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Los primeros eran tenidos en alta estima como seres personales de un orden
elevado; dotado de libertad moral; empleados en el gozoso servicio de Dios y
ocupados por Él para ministrar al bienestar de los hombres. Según algunos de
los primitivos Padres de la Iglesia tenían cuerpos delicadamente etéreos. La
convicción general era que los ángeles fueron creados buenos; pero que algunos
abusaron de su libertad y cayeron apartándose de Dios.
Esto ha sido siempre disputado. Los judíos y muchos de los primitivos padres
de la Iglesia les adjudicaron cuerpos aéreos o de fuego; pero la Iglesia de la Edad
Media llegó a la conclusión de que son seres espirituales puros.
Sin embargo, aun después de eso, algunos teólogos católico romanos, y hasta
luteranos y reformados les atribuyeron cierta corporeidad, más sutil y pura.
Consideraron la idea de una naturaleza puramente espiritual e incorpórea como
metafísicamente inconcebible y también como incompatible con la concepción de
una criatura. También apelaron al hecho de que los ángeles están sujetos a
limitaciones espaciales, se mueven de un lugar a otro, y algunas veces fueron
vistos por los hombres. Pero todos estos argumentos están más que
contrabalanceados por las afirmaciones explícitas de la Escritura en el sentido de
que los ángeles son pneúmata. (Espíritus) Mat. 8: 16; 12: 45; Luc. 7: 21; 8: 2; 11:
26; Hech. 19: 12; Ef. 6: 12; Heb. 1: 14.
No tienen carne ni hueso, Luc. 24: 39, no se casan, Mat. 22: 30, pueden estar
presentes en gran número dentro de un espacio muy limitado Luc. 8: 30, y son
invisibles, Col. 1:16. Pasajes como Sal 104: 4 (compárese Heb. 1: 7); Mat. 22: 30;
y I Cor. 11: 10, no prueban la corporeidad de los ángeles.
La Biblia habla de los ángeles que permanecieron leales como "ángeles santos",
Mat. 25: 31; Marc. 8: 38; Luc. 9: 26; Hech. 10: 22; Apoc. 14: 10, y describe a los
que cayeron, como mentirosos y pecadores, Jn. 8: 44, I Jn. 3: 8-10. Los ángeles
buenos también son inmortales en el sentido de que no están sujetos a la muerte.
Refiriéndose a esto se dice que los santos en el cielo son como ellos, Luc. 20:
35, 36. Además de todo esto, se les adjudica gran poder, forman el ejército de
Dios, un ejército de héroes poderosos, siempre listos para ejecutar las órdenes del
Señor, Sal 103 : 20; Col. 1: 16; Ef. 1 : 21; 3 : 10; Heb. 1: 14; y los ángeles malos
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forman el ejército de Satanás inclinados a destruir el trabajo del Señor, Luc. 11:
21; II Tes. 2: 9; I Pedro 5: 8.
SU NÚMERO
En Deut. 33: 2 leemos que "Jehová vino de Sinaí. . . de entre diez millares de
santos", y en el Sal 68: 17 el poeta canta, "Los carros de Dios se cuentan por
veintenas de millares de millones; el Señor viene del Sinaí a su santuario".
SUS ÓRDENES
frecuentemente a los hombres, Mat. 11: 10; Marc. 1: 2; Luc. 7: 24; 9: 51; Gál.
4: 14. No hay en la Escritura un nombre general y distintivo para todos los Seres
espirituales. Se les llama hijos de Dios, Job 1: 6; 2: 1; Sal 29: 1; 89: 6, espíritus,
Heb. 1: 14, santos, Sal 89: 5, 7; Zac. 14:5; Dan 8: 13, vigilantes, Dan 4: 13, 17,
24. Sin embargo, hay varios nombres específicos que indican diferentes clases de
ángeles.
2. Serafines. Una clase parecida de ángeles son los serafines que se mencionan
solamente en Is. 6: 2, 6. También se les representa simbólicamente en forma
humana, pero con seis alas, dos que cubren su faz, dos que cubren sus pies y
dos para ejecutar rápidamente los mandatos del Señor.
4. Gabriel y Miguel. A distinción de todos los otros ángeles a éstos dos se les
menciona por nombre. Gabriel aparece en Dan 8: 16; 9: 21; Luc. 1: 19, 26. La
gran mayoría de comentadores lo reconocen como un ángel creado pero algunos
de ellos niegan que el nombre Gabriel sea nombre propio y lo consideran como
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nombre común, que significa hombre de Dios, un sinónimo de ángel; pero esta es
una posición insostenible.
Gabriel puede ser uno de los siete ángeles que se dice que permanecen delante
de Dios en Apoc. 8: 2 (compárese Luc. 1: 19). Parece que su tarea especial ha sido
mediar en las revelaciones divinas e interpretarlas.
Miguel se menciona en Dan 10: 13, 21; Judas 9; Apoc. 12: 7. Atendiendo al
hecho de que se le llama "el arcángel" en Judas 9, y a la expresión usada en
Apoc. 12: 7 parecería que ocupa un sitio importante entre los ángeles.
Podemos distinguir entre el servicio ordinario. Este consiste ante todo en alabar
a Dios día y noche, Job 38: 7; Is. 6; Sal 103: 20; 148: 2; Apoc. 5: 11. La Escritura
da la impresión de que hacen esto audiblemente, como en el nacimiento de
Cristo, aunque no podemos formarnos ninguna idea del lenguaje y del canto de
los ángeles.
Desde la entrada del pecado al mundo han sido enviados para servir a los que
son herederos de la salvación, Heb. 1: 14. Se regocijan en la conversión del
pecador, Luc. 15: 10; velan sobre los creyentes, Sal 34: 7; 91: 11; protegen a los
pequeñitos, Mat. 18: 10; están presentes en la Iglesia, I Cor. 11: 10; I Tim. 5: 21;
aprenden de ella las multiformes riquezas de la gracia de Dios, Ef. 3: 10; I Pedro
1: 12, y conducen a los creyentes al seno de Abraham, Luc. 16: 22.
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El servicio extraordinario de los ángeles se hizo necesario a causa de la caída
del hombre y constituye uno de los elementos importantes en la revelación
especial de Dios. Con frecuencia median en las revelaciones especiales de Dios;
comunican bendiciones a su pueblo, y ejecutan juicios sobre sus enemigos.
SU ORIGEN
Además de los ángeles buenos también hay ángeles malos que se deleitan en
oponerse a Dios y en combatir su obra. Aunque también ellos son criaturas de
Dios, no fueron creados como ángeles malos. Dios vio todo lo que había creado y
todo ello era muy bueno, Gen 1:31.
Hay dos pasajes en la Escritura, de los que claramente se deduce que algunos
de los ángeles no retuvieron su posición original, sino que cayeron del estado en
que fueron creados, II Pedro 2: 4; Judas 6. El pecado especial de estos ángeles no
ha sido revelado pero generalmente se ha pensado que consistió en que se
exaltaron en contra de Dios, y aspiraron a la suprema autoridad.
SU JEFE
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Después de la entrada del pecado en el mundo él se hace Diablo (el acusador),
porque acusa continuamente al pueblo de Dios, Apoc. 12: 10. Se le presenta en la
Escritura como el originador del pecado, Gen 3: 1, 4; Jn. 8: 44; II Cor. 11: 3; I Jn.
3: 8; Apoc. 12: 9; 20: 2, 10, y aparece como jefe reconocido de los caídos, Mat. 25:
41; 9: 34; Ef. 2: 2.
Sigue siendo jefe de los ejércitos angelicales que arrastró con él en su caída, y
los emplea en hacer resistencia desesperada contra Cristo y su reino.
Repetidamente también se le llama "el príncipe de este" (no, "del") mundo, Jn. 12:
31; 14: 30; 16: 11, y aun el dios de este mundo", II Cor. 4:4. Esto no significa que
él tenga el control del mundo puesto que Dios lo tiene, y Él ha entregado toda
autoridad a Cristo; pero esto sirve para dar idea de que Satanás tiene el control
de este mundo malo, el mundo que, éticamente, está muy separado de Dios.
SU ACTIVIDAD
Así como los ángeles buenos, también los ángeles malos poseen poder
sobrehumano, pero el uso que hacen con él contrasta tristemente con el de los
ángeles buenos. Mientras éstos alaban perennemente a Dios, libran sus batallas
y le sirven fielmente, los malos como poderes de las tinieblas están inclinados a
maldecir a Dios, a batallar en contra de Él y de su Ungido, y a destruir la obra
divina.
Están en constante rebelión contra Dios, tratan de cegar y extraviar aun a los
elegidos, y estimulan a los pecadores en su maldad. Pero son espíritus perdidos y
sin esperanza. Están encadenados ya al infierno y al abismo de las tinieblas, y
aunque no están todavía limitados a un lugar, sin embargo, como dice Calvino,
llevan arrastrando sus cadenas por dondequiera que van, II Pedro 2: 4; Judas 6.