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México y la educación en cuarentena

La tecnología: ¿un instrumento o una barrera para el aprendizaje?

Por María José Ugalde

Reportado por primera vez el 31 de diciembre de 2019 en Wuhan, China, el COVID-


19 multiplicó con tanta rapidez sus casos que para el 11 de marzo de 2020, el virus
ya era oficialmente considerado como una pandemia mundial.

En México, el periodo de confinamiento inició –a medida de lo posible– el 20 de


marzo para el sistema educativo nacional, mientras que los sectores restantes se
sumaron a las medidas oficiales el día 30 del mismo mes.

A la fecha llevamos más de dos meses en cuarentena, pero la famosa “curva” se


alarga y sigue en aumento. Mientras tanto, la nueva normalidad intenta subsanar
los estragos de la angustia latente, la muerte o la soledad.

La sorpresa causada por esta enfermedad omnipresente continúa transformando


nuestra cotidianidad. Sin duda, uno de los sectores más mudables ha sido el
educativo, que se ha visto inquieto, generando movimientos en su principal
característica, la interacción, ahora por una vía menos expuesta: el internet.

En este panorama casi surreal, educar en cuarentena necesita forzosamente de


las experiencias compartidas de distintos actores, de una multiplicidad de
diálogos recíprocos, de solidaridad. Por tal motivo decidí reunir 11 testimonios de
docentes, alumnos, madres/padres de familia y personal dedicado a la salud
mental, que se encuentran muy de cerca a esta nueva dinámica.

La nueva dinámica educativa

Las nociones del confinamiento son diversas. El tiempo y espacio se reparten


entre la educación en casa, la educación en línea y el home office. En la primera
participan las madres y los padres de familia en su papel de tutor, los docentes
como acompañamiento y los hijos/alumnos como el resultado de la labor de
ambos.
Dentro de este nuevo esquema educativo intervienen los docentes como guías
virtuales, los tutores en el acompañamiento y los alumnos como usuarios del
aprendizaje. Por su parte, en el home office, los tres actores vuelven a encontrarse,
pues todos han reemplazado su lugar de trabajo a un "servicio a domicilio". Sin
embargo, las tareas no son las mismas.

Comencemos por el usuario. Dotado de facultades contrapuestas, depende de sus


capacidades cognitivas para ser autodidacta:

"La educación en línea va enfocada a un tipo de estudiante diferente, un estudiante


de nivel alto", tal como lo menciona Derick Rebolledo, estudiante de licenciatura.

"Estudiar en cuarentena es cansado, mis clases virtuales duran 3-4 horas. La


enseñanza no es igual, pero como estudiante debes ya tener tus herramientas de
aprendizaje", así lo comparte Héctor López Huesca, estudiante de posgrado.

Pero recordemos que la enseñanza digital tiene sus límites. Permite recibir una
elevada orientación teórica, pero en la práctica, solo instrucciones. El acceso a la
corrección/retroalimentación inmediata desaparece, casi como el propio contexto
escolar. En consecuencia, las diferencias socioeconómicas se agravan:

"Una de las fallas del actual sistema educativo en cuarentena es que resalta la
diferencia de acceso a la educación a distancia por parte de muchos estudiantes.
También sé de profesores que son por horas que no tienen los recursos
suficientes para pagar una buena conexión a internet o les falta un equipo de
cómputo propio.

Somos una universidad pública, y en el caso específico de la facultad, tenemos


una población que, en muchos casos, viene de lugares lejanos, de comunidades en
donde no hay acceso a internet, o no tienen equipo, o si tiene computadora, el
internet no es bueno, a diferencia de cuando están en la ciudad y el contexto
universitario les da acceso a esos recursos, y ahora que no los tienen, se complica.
Entonces es difícil la atención generalizada", argumenta la maestra María Antonia
Aguilar, directora de la Facultad de Antropología de la Universidad Veracruzana
(UV).

Es ahí donde el profesorado intercede, porque en una docencia digital, el guía debe
conocer los medios disponibles para comunicarse con sus alumnos. Mantenerse
interesado en la vocación, e informarse de las nuevas tecnologías, para
posteriormente trasladar tal saber al usuario:

“Tengo 17 alumnos en Unidades de Servicio y Apoyo a la Educación Regular


(USAER) y genero su plan individual, que es nuestra función regular; un plan que es
para reforzar lo que se ve en clase, la diferencia es que, en este caso, se los hago
llegar. Llamo por teléfono a las mamás para acompañamiento, preguntar cómo
van, como están, solicitar que vayan haciendo las cosas sin presión pues no tienen
datos, ni internet. El programa que elaboré contempla no sólo aspectos
académicos sino, por la situación de mis niños, lo que vivimos, también aspectos
de habilidades adaptativas y desarrollo socioemocional. El director de la
secundaria nos hizo favor de imprimir lo que le mandamos para ir a entregar. La
ventaja es que todos viven en la misma zona”, señala Karla Mariela, docente de
USAER.

El reto extra del sistema educativo mexicano surge de las estrategias de


planificación de contenidos que se adapten a las nuevas exigencias post-
cuarentena:

"Nuestra educación tiene que evolucionar hacia la tecnología. Es necesario que


maestros, padres y alumnos nos formemos en este aspecto. Esta pandemia nos
ha enfrentado a tratar de hacer todo de la forma típica ‘a la mera hora’, ‘un día
antes’. Lo que nos hace falta es adecuar todo nuestro sistema educativo a uno
donde las clases vayan más allá de los temas conocidos que nos hacen
estancarnos, falta complementarlas con más recurso, más tecnología, no
desaparecerlas, como lo hicieron con la materia de Antropología en el mapa
curricular", Guadalupe Ramírez, docente de bachillerato mixto.

El movimiento pandémico también hurgó en el sector básico y preescolar.


Imaginen a los alumnos más pequeños, más inquietos, todos también frente una
pantalla. Tal proeza solo puede ser alcanzada por el trabajo en equipo del docente
y los padres de familia:

“El trabajo del docente en el nivel preescolar inmiscuye mucho contacto visual y
atención personalizada por la edad de los niños. Los retos han sido grandes para
los docentes y para los papás durante este tiempo; desde niños que no tienen
internet o dispositivos para ver las clases, como papás que no saben utilizar las
plataformas. La tecnología puede ser un instrumento muy valioso, pero también
una barrera de aprendizaje. Por ello, he tratado de mantener una buena
comunicación con mis alumnos, haciendo mis clases lo más interactivas y lúdicas
posibles, ya que por la edad de mis niños su periodo de atención es muy corto”,
aporta Melissa Navarro, docente de preescolar.

“Primero me entregaron el cuaderno de trabajo para un mes con actividades, las


cuales tenía que acompañar. Como se extendió, fui a la escuela por los
libros y materiales con los que normalmente trabaja mi hija. Las maestras le
envían videos por medio de YouTube o Google Drive. Algunas clases se tuvieron
que cambiar, porque eran muy difíciles para mi hija desde casa, ya que al principio
ponía atención y después ya no. Llegué a la conclusión de que ella sabe que la
casa es un lugar para hacer cosas diferentes a la escuela. El principio fue difícil
porque ya no sabía qué más ponerle a hacer, eso me hizo involucrarme más en sus
actividades escolares, en su educación. Aun así sigo sintiendo que mi hija se
sobrecarga”, dice Mildred Nájera, madre de una niña de 3 años

En casa, la educación se mezcla con el juego, la creatividad y la inteligencia


emocional. Las madres y los padres, además de ser tutores, dan acompañamiento
a las actividades escolares y moderan la desorientación que sus hijos expresan al
no tener entender su rol dentro de esta pandemia:

“Ha sido muy pesado para mi hija no hacer sus actividades diarias fuera de casa,
aunque ella todavía no va al kínder, le cuesta trabajo entender por qué no salimos.
Le tratamos de explicar a través de juegos, no había de otra y lo asimiló muy bien.
Ahora a ella le encanta ponerse su cubre bocas y su alcohol en las manos”,
comparte el doctor Rodrigo Esparza, padre de una niña de 3 años.
“Como papás, nuestra primera obligación con nuestra hija pequeña y su
desorientación es explicar la situación: qué es este virus, la razones por las
cuáles no puede salir, el por qué toda su vida cambió de golpe, por qué no
puede ir a la escuela, por qué no puede estar con sus amigos. En segunda, se
necesita tener paciencia de las necesidades que ella tiene al estar aquí
encerrada, ya que al cambiar su escenario cambian sus necesidades. Tratamos
de respetar las rutinas y los horarios lo más acorde a lo que vivía antes: levantarse,
arreglarse, desayunar, hacer tarea, sus espacios libres, música,
pintura, hora del baño, hora del juego. Además es importante que todo tiempo
hagamos cosas nuevas, actividades que la hagan sentir consentida y protegida
emocionalmente para que no extrañe tanto la escuela”, confían Daniela Ugalde y
Jonathan Pensado Servín, padres de una niña de 3 años.

En suma, la dinámica educativa actual no fue programada, pero ha traído ideas


pre-reformáticas en relación a aminorar el acceso diferencial a las tecnologías,
trabajar la cooperación asertiva entre los interesados, incentivar la reflexión y la
atención generalizada. Sin embargo, la cuarentena y el sistema educativo que se
ha formado en consecuencia, tienen más de una cara.

Estamos experimentando cambios en la manipulación de nuestro tiempo, ya que


algunos gozan de un calendario propio, mientras que a otros el trabajo se les
multiplicó. De igual forma, el sentido de pertenencia social se fragmentó por el
aislamiento y observamos que el home office transgredió nuestra espacialidad y
que las dinámicas laborales, domésticas, y de enseñanza o aprendizaje se
homogeneizaron. “No hubo sitio donde no impactara la pandemia”, tal como lo
expresa Osvaldo H. Murrieta, personal de salud mental.

En ese marco, la multiplicación de roles –como el de mamá/maestra/empleada–


desvanece incluso la división de trabajo o de labores, formando nuevas
dimensiones multitask.

Educación emocional

La pandemia provocada por el rápido contagio del COVID-19 ha perjudicado a la


población mundial, sin importar sesgos políticos o económicos, pero la vivencia
por grupo de edad pone en desventaja a los adultos sobre los infantes y/o
adolescentes, ya sea por salud física o emocional.

Estamos en crisis. Negamos la ola de respuestas que genera el estrés y las


realidades tanto propias como ajenas. Se nos olvidó que “el distanciamiento es
físico, más no emocional”, como recalca Osvaldo H. Murrieta, pero ¿cómo lo
contrarrestamos?

Previamente mencioné la rutina en casa que los alumnos de preescolar y sus


madres/padres implementaron para facilitar la desorientación y la falta de certeza
de no entender cuál es su rol en una sociedad confinada. Quizá ese es nuestro
mejor ejemplo, reeducarnos emocionalmente. Aspecto en que la educación de
nuestra generación falló y que la pandemia vino a acentuar:

“Este virus vino a sacar lo peor y lo mejor de nosotros como sociedad. Es decir,
desde muestras de solidaridad, de compresión y de entendimiento de la situación
actual, de sacrificar el contacto con nuestros seres queridos en pro de un bien
común, a muestras de egoísmo, de ‘a mí no me va a pasar nada, todos son
susceptibles, menos yo’, aquellos que se siguen saludando, se siguen
aglomerando, o los que cometen actos de violencia.

“La pandemia por sí misma vino a generar ciertos problemas, pero a destapar unos
que ya estaban ahí y no queríamos ver. Pero ese es el primer paso, darte cuenta,
para posteriormente trabajar en ello.

“Los seres humanos somos en esencia seres sociales, necesitamos del otro para
ser, también considero que es una de las grandes causas que se pudieran
presentar en torno a los problemas de salud mental. Y justamente es ahí el área de
oportunidad para poder hacerle frente a esta situación, es decir, no vamos a poder
solos, necesitamos de la ayuda de otros, de la empatía, compresión, el simple
hecho de que alguien esté ahí ”, recomienda Murrieta.

Estar presente y fortalecer los vínculos afectivos son valores fundamentales en


este tiempo de cambio. Porque participar en los sentires del otro puede regalarnos
apertura hacia el nuevo comportamiento “normal”. pues, como concluye Héctor
López Huesca: “La adaptación nunca será completa, y cuando sintamos que ya
estamos cómodos, regresaremos a la calle, y los cambios serán inevitables”.

En definitiva, la contingencia sanitaria es, de nuestros males, el menos desolador.


Estoy consciente de que México sufre muchas otras derrotas diarias más allá de la
muerte.

Muchas gracias por participar con su testimonio:


Derick Rebolledo, Héctor López Huesca, Guadalupe Ramírez , Daniela Ugalde,
Jonathan Pensado Servín , María Antonia Aguilar Pérez, Rodrigo Esparza, Karla
Mariela, Melissa Navarro, Mildred Nájera y Osvaldo H. Murrieta.

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