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Estructuras Clínicas I
Programa de Psicología Oriente.
Universidad de Antioquia
Es de total relevancia decir con cierto énfasis que, el pasaje de la primera teoría de la
angustia a la segunda, se produce a partir de la elaboración de dos textos “El caso Juanito”
de 1908 y “Conferencia 25” de 1917. En el caso Juanito Freud propone llamar a la fobia de
este niño “histeria de angustia” y explica esta denominación diciendo: “Ella se justifica por
el pleno acuerdo entre el mecanismo psíquico de las fobias y de la histeria, salvo en un
punto, pero un punto decisivo y apto para establecer la separación. Y es este: la libido
desprendida del material patógeno en virtud de la represión no es convertida, no es
aplicada, saliendo de lo anímico, en una inervación corporal, sino que se libera como
angustia”. Así plantea una segunda teoría de la angustia que ahora sí implica a un
mecanismo psicológico: la represión, la representación es reprimida y la libido asociada es
descargada como angustia. Entonces en primer lugar se produce la represión y como
consecuencia de ella se generará angustia. Por supuesto todas sus teorías se irán
modificando y adecuando en la marcha.
1905: En los Tres ensayos para una teoría sexual, Freud va a introducir la angustia como
resultado de la represión, lo cual sería una angustia más neurótica. A su vez, incluye la tesis
de la angustia relacionada con la pérdida del objeto, particularmente de la madre -en el caso
del niño- y luego, en el texto Duelo y melancolía, la angustia relacionada en lo tocante a la
pérdida del objeto de amor.
1909: En el Análisis de la fobia de un niño de cinco años -caso “Juanito”- Freud va a situar
una tesis que va a cambiar un poco la primera concepción de angustia ligada a una
frustración de la sexualidad. La angustia se va a enunciar como el único afecto verdadero,
cuando dice eso se refiere a que es un afecto que plantea una verdad del sujeto y, además,
los otros afectos pueden modularse en cambios de representaciones, como ocurre en la
histeria. Así, los otros afectos pueden mentir, no de forma intencionada, sino porque los
afectos se pueden desplazar a partir de diversas sustituciones.
Se debe partir diciendo que la angustia no es un afecto generalizado sólo en los sujetos
neuróticos, sino que es un asunto presente en todos los seres humanos y cualquier persona
puede experimentar en un momento determinado una situación de angustia. Ahora, la
indagación clínica realizada por Freud no se da por vía de la organicidad sino a través de lo
psíquico. Esto lo lleva a enmarcar dos divisiones o coordenadas de la angustia: angustia
realista y angustia neurótica. Sumado a lo anterior, aparece como tercera coordenada la
señal de angustia. Según Freud, la angustia va a estar estrechamente relacionada con un
peligro. Respecto a esto va a diferenciar la angustia ante un peligro externo o interno. Ante
la primera podría ser una angustia realista y frente a lo segundo la angustia podría estar en
un plano neurótico. Así, lo externo constituye una amenaza real al sujeto en su integridad
y lo interno generaría peligro en el ámbito de lo pulsional. Otro asunto para tener en cuenta
es que la angustia se establece como un asunto displacentero y que tiene manifestaciones
corporales como: taquicardia, sudoración, disnea, etc.
Ampliando la angustia realista, se debe decir que es una angustia racional comprensible,
pues, se trata de una reacción del sujeto frente a la percepción real, no imaginado, de un
peligro exterior, de un daño posible, de algo que puede ocurrir o de algo absolutamente
inevitable. Debido a esto, la angustia es la respuesta del sujeto en torno al efecto de un
peligro exterior que pone en riesgo su integridad. Ante ese hecho el sujeto tiene la opción
de la huida y esa conducta de escape está relacionada con la pulsión de autoconservación,
que le permite protegerse frente a los peligros de la naturaleza y de sus semejantes. Sin
embargo, que sea un asunto exterior al sujeto también le representa la posibilidad de
dominarlo, no sólo de escapar. La cuestión de la angustia realista se pondría en operación
en el momento en el que se pone en vilo las posibilidades del sujeto. En esta angustia
realista se da una activación psicomotriz o psicobiológica en el sujeto para emprender la
huida o defenderse, es decir, realizar una acción de autoconservación. Frente a un peligro
exterior hay un imponte de angustia que le lleva a defenderse, a partir de su aparato motriz
que le da la preparación del cuerpo para enfrentar el peligro. No obstante, si se paraliza en
vez de correr la angustia supera los recursos que el sujeto tiene para defenderse.
Hay en Freud dos concepciones de la angustia; una como descarga somática directa, como
expresión de una excitación sexual que no puede ser ligada porque no tiene acceso a los
representantes psíquicos y que por ende no moviliza libido; y otra como producto de una
transformación de la libido en angustia por efecto de la represión, transformación que es
debida a la separación de la libido de sus representantes psíquicos reprimidos, libido que al
desligarse se transforma y se libera manifestándose como angustia. Junto a estas
condiciones neuróticas de la angustia, Freud describe la emergencia de situaciones de
angustia frente a peligros reales que él llama servicio de la pulsión de autoconservación, y
la diferencia de este modo de la angustia neurótica, que es angustia ante un peligro
fantaseado o interno. Aunque a la par sostiene que las diferencias no son radicales y que
siempre nos encontramos que junto a la angustia realista coexiste angustia neurótica en
mayor o menor grado.
De manera particular la angustia realista puede estar en relación con un trauma. Por
ejemplo, posterior a un secuestro o acto violento la angustia realista se podría ligar a ese
suceso traumático vivenciado. Es decir, es posible un cruce entre la angustia traumática con
la realista. Asimismo, la angustia del trauma del nacimiento, que es el primer trauma que
vive el ser humano, puede repetirse frente a situaciones traumáticas y se puede a evocar en
una situación de angustia.
Pasando a otro asunto, la angustia neurótica tiene lugar frente a un peligro interno y
desconocido. Este peligro interno está mediado ante la inminente irrupción pulsional y
siente angustia. Aquí se experimenta angustia y no se sabe por qué, no hay una razón
sensata o proporcionada a su estado. Ahora bien, la angustia neurótica se da en su ligadura
a una determinada representación y se transforma en una potencializadora o provocadora de
síntomas. La angustia neurótica sería la angustia causa y a partir de allí se pueden derivar
síntomas. En otras palabras, la angustia neurótica tiene lugar en el proceso de formación del
síntoma, por ejemplo, en el obsesivo en los rituales, ceremoniales o en las defensas
secundarias. El sujeto no tiene mucho juicio sobre esos pensamientos, se niebla el juicio de
esas representaciones cuando están al servicio de proteger al sujeto de la angustia, puede
manifestarse en formas de expectativas. Son formas de colocación y de conexión de la
angustia con el síntoma. La angustia neurótica considerada más enigmática, porque no
ofrece relación entre el desarrollo de afecto y una amenaza que lo justifique (ej. la angustia
que acompaña los síntomas histéricos o surge en una excitación que nos haría esperar otra
manifestación afectiva distinta), aparece en forma espontánea e inesperada para la persona
y puede manifestarse en: temblores, vértigo, palpitaciones, estando ausente el sentimiento
característico de angustia. En las histerias, tanto síntomas como accesos, Freud agrega que
en muchas ocasiones es posible analizar la situación que ha engendrado la angustia o los
síntomas que la acompañan y descubrir la corriente psíquica reprimida, que ha sido
reemplazada por la angustia. De no haberse producido la represión de una representación,
ésta hubiese alcanzado la conciencia y el proceso hubiese sido acompañado por un afecto
cualitativamente variable. “La angustia constituye, pues, la moneda corriente por la que se
cambia o pueden cambiarse todas las excitaciones afectivas cuando su contenido de
representaciones ha sucumbido a la represión” (Freud, 1917, pp. 367). Son reconocibles
aquí las ideas anteriormente desarrolladas en La Represión y en Lo Inconsciente. Una
última observación acerca de la angustia neurótica se refiere a la problemática obsesiva. En
estos pacientes la imposibilidad o la prohibición de llevar a cabo sus actos sintomáticos
(ceremoniales) desencadenan una terrible angustia que los impele a retomar dichos actos.
De ello se deduce que el acto obsesivo tiene por función sustraer al sujeto del desarrollo de
angustia e idéntica aseveración podría realizarse respecto de la histeria. Al respecto Freud
plantea que estarían dadas las condiciones para formular un principio general: “los síntomas
no se forman sino para impedir el desarrollo de la angustia, que sin ellos sobrevendría
inevitablemente”. (Freud, 1917, pp. 368)
Por su parte, la señal de angustia es un concepto que Freud introduce en 1926, cuando
reestructura su teoría de la angustia. Designa en esta nueva manera de pensar la angustia,
un dispositivo que el yo pone en acción cuando se enfrenta a una situación de peligro, para
evitar, de alguna manera, ese exceso de excitación que produce tal situación. Es así como la
angustia como señal implica que se activa porque ya ha habido una situación traumática
primitiva que permite en un momento posterior, poner en funcionamiento una defensa. Esta
opera como una especie de aviso que pone al sujeto en alerta bajo un pequeño monto de
angustia, algo puede amenazarlo de algún lado. Se pone en estado de alerta, es una posición
subjetiva. No está el peligro presente, pero puede estar la inminencia del peligro y eso lo
denomina un primer momento de angustia, primera apronte de angustia o señal de angustia.
Ante la señal de angustia el sujeto puede defenderse, si es frente a lo externo escapar y si es
frente a un pensamiento, como en los obsesivos, se hace un ceremonial, un ritual, una
cavilación, duda, etc. Es decir, las defensas secundarias son disparadas. Son elementos de la
primera apronte de angustia que tendría una señal de angustia. Se debe resaltar que la señal
de angustia se da de una forma atenuada, no es una angustia desbordada y busca poner en
marcha operaciones defensivas.
Ahora bien, la señal de angustia no se desencadena ya por una descarga económica, sino
más bien en esta segunda teoría que aporta Freud, la angustia como señal implica un
funcionamiento «simbólico»; es decir, la angustia puede operar como «símbolo mnémico»
de una determinada situación que aún no se ha hecho presente, pero que se trata de evitar.
A pesar de los dos puntos anteriormente explicitados, esta idea de angustia como señal no
excluye del todo la cuestión económica. Por un lado, el afecto que es reproducido como
señal, seguramente fue experimentado en un momento anterior, y de manera pasiva, de
forma «automática». El sujeto habría sido sobrepasado por la excitación y se descargó,
pasivamente, automáticamente, angustia. Por otro lado, que la angustia sea una señal,
implica mover cierto quantum de energía, lo que explica la cuestión «económica». Por
último, Freud vincula la señal de angustia con el Yo. Esto quiere decir que la función que èl
descubre de la angustia -en el llamado giro de los años ’20- se asimila perfectamente al
descubrimiento freudiano respecto del proceso secundario. Dentro de este proceso, los
afectos que causaban displacer y que se repetían atenuadamente, podían movilizar la
censura.
Es entonces, un doble origen de la angustia: "unas, del instante traumático, y otras, como
señal de que amenaza la repetición de tal instante", es entonces que cada vez que el sujeto
se encuentre ante una situación de excitación que no pueda dominar mediante la descarga
(es decir tramitarla según el principio del placer que tiende a reducir la tensión y recuperar
la homeostasis) se reactualizará el "factor traumático" y dicha situación será vivida como
peligrosa y, por tanto, como fuente de angustia. La angustia es estructural en la neurosis
porque transita por todas las instancias psíquicas y es fuente de la manifestación de los
síntomas neuróticos. Es decir, esta se desplaza desde el primer trauma, desde las angustias
reales hasta las angustias de neurosis.
Esto es ejemplificado con el acto del nacimiento: "Lo esencial [léase "lo traumático"]
en el nacimiento como en toda situación de peligro, es que provoca en la vida anímica un
estado de gran excitación, que es sentido como displacer y que el sujeto no puede dominar
con su descarga".
Desde una comprensión etimológica la palabra angustia remite a la raíz latina angustus, que
significa angosto. Así desde ese aspecto la angustia tiene que ver con el corazón estrecho.
Sumado a lo anterior, la angustia ha sido comprendida como un afecto generalizado en los
seres humanos y que se puede experimentar en cualquier momento de la vida. Es decir,
puede ser visto como un pasaje inevitable del vivir. No obstante, es claro que la vivencia de
la angustia puede fluctuar sus formas o coordenadas, como lo pueden ser las épocas, los
discursos dominantes, en sus maneras de producir y de tratar la angustia, de acuerdo con los
sexos, grupo generacional y en la particularidad del tiempo vivido. Esto dota la angustia de
un tratamiento complejo y con distintas vertientes a tener en consideración. En detalle, la
angustia puede manifestarse en la mayoría de los neuróticos y se tratará de un afecto
insoportable o doloroso. Significa que hay acumulación de excitaciones en el sujeto que no
puede tramitar y deriva en angustia, se representa en la manera más pura en el sufrimiento
psíquico. En consecuencia, la angustia es el sufrimiento psíquico por excelencia y una
variedad de coordenadas de la angustia pueden darse en el proceso de un análisis y sin la
exclusividad de una sola. En ese sentido, puede darse otra forma de la angustia según las
estructuras clínicas, como lo son: la obsesión, la histeria y la fobia.
El texto Inhibición, síntoma y angustia es uno de los escritos clínico de Freud y en la obra
se ocupa particularmente de la angustia. Igualmente, detalla asuntos como la formación del
síntoma y realiza un examen de la angustia frente a diversos elementos, para concluir con el
lugar estructural que detenta la angustia en la neurosis.
Para comenzar a exponer la inhibición se debe partir diciendo que se deriva de las
funciones yoicas, a diferencia del síntoma que se referencia a una limitación de la pulsión.
Freud destaca como un tipo de funciones del yo lo relativo a la función sexual, como por
ejemplo la impotencia psíquica. No se trata de una disfunción ocasionada por un problema
orgánico, sino es una disfunción de carácter psicológico. Entre los vectores o modalidades
de la disfunción sexual encontramos: displacer, ausencia de erección en el hombre,
eyaculación precoz, las perversiones en la limitación de poder gozar de sólo una manera
particular o exclusiva. Aquí, la inhibición implica una renuncia a una función sexual y
necesariamente en el ejercicio de esa función desarrollaría angustia, por lo cual la
inhibición estaría al servicio del yo para evitar el desarrollo de la angustia. En relación con
la histeria una inhibición sexual puede producir un desarrollo de angustia. Por la parte de la
obsesión estaría los síntomas bajo precauciones, rituales, ceremoniales y entre otros, con el
fin de evitar el desarrollo de la angustia. Una forma defensiva en el desarrollo de la
angustia.
La inhibición también puede darse en las funciones alimentarias, que se caracterizan por un
displacer o rechazo a la comida. Se evidencia en el hecho que no encuentran gusto en la
comida, los vómitos o el delirio de envenenamiento y se relacionan con las anorexias
nerviosas. Por otro lado, se encuentra la inhibición relacionada con la locomoción; por el
lado de la histeria se hacen patentes en las parálisis y en la fobia llamada agorafobia en el
temor de salir a espacios abiertos. Respecto al trabajo la inhibición puede representarse en
el orden de la torpeza en la ejecución de las actividades, un exceso de fatiga, las
distracciones o las demoras. En últimas, la inhibición sexual, alimenticia, locomotora y de
trabajo tratan de diversas formas de limitación del cuerpo.
Ahora, las causas de esas inhibiciones pueden estar en tres ámbitos: primero, por la
erotización de la pulsión, más típico de la histeria, en donde el yo para evitar otra represión
inhibe la función. Ahí se da una oposición del yo con el ello. Segunda, por auto omisión, o
autosaboteo, pues la feliz realización de determinado trabajo se inhibe ante una exaltación
del yo por el superyó, es decir, el resultado es la renuncia es una forma del yo oponerse al
superyó. La tercera es una inhibición general intensiva, ya no específica a una función
particular. Se enuncia como la más intensa o amplia en las funciones yoicas y que puede
pasar por la sexualidad, el trabajo, la locomoción o la alimentación. Un ejemplo de lo
anterior ocurre en los duelos, ante la pérdida real del objeto o la pérdida de amor del objeto,
el yo se empobrece, se limita en sus funciones en una especie de desfallecimiento yoico
frente a la pérdida del objeto. Esta última causa de inhibición está asociada a la depresión,
tiene dentro de su fenomenología, o en la aparición sintomática, un debilitamiento de las
funciones yoicas y una presencia fuerte de las inhibiciones.
Desde otro enfoque, el síntoma está relacionado con el ello, el yo y el super yo. Además, el
síntoma, está en línea con la compulsión o repetición del síntoma. En su vertiente de la
polaridad del yo con el síntoma, se da la adaptación de ambos produciendo una ganancia
secundaria del síntoma. El sujeto se muestra aferrado a su síntoma, ahí viene el carácter de
la adaptación y repetición. Un sujeto puede ser atormentado por el síntoma, pero en la lucha
defensiva contra el síntoma termina acomodándose y adaptándose al síntoma. Sobre la base
de las consideraciones anteriores, el síntoma es una respuesta o solución del sujeto frente a
sus conflictos psíquicos. Dicho de otra manera, el síntoma es una solución de la angustia,
porque si se moviliza un síntoma en el análisis lo que vamos a ver o encontrar es la
angustia. Por ejemplo, si se le sustrae a un obsesivo sus ceremoniales él se angustia o si le
veda al fóbico su objeto fóbico se las verá directamente con la angustia. Esta es la tesis del
síntoma como una solución frente a la angustia.
Referencias: