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I II
III INVOCACIÓN IV
V VI
-Página 1-
Coplas a la muerte de su padre Jorge Manrique
IX X
XI XII
-Página 2-
Coplas a la muerte de su padre Jorge Manrique
XIII XIV
-Página 3-
XV XVI
XXVII XXVIII
XXXIII XXXIV
XXXV XXXVI
[Responde el Maestre:]
XXXVIII
PRIMERA PARTE
COPLA I: Recuerde al alma dormida…
El autor nos exhorta a que advirtamos lo fugaz y perecedero de toda vida temporal,
planteado el tema en un plano universal.
El tono exhortativo del poema aparece en los imperativos de los dos primeros
versos (Recuerde…avive… despierte) y continúa en las estrofas siguientes. Los siete
versos siguientes son una declaración expositiva. Termina la copla con una declaración
doctrinal y sentenciosa, que es como el colofón de su intencionalidad exhortativa (son los
tres versos finales).
A través de la anáfora nos invita a reflexionar sobre cuatro realidades:
1. la vida pasa;
2. viene la muerte callando, sin avisarnos;
3. el placer pasa;
4. cuando nos damos cuenta es tarde y creemos que el pasado fue mejor.
Emplea el tono exhortativo y exclamativo, el paralelismo y la anáfora, la
similicadencia al aparecer dos gerundios para trasmitir el aspecto durativo del presente. A
lo largo de la estrofa aparece la antítesis, al referirse a dualidades como
dormida/despierte, vida/muerte y placer/dolor.
COPLA II: Pues si vemos lo presente…
El tema es el desengaño del tiempo. Es inútil que el hombre deposite su confianza
en el tiempo; igual que pasa rápido el presente, igual pasará el futuro. Nada va a perdurar.
En cuanto a los recursos, emplea la exageración al considerar el futuro por ya pasado (vv.
5-6). Insiste en la negación con la epanadiplosis (v. 7). El tono exhortativo a los lectores
aparece aquí con la 2ª persona del plural.
COPLA III: Nuestras vidas son los ríos…
Comienza con una metáfora de origen bíblico (v.1) a partir de la que desarrolla una
alegoría. También aparece la anáfora y el paralelismo que contribuyen a destacar la idea
central de la copla. El poeta incorpora un motivo muy arraigado en la tradición literaria
medieval: el poder igualatorio de la muerte, pero con un tratamiento distinto al de las
Danzas macabras medievales.
Término real A Imagen B
vidas ríos
morir mar
los que viven por sus manos ríos medianos y chicos
y los ricos ríos caudales
(Aunque hay que señalar que invierte el orden de presentación de ambos términos)
En esta copla se perfila ya la actitud de serena aceptación con la que don Rodrigo,
al final de la elegía, se enfrenta a la muerte.
COPLA IV: Dejo las invocaciones…
Los poetas del siglo XV que sienten gran admiración por los poetas de la
Antigüedad Clásica, recurren con frecuencia al tópico de invocar a las musas en busca de
su inspiración para su quehacer poético. Manrique renuncia a este recurso, por tener
efectos negativos, porque esconde veneno (yerbas secretas es una metáfora). En la
segunda sextilla manifiesta el deseo de impregnar la obra de un espíritu cristiano. Se
encomienda a Jesús (con la anáfora de los vv. 7-8), que vivió en este mundo, pero el
mundo no reconoció su divinidad y lo crucificó.
COPLA V: Este mundo es el camino…
Se inicia con esta estrofa el tema del menosprecio del mundo (De contemptu
mundi) propio del ascetismo cristiano y opuesto al vitalismo del Arcipreste (Libro de
Buen amor) o al Carpe diem renacentista.
Aparecen aquí otra vez la alegoría (el camino, andar la jornada sin errar), el
paralelismo (vv. 7-8) y la similicadencia (en el uso de la 2ª persona del plural)
Manrique no niega la vida, sino que plantea una serena aceptación de la muerte.
La vida eterna es el descanso tras este “valle de lágrimas”. Las coplas V, VI y VII ofrecen
una valoración del mundo según la doctrina cristiana.
COPLA VI: Este mundo bueno fue…
De la moralidad de nuestros actos depende que ganemos la inmortalidad, la vida
eterna. Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve,
para redimirnos del pecado.
COPLA VII: Ved de cuán poco valor…
Resta importancia a los bienes materiales; los placeres de este mundo traidor son
fugaces: la edad, la mala fortuna, nos los arrebatan. Continúa con el tono exhortativo
(imperativo y 2ª persona del plural) y el uso de la anáfora.
El mundo y sus cosas fallan por la acción inevitable del tiempo que los deshace, a
causa de la fortuna por la que casos desastrosos acaecen y por la acción de la muerte que,
como guadaña del tiempo, hace que todo desfallezca. La copla VIII desarrolla la acción del
tiempo; las dos siguientes, la de la fortuna; y las coplas XI-XIV, la de la muerte.
COPLA VIII: Decidme: la hermosura…
Se refiere al tópico del menosprecio del mundo, la caducidad de lo mundano. El
tiempo destruye la belleza y la fuerza de la juventud. Esta idea la expresa con los
siguientes recursos: polisíndeton (vv. 2-3, 7-8), interrogación retórica (que tan empleada
será en la segunda parte) y el tono exhortativo. Se produce un marcado contraste entre
juventud/senectud, ligereza/graveza (antítesis).
COPLAS IX-XIV
En estas estrofas enumera el poeta los bienes mentirosos que ciegan al hombre y lo
apartan del camino de la salvación:
- Copla IX: el linaje
- Copla X: la riqueza. Habla aquí de la inestabilidad de Fortuna, de la que nos
presenta una alegoría: una señora que continuamente se muda y gira
presurosa su rueda. En cuanto a los recursos, en las coplas IX y X se emplean
las tres modalidades, exclamativa, interrogativa y enunciativa, para expresar la
fugacidad de los bienes mentirosos.
- Copla XI: Los deleites de este mundo son fugaces, en contraste con los
tormentos eternos del infierno). En esta copla emplea el símil de la vida como
un sueño que pasa rápido. Destaca la antítesis (deleites/tormentos,
terrenales/eternales).
- Copla XII: Los placeres terrenales son como centinelas o guardias camuflados
(corredores) que preparan una emboscada, y la muerte es la celada en la que
caemos. Se construye sobre una imagen épica de la muerte. Cuando nos damos
cuenta, no podemos volver atrás.
- Copla XIII: No importa la belleza del rostro, sino la del alma con la que
ganamos la vida eterna. La cativa es la cara carnal, mala; la señora es el alma
angelical, gloriosa (contraste).
- Copla XIV: Otra vez aparece el poder igualitario de la muerte, que trata igual a
reyes que a pobres pastores.
En esta primera parte de Las Coplas, el autor ha hecho unas consideraciones sobre
la muerte y la inmortalidad y ha insistido en el menosprecio de los valores mundanales,
puesto que son fugaces, debido a la acción destructora del tiempo, la fortuna y la muerte.
Como decía en la Copla II, el presente huye veloz, el tiempo es una puñalada a nuestras
esperanzas (en un punto se es ido). Nada de esperanzas en el presente ¿Y en el futuro?
Tampoco. El juicio del sabio es dar lo no venido por pasado. Manrique hace que nos
desengañemos, nos destruye las esperanzas en el tiempo, y sólo quedarán, cambiada la
escala de valores, las realidades eternas. Todo lo demás ha de pasar por tal manera.
SEGUNDA PARTE
En las coplas XVI y XVII se recoge la actuación del tiempo con la fórmula
interrogativa y anafórica del Ubi sunt? En ellas se evoca la vida social del momento: la
primera de ellas está dedicada al mundo varonil; la otra, al mundo femenino, al ambiente
cortés, destacando lo sensorial (vista, olfato, gusto y tacto) de una corte fastuosa y
turbulenta. La intención del poeta es clara: tanta sensualidad y felicidad fue fugaz como la
verdura se seca en las eras cada año.
Del reinado de Enrique IV de Castilla destaca el despilfarro económico y militar,
las dádivas desmedidas, los palacios llenos de oro, los lujosos atavíos de los escuadrones…
Y cuando el rey se ve en la cima de su poderío y felicidad todo desaparece y se derrumba
sin dejar rastro, como el rocío de la mañana.
Continúa la lista de la ejemplaridad de la fugacidad y el desengaño con la
presentación, en las estrofas XX y XXI de dos ilustres hombres en los que actúa la
muerte para tronchar sus ilusiones: el Príncipe don Alfonso (el hermano inocente del Rey
Enrique IV del que habló antes) y el condestable don Álvaro de Luna, uno de los grandes
adversarios de la familia de los Manrique.
La actuación de la fortuna sobre los bienes mundanales fugaces se describe en las
estrofas XXI y XXII. El poeta elude el nombre propio de los otros dos hermanos.
En las coplas XXIII y XXIV interrumpe la lista ejemplar de la fugacidad para
intercalar un pequeño canto a la muerte a base de una recopilación de las intuiciones,
sentimientos e ideas expuestas poco antes. Todas aquellas claras hazañas de personajes
tan importantes son ya lejanas, están desvaídas en el recuerdo, fueron desechas ante la
arrolladora acción de la muerte. En la XXIII se dirige a la muerte con el vocativo; aparece
la imagen de la muerte cruda, airada, que se ensaña.
Ahora todo adquiere carácter impersonal y universal (válida para todos). Los
castillos inexpugnables, los muros, baluartes, barreras, el foso recubierto de chapas de
metal para la defensa, todo el arsenal guerrero, son nada (¿qué aprovecha?) ante algo
aparentemente tan mínimo como la flecha de la muerte (XXIV).
El poema de las Coplas tiene una deliberada y rigurosa gradación: parte de
consideraciones abstractas filosóficas, históricas, hasta acontecimientos cercanos. Y
todavía eso es remoto. Vengamos a lo de ayer: a don Rodrigo Manrique, fallecido el 11 de
noviembre de 1476, en Ocaña, provincia de Toledo, a los setenta años de edad. El último
en esa lista, no cronológica, sino jerárquica, que hemos seguido paso a paso.
TERCERA PARTE