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MONICIÓN INICIAL
Muy buenos días hermanos QUE EL SEÑOR LES DE SU PAZ
Sean bienvenidos a la gran solemnidad de la venida del espíritu santo sobre la iglesia apostólica
Pentecostés no es solamente un hecho del pasado, es también del presente con toda su luz y su fuerza. El
Espíritu es el verdadero protagonista de la historia después de la resurrección de Cristo. Dios nos habla
ahora en cada circunstancia por el Espíritu Santo que reside en nuestro corazón, y nos impulsa a vivir y a
contagiar al mundo con el don precioso de la paz, la justicia, el perdón y la misericordia, completando el
camino de la nueva alianza que había abierto Jesús con su encarnación, pasión, muerte y resurrección. Hoy,
la Iglesia, nos pide que dirijamos nuestras oraciones por todas esas personas que dedican su vida al
apostolado: personas consagradas o seglares que de alguna manera han comprendido que tenemos que ser
colaboradores en el plan de Dios.
Nos mueve hoy a iniciar con gozo, entonando juntos con alegría el canto de entrada, para comenzar esta
solemne celebración.
La página que hoy leeremos en el libro de los Hechos de los Apóstoles, es continuación de la que leíamos el
domingo pasado, con el episodio de la Ascensión, y nos narra el gran acontecimiento que supuso para la
primera comunidad la venida del Espíritu. Muchos fueron los testigos del poder del Espíritu Santo, llegados a
Jerusalén de diferentes partes del mundo.
San Pablo, en su primera carta a los corintios, describe los dones y carismas tan variados que hay en una
comunidad, sobre todo en una comunidad de Grecia, famosa por su sabiduría. Pablo atribuye todos estos
dones al único Espíritu, que es el que tiene que mantener unida a la comunidad.
En el día de Pascua, después del saludo de paz, que llena de alegría al grupo de discípulos, Jesús les envía
como él había sido enviado por el Padre, y para que puedan cumplir esta misión les da su mejor ayuda: les
comunica su Espíritu.
Comunión espiritual