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Mi problema es esperar a que los

demás actúen como lo haría yo


Este artículo fue redactado y avalado por la psicóloga Valeria Sabater
·  14 abril, 2016

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 Pensamientos irracionales no equivalen a pensamientos positivos

 El pensamiento dicotómico y la personalidad autoritaria

 Trastornos de conducta alimentaria y emoción expresada en sus familiares

El origen de muchas de nuestras decepciones está en esperar a que los demás


actúen como nosotros mismos lo haríamos. Aguardamos la misma sinceridad, el
mismo altruismo y reciprocidad, pero sin embargo, los valores que definen nuestro
corazón no son los mismos que habitan en mentes ajenas.
William James, filósofo, fundador de la psicología funcional y a su vez, hermano
mayor de Henry James, comentaba en sus teorías que una forma muy sencilla de
encontrar la felicidad, reside en el hecho de minimizar nuestras
expectativas. Cuanto menos esperes, más puedes recibir o encontrar. Es un
razonamiento sin duda algo controvertido, sin embargo, no deja de tener su lógica.
No esperes nada de nadie, espéralo todo de ti mismo, de este modo, tu corazón
almacenará menos decepciones.
Todos tenemos muy claro que en lo que respecta a nuestras relaciones, es
inevitable no tener expectativas. Esperamos ciertos comportamientos y anhelamos
aspectos como ser queridos, defendidos y valorados. Ahora bien, eso no quita
que, en ocasiones, estas previsiones nos fallen. Quien espera demasiado de los
demás suele acabar herido en algún detalle, en algún matiz, de ahí, que valga la
pena tener en cuenta una serie de aspectos.

Cuando esperamos que los demás actúen de


acuerdo a nuestras expectativas
Padres y madres que esperan que sus hijos actúen de un modo
determinado, parejas que lo esperan todo de sus compañeros/as sentimentales, y
amigos que aguardan que les apoyemos en cada cosa que hacen, aunque en
ocasiones, vaya en contra de nuestros valores. Todas estas situaciones tan
comunes son claros ejemplos de lo que se conoce como «la maldición de las
expectativas».
En ocasiones, hay quien llega a creer que lo que él o ella piensa, siente y juzga es
algo casi «normativo», e incluso llega a colocar un listón tan alto en lo que se
refiere al concepto de amistad, de amor o de familia, que nadie logra alcanzar
dichas cumbres y, por lo tanto, la decepción recae en ambas partes. La clave,
como siempre, está en el equilibrio y ante todo en la necesidad de ser realistas.
Queda claro que hay determinados tipos de expectativas que entran dentro de lo
que es esperable (la no traición, la sinceridad, el respeto, la fidelidad…)todo ello
son pilares que sustentan las relaciones positivas y saludables. Sin embargo, en
cuanto alguien se obsesiona con la «excelencia» del vínculo, ya sea en materia
afectiva, paterno-filial o de amistad, aparece la frustración, el resentimiento o
incluso la ira. Es algo a tener en cuenta.

 
Humildad no es pensar que eres menos, es no creerte más
La humildad no está reñida con querernos, al contrario, es necesario quererse lo
suficiente para entender que nadie es más o menos que los demás.
Cómo dejar de esperar demasiado de los demás
Nadie es ingenuo por necesitar ver siempre el lado bueno de las personas.
Tenemos derecho a verlo, a buscarlo e incluso a promoverlo, pero con cierta
cautela, con cierta prudencia. Porque la decepción es la hermana de las grandes
expectativas, así que siempre será más adecuado «no deslumbrarnos» antes de
hora y usar las gafas de la objetividad y el realismo más sereno.
Las apariencias no suelen engañar, lo que suele fallar más a menudo son
nuestras propias expectativas sobre los demás…
Podemos esperar mucho de los demás, no obstante, lo más adecuado será
siempre esperar aún más de nosotros mismos. Las personas somos tan complejas
a veces como impredecibles, por ello, al igual que quienes nos rodean pueden
decepcionarnos, también nosotros podemos fallar a los demás. De ahí, que sea de
adecuado reflexionar en estas dimensiones que, sin lugar a dudas, nos serán de
ayuda.
Claves que nos ayudarán dejar de esperar demasiado de las
personas

Para ayudarte a dejar que esperes demasiado de las personas de tu alrededor, te


ofrecemos las siguientes claves:

 Nadie es perfecto, ni siquiera nosotros mismos . Si tuviéramos que complacer las


expectativas los demás tienen sobre nosotros y a la inversa, caeríamos en una dinámica
tan estresante como infeliz. Es imposible, nadie es un ejemplo de perfección, ni de virtud
absoluta. Basta con respetarnos y ejercer la reciprocidad de la forma más humilde
posible.
 Aprende a diferenciar entre expectativas y dependencia. En ocasiones,
responsabilizamos a otras personas de nuestra propia felicidad. Construímos
grandes expectativas hacia alguien en concreto porque somos dependientes de lo que
nos ofrece, y por tanto, exigimos -necesitamos- que actúen como queremos porque es la
única forma de sentirnos bien. Aunque ello, ocasione un alto sufrimiento a la otra persona.
 Acepta que no siempre hay que recibir algo a cambio. Este es un aspecto que
caracteriza a mucha gente: «si yo te hago un favor, espero que me lo devuelvas». «Si yo
siempre muestro apertura y una grata conversación espero que los demás actúen de la
misma forma». Bien, lo queramos o no estas cosas no siempre se cumplen y. el hecho de
que sea así, no es bueno ni malo: se trata solo de aceptar a los demás tal y como son.
Para concluir, tal vez William James, a quien citábamos al inicio, tenía toda la
razón con su sencilla propuesta: cuanto menos esperemos de los demás, más
sorpresas nos podemos llevar. Se trataría simplemente de permitirnos ser un poco
más libres y menos dependientes del comportamiento de los demás.

Todos somos falibles, todos somos seres maravillosamente imperfectos intentando


convivir en un mundo en ocasiones caótico donde las decepciones son inevitables,
pero donde también habitan los amores sinceros y las amistades imperecederas.
 
La gente con un punto de sana locura, contagia magia y coraje
La sana locura hunde sus raíces en esa sabiduría maravillosa que ha tomado la
resolución de relativizar las cosas y permitirse disfrutar.

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