ya, a pesar de haber tomado las medidas pertinentes.

Las imágenes en Ecuador y de no haber prestado atención rápidamente a esta crisis y ver las imágenes de los
cuerpos en las calles o en México y su presidente, que al haber permitido que se realizara el “Vive Latino” en
plena pandemia, es señal del inexorable desborde de la pandemia. En el Perú por lo pronto se dice que ya
estamos en la meseta de contagios pero misteriosamente esta curva no baja y es probable que esto se desborde
ya que nuestro sistema de salud no está preparado para este tipo de retos o como algunos lo llaman con
escatologías católicas; eventos apocalípticos. La culpa de este déficit del sistema de salud no es debido al
gobierno de turno sino que se remonta hasta hace más de 30 años, gobiernos llenos de corrupción donde en vez
de invertir en educación, salud y dedicarse a formalizar a los trabajadores, el dinero se fue lentamente
escurriendo en los presidentes, gobernadores y amigos de los que ostentaban y manejaban las riendas de
nuestro país. Me causa gracia cuando gobiernos que han estado dos veces en el poder critican a este gobierno y
cuando se les pregunta que hicieron en su debido momento, ellos responden que se hicieron hospitales, como si
eso fuera todo. Estos hospitales que se hicieron pues se encuentran envueltos en actos de corrupción, es decir
¿se hicieron en beneficio de la población o se hizo para poder robar a partir de allí?. Como dice el viejo adagio
popular estrellista “La plata llega sola”.

En si la Pandemia está dejando al desnudo las falencias del sistema de salud, como ocurre en Perú del cual es la
realidad que se me permite hablar, y del cual espero que a raíz de esto se pueda invertir más, pero es muy
apresurado aun pronosticar ya que estamos cerca del colapso de este sistema y no sabemos cómo iremos a
reaccionar y sobretodo quedar. Otro sector que también ha quedado al descubierto –aunque siendo sincero,
esto siempre se ha sabido no solo aquí sino en casi todo el mundo- ha sido el sector educativo. Antecedentes
que podemos indicar previas a este colapso seria quedar siempre últimos en pruebas regionales por no decir
que quedamos últimos. No contar los centros educativos con infraestructura, modelos educativos plagiados de
países vecinos, material deficiente y ni que decir de las trabas que ponen a los docentes. Pero lo que se quiere
indicar aquí es como se enfrenta a la pandemia a través de la resistencia de la educación. A raíz de esta
pandemia las clases a distancia se ha normalizado en todo el mundo, la tecnología que había sido un serio

12Véase el libro de compendio llamado una pandemia llamada autoridad, que son un compilado de textos anarquistas

sobre el COVID-19.
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cuestionamiento por parte de algunos filósofos como una nueva forma de alienación en este momento nos da
una mano para llegar al otro. Aunque no se comprenda, este dispositivo del conectarse con el otro también
encierra un concepto de alteridad. Uno se conecta con el otro mas no se vincula, conexión y vinculación es
distinto. Yo puedo conectarme con el mundo virtual, con sus redes, con sus entramados, mas no me puedo
vincular con el otro que es parte de este mundo virtual, ya que a través del mundo virtual dejamos parte de
nuestra humanidad antes de iniciar la conexión. Estar presente es distinto a la ausencia. La conectividad no
suple la presencia del otro pero si ayuda en momentos de pandemia.

No quiero volver a los mecanismos de poder pero no puedo dejar de hacer hincapié que a través de la
conectividad a raíz de la educación a distancia, los profesores estamos expuestos las 24 horas del día. Somos
una suerte de Sísifo virtual que debemos de cargar la piedra y cuando estamos cerca de llegar a la cima, esta cae
y debemos volver a empezar. Estamos en constante estrés, control, hostigamiento por parte de las autoridades
y lejos de ayudarnos nos ponen trabas. La privacidad ha dejado de ser exclusividad y se ha perdido casi por
completo. Los siete días de la semana expuestos a normas y resoluciones que cambian día a día, tratados
nosotros como juguetes so amenaza de descuentos. No existe la seriedad. No solo aquí siento este malestar,
colegas mexicanos como españoles que no solo ocupan el papel de docente en escuelas sino filósofos que son
docentes en universidades comparten esta sensación de malestar, como en la época nihilista que vivimos. Por
nuestra parte los maestros, me incluyo en esta loable labor, resistimos, no solo los avatares de la pandemia sino
los avatares de la educación. En un país como el Perú que no invierte en este sector y que nunca se preparó
para distintas eventualidades que podrían poner en riesgo la educación, esta labor es titánica. Cuantos niños
sin acceso a educación, escuelas sin infraestructura, escuelas sin profesores y quienes deberían crear lazos para
que llegue la educación, prefieren invertir esfuerzos en capacitaciones que no tiene que ver con nuestra
realidad, justificando el dinero que no sabemos a dónde va a parar. El reconocimiento a una mejor educación
para ellos no existe, se les despoja de este derecho a los estudiantes por ser considerados dispensables, se les
quita el derecho a la educación13. Las políticas educativas que toma el estado frente a esta pandemia sirven
poco a nada. “Aprendo en casa” surge como una oportunidad de enseñar o la oportunidad de lo que no se debe
de realizar porque no es algo que es consultado con los profesores, con aquellos que saben que es enseñar. No
digo que es del todo malo la iniciativa del gobierno con este proyecto de educación a distancia “Aprendo en
casa” pero la consecuencia de esto es que no es consultado. Si por una parte puede servir mínimamente a los
estudiantes en su aprendizaje, en acumulación de conocimientos –programas o contenidos que ellos no creen
pertinentes por considerarlos sencillos- a su vez atacan a los profesores con esos contenidos y esto es porque se
les obliga a enseñar lo que no debe ser enseñado. No ven la realidad de lo que acontece, no ven la pandemia.
Piden una enseñanza a todos por igual pero muchos de ellos no tienen conectividad, tanto profesores como
estudiantes. Indican que existen plataformas a las cuales pueden acceder por igual, la radio, la Tv o la web pero
los contenidos son distintos en cada uno. Piden que se les enseñe a los estudiantes sin excepción mas no
colocan todas las áreas que deben ser enseñadas. Los docentes tratan los contenidos de contextualizar como se
les piden, al poco tiempo modifican las resoluciones para luego pedir que hagan proyectos con otras áreas. El
ministerio de educación, el ministro, sus asesores no ven el acontecimiento, saben lo que acontece pero no son
capaces de entrar en relación con los demás. Esperemos que poco a poco puedan abrir sus ojos a la realidad y
sumarse con aquellos niños, adolescentes que reclaman por una educación, no solo de hoy, sino de los que
vienen. Esta nueva generación, esta generación de estudiantes que pasan por esta pandemia, que no tienen que
comer, que tienen familiares que son llevados por la pandemia, que son olvidados por los de arriba, son los que
piden el reconocimiento, su derecho a una mejor educación y mejor salud, que no sean olvidados por los
gobernantes de turno, como fueron olvidados sus padres, abuelos, sus antepasados. Ellos son parte del
acontecimiento de la pandemia, de este mundo nihilista, de este mundo tecnológico de conectividad pero no
vinculación, ellos son la generación de las primeras clases a distancia, son ellos los nuevos referentes de la
resistencia, que harán frente a los nuevos mecanismos de control que se querrá imponer, son ellos los que
deberán hacer acontecer en el mundo post-pandemia.

No quiero terminar estas reflexiones sin antes mencionar a todos aquellos que se encontraron con la más
grande de todas las posibilidades, con la posibilidad de no-ser, con el-ser-para-la-muerte, con aquellos que
perecieron con la pandemia. Desde el 11 de Enero que se informó el primer fallecido hasta el día de hoy suman
casi 350,000 muertes. Una cifra que entristece porque son personas que iniciaron este año sin saber que
morirían por una pandemia que asolaría el mundo. Amigos, familiares, conocidos, poco a poco perecen y nos es
difícil despedirnos de ellos porque no podemos asistir a su funeral, se nos son entregados en urnas y el ritual no
está completo. Algunos pueden ver entrar a sus familiares al hospital y a las horas se les informa su deceso,
entraron con algunos síntomas y a las horas se les señala su muerte. Falto la despedida que no pudieron darle,
no le dieron el último adiós. Algunos murieron en cumplimiento de su labor, como policías, doctores,
enfermeros, personas que solo cumplían con su labor, otros por no poder pagar un sistema de salud mejor,
otros por su color de piel, por ser inmigrante o también por la elección de que debe sobrevivir el más joven y
dejar morir al anciano, más aun si tiene enfermedades pre-existentes, como se ha dado en algunos países14.

13 Axel Honneth en sus tres esferas de reconocimiento sitúa como segunda esfera a la esfera de derecho. Esta se basa

en una relación entre-uno-con-el-otro a raíz de los derechos que compartimos, siendo el vínculo de esta armonía el estado. El
no poseer estos derechos nos alejaría del vínculo con el otro y por ende del estado. No tendríamos ni poseeríamos
reconocimiento, no tendríamos la formación de nuestra autoestima.
14 A esto, personajes como el filósofo Jurgen Habermas ha salido al frente a reclamar que se esté dando estas prácticas

y que es considerado una depreciación de la vida de las personas mayores. El valor de la vida debe ser igual para todos,
aceptar que eso no se da seria romper una red de solidaridad de generación en generación, alterando los vínculos humanos.
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Algunos murieron por necedad, por exponerse sin tener que hacerlo, otros porque necesitaban trabajar para
llevar un pan a su familia. Las realidades fueron distintas, pero lo único que sabemos es que perecieron ante la
pandemia.

Pues así como Dérrida, el filósofo de la deconstrucción dio la despedida a sus amigos15hoy nos toca
despedirnos a nosotros de todos aquellos que parten gracias a la pandemia para no volver, sin la esperanza de
volvernos a encontrar, porque cuando uno se despide de este mundo, el único mundo posible también se
despide de todo, no hay mundos a donde ir. Pues el adiós encierra algo más, encierra un vínculo de
rompimiento, el adieu que antes era en señal de entrega a Dios se rompe con la muerte de los reyes mediante
sus ejecuciones, creándose luego au-revoir, el hasta la vista. El adiós no es más que la despedida final ahora que
no hay vínculo con la divinidad `por no existir los reyes. La revolución francesa abrió no solo el camino de los
derechos humanos sino también el olvido de prácticas llenas de sacralidad en nombre de Dios, aquel que en la
actualidad también yace olvidado por estar muerto o porque nunca su en verdad existió como fundamento.

Es por tal que nos toca despedirnos de los que no están, creyendo que nos oyen y pueden presenciar nuestro
adiós, nuestra despedida. El vínculo de la muerte y vida se pierden en nuestra despedida y con nostalgia solo
queda decir adiós al que ya no está. La muerte de ellos nos separa pero nuestra muerte no nos unirá, quedando
el consuelo de haber existido en esta época junto a ellos, a los que yacen en la muerte sin la posibilidad de
volver, sin la posibilidad de volverlos a encontrar.

Nadie que ha muerto puede escuchar las despedidas pero es nuestra obligación hacerlo, el despedirnos, porque
así como cuando llegamos a este mundo nos dan la bienvenida, así cuando nos vamos seremos despedidos, y
esa es la tarea del quién se queda, nuestra redención con el que dejo de ser.

Nosotros que quedamos, presenciamos la partida, sentimos la ausencia, padecemos la tristeza y solo queda
decir adiós a los que se fueron con la pandemia, a un mundo que no existe ni existirá jamás. No cielos, no
infiernos porque en este mundo ambos existieron a la par.
Pues nos despedimos, adiós para nunca más volver, sabiendo que no nos encontraremos más, felices por haber
coincidido y triste por no coincidir más. Adiós con todos los que se fueron, sin saber si nosotros correremos el
mismo avatar. Adiós a los que se fueron gracias y por culpa del virus que recorre el mundo con la promesa de
no volver a este mundo ni a ningún otro jamás. Con el adiós a este mundo también es el adiós a todos los
mundos posibles, y con ello el fin de existir, fin de toda posibilidad de seguir siendo, el fin de ver a los que se
quedan y se van. No queda más que decir adiós.

Por último, a los que tienen el virus, no se den por vencido porque aún tenemos mucho que resistir.

Bibliografía
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2. HEIDEGGER, Martin (2008). El Ser y el Tiempo, Editorial FCE, México DF.
3. VV/AA. (2020). Sopa de Wuhan: Pensamiento contemporáneo en tiempos de pandemias. Editorial:
ASPO Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio. Primera Edición. Recuperado de
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https://www.cafeviena.pe/wp-content/uploads/2020/05/Pandemonium-De-la-pandemia-al-control-
total.pdf
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Recuperado de https://syntheticedifice.files.wordpress.com/2013/08/manifiesto-aceleracionista1.pdf
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9. AGAMBEN, Giorgio (2020). Aclaraciones. Recuperado de:
http://comunizar.com.ar/giorgio-agamben-aclaraciones/
10. HONNETH, Axel (1996).Reconocimiento y obligaciones morales. Revista internacional de Filosofía
Política.
11. DERRIDA, Jacques (2005). Cada vez única, el fin del mundo. Editorial Pre-textos. Valencia.

¿Cómo dejar que muera esa generación que lucho contra las dictaduras, estuvo en la segunda guerra mundial y reconstruyo
Europa?
15 Los discursos que diera en los funerales de sus distintos amigos, Roland Barthes, Paul de Man, Michel Foucault,

Giles Deleuze, Maurice Blanchot, Emmanuel Levinas, entre otras personalidades del mundo de la filosofía y de las letras, se
encuentra en el compendio de su libro “Cada vez única el fin el mundo”.
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LA ALEGORIA DEL AISLAMIENTO


DANIEL TACILLA*

*Licenciado en Filosofía por la Universidad Nacional Federico Villarreal y Subdirector y editor del Comité Editorial de la Revista de Filosofía
"Evohé" desde el 2010. Miembro de la Sociedad Peruana de Filosofía desde el 2019. Entre sus publicaciones destacan su libro “El fracaso actual
de la filosofía” y diversos ensayos y artículos publicados en revistas académicas de Lima. En su experiencia académica es organizador y ponente
en distintas universidades estatales y privadas de Lima y provincias del Perú. Actualmente se desempeña como profesor de Filosofía, además
de Psicología y Lógica, en colegios y academias de Lima desde el 2009. Sus trabajos se dirigen hacia un proyecto de Iniciación de la Filosofía a
través de la crítica al pensamiento posmoderno y su aplicación en las escuelas de educación secundaria como fundamento del principio
estético-ético-políticos y filosófico de la sociedad.
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“Ibant obscuri sola sub nocte per umbram”


Virgilio, Aeneis, s. I a.C.

Por lo general, cada persona vive en un sueño. Si uno toma su mano, tal vez se quede ahí, pero irá a perseguir lo
que está viendo en el sueño. De seguro sentirá algo en sus propias manos, pero lo que en su mente aparece, lo
que ella percibe, no es coherente con lo que realmente está en sus manos. Estas personas sólo ven los sueños.
Pero, sucede algo curioso, porque es la realidad la que genera los sueños, pero no la realidad del que está
soñando, pues esta realidad no es otra cosa más que el sueño que vive y se alimenta de la verdadera realidad,
sino el mundo real donde se encuentra el que sueña. Este mundo es de donde provienen los sueños, es el
mundo real el que les da forma. Los sueños no son independientes, los sueños pueden ser agradables o
espantosas pesadillas según se desenvuelva todo lo real. Un sueño no hace más que ocultar lo que sucede en el
mundo real, aunque cada uno guarda señales que, si sabemos interpretarlas, podríamos inferir lo que hay más
allá de esta realidad, completamente dependiente y aislada de lo verdadero.
La verdad es lo que es (Verum est id quod est), decía San Agustín, pero en nuestro tiempo estas dos “cosas”
van de la mano hacia la perdición, si es que no están ya perdidas. Desde los inicios de la posmodernidad, por
los años 8Os. aproximadamente, el problema fue siendo más grave, ya se había comenzado a dejar de tener fe
en que existe una verdad, aunque el germen de esta idea viene desde los inicios del pensamiento moderno, pero
este movimiento posmoderno fue la catapulta para arrojar al hombre al vacío de la “nada”. Exactamente así, es
la nada la que ha venido a representar y tomar el lugar de este hombre lleno de miedos y angustias. Tomemos
en cuenta que, desde los inicios del pensamiento y en toda civilización, la verdad es aquello que nos da
seguridad, es lo que da la tranquilidad a nuestra alma, y esto se debe a que ella no cambia, es inmutable,
siempre es la misma, podemos tener seguridad de lo que es, lo que nos proporciona una gran confianza en ella.
El hombre, en toda su existencia, desde que aparece en el mundo hasta que termina, está en constante
búsqueda de algo que le pueda dar esa tranquilidad, es aquí donde nunca dejará de tener vigencia la tan
conocida sentencia, el hombre por naturaleza desea saber.
Antes de comenzar a caminar nos aferramos a aquello que nos da seguridad, muy independientemente a si
luego nos traiciona o cambia, porque de ese modo es que seguimos buscando en el mundo algo semejante a eso
que primero nos dio la confianza para seguir estando en este mundo, constantemente intentamos saber más
para poder ver más allá del lugar donde nos encontramos y así poder llegar a un lugar seguro, donde por fin
podamos descansar. Pues bien, todo esto está viniendo a derrumbarse. Todo aquello en lo que creía, todo
aquello que le daba una relativa seguridad se está desmoronando.
Desde un inicio el problema empieza a revelarse, cuando ni siquiera hemos terminado de formarnos
consciencia de nuestra propia alma o nuestra capacidad para poder juzgar el mundo, ni siquiera hemos
descubierto quiénes somos o dónde estamos y las primeras experiencias con las que nos tropezamos nos quitan
toda posibilidad para enfrentarlo adecuadamente. Empezamos por nuestra propia familia, nuestros padres,
seguimos con los guías en nuestro camino hacia la verdad, es decir, los “maestros” y los amigos en quiénes
confiábamos, para luego, al final terminar asesinando al amor, porque todos ellos se suponía que nos darían o
ayudarían a encontrar esta tranquilidad, todas ellas serían las perfectas acompañantes y representantes de la
Verdad… y todas no fueron otra cosa más que una serie de mentiras. Y Dios, que es el que ordena toda esta
serie de eventos, termina siendo el demiurgo de nuestras tragedias.
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Dios siempre fue sinónimo de Verdad. Dios siempre fue, ya sea el creador o el que diseñó el mundo en el
que existimos, siempre fue aquella cosa que garantizaba la existencia de todo lo demás, siempre fue el sentido
de todo aquello que no comprendíamos y aquello que nos impulsaba a continuar buscando el orden que se
esconde en todas nuestras dudas para seguir. Siempre está ahí, independientemente de los distintos cambios o
diferencias entre las cosas que se nos presentan, podemos tener la seguridad de que Él siempre será, nunca
cambiará, así como debía suceder con nuestra familia, amigos, maestros y el amor. Todos ellos, uno por uno,
terminaron revelándose como algo que no eran, y se revelaron antes de que podamos poner un pie sobre la
realidad, antes de estar de pie y sostenernos para no caer… o al menos, darnos cuenta que existe la posibilidad
de estar de pie y caminar a donde hayan, no verdades, pero sí seres verdaderos que nos puedan dar esa
seguridad que queríamos encontrar.
En lugar de utilizar el engaño para el bien de los otros, el hombre usa el engaño para su propio placer. En
lugar de encerrarnos para protegernos y prepararnos para el mundo hostil, nos empujan hacia el mundo sin
nada que nos acompañe en esta lucha, nos arrojan sin ninguna moral, sin conocimientos, sin amigos y, lo más
cruel, sin amor. En su lugar, nos muestran el “amor” en sus formas más perversas. En su lugar, nos muestran
qué tan violento puede ser el mundo sin que podamos saber por qué luchar. Nos muestran las cosas que
debemos saber, sobre lo que debemos conocer, los mitos que hay que desenmascarar y los cuentos que hay que
destruir, sin que siquiera podamos comprender lo que somos antes de pretender conocer algo. Por último,
aunque es lo primero que entendemos, concluimos que el amor nunca existió, nos equivocamos de dioses, nos
ofrecieron ídolos cuando necesitábamos Dioses, descubrimos a los ídolos como lo que son, falsos dioses, y a los
Dioses los tomamos como falsos ídolos. El amor nunca existió, la existencia no tiene nada que ver con el amor,
porque lo primero que nos enseñaron en la vida es que el amor nada tiene que ver con nosotros, nos enseñaron
desde la infancia a ver las cosas que no existen sin que nos enseñen a vernos a nosotros mismos.
Ya vivíamos en aislamiento, nos han traicionado y abandonado desde un inicio, y no es algo que haya
pasado desde que nosotros aparecimos, el abandono ya había comenzado antes de venir aquí. Desde que otros
son los que vienen a decirnos lo que debemos hacer y lo que no debemos hacer. Aún esta idea de que es la
verdad la que nos ha abandonado, ya es un síntoma de este aislamiento. El hombre que al aislarse y
desconectarse con la realidad, pretende creer que es la realidad la que lo ha dejado y que el lugar donde se
encuentra ahora no es más que el lugar que le queda. Pero la realidad es una sola, mientras que los sueños a los
que hemos huido, son lugares que hemos creado para no enfrentar un mundo al que no somos capaces de
enfrentar, por dos “buenas” razones: no sabemos nada de ese mundo, de esa realidad que nos es extraña, y todo
lo que sabemos, lo sabemos gracias a “otros” que nos ofrecieron una “superrealidad “, es decir, una realidad
que se encuentra por encima de lo verdadero, donde da lo mismo decir que se encuentra por encima o debajo,
porque jamás logra entrar en el verdadero mundo, siempre vive en la superficie, así como también podemos
agregar que en esta “superrealidad” cada uno es un dios omnipotente que tiene absoluto poder sobre su
“supermundo”.
El aislamiento describe muy bien la condición humana. Preferimos vivir encerrados en una cueva llena de
proyecciones que vienen de afuera, con miedo a salir y enfrentar todo lo que se nos proyecta. Es el miedo a la
Verdad. El miedo a lo-que-es, y el sentimiento de confianza que se ha construido en torno a lo-que-no-es. La
muerte, o el fin, no está en lo-que-es, sino en lo-que-no-es. Pero todo esto será imposible comprenderse si
creemos firmemente que lo que es, no es; creyendo que la Verdad nos ha abandonado, cuando la Verdad es lo
que es, y no hay lugar para lo que no-es, el único lugar donde lo que no-es puede tener sentido, es en nosotros,
porque sólo nosotros somos y dejamos de ser, somos los únicos que podemos renunciar a nuestra propia
naturaleza, a diferencia de muchos que creen firmemente en que todo hombre tiene el mismo derecho que los
demás, que todos somos racionales y tantos disparates más que se han inventado. La sentencia afirma que
todos los hombres por naturaleza desean saber, pero claramente existen aquellos que deciden dejar de amar,
dejar de saber, dejar de buscar, existen aquellos que renuncian a esta búsqueda, aquellos que en su camino
hacia la verdad se encontraron con grandes islas que alimentaron sus apetitos, más animales que humanos, al
mismo tiempo que se enfrentaron a grandes sufrimientos que, por la fortaleza de sus almas, se convencieron
que no están dispuestos a sacrificar lo que han logrado por más sufrimiento. El sufrimiento del alma es de las
más terribles experiencias, y muy pocos están dispuestos a continuar en el camino aún sabiendo que el dolor
puede ser más grande. Mientras que unos se aíslan y deciden no sacrificar más, existen otros que están
determinados a buscar lo-que-es, pues parte de nuestra naturaleza es sufrir, el sacrificio, salir de nuestro hogar
para volver, si bien puede ser con el alma más herida, pero aún con más amor, aún con ese deseo de saber más.
El aislamiento no es sólo el miedo hacia algo que supere y sea más grande que nuestros sufrimientos que ya
poseemos, sino que es también el miedo a perder lo que ya somos, el miedo a encontrarnos, a descubrir lo que
éramos y tener que dejarlo por lo que debemos ser. Toda isla lleva un encanto, siempre es el deseo de nuestro
propio mundo, el deseo de conocer por fin un mundo perfectamente nuestro.
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PANDEMIA: ¿SISTEMA?
DANNY ZETA ESPINOZA*

*Filósofo peruano. Licenciado en Filosofía y egresado en la Administración y Gerencia Social por la UNFV. Radicado actualmente en Polonia.
Se especializa en pensamiento peruano y Latinoamericano, así como de Filosofía Política. Tiene publicaciones en sus áreas de especialidad.
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El objetivo de la presente exposición es responder cuál es el rol de los filósofos en esta coyuntura mundial de la
pandemia del COVID-19 y que tan válidas son sus opiniones, en consecuencia, proyectaré algunas
conclusiones.
Partiré del principio que todo filósofo debe pensar la realidad. Hegel decía que, la ¨filosofía es su propio
tiempo aprehendido en pensamientos¨. Hoy nuestra realidad se enmarca en un proceso histórico desconocido
para el mundo entero, donde se presentan diferentes ideas, ya sean optimistas, como es el caso del esloveno
Slavoj Žižek; pesimistas, como el caso del surcoreano Byung-Chul Han, o equivocadas, como es el caso del
italiano Giorgio Agamben, pero al final de cuentas son ideas que debemos considerar y analizar.

La filosofía en los últimos tiempos


En los últimos años el mundo no ha requerido a la filosofía y a los filósofos tanto como lo observamos en los
últimos meses. Una de las consecuencias de la pandemia del COVID-19 es el aumento de la demanda social de
ideas filosóficas, lo cual se aprecia cada día en los diversos medios de comunicación y hasta el hecho de
elaborar un libro en un tiempo muy corto como ha sido el caso de Žižek, titulado Pandemia. ¿A qué se debe
esta demanda de ideas? ¿Acaso la filosofía no era necesaria antes de la pandemia? La filosofía siempre ha sido
necesaria e importante para la humanidad, pero dado el establishment del mundo, refiriéndome a lo social y a
lo político, en tiempos de normalidad no se cuestionan las consideraciones prácticas sociales, sucede lo
contrario cuando la humanidad vive una crisis. Esto implica que el trabajo que hacen los filósofos en tiempos
de calma, los juicios que plantean se pongan a prueba en esa realidad alterada o caótica. En nuestro caso,
tiempo de pandemia.
La forma política como se organiza el mundo, la idea de libertad, la economía son sólo algunas cuestiones
que han sido alteradas por la crisis de la pandemia del COVID-19, es por esto que no sólo la consideramos un
problema sanitario, sino que, al afectar a la sociedad humana, requiere de la intervención inmediata de la
filosofía.

La pandemia y las ideas de los filósofos


El COVID-19 surgió en diciembre de 2019, el 30 de enero de 2020 la OMS la clasificó como emergencia de
salud pública de preocupación internacional y el 11 de marzo la declaró pandemia.
Uno de los primeros filósofos en pronunciarse fue Giorgio Agamben(2020), nos dice: «Frente a las medidas
de emergencia frenéticas, irracionales y completamente injustificadas para una supuesta epidemia debido al
coronavirus, es necesario partir de las declaraciones del Consejo Nacional de Investigación, según las cuales
¨no hay ninguna epidemia de SARS-CoV2 en Italia¨».
Agamben al querer cuestionar, en vez de razonar la realidad, busca apoyo en una verdad científica y
justifica la condición de libertad de los ciudadanos, lo que lo lleva a equivocarse, ya que no considera todas las
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dimensiones prácticas sociales que afectaría la pandemia del COVID-19 a Italia y al mundo. En el ensayo Una
pregunta, publicado el 13 de abril de 2020, se aprecia a un Agamben que ha ajustado sus presupuestos tras el
avanza la pandemia. Por otro lado, Slavoj Žižek no tardó en pronunciarse y dice:
Pero quizás otro virus ideológico, y mucho más beneficioso, se propagará y con suerte nos infectará: el virus
de pensar en una sociedad alternativa, una sociedad más allá del estado nación, una sociedad que se actualiza a
sí misma en las formas de solidaridad y cooperación global. (Žižek, 2020)
En la cita mencionada, del ensayo titulado Un golpe tipo ¨Kill Bill¨ al capitalismo, se observan los juicios
del filósofo esloveno que desde mucho antes de la pandemia los exponía. Žižek piensa que la pandemia es el
golpe mortal que faltaba darle al sistema capitalista, comparando la acción con la película de Tarantino, Kill
Bill. A la vez, nos anuncia que la salida a la crisis se encuentra en un nuevo comunismo, pero lo que no deja en
claro es cómo debería ser ese comunismo. Asimismo, propone la formación de algo parecido a una gran nación
del mundo para hacer frente a la pandemia y repensar los ideales de la civilización humana. Esto me hace
recordar a Kant y su libro La paz perpetua donde propugna la formación de una organización a escala mundial
de las naciones con una perspectiva de cooperación y gobernanza sin cabida a la guerra. La impronta del
pensamiento kantiano lo podemos ver en la existencia de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) o la
Unión Europea (UE), y dejo en el aire las siguientes dos preguntas: ¿realmente funcionó el ideal kantiano?,
¿cuál es la diferencia entre el tratado de Kant y la sociedad que desea Žižek? En oposición a Žižek, el filósofo
surcoreano Byung-Chul Han, nos dice:
Con la pandemia nos dirigimos hacia un régimen de vigilancia biopolítica. No solo nuestras
comunicaciones, sino incluso nuestro cuerpo, nuestro estado de salud se convierten en objetos de vigilancia
digital. De acuerdo con Naomi Klein, el shock es un momento favorable para la instalación de un nuevo sistema
de reglas. El choque pandémico hará que la biopolítica digital se consolide a nivel mundial, que con su control y
su sistema de vigilancia se apodere de nuestro cuerpo, dará lugar a una sociedad disciplinaria biopolítica en la
que también se monitorizará constantemente nuestro estado de salud.
Occidente se verá obligado a abandonar sus principios liberales; y luego está la amenaza de una sociedad en
cuarentena biopolítica en Occidente en la que quedaría limitada permanentemente nuestra libertad. (Han,
2020)
Byung-Chul Han realiza un planteamiento de sociedad poscoronavirus donde el sistema neoliberal
continúa, pero donde las libertades sociales se ven reducidas, como el lo nombra, al control biopolítico digital,
usado como argumento por los estados para proteger a sus ciudadanos. Pensamiento desarrollado antes de la
pandemia en su libro La sociedad del cansancio. Asimismo, está seguro de que el modelo asiático se impondrá
en el mundo, razón por la cual occidente dejará de lado sus principios. Con la pandemia las naciones del
mundo han sido afectadas en su moral, en su economía, en la sanidad, en lo político, etc. Es posible que Han no
consideré las contradicciones que surgirán poscoronavirus y es algo muy importante a tener en cuenta al
pensar en cómo el sistema cambiará o se reforzará luego de la pandemia. Es muy probable que surja una nueva
forma del orden mundial, pero aún es muy temprano para afirmar cómo será ese nuevo orden.
He creído conveniente citar a estos tres filósofos, porque sus pensamientos se confrontan y, en tiempos de
pandemia, bien definidas, se distinguen sus ideas, por un lado, Giorgio Agamben defiende las prácticas sociales
tales como las conocemos, por otro lado Slavoj Žižek propone la idea de una nueva sociedad con un nuevo
sistema, y Byung-Chul Han piensa que el sistema continuará, pero fortalecida con nuevas formas de control,
nuevos liderazgos, etc.

Reflexiones y conclusiones en torno a la pandemia


La crisis social, a la que nos ha llevado la pandemia, ha puesto sobre la palestra a los filósofos y sus
pensamientos. La filosofía es importante porque nos muestra, poscoronavirus, los posibles escenarios de un
mundo real y de la humanidad.
La filosofía y otras ciencias, en los últimos tiempos nos ha brindado el conocimiento de la problemática
existente en el mundo, los problemas han sido recogidos y tratados de forma individual; pero la realidad ha
demostrado que se requiere pensar el problema desde la raíz, eso significa pensar el mundo y el sistema como
un todo.
La naturaleza derrumbó los ideales de la humanidad. La humanidad ha sido desplazada violentamente del
lugar que ocupaba en el mundo, haciéndonos ver que somos realmente una especie más.
Concluyo que, si bien que nos encontramos en un punto de inflexión histórico, aún es muy pronto para
decir cómo será el sistema después de la pandemia, por ahora toca plantear presupuestos de diferentes
escenarios de una posible realidad poscoronavirus.
Se concluye que, el sistema no cambiará porque ha sido afectada por un virus, ningún sistema ha cambiado
de forma natural. Las contradicciones que se producirán poscoronavirus determinarán el cambio o la
continuidad del sistema.
Llego a determinar que, la pandemia no humanizará a las personas. El comportamiento frente a la crisis es
un comportamiento al temor de la muerte (del cuerpo, de la economía, del sistema); es así que todos luchan
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por sobrevivir, de forma individual, aflorando un mundo fragmentado. Por lo tanto, con la presencia del virus o
sin él, las formas de comportamiento de la humanidad seguirán rigiéndose por el sistema que prevalece.
Finalmente, observó con mucha atención y pienso respecto de cómo están afrontándola pandemia las
diferentes naciones, y no me refiero al sistema de sanidad. Me refiero al comportamiento social frente al
lockdown o la cuarentena. La cuarentena en algunos países ha sido limitada de acuerdo al nivel de contagio por
zona geográfica, en otros países se ha desarrollado la cuarentena de forma voluntaria, en otros se impuso de
forma obligatoria y en otros no se efectuó la cuarentena. Asimismo, las poblaciones en las diversas partes del
mundo han reaccionado de forma diferente a la cuarentena.
Concluyo que, las formas comportamiento social en las diferentes partes del mundo frente a la cuarentena
tiene relación con sus antecedentes religiosos, políticos, históricos, etc. Pensando en el Perú, no cabe duda de
que la moral de la sociedad peruana es producto del cristianismo, sumado al agravio que le ocasiona la clase
política peruana, quienes no han tenido una visión de país que involucre a todos los peruanos, siendo infames y
actuando de forma parasitaria. Ambas, la moral y la política, herencia del pasado. Se tiene como resultado, en
la crisis de la pandemia, una reacción de pánico generalizado, actuando sin mucho raciocinio; en consecuencia,
anulando la consciencia, en vez de actuar sobre la realidad misma. Esto ha determinado que el golpe de la
pandemia haya sido duro para el Perú.

Varsovia, mayo de 2020

Bibliografía
Agamben, G. (2020). La invención de una epidemia. Quodlibet.it.
Han, B.-C. (2020). Covid-19 has reduced us to a "society of survival". Agencia EFE.
Žižek, S. (2020). Un golpe tipo ‘Kill Bill’ al capitalismo. RT .
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EPILOGO
Por
José E. Chocce

En la presente hora dramática y de honda crisis, ha sido un arduo trabajo de reflexión y coordinación mostrar
las reflexiones de pensadores y filósofos peruanos junto a hermanos chilenos y argentinos sobre los desafíos
que representa para nuestra civilización el significado de la pandemia del coronavirus.
El texto termina, pero la reflexión continua, si usted amable lector, llega a concluir con una pregunta el cual
lo orienta en la búsqueda de una respuesta, pues la finalidad de dicho trabajo se habrá cumplido. Considero
que ninguno de los autores –incluyéndome- tiene una posición final entorno a nuestra crisis actual y sanitaria,
sino que es una reflexión general en muchos casos pero que también se basan en un planteamiento profundo. Y
que los filósofos y pensadores lucharemos para justificar nuestra proposición.
Solo me queda decir que, esta crisis nos ha obligado a todos a percibir la realidad de un modo distinto, pues
se debe considerar que en verdad nuestro mundo para siempre ha cambiado, el cual nos brindará un camino
que todos vamos juntos a recorrer, y no esta demás de echar una mano a nuestra propia reflexión y actitud
natural el cual es la de filosofar. Uno puede ser creyente o no creyente, agnóstico, ateo, etc., pero de todos
modos ya no podemos estar ciegos ante dicha pandemia, es por eso que este libro se constituye, y el cual abre
un preámbulo a saber en forma real y racional sobre lo que está pasando y aconteciendo. Termino diciendo, es
hora de filosofar o por lo menos acercarnos un poco a la búsqueda esencial de nuestra propia vida y existencia.
Finalmente, agradezco a los pensadores que colaboraron en el presente libro.

Lima, miércoles 03 de junio de 2020


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ÍNDICE

Prólogo 6
A PROPÓSITO DE LA PANDEMIA: EL FIN DEL MUNDO 7
Luis E. Alvizuri

NO SUBESTIMAR EL ORDEN DE LAS MAGNITUDES 10


Alberto Buela

MOMENTO DE LAS IDEAS 14


Hugo Chacón Málaga

LA FILOSOFÍA PERUANA Y EL COVID-19 21


José E. Chocce

PANDEMIA, EL COVID-19 25
Ricardo Espinoza Lolas

PANDEMIA, CIVILIZACIÓN Y METAFISICA 28


Gustavo Flores Quelopana

REFLEXIONES ENTORNO AL COVID-19 31


Francisco Tomás González Cabañas

MORIR DE MIEDO O HAMBRE Y DEBILIDAD FRENTE AL VIRUS 36


Julio Rivera Dávalos

METAFISICA DEL VIRUS CORONA: EL NÚMERO QUE NO PUEDE SER COMPRENDIDO 38


Víctor Samuel Rivera.

UN VIRUS RECORRE EL MUNDO 55


Erick Sotomayor.

LA ALEGORIA DEL AISLAMIENTO 64


Daniel Tacilla.

PANDEMIA: ¿SISTEMA? 67
Danny Zeta Espinoza.
Epílogo 71

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