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HABÍA UNA VEZ… TRUZ

Cuento infantil,
Por Daniel Estrada
Febrero 2019

Una pareja de avestruces, que habitaba la planicie


africana, había incubado una docena de huevos. De
ellos nacieron seis machitos y seis hembritas. La más
chiquita de ellas se llamaba Camila, y era la más
inquieta de todas y la más preguntona también. Desde
que era una polluela chiquita tenía grandes sueños, uno
de ellos parecía imposible de realizar. A ella le gustaba
mucho correr, pero soñaba algún día con volar, volar
tan alto y tan lejos como las águilas.

Sus sueños imposibles de realizar causaban la burla de


sus hermanitos y amigos. Su mamá le dijo que los
avestruces sólo corren, no vuelan. –Nunca en la
historia de la creación hubo algún registro de que un
avestruz vuele, eso es imposible hija-. Le dijo el papá
sin dudar. Ella les respondía que algún día lo lograría,
ya que dentro de su corazón ella sentía que podía volar
muy alto. Por las tardes Camila solía ensayar vuelos
cortos (en realidad muy cortos) que causaban las risas
de los espectadores, que se burlaban a carcajadas. Por
la noche solía llorar desconsoladamente, ya que sentía
una gran frustración al no poder cumplir su sueño más
anhelado: Volar.

Su mamá la alentaba a hacer otras cosas que sí eran


posibles, como por ejemplo gritar de forma estridente,
o silbar. Camila soñaba también con cantar, pero era
otra cosa más que los avestruces no pueden hacer. Las
otras aves sí pueden cantar, pero los avestruces sólo
hacen algunos sonidos, pero no componen canciones.
Camila había logrado correr muy rápido, y entonar
algunos sonidos que estaban muy lejos de ser una
canción. Ella jugaba a las carreras con sus hermanitos
y siempre ganaba, porque lo hacía con mucha pasión.

A los pocos años de haber nacido, Camila ya estaba tan


alta como la mamá. Un día salió sola a pasear por la
sabana africana, que estaba llena de peligros. Los
depredadores merodeaban los charcos de agua,
esperando cazar alguna presa. Camila se distrajo, y una
leona comenzó a perseguirla a toda velocidad. Cuando
Camila llegó detrás de unos arbustos, metió su cabeza
en un hoyo que había en la tierra, y de esa forma pudo
confundir a la leona. La depredadora creyó que el
avestruz hembra que ella perseguía ahora era un
pequeño arbolito, por esa razón siguió de largo. Luego
de quedarse un buen rato quieta con la cabeza metida
en la tierra, Camila creyó que el peligro ya había
pasado, pero al parecer, su vida todavía corría algún
peligro.

Los leones no se dan por vencidos así nomás,


especialmente cuando tienen mucha hambre. La leona
que había perseguido a Camila, se había subido a un
gran árbol, para tratar de ver a alguna otra presa. La
leona por fin pudo divisar algo a lo lejos, se trataba de
un avestruz. Sigilosamente la leona se fue acercando a
su presa. ¡No puede ser, se trata de Camila otra vez!
Pero ahora las cosas son diferentes, Camila está
atrapada, parece que esta vez no hay escapatoria, está
arrinconada, a sus espaldas hay un gran precipicio. Ella
da gritos estridentes pidiendo auxilio, pero al parecer
nadie la escucha y nadie vendrá en su auxilio. Todo
parece indicar que será el fin para el joven avestruz
hembra.

De repente su corazón comienza a latir con mucha


fuerza, está tan arrinconada que no puede correr, y la
leona comienza a saborearse antes de tiempo. Camila
comenzó a batir sus alas con mucha fuerza y velocidad.
La leona está a punto de lanzarse sobre ella para
devorarla de inmediato, pero lo impensado acaba de
suceder: Camila comienza a volar lentamente y sale del
alcance de la leona. Su vuelo se mantiene, y lo está
haciendo sobre el precipicio, la leona no lo puede creer
y su tonta reacción fue saludar con su mano derecha a
la joven voladora, como diciéndole adiós.

Camila no deja de volar ni un instante, y pasa volando


alto por la casa de su familia, ellos no lo pueden creer,
por primera vez un avestruz puede volar, lo imposible
se hizo realidad. Mientras ella volaba, recordaba todas
las veces que sus familiares y amigos le habían dicho
lo ridículo que era su gran sueño de volar. Mientras
ella seguía volando con gran destreza, a la par se puso
un águila, quien estaba sorprendida de ver a un
avestruz volando. Con cierta incredulidad le dijo: –Tú
no puedes volar, eres un avestruz, y los avestruces
corren, no vuelan-. Pero Camila le respondió: –Dios, el
Creador de todas las cosas, me dio un corazón
soñador, con la suficiente fuerza para poder volar.
¿Qué no puedo volar dices? Mira, tú estás volando a
mi lado, mi sueño se hizo realidad, aunque no fue fácil,
casi pierdo la vida para poder lograrlo-. Camila ya
estaba pensando en su próximo desafío: Cantar.

FIN

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