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Coplas a la muerte de su padre Jorge Manrique

COPLAS A LA MUERTE DE SU PADRE JORGE MANRIQUE

          I                     II

Recuerde el alma dormida, Pues si vemos lo presente


avive el seso e despierte cómo en un punto se es ido
contemplando y acabado,
cómo se pasa la vida, si juzgamos sabiamente,
cómo se viene la muerte daremos lo no venido
tan callando; por pasado.
  cuán presto se va el placer,   No se engañe nadie, no,
cómo, después de acordado, pensando que ha de durar
da dolor; lo que espera
cómo, a nuestro parecer, más que duró lo que vio,
cualquier tiempo pasado pues que todo ha de pasar
fue mejor. por tal manera.

          

III       INVOCACIÓN   IV

  Nuestras vidas son los ríos   Dejo las invocaciones


que van a dar en la mar, de los famosos poetas
que es el morir; y oradores;
allí van los señoríos no curo de sus ficciones,
derechos a se acabar que traen yerbas secretas
y consumir; sus sabores.
  allí los ríos caudales,   A Aquél sólo me encomiendo,
allí los otros medianos Aquél sólo invoco yo
y más chicos, de verdad,
allegados, son iguales que en este mundo viviendo,
los que viven por sus manos el mundo no conoció
y los ricos. su deidad.

          

V            VI

  Este mundo es el camino   Este mundo bueno fue


para el otro, que es morada si bien usásemos de él
sin pesar; como debemos,
mas cumple tener buen tino porque, según nuestra fe,
para andar esta jornada es para ganar aquél
sin errar. que atendemos.
  Partimos cuando nacemos,   Aun aquel hijo de Dios
andamos mientras vivimos, para subirnos al cielo
y llegamos descendió
al tiempo que fenecemos; a nacer acá entre nos, (nosotros)
así que cuando morimos, y a vivir en este suelo
descansamos. do murió. (donde)

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Coplas a la muerte de su padre Jorge Manrique

           VII                VIII

  Ved de cuán poco valor   Decidme: La hermosura,


son las cosas tras que andamos la gentil frescura y tez
y corremos, de la cara,
que, en este mundo traidor, la color y la blancura,
aun primero que muramos cuando viene la vejez,
las perdemos. ¿cuál se para?
  De ellas deshace la edad,   Las mañas e ligereza
de ellas casos desastrados y la fuerza corporal
que acaecen, de juventud,
de ellas, por su calidad, todo se torna graveza
en los más altos estados cuando llega el arrabal
desfallecen. de senectud.

         

  IX            X

  Pues la sangre de los godos,   Los estados y riqueza,


y el linaje y la nobleza que nos dejan a deshora
tan crecida, ¿quién lo duda?,
¡por cuántas vías y modos no les pidamos firmeza
se pierde su gran alteza pues que son de una señora;
en esta vida! que se muda,
  Unos, por poco valer,   que bienes son de Fortuna
por cuán bajos e abatidos que revuelven con su rueda
que los tienen; presurosa,
otros que, por no tener, la cual no puede ser una
con oficios no debidos ni estar estable ni queda
se mantienen. en una cosa.

          

XI            XII

  Pero digo que acompañen   Los placeres e dulzores


y lleguen hasta la huesa de esta vida trabajada
con su dueño: que tenemos,
por eso no nos engañen, non son sino corredores,
pues se va la vida aprisa y la muerte, la celada
como sueño, en que caemos.
y los deleites de acá   No mirando a nuestro daño,
son, en que nos deleitamos, corremos a rienda suelta
temporales, sin parar;
y los tormentos de allá, desque vemos el engaño (desde que)
que por ellos esperamos, y queremos dar la vuelta
eternales. no hay lugar.

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Coplas a la muerte de su padre Jorge Manrique

          

XIII XIV

Si fuese en nuestro poder   Esos reyes poderosos


hacer la cara hermosa que vemos por escrituras
corporal, ya pasadas
como podemos hacer con casos tristes, llorosos,
el alma tan glorïosa fueron sus buenas venturas
angelical, trastornadas;
  ¡qué diligencia tan viva   así, que no hay cosa fuerte,
tuviéramos toda hora que a papas y emperadores
y tan presta, y prelados,
en componer la cativa, (cara) así los trata la muerte
dejándonos la señora (alma) como a los pobres pastores
descompuesta! de ganados.

          

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XV            XVI

  Dejemos a los troyanos,   ¿Qué se hizo el rey don Juan?


que sus males no los vimos, Los infantes de Aragón
ni sus glorias; ¿qué se hicieron?
dejemos a los romanos, ¿Qué fue de tanto galán,
aunque oímos y leímos qué de tanta invención
sus historias; como trajeron?
  no curemos de saber   ¿Fueron sino devaneos,
lo de aquel siglo pasado qué fueron sino verduras
qué fue de ello; de las eras,
vengamos a lo de ayer, las justas e los torneos,
que también es olvidado paramentos, bordaduras
como aquello. y cimeras?
           XVII            XVIII

  ¿Qué se hicieron las damas,   Pues el otro, su heredero


sus tocados e vestidos, don Enrique, ¡qué poderes
sus olores?   alcanzaba!
¿Qué se hicieron las llamas ¡Cuán blando, cuán halaguero
de los fuegos encendidos el mundo con sus placeres
de amadores? se le daba!
  ¿Qué se hizo aquel trovar,   Mas verás cuán enemigo,
las músicas acordadas cuán contrario, cuán cruel
que tañían? se le mostró;
¿Qué se hizo aquel danzar, habiéndole sido amigo,
aquellas ropas chapadas ¡cuán poco duró con él
que traían? lo que le dio!

           XIX            XX

  Las dádivas desmedidas,   Pues su hermano el inocente


los edificios reales que en su vida sucesor
llenos de oro, se llamó
las vajillas tan fabridas ¡qué corte tan excelente
los enriques e reales tuvo, e cuánto gran señor
del tesoro, le siguió!
  los jaeces, los caballos   Mas, como fuese mortal,
de sus gentes e atavíos metióle la Muerte luego
tan sobrados en su fragua.
¿dónde iremos a buscallos?; ¡Oh jüicio divinal!,
¿qué fueron sino rocíos cuando más ardía el fuego,
de los prados? echaste agua.

          

XXI            XXII

  Pues aquel gran Condestable,   E los otros dos hermanos,


maestre que conocimos maestres tan prosperados
tan privado, como reyes,
no cumple que de él se hable, que a los grandes e medianos
mas sólo como lo vimos trajeron tan sojuzgados
degollado. a sus leyes;
  Sus infinitos tesoros,   aquella prosperidad
sus villas e sus lugares, que en tan alto fue subida
su mandar,   y ensalzada,
¿qué le fueron sino lloros?, ¿qué fue sino claridad
¿qué fueron sino pesares que cuando más encendida
al dejar? fue amatada?
          

XXIII            XXIV

  Tantos duques excelentes,   Las huestes innumerables,


tantos marqueses y condes los pendones, estandartes
y varones y banderas,
como vimos tan potentes, los castillos inexpugnables,
di, Muerte, ¿dó los escondes, los muros y balüartes
e traspones? y barreras,
  E las sus claras hazañas   la cava honda, chapada,
que hicieron en las guerras o cualquier otro reparo,
y en las paces,   ¿qué aprovecha?
cuando tú, cruda, te ensañas, Cuando tú vienes airada,
con tu fuerza, las entierras todo lo pasas de claro
e deshaces. con tu flecha.

          

XXV            XXVI

  Aquel de buenos abrigo,   Amigo de sus amigos,


amado, por virtuoso, ¡qué señor para criados
de la gente,  y parientes!
el maestre don Rodrigo ¡Qué enemigo de enemigos!
Manrique, tanto famoso ¡Qué maestro de esforzados
y tan valiente; y valientes!
sus hechos grandes y claros   ¡Qué seso para discretos!
no cumple que los alabe, ¡Qué gracia para donosos!
pues los vieron;   ¡Qué razón!
ni los quiero hacer caros, ¡Qué benigno a los sujetos!
pues que el mundo todo sabe ¡A los bravos e dañosos,
cuáles fueron. qué león!

          

XXVII                 XXVIII

  En ventura, Octavïano;   Antoño Pío en clemencia;


Julio César en vencer Marco Aurelio en igualdad
y batallar; del semblante;
en la virtud, Africano; Adriano en la elocuencia;
Aníbal en el saber Teodosio en humanidad
y trabajar; y buen talante.
  en la bondad, un Trajano;   Aurelio Alexandre fue
Tito en liberalidad en disciplina e rigor
con alegría; de la guerra;
en su brazo, Aureliano; un Constantino en la fe,
Marco Atilio en la verdad Camilo en el gran amor
que prometía. de su tierra.
          

XXIX            XXX

  No dejó grandes tesoros,   Pues por su honra y estado,


ni alcanzó muchas riquezas en otros tiempos pasados
ni vajillas;   ¿cómo se hubo?
mas hizo guerra a los moros Quedando desamparado,
ganando sus fortalezas con hermanos e criados
y sus villas; se sostuvo.
  y en las lides que venció,   Después que hechos famosos
cuántos moros e caballos hizo en esta misma guerra
se perdieron; que hacía,
y en este oficio ganó hizo tratos tan honrosos
las rentas y los vasallos que le dieron aun más tierra
que le dieron. que tenía.

          

XXXI            XXXII

  Estas sus viejas historias   Y sus villas e sus tierras,


que con su brazo pintó ocupadas de tiranos
en juventud, las halló;
con otras nuevas victorias mas por cercos y por guerras
ahora las renovó y por fuerza de sus manos
en senectud. las cobró.
  Por su gran habilidad,   Pues nuestro rey natural,
por méritos y ancianía si de las obras que obró
bien gastada, fue servido,
alcanzó la dignidad dígalo el de Portugal,
de la gran Caballería y, en Castilla, quien siguió
del Espada. su partido.

          

XXXIII                     XXXIV

  Después de puesta la vida   diciendo: "Buen caballero,


tantas veces por su ley dejad el mundo engañoso
al tablero; y su halago;
después de tan bien servida vuestro corazón de acero
la corona de su rey muestre su esfuerzo famoso
verdadero; en este trago;
  después de tanta hazaña   y pues de vida y salud
a que no puede bastar hicisteis tan poca cuenta
cuenta cierta,   por la fama;
en la su villa de Ocaña esfuércese la virtud
vino la Muerte a llamar para sufrir esta afrenta
a su puerta, que os llama."

          
XXXV                     XXXVI

  "Non se vos haga tan amarga   "El vivir que es perdurable


la batalla temerosa no se gana con estados
que esperáis, mundanales,
pues otra vida más larga ni con vida delectable
de la fama glorïosa donde moran los pecados
acá dejáis. infernales;
  Aunque esta vida de honor   mas los buenos religiosos
tampoco (non) es eternal gánanlo con oraciones
ni verdadera; y con lloros;
mas, con todo, es muy mejor los caballeros famosos,
que la otra temporal, con trabajos y aflicciones
perecedera." contra moros."

           que esta otra vida tercera


ganaréis."

[Responde el Maestre:]
XXXVIII

XXXVII   "Non tengamos tiempo ya


en esta vida mezquina
  "Y pues vos, claro varón, por tal modo,
tanta sangre derramasteis que mi voluntad está
de paganos, conforme con la divina
esperad el galardón para todo;
que en este mundo ganasteis   y consiento en mi morir
por las manos; con voluntad placentera,
y con esta confianza clara e pura,
y con la fe tan entera que querer hombre vivir
que tenéis, cuando Dios quiere que muera,
partid con buena esperanza, es locura."

[Del maestre a Jesús]   XXXIX         FIN XL

  "Tú que, por nuestra maldad,   Así, con tal entender,


tomaste forma servil todos sentidos humanos
e bajo nombre; conservados,
Tú, que a tu divinidad cercado de su mujer
juntaste cosa tan vil y de sus hijos y hermanos
  como es el hombre; y criados,
Tú, que tan grandes tormentos   dio el alma a quien gela dio (se la)
sufriste sin resistencia (el cual la ponga en el cielo
en tu persona, en su gloria),
no por mis merecimientos, que aunque la vida perdió,
mas por tu sola clemencia dejónos harto consuelo
  me perdona". (perdóname) su memoria.

Jorge Manrique, 1477


COMENTARIO
La celebridad de Las Coplas se debe principalmente a que el poeta optó por la
expresión sencilla, dando una sensación de intimidad, de melancólica serenidad.
Prescinde del énfasis grandilocuente de la retórica y consigue un perfecto acoplamiento
entre la trascendencia del tema y la levedad de los versos de arte menor.
La forma estrófica de Las Coplas se adapta con flexibilidad musical a la fluidez de
las ideas, como un ritmo de campana funeral que voltea con el mismo compás desde la
primera hasta la última estrofa.
El arte no consiste en el tema (poema elegíaco de amor filial), sino en el
tratamiento del mismo. La sobriedad y elegancia lo convierten en un poema intemporal
que no envejece nunca. Frente a los aparatosos plantos eruditos de su época, busca la
expresión más sencilla; elude el efectismo macabro y la crispación de las danzas de la
muerte; olvida a griegos y romanos y evoca un pasado inmediato, que los lectores de su
época pueden recordar y que todavía los conmueve.
En su época la consideraban una obra moral y ascética. Las tres partes del poema
tienden a una cumbre filosófico-moral, didáctico-moral propia de la Edad Media:
demostrar cuán transitorios son los bienes de este mundo e, indirectamente, hacer que
estos sean menospreciados para que triunfe el bien eterno de la vida verdadera para el
cristiano, la vida eterna, de modo que la muerte es el pórtico de la inmortalidad.

PRIMERA PARTE
COPLA I: Recuerde al alma dormida…
El autor nos exhorta a que advirtamos lo fugaz y perecedero de toda vida temporal,
planteado el tema en un plano universal.
El tono exhortativo del poema aparece en los imperativos de los dos primeros
versos (Recuerde…avive… despierte) y continúa en las estrofas siguientes. Los siete
versos siguientes son una declaración expositiva. Termina la copla con una declaración
doctrinal y sentenciosa, que es como el colofón de su intencionalidad exhortativa (son los
tres versos finales).
A través de la anáfora nos invita a reflexionar sobre cuatro realidades:
1. la vida pasa;
2. viene la muerte callando, sin avisarnos;
3. el placer pasa;
4. cuando nos damos cuenta es tarde y creemos que el pasado fue mejor.
Emplea el tono exhortativo y exclamativo, el paralelismo y la anáfora, la
similicadencia al aparecer dos gerundios para trasmitir el aspecto durativo del presente. A
lo largo de la estrofa aparece la antítesis, al referirse a dualidades como
dormida/despierte, vida/muerte y placer/dolor.
COPLA II: Pues si vemos lo presente…
El tema es el desengaño del tiempo. Es inútil que el hombre deposite su confianza
en el tiempo; igual que pasa rápido el presente, igual pasará el futuro. Nada va a perdurar.
En cuanto a los recursos, emplea la exageración al considerar el futuro por ya pasado (vv.
5-6). Insiste en la negación con la epanadiplosis (v. 7). El tono exhortativo a los lectores
aparece aquí con la 2ª persona del plural.
COPLA III: Nuestras vidas son los ríos…
Comienza con una metáfora de origen bíblico (v.1) a partir de la que desarrolla una
alegoría. También aparece la anáfora y el paralelismo que contribuyen a destacar la idea
central de la copla. El poeta incorpora un motivo muy arraigado en la tradición literaria
medieval: el poder igualatorio de la muerte, pero con un tratamiento distinto al de las
Danzas macabras medievales.
Término real A Imagen B
vidas ríos
morir mar
los que viven por sus manos ríos medianos y chicos
y los ricos ríos caudales
(Aunque hay que señalar que invierte el orden de presentación de ambos términos)
En esta copla se perfila ya la actitud de serena aceptación con la que don Rodrigo,
al final de la elegía, se enfrenta a la muerte.
COPLA IV: Dejo las invocaciones…
Los poetas del siglo XV que sienten gran admiración por los poetas de la
Antigüedad Clásica, recurren con frecuencia al tópico de invocar a las musas en busca de
su inspiración para su quehacer poético. Manrique renuncia a este recurso, por tener
efectos negativos, porque esconde veneno (yerbas secretas es una metáfora). En la
segunda sextilla manifiesta el deseo de impregnar la obra de un espíritu cristiano. Se
encomienda a Jesús (con la anáfora de los vv. 7-8), que vivió en este mundo, pero el
mundo no reconoció su divinidad y lo crucificó.
COPLA V: Este mundo es el camino…
Se inicia con esta estrofa el tema del menosprecio del mundo (De contemptu
mundi) propio del ascetismo cristiano y opuesto al vitalismo del Arcipreste (Libro de
Buen amor) o al Carpe diem renacentista.
Aparecen aquí otra vez la alegoría (el camino, andar la jornada sin errar), el
paralelismo (vv. 7-8) y la similicadencia (en el uso de la 2ª persona del plural)
Manrique no niega la vida, sino que plantea una serena aceptación de la muerte.
La vida eterna es el descanso tras este “valle de lágrimas”. Las coplas V, VI y VII ofrecen
una valoración del mundo según la doctrina cristiana.
COPLA VI: Este mundo bueno fue…
De la moralidad de nuestros actos depende que ganemos la inmortalidad, la vida
eterna. Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve,
para redimirnos del pecado.
COPLA VII: Ved de cuán poco valor…
Resta importancia a los bienes materiales; los placeres de este mundo traidor son
fugaces: la edad, la mala fortuna, nos los arrebatan. Continúa con el tono exhortativo
(imperativo y 2ª persona del plural) y el uso de la anáfora.
El mundo y sus cosas fallan por la acción inevitable del tiempo que los deshace, a
causa de la fortuna por la que casos desastrosos acaecen y por la acción de la muerte que,
como guadaña del tiempo, hace que todo desfallezca. La copla VIII desarrolla la acción del
tiempo; las dos siguientes, la de la fortuna; y las coplas XI-XIV, la de la muerte.
COPLA VIII: Decidme: la hermosura…
Se refiere al tópico del menosprecio del mundo, la caducidad de lo mundano. El
tiempo destruye la belleza y la fuerza de la juventud. Esta idea la expresa con los
siguientes recursos: polisíndeton (vv. 2-3, 7-8), interrogación retórica (que tan empleada
será en la segunda parte) y el tono exhortativo. Se produce un marcado contraste entre
juventud/senectud, ligereza/graveza (antítesis).

COPLAS IX-XIV
En estas estrofas enumera el poeta los bienes mentirosos que ciegan al hombre y lo
apartan del camino de la salvación:
- Copla IX: el linaje
- Copla X: la riqueza. Habla aquí de la inestabilidad de Fortuna, de la que nos
presenta una alegoría: una señora que continuamente se muda y gira
presurosa su rueda. En cuanto a los recursos, en las coplas IX y X se emplean
las tres modalidades, exclamativa, interrogativa y enunciativa, para expresar la
fugacidad de los bienes mentirosos.
- Copla XI: Los deleites de este mundo son fugaces, en contraste con los
tormentos eternos del infierno). En esta copla emplea el símil de la vida como
un sueño que pasa rápido. Destaca la antítesis (deleites/tormentos,
terrenales/eternales).
- Copla XII: Los placeres terrenales son como centinelas o guardias camuflados
(corredores) que preparan una emboscada, y la muerte es la celada en la que
caemos. Se construye sobre una imagen épica de la muerte. Cuando nos damos
cuenta, no podemos volver atrás.
- Copla XIII: No importa la belleza del rostro, sino la del alma con la que
ganamos la vida eterna. La cativa es la cara carnal, mala; la señora es el alma
angelical, gloriosa (contraste).
- Copla XIV: Otra vez aparece el poder igualitario de la muerte, que trata igual a
reyes que a pobres pastores.
En esta primera parte de Las Coplas, el autor ha hecho unas consideraciones sobre
la muerte y la inmortalidad y ha insistido en el menosprecio de los valores mundanales,
puesto que son fugaces, debido a la acción destructora del tiempo, la fortuna y la muerte.
Como decía en la Copla II, el presente huye veloz, el tiempo es una puñalada a nuestras
esperanzas (en un punto se es ido). Nada de esperanzas en el presente ¿Y en el futuro?
Tampoco. El juicio del sabio es dar lo no venido por pasado. Manrique hace que nos
desengañemos, nos destruye las esperanzas en el tiempo, y sólo quedarán, cambiada la
escala de valores, las realidades eternas. Todo lo demás ha de pasar por tal manera.
SEGUNDA PARTE

El poeta evidencia con ejemplos concretos lo dicho anteriormente; pero evoca a


ilustres contemporáneos españoles, y no a sombras desvaídas perdidas en la lejanía
(Copla XV: Dejemos a los troyanos / que sus males no los vimos… Dejemos a los
romanos… Vengamos a lo de ayer…). Emplea sugerentes interrogaciones retóricas cuyas
respuestas implícitas son negaciones dolorosas edificadas con el tópico clásico “Ubi sunt
qui ante nos in mundo fuere?”
En estas preguntas sin respuesta (¿qué se hizo…?, ¿qué fue de…?, ¿dónde
están…?) se percibe, tras la melancólica lamentación sobre el pasado, la sensación
estremecida de lo inmediato, de esa realidad palpable como es la pérdida de algo que ha
pertenecido a su vida, algo reciente y recordado aún. El pasar acelerado del tiempo está
reproducido en el correr de tanto y tanto nombre en estas coplas. Pero el efecto máximo
de este esquema se da cuando no se contesta a la pregunta de modo explícito (es pregunta
retórica), y la respuesta queda sobreentendida en el silencio. Es la muerte, la indecible, la
causante de todo.
A continuación (coplas XV a XXIV) van a “pasar” todos los grandes y sus
grandezas: desfilan, pasan y mueren.
Los personajes seleccionados corresponden a:
- los años comprendidos entre 1406 a 1446 (subida al trono de Juan II y muerte
de don Rodrigo Manrique);
- reino de Castilla;
- siete nombres.
El efecto conseguido a través de esta reducción es el acercamiento espacio-
temporal de los personajes a los que dedica estas mínimas elegías. Así la poesía alcanza la
veracidad realista y conmueve a sus contemporáneos.
El rey don Juan II (copla XVI), los Infantes de Aragón, don Enrique IV (copla
XVIII), su hermano el inocente, que de no haber muerto en la adolescencia, hubiera
llegado a ser Alfonso XII (copla XX), aquel gran condestable don Álvaro de Luna (copla
XXI), los otros dos hermanos maestres de la familia Pacheco (copla XXII) y don Rodrigo
Manrique (copla XXV).
A esta lista se ha dado en llamar la lista de la fugacidad y el desengaño, para
contraponerla a la lista de la permanencia y del panegírico, que aparece en las estrofas
XXVII y XXVIII. Se trata de la dialéctica temporalidad/eternidad.
Para recalcar la fugacidad de lo mundano, el poeta insiste también en la morosa
presentación de tanta sensualidad como ha de perecer y, por eso, estas estrofas nos dan la
sensación de un oasis, porque el tiempo, la muerte y la fortuna destruirán los bienes de
este mundo.

En las coplas XVI y XVII se recoge la actuación del tiempo con la fórmula
interrogativa y anafórica del Ubi sunt? En ellas se evoca la vida social del momento: la
primera de ellas está dedicada al mundo varonil; la otra, al mundo femenino, al ambiente
cortés, destacando lo sensorial (vista, olfato, gusto y tacto) de una corte fastuosa y
turbulenta. La intención del poeta es clara: tanta sensualidad y felicidad fue fugaz como la
verdura se seca en las eras cada año.
Del reinado de Enrique IV de Castilla destaca el despilfarro económico y militar,
las dádivas desmedidas, los palacios llenos de oro, los lujosos atavíos de los escuadrones…
Y cuando el rey se ve en la cima de su poderío y felicidad todo desaparece y se derrumba
sin dejar rastro, como el rocío de la mañana.
Continúa la lista de la ejemplaridad de la fugacidad y el desengaño con la
presentación, en las estrofas XX y XXI de dos ilustres hombres en los que actúa la
muerte para tronchar sus ilusiones: el Príncipe don Alfonso (el hermano inocente del Rey
Enrique IV del que habló antes) y el condestable don Álvaro de Luna, uno de los grandes
adversarios de la familia de los Manrique.
La actuación de la fortuna sobre los bienes mundanales fugaces se describe en las
estrofas XXI y XXII. El poeta elude el nombre propio de los otros dos hermanos.
En las coplas XXIII y XXIV interrumpe la lista ejemplar de la fugacidad para
intercalar un pequeño canto a la muerte a base de una recopilación de las intuiciones,
sentimientos e ideas expuestas poco antes. Todas aquellas claras hazañas de personajes
tan importantes son ya lejanas, están desvaídas en el recuerdo, fueron desechas ante la
arrolladora acción de la muerte. En la XXIII se dirige a la muerte con el vocativo; aparece
la imagen de la muerte cruda, airada, que se ensaña.
Ahora todo adquiere carácter impersonal y universal (válida para todos). Los
castillos inexpugnables, los muros, baluartes, barreras, el foso recubierto de chapas de
metal para la defensa, todo el arsenal guerrero, son nada (¿qué aprovecha?) ante algo
aparentemente tan mínimo como la flecha de la muerte (XXIV).
El poema de las Coplas tiene una deliberada y rigurosa gradación: parte de
consideraciones abstractas filosóficas, históricas, hasta acontecimientos cercanos. Y
todavía eso es remoto. Vengamos a lo de ayer: a don Rodrigo Manrique, fallecido el 11 de
noviembre de 1476, en Ocaña, provincia de Toledo, a los setenta años de edad. El último
en esa lista, no cronológica, sino jerárquica, que hemos seguido paso a paso.

TERCERA PARTE

A partir de la copla XXIV el poeta abandona las consideraciones generales y se


centra en la figura del maestre don Rodrigo y en su actitud serena y ejemplar ante la
muerte. Esa aceptación se justifica en la conciencia de una vida bien empleada y en la
esperanza de una doble inmortalidad: la de la salvación eterna y la salvación terrena de la
fama.
Desde la estrofa XXV a la XXXIII tiene lugar el panegírico. Nuevamente con el
recurso de la anáfora comienza el poeta la explicación de las virtudes de su padre y en
estilo admirativo, siendo cada verso como una pequeña corona funeral. Los méritos que
en el poema se exhiben están ordenados en dos categorías: exposición de las virtudes
naturales y relación de sus hazañas. De este modo queda trazado el retrato moral de don
Rodrigo y el compendio de su conducta. Destaca la virtud de la amistad, el espíritu
combativo, el ingenio, simpatía, inteligencia, afabilidad para los fieles y agresividad para
los rebeldes. Es el arquetipo de caballero.
En las coplas XXVII y XXVIII aparece la lista del panegírico y de la permanencia
(frente a la otra lista de la 16-22): para enumerar las virtudes del maestre aporta el
ejemplo de grandes hombres ya clásicos. Igual que ellos, el maestre alcanza la vida de la
Fama.
Pasa luego el poeta a hablar de los hechos de su padre. Y lo hace en estilo
narrativo, más cercano al lector, recordándole hazañas que conoce por cercanas en el
tiempo. Pero tanta alabanza sobre la figura del padre será nada ante la presencia
devastadora de la muerte, que será igual para todos.
En la copla XXXIII aparece la muerte personificada (vino la muerte a llamar a
su puerta diciendo…), y así el hombre no se enfrenta con una idea vaga, sino con ella cara
a cara. Y dialoga con ella. La anáfora Después… indica que la muerte llega cuando el
maestre ha hecho todo lo posible en este mundo. Aparece la metáfora de la vida como un
tablero de ajedrez; alegóricamente, la muerte es un caballero que lo reta: ahora tiene que
ser derrotado en esta última batalla. Destaca su tono exhortativo.
Ha rechazado el autor la tradición macabra de las Danzas de la muerte. La muerte
habla de modo natural, sin espectacularidad, sin la truculenta teatralidad de las Danzas.
El poeta muestra su sentido cristiano al verla como inesquivable. Aparece como
deslizándose suave y persuasivamente. Se descarta el terror, porque para el hombre de fe,
la muerte es la puerta a la vida verdadera de la inmortalidad, la vida eterna. Es más: sin
muerte no se puede vivir. Por eso la muerte hace una desvalorización del mundo terrenal
de los halagos engañosos; para menguar este amargo trago, ofrece la valoración de lo
sobrenatural.
Hay tres formas de vida (XXXV): 1) la terrena, perecedera, la de los estados
mundanales; 2) la vida eterna, el vivir perdurable, la verdadera en plenitud, ganada con
rezos, trabajos y afliciones contra moros; 3) como rasgo renacentista, se introduce el
concepto de la fama: la vida de la fama gloriosa no es eternal ni verdadera, pero puede
pervivir en el recuerdo de los que sobreviven después de nuestra muerte (la llama el vivir
que es perdurable). Esta tercera vida, la fama, es una etapa transitoria entre la vida
terrenal y la eterna. Aquí el cristianismo se mezcla de paganismo. Nadie puede asegurar la
duración de esta vida de honor, pero es más larga que la terrena, aunque sin llegar a ser
eterna ni verdadera para el cristiano.
En la copla XXXVI Manrique entiende el honor no como un fin en sí mismo, sino
como un camino para conseguir esta otra vida. Las hazañas guerreras sirven para
conseguir el honor, pero también la vida eterna (guerra santa contra los moros).
El padre acepta la muerte con resignación cristiana. Él responde en la estrofa
XXXVIII, cortando la palabra a la Muerte. No sólo está conforme con la voluntad divina,
sino que es una aceptación hecha con agrado, con frescura de razón y sinceridad. Es el
pórtico de la vida eterna. La muerte es parte integradora de la vida, es el principio activo
de nuestra existencia, es la sublimación de la vida.
La estrofa XXXIX es una oración. Contiene tres exclamaciones a Jesucristo y una
petición. En la primera exclamación alude al gran misterio de la Encarnación de Dios
tomando forma servil de un ser humano; en la segunda, al otro gran misterio de las dos
naturalezas (la divina y la tan vil humana) en una sola persona en Cristo; y en la tercera
hace alusión al incomprensible misterio de la entrega sin resistencia a la crucifixión y
muerte. Acaba con la petición, no por sus méritos, sino por la clemencia de Cristo (signo
de humildad de su padre).
Con la estrofa final vuelve el tono narrativo, tras el diálogo. Destaca por su
sencillez y sereno realismo. Él, en el centro; alrededor, su mujer, hijos, hermanos y
criados. Ya murió, pero nos dejó harto consuelo su memoria. En efecto, la tesis del
poema era la mortalidad y el menosprecio de los bienes mundanales.

En conclusión, todo contribuye a la excelsa calidad lírica de las Coplas:

- la hondura de su tema en el que se condensan los principios fundamentales de


la filosofía cristiana;
- su sobriedad expresiva, su llano lenguaje sin artificios;
- su estrofa da un ritmo funeral con la marcha interrumpida del pie quebrado;
- del sereno sentimiento de dolor por la muerte de un ser querido se eleva a
consideraciones de carácter universal.

Todo ello da al poema un valor perdurable.

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