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La imagen del imperio: Los estudios sobre Wari en la arqueología peruana

Article · March 2006

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Patricia Chirinos Ogata


University of California, Santa Barbara
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Revista Electrónica de Arqueología PUCP Vol. 1 - Nro. 3 – Julio 2006

La imagen del imperio: Los estudios sobre Wari en la arqueología peruana

Patricia Chirinos Ogata *

Resumen
Tanto en el Perú como en el resto del mundo, gran parte de la información que nos ayuda a
entender el pasado proviene de la historia misma de la práctica arqueológica. Tomando
como base este hecho, el presente artículo muestra una reflexión acerca de cómo la historia
de las investigaciones arqueológicas ha definido el concepto que ahora tenemos de Wari y
el Horizonte Medio, y el impacto que esto ha tenido a nivel académico, social, político y
cultural.

Abstract
In Peru and in the rest of the world, a great part of the information that helps us to
understand the past comes from the story of archaeological practice itself. As a fact taken,
this article presents some thoughts about how the story of archaeological research has
defined the concept that we handle now about Wari and the Middle Horizon, and the impact
of this phenomenon in the academic, social, political and cultural spheres.

Introducción
No cabe duda que el pasado siempre ha ejercido una poderosa atracción sobre la gente;
estamos interesados en conocer aquello de lo cual sólo quedan huellas y que para mucha
gente está asociado con lo lejano y misterioso. Sabemos que los monumentos
arqueológicos que se encuentran en todas partes fueron hechas hace muchos años, pero
¿para qué fueron construidas estas obras?, ¿qué actividades se desarrollaron en ellas?,
¿qué tradiciones tenían los diferentes grupos que las edificaron?

Precisamente, tratar de entender el pasado de un grupo humano a través de sus restos


materiales es una de las labores primordiales del arqueólogo. A través de la observación, el
registro y el análisis de los materiales que encuentran, los investigadores van
reconstruyendo los procesos ocurridos y respondiendo a éstas y muchas otras preguntas.

No obstante, existe un componente humano que no se debe dejar de lado. La historia de las
investigaciones es también una historia de personalidades, pugnas, escuelas y discursos.
En un país como el Perú donde los símbolos prehispánicos han sido utilizados tanto en
campañas comerciales como en escenarios políticos, la responsabilidad social del
arqueólogo como intérprete de las evidencias se hace cada vez mayor. En algunos casos, la
popularidad de una interpretación depende más de su capacidad de masificación y su
capacidad de sonar verosímil que de su argumentación y sustentación sólida.

Además, en la arqueología, como en toda ciencia, los modelos o paradigmas imperantes


van delineando el avance y las interpretaciones. En el caso peruano en particular, es
innegable que las escuelas de pensamiento antropológico norteamericanas y europeas han
tenido una notable influencia en el desarrollo de la disciplina arqueológica. Esto se produce
no sólo debido a la gran cantidad de proyectos realizados en el Perú por reconocidos
investigadores extranjeros, sino también a su constante presencia como profesores en las

*
Especialidad de Arqueología, Facultad de Letras y Ciencias Humanas, Pontificia Universidad Católica del Perú. E-mail:
chirinos.p@pucp.edu.pe
Revista Electrónica de Arqueología PUCP Vol. 1 - Nro. 3 – Julio 2006

universidades peruanas, y el número cada vez mayor de profesionales que realizan sus
estudios de postgrado en el exterior.

Por ello, en el presente trabajo, queremos acercarnos a toda esta problemática de modelos
y evidencias en conflicto para un periodo en particular, lo que conocemos como Horizonte
Medio, y una cultura específica, Wari. La trayectoria de las investigaciones sobre este punto
de nuestro pasado prehispánico constituye un buen ejemplo de cómo la dinámica de los
proyectos, publicaciones y escuelas de pensamiento han definido lo que hoy conocemos y
aceptamos como válido.

Para poder aproximarnos a este tema, haremos un recuento breve de los puntos más
importantes de la historia de la arqueología sobre Wari, desde las primeras descripciones
realizadas por los cronistas hasta las investigaciones más recientes, presentaremos con
particular énfasis los modelos predominantes en la década de los 70’ por ser los que mayor
impacto tuvieron en las interpretaciones hasta ahora, y delinearemos algunas propuestas de
temas que, en este contexto, resultaría relevante empezar a abordar arqueológicamente,.

Las primeras investigaciones


En el Perú, debido a la gran cantidad de monumentos y objetos prehispánicos que se
pueden apreciar, el interés por entender los procesos de esta época se ha dado en todo
momento. Ya las crónicas hablaban del encanto y la fascinación que los colonizadores
españoles tenían ante los impresionantes sitios y artefactos que encontraron al llegar, y en
muchos de estos relatos y documentos tenemos descripciones de un pasado “majestuoso” y
“señorial”.

Las crónicas constituyen una fuente de información que los arqueólogos aún no aprovechan
totalmente, debido a que en ellas se encuentran testimonios de visitas a sitios que hoy ya
han desaparecido o que se encuentran seriamente dañados. Aunque sesgados en
ocasiones por el objetivo específico del cronista, estos relatos constituyen información “de
primera mano” acerca de la ubicación, extensión, características de la arquitectura,
decoración y significado de muchos sitios arqueológicos. Para el caso de Wari, Pedro Cieza
de León (1984 [1553]) y Luis de Monzón (1965 [1586]) ofrecen descripciones detalladas de
monumentos, el territorio, y sobre todo las características de las poblaciones circundantes.

Los exploradores que durante el siglo XIX comenzaron a llegar al Perú también nos brindan
valiosa información arqueológica. Rowe (1959) presenta un listado bastante minucioso de
“exploraciones y descubrimientos” en la arqueología peruana entre 1863 y 1955, y destaca
la figura de E. George Squier, quien fue el primero que sugirió una cronología para los
monumentos arqueológicos y el primer explorador en el Perú que documentó sus estudios
con fotografías.

Estas primeras investigaciones, y en particular los trabajos de Alphonse Stübel en


Tiahuanaco, luego presentados por Max Uhle, marcaron la pauta de las interpretaciones en
las primeras décadas del siglo XX. La monumentalidad de este centro altiplánico hizo que
Huari y Wari 1 , identificados y analizados posteriormente, fueran vistos como una derivación
(Isbell 2001a). Los procesos que tuvieron lugar en territorio andino se empezaron a explicar
entonces como producto de una entidad cultural mayor y quedaba por determinarse el
mecanismo: difusión de una ideología religiosa o conquista militar.

En base a los materiales de Stübel y su experiencia museográfica, Max Uhle tenía un


esquema cronológico que distinguía como ejes a Tiwanaku e Inca, y con los cuales elaboró
su primera periodificación en 1910. Alfred L. Kroeber trata de refinar los grandes bloques de
la cronología de Uhle, y llama al periodo en cuestión “Periodo Medio u Horizonte Epigonal –
Tiahuanaco” (Kroeber 1944). Esta predominancia de Tiwanaku como marcador cronológico

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y cultural hizo que los materiales wari hallados en muchos valles de la costa fueran
denominados inicialmente como “Tiahuanaco costeño”. Sin embargo, ya Kroeber advertía
que podían existir otros elementos además de Tiahuanaco que explicaran estos materiales.

Julio C. Tello (1970 [1931]) excavó en Huari en la década de los treinta, pero su
investigación permaneció esencialmente inédita. Progresivamente, comenzó a precisar la
importancia de este sitio y sugirió que habría desempeñado un rol muy importante en la
distribución de lo que él llamó “Cultura Wari”, y que incluía sitios llamados anteriormente
“Tiahuanacoides” en la costa y en la sierra. Esta propuesta encontró apoyo rápidamente
entre los arqueólogos peruanos.

Uno de ellos fue Rafael Larco Hoyle (1948), quien desde su perspectiva sobre la base del
material del que disponía, proveniente de la costa norte, planteó en su secuencia el Periodo
Fusional, y reconoció a Huari como un centro de influencia clave pocos años después. En su
nueva cronología para la costa norte peruana creó una fase denominada Huari Norteño, que
ponía fin a la cultura Mochica. Larco sostenía que tal cambio radical en el estilo de cerámica
sólo podía resultar de la conquista de los reinos mochica por gente serrana proveniente de
Huari.

En 1950, Wendell Bennett realizó excavaciones en Huari, y describió –además de sus


hallazgos- su gran tamaño y complejidad (1953). Las diferencias en arquitectura llevan a
Bennett a proponer dos fases constructivas: una de grandes lajas talladas de piedra y otro
de piedras no trabajadas 2 . La mampostería de grandes lajas talladas, por el tipo de acabado
y disposición, los montículos asociados y las esculturas líticas le sugieren influencia (u obra)
de Tiahuanaco.

En 1946 Bennett también había señalado en el Handbook of South American Indians que
debía existir un sitio en la sierra que habría sido el punto de origen de los estilos peruanos
costeños. En general, la publicación del Handbook marcó un hito bibliográfico y constituyó
una gran síntesis de la historia andina, aunque allí y algunos otros casos posteriores se
enfatiza la presencia del “Horizonte Tiahuanaco” y un fenómeno generalizado de conquista y
expansión.

En las publicaciones de la época hay una serie de características que luego se repetirán
frecuentemente y que constituyen los rasgos “típicos” del Horizonte Medio: edificación de
centros urbanos, expansión y conquista, continuas guerras internas y colapso de los
sistemas hidráulicos. Edward Lanning (1967) también reconoce este fenómeno; le llama
“Horizonte Medio”, época de la expansión wari y donde se da un proceso de urbanización.

En este sentido, una de las propuestas más importantes fue el esquema planteado por John
Rowe (1960, 1962), que aún se mantiene vigente, y que constituyó la reformulación del
sistema de referencia cronológico de toda el área andina. Como señala Gabriel Ramón
(2005), esta propuesta no se limitó al cambio en los métodos de clasificación, sino que en
general se trataba de una nueva manera de formalizar y concebir el pasado.

Rowe (1963) señala además que un rasgo admirable de la expansión wari fue la
construcción de complejos muy grandes consistentes en plazas, corredores y recintos
rectangulares distribuidos de acuerdo a un plan formal. La presencia de estos rasgos
arquitectónicos en conjunto proporciona evidencia de que la expansión wari no fue
simplemente un asunto de penetración o invasión pacífica. Representa la formación de un
estado imperial con una administración bien organizada.

Para el caso específico del denominado “Horizonte Medio”, Dorothy Menzel (1964, 1968)
refina la cronología estilística de Rowe y este modelo constituye también un paradigma

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hasta hoy, bajo el cual se interpreta toda nueva evidencia recuperada. Esta cronología
ordena temporalmente los eventos de la prehistoria andina, pero también establece una
relación específica entre las entidades culturales de Wari y Tiwanaku; en líneas generales,
sostiene la difusión de la iconografía y la ideología asociadas con Tiwanaku a Wari en una
fase temprana del Horizonte Medio. Además, presenta una visión particular del desarrollo
histórico y político de la entidad Wari, que incluye la expansión rápida de un estado o
imperio Wari durante la época 1B del Horizonte Medio.

Lo que se ha convenido llamar Horizonte Medio constituye un periodo de gran interacción


cultural entre los diferentes grupos que poblaron el territorio andino entre los siglos VI y IX
d.C. aproximadamente. Como producto de esta dinámica, encontramos artefactos con
rasgos iconográficos “similares” o con la representación de un conjunto específico de
motivos dispersos a lo largo del territorio andino, a menudo en un amplio conjunto de
soportes y diseños. El horizonte estilístico constituye así una herramienta que los
arqueólogos emplean para manejar la variabilidad con la que se enfrentan en las
investigaciones; buscar las causas que originaron este horizonte estilístico ha sido uno de
los temas fundamentales de la historia de la arqueología andina.

Se han propuesto diversas formas de organización social (aldeana, estatal, imperial, etc.)
para entender el desarrollo wari, y el material arqueológico ha servido para caracterizar los
diferentes elementos del sistema: una arquitectura ortogonal planificada (producto de una
organización estatal), cerámica característica con un gran área de distribución (a manera de
horizonte estilístico), asentamientos en diferentes valles en los que Wari ingresa
abruptamente (colonias dentro de un sistema imperial) y una estructura administrativa
similar a la Inca. En este contexto, el “modelo imperial” es el que ha tenido un mayor
impacto, y en algunos casos sus interpretaciones se mantienen vigentes hasta la actualidad.

Los modelos imperiales


Para explicar el fenómeno Wari se gestaron diferentes modelos que daban cuenta de las
características de un estado expansivo, con dominio sobre amplias extensiones de terreno,
movilización de ejércitos, reubicación de grupos que conformaban la mano de obra y en
particular la construcción de centros administrativos de acuerdo a ciertos estándares
arquitectónicos. En este sentido, una de las premisas arqueológicamente más importantes
fue la aparición de formas arquitectónicas distintivas a lo largo de los andes centrales
durante el Horizonte Medio. Recordemos que ya Rowe y Menzel habían considerado este
rasgo como evidencia de una expansión imperial.

En la década del ’70, surgieron dos grandes modelos con base en las evidencias
recuperadas hasta ese momento que dieron cuenta de estas características. Uno de ellos
estuvo representado por Luis G. Lumbreras (Fig. 1), mientras que el otro fue sustentado por
William Isbell, y posteriormente por una de sus estudiantes, Katharina Schreiber,

Durante esta etapa, se observa que la percepción de Wari como producto derivado fue
completamente dejada atrás y fue empleada entonces para ejemplificar el poderío andino,
en algunos casos con un evidente discurso nacionalista y reivindicatorio.

El modelo imperial de Luis G. Lumbreras


Ya en 1969 Lumbreras denominaba al Horizonte Medio como “etapa de expansión wari” y
este periodo representaba el inicio del “estadio de la civilización”. En su obra clásica de ese
año, “De los pueblos, las culturas y las artes del antiguo Perú”, denomina a este periodo
como de los “Industriales Urbanos: Viejo imperio”, y cubre el lapso entre 800 y 1200 d.C.

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Figura 1. Luis G. Lumbreras en Aya Orqo, Ayacucho – temporada 1957 (Lumbreras 2005)

Lumbreras (1974) continúa con la premisa de la aparición de rasgos arquitectónicos como


indicador de un profundo y abrupto cambio en el Horizonte Medio. Este conjunto de rasgos
incluye la introducción de asentamientos grandes planificados compuestos de casas, plazas
y calles rodeadas por muros muy altos con pocas entradas y sin ventanas. Junto a estos
cambios arquitectónicos se producen alteraciones sociales de gran intensidad, como el
urbanismo y la secularización de los centros religiosos. La presencia de estos sitios y este
estilo arquitectónico es representativo del impacto de la expansión wari y el dominio político
de su área de influencia.

Este modelo imperial ha sido presentado en innumerables publicaciones, conferencias, e


incluso exposiciones museográficas 3 . En líneas generales, Lumbreras plantea que debido a
una crisis del agro se produce una pugna a mediados del siglo VI d.C. En esta coyuntura, un
grupo de Ayacucho -los Huarpa- inician una conquista militar llegando a los territorios y
sometiendo a los grupos de Nasca, Cusco, Tiahuanaco, Junín, Ancash, Cajamarca y
Lambayeque; alcanzan también los territorios de Chachapoyas y Piura pero la influencia
ejercida allí es relativamente menor.

Al plantear que hacia el siglo VII d.C. Wari se convierte en el primer imperio andino,
equiparable al de los Incas, se contribuye a perpetuar la analogía “clásica” entre estas dos
sociedades. La capital de este imperio habría sido el conjunto de Huari, teniendo también
ciudades provinciales y centros administrativos como Pikillacta, Honcopampa y
Viracochapampa. Además, la comparación Wari-Inca que se hace evidente en gran parte de
su argumentación, también puede establecerse por la existencia en ambos casos de un
sistema de caminos y un centro urbano en cada región.

Cuando se hace mención de los antecedentes wari, la situación es similar: siempre se


remarca que el imperio Wari fue “como el de los Incas (...)”. Sin embargo, en la manera de
describir el proceso detrás de la formación del imperio son notorios algunos rasgos
peculiares: por ejemplo, se deja implícito que de un momento a otro, como inspirados por
alguna razón o movidos por el genio humano pero sin precisarse el por qué, los pobladores
de una región de Ayacucho que tenían una “dura existencia” “se unieron y salieron a
conquistar”. Si bien estas premisas pueden resultar en algún caso válidas (tomando en
cuenta el supuesto de una crisis en el agro por un sequía, etc.) el proceso no siempre
resulta lógicamente explicado; además, se percibe la sensación de que se quiere proyectar
una imagen específica acerca del grupo ayacuchano que supuestamente habría “iniciado
este movimiento”: resultarían los gestores del cambio social y por tanto líderes, aguerridos,
ingeniosos y de gran mérito.

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Es interesante el contexto en el que surge este modelo de interpretación. Hacia 1970,


mientras en el Perú se vivía bajo un gobierno militar, los modelos políticos de izquierda
cobraban pleno auge. Es el momento en el que se producen cambios como la conformación
del PCP-SL, derivado de la facción central del Partido Comunista, y en este panorama de
movimientos sociales Ayacucho ocupaba un rol central. En particular, la Universidad
Nacional San Cristóbal de Huamanga se constituyó como un bastión de debate ideológico y
político, y a través de los profesores y alumnos se establecía un vínculo con los dirigentes y
gremios campesinos que sería de vital importancia para el país en los años siguientes.

El marco ideológico de aquella década pugnaba por una reivindicación de la “lucha popular”,
en medio de un entorno agitado tanto en el Perú como en América Latina. Por ello, no es de
extrañar que en el modelo de interpretación de Lumbreras se combinen elementos que
remiten a los conceptos de identidad nacional, hegemonía provinciana y el rol primordial del
campesinado peruano en la conformación del orden social. La arqueología, el estudio de los
restos de la actividad humana, complementaba el sustento de estos conceptos, y la
perspectiva materialista dialéctica fue empleada para el análisis de los fenómenos sociales
(Lumbreras 2005). Los procesos históricos andinos, y Wari en particular, fueron
interpretados en términos de “clases antagónicas” y “fuerzas productivas”.

Según este modelo, la expansión wari, violenta y característica de una clase imperialista, se
produjo en dos fases; en este proceso de sometimiento, los wari conocieron técnicas que
“ampliaron las que ya dominaban”, asimilando “mitos y creencias benéficas para su
desarrollo”. Si a esto añadimos que los alcances del Imperio Wari conforman el “origen del
Perú actual” tenemos un panorama en que se aprecia la intención de señalar a Wari como el
máximo nivel logrado por el hombre en su desarrollo cultural en los andes centrales.

Al momento de referirse al tema de la expansión imperial se señala que, “a la par que el


estilo ‘imperial’ (oficial, dominante y distintivo) absorbía recursos de los estilos de los
pueblos, los estilos locales se alteraban o desaparecían imponiéndose el estilo estatal.” En
este sentido, se asume que la mixtura de rasgos es tan significativa que no se conservan las
características principales de los estilos locales originarios, lo cual no siempre ocurre; en la
mayoría de casos los estilos locales se mantienen aunque no aparecen significativamente
en el registro arqueológico, debido a que el material “imperial” se impone por ser fuente de
legitimación del poder. Además, se podría entender que un estilo imperial “absorba
recursos” de los estilos debido a que necesitaban de símbolos y elementos que justificaran
su intervención en los territorios sometidos y contribuyan a una aceptación menos
accidentada.

La caída del “imperio wari”, según este esquema, se habría producido por los movimientos
de liberación provocados por los antagonismos entre clases (Lumbreras 1974), y aquí
nuevamente se observan los rasgos característicos del pensamiento político predominante
en la época. Según Lumbreras (1974): “El desarrollo de las fuerzas productivas urbanas,
permitió la formación de una clase ‘urbana’ local, la que entró en contradicción con los
imperialistas. Con o sin apoyo de todo el pueblo, lucharon por la liberación y lo consiguieron.
La lucha de liberación de los pueblos pudo durar mucho tiempo; esto fue provocando el
deterioro de la metrópoli que, al verse negada de los recursos de las colonias ingresó en un
acelerado proceso de desintegración que condujo, finalmente, no sólo a la pauperización de
un área acostumbrada a alimentarse del tributo sino también a la desaparición de Wari”.

Este colapso además es perceptible a través de la declinación de los motivos característicos


(que conformaban el estilo imperial) y surgimiento de nuevos diseños. Aparece por ejemplo
una tela pintada con cabeza de perfil que en adelante será característica, de cuya boca
salen restos de una persona. Este material es típico de la costa norte, y marcaría el fin de la
influencia wari en esa región.

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En líneas generales, el denominado Imperio Wari aparece representado como el “primer


proyecto político expansivo en los andes, desarrollando elementos formales que luego
servirán para el Imperio Inca”. El énfasis en la comparación con lo Inca se basa en que
estas dos entidades políticas habrían sido ejemplos de la misma dinámica social, y en ellos
habrían funcionado los mismos mecanismos y procesos, en las diferentes etapas de
desarrollo desde el origen hasta el colapso.

Esta caracterización del modelo imperial fue la predominante durante mucho tiempo en la
interpretación de las evidencias wari, y aún actualmente forma parte importante en la
explicación arqueológica del Horizonte Medio. El éxito de este discurso radica en la
confluencia de varios factores, entre los que podemos mencionar su presencia en espacios
académicos y culturales estratégicos, el renombre alcanzado por sus principales
representantes y su difusión masiva, consecuencia de los dos factores anteriores. Las
instituciones culturales de primer orden en nuestro país, tales como el Instituto Nacional de
Cultura, diversos museos entre los que destaca el Museo Nacional de Arqueología,
Antropología e Historia del Perú (MNAAH), y las especialidades de arqueología en las
universidades, particularmente la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, han contado
en las últimas décadas con una fuerte presencia de representantes de este modelo,
principalmente Luis G. Lumbreras, hasta llegar a convertirse en una interpretación “oficial”,
lo cual ha permitido que estos planteamientos sean difundidos masivamente en
publicaciones y exposiciones.

El modelo imperial de William H. Isbell y Katharina J. Schreiber:


Otra gran corriente de interpretación para el Horizonte Medio es la que propone desde
finales de la década del 70 William H. Isbell. Sobre la base de sus investigaciones en
Ayacucho, desde el Proyecto de Prehistoria Urbana Huari hasta el Proyecto Arqueológico
Conchopata, concibe a Wari como una sociedad administrada por un gobierno de nivel
estatal durante el Horizonte Medio.

Este modelo aparece explicado con mayor detalle en el artículo Was Huari a State? (1978),
en co-autoría con Katharina J. Schreiber. En este texto se plantea que probar la hipótesis de
una organización estatal para el caso wari requiere dos condiciones: una jerarquía de sitios
con al menos tres niveles de sitios administrativos además de los asentamientos comunales,
y un sistema de caminos e instalaciones de viaje. Además, se debe demostrar que las
decisiones tomadas en los asentamientos de primer orden influyen en la conducta de los
asentamientos de orden menor.

A través de este análisis comparan en primer lugar estructuras definidas como wari con
estructuras de la ocupación anterior en la misma zona, para determinar si se trata de una
secuencia cultural continua o un cambio abrupto, y además se comparan estructuras wari
entre sí, para confirmar si pertenecen a una misma tradición. Al igual que Rowe y
Lumbreras, una de las premisas fundamentales es que durante el Horizonte Medio
aparecieron a lo largo de los andes centrales formas arquitectónicas distintivas. Estas
formas (“great rectangular enclosures” o “large planned compounds”) se correlacionan con el
crecimiento del imperio wari.

Su metodología para definir es explicada sistemáticamente; sobre la base de los resultados


de la prospección realizada, se elaboró una lista de sitios atribuibles al Horizonte Medio, la
cual demostró una jerarquía de sitios según tamaño. En cambio, la distribución de los sitios
pertenecientes al Intermedio temprano no revela la multimodalidad del Horizonte Medio. El
alto número de asentamientos grandes y la escasez de sitios pequeños implicaría una
competencia activa entre unidades relativamente iguales. Aunque los cambios en la
estructura administrativa probablemente empezaron antes de 650 d.C., el Intermedio

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Temprano no parece haber sido un momento de centralización política en el valle de


Ayacucho.

En particular es destacable que las herramientas metodológicas utilizadas para este análisis
corresponden a las que se usaron desde la década del ‘60 con la llamada “Nueva
Arqueología”: grandes estudios regionales, aplicación de comparaciones con base en
estándares estadísticos y un interés general por hacer más “científica” a la arqueología.

En segundo lugar, se observa la existencia de una red de comunicación; Pikillacta y


Viracochapampa tienen caminos que los cruzan. No obstante, se presenta un problema de
identificación: en muchos casos se mezclan con los caminos inca, quienes probablemente
reutilizaron las rutas. Finalmente, en los sitios analizados se observa un cambio en el
comportamiento de consumo y producción ligado a la ocupación wari. Cambia (en
Jargampata) de 0.5 a 6% la frecuencia de cerámica exótica y aparecen nuevos diseños en
la cerámica local. Las formas de las vasijas usadas durante la ocupación Huari son distintas
a las ocupaciones anterior y posterior (indistinguibles entre sí), lo cual evidencia un conjunto
de actividades diferente.

Sin embargo, los problemas con esta hipótesis también son notorios; en primer lugar, no se
ha demostrado adecuadamente la existencia de los tres niveles de arquitectura
administrativa en una sola región. Se necesita además mayor evidencia de otros artefactos
administrativos para sostener la función asignada a los conjuntos rectangulares. Según la
jerarquía de sitios, hay menos sitios de tercer orden que de segundo orden (y debería ir en
aumento). No hay mucha evidencia documentada de los caminos wari. Finalmente, no se
puede probar la relación entre tamaño del sitio y su posición en la red de comunicación. En
Ayacucho los de 1er y 2do orden se ajustan al modelo, pero es difícil saber cómo se
relacionan los de 3er y 4to a los centros mayores. En otras zonas, los sitios wari ocupan
posiciones estratégicas, pero no se conoce sus contextos regionales. En resumen, hay
evidencia (plan arquitectónico, bienes importados, diseños wari en productos locales y el
consiguiente cambio de actividades), que bastaría para probar la hipótesis, pero las
muestras son pequeñas. Paradójicamente, en el mismo sitio de Huari (Figs. 2 y 3), a pesar
de su extensión, no se ha podido aplicar el mismo análisis. En los sitios de la costa falta la
evidencia arquitectónica (que probablemente sea explicable a través de otra modalidad de
ocupación).

Todo este esquema puede entenderse desde la perspectiva del modelo de las redes
jerárquicas, tomado de la biología y que tuvo su auge durante la década del ’70. Según este
modelo, se establece una jerarquía de formación desde los organismos básicos hasta las
estructuras complejas. Su crecimiento tiene lugar por etapas, y pasan “de forma natural” de
una a otra etapa de desarrollo, en orden lógico y por niveles. Algunas implican formas de
control. Al aplicarse a las ciencias sociales en la escuela antropológica norteamericana, se
desarrolló un enfoque evolucionista, en particular con los trabajos de Henry Wright y Greg
Johnson. Las sociedades podían pasar de ser unidades básicas a estructuras
progresivamente más complejas hasta llegar a los sistemas estatales a través de los
cambios en el nivel de centralización de la toma de decisiones. Es decir, la complejidad de
una organización social estaba determinada por el grado de concentración de poder y los
niveles de jerarquía.

Ésta es la época en la que se desarrolla, en la antropología americana en general, el estudio


de los grandes “imperios”; en Medio Oriente, Europa, Mesoamérica y aquí en el Perú con el
caso Inca. Para el caso de Wari, sobre la base de los paralelos establecidos anteriormente
por Menzel y Lumbreras entre lo Wari y lo Inca, se busca confirmar esta relación. El
concepto de “imperialismo” aplicado a Wari es desarrollado exhaustivamente por una de las

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Figura 2. Plaza en forma de “D” en el sitio de Huari, Ayacucho. Figura 3. Estructuras funerarias megalíticas en Huari.

estudiantes de Isbell, Katherina Schreiber (1978, 1992), a partir de sus trabajos en


Jincamocco (valle de Sondondo, Ayacucho).

Este sitio, excavado durante los años 1976 y 1977 ha constituido el ejemplo típico de un
elemento provincial en el mosaico de control imperial utilizado por Wari durante el Horizonte
Medio. Además, la evidencia recuperada en el sitio ha permitido analizar cómo funciona el
imperio desde las provincias, y cuáles fueron los mecanismos utilizados por la sociedad wari
para la conquista y consolidación de nuevos territorios y/o grupos.

Para confirmar las interpretaciones como las de Rowe y Lumbreras, era necesario examinar,
describir e interpretar sistemáticamente estos complejos arquitectónicos. Por ello, en
Jincamocco se llevó a cabo un estudio detallado de la arquitectura para poder compararla
con otros sitios wari y poder describir los dogmas (parámetros) del estilo arquitectónico wari.
Isbell (2001b) plantea no sólo la existencia de un horizonte ortogonal celular sino la
reconstrucción de los pasos por los cuales se produce la construcción de las estructuras.

Schreiber (1992) encuentra en Jincamocco principalmente arquitectura “Wari”, y material


cerámico “local” y “Wari”, además de otras categorías de artefactos como instrumentos
líticos, óseos y metálicos. Sobre la base de una caracterización de los estilos cerámicos que
identifica en el material, de un estudio detallado de la arquitectura y de la ubicación de
Jincamocco en un contexto cultural durante el Horizonte Medio, Schreiber concluye que
Jincamocco habría sido un centro provincial Wari, construido con el objetivo de controlar los
recursos en el valle de Sondondo. La sociedad Wari se habría expandido a esta zona
buscando ampliar el rango de campos de cultivo y en particular tierras para la producción de
maíz, durante la fase 1B del Horizonte Medio y habría pertenecido a la estrategia de
“mosaico de control” establecida por la sociedad Wari para ejercer autoridad y consolidarla
progresivamente en los diferentes territorios.

No obstante, aún existen grandes ausencias a nivel de publicación de datos y modelos. En


el caso de Wari Imperialism in Middle Horizon Peru (1992), como en otras publicaciones
arqueológicas, el orden en el que los contenidos aparecen permite observar cuál es la lógica
empleada por el investigador. En primer lugar se exponen los fundamentos teóricos del
modelo a utilizar (los imperios prehistóricos); y luego, se delinean los fundamentos del caso
andino más conocido: el imperio Inca, enfatizando particularmente los mecanismos de
conquista, expansión y consolidación. Luego se fija el contexto espaciotemporal del caso en
estudio: la problemática del Horizonte Medio y las condiciones geográficas en el valle de
Sondondo. El estudio de los patrones de asentamiento en el valle le permite a la autora ir
fijando contextos particulares según los diferentes momentos de ocupación. Llega entonces
el análisis del sitio de Jincamocco, con una descripción de los trabajos realizados, la
arquitectura y los artefactos (sobre todo cerámica, pero también material lítico, óseo animal,
óseo humano y metal); con la ubicación temporal y la observación de la distribución de estos

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elementos, la autora propone cuál habría sido la función de Jincamocco (en el Horizonte
Medio, debido a que es la fase de ocupación que le interesa estudiar). Finalmente,
emprende “el camino de regreso”: sobre la base de la función de Jincamocco, Schreiber
expone cómo habría sido la ocupación wari en el valle, cuáles habrían sido las estrategias
de expansión y control y, en resumen, cómo este caso, confirma el modelo.

El prólogo de Jeffrey Parsons no hace sino confirmar la tendencia general: se trata de


entender un fenómeno –wari- a través de su relación con otro fenómeno para el que se tiene
más información –Inca- y que se adscribe según los investigadores a un modelo teórico –
imperialismo. Schreiber, según Parsons, se encarga de la periferia: cuáles fueron los
mecanismos bajo los que funcionaba el sistema del “Imperio Wari” fuera de su núcleo y
capital –Wari- y cuál era la relación entre estos centros. ¿Por qué estudiar un centro
«menor», en una zona periférica, donde la influencia wari debió necesariamente ser
indirecta? Para poder ubicar el 2do. o 3er. nivel en la jerarquía organizativa que toda
sociedad estatal “debe” tener, y, además, porque estos centros reciben generalmente poca
atención en la investigación. Parsons pregunta también hasta qué punto los Incas
reconocían tener influencia Wari y por ello su organización o la ubicación de sus centros
estuvieron basadas en la ocupación anterior. Es decir, ¿cuánto influyó wari en lo inca?,
¿cuánto se parecían?, ¿qué tanto eran diferentes? Y a nivel más específico, ¿qué tan típico
es Jincamocco en la organización provincial wari?, ¿cuáles eran las estrategias wari de
control en costa y sierra?, ¿existe variabilidad entre costa y sierra y al interior de cada una
de ellas?

La comparación con lo Inca, como se ha señalado, también está presente en muchos casos
en la interpretación de la sociedad wari. Sin embargo, surgen preguntas acerca de los
mecanismos por los cuales se ha forjado el conocimiento sobre lo inca. Por ejemplo, ¿qué
rasgos vieron los cronistas españoles y cuáles ajustaron a sus parámetros culturales? Es
importante porque es sobre la base de las crónicas y documentos coloniales que hemos
definido el funcionamiento del sistema incaico. Lo Inca representa la culminación de una
historia cultural de larga data, y quizás aspectos del Imperialismo inca tuvieron sus
antecedentes en épocas tempranas. Parsons duda también, sobre la base de su experiencia
en Teotihuacan, del marcado énfasis dado en las investigaciones al imperialismo wari,
tomando como base las afinidades en arquitectura y cerámica. Quizás –señala- sería
necesario pensar sistemática y creativamente cómo las élites locales se las ingeniaron para
apropiarse de símbolos exóticos (de centros distantes) para sustentar su propio poder local
y prestigio, particularmente después de uno o dos siglos de expansión wari. Schreiber
demuestra que existió un nivel bajo de complejidad en la organización social en el valle
previa al Horizonte Medio, pero no tiene porque haber sido igual en todas las zonas de los
andes.

Este modelo del imperialismo Wari ha tenido gran influencia y repercusiones en la manera
como se interpretan las nuevas evidencias. Aunque la relación temporal entre los estilos y
acontecimientos asociados a Wari, su expansión histórica y la duración absoluta del
Horizonte Medio hoy se encuentran en debate, cada hallazgo que presente similaridad con
el material ya conocido se trata de relacionar con el modelo de control Wari, y el sitio pasa a
explicarse como “punto de control”, “centro provincial”, “centro administrativo” o “punto de
intercambio”.

Caminos truncados
Durante la década del ’80, las investigaciones arqueológicas en general se vieron
suspendidas ante el panorama de conflicto armado interno que se desarrolló en el Perú.
Durante esta década, y con particular ensañamiento en el departamento de Ayacucho, el

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Revista Electrónica de Arqueología PUCP Vol. 1 - Nro. 3 – Julio 2006

conflicto armado interno trajo consecuencias tanto en la organización de la población como


en la ubicación de los proyectos de investigación.

Por una parte, a raíz de este conflicto, se produjo una gran migración del campo a la ciudad
en Ayacucho. Esto trajo como consecuencia un acelerado y –por ello- desordenado
crecimiento urbano. Las obras realizadas para la construcción de esta oleada de nuevas
viviendas permitieron el hallazgo de varios sitios arqueológicos, aunque en muchos casos
éstos fueron destruidos en el proceso (Ochatoma y Cabrera 2001).

Por otro lado, la situación de violencia de estos años imposibilitó la realización de proyectos
arqueológicos a gran escala en lugares periféricos y alejados de la ciudad (Ochatoma y
Cabrera 2001). Las investigaciones arqueológicas en esta época se limitan a
reconocimientos arqueológicos de corto alcance, se aprovechan los hallazgos en las obras
de construcción de viviendas y se desarrollan trabajos de análisis de materiales.

Ayacucho y sus zonas aledañas constituyeron puntos álgidos de la violencia, y por ello los
estudios en esta zona fueron trasladados a zonas “menos peligrosas”. Por ejemplo, la costa
sur atrajo la atención de destacados investigadores. Entre los sitios con información notable
para el entendimiento de este periodo se encontraba Maymi (Pisco); fue estudiado por la
Dra. Martha Anders, pero la trágica muerte de esta brillante antropóloga norteamericana en
1990 privó a la arqueología andina (y al Horizonte Medio en particular) de interpretaciones
notables como las de sus primeros trabajos.

La misma Dra. Katherina Schreiber (1998) señala que tuvo que abandonar Ayacucho y
centrarse en Nasca debido a las condiciones de violencia social imperantes en la sierra. A
raíz de este cambio, se ha concentrado en las últimas décadas en el estudio de patrones de
asentamiento y aprovechamiento de recursos a nivel regional, para poder comprender el
contexto en el que se desarrolló Wari durante el Horizonte Medio.

Además, se intensificaron los trabajos a gran escala que desde mediados de los ’70 venían
realizándose en la costa norte. Se empiezan a estudiar las manifestaciones del Horizonte
Medio en sitios del norte como Galindo y las huacas de Moche, e incluso en la costa central,
como en el caso de Supe y Ancón. En estos sitios la presencia wari no está definida por los
mismos patrones establecidos para la sierra sur, lo cual bajo un modelo imperial
correspondería a una estrategia distinta de control. La arquitectura del Horizonte Medio en la
costa norte rara vez es diagnóstica sólo por la forma, ya que la mayoría de las estructuras
allí tienen formas antecedentes en el área. En cambio, en la mayoría de los casos en la
sierra las construcciones wari no tienen antecedentes locales y representan un estilo
arquitectónico claramente intrusivo. En algunos casos este alcance se limita a influencia
indirecta en los estilos de cerámica, y es por ello cobra mayor auge la hipótesis de Wari
como un estado con área de influencia limitada y no la imagen del imperio panandino
antecedente al Inca que se había gestado hasta el momento.

Una de las principales exponentes de este modelo de interpretación fue Ruth Shady (1989),
quien plantea que el fenómeno wari fue producto de un fuerte proceso de interacción
multiregional entre las sociedades andinas. Shady toma en cuenta los resultados que se
fueron obteniendo progresivamente en las investigaciones y señala que “en el actual estado
del conocimiento ya no se puede aceptar el modelo imperial como la única explicación
posible al proceso ocurrido en el Horizonte Medio. (...) En lugar de un imperio que distribuye
bienes y controla los Andes a través de una serie de centros regionales, se tiene una serie
de estados Regionales enlazados entre sí por redes de intercambio y que ejercen control
sobre sus áreas propias” (1989: 1-2).

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Bajo este nuevo esquema, Shady señala que incluso “lo que entendemos bajo el término
wari” debe ser reformulado y mejor definido, y esto se aplicaría también a la subdivisión de
las épocas en que se ha subdividido el Horizonte Medio. La premisa de Menzel acerca de la
distribución de un conjunto de rasgos a través de los andes centrales que da sustento a la
división cronológica en cuatro épocas sólo se cumpliría en la época 2, con la extensión de
rasgos tiahuanacoides.

Esta propuesta se sustenta en la diversidad encontrada en los testimonios materiales


correspondientes al Horizonte Medio, que comprende la variabilidad en los centros urbanos
ubicados en las diferentes regiones, cada uno con su peculiar concepción acerca de la
distribución y relación espacial entre sus edificaciones, concepción derivada de la
cosmografía tradicional de cada sociedad (Shady 1989: 4). Es decir, la premisa básica de
Rowe, Menzel, Lumbreras e Isbell correspondería a la materialización de diferentes
desarrollos culturales contemporáneos y no a la expansión de un único grupo social.

Además, esta variabilidad en la evidencia se refleja en ”el prestigio simultáneo de estilos


alfareros que identifican a culturas regionales; la distribución continua que en el área
espacial regional muestran cada uno de estos estilos (y que podría reflejar el ámbito de
prestigio o de influencia cultural de un estado); y, al lado de ellos, la presencia de objetos
foráneos, provenientes de áreas vecina o distantes, o la combinación de rasgos estilísticos
alfareros de diversas procedencias en ciertos estilos locales” (Shady 1989).

Las investigaciones recientes


La década de los 90 trajo consigo -junto con la finalización del conflicto armado interno- un
"boom" de investigaciones relacionadas con el Horizonte Medio en la sierra central y sur
(aunque no comparable con el boom de investigaciones arqueológicas en la costa norte
desde el hallazgo del Señor de Sipán en 1987). Se retomaron los estudios a gran escala
tanto en el valle de Ayacucho (Huari, Conchopata) como en el Cusco (Pikillacta, Huaro), y se
abordó la problemática de este periodo desde otras zonas como Moquegua (Cerro Baúl) y
Arequipa (Sonay, Collota), entre otras.

En el ámbito de las publicaciones, la aparición de las actas de dos eventos realizados a


finales de los ’80 marcó un hito bibliográfico y representó en su momento la diferencia de
interpretaciones a las que se puede llegar sobre la base de un mismo conjunto de evidencia.
Por una parte, en 1989 se publicó The Nature of Wari: A Reappraisal of the Middle Horizon
Period in Peru, editado por Robert Czwarno, Frank Meddens y Alexandra Morgan, y que
recogía las ponencias presentadas al simposio sobre el Horizonte Medio que formó parte del
46to. Congreso Internacional de Americanistas realizado en Ámsterdam en 1988. Por su
parte, en 1991 se publicó Huari Administrative Structure: Prehistoric Monumental
Architecture and State Government, editado por William Isbell y Gordon McEwan, y que
presenta los trabajos presentados a la Mesa Redonda organizada por Dumbarton Oaks en
1985.

Sin embargo, al reparar en las ponencias presentadas en estos compendios, nos damos
cuenta de que en los últimos años ha ocurrido un fenómeno interesante: investigadores que
propugnaban la hipótesis del Horizonte Medio como época de gran interacción regional y no
como momento de expansión de un estado desde Ayacucho cambiaron de ejes temáticos o
cronológicos en sus investigaciones. La publicación de The Nature of Wari es ahora un claro
ejemplo de esto: Ruth Shady, Frank Meddens, Robert M. Czwarno y otros investigadores
que presentaron sus trabajos en esta recopilación, ya no realizan estudios sobre este
periodo. Por el contrario, William Isbell y Ryan Williams, entre otros, que apoyan la idea de
Wari como estado expansivo y postulan incluso la organización imperial, siguen realizando

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investigaciones sobre el Horizonte Medio, y han contribuido a que esta hipótesis siga
teniendo una amplia influencia.

Un evento que también constituyó un hito por la calidad de las ponencias presentadas y por
la importante recopilación de estudios que representaron sus publicaciones fue el III
Simposio Internacional de Arqueología PUCP. Este simposio, titulado “Huari y Tiwanaku:
Modelos vs. Evidencias”, se realizó en Lima en agosto del año 2000, contó con la
participación de más de 40 especialistas y constituye la última gran síntesis de las
investigaciones realizadas acerca del Horizonte Medio en el Perú.

En este evento, y en la publicación (dos voluminosos tomos de gran calidad editorial), se


hizo evidente la tendencia actual –con notables excepciones- de tratar de buscar la
similaridad y el "apego" a los modelos imperiales sobre Wari, los cuales siguen teniendo
plena vigencia. Las nuevas evidencias encontradas en los diferentes sitios del Perú a
menudo son interpretados bajo este paradigma.

Las ponencias presentadas nos permitieron conocer nuevas evidencias wari y desarrollos
del Horizonte Medio en general, o ahondar el conocimiento ya disponible, en sitios como
San José de Moro, Huaca Cao, Chimu Capac, El Castillo, Marcahuamachuco, el Callejón de
Huaylas, Pachacamac, Cerro del Oro, Huaca Malena, Huari, Conchopata, los valles de
Sondondo, Palpa y Nazca, Huaro, Pikillacta, Collota, Sonay y Cerro Baúl, entre otros. En
general, se observa en estos trabajos que los estilos “wari”, lo foráneo en la secuencia de
los sitios investigados, se interpretan como evidencia de la llegada a la zona de un estado
imperialista en un proceso de imposición política (Kaulicke 2001).

Sin embargo, una de las principales conclusiones que se extraen de la lectura de estas
investigaciones es que se hace urgente y necesaria una reevaluación de estos modelos y
que el contraste con las evidencias es impostergable. En este sentido, es muy poco
probable que Wari haya establecido un control directo y prolongado en todas estas zonas,
debido a que no contaba con el aparato estatal-imperial necesario para hacerlo. Los estilos
“locales” del Horizonte Medio, cuya importancia no ha sido hasta ahora reconocida
debidamente en las propuestas interpretativas, constituyen prueba de que la dinámica que
se desarrolló entre estos grupos fue mucho más compleja.

Tal y como señala Kaulicke (2001), la presencia wari en la costa norte, central y sur del Perú
no corresponde a una patrón de expansión territorial. Lo que ha sido denominado “mosaico
de control” parece ser traducible en una geografía política compleja que no corresponde a
una especie de megaestado integrador que cubre territorios inmensos y los uniforma cultural
y políticamente. Muchas zonas carecen por completo de evidencias wari mientras que otras
sólo cuentan con elementos efímeros pertinentes, por lo que se hace necesaria una
reevaluación.

Conclusiones: La agenda pendiente


Como se ha tratado de mostrar, tanto los modelos académicos como las características
peculiares de la historia de la arqueología en el Perú han influido en los conceptos que
manejamos (arqueólogos y no-arqueólogos) de lo que fue Wari y el rol de esta entidad
política durante el Horizonte Medio.

Ahora bien, la arqueología y sus interpretaciones constituyen un proceso dinámico, en


permanente cambio, y es por ello absolutamente lógico que los modelos sigan
transformándose progresivamente, de acuerdo a las nuevas evidencias, investigaciones y
propuestas.

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En este contexto, ¿qué temas ofrecen perspectivas interesantes y deberían ser


desarrollados? En el ámbito arqueológico, la variabilidad de las experiencias culturales es un
tema que no puede ser dejado de lado. Cada pieza o conjunto de fragmentos que han
utilizado los arqueólogos para elaborar complicadas secuencias cronológicas corresponde a
un objeto utilizado en el pasado, producto de una serie de decisiones del artesano y que
obedece a las normas sociales del grupo para el que fue elaborado. Como tal, es natural
encontrar una amplia variabilidad, la cual debe ser apropiadamente manejada. Esto es
particularmente cierto con lo que se ha denominado “cerámica local” y cuyo rastro debe ser
seguido hacia la identificación de grupos y tradiciones cerámicas similares.

De igual manera, es importante establecer una terminología que facilite la comparación y la


investigación de estos materiales. A lo largo de la historia de las investigaciones sobre wari
se percibe que cada especialista ha utilizado diferentes criterios y nomenclatura para
designar sus hallazgos, aun cuando reconoce que estos son muy similares a los ya
establecidos en otras secuencias. En algunos casos, un mismo investigador ha utilizado
nombres diferentes para un mismo fenómeno o conjunto de materiales en diferentes
momentos de su carrera académica. Evidentemente, el reconocimiento de la variabilidad
que mencionábamos anteriormente se expresa en el establecimiento de secuencias locales
que puedan ser susceptibles de comparación con las secuencias de otros valles o regiones,
pero debe existir al menos un grado mínimo de consenso que haga menos trabado el
diálogo entre especialistas.

Por otra parte, como se mencionó anteriormente, el Horizonte Medio resulta ser un periodo
de intensa actividad y dinámica cultural, y parte de este proceso surge en base a la iniciativa
y el proceder de grupos de individuos. Llegar a la identificación de estos individuos –quizás
no de manera específica, sino mediante la determinación de su rol social- podría ser una
buena alternativa para la adecuada “humanización” de una época siempre concebida como
uniforme y absolutista. ¿Cómo identificar eso en el caso andino y en particular en el caso
wari? Una muy buena aproximación a este tema la brinda Patricia Knobloch en su sitio de
Internet dedicado a este tema 4 , y llamado “Who was Who in the Middle Horizon Andean
Prehistory”, quien trata de identificar a los diferentes agentes representados en los
diferentes soportes y artefactos. También Anita Cook (1992, 2001) ha analizado los
conjuntos de efigies en miniatura hechos de turquesa provenientes de Pikillacta en el afán
de definir diferencias de rango a través de un estudio de la indumentaria. Con ello, parece
posible poder definir mejor conceptos de elite, sus funciones y sus definiciones sociales,
como persona y como grupo frente a otros, aunque trascienden conceptos compartidos lo
cual, en su conjunto, abre perspectivas fascinantes para estudios futuros.

Por otra parte, como se ha mencionado anteriormente, las publicaciones juegan un rol
crucial en todo este proceso. Toda la información que cada proyecto genera a menudo sólo
circula en pequeños ámbitos y de manera incompleta, de modo que no se puede establecer
un análisis integral de las nuevas evidencias y sobre esta base una discusión
fundamentada. Esto también ha ocurrido durante mucho tiempo en el Perú, y aunque el
factor de costos de publicación ha sido muy importante en este problema, no explica todos
los casos.

En este contexto, una de las soluciones radica en el aprovechamiento de la tecnología para


la difusión de la información. Cada vez se hace más evidente la necesidad de aprovechar
medios como Internet, que en nuestro país desarrolla progresivamente un alcance cada vez
mayor e integra a cada vez más personas, para hacer llegar a la gente los datos y las
interpretaciones que los arqueólogos van generando y sobre todo para interactuar con el
público sobre estos temas, propiciando el debate y el intercambio de opiniones.

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Esto no implica, evidentemente, que los contenidos deben circular de forma irresponsable y
por el único afán de atraer la atención del público lector. No debemos olvidar que toda la
información producida por los arqueólogos y presentada en los medios genera un impacto
en la gente, y es esta relación la que obliga a los investigadores a asumir su compromiso
social.

Además, en un país en el que los monumentos y materiales arqueológicos forman una parte
primordial del entorno en todas las regiones, la gente establece una relación con estos
restos y con el pasado –su pasado- que de ninguna manera debe ser descuidada. Es
evidente que esta relación en el Perú constituye un problema complejo, cuyo análisis excede
los objetivos del presente trabajo; sin embargo, una de las cosas que se debe resaltar es
que en nuestro país existe un vínculo muy fuerte entre la gente y los sitios que por siglos
han sido considerados sagrados, y que poseen esa carga simbólica. No es gratuita la
ubicación de lugares de culto, incluso cementerios, en estos sitios, y la expansión urbana no
explica todos los casos en que esto ocurre. La persistencia de lo sagrado es un componente
de la identidad nacional que no puede ser descuidado.

Una de las maneras que tenemos de acercar toda esta información a la gente son las
exposiciones museográficas. Un museo reflejará una posición definida de acuerdo a la voz
dominante y el discurso que se quiere hacer llegar a la gente; sin embargo, precisamente
porque se trata de instituciones con gran capacidad de convocatoria, la información allí
contenida debe ajustarse a los criterios correspondientes a los avances de las
investigaciones y a las posiciones y críticas que los investigadores van estableciendo.

Una exhibición acerca de una manifestación cultural a la que sólo podemos aproximarnos
arqueológicamente debe propiciar justamente la base de la disciplina arqueológica: el
debate. El público que visita la muestra en teoría debe poder ser capaz, con la información
que recibe, de confrontar juicios y establecer su propia posición al respecto; sin embargo,
esto no se puede cumplir si sólo se presenta una visión de los hechos, una perspectiva del
tema. En países como el Perú, donde la educación alcanza niveles de calidad bastante
bajos y todo medio disponible puede ser aprovechado para acercar la información a la
gente, muestras como ésta y en general la estructura institucional que representa el museo
deben erigirse como herramientas que complementen el sistema educativo y colaboren en
subsanar las fallas que éste presenta. Obviamente no podemos evitar que como
herramienta para este objetivo se elabore un discurso “oficial” basado en la posición
dominante y se masifique, pero incluso este discurso debe tomar en cuenta los criterios y
objetivos básicos de la investigación.

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Notas
1
En este artículo utilizaremos la nomenclatura planteada por Isbell (2001): “Huari” y “Tiahuanaco”
para las ciudades capitales y sitios tipo, así como sus restos materiales, y “Wari” y “Tiwanaku” para
las culturas y estilos artísticos ampliamente distribuidos.
2
Incluso en esta última fase constructiva de piedras no trabajadas se podrían hacer divisiones debido
a que la mampostería que caracteriza a Capilla Pata es diferente a las demás.
3
La denominada “Sala Wari” del Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia fue
implementada el 19 de julio del 2001, con guión elaborado por el Dr. Lumbreras. Consideramos que
esa sala presenta y representa los enunciados básicos de su esquema interpretativo, y por ello en
algunos casos los ejemplos mencionados se refieren a elementos específicos de esta exposición.
4
http://www-rohan.sdsu.edu/~bharley/WWWHome.html

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