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7 ídolos que la pandemia expone en nuestras vidas

Hace días escribí sobre có mo la pandemia de coronavirus es un megá fono de Dios para llamarnos al
arrepentimiento y acercarnos a É l. Nos recuerda cuá n pequeñ os y pecadores somos; cuá nto
necesitamos que Dios tenga misericordia de nosotros. Ahora quiero ir má s allá en esta línea de
pensamiento: una de las formas en que la pandemia actú a como este megá fono es exponiendo ídolos
en nuestras vidas que tal vez no reconocíamos como tales.
Es posible no tener imá genes o figuras de vírgenes y santos en nuestras casas y aun así tener ídolos en
nuestros corazones (Ez. 14:3). Segú n la Biblia, la idolatría es tratar algo bueno en sí mismo como si
fuese lo má s valioso y necesario para vivir. Es despreciar a Dios buscando saciar la sed de nuestro
corazó n aparte de É l (Jer. 2:11-13). Y nada aparte de É l puede redimirnos, dar propó sito a nuestras
vidas, y satisfacer nuestros corazones.
Estos son algunos ídolos que la pandemia puede estar exponiendo en nuestras vidas:

El ídolo del control y poder


Nos gusta sentir que somos soberanos. Nos gusta hacer planes como si todo estuviera en nuestras
manos. “Las cosas que debo hacer dependen de mí para que salgan bien”, susurran a veces nuestros
pensamientos. Solemos creernos autosuficientes y esta es una de las razones por la que oramos tan
poco.
A veces queremos justificar esto creyendo que para muchas cosas no necesitamos “molestar” a nadie,
ni siquiera a Dios en oració n (en especial luego de que “ya oramos” por algo durante algunos minutos,
para luego vivir como si todo dependiese de nosotros).
La tecnología refuerza esa idea en nuestras mentes. Con un “tap” en la pantalla de nuestros teléfonos
podemos hacer que ocurran cosas que deseamos (como recibir comida en casa, ver una película, o
enviar un documento a cientos de kiló metros), o agendar todo el día de mañ ana.
Pero ahora tenemos un virus microscó pico que nos muestra que no tenemos el control de todo como
creíamos. Hay cosas que sencillamente no podemos gobernar. Esto debe hacernos má s humildes y
reconocer que solo Dios es soberano.

El ídolo de la productividad
Muchas personas aman terminar de cumplir con una lista de tareas o una agenda, esto las hace sentir
completas y ú tiles. Las distintas apps que existen para asistirnos en la buena meta de ser productivos
usan disparos de dopamina para recompensarnos cuando completamos tareas y eso nos gusta. Google
Calendar nos ayuda a llevar rutinas y ser organizados.
Y sin notarlo, a menudo permitimos que nuestra identidad y alegría dependa de las cosas que logramos
durante el día y no de lo que Jesú s logró con su muerte y resurrecció n. Nuestra esperanza está en
nuestras obras, así pretendemos justificar nuestras vidas ante Dios y sentirnos mejor con nosotros
mismos. Entonces llega una pandemia para cambiar nuestros planes y nos enseñ a que no solo de
productividad vivirá el hombre.

El ídolo de la salud
Muchos de nosotros invertimos dinero en las mejores dietas a nuestro alcance y buscamos ser las
personas má s higiénicas que podamos. Hacemos ejercicios para sentirnos fuertes y con una mejor
calidad de vida.
Al igual que la productividad, esto no es malo en sí mismo. Pero no importa cuá nto procuremos el
bienestar de nuestros cuerpos, algunas cosas como la muerte y enfermedad son inevitables para
nosotros.
Personas que por añ os vivieron cuidando su salud ahora está n muertas o enfermas por un virus contra
el que no existe vacuna. Esto nos recuerda que, sin importar cuá nto cuidemos nuestros cuerpos en este
mundo, solo somos polvo y como la hierba pasajera (Sal. 10314-16). Somos má s frá giles de lo que
creemos y esto debe movernos a buscar al Señ or (Sal. 90).

El ídolo de nuestra familia


Nuestra felicidad a menudo depende má s de nuestras relaciones familiares y circunstancias en el hogar
que de nuestra relació n con el Señ or. Fundamentamos nuestra identidad en el buen comportamiento
de nuestros hijos; que sean los má s amables y obedientes, y en que nuestro có nyuge sea la persona
má s amorosa, comprensiva y perfecta sobre la faz de la tierra.
Pero tan solo pasar unos días encerrados en casa junto a otros pecadores como nosotros, sin la vá lvula
de escape del trabajo fuera del hogar o la escuela, es má s que suficiente para que nuestra casa se llene
má s aú n del gas del pecado que brota del motor de nuestros corazones.
Ahora se hace má s evidente que nuestra familia no es perfecta como las fotos que publicamos en redes
sociales. Nuestros hogares necesitan al Señ or má s de lo que pensá bamos, y nuestra familia no puede
darnos la seguridad que má s necesitamos.
Lee también: Los cristianos y la tecnología en tiempos de pandemia.

El ídolo del dinero


Los precios del petró leo caen como cayó la lluvia del diluvio en los días de Noé en juicio sobre el
mundo. Los mercados de acciones está n en caos. Nuestros ahorros e inversiones está n en peligro, si es
que aú n no se han perdido por completo. Y no sabemos a ciencia cierta có mo será n nuestras finanzas el
pró ximo mes, o incluso la pró xima semana. Para muchos de nosotros, la alegría dependía de los
nú meros en nuestras cuentas bancarias. Hemos acumulado tesoros en la tierra, donde la polilla y la
herrumbre destruyen, donde ladrones penetran y roban, y donde pandemias sacuden y matan (Mt.
6:19).
Esta crisis evidencia la necedad de poner nuestro corazó n en el dinero y no en el Dios que cuida de las
aves del cielo y prometió cuidar de nosotros. El Dios que nos llama a buscar primero su reino y justicia,
y entonces comprobar có mo nada nos falta, ni nos faltará , para vivir la vida a la que É l nos llama en las
circunstancias en donde É l nos coloca para mostrar Su gloria (Mt. 6:24-34).

El ídolo del ministerio


Nuestros lugares de reunió n vacíos, ver có mo la iglesia sigue existiendo a pesar de que muchos de
nosotros no podemos servir en ella de manera presencial como antes, y no estar parados en un pú lpito
o una plataforma, tiene poder para recordarnos que nuestra identidad no debe estar en las cosas que
hacemos para Dios. Nuestra identidad real está en Él. El ídolo del ministerio te hace sentir inú til y
miserable cuando otros no te ven servir.
Muchos hombres y mujeres de Dios suelen sentirse má s justos, importantes, y dotados que los demá s
solo por la forma en que sienten que Dios los usa en sus iglesias locales y los oficios que desempeñ an.
Esto genera un orgullo tó xico que debe ser identificado y aplastado. Conozco a pastores que pueden
testificar que la pandemia es un martillo quebrantador de idolatría ministerial.

El ídolo de una vida atractiva


Estar todo el tiempo en casa hace que las vidas de muchos de nosotros sean má s aburridas. Esto
significa que tenemos menos cosas para presumir o por las cuales “agradecer” en redes sociales o
cuando hablamos con los demá s. A veces nos apasiona má s publicar nuestras vidas que vivirlas, pero la
pandemia hace que muchas personas tengan menos cosas para publicar… y que entonces la vida pierda
algo de sentido para millones de personas.

Las redes sociales quieren nuestros corazones, que publiquemos nuestras vidas en ellas y nos
comparemos constantemente con los demá s, pero la crisis actual nos recuerda que hay cosas má s
importantes que tener una selfie en un lugar asombroso, compartir los lugares que visitamos, o
tener miles de  likes. Y justo ahora podemos sentir mucha insatisfacció n y frustració n por estar en
cuarentena, ¿no es cierto?
Una vida atractiva no es una vacuna contra ninguna enfermedad o crisis, ni la clave para vivir con un
verdadero gozo y significado. La ironía del evangelio, en cambio, revela que la clave para
tenerlo todo es tener a Aquel que tomó el camino menos atractivo de la historia y nos llama a vivir para
É l (Mr. 8:31-37).

Reflexión final
Algunas de estas cosas pueden ser difíciles de leer. También fue difícil escribirlas. La exposició n de
nuestros ídolos no nos brinda una satisfacció n, ni alivio. Revela nuestra estupidez al confiar en cosas
que en realidad no pueden salvarnos de una vida miserable. Pero si Dios está sacando a la luz ídolos
que no queríamos admitir en nuestras vidas, no es para que nos quedemos abatidos o para que seamos
avergonzados. Es para que escuchemos mejor su llamado: “El que beba del agua que yo le daré, no
tendrá sed jamá s, sino que el agua que yo le daré se convertirá en él en una fuente de agua que brota
para vida eterna” (Jn. 4:13).

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