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El tipo doloso de comisión (II: la imputación subjetiva) 3.

 I. La llamada «imputación subjetiva».–


1. El dolo. Concepto.–
2. Contenido del dolo.–
3. Clases de dolo.–
II. Ausencia de dolo: error de tipo.–
III. Elementos subjetivos del injusto.

 ¿Qué has
Ya sabemos que un cuerpo tendido en el suelo, con un puñal clavado hecho? (II)
en el pecho, remite de inmediato a un agente humano, a una
conducta. Es decir, a algo procedente de la libertad de una persona.
Y afirmar que un proceso constituye una conducta humana no es
posible sólo mediante la constatación de un riesgo típicamente
relevante, sino que exige también contar con la subjetividad del
agente, con su potencialidad de conocer y querer. De hecho, decimos
en la vida ordinaria: «ha sido sin querer», como para eximirnos de
responsabilidad. Lo que estamos afirmando es que respecto a algún
elemento de nuestra conducta no podemos responder porque
carecemos de control sobre lo acontecido o desconocíamos algún
aspecto relevante. Respecto a lo que no podemos controlar, cfr. L.1.
Centrémonos ahora en la otra faceta, la del conocer lo que hacemos.
Quien no conoce algo no responde de ese algo –cabría decir. De
forma más técnica diríamos: quien conoce que su conducta despliega
un riesgo de los que la norma pretende prevenir, y a pesar de ello
actúa, obra con dolo. Valorar lo hecho como doloso es objeto de la
llamada «tipicidad subjetiva» o «imputación subjetiva».
La tipicidad subjetiva consiste en apreciar si el agente conoce lo que
hace. Llegados a este punto, conviene diferenciar entre conocer el
riesgo de la conducta y conocer la valoración jurídica de ese riesgo.
En nuestras conductas el conocimiento de lo que hacemos incluye de
ordinario saber, tanto que efectuamos algo, como que ese algo es
bueno o malo, correcto o incorrecto, ajustado a Derecho o injusto.
Pero que se den habitualmente unidos ambos conocimientos no quita
que se refieran a objetos distintos: si se me permite la expresión, una
cosa es conocer lo que se hace (que muevo violentamente la mano
contra la cara de alguien) y otra saber lo que se hace (que ese Etimología de la palabra
movimiento está mal, es injusto). Esta distinción se halla en la base «dolo»: del latín dolus
(engaño, fraude, simulación,
de la clásica diferenciación entre conocimiento del hecho y perfidia, astucia); dolo malo
conocimiento del Derecho, error facti y error iuris, cuestiones de (adverbial: fraudulentamente).
Y el latín, del griego δόλος
hecho y cuestiones de Derecho…, y que ha dado lugar a las (que significa cebo para
denominaciones más extendidas en la teoría del delito actual de pescar, añagaza, trampa,
ardid). El Diccionario aporta
error de tipo y error de prohibición (o sobre la antijuricidad). ya el significado de «en los
delitos, voluntad deliberada de
Lo que se constata en la tipicidad subjetiva es que el agente se ha cometerlos a sabiendas de su
carácter delictivo», que
representado (esto es, ha conocido) el riesgo que despliega su obviamente no prejuzga lo que
conducta. Que además sepa que ello está prohibido, no es objeto del se diga sobre el dolo en
sentido técnico.
dolo, de la tipicidad subjetiva, sino de la culpabilidad (L.10). En

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3.ª El tipo doloso de comisión (II: la imputación subjetiva)
definitiva, entendemos por dolo la representación por el agente del
riesgo que encierra su conducta.
Dicho conocimiento es algo que pertenece a la estricta subjetividad
del agente, a la cual el Derecho penal (y el proceso judicial) no
puede acceder, porque la experiencia subjetiva ajena no comparece
ante nuestros sentidos directamente, sino sólo de manera indirecta:
es el propio agente el que nos tiene que referir lo que sabe, lo que
quiere, lo que desea (y aun entonces, cabe el error o que no sea cierto
lo que dice). Cabe también la posibilidad de que respecto a la
experiencia subjetiva ajena saquemos conclusiones inferidas de datos
externos: lo que nosotros mismos hacemos en casos semejantes, lo
que cualquier persona de su condición, origen y circunstancias haría
en semejante ocasión. Así, de una persona que se encuentra durante
las horas de clase en un aula, inclinado sobre un papel, empuñando
un bolígrafo, y mirando fijamente a la pizarra, decimos sin dudar que
está asistiendo a clase y que conoce que está asistiendo a clase. De
forma semejante, inferimos el dolo en Derecho penal.
En efecto, la percepción del dolo, de la experiencia subjetiva, se
infiere a partir de datos de la experiencia que todos tenemos. En
concreto, el dolo se evidencia a partir de reglas de experiencia
adquiridas en el cotidiano proceso de aprendizaje y actualizadas en el
momento del hecho, que permiten anticipar las consecuencias de las
propias acciones (cfr. Silva y Baldó). Veámoslo en C.31.

 C.31 Caso de «la maleta» 


«El acusado Manuel A. P., mayor de edad y condenado por delito de
tráfico de drogas en sentencia firme de 14 de octubre de 1994 a la
pena de dos años cuatro meses y un día de prisión menor y multa,
sobre las ocho horas del 16 de marzo de 1998, llegó al Aeropuerto
Reina Sofía, en vuelo de Iberia 6790, procedente de Venezuela,
portando una maleta con doble fondo, en el que venían siete
envoltorios de diferentes tamaños, cubiertos con papel, que
contenían 1.496,4 gramos de cocaína, con un porcentaje de riqueza
del 50,33%, que tenía por destino la venta a consumidores de la
misma, por cuya venta se podría obtener más unos dieciséis millones
de pesetas. El acusado realizó el transporte de la sustancia a cambio
de ser retribuido con un millón de pesetas» (STS 19 de octubre de
2000, ponente: Martínez Arrieta; RJ 8787).

I. Del relato de hechos probados cabe extraer como relevantes que


Manuel viaja, desde Venezuela a España, con una maleta en la cual,
dentro de un doble fondo, fueron descubiertos diversos envoltorios
con una sustancia que resultó ser cocaína (en total 1496’4 gr.), con
un grado de pureza del 50’33 %, de cuya venta para el consumo
podrían extraerse unos dieciséis millones de pesetas. Realizó el

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El tipo doloso de comisión (II: la imputación subjetiva) 3.ª
transporte a cambio de una retribución económica. Manuel había
sido condenado cuatro años antes por delito de tráfico de drogas.
II. Se nos pide analizar la responsabilidad penal de Manuel por esta
conducta. Partiendo de estos hechos probados, cabe afirmar lo
siguiente:
Realizar un viaje en avión, portando una maleta sólo puede
entenderse como una conducta humana. No es imaginable que en
ausencia de acción (fuerza irresistible...) pueda un sujeto viajar y
presentarse en un aeropuerto. Concurre, por tanto, el elemento básico
de una conducta humana.
Debemos plantearnos a continuación si dicha conducta es típica (tipo
objetivo) a los efectos de un delito de tráfico de sustancias
estupefacientes. Si este delito (arts. 368 ss CP) constituye un tipo de
resultado (de peligro concreto para el bien jurídico «salud pública»),
como la doctrina reconoce, hay que comprobar si su conducta
despliega un riesgo en el sentido del tipo en cuestión y, además, que
dicho resultado (de peligro concreto) sea expresión de ese riesgo. Por
tanto, en primer lugar, ¿crea su conducta un riesgo típicamente
relevante para el bien jurídico protegido en el art. 368 CP? En la
medida en que dicha sustancia (cocaína) fuera destinada a su venta
en el mercado ilegal y ulterior consumo, puede decirse que sí, pues
carecerían de los necesarios controles sanitarios que garanticen su
uso médico, siendo en cambio un uso para el autoconsumo
incontrolado de una multitud (casi 1’5 kg.) de consumidores (precio
de venta: dieciséis millones de pesetas). El riesgo es por tanto típico.
En segundo lugar, ¿se realiza dicho riesgo en el resultado? En este
caso, el tipo define un resultado, aunque a diferencia de lo que
sucede en otros tipos, no es de daño, sino de peligro (concreto), esto
es, hay que constatar un peligro elevado y real para el bien jurídico
en cuestión, sin que sea precisa en cambio además su lesión. Si
dichas cantidades de droga son introducidas en el mercado no
controlado, entran por vías de distribución que facilitarán la droga a
consumidores, cuya salud se verá menoscabada por el posible
consumo. Pero no han llegado a entrar por intervención de terceros
(Polícía) que interrumpe el curso de riesgo. Por lo tanto, no existiría
consumación, pero sí tentativa. Sin embargo, también se argumenta
por la doctrina que este delito es de consumación anticipada (basta
con leer los múltiples verbos que definen la conducta típica en el art.
368 CP), por lo que ya se habría consumado antes de llegar a
territorio español. Según esta interpretación, el delito se habría
consumado (tráfico) por realización del riesgo típico en el resultado
de peligro prevenido por la norma del art. 368 CP. Por otra parte,
puede defenderse (aunque también discutirse) que la cantidad y
cualidad de la droga elevan el riesgo de afectar a la salud pública con
la suficiente entidad como para afirmar que ésta peligra muy
relevantemente, lo cual abonaría la aplicación del tipo agravado. En
cualquier caso, y como conclusión, la conducta realiza el tipo

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3.ª El tipo doloso de comisión (II: la imputación subjetiva)
objetivo del delito de tráfico de estupefacientes.
Además, esta conducta puede resultar típica a efectos de otro delito,
el de contrabando, que es de mera actividad (no exige resultado
separado espacio-temporalmente de la conducta): art. LO 12/1995,
de 12 de diciembre, de Represión del Contrabando. Introducir esas
sustancias en territorio español, que se considera comienza en el
control aduanero, es realizar ya la conducta típica. Al ser éste de
mera actividad, basta con comprobar que la conducta pertenece al
género de conductas que el tipo de contrabando pretende prevenir. Si
está prohibido expresamente introducir esas sustancias, será típico
presentarse en un control aduanero portándolas. No hay ningún
motivo para pensar lo contrario. Luego la conducta será típica
también a efectos del delito de contrabando (art. 2 Ley de
Contrabando).
Pero veamos si realiza además el tipo subjetivo de tales delitos. Para
ello, hemos de probar la existencia del dolo. En concreto, hemos de
probar que se ha representado el riesgo que encierra su conducta para
el bien jurídico, esto es, el riesgo típicamente relevante. En concreto,
el agente ha de representarse el objeto del delito, el curso de riesgo y
las circunstancias que sean relevantes para la descripción típica. Así,
en cuanto al objeto (droga), podemos decir que Manuel conoce que
porta droga. No es preciso saber en concreto de qué droga se trata, el
grado de pureza o composición química, sino que es una sustancia
estupefaciente. Podemos inferir que lo conoce por diversos datos que
se nos ofrecen en los hechos probados: lleva en su maleta varios
envoltorios con una sustancia extraña. Que, además, ya fuera
condenado con anterioridad por un delito de tráfico de drogas puede
servir para afirmar que conoce algo sobre la cualidad (aspecto, color,
presentación…) de dichas sustancias. En cuanto al riesgo para el
bien jurídico salud pública, podemos inferir que el doble fondo de su
maleta, claramente manipulado, evidencia el tráfico sin controles
administrativos; a esto se suma la retribución que recibe por tal
transporte (un millón de pesetas), que obviamente será sólo una parte
del precio final de venta; por lo que inferimos que sabe que
introduce en España sustancias prohibidas que se distribuirán a
muchos consumidores. En cuanto a las circunstancias relevantes,
puede extraerse de sus conocimientos sobre la droga que sabe que
transporta cocaína (droga que produce grave daño a la salud); sabe
que, por el número de envoltorios y precio proporcional pagado,
podrían venderse muchas dosis (cantidad de notoria importancia).
Que desconozca la exacta cantidad en gramos, no es tan relevante
como saber que «lleva droga», en cantidad suficiente como para
distribuirla a muchos consumidores. De todos estos datos inferimos
su conocimiento de reglas de experiencia que le permiten anticipar
que su conducta produciría esos efectos para el bien jurídico.
En cuanto al dolo necesario para el delito de contrabando, basta con
que Manuel sepa que entra en territorio aduanero español con esas

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El tipo doloso de comisión (II: la imputación subjetiva) 3.ª
sustancias. Dado que viaja con un billete de avión, y que él mismo
ha acudido al aeropuerto, con su propia maleta en la que lleva esa
sustancia, puede inferirse el conocimiento suficiente para el dolo que
exige el tipo del tráfico de sustancias a través de la frontera. Hay
dolo del delito de contrabando.
El tipo de tráfico de estupefacientes exige además que concurra un
elemento adicional de carácter subjetivo: el «destino al tráfico» de
tales sustancias. ¿De qué datos de los hechos probados puede
derivarse? Si tenemos en cuenta la retribución de su transporte (que,
según cualquier persona adulta de su cualidad puede saber, ha de ser
proporcional a la ganancia que cabe esperar de su aportación), cabe
afirmar que conoce el destino al tráfico de lo que él transporta.
En cuanto a la posible antijuricidad de su conducta, la carencia de
una autorización administrativa, y de otros datos, nos permiten
afirmar el carácter antijurídico de la conducta. La conducta de
Manuel es, pues, típicamente antijurídica.
No concurren motivos para dudar de su culpabilidad, ni siquiera por
desconocimiento de la prohibición de traficar, pues el modo
empleado (clandestinidad, manipulación de la maleta) evidencian su
conocimiento de que trafica con algo prohibido. Manuel es culpable,
entonces, de la conducta típicamente antijurídica de tráfico de
estupefacientes.
III. En conclusión, cabe decir que la conducta de Manuel realiza el
tipo del delito de tráfico de estupefacientes, objetiva y
subjetivamente, que no está justificada y que no se presenta ningún
motivo de exclusión de su culpabilidad. También realiza el tipo
objetivo y subjetivo del delito de contrabando de sustancias
prohibidas, pero esta conducta, se viene considerando últimamente
por la jurisprudencia como englobada ya en el tipo de trafico de
estupefacientes, por cuanto el tipo de éste incluye ya el de aquél:
concurso de normas, donde se ve desplazada la norma del delito de
contrabando, en favor de la del tráfico de drogas. Ha de responder,
por tanto, por un delito doloso consumado del art. 368 CP.
Aplicando la legislación actual (y dejando ahora aparte cuestiones de
retroactividad de preceptos más beneficiosos), la pena se
incrementará (en virtud de lo previsto en el art. 369.1.5.ª), por
tratarse de una cantidad de notoria importancia: la pena de prisión se
elevará a la superior en grado, y la de multa será del tanto al
cuádruple del valor de la droga. La droga además, habrá de ser
decomisada (art. 127).
Cfr. además, C.21, C.22, C.23.

 Obsérvese cómo en C.31 la representación del riesgo por el agente


acompaña al riesgo (referencia) y mientras este existe
(simultaneidad). Es decir, el riesgo típicamente relevante y su
representación se dan como las dos caras de una moneda,
simultáneamente y referida una a la otra. Es lo que se conoce como

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3.ª El tipo doloso de comisión (II: la imputación subjetiva)
simultaneidad y referencia, que son los criterios rectores en materia
de dolo: de tal forma que si hay algo peligroso pero, a la vez, no
representado por el agente, no constituye una conducta por mucho
que sea un riesgo. Así, si la representación del riesgo y el riesgo
mismo no coinciden o convergen, hablamos de divergencia entre el
riesgo realizado y su representación por el sujeto. Es lo que se
denomina «tipos incongruentes» o divergentes, porque tipicidad
subjetiva y riesgo no coinciden.
Así, quien se representa anticipadamente que su conducta va a ser
peligrosa, pero cuando surge el riesgo efectivamente no se lo está
representando, no obraría con dolo (es lo que se denominaba dolus
antecedens, que según venimos explicando, no es dolo). Y a la
inversa: quien ha desplegado un riesgo sin saberlo y a posteriori
piensa y acepta, incluso se alegra, de haberlo efectuado, tampoco
obra con dolo (lo que se denominaba dolus subsequens, que tampoco
es dolo). El dolo, por tanto, es simultáneo con el riesgo. Si no, no
hay dolo, y no es posible responder por lo producido.
Además, como dolo y riesgo han de converger al referirse uno al
otro, decimos de los casos de divergencia que constituyen casos de
error, de desconocimiento. Puesto que lo objetivo y lo subjetivo no
coinciden, no puede hacerse responsable al agente de lo producido.
Sobre todo ello trataremos en L.4 y L.5.
En C.31, el riesgo y su representación coinciden en el tiempo y uno
se refiere al otro sin divergencia alguna. Es más, puede decirse que la
creación del riesgo (transporte de droga oculta) coincide plenamente
con el conocimiento que el agente posee al respecto. No hay
posibilidad de desconocer nada. Se diría incluso que el agente obra
con la clara intención de traficar. Dicho caso podría clasificarse con
la denominación de «dolo directo de primer grado» o intención. Pero
no todos los casos presentan situaciones tan claras en lo subjetivo.
Veamos en C.32 cómo la representación del agente incluye diversos
efectos, como consecuencias necesarias de la acción, pero no
directamente conocidas (dolo directo de segundo grado).

C.32 Caso «a diestra y siniestra»


 
Los contendientes poco antes «habían tenido un incidente en una
discoteca de la localidad, y al encontrarse de nuevo en un bar y al
ser requerido el acusado [A.C.] para que “dejara en paz y no
molestara” a la hermana de uno de los integrantes del grupo
contrario, se entabló una discusión y en su desarrollo el acusado –
con minoración de inhibiciones provocada por la influencia de su
estado de embriaguez– sacó una navaja automática con una hoja de
once centímetros de longitud y dando navajazos a diestra y siniestra,
indiscriminadamente, alcanzó con ella a uno de sus oponentes
causándole una herida en el hemitórax izquierdo que atravesó el
diafragma interesando pericardio y corazón y produciéndole la

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El tipo doloso de comisión (II: la imputación subjetiva) 3.ª
muerte instantánea, a otro le causó heridas en cara dorsal del
antebrazo izquierdo, hombro derecho y axila del mismo lado, que
curaron a los cuarenta días, a la muchacha una herida incisa en el
antebrazo de carácter leve, y a un cuarto sujeto una herida inciso-
contusa, con marcado hematoma local en la base del hemitórax
izquierdo que provocó la pérdida del bazo, y noventa días de
proceso curativo» (STS 12 de julio de 1984 (ponente: Moyna
Ménguez); RJ 4042).
I. De los hechos descritos, cabe resaltar lo siguiente: A.C., con
minoración de inhibiciones debido a la ingesta de alcohol que le
llevó a un estado de embriaguez, asestó diversas puñaladas de forma
indiscriminada a cuatro personas en el curso de una discusión. Una
de esas cuatro personas, falleció. Las otras tres resultaron heridas de
diversa entidad.
II. Se nos pide analizar la responsabilidad penal de A.C. Si el relato
de hechos fue como se relata, puede afirmarse lo siguiente:
II.1. No hay indicios en los hechos para dudar de la presencia de un
proceso humano, externo y susceptible de autocontrol. Que el
alcohol mermara las facultades inhibitorias no suprime el
autocontrol, aunque lo disminuyera. Pero como para la existencia de
una conducta humana se precisa sólo que exista el mínimo de
autocontrol suficiente para poder hablar de alternativas a la hora de
actuar, aquí podemos afirmar ese mínimo. Y ello, al menos por la
existencia previa de una discusión, el que fuera recriminado por las
víctimas para que «dejara en paz» a una de ellas, que sacara una
navaja, que debió accionar pues era automática… Luego hay indicios
suficientes para afirmar la presencia de conducta humana.
II.2. A.C., al asestar diversas puñaladas, interpone un factor causal
de la muerte de una de las víctimas y de las heridas de las tres
restantes, en la medida en que, suprimidas mentalmente, no se
produciría el resultado de muerte. La causalidad no basta para
afirmar la tipicidad de la conducta a efectos de los delitos de
homicidio y lesiones, al menos. La conducta de A.C. crea diversos
riesgos típicamente relevantes (muerte y lesiones); de los cuales, el
de muerte (art. 138) se realiza en el resultado, pues nada hay en los
hechos que permita afirmar el inicio de un nuevo riesgo que se
plasme en el resultado. Lo mismo podemos afirmar del riesgo de
lesiones (art. 148), también realizado en el resultado. (No se plantea
ahora la consideración de uno de los delitos de lesiones como
homicidio en grado de tentativa). Por tanto, la conducta de A.C. al
asestar indiscriminadamente diversas puñaladas a las cuatro víctimas
realiza el tipo objetivo del homicidio y las lesiones.
II.3. Examinemos si concurre, además, la tipicidad subjetiva dolosa
que los tipos de homicidio y lesiones exigen. A la hora de considerar
su conducta como dolosa se nos plantean diversas cuestiones. Por un
lado, el estado de embriaguez (que disminuye su inhibición, o frenos,

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3.ª El tipo doloso de comisión (II: la imputación subjetiva)
a la hora de actuar), y por otro el asestar las puñaladas a diestra y
siniestra, de forma indiscriminada (podría excluir el dolo por error,
al no saber adónde iban a parar sus puñaladas). Sin embargo,
sabemos que el dolo no es la desinhibición a la hora de actuar,
materia que pertenece al ámbito de la culpabilidad, y allí será
estudiado. Y en cuanto a lo segundo, lo indiscriminado de las
puñaladas, cabe señalar lo siguiente. A.C., como cualquier persona,
tiene asumidas reglas de experiencia que le permiten anticipar que el
desplegar una navaja automática (se trata de su navaja, luego no es
nada desconocido para él) de esas dimensiones (al ser suya, conoce
sus dimensiones), de forma rápida y repentina sobre personas vivas
(los golpes ha de darlos él, moviéndose), constituye un riesgo
elevado de matar o al menos lesionar (a la representación de esos
movimientos con esa navaja va unido el saber necesariamente que
puede afectar a personas vivas), sin que pueda hablarse de un error,
ni por ausencia de reglas de experiencia, ni por falta de
actualización, ni por defecto de cálculo. Si, consciente de este riesgo
de la propia conducta, la inicia o no concluye, podemos afirmar que
posee conocimiento del peligro descrito en los tipos de homicidio y
lesiones. Luego hay dolo.
Cabe dudar de que sea consciente del concreto destino de sus
puñaladas. Pero, según el relato de hechos probados, si el agente se
ve en medio de personas, y, a pesar de todo, utiliza la navaja para
golpear a diestra y siniestra, hay conciencia del riesgo que se exige
para los tipos de homicidio y lesiones. Éstos se refieren a matar o
lesionar a alguien, «a otro», con independencia de su identidad. Por
tanto, caso de que sea un desconocimiento respecto a la concreta
víctima sobre la que recae la puñalada, se trataría de un error
irrelevante, por cuanto conoce lo mínimo requerido para el tipo, que
está dirigiendo un curso lesivo o incluso mortal contra alguien. Se
trataría de un caso de error sobre el objeto (más en concreto «error in
persona»), que es irrelevante en este caso, por tratarse de una
persona (víctima) protegida de igual forma por el Ordenamiento.
Existe, por tanto, dolo.
¿Nos encontramos ante un supuesto de imprudencia en lugar de uno
de dolo (eventual)? El paso del dolo eventual a la imprudencia (culpa
consciente) se efectúa si se da un error por parte del agente. Si el
dolo es conocimiento del riesgo que el tipo exige, y la imprudencia
es un error vencible en el que se sanciona por el error mismo, la
presencia del dolo excluye por definición el error; el error puede en
ocasiones castigarse como delito imprudente (cuando es de carácter
vencible y se encuentra tipificado). El dolo eventual es dolo, y como
tal dolo no es compatible con el error. Si hemos afirmado que existe
consciencia del riesgo, y no yerra el agente sobre un elemento
relevante para el tipo, hay dolo, y no error, por lo que no puede
plantearse la imprudencia. Pero, en cualquier caso, aun siendo
doloso, más bien parece que el agente no se representa todos los

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El tipo doloso de comisión (II: la imputación subjetiva) 3.ª
detalles del riesgo desplegado, aunque sí se dan como consecuencia
necesaria de lo que hace.
II.4. La antijuricidad de la conducta de A.C. no se excluye por la
presencia de legítima defensa. En efecto, aunque él obra en el marco
de una discusión que podría hacer pensar que se defiende, hay
abundantes datos en los hechos para negar la legitimidad de una
defensa de esas características. En primer lugar, que es recriminado
previamente por haber molestado a una persona, por lo que el
agresor ilegítimo, si acaso, es él; en segundo lugar, que nada se dice
de un ataque ilegítimo de los otros cuatro sobre él, sino de un
«llamar la atención sobre su comportamiento», que es algo legítimo,
por proporcionado; en tercer lugar, que, caso de que se entendiera
que fue agredido, lo fue en el marco de una discusión, cosa que
podría hacer dudar de la falta de provocación por parte de quien se
defiende, requisito para la legítima defensa. La conducta es, por
tanto, antijurídica.
II.5. La embriaguez podría llevar a dudar de la imputabilidad del
agente, si es que disminuyó sus facultades hasta el punto de hacer
imposible gobernarse, esto es, actuar conforme a la norma que
prohíbe matar. En este punto conviene distinguir. En primer lugar,
A.C. da muestras de conocer la norma que prohíbe matar. Así lo
deduzco de que hace uso de la navaja en el marco de una discusión:
si la discusión se transforma en pelea con arma blanca, parece
deberse a que es consciente de que es la mejor forma de vencer en la
«discusión» frente a su oponente (matarle), y si antes no la emplea es
porque es consciente de la gravedad de ese medio, es decir, que
puede matar, y que matar no es conducta irrelevante, sino que se
halla prohibida. En cambio, en segundo lugar, podría plantearse que
sus facultades de obrar conforme a la norma percibida se vean
mermadas, en cuanto parece disminuida su capacidad de motivación
mediante la norma. Dicha capacidad no desaparece, pues sólo se ve
aminorado («minoración de inhibiciones provocada por la influencia
de su estado de embriaguez»). En efecto, no parece que la
embriaguez haya hecho desaparecer su capacidad de obrar conforme
a la norma (no es «intoxicación plena», como exige el art. 20.2.º). Y
ello porque es capaz de discutir, de distinguir con quién habla, de
manejarse con un arma blanca, de dirigirse precisamente contra las
personas vivas que tiene delante. Su embriaguez, a pesar de
disminuir su capacidad de inhibición y motivación suficiente
mediante normas, no la hace desaparecer. A.C. es por tanto culpable.
Podría tenerse en cuenta la situación de embriaguez, si acaso, como
eximente incompleta.
III. Conclusión: A.C. es responsable de un delito de homicidio
consumado y tres de lesiones, también consumados. El influjo de la
embriaguez podría tenerse en cuenta como eximente incompleta, de
forma que descendería la pena un grado (incluso dos, según el
influjo del alcohol).

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3.ª El tipo doloso de comisión (II: la imputación subjetiva)

Dicha pena es compatible con la imposición de una medida de


seguridad (art. 102), que se cumpliría según el procedimiento
vicarial: primero la medida y después, en su caso, la pena (art. 104).
Cfr. también C.33, C.42, C.61, C.71, C.92, C.112.

 Así como en C.32 el agente se representa mínima pero


suficientemente el riesgo de dar puñaladas a diestra y siniestra en un
lugar en el que se hallan presentes diversas personas (por lo que se le
puede imputar), en el caso siguiente se nos presentan serias dudas
sobre si el sujeto conoce el riesgo. Y por lo tanto, sobre la
imputación de lo efectuado. Se trata de un supuesto límite entre el
dolo y el error. Supuestos como C.33 dan lugar al llamado «dolo
eventual».

 C.33 Caso del «susto» 


«El recurrente [C.] marcha de noche, por la carretera de Santa
Coloma de Farnés a Palamós, en curva de reducida visibilidad, se
apercibe que al borde del arcén hay dos personas, que hacían
indicación de hacer auto stop, para que les llevara y parase el coche
y el procesado, comenta con los ocupantes de su vehículo que iba a
dar un susto al peatón que les hacía dicha señal y realizándolo,
avanzó de modo descuidado e irreflexivo, orillándose hacia el arcén
donde se encontraban los peatones que demandaban su parada, lo
que determinó golpear a uno de ellos, lanzándolo sobre el capó del
automóvil, arrastrándole unos cinco metros, ocasionándole tan
graves heridas en la cabeza que a los tres días falleció a
consecuencia de ellas» (STS 29 de junio de 1979 [ponente: Martínez
Arrieta]; A 2798).
I. Del relato de hechos probados cabe extraer como relevante lo
siguiente: con el fin de gastar una broma a un peatón que hacía auto-
stop junto con otros, C. avanza «de modo descuidado e irreflexivo»
con su vehículo, acercándose tanto al arcén donde se hallaban los
peatones que no pudo evitar golpear a uno de ellos, que falleció tres
días después.
II. Se nos pide analizar la responsabilidad penal del conductor C. por
estos hechos. Partiendo de que los hechos probados son como se
describe en el relato, cabría afirmar lo siguiente:
1. C. conduce un vehículo, lo cual exige por sí mismo partir de la
existencia de una conducta humana en cuanto proceso humano
externo y susceptible de autocontrol. Afirmarlo no plantea ningún
problema. Tampoco lo plantea su propuesta de dar un susto a los
peatones, pues dicho plan pone de manifiesto cómo tenía alternativas
a su actuar (dejar de dar sustos, no acercarse tanto al arcén…), más
aún cuando pasa de lo dicho (propuesta) a los hechos (dar el susto).

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El tipo doloso de comisión (II: la imputación subjetiva) 3.ª
2. Veamos si dicha conducta realiza el tipo objetivo de algún delito.
Estamos hablando obviamente del delito de homicidio, puesto que se
ha producido la muerte de un peatón.
Sin embargo, conviene preguntarse primero por otros tipos posibles,
de menor entidad. Me refiero, en concreto, al tipo de vejación injusta
de carácter leve (art. 620.I.2.º). Es dudoso que el «gastar una broma
pesada», «dar un susto», pueda valorarse como vejación típica,
debido a lo escasa entidad que parece encerrar la conducta. Otra cosa
es lo que sucede una vez que C. dispuesto a dar el susto, acelera, se
acerca al arcén y se aproxima a los peatones. Pero esto supone
referirse ya al tipo de homicidio.
En cuanto a la posibilidad de que sea imputable el resultado de
muerte como tipo de homicidio, cabe señalar: la aproximación y
acercamiento con el vehículo al arcén es un factor causal de haber
arrollado a un peatón. Así queda constatado mediante la supresión
mental de dicho factor. Además, C. crea con esa conducta un riesgo
típico de homicidio, pues el tráfico de automóviles despliega riesgos
de esa clase; razón por la cual se adoptan medidas de control y de
prevención (separación entre calzada y arcén…). Entiendo, además,
que es ese riesgo el que se realiza en el resultado, y no otro riesgo, ni
de terceros, pues no aparece en escena un riesgo relevante por parte
de terceros (los acompañantes en el vehículo no conducen, ni nada se
dice de que hubieran provocado o instigado a C.). En cuanto a un
posible riesgo por parte de la víctima, conviene preguntarse si la
víctima, al situarse en el arcén derecho para realizar auto-stop, crea
un riesgo suficiente que permita imputarle a ella el resultado de
muerte (obsérvese: «imputarle a ella» la muerte, es decir, que
quedaría sin poder imputarse al conductor). Pero, a pesar de ser un
riesgo prohibido (el peatón en carretera debe ir por su izquierda,
mientras que para hacer auto-stop se colocaría a su derecha), no
parece que suponga un riesgo de tal entidad como para interrumpir la
relación de imputación objetiva. Ello sí se daría si la víctima se
arroja a las ruedas del vehículo, o si entra inopinadamente en la zona
de los coches. Nada de esto se dice, sino que se expresa cómo
permanecía en el arcén, y como arcén que es, supone mantenerse al
margen del carril de los vehículos. Por lo tanto, su conducta, aun
siendo prohibida por el código de la circulación, no supone la
creación de un riesgo de suficiente entidad como para interrumpir la
relación de imputación objetiva del resultado de muerte a la conducta
del conductor. Se cumple el tipo objetivo del tipo de homicidio (arts.
138 y 142). Se trata, por tanto, de una conducta típica de homicidio
consumado imputable objetivamente.
3. Resulta discutible sin embargo que dicho tipo objetivo sea,
además, imputable subjetivamente. En concreto, es discutible que C.
obrase con dolo. Nos encontramos en un caso en el que el agente C.
excluye en sus deseos el arrollar a la víctima: así se deduce de que su

43
3.ª El tipo doloso de comisión (II: la imputación subjetiva)
fin era únicamente dar un susto, lo cual parece ser contrario a
meterse en un lío atropellando a alguien: de acuerdo con la tesis del
consentimiento o aprobación, según la cual hay dolo (eventual) y no
imprudencia (culpa consciente) si el agente al menos se conforma
con la producción de un resultado típico, aquí no habría dolo. Según
otra tesis diferenciadora entre dolo e imprudencia, la tesis de la
probabilidad, aquí la posibilidad valorada ex ante, de arrollar a un
peatón a quien –precisamente porque se trata de dar un buen susto–
se pasa casi rozando, por decirlo de alguna manera, es elevadísima;
luego, estaríamos ante un caso de dolo. Según otra tesis
diferenciadora, la del sentimiento o desprecio para bienes jurídicos
fundamentales, en este caso, no es fácil afirmar el dolo, puesto que el
dar un susto en esas circunstancias no deja de ser un jugar en el
límite de lo tolerable socialmente (recuérdese cómo dijimos que el
dar un susto no es típico a efectos de la falta de vejación leve), por lo
que no permite afirmar el desprecio de C. para la vida ajena; luego
estaríamos ante un caso de imprudencia. Por otra parte, obsérvese
cómo la tesis diferenciadora de la probabilidad, la única de las tres
que permitía afirmar el dolo (la primera de las tres), no puede pasar
por alto que C. se halla en un error –un error de cálculo–, pues
desconoce la elevadísima posibilidad en términos concretos. Parece
más bien que C. pierde en cierto modo el control del vehículo ya
que, acercándose tanto al arcén, llega un momento en el que no es
posible rectificar el rumbo: ha perdido, por así decirlo, el control de
la trayectoria del vehículo. Y ello, por error suyo. Pero si es error, no
hay dolo. Estaríamos a lo sumo ante un caso de posible imprudencia
si se trata de un error vencible sobre un elemento del tipo (el proceso
causal de matar a alguien), puesto que la imprudencia es un caso de
error vencible sobre elementos del tipo. Luego dos de las tres tesis
diferenciadoras acaban por afirmar la imprudencia de C. En esta
línea se mueve la solución dada por la sentencia de 29 de junio de
1979, que condenó por delito de homicidio imprudente.
A pesar de esas soluciones que niegan el dolo, y de la decisión del
Tribunal Supremo, me parece que cabe afirmar el dolo (eventual) en
la conducta de C., cosa que expondré a continuación, pero con base
diversa a la tesis de la probabilidad. El dolo y el error se excluyen
conceptualmente entre sí: donde hay dolo no hay error, y donde hay
error no puede haber dolo. No hay casos de dolo y error –a la vez y
sobre el mismo aspecto–, pues ello supondría una contradicción. Sin
embargo, puede haber casos en los que el sujeto implicado en la
situación yerra y sabe que yerra; es decir, yerra sobre algún elemento
relevante del tipo y es consciente de su defecto de conocimiento. Es
esto lo que puede suceder en este caso: C. yerra sobre la propia
capacidad de evitar el atropello de la víctima, pues sigue pensando
que es capaz de dar un susto sin alcanzar al peatón. La conciencia del
error propio, y seguir actuando a pesar de ello, merece la
consideración del hecho como doloso. Y ello, porque posee el
mínimo conocimiento para el dolo: el conocimiento sobre los

44
El tipo doloso de comisión (II: la imputación subjetiva) 3.ª
elementos del tipo de homicidio (el curso causal de la muerte), sin
que sea un sujeto dotado de una especial capacidad de actuar que
haga razonable en un contexto intersubjetivo, confiar en que evitará
el resultado. Sobre este último aspecto conviene hacer un inciso:
unas capacidades especiales de obrar en el agente que son
reconocidas por todos (en el contexto intersubjetivo) hacen
razonable confiar en que nada pasará. Con otras palabras: no es lo
mismo que dé un susto cualquier persona, a que lo dé un experto
reconocido en la conducción de vehículos. Y en nuestro caso, C. no
es ningún experto, sino un conductor normal –como mínimo– por lo
que nada hay que permita esperar que será capaz de evitar un
resultado como el producido. Por eso, entiendo que hay dolo
eventual en la conducta de C.
4. En cuanto a la posible antijuricidad de su conducta, conviene sólo
indicar cómo no hay ningún indicio de que operen causas de
justificación, normas permisivas, por lo que su conducta de
homicidio es típica (objetiva y subjetivamente) y además
antijurídica.
5. No concurren motivos para dudar de su culpabilidad, por lo que C.
es culpable de un hecho típicamente antijurídico de homicidio.
III. En conclusión, cabe decir que C. habrá de responder por un
delito de homicidio doloso consumado, con la pena de prisión entre
10 y 15 años. Puesto que el dolo eventual puede hacer merecedora
una pena menor que en los demás casos de dolo, podría fijarse la
pena en 10 años. Pero debe observarse que no existe una previsión
legislativa expresa para atenuar por debajo del marco penal en casos
de dolo eventual. Aparte, por supuesto, la responsabilidad civil
derivada del homicidio, a favor de los perjudicados, los familiares de
la víctima.
Cfr. también C.21, C.23, C.112.
En definitiva, mediante la teoría jurídica del delito procedemos a
 valorar («medir») la conducta humana desde el punto de vista de la
norma, de una norma penal concreta. Si el proceso de valoración
concluye positivamente, afirmamos: «la conducta es típica». Ello
requiere constatar tanto lo objetivo como lo subjetivo de la conducta
respecto al tipo.

 ¡Inténtelo usted mismo! http://www.unav.es/penal/delictum/ 


C.34 «El día 12 de marzo del año 2000, a eso de las tres de la madrugada, 
en la calle Maimonides núm. 22 de la localidad de Adamuz 
(Córdoba) dentro del recinto […] de una discoteca se estaba
celebrando una fiesta de disfraces pública a la que asistían entre
trescientas y cuatrocientas personas. Entre todas aquellas personas,
se encontraban, Alfredo vestido con un disfraz de caníbal negro, así
como Braulio, Carlos y Diego, vestidos con otros disfraces, todos los

45
3.ª El tipo doloso de comisión (II: la imputación subjetiva)
cuales habían ingerido bebidas alcohólicas, pero, estaban en
posesión plena de sus facultades mentales. En un momento
determinado de aquella noche, coincidieron los cuatro en la zona o
local destinado a hamburguesería y en ese momento Braulio en plan
jocoso dijo “¡vamos a quemar al negro!” expresión que fue oída por
Alfredo aunque no supo de quién provenía la voz y, por Diego, que
nunca supuso que de las palabras se pasara a los hechos, por su parte, ¿Cabe cuestionar que Braulio
se hubiera representado el
Carlos no lo oyó por encontrarse unos dos o tres metros más alejado. riesgo? El posible error sobre
A continuación Braulio con el mechero que llevaba, prendió fuego al el comportamiento del fuego
sobre esa clase de tejido, ¿no
ropaje del disfraz de Alfredo, que era de lycra, comenzando éste a desaparecería en el segundo
arder, ante lo cual, Diego procedió a apagarlo con lo que tenía a momento?

mano, y, Alfredo protestó del hecho afeándoles tal conducta. No


obstante dicha protesta, Braulio, volvió a prender fuego con el
encendedor a las ropas de Alfredo, las cuales ardieron totalmente por
la parte inferior, y, pese a que las llamas fueron apagadas por Diego
y Carlos, que causaron a Alfredo quemaduras de segundo grado en
tobillos y pies de ambas extremidades inferiores del que tuvo que ser
atendido por facultativo, necesitando, no sólo una primera atención
médica, sino que, posteriormente hubo de sufrir dos intervenciones
quirúrgicas…» (STS 25 de marzo de 2004, ponente: Sánchez
Melgar; RJ 3641).

Notas de Derecho Anglo-Americano


 AA.3
Según la regla actus non facit reum nisi mens sit rea, no hay
responsabilidad si no concurren las disposiciones mentales del
agente. La expresión mens rea (elemento interno) es un término
genérico que hace alusión a la disposición mental del agente, pero
que no tiene existencia como tal. Son varias las disposiciones
mentales que pueden satisfacerlo (intent, recklessness, negligence,
knowledge). El análisis del mens rea reviste enorme importancia,
hasta el punto de que un mismo acto puede configurarse como el
más grave de los delitos o no merecer, en cambio, punibilidad alguna
dependiendo de la disposición subjetiva del agente.
En general, las disposiciones mentales que pueden satisfacer el mens
rea son las siguientes: 1. Intent (intención): La intención es una
disposición mental exigida en muchos delitos y que se agota en la
acción voluntaria dirigida a causar un resultado. No es necesario que
éste se produzca. 2. Recklessness (descuido): Algunos delitos exigen
únicamente que concurra el descuido por parte del agente respecto de
la acción ejecutada. No toda actividad arriesgada implicará
recklessness, ya que ésta dependerá de la valoración social que se
tenga de esa actividad en relación con la gravedad del daño que se
puede causar y de los beneficios que se puedan obtener. 3.
Negligence (negligencia): Se actúa de manera negligente cuando la
conducta de una persona en relación con el riesgo razonable se sitúa
por debajo del estándar exigible a una persona razonable. La

46
El tipo doloso de comisión (II: la imputación subjetiva) 3.ª
negligencia no suele ser suficiente para satisfacer la mens rea y suele
combinarse con la intención o recklessness. 4. Knowledge
(conocimiento): A diferencia de la intención o el descuido, no suele VOCABULARY:
ser tratado como una disposición mental autónoma sino que viene a Intent
Knowledge
ser entendido como un requisito de toda disposición mental a Mens rea
excepción del recknessless objetivo y la negligencia. De cualquier Negligence
Recklessness
modo, adicionalmente, el delito puede exigir el conocimiento de uno Strict liability offences
o más elementos constitutivos.
La definición de los distintos delitos puede exigir un estado mental
subjetivo o un estado mental objetivo. En el primer caso se exige que
el agente presente un determinado estado mental a la hora de realizar
el actus reus. En el segundo caso basta con que el autor no haya
alcanzado aquel estado mental que habría tenido una persona
razonable de encontrarse en su posición. El sistema del Common
Law reconoce la existencia de algunos delitos que son satisfechos
con la mera presencia del actus reus. Éstos son los llamados strict
liability offenses. Los tribunales, sin embargo, han sido reacios a
negar la relevancia de la disposición mental del agente en estos
casos.

 Para saber más


JESCHECK/WEIGEND, Tratado de Derecho penal. Parte general, 5.ª
ed., trad. Olmedo Cardenete, Granada, 2002, pp 310-339.
RAGUÉS I VALLÈS, «La determinación del conocimiento como
elemento del tipo subjetivo (Comentario a la STS de 24 de
noviembre de 1995)», Anuario de Derecho Penal y Ciencias Penales
1996, pp 795-822.


Para seguir trabajando: http://www.unav.es/penal/delictum/
C.35 «Sobre la una de la tarde del día 22 de septiembre de 1999, el procesado José 
M.L., mayor de edad, sin antecedentes penales, tuvo una pequeña discusión en una 
calle próxima a su domicilio de la calle Bernat Metge de Barcelona con don
Salvador, discusión que terminó yéndose éste. Al cabo de unos minutos, Salvador
se dirigió confiadamente a la panadería sita en el número... de la calle Gran Vía de
les Corts Catalanes de la ciudad de Barcelona, y allí mientras estaba comprando
pan, entró el procesado en el establecimiento, sin decir nada dejó unas bolsas en el
suelo de cuyo interior sacó un cuchillo de cocina de veinte centímetros de hoja, y
estando Salvador A. de espaldas se lo clavó en la fosa lumbar derecha, tras lo cual,
y cayendo al suelo Salvador en un charco de sangre, el procesado José M. L. se fue
del lugar. A consecuencia de los anteriores hechos Salvador A.A. sufrió una herida
incisa a nivel de la fosa lumbar derecha […] que para su curación requirió cuarenta
y dos días, estando 14 hospitalizado, y tratamiento quirúrgico […]. Tras salir de la
panadería, el procesado José M.L. tiró el cuchillo en un contenedor y se dirigió a la
Comisaría de Distrito 1 (Sant Martí) del Cuerpo Nacional de Policía, donde a las
13.15 horas confesó los anteriores hechos y colaboró con la policía en la
recuperación del cuchillo. Según dictamen efectuado por dos médicos forenses, el
procesado José M.L. presenta una acentuada personalidad paranoide y primaria de
fuerte substrato emocional que en situaciones adversas provoca reacciones de

47
3.ª El tipo doloso de comisión (II: la imputación subjetiva)
manera violenta y ofuscada, que produjeron que sus capacidades volitivas y
cognoscitivas estuvieran anuladas en el momento de producirse los hechos» (STS
20 de febrero de 2002, ponente: Soriano Soriano, RJ 3360).

C.36a «El acusado Félix F., mayor de edad y sin antecedentes penales, el día 12 de 
diciembre de 1998 sobre las 2.15 horas, circulaba por … conduciendo el vehículo 
…, y al llegar al cruce …, y al ver que su madre se hallaba en el umbral de su casa
a la citada intempestiva hora conversando con su convecino Francisco de 53 años
de edad, hallándose éste sobre la acera…, y con quien aquélla mantenía una
insólita relación sentimental, que era mal vista por el acusado y sus hermanos,
alguno de los cuales ya le había afeado a Francisco su conducta conminándole a
que pusiera fin a dicha relación, ofuscado y con las facultades intelectivas y
volitivas notablemente alteradas por la ingesta de bebidas alcohólicas, irrumpió en
la acera con su vehículo subiendo las ruedas al bordillo, embistiendo por el lado
derecho al citado Francisco P. P., que cayó al suelo, resultando con lesiones
consistentes en … bajando del vehículo después del atropello el acusado y
dirigiéndose al mismo le dijo "no es que te he atropellado, sino que te voy a
matar", propinándole seguidamente un golpe con la mano en la cara.» (SAP
Castellón 8 de octubre de 2001, ARP 795, ponente Tintoré Loscos).

C.36b «Probado y así se declara que: Los acusados D. Imanol, Dª Verónica, D. Fermín, y 
Dª Flor formalizaron el día 28 de junio de 1999 una Póliza de descuento o anticipo
de efectos comerciales por un límite de 10.000.000 de pesetas (equivalentes a
60.101,21 €) y vencimiento el día 28 de junio de 2000 con la entidad Banco
Atlántico, SA (Oficina de Mérida), en virtud de la cual la citada entidad bancaria
anticipaba el importe de cualquier letra de cambio en la que fuera libradora la
entidad BCB y aceptada por cualquier otra persona física o jurídica, además de
suscribir un contrato de afianzamiento mercantil por el que los acusados se
convertían en fiadores de las obligaciones que contrajera BCB. De este modo, los
acusados, escudados tras BCB y con la intención de apropiarse de la
correspondiente suma dineraria, descontaron en el Banco Atlántico hasta nueve
efectos cambiarios, todos ellos aparentemente librados y aceptados por D. Jesús
Carlos (a pagar en la cuenta que la entidad Juan Valles Sala, SA, de la que es
representante legal, tenía en el Banco Popular Español, de la calle Soriano, núm. 8
de la localidad valenciana de Pobal de Duc) y con el mismo valor nominal
(999.560 pesetas, equivalentes a 600,47 €) ascendiendo a un total de 8.996.040
pesetas (equivalentes a entidad libradora era BCB, figuraba una firma falsificada
en el acepto de común acuerdo entre los inculpados, de tal modo que el Banco
Atlántico, al no cerciorarse de la falsificación y correspondiente engaño, atendió el
descuento de las cambiales y esperó a su vencimiento, fechas en las que fueron
impagados por la entidad Juan Valles Sala, SA, cuyo representante legal comunicó
al Banco Atlántico que no reconocía su firma como la que aparece en el acepto de
las cambiales, amén de que dichos efectos no se correspondían con operación
mercantil alguna». STS 16/2006 de 13 marzo, RJ 2238/2006 (ponente Giménez
García).
«Se declaran expresa y terminantemente probados los siguientes hechos: sobre las
6:30 horas del día 30 de marzo de 2002, el acusado, Víctor Manuel, mayor de 
C.36c
edad, y sin antecedentes penales, mientras se hallaba desempeñando sus funciones
como "relaciones públicas", en la discoteca "Metrópolis" sita en la localidad de
Los Cristianos, de la isla de Tenerife, –local que era explotado por la sociedad
mercantil "Maracatu, S.L"., a su vez asegurada en la entidad Mapfre Guanarteme–,
y a raíz de un altercado producido en el interior del mencionado local, agredió a
Lucio, asestándole al menos un violento cabezazo con ánimo de menoscabar su
integridad física, que provocó que éste se desplomara, cayendo al suelo.– Como
consecuencia de la agresión el Sr. Lucio sufrió las siguientes lesiones […] El
lesionado estuvo hospitalizado durante 28 días, y precisó 411 para la curación de
las lesiones , siendo todos ellos impeditivos para la realización de sus ocupaciones
habituales.– El día 25 de marzo de 2003 le fue reconocida una minusvalía de un 66

48
El tipo doloso de comisión (II: la imputación subjetiva) 3.ª
% mediante resolución emitida por el Equipo de Valoración y Orientación del
Centro de Base de Santa Cruz de Tenerife.– Al Sr. Lucio, como consecuencia de la
agresión de que fue objeto, le han quedado como secuelas: –Cofosis bilateral
(sordera).– Acúfenos constantes (ruidos en la cabeza).– Vértigos laberínticos
frecuentes con inestabilidad y desequilibrio, dificultando la deambulación en
superficies irregulares.– Oscilopsia (imposibilidad de caminar moviendo la
cabeza) y nistagmo en la mirada lateral izquierda.– Anosmia (pérdida del olfato).–
Disgeusia (alteración del gusto).– Síndrome postconmocional (cefaleas pulsátiles,
alteraciones del sueño, de la memoria con dificultad de memorización de hechos
recientes y alteraciones del carácter ya que muestra rasgos de excitabilidad e
hiperreactividad).– Disminución de la capacidad de atención y concentración, así
como limitación de la velocidad de respuesta a estímulos.– Dos cicatrices
quirúrgicas de 5 cm cada una, en ambas regiones retroauriculares». (sic)
C.37a «El día 31 de marzo del año 2002, sobre las 03-30 horas, Ignacio y Rubén se 
encontraban en compañía de Eusebio y Adolfo, en el Pub ... Sobre tal hora cuando
Rubén se dirigía al baño, y al intentar sortear el paso que estaba obstaculizado por
el grupo de Agustín y Juan Ramón, éste intentó darle un codazo y decirle "de que
vas tío", consiguiendo Rubén evitarlo. Cuando éste salió del baño tropezó con Juan
Ramón, lo que provocó que éste comenzara a amenazarle, diciéndole que "te he
dicho que de qué vas". Instantes después y sin mediar palabra Agustín, saltando
una pequeña repisa … se abalanzó sobre Rubén a la vez que Juan Ramón cogió
asimismo a Rubén golpeándole ambos, propinándole varios navajazos. Eusebio
con intención de separarlos agarra de la cintura a Juan Ramón, quien lanza un
navajazo contra Ignacio, a quien desborda yendo en persecución de Eusebio a
quien apuñaló; acto seguido se le incorpora Agustín, que propina varios golpes o
cuchilladas a Eusebio, encontrándose éste en posición fetal, a quien deja tendido
en el suelo, con huellas de sangre… Como consecuencia de dichas agresiones
Eusebio, de 20 años, sufrió heridas con arma blanca en… [que] hubieran sido
mortales si no se hubiera intervenidos en breve espacio de tiempo. Rubén, presentó
herida inciso en …» (STS 17 de marzo de 2005, RJ 4308, ponente Berdugo
Gómez de la Torre).
la madrugada del día 13 de octubre del año 2001 el procesado Jose Ángel, …,
C.38a «En
acudió a la discoteca … acompañado de Clara y Irene. Sin que conste si con

anterioridad habían llegado a entrar en el establecimiento, sobre las 4 horas
tuvieron un percance con los porteros, quienes les negaron la entrada y les
expulsaron, por lo que los tres procedieron a abandonar el lugar si bien el acusado
lo hizo profiriendo gritos e insultos contra los porteros, lo que motivó la
intervención de Guillermo, funcionario del Cuerpo Nacional de Policía, que se
hallaba frente a la discoteca en el arcén de la carretera en compañía de Juan
Ignacio, también miembro del Cuerpo Nacional de Policía, sin que la razón de la
presencia de ambos –fuera de servicio y vestidos de paisano– en el lugar haya
quedado suficientemente acreditada. Guillermo y el acusado discutieron
formándose un barullo en el que no consta si el primero llegó a identificarse como
policía y a exhibir su placa reglamentaria. Durante el incidente, que duró escasos
instantes, Clara se metió por medio de ambos siendo apartada por Guillermo,
momento en el que José Ángel sacó una navaja de cachas de madera que portaba,
con una hoja de nueve centímetros de largo, que inopinadamente clavó en dos
ocasiones seguidas en el cuerpo de Guillermo, primero en el vientre y a
continuación en el costado. A consecuencia de los hechos Guillermo sufrió
lesiones consistentes en una herida en el epigastrio, unos nueve centímetros por
encima del ombligo, que no penetró en cavidad, y una herida penetrante en la parte
superior del hemitórax izquierdo, con sección parcial del músculo dorsal ancho a
nivel de la axila y gran hemorragia, que precisó para su curación intervención
quirúrgica exploratoria y reparadora. De ellas curó a los sesenta días...» (STS 28
de mayo de 2004, RJ 3851, ponente Martín Pallín).
C.38b «La noche del 26 al 27 de noviembre de 2005, los procesados A., B. y C., puestos

49
3.ª El tipo doloso de comisión (II: la imputación subjetiva)
previamente de acuerdo, se dirigieron al Bar Los Camioneros sito en la Avda.
Bellavista de Sevilla, con la intención de apoderarse de la recaudación del local y
de otros efectos de valor que encontrase, para lo cual B. llevaba una escopeta de
cañones supuestamente recortados de desconocida procedencia con la que se había
hecho previamente. Se trasladaron al lugar los tres procesados en un ciclomotor
tipo Scooter, conviniendo que A. entrara en el establecimiento en el que aún se
hallaban clientes, permaneciendo allí mientras los otros dos procesados esperaban
en las inmediaciones del local hasta que A. les diese la señal oportuna para
dirigirse al establecimiento y exigirle al titular del mismo la entrega de lo que de
valor tuviera. Alrededor de la una de la madrugada A. entró en el establecimiento
en el que aún se hallaban clientes y pidió una consumición y varias bebidas con
hielo para llevar. Cuando se apercibió de que los últimos clientes se disponían a
marcharse, salió del establecimiento, dejando sobre el mostrador la bolsa con la
compra realizada, y se dirigió a una cabina telefónica situada a escasos metros del
local, desde la que simuló realizar una llamada, haciendo señas desde ella a los
otros procesados para que acudiesen al bar. Dado el aviso, y cuando ya los últimos
clientes habían abandonado el local, A. volvió a entrar, recogiendo la bolsa con la
compra realizada del mostrador y se dirigió a la puerta para salir, siendo seguida
por el titular del establecimiento, Landelino, que tras la salida de esta última
cliente, pretendía cerrar la puerta del establecimiento con las llaves que ya tenía
puestas en la cerradura. En ese momento, tras la salida de A. del local, y cuando
Landelino se disponía a cerrar la puerta, el procesado C., seguido a corta distancia
por B., exigió a Landelino que le entregase el dinero, al tiempo que le encañonaba
con el arma a corta distancia. Landelino reaccionó de forma instintiva intentando
apartar el arma y cerrar la puerta, provocando con su movimiento una reacción
igualmente instintiva de C., que al aferrar la escopeta oprimió el gatillo, de forma
que disparó el arma alcanzando a Landelino en la cara, produciéndole la
enucleación del ojo derecho y estallido craneofacial, con lesión irreversible de
estructuras encefálicas, que le provocaron la muerte instantánea.» (STS 12 de
mayo de 2009, ponente Prego de Oliver; RJ 2009/4161).
C.39 En «fecha 25 de julio de 1997, tuvo entrada en el Ayuntamiento de Nerja escrito 
de la misma fecha, dirigido por Francisco O. F. al que identifica como Ilmo. Sr.
alcalde presidente de dicho Ayuntamiento, que literalmente dice: “El pasado día
13 de junio se iba a celebrar en el Juzgado de lo Penal núm. 1 de Málaga, la vista
de los autos 313/1996. El abogado que debía presentarse era don Sergio R. y, sin
embargo, la representación de ese Ayuntamiento la llevaba un Letrado ajeno a esta
plantilla. Igualmente, como testigos, en mi contra, desplazaron uds. nueve policías
municipales. Como ciudadano, me interesa saber el costo de dietas,
desplazamiento, transporte, dirección Letrada, etc., que le va a suponer el erario
público estas payasadas que, por su soberbia y abuso de poder, suelen uds. montar
en los Juzgados contra ciudadanos honrados y decentes que, por querer cumplir
legalmente con las tramitaciones administrativas, los menosprecian, persiguen y
acosan. Todo ello, por defender intereses particulares de algunos concejales de ese
Consistorio. Vergüenza tenía que darle a ud. y a sus concejales de actuaciones tan
ruines e infames como ésta, no sólo contra mí y empresas que represento, sino
contra algunos otros contados ciudadanos”» (SAP Málaga 3 de febrero de 1999,
ARP 4416, ponente Rodero González).

Ejercicios de autoevaluación http://www.unav.es/adi/ 


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