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FUISTE CREADO PARA SER COMO CRISTO

“Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos
conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos
hermanos.” Ro. 8:29

Introducción: Una vez que estamos en la familia de Dios y experimentamos el


compañerismo, Dios quiere que pasemos el resto de nuestra vida desarrollando los valores,
las actitudes y el carácter propio de Su Hijo, pero con nuestra personalidad, ya que cada
uno de nosotros somos únicos.

Objetivo: Comprender que la voluntad de Dios para cada uno de sus hijos es la
santificación o crecimiento en santidad, y que todo lo demás es secundario para él. La
relación personal íntima con Dios es la esencia de la vida del cristiano.

Desarrollo: Estamos en el proceso de ser hechos conforme a la imagen de nuestro Señor, el


cual es un caminar con Dios “en Cristo”. Hay una distinción real entre lo que Dios ha hecho
y hará y lo que es nuestra responsabilidad. En este proceso practicamos la presencia de
Dios y vivimos por fe, lo cual no es renunciar a nuestra responsabilidad ni cesar de trabajar.

Dios quiere que crezcamos hasta ser en todo como Cristo:


Esta verdad se enseña, entre otros, en Fil 2:12-13 “ocupaos en vuestra salvación con temor
y temblor, porque Dios es el que produce así el querer como el hacer por su buena
voluntad.” Pablo no dice “trabajen por” su salvación, sino “ocúpense”, es decir,
manifiéstenla, vívanla con vidas de santidad práctica. La Biblia dice “que la salvación no se
consigue por obras, para que nadie se jacte”. Por ejemplo, ¿qué hacemos cuando realizamos
ejercicio físico? Nosotros no trabajamos para conseguir un cuerpo, sino para desarrollar el
que ya tenemos. Del mismo modo, nosotros no trabajamos por nuestra salvación, pero sí
llevamos a cabo lo que implica tenerla. En la frase “vuestra salvación”, Pablo está hablando
de una asignación individual. Debemos aceptar nuestra parte de responsabilidad en lo que
concierne a nuestro crecimiento espiritual. Nadie más puede crecer por nosotros o hacer
que crezcamos. Es nuestra vida, no la de nadie más y Dios quiere que nosotros trabajemos
en todo lo que esto implica.

Cómo crecemos: Para cambiar nuestra vida debemos cambiar nuestra manera de pensar. El
cambio siempre comienza en la mente. Ro. 12:2b dice: “…transformaos por medio de la
renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de
Dios, agradable y perfecta”, lo que significa que deberíamos pensar como Dios piensa, tal
como está revelado en la Biblia, así podremos experimentar la conducción directa de Dios
en nuestras vidas. Sólo el Espíritu Santo tiene poder para hacer estos cambios, siempre y
cuando obedezcamos en amor a leer, estudiar, meditar, y aplicar la Palabra de Dios en
nuestras vidas en fe.

Somos transformados por la verdad: Jesús oró: “Santifícalos en la verdad, tu palabra es


la verdad.” El Espíritu de Dios utiliza la Palabra para hacernos como al Señor. La Palabra
de Dios es viva y eficaz, genera vida, nos purifica, renueva la mente, nos da sabiduría e
inteligencia, libera poder dándonos fortaleza, gozo, paz, sanando nuestros corazones,
edificando el carácter, transformando las circunstancias, infundiendo esperanza, derrotando
la tentación, etc. Hay que permanecer en la verdad (Jn. 8:31-32), lo que implica leerla
diariamente, estudiarla, memorizarla, reflexionar en ella y aplicar sus principios, es decir,
debemos ser hacedores de la Palabra. La bendición de Dios viene por obedecer la verdad,
no sólo conocerla. (Jn. 13:17)

Transformados por los problemas: (2Co. 4:17) Dios tiene un propósito detrás de cada
problema. Él se vale de todas las circunstancias para desarrollar nuestro carácter. Las
aflicciones pueden llegar a ser muy intensas pero al compararlas con el eterno peso de
gloria que tenemos por delante son ligeras. Asimismo, la leve tribulación es momentánea
mientras que la gloria es eterna. Las lecciones que aprendemos a través de las aflicciones en
este mundo resultarán en un rico fruto para nosotros en el mundo venidero, así que no hay
que perder la esperanza ni renunciar a la fe en medio de los problemas. (Ro. 8:28)
Cada vez que evitamos o eludimos las dificultades retardamos nuestro crecimiento.

Crecimiento a través de la tentación: (Sgo. 1:12) Aunque la tentación es el arma


principal del diablo para destruirnos Dios quiere usarla para nuestro desarrollo. Cada vez
que escogemos hacer lo bueno en lugar de pecar estamos madurando en el carácter de
Cristo. Jesús es perfecto amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre,
templanza. (Gá. 5:22-23) Tener el fruto del Espíritu es ser como Cristo. Dios lo desarrolla
en nuestra vida permitiéndonos experimentar circunstancias en las que seamos tentados
para producir exactamente la cualidad contraria. El desarrollo del carácter siempre
involucra una elección y la tentación proporciona esa oportunidad.

Cómo opera la tentación: Sabemos que Satanás es predecible. Todas las tentaciones
siguen un mismo modelo. Por eso Pablo dijo: “No ignoramos sus artimañas” (2 C0. 2:11).
La tentación sigue un proceso de cuatro pasos: 1) Satanás identifica un deseo dentro de
nosotros que puede ser uno legítimo y normal, o un deseo pecaminoso. La tentación
siempre empieza en la mente, ver Mr. 7:21-23, no en las circunstancias. 2) La duda (He.
3:12), va a querer que dudes de lo que Dios ha dicho sobre el pecado. 3) El engaño (Jn.
8:44), cualquier cosa que nos diga será falsa o una verdad a medias. 4) La desobediencia
(Sgo. 1:14-16)

Cómo vencer la tentación: (1 Co. 10:13) Hay cuatro claves bíblicas para derrotar la
tentación: 1) Concentremos la atención en algo diferente a la tentación, la Biblia no dice
que debemos “resistir la tentación” sino que “resistamos al diablo”. La tentación empieza
por captar nuestra atención, lo que estimula nuestro deseo. Luego nuestros deseos activan
nuestra mente, y actuamos en base a lo que centimitos. Cuando más nos concentramos en
“no quiero hacer esto”, tanto más fuerte es la tentación. Hacer caso omiso de una tentación
es más eficaz que luchar contra ella, la tentación pierde su poder. Los pensamientos malos
se derrotan pensando en algo bueno. Vence el mal con el bien. (Ro. 12:21; Fil. 4:8) 2)
Revela tu lucha a un hermano consagrado (Sgo. 5:16), el plan de Dios para nuestro
crecimiento y libertad implica a otros cristianos. La revelación de tu sentimiento es el
principio de la sanidad o liberación. 3) Resiste al diablo (Sgo. 4:17) Humillémonos ante
Dios y usemos la espada del Espíritu que es la Palabra de Dios. 4) Percatémonos de
nuestra vulnerabilidad, nunca bajemos la guardia ni pensemos que la tentación no nos
puede alcanzar, huyamos de situaciones tentadoras (1 Co. 10:12)
Requiere tiempo: (Fil. 1:6; Ecl. 3:1) No hay atajos en el camino hacia la madurez. El
desarrollo de un carácter semejante al de Cristo no se puede apresurar. Dios ve nuestras
vidas desde y para la eternidad, por eso nunca tiene prisa. Algunas razones del porqué toma
tanto tiempo cambiar y crecer son: 1) Somos de lento aprendizaje. Los problemas siguen
repitiéndose y pensamos: ¡Otra vez no! ¡Eso ya lo aprendí!, pero Dios sabe más que
nosotros. La historia de Israel ilustra cuán rápido olvidamos las lecciones que Dios nos
enseña y cuán pronto regresamos a nuestros viejos modelos de conducta. 2) Tenemos
mucho que desaprender. La mayoría de nuestros problemas y de todas nuestras malas
costumbres no se desarrollaron de la noche a la mañana, así que no esperemos que se
marchen de inmediato, requiere arduo trabajo de eliminación y sustitución (Ro. 13:12, Ef.
4:22-25) Cuando nos convertimos se nos dio una naturaleza nueva, pero todavía tenemos
viejos hábitos, modelos y prácticas que necesitan ser eliminados y reemplazados. 3)
Tememos enfrentar con humildad la verdad acerca de nosotros mismos. La verdad nos hace
libres, pero primero nos confronta con nuestros pecados y nos hace sentir infelices. 4) A
menudo el crecimiento es doloroso y nos asusta. No hay crecimiento sin cambio, no hay
cambio sin temor o pérdida, y no hay pérdida sin dolor. 5) Desarrollar hábitos lleva tiempo.
Nuestro carácter es la suma de nuestros hábitos. Hay una sola manera de practicar los
hábitos de un carácter semejante al de Cristo: practicarlos, y eso lleva tiempo. Si
practicamos algo durante un tiempo, nos perfeccionamos en ello (1 Ti. 4:15). La repetición
es la madre del carácter y la habilidad. A menudo a estas prácticas se las llama “disciplina
espiritual”

Para considerar: ¿En qué área de mi vida necesito pedir el poder del Espíritu para ser
como Cristo hoy? ¿Cuál es una de las áreas donde necesito dejar de pensar a mi manera y
comenzar a pensar a la manera de Dios? ¿Qué es lo que Dios ya me ha dicho en su Palabra,
que todavía no he dejado de hacer? ¿Qué problema en mi vida me ha permitido crecer más?
¿Qué cualidad del carácter de Cristo puedo desarrollar si derroto la tentación más común
que enfrento? ¿A quién le puedo pedir que sea mi compañero espiritual, para que orando
por mí me ayude a derrotar una tentación persistente? ¿En qué aspecto de mi crecimiento
espiritual necesito ser más paciente y perseverante?

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