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RESUMEN DE ETICA PARA AMADOR

Capítulo I: De qué va la ética

De entre todas las cosas que pueden formar nuestro saber, existen unas básicas como lo es el saber
qué cosas son convenientes o buenas y cuáles inconvenientes o malas. Cuando se presentan
ambigüedades, es que comienzan las dificultades del saber vivir y entra en juego la libertad. Los
animales, por estar programados por la naturaleza, conocen una sola forma de comportamiento para
cada situación. Los seres humanos, aunque en cierta medida estamos también programados por
fidelidades que nos son inculcadas desde la cuna, somos seres imprevisibles, pues tenemos una
serie de alternativas en nuestro proceder que aunque en ocasiones resulten raras, muy pocas veces
son imposibles. La libertad nos permite elegir, inventar e incluso equivocarnos.

Dos importantes aclaraciones al respecto es que no somos libres de elegir lo que nos pasa, sino de
responder a ello de un modo u otro; y que el ser libres para intentar algo no tiene relación alguna
con lograrlo, pues en ocasiones mezclamos libertad con omnipotencia y es entonces que intentamos
elegir dentro de lo imposible. Lo importante es encontrar nuestro propio arte de vivir que nos
permita acertar, y eso es la ética.

Un punto clave en todo esto es saber lo que nos conviene, es decir aprender a diferenciar entre lo
bueno y lo malo, conocimiento que todos intentamos adquirir, el autor ejemplifica sus definiciones
o sus opiniones, por ejemplo, en este primer capítulo él habla sobre las hormigas blancas, que
levantan su hormiguero varios metros largos y duros como la piedra. Este hormiguero sirve de
protector contra ciertas hormigas mejor que ellas. Cuando un hormiguero se derrumba, las termitas-
obrero se colocan a hacer de nuevo el hormiguero, mientras que las termitas-soldado defienden a la
tribu, en pocas palabras dan su vida por la tribu.

Partiendo de ese ejemplo y llevándolo a nuestra vida, el autor aclara que los seres humanos tenemos
distintas formas de pensar y por lo tanto el criterio de lo bueno y lo malo no puede nunca llegar a
ser el mismo para todo el mundo. Para eso nos presenta diferentes ejemplos de la libertad de los
hombres, como por ejemplo en la Ilíada.

En este libro de la Ilíada, su autor Homero Simpson narra la historia de Héctor, considerado como
el mejor guerrero de Troya que espera firme a Aquiles, éste más fuerte que Héctor y posiblemente
va a matarle. Héctor se debe enfrentar a Aquiles aun sabiendo que éste es más fuerte, pero lo hace
solo para defender a su familia.

El hombre, si lo comparamos con los animales, se podría decir que una de sus diferencias es que es
un ser racional al que se le da la opción de elegir y por lo tanto eso implica la posibilidad de
equivocarnos constantemente. Un animal tiene una vida programada por la naturaleza, y no tiene
otra opción que cumplir ese cronograma.

En cambio, los hombres nacemos con la particularidad de ser libres, cada uno tiene una vida por
delante que debemos construir nosotros mismos. Un punto que aclara el autor de la “Ética para
Amador” durante el primer capítulo del libro es que el ser humano no es libre para elegir lo que
pasa, sino libres de responder a lo que nos pasa de tal o a cual modo.

Esto quiere decir que ser libres para intentar algo no tiene nada que ver con lograrlo
indefectiblemente. Debemos diferenciar entre la libertad y la omnipotencia. Mientras más capacidad
de acción tenga una persona, mejores resultados va a poder obtener de su libertad. Otro elemento a
tener en consideración es el medio en el cual nos desarrollados, algo que tiene mucha influencia en
la vida de cada persona y en lo que consideramos bueno y malo.

Capítulo II: Órdenes, costumbres y caprichos

Un motivo es la explicación propia más aceptable acerca de tu conducta. Dentro de los motivos
existen las órdenes, las costumbres y los caprichos, que no hacen más que inclinar la conducta y
preferencias. Las órdenes y las costumbres, cuya fuerza es el miedo y la comodidad
respectivamente, son impuestas por factores externos, mientras que los caprichos surgen del interior
de cada quien. Respecto a las primeras es recomendable establecer hasta qué punto pueden ser
obedecidas y de las segundas, saber que sirven exclusivamente para aspectos de rutina.

En este libro, el autor utiliza muchos ejemplos de la vida cotidiana: Imagina que despiertas y apagas
la alarma, te quedas otro ratito más, te levantas por que el autobús no espera, te duchas. Has ido
dando patadas a una lata vacía. No creo que cada uno de esos actos los haya realizado tras
angustiosas meditaciones En ese ejemplo la persona ha actuado prácticamente de manera intuitiva,
sin plantearse muchos problemas. La verdad del caso es que en ocasiones darle muchas vueltas a lo
que debemos hacer sencillamente nos paraliza. Después de ese ejemplo, el autor Fernando Savater
explica la siguiente interrogante:

¿Por qué he hecho lo que hice? Explica que nuestras acciones debemos decidir nosotros. Lo que
hacemos cada día, en cambio, pueden llegar a convertirse e costumbres que ya hacemos sin pensar,
un ejemplo que coloca él es lavarnos o peinarnos, acciones que hacemos durante el día de manera
automática y no programadas.

Motivo es la razón que tienes o al menos crees tener para hacer determinada cosa. Uno de los tipos
de motivación que reconocer es el de que yo te mando a que hagas tal o cual cosa, a estos motivos
de les conoce como “órdenes”. Sin embargo, al motivo que solemos hacer siempre y de manera
repetitiva casi sin pensar se le llama “costumbres”.

También existe otro tipo de motivo que parece ser la ausencia del motivo. A éste se le conoce como
“caprichos”. Los “funcionales” introducen aquellos gestos que haces como puro y directo
instrumento para conseguir algo. Cada uno de los motivas inclina tu conducta en una dirección u
otra, explica más o menos tu preferencia por hacer lo que haces frente a las otras muchas cosas que
podrías hacer.

Capítulo III: Haz lo que quieras

La libertad no es sólo decidir sino darse cuenta qué se está decidiendo. Por ello sólo es válida
cuando se ha pensado dos veces: con la primera se descubre el motivo y con la segunda se cuestiona
el mismo. Nunca una acción es buena sólo por ser una orden, una costumbre o un capricho A veces
con eso basta, pero casi siempre se necesita del razonamiento para determinar si es o no
conveniente algo. Todo esto forma parte de inventar nuestra propia vida y no vivir de a acuerdo a lo
que los otros inventan por nosotros. Moral son aquellas reglas o normas que consideramos válidas,
mientras que la ética se encarga de cuestionar por qué lo son. Hay cosas buenas y malas que nada
tiene que ver con la moral y de las cuales conocemos concretamente su utilidad; tratándose de seres
humanos, sin embargo, resulta difícil esta clasificación, pues ignoramos para qué sirven. Lo único
que se sabe es que la ética se basa en una frase: Haz lo que quieras
Hay cuestionamientos a la hora de hacer lo que queremos, por ejemplo, cuando uno tiene que salir a
exponer el pellejo junto a las murallas de Troya desafiando el ataque de Aquiles como lo hizo
Héctor o cuando hay que decidir entre tirar al mar la carga para salvar a la tripulación o tirar unos
cuantos, de la tripulación para salvar la carga, otro ejemplo que expone Savater en su libro.

Pero también debemos tener en cuenta que estamos decidiendo. Sería lo más opuesto de dejarse
llevar. Para no dejarnos llevar no existe otra opción que intentar pensar al menos dos veces lo que
estamos próximos a hacer o la decisión que estamos a punto de tomar, aunque esto a veces implique
tiempo y hasta dolor de cabeza. Siempre es bueno pensarlo dos veces antes de elegir.

En pocas palabras: Pueden existir órdenes, costumbres y caprichos que nos motiven a actuar, sin
embargo, no en todos los casos sucede de esa manera. Hay una cosa que tienen en común tanto las
órdenes como las costumbres y es que parece que vienen de afuera, es decir se te imponen sin
pedirte permiso, todo lo contrario de los caprichos.

Los caprichos parecen venir de nuestro interior, brotan sin que nadie te los mande ni a nadie e
principio creas imitarlos. Si en este momento te preguntarán ¿Cuándo te sientes más libre? Si al
cumplir órdenes, al seguir costumbres o al hacer tu capricho, la respuesta más segura será que te
sientes más libres cuando hacer tu capricho, porque representa algo más nuestro y que no depende
de nadie más que de ti.

Capítulo IV: Date la buena vida

Haz lo que quieras es abandonar lo que nos rige desde el exterior y enfocarse a lo que la propia
voluntad 1 reclama desde el fuero interno. La misma contradicción que hay en Haz lo que quieras
(que así como abre una infinita gama de posibilidades puede reducirla a una elección entre dos), se
presenta en la libertad, pues no somos libres de elegirla o no, sino que estamos condenados a la
libertad, como afirmó Jean Paul Sartre. Para no reducir la frase a un simple capricho, es importante
establecer prioridades entre los deseos repentinos y aquellos a largo plazo. La ética es alcanzar la
buena vida humana, que es la que incluye relaciones con otros seres humanos, no a costa de ellos.
Todos tenemos una realidad biológica, pero, para llegar a ser hombres, se necesita de otros que
fundamenten nuestra realidad cultural mediante enseñanzas. La base de nuestra cultura es el
lenguaje, por lo que hablar y escuchar a alguien, es tratarlo como persona. Es un proceso recíproco
igual que la humanización, pues darse la buena vida es al final igual que dar la buena vida. Él
recomienda no preguntarle a nadie sobre lo que debe hacer con su vida, en cambio esa pregunta
debería ser para nosotros mismos.

Pero la verdad es que en situaciones importantes o cuando nos tomamos lo que vamos a hacer
verdaderamente en serio, todas estas motivaciones corrientes resultan insatisfactorias: vamos, que
saben a poco, como suele decirse. Él plantea que la buena vida humana es buena vida entre
humanos, o de lo contrario puede que sea vida, pero no será ni buena ni humana.

El autor de este interesante artículo señala que la buena vida humana es “la vida entre seres
humanos”. Los hombres somos humanos y por ese motivo esperamos ser tratamos como tal por eso
“darse la buena vida” no debe significar algo diferente a “dar la buena vida”. En sistema en el cual
vivimos los humanos es un mundo lingüístico, una realidad de símbolos y leyes sin la cual no sólo
seríamos incapaces de comunicarnos sino de captar el significado de todo lo que nos rodea.

En este capítulo del libro “Ética para Amador”, su autor plantea el aspecto económico el cual
considera se encuentra presente en cada aspecto de la vida y un problema de la sociedad que creo
que es la que nos está comiendo a partir de la gran variedad de problemas que se presentan a partir
del dinero. Tener dinero y riquezas no es sinónimo de presentar una buena vida.

Un ejemplo claro de ello es la historia del comerciante Jane, quien a pesar de tener demasiado
dinero y poder, no era feliz debido a que para conseguir todo lo que tenía en su vida, había tenido
que crearse una gran cantidad de enemigos, quienes lógicamente no le podían dar el cariño que él
necesitaba para ser completamente feliz. Es importante decir que ese cariño no puede ser
proporcionado por ningún otro ser vivo a excepción del humano.

Capítulo V: Despierta, Baby

El no tener una idea clara es simplificar, el dinero e incluso la muerte es simplificar. La vida en
cambio es complejidad y complicaciones. Lo que poseemos nos posee y pasamos la vida creyendo
que atesorar cosas es vivir, y no reparamos en pensar que de las cosas sólo salen cosas. Como
humanos necesitamos una complicidad fundamental que sólo se da entre iguales. Las traiciones y
los abusos se dan, pero convertir a los demás en cosas es la forma incorrecta de defender el derecho
propio a no ser tratado como tal. Ya que ninguna buena vida puede ser sin cosas, es básica la
atención, es decir, la reflexión acerca del sentido de esa buena vida. Como condición ética principal
está no tomar la certeza de la muerte como un pretexto para vivir de cualquier modo, sino intentar
comprender a cada momento de qué está tratando la vida y cómo se la hace buena para uno, no para
los demás, pues nadie puede ser libre por ti.

La historia de Esaú al igual que la de Kane nos enseña que ambos estaban convenidos por completo
de hacer lo que querían con sus vidas, sin embargo, la verdad fue que ninguno de ellos al parecer
logró darse la buena vida. Muchas personas en la actualidad tratan como dé lugar darse la buena
vida sin estar conscientes de lo que significa eso de la “buena vida”:

Anhelar la buena vida no representa un querer sencillo y cualquiera. El hacer lo que verdaderamente
nos hace bien, no es que queramos lo que nos apetece en ese preciso momento, sino que debemos
querer lo que sabemos que con el pasar del tiempo nos hará bien y será de beneficio. Para nadie es
un secreto que en el mundo lo que sobran son dificultades y una persona que busca solo las
simplicidades nunca llega a ser nada por sí mismo.

A veces nos enfocamos con muchas fuerzas en conseguir y alcanzar solo cosas materiales y es allí
cuando perdemos el verdadero propósito de la vida y no nos damos cuenta que lo que de verdad e
esta vida nos hace falta es lo que las personas que está a nuestro alrededor nos pueden dar. El gran
problema de esta era es que nos acostumbramos a tratar a los demás como cosas, a la misma manera
que lo hacía Kane.

Cuando tratamos a quienes nos rodean como cosas, lo que vamos a recibir de ellos es un trato igual.
Pero de este modo nunca nos darán esos dones más sutiles que solo las personas pueden dar, es
decir nunca vamos a poder conseguir de ellos una verdadera amistad, ni respeto y mucho menos
amor. A Kane se le pasó por alto este pequeño detalle y de pronto se dio cuenta de que tenía de todo
menos lo que realmente necesitaba de recibir de otras personas: aprecio sincero o cariño.

Lo cierto es que todas las cosas que tenemos en la vida nos tienen ellas también a nosotros, en pocas
palabras lo que poseemos nos posee, lo que tenemos muy aferrado nos aferra también a su modo, en
estos casos resulta más oportuno tener cuidado con no pasarse de dominio con las cosas que nos
rodean. Una de las más grandes complejidades de la vida es precisamente ésa, que las personas no
son cosas.
En un comienzo no halló dificultades: las cosas se compran y se venden. Las cosas se usan mientras
sirven y luego de botan a la basura o simplemente se regala. Se podría decir que la ética intenta
averiguar en qué consiste en el fondo, más allá de lo que vemos en los anuncios de la tele, esa
dichosa buena vida que nos gustaría a veces pagar.

Debemos aprender que las cosas hay que tratarlas como eso, como cosas y a las personas se les
debe dar un trato como personas, de esa manera las cosas nos ayudarán en muchos aspectos y las
personas en uno fundamental: Que ninguna cosa pueda suplir el de ser humanos. Ciertamente ser
humanos no resulta cosa importante porque queramos o no ya no lo somos sin remedio.

Pero también es una realidad que se puede ser humano-cosa o humano-humano, humano
simplemente preocupado en ganarse las cosas de la vida, todas las cosas, cuantas más cosas, mejor
y humano dedicado a disfrutar de la humanidad vivida entre personas. Savater nos invita a no
relajarnos y dejar las rebajas sólo para los grandes almacenes.

Capítulo VI: Aparece Pepito Grillo

Alguna vez nos hemos preguntado ¿Cuál es la única obligación que tenemos en esta vida?
Sencillamente no ser imbéciles. Para quienes no lo sepan, el significado del término “imbécil”
resulta más sustancioso de lo que a simple vista se ve, no te vayas a creer. Viene del latín báculos
que significa “bastón”.

Imbécil es aquél cuyo carácter es débil, y nuestra obligación es evitar serlo. Hay quienes creen que
no quieren nada y todo les da igual, otros que lo quieren todo a la vez y caen en propias
contradicciones, otros que no saben lo que quieren ni intentan averiguarlo, algunos tienen una
voluntad muy débil o, en el caso contrario, muy fuerte y no distinguen la irrealidad. Si se es
imbécil, se necesita de fuerzas exteriores en que apoyarse y con dificultad se llega a la buena vida.
Lo contrario de ser imbécil es tener conciencia, para lo cual se requiere de cualidades innatas.
Después del mínimo de condiciones sociales y económicas adecuadas, la conciencia depende de la
atención y esfuerzo de cada individuo. Debe haber interés por vivir humanamente bien,
concordancia entre actos y deseos, desarrollar el gusto moral y enfrentar la responsabilidad. Un
auténtico egoísta es quien quiere y busca lo mejor para sí mismo. Aquél que se rodea de lo que le
sienta mal es un imbécil que deseaba ser egoísta. La culpa y la responsabilidad también se
relacionan con la conciencia, pero lo peor es el remordimiento que es el descontento con nosotros
mismos por emplear la libertad en contra de nuestros deseos. Ser responsable es saberse libre para
bien o para mal y estar dispuesto a responder por los actos; actuar sin órdenes superiores con un fin
de construirse, transformarse e inventarse a sí mismo. Como la decisión de vivir bien es personal, lo
ideal sería que se volviera un tipo de vicio.

Capítulo VII: Ponte en su lugar

La ética habla de cómo vivir bien entre humanos. Sin embargo, hay criterios distintos acerca de lo
aceptable y lo inaceptable. Lo cierto es que lo conveniente es aquello sin lo cual se vive, mas no
humanamente. Incluso quien comete cualquier fechoría sigue siendo humano pues cuenta con la
posibilidad de transformarse. Una característica del ser humano es la imitación, por lo que el
ejemplo que se le da a los semejantes es básico. Muchos malos lo son porque son desgraciados,
están solos, temerosos y son ignorantes. Lo más valioso que obtenemos de nuestros semejantes es la
posibilidad de tener la complicidad y afecto de más seres libres, es la forma en que la propia
humanidad se refuerza. La libertad no sirve a nada ni nadie, se contagia. Al perjudicar al prójimo el
más perjudicado es al final uno mismo. Tratar a las personas humanamente es saber ponerse en su
lugar; ser conciente que, pese a las diferencias que entre todos existen, siempre se está de algún
modo dentro de los semejantes; o reconocer sus derechos y razones para considerarle igual de real y
serio como uno mismo. Los propios intereses no son malos, pero sí relativos; el único absoluto es el
de ser humano entre los 2 humanos que conduce a la buena vida. La clave de todo es sentir simpatía
y lograr ponerse en el lugar del otro es un arte; se requiere de objetividad para ver las cosas a su
manera sin ocupar su sitio, pero principalmente se necesita un conocimiento de la justicia. La virtud
de la justicia es la habilidad y el esfuerzo para saber lo que nuestros semejantes esperan de nosotros,
y esto no se logra obedeciendo leyes que establecen sólo el mínimo de esto, sino amando un poco a
cada persona como cosa indispensable para vivir bien.

Recordemos que la ética no se encarga de cómo alimentarse mejor o de cuál es la manera más
aconsejable de protegerse del frío y mucho menos de que hay que hacer para vadear un río sin
ahogarse, todas ellas cuestiones muy importantes para sobrevivir en determinadas circunstancias.
Lo que la ética le interesa realmente, es cómo vivir bien la vida humana, la vida que transcurre entre
humanos.

Si una persona no encuentra alternativa de cómo arreglárselas para sobrevivir a unos peligros de la
naturaleza, debe estar consciente de que perderá la vida, lo cual sin duda es un fastidio grande, pero
si uno no tiene idea de ética, lo que pierde o malgasta es lo humano de su vida y eso no tiene
ninguna gracia. Es pocas palabras debemos tratar a los demás como queremos que nos traten a
nosotros, es lo que le interesa a la ética.

Imagina por un instante que está comenzando tu día y sales a la calle. Durante la jornada de
encuentras en tu camino a algún mentiroso, un delincuente, alguien adúltero o hasta con un asesino,
¿Qué debes hacer? Recuerda que lo primordial es tratarlos como a hombres, porque son tan
humanos como tú y por tanto te resultan tan imprescindibles como la mandíbula inferior lo es para
la superior.

Tratar a los demás como humanos y no como cosas nos llevará automáticamente a ponernos en su
lugar llegando incluso a comprender el por qué esta clase de personas actúan de esa manera.
Colocarse en los zapatos del otro es un escenario que al principio puede resultar difícil, pero es algo
más que el comienzo de toda comunicación simbólica con esa persona.

Colocarse en el lugar del otro implica, entre otras cosas, tomar en cuenta sus derechos como
humano. Es comprender lo que hace esa otra persona y lo que siente, aunque sea para condenar en
nombre de leyes que toda sociedad debe admitir. En pocas palabras, colocarse en el lugar del otro
en tomarle en serio, considerarse tan plenamente real como a ti mismo.

Capítulo VIII: Tanto gusto

Existe una gran censura sobre todo lo que implica placer corporal y no reparamos en pensar que sin
su satisfacción no hay vida buena. Disfrutar nunca será malo mientras no dañe a nadie, es lo que
nos aleja de ser animales; el sexo con fines únicos de procreación es por el contrario lo que nos
aleja de lo humano. Hay quienes temen al placer porque les gusta demasiado y distrae. Otros
disfrutan no dejando disfrutar, ellos son calumniadores o incluso puritanos, para quienes lo bueno
es lo que nos disgusta hacer y sufrir es más meritorio que gozar, lo que en realidad nada tiene de
moral o ético. Usar los placeres es tener un control sobre ellos que impida que se mezclen con otros
aspectos de la vida personal y así se nos enriquecemos. Sin embargo, su carácter excluyente puede
conducir a un empobrecimiento debido a la pérdida de interés en cualquier otra cosa. El placer que
mata no es placer, sino un castigo. La templanza es el arte de poner el placer al servicio de la
alegría, que acepta vida y muerte, placer y dolor. Quienes optan por su contrario, la abstinencia,
desconfían de todo lo que les gusta. El placer más triste es la culpa; considerar algo más que placer
como un crimen es reclamar un castigo. Es falso creer que siempre se goza a costa de otros, el
interés y la ayuda que se les brinde va por otro camino distinto al disfrutar propio

La mayoría de las veces cuando las personas hacen referencia al término “moral” o “inmoralidad”,
automáticamente lo relacionamos con algo referente al sexo, tanto es así que para algunos la moral
se dedica ante todo a juzgar lo que la gente hace con sus genitales. Pero la verdad es que cuando
hablamos de inmoralidad no nos referimos únicamente a lo relacionado con el sexo.

En el sexo, de por sí, no hay nada más “inmoral” que en la comida o en los paseos por el campo;
claro que alguien puede comportarse inmoralmente en el sexo (usándolo para hacerle daño a otra
persona, por ejemplo). El que de veras está “malo” es quien cree que hay algo de malo en disfrutar.
Inmadurez es el que típicamente se establece como el sexo que aparece en películas, forma de usar
el concepto que es incorrecta ya que se ha ido creando a las personas que su objeto es el sexo.

Lo que nos involucra en la inmoralidad sexual no es más que uno de los temores más viejos en la
sociedad mundial como lo es el miedo al placer. Y como el placer sexual destaca entre los más
intensos y vivos que pueden sentirse, por eso se ve rodeado de tan enfáticos recelos cautelas. Lo
cierto es que el placer puede llegarnos a distraer en ocasiones más de lo debido, cosa que puede
resultarnos peligrosa.

Por ese motivo es que los placeres han sido vistos desde tiempos muy antiguos como tabúes y
restricciones. Se trata de precauciones sociales para que nadie se distraiga demasiado del peligro de
vivir. Esa es precisamente la diferencia que existe entre el uso y el abuso: Cuando usas el placer,
enriqueces tu vida y no sólo el placer sino que la vida misma te gusta cada vez más.

Una señal de que estás abusando es notar que el placer te va empobreciendo la vida y que ya no
muestras interés por ella sino solo por ese particular placer. Es decir que el placer ya no representa
algo agradable de la plenitud de la vida, sino más bien un refugio para escapar de las
complicaciones de la vida, para esconderte de ella y calumniar mejor.

Podemos observar con claridad cómo existe una diferencia entre el uso y el abuso del placer.
Cuando abusamos de un placer que es bueno lo podemos llegar a convertir en un placer malo si
dependemos ampliamente de él. Lo que debemos hacer es disfrutar de los placeres de la vida pero
sin caer en el punto de abusar de ellos, ya que entonces pueden llegar a ser peligrosos para nosotros.

Si usted era de esas personas que veía el sexo como algo obsceno e inmoral debe comenzar a
cambiar ese punto de vista, debido a que en teoría el sexo no es algo inmoral sino más bien algo
natural y que no debemos tener pudo al hablar de ello, sin caer en el límite del abuso.

Capítulo IX: Elecciones generales

Nunca se piensa en la política como algo ético, pues en la mayoría de los casos quienes la ejercen
piensan en reprender al vecino antes de mejorarse a sí mismos. Se les atribuyen frecuentemente
poderes sobrehumanos que conducen a la decepción de quienes los han elegido. Sin embargo, en
cuanto a su finalidad, la ética y la política están muy relacionadas, ya que el objetivo de la política
es organizar la convivencia social para permitir que, con la ética, cada individuo elija lo que más le
conviene. En cuanto a diferencias, podría decirse que la ética se ocupa de lo que cada cual hace con
su libertad, mientras que la política coordina cómo muchos manejan la misma. Para la ética es
importante querer bien, para la política cuentan los resultados, nunca los medios. La ética no puede
esperar a la política y por ello en ningún orden político, por malo que sea, habrá quienes ya no
puedan ser buenos. En un estado utópico, todos serían automáticamente buenos porque las
circunstancias impedirían la presencia del mal. La buena vida incluye, pues, un proyecto político
basado en la libertad, la justicia y la asistencia en el que la dignidad de los individuos sea respetada.
Los derechos humanos son las exigencias mínimas que debe cumplir la sociedad política. Ya que
muchos problemas hoy pueden ser resueltos a nivel global, la fragmentación política entorpece el
proceso. El mantener la Tierra habitable es tarea de los hombres como comunidad mundial, para lo
cual se requiere tolerancia y la eliminación de ideologías fanáticas.

Es necesario recordar que la ética está creada básicamente para intentar mejorarse a uno mismo y no
para reprender elocuentemente al vecino. Lo único que comprende la ética es que tanto el vecino
como tú y yo estamos hechos artesanalmente, de uno en uno, con amorosa diferencia, pero entonces
¿Por qué los políticos cuentan con tal mala fama?

Cuanto vivimos bajo democracia, toda la sociedad pasa a ser políticos, directamente o por
representación de otros. Éstos se encargan de ocupar algunos espacios visibles en la sociedad y
también privilegiados, tienen más oportunidades de incurrir en pequeños o grandes abusos que el
resto de la población de a pie.

Esto nos evidencia que el hecho de ser conocidos o envidiados, e incluso temidos tampoco
contribuye a que sean tratados con ecuanimidad. Ciertamente las sociedades igualitarias o
democráticas son muy poco caritativas con quienes escapa a la media por encima o por abajo: al
que sobresale, apetece apedrear, al que se va al fondo, se le pisa sin remordimiento.

Los políticos también muestran mayor disposición de hacer promesas de las que sabrían o querrían
cumplir. Además, este es un punto exigido por la misma sociedad dado a que quien no exagera las
posibilidades del futuro ante sus electores y no hace mayor énfasis en las dificultades que en las
ilusiones, pronto se queda solo.

En teoría, la única política que puede llegar a ser de beneficio es aquella que nos trate a todos por
igual, que no menosprecia a los que están abajo y destruya por envidia a los que están arriba, que se
asocie a lo poco bueno y no a lo mucho malo. La ética busca que nosotros podamos elegir lo que
más nos conviene y vivir lo mejor posible.

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