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Interrogatorio
Sacerdote: Hijas mías, ¿que motivo os conduce al pie
de este altar?
Res. Padre, el deseo de ser hijas de María Inmaculada.
S. ¿prometéis cumplir todas las obligaciones que
impone este hermoso título?
Imposición de insignias
El sacerdote antes de imponérselas le dice:
Recibe, Hija mía, esta medalla, signo exterior de tu
consagración a esta tierna Madre, al llevarla no olvidéis
que debes mostrarte digna Hija suya por la inocencia y
santidad de tu conducta.
Se les impone la medalla…
¡Dios y Señor mío!, creo firmemente que estáis
aquí presente; os adoro y amo sobre todas las
cosas. Gracias os doy por los beneficios de
creación, redención, conservación, recepción de
los Santos Sacramentos, por las gracias
especiales de este día, y singularmente, por
haberme dado una Madre tan buena y cariñosa
como la Santísima Virgen. Amén.
2º Petición de luz.
Dadme ahora luz para conocer las faltas de este
día y gracia para detestarlas de todo corazón.
Ayudadme, Virgen María, a conocer bien las in-
gratitudes e infidelidades que hoy he cometido.
3º Examen.
Por los puntos que se ponen a continuación,
4º Dolor.
¡Señor!, perdón. Me pesan de veras
estos pecados o faltas, no sólo por el Cielo y por
los grados de gloria que he perdido ni por el
infierno o purgatorio y demás castigos que con
ellas he merecido, sino sobre todo, por lo bueno
que Vos sois, por lo mucho que me amáis y por
lo mucho que os quiero yo amar, y además, por
lo que habrán disgustado a mi querida Madre
Inmaculada.
5º Propósito.
Por eso, ¡Dios mío!, propongo’ no volverlas a
cometer nunca jamás. Dadme, Señor, vuestra
gracia y Vos, Madre mía, vuestra ayuda y
bendición para que mañana me porte mejor y
consiga disminuir mis faltas. Amén. (Ave María.)
Examen mariano
1º Al despertar, ¿ha sido mi primer
pensamiento para María?
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4. ORACIÓN A JESUCRISTO
Gracias, Señor Jesucristo, por haberme concedido la gracia de consagrarme a María. Ella será mi
socorro, que levantándome de mi propia miseria, me introducirá más y más profundamente en tu
amistad. Ay, Señor, débil como soy, sin Ella ya hubiera naufragado en mis pecados. ¡Sí, María me
hace falta ante ti y en todas partes! Con Ella, en cambio me libraré del pecado y de sus
consecuencias y podré acercarme a ti, dialogar contigo y agradarte en todo; aceptar radicalmente tu
Evangelio, salvarme e irradiar tu amor y salvación a mis hermanos.
¡Cómo quisiera, oh Jesús, publicar ante todas las criaturas tu gran misericordia a favor mío! Y hacer
que todo el mundo conozca, que a no ser por María, hace tiempo estaría yo condenado ¡y
agradecerte dignamente este favor!¡María está conmigo! ¡Qué tesoro tan precioso! ¡Qué alegría tan
inmensa! Pero Señor, amor con amor se paga: qué ingratitud la mía si no me consagrara a Ella
totalmente. Salvador mío amadísimo: antes morir que vivir sin Ella mil y mil veces como, Juan ante la
Cruz (Jn 19, 27) he aceptado a María como tu don más precioso, y ¡cuántas veces me he
consagrado a Ella, aunque todavía con tanta imperfección! Por ello quiero ahora, con la madurez y
disponibilidad que esperas de mí, consagrarme a Ella nuevamente. Arranca de mi ser cuanto no
pertenezca a tan augusta Reina: pues, si no es digno de Ella, tampoco es digno de ti.
5. AL ESPÍRITU SANTO
Oh Espíritu Santo, ayúdame a cumplir mi compromiso, concédeme todas las gracias; planta y cultiva
en mí el árbol de la vida verdadera que es la amabilísima María para que crezca y dé flores y frutos
abundantes. Oh Espíritu Santo, concédeme amar y venerar a María tu esposa fidelísima, apoyarme
en su amparo maternal y recurrir a Ella confiadamente en toda circunstancia. Forma con Ella en mí a
Jesucristo hasta la plena madurez espiritual (cf. Ef. 4,13). Amén.
6. A MARÍA
¡Oh María, Hija predilecta del Padre, Madre admirable del Hijo, Esposa fidelísima del Espíritu Santo!
Tú eres mi Madre espiritual, mi admirable maestra y soberana, mi gozo, mi corona, mi corazón y mi
alma.Tu eres toda mía por bondad del Señor y yo te pertenezco por justicia. Más, aún no soy tuyo
cuanto debo: por ello, hoy me consagro a ti en disponibilidad plena y eterna, comprometiéndome a
arrancar de mí cuanto desagrade a mi Dios y a plantar, levantar y producir todo lo que tú quieras.
Que la luz de tu fe disipe las tinieblas de mi espíritu, que tu humildad profunda sustituya a mi orgullo,
que tu contemplación contenga a mi alocada fantasía, que tu visión no interrumpida de Dios llene
con su presencia mi memoria, que el fuego de tu ardiente caridad incendie la tibieza y frialdad de mi
pecho, que mis pecados cedan el paso a tus virtudes y el fulgor de tu gracia me acompañe al
encuentro con Dios. Madre mía amadísima, alcánzame la gracia de no tener más espíritu que el tuyo
para conocer a Jesús y su Evangelio; más alma que la tuya para alabar y glorificar al Señor; más
corazón que el tuyo para amar a Dios como tú lo amas.
No te pido visiones, ni revelaciones, ni gustos, ni consuelos aún espirituales.
Para ti, el ver claro sin tinieblas ni dudas; para ti, el saborear el gozo pleno; para ti, el triunfar junto a
tu Hijo; para ti, el dominar cielos y tierra y humillar los poderes del maligno; para ti, el difundir como
tú quieras los dones del Altísimo. Esta es tu mejor parte, que no te será nunca arrebatada y me llena
de gozo el corazón. Para mí solamente gozarme en tu alegría, seguirte en tu camino, creer confiado
solamente en Dios, sufrir con alegría cerca a Cristo, morir al egoísmo cada día, colaborar contigo
para salvar al mundo. Te pido solamente poder decir tres veces Amén, en todos los momentos de mi
vida:
Amén a cuanto hiciste en este mundo, Amén a cuanto hoy haces en el cielo, Amén a cuanto ahora
haces en mi alma, para que en ella Cristo sea glorificado en plenitud, en el tiempo y en la eternidad.